Está en la página 1de 111

WALTER SCHULZ

WITTGENSTEIN
L A N E G A C IO N DE LA FILOSOFIA

G. del TORO.—Editor
MADRID
1970
COLECCION «MOLINO DE IDEAS*
dirigida por
SERGIO RABADE ROMEO
Catedrático de la Universidad de Madrid

N.° 6
TITULO ORIGINAL:

«WITTGENSTEIN. DIE NEGATION DER PHILOSOPHIE»


Publicado por; VERLAG GÜNTHER NESKE. Pfullingen, 1967

Traducción de:
JOSE MONTOYA SAENZ

© G. del TORO.— Editor. By 1970


MADRID

Depósito Legal: M. 3.427 - 1979

Distribuye: SERVICIO COMERCIAL DEL LIBRO


Hortaleza, 81
MADRID-4
G ráficas C anales , S. L . - C icerón , 16.- M adrid
PROLOGO

Apenas nadie duda hoy de que se haya de incluir a Wittgenstein


entre los grandes filósofos que determinan el tiempo presente. Los
puntos de vista sobre los que descansa tan alia valoración son sin
embargo diferentes. Simplificando un poco, se podrían distinguir,
ya bajo el aspecto cronológico pero más aún bajo el aspecto obje­
tivo, tres enfoques de esa valoración. P rim er enfoque: Wittgenstein
es significativo como autor del Tractatus logico philosophicus:
su terreno filosófico es, en sentido estricto, la moderna lógica ma­
temática (.Wittgenstein aparece como el sucesor legítimo de Frege
y Russell) y, en sentido amplio, la filosofía del positivismo lógi­
co l.2 Segundo enfoque: Wittgenstein es un pensador totalmente
independiente y original, un pensador que no es clasificáble: «Se
podrá decir legítimamente que Ludwig Wittgenstein pertenece al
grupo de los más grandiosos outsiders de nuestra conformista épo­
ca. Es probablemente el filósofo más trágico desde Nietzsche»*.
En especial la conocida proposición conclusiva de su Tractatus («D e
lo que no se puede hablar, se debe guardar silencio») y de modo
definitivo las posteriores Investigaciones filosóficas, muestran
que Wittgenstein sabía que el pensamiento lógico no es la medida
absoluta. Se coloca así a Wittgenstein en íntima cercanía de la fi-

1 G. H. v. W right afirma que los pensamientos fundamentales del


Tractatus han determinado radicalmente la concepción del Círculo de Vie-
na. Son ante todo la idea de una correspondencia entre los enunciados cien­
tíficos y la realidad; después, la determinación de la estructura lógica de
estos enunciados, es decir, la doctrina de las funciones veritativas; y, fi­
nalmente, la separación estricta de ciencia y vida. Cf. v. Wright, «Bio-
graphische Betrachtung» en «Beiheft» a L. Wittgenstein, Schriften I, Frank-
furt 1960, p. 87 ss.
Una penetración concreta en la relación de Wittgenstein con el Círculo
de Viena, nos la proporcionan las conversaciones de Wittgenstein con
Moritz Schlick y Friedrich Waismann entre los años 1929 y 1932. conver­
saciones que Waismann ha anotado: L. Wittgenstein, Schriften III. Ludwig
Wittgenstein und der Wiener Kreis. Frankfurt 1967.
2 H ermann W ein , Philosophie ais Erfahrungswissenschaft, La Haya.
1965, p. 137.
WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN I)E LA FILOSOFÍA

losofía existencial y su obra es interpretada como objetivación de


la conciencia de crisis3. Tercer enfoque : Wittgenstein es uno de
los pocos, sino el único pensador del presente, que ha abierto posi­
bilidades futuras al trabajo filosófico. Ha superado el positivismo
por medio de la noción de « juego de lenguaje», al reconocer que el
campo propio del filosofar es una analítica del lenguaje que no se
lim ite a la pura sintaxis \
No es posible discutir, en abstracto y sin recurso a los textos,
sobre la justificación de estas tres interpretaciones, en las que se
refleja la tendencia general de la filosofía contemporánea, a saber,*4

8 Cfr. las contribuciones en «Beihef» a L. Wittgenstein, Schriften 1, en


especial los artículos de Ingeborg Bachmann, Zu einem Kapitel der jün-
gsten Philosophiegeschichte; José Ferrater Mora, Wittgenstein oder die
Destruktion; Erich Heller, Unphilosophische Betrachtungen. Un excelente
análisis crítico de esta interpretación existencialista lo da Hermann Lübbe,
Wittgenstein —ein Existenzialist—. En: Philosophisches Jahrbuch. 69 (19621,
páginas 313-324.
4 La escuela lingüistica de Oxford y Cambridge, que hoy juega un papel
importante en la filosofia inglesa, está marcada esencialmente por este
punto de partida de Wittgenstein. Cfr. J. O. Urmson, Philosophical Ana
lysis, Oxford 1956; M. J. Charlesworth, Philosophy and Linguistic Analysis,
Pittsburg 1961; y Karl-Otto Apel, Die Entfaltung der «sprachanalytischen»
Philosophie und das Problem der «Geistewissenschaften», en Philosophis­
ches Jahrbuch, 72 (1965), pp. 239-289. y: Wittgenstein und das Problem des
hermeneutischen Verstehens, en: Zeitschrift fü r Theologie und Kirche,
63 (1966), pp. 49-87. Por parte de la filosofia analítica del lenguaje se
valora poco al positivismo lógico, tal como estuvo representado en el
Circulo de Viena, o se le considera como un estadio previo de la misma
filosofia analítica. Se intenta a la vez la empresa, especialmente en Ale­
mania, de poner en relación la filosofia tardía de Wittgenstein con la f i ­
losofía hermenéutica alemana. Especialmente reveladores para este modo
de proceder son la totalidad de los trabajos de filosofía del lenguaje de
Apel, a los que remitimos expresamente de una vez por todas.
Que una mediación del arranque tardío de Wittgenstein con la filosofia
alemana sea posible, se fundamenta (según la opinión que examinamos), en
e l hecho de que Wittgenstein ha procedido de acuerdo con el método tras­
cendental. no sólo en las «Investigaciones filosóficas» sino ya en el Tracta-
tus. La interpretación trascendental de Wittgenstein por lo que hace al
Tractatus, fue llevada a cabo por Erik Stenius, quien en 1960 publicó un
excelente comentario a esa obra: Wittgenstein's Tractatus. A Critical Ex-
position of its Main Lines of Thought, Oxford. El cap. II lleva el título:
«Wittgenstein as a Kantian Philosopher», y la segunda sección de este
capitulo el encabezamiento: «Wittgenstein’s Transcendental Deductions».
A esta intenpretación de Stenius recurre, además de Apel (cfr. los dos
artículos citados). Wolfgang Stegmüller en: Hauptstromungen der Gegen■
P rologo 7

e l apartamiento del positivismo lógico y de la filosofía existencial,


y la conversión al lenguaje como horizonte abarcador. Nos dedi­
caremos por tanto en los dos primeros capítulos a la interpretación
del Tractatus y de las Investigaciones filosóficas e intentare­
mos, partiendo de estas obras, poner de manifiesto el planteamien­
to de la filosofía de Wittgenstein. A estos capítulos se añade un ter­
cero cuyo intento es determinar el puesto de Wittgenstein en el
desarrollo filosófico e histórico-cultural. E l pensamiento directivo
de estos análisis consiste en un examen crítico de la intención de
Wittgenstein de negar la filosofía, pues esa intención determina su
pensamiento desde el mismo fundamento *.5

wartsphilosophie, 3 ed., Stuttgart 1965. Stegmüller concluye su presenta­


ción de la filosofía del Tractatus con un capitulo: «Transzendentalphiloso-
phischer Ausblick» (p. 554). También Jiirgen Habermas se relaciona a
Stenius: Zur Logik der Sozialwissenschaften, Philosophische Rundschau.
Beiheft 5, Tübingen 1967, p. 124 ss. En este trabajo se presenta el des­
arrollo de la lógica de las ciencias sociales, en especial, en los países
anglosajones, en toda su trascendencia filosófica; Wittgenstein es estu­
diado desde esta problemática, y en especial, se pone en relación su plan­
teamiento analítico con la filosofía hermenéutica. Estas investigaciones de
Habermas, que reposan en un conocimiento comprehensivo y son. a la vez.
extraordinariamente conscientes de los problemas, cuentan entre las pu­
blicaciones filosóficas más importantes de los últimos años. La fertilidad
y necesidad de semejante método es patente, pues es una perogrullada decir
que la sociología juega hoy un papel conductor. En nuestra interpretación
nos oponemos a la calificación de Wittgenstein como un filósofo trascen-
tal; ello nada cambia al hecho de que el autor agradezca cosas esencia­
les a su diálogo con los trabajos citados de Stenius. Apel. Stegmüller y
Habermas.
5 En las páginas que siguen no intentaremos exponer a Wittgenstein
in extenso; sus trabajos de matemáticas y sus logros específicos en lógica
no son tomados en consideración. El autor se apropia en este aspecto
la frase de Pitcher; « I have little competence in tihese matters» en; The
Philosophy of Wittgenstein, Englewood Cliffs 1964; este libro de Pitcher
ofrece una buena y parcialmente critica interpretación del Tractatus y
de las «Investigaciones filosóficas».
Para la bibliografía de Wittgenstein hay que comparar las indicaciones
bibliográficas en la obra recién nombrada (p. 330 ss.). Además: George
Pitcher (ed.), Wittgenstein. The Philosophical Investigations. A Collection
of Critical Essays, New York, 1966 (p. 597 ss.); y Stegmüller, op cit. p.
713 ss.
' En las páginas siguientes se cita el Tractatus por la notación decimal
de las proposiciones y la primera parte de las Investigaciones por la
división en párrafos. Tomamos como base la edición de los escritos de
Wittgenstein aparecida en Suhrkamp Verlag, Frankfurt a. M. 1960 ss.
CAPITULO PRIMERO

TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS

Presupuestos comunes de Wittgenstein


y del Círculo de Viene. El estilo de pensar de Wittgenstein.

El medio mejor de aprehender la problemática que caracte­


riza al Tractatus de Wittgenstein consiste en poner de manifies­
to las concepciones fundamentales que son comunes a Wittgen­
stein y a los pensadores del Círculo de Viena. Estrechamente
comprimidas, se pueden agrupar tales concepciones bajo tres
ideas directivas. En primer lugar: ciencia y vida están separadas.
La ciencia es esencialmente ciencia exacta, es decir, por una par-
te la ciencia natural y por otra la lógica. En segundo fugar: las
proposiciones lógicas son analítico-tautológicas, las proposicio-
nes de la ciencia real (eTrípTrica)"són~~imtóticas, se refieren a
hechos. Sobre la relación de ambos dominios científicos no es
posible enunciar nada, pues tales enunciados no son ni sintéti-
co-empíricos ni analítico-lógicos. Ahora bien, si no es posible
incluirlos en ninguna de estas dos clases (que son las únicas per­
mitidas desde el punto de vista científico), es que son inadmi­
sibles. En tercer lugar: la referencia de las proposiciones empí­
ricas a los hechos debe ser verificada. Es decir, hay que mostrar
necesariamente que a las proposiciones de las ciencias reales
les corresponde una experiencia real o posible, a diferencia de
las proposiciones metafísicas, que, sin embargo, presentan tam­
bién la apariencia de proposiciones con contenido. En el princi­
pio de las ciencias reales se encuentran, por tanto, las «proposi-
10 WITTGENSTKIN. I.A NEC ACIÓN l>K I.A FILOSOFÍA

•dones básicas», proposiciones en las que el dalo es observado


y fijado protocolarmente*.

Estos fres presupuestos fundamentales son constantemente


discutidos en forma renovada. La discusión está caracterizada por
la oscilación entre posibilidades extremas. El examen del tercer
presupuesto lo muestra en forma especial: uno de los extremos
es en este caso el recurso inmediato al datoj pero tal recurso 10
puede ser ilevado a cabo con efectividad. Se repite aquí la pró-
.blemática del segundo presupuesto fundamental: del mismo
modo que no es posible hablar de la relación entre ciencias for­
males y reales, tampoco lo es hablar de la relación entre propo­
siciones con contenido (inhaltliche Satze) y realidad, porque las
proposiciones que versan sobre esa relación no son verificables
ni formal ni empíricamente. Ya Russell puso en claro que el em­
pirismo no puede probar empíricamente su principio de Ja con-
cordancia entre realidad y proposicíorr~Aborá~bIeñ. si no es po­
sible verificar la referencia a la realidad, entonces el otro extre­
mo de la alternativa se insinúa: hay que poner entre paréntesis
la referencia a la realidad. Esta puesta entre paréntesis se realiza­
rá en grados diferentes de radicalidad.. Por citar algunos ejem­
plos, se puede, con Popper'. reducir los enunciados científicos
con sentido a un convenio o acuerdo: o. como en la teoría de la
coherencia de Neurath *, se los puede interpretar como enun­

* Debemos renunciar aquí a una exposición amplia del positivismo.


Sobre ello cfr. V. Kraft, Der Wiener Kreis, Wien 1950 (trad. esp. Madrid,
1966); W. Stegmüller, op. cit. p. 351 ss. Stegmüller ha presentado de ma­
nera muy clarificadora el desarrollo del positivismo lógico, incluso en sus
fases posteriores, y lo ha proporcionado de este modo a la conciencia filo­
sófica general, en Alemania. Cfr. también los otros trabajos citados por
Stegmüller con relación al positivismo (op. cit. p. 710 ss.), en especial:
Das Wahrheitsproblem und die Idee der Semantik, Wien 1957; Ayer, Al-
fred J. (ed), Logical Positivism, New York, 1959 (Bibliography of Logical
Positivism, p. 381 ss.), (trad. esp. México, 1965); Arthur Pap, Analytis-
che Erkenntnistheorie, Wien, 1955; (trad. esp. Madrid. 1964).
El autor ha presentado el desarrollo del positivismo bajo el punto de
vista de la relación de filosofía y ciencia en la primera parte de un traba­
jo aún no publicado, que intenta rastrear la pregunta por la filosofía en
la sociedad industrial contemporánea.
7 Cfr. K arl P opper, Logik der Forschung, Wien, 1935.
* Hay que comparar los artículos de Otto Neuranth en Band 2-4 de
«Erkenntnis», en especial; Soziologie im Physikalismus, Erkenntnis Bd.
.2. 1931.
TRACTATUS I.OGICO-PIIILOSOPHICUS 11

ciados coherentes entre s¡, no con un mundo exterior: o bien.


como Carnap en su obra «Sintaxis lógica del lenguaje» *. se los
considera bajo un punto de vista pura y formalmente sintáctico.
Pero todo ello no modifica el hecho de que la problemática sub­
siste, puesto que si las ciencias empíricas han de tener sentido,
debe corresponderles una referencia exterior. Esta problemá­
tica conduce finalmente, en el Carnap tardío, a un suavizamiento
del «criterio empirista de significado»: del «lenguaje observa-
cional» es necesario distinguir el «lenguaje teórico»; los términos
de este último ncT son reductibles. al menos en forma directa, a
observación 1#.

Esta problemática caracteriza también el Tractatus de Wittgen-


stein, pero es tratada en una forma esencialmente diferente de
la del Círculo de Viena. El estilo de pensar de Wittgenstein no es
el usual en los tratados filosóficos y científicos. Está caracterizado
por posibilidades completamente heterogéneas. Por indicar sola­
mente algún ejemplo: la tendencia de clasificar por medio de la
subdivisión, en la notación decimal de las proposiciones del Trac­
tatus por Wittgenstein, llega a ser caprichosa. ¿Se puede preci­
sar de modo matemático y unívoco el valor referencial de las dis­
tintas cifras a las tesis precedentes y siguientes? Es lícito dudar
de ello u. Y, sin embargo, la impresión de una exactitud absolu­
ta es persistentemente sugerida. La proposiciones son general­
mente apodícticas. Los problemas que objetivamente se ofrecen a
debate no son discutidos expresamente en sus pros y sus contras.
Se excluye de raíz cualquier duda sobre la justeza de las afirma­
ciones. Y, sin embargo, se produce a la vez, explícita e implícita­
mente, la impresión de un filosofar enteramente abierto, que co­
noce desde la misma raíz su cuestionabilidad. Una ironía objetiva
domina todo el conjunto. Wittgenstein lleva a sus intérpretes a
una aporía, o expresado con mayor exactitud: los coloca en una*1 0

• Carnap, Logische Syntax der Sprache, Wien, 1934.


10 Carnap, The Methodological Character o f Theoretical Concepts, en:
Minnesota Studies in the Philosophy of Science, Bd. I, Mineapolis, 1956.
11 Nos parece, objetivamente, que hay diferencia entre sistematizar
numéricamente fórmulas matemótico-lógicas y, como hace Wittgenstein,
proposiciones filosóficas que hasta son revocadas. Cfr. sobre el problema
Stenius, op. cit., p. 3; Stenius apunta para clarificación a la notación
musical.
12 WlTTCENSTEIN. I.A NEGACIÓN HE I.A Kll.OSOKÍA

posición falsa; pues el lector tiene constantemente la impresión


de que la interpretación de que se trata no agota nunca la tota­
lidad, de que se ha saltado una página o al menos no la ha ex­
plotado adecuadamente.

Por citar solamente un ejemplo: el Tractatus es calificado como


un sistema filosófico concluso, de rara unidad y consecuencia in­
ternas Esta calificación la fundamentan sus defensores, espe­
cialmente en la afirmación de que las siete proposiciones capitales
deben ser puestas en relación, consideradas en general, con temas
objetivos determinados tradicionalmente. Con ello el lector se
alegra y tranquiliza, porque puede conseguir alguna orientación.
Y, sin embargo, permanece abierta la cuestión de si Wittgenstein
mismo hubiera aceptado tal inclusión en la tradición. Al final de
sus investigaciones, en efecto, se pone en cuestión a sí mismo, al
lector y al intérprete, pero sobre todo a la misma filosofía en cuan­
to tal. Y esto, con una consciente ambigüedad desde el punto de
vista literario; Otto Neurath ha explicado, con respecto a las ano­
taciones metafísicas finales de Wittgenstein, que, aunque el mis­
mo Wittgenstein problematiza estas afirmaciones e impugna su
validez, cuenta desde luego con que tienen que ser tomadas con
toda seriedad 1S. La interpretación, de manera muy conforme con
el proceder de Wittgenstein, comienza ella misma a ser dudosa.
Si por un lado (por volver a recoger otra vez la indicación recién
apuntada) intentaba incluir a Wittgenstein en la gran tradición
filosófica, tiene que avisar ahora, y con todo derecho, de que al
introducir en Wittgenstein los conceptos filosóficos tradicionales, se
le está interpretando ya desde la tradición M. El lector, al hacer
esto, queda expuesto a la posibilidad de una falsa interpretación.
Se discute rara vez el hecho de que Wittgenstein apenas se enfren­
ta con la tradición y de que no la conoce tampoco profundamen­
te (deficiencia que es generalmente anotada como pasivo, inclu­
so en los pensadores filosóficos originales). El intérprete se halla*14
3

u Asi, Stenius y Stegmüller, que en una recensión de Stenius («Lud-


wig Wittgenstein ais Ontologe. Isomorphietheoretiker, Transzendentalphi-
losoph und Konstruktivist» en: Philosophische Rundschau, 13, 1965), escri­
be: «en la obra de Wittgenstein se trata de un sistema filosófico cerrado
de rara unidad íntima y consecuencia», op. cit. 117).
13 Cfr. Otto N eurath en: Ayer, Logical Positivism, p. 284 ss.
14 Cfr. Stegmüller, Hauptslrómungen..., p. 525.
TRACTATUS LOCICO-PHILOSOPHICUS 13

decidido a atribuir a sí mismo y al lector la posible oscuridad e


ininteligibilidad del texto, ya que Wittgenstein aparece como un
pensador que sabe más de lo que dice **.

Si intentamos ahora concretar estas indicaciones generales


sobre el estilo de pensar de Wittgenstein, con respecto al método
de hecho seguido en el Tractatus, encontramos que Wittgenstein
procede de un modo objetivístico y adialéctico: piensa de manera
concentrada y atomística. Establece apodícticamente una afirma­
ción; siguen después explicaciones en las que se incorporan in­
tuiciones que, en parte, representan afirmaciones casi contrarias
a la primera. En la reflexión posterior sobre los problemas se le
aparece abiertamente a Wittgenstein la duplicidad de los aspectos
tratados, pero no hay una reflexión expresa sobre la relación de
ambas concepciones. La posible contradicción es notada, pero el
pensamiento mismo no se instala claramente en las posiciones ex­
tremas, para avanzar a través de ellas, sino que más bien la con­
tradicción anterior se repite después en un plano nuevo y con re­
lación a nuevos contenidos. Es preciso tener claramente en cuen­
ta este procedimiento metódico y sacar las consecuencias de ello
para la interpretación. Se nos pide poner en relación lo anterior
con lo posterior y viceversa. Esto sólo es posible cuando hayamos
puesto de manifiesto algunos problemas fundamentales y abarca­
dores, a partir de los cuales, y aun a riesgo de simplificación, se
pueda orientar la interpretación.

Como uno de tales problemas abarcadores, proponemos en


primer lugar la teoría de Wittgenstein sobre la «imagen repre­
sentativa» (Abbild). En esta teoría se tocan los dos conjuntos de
problemas arriba citados; la relación de proposición y realidad y
la relación de enunciados lógicos y reales.1
5

15 Como ejemplo de una postura criticamente reservada frente a Witt­


genstein, citemos algunas frases, llenas de humor, de A. M. Quintan: «L a
biblia del movimiento de análisis lógico era el Tractatus de Wittgenstein.
Como otros textos sagrados, combinaba fervor profético y obscuridad si­
bilina de tal modo, que pedia y recibia muchas interpretaciones en conflic­
to reciproco. Expresado en aforismos pregnantes. usaba términos familia­
res en sentidos nuevos, pero inexplicados». En: Pitcher, The Philosophical
Investigations, p. 3.
14 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

La teoría de la «imagen representativa» (Abbild)

La teoría de la «imagen representativa» no debe ser entendida


en un sentido naturalístico. Es evidente que Wittgenstein no pien­
sa que los pensamientos corresponden como fotografías a la rea­
lidad. No encontramos tampoco en él indicación alguna que, en el
sentido de la teoría del conocimiento tradicional, pretenda dar
información sobre el modo cómo las imágenes se desprenden del
exterior y penetran hasta el interior. Hay que entender la «repre­
sentación en imagen» (Abbildung) en el sentido del ¡somorfis-
mo. Imagen y original guardan correlación bajo el aspecto de la
estructura. Wittgenstein explica este punto por medio de una
comparación con la notación musical. A primera vista, la notación
musical «no parece ser una imagen de la música». Y, sin embargo:

«El disco de gramófono, la ¡dea musical, la notación musical,


las ondas sonoras, se encuentran recíprocamente en aquella re­
lación interna de representación que existe entre lenguaje y mun­
do» (4.014).

En la siguiente proposición habla Wittgenstein de una regla


general de posible comparación:

«La semejanza interna de estas formas, al parecer tan diver­


sas, consiste justamente en que se da una regla general por la
que los músicos pueden extraer la sinfonía de la partitura, por la
que se puede derivar del surco en el disco la sinfonía, y de ésta,
según la regla anterior, llegar de nuevo a la partitura. Esta regla
es la ley de la proyección, ley que proyecta la sinfonía en el len­
guaje de la notación musical. Es la regla de la traducción del len­
guaje de la notación musical en el del disco» (4.0141).

En este contexto hay que evitar justamente interpretar la ¡dea


de «proyección» en el sentido de una autoexplicación de la sub­
jetividad, que se clarifica y se explícita a sí misma en la exteriori-
zación de lo que en principio era tan sólo internamente barrunta­
do. Aquí no se busca en modo alguno una explicación genética
a partir de la subjetividad, sino más bien un poner en relación
TRACTATUS LOGICO-PH1LOSOPHICUS 15

fenómenos que existen independientemente, prescindiendo para


ello de toda posible posición privilegiada de la subjetividad.

Podemos, en efecto, proponer las siguientes tesis


a) Se da el mundo como totalidad de los hechos:
«El mundo es todo lo que acaece.
El mundo es la totalidad de los hechos...
El mundo está determinado por los hechos y por ser éstos,
todos los hechos» (1 a 1.11).
b) Se dan imágenes de los hechos:
«Nos hacemos imágenes de los hechos» (2.1).
c) Esas imágenes son ellas mismas hechos:
«La imagen es un hecho» (2.141).

Para que pueda haber correspondencia entre mundo e ima­


gen se introduce en este punto un tercer término, otra vez en
sentido totalmente objetivo: Wittgenstein lo llama «la forma ló­
gica» y es común al mundo y a las imágenes (cfr. 2.18). Sobre la
relación de estas tres magnitudes se comienza ahora a razonar, y
por cierto, con una oscilación múltiple en el enfoque. Esta oscila­
ción se refiere no sólo a los términos extremos (realidad e ima­
gen), sino también al término medio, la lógica. Y así, unas veces
la lógica se encuentra en íntima coherencia con el mundo (se dice
de ella que llena el mundo), mientras otras se la califica de caren­
te de significado y de referencia al mundo, es decir, se la trata
como un conjunto de reglas de transformación que nada dicen.
El razonamiento queda finalmente sin resultado definitivo. Como
conclusión permanece sólo el recurso a un inexpresable «mostrar­
se» de la unidad.

Este concepto de «mostrar» (Zeigen), lo encontraremos aún


varias veces, y, por tanto, indicamos previamente sólo su proble­
mática general. Así fundamenta Wittgenstein este «mostrar»:
«La proposición puede representar toda la realidad, pero no
aquello que debe tener en común con la realidad, para poder re­
presentarla: la forma lógica.
16 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

Para poder representar la forma lógica deberíamos situarnos


con la proposición fuera de la lógica, es decir, fuera del mundo.
La proposición no puede representar la forma lógica; ésta se
refleja en aquélla.
Lo que se refleja en el lenguaje no puede ser representado
por éste.
Lo que se expresa en el lenguaje, nosotros no lo podemos
expresar por medio del lenguaje. La proposición muestra la forma
lógica de la realidad. La pone ante los ojos» (4.12 y 4.121).

Intérpretes imbuidos de la tradición alemana han entendido


estas frases desde el punto de vista trascendental: «Puesto que la
lógica del lenguaje establece necesaria y trascendentalmente el
marco de nuestra aprehensión de lo ultramundano, es decir, lo
•que el mundo en cuanto tal es, no se puede expresar esto en ese
mismo lenguaje» M. Tal argumentación no nos parece adecuada.
Solamente si se entiende «filosofía trascendental» en. un sentido
muy vago, y no en el estricto prefijado por la tradición, se puede
hacer pasar a Wittgenstein por filósofo trascendental. La filoso­
fía trascendental en sentido estricto es filosofía de la subjetiv dad,
y se realiza plenamente siempre como deducción, es decir, busca
mostrar cómo y por qué la subjetividad puede aplicar sus «.ondi-
ciones fundamentales a lo dado. Y dentro de este marco p antea
la incapacidad de aplicar a sí misma estas determinaciones, que
son válidas para lo dado ”. De semejante deducción trascendental
no encontramos rastro en Wittgenstein; éste permanece siempre
en la relación exterior de realidad e imagen. El espacio en que fi­
losofa no está determinado por el planteamiento trascendental,
sino por la concepción positivista fundamental, ya más arriba pre-

18 Asi H abermas, op. cit. p. 128; cfr. sobre todo Stenius, op. cit. p.
214. ss.
11 No es nuestro propósito aquí refutar objetivamente la filosofía tras­
cendental idealista. Semejante filosofía, que intenta deducir la realidad
partiendo de una subjetividad pura e intemporal, significaría hoy una
recaída en la metafísica teológica, pues la subjetividad pura es pensada
a la imagen de Dios. Precisamente esta creencia en la irrepetibilidad de
la filosofía trascendental clásica nos prohíbe interpretar planteamientos
actuales partiendo de ella. Cfr. Autor, Das Problem der absoluten Refle­
xión. Frankfurt, 1963.
TRACTATUS LOGICO-PMILOSOPHICUS 17

sentada, de que sobre la relación de proposiciones y realidad no


se puede propiamente hablar. Sólo desde este punto de partida
puede interpretarse adecuadamente el concepto de «mostrar» en
Wittgenstein. El hecho de que Wittgenstein recurra a él una y otra
vez no testimonia en contra, sino a favor de su planteamiento po­
sitivista. En tanto se cotejen de una manera puramente exterior,
reduciéndolas a un comón denominador, no sólo la realidad sino
también las imágenes en cuanto hechos, es decir, en tanto se per­
manezca en la escisión sujeto-objeto, no puede la unidad ser
«pensada», sino solamente «parafraseada» por medio de imáge­
nes, como, en el cuento, los dos muchachos, sus dos caballos y
s j s lirios, de los que Wittgenstein dice:

«Todos ellos son, en cierto sentido, una sola cosa» (4.014) **.

Esta teoría de la «imagen representativa» es, a nuestro pa­


recer, una clave para la interpretación total del Tractatus. Pero ello
exige antes, conforme al planteamiento objetivístico y adialéctico
del pensamiento de Wittgenstein, discutir individualmente los dis-
t'nfos elementos que se hallan trabados en ella. Son, en primer
lugar, la realidad; en segundo, la imagen, y en tercero, la for­
ma lógica. Efectivamente, Wittgenstein intenta, en cuanto es po­
sible, analizar independientemente estos tres elementos. Se pue­
de decir que, bajo los dos primeros números del Tractatus, se estu­
dia temáticamente el mundo, mientras que en los números tres a
seis se aborda el problema complejo y mucho más difícil de la
«imagen» (Bild). Pero desde el punto de vista del tema mismo,
es claro que una división rigurosa no puede resultar, puesto que
los distintos conceptos se entrecortan. De un modo especial, la
forma lógica, que tiene la misión de religar el mundo como hecho
y la imagen como hecho, no puede en modo alguno ser tratada
apropiadamente en aislamiento. Si ojeamos los análisis de Wit­
tgenstein podemos avanzar lo siguiente: en la discusión sobre el
mundo se coloca en el centro de la discusión el factor objetivo,
en la discusión sobre la imagen, por el contrario, el subjetivo.

'• No es inútil recordar que Hegel, al principio de la «Fenomenología


del espíritu», ha estudiado ya muy penetrantemente el mostrar como in­
tento de escapar al pensamiento dialéctico por medio del recurso a un
estado prelingüistico.
2
18 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

Consecuentemente, la forma lógica es comprendida sucesivamen­


te en forma más o menos objetiva, inicialmente más desde el án­
gulo del mundo, después más desde el de la imagen o del len­
guaje. Vamos a proceder, pues, de tal forma que primero plan­
tearemos el lado objetivo de la relación, el mundo, y después,
el lado subjetivo, la imagen, pero teniendo en cuenta que, espe­
cialmente en la discusión sobre la lógica, las interferencias son
necesarias.

El lado objetivo de la relación: el mundo

Las páginas iniciales del Tractatus elaboran los rasgos singula­


res de la realidad mundana. Wittgenstein distingue hecho (Tatsa-
che), hecho atómico (Sachverhalt), cosa, objeto, substancia. A
pesar del celoso y particularizado comentario de estos conceptos
por los intérpretes (de nuevo hay que nombrar aquí de modo es­
pecial a Stenius), se presenta difícil el aprehender límites defini-
torios verdaderamente exactos y convincentes. Ello no sin razón,
pues Wittgenstein se ciñe claramente al lenguaje cotidiano, en
el que las palabras citadas son usadas precisamente en multitud de
significados y en modos no rigurosamente delimitables. Lo mejor
es partir del concepto de «mundo», en el que todos los demás se
hallan condensados. Citamos algunas de las proposiciones esen­
ciales:
«El mundo es todo lo que acaece» (1).
«El mundo es la totalidad de los hechos (Tatsacnen), no de las
cosas» (1.1).
«La totalidad de los hechos atómicos (Sachverhalte) existentes
es el mundo» (2.04).
«La realidad total es el mundo» (2.063).

Es claro que el mundo tiene que ver con la facticidad. Los


hechos son a su vez idénticos con lo que acaece, la existencia de
hechos atómicos. El hecho atómico por el contrario, del mismo mo­
do que sus subdeterminaciones: objeto, cosa, no es nada fáctico,
sino que presenta una conexión:
«El hecho atómico es una conexión de objetos (cosas)» (2.01).
TRACTATUS LOO ICO-PHILOSOPHICUS 19

«Mientras un hecho siempre se refiere a algo que realmente


acaece, un hecho atómico solamente representa algo que puede
acaecer» Todo esto se puede comprender con relativa facilidad.
La dificultad propiamente dicha comienza cuando nos damos cuen­
ta de que, desde el concepto «mundo», la distinción entre 'he­
cho' y 'no hecho' es en cierto modo escamoteada. El mundo
como todo aquello que acaece, tiene que ver con la «facticidad»
(Tatsáchlichkeit). Pero, sin embargo, el mundo es la totalidad de
los hechos (Tatsachen), o dicho con las palabras de Wlttgensteinr
el mundo está caracterizado por ser éstos todos los hechos. Y aun­
que otra vez se formula, a la manera atomística: 'El mundo se
divide en hechos' (1.2), queda, sin embargo, la duda de si hay que
identificar 'mundo' y 'facticidad' de modo tan unívoco. Es evi­
dente que el mundo no se presenta solamente como facticidad
pura, sino también (por usar el lenguaje de la filosofía tradicio­
nal) como universo, 'omnitudo', totalidad unitaria. Dicho de una
manera aún más exacta: Wittgenstein tiene aquí bajo su mirada la
distinción de mundo posible y mundo real, distinción que Leib-
nitz ha pensado a fondo desde muchos ángulos, a saber: desde
el ángulo lógico, ontológico y teológico. Se enfrentan por tanto
dos interpretaciones sin mediación posible entre ellas: el mundo
es el conjunto de todo lo que acaece, de los hechos, y en cuanto
tal, él mismo un hecho. La interpretación contraria profesa: el
mundo es el dominio (Inbegriff) de todas las posibilidades, y en
cuanto tal determina primordialmente lo que acaece y lo que no
acaece. El mismo Wittgenstein dice:
«...la totalidad de los hechos determina lo que acaece y tam­
bién todo lo que no acaece« (1.12).

Sin embargo, es claro que Wittgenstein no ha intentado me­


ditar dialécticamente el problema del mundo, es decir, desvelar
la cuestión del significado de la expresión «todos los hechos»
bajo el punto de vista de la posibilidad y de la realidad. Intro­
duce más bien nuevas precisiones hasta cierto punto complemen­
tarias, que agrega sin más a los enunciados recién expuestos. La
tendencia fundamental, sin embargo (y esto los comentadores lo
han puesto de relieve en forma convincente), es dar la preemi-

18 Stegmülleh, Hauptstrómungen..., p. 529.


20 WlTTGBNSTEIN. U NEGACIÓN DE I.A FILOSOFIA

nencia a la facticidad sobre la posibilidad. Esta tendencia puede


entenderse solamente cuando se tiene en cuenta cómo caracteriza
Wittgenstein la relación de facticidad y lógica de un modo gene­
ral. Su modo de proceder se acomoda totalmente en este aspecto
al planteamiento positivista.

Este planteamiento profesa que todos los enunciados con con­


tenido tienen que ser fundamentados por el recurso a la expe­
riencia, es decir, a los datos fácticos. Las proposiciones que
aprehenden inmediatamente el dato fáctico deben ser designa­
das como «proposiciones elementales». La realidad fáctica puede
ser enunciada en proposiciones que concuerdan con ella porque
en ambas se encuentra algo idéntico:

«En la imagen y en lo representado por ella tiene que haber


algo idéntico, para que la una pueda ser una imagen de lo otro»
(2.161).

«Lo que toda imagen, de cualquier forma, tiene que tener en


común con la realidad, para poder representarla (exacta o falsa­
mente), es la forma lógica, esto es, la forma de la realidad» (2.18).

Lo idéntico es por tanto la forma lógica. La proposición y la


realidad correspondiente se hallan estructuradas de la misma ma­
nera. Como la proposición se compone de elementos, así la rea­
lidad fáctica se compone de hechos atómicos, y éstos a su vez de
objetos o cosas. Las proposiciones elementales, en cuanto contie­
nen una referencia a la realidad, enuncian algo sobre la existen­
cia o no existencia de los hechos atómicos. Cuando algo acaece,
es verdadero; cuando algo no acaece, es falso. Verdad y falsedad
son constataciones de la concordancia fáctica de la proposición
y de lo dado:

«Para saber si la imagen es verdadera o falsa, debemos po­


nerla en comparación con la realidad. Por la imagen solamente no
se puede saber si es verdadera o falsa. No hay ninguna imagen
que sea verdadera a priori» (2.223 a 2.225).

Sobre estas proposiciones elementales se eleva un sistema de


proposiciones posibles, que en cuanto tales son sólo transforma­
ciones («funciones veritatlvas») de las proposiciones elemen­
TRACTATUS LOCICO-PHILOSOPHtCUS 21

tales. El valor veritativo de estas proposiciones depende por tan­


to de las proposiciones elementales. Esta teoría de la función
veritativa muestra dos cosas, en primer lugar la preeminencia de
la facticidad, y en segundo, la «desvalorización» de la lógica que
puede arrancar de ella, o mejor, su ambigüedad. Cuando Witt-
genstein afirma que la lógica es tautológica, que «no dice nada»,
mira preferentemente a la lógica que se ocupa de las reglas de
transformación: esta lógica no tiene que ver con la verdad. Pero
cuando Wittgenstein habla de la forma lógica, entonces no con­
sidera sólo la pura posibilidad de transformación, sino la estruc­
tura ontológica que es común a la proposición y a la realidad,
estructura común que no puede ya ser demostrada, sino solamen­
te constatada. El hecho de que el mundo tenga una forma lógica
no puede ser él mismo fundamentado, está subordinado al con­
cepto de facticidad, y en un sentido totalmente radical: sólo pue­
de ser mostrado. De nuevo es el recurso al concepto de «mostrar»
la solución propiamente dicha, justamente porque la coinciden­
cia de mundo y lógica no puede ser pensada, sino solamente
constatada.

Wittgenstein descubre una y otra vez esta duplicidad de la


lógica. Lo verdaderamente admirable es precisamente el hecho
de la mundaneidad de la lógica o, formulado de una manera más
conforme al estilo de pensar, atomístico y concentrado, de Witt­
genstein, la aproximación progresiva de lógica y mundo hasta la
coincidencia final. Vamos a ilustrar este punto.

He aquí el planteamiento fundamental:

«Las proposiciones lógicas describen la armazón del mundo,


o mejor, lo representan. No 'tratan' de nada. Presuponen que
los nombres tienen significado (Bedeutung) y que las proposicio­
nes elementales tienen sentido (Sinn): ésta es su ligazón con et
mundo» (6.124).

Es claro también que nada en el mundo puede hallarse enr


contradicción con la lógica:
«Se decía en otro tiempo que Dios podía crear todo, excepto
lo que contradecía a las leyes de la lógica. En efecto, no podría­
mos decir qué aspecto ofrecería un mundo 'ilógico'» (3.031).
22 WlTTCENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

Todavía de un modo más preciso:


«La lógica precede a cualquier experiencia de que algo sea
así« (5.552).

Consecuentemente Wittgenstein distingue entre la lógica y su


aplicación. Afirma: lo que se enuncia en la aplicación, esto es,
en el conjunto de las proposiciones elementales, no puede ser
previsto por la lógica, pero tampoco puede colisionar con ella:

«La aplicación de la lógica decide cuáles proposiciones ele­


mentales se dan.

La lógica no puede anticipar lo que se halla en su aplicación.

Es claro que la lógica no puede chocar con su aplicación.

Pero la lógica debe estar en contacto con su aplicación.

Por tanto la lógica y su aplicación no deben sobreponerse»


(5.557).

Esta «no sobreposición» recíproca de la lógica y de su aplica­


ción, o dicho positivamente, su «contacto», se encuentra respal­
dado por el lenguaje, y precisamente por el lenguaje ordinario.
En él la lógica se halla presente de manera completa:

«Todas las proposiciones de nuestro lenguaje cotidiano están


realmente, tal como son, en un orden lógico perfecto. Ese ele­
mento de simplicidad máxima, que aquí debemos indicar, no es
una imagen de la verdad, sino la verdad misma en su integridad.

(Nuestros problemas no son abstractos, sino quizá los más


concretos que hay)» (5.5563).

La lógica y el lenguaje se hallan por tanto unidos de la ma­


nera más íntima y ambos, por su parte, están ceñidos al mundo
por completo. A la constatación de que yo no puedo indicar
«a priori» proposiciones elementales, siguen las conocidas pro­
posiciones:
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 23

«Los límites de mí lenguaje significan los límites de mi mundo.

La lógica llena el mundo; los límites del mundo son también


sus límites» (5.6 y 5.61).

Se realiza aquí una coincidencia pura de lógica y mundo, pre­


cisamente por medio de la identificación de lógica y lenguaje.
Con ello desaparece propiamente el problema de la distinción
entre lógica y aplicación de la lógica, como también el problema
de la relación entre mundo posible y mundo real. Y partiendo d ?
esta coincidencia, se fundamenta entonces el hecho de que en la
lógica no pueda decirse, «en el mundo hay tal y tal cosa, pero
no tal otra». Para poder proferir semejante enunciación («en el
mundo hay tal y tal cosa, pero no tai otra»), la lógica debería
traspasar los límites del mundo y contemplarlos desde la otra
parte. Pero esto no puede suceder, porque mundo y lógica son
una misma cosa, o, como se dice de manera aún más radical algu­
nas proposiciones después, porque yo «soy» mi mundo (5.63).

Sin embargo es claro por otra parte que tanto el problema de


'a distinción de lógica y aplicación de la lógica, como también
el problema de la relación de mundo posible y mundo real, no
quedan objetivamente resueltos por la simple y adialéctica iden­
tificación de mundo y lógica. Wittgenstein emprende por tanto
una nueva vía. Considera la construcción de mundos posibles a
partir de los hechos atómicos. Esta doctrina del «campo lógico»
(logischer Spielraum) no es un esbozo de mundos posibles en
el sentido de un Leibnitz por ejemplo, es decir, no es una cons­
trucción racional, de armonía preestablecida, bajo el punto de vis­
ta de la componibilidad de los contenidos, sino una construcción
puramente formal fundamentada en las condiciones de verdad:

«Las condiciones de verdad determinan el campo lógico que


la proposición deja a los hechos» (4.463).

Tautología y contradicción son los «casos extremos» de las con­


diciones de verdad. Aunque no «insensatos» (unsinnig), ambos
conceptos son sin embargo «carentes de sentido» (sinnlos):

«Tautología y contradicción no son imágenes de la realidad.


24 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFIA

No representan ninguna situación posible. Pues aquélla permite


cualquier situación posible, ésta ninguna» (4.462).

Más esencial que esta teoría del campo lógico*0, por otra parte
muy complicada en sus particularidades, nos parece una segun­
da teoría, en la que Wittgenstein recoge el problema del mun­
do posible y mundo real. Se trata de la «posibilidad interna» (¡n-
haltlich), es decir, desde el punto de vista del contenido. La ¡dea
fundamental es la siguiente: puesto que la forma lógica llena el
mundo (mundo entendido como hecho), esta forma lógica debe
hallarse también contenida en los elementos constitutivos del
mundo, es decir, en los hechos atómicos y sus elementos (objetos
y cosas). Los hechos atómicos, por su parte, son, en cuanto tales,
partes constitutivas no sólo de mundos reales, sino también de
mundos posibles. Dicho de una manera más precisa: los hechos
atómicos son posibilidades de mundaneidad en general. Y en
cuanto los hechos atómicos por su parte descansan sobre los
objetos, el último fundamento de su posibilidad interior está en
la componibilidad Interna de los objetos. Wittgenstein habla de
las propiedades internas de los objetos y de su forma.

«Una propiedad es interna cuando no puede pensarse que su


objeto no la posea» (4.123).

Esta forma inferna de los objetos determina su presentación


en los hechos atómicos.
«Cuando conozco el objeto, conozco también sus posibilida­
des completas de aparición en hechos atómicos.

(Cada una de estas posibilidades debe hallarse en la natura­


leza del objeto).

No se puede encontrar posteriormente una nueva posibilidad»


(2.0123).

Esto quiere decir concretamente:


«El objeto espacial debe hallarse en el espacio infinito.

*° Cfr. Stenius «Logical Space», op. cit. p. 38 ss.


T R A C T A T U S I.OG 1CO-PHI LOSOI'H IC U S 25

La mancha en el campo visual no tiene que ser necesariamen­


te roja, pero un color debe tenerlo; tiene, por así decir, el espacio
cromático en torno a sí. El tono debe tener una altura, el objeto
del tacto una dureza, etc.» (2.0131).

Una «substancia» del mundo se muestra de esta forma como


su posibilidad interna de ser, substancia que es independiente de
la realidad del mundo, esto es, de lo que acaece.

«La substancia es lo que existe independientemente de lo que-


acaece» (2.024).

Arrancando de aquí, se puede pensar la posibilidad del mun­


do previamente a su facticidad. Dice Wittgenstein:

«El pensamiento contiene la posibilidad de la situación (Sach-


lage) que piensa. Lo que es pensabíe es también posible» (3.02).

Y un poco antes se afirma:

«'Un hecho atómico es pensabíe' quiere decir: podemos ha­


cernos una imagen suya» (3.001).

Se aducen constantemente estas afirmaciones de Wittgenstein


para poner de manifiesto su superioridad sobre el Círculo de Vie-
na, puesto que, se dice, Wittgenstein ha reconocido claramente
que no es adecuado recurrir a la realidad fáctica cuando se quie­
re comprender el sentido de un enunciado **. Efectivamente, afir­
ma Wittgenstein:

«Comprender una proposición significa saber qué se da real­


mente en el caso de que la proposición sea verdadera.

S1 Cfr. especialmente A pel, Wittgenstein und das Problem des herme-


neutischen Verstehens, p. 55. en especial nota 13. Hay que comparar las
formulaciones que Waismann transmite. Los enunciados correspondientes
se hallan agrupados en el indice bajo la palabra «Verificación»; espe­
cialmente importante, p. 243 ss. En la página 244 se encuentra la conocida
fórmula, tan extendida en el positivismo y generalmente admitida: *E l
sentido de una proposición es el modo de su verificación. El método de-
verificación no es un medio, un vehículo, sino el sentido mismo».
26 W1TTCKNSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

(Se puede por íanto comprender una proposición sin saber si


es verdadera).

Se la comprende cuando se comprenden sus partes constituti­


vas» (4.024).

A nuestro parecer, sin embargo, no es adecuado declarar a


este propósito que el planteamiento de Wittgenstein esté abismal­
mente separado del «principio de verificación» del Círculo de
Viena **. Veámoslo más exactamente.

El principio de verificación es ambiguo. Puede ser compren­


dido en un sentido amplio: verificar quiere decir entonces adu­
cir la prueba de que una proposición, a diferencia de los sonidos
carentes de sentido, es una formación comprensible. Sin embar­
go el principio de verificación puede también ser entendido en
un sentido restringido: significa entonces la reducción del enun­
ciado a lo sensiblemente dado, es decir a los hechos. Los posi­
tivistas del Círculo de Viena insisten esencialmente en el segundo
sentido, pero al hacerlo presuponen — objetivamente— ya el pri­
mero: una proposición puede ser comprobada por la experiencia
solamente cuando ya por su misma estructura es significativa
(sinnvoll), es decir, cuando presenta una referencia posible a la
realidad. De hecho el positivismo lógico ha tenido en cuenta des­
de sus comienzos esta situación. Lo muestra en especial el hecho
de que la formulación de Wittgenstein, que el significado de una
proposición consista en el método de su verificación, fue gene­
ralmente aceptada en el Círculo.

22 Stegmüller, por ejemplo, que ha presentado en modo muy cla­


rificador la historia del criterio empirista de sentido, afirma ahora (P h i-
losophische Rundschau, 13, p. 134) que la tesis fundamental del empirismo
es una tesis puramente relativa, «que por medio de modificaciones ade­
cuadas del criterio de sentido, cambia constantemente de significado. La
historia, un poco divertida, del criterio empirista de significado, es un
testimonio de ello, a la vez intuitivo y drástico. Se puede escapar de
esa tesis empírica ampliando el criterio de sentido o, aún mejor, recha­
zándolo. A la tesis wittgensteiniana de la carencia de sentido no se puede
escapar, desde luego, de esta manera tan cómoda. Pues ella nada dice
sobre la conexión de conocimiento y experiencia: no contiene enunciado
alguno sobre una carencia de sentido relativa, sino sobre una carencia
absoluta; no es relativa al valor de un criterio de significado, de cuya
interpretación siempre se puede discutir».
TRACTATUS l.OG!CO-l*IIII.OSOPHICUS 27

Pero también Wittgenstein, de un modo completamente se­


mejante al de los primitivos positivistas, piensa que las proposi­
ciones dotadas de contenido deben hallarse en una concordancia
fundamental con la realidad y que hay que acreditarlas en con­
frontación con los hechos a los que corresponden. Cierto que no
formula ninguna ley general que exprese este estado de cosas
conforme al criterio empirista de significado, pero pone de relie­
ve que ya la proposición en cuanto tal debe dar a conocer si prin-
cipialmente puede o no convenir con los hechos.

Si se compara este modo de proceder de Wittgenstein con el


punto de partida del Círculo de Viena, hay que caer en la cuenta
de que el problema planteado bajo el principio de verificación
es «dialécticamente duple». Wittgenstein acentúa un aspecto, los
pensadores del Círculo de Viena el otro, pero ambos por su par­
te presuponen lo no acentuado en su argumentación. Dicho de
modo concreto: los positivistas reconocen el principio de verifi­
cación en sentido amplio, es decir la posesión de sentido de los
enunciados, aunque definen la verificación como reducción a he­
chos. Por el contrario, Wittgenstein presupone justamente esta
reducción a hechos como criterio de verdad cuando entiende ve­
rificación como la interpretación de un hecho atómico; pues el
hecho atómico es para Wittgenstein justamente la posible ligazón
a la realidad y no «pura posesión de sentido», como articulación
libre de objeciones desde el punto de vista tanto gramatical como
lógico. Pues si así fuera, se derrumbaría para Wittgenstein la po­
sibilidad de descalificar las proposiciones metafísicas. Pues éstas,
desde el punto de vista formal, tienen que ser completamente dis­
tinguidas de sonidos carentes de todo significado.

Aparece en este punto qué inadecuado sería aislar rigurosa­


mente hecho atómico (Sachverhalt) y hecho (Tatsache) en su
confrontación mutua. Ambos son conceptos dialécticos. «Hecho»
es el hecho atómico existente, mientras que «hecho atómico» es
aquello que puede acaecer; pero aquí hay que tener en cuenta
que para Wittgenstein la posibilidad de lo que acaece no debe
ser reducida al proyecto de una subjetividad que «pone» el mun­
do, sino que se fundamenta exclusivamente en la realidad de que
la lógica se ha hecho ya «mundana», «se halla» en los hechos.
Hay una «lógica interna de los hechos atómicos» sólo porque la
lógica ha llenado ya el mundo, y los límites del mundo coinciden
28 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

de tal modo con los de la lógica y del lenguaje que más allá de
esos límites sólo se halla lo inexpresable.

El lado subjetivo de la relación: la imagen.

Planteamos ahora el otro lado de la teoría de la «imagen re­


presentativa» (Abbild), las imágenes que se enfrentan al mundo.
El complejo «imagen» (Bild) presenta muchos estratos. Confor­
me a las tradicionales divisiones de la filosofía, Stenius ha distin­
guido aquí argumentaciones gnoseológicas, lingüístico-filosóficas
y trascendentales. Se trata sobre todo de la discusión de los
conceptos: proposición, pensamiento (Gedanke) y, de nuevo, de
la conexión de lógica y lenguaje. Lógica y lenguaje, que son com­
parados entre sí, son los conceptos mediadores, a partir de los
cuales debe clarificarse la relación al mundo; al hacerlo así, existe
la tendencia de englobar todas estas determinaciones subjetivas
en una unidad junto con el mundo. El examen tiene por tanto la
misma finalidad que el análisis del fenómeno «mundo», pero aho­
ra, por el contrario, el tema central es el concepto de lo subje­
tivo.

En nuestra exposición intentamos hacer más fáciles los difi­


cultosos complejos problemáticos, y para ello examinamos, par­
tiendo del lenguaje, la referencia al mundo, para después, en un
segundo paso, mostrar cómo la intención de Wittgenstein es des­
cartar la idea de una subjetividad que reflexivamente se piensa
a sí misma.

La ¡dea de que lógica y lenguaje forman una unidad es, como


ya destacábamos, determinante para todo el Tractatus. El Witt­
genstein tardío, como se sabe, ha negado esta coincidencia, espe­
cialmente con relación al lenguaje cotidiano. Esto lo hizo con to­
da razón, según se afirma generalmente, pues el lenguaje usual
no es reducible a la lógica, sino que tiene «factores desbor­
dantes». El hecho es tan evidente que justamente se debe cuestio­
nar lo inverso, cómo fundamenta Wittgenstein en su Tractatus
la coincidencia de lógica y lenguaje.

Se debe tener en cuenta aquí en primer lugar que, desde lue­


go, también para Wittgenstein se da tanto lo ilógico como lo inex­
THACTATUS L0GIC0-PH1L0S0FHICUS 29

presable. Cuando lo ¡lógico y lo inexpresable quedan excluidos


como impensables, no por ello son aniquilados por completo, si­
no que se los relega al dominio de lo místico, al cual también
pertenece la vida. Con otras palabras, la igualdad de lenguaje y
lógica descansa en una previa abstracción. Afirma Wittgenstein:

«El hombre posee la capacidad de construir lenguajes con los


que se puede expresar cualquier sentido, sin tener un barrunto
de cómo y qué significa cada palabra. De la misma manera, ha­
blamos sin saber cómo los distintos sonidos se producen.

El lenguaje cotidiano es una parte del organismo humano y


no es menos complicado que éste.

Es humanamente imposible extraer de él inmediatamente la


lógica del lenguaje.

El lenguaje reviste al pensamiento. Y de tal modo, que no es


posible concluir de la forma exterior del vestido a la forma del
pensamiento revestido; ya que la forma exterior del vestido ha
sido configurada para fines totalmente distintos del de permitir
reconocer la forma del cuerpo» (4.002).

Por tanto, para comprender la lógica del lenguaje se debe


abstraer por completo del revestimiento, como de una forma ex­
terior. Sólo después de haber hecho esto, se puede coaligar en
unidad el lenguaje usual con la lógica y arriesgar la constatación
ya antes citada:

«Todas las proposiciones de nuestro lenguaje cotidiano están


realmente, tal como son, en un orden lógico perfecto» (5.5563).

El hecho de que lógica y lenguaje ordinario sean igualados


desde el punto de vista del principio de orden, significa de mo­
do concreto que el lenguaje en cuanto tal puede versar sobre
hechos mundanos y puede aprehenderlos. Ahora bien, esta pre­
tensión del lenguaje es exactamente tan poco demostrable como
la identidad de mundo y forma lógica. La unidad se muestra tan
sólo, y precisamente — la formulación es nuestra— incidentalmen­
te en las proposiciones con contenido acerca del mundo.

Este carácter incidental del mostrar es esencial para la com­


30 WlTTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

prensión de la teoría de la «imagen representativa», pues sólo


desde él aparece clara y concretamente de qué modo Wittgen-
stein «resuelve» la dificultad fundamental (desde el punto de
vista de la teoría de la ciencia) del positivismo, a saber, el no
poder probar la concordancia de las proposiciones dotadas de
contenido con el mundo. Los positivistas afirman: están por un
lado las proposiciones dotadas de contenido empírico, por otro
las proposiciones formales, pero no hay proposiciones dotadas
de sentido que enuncien algo sobre la relación de ambas clases
de proposiciones entre sí. Consiguientemente, no es permisible
tampoco hablar de la posibilidad de coincidencia entre realidad
y lenguaje, pues tales proposiciones ni son formales ni están do­
tadas de contenido. Wittgenstein comparte esta concepción fun­
damental:

«La proposición puede representar toda la realidad, pero no


puede representar aquello que ella debe tener en común con
la realidad para poder representarla: la forma lógica. Para poder
representar la forma lógica, deberíamos poder colocarnos con la
proposición fuera de la lógica, es decir, fuera del mundo.

La proposición no puede representar la forma lógica, sino que


ésta se refleja en ella. Lo que se refleja en el lenguaje, éste no
puede representarlo.

Lo que se expresa en el lenguaje, no podemos nosotros expre­


sarlo por medio de él. La proposición muestra la forma lógica de
la realidad. La pone ante los ojos» (4.12 y 4.121).

Reflejar, mostrar, poner ante los ojos: todos estos términos


significan, ya en cuanto tales, algo que no puede ser enunciado
en un lenguaje de contenido empírico ni tampoco en un lenguaje
formal, y que por tanto no puede ser dicho. Estos términos «quie­
ren decir» lo inexpresable, lo impensable. Pero esta ¡nexpresa-
bilidad e impensabilidad de que aquí se trata no es en forma
alguna (y hay que tenerlo en cuenta) una completa indetermi­
nación. Corresponde a algo determinado: la relación de concor­
dancia del lenguaje empírico con la realidad del mundo. Esta con­
cordancia, si la consideramos según su sentido desde un punto
de vista puramente objetivo, es ciertamente algo que el lenguaje
mismo, en cuanto tal, intenta decir. Esta «intención» es intema-
TRACTATUS I.OCÍCO-I’HILOSOI’HICUS 31

mente necesaria a las proposiciones que presentan enunciados


de contenido empírico, porque — y en cuanto— estas proposicio­
nes, en tanto que enunciados empíricos, «quieren decir» (meinen)
justamente algo empírico: este «querer decir» es precisamente
su sentido. Si Wittgenstein hubiera tenido un conocimiento más
preciso de la filosofía contemporánea, no hubiera permanecido
oculto para él seguramente el hecho, ya en su tiempo general­
mente conocido, de que Husserl había perseguido durante toda
su vida este fenómeno de la «intencionalidad». Y aunque la de­
terminación concreta por parte de Husserl de la intencionalidad
a partir de la construcción de una conciencia trascendental pura
pueda ser errónea, sin embargo permanece inconmovible el he­
cho de que Husserl ha reconocido de manera inequívoca que el
«significar» (meinen) es el rasgo fundamental del lenguaje,
pues las palabras apuntan siempre más allá de sí mismas a la cosa
misma **.

En el Tractatus de Wittgenstein nunca se habla de esta consi­


deración de las palabras y de las proposiciones bajo el punto
de vista de la intencionalidad. Se da el mundo por un lado y las
palabras y proposiciones por el otro: ambos existen en sí mismos
y para sí mismos. Sobre la relación entre ellos no hay nada que
decir; no existe una relación sobre la que se pueda hablar. El
«apuntar a la unidad» pertenece a la dimensión de lo inexpresa­
ble en cuanto opuesto a lo que puede decirse. Este es un lado
de la cuestión. Pero al establecer Wittgenstein esta oposición,
estableció igualmente una «cierta» relación entre el inexpresable
«mostrar» y el contenido expresable de las proposiciones. Este
es el otro lado. Sin embargo no se debe pasar por alto que esta
relación no es una relación interna; tal relación no la toma Witt­
genstein en consideración, en cuanto renuncia a la posibilidad de
estudiar temáticamente la intencionalidad del lenguaje. Witt­
genstein pone el mostrar como un tercer concepto que se añade
a las magnitudes de mundo y lenguaje y juega, en cuanto las

33 En las «Investigaciones filosóficas» ha discutido Wittgenstein inten­


samente el problema del «significar» (cfr. infra. p. 71 ss.), pero tampoco
allí se interpreta el «significar» como un orientarse a una objetividad
mundana, sino que es medida conforme a la rectitud del dominio de los
«juegos de lenguaje», en cuanto es una reglamentación técnica.
-32 WlTTGENSTEIN. l.A NEGACIÓN DE I.A Kll.OSOrlA

refiere una a la otra, un papel secundario; pues el que el lengua­


je sea «mundano» (welthaft) y el que el mundo sea reflejado
lingüísticamente, no es, visto desde el lenguaje y el mundo como
magnitudes inteligibles, más que una adición suplementaria, ni
más ni menos.

Y sin embargo esta ligazón de importancia secundaria permi­


te rechazar posibles objecciones. Contra la demanda de pensar a
fondo esta relación en cuanto tal, se puede uno siempre remi­
tir a su impensabilidad, al mismo tiempo que se presentan la fac-
ticidad del mundo por un lado y la estructura lógico-sintáctica
del lenguaje por otro como las únicas posibilidades de lo pensa-
ble. Y contra la demanda de negar como irreal la relación desde
esta dimensión de lo pensable, es posible señalar que la concor­
dancia ya se ha mostrado en cada instancia de conocimiento em­
pírico, que es expresable en proposiciones con contenido. Mien­
tras los positivistas del Círculo de Viena, aunque con medios in­
suficientes y escasos éxitos, se preocupan de pensar sobre la
relación, al distinguir grados de observabilidad, Wit'tgenstein se
encuentra siempre más allá de tal planteamiento: la coincidencia
fundamental es siempre y en cada uno de los casos implícitamen­
te presupuesta, y viceversa: cada uno de los casos se interpreta
•como prueba indirecta de la coincidencia fundamental, que se
muestra en él de un modo concreto.

Apuntemos solamente aquí que los comentadores caracterizan


la coincidencia como un «mostrar ontológico o interno», y la dis­
tinguen del «mostrar externo», que sólo se refiere a la igualdad
de determinadas estructuras*4. El «mostrar interno» tiene un ma­
yor valor, pues toda descripción que pone ante los ojos señales
características iguales en el sentido de la ¡somorfía, descansa so­
bre la posibilidad previa de la capacidad de representación en
general, es decir, sobre el presupuesto ontológico de una coinci­
dencia fundamental de proposición y realidad. Tales distinciones
dasificatorias pueden ser útiles, pero no deben causar engaño
con respecto al hecho de que también el llamado «mostrar ¡nter-

u Cfr. Stenius, que analiza el complejo «imagen» muy penetrantemen­


te. especialmente en los capítulos V I y V II de su obra, y Stegmiiller, que
desarrolla el concepto de «mostrar interno» en Hauptstrdmungen..., pá­
gina 555 ss.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 33

no», este apuntar a la fundamental posibilidad de coincidencia,


es un «mostrar externo», es decir secundario frente a la realidad
y a las proposiciones.

La destrucción del sujeto que piensa de manera refleja.

Si la coincidencia de lenguaje y mundo puede ser solamente


mostrada y no pensada, debería aparecer como problemático, aun
teniendo en cuenta tan sólo este hecho, todo intento de hacer
aparecer a Wittgenstein como un filósofo trascendental, es decir,
como un pensador que fundamenta la relación de mundo y len­
guaje en una subjetividad pura. Y, sin embargo, considerando el
problema desde el punto de vista objetivo, parece claro que to­
dos los caracteres que coheren con el concepto «Imagen» (o con
'os de «proposición» y «pensamiento»), remiten a un Yo como
fundamento trascendental. Si queremos mantener nuestra tesis
de que Wittgenstein no es un filósofo trascendental, es necesario,
por consiguiente, mostrar más minuciosamente que Wittgenstein
intenta purificar su pensamiento del concepto «Yo».

La primera posibilidad de semejante purificación estriba en


el modo operacionalístico de proceder. Es necesario ante todo re­
cordar aquí que, según los principios positivistas, las proposicio­
nes y pensamientos (en cuanto son lógicamente relevantes) no
son fundamentados a partir de una subjetividad, sino presenta­
dos como posibilidades funcionales de tipo científico. Ahora
bien, Wittgenstein intenta fundamentalmente proceder de un
modo operacionalístico. Identifica el sentido de un concepto con
la clase correspondiente de operaciones. Desde este punto de vis­
ta hay que comprender el enunciado, interpretado antes, de que
el sentido de una proposición es el método de su verificación.
Considerado desde un aspecto lógico-formal, este punto de vista
operacionalístico pretende decir:

«Sólo junto con su aplicación lógico-sintáctica determina el sig­


no una forma lógica.

Si un signo no es usado, carece de significado» (3.327 y


3.328).
3
34 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA KILOSOk IA

En lógica, por tanto, nada que sea significante puede ser


esencial:

«En la sintaxis lógica el significado de un signo nunca puede


desempeñar un papel; debe ser establecida sin que al hacerlo
haya que hablar del significado de un signo; debe presuponer tan
sólo la descripción de las expresiones» (3.33).

Desde luego que este modo operacionalístico de proceder en


la lógica apunta por su parte al contenido, por encima de sí mis­
mo: las proposiciones elementales apuntan al mundo. Pero tam­
bién estas proposiciones se hallan sometidas a la lógica, es decir,
también en ellas debe excluirse lo ¡lógico. Wittgenstein explica
en su dilucidación de las operaciones lógicas que hay una cons­
tante lógica que es común a todas las proposiciones:

«Es claro que todo lo que se puede decir a priori sobre la


forma de todas las proposiciones debe poder decirse de una
sola vez.
Se podría decir: la única constante lógica es lo que todas las
proposiciones, según su naturaleza, tienen común entre ellas.
La forma general de la proposición es la esencia de la pro­
posición.
Indicar la esencia de la proposición quiere decir indicar la esen­
cia de toda descripción, por tanto, la esencia del mundo» (5.47
a 5.4711).

Wittgenstein concluye estas elucidaciones con la constatación


de que la lógica es autárquica. Puesto que si la lógica puede por
sí misma indicar la forma general de la proposición en cuanto
esencia de la proposición, y ésta, a su vez, en cuanto esencia de
toda descripción y en cuanto esencia del mundo, es que en sí
misma es totalmente independiente:

«La lógica debe tener cuidado de sí misma.


Un signo posible debe también poder designar. Todo lo que
en la lógica es posible, es también lícito.
En un cierto sentido, no podemos errar en lógica» (5.473).
TRACTATUS I.OG 1C0-PHILOSOPHICUS 35

A lo lógico le corresponde un rango absoluto en el sentido


de una objetividad incondicionada. La lógica es «a priori», porque
no se puede pensar ¡lógicamente:

«La aprioridad de la lógica consiste en que no se puede pen­


sar ¡lógicamente» (5.4731).

No hay, por tanto, sujeto que, permaneciendo «sobre» la ló­


gica, pudiera pensar lógica o ilógicamente. No por ello quiere
Wittgenstein fusionar el pensamiento lógico y la pura subjetivi­
dad. Al contrario: el pensamiento del sujeto es superfluo, o más
exactamente: debe ser descartado en el proceso de una purifica­
ción incondicional, y esto acaece por medio del filosofar como
actividad.

A primera vista esta argumentación equivale completamente


al principio fundamental del positivismo vienés: no se parte del su­
jeto, sino que se discuten proposiciones en cuanto tales, gene­
ralmente sólo bajo el aspecto lógico-sintáctico, sin tomar en con­
sideración el significado; no sólo la pragmática, es decir, la doc­
trina del hombre parlante, sino ya la misma semántica, es decir,
la doctrina del significado objetivo referido al mundo, presupone
ya una cierta consideración de la subjetividad. Pero Wittgenstein
quiere, y en ello consiste su característica fundamental, ejercitar­
se en esta purificación, antes que nada y de modo expreso, por
medio del filosofar. La finalidad del filosofar consiste en traer el
hundimiento de la subjetividad en la corrección lógica. No se tra­
ta primariamente de la eliminación del error posible (el proble­
ma del error no ha sido evidentemente para Wittgenstein priori­
tariamente urgente), sino de la exclusión de lo superfluo y tur­
bio, de toda redundancia, en beneficio de la pureza del pensa­
miento lógico. El objetivo es el pensamiento totalmente aproble­
mático y, en cuanto tal, libre de dudas.

De nuevo se hace aquí patente cuán radicalmente reduce Wit­


tgenstein el problema del sentido, como problema de una com­
prensión interna. No sólo excluye la relación interna al mundo
exterior, el fenómeno de la intencionalidad del sujeto pensante,
sino que intenta eliminar hasta el fenómeno de la evidencia. Asi
afirma en oposición a Russell:
36 WlTTGENSTEIN. LA NEGACIÓN 1>E LA FILOSOFÍA

«La evidencia, de la que Russell habla tanto, puede resultar


superflua en la lógica solamente porque el lenguaje mismo im­
pide cualquier error lógico» (5.4731).

La purificación, de la que hablábamos hace un momento, se


refiere a la eliminación del sujeto puro en cuanto posible «por­
tador» de la lógica. De este sujeto puro hay que distinguir sin
embargo el sujeto empírico. Éste se halla, por una parte, dotado
de pensamiento y representación, por otra, es corporal. Desde
un punto de vista científico, este sujeto empírico es relevante en
la ciencia natural y también en la psicología, si y en cuanto ésta
es ciencia natural. La teoría del conocimiento, en la cual se es­
tudian los procesos de pensamiento, es por su parte, según Wit-
tgenstein, «la filosofía de la psicología», es decir, pertenece a
esta última. El sujeto empírico, por tanto, es, en cuanto fáctico,
objeto legítimo de las ciencias empíricas.

El sujeto empírico no es de ningún modo el portador de la


filosofía. En oposición a la conducta empírica, el filosofar, a tra­
vés del cual se realiza la purificación, no es un suceso psicoló­
gicamente dilucidable. El filosofar carece de objeto, y consiguien­
temente no se da ningún verdadero «sujeto filosófico». Se repi­
te aquí la problemática del mostrar arriba indicada: mirado desde
un punto de vista científico, el quehacer filosófico es solamente
incidental, no afecta ni a la forma ni al contenido de las propo­
siciones científicas: no a lo primero, porque la filosofía no es la
lógica, ni tampoco a lo segundo, porque la filosofía no es una
ciencia empírica. Esto a su vez significa que el filosofar puede
solamente mostrarse en cuanto puramente incidental. Y, sin em­
bargo, por poco importante que el filosofar pueda parecer desde
un punto de vista científico, porta en sí con todo (y esta es la otra
cara) una cierta responsabilidad, si la ciencia ha de constituirse co­
rrectamente como ciencia. Aducimos los textos decisivos:

«La filosofía no es ninguna de las ciencias naturales.


(La palabra 'filosofía' debe significar algo que se halle en­
cima o debajo de, pero no junto a las ciencias naturales.)
El objetivo de la filosofía es la aclaración lógica de los pen­
samientos.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 37

La filosofía no es una doctrina, sino una actividad. Una obra


filosófica consiste esencialmente de elucidaciones.
El resultado de la filosofía no son 'proposiciones filosóficas',
sino el aclararse de las proposiciones.
La filosofía debe tornar claros y limitar con precisión los pen­
samientos, que de otra manera son, en cierto modo, turbios y con­
fusos» (4.111 y 4.112).

Esta delimitación es ambigua, puesto que la filosofía, que por


sí misma nada tiene que decir, es sin embargo, por otra parte, la
que establece el límite de lo expresadle y lo inexpresable:
«La filosofía delimita el campo disputable de la ciencia natural.
Debe limitar lo pensable, y, por tanto, lo impensable.
Debe limitar lo impensable desde dentro por medio de lo pen­
sable.
Significará lo inexpresable al presentar claramente lo expre­
sare » (4.113 a 4.115).

La filosofía tiene, desde luego, el objetivo de hacerse a sí


misma superflua en beneficio de la ciencia, pero este objetivo
nunca se alcanza definitivamente, siempre habrá una dualidad
de expresable e inexpresable, y, por consiguiente, siempre tendrá
la filosofía que establecer nuevos límites. Pero este establecimien­
to de límites, y esto es esencial en nuestro problema, no es una
empresa de sentido kantiano: la razón no busca trasparentarse a
sí misma en sus posibilidades de un modo crítico-trascendental
por vía de una autoreflexión. Por el contrario, en cuanto el filoso­
far intenta fundamentarse a sí mismo por el recurso a un sujeto
trascendental, se mete en un camino que no es ya científico, pues
el establecimiento de un sujeto trascendental no es, desde luego,
verificable. El sujeto trascendental pertenece por tanto al dominio
de lo místico.

Si contemplamos panorámicamente estas argumentaciones, po­


demos adelantar la afirmación, esquematizando y clasificando, de
que Wittgenstein divide el sujeto en dos dominios. El sujeto em­
pírico, en sus modos de comportamiento, incluidos los orocesos
38 YY'ittgenstein. la negación de la filosofía

tácticos del pensar, es objeto de la ciencia natural y de la psico­


logía; la otra parte pertenece al dominio de lo místico. Lo místi­
co es, como veremos, un concepto recolectivo, abarca tanto la
vida cotidiana como la metafísica, pues ninguna de las dos es
científicamente aprensible. En el caso del sujeto, lo místico abra­
za todas las determinaciones del yo que no pueden ser analizadas
desde un punto de vista empirista-behaviorista, es decir, por un
lado, el yo que actúa diariamente en trato con personas y cosas,
y por otro, el «yo filosófico», al que, como una cierta y especia!
modificación, pertenece el yo trascendental. El concepto «trascen­
dental» no significa generalmente en Wittgenstein otra cosa que
«trascendente», es decir, no científico. Así, sobre la ética afirma
Wittgenstein lo siguiente:

«Es patente que la ética no se deja expresar. La ética es tras­


cendental» (6.421).

Y de la lógica en cuanto refleja el mundo, es decir, en cuanto


por ser mostrativa no es expresable, se dice consiguientemente:

«La lógica no es ninguna doctrina, sino una imagen especular


del mundo. La lógica es trascendental» (6.13).

La incardinación del yo filosófico en lo místico, incardinación


que está de acuerdo con su constitución, es realizada por Wittgen­
stein de una manera muy complicada. Wittgenstein recurre, en pri­
mer lugar, a la constatación de que lenguaje y lógica por una
parte, y mundo por la otra, forman una unidad. La fundamenta-
ción de tal unidad estriba, como ya vimos, en que nosotros no
podemos sobrepasar tales determinaciones, no las podemos nun­
ca considerar desde fuera: estamos ligados de la manera más ín­
tima a la lógica, al lenguaje y al mundo, en esa su unidad recípro­
ca que tan sólo se muestra a sí misma. En correspondencia, tam­
bién la unidad de yo y mundo es una presuposición ineluctable,
pero no demostrable. Y esto, para Wittgenstein, quiere decir que
el solipsismo, que pone el mundo y el yo en un inmediato cubri­
miento mutuo, tiene razón cuando afirma sencillamente y adia­
lécticamente que el mundo es mi mundo. Pero no puede demos­
trar su verdad. Inmediatamente después de su explicación de que
nosotros no podemos decir lo que no podemos pensar, afirma
Wittgenstein:
TRACTATUS 1.0G ICO-PH1LOSOPHICUS 39

«Esta observación nos da la clave para resolver el problema de


hasta qué punto el solipsismo es verdadero.
A saber, lo que el solipsismo quiere decir es totalmente justo,
sólo que no puede ser dicho, sino que se muestra a sí mismo.
Que el mundo es mi mundo se muestra en el hecho de que
los límites del lenguaje (del lenguaje que sólo yo comprendo)
constituyen los límites de mi mundo.
El mundo y la vida son una sola cosa.
Yo soy mi mundo. (El microcosmos)» (5.62 a 5.63) H.

De esta ¡dea saca Wittgenstein una conclusión. Tras las propo­


siciones recién citadas, afirma:

«El sujeto que piensa, que tiene representaciones, no exis­


te» (5.631).

Los intérpretes han reflexionado intensamente sobre esta pro­


posición. En direcciones contrapuestas, se ha intentado interpre­
tarla, por un lado, como prueba de que el sujeto sólo puede ser
entendido de modo behaviorista, por el otro, como prueba de que
el sujeto, en cuanto subjetividad trascendental, no es nada que
se encuentre presente en el mundo. Ambas interpretaciones dejan
escapar el sentido de la argumentación. El yo filosófico, que es
aquí el centro de la cuestión, no es parte alguna del mundo, no
puede ser presentado como una facticidad ¡ntramundana, descri­
bióle: esto hay que subrayarlo contra la interpretación behavio­
rista. El yo significaría más bien un límite del mundo, pero (y esto
hay que objetarlo a una interpretación trascendental) límite no
quiere decir aquí «condición», sino solamente «no perteneciente2 5

25 La interpretación del pasaje permanece difícil. El solipsismo enten­


dido en sentido estricto, significa renuncia a la intersubjetividad, es decir,
renuncia al lenguaje, a cuyo concepto le pertenece no poder ser nunca
«lenguaje privado». Cfr. Stenius, o. c. p. 221 y el trabajo allí indicado
de J. Hintikka, On Wittgenstein's «Solipsism», en: Mind, N. S. L. XVII,
1958. No es de ningún modo adecuado el equiparar solipsismo con «idealis­
mo», y hacer coincidir a su vez a este último con la filosofía trascenden­
tal de Kant, pues en la filosofía de Kant. como en cualquier filosofía tras­
cendental auténtica, se halla la exigencia de validez universal: un solip­
sismo trascendental es algo contradictorio.
40 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

al mundo»; el yo como límite es algo sobre lo que no se puede


hablar. Wittgenstein intenta clarificar el concepto «límite» intro­
duciendo una comparación. Damos, en primer lugar, el texto:
«El sujeto no pertenece al mundo, sino que es un límite del
mundo.
En qué parte del mundo se puede percibir un sujeto meta-
físico?
Dirás que sucede aquí lo mismo que en el caso del ojo y del
campo visual. Pero en realidad el ojo no lo ves.
Y nada en el campo visual permite concluir que es visto por
un ojo» (5.632 y 5.633).

Que el que ve, en cuanto está viendo, no se ve a sí mismo,


sino que sobrepasa a todo aquello que ve, ha sido constante­
mente, repetidamente, puesto de relieve en la metafísica y en la
filosofía trascendental, para mostrar la primacía del yo abarcador.
Pero tal modo dialéctico de pensar está muy lejos de Wittgenstein.
No reflexiona en modo alguno sobre el hecho de que un campo
visual, en cuanto campo visual, se halla «eo ipso» referido dialéc­
ticamente a una vista. Más bien establece el campo visual como
un hecho puro, presente en sí y para sí, como un hecho que es
casual y no conviene con el yo de una forma que ofrezca sentido:

«Y nada en el campo visual permite concluir que es visto por


un ojo.
Todo lo que vemos podría también ser de otro modo.
Todo lo que podemos describir podría también ser de otro
modo.
No hay ningún orden a priori de las cosas.
Aquí se puede ver que el solipsismo, rigurosamente desen­
vuelto, coincide con el puro realismo. El yo del solipsismo se con­
trae hasta ser un punto ¡nextenso, y permanece la realidad coor­
dinada a él» (5.633 a 5.64).

El mundo es (y esto, según Wittgenstein, es lo que quiere de­


cir la tesis del realismo puro) la única realidad. El yo, que según
TRACTATUS l.OG ICO-PHILOSOPHICUS 41

la doctrina solipsista se ha unificado con el mundo, como su


mundo, de una forma absoluta, es un punto inextenso. A partir
de aquí es posible establecer el yo filosófico por vía de negación:
no es algo mundano; y no se puede decir propiamente nada más..
Tras la cita recién aducida, Wittgenstein prosigue inmediata­
mente:
«Hay, por tanto, verdaderamente un sentido en el cual se
puede hablar en filosofía del yo de un modo no psicológico.

El yo penetra en la filosofía por el hecho de que 'el mundo


es mí mundo'.
El yo filosófico no es el hombre, ni el cuerpo humano, ni el
alma humana, de la que trata la psicología, sino el sujeto metafí-
sico, el límite, no una parte del mundo» (5.641).

Este texto precisamente es aducido como prueba de que Witt­


genstein es el sucesor de Kant, y esto bajo un doble respecto:
por un lado, en cuanto jalona los límites del saber, y, después,
en cuanto procede de acuerdo con el método trascendental. En
ambos aspectos, sin embargo, es, según se dice, más radical que
Kant. Pues Kant, en su trazado de límites, concede todavía influen­
cia a consideraciones metafísicas, no justificadas teóricamente,,
como lo muestra su doctrina de los postulados; por el contrario,
Wittgenstein declara impensables e inexpresables todos los enun­
ciados metafísicos. Y con relación al planteamiento trascendental,
mientras Kant se queda en la razón pensante, Wittgenstein avan­
za hasta la ultimísima condición, a saber, el lenguaje. Tales compa­
raciones son a primera vista sugestivas, pero consideradas a la
luz muestran inequívocamente que yerran el pensamiento de Witt­
genstein. No es ninguna casualidad que Wittgenstein aluda al so-
lipsismo y al realismo, pero no a Kant. Ambos son doctrinas dog­
máticas, y a ambas les es propio el no reconocer ningún lazo
dialéctico del yo y el mundo; y, sin embargo, ese lazo dialéctico
es la condición fundamental e ¡nescapable de toda auténtica filo­
sofía trascendental, que en cuanto tal es precisamente una refle­
xión sobre la relación de mundo y yo. Y puesto que Wittgenstein
no reflexiona dialécticamente, no puede tampoco desarrollar una
deducción trascendental, por medio de la cual se haría visible el
cómo del condicionamiento del mundo por el yo.
42 WITTCENSTEIN. I.A NEGACIÓN DE I.A FILOSOFÍA

Es preciso con todo tener en cuenta a este propósito que Witt­


genstein no quiere en modo alguno construir una filosofía tras­
cendental. Su objetivo es, en el espíritu del positivismo, llevar a
cabo una unívoca y definitiva separación de lo expresadle y lo
inexpresable, es decir, excluir del pensamiento todo lo que sea
oscuro y ambiguo. La muy citada proposición 4.116 lo expresa
de modo claro e inequívoco:

«Todo aquello que puede ser pensado, puede ser pensado cla­
ramente. Todo aquello que puede expresarse, puede expresarse
claramente.»

Ciertamente, este principio es, objetivamente considerado, ex­


traordinariamente difícil de llevar a cabo. Pues si puede parecer
evidente el expulsar los enunciados inequívocamente metafísicos
a la región de lo oscuro y de aquí a lo místico, en el caso de los
enunciados filosóficos ello no es sin más obvio. Los enunciados
filosóficos, que> en el sentido de la teoría de la ciencia, se preocu­
pan de un trazado de límite, no son en cuanto tales en modo al­
guno Inexpresables y místicos, pueden ser controlados. El posi­
tivismo se ha dado cuenta tempranamente de la dificultad que
aquí emerge. Fundamentalmente se sigue profesando que los
enunciados delimitadores de la filosofía, en especial los enuncia­
dos sobre la relación de las proposiciones formales y reales y los
enunciados sobre el lazo entre mundo y lenguaje, son ¡legítimos,
porque no pueden ser subordinados a ninguno de ambos conjun­
tos de proposiciones. Pero por el otro lado se percibe que la refle­
xión filosófica, en cuanto teoría de la ciencia, es indispensable.
Sus enunciados, por tanto, tienen que ser permitidos. El positi­
vismo temprano ofrece así una imagen ambigua: por un lado estos
problemas de delimitación son tratados como objetivo central, por
otro, están constantemente bajo la sospecha de ilegitimidad.

Wittgenstein no quiere tolerar estas medias tintas. En con­


clusión, suprimirá todos los enunciados filosóficos. Esta supresión
no significa tan sólo una negación de expectoraciones místico-
metafísicas, sino también una negación de la teoría de la ciencia
propia de Wittgenstein: a esa negación, por consiguiente, se sacri­
fican también la teoría de la imagen representativa y los concep­
tos elucidatorios consiguientes. Ya en el prólogo del Tractatus de­
clara Wittgenstein sus investigaciones concernientes a la teoría de
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 43

la ciencia como no esenciales. Presenta aquí su principio funda­


mental:

«El límite podrá, por tanto, ser trazado solamente dentro del
lenguaje, y lo que se encuentra más allá de ese límite será senci­
llamente un sinsentido (Unsinn).»

Desde esa afirmación, manifiesta que el valor de su trabajo


consiste en que «en él se expresan pensamientos». Con respecto
a una posible corrección, confiesa «haberse quedado muy atrás
de lo posible».

«Por el contrario, la verdad de los pensamientos aquí comuni­


cados me parece intocable y definitiva. Pienso, en efecto, haber
resuelto definitivamente los problemas en lo esencial. Y si no
yerro, el valor de este trabajo reside, en segundo lugar, en que
muestra qué poco se ha conseguido con la solución de estos pro­
blemas.»

También Wittgenstein, visto exteriormente, permanece ambi­


guo. Por un lado, cree ser insuperable en cuanto iniciador de
¡deas ¡ncondicionalmente verdaderas sobre la teoría de la ciencia,
por otro, cuestiona él mismo el valor de tales ideas, y precisa­
mente en beneficio de la «otra» dimensión, la no científica. Pero
este cuestionar es mucho más radical que en los otros positivistas.
Seriamente, Wittgenstein declara su teoría de la ciencia como «in­
sensata» (unsinnig), carente de sentido.

Lo inexpresable como lo místico.

Recordemos una vez más que la separación de un dominio no


científico del dominio de la ciencia es un objeto fundamental de
todo el positivismo temprano. Hay que mantener estrictamente
separadas la ciencia y la «vida». La ciencia es esencialmente cien­
cia exacta, es decir, por una parte, ciencia natural, por otra, ló­
gica. La vida por el contrario es esencialmente inexacta, y precisa­
mente a esa vida pertenece también la metafísica. Esta separación
de dominios es la más esencial presuposición fundamental de la
que parte el positivismo. A ella hay que subordinar las otras dos
44 WITTGENSTEIN. I.A NEGACIÓN l)E LA E1I.0S0EÍA

presuposiciones fundamentales, que determinan la relación de


enunciados formales y reales y la relación de proposición y rea­
lidad. Solamente al final del Tractatus discute Wittgenstein esta
problemática básica. Y, sin embargo, el Tractatus está inequívoca­
mente compuesto apuntando a esta conclusión. Esto significa que,
si se quiere comprender adecuadamente esta obra, se requiere
estudiarla en una postura reflexiva y hacer diáfanas todas las pro­
posiciones a partir de la tachadura final, pues esta tachadura pe­
netra la totalidad de la obra. Visto desde ella, todo lo precedente
recibe un signo de negación.

No es en modo alguno fácil jalonar el dominio de la no-cien­


cia en cuanto tal. Visto desde su aspecto formal, es la región de lo
inexpresable, puesto que la ciencia es presentada como lo único
expresable. Pero sobre lo inexpresable propiamente habría que
guardar silencio. Si pese a todo se habla de ello, se está haciendo
algo que desde un punto de vista científico es ilegítimo. He aquí
la dificultad fundamental. En concreto, con todo, hay varias cues­
tiones que es necesario aclarar en este punto: ¿Cómo se puede
ganar el acceso a lo inexpresable? ¿Cómo hay que delimitar lo in­
expresable de lo expresable? ¿Q ué características singulares se
presentan en el dominio de lo inexpresable? Finalmente: ¿Se da
una característica esencial común a todo aquello que pertenece a
lo inexpresable?

Si estas preguntas, que coheren íntimamente y no pueden ser


separadas unas de otras, han de ser respondidas satisfactoriamen­
te, hay que partir de la convicción de que sería totalmente inade­
cuado interpretar a Wittgenstein a partir de la problemática de la
autosuperación reflexiva de la subjetividad. La inflexión de Witt­
genstein hacia lo inexpresable no tiene nada que ver con la me­
tafísica de la trascendencia, que reflexiona sobre el problema de
si (y cómo) la subjetividad que quiere pensarse a sí misma hasta
el extremo debe y puede dar el paso a lo inexpresable.

Este movimiento de la trascendencia es tema fundamental de


la metafísica moderna, desde Nicolás de Cusa y Descartes hasta
ios Fichte y Schelling tardíos: la subjetividad, al reconocer su fini-
tud, busca fundamentarse a sí misma a partir de un infinito; pero
sabe que no puede recoger ese infinito en el concepto, y por ello
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 45

debe plantearse la pregunta critica, cómo el pensamiento puede


sobrepasarse a sí mismo. Trascendencia por tanto significa aquí:
en y por el pensamiento experimentar el límite del pensamiento,
lo impensable. La subjetividad que quiere aprehenderse a sí mis­
ma se limita a sí misma, pues sabe que no hay ningún límite del
pensamiento que no sea límite para el pensamiento, y que un lí­
mite para el pensamiento puede solamente ser un límite puesto
por el pensamiento **.

Esta metafísica pertenece al pasado y no es ya una auténtica


posibilidad filosófica. Sin embargo, su apropiación es aún hoy
una formación indispensable para quien quiera aprender a pensar
dialécticamente, pues en ella se niega la ingenuidad, cuya carac­
terística consiste en distinguir determinados dominios como pen-
sables o impensables por medio de un establecimiento clasifica-
torio de determinadas señales. Quien estudia, por ejemplo, los
análisis del lenguaje que el Heidegger tardío realiza en contra­
posición a la metafísica de la subjetividad ” , se da cuenta, inde­
pendientemente de cuál sea su postura con respecto a Heidegger,
de que aquí se extrae lo inexpresable de lo expresable como lo
dialécticamente otro. Cuando se tiene la intención de no rechazar
precipitadamente estos análisis, entonces se muestra la precisión
y exactitud de la mediación dialéctica, que es a la vez separación y
ligazón. Y esto quiere decir que no hay nada inexpresable para sí,
que no sea relativo a lo expresable; y viceversa, no hay nada ex­
presable para sí, que no esté referido a lo inexpresable. Lo expre­
sable y lo inexpresable se determinan recíprocamente. Ellos mis­
mos son puestos sólo a través de esta contraposición. Apenas pue­
de sobrevalorarse el alcance de este planteamiento dialéctico, pues
sólo por medio de él se llega a comprender que la aporía positi­
vista se da únicamente cuando se separa adialécticamente lo ex­
presable y lo inexpresable como dominios, y se trasborda después
de lo expresable a lo inexpresable, para discutir entonces ilegíti­
mamente sobre lo «propiamente» inexpresable.*2

26 Cfr. del autor, Die Vollendung des deutschen Idealismos tn der


Spatphilosophie Schellings, Stuttgart, 1955, y : D er Gott der neuzeitlichen
Metaphysik, Pfullingen, 1957.
22 Cfr. M. H eidegger, ünterwegs zur Sprache, Pfullingen, 1959, y del
autor, «Der philosophiegeschichtliche Ort Martin Heideggers», en: Philoso-
phische Rundschau, 1 (1956), p. 65 ss. y 211 ss.
46 WlTTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

Wiítgenstein delimita la filosofía frente a la ciencia natural, que


está aquí como prototipo de la ciencia:

«La filosofía no es ninguna de las ciencias naturales.

(La palabra 'filosofía' debe significar algo que se halla enci­


ma o debajo de, pero no junto a las ciencias naturales» (4.111).

Este enunciado tiene un sentido puramente negativo: hay que


excluir la coordinación, hay que negar toda relación capaz de
sostener una comparación, porque la filosofía no puede, de nin­
guna forma, ser «emplazada» con relación a la ciencia. Lo que vale
para la filosofía con respecto a la ciencia, vale también para el do­
minio completo de lo inexpresable con respecto a lo expresable:
entre ambos no se puede dar ninguna relación dotada de sentido.
«Positivamente» esto significa que lo inexpresable se encuentra
simplemente ahí, que se da fácticamente lo inexpresable. El modo
de acceso a ese inexpresable sólo puede ser el mostrar. En la pro­
posición 6.522 resume Wittgenstein sus proposiciones sobre lo
inexpresable:

«Se da verdaderamente lo inexpresable. Se muestra él mismo,


es lo místico.»

Ahora bien, como los intérpretes han afirmado justificada­


mente, este mostrarse no es comparable ni con el mostrar externo
de la igualdad estructural de hechos atómicos y proposiciones, ni
con el mostrar interno de la concordancia fundamental entre mun­
do e imagen, sino que es mucho más radical. Usando nuestras
precisiones anteriores, diremos que el mostrar referente a la igual­
dad estructural y a la concordancia general es esencialmente inci­
dental; tiene lugar siempre a propósito de lo que se halla presen­
te; los hechos están por un lado, las proposiciones y pensamien­
tos por el otro, y el mostrar juega un papel incidental, como algo
sobreañadido. El mostrar que ahora estudiamos por el contrario
anuncia un dominio propio e independiente. Por ello es posible y
necesario delimitar claramente este dominio del de la ciencia, y
esto acaece justamente cuando se indica lo que acontece en el do­
minio de lo inexpresable — todos estos «acontecimientos» portan,
como veremos, una marca común, la de la inmediatez.
TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 47

En el dominio de lo inexpresable se hallan cosas completa­


mente distintas. Corresponden aquí los enunciados de la ética o
de la estética, los temas metafísicos como la inmortalidad, la pre­
gunta general por el sentido de la vida y también las proposicio­
nes filosóficas que el mismo Wittgenstein ha propuesto en el Trac-
tatus. Notemos aquí la ayuda extraordinaria que supone el estu­
diar los diarios de Wittgenstein del tiempo de aparición del Trac-
tatus, si se quiere llegar a conocer la riqueza material de los te­
mas que estamos tratando. En parte se encuentran en estos diarios
proposiciones que retornan en el Tractatus casi literalmente. Pero
muchos de los problemas examinados en los diarios no han sido
acogidos en el Tractatus, que se limita a explicar la dimensión de
lo inexpresable con unos pocos ejemplos. Intentamos ahora cla­
rificar concretamente la dimensión de lo inexpresable aduciendo
algunos de esos ejemplos.

Dice Wittgenstein:
«El sentido del mundo debe hallarse fuera de él. En el mundo
todo es como es y todo sucede como sucede; no hay en él valor
alguno — y si lo hubiese, no tendría ningún valor.
Si hay un valor que tenga valor, debe hallarse fuera de todo
acaecer y ser-así (So-Sein). Pues todo acaecer y ser-así es casual.
Lo que lo hace no-casual, no puede hallarse en el mundo, pues,
entonces sería a su vez casual.
Debe hallarse fuera del mundo» (6.41).

Esta vía de pensamiento es adecuada al planteamiento p o siti­


vista del Tractatus. Si hay un sentido del mundo, no puede hallar­
se en el mundo, porque lo ¡ntramundano ofrece una dimensión
de facticidad y por tanto un acaecer libre de sentido, es decir,
casual. También las siguientes proposiciones permanecen en el
dominio del pensamiento positivista:
«Por ello no puede haber tampoco proposición alguna de la-
ética. Las proposiciones no pueden expresar algo más alto.
Es claro que la ética no se deja expresar.
La ética es trascendental.
(Etica y estética son una sola cosa)» (6.42 y 6.421).
48 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DK LA FILOSOFÍA

La ética no tiene nada que ver con un mundo en que todo es


precisamente como es. En la ética efectivamente se toman como
tema leyes obligatorias. Pero Wittgenstein no niega simplemente
lo ético. Sí el obrar ético cambia algo, no puede ser el mundo
táctico, sino solamente el límite del mundo («límite del mundo»
significa aquí, como siempre en Wittgenstein, «no perteneciente
al mundo»). Pero este cambio no es entonces ya expresable:

«Si la voluntad buena o mala cambia el mundo, sólo puede


cambiar los límites del mundo, no los hechos; no aquello que
puede ser expresado por medio del lenguaje.
Brevemente, con ello el mundo debe hacerse completamente
•diverso. Por así decirlo, debe crecer o disminuir como un todo.
El mundo del hombre feliz es distinto del del infeliz» (6.43).
Formulado de una manera fundamental:
«Dios no se revela en el mundo» (6.432).

Dios se presenta aquí, como aparece según los diarios de Witt­


genstein, como esencia del sentido. Con la fecha 8.7.1916 se en­
cuentra la siguiente entrada:
«Creer en un Dios significa comprender la pregunta por el
sentido de la vida.
Creer en un Dios significa captar que con la facticidad del
mundo no todo está liquidado. Creer en Dios significa captar
que la vida tiene un sentido» **.

Esta separación cortante entre lo inexpresable y el mundo


es esencial para la determinación de lo místico: el mundo es un
dominio de hechos, o de elementos de hechos, los hechos ató­
micos, y lo místico es lo no-fáctico, es decir, el sentido «absolu­
to», que subsiste para sí mismo, y que precisamente en cuanto
tal no es aprehensible. No se da ninguna transición entre ambos
dominios. Y sin embargo es permisible llevar a cabo una valora­
ción comparativa. Ya en la conclusión del prólogo, como citába-2 8

28 W ittgenstin. Schriften I, p. 166 ss.


TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS 49

mos páginas antes, dice Wittgenstein que con la solución defi­


nitiva de los problemas «se ha conseguido poco». Ahora afirma:

«Nosotros sentimos que, aun cuando todas las preguntas cien­


tíficas posibles sean contestadas, los problemas de nuestra vida
no han sido ni siquiera rozados» (6.52).

Desde luego que este enunciado, que los problemas de la vi­


da son más importantes que los problemas de la ciencia, es ina­
decuado, porque olvida el rasgo característico fundamental de
todos los conceptos que hacen referencia a la vida (es decir, de
todo lo inexpresable y místico): que en este terreno no se dan
problemas. En esta dimensión de la vida han quedado abolidos
los conceptos de problema, respuesta y duda. Estos pertenecen
de modo fundamental al dominio de lo expresable, es decir, a la
ciencia:

«Para una respuesta, que no se puede expresar, tampoco se


puede formular la pregunta.
El enigma no se da.
Si una pregunta puede ser propuesta, entonces puede también
ser contestada.
El escepticismo no es irrefutable, sino claramente absurdo, si
quiere dudar donde no se puede proponer una pregunta.
Pues la duda puede existir solamente donde hay una pregun­
ta; una pregunta solamente donde hay una respuesta, y ésta so­
lamente donde algo puede ser dicho» (6.5 y 6.51).

Pero esto quiere decir, visto en el conjunto del Tractatus, que


problemas, respuesta y duda son «superadas» de un modo decisi­
vo. Ciertamente, en la ciencia se dan todos estos fenómenos, pero
aquí precisamente no son oprimentes, porque los problemas cien­
tíficos son fundamentalmente solubles. Es ésta una convicción
básica de Wittgenstein; él mismo piensa haber resuelto en lo
esencial de un modo definitivo ios problemas de que aquí se tra­
ta. Tan sólo en la vida, es decir, en la esfera de lo inexpresable,
aparecen cabalmente los problemas, de un modo paradójico,
cuando propiamente han sido ya resueltos, es decir, cuando han
desaparecido; no se puede decir posteriormente en qué consis-
4
50 W 1TTGENSTE1N. LA NEGACIÓN DE LA FII.OSOFfA

fían propiamente esos problemas. No queda ninguna pregunta;


«y ésta es precisamente la respuesta.
La solución del problema de la vida se percibe en la desapa­
rición de este problema.
(¿N o es acaso ésta la razón por la que las personas, a las que
tras larga duda el sentido de la vida se les hizo claro, no pudie­
ron decir .en qué consistía este sentido?)» (6.52 y 6.521).
*
Sigue la proposición resumptiva:

«Se da verdaderamente lo inexpresable. Se muestra a sí mis­


mo, es lo místico» (6.522).
s
Se hace patente aquí qué es lo que busca Wittgenstein con la
introducción de lo místico-inexpresable, que solamente se mues­
tra. Lo místico es lo inmediato, que es inmediato porque aquí el
cuestionar cesa, o más exactamente: porque propiamente nunca
ha comenzado. Los temas recogidos bajo el título de lo místico,
como el mundo en su conjunto, la felicidad, vida y muerte, no
son objetos de preguntar filosófico. Se yerra al pensar que po­
demos acercarnos a ello por la meditación filosófica.

Se hace patente aquí una segunda falta de sentido de la filo­


sofía. Como vimos, la filosofía, comparada con la ciencia, carece
de sentido. No tiene objeto alguno propio y sirve solamente a
la dilucidación de las proposiciones científicas; su finalidad por
tanto es hacerse superflua en beneficio de la ciencia. Pero no
sólo en beneficio de la ciencia, sino también en beneficio de la
inmediatez de la vida, que precisamente en cuanto vida no filo­
sofa, debe la filosofía negarse a sí misma. Esto, pensando con­
secuentemente hasta el extremo, quiere decir que el autor mis­
mo, que ha filosofado en ambos aspectos (al meditar sobre la
ciencia y sobre la vida), debe tacharse a sí mismo como sujeto
que filosofa. Wittgenstein lleva a cabo esta negación al final del
Tractatus. Después de haber declarado otra vez más la supera­
ción de la filosofía en beneficio de la ciencia natural, afirma que
aquél que le comprende reconoce al fin sus proposiciones como
carentes de sentido; esas proposiciones son, en cuanto elucida­
ciones, la escala que hay que arrojar tras la consecución del fin.
TRACTATUS I.OGICO-PHIl.OSOPHICUS 51

Si se hace esto, entonces se ve el mundo correctamente, a saber


inmediatamente, afilosóficamente:
«El método correcto de la filosofía sería propiamente éste: no
decir nada más que lo puede decirse, es decir las proposiciones
de la ciencia natural — es decir, algo que no tiene nada que ver
con la filosofía— ; y después, siempre que alguien quisiera decir
algo metafísico, demostrarle que en sus proposiciones no ha dado
sentido alguno a determinados signos. Este método no sería satis­
factorio para el otro — no tendría la sensación de que le estába­
mos enseñando filosofía— pero sería el único rigurosamente co­
rrecto.
M is proposiciones son clarificadoras en el sentido de que aquél
que me comprende las reconoce al final como carentes de sen­
tido, en cuanto él por medio de ellas ha subido a ellas y más
allá de ellas. (Por así decir, debe arrojar la escala después de ha­
ber subido sobre ella).
Debe superar estas proposiciones, y entonces ve el mundo
correctamente.
De lo que no se puede hablar, se debe guardar silencio»
(6.53 a 7).

La extemporánea separación de vida y ciencia.

Si contemplamos el Tractatus en su conjunto, panorámicamen­


te, nos queda una impresión dual. La reconcentrada meditación
de Wittgenstein, que no aporta ninguna solución ni puede tam­
poco aportarla, porque las soluciones filosóficas caracen a priori
de sentido, tiene un fascinante atractivo propio, que falta a los
trabajos de los otros positivistas. De algún modo (o al menos así
lo imaginamos) busca Wittgenstein todavía el conjunto de una
visión del mundo que se cierre en si misma y a partir de la cual
se pueda vivir y pensar. Pero esta impresión no nos puede llevar
a desconocer el planteamiento positivista del Tractatus. Se puede
dejar abierta la cuestión, quién es aqui el que da y quién el que
recibe, o se puede afirmar que Wittgenstein es el espíritu con­
ductor; pero, desde un punto de vista objetivo, el principio del
Círculo de Viena y el de Wittgenstein es en gran parte el mismo:
52 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

hay ciencia, hay vida y no hay filosofía. La diferencia entre Witt-


genstein y los positivistas vieneses se halla ante todo en el he­
cho de que Wittgenstein, abiertamente, no se comporta frente
a la vida y a la filosofía de un modo tan indiferente como lo ha­
cen prácticamente los otros positivistas.

Esta división de esferas tiene para la «sana razón humana»


algo de iluminador. La ciencia y la vida existen cada una para
sí, porque la ciencia es clara y normativa, la vida por el contra­
rio no; ¿quién no sabe que en la vida no hay ninguna univoci­
dad ni ninguna solución definitiva? La «liberalidad» que se insta­
la con esta división de esferas es inicialmente satisfactoria: se
puede transitar de una esfera a la otra sin, al detenernos en una
de ellas, ser molestado por la otra.

Sin embargo, la imagen convence sólo cuando se la conside­


ra superficialmente. Vista de más cerca, es extemporánea. O, di­
cho de modo más tajante, la caracterización de ambas dimensio­
nes por Wittgenstein está marcada por una ingenuidad propia.
Está tomada de una ilusión más que de la realidad fáctica. La
ciencia y la vida no se encuentran ya indiferentemente una al
lado de otra. Los problemas vitales que hoy realmente nos acosan,
están determinados por la cientifización y la tecnificación de la
vida. La imagen aducida por Wittgenstein del hombre, al que tras
larga duda el sentido de la vida aparece claramente, descansa en
un presupuesto determinado: la huida de la vida real y sus pro­
blemas (la inalterable miseria del mundo) y el retiro al reino del
puro conocer. En sus diarios, apunta Wittgenstein lo siguiente,
con fecha 13-8-1916:

«Si suponemos que el hombre no pudiera emplear su volun­


tad y debiera sin embargo soportar toda la miseria de este mun­
do, ¿qué podría entonces hacerle feliz?

¿Cómo podría el hombre ser feliz, puesto que no puede ale­


jar la miseria de este mundo?

Justamente por medio de la vida de conocimiento.

La buena conciencia es la felicidad que la vida de conocimien­


to concede.
TRACTATUS LOGICO-PH1LOSOPHICUS 53

La vida de conocimiento es la vida que es feliz pese a la mi­


seria del mundo.

Sólo es feliz la vida que puede renunciar a las amenidades


del mundo.
Para ella las amenidades del mundo son tan sólo otras tan­
tas gracias del destino» ” .

Aún casi más fatal que la caracterización de la vida por Witt-


genstein, es su imagen de la ciencia. Como lógico matemático,
Wittgenstein ocupa un grado elevado, pero el espíritu de la cien­
cia moderna no le ha rozado siquiera. A Wittgenstein le falta el
sentido de la ciencia moderna, de este movimiento del cuestionar
experimental (entrevisto filosóficamente por primera vez por
Kant y realizado por la física moderna), que constantemente se
empuja a sí mismo hacia adelante porque constantemente refle­
xiona sobre sí. El mundo de Wittgenstein es la totalidad de los
hechos inequívocos, y a este mundo le corresponde una ciencia
natural de la que se dice:

«La totalidad de las proposiciones verdaderas constituye la


ciencia natural total (o la totalidad de las ciencias naturales)»
(4.11).

¿Q ué tenemos, concretamente, que representamos con la ex­


presión «la totalidad de las proposiciones verdaderas» o «la to­
talidad de las ciencias naturales»? La ciencia natural es hoy, en
cuanto es investigación, un campo abierto. El investigador no se
ocupa ya inmediatamente de la llamada realidad fáctica, sino que
se construye su propia teoría, que se encuentra relacionada a
una experiencia que cambia constantemente, porque es elabora­
da de acuerdo con pronósticos. La realización de la investigación
tiene una estructura extraordinariamente complicada, cuya carac­
terística es que el investigador no se refiere de una manera ob-
jetivista-realista, prescindiendo de sí mismo, a un orden fijo de
hechos; más bien debe ponerse él mismo como tema, en su trato
investigador con los objetos.

29 Op. cit. p. 173 s.


54 WITTCENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

No debemos ser injustos en este punto. La época de 1920


es distinta de nuestro presente inmediato. Tampoco el Círculo de
Viena temprano ha puesto de manifiesto la estructura propia de
la ciencia moderna en cuanto tal; pero sin embargo vio de una
manera más precisa que Wittgenstein los problemas que la cien­
cia moderna suscita. Sólo gracias a ello, por citar un ejemplo,
pudo el Carnap tardío distinguir «lenguaje observacional» y «len­
guaje teórico», es decir, progresar hasta el conocimiento de que
la ciencia no reposa solamente sobre la relación representativa a
los hechos, sino también sobre el esbozo de sistemas teóricos
directivos M.

Digamos expresamente que nuestro objetivo no es hacer re­


proches a Wittgenstein. Ello sería, teniendo en cuenta la apasio­
nada intensidad de su pensamiento, inadecuado y ridículo. Se
trata tan sólo de poner de manifiesto el hecho de que el Trac-
tatus de Wittgenstein no ofrece a la filosofía contemporánea nin­
guna auténtica posibilidad; como tampoco, por otra parte, las
Investigaciones filosóficas, pues en ellas la tendencia de Witt­
genstein a la inmediatez, que se muestra al final del Tractatus,
se hace patente como la tendencia fundamental que le dirige en
la totalidad de su filosofar.

90 Cfr. el trabajo citado en nota 10.


CAPITULO II

INVESTIGACIONES FILOSOFICAS

Para un enjuiciamiento actual de las Investigaciones filosóficas

Los trabajos posteriores de Wittgenstein, presentados espe­


cialmente en las Investigaciones filosóficas de los años 1945
a 1949 y en las Notas filosóficas (Philosophische Bemerkun-
gen) de 1930, abren, según hoy se dice, nuevas posibilidades
filosóficas, pues Wittgenstein ha vencido radicalmente el plan-
teamiento positivista 31. En el positivismo' se hallaba en el centro
la teoría de la cierica: por una parte/en efecto, se trataba del
problema, cuáles son los rasgos característicos de un lenguaje
científico exacto, especialmente bajo el aspecto lódico-siñtácti-
co; por la otra, del problema, cómo hav oue verificar los enuncia­
dos de las ciencias empíricas. El Wittgenstein ffarajioi nieoalesta
vinculación del análisis lingüístico a la problemática de la teoría
c/é la ciencia y pone de relieve el lenguaje en cuanto forma de
vida, Desde luego que también el positivismo tardío, especialmen­
te a través de su lazo con el pragmatismo americano, ha ampliado
su problemática: tan esencial como la sintaxis lógica es la se­
mántica, en la que se analiza el contenido significativo del len­
guaje; y junto a ambas disciplinas ingresa finalmente la pragmá­
tica, que toma como tema al sujeto parlante. Los,.trabajos de
Morris, que se hallaba en contacto con el Círculo de Viena desde
el congreso de Praga, se han hecho significativos para la evolu­

31 Cfr., la bibliografía citado en la nota 4, y para el' conjunto de las


Investigaciones filosóficas la colección de artículos editada por. Pitcher
y citada en nota 5.
56 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN l)K I.A FILOSOFIA

ción global del positivismo” . Y, sin embargo, este suavizamien-


to (así al menos se juzga hoy desde el Wittgenstein tardío) no
es radical, en cuanto en el positivismo la vinculación al lenguaje
científico exacto permanece como determinante y a la pragmá­
tica sólo se le otorga inicialmente un rango subordinado. Por el
contrario W ittgenstein. autocrítico y riguroso, sin interés alguno
en coherencias escolásticas, jJesborda eLalanleamiento positivista
eD-Su totalidad. Esto no ocurre en absoluto (o al menos, no pri­
mariamente) bajo la forma de un examen crítico de los principios
positivistas; es resultado de una orientación radicalmente nueva
del pensamiento hacia i r realidad original, realidad que consiste
precisamente (al menos, así se declara^eneHenguaíe" en su cor
tidianidad.

La inflexión hacia el lenguaje no-científico ha repercutido de


modo significativo. Los filósofos ingleses, como muestran las es­
cuelas ^ ñ ilItLco-íinaüísticas de Oxford y Cambridge, recogen
problemas que eran despreciados en el positivismo, .y así, por
ejemplo, se discuten problemas éticos, esforzándose en delimitar
la peculiaridad de los enunciados éticos frente a los juicios cog­
noscitivos En Alemania se intenta una vinculación de la analíti­
ca del lenguaje, Inaugurada por Wittgenstein, con el plantea­
miento histórico-cultural y con la filosofía hermenéutica del
lenguaje que brota de él. La posibilidad de semejante encuentro
entre analítica del lenguaje y filosofía hermenéutica se fundamen­
ta en el descubrimiento de que no se da un lenguaje científico
universal, como se imaginaban los positivistas, sino una multipli­
cidad de universos lingüísticos, a todos los cuales les es común
(junto a diferencias de contenido) el determinar radicalmente a
los hombres incluidos en ellos.

Dejamos de lado por el momento estas tendencias interpre­


tativas y tornamos en primer lugar a las Investigaciones filosó­
ficas. En el último capítulo volveremos todavía sobre ellas.

M Cfr. infra p. 93 ss.


33 Cfr. H. F ahrenbach, «Sprachanalyse und Ethik», en: Das Problem
der Sprache (Sammelband des 8. deutschen Philosophenkongresses).
INVESTIGACIONES FILOSOFICAS 57

Tendencias divergentes en las «Investigaciones Filosóficas».

Cuando se estudian las Investigaciones filosóficas, emergen


distintas preguntas. En primer lugar: ¿porqué retorna Wittgens-
tein al lenguaje cotidiano? Después: ¿supone esto realmente un
cambio radical con respecto al Tractatus? Finalmente y sobre todo:
¿es adecuado calificar esta inflexión hacia el lenguaje como un
progreso?

Todas estas preguntas no son fáciles de contestar, porque las


Investigaciones filosóficas son plurivalentes. Es totalmente pro­
blemático el hablar de una determinada postura fundamental que
se halle detrás de todo el conjunto. Según Wittgenstein, la bús­
queda de semejante postura fundamental es inadecuada. En el
Tractatus, Wittgenstein ha intentado todavía clarificar metódica­
mente su modo de proceder por medio de proposiciones filosó­
ficas, aunque él mismo declarara al final este método inadecuado.
Semejante tentativa tiene que ser ahora omitida, pues hay que
excluir cualquier forma de autoreflexión filosófica en favor de
un examen sin presupuesto alguno, examen que no quiere ser
nada más que descripción del puro comportamiento lingüístico.
Dicho de otra manera, aunque Wittgenstein en el Tractatus afirma
todavía haber resuelto determinados problemas, una afirmación
semejante no puede ahora ya proponerse, simplemente porque
no se dan ya problemas en el círculo de temas que se van a tra­
tar y que son precisamente los «juegos de lenguaje» (Sprachs-
piele).

Pero si a pesar de todo se quiere preguntar, «a partir de dón­


de» las Investigaciones filosóficas han sido concebidas o si,
de modo aún más cauteloso, se intenta simplemente ordenar por
materias los temas aquí tratados, hay que decir que básicamen­
te se hallan en el centro la descripción del comportamiento lin­
güístico, y específicamente, el comportamiento lingüístico de
cada día. Pero la descripción de los «juegos de lenguaje» coti­
dianos no es lo único que Wittgenstein persigue. Trata también
problemas que coheren con el análisis del lenguaje, pero no son
de naturaleza puramente filosófico-lingüística: así, por ejemplo,
el problema de la estructura del pensamiento, de la comprensión-
58 W it t g e n s t e in . la negación de la kilosok I a

y de la significación, o también el problema clel dolor. Desarrolla


aquí pensamientos que hacen problemática la idea de los «juegos
de lenguaje». Se puede por tanto afirmar con razón que las In­
vestigaciones filosóficas están marcadas por tendencias diver­
gentes. Intentemos mostrarlo más exactamente.

La tendencia directiva de Wittgenstein en las Investigacio­


nes filosóficas es retornar a la simple inmediatez. Y Wittgenstein
se imagina que esa inmediatez se nos da en el lenguaje, y más
concretamente, en eiTsnguaje cotidiano. Wittgenstein quiere so­
brepasar la filosofía en tanto que filósofo. Recoge por lo tanto
la tendencia que se manifestó ya en la conclusión del Iractatus,
pero la aguza aún más. La filosofía debe hacerse superfluaen
beneficio dé una aproblematicidad cuyo sentido y valor no pue­
den ya en modo alguno discutirse filosóficamente, puesto que
esta inmediatez no tiene ya nada que ver con la filosofía.

Debemos ponernos ante los ojos este principio paradójico de


la autonegación de la filosofía y preguntar en consecuencia: ¿ha
acertado Wittgenstein con un desembarco verdaderamente radi­
cal de la filosofía, con un desembarco que abra dimensiones con
las que ya nadie pueda «atreverse» filosóficamente? La fatali­
dad de la mayor parte de las interpretaciones filosóficas de las
Investigaciones consiste en que intentan atenuar esta pregunta
o no plantearla en absoluto. Wittgenstein es precipitadamente de­
signado como un nuevo punto de partida filosófico y con ello
incardinado dentro de la evolución filosófica. En nuestra opinión,
por el contrario, la superación de la filosofía de Wittgenstein es
equívoca. Bajo un aspecto ha acertado realmente Wittgenstein
con una salida de la filosofía, cuyo sentido queda verificado por
el hecho de que los problemas filosóficos en general se tornan
indiferentes e ininteresantes.

Dicho de una manera concreta, Wittgenstein trae a examen


el lenguaje en cuanto sistema de regías técnicamente dominado.
Estos análisis del lenguaje son conformes a nuestro tiempo, pues
ese comportamiento lingüístico técnico se ha impuesto hoy am­
pliamente; y de él se puede decir, con igual razón, que es un re­
sultado y producto de la época cosificada o que la condiciona a
su vez. O de otro modo: si se leen los análisis de Wittgenstein
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 59

«sin prevenciones filosóficas», es decir, si nos dirigimos a ellos


con ese desinterés en los «problemas de fondo» que pertenece
al estilo del tiempo actual, entonces se queda uno admirado por
la capacidad de Wittgenstein para aprehender el lenguaje coti­
diano actual. Su libro aporta una inmensa e inarticulada cosecha
de ejemplos primitivos del uso lingüístico actual, y precisamente
por ello se destaca el carácter básico: el lenguaje es hoy una
«mezcla dominada» de concreción y abstracción; en cuanto tal
es preciso de un modo único, y sin embargo permanece a la vez
totalmente superficial, precisamente en cuanto carece de fondo.
Si miramos pues los análisis de Wittgenstein, podríamos decir
que aquí, por fin, un pensador se acerca a las actuales posibili­
dades de la lengua de una manera acrítica, sin prevenciones,
acomodada al objeto; puesto que si la lengua usual de hoy es un
instrumento que se regula técnicamente, entonces el intérprete
sólo puede hacerle justicia cuando el mismo se acopla a ella de
una manera aproblemática M.

Opinamos, por tanto (y esto es lo primero que intentamos


hacer patente), que la inflexión de Wittgenstein en dirección a
los «juegos de lenguaje» envuelve en realidad un apartamiento
de la tradicional problemática filosófica, en cuanto esta proble­
mática consiste básicamente en la distinción entre apariencia v
esencia, primer plano y fondo. Desde luego que esta inflexión
no es unívoca; la inmediatez es «pasada por alto», bajo un doble
aspecto: primero bajo el aspecto fundamental-metódico y des­
pués bajo el concreto-problemático.

Este fundamental «someter a cuestión» la inmediatez de los


«juegos de lenguaje» reposa sencillamente en el hecho de que
Wittgenstein es a pesar de todo un filósofo y que continúa
siéndolo. Una autonegación de la filosofía, vista objetivamente,
es por su naturaleza misma una empresa ambigua. Una mirada
al destino de la metafísica en la actualidad lo hace patente. Cual­
quier ocupación inmediata con problemas metafísicos, aunque3 4

34 Herbert M arcuse ha presentado en su obra Der eindimensionale


Mensch este carácter de los «juegos de lenguaje» de modo impresionante;
habría que preguntar, desde luego, si este lenguaje cosificado. que hoy de
hecho es determinante, puede ser rechazado moralmente de modo tan
univoco.
60 WITTGENSTEIN. I.A NEGACIÓN DE I.A KII.OSOKlA

consista en su negación categórica, permanece, a pesar de todo,


adherida al espíritu de la metafísica. Esto lo muestra tan clara­
mente la indicación de Nietzsche, de cómo el mundo verdadero
se hizo fábula, como la «torsión» por parte de Heidegger del
«error» metafísico. Sólo la absoluta indiferencia frente a los pro­
blemas metafísicos es una real superación de la metafísica. Por
dar un ejemplo, cuando alguien dice: «Por qué debo decidirme
positiva o negativamente por Dios, el problema de Dios carece
por completo de importancia para mí», entonces ha entrado en
el estadio de la indiferencia, cuyo sentido es que problemas que
antes fueron relevantes, «sencillamente desaparecen». Esta alu­
sión debe hacer patente el hecho de que, si Wittgenstein se hu­
biera realmente sustraído a la filosofía, no hubiera hablado más
sobre filosofía, ni siquiera en la forma de traer a cuenta su posi­
ble autonegación; se hubiera dado por contento con la simple
descripción del comportamiento lingüístico. Pero esto no lo hace
Wittgenstein, o, dicho más prudentemente, lo hace sólo a re­
gañadientes: constantemente torna a filosofar sobre la filosofía.
Desde luego, siempre bajo el punto de vista de que la filosofía
debe quedar eliminada a beneficio de los «juegos de lenguaje»,
pero esta eliminación no se produce realmente nunca. La im­
presión permanece ambigua. Visto desde fuera, desde el conte­
nido de las Investigaciones filosóficas, aparece que junto a
las simples descripciones de los «juegos de lenguaje», se en­
cuentran reflexiones fundamentales sobre el sentido y el signi­
ficado de la filosofía M. 1

De esta tendencia básica de la autonegación de la filosofía


hay que distinguir una segunda tendencia, a saber, la tendencia
a hacer problemática la idea de los «juegos de lenguaje» por
medio de argumentaciones concretas. Se podría decir, con cier-
ta razón, que la tendencia general a la autodestrucción de la
filosofía encontraría su conformación real en esta problemática
concreta, pues el objetivo de la problemática concreta, para Witt-

39 Estas reflexiones filosóficas de Wittgenstein no tienen nada que ver


con los raciocinios de sus seguidores ingleses y alemanes. Para éstos se
trata tan sólo de ganar un nuevo suelo para la filosofía por medio de la
idea de los «juegos de lenguaje», mientras Wittgenstein intenta liquidar
la filosofia por medio de la inflexión hacia los «juegos de lenguaje».
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 61

genstein, no es encontrar soluciones sino extremar tanto la pro-


blematización que se tenga que reconocer que existen proble­
mas que no son en modo alguno solubles. La diferencia entre
ambas tendencias es, sin embargo, patente. La tendencia gene­
ral a la autonegación de la filosofía tiene lugar a beneficio de
los «juegos de lenguaje»; por el contrario, la mostración concre­
ta de determinados problemas supera precisamente la concep­
ción original, es decir, el sentido de los «juegos de lenguaje».
Apuntan aquí los problemas ya antes indicados, en especial cómo
hay que determinar la relación entre «significar» (meinen) y
«comprender» por un lado y el lenguaje por el otro; o el proble­
ma, cómo puedo yo hablar de mi dolor. Estos problemas preci­
samente muestran claramente que la reglamentación técnica de
los «juegos de lenguaje» no se puede comprender en modo al­
guno por sí misma. El hecho de hablar es testimonio (quizá no
siempre, pero al menos en situaciones problemáticas) de una
escisión de dentro y fuera, de significado y sentido por un lado
y lo expresable por otro, una escisión que ninguna reglamentación
dominada puede apartar totalmente a un lado. En cierto aspecto,
los problemas discutidos aquí por Wittgenstein son los más inte­
resantes filosóficamente, en cuanto presentan cuestiones autén­
ticas que ya durante largo tiempo han puesto en movimiento a
la filosofía.

Para mostrar la polivalencia de las Investigaciones filosófi­


cas hemos distinguido tres planteamientos. Es evidente que es­
tos planteamientos no pueden ser aislados unos de otros en for­
ma esquemática, sino que en concreto se entrecruzan constan­
temente. Sin embargo, parece apropiado mantener ante la vista
la distinción recién presentada, pues de otro modo la interpre­
tación filosófica se encamina hacia el error. O dicho más exac­
tamente: una interpretación filosófica es propiamente competen­
te tan sólo para el tercer círculo, para el dominio de los proble­
mas concretos. En la discusión de la tendencia general a la auto-
negación de la filosofía, debe la filosofía, si quiere corresponder
a lo buscado por Wittgenstein, alinearse precisamente contra sí
misma. Y con respecto a la simple descripción de los «juegos de
lenguaje», donde según Wittgenstein no se dan ya problemas,
debería guardar silencio.
62 WITTGENSTEIN. I.A NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

La ¡dea de los «juegos de lenguaje».

Intentamos ahora desarrollar más exactamente la ¡dea de los


«juegos de lenguaje» y para ello partimos del pensamiento que
la filosofía tiene que ser negada en beneficio de la inmediatez.

Wittgenstein afirma en las Investigaciones filosóficas, del


mismo modo que ya en el Tractatus, la posibilidad de una faena
filosófica que a su vez no pueda ser aprehendida en categoría
mundanas, por ejemplo, conceptos psicológicos. Esta autosupera-
ción de la filosofía debería, según el Tractatus, ser llevada a cabo
en beneficio, por un lado, de la vida, y por otro, y sobre todo, en
beneficio de la ciencia. Ahora ya no se habla de semejante supe­
ración en favor de la ciencia, sino solamente de una negación en
favor del universo del lenguaje cotidiano, qu ^ x e c e d e a la cien-
cia. Pero sería erróneo distinguir la autonegacíon^ela"filosofía en
ambas obras desde un punto de vista exterior, como por dominios
distintos. Desde un punto de vista objetivo, las Investigaciones
filosóficas recogen en forma radical el «principio fundamental
negador» del Tractatus.

En el Tractatus. Wittgenstein pide la superación de la filosofía


en favor de un pensamiento lógjeargente correcto y que carezca
totalmente de sujeto. Así, se dice en 5.4^M que de ningún modo
se puede pensar ilógicamente; por tanto, prosigue Wittgenstein, no
se puede establecer ningún sujeto que se halle detrás o encima
del pensamiento lógico y que pueda disponer de este pensamien­
to. El pensamiento de «no poder obrar de otro modo» es ahora
trasladado de la lógica al lenguaje en su totalidad, y al hacerlo asi,
la idea de la corrección en sentido lógico es sustituida por la idea
de una facticidad. Pero esta idea de la facticidad tiene que ser
inmediatamente explicada más detalladamente, pues la facticidad
a la que aquí nos referimos es la capacidad técnica para la regla­
mentación que siempre es dominante en un «juego de lenguaje».
Y esta capacidad técnica no se halla en oposición alguna con la co­
rrección.

Ya en el Tractatus, la corrección del pensamiento lógico no era


fundamentada en la sensación de evidencia, sino que era ya decía-
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 63

rada como un hecho. Y este hecho del pensamiento lógicamente


correcto era por su parte fundamentado a partir del lenguaje.
Decía Wittgenstein:

«La evidencia, de la que Russell habla tanto, puede resultar


superflua en la lógica solamente porque el lenguaje mismo im­
pide cualquier error lógico, la aprioridad de la lógica consiste en
que no se puede pensar ¡lógicamente» (5.4731).

El lenguaje puede impedir errores lógicos, porque representa


una «facticidad lógica», más allá de la cual no se puede retroce­
der, es decir, una facticidad que no se puede fundamentar de njn-
gún modo p o F el recurso a un sujeto. El postulado de Wittaen-
steirTen el Tractatus. de hacer coincidir lenguaje y lógica, es radica­
lizado en las Investigaciones filosóficas en la ¡dea de los «jue­
gos de lenguaje». Los «juegos de lenguaje» representan sucesos
tácticos que, en cuanto funcionan correctamente, solamente pue-
den ser aprehendidos de una manera puramente descriptiva.

Es muy difícil apresar este principio con los conceptos de la tra­


dición filosófica. Analizaremos después el hecho de que Wittgen­
stein pone como tarea te comprensión de 1a realización de los «jue­
gos de lenguaje», pero el carácter de esta comprensión no puede
ser clarificado a partir de un planteamiento histórico-culfural y
hermeneútico, pues la comprensión histórico-cultural y hermenéu­
tica sólo es posible como referencia de la subjetividad, que se
«co-entiende» a sí misma en la comprensión de los hechos. Sería
quizá más apropiado no poner en el centro, al tratarse de la ca­
racterización de los «juegos de lenguaje», el concepto de com­
prensión, sino interpretar el principio de Wittgenstein de una ma­
nera behaviorista. Entre los intérpretes alemanes por lo menos,
semejante modo de proceder es considerado errado, pero si con
«behaviorismo» entendemos tan sólo, ¡nidalmente, 1a afirmación
de que 1a conducta observable debe hallarse en el centro de una
descripción, entonces Wittgenstein se encuentra muy cercano a
esta doctrina. Pero el behaviorismo de Wittgenstein tiene (hablan­
do de nuevo con los conceptos filosóficos usuales) rasgos fuerte­
mente «pragmático^». Para el Wittgenstein tardío, lenguaje y ac­
ción coher^nclíHamanera más estrecha. Pero no es adecuado in-
terpretar el cambio de Wittgenstein del Tractatus a las Investí-
'6 4 W it t g e n s t e in . la negación de la f ilo so f ía

gaciones filosóficas como un cambio de la Crítica de la razón


pura a la Critica de la razón práctica La acción de la que se
habla en las Investigaciones filosóficas r o es moral. Es un
comportamiento regulativo de carácter técnico, para el que se
adiestra a alguien. Por ello es también problemático designar a
Wittgenstein como un partidario del pragmatismo, pues el prag­
matismo reconoce abiertamente la posibilidad de un comporta-
amiento tentativo fundamentalmente abierto, mientras que para
Wittgenstein, por el contrario, todo ensayar o intentar está ya re-
Jerido a un sistema de reglas fijo.

Tan inadecuado como el interpretar la idea de Wittgenstein


sobré los «iueaos del lenguaje» a partir del behaviorismo y prag­
matismo. es el fundamentar suiipostura trascendentalmente. En
este punto se argumenta que Wittgenstein establece el lenguaje
de manera absoluta. Todo aquello con lo que el hombre en cuanto
'hombre trata, se d i sólo en y por el lenguaje; nunca podemos sa­
limos del lenguaje. El lenguaje es, por tanto, él principio su-
premoTi'a última condición. Todas las otras condiciones, como por
ejemplo la subjetividad trascendental en el sentido kantiano, no
son tan radicales v envolventes como el carácter lingüístico pues­
to de manifiesto por Wittgenstein. Por tanto, Wittgenstein repre­
senta una posición trascendental que no puede ya ser superada.
Wtitgenstein, al rñengs~asf ~se afirma, sevTcTbbfigado a contem­
plar esta~posición radical como consecuencia de su evolución filo­
sófica: el Tractatus enseña que el lenguaje (es decir, palabras y
proposiciones) corresponde, según su misma estructura, a las ver­
daderas realidades, es decir, a los hechos,. Ya poco después de la
aparición del Tractatus se hizo observar que semejante teoría no
puede sérveríficada, pues no hay posibiliaádalgunadecom párar
palabra_^_ob¡^9 i^esdei ungatg¡rera^gosición._Los intérpretes tras-
cendentalistas de Wittgenstein argumentan entonces que esto tje-
ne su fundamento en el hecho de que el lenguaje es~ío envol-
vente_propiamente dicho. Por tanto, es imposible colocar •fuera del
lenguaje «objetos» con respecto a ios cuales el lenguaje tendría
una relación exterior. Si el W ittgenstein tardio no lleva a cabo

28 Así, H abermas, op. cit. p. 132; Habermas dice allí de la filosofía tar­
día de Wittgenstein: «L a crítica lingüistica realiza el tránsito de la Crítica
de la razón pura a la Critica de la razón práctica».
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 65

ninguna reflexión sobre si existe correspondencia entre realidad


y proposición, esto es así precisamente (siempre según los intér­
pretes trascendentalistas), porque se ha dado cuenta de q ue el
lenguaje es lo envolvente propiamente taTT Es_la_realidad en la
q ue nos hallamos desde siempre y a la gue nunca podemos esca­
par. Esta argumentación, considerada en sí misma, tiene algo ver-
daderamente especioso. Pero desconoce, y esto es lo realmente
decisivo, que para el Wittgenstein tardío no se trata de ningún
modo de fundamentar la filosofía de nuevo. Que, partiendo del
Wittgenstein tardío, se establezca el lenguaje como el principio
filosófico fundamentalTdespués que Wittgenstein ha desarrollado
penetrantemente la idéa de los «juegos de lenguaje», es cosa su­
mamente comprensible. Pero con ello se interpreta, cambiándola,
la intención propia de Wittgenstein. Pues Wittgenstein quiere pro­
gresar hasta una {jnmediate'zVque no puede^yaser^áprénendida f¡^
losóficamenTeHcst^enSeñcia a la inmediatez es tan radical que va
la misma pregunta por la esencia de los «juegos de lenguaje» le
parece a W ittgenstein fuera de lugar. Mostrémoslo concretamente
con los textos.

Dice Wittgenstein en el párrafo 65:

«Tropezamos aquí con la gran pregunta que se encuentra de­


trás de todas estas consideraciones. Porque alguien podría obje­
tarme: '¡Te pones la cosa demasiado fácil! Estás hablando de todos
los 'juegos de lenguaje' posibles y no has dicho aún en ninguna
parte qué es lo esencial del 'juego de lenguaje' y, por tanto, del
lenguaje. Qué es lo común a todos esos acontecimientos y los
hace ser lenguaje o partes del lenguaje. Te metes en el bolso jus­
tamente la parte de la investigación que en su Tiempo te dió los
mayores dolores de cabeza, la que concierne a la forma general
de la proposición y del lenguaje'.»

Inmediatamente a continuación prosigue:

«Esto es cierto. En lugar de aducir algo que sea común a todo


lo que llamamos lenguaje, digo que no hay nada en absoluto co­
mún a todos esos fenómenos, gracias a lo cual pudiéramos em­
plear para todos la misma palabra, sino que están emparentados
unos con otros en formas muy diversas. Y a causa de este paren­
tesco o parentescos los llamamos a todos 'lenguajes'» (§ 65).
5
66 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFIA

A partir de aquí presenta Wittgenstein la idea de los «juegos


de lenguaje».

«Detente a considerar los eventos que llamamos 'juegos'. Me


refiero a los juegos de tablero, de cartas, de balón, de competi­
ción, etc. ¿Q ué tienen todos ellos en común? No me digas: 'A lgo
tienen que tener en común, pues si no, no se llamarían juegos',
sino mira si todos ellos tienen algo común. Pues si los consideras
no hallarás nada que sea común a todos, sino que verás semejan­
zas, parentescos y, por cierto, que en larga hilera. Como dije: no
pienses, sino mira!» (§ 66).

El resultado de esta consideración es el siguiente:


«Vemos una red complicada de semejanzas que se sobrepo­
nen y entrecruzan unas con otras. Semejanzas en general y en de­
talles particulares.
No puedo caracterizar esas semejanzas mejor que con la pala­
bras ' parecido de familia'; pues así se sobreponen y entrecruzan
las distintas semejanzas que existen entre los miembros de una
familia: estructura corporal, rasgos fisonómicos, color de los ojos,
modo de andar, temperamento, etc. Diré: los 'juegos' forman una
familia» (§ 66 y 67).

Cuando Wittgenstein habla de «parecido familiar» no hay que


entender esto en el sentido de un ejemplo indicativo que remite
a estructuras más profundas. Está fuera de lugar el buscar, más
allá de los ejemplos, una delimitación más precisa, una defini­
ción. El concepto «juego de lenguaje» es un concepto «de bordes
vagos» (§ 71). Expresado de manera básica: el comportamiento
lingüístico es comportamiento en una multiplicidad de universos de
lenguaje, que no son reducibles a unidad alguna, a partir d é la
cual pudieran ser determinados. En el decisivo § ¿3 da Wittgens­
tein ejemplos:
«El término 'juego de lenguaje* debe poner de relieve que
el hablar un lenguaje es una parte de una actividad o de una
forma de vida.
Ponte ante los ojos Ipa multiplicidad de los 'juegos de lenguaje*
en estos y otros ejemplos:
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 67

Ordenar, y obrar según órdenes.


Describir un objeto según su apariencia o según sus medidas.
Producir un objeto según una descripción (dibujo).
Informar de un suceso.
Hacer suposiciones sobre el suceso.
Establecer una hipótesis y comprobarla.

Presentar los resultados de un experimento por medio de ta­


blas y diagramas.
Inventar una narración y leerla.
Actuar en teatro.
Cantar en forma de canon.
Acertar adivinanzas.
Gastar una broma, contarla.
Resolver un problema de cálculo aplicado.
Traducir, trasladar de un lenguaje a otro.
Pedir, dar las gracias, maldecir, saludar, rezar.

Es interesante comparar la multiplicidad de los instrumentos


del lenguaje y de sus modos de empleo, la multiplicidad de los
tipos de palabras y frases con lo que los lógicos han dicho sobre
la estructura del lenguaje (incluyendo al autor del Tractatus logi-
co-phílosophicus)» (§ 23).

Puesto que los «juegos de lenguaje» presentan tales multiplici­


dades (y solamente por ello), son formas de vida, puesto que la
vida no puede ser reducida a un denominador común. Estas for­
mas de vida con su multiplicidad son en sí únicamente círculos
funcionales sometidos a reglamentación, y precisamente en cuanto
tales carecen de fondo último. Los «juegos de lenguaje» no pre­
sentan ningún movimiento circular hermenéutico. La idea misma
de un círculo hermenéutico se halla muy lejos de Wittgenstein.
Pues el sentido de ese círculo consiste en que el sujeto que se
comprende a sí mismo profundiza más y más en sí mismo y en
68 WlTTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

sus presupuestos, y precisamente de este modo «se esencializa».


io s «juegos del lenguaje», por el contrario, permanecen en lo exte­
rior. Ello se muestra en el hecho de que no se penetra en ellos por
una comprensión interna, sino por un ejercicio de adiestramiento.
Por medio de estos ejercicios se incorpora uno a un comporta­
miento lingüístico ya existente, cuya existencia, en cuanto unidad
de corrección y facticidad garantizada por sí misma, forma una me­
dida incuestionada y libre de duda para los usos lingüísticos que
abarca, usos que, en cuanto fácticamente dominados, son siempre
correctos.

Desde este punto de vista se muestra de nuevo el carácter su-


perfluo de la filosofía. La filosofía vive de problemas, y «tener
problemas» significa no saber cómo arreglárselas. Por el contra­
rio, el lenguaje, en cuanto es algo fáctico, se halla siempre en or­
den, y por ello no se puede tocarlo (es decir, corregir su uso),
sFno qüe~háV óue deiarlo en paz:
«Un problema filosófico tiene la forma: 'N o sé cómo arreglár­
melas'.
La filosofía no puede de ninguna manera tocar el uso real del
lenguaje; puede, en última instancia, tan sólo describirlo. Puesto
que tampoco puede darle una fundamentación. Deja todo tal
como está» (§ 123 y § 124).

Puesto que el lenguaje cotidiano es la medida, el filósofo tie­


ne ante todo que destruir su vocabulario filosófico, simplemente
porque dentro del lenguaiecotidiano carece de sentido. Wíttgen-
stein lleva a cabo la eliminación de los conceptos filosóficos par-
ffendo del hecho de la multiplicidad de «juegos de lenguaje» in­
mediatos. Pues esa multiplicidad demuestra que no se da ningún
significado esencial unitario. Se inventa un significado semejante
cuando se prescinde del uso real, que precisamente sólo existe
en cuanto es múltiple.-He aquí el párrafo 116, uno de los más ci­
tados:

«Cuando los filósofos usan una palabra («conocimiento», «ser»,


«objeto», «yo», «proposición», «nombre») e intentan aprehender
la esencia de la cosa, hay que preguntarse siempre: ¿Se usa ver­
daderamente así esta palabra en el lenguaje en que tiene su ho­
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 69

gar? Nosotros devolvemos las palabras de su empleo metafísica


af cotidiano.»

Los términos aquí nombrados, en cuanto son empleados abs­


tractamente (es decir, en el sentido de un significado unitario
universalmente determinado), son vacíos, no expresan nada.
Esta vacuidad debe ser suprimida, es decir, esos conceptos no
deben ser eliminados de una manera total, sino que hay que res­
tituirlos al uso cotidiano. Wittgenstein no niega sencillamente es­
tos términos, como hace por ejemplo el Camap temprano37, sino
que reconoce su justificación cotidiana. Se muestra aquí de forma
clara que la superación de la filosofía se realiza esencialmente
como un acto de validación comparativa. Ya no se pregunta, posi­
tiva o negativamente, si hay un yo. Si se hace semejante pregun­
ta es que se está aún en la filosofía. Más bien se apoya uno sobre
el hecho de que el lenguaje, cuando emplea la palabra «yo» (y lo
hace constantemente) tiene razón. «Yo» es (por decirlo con Max
Scheler38) una expresión ocasional. El «verdadero filósofo» no
quiere proceder de otro modo que el hombre que se expresa
normalmente, y éste se halla satisfecho con el uso ocasional. El
contexto de la frase mostrará, en efecto, lo que palabras tales
como «yo» significan cada vez. El hombre normal, el que se halla
en una situación de forma ingenua e inmediata, lo comprende per­
fectamente. Dice Wittgenstein:

«La claridad a la que apuntamos es ciertamente una claridad


completa. Pero esto quiere decir solamente que los problemas fi­
losóficos deben desaparecer completamente» (§ 133).

La eliminación de las dificultades que surgen tan sólo de las


teorías filosóficas es la supresión de la creencia de que hay proble­
mas filosóficos especiales. Al conocer esta nulidad de la filosofía,
es cuando uno puede «interrumpir»:
«El verdadero descubrimiento es el que me hace capaz de
interrumpir el filosofar cuando quiero. El que concede reposo a la

37 Cfr. Carnap, «Ueberwindung der Metaphysik durch logische Analyse


der Sprache», en: Erkenntnis, 2 (1931).
38 M. Scheler, Der Formalismus in der Ethik und die maieriale Wert-
ethik, 4.a ed., Bern, 1954, p. 381 ss.
70 WITTGBNSTEIN. LA NEGACIÓN DE I.A FILOSOFÍA

filosofía, de tal modo que no se halla ya torturada por problemas


que la hacen cuestionable a ella misma. Sino que se indica un
método por medio de ejemplos; y la serie de ejemplos puede ser
interrumpida. Se solucionan problemas (se eliminan dificultades),
pero no un problema.
No hay un método de la filosofía, pero sí que hay métodos,
diferentes terapias, por así decir» (§ 133).

Esta frase muestra que Wittgentein es consecuente: en lugar


de la pregunta filosófica por la esencia hace su entrada el méto­
do de ejemplos interrumpióles. La purificación con respecto a la
filosofía, en cuanto retorno al uso lingüístico cotidiano, se realiza
de manera completa solamente cuando no se toma este uso coti­
diano como un fundamento firme, sino como tal multiplicidad de
modos de hablar que se hallan ligados a una situación y que sólo
son clarificadles en y por ejemplos. Wittgenstein no quiere, por
consiguiente, declarar el uso empírico como una univocidad veri-
t'icable Trente e Tás ambigüedades metafísicas. Para él el retorno
a la cotidianidad es más bien idéntico con la renuncia de la univo­
cidad en beneficio de la multivocidad, incluso de la vaguedad,
puesto que vaguedad y orden no son ya contradictorios. Dice
Wittgenstein:

«Por una parte, es claro que cada sentencia de nuestro lengua­


je 'está en orden tal como está'. Es decir, nosotros no apuntamos a
un ideal, como si nuestras sentencias usuales, vagas, no tuvieran
todavía un sentido totalmente irreprochable y tuviéramos aún que
construir un lenguaje perfecto. Por otra parte, parece claro que
donde hay sentido debe haber un orden perfecto. Por tanto, un
orden perfecto tiene que hallarse incluso en las sentencias más
vagas» (§ 98).

Se puede por tanto afirmar con seguridad que la esfera del


lenguaje cotidiano tiene primacía frente a todos los lenguajes abs­
tractos, incluso el de la^ciencia. Pero en cuanto no es el funda-
mento y el suelo del que los otros modos lingüísticos «brotan ge­
néticamente», permanece coordinada a aquéllos en el sentido del
parentesco. La esfera cotidiana muestra, desde luego, en modo es­
pecial, cómo funciona el lenguaje, pero es tan sólo un ejemplo.
Cuando Wittgenstein afirma:
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 71
«Una causa fundamental de enfermedades filosóficas: una die­
ta unilateral; se alimenta el pensamiento con una sola clase de
ejemplos» (§ 593), hay que tomar esta declaración literalmente.
Se dan tan sólo ejemplos. El sentido de los ejemplos descansa
precisamente en la multiplicidad, que no es reducible a unidad.
Los ejemplos no remiten aquí, en el sentido hegeliano, en cuanto
son algo accidental y secundario, a lo esencial:

«El ejemplificar no es aquí un medio indirecto de clarificación


a falta de algo mejor» (§ 71).

La cantidad de ejemplos que Wittgenstein ofrece es sorpren­


dente, y testimonia hasta qué punto él ha abandonado ya la di­
mensión filosófica. Indiquerrtos brevemente un caso. Wittgenstein
recurre al análisis del tiempo de San Agustín en las Confesiones.
Dice San Agustín allí: «Quid est ergo tempus? Si nemo ex me
quaerat, scio; si quaerenti explicare velim, nescio» (Conf. XI, 14).
La incertidumbre que claramente oprime a Agustín hay que inter­
pretarla, según Wittgenstein, de una manera positiva. La medita­
ción que gracias a ella se pone en movimiento no conduce a Witt­
genstein a enunciados filosóficos sobre el tiempo. La investiga­
ción sigue siendo «gramatical»:

«Y esta investigación aporta luz a nuestro problema, al eli­


minar malentendidos» (§ 90).

Los malentendidos descansan en la representación de que hay


una significación fundamental del tiempo, que se aprehende como
se puede aprehender un objeto que se halla delante de nuestros
ojos. En contraposición a esta representación, hay que reconocer
que no se da de ninguna manera «el» tiempo, sino el empleo do­
tado de sentido y cada vez diferente de esta palabra en con­
textos situacionales. Pero este empleo no sólo comprende giros co­
tidianos («tienes tiempo» y «tómate tiempo»), sino también el
lenguaje científico sobre el tiempo, que considera y calcula el
tiempo como magnitud mensurable, tiene su legitimidad. Pero de­
trás de esos usos diferenciados de la palabra tiempo no se halla
ningún concepto material unívoco. En esta batalla contra la falaz­
mente unificadora pregunta por la esencia, tiene la filosofía, en
cuanto reflexión destructiva, una tarea dotada de perfecto sentido.
Dice Wittgenstein:
72 WlTTGENSTEIN. I.A NEGACIÓN UK I.A FILOSOFÍA

«Debemos mandar a paseo toda explicación, y sólo la descrip­


ción debe tomar su puesto. Y esta descripción recibe su luz, es de­
cir, su objetivo, de los problemas filosóficos. Estos no son, desde
luego, empíricos, sino que son solucionados por una mirada com­
prensiva al modo de funcionar de nuestro lenguaje, de tal modo
que podamos reconocer ese modo de funcionar: a pesar de un
impulso a malentenderlo. Los problemas se solucionan, no por
la aportación de nueva experiencia, sino por la composición de lo
que conocíamos hace tiempo. La filosofía es una batalla contra
el hechizamiento de nuestra inteligencia por medio del lengua­
je» (§ 109).

La ¡dea de que no hay ninguna esencia unitaria que funda­


mente la pluralidad de los usos lingüísticos, no vale sólo con re­
lación a los fenómenos invisibles, como el tiempo, sino también
con relación a los objetos visibles; de la misma manera que no
se da «el» tiempo, tampoco se da «la» piedra. Lo que «piedra»
significa, lo muestra solamente el contexto del «juego de lengua­
je» concreto. Si alguien exclama la palabra «piedra», sé puede re­
ferir a las piedras preciosas, a las piedras del adoquinado (Pflas-
tersteine) y a las piedras del riñón (cálculos, Nierensteine) 3e.

La tendencia fundamental de Wittqenstein. como hemos inten­


tado mostrar, no es preparar un nuevo fundamento filosófico con
la idea de los~« juegos de lenguaje», sino que su intención es re­
currir a las formas virales del lenguaje, que se garantizan a sí mis­
mas en su empleo y de este modo tornan superflua a la filosofía,
justamente en cuanto las cuestiones filosóficas se hacen indífé-
rentes. Sólo desde este ángulo se hace comprensible el modo
comó~W¡ttoéñstein discute la teoría de que el lenguaje descansa
en la derióñrnnacióñL

Con toda razón se ha expuesto que la idea de los «juegos


de lenguaje» de Wittgenstein (es decir, la teoría de que las pa­
labras sólo tienen sentido en el uso y en el contextp) se halla en
contradicción con la teoría de que el lenguaje brotaría de la do-

® Cfr. H. L übbe, «Sprachspieleh» und «Geschichten», Neopositivismus


und Phanomenologie im Spátstadi^m, en: Kani-Studien, 52 (1960/1961).
página 225.
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 73

ración del nombre, a saber, en cuanto nombres determinados


-Corresponderían en cada oéásión a las cosas singulares. Nos pare­
ce probado que el WÍttgenstein joven, con su doctrina dT las pro-
posiciones atómicas, se adhería a esta teoría. Es igualmente claro
que el WÍttgenstein ramio no la pone como fundamento, pero
s^ecH azo es soio*Toñ3íabnado y, sobre tocloTTío T eposa en nin­
guna afirmación trascendental. WÍttgenstein no declara que el
fenguaié'sfea él principio gcnrrodoTo abarca y qué por consiguien­
te no se pueda dar ningún objeto fuera de él, objeto que pos­
teriormente, como una cosa ya acabada en si misma, sería cu­
bierto con un nombre. WÍttgenstein no excluye de ningún modo
la denominación directa y en cuanto tal. Autoriza totalmente la
denominación, en cuanto es una preparación:

«El denominar no es todavía un movimiento en el 'juego de


lenguaje', del mismo modo que tampoco la colocación de una
figura es un movimiento en el juego del ajedrez» (§ 49).

Sin embargo, la denominación no es algo que carezca total­


mente (fe importancia, pues por medio de la denominación «da-
mos a esa cosa un papel en nuestro 'juego de lenguaje'; es en-
tonces un medio de representación. Y decir: *¿i no existiera, no
podría tener nombre alguno', es decir, ni más ni menos que: 'Si
no existiera esa cosa, no la podríamos usar en nuestro megcTT^p
que parececomojsi^tuviera que_exisílL pertenece al lenguaTe. Es
un paradigma en nuestro juego; algodón" lo que se establecen
comparaciones. Esto puede ser una observación importante; pero
con todo es una observación que concierne a nuestro 'juego de
lenguaje' — nuestro modo de representación» (§ 50).

La idea de juego se destaca aquí como el concepto funda­


mental desde el que hay que comprender también la denomina­
ción. Hablar significa proceder según una regla determinada y
gesde"esta reglamentación puede la denominación ser inteligida,
no sólo como preparación para determinados juegos, sino como
ún juego ella misma, hav también juegos de denominación.

Bajo cierto aspecto el aprendizaje de lenguas, al que perte­


nece, desde luego, el aprendizaje de significados de palabras con
la ayuda de nombres que hay que ejercitar, es el «juego de len­
guaje» más primitivo. WÍttgenstein explica este juego. Y aquí, erv
74 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

este juego de denominación, hace su ingreso muy claramente la


idea del adiestramiento por entrenamiento. Ofrecemos las sen­
tencias decisivas:
«Enseñar una lengua... no es una explicación, sino un entre­
namiento.
Los niños son educados para llevar a cabo esta actividad, para
usar estas palabras al hacerlo y de este modo reaccionar a las pa­
labras de los otros.
Una parte importante del entrenamiento consistirá en que el
maestro señale a un objeto, dirija la atención del niño hacia él,
y al hacerlo pronuncie una palabra; p. ej. la palabra 'placa' al
mostrar esta forma. (No quiero llamar a esto 'aclaración ostensi­
va' o 'definición', puesto que el niño no puede todavía pregun­
tar qué es el nombre. Lo llamaré 'enseñanza ostensiva de las
palabras'. Digo que formará una parte importante del entrena­
miento, porque así sucede con los seres humanos, no porque no
se pueda imaginar de otro modo)» (§ 5 y 6).

Wittgenstein explica esta doctrina de forma aún más com­


pleta:
«En la práctica del uso del lenguaje, una parte profiere las
palabras, la otra obra según ellas; en la enseñanza del lenguaje,
sin embargo, encontramos este hecho: el que aprende nombra
los objetos. Es decir, pronuncia la palabra cuando el maestro
apunta a la piedra. Se encontrará, desde luego, este otro ejerci­
cio, aún más sencillo: el alumno repite las palabras que el maes­
tro pronuncia delante él — ambos son sucesos semejantes al len­
guaje.
Podemos también pensar que todo el proceso del uso de las
palabras... es uno de esos juegos, por medio de los cuales los ni­
ños aprenden su lengua materna. Voy a llamar a esos juegos
'juegos de lenguaje', y hablaré algunas veces de una lengua
primitiva como 'juego de lenguaje'.
Los procesos de nombrar las piedra y de repetir la palabra
pronunciada delante de nosotros se podrían llamar también 'jue­
gos de lenguaje'. Piensa en algunos usos que hacen de las pa­
labras en los juegos de corro.
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 75

Llamaré también a la totalidad del lenguaje y de las activi­


dades entreveradas con él, el 'juego de lenguaje' (§ 7).

Si miramos panorámicamente esta concepción de los «juegos


de Tenguaje», aparece claramente que Wittaenstein no busca co­
locar en el centro la relación entre cosa real y palabra como un
problema tilosóticó**serío^.os «meaos de lenguaje» son modos
de comportamiento de los hombres que piensan y hablan, en los
q ue las cosas juegan un papel. Las__cosgg tienen funciones en
cuanto significan algo en y para ef juego. Y algo correspondien­
te vale también para los hombres que participan en el juego.
A Í «juego de lenguaje» pertenecen personas que hablan y per­
sonas que oyen; esto es tan claro como el hecho de que envel jue­
g o hay cosas que son nombradas. Pero estos hombres, cuando
e*l juego es obligado y dominado, quedan absorbidos en él. Si
el juego funciona verdaderamente (visto desde la pura idea del
«juego de lenguaje»), la reflexión se hace superflua. Entonces
el hombre no pregunta de forma expresa por «el lenguaje» y
no reflexiona sobre el modo cómo puede él entrar en una rela­
ción lingüística con otros hombres y cosas. La relación está ya
producida en ambos aspectos. Ej^ajuego de lenguaje» no conoce
nada que le sea realmente extenor^porque en si mismo no es
nada puramente interior. La diferencia cte exterior e interior aue-
35 TSh raai cal mente negada como la de fenómeno y esencia. El
«juego de lenguaje» aparece así como su propia realidad, que
reposa y se completa en sí misma.

Cuestionabilidad de la ¡dea de los «juegos de lenguaje».

Indicábamos ya que Wittgenstein somete a cuestión la ¡dea


de los «juegos de lenguaje» por medio de una reflexión doble.
Por un lado, trabaja por mostrar que, por medio de la idea de
los «juegos de lenguaje», se hace posible una autonepación de
la filosofía en favor de la inmediatez. Mirada desde el punto de
vísra del contenido, esta aufonegación permanece característica­
mente infructífera y vacía. Las citas que se refieren a esta cues­
tión (de las más esenciales presentamos ya algunas), pertene­
cen a las sentencias más famosas de Wittgenstein, pero, sin em­
bargo, no proporcionan verdaderas aclaraciones. El tenor
76 WlTTGENSTEIN. I.A NEGACIÓN I)K LA FILOSOFÍA

fundamental de estos enunciados es la simple certificación de


que el derrumbamiento de la filosofía, que es idéntico con la ne­
gación de los problemas que ella antes había forjado, tiene como
consecuencia inmediata una vida sin problemas en la realidad de
los «juegos de lenguaje». Junto a este raciocinio general, se en-
cuentran, sin embargo, también (y aquí se presenta la reflexión
segunda) pensamientos concretos que coheren con la problemá­
tica del lenguaje. Apenas es posible reducir estos análisis de pro­
blemas a un común denominador. En cierto sentido, Wittgenstein
continúa problematizando. Describe comportamientos lingüísticos
y aduce ejemplos para mostrar que no hay aquí problema algu­
no, pero precisamente para demostrar esto trae posibles proble­
mas como objeciones. Por este método se substrae a la descrip­
ción y a los ejemplos la fuerza inmediata de convicción. Con
todo, parece posible delimitar determinados círculos de proble­
mas en los que la cuestionabilidad de los «juegos de lenguaje»
se destaca ejemplarmente. Es, por un lado, el problema del «com­
prender» (Verstehen) y del «significar» (Meinen), por otro,
el problema de la sensibilidad (Empfindung), en especial el del
dolor. Ambos círculos de problemas son extraordinariamente com­
plicados. Wittgenstein los ronda constantemente, planteando las
cuestiones que apuntan aquí; y ello con un doble propósito: por
un lado quiere también aquí defender la idea de los «juegos de
lenguaje» contra objeciones posibles, pero por el otro hace esa
concepción justamente cuestionable. Trataremos a continuación
separadamente ambos círculos de problemas.

El problema del «comprender» (Verstehen) y del


«significar» (Meinen).

En los problemas del «comprender» y del «significar» se


trata claramente de procesos que están relacionados con el len­
guaje. Parece además que en el caso de ambos fenómenos la li­
gazón al lenguaje es más estrecha que en el caso del pensamien­
to, o al menos del pensamiento exacto. El «comprender» y el
«significar» se hallan constantemente amenazados por sus modos
negativos o deficientes. Desde luego que esto vale también para
el pensamiento, pues se puede pensar erróneamente (aspecto
formal) o se puede pensar algo erróneo (aspecto material). Sin
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 77
embargo, la posibilidad de corrección del error en el caso del
pensamiento exacto, es, a causa de la objetividad de este pensa­
miento (sea o no esta objetividad independiente del lenguaje),
mayor que en el caso del «comprender» y «significar»: éstos
no tienen cánones tan inequívocos como el pensamiento. Esto
se halla conexionado claramente con el hecho que ellos presen­
tan, más rigurosamente que el pensamiento, un proceso lingüís­
tico entre dos o más personas. Por tanto, son pregunta y res­
puesta, y, en general, el ir y venir de una conversación que sirve'
para la elucidación del «comprender» y «significar», relaciones
primitivas del lenguaje. «¿Qué quieres decir con esto? ¿M e has
entendido? Creo que me has comprendido. Ahora te entiendo
perfectamente»: todos estos giros apuntan a la estrecha conexión
entre comprender y hablar, en cuanto «hablar uno con otro»4#.

Esta indicación fragmentaria hace patente que en el hablar en


cuanto relación interpersonal no se dan solamente modalidades
positivas de acoplamiento. Y entonces surge la pregunta: ¿Cómo
se puede poner de acuerdo la ¡dea del «juego de lenguaje», como
un sistema de reglas poseído y dominado, con el hecho innega­
ble de que el hablar, en cuanto «hablar uno con otro», no siem­
pre sucede sin rupturas? Wittgenstein ve el problema, pero esto
no le lleva inicialmente a una modificación de su planteamiento.
Intenta más bien (ésta es la línea general de su argumentación)
seguir fiel a la idea del «juego de lenguaje» en cuanto capacidad
técnica y solventar desde ella las dificultades que surjan.

Malentender y no entender, un querer decir oscuro o equivo­


cado, no son aún modos dominados de comportamiento, y ese
«aún no» puede ser reparado con un aprendizaje intensivo. El
aprendizaje procede escalonadamente. El escalón más bajo repre­
senta el adiestramiento llevado a cabo por el maestro por medio
de un entrenamiento. Por el contrario, la pregunta que busca
ilustración representa un escalón relativamente alto, y su sentido4
0

40 Cfr. H. G. Gadamer, Wahrheit und Methode, Tübingen 1960. En esta


obra, que puede ser considerada como la obra clásica de la filosofía her­
menéutica del lenguaje, se estudian ampliamente estos rasgos del diálogo,
no tomados en cuenta por Wittgenstein, bajo el aspecto sistemático-his-
tórico.
78 WlTTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

consiste en eliminar la propia inseguridad que se halla aún pre­


sente. Pero el aprendizaje en todas sus modalidades tiene que
llegar a una conclusión. Tiene siempre un objetivo inequívoco.
Se alcanza este objetivo cuando se puede decir: ahora lo com­
prendo. Este comprender es el entender una indicación de uso o,
dicho de otro modo, el saber orientarse en el juego por el cono­
cimiento de las reglas. Subjetivamente se ha adquirido tal sen­
sibilidad para el sistema de reglas que ya no es necesario, como
durante el aprendizaje, dirigir nuestra atención expresamente ha­
cia ellas.

El mismo Wittgenstein subraya la relación de saber, poder


y comprender:

«La gramática de la palabra 'saber' está claramente empa­


rentada de modo muy estrecho con la de las palabras 'poder',
'ser capaz de'. Pero también con la de la palabra 'comprender'.
('Dominar' una técnica)» (§ 150).

Wittgenstein aduce un ejemplo que muestra cómo este com­


prender se realiza por medio de un aprendizaje cuyo sentido es
hacerse a sí mismo superfluo. Esto sucede precisamente cuando
la transmutación tiene lugar dentro del propio poder:

«Se da también este empleo de la palabra 'saber': nosotros


decimos: '¡Ahora lo sé!', y también: '¡Ahora lo puedo!' y '¡Aho­
ra lo entiendo!'.

Consideremos este ejemplo: A escribe series de números; B


lo contempla e intenta encontrar una ley en esa sucesión de nú­
meros. Si acierta con ella, exclama: '¡Ahora ya puedo proseguir!'.
Esta capacidad, este comprender, es, por tanto, algo que ocurre
en un instante». (§ 151).

Este surgir de 1a intelección en cuanto tal no es describióle,


ni inmediatamente demostrable. El comprender se justifica a sí
mismo sólo por el éxito real, que en nuestro ejemplo se muestra
en el hecho de que el que aprendía puede ya proseguir la serie
por sí mismo11.

41 Cfr. P eter W inch, Die Idee éer Sozialutissenschaft tind ihr Verhált-
nis zur Philosophie, Frankfurt 1966, p. 36 ss.
INVESTIGACIONES FILOSOFICAS 79

La mayoría de los casos de las modalidades negativas cotidia­


nas del comprender pueden, según Wittgenstein, ser explicados
evidentemente por este modo de proceder del aprendizaje. Hay
que ejercitarse hasta que el haber entendido sea algo inequívoco.
El «poder» que se ha adquirido ya una vez excluye en gran medi­
da malentendidos, incomprensiones y significaciones falsas. Si a
pesar de todo estas modalidades negativas aparecen, esto, ge­
neralmente, no sucede de tal forma que con ello se ponga en
peligro el juego en su conjunto como sistema de reglas, sino que
se trata más bien de fallos dentro del sistema, de descuidos por
así decir, que pueden ser eliminados fácilmente.

Pero hay también, como lo dice Wittgenstein, malentendidos


más serios. A ellos pertenece el hechizamiento por medio del len­
guaje, del que antes hablábamos. Nos imaginábamos, por ejem­
plo, que el tiempo se halla presente de la misma manera que
el libro que está ante mí. Pero Wittgenstein no ve aquí ninguna
dificultad insuperable. En el ejemplo aducido el malentendido
descansa en la confusión entre distintos «juegos de lenguaje»; se
transportan modos de hablar que sólo valen para lo visible y sen­
sible, a lo invisible e insensible. Tales malentendidos no son desde
luego raros, pero son radicalmente eliminables, porque son tras­
parentes.

Estos análisis de Wittgenstein, que quieren mostrar cómo la


comprensión adecuada puede ser causada y la inadecuada elimi­
nada, parecen totalmente obvios. Y, sin embargo, descansan en
el presupuesto de que el lenguaje consiste en los «juegos de len­
guaje» en tflgtn que sistemas de reglas unívocos. Pero incluso en
el lenguaje cotidiano de hoy, este hablar cosificado, cuyo sentido
es la «carencia de fondo» y cuya dimensión es el dominio pú­
blico y en el que se busca ante todo el manejo técnico de las
cosas disponibles, no constituye la totalidad del lenguaje. Incluso
en el lenguaje cotidiano, no se puede identificar el significado
de comprender con el de captar un modo objetivo de comporta­
miento. En el diálogo buscan los hombres entenderse recíproca­
mente, como «partners» dotados de los mismos derechos. El pun­
to de referencia de esta comprensión puede ser muy bien de
naturaleza puramente objetiva. Sin embargo, en el diálogo no se
trata tan sólo del comprender objetivo, sino también, juntamente
con él, de la comprensión recíproca. Wittgenstein no toma en
•80 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

cuenta este carácter del lenguaje. En cierto modo toma un caso


extremo, la capacidad técnica alcanzada por aprendizaje, como
•canon de todo lenguaje. Pero en este caso extremo se trata pro­
piamente tan sólo de que un individuo aprehende algo para sí. Y
semejante aprehender es, según parece, de naturaleza prelingüís­
tica.

Desde el punto de vista objetivo, el planteamiento de Witt-


genstein recuerda del todo a la narración platónica del apren­
dizaje de verdades matemáticas en el Menón. En ella el esclavo,
con la ayuda de Sócrates, comprende cómo se duplica un cuadra­
do. Como para Wittgenstein, también para Platón el compañero
de conversación es sólo un estímulo. El comprender tiene que ser
llevado a cabo únicamente por mí mismo. Naturalmente no hay
•que pasar por alto las diferencias entre Platón y Wittgenstein.
Para Wittgenstein el comprender no es un acordarse de ¡deas con­
templadas en un estadio prenatal: el comprender no queda ga­
rantizado por la referencia a un mundo metafísico de trasfondo.
Pero ello no modifica el hecho de que tanto Wittgenstein como
Platón no interpretan el comprender partiendo de la comunicación
de los hombres que dialogan, sino como un único relampaguear
de intuición que sólo toca al individuo. Y aquí se muestra el pro­
blema verdaderamente acuciante, que se halla detrás de los aná­
lisis de Wittgenstein acerca de las nociones dé «comprender» y
«significar».

El problema se puede articular en varias cuestiones. ¿ Es co­


rrecta la afirmación, que apuntábamos como posible, de que el
«comprender» en cuanto tal remite más allá del lenguaje? ¿Debe
decirse entonces que este «comprender» es preparado por el
aprendizaje? ¿Habría que tener en cuenta entonces que este
aprendizaje se realiza siempre en el medio del lenguaje, incluso allí
donde no se trata inmediatamente del aprendizaje de una lengua,
sino, por ejemplo, del aprendizaje de una habilidad técnica? ¿Es
adecuado establecer la capacidad que sigue a la comprensión
intuitiva como una verificación, que es a su vez, como el aprendi­
zaje, de naturaleza lingüística?

Sólo se pueden elucidar estas cuestiones, cuando tomamos


conciencia expresa de dos consideraciones. La primera es que
la determinación por Wittgenstein del acto de comprender tiene
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 81
tres elementos: lo esencial es el relampagueo de la intuición en
el interior del individuo, a la que precede un adiestramiento por
ejercicio, y a la que sigue como resultado un comportamiento ob­
servable coronado por el éxito. La segunda, es que esta determi­
nación del acto de comprender dada por Wittgenstein y su pasar
por alto el diálogo como comprensión personal coheren de la
manera más estrecha. En cuestiones matemáticas y en el caso
de la capacidad técnica se puede hablar de la irrupción de una
intuición inequívoca que elimina todos los problemas. Pero en
el caso de diálogos que sirven a la comprensión en el dominio
espiritual e histórico, la situación es totalmente distinta. Aquí se
trata de problemas vitales. La diferencia entre ambas dimensiones
puede mostrarse de un modo concreto de la manera siguiente:
en el caso del saber técnico y matemático se da un claro aut-aut,
o se ha comprendido o no se ha comprendido; en el caso de los
problemas vitales las cosas son diferentes, aquí se dan grados
y niveles, porque la vida es algo fluctuante, cuya comprensión
no es nunca definitiva. En la comunidad, que aquí es la dimen­
sión definitiva, no hay resultados inequívocos. El otro y yo per­
manecemos en diálogo. Al eliminar Wittgenstein esta dimensión
comunitaria, no sólo aísla al individuo con su intuición técnica,
sino que relega, y esto es lo decisivo, esa misma intuición al do­
minio de lo impenetrable.

Por un lado recuerda esta intuición, como indicábamos arriba,


a Platón, pero la contraposición con Platón es, sin embargo, evi­
dente. Wittgenstein está muy lejos de apoyar el acto de compren­
der, de cualquier modo que sea, en el dogma de la inmortalidad
del alma metafísica. Su modo de concebir el acto de comprender
(y éste es el otro lado de la cuestión) recuerda mucho más los
conocidos experimentos con monos de Wolgang Kóhler. ¿Quién
no recuerda, cuando se leen las exclamaciones de Wittgenstein:
«¡Lo he comprendido!», las narraciones plásticas de la «vivencia
del ajá»? Pero tampoco este recuerdo satisface al lector. Se tiene
!a seguridad de no interpretar adecuadamente a Wittgenstein con
esa referencia al «comprender» de los animales.

Dicho de otro modo, la teoría del comprender de Wittgenstein


permanece ambigua. Funciona a trozos behaviorísticamente y a
trozos (digámoslo de una manera cauta) «no behaviorísticamen-
6
82 WlTTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

te». Los pasos primero y tercero, el aprendizaje por adiestramien­


to y el éxito observable, están construidos a la manera behavio-
rista. Pero entre ambos se encuentra algo puramente interno que,
inexpresable en sí mismo, solamente es verificable con posterio­
ridad por el éxito exterior. Esto significa que la teoría del com­
prender de Wittgenstein descubre una ruptura de interno y
externo, en la que el lenguaje se coloca del lado de lo externo,
no de lo interno. Volveremos a encontrar esta ruptura en el aná­
lisis de la sensación de dolor. En ambos casos se hace patente
que tampoco el Wittgenstein tardío consigue liberarse de la es­
cisión que domina el Tractatus. Se da, por una parte, lo unívoca­
mente expresable y, por otra, lo inexpresable que es, en sí mis­
mo, completamente incapaz de interpretación.

Desde luego que el Wittgenstein tardío no coloca en el centro


el único lenguaje lógico, con sus elementos atómicos fijos. Los
«juegos de lenguaje» divergentes tienen «bordes abiertos» y son
«vagos». Por otra parte, Wittgenstein advierte constantemente que
en el conjunto de una sentencia o de un discurso vibra siempre
algo que sobrepasa la literalidad de la locución y que sólo se
muestra por el contexto. Pero ello no cambia el hecho de que la
concepción de los «juegos de lenguaje» se halla totalmente de­
terminada por la idea de un orden perfecto, que en cuanto tal es
claro e inequívoco. Sigue siendo válida la proposición del Tracta­
tus: «Lo que puede expresarse, se puede expresar claramente»
(4.116). Pero esto es tan sólo una cara. La otra es que el mismo
comprender, por su parte, se desliza entonces hacia lo incompren­
sible. Y esto es tanto más acuciante cuanto del comprender (o me­
jor, del surgimiento del comprender y del haber comprendido)
pende el recto uso de los «juegos de lenguaje», y los «juegos de
lenguaje» sólo existen verdaderamente en su uso.

La problemática del «comprender» se hace considerablemente


más aguda por el hecho de que Wittgenstein niega la posibilidad
de una interpretación del comprender que parta de la subjetivi­
dad; en las Investigaciones filosóficas en efecto tiende a dene­
gar la idea de la subjetividad que se comprende a sí misma. El
hecho de que la representación de un yo espiritual se afirme tan
obstinadamente, descansa para Wittgenstein de nuevo en la se­
ducción por el lenguaje. Wittgenstein intenta demostrar esto ex­
presamente: en este proceso demostrativo aparece otra vez la opi-
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 83

nión-guía de que, con el desenmascaramiento de este error, el


pensamiento de la subjetividad puede ser empujado a la desapa­
rición.

La argumentación realizada en este punto por Wittgenstein es


típicamente primitiva y desvela una incomprensión completa para
los conceptos de espíritu, razón y subjetividad en general. La re­
presentación que Wittgenstein se forja del espíritu es la de un
algo sustancial. Esta representación proviene de una hlpostasiza-
ción analogizante. El lenguaje, por lo menos en el juicio, establece
un sujeto al que se le atribuye una determinada actividad. «El sol
brilla» o «X corre». Y correspondientemente se dice también «Y
piensa», donde Y es el hombre en cuanto espíritu. Pero esa trasla­
ción precisamente es equivocada. Que hay acontecimientos de or­
den corpóreo y que son realizados por alguien, es un hecho ob­
servable; pues vemos al hombre que está corriendo. El pensar en
cuanto actividad de un espíritu, por el contrario, solamente se da
en y por el lenguaje, que aquí actúa como falsificador con la ayu­
da de la analogía, al exhibir una trasposición indemostrable o al
menos tácticamente no demostrada.

Pero aquí es menester destacar que Wittgenstein no propone


este planteamiento behaviorista como dotado de una validez in­
cuestionable. Lo problemafiza y se pone él mismo en cuestión
como behaviorista encubierto. Aducimos algunas citas para ilus­
trar esta multiplicidad de su modo de proceder. En primer lugar,
la pregunta recién Indicada:

«¿N o eres acaso un behaviorista encubierto? ¿N o dices en el


fondo que todo es ficción excepto el comportamiento humano?»
(§ 307 ).

Wittgenstein conecta aquí como respuesta indirecta un proce­


so de pensamiento característico. Argumenta como si el problema
en su totalidad tuviera que ser tratado como un tema abierto de
investigación, y a la vez penetra semejante postulado como una
triquiñuela que conduce a la negación de lo espiritual, aunque tal
negación no había sido encarada:

«¿Cómo se origina el problema filosófico de los procesos y


estados anímicos y del behavlorlsmo? El primer paso es el que
84 WlITGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

escapa desapercibido. Hablamos de procesos y estados y dejamos


su naturaleza sin decidir. Pensamos que quizá alguna vez sabre­
mos más acerca de ellos. Pero justamente con ello nos hemos fi­
jado en un modo especial de ver el problema. Pues tenemos un
concepto preciso de lo que significa: conocer más de cerca un pro­
ceso. (El paso decisivo del juego de manos ya está dado, y es pre­
cisamente el que parecía más inocente.) Y ahora la analogía que
debería hacernos comprensibles nuestros propios pensamientos
se derrumba. Tenemos que negar por tanto el proceso aún incom­
prendido en el medio aún inexplorado. Pero así parece que hemos
negado los procesos espirituales. Y naturalmente no queremos ne­
garlos» (§ 308).

La analogía del párrafo 36 parece testimoniar unívocamente:


«Donde nuestro lenguaje nos hace conjeturar un cuerpo y no
hay cuerpo alguno, diríamos gustosamente que es un espíritu.»

Y en el párrafo 154 se dice de acuerdo con ello:

«No pienses nunca más en el comprender como un 'proceso


anímico'. Este es el modo de hablar que te hace extraviarte.»

Y finalmente se presenta al «significar» como un algo privado


e inabordable:

«¿Pero no es acaso nuestro 'querer decir' lo que da un senti­


do a la proposición? (Aquí encaja naturalmente el hecho de que
no se puede 'querer decir' series de palabras que carezcan de
sentido.) Ahora bien, el 'querer significar' es algo perteneciente
al dominio anímico. Y es también algo privado. Es el algo inapren­
sible; comparable tan sólo a la misma conciencia.»

Y Wittgenstein prosigue:

«¿Cómo podría esto parecer ridículo? Es por así decir un sue­


ño de nuestro lenguaje» (§ 358).

Parece difícil aislar aquí el verdadero parecer de Wittgenstein.


La interpretación oscila constantemente entre dos extremos. Por
un lado, se coloca a Wittgenstein, puesto que niega el espíritu
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 85

como algo sustancial, en la proximidad del behaviorismo 4i; por


otro lado se le pone en relación con Husserl4 *4S*4
2 , pues Husserl pre-
8
cisamente entiende la intencionalidad como un elemento que no
es psíquico o físico^ Visto en conjunto, sin embargo, nos parece
inadecuado el considerar el pensamiento de Wittgenstein sobre
eT«comprender» y el «significar» como una concepción unívoca.
Wittgenstein quiere decir precisamente que las cuestiones que
emergen aqui no pueden ser contestadas. Ello no quiere decir en
modo alguno que él tenga estas cuestiones por ilegítimas o caren­
tes de sentido. Al contrario, el objetivo de Wittgenstein es, en
nuestra opinión, precisamente el problematizar de este modo su
idea de los «juegos de lenguaje». Quiere hacer visible la escisión
de interioridad y exterioridad. Una y otra vez indica enérgicamente
que hay una esfera interior, que, sin embargo, no sólo no es ob­
servable experiencialmente, sino que propiamente no puede ser
tema de estudio. Esta posición de lo interno aparece en la forma
más clara en el análisis del fenómeno del querer. Afirma Wittgen­
stein:

«Uno se imagina al sujeto volente como algo carente de masa


(carente de inercia); como un motor que en sí mismo no tiene
ninguna inercia que vencer. Y que, por tanto, es sólo motor, no
movido.

El hacer mismo parece no tener ningún volumen de experien­


cia. Parece un punto sin extensión, la punta de una aguja. Esta
punta parece ser el verdadero agente. Y el acaecer fenomenal sólo
una consecuencia de ese hacer. 'Y o hago' parece tener un sentido
determinado, prescindiendo de toda experiencia» (§ 618 y 620).

42 Cfr. Sobre el problema la muy independiente obra de G. Ryle. The


Concept oJ Minó, Londres 1949. También J. v. Kempski, que afirm a: «Si
recogemos todo lo que Wittgenstein manifiesta sobre el pensamiento, su
tendencia es clara e inequivoca: se halla en la linea de una concepción
behaviorista del pensamiento»; v. Kempski reconoce a continuación que
Wittgenstein, por lo que toca a la percepción y al sentimiento, no ha ne­
gado los procesos anímicos, y que, por tanto, en este aspecto, no puede ser
llamado behaviorista (J. v. Kempski, Brechungen, Hamburg 1964, pá­
gina 259 ss.).
48 Cfr. A pel, Die Entfaltung der csprachanalytischen» Philosophie, p.
270. Apel constata un parentesco de Husserl y Wittgenstein, al menos ba­
jo un aspecto negativo.
86 WlTTCENSTEIN. IJV NEGACIÓN DE t.A KU.O.HOKfA

El problema de la sensación y del dolor.

Aún más enérgicamente que el análisis del comprender y del


significar, la explicación de la sensación y del dolor por
Wittgenstein hace patente la problemática de la idea de los «jue­
gos de lenguaje». La investigación del dolor (el ejemplo de Witt­
genstein son los dolores de muelas) es un tema al que Wittgens­
tein retorna una y otra vez. En las notas que Friedrich Waismann
ha compilado, basándose en conversaciones sostenidas en el año
1929 y siguientes con Wittgenstein, se plantea ya el problema en
conjunto: «Yo no ouedo sentir el dolor de usted» u. El dolor, y
específicamente el físico, no el moral, es evidentemente lo más
:n concordancia con esto, Moritz
en este tiempo conversaba muy
frecuentemente, afirma: «Yo sólo puedo sentir dolor cuando a
mi cuerpo le pasa algo» M. Sin embargo, aparece aquí una dife­
rencia entre el modo de tratar el problema del dolor de Wittgens­
tein y el de los positivistas. Para Schlick se trata ante todo del
problema de la verificación. Los enunciados dotados de contenido
tienen que ser verificados por datos empíricos. Pero precisamen­
te las vivencias que parecen suministrar tales fundamentos, están
siempre restringidas al individuo, y por tanto son privadas y no
universalmente vinculantes. También la argumentación de Wit-
genstein procede de forma parecida. Pero el punto de vista con­
ductor no es para él la verificación, sino el problema de la esci­
sión entre interioridad y exterioridad que aquí sale a luz.

En las Investigaciones filosóficas Wittgenstein se ocupa de


eliminar esta escisión, intentando inicialmente resolver la pro­
blemática emergente con la ayuda de la ¡dea de los «juegos de
lenguaje».

Wittgenstein distingue una «gramática de superficie» de una


«gramática de profundidad».

«En el uso de una palabra se podría distinguir una 'gramática*4


1

44 Cfr. Wittgentein, Schtiften III. Wittgenstein und der Wiener Kreis.


página 49 s.
41 Cfr. Moritz Schlick, Gesammelte Aufsatze, Wien 1938. p. 359.
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 87

de superficie' y una 'gramática de profundidad'. Lo que se nos


graba inmediatamente acerca del uso de una palabra, es su modo
de empleo en la construcción de la sentencia, la parte de su uso,
podría decirse, que se puede aprehender con el oído. Y ahora
compara la 'gramática de profundidad', por ejemplo de la pala­
bra 'significar', con lo que su 'gramática de superficie' nos per­
mitiría conjeturar. No es maravilla que encontremos dificultad en
manejárnoslas» (§ 664).

La 'gramática de profundidad' no es un problema de la sinta­


xis lógica. Como muestra el reenvío al caso de la palabra «signi­
ficar», se trata aquí de la referencia al orden fáctico que se pre­
tende por medio de la palabra. Wittgenstein aduce un ejemplo.
Inmediatamente después de las proposiciones recién citadas pro­
sigue:

«Imagínate que alguien, con la expresión del dolor en su cara,


señalara a su mejilla diciendo 'abracadabra'. Le preguntamos:
'¿Q u é quieres decir?' Y él responde: 'Y o quería decir con esa
expresión «dolores de muelas»'. Tú piensas inmediatamente para t¡
mismo: ¿Cómo se puede con esa palabra 'querir decir «dolores
de muelas»'?» (§ 665).

Wittgenstein responde: Si la palabra «abracadabra» quiere de­


cir «dolores de muelas», es que esto es una definición, no una des­
cripción.

«¿Pero cómo, no puedo entonces decir: 'Con «abracadabra»


quiero decir «dolores de muelas»'? Desde luego que sí; pero esto
es una definición; no una descripción de lo que acaece en mí
cuando profiero la palabra» (§ 665).

En el trasfondo de esta argumentación se encuentra la idea,


ya conocida para nosotros desde el análisis del comprender, de
que no hay ninguna pura interioridad existente para sí. Y ello
implica en este punto que no hay sensaciones que existan para
sí, que estén delante de nosotros como puros procesos psíqui­
cos y a las que con posterioridad proveamos de nombres. Si las
sensaciones fueran un algo que pudiera ser descrito en cuanto
tal, debería ser posible hallar un criterio con cuya ayuda se po­
dría decidir si las sensaciones habían sido descritas y nombra­
88 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

das correctamente. Pero tal comprobación es imposible, no sólo


en el caso de otras personas, sino también en el mío mismo. No
puedo comparar aquí realidad y palabra, pues no hay aquí nin­
guna realidad en el sentido de una presencia neutral y adecua­
damente representable.

Los «enunciados de dolor» son más bien trasposiciones in­


mediatas de manifestaciones inarticuladas de dolor — como eF
gritar o el gemir— en palabras. Y al hacerlo se emplean pala­
bras que se han aprendido en correspondientes situaciones dolo-
rosas. Hartnack presenta de la siguiente manera el estado de
cosas: «La concepción de Wittgenstein es la siguiente: Cuando
un niño tiene dolores en una determinada situación y muestra un
comportamiento de dolor, aprende a través de las observaciones
y preguntas de los adultos a expresar ese dolor: 'Esto hace daño',
'Esto hace ¡ay!', '¿Tienes dolores?'. Esto significa, y éste es el
punto decisivo en Wittgenstein, que se emplea la expresión 'Ten­
go dolores', no como afirmación de un sentimiento de dolor, ni
tampoco como afirmación o descripción de un comportamiento
de dolor, sino como piarte, aunque una parte aprendida, del com­
portamiento de dolor» 4*. Como prueba, cita Hartnack el párra­
fo 244:

«¿Cómo refieren las palabras a las sensaciones? No parece


haber en ello problema alguno; pues ¿acaso no hablamos a dia­
rio de las sensaciones y las nombramos? ¿Pero cómo se lleva a
cabo la ligazón del nombre con el objeto conocido? La pregun­
ta es idéntica a ésta: ¿cómo aprende una persona la significa­
ción de los nombres de las sensaciones? Por ejemplo de la pa­
labra 'dolor'. Esto es posible: hay palabras que están ligadas con
la expresión primitiva, natural de la sensación y que son em­
pleadas en su lugar. Si un niño se hiere, grita; entonces los adul­
tos le hablan y le suministran exclamaciones y después frases.
Enseñan al niño un nuevo comportamiento de dolor. '¿Dices en­
tonces que la palabra 'dolor' significa propiamente el gritar?'
Al contrario; la expresión verbal del dolor reemplaza al gritar y no
lo describe».46

46 Cfr. Justus Hartnak, Wittgenstein un die modeme Philosophie,


Stuttgart 1962, p. 87 s.
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS B9’
La solución ofrecida aquí corresponde al estilo de pensar be-
haviorista. Como en el caso del comprender, el aprendizaje por
entrenamiento juega un papel esencial. Los adultos contribuyen
al niño palabras y proposiciones que éste incorpora de tal modo
que puede ponerlas en juego. El «enunciado de dolor» no es
ninguna afirmación teórica, que debería ser verificada como ver­
dadera o como falsa, sino una comunicación en el sentido de un
indicio, hacia el que el otro puede orientarse. El que exclama y
el que oye se encuentran en un ambiente determinado, que,
como 'juego de lenguaje', ha fijado de tal modo el empleo de
palabras para el dolor que el niño puede realizar esta trasposi­
ción inequívoca del grito en palabra. El aprendizaje tiene por
tanto que ser entendido en este caso del mismo modo que en
el dominio técnico.

Detrás de esta argumentación se halla la siguiente considera­


ción: no hay ningún lenguaje privado, pero sí sensaciones pri­
vadas. En cuanto v o h a b lo de un dolor, me hallo en el mundo
puSTico del lenguaje. Hor el contrario, la sensación en cuanto tal
es algo que sólo Tiene q u e v e r conmigo mismo..Las sensaciones
son evidentemente «juegos privados». Dice Wittgenstein:

«La proposición 'Las sensaciones son algo p riva d o '^ s com­


parable a ésta: 'El juego ge HáCei* solitarios lo juega uno solo'»-
(T538):
Como principio de análisis establece:

«Lo esencial en la vivencia privada no es, propiamente, que


cada cual posee su propio ejemplar, sino que nadie sabe si el
otro tiene también esto u otra cosa distinta» (§ 27 2 ).

Es evidente que las sensaciones, en cuanto privadas, deben


ser algo de naturaleza prelingüística, pues la capacidad de len­
guaje significa para Wittoenstein una universalidad inter-subíe-
tiva. Cuando algo es puramente privado, no es, por definición,
nada lingüístico. Consiguientemente, la expresión lingüística del
dolor debe entenderse como tránsito de lo privado-prelingüís­
tico a lo universal-lingüístico. Como veremos, este tránsito es,
según Wittgenstein, una simple e inmediata trasposición del do-
90 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

lor en palabras, una trasposición que únicamente puede ser rea­


lizada por un proceso de aprendizaje.

Es claro que los intérpretes de Wittgenstein orientados be-


haviorísticamente aceptan esta solución como convincente y libre
de objecciones. Pero Wittgenstein mismo, aunque desde luego
oo la suprime directa y expresamente, la problematiza en gran
medida. Y esto de dos modos: por un lado abre una sima que
me separa a mí y a mi dolor de los otros; por otro, intenta, al
menos por medio de indicaciones, diferenciarme a «mí mismo»
de mi dolor. Pero ambos movimientos, que desde el punto de
vista objetivo se sobreponen, no aportan ninguna solución ver­
daderamente convincente. Por lo demás, no son totalmente ine­
quívocos en su realización.

Hay que tener muy claro al tratar de este problema que el


dolor es un fenómeno complejo. Ya Aristóteles reconoció que
hay dolores que no son soportables. Esto quiere decir concre­
tamente que el cuerpo no está «ajustado» para ellos. Las sen­
saciones son sólo «posibles» para los seres orgánicos (por tanto
también para las personas) dentro de la amplitud de su dispo­
sición orgánica47. Pero precisamente dentro de esta amplitud hay
•diferencias muy esenciales. Desde la exclamación hasta la postu­
ra distanciada frente al dolor. En esta postura distanciada yo no
soy «idéntico» con mi cuerpo, porque y en cuanto yo, como ser
espiritual-personal, me distingo de mí mismo, es decir, de mi
cuerpo. Estos fenómenos han sido ampliamente discutidos en la
filosofía, desde Aristóteles a Sartre48. Wittgenstein no ha cono­
cido, en general, esa explicación. Conforme a su estilo de pen­
sar, quiere interpretar la situación compleja desde su mismidad,
-es decir, desde la propia inmediatez.

47 Cfr. De anima de Aristóteles, en especial el libro II: una luz de­


masiado intensa destruye el ojo, y un ruido demasiado alto destruye el
oido.
48 Sastre ha analizado penetrantemente en su obra L ’étre el le néant
las distintas posibilidades de comportamiento con respecto al cuerpo. Asi.
en el caso de un dolor muy fuerte, el cuerpo puede hacerse tan importante
que yo no soy más que cuerpo; normalmente, en estado de salud el cuer­
po es generalmente «usado de forma instrumental* y no tenido en cuenta
•en cuanto tal.
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 91
También Wittgenstein choca con fenómenos que testifican
inequívocamente que el hombre puede tomar postu-ra frente a
su dolor. Esto lo muestra ya un giro de lenguaje tal como el ci­
tado por Wittgenstein: «Mi dolor cesará pronto»; pero más aún
el hecho de que yo puedo simular dolor. Sin embargo, Wittgens­
tein intenta explicar todos esos fenómenos sin el recurso a un
comportamiento dialéctico del hombre consigo mismo. De este
modo queda finalmente como resultado una coordinación adia­
léctica de diversas posibilidades de comportamientos de dolor.
Aclarémoslo un poco más precisamente.

Wittgenstein reflexiona sobre la siguiente posibilidad:

«¿Q ué pasaría si los hombres no exteriorizaran su dolor (no


gimieran, no contrajeran las facciones, etc.)? Entonces no se po­
dría proporcionar a un niño el empleo de la palabra 'dolores de
muelas'» (§ 257).

Es necesario por tanto que los dolores sean exteriorizados;


de lo contrario, el proceso de aprendizaje no podría iniciarse.
Esto quiere decir, otra vez, que tiene que haber algo que sea
«trasponible» por sí. Pero Wittgenstein, como vimos, había re­
chazado la concepción de que hubiera dolores como procesos
describióles y neutrales, que serían provistos de nombres. Este
rechazamiento lo niega ahora, no ciertamente de una manera ex­
plícita y directa, pero sí implícita e indirectamente: a saber, in­
troduce ahora algo semejante a la ¡dea de dolor en cuanto tal.
Esta introducción le parece justamente necesaria porque sólo a
partir de ella puede explicar las distintas exteriorizaciones del
dolor. Estas distintas exteriorizaciones no están relacionadas unas
con otras, pero todas se refieren al dolor en sí, puesto que to­
das ellas lo expresan.

La exteriorización primera y más usual es la trasposición in­


mediata, ya antes indicada, del grito o del gemido en las desig­
naciones usuales del dolor; es por así decir el «comportamiento
adecuado». El extremo contrario, r>o relacionado de ninguna ma­
nera con él, es la simulación de dolores. Esta simulación repre­
senta una mentira. El mentir es un «juego de lenguaje», nece­
sita ser dominado y por tanto tiene que ser aprendido. Afirma
Wittgenstein:
92 WlTTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

«El mentir es un 'juego de lenguaje' que necesita, como cual­


quier otro, ser aprendido» (§ 249).

Entre ambos «juegos de lenguaje», la trasposición inmedia­


ta y la simulación, no hay ninguna relación objetivo-dialéctica.
Simplemente, el hombre puede, como muestran los hechos, ex­
presar adecuadamente el dolor o simularlo. El simular lo eleva
por encima del animal:

«¿Porqué un perro no puede simular dolores? ¿Es acaso de­


masiado honrado? ¿Se podría enseñar a un perro a simular do­
lores? Se le podría quizá inducir a aullar en determinadas oca­
siones como en el dolor, sin que tuviera dolores. Pero a este
comportamiento, para ser verdadera simulación, le faltaría siem­
pre el contorno adecuado» (§ 250).

La última frase es reveladora. El simular propiamente dicho


hace referencia a un contorno humano y tiene que sér explicado
a partir de él. Pero con ello no se ha puesto todavía en abso­
luto a la vista el punto esencial en el fenómeno de la simula­
ción. Desde luego que la simulación, como el chiste, está calcu­
lado contando con los otros, pero este calcular es una acción
dialéctica que yo pongo en escena; y si puedo ponerlo en es­
cena, es porque yo mismo me coloco, no sólo frente a los otros,
sino frente a mí mismo en un modo de comportarme quebrado,
reflejo. Wittgenstein no progresa hasta estos pensamientos. Una
y otra vez reflexiona sobre el hecho del disimulo, y retrasa la
fecha posible de su aparición hasta el bebé, al preguntar:

«¿N o nos apresuramos excesivamente quizá al admitir que


la sonrisa del bebé no es disimulo? ¿En qué experiencia repo­
sa esta admisión?» (§ 249).

Procedamos a resumir: según Wittgenstein, hay que distin­


guir diversas posibilidades del comportamiento de dolor. La po­
sibilidad fundamental es la trasposición inmediata del gritar o
gemir en modos lingüísticos articulados. Otra posibilidad (en
cierto sentido la posibilidad opuesta) es la postura distanciada
y objetivante hasta el disimulo. Otra posibilidad más sería la
INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 93

«vivencia privada», el dolor no exteriorizado en absoluto. En este


caso, sin embargo, no se podría hablar aún de «juego de len­
guaje», pues tales juegos son siempre manifestaciones determi­
nadas por el entorno, y en tal medida intersubjetivas, aunque
desde el punto de vista material estén estructuradas de mane­
ras muy distintas.

Una y otra vez retorna Wittgenstein a esa diversidad ambien­


tal e intenta esbozar las posibles diferenciaciones. Podríamos
imaginar con respecto al dolor la siguiente forma de vida: po­
dría darse una tribu cuyos miembros aceptarían que los escla­
vos carecían de conciencia y de sentimientos, y que no expe­
rimentaban dolor; que por lo tanto no era necesario que trata­
ran a los esclavos como a personas. «Si uno (de los esclavos)
se hubiera herido mortalmente y gimiera por el dolor, n¡ se apar­
tarían horrorizados ni le llevarían ayuda, sino que pasarían in­
diferentemente junto a la escena (como nosotros al observar que
un objeto anorgánico se ha dividido en dos partes)». Así escri­
be Stegmüller que, apoyándose en Malcolm, destaca esta posi­
bilidad en todo su significado4*. Este significado consiste en que
certeza y justificación son siempre relativos a una forma de vida:
«Lo que los hombres aceptan como una justificación válida, mues­
tra cómo piensan y viven» (§ 325).

No se puede propiamente hacer pasar en modo alguno la


inmediata trasposición de grito en palabra como «adecuada» ex-
teriorización de dolor. Por mucho que pueda parecemos «na­
tural», no es más que una forma de vida entre otras. Pero se­
gún Wittgenstein, todas esas formas de vida, en cuanto se ha­
cen manifiestas en los «juegos de lenguaje», son modos de com­
portamiento que deben ser aprendidos y ejercitados. Esto sig­
nifica que Wittgenstein interpreta también el comportamiento de
dolor y la exteriorización del dolor, a partir de su concepción bá­
sica de los «juegos de lenguaje», que se halla determinada por
la ¡dea del comportamiento dominado y diestro. De sí, hubiera
existido posibilidad de una revisión de esta concepción con oca­
sión del análisis del dolor y de otros «modos quebrados de com­
portamiento». La mentira, el engaño, el disimulo, estos fenóme-4 9

49 Cfr. Stegmüller, Hauptstrómungen..., p. 671 s.


94 W ITTGENSTEIN. I.A NEGACIÓN DE I.A FIIOSOrlA

nos sujetos a examen por Wittgenstein no son primariamente,


como tampoco el dolor, modos de comportamiento que se de­
ban aprender técnicamente por adiestramiento, sino que se fun­
dan en la subjetividad, que se autorefleja al referirse a los de­
más. Está muy lejos de Wittgenstein el explicar estos fenóme­
nos a partir de la subjetividad; su intención es más bien elimi­
nar toda subjetividad.

En las Notas filosóficas (Philosophische Bemerkungen), se en­


cuentra un raciocinio que es revelador para la comprensión
de los análisis del dolor realizados en las Investigaciones filo­
sóficas. Wittgenstein comienza su argumentación con la nega­
ción del yo:

«Un modo de representar propio de nuestra lengua, modo


que conduce a error, es el empleo de la palabra 'yo', especial­
mente donde con ella se presenta la vivencia inmediata. ¿Q u é
pasaría si esa vivencia fuera presentada sin ayuda del pronom­
bre personal?

Así por ejemplo: cuando yo, L. W., tengo dolores de mue­


las, se diría: 'Hay dolores de muelas'. En el caso de otros: 'A. se
comporta como L. W. cuando hay dolores de muelas'. El len­
guaje puede tomar a cualquiera como centro. El hecho de que
me tenga a mí depende de la aplicación. La posición privilegia­
da no puede expresarse» (§ 57 y 58) M.

Sigue la reflexión fundamental de que mis dolores de mue­


las y los del otro tienen, sin embargo, que distinguirse; e inme­
diatamente después se discuten las posibilidades de «trasladarse
dentro» de los otros:

«Yo podría hablar de dolores de muelas (dato de sentimien­


to) en la muela del otro, en el sentido en que fuera posible
sentir dolores bucales en la muela de la otra persona» (§ 63) *°.
Toda la argumentación se basa en la eliminación del yo, y sig­
nifica: si la distinción entre tu dolor de muelas y el mío no pue-

*° Cfr. W ittgenstein, Schriften II, p. 15 ss.


INVESTIGACIONES FILOSÓFICAS 95

de ser interpretada a partir del yo, quizá no parezca inapropiado


fundamentar esta distinción a partir del cuerpo. Wittgenstein
pregunta:

«¿Qué pasaría si yo tuviera dos cuerpos, es decir, si mi


cuerpo constara de dos masas corpóreas (Leiber) separa­
das?» (§ 66) “

Que tales reflexiones son muy especulativas y objetivamente


no contribuyen a un progreso, lo sabe el mismo Wittgenstein.
Pero (y con ello se cierra el círculo) estos problemas no se plan­
tean para encontrar una solución. No son preguntas hechas en
serio, pues de lo que se trata (sea a propósito del comprender
o del dolor) es de problemas filosóficos, problemas inauténticos
y artificiales, y que en cuanto tales exceden ilegítimamente del
campo de los «juegos de lenguaje». Hay que volver de nuevo
a la inmediatez, es decir, abandonar cualquier intento de acla­
ración:

«Nuestro error consiste en buscar una aclaración donde de­


beríamos ver los hechos como 'fenómenos primitivos'. Es decir,
donde deberíamos decir: Se está jugando a este 'juego de len­
guaje'» (§ 654).
CAPITULO III

EL PUESTO DEL ANALISIS DEL LENGUAJE DE WITTGENSTEIN


EN LA HISTORIA CULTURAL

Intentamos como conclusión precisar el puesto ocupado por


el análisis del lenguaje de Wittgenstein en la historia cultural.
Nuestra tesis es que esta analítica del lenguaje ocupa el grado
intermedio en una evolución que conduce del análisis lógico del
lenguaje, tal como fue desarrollado en el positivismo tempra­
no, al establecimiento de la lingüistica científica y del estructu-
rlTísmo, Comenzamos por caracterizar muy brevemente en cuan­
to es exigible para nuestro propósito, los presupuestos funda­
méntales del positivismo lógico, tal como" se han conformado en
el ¿írculo de Viena.

El positivismo parte de la idea de q ue ja investigación de la


naturaleza v de la Sociedad sólo puede ser reivindicada por las
ciencias empíricas y no por la filosofía. La filosofía carece de un
objeto mundano específico. La filosofía tiene la tarea de fun­
dar la ciencia; filosofía es teoría de la ciencia y nada más. Ahora
bien, esta teoría de la ciencia se constituye esencialmente como
«reflexión sobre el lenguaje». Se trata de elaborar un lenguaje
científico, es decir, de poner de manifiesto sus características,
^ ¡ d e a de una ciencia unitaria, que es tan esencial en el positi­
vismo temprano, es dirigida por la intuición de que la ciencia
sólo puede ser una totalidad cuando habla un lenguaje exacto:
el prototipo es, en este período temprano, el lenguaje físico o del
mundo corpóreo, al que hay queTiráducir todos los otros enun­
ciados científicos” . Por su parte, este lenguaje científico tiene.5 1

51 En especial Carnap, «Die physlkalische Sprache ais Universalsprache


der Wissenschaft», en: Erkenntnis, 2 (1931).
7
98 WlTTGKNSTKIN. LA NUGACION DK LA KII.OSOKÍA

que ser lógicamente fundado. La «sintaxis lógica» que desarro­


pa dejde un punto d e ^ is t i " puramente formal las relaciones de
los enunciaaos científicos, es decir su transformación reciprocó
en cuanto «estructura de. una posible ordenación serial' de e M
mentos» (Carnap). es condición fundamental de todo procedi­
miento científico, porque aquí y sólo aquí aparece pura la ¡dea
del lenguaje como auténtico sistema.

Desde un punto de vista tanto histórico como objetivo, es po­


sible probar la existencia de múltiples lazos entre el positivismo
lógico y el desarrollo de la lingüística, especialmente en Am é­
rica; y ello no sólo bajo el aspecto metódico, sino también bajo
el aspecto de la fundamentación. No sólo recurre la lingüística
a teorías que estuvieron muy en el centro en el positivismo, co­
mo la teoría de la comunicación y de la información; ni se li­
mita tampoco a recoger problemas que se hallan relacionados
con la lógica matemática. Su propio movimiento la conduce a
colocar en el centro de su interés la caracterización fundamental
¿el lenguaje destacada una y otra vez por el positivismo: el len­
guaje ofrece un orden sistemático, que es explicable e interpre­
table en sí mismo, sin recurso a una subjetividad reflexiva. La
¡ripa rte esta snhietividad, colocada en el centro de sus análisis
por la filosofía alemana de orientación histórico-cultural-herme-
néutica — de Dilthey hasta Heidegger— en cuanto heredera de
la filosofía clásica, es puesta entre paréntesis por el positivismo
lógico y por la lingüística, ^a que no es esencial para la inves­
tigación del lenguaje. En su lugar aparece en el positivismo y en
la lingüística~un sujeto cuvo comportamiento lingüístico es des-
cribible. El planteamiento behaviorista juega un papel esencial.

Ahora bien, es necesario, si se quiere comprender adecua­


damente el tránsito del positivismo a la lingüística científica, dis-~"
tinguir varias etapas. Como va señalamos, se encuentra al prin­
cipio la idea de la ciencia unitaria y el pensamiento de una
sintaxis lógica que la fundamenta. En contraposición a este plan­
teamiento, se impone la idea de que el hombre, én cuanto ser
[pragmático^ es la clave del análisis del lenguaje. Ahora bien, el
lenguaje en cuanto tal es la forma más esencial de comporta­
miento. Es por tanto necesario describir las'múltiples formas lin­
güisticas de vida. Esta inflexión del positivismo lógico riguroso
KL PUESTO DEL ANÁLISIS DEL LENGUAJE 99

a la analítica filosófica del lenguaje se realiza radicalmente en la


ídea de los «juegos de lenguaje» de Wittgeñstein. Est^ygnjfi^a
una negación inequívoca de la relación de ciencia v lenguaje, re­
lación quetenía una importancia deterrñinante en la primera épo­
ca del positivismo lógico. La postura de Wittgenstein y la analí-
fica tliosSfica^del lenguaje "qué seTundamenta sobre ella son a
su vez (y ello nos parece decisivo), sobrepasados por la
lingüística puramente científica. En ella se acepta totalmente, to­
rnándola del periodo inicial del positivismo, la ¡dea de una siste­
mab a formal, pero trasformada en modo no-filosóficá~~Ésfl^e
hace patente, sobre todo, en que los conceptos «puro» y «empí­
rico», «universal» y «especial» son liquidados de modo carac­
terístico. Se transforman en principios científicos de trabajo, jin
la lingüistica el análisis del lenguaje alcanza de nuevo la cohe­
rencia con la ciencia, que había perdido a manos de Wittqenstein*Si
de los tilósát05~an^ffnoosquele continuaron, precisamente,
ln ^ytahlerér pl lenm ^e cotidiano como centro de ínteres. T3e
este modo, la ciéffciaoeHenqüaíe'le establece hoy como la*di-
mensidm en ¡a cual el lenguaje, en un tiempo que está general­
mente dominado por el principio de la científización, encuentra
su propia tematízación.

Si se contempla esta evolución en su conjunto, se puede de­


cir que algo común se halla presente entre el positivismo lógico,,
tal como fue elaborado de modo especial por el Carnap tempra­
no, la analítica filosófica del lenguaje, pretendida por Wittgens-
teín, y la lingüística. Este rasgo común está contenido en la idea
■de que el lenguaje no es un orden estructural fundamentado a
partir de un sujeto que se comprende a sí mismo. La diferencia
estriba en que ^^oriH vism oJ^jffiaJjTTenosi en>syEg g ^ o ipr¡-
mitivo, entiende' este orden esencialmente como pura sintaxis
fogtcaT^ñientras Wittqenstein v la analítica filosófica del lenguaje
~nrentan~ describirlo como formas de vida y realizaciones d é la
vÍ3a cotidiana. Por el contrario, la idea lingüística de orden no
se deja reducir ni a la pura lógica ni a la cotidianidad empírica;
sino que, concebida en el espíritu de la ciencia moderna, ofrece
una unión original y característica de ambos conceptos.

Intentamos ahora aprehender de un modo un poco más con­


creto esta evolución que hemos presentado en sus rasgos funda-
•7
100 WlTTGENSTEIN. LA NEGACIÓN UE LA FILOSOFIA

mentales. Hay que observar que, históricamente, las transiciones


no son nunca inequívocas; a lo que, en nuestro caso, se añade
el hecho de que la evolución se halla aún hoy en curso M.

En el positivismo se ha impuesto ampliamente la concepción


de la semiótica de Charles Morris. Morris distingue entre sintaxis,
semática~y pragmática: «syntactics as the study of the formal
relations of signs to another... semantics as the study of the re-
lations of signs to the object to which the signs are applicable...
pragmatics as the study of the relations of signs to interpreters»
(«sintaxis como el estudio de las relaciones formales de los sig­
nos entre si... semántica como el estudio de las relaciones d é lo s
signos al objeto al que los signos son aplicables... pragmática
como el estudio de las relaciones de los signos a las oérioñas
que los interpretan») ^ Estos tres puntos de vista están unidos
entre sí: de tal modo que cuando se destaca solamente uno de
ellos, se lleva a cabo un aislamiento artificial. Tal aislamiento el
completamente lícito bajo determinados aspectos científicos, pero,
sin embargo, tan sólo los tres enfoques permiten la visión del len­
guaje en cuanto totalidad; o, mejor dicho, la visión del compor­
tamiento lingüístico.

El comportamiento en cuanto tal es caracterizado por Morris,


en el sentido del pragmatismo americano, como determinado por
intereses vitales. Es por tanto, posible y necesario admitir moda­
lidades significativas, junto a los juicios de constatación, también
los enunciados valorativos, o enunciados en los cuales se expre­
san necesidades. Más esencial es, sin embargo, para Morris el
hecho de que el comportamiento lingüístico es entendido, en el
sentido del behaviorismo, como un proceso empíricamente cons­
tatare. El sujeto emplea signos en el sentido de un comporta­
miento reactivo habitual. Hay que entender los signos como estí­
mulos desencadenantes, y, por tanto, como señales por medio *

52 La ojeada ofrecida en este punto se queda necesariamente en lo


esencial. Esto vale ya para el mismo término «lingüistica». Este concepto
se usa aqui esencialmente como contraposición a análisis filosófico del
lenguaje. Un esbozo de la lingüistica del presente en H. Hórmann, Psycho-
logie der Sproche, Berlín 1967.
** Cfr. Charles Morris, Foundalions of the Theory of Signs, p. 6
(Foundations o f the Unity of Science, Volume I, Number 2, Chicago 1938).
EL PUESTO DEL ANALISIS DEL LENGUAJE 101

de las cuales se dirige el comportamiento. El comportamiento lin­


güístico, por lo tanto, no es descifrado desde el interior, por me­
dio de una reflexión inteligente que le acompañe paso a paso,
sino simplemente observado desde fuera.

I^a división de la semiótica, propuesta por Morris, ha sido


ampliamente recogida en~~él positivismo. Pero esta acogida no
significa sin más una aceptación de la primada decisiva (para
Morris) de la pragmática. Para Camqp. al menos en principio, la
valoración queda propiamente invertida. Aunque la sintaxis no es
el único modo de considerar el lenguaje sin embargo, es ella,
y no la pragmática, elúnico esencial. Si consideramos el proble­
ma desde el ángulo de"lá"investigación concreta, puede ser muy
adecuado colocar la pragmática como concepto central de la se­
miótica; pero tomando en cuenta la teoría de la ciencia como
conjunto, ello es inadmisible. Se muestra aquí, otra vez, la ten­
dencia básica del positivismo inicial: el lenguaje es interesante
tan sólo como lenguaje científico; existe esencialmente sólo como
sistema, y un sistema se puede encontrar únicamente allí donde
se estructura un cálculo artificial, es decir, donde se prescinde del
^ n ific a d o mundano^dejas^pajabras v también del sujeto <yje

Con este problema de la distinta valoración de los tres puntos


de vista bajo los cuales el lenguaje puede ser considerado, están
ligadas otras cuestiones. Ante todo la cuestión de si una investi­
gación filosófica del lenguaje tiene que proceder empíricamente
o «a priori». Todos esos problemas son enormemente complica­
dos. Es cierto que en las presentaciones esquemáticas de la evo­
lución del positivismo se encuentra la indicación de que las tres
disciplinas de la semiótica pueden ser cultivadas como ciencias
empíricas o como ciencias puras. Y de la misma manera aproble­
mática se anuncia que la semiótica puede ser estructurada como
semiótica específica o universal, reposando la distinción entre am­
bas en que la semiótica específica analiza o construye los lengua­
jes individuales, mientras la semiótica universal investiga concep­
tos que corresponden a todos los sistemas semánticos. Pero un
estudio más preciso del desarrollo de la semiótica hace patente
que ambas subdivisiones son radicalmente problemáticas.
En efecto, el principio original del análisis del lenguaje en el
102 WlTTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA riLOSOHA

positivismo está montado sobre la convicción de que un estudio


filosófico del lenguaje por su misma esencia no puede ser empí­
rico. Un estudio empírico del lenguaje por la lingüística sólo es
posible sobre el fundamento de un análisis puro del lenguaje. En
la obra Sintaxis lógica del lenguaje explica Carnap que esta
sintaxis no sólo puede servir al análisis lógico y a la teoría de la
ciencia, sino también al análisis del lenguaje verbal, y a propó­
sito de ello dice: «El procedimiento hasta ahora usual de análisis
directo de los lenguajes verbales fracasó necesariamente del mis­
mo modo que fracasaría un físico que quisiera desde un principio
referir sus leyes a las cosas, piedras, árboles, etc.f que encuen­
tra delante» M. Las modalidades sintácticas de los distintos lengua­
jes pueden ser presentadas e investigadas (dice Carnap, inequí­
vocamente), de modo óptimo por comparación con un lenguaje
artificial que sirva de sistema de referencia: «Por tanto, la mo­
dalidad sintáctica de un determinado lenguaje, p. ej. el alemán,
o de determinadas clases de lenguajes verbales, o de un lengua­
je parcial determinado perteneciente a un lenguaje verbal, podrá
ser presentada e investigada de modo óptimo por medio de la
comparación con un lenguaje construido que sirva como sistema
de referencia» M. Carnap ha mantenido siempre esta primacía de
la pura teoría lingüística. Esto se hace patente cuando se cae en
la cuenta de la razón por la que Carnap ha revisado en sus traba­
jos tardíos su primera opinión y ha^oncedido a la pragmática un
peso mayor. Ello' sucede, como aparece en ei articulo del año
1955 On So me Concepts of Pragmatics58, a partir de la con­
vicción de que es posible una pragmática pura. Tal pragmática
es la doctrina de los modos lingüísticos de comportamiento, que
primero tienen que ser desarrollados en un sistema formal y tan
sólo después coordinados a los datos behaviorísticoS.

La acentuación por parte de Carnap de la primacía de la pura


teoría no es característica para la evolución u lterior, en cuanto
ésta~se"Vialla marcada por los principios de la analítica del len­
guaje que depende de Wittqenstein. La ¡dea del lenguaje cien­
tífico universal es abanoonaaa en peneTicio de un análisis de los

M Cfr. Carnap, Logische Syntax der Sprache, p. 8.


M Cfr. Carnap, op. cit.
" En: Phil. StudieS V I (1955) p. 89 ss.
EL PUESTO DEL ANÁLISIS DEL LENGUAJE 103
distintos universos lingüísticos. Ejlo significa que los tres puntos
>3 ? ^ sobre el lenguaie — sintaxis, semántica y pragmática— de-
ben ser tenidos en cuenta, pues los tres son determinantes en
el lenguaje viviente. Ca sintaxis, esto es, la estructura gramatical
de un lenguaje viviente, implica ya un determinado concepto
del mundo/ y éste se expresa igualmente en la semántica y en la
pragmática. Semántica y pragmática coheren, por su parte, de la
manera más íntima: las significaciones de las palabras de un len­
guaje viviente no se dejan establecer unívocamente «a priori»
y de una vez por todas. No hay «significados puros», los signi­
ficados se muestran tan sólo en el uso de las palabras, que es el
objeto de la pragmática.

Con esta inflexión hacia los lenguajes concretos se entrelaza


el hecho de que la distinción entre lenguaje-objeto y metalengua-
je se hace problemática. Cuando el lenguaje &p p re s e n ta r o m o
juego (por hablar con Wittgenstein), no puede ser adecuadamen­
te aprehendido desde un punto de vista que se halle fuerad e
.ese juego. El lenguaje en cuanto lenguaje no excluye la ¡dea de
construcción; es una cosa muy posible construir «juegos de len­
guaje», el cálculo precisamente es un «juego de lenguaje» cons­
truido. Pero bien se trate de un lenguaje natural o artificial, úni­
camente el hablar realizado muestra el sentido, el significado y
el alcance de un lenguaje. Ahora bien, si el acceso a un lenguaje
sólo puede ser alcanzado por el entrenamiento concreto, enton­
ces la idea de un metalenguaje coordinado y supraord¡nado a
ese lenguaje se hace problemática. Aparece aquí de forma clara
que no es viable el establecer el concepto «metalenguaje» como
un concepto fijo, que dentro del positivismo tuviera siempre una
idéntica validez. El metalenguaje desempeña en el primitivo po­
sitivismo un papel de ayuda para la construcción del cálculo, es
decir, del lenguaje científico buscado. El metalenguaje es concre­
tamente el lenguaje cotidiano, en el que se estructura el cálculo
artificial. El lenguaje cotidiano, el lenguaje en el que uno se mue­
ve, se establece entonces como lenguaje primitivo y propio; cuan­
do a este lenguaje se lé coordina un metalenguaje, éste último,
al parecer, sólo puede ser una reflexión del lenguaje real pre­
cedente. Y aquí se insinúa la pregunta, si semejante reflexión es
necesaria, y si le puede convenir, objetivamente, un significado
que sobrepase el lenguaje concreto.
104 WlTTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFIA

Si se repasan las respuestas a esta pregunta como han sido


desarrolladas en la lingüística científica, constatamos que los in­
vestigadores lingüísticos, generalmente, en oposición a Wittgens-
tein, opinan que una teoría abstracta no es de ningún modo su-
perflua. Concediendo que no se aprende la propia lengua por
medio de esa teoría, sin embargo, no sólo el investigador lin-
güstico, sino el mismo sujeto que habla puede siempre adoptar
una relación refleja hacia su propia lengua. Puede reflexionar so­
bre su estructura y, sobre todo, existe la posibilidad del «trasla­
darse» desde la lengua propia a otras extrañas. Pero este trasla­
darse puede solamente realizars si y en cuanto no sólo cada
lenguaje tiene que ser iluminado en busca de su orden inmanen­
te, para hacerlo trasparente, sino también cuando en la compara­
ción recíproca entre lenguajes se establece relación con una po­
sibilidad lingüística universal, que se halla en el fondo de todos
Jos lenguajes concretos.

Este es el paso decisivo, por el que la lingüística, apartán­


dose" de Wittgensteín, recoge de nuevo el primitivo planteamien­
to positivista: que es posible y necesario desarrollar una estruc-
tura sistemática ge orden en el lenguaje por la configuración de
una teoría del lenguaje universal. Esta teoría juega un papel
eléncial en la traducción. Las traducciones descansan en gran me­
dida en un análisis estructural de los lenguajes naturales; este
análisis hace de nuevo intervenir a la lógica matemática y se sirve
finalmente del computador: las máquinas electrónicas de traducir
traducen un texto de una lengua en otra partiendo del uso ope-
rativo-slntáctico de las palabras. Ahora bien, semejante teoría ge­
neral del lenguaje sólo puede tener sentido para las traducciones
si se halla en referencia constante a las lenguas empíricas en
cuanto «lenguajes de salida». Esta referencia no contradice a la
idea de un orden sistemático. Pero el punto decisivo en este mo­
mento es que tanto la distinción entre consideración pura y em­
pírica del lenguaje, como la distinción entre consideración obje­
tiva y subjetiva, han sido allanadas en gran manera. Y esto quiere
decir que la posibilidad, a pesar del encadenamiento a un len­
guaje determinado, de remontarse por la reflexión sobre ese len­
guaje y ponerlo en relación con otros, se interpreta en la direc­
ción de una «filosofía trascendental», pero esa «filosofía
trascendental» pretendida no se fundamenta en un sujeto intem­
El. PUESTO DEI. ANÁI.ISIS DEI, LENGUAJE IOS

poral; la «dimensión trascendental» tiene que ser por su parte


ganada por la constante referencia al material empíricamente in­
vestigare.

La problemática que hemos presentado aparece muy claramen­


te en las investigaciones de Jerry A. Fodor y Jerrold J. Katz.
Ambos investigadores se vuelven por una parte contra los aná­
lisis positivistas del lenguaje y por la otra, contra la filosofía del
lenguaje cotidiano. El positivismo se ocupa, sobre todo, en el
análisis del lenguaje,*~del análisis de las proposiciones y conclu­
siones. Va detrás de la sintaxis lógica y destaca con razón la l¡-
bertad en la que las lettguas científicas tienen que ser construi­
das: se persigue aquí una «gramática libre de contexto». Pero
a.mbo» investigadores manifiestan también que incluso cuanooel
positivismo desarrolla una teoría semántica del significado, per­
manece decisivamente el prejuicio de que un lenguaje es un sis­
tema formalizadle de modo unívoco. Este prejuicio trae comqjcon-
secuencia que los lenguajes artificiales, como idealizaciones puras,
proporcionan el canon para el enjuiciamiento e investigación de
los lenguajes naturales. Ahora bien, precisamente los conceptos
elementales de los lenguajes formales son inaplicables inmedia­
tamente a los lenguajes naturales. La teoría positivista del len-
guaje naufraga en e¡_escollo de la realidad de los lenguajes em­
píricos. Pero la filosofía del lenguaje cotidiano no ayuda aquí
tampoco, porque no se ocupa en absoluto de una teoría formal.
Se pasa por alto en este punto cuán determinado se halla incluso
el lenguaje cotidiano por un orden que debe ser sistemáticamen­
te aprehendido. La filosofía del lenguaje cotidiano desarrolla cier­
tamente teorías del uso de las palabras, pero no da información
alguna sobre la forma de las reglas que determinan este uso.
El significado del uso, o del mal uso, de las reglas permanece
oscuro, porque uno se abandona a la famosa intuición del com­
prender. Pero si ambas teorías fracasan, es necesario (opinan am­
bos investigadores), establecer una nueva teoría, que ni se sus-
traiga al control empírico (como el principio positivista) ni nieoue
la posiDilidad de auténticas teorías de carácter general (como
hace la filosofía del lenguaje cotidiano). La nueva teoría del len­
guaje debe recoger lo positivo oe ambos planteamientos: del
positivismo la comprensión para la necesidad de la formal ización,
y de la filosofía del lenguaje cotidiano la atención para las pe-
106 WlTTCENSTKIN. I.A NEGACIÓN DE I.A FILOSOFÍA

culiariedades del uso del lenguaje. En la introducción a la im­


portante obra conjunta The Structure of Language. Readings ir»
the Philosophy of Language, afirman ambos investigadores: «La
teoría del lenguaje implícita en el trabajo usual en el campo de
la lingüística trata de problemas que han ocupado tradicional­
mente a los filósofos del lenguaje, pero al hacerlo escapa tanto
de los prejuicios del positivista sobre la estructura del lenguaje
y de sü falta de controles empíneos, como de la exhortación ¡lí­
ala del filósofo dePlenguajé o7dinario a juzgar intuitivamen­
te y de su orientación asistemática. Proporciona así una alterna­
tiva real a las teorías del lenguaje que se encuentran en las
escuelas del positivismo y de la filosofía del lenguaje ordinario,
aunque participa del interés por la formalización característico de
la primera y de la atención a los detalles del uso característica
de la segunda» 57.

Este planteamiento nos parece extraordinariamente revelador,


qu e fe n él se muestra úri rasgo fundamental de la moderna teo­
ría de la ciencia^ Es necesario esbozar un esquema ordenató'rio
deneral de los conceptos directivos, a partir qei cual se pueda
dirigir la iiiveSTlaaciófi empírica: EriciHiliduius también un plan-
teamiento correspondiente, por medio del cual se elimina la se­
paración unívoca de los conceptos «puro» y «empírico», en la
moderna sociología y en la moderna física. De modo sobresa­
liente ha presentado Manfred Bierwisch este estado de cosas para
la lingüística: «Una serie de principios metódicos, que se han
impuesto en las ciencias exactas, se han hecho también indispen­
sables para la lingüística. Ante todo se ha hecho patente que los
conceptos y representaciones ingenuos, generalmente fundados
en la intuición inmediata, que dominan a menudo en las ciencias
humanas, son insuficientes e incluso engañosos. Estructura pro­
funda, reglas de transformación, características semánticas son
conceptos tan abstractos y ligados a teorías como p. e¡. el átomo
de masa, el electrón o el campo dé gravitación de la física, el
gene, la mutación y la sinapsis de la biología. Frente al modo de5 *
1

51 Cfr. A. J. F odor y J. J. K atz (ed.), The Structure of Language, En-


glewood Cliffs 1964, p. 18.
Esta obra, en especial, los artículos por Noam Chomsky, proporcionan
una excelente introducción a la lingüistica americana.
EL PUESTO DEL ANÁLISIS DEL LENGUAJE 107
pensar tradicional, ello exige dos cambios decisivos. En primer
lugar, los conceptos y enunciados lingüísticos no pueden ser ya
formulados o definidos directamente con los medios del lenguaje
cotidiano. Alcanzan su sentido preciso solamente dentro del con­
junto de la teoría, que, en cuanto totalidad, debe aprehender el
dominio objetivo. Sólo dentro del marco de la teoría gramatical
pueden ser comprendidos con suficiente precisión términos como
morfema, regla" sintáctica, significarlo, palabra o proposición... En
segundo lugar, los conceptos teóricos no pueden ya ser apiicados
de modo simple e inmediato a las observaciones concretas. Más
bien les corresponden a veces relaciones abstractas y unidades -
teóricas que no son accesibles a ninguna observación directa. Su
legitimidad resulta únicamente del hecho que sólo con su ayuda
se puede estructurar una teoría que esclarece constelaciones y fe­
nómenos complejos de la realidad» “ .

Esta ¡dea que se ha ido imponiendo en la lingüística, de que


al lenguaje ordinario hay que preponerle una teoría desde la
cual se puedan comprender los universos lingüísticosj dados, en
su ordenación, se impone más y más en el presente como posi­
bilidad esencial de una investigación científica del lenguaje. Plan­
teamiento paralelo encontramos también en la antropología. Inten­
taremos ilustrarlo por referencia a la antropología estructural,
como ha sido desarrollada en especial por Claude Lévi-Strauss.

El estructuralismo parece haber llegado a ser hoy justamente


una moda, Se da asi una consideración estructural del arte, pero,
sobre todo análisis estructurales de la vida social, p. ej. una teo­
ría estructural de la ideología. Desde luego que sería precipitado
si se quisiera afirmar algo definitivo sobre este movimiento, que
de ninguna manera está ya cerrado. Sin embargo, nos parece muy
apropiado referirnos a él precisamente en esta situación. Pues en
el estructuralismo sale a luz clarísimámente un pensamiento que
ha determinado al positivismo en todas sus fases y también la
concepción de Wittgenstein de los «juegos de lenguaje»: a saber,
que se dan ordenaciones que deben ser investigadas como tales,
en su funcionalidad, sin que estas ordenaciones deban ser acla­
radas desde un sujeto que se comprenda a sí mismo. Más bien se5 8

58 Cfr. M. B ierwisch, «Strukturalismus, Geschichte, Probleme und.


Methode», en: Kursbuch 5 (1966), p. 17-753; el texto citado: p. 147 s.
108 WITTGENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

trata del caso inverso: el hombre se halla determinado por esas


ordenaciones. Lo esencial del planteamiento de la antropología
estructural consiste, por lo tanto, en el hecho de que se intenta,
apoyándose en el estructuralismo lingüístico, beneficiar sistemas
válidos e interpretar a partir de ellos el comportamiento humano.
Uno de los objetivos básicos de Lévi-Strauss es, precisamente,
mostrar el nexo que existe entre la lingüística estructural y la
antropología estructural. Citamos un pasaje revelador tomado de
un artículo que lleva el título: «El análisis estructural en la lin­
güística y en la antropología». Al principio, Lévi-Strauss muestra
en una ojeada histórica que en el pasado la antropología y la
lingüística procedieron con una relativa independencia mutua;
manifiesta a continuación que la situación en este aspecto ha ex­
perimentado un cambio radical y ofrece un corto esbozo del es­
tructuralismo lingüístico recurriendo al lingüista Trubetzkoi: «El
surgimiento de la fonología ha cambiado radicalmente la situa­
ción. No sólo ha renovado las perspectivas lingüísticas, puesto
que un cambio de tales proporciones no se limita a una sola es­
pecialidad. La fonología debe jugar para con las ciencias sociales
-el mismo papel renovador como p. ej. la física nuclear para el
■ conjunto de las ciencias exactas. ¿En qué consiste esta revolución,
si intentamos verla en sus rasgos más generales? El célebre maes­
tro de la fonología, N. Trubetzkoi, nos puede proporcionar la res­
puesta a esta pregunta. En un artículo programático, reduce, bre­
vemente expresado, el método fonológico a cuatro pasos básicos:
la fonología pasa al principio del estudio de los fenómenos lin­
güísticos conscientes a su infraestructura inconsciente; rechaza el
tratar las expresiones como entidades independientes y funda­
menta sus análisis más bien en las relaciones entre expresiones;
introduce el concepto de sistema: 'La fonología actual no se limi­
ta a la declaración de que los fonemas son siempre miembros de
un sistema, sino que muestra sistemas fonológicos concretos y
destaca su estructura'; finalmente, apunta al descubrimiento de
leyes generales, que o son halladas por inducción o son deduci­
das lógicamente, lo que les presta un carácter absoluto»

Añadimos inmediatamente una segunda cita que caracteriza la

58 Claude L évi-Strauss, Strukturale Anthropologie, Frankfurt 1967, pá­


gina 45 s.
EL PUESTO DEL ANÁLISIS DEL LENGUAJE 109

estructura como la realidad objetiva que no está sometida a las


oscilaciones históricas superficiales: «De todos los fenómenos so­
ciales, únicamente el lenguaje parece hoy ser adecuado para una
investigación verdaderamente científica que elucide el modo cómo
se ha formado y prevea determinadas modalidades de su evolu­
ción posterior. Estos resultados han sido obtenidos gracias a la
fonología, y precisamente en la medida en que ésta ha sabido
alcanzar realidades objetivas, por encima de los fenómenos his­
tóricos, siempre poseídos con conciencia superficial. Estas reali­
dades se componen de sistemas de referencia, que a su vez son
el resultado de la actividad inconsciente del espíritu. Se pone por
tanto el problema: ¿se puede proponer una reducción semejante
para otros fenómenos sociales? En caso afirmativo, ¿conduciría
el mismo método a iguales resultados? Y si contestáramos positi­
vamente esta segunda pregunta, ¿podríamos decir entonces que
las distintas formas de la vida social son esencialmente de la mis­
ma naturaleza: sistemas de comportamiento que son siempre pro­
yecciones de leyes universales que rigen la actividad inconsciente
del espíritu en el plano del pensamiento consciente y social?» ".

Lévi-Strauss responde afirmativamente a esta pregunta. Pero


no por motivos especulativos, sino por vía de la investigación
etnológica-antropológica concreta. El método de esta investigación
es revelador, en cuanto hace presente hasta qué punto se pres­
cinde aquí de un comprender inmediato e intuitivo del material
antropológico. Este consiste, desde el punto de vista etnoló­
gico, ante todo en los mitos que presentan rasgos comunes, aun­
que aparezcan, vistos geográfica e históricamente, sin relación
entre ellos. Lévi-Strauss, como él mismo dice, manipula esos mi­
tos en el laboratorio. Los divide en elementos, que se llaman mi-
temas, a los que corresponde un significado análogo al de los
morfemas y fonemas de la lingüística. Así se dan, por citar algu­
nos ejemplos, las relaciones mitológicas fijas: arriba-abajo, ma­
dre-hijo, hombre-tierra. Estos conceptos relaciónales son modelos
de comportamiento humano. Esto quiere decir, y ello tiene un va­
lor decisivo, que a los antropólogos estructurales no les interesa
los contenidos de los conceptos antropológicos singulares, sino
únicamente la relación mutua de estos conceptos. Estas relaciones

*® L évi-Strauss , op. cit. p. 71 s.


110 WlTTCENSTEIN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

son precisamente las estructuras, que son relativamente estables


y están en la base, en cuanto leyes, no sólo de las sociedades
primitivas, sino también de las modernas.

La investigación científica np es por lo tanto idéntica en modo


alguno con la simple observación de eventos temporales de ca­
rácter casual. Desde luego que la compilación «¡n loco» del ma­
terial empírico es necesaria y constituye el primer paso, pero la
elaboración del material es Cínicamente posible con la ayuda de
una teoría. La fabricación de esa teoría y sobre todo su aplicación
al material, que se presenta en efecto muy diferenciado, tiene ne­
cesidad de los métodos exactos de la matemática y de la lógica
simbólica: «Para poder resolver el problema de la objetividad,
que se le impone a la antropología por la necesidad de un len­
guaje común para la traducción de una experiencia social hete­
rogénea, la antropología comienza a dirigirse a la matemática
y a la lógica simbólica. Nuestro vocabulario usual, en cuanto pro­
ducto de nuestras propias categorías sociales, es de hecho insu­
ficiente para formular experiencias sociológicas totalmente distin­
tas» M.

Es necesario decir que la antropología estructural se distingue


en muchos aspectos de los planteamientos que hemos puesto de
manifiesto con anterioridad. Aquí el objetivo no es la elaboración
de una sintaxis lógica, como en el positivismo temprano, ni la
descripción de los «juegos de lenguaje», como en el Wittgens-
tein tardío; el objeto no es ya el lenguaje en cuanto tal, sino las
estructuras antropológicas de conjunto. Lévi-Strauss realiza una
ampliación significativa, que reposa en una postura previa de
carácter filosófico y psicológico, cuando presenta la estructura
como «infraestructura inconsciente». La retrogradación de la es­
tructura al dominio de lo inconsciente significa, desde el punto
de vista objetivo, que se ha abandonado toda construcción cons­
ciente de sistemas, como la intentada por el positivismo tempra­
no y f Wittqeñsteln: y i efecto, el positivismo temprano (p. gi.
(ÜarnapT había calificáclo al cálculo como una convención libre/y
Sfegún Wittgenstein se puede muv bien inventar determinados
«juegos de lenguaje». Pero justamente por medio de esa retro-

41 L évi-Strauss, op. cit. p. 394.


EL PUESTO DEL ANÁLISIS DEL LENGUAJE 111

gradación que realiza Lévi-Strauss, aparece inequívocamente el


pensamiento básico que determina la evolución que hemos es­
bozado: a saber, que lo único esencial es el sistema de referen­
cia, cuya validez funcional se fundamenta en el hecho de que las
conexiones, a través de las cuales únicamente se produce «sen­
tido», son realmente «objetivas». Precisamente en esta absoluta
posición de lo «objetivo», el modo de pensar que determinó en
conjunto la tendencia positivista de la evolución entra en un es­
tadio decisivo. No se trata ya, como en los inicios del Círculo
de Viena, de verificar los hechos singulares como datos obje­
tivos. De esa inclinación a lo dado, el pensamiento se ha liberado
ampliameñfepor la conversión al lenguaje. Lo «positivo» no es
ya ninguna singularidad sensible, sirio fa función estructural. A
¿fia mstamenfe le corresponde el rasgo básico efe lo positivo? el
ser independiente de la subjetividad autoreflexiva; lo positivo
no necesita ser mediado por ella, que, si no una ficción, es al
menos algo secundario; lo positivo reposa en sí mismo privado.
de toda reflexión.

Interrumpimos aquí esta referencia al estructuralismo y para


concluir intentamos caracterizar de nuevo, por medio de una com­
paración clarificadora, el puesto oue el Wittaenstein tardío ocupa
en la evolución que íTemos presentado. No es nuestro intento
identificar simplemente a Wittgenstein conráíguna de las posicio­
nes esbozadas: positivismo temprano, lingüistica o estructuralis-
mo. Por el contrario, ya indicamos repetidamente que VVit^ieñs-
tein ocupa una posición especial. No es ya .un positivista logico^y,
por otro lado, se halla muy lejano del «método científico» déla
lingüística y del estructuralismo. Wittaenstein quiere describir for­
mas de vida, y éstas, en Cuanto «Juegos de lenguaje», nó son n i
lógicamente deducibles ni eludibles con la ayuda de una teoría
general. Pera comprenderlas, es necesario participar en ellas. La
posición especial de Wittgenstein descansa (hay que decirlo en
primer lugar), en el hecho de que conscientemente quiere per­
manecer en la superficie:

«La filosofía se limita simplemente a poner todo delante de


nosotros, y ni explica ni deduce nada. Puesto que todo se halla
a la vista, no hay tampoco nada que explicar. Pues lo que está
escondido, por ejemplo, no nos interesa» (§ 126).
112 WlTTGENSTEÍN. LA NEGACIÓN DE LA FILOSOFÍA

Precisamente por esta vía ha acertado Wittgenstein a descri­


bir, como intentamos mostrarlo, el lenguaje «público» actual, téc­
nicamente regulado y carente propiamente de trasfondo.

En un segundo aspecto (que se halla en contraposición con


el primero) le corresponde aún a Wittgenstein una posición espe­
cial. Wittgenstein no se queda en la superficie; por el contrario,
filosofa con apasionada y a menudo contrapuesta intensidad,
mientras descubre constantemente nuevos problemas. Esto quie­
re dec[L-qus-x n cuanto Wittgenstein es siempre filósofo, debe
d istinguírsele siempre del principio y del fin de la evolución, del
positivismo lógico- por un lado v de la lingüistica v del es'tructu-
ralismo por el otro, pues todos estos planteamientos quieren es­
tablecerse como ciencia, de ningún modo como filosofía (enten­
dida aquí como un trato con los problemas que es incapaz de ser
concluido). El positivismo lógico, la lingüística y el estructuralis-
mo han encontrado su reconocimiento precisamente a causa de
esa exclusión de la filosofía. Los análisis de la sintaxis lógica y
las cuestiones de teoría de la ciencia con ella relacionadas tienen
su puesto dentro de la lógica matemática, que se ha constituido
como ciencia propia junto a la filosofía. Y apenas puede dudarse
de que la lingüística y el estructuralismo tienen delante un «futu­
ro científico».

El reconocimiento de que a Wittgenstein le corresponde un


puesto especial, no puede conducir a pasar por alto el hecho de
que se encuentra, no obstante, dentro de una evolución objeti­
va. Ella le marca mucho más de lo que él mismo se imagina, pues
se halla evidentemente convencido de pensar en su aislamiento
sólo a partir de sí mismo. Y esta evolución se halla precisamente,
si atendemos a lo esencial, marcada por la negación de la sub­
jetividad autoreflexiva.

Con esta constatación no quiere ponerse en duda de ninguna


manera el inmediato efecto filosófico q ue Wittgenstein ha ejer­
cido en sus partidarios y alumnos en Oxford y Cambridge. Pero
esos alumnos han malínterpretado a Wittgenstein o. para formu­
larlo más cautamente atendiendo a la polivalencia de Wittgens­
tein. lo han interpretado desde una posición fija al pretendei
fundar nuevamente una filosofía a partir de los «juegos de len­
EL PUESTO DEL ANÁLISIS DEL LENGUAJE 11S

guaje»; pues afirman, en efecto, que el lenguaje es la determi­


nación fundamental envolvente y, en cuanto tal, el principio de
toda filosofía Esta interpretación se halla en oposición a WÍtt-
genstein que quería negar absolutamente la filosofía.

Aunque esta negación, vista desde el ángulo existencia l-sub-


jetivo, puede brotar de la tendencia de Wittgenstein a la apro-
blematicidad, ingenuidad e inmediatez, sin embargo, considera­
da objetivamente, tiende a una destrucción del pensamiento bá­
sico del que parte la filosofía occidental, de Sócrates a Sartre,
a saber, que el hombre sabe, que preguntando por sí mismo y
por el mundo puede actuar sobre sí y sobre el mundo. Witt­
genstein no ha acertado a eliminar totalmente la subjetividad,
porque y en cuanto filosofa. Pero a este filosofar se opone el
resultado fáctico de su pensamiento. Este resultado lo expresa
el mismo Wittgenstein al afirmar que los «juegos de lenguaje»
son fenómenos inexplicables y solamente constatables, de los que
únicamente se puede decir que se juega a ellos. Con tales enun­
ciados contribuye Wittgenstein al establecimiento de un funcio­
nalismo positivista, cuyo rasgo distintivo es la carencia de refle­
xión dialéctica del hombre sobre sí mismo.

“ Que el recurso al lenguaje, especialmente al lenguaje cotidiano,


pueda suministrar un fundamento seguro para la filosofia, es desde luego
cuestionable. Ayer, en su lección inaugural en Oxford («Philosophy and
Language», 1960), ha manifestado que la investigación del uso del lengua­
je no es suficiente para la aclaración de los problemas objetivos. En: A.
J. Ayer, The Concept o f a Person and other essays, Londres, 1963.
INDICE

Páginas

PROLOGO .......................................................................=■................. 5

CAPITULO PRIMERO
Traetatus logico-philosophicus ....................................................... 9

Presupuestos comunes de Wittgenstein y del Círculo de Viena.


El estilo de pensar de Wittgenstein.—La teoría de la «imagen
representativa» (Abbild).—El lado objetivo de la relación:
el mundo.—El lado subjetivo de la relación: la imagen.
La destrucción del sujeto que piensa de manera refleja.
Lo inexplicable como lo místico.—La extemporánea separación
de vida y ciencia.

CAPITULO SEGUNDO
Las tlnvestigaciones filosóficas* ...‘ ............................................. 55
Para un enjuiciamiento actual de las «Investigaciones filosó­
ficas».—Tendencias divergentes en las «Investigaciones filo­
sóficas.—La idea de los «juegos de lenguaje».—Cuestionabili-
dad de la idea de los «juegos de lenguaje».—El problema del
«comprender» (Verstehen) y del «significar» (Meinen).—El pro­
blema de la sensación y del dolor.

CAPITULO TERCERO
El puesto del análisis del lenguaje de Wittgenstein en la
historia cultural .......................................................................... 97

También podría gustarte