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Índice
ABREVIATURAS ............................................................................... 9
PRÓLOGO, Celia Amorós Puente .................................................... 11
1. Razón pura y razón práctica avant la lettre .......................... 11
2. Un rodeo por el pendant británico de «la razón práctica: en la
senda de la autonomía» ..................................................... 15
3. De la razón como autonomía ............................................ 26
AGRADECIMIENTOS ......................................................................... 33
CAPÍTULO I.—EL LENGUAJE DE LA DIVERSIDAD .................................... 35
CAPÍTULO II.—PRESUPUESTOS ONTOLÓGICOS. REVISIÓN Y CRÍTICA DE
LAS POSICIONES TRADICIONALES ................................................. 43
II.1. Fundamento real y fundamento lógico ........................... 43
II.2. Método matemático y método metafísico ....................... 48
CAPÍTULO III.—ALCANCE DE LOS PRESUPUESTOS ............................... 57
III.1. La necesidad de los límites ............................................ 57
III.2. Hacia una fundamentación real ......................................... 63
III.3. El diseño de otra metafísica ............................................. 69
III.4. La necesaria aspiración moral y política ............................ 78
CAPÍTULO IV.—NUEVOS PRESUPUESTOS SOBRE LA FORMA Y LOS PRINCIPIOS
DE LO SENSIBLE Y DE LO INTELIGIBLE ........................................... 85
IV.1. Prolegómenos de la Dissertatio de 1770 ......................... 85
IV.2. La tarea propedéutica: diferenciar lo sensible de lo inteli-
gible ............................................................................ 96
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8 ÍNDICE
Abreviaturas
[10]
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Prólogo
[11]
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[12]
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ría del contrato social así como una descripción del estado de natu-
raleza pre-rousseaunianos.
Si se nos permite una interpretación retrospectiva, podríamos
afirmar que la distinción entre uso teórico y uso práctico de la razón
en el sentido kantiano se encuentra esbozada en Poullain de la Barre,
que escribe un Traité pour l’éducation des filles dans les sciences et dans
les moeurs (1674)6. Instituye así la doble dimensión en que la razón
debe ser metódica y crítica, y entendemos que en esta institución
consiste la actitud ilustrada. Por su parte, Luisa Posada hace referen-
cia críticamente a la interpretación de Ursula Pia Jauch acerca de la
distinción entre los sexos en la antropología kantiana, que podría re-
sumirse en «El hombre es, la mujer debe llegar a ser». La contextua-
liza en la reconstrucción que esta autora lleva a cabo de la «filosofía
de las damas en los siglos XVI y XVII», en la que la antropología de los
sexos de Kant podría ser asumida «como una versión más de esa fi-
losofía contra la Academia que, en estos siglos, se presenta como re-
volucionaria alternativa al saber esclerotizado en las escolásticas en-
señanzas» de la misma. Este género filosófico se relaciona con «la
filosofía popular» alemana que habría arrancado de «la modernidad
cartesiana» y tendría como objetivo «una divulgación del saber tan
próxima al bon sens» que sería la adecuada «para las mentes femeni-
nas no deformadas por la Escuela». Sería esta «voluntad anti-Aca-
démica» lo que convertiría «la unidad entre la sensibilidad y el en-
tendimiento (en) un ideal». Y este ideal vendría prefigurado, de
acuerdo con Posada, en una razón que, como la femenina, ha esta-
do menos expuesta a las deformaciones y perturbaciones de los pre-
juicios que acompañan al saber transmitido en las Escuelas de la
época.
Sin embargo, la concepción de cuño ilustrado de Poullain de la
Barre a favor de las féminas pronto encuentra su deriva romántica,
como nos lo expone Posada, en filósofos como Humboldt o Schiller.
En esta deriva romántica, tan poco favorable a las mujeres-pues ha
existido lo que en otra parte hemos llamado «misoginia romántica»
—no podemos dejar de ver, una vez más, la política patriarcal como
política de tierra quemada: los tesoros epistemológicos que nos adju-
dicaba Poullain de la Barre se nos devalúan y trivializan. Y lo que po-
dría ser— en alguna medida lo fue de hecho-plataforma de vindica-
ción para las mujeres como paradigmáticas portadoras del bon sens se
——————
6
Hay traducción castellana de Ana Amorós, Poullain de la Barre, De la educa-
ción de las damas, Cátedra, Feminismos. Clásicos, 1993.
[13]
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——————
7
Cfr. Fraisse, Geneviève, Musa de la razón, Cátedra. Col. Feminismos,
1991.
[14]
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[15]
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——————
9
Henry N. Brailsford, Shelley, Godwin y su círculo, traducción de Margarita Vi-
llegas, México, Fondo de Cultura Económica, 1986, pág. 30.
10
Vindication of the Rights of Men, en J. Todd (ed.), Mary Wollstonecraft. Politi-
cal Writings, Londres, W. Pickering, 1993.
11
Cfr. Isabel Burdiel, Prólogo a su edición de Mary Wollstonecraft, Vindicación
de los Derechos de la Mujer, Ediciones Cátedra. Instituto de la Mujer, Feminismos.
Clásicos, 1994.
[16]
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[17]
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——————
13
Cfr. Mary Wollstonecraft, Vindicación de los derechos de la mujer, Edición de
Isabel Burdiel, Cátedra. Instituto de la Mujer. Feminismos. Clásicos, 1994, pági-
na 174. Subrayado de Wollstonecraft.
14
Ob. cit., pág. 101.
15
N. Armstrong, Deseo y ficción doméstica, Madrid, Cátedra. Col. Feminismos,
1991.
[18]
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[20]
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——————
25
Ibíd., págs. 108-109.
26
Ibíd., págs. 133-134.
27
Ibíd., pág. 191.
[21]
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[22]
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Considera que «la distinción sexual en la que han insistido con tanto
ardor los hombres» es «arbitraria». Así, «lo que se caracteriza como
modestia femenina... sólo será el velo artificioso de la perversidad,
en lugar del reflejo natural de la pureza, hasta que no se respete la
modestia de modo universal». La consideración de las distinciones
sociales como arbitrarias arrastra, por coherencia lógica, una estima-
ción del mismo orden para la diferencia sexual. Y la misma exigencia
de coherencia entraña la inmoralización de los poderes ilegítimos que
las mujeres ejercen mediante tretas y artimañas, homologándolas «a
la autoridad ejercida por los favoritos de los monarcas absolutos, que
(los) obtienen por medios degradantes»31.
Como lo hicieron las mujeres en la Revolución Francesa, Wolls-
tonecraft resignificará el lenguaje revolucionario aplicando la carga
denostativa de los términos peyorativos con que los revolucionarios
interpelaban a l’Ancien Régime para irracionalizar el poder patriarcal.
Así, «cabe esperar, afirmará, en este siglo de las luces, que el derecho
divino de los maridos, como el derecho divino de los reyes»32 pueda
ser racionalmente contestado.
La vocación universalista del proyecto ético ilustrado es para
nuestra filósofa incompatible con «reglas que no se deduzcan directa-
mente de la verdad» y hagan, en consecuencia, de la virtud una mera
«convención».
Una de las vindicaciones clave de Wollstonecraft en su Vindica-
ción de los derechos de la mujer es la del principio de individuación
para las féminas. Ineludible si es que va a poder considerarse a las
mujeres como sujetos morales. Y fundamental si se tiene en cuenta
que ese «moralista parcial» que es Rousseau pretendía hacer de la
unión del hombre y la mujer una «unidad moral». Aderezaba esta pe-
culiar concepción con metáforas políticas como la de que «la mujer
manda» y «el hombre gobierna», poco en consonancia con los plan-
teamientos republicanos del teórico de «la voluntad general». Nues-
tra filósofa, desde su sentido común, se preguntaba cómo podría
arreglárselas la mujer «cuando su marido no está siempre a mano
para conducirla con su razón», dado que «ambos juntos forman un
solo ser moral». Lo que ocurre, más bien, afirma, es que «los dos se-
xos se corrompen o se perfeccionan mutuamente». El «unum moral»
que propone Rousseau tiene además, para las mujeres, consecuencias
jurídicas nada inocentes, pues «hacen del hombre y su esposa» una
unidad absurda y luego, mediante el paso sencillo de considerarlo a
——————
31
Ob. cit., pág. 335.
32
Ibíd., pág. 160.
[23]
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——————
33
Ob. cit., pág. 318.
34
Ibíd.
35
«De la razón inerte a la razón meritoria», XIV Conferencias Aranguren 2005,
en Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política, CSIC, Madrid, enero-junio 2006.
36
Ob. cit., pág. 273.
37
Ibíd.
[24]
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——————
38
Ob. cit., pág. 250.
39
Ob. cit., pág. 336.
40
Tema desarrollado por Hume y por el propio Kant.
41
Ob. cit., pág. 337.
42
Ob. cit., pág. 390.
[25]
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——————
43
Ob. cit., págs. 333-334.
44
Ob. cit., pág. 337.
[26]
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evidencias dadas. Para que la razón se pregunte por sus propios lími-
tes ha debido previamente generar el hábito de ponerse a prueba me-
diante la contrastación de lo dado con sus exigencias. Ha requerido
una experiencia que llevara al límite sus posibilidades de irracionali-
zación. Esta experiencia límite es la crítica feminista, la del prejuicio,
como lo vio Poullain de la Barre, más duro de roer. Así pues, nos va-
mos a permitir poner en boca de una mujer las tres célebres pregun-
tas kantianas:
Este libro de Luisa Posada nos ha dado las respuestas para estas
preguntas. Porque es una feminista ilustrada y una autoexigente aca-
démica.
Gracias, Luisa, por este trabajo tan riguroso, tan sugerente, que
sólo podía haber escrito quien ha embarcado tanta carga epistemoló-
gica, ética y política en ese barco kantiano destinado a ir «de Portugal
a Brasil».
——————
49
Cfr. Carol Pateman, El contrato sexual, ob. cit., cap. VI.
[31]
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Agradecimientos
[33]
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CAPÍTULO I
El lenguaje de la diversidad
——————
4
J. M. Navarro Cordón, Método y metafísica en el Kant precrítico, Anales del Se-
minario de Metafísica núm. IX, Madrid, Universidad Complutense, 1974.
5
E. Fink, Todo y Nada, Buenos Aires, trad. de Editorial Sudamericana, 1964.
6
J. Arana, Ciencia y metafísica en el Kant precrítico (1746-1764), Una contribu-
ción a la historia de las relaciones entre ciencia y filosofía en el siglo XVIII, Serie Filoso-
fía y Letras núm. 61, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1982.
7
Ver en este sentido, J. L.Villacañas Berlanga, La formación de la Crítica de la
Razón Pura, Valencia, Universidad de Valencia, 1980; en especial, págs. 102 y sigs.
8
Para una detallada periodización del pensamiento kantiano hasta 1770, véase
H. Vaihinger, Kommentar zur Kants Kritik der reinen Vernunft, Stuttgart, edición en
2 vols. de 1922, reeditado en Aalen, Scientia, 1970; vol. 1.º, págs. 49-50.
[38]
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——————
9
Träume; Weischedel, 962-3, para las dos ediciones citadas en nota (1) / (A,
115-6). /AK, Bd.II, pág. 370-1./ La ordenación de las páginas de la 1.ª edición origi-
nal de 1766 (referida como A), y recogida por Arthur Warda en Die Druckschriften
Immanuel Kants, Wiesbaden, 1919 (pág. 21, Nr. 41-43), es la utilizada por Weische-
del en su edición en 12 tomos ya mencionada aquí en nota 1 (véase Bibliografía).
[42]
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CAPÍTULO II
Presupuestos ontológicos. Revisión y crítica
de las posiciones tradicionales
II.1. FUNDAMENTO REAL Y FUNDAMENTO LÓGICO
Cuando en 1763 se publica el Ensayo para introducir el concepto
de magnitudes negativas (desde ahora, Versuch) Kant afronta un pro-
blema de aparente orientación dogmática, a saber: el principio de
existencia. Sin embargo, desde el inicio de su lectura, el Versuch plan-
tea tal problema desde una forma de hacer que en poco o nada nos re-
cuerda a los escritos de la más estricta raíz dogmática.
Al hilo del análisis del texto, Kant rechaza la intelección de la exis-
tencia como un predicado de x, para establecer la más radical afirma-
ción de que la existencia de x es la posición absoluta del mismo. Por lo
tanto, cualquier intento de fundamentar la existencia de x en algo que
no sea su real posición, habrá de ser desechado, al menos —y con todas
las cautelas al respecto— en tanto que fundamento real de su existencia.
En los textos mismos la distinción entre lo que Kant llama Real-
grund y el logischer Grund supone una llamada a algo hasta entonces
no considerado por el dogmatismo en torno al tema de la existencia,
a saber: la experiencia, verdadera piedra de toque de la nueva orien-
tación del pensamiento metafísico en Kant.
Kant establece, al clarificar el concepto de magnitudes negativas
en general, que lo oposición es dual: bien lógica por la contradicción,
bien real, esto es, sin contradicción1. La primera oposición consiste en
——————
1
...ist zwiefach: entweder logisch durch den Widerspruch, oder real, d.i. ohne Wi-
derspruch; Versuch, ed. citada, pág. 783 (Erster Abschnitt), corresponde a la edición
A., 3, 4. / AK., Od. II, pág. 169 / La ordenación de las páginas de la primera de las
dos ediciones originales de 1763 (referida como A) está también recogida de la edi-
ción de Weischedel utilizada aquí.
[43]
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causas actuantes, por el cual una anula el efecto de la otra por una
oposición real»13.
Kant toma como ejemplo la relación entre el frío y el calor; sin
duda, el frío es la negación del calor; pero, sin duda alguna también,
aquél puede darse sin necesidad de un fundamento positivo, en este
caso, de lo contrario (esto es, el calor). Kant alude aquí a la teoría
(que él adjudica a Von Meusschenbroek), según la cual el frío y el ca-
lor en un cuerpo responden a un estado de equilibrio entre ambos
polos, que, bien puede inclinarse hacia uno u otro, o bien mantener-
se en esa relación equilibrada que hace que el cuerpo mantenga una
temperatura intermedia (templada). Y, tras disertar brevemente sobre
los cuerpos magnéticos (citando a tal efecto nombre como Matthias
Bel, Boerhave, Jacobi y Alpinus14, y concluir que Galileo, Huyghens,
Torricelli, Guericke y Newton «nos han dado la llave para los gran-
des misterios de la naturaleza»15) Kant apunta que «El efecto negati-
vo y positivo de las materias, sobre todo en la electricidad, ocultan
toda consideración de importantes exámenes; y una feliz descenden-
cia a cuyos hermosos días nos asomamos, esperamos que reconocerá
las leyes generales de aquello que, en el presente, se da todavía con
una unanimidad equívoca»16.
Con estas palabras, por lo demás y más allá de su importancia teó-
rica, claramente ilustradas, entra Kant a abordar, ya en el tercer apar-
tado del Ensayo algunas consideraciones que permitan preparar la
utilización del concepto de magnitudes negativas para objetos de la
sabiduría del mundo17.
Nos interesa aquí especialmente de esta tercera parte la distin-
ción que se establece entre fundamento lógico y fundamento real de
algo. En este sentido, Kant no hace sino ahondar la distinción esta-
blecida ya en el primer apartado entre la oposición en su doble con-
sideración, lógica y real. Efectivamente, al igual que la oposición
puede ser considerada en estos dos aspectos, Kant señala que todo
transcurso (suceso) es un origen negativo en tanto que suprime
algo positivo que está ahí dado de manera efectiva. Y, tanto para su-
primir este algo efectivo como para establecer algo nuevo (positivo)
a partir de ahí, todo suceso precisa de un fundamento real (Real-
grund).
——————
13
Versuch, pág. 797.
14
Versuch, págs. 797-800.
15
Versuch, pág. 801
16
Versuch, pág. 801.
17
Versuch, págs. 801-811 (Tercer apartado), corresponde a A.38, 39-57.
[46]
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——————
40
Untersuchung, pág. 764 (parágrafo 3).
41
Untersuchung, pág. 765.
42
Untersuchung, pág. 767.
43
Untersuchung, pág. 768.
44
Untersuchung, pág. 770.
45
Untersuchung, pág. 768
[55]
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[56]
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CAPÍTULO III
Alcance de los presupuestos
ral, de las tendencias del mismo tipo que aparecen a lo largo del XVIII17.
Sin embargo, como también se ha señalado ya, detrás de la crítica
aparentemente frívola de Kant a los dones de clarividencia de aquel
físico, que declara al final de su vida haber tenido ciertos encuentros
con Cristo y que funda en 1743 la Iglesia de la Nueva Jerusalén (re-
chazada, por cierto, por la Iglesia en la dieta de 1769), se aborda
aquí otro problema más espinoso y complejo con un profundo ri-
gor crítico: ¿acaso las pretensiones de la metafísica tradicional —las
de Leibniz o Wolff, incluidos— valen más que estas ensoñaciones de
Swedenborg?
Cuando Kant se refiere a Leibniz y, en concreto, a su concepción
monadológica, añade líneas como las siguientes: «A veces es necesa-
rio alertar al pensador, que anda por senderos equivocados, acerca de
las consecuencias, para que sea más precavido frente a los fundamen-
tos por los cuales se ha dejado ensoñadoramente (träumend), en cier-
to modo, conducir»18.
Hay, pues, que advertir o alertar, incluso asustar (erschrecken) al
pensador, concretamente al metafísico como Leibniz, para que su
imaginación no se desboque, al modo de la de Swedenborg. Si la
cuestión sigue siendo la unión, y cómo ésta es posible, entre lo espi-
ritual (el alma) y lo material (el cuerpo) —cuestión ciertamente
abierta por el cartesianismo— cabe plantearse, en palabras del propio
Kant, «¿Cuán misteriosa nos resulta la comunidad entre un espíritu
y un cuerpo?»19
Leibniz habla creído solucionar estos problemas de raíz cartesiana:
Leibniz decía que este fundamento interno de todas sus rela-
ciones externas y transformaciones [se refiere aquí Kant a las de los
elementos últimos de la materia] es debida a la imaginación. Cual-
quiera ve por sí mismo que, aun cuando se conceda a los elemen-
tos más simples de la materia la capacidad de alguna oscura repre-
sentación, no se sigue de ahí propiamente ninguna facultad de
imaginación, porque muchas sustancias de tal tipo, unidas en un
todo, jamás llegan a poder formar una unidad efectivamente pre-
sente20.
versos seres humanos cada uno tiene su propio mundo, hay que sos-
pechar que sueñan, puesto que:
cuando observamos a los arquitectos de la mayoría de los mundos
del pensamiento [...] los cuales construyen el orden de las cosas,
como el caso de Wolff, con escaso material de la experiencia y con
abundancia de conceptos abstraídos, o a aquellos que, como Cru-
sius, elaboran por medio de magia algunos dichos sobre lo pensa-
ble y lo impensable de la nada, deberíamos tener paciencia hasta
que estos señores hubieran terminado de soñar32.
Aquí tenemos ya, nada más comenzar este apartado, una prime-
ra y ciertamente dura crítica de Kant a la metafísica en la que él mis-
mo ha sido educado. Tanto los filósofos de la metafísica wolffiana
—a los que califica de Träumer der Vernunft(soñadores de la razón)—,
como a los que siguen a Crusius —a quienes denomina Träumer der
Empf_ndung (soñadores de la sensación)33— son meros arquitectos del
aire, de la nada, puesto que anteponen sus previas concepciones de la
realidad al único material sólido para una edificación bien hecha,
esto es, a la experiencia.
El apartado en cuestión amplía esta crítica, para concluir que es-
tos pensadores, al igual que los perturbados (bien sean visionarios,
bien embriagados) sitúan el objeto a considerar fuera del sujeto ha-
ciendo de aquél un simple focus imaginarius34 en el que, ni por aso-
mo, se trata en verdad del objeto real, sino más bien del sueño mis-
mo del sujeto que toma como realidad lo que es puro producto de su
proyección subjetiva. Y —concluye Kant— el lector bien puede, a
raíz de lo dicho en el apartado anterior, tomar a los visionarios «en lu-
gar de como medio-habitantes del otro mundo, lisa y llanamente
como candidatos al hospital, con lo cual toda investigación ulterior
queda desechada»35. Si bien esto es así, la consideración acerca de los
filósofos a que Kant ha llegado obliga a «indagar en el cerebro calen-
turiento de los fanáticos engañados, con ayuda de la metafísica, los
misterios»36. Y ello, como parece evidente señalar, porque Kant ha
llegado a un punto en el que se ven puestas en tela de juicio, no me-
ramente las ensoñaciones de un visionario cualquiera como podría
ser Swedenborg, sino las mismas suposiciones de una metafísica que,
——————
32
Träume, pág. 952 (A., 59).
33
Träume, pág. 952 (A., 59).
34
Träume, pág. 957 (A., 68-69).
35
Träume pág. 959 (A., 72).
36
Träume, pág. 959 (A., 72).
[67]
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tos kantianos parecen sugerir. Así, en el texto que nos ocupa de los
Sueños, se habla de las sensaciones como aquel basamento imprescin-
dible para la edificación de un sólido conocimiento, lo que cierta-
mente supone un cambio de dirección importante respecto de la fi-
losofía dogmática tradicional. Pudiera ser que se trate de una de
tantas esporádicas influencias empiristas, que, como sostiene la obra
de Riehl, en nada modifican la constancia de la orientación wolffia-
na y dogmática de Kant en ese período anterior a la KrV. O, pudiera
ser también, que, como defiende Villacañas Berlanga, la influencia de
Hume en la obra de Kant sea bastante más temprana de lo que éste
reconoce, con lo que «Lo que dice Kant no es falso, pero lo es en su
orden» (cronológicamente, se entiende)44.
Posiblemente la visión más acertada haya que recogerla de nue-
vo del profesor Navarro Cordón, quien indica que en la obra de
1766, esto es, en los Sueños, los límites de la razón vienen dados
desde fuera de la razón misma, precisamente por los datos de la ex-
periencia, y habrá que esperar a la KrV para que dichos límites se
comprendan como límites connaturales de la propia razón: «Los
Träume, en resumen sólo pueden pre-figurar las definitivas solucio-
nes de la KrV en cuanto su insuficiencia renueva la urgencia del
problema en Kant» 45. Y, si bien esta última conclusión se refiere a
la relación entre los Sueños y la KrV, y no tanto a la polémica in-
fluencia de Hume en Kant por las fechas que nos ocupan, diremos
que aquella conclusión nos parece trasladable en su totalidad a esta
cuestión, entendiendo así que hay en el momento, que el texto de
los Sueños representa, una cierta influencia pre-figurada de Hume,
si bien ésta no se verá plenamente desarrollada —y, ello implica
también, kantianamente transformada— hasta las fechas de la KrV.
diremos también, en orden a documentar estas afirmaciones, que,
.adelantándonos un tanto en el análisis del texto que nos ocupa
(precisamente por esa necesaria documentación de lo que se de-
fiende), Kant afirma en la segunda parte de los Sueños, refiriéndose
al saber acerca de las cuestiones espirituales, que tendremos que es-
perar hasta que quizá en el mundo futuro puedan ser establecidos
nuevos conceptos acerca de las fuerzas, todavía ocultas para noso-
tros, de nuestro propio ser pensante por medio de nuevas experien-
cias46. Así, pues, en los Sueños, los límites de la razón, del conoci-
miento, son establecidos desde fuera, y más bien parecen límites
——————
44
Villacañas Berlanga, ob. cit., pág. 103.
45
Navarro Cordón, ob. cit., págs. 104 105.
46
Träume, pág. 987 (A., 123-124).
[70]
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——————
70
Navarro Cordón, ob. cit., pág. 103.
[79]
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——————
71
Arana, ob. cit., págs. 181 y 190.
[80]
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——————
72
Villacañas Berlanga, ob. cit., pág. 96.
73
Nos estamos refiriendo a la obra de Lucien Goldmann, Mensch, Gemeinschaft
und Welt ín der Phílosophie Inmanuel Kant, Zurich, Europa Verlag, 1945 (y cuya
traducción al castellano se denomina Introducción a la filosofía de Kant, traducción
de J. L. Etcheverry, Buenos Aires, ed. Amorrortu).
74
Goldmann, ob. cit. pág. 32.
75
Goldmann, ob. cit., pág. 81.
[81]
01 Razon y conocimiento.qxd 16/6/08 16:36 Página 82
——————
77
Träume, pág. 945.
78
Träume, pág. 946.
[83]
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[84]
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CAPÍTULO IV
Nuevos presupuestos sobre la forma
y los principios de lo sensible
y de lo inteligible
[85]
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teria y que incluso tiene una realidad propia como el primer funda-
mento de posibilidad de toda la ordenación de ésta»6.
Así, pues, aquí tenemos claramente explicitada la vocación new-
toniana en el pensamiento de Kant, que quedará todavía más clara-
mente formulado al final del escrito, cuando Kant se refiere a la im-
posibilidad de aceptar el concepto de espacio de «muchos de los más
actuales filósofos, en especial de los alemanes»7, en abierta alusión a
las doctrinas leibnizianas. En las primeras páginas de este texto, Kant
señala que comúnmente se habla de la ordenación de las cosas por re-
lación al cuerpo propio: así, en lo que se refiere a la situación izquier-
da o derecha de los objetos que nos circundan, en la disposición de
los fenómenos naturales —tales como los cuerpos celestes o los con-
ceptos de Norte y Sur en lo relativo a los vientos (citándonos aquí
Kant a Mariotte)—, hasta llegar, en este repaso general, a las acciones
tan cotidianas (al menos, en el momento en el que Kant escribe)
como las de subir o bajar del caballo, o localizar fisiológicamente el
corazón8.
Pues bien, contra estas comúnmente aceptadas ordenaciones de
cuanto nos rodea, Kant quiere establecer que el fundamento real
de aquellas no descansa en la disposición y/o situación de las partes de
los cuerpos con respecto a otros, sino que se trataría de una relación
respecto del espacio, entendido como absoluto, tal y como lo com-
prenden algunos científicos9. Destaquemos aquí el término empleado
por Kant, que hemos traducido por científicos: Messkünstler haría re-
ferencia al infinitivo alemán messen, esto es, medir o calcular, unido
a Künstler, que viene a definirse en castellano como artesano. Así,
pues, Kant se refiere a aquellos «artesanos o profesionales en el me-
dir o calcular»; sin duda la referencia a Newton puede resultar obvia,
por lo que nos hemos permitido hablar de científicos, aun cuando el
término utilizado en alemán no sea propiamente tal (en este caso,
habría de utilizarse Wissenschaftler). ¿Es fortuita la utilización de un
término como éste? Pensamos que no. Si bien podría atribuirse sim-
plemente esta expresión a una nota más del uso un tanto arcaico y
dieciochesco de la lengua alemana en Kant, cabría también plante-
arse la posibilidad —posibilidad avalada por la reiteración con la
que tal término se sigue utilizando en el texto— de que Kant pre-
tende diferenciar consciente y tajantemente aquellos filósofos prefe-
——————
6
Gegenden, pág. 994.
7
Gegenden, pág. 1000.
8
Gegenden, págs. 995-997.
9
Gegenden, págs. 997-998.
[88]
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——————
10
Gegenden, pág. 999.
11
Gegenden, pág. 999.
12
Gegenden, pág. 999.
13
Gegenden, pág. 999.
14
Gegenden, pág. 1000.
15
Gegenden, pág. 1000.
[89]
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Bien vemos, pues, en este escrito que Kant se separa de las ense-
ñanzas leibnizianas, al menos en lo relativo al espacio. Se habían tra-
ducido ya en 1765 los Nuevos Ensayos de Leibniz, y es probable que
Kant los hubiera leído, por tanto, en 1768, fecha datada para el pe-
queño ensayo aquí comentado16. Mas hay que apuntar aquí que una
interpretación usual de la Dissertatio de 1770 hace hincapié en la in-
fluencia de Leibniz en esta obra17, e, incluso, en el claro dogmatismo
leibniziano que gravita en todo este período de 1768 y 1770 acep-
tando algunas secundarias influencias empiristas18. Sin embargo, nos
parece evidente aceptar ya en este período de 1770, la influencia em-
pirista en el espíritu y la letra kantianas, máxime cuando el propio
Vaihinger sitúa ya dicha influencia entre 1760-1764 (Influencia em-
pirista de Hume)19, lo que hace difícil imaginar una fase ulterior del
desarrollo intelectual kantiano, como es la de la Dissertatio, en la que
tal aceptada influencia desaparezca o sea totalmente obviada.
Ya en interpretaciones sobre el período que nos ocupa se resalta,
a finales del siglo XIX la necesidad de considerar el poderoso impacto
de Hume sobre Kant en el período inmediatamente previo a 177020;
pero, también sobre dicha etapa kantiana, estudios ulteriores, sin
oponerse a tal evidencia, reclaman el cariz dogmático-leibniziano, y
no humeano de la Dissertatio, aduciendo que, de no ser así, temas ta-
les como el de la causalidad habrían obtenido tratamientos bien dis-
tintos en esta obra, amén de que en aquella se palparía una descon-
fianza hacia la va de conocimiento intelectual y metafísico que en
absoluto puede atribuirse a tal texto21.
——————
16
Los Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano de Leibniz fueron traduci-
dos y publicados por Raspe en 1765, en la edición de las Oeuvres philosophiques lati-
nes y françaises de feu M. Leibniz, setenta años después, por tanto, de su elaboración
por Leibniz en 1695. (Puede consultarse en castellano la versión preparada por J.
Echeverría Ezponda para la Editora Nacional/Biblioteca de la Literatura y el Pensa-
miento Universales núm. 20/2.ª ed. de 1983).
17
Vaihinger, ob. cit., vol. I, pág. 49 (remitimos a la periodización hecha por
Vaihinger del proceso intelectual kantiano, referida en la nota del capítulo I del pre-
sente trabajo).
18
Ver Riehl al respecto, Der philosophische Kritizismus, en 2 tomos, Leipzig
1876; en concreto, nos referimos al tomo I, págs. 265 y sigs.
19
Vaihinger ob. cit., ibíd.
20
Ver, a tal efecto, la obra de Paulsen, Versuch einer Entwicklungsgeschichte der
kantischen Erkenntnistheorie, datada en Leipzig, 1875.
21
Efectivamente, en 1958 Reich, sin negar la influencia que la lectura de Hume
tuviera en Kant en el período previo a 1770, sí rechaza tajantemente una lectura de
la Dissertatio en tal sentido (en su obra über die Formen und díe Prinzipen der Sinnen
und Geisteswelt, concretamente en su Introducción a ésta, pág. VllI, edición de Félix
Meiner Verlag, Hamburgo, 1958).
[90]
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——————
25
Kant, carta a Bernulli, fechada el 16 de noviembre de 1781, en edición AK.,
10/277-8 (el subrayado es nuestro).
26
Recordemos que M. Herz es el mentor de la Dissertatio en la lectura pública
de dicha obra
27
Carta fechada por Kant el 7 de junio de 1771, ver edición de la AK., 10/98.
28
Nos referimos al texto de la «Reflexión 5037 de Kant, A los comienzos vea
esta doctrina como en penumbra. Intentaba cono toda seriedad probar proposicio-
nes y sus contrarios, no para establecer una doctrina sobre la duda, sino (para) des-
cubrir dónde resida una ilusión del Entendimiento.El año 69 me dio una gran luz».
Reflexión datada por Adickes en ob. cit. entre 1776-78, y que hace referencia direc-
ta al escrito de la KrV, e, indirecta, a los años de la Dissertatio que nos ocupa.
[92]
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——————
29
A tal efecto, baste reseñar los Nuevos Ensayos de Leibniz; las Reglas o el Dis-
curso de Descartes; o, desde otra versión, el Ensayo del conocimiento humano, de Loc-
ke. Desde posiciones aparentemente antagónicas, se mantiene en todos estos pensa-
dores la objetividad del espacio.
30
Hay que decir aquí, sin embargo, que Philonenko resalta que esta interpreta-
ción kantiana del concepto de espacio en Leibniz no deja de ser discutible, dado que
el verdadero Leibniz no dice tal cosa; en L’Oeuvre de Kant, ed. Vrin, tomo I, 1975
(págs. 87, nota 98).
31
Ver la interpretación de J. Arana, ob. cit., en tal sentido, en pág. 190 (desde
donde dice: «a partir de 1769 Kant inicia claramente una trayectoria que le lleva al
sistema crítico».
[93]
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——————
37
A. Guzzo, Kant Precrítico, Florencia, Ed. Valleco, 1929, pág. 144.
38
Reich ob. cit. (ver nota 159) en su Introducción.
39
Ruze, Kant Bedeutung auf Grund der Entwicklungsgeschichte seiner Philosop-
hie, zum 100 jährigen Gedenktage des Erscheinens der KrV, Berlín, en ed. Carl Druc-
kers Verlag, 1881.
40
Esta línea interpretativa puede hallarse en la obra de Fang J. Das Antino-
mienproblem im Enstehungsgang der Transzendentalphilosophie, tomo I de Kant In-
terpretationen, Münster, Verlag Regensberg, 1967, en concreto, ver las págs. 47-49,
74 y sigs.
41
Villacañas Berlanga, ob. cit. citas de las págs. 95-96 y pág. 103, respectiva-
mente.
[95]
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lenguaje tan claro y directo que haga que, al menos su forma de ex-
presión, pueda resultar un tanto dogmática:
In composito substantiali, quemadmodum Analysis non ter-
minatur, nisi parte quae non est totum, h.e. SIMPLICI: ita Synt-
hesis non nisi toto quod non est pars, i.e. MUNDO (En el com-
puesto sustancial, así como el análisis no termina sino en la parte
que no es un todo, es decir, en lo SIMPLE, así también la síntesis
no termina sino en el todo que no es parte, es decir, en el MUN-
DO)43.
——————
49
Dissertatio, págs. 56/61
50
Al respecto, Goldmann, Introducción a la filosofía de Kant, ed. Amorrortu
Editores, traducción de José Luis Etcheverry, Zurich, 1.ª ed. Europa Verlag, 1945.
[99]
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del uso real del intelecto, tendrá como característica el que abstrae de
todo lo sensible, pero no es abstraído de lo sensible, «y será mejor de-
cir que es concepto abstrayente que abstracto». Por lo cual es más
aconsejable llamar a los conceptos intelectuales ideas puras y (llamar)
abstractos a los que se dan empíricamente63.
Esta discusión sobre las connotaciones del término abstracto
puede, en una primera lectura, parecer algo secundario e irrelevante
para la clarificación del texto kantiano. Sin embargo, una aproxima-
ción más detenida a tal texto nos hace pensar que entender estas ma-
tizaciones, no como un mero juego semántico, sino en su total y ra-
dical significación filosófica, implica asumir, en algún sentido, el
verdadero significado que Kant pretende conferir, de aquí en ade-
lante, a los conceptos intelectuales o ideas puras frente a los concep-
tos dados empíricamente o ideas abstractas. Y, lo más importante,
implica también comprender cuál y porqué es el verdadero campo
de la metafísica el de los primeros: los conceptos intelectuales surgi-
dos del uso real del intelecto —recordemos que «por la propia natu-
raleza» de éste— son conceptos abstrayentes. ¿Qué quiere decir tal
término? Abstraer, en principio, y según el común entendimiento
del término, significará algo así como ir más allá de los datos del co-
nocimiento sensible hasta la formación del concepto que, prescin-
diendo de tales datos, les confiere sin embargo unidad y los designa
simbólicamente. Así pues, abstraer es una actividad propia del en-
tendimiento; en cuanto actividad, se ejerce sobre algo, que en este
caso es lo dado empíricamente al conocimiento. En consecuencia,
abstracto será todo concepto o conocimiento que ejerza dicha activi-
dad, es abstraído de (traído a partir o desde) lo sensible. Sin embar-
go, Kant nos dice que las ideas puras del intelecto no son abstraídas,
sino que abstraen de todo lo sensible. ¿Qué diferencia puede haber
entre términos tan similares?
En el estudio del Kant precrítico aludido ya en otras ocasiones
(y cuyo autor es Navarro Cordón) aparece esta cuestión resuelta, en
el sentido de que abstraer aquí implica —para el uso real del enten-
dimiento que ocupa a Kant en el parágrafo 6 de la Sección II—, no
sacar de, en el latino sentido de aliquid abstrahere (aliquid que, en
este caso, sería de los sentidos), sino abstraer entendido como pres-
cindir de, en el sentido de ab aliquibus abstrahere (y, en este caso, ab
aliquibus sería de otra cosa, a saber, de lo sensible). Tendríamos,
pues, que los conceptos dados por el uso real del entendimiento son
——————
63
Diss. pág. 84/85 (Sección II, ø6 la cursiva es del propio Kant).
[105]
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——————
68
Torreti, ob. cit., pág. 154.
[108]
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que, como deja decir ahora Kant a su parágrafo 8, «La Filosofía, que
contiene los primeros principios del uso del intelecto puro, es la ME-
TAFÍSICA»69.
Tenemos, pues, acotada ya, tras un arduo camino, la noción de
metafísica en esta Dissertatio, y de la que se nos dice que es propedéu-
tica porque enseña la diferencia entre el conocimiento sensible y el in-
telectual; de ella —prosigue Kant— «presentamos una muestra en
esta Dissertatio nuestra»70. Y ella es, por tanto, la disciplina que, mos-
trando tal diferencia, no contiene principios empíricos, sino concep-
tos «abstraídos de las leyes connaturales de la mente» (habida cuenta
de su ejercicio con ocasión de la experiencia) y son por lo mismo ad-
quiridos, que no innatos, sin tener que buscarlos en los sentidos, sino
«en la misma naturaleza del intelecto puro». Tales conceptos o prin-
cipios metafísicos, como los de posibilidad, «existencia, necesidad,
sustancia, causa, etc., con sus opuestos o correlativos, no son nunca
partes de ninguna representación sensible» y, por tanto, «no pueden
ser de ningún modo abstraídos de ella»71.
Nos interesa especialmente este apartado 8 de la Sección II, pues-
to que en los siguientes Kant va a establecer el fin de tales conoci-
mientos intelectuales, su relación con el (los) principio(s) formal(es)
de la intuición sensible, sus diferentes contenidos respecto de lo an-
terior y sus también diferentes campos de estudio, por tanto. Pero to-
dos estos temas abordados en esta Sección II, entre el parágrafo 9 y el
12, dependen directamente del establecimiento previo de varias cues-
tiones de radical importancia, establecimiento que se hace concreta-
mente en este parágrafo 8, y que supondría: a) que la metafísica es un
conocimiento efectivo de la estructura de lo real, en su respecto no-
fenoménico; b) que tal conocimiento se ejerce por medio de los pri-
meros principios del intelecto puro (o conceptos metafísicos); c) que en
ellos «nada hay de representación sensible», de modo que d) «no pue-
den ser abstraído» de esta representación, sino de la propia naturale-
za del intelecto puro.
Vayamos prudentemente y, por así decirlo, por partes, en lo que
se refiere a los supuestos indicados. En primer lugar, la metafísica
puede ser, y de hecho es afirmada como un conocimiento efectivo de
lo real, si bien, de lo real en su respecto nouménico. Ello equivale a
decir que «se niega la relación de la cosa en sí (noúmeno) no con la
——————
69
Diss., parágrafo 8 (Sección II), pág. 86/87.
70
Diss., parágrafo 8 (Sección II), pág. 88/89.
71
Diss., pág. 88/89 (ídem).
[109]
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precaución. En primer lugar, por tanto, el fin eléntico impide que «lo
concebido sensiblemente invada el terreno de los noúmenos»80. En
segundo lugar, el fin dogmático permite que «los principios generales
del intelecto puro [...] se constituyan en un cierto ejemplar, que no
puede ser concebido sino por el intelecto puro, que es a su vez, por lo
que se refiere a la realidad, medida común de todo lo demás, es decir,
la perfección noúmeno»81.
Así, pues, tenemos una finalidad doble, según la cual los princi-
pios intelectuales servirían para evitar la mezcla de las representacio-
nes sensitivas con las intelectuales, por un lado, y además servirían
para perfilar la idea de ejemplar o modelo arquetípico para toda otra
concepción de la realidad, por otro. En principio, hay que señalar
que aquí, como en gran parte de la obra kantiana, Realitas no puede
confundirse con existentia, distinción que se hace más patente en
otros usos kantianos de los términos alemanes Realität y Dasein res-
pectivamente82. De modo que, según el fin dogmático de los princi-
pios intelectuales, pues, toda realidad —o acceso al conocimiento de
lo que hay o puede haber, no en cuanto existente, sino en cuanto co-
nocido— queda subordinada a un modelo nouménico de perfección
(perfectio noumenon) que, entendido como modelo práctico, remite
al perfectio moralis83. Este máximo (como Kant lo denomina), teórico
y/o práctico, que es un máximo de perfección, lo llama Ideal, al modo
como «se llamó en Platón, Idea [...] y es el principio de todo lo con-
tenido bajo la noción general de alguna perfección»84.
Sin duda, tendremos que decir aquí que tales afirmaciones nos
proyectan de cara a la doctrina que aparecerá posteriormente en la
KrV, según la cual los conceptos del entendimiento no aplicados a las
representaciones de la sensibilidad permanecen como Ideales de la ra-
zón en su uso (o abuso) incondicionado, pero inevitable, de tales
conceptos: así, los Ideales de Dios, del alma, y del mundo como to-
talidad. Pero, hecha esta observación que, sin embargo, puede resul-
tar polémica, en tanto en cuanto deforma la lectura de la Dissertatio
al situarla bajo la luz de algo que se elaborará sólo con posterioridad
(esto es, la KrV), diremos aquí, también, que las afirmaciones kantia-
nas reseñadas coinciden totalmente con la filosofía netamente tradi-
——————
80
Diss., págs. 88/89.
81
Diss., págs. 88 y 90 en latín / 89 y 91 en castellano.
82
Ver, al efecto de la distinción entre realidad y existencia, la obra de Torreti, ya
mencionada en estas notas, en su pág. 216 y, concretamente, en la nota 351 a pie de
página.
83
Diss., pág. 90.
84
Diss., pág. 90/91.
[113]
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—En primer lugar, se nos ha dicho desde este texto que existe
una ciencia de lo sensible y que tal ciencia es la Matemática; tal con-
clusión, sin duda queda justificada dentro de las anteriores argumen-
taciones kantianas; brevemente: si las formas o condiciones de la sen-
sibilidad —esto es, las intuiciones puras de espacio y tiempo—, aun
no constituyendo fenómenos caen de lleno en el ámbito que ha de
ocuparse del conocimiento de éstos, entonces parece claro que la
ciencia que de tales nociones se ocupa, es decir, la matemática, ha de
caer también del lado de este ámbito o dimensión del conocimiento,
que es, precisamente, el ámbito de la sensibilidad y que sería tanto
como hacer de la matemática la ciencia del mismo.
Tales conclusiones se oponen de raíz a los supuestos cartesianos
y, posteriormente, de la metafísica leibniziana, que entienden la ma-
temática como el modelo de ciencia o saber intelectual, por excelen-
cia. Así, tal modelo, en cuanto relación de ideas abstractas y organi-
zación del pensamiento al modo deductivo, presente, por ejemplo y
claramente, en la filosofía cartesiano-spinozista, jamás podría enten-
derse como aplicado al conocimiento sensible, ni mucho menos
como ciencia para tal conocimiento, si no es rompiendo de frente los
supuestos del racionalismo y la metafísica más tradicionales.
——————
93
Diss., pág. 96/97.
[117]
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[118]
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CAPÍTULO V
Para un pensar crítico
1.º La idea del tiempo no nace de los sentidos, sino que es su-
puesta por ellos6.
2.º La idea de tiempo es singular, no general7.
3.º Por consiguiente, la idea de tiempo es una intuición, y pues-
to que es concebida previamente a toda sensación como
condición de las relaciones dadas en las cosas sensibles, es
una intuición no sensorial8.
——————
4
Diss., pág. 100-101.
5
Diss., parágrafo 14 (Sección III), págs. 100-102.
6
Diss., ídem, pág. 100/101.
7
Diss, pág. 100-101.
8
Diss., pág. 102-103.
[120]
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a
c
x
——————
18
Diss, parágrafo 14, págs. 104-105.
19
Dicha polémica aparece en la obra Anfangsgründe der höhern Mechanik wel-
che von derer Bewegung fester Korper besonders die praktischen Lehren enthalten, abge-
fasst von Abraham Gotthelf Kästner, Göttingen, 1766. (Se puede encontrar esta re-
ferencia en la edición de la Akademie, 512-513).
[123]
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a
c
——————
42
KrV, Exposición trascendental del concepto de espacio (en Estética Trascen-
dental, pág. 70 (B 40).
[133]
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——————
48
Diss., págs. 120-121 (la cursiva es del propio autor).
49
Diss., págs. 122-123.
50
KrV, Estética Trascendental (parágrafo 8, Observaciones generales sobre la
Estética Trascendental; III), pág. 88 (B 69) (la cursiva es del propio Kant).
[137]
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——————
51
Diss., págs. 124-125.
52
Diss. (parágrafo 15, Corolarium), (la cursiva es del propio texto de Kant).
[138]
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——————
53
Diss., págs. 126-127 (la cursiva es del propio Kant).
[139]
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——————
61
Diss., parágrafo 19, págs. 134-135.
62
Diss., parágrafo 20, págs. 136-137.
63
Diss., parágrafo 21, págs. 136-137 (la cursiva sigue siendo del propio Kant).
64
Diss., parágrafo 21, págs. 138-137 (la cursiva es del propio texto).
65
Diss., parágrafo 20, págs. 136-137.
66
Diss., parágrafo 22, págs. 138-139 (cursiva por el propio Kant).
[144]
01 Razon y conocimiento.qxd 16/6/08 16:36 Página 145
el despeje del campo teórico para una buena edificación moral [...]
En la Dissertatio, lo que no está claramente dicho es que la clave
que permite considerar los conceptos reales en su uso nouménico
es la perspectiva de la Práctica, de la Moral [...], sin esta concep-
ción, verdaderamente originaria del impulso hacia el criticismo,
no se comprenden los «Träume», ni las «Bemerkungen», ni nada
de lo que se produce en Kant desde 1766 a 177077.
[153]
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CAPÍTULO VI
El método como modo de proceder
de la razón
——————
10
Diss., parágrafo 28, págs. 162-163.
[160]
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——————
11
Diss., parágrafo 28, págs. 164-165.
[161]
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——————
16
Véase Navarro Cordón, ob. cit., págs. 118 y sigs.
17
Diss., Sección II, parágrafo 8, págs. 86-87.
18
Diss., parágrafo 30, págs. 170-171 (la cursiva vuelve a ser, como es habitual,
del propio Kant).
19
Diss., parágrafo 30, págs. 172-173.
20
Diss., parágrafo 30, págs. 172-173.
21
Diss., parágrafo 30, págs. 172-174 y 173-175.
[166]
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——————
22
Navarro Cordón, ob. cit. (punto 5), pág. 121.
[167]
02 Razon y conocimiento.qxd 16/6/08 16:37 Página 168
——————
23
Diss., parágrafo 30, págs. 172-173.
24
Diss., ídem, págs. 172-173.
[168]
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——————
25
Diss., parágrafo 30, págs. 172-173.
[169]
02 Razon y conocimiento.qxd 16/6/08 16:37 Página 170
——————
26
Diss., parágrafo 30, págs. 174-175.
[170]
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——————
34
Prolegomena, Vorrede, Ak. T. IV, pág. 260 (señalemos que los Prolegomena
datan de 1783).
[177]
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CAPÍTULO VII
Hacia la determinación crítica y sistemática
gar un poco más en las reflexiones kantianas que, a partir de dicha fe-
cha, nos convencen de que ello es así13.
Así, ya en el año 1772, Kant se plantea «cómo pueden surgir en
nosotros los conceptos (de cosas), que no nos son conocidos por apa-
rición alguna de cosas o de proposiciones de experiencia alguna que
no los haya enseñado»14. Por tanto, la cuestión que se indaga aborda
directamente la pregunta por lo a priori del conocimiento, por lo de-
finido como trascendental ahora en el más pleno sentido de la filoso-
fía crítica kantiana. Sin duda, se puede acotar con ello una proble-
mática fundamental en Kant hasta 1772, problemática que se referirá
así al desarrollo del concepto de Trascendental en estos períodos pre-
vios a la KrV, entendido tal desarrollo como hilo conductor, en tanto
que «cara a la comprensión general, la pregunta por un concepto
—al menos, primariamente— es la pregunta por su sentido, su con-
texto, su definición; de este modo ha entendido la investigación kan-
tiana siempre, con escasas excepciones, la pregunta acerca de qué se
entiende en Kant con lo trascendental»15. Pero, dejando de lado tal
problemática sin duda crucial en la investigación de Kant, volvamos
a reflexionar desde Kant mismo acerca del origen de tales conceptos a
priori que posibilitan y delimitan el conocimiento y su objeto.
En una amplia reflexión, Kant piensa dichas cuestiones desde la
solución a la pregunta por la concordancia entre representación y ob-
jeto. Veamos:
La cuestión es saber cómo podemos representarnos las cosas
de manera completamente a priori, es decir, independientemente
de la experiencia (si bien, implícita) [...]; cómo puede ocurrir que
los objetos corresponden a lo que es producido por nuestra men-
te [...] y que esos objetos sean sometidos a leyes que nosotros les
prescribimos16.
——————
13
Nos referimos a las Reflexionen de Kant entre 1770 y 1774-1775, en su mayoría
publicadas por Adickes en el volumen VII de la edición completa de las obras kantianas
hecha por la Akademie, reflexiones de las que consideraremos aquí las que se relacionan
entre los números 4.470 y 5.553 aproximadamente en la edición mencionada.
14
Reflexión 4.470, ibíd., pág. 563.
15
Hinske, Kants Weg zur Traszendentalphilosophie. Traszendentalphilosophie
und Antinomie im Denken Kants von 1764 bis 1772. Esta obra corresponde al tomo
I de «Kants Begriff des Traszendentales», en cuatro tomos, que se propone rastrear,
a la luz de tal noción, el desarrollo del pensamiento kantiano desde 1764 hasta el
Opus Postumum. En el tomo I -aparecido en ed. W. Kohlhammer GmbH, Stuttgart,
1970 (concretamente la cita referida en el presente trabajo corresponde a la pág.
134)- el autor entiende que entre 1764 y 1772 se va formando el pensamiento kan-
tiano como filosofía trascendental al hilo de las antinomias.
16
Reflx. 4.473, ibíd., pág. 564.
[186]
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——————
29
Reflex. 5.554 (la cursiva es del propio texto kantiano).
30
Reflex. 5.553.
31
Nos referimos a la Reflex. numerada como 4.759.
[191]
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——————
32
Remitimos, al efecto de constatar la amplia bibliografía ya existente en el
campo de la KrV kantiana, a la selección bibliográfica llevada a cabo por J.M. Pala-
cios y J.L. Molinonuevo en los Anales del Seminario de Metafísica de la Universidad
Complutense de Madrid, págs. 195-214 (Madrid, 1974): A esta selección habría
que añadir ahora los estudios realizados a partir del año 1974, algunos de los cuales
iremos citando a lo largo del presente capítulo.
[192]
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allá de estos en alas de las ideas». Por tanto, para este intérprete de la
KrV, la distinción entre Representaciones y Phaenomena no es mera-
mente accidental, y apuntaría claramente, en un sentido aristotélico
y no platónico, hacia la tesis central del Idealismo Trascendental, se-
gún la cual lo que recibimos y reconocemos intuitivamente, pero no
nos revela el ser en el sentido de cosa en sí en general, sino sólo exis-
tencias que se nos dan en el espacio y el tiempo, se denomina Repre-
sentación40.
Otras versiones sobre la distinción entre Representación y Phaeno-
mena en Kant tienden, sin embargo —aceptando que se trata de una
diferencia real dentro de la KrV—, a señalar la similitud entre ambos
términos41.
Puede ayudarnos en esta interpretación de las diferencias o afini-
dades entre tos términos Representación y Phaenomena lo que el propio
Kant apuntó en la primera edición de la KrV, para omitirlo posterior-
mente en la segunda: «las manifestaciones pensadas como objetos en
virtud de la unidad de las categorías reciben el nombre de Fenómenos
(Phaenomena)». De nuevo aparece en este mismo texto la recurrencia
obligada a qué sea el noúmeno, para definir qué sea el fenómeno, lo
que viene a confirmar que, como ya señalábamos, hay entre ambas di-
mensiones una unidad indisoluble; en este sentido, añade Kant: «Si
presupongo cosas que únicamente son objetos del entendimiento, pero
que pueden ser dados a una intuición, aunque nunca a una intuición
sensible [...], entonces esas cosas se llamarán noúmenos»42.
Así, tenemos que las Representaciones sólo si se piensan (juzgan)
como objetos —para lo cual es requerido el concurso del entendi-
miento que unifica lo diverso en las categorías, que categoriza— vie-
nen a denominarse Fenómenos. Ello equivale a afirmar, por un lado,
que no son sin más fenómeno; y, por otro, que sólo por la categori-
zación del entendimiento puede hablarse de algo así como de objeto
de conocimiento, entendido éste como las representaciones o las ma-
nifestaciones sometidas a la unidad categorial y que adquieren así la
forma del fenómeno.
Queda, por lo dicho, totalmente alejada la noción crítico-kantia-
na de representación de aquella doctrina tradicional de la misma que
——————
40
Heimsoeth, H. Traszendentale Dialektik. Ein Kommentar zu Kants Kritik der
reinen Vernunft, Berlín-New York, Walter de Gruyter Verlag, 1971, 4 vols.
41
Nos referimos a la interpretación de Rousset B. en La doctrine kantienne de
l’objectivité. L’autonomie comme devoir et devenir, ed. Vrin, - 1967, concretamente a
la 3.ª Section (Aspects et niveaux de l’objekt; apartado B: Erscheinung et Phaeno-
menon), págs. 294-314.
42
KrV, A 249 (versión castellana, pág. 267).
[197]
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——————
50
KrV, A 268/B 324
51
KrV, A 277/B 333.
[201]
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——————
71
KrV, B 127.
72
KrV donde aparece la consideración pormenorizada de esta triple síntesis en
la 1.ª edición, Secciones 2.ª 3.ª de la Deducción de los conceptos puros del entendi-
miento (A 96 hasta A 130). Tal ordenación no aparece en la edición 2.ª de la KrV,
donde se subsume en una única Segunda Sección y se presenta de manera más uni-
taria (B 130-B 169).
[208]
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——————
73
KrV, A 85/B118, «Analítica de los conceptos», capt. II, sección primera.
[209]
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——————
78
Heidegger, ob. cit., pág. 78.
79
Körner, ob. cit., págs. 56-57.
[211]
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——————
83
Mayz Vallenilla, «El problema de la nada en Kant», Madrid, Revista de Occi-
dente, 1965, pág.. 153.
84
Heidegger, ob. cit., pág. 68.
85
Tal cuestión se aborda en el ensayo de Deleuze -La philosophie critique de
Kant, París, P.U.F., 1963 (1.ª edición), concretamente en el apartado que se refiere
a «La síntesis y el entendimiento legislador», págs. 24 y sigs.
[213]
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——————
102
Stegmüller propone desde el comienzo de su ensayo tal distinción entre
Methode der Direktinterpretation y Methode der rationalen Rekonstruktion si bien aquí
la hemos utilizado a sabiendas de que lo hacemos con un objetivo diverso al suyo.
103
J. Vuillemin, L’heritage kantien et la Révolution copernicienne. Fichte-Cohen-
Heidegger, París, P.U.F. (Bibliothéque de Philosophie Contemporaine), 1954; cita
de pág. 12.
[222]
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——————
104
Obsérvese que Vuillemin mismo en la obra referida (en nota 493) apela sis-
temáticamente al sistema (y valga tal juego de palabras en toda su intencionalidad).
Así ocurre en la cita aludida en su pág. 301 (corresponde a su Conclusión, apartado
24: L’interprétation éternelle comme philosophia perennis (págs. 299 y sigs).
105
Cartas [1 de mayo de 1781]. Véanse diferentes ediciones en la Bibliografía
(la cursiva es, en esta ocasión, nuestra y no de Kant).
[223]
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——————
106
KrV, A 268/B 324.
[224]
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——————
107
KrV, A 270/B 326.
108
KrV, A 272/B 328-329.
[225]
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——————
116
Gegenden, pág. 999.
117
Recordemos, en este sentido, la apelación a la necesidad de investigar la «te-
oría de la subjetividad que subyace a la KrV que hace Villacañas Berlanga en ensayo
sobre El racionalismo kantiano, donde nos dice que «de la división en sensible o in-
teligible, como hipótesis» se sacan las siguientes consecuencias: «la existencia de una
sensibilidad, de un entendimiento y de una imaginación que, sin embargo no per-
miten cerrar por sí mismo el ámbito del conocimiento. Ello supone la posesión de
otra facultad, la de la razón en sentido específico. Todo ello nos da una teoría de la
subjetividad que debemos analizar y exponer», pág. 50.
118
G. Prauss, «Kant und das Problem der Dinge an sich», en Abhandlungen zur
Philosophie, Physik un Pädagogie, núm. 90, Bonn, Bouvier Verlag-Herbert Grund-
mann, 1974, pág. 196.
[228]
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——————
119
KrV, B 138-139.
[229]
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para la Analítica Trascendental, sin olvidar que ésta configura sólo una
de las partes de la Lógica Trascendental toda. En esa Introducción se
propone Kant distinguir la lógica formal de la lógica trascendental, y
señala Prauss: «En medio de esta delimitación de la Lógica Trascen-
dental respecto de la formal, aborda Kant ahora sin mediación un
problema que, a primera vista, parece no tener absolutamente nada
que ver con ello; a saber: el problema de la verdad»127.
Efectivamente, atendiendo al texto comentado por Prauss128, ve-
mos que Kant razona ahí que, si admitimos la distinción entre intui-
ciones puras y empíricas podría pensarse en establecer una distinción
semejante entre el pensar puro y el pensar empírico de los objetos. La
lectura de Prauss, en estas líneas de la KrV, se hace como la de un tex-
to que interroga a los lógicos formales, con la intención de mostrar que
no puede contestarse desde la pura lógica formal. ¿Por qué? Porque se
trata aquí de la pregunta por la verdad, que sólo puede ser abordada
desde una lógica no meramente formal —que no juegue con las sim-
ples relaciones de conceptos. Tal lógica, la Lógica trascendental (de la
KrV) tendrá, por tanto, como tema129 nada menos que el problema
de la verdad. Recordemos aquí que, en este sentido, la Analítica tras-
cendental no es más que una de las caras donde tal tema se dirime,
pero no la única, ya que la Dialéctica trascendental forma parte tam-
bién de la Lógica trascendental y, por tanto, será recorrida también por
la misma y trascendental cuestión.
Así, por tanto, si el tema resulta ser esencialmente el de la verdad
y el lugar donde se sitúa su radio de acción a la Lógica trascendental
toda, resultará difícil comprender por qué esta obstinación nuestra en
presentarlo desde la Analítica trascendental aquí. Por si fueran insufi-
cientes las explicaciones ya expuestas, retomemos la segunda obser-
vación de la Anfibología130 para pasar, a través de ella, a la siguiente.
En la segunda observación se contiene, como vimos, el sentido del Ver-
such. Pero ahora hay que entenderlo como crítica a los supuestos leib-
nizianos, que han impedido (según la KrV misma) buscar la objetivi-
dad, o también la verdad, del conocimiento más allá de las fronteras
de la pura lógica formal. Si toda oposición se debate en el terreno ló-
gico, no podemos establecer que, en realidad, se dé oposición alguna.
——————
127
Remite Prauss especialmente a la página de la KrV que comprende el punto
II de la Einleitung (Introducción) a la Transzendental Logia (Lógica trascendental)
(en particular, a las lineas 5.ª hasta la 9.ª; ver KrV, págs. A 54-55/B 79.
128
Prauss, ob. cit., ídem, págs. 76 y 77.
129
Ver KrV, A 272 y sigs./B 328 y sigs.
130
KrV, A 273 y sigs./B 329 y sigs.
[234]
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——————
134
Heidegger, «Phänomenologische Interpretation von Kants Kritik der reinen
Vernunf», en Gesammtausgabe, II Abteilung, Band 25, Vorlesungen 1923-1944,
Fráncfort del Main, Vittorio Klostermenn Verlag, 1977.
[237]
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CAPÍTULO VIII
La metafísica como método
y el noúmeno como proyecto
——————
2
G. Deleuze, La Philosophie Critique de Kant, ob. cit.
3
KrV, A 646/B 674 (y sigs.).
4
K. Konhardt, Die Einheit der Vernunft. Zum Verhältnis von theoretischer und
praktischer ‘Vernunft in der Philosophie Inmanuels Kants; Königstein, Forum Academi-
cum, 1979 (Monographien zur philosophischen Forschung, Bd. 178); aquí, pág. 91.
5
Recurrimos, de nuevo, a un ensayo clarificador de Gerold Prauss en relación
con el tema de las relaciones entre la dimension práctica y la teórica de la razón. Se tra-
ta, en esta ocasión, de «Kant: über Freiheit als Autonomie», en Philosophische Abhan-
dungen, Bd. 51, Fráncfort del Main, Vittorio Klostermann Verlag, 1983, pág. 279.
6
Recordemos aquí el Beweisgrund, donde la noción de existencia se plantea, den-
tro de la discusión teológica, como Setzung (posición). Recordemos también, la mane-
ra en la que vuelve a recogerse tal noción de existencia en la KrV (véase A 598/B 626).
[240]
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——————
18
Remitimos a la Introducción de la KrV.
19
Träume, págs. 367 y sigs., 103 y sigs.
[248]
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mirar más allá, para imponerse los límites que le permitan conocer
verdaderamente, estaba ya planteada y asumida en los Träume. Pero
también parecía asumido que ello no era sino la diferenciación (ra-
zón-experiencia) a establecer necesariamente, para preparar su posi-
bilidad de encuentro y que, sin duda, habría de pasar por la estruc-
turación de un método mediante el cual tal cosa fuera posible. Así
leídos ahora, los Träume toman parte de la visión propedéutica y
son, por ello, parte también de la orientación crítica del pensamien-
to metafísico. Y, desde esa misma perspectiva, la constatación más
clara de esta búsqueda del método apropiado a esta tarea de re-
orientación del pensamiento, está en la propia Dissertatio y es la que
aquí nos guía: la pre-metodológica y propedéutica distinción (en cuan-
to tarea misma constitutivamente racional) entre lo sensible y lo in-
teligible.
Sólo tal y como venimos leyéndola aquí, una distinción como
ésta puede permitir que la tarea racional de auto-imposición de lími-
tes sea una tarea internamente exigida. Es decir, no sólo porque hay
una experiencia externa que delimite y refrene los excesos especulati-
vos, es por lo que la tarea mencionada se impone: a partir de la dife-
renciación propedéutica, es tal tarea un requisito exigido por la razón
misma a sus propias fuerzas. Añadamos que ello se debe, en gran me-
dida, a la re-orientación que supone, para casi todos los conceptos
kantianos, la distinción sensible-inteligible, reorientación que los con-
solida así de manera definitiva en sus acepciones críticas. Y, por tan-
to, el concepto mismo de experiencia es revisado a partir de tal dis-
tinción y viene a conformarse sistemáticamente como algo que es
también para la razón misma. No se trata de experiencia entendida
sólo como objeto externo, pero tampoco es la pura subjetividad en su
sólo enfrentarse interno a éste. Y sólo puede comprenderse la noción
crítica de experiencia, si aceptamos la posibilidad de que ambos ex-
tremos se relacionen. Se trata, en definitiva, de lo que alguna recien-
te investigación entre nosotros ha sugerido como internación del mé-
todo, por oposición a aquella previa y ya mencionada externación20
—que añadamos, había de darse inevitablemente en un pensamien-
to en proceso de transformación, pero embarcado todavía en los ma-
teriales del dogmatismo metafísico. Superar esa posición suponía
analizar-distinguir lo que era su material desechable de lo que podía
ser reciclado. Y, así, superar(se) supone para el pensamiento crítico
inicialmente más un superar(se) de las actitudes u orientaciones dog-
——————
20
Navarro Cordón, ob. cit., pág. 101 y pág. 109 hasta el final.
[249]
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máticas, que un simple abandono sin abordar los problemas por ella
planteados y pretendidamente resueltos.
Hay, además de lo dicho, una cuestión—clave para comprender
(recordemos el carácter apodíctico y no hipotético de la KrV) 21 esa
necesidad que tiene la razón de poder apuntar hacia el otro territorio
de sí misma. Releamos los intereses de la razón, cuando se declara que,
«en cuanto facultad de la unidad de las reglas intelectuales (o del en-
tendimiento) bajo Principios», tal unidad racional no se refiere direc-
tamente a los objetos, sino al entendimiento «para conferir a los di-
versos conocimientos de la misma unidad a priori por medio de
conceptos». De este modo, aquella unidad «puede ser llamada uni-
dad racional» y es «totalmente distinta» a la obtenida por el entendi-
miento22. Así, por tanto, «puede ser llamada» así, unidad racional,
pero no se nos dice que es, de hecho, eso. Antes bien, se trata de una
facultad o capacidad y en este sentido se equipara al entendimiento
como facultad de unidad de las manifestaciones bajo reglas. Reglas,
por tanto, son las que permiten a la capacidad intelectual conferir
unidad a la diversidad. Principios, además, son los que permiten so-
meter tal unidad intelectual y su diversidad, a su vez a otra unidad ul-
terior (¿superior?), que se denomina racional.
L a distinción entre reglas y principios contiene ya de por sí, en
cuanto distinción, un marcado carácter de metodología como prope-
déutica. De nuevo, distingue para algo. Podemos adelantar que lo
hace aquí desde una auto-distinción: se distingue, en cuanto capaci-
dad, del entendimiento en cuanto capacidad también. Pero, lo que
más nos interesa, tal distinción establece, a la par, en tanto que dife-
renciación, el terreno común: y, de nuevo, es éste un terreno prope-
déutico, donde hay reglas y, más allá de estas, principios que sirven o
preparan para algo. ¿Para qué? De nuevo la pregunta hermenéutica,
que es referida (o referible, si se prefiere) a la razón como actividad
propedéutica: para comprenderse a sí misma por completo, en su to-
talidad.
Se ha interpretado actualmente que la razón, que no se aplica di-
rectamente a la realidad, sino que se aplica al entendimiento como
referencia a la realidad (a la vez, referido a otra referencia, la sensibi-
lidad), juega en la KrV (y con ello, la misma KrV es así entendida)
como un meta-lenguaje23. Sin duda, ello es innegable si aceptamos
que el entendimiento y, en él, el conocimiento verdadero es en la KrV
——————
21
KrV, A 646-648/B 674-676.
22
KrV, Introducción a la Dialéctica Trascendental, A 302/B 359.
23
Stegmüller, ob. cit. (I-8), págs. 28 y sigs.
[250]
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——————
29
Torreti, ob. cit., pág. 520. Véase KrV, A 287-289/B 344-346.
30
Remitimos a la ponencia que Mayz-Vallenilla presentó en este sentido al
Congreso Internacional de Kant (Mainz, 1974), editada como «Das Nichts, das
Nihil Negativum, das Extramundanum und das Un-Mögliche in der Problematik
der Kritik der reinen Vernunft», en Kant-Studien, Berlín, 1974-1975; véase Biblio-
grafía.
[253]
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——————
31
Véase KrV, A 235 y sigs./B 294 y sigs.
[254]
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——————
32
Heimsoeth, ob. cit., t. 49, pág. 819.
33
Heimsoeth, ibíd.
34
Véase Reflexionen, núms. 5.611 a 5.620. Igualmente, la consideración de
cómo en ellas se establece la relación entre Freiheit und Charakter, en un breve escri-
to del propio Heimsoeth que lleva ese título (véase Bibliografía).
35
Este capítulo, como se ve, se cierra con una referencia explícita a la cuestión
planteada por Kant en Was heisst: sich im Denken orientieren? (¿Qué significa orien-
tarse en el pensamiento?).
[255]
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EPÍLOGO I
A modo de recuento
el que este trabajo mismo caiga en ocasiones en tal olvido. Pero sí cre-
emos que es importante al menos alertar (y alertarnos) para que la in-
tención de re-lectura que en él expresamos se esfuerce por no conver-
tir en otros los problemas que originan y cruzan el pensamiento
crítico; y, sobre todo, para que no pretendan, en cuanto re-lectura,
auto-reducirse como la verdadera lectura de lo que Kant realmente
dijo, tal y como desgraciadamente ha ocurrido con algunas de las in-
terpretaciones más conocidas. Lo que Kant realmente dijo o quiso
decir nos importa en tanto lectura de lo que pensó o lo que pre-ocu-
pó a la filosofía crítica; en la medida en la que esos problemas puedan
ocuparnos también a nosotros, sostener nuestra actividad y los poda-
mos pensar con o desde nuestro presente.
Hay que precisar, también, que es posible establecer un hilo bi-
bliográfico entre los resultados que vayamos enumerando y algunos
lugares kantianos de los que hemos re-leído aquí. Dado que no es esa
tarea bibliográfica, sin embargo, la que nos parece especialmente ur-
gente o relevante, nos limitamos a reseñar entre paréntesis, al final de
cada punto, el lugar donde los problemas considerados ahí aparecen
con mayor fuerza. Esto no quiere decir, por supuesto, que en tal lu-
gar sean sólo éstos los problemas abordados por Kant. Ni tampoco
supone que sólo en dicho lugar vayan a aparecer tales problemas. En-
tendemos el pensamiento crítico kantiano como un proceso que,
además, va a su vez y por ello mismo interpretando la razón funda-
mentalmente en su racionalidad procesual (por usar una expresión de
Habermas en su contribución al Stuttgart-Hegel-Kongress de 1981
sobre ¿Kant o Hegel?). Por ello, nos importa más el desarrollo de tal
racionalidad en sus problemas, que en sus obras o fechas concretas.
Pero, en virtud de una mayor ordenación y de esa propedéutica vo-
luntad a la que hemos apelado, apuntaremos, como decíamos, los lu-
gares (textos) kantianos (de manera no exclusivamente cronológica)
en los que van re-planteándose las cuestiones y los problemas aquí
abordados o re-leídos.
l.º La racionalidad crítica supone, en su génesis, un paulatino
distanciamiento de los presupuestos ontológicos de la metafísica leib-
niziano-wolffiana. En tal sentido, hay que hablar también de una
auto-crítica de tal racionalidad al abordar ciertos problemas-clave del
pensamiento metafísico. Así: la existencia como posición (Setzung) y
no como mero predicado; la distinción entre un ámbito real y un
ámbito puramente lógico para el conocimiento; o el intento de rei-
vindicar la diversidad diferenciada contra la leibniziana intelectuali-
zación del mundo que hace imposible discernir unas cosas de otras u
opuestas; etc. Son estos problemas los que van marcando una re-orien-
[258]
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——————
3
O. P., pág. XXII, 31; véase referencia completa en Abreviaturas.
[263]
02 Razon y conocimiento.qxd 16/6/08 16:37 Página 264
——————
6
Träume..., pág. 989, edición Academia, A, 128.
[266]
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EPÍLOGO II
Para una hermenéutica crítico-feminista
crítica feminista—, hay que recordar aquí el trabajo que, en esta di-
rección, lleva realizando en España la filósofa Celia Amorós, quien ha
conseguido además que su tarea no se reduzca a una suerte de gesta
solitaria, constituyendo en torno a sus posiciones un núcleo de pen-
samiento importante: creando escuela, por tanto. Pues bien, a esta
catedrática de filosofía hay que remitirse ahora, para clarificar a qué
apelamos aquí al hablar de
——————
1
Celia Amorós, prólogo Feminismo y Filosofía, obra colectiva en editorial Sín-
tesis, 2000; págs. 9-10.
[268]
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——————
7
Véase en este sentido Flandrin, Orígenes de la familia burguesa, Barcelona,
Grijalbo, 1977.
8
Además de incidir en la obra ya mencionada de Rosa Cobo, Fundamentos del
patriarcado moderno. Jean-Jacques Rousseau; recordemos aquí otras aportaciones ya
clásicas, y sin embargo todavía más desconocidas entre nosotros, por no traducidas,
como son las de Marion Beaujean, «Das Bild des Frauenzimmers in Roman des 18.
Jahrhundert», Wolffenbüttlerer Studien zur Aufklärung, III, 1969; Barbara Duden,
«Das schöne Eigentum. Zur Herausbildung bürgerlichen Frauenbildes an der Wen-
de vom 18. zum 19. Jahrhundert», Kursbuch 47, Fráncfort, 1977.
9
En este sentido lo entiende Duden, ob. cit., págs. 125-140. Véase también
Ursula Nolte, «Frauenbild und Frauenbildung in der Geschlechterphilosophie
Kants», Zeitschrift für Philosophie, año 9.º, 1963, págs. 346-362.
[272]
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——————
13
Para esta interpretación el presente estudio ha venido remitiéndose ya en sus
capítulos anteriores a algunas referencias bibliográficas, en particular a las de los es-
tudios de José Luis Villacañas Berlanga, quien tanto para La Formación de la Crítica
de la Razón Pura, Universidad de Valencia, 1980, como para la hermenéutica sobre
El Racionalismo Kantiano, Técnos, 1986, ha defendido argumentativamente la pri-
macía de los intereses de la razón pura en su uso práctico en todo el recorrido del
pensamiento crítico de Kant.
[274]
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——————
14
Genevieve Lloyd, Das Patriarchat der Vernunft: «männlich» und «weiblich» in
der westlichen Philosophie, Bielefeld, Daedelus Verlag, 1985, págs. 92-93.
15
Ursula Pia Jauch, Immanuel Kant zur Geschlechterdifferenz. AufklärischeVo-
rurteilskritik und bürgerlische Geschlechtsvormundschaft, Viena, Passagen Verlag,
1988, pág. 44.
[275]
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——————
25
I. Kant, Anthropologie..., AA, VII, pág. 304; Weischedel XI, pág. 841.
26
Bárbara Duden, ob. cit., págs. 346-362.
27
En este sentido, volvemos a remitir a Flandrin, Orígenes de la familia burgue-
sa, así como a el más reciente estudio de la filosofía de los sexos de Rousseau en Rosa
Cobo, Fundamentos del patriarcado moderno. Jean-Jacques Rousseau, ya citado aquí.
28
Recordaremos el libro de Carole Pateman, El contrato sexual, donde la auto-
ra no se centra sólo en los planteamientos rousseaunianos, sino que elige una intere-
sante y difícil vía de investigación, que parte de acometer una crítica feminista al
contractualismo moderno desde los propios supuestos del modelo explicativo con-
tractualista: por así decirlo, el estudio de Pateman ofrece el aliciente añadido de me-
terse en el contractualismo, para criticarlo desde dentro.
[279]
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entre los sexos, que lo que cabe interpretar por ejemplo en una fi-
losofía como la de Rousseau. Porque, en efecto, resultan ser menos
perjudiciales para las reivindicaciones igualitarias discursos que,
como el del propio Kant, son más fácilmente impugnables en su
arbitraria defensa del sometimiento como estado natural de la mu-
jer y en su comprensión de la dinámica entre los sexos como un
perpetuo enfrentamiento. En tanto resulta mucho más complicado
mostrar las premisas desigualitarias de aquellos otros discursos que,
al modo del contractualismo rousseauniano, ocultan el someti-
miento y lo quieren hacer pasar como algo que no precisa ni de
guerra entre los sexos al modo kantiano, ni de tensión de poder
para ser explicado: que, simplemente, no necesita ser explicado, sin
más.
Es probable que, precisamente por lo dicho, haya alguna pensa-
dora feminista empeñada en la tarea de desmontar las interpretacio-
nes que hace de las tesis kantianas un paradigma del discurso más
hondamente patriarcal —cosa a la que, por otra parte, las palabras
del propio autor prusiano se prestan sin especial dificultad y sin ne-
cesidad de hacer una exégesis más o menos detenida de sus textos.
Sin duda, Ursula Pia Jauch acomete esta defensa de la filosofía de los
sexos de Kant, convencida de que se ha cargado excesivamente la
mano sobre él a la hora de establecer una crítica feminista. Y quizá
piense también Jauch en el peligro de una deconstrucción del pen-
samiento kantiano «a lo loco», que no redundase en ningún otro be-
neficio más que en la pérdida irreparable de las virtualidades que el
potente discurso crítico-ilustrado kantiano tiene.
Sobre estas tesis de Jauch trataremos en lo que sigue de afinar en
la lectura de dos textos de Kant, no diría que cruciales, sino literal-
mente únicos entre lo que Kant escribió y pensó sobre las relaciones
entre los sexos. En primer lugar, cronológicamente, las «observacio-
nes sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime»31; y, más tarde, la
muy posterior y temáticamente afín «Antropología desde el punto de
vista pragmático».
Para la pensadora alemana de la que venimos hablando, Ursula
Pia Jauch, ha habido una mala —y escasa— interpretación del senti-
do y el alcance de las Observaciones kantianas de 1764. O, al menos,
habría un malentendido que ha confundido a la crítica feminista en
su —también escaso, por otro lado— acercamiento a texto y autor.
De tal confusión emergerían, a su juicio, lecturas feministas erróneas,
——————
31
I. Kant, «Observaciones», Weischedel, t. II, págs. 825-868.
[282]
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——————
36
Ursula Pia Jauch, ob. cit., pág. 63.
37
Ursula Pia Jauch, ob. cit., pág. 103.
38
I. Kant, Der einzig möglichen Beweissgrund zu einer Demonstration des Dasein
Gottes, véase capítulo anterior.
39
Heidemarie Bennent-Vahle, «Die Differenz ist aussgesclossen. Aktuelle
Überlegungen zur Geschlechtsanthropologie Kants», en Ursula Konnertz, Grenzen
del Moral. Ansätze feministischer Vernunftkritik, Tubinga, Edition Diskord, 1991,
pág. 103.
40
Ursula Pia Jauch, ob. cit.; pág. 76.
41
Tielsch, Elfriede Walesca: «Die Philosophin. Geschichte und Ungeschichte
ihres Berufsstandes seit der Antike, en: Bendowski, H. y Weisshaupt (eds.), Was
Philosophinnen denken. Eine Dokumentation; Zurich, 1983; págs. 309-328.
[284]
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——————
52
Ursula Pia Jauch, ob. cit., pág. 93.
53
Barbara Duden, «Das schöne Eigentum. Zur Herausbildung de bürgerlichen
Frauenbildes an der Wende von 18. Zum 19. Jahrhundert», Fráncfort, Kursbuch 47,
1977, págs. 125-140.
54
Ursula Pia Jauch, ob. cit., págs. 194 y sigs.
55
Ursula Pia Jauch, ob. cit., pág. 191.
[287]
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——————
56
T. W. Adorno, Dialéctica Negativa, Taurus Humanidades, 1975, págs. 388-389.
57
T. W. Adorno, ob. cit., pág. 141.
58
I. Kant, Anthropologie..., AA, VII, pág. 304.
59
I. Kant, ob. cit., AA, VII, pág. 309.
60
Rousseau, Emilio o de la educación, cap. V, Barcelona, Editorial Bruguera,
1979, 508-509.
[288]
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——————
61
Ursula Pia Jauch, ob. cit., 191.
62
I. Kant, AA, II, 468.
63
T. W. Adorno, Dialéctica Negativa, Taurus Humanidades, 1975, pág. 273.
[289]
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——————
69
Término presente, en particular, en Nancy Armstrong, Deseo y ficción domés-
tica, Madrid, Cátedra, col. Feminismos, 1991.
70
Celia Amorós, Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y post-
modernidad, Madrid, Cátedra, 1997, pág. 155.
71
Pateman, Carole, El contrato sexual, trad. de María Luisa Femenías revisada
por María-Xosé Agra, Barcelona, Anthropos, 1995.
[291]
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——————
72
Celia Amorós, ob. cit., pág. 152.
73
Kant, Beobachtungen über das Gefühl des Scönen und Erhabenen (Observacio-
nes acerca del sentimiento de lo bello y lo sublime), Fráncfort, edición de Weischedel,
II, págs. 852-853 (Ak. II, 1912).
74
Rousseau, ob. cit., cap. V.
75
Ursula Pia Jauch, ob. cit., pág. 180.
[292]
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——————
76
Charles de Montesquieu, Lettres persones, París, 1721; aquí traducción ale-
mana de Jürgen von Stackelberg, Fráncfort del Main, 1988.
77
Giacomo Casanova, Autobiographie: Geschichte meines Lebens, reed. alemana
de Günter y Barbara Albrecht, trad. de Heinrich Conrad, 12 tomos, Múnich, 1984.
78
Lady Mary Montagu, Lettres de l’Orient, edición alemana de Irma Böhler, se-
gún traducción de von Eckert, Fráncfort del Main, 1982.
[293]
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——————
79
Adorno, ob. cit., 286.
80
Adorno, ob. cit., 389.
81
Adorno, ob. cit., 263.
82
Quiero recordar que las consideraciones siguientes hubieran sido imposibles
si no fuera por el trabajo y la investigación que la autora viene realizando desde el
año 1988, dirigida por la filósofa Celia Amorós. El grupo de trabajo al que me vin-
culo ha realizado aportaciones comunes al campo del feminismo filosófico, que sir-
ven de soporte a esta investigación, como son la Actas del Seminario Permanente de
[294]
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——————
Feminismo e Ilustración (1988-1992), Instituto de Investigaciones Feministas de la
Universidad Complutense de Madrid y Dirección General de la Mujer de la CAM,
1992; o el título colectivo de Feminismo y Filosofía, Madrid, UCM-Síntesis, 2000;
o, más recientemente, la publicación en tres tomos de la Teoría Feminista. De la Ilus-
tración a la globalización, Madrid, Biblioteca Nueva, 2005; obras todas ellas en las
que he participado y que han sido posibles por la orientación y la coordinación de la
doctora Amorós.
[295]
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——————
83
A. Jaggar, Feminist Politics and Human Nature, Totowa, Rowman & Allan-
held Publishers Ltd., 1983.
[296]
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sarrollo que aquí se propone. Por eso, si queremos establecer una cla-
sificación más o menos sistemática de la historia del pensamiento por
la igualdad de los sexos —y con ello de la historia de la teoría que lo
ha acompañado—, podemos hablar de manera funcional de un mo-
mento premoderno, un momento moderno y un momento contem-
poráneo84.
Hay que advertir que no todas las teóricas feministas actuales ad-
mitirían sin más la expresión de «feminismo pre-moderno»: es el
caso, por ejemplo, de Celia Amorós, para quien no cabría hablar de
feminismo en sentido estricto hasta la modernidad ilustrada de fina-
les del siglo XVII y, sobre todo, del XVIII, por lo que hablar de algo así
como un feminismo pre-moderno resultaría tan contradictorio como
hablar de feminismo anterior al feminismo.
Pero, siguiendo con nuestro interés aquí por establecer una clasi-
ficación que sirva a los intereses investigadores, utilizaremos aquí esta
clasificación cronológica, entendiendo que, además, el pensamiento
por la igualdad entre los sexos es ante todo un desarrollo de las ideas.
Las reclamaciones de igualdad para las mujeres, que se sitúan en
el momento premoderno, se remontan a manifestaciones históricas
tan remotas como los indicios que tenemos de los sofistas en la Gre-
cia clásica del siglo V a.C. Sabemos que los sofistas hablaron de la
«isonomia», una especie de igualdad de trato, para los esclavos y para
las mujeres. Pero, por desgracia, su rastro se pierde, pues de los sofis-
tas nos han llegado sobre todo las versiones del filósofo Platón, quien
no simpatizaba precisamente con la sofística, por lo que sus textos so-
bre este movimiento no resultan ser muy fiables85.
También a este momento feminista corresponden los rastros del
Renacimiento, como el de Christine de Pisan, una mujer aristócrata,
que en 1405 firma la obra La ciudad de las damas. Esta obra —que
tiene mucho de libro de conducta para damas virtuosas— recoge los
agravios y las quejas de mujeres contra el trato recibido por los hom-
bres, pero, aun así, su tono escasamente reivindicativo hace que, en-
tre nosotras, Celia Amorós haya considerado que «Christine de Pizan
no instituye —difícilmente podría haberlo hecho [...]— el género
“vindicación” y, en la medida en que este género es el que define la
especificidad del feminismo moderno (....) su obra La Cité des Dames
——————
84
Siguiendo en esto a Ana de Miguel «Feminismos», en 10 palabras clave sobre
la mujer, Pamplona, Verbo Divino, 1995.
85
En este sentido, Amelia Valcárcel rastrea esta huella de la sofística en su estu-
dio titulado «¿Es el feminismo una teoría política?», en Desde el feminismo, núm. 1,
1986.
[297]
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——————
87
A. Valcárcel, Sexo y filosofía, Barcelona, Anthropos, 1991, pág. 124.
[305]
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——————
91
Luce, Irigaray, ob. cit., pág. 261.
92
Luce, Irigaray, Étique de la différence sexuelle, París, Les Éditions de Minuit,
1984, traducimos aquí de la versión alemana: Ethik der sexuellen Differenz, Fráncfort
del Main, Suhrkamp, 1991.
[308]
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——————
postmodernidad, Cátedra (Feminismos), Madrid, 1997; C. Amorós (coord.), Actas
del Seminario Permanente «Feminismo e Ilustración» (1988-1992), Instituto de In-
vestigaciones Feministas de la Universidad Complutense de Madrid y Dirección
General de la Mujer de la CAM, 1992; A. H. Puleo, Filosofía, género y pensamiento
crítico, Universidad de Valladolid, 2000.
100
Ursula Pia Jauch, Inmanuel Kant zur Geschlechterdifferenz. Aufklärische Vo-
rurteils Kritik und bürgerliche Geschlechtsvormundschaft, Viena, Passagen Verlag,
1989 (2.ª).
101
Véase, por ejemplo, lo que sostiene en este sentido Geneviève Lloyd, en la
referencia aquí de nota 532.
102
Annegret Stopzyk, Was Philosophen über Frauen denken, Múnich, Mathes
und Geitz Verlag, 1980.
[311]
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BIBLIOGRAFÍA
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Beweisgrund
A (1763); Königsberg, bei Johann Jakob Kanter, 1763.
Weischedel, Bd. I, 619-738; ídem.
Akademie, Bd. II, 63-163; ídem.
Versuch
A (1763); Königsberg, bei Johann Jakob Kanter, 1763.
Weischedel, Bd. I., 777-819; ídem.
Akademie Bd. II; 165-204; ídem.
[315]
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Untersuchung (1763)
A (1164); Abhandlung über die Evidenz in Metaphysischen Wissenschaf-
ten, welche den von der Kóniglichen Akademie der Wissenschaften in
Berlin auf das Jahr 1763 ausgesetzten Preis erhalten hat, von Moses
Mendelsohn aus Berlin. Nebst noch einer Abhandlung über dieselbe
Materie, welche die Akademie nächst der ersten für die beste gehalten
hat. Berlin, bei Haude und Spener, Konigl. und der AK. der Wissens-
chaften Buchhändlern, MDCCLXIV.
Weischedel, Bd. I, Bd. I, 741-773; ídem.
Akademie, Bd. II, 273-301; ídem.
Beobachtungen (1764)
Weischedel, Bd. II.
Ak., II, 1912.
Hay traducción castellana, Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo
sublime, en Madrid, Espasa Calpe, 1984.
Träume
A: (1766), Königsberg, bei Johann Jakob Kanter, 1766.
Weischedel, Bd. I, 921-989; ídem.
Akademie, Bd. II, 315-374; ídem.
Hay que reseñar la traducción al castellano de los Träume, llevada a cabo por
P. Chacón e I. Reguera, para Alianza Editorial, Libro de Bolsillo (1271),
Madrid, 1987.
Gegenden
A (1768) apareció en Wochentliche Königsbergsche Frag un Anzeigungs
Nachrichten (Nr. 6-8, 6, 13 y 20 de febrero de 1768), pero dado que ha
desaparecido la edición original, las referencias A se remiten, por ello, a
la edición del texto por Cassirer en 1922 (tomo II, 391-400).
[316]
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KRV
A 1781 / B 1787.
Weischedel, Bd. II, 5-706 (A) / 5-712 (B); ídem.
Akademie, Bd. IV, 1-252 (A/+B).
Bd. III, 1-552 (B).
Traducciones al castellano:
M. García Morente y M. Fernández Nuñez, ed. Porrúa, México, 1883
(reed. en 1976).
P. Ribas, ed. Eds. Alfaguara, Madrid, 1978 (1.ª ed.).
KpV (1788)
Weischedel, Bd. IV, 105-302; ídem.
Akademie, Bd. V, 1-163; ídem.
Traducción al castellano: Editorial Porrúa, S.A., estudio y análisis de F. La-
rroyo; México, 1976.
[317]
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Fortschritte (1804)
Opus postumun
Briefwechsel
C) MONOGRAFÍAS Y ARTÍCULOS
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1990; reed. Feminismo: igualdad y diferencia, México, libros del
P.U.E.G., U.N.A.M, 1994
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