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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALPARAÍSO

ESCUELA DE PSICOLOGÍA
TALLER DE EDUCACIONAL 1

EL PROCESO DE CONSOLIDACION GRUPAL

En general, tendemos a calificar como grupo toda agrupación de personas que comparten un
espacio y un tiempo. Así, por ejemplo, podemos considerar un curso de algún establecimiento
educacional como un grupo porque los y las estudiantes comparten la sala de clases, en un horario
común, en el que realizan actividades similares. Sin embargo, no llega a ser completamente correcto
considerar cualquier curso como grupo, ya que no necesariamente podemos afirmar que existen las
condiciones y se dan las características que, por definición, un grupo debería cumplir. No obstante, es
posible que los y las estudiantes compartan un objetivo común como es el de “pasar de curso”,
establecen entre ellos una red de comunicaciones y dentro de ella utilizan códigos que son propios de
ese curso y no de otro. Estas condiciones dan cuenta de un acercamiento a lo que se podría llamar
“grupo”.
Respecto de la formación de grupos humanos, como es el caso de las “intervenciones” educativas
que hemos planificado, es también importante tener claro que existen condiciones que permitirían ir
avanzando en el acercamiento a lo que es verdaderamente un grupo. Para ir aclarando el proceso de
consolidación grupal, empezaremos por revisar algunos conceptos:
 Grupo : “Conjunto de personas ligadas entre sí por constantes de tiempo y espacio, articulado por su
mutua representación interna, que se propone en forma explícita o implícita una tarea que constituye
su finalidad “.
 Tarea : “Factor por el cual el grupo se ha reunido para apropiarse de él y luego accionar con él. En
otras palabras, la tarea es el tema, ocupación o título que hace converger sobre él todo el accionar de
la reunión “.
El proceso de consolidación grupal no surge en forma espontánea; se produce a partir de una serie
de factores que se conjugan para que cada miembro llegue a sentirse perteneciente al grupo. Este
proceso requiere:
+ Que se comparta una finalidad la que se traduce en los objetivos y metas que el grupo se
plantea.
+ Que cada uno de los miembros del grupo tenga una función propia e intercambiable.
+ Que se consolide un sentido de pertenencia que permita pensar y pensarse como colectivo.
+ Que se propicie una red de comunicaciones e interacciones que favorezca el intercambio y
confrontación de puntos de vista.
+ Que se tenga la oportunidad de participar en la construcción y solución de problemas.
+ Que se geste un espacio de reflexión.
+ Que se reconozca al grupo como fuente de experiencia y de aprendizaje.
+ Que se dé importancia a la persona en cuanto tal.
Ahora bien, el rol del coordinador en este proceso de consolidación grupal es un aspecto muy
importante de analizar. Ciertamente, el coordinador como primer criterio debe tener en cuenta que en los
procesos grupales ocurren acontecimientos y se producen fenómenos que son independientes de la
interacción que él pueda desarrollar con el grupo. Sin embargo, el coordinador puede apoyar al grupo
para que estos acontecimientos y fenómenos se conviertan en experiencia de aprendizaje y desarrollo
del grupo y de cada uno de los sujetos que lo integran.
El coordinador se encuentra en una situación privilegiada para favorecer los procesos de
aprendizaje y de desarrollo del grupo: propone el programa de actividades, observa y ofrece
retroalimentación sobre los cambios que se producen en el grupo, propicia un ambiente favorable a la
reflexión, procura la comunicación y autodependencia del grupo, asesora y apoya la evaluación de las
actividades de aprendizaje.
Como sus funciones relevantes podemos señalar:
 Facilitador del aprendizaje: aprovecha todos los elementos presentes en la experiencia del
grupo, conforma situaciones y crea condiciones, señala obstáculos, prevé los cambios, sugiere
criterios y apoya la búsqueda de alternativas.
 Observador del proceso grupal: detecta lo evidente y accesible junto a lo subyacente, implícito
o disfrazado; describe lo que pasa, señala los hechos o acontecimientos grupales.
 Propiciador de la comunicación: anima y favorece la expresión, la indagación, la
retroalimentación y la modificación de los esquemas referenciales por medio de una
comunicación permanente, profunda y comprometida.
 Asesor del grupo: no hace por el grupo lo que éste puede hacer por sí solo; actúa con criterios
de pertinencia de acuerdo a las necesidades explícitas e implícitas del grupo, de acuerdo con
sus demandas.
 Informador: conecta al grupo con las fuentes de información sin llegar a sustituir el análisis y la
indagación que corresponden al grupo.

El punto de partida para observar procesos grupales es la premisa de que todo lo acontecido en
el grupo (tanto lo que se habla, como lo que se hace) se lea como siendo producto de una situación de
interrelación y no como eventos espontáneos de carácter individual. “’Borrar’” a los individuos para mirar
eso que los trasciende (lo grupal) no significa que no se reconozca que hay diferencias, historias
particulares, estructuras propias de cada individuo. Significa en cambio, trabajar en un campo distinto al
individual; supone asimismo una ruptura con un pensamiento dominante en la teoría y en la práctica
social que sólo concede realidad a los individuos. Así desde un esquema referencial grupal, se plantea
que lo que diga cada individuo en el grupo tendrá que ver con la estructura y el proceso grupal y
no nada más con sus características personales que lo predisponen a asumir ciertos roles” (Baz, 1996; p.
39).

Distintos autores han señalado que el grupo se conforma en torno a una tarea. “La tarea la entendemos
como aquella finalidad explícita o implícita que reune a un conjunto de personas; es aquello común que
los convoca. (...) Al grupo se le concibe como un proceso que en un inicio es solamente una agrupación,
y que en su movimiento (abordando la tarea) se va creando a sí mismo (apareciendo la mutua
representación interna). La pregunta que permite observar ese desarrollo, es: ¿qué hace el grupo
con su tarea? Esta pregunta es una constante en el proceso y la que permite discriminar los distintos
momentos, estructuras y emergentes que se dan en el grupo” (Baz, 1996; p. 41).

a. Los momentos de un grupo según el modelo de las etapas de Tuckman (1965 y 1977)

1. Formación. Hay gran incertidumbre respecto del propósito y estructura del grupo. Se comienza
negociar qué acciones son aceptables. Termina cuando los miembros se asumen como parte del
grupo.
2. Tormenta. Conflictos. Distintos intereses, distintas nociones respecto a lo que es la tarea del grupo
y en relación a cómo éste se estructura chocan entre sí. Este momento es fundamental para
establecer la tarea y estructura del grupo.
3. Normalización. Se solidifica la estructura del grupo, se ha asimilado un conjunto común de
expectativas; hay relaciones y cohesión estrechas.
4. Desempeño. La estructura es plenamente funcional y aceptada.
Normalmente un grupo puede volver continuamente sobre las mismas etapas, pudiendo verse al
desarrollo del grupo como un proceso en espiral.

b. La estructura refiere fundamentalmente a los papeles que van asumiendo los individuos al interior del
grupo y cómo se va desarrollando una estructura de poder y comunicaciones al interior del grupo.
c. Los emergentes son “aquellos aconteceres significativos del proceso grupal que le van dando al
mismo su forma particular. Puede entenderse como la cualidad abstracta de decires o haceres concretos
en un momento dado del proceso grupal que revela el sentido de la situación grupal. El emergente habla
de la latencia grupal” (Baz, 1996; p. 39). El emergente apela a todo lo no dicho en torno a la situación
grupal, en torno a cómo el grupo se está construyendo a sí mismo y está desempeñándose en torno a la
tarea del grupo. Esto implica hacerse la pregunta en torno a qué significan las conductas individuales y
conflictos en el proceso grupal. Las respuestas a estas preguntas no tienen que ver con el individuo sino
con el devenir grupal.

Por otra parte, Ivern, A; Romerstein, M.; Lanci, C. (2003), desarrollan algunos mitos y prejuicios que
frecuentemente caracterizan a los grupos en sus fases iniciales de conformación. Esta caracterización se
plasma en el siguiente extracto:

“Mitos y prejuicios grupales

Además de los saberes previos, fruto de las experiencias grupales pasadas que todos tenemos y
que son absolutamente capitalizables en el proceso de conformación de un grupo, compartimos mitos y
prejuicios que es necesario descubrir y re-significar para que no se vuelvan en nuestra contra.
Generalmente los mitos tienen que ver con la idealización de lo grupal y los prejuicios con el impacto que
produce la mirada del otro.

Idealización de lo grupal

A priori, antes de decidir agruparnos, ya creemos que podemos definir qué es y para qué sirve el
grupo.
Tanto cuando hablamos del “grupo que quisiera tener” como cuando creemos estar frente a un
grupo que aún no lo es, estamos suponiendo que el grupo es algo que existe por sí mismo, que está en
algún lugar y adonde yo puedo ingresar sin que mi presencia lo cambie.
Sobre esta primera idea se montan inmediatamente otras: un grupo es un conjunto de personas
que pensamos de la misma manera; en un grupo todos tenemos los mismos gustos; estamos en un
grupo porque a todos nos pasó lo mismo… En un grupo todos nos ayudamos, nos comprendemos, nos
queremos… Nuestro grupo es invencible.
Por lo general esta imagen previa no se corresponde con nuestras pasadas experiencias de
convivencia grupal –bastaría con escarbar un poquito en ellas para constatarlo-, sino que es más bien un
sueño, una idealización, una expresión de lo que –en determinado momento- nos hubiera gustado que
fueran algunos grupos para nosotros. Lo mismo ocurre respecto a la aversión injustificada hacia una
propuesta grupal. Seguramente resuenan en el sujeto antiguas experiencias desagradables, exagerada
homogeneidad, ahogo de la iniciativa y de la decisión personal, etc..
En realidad cuando estamos en los primeros encuentros, intentando formar un grupo, es más lo
que no sabemos que lo que sabemos acerca de lo que ocurrirá con nosotros. Y podemos aprovechar
este vacío, convertirlo en posibilidad de concertar, de construir, en lugar de llenarlo de presupuestos y
mandatos acerca de lo que deberíamos hacer, pensar, sentir.
Trabajar la idea de grupo como oportunidad de crecimiento, de avance hacia una meta interior y
exterior. Valorar el grupo como “proceso”, como resultado de una tarea, para que emerjan los acuerdos y
las divergencias como posibilidades de enriquecimiento mutuo, la necesidad de apertura y
heterogeneidad en lugar del encierro y homogeneidad que tanto empobrecen. La superación del miedo a
lo diferente y a los diferentes.
Explicitar historias; construir criterios aprendiendo a respetar diferencias de opiniones, gustos,
puntos de vista.
Concientizar las limitaciones del grupo respecto a la satisfacción de necesidades: el grupo puede
satisfacer algunas necesidades e incluso puede satisfacer algún aspecto de una necesidad. Valorar eso
que sí es posible en lugar de esperar imposibles.
Concienciar asimismo la condición cambiante de las necesidades: con el tiempo pueden
desaparecer algunas de las actuales y aparecer otras nuevas. Es bueno saber que las necesidades
cambian y que nadie debería sentir que el grupo es traicionado cuando ello ocurre”

Los prejuicios sobre el otro

Estamos en los primeros encuentros; es decir, en plena decisión de formar un grupo. Ninguno ha
tenido aún suficientes oportunidades para automanifestarse, es decir, para mostrarse tal cual es.
Tampoco ha tenido por lo tanto oportunidades de registrar ese modo de ser de cada uno de los demás.
Tal vez con algunos nos miramos por primera vez.
Otra vez el vacío, ese no saber realmente nada los unos de los otros, esa oportunidad única y
magnífica de conocernos… que sin embargo, nos resulta casi intolerable. No podemos evitar prejuzgar,
llenar ese vacío de información acerca del otro, imaginándonos cómo es, cómo se llama, cuál es su
carácter, sus preferencias…
Tal vez algo en el otro que nos resuena, que nos recuerda a algún “otro” de nuestra historia
pasada que en algo se parece a éste. Poseemos imágenes previas de cómo son (todas) “las Gracielas”,
“los Juan Carlos”; de cómo son los “abogados”, “los arquitectos”, los “profesores”; de cómo son “los
gordos” o “los flacos”… Imágenes que fuimos acuñando en base a las personas con estos nombres, esas
ocupaciones o esas características físicas que conocimos antes de este encuentro.
Así, cada encuentro con alguien se parece más bien a un “re-encuentro” con otro sujeto anterior e
interior.
Al decir cómo creo que es el otro – a quien veo por primera vez- estoy hablando de mí y de mi
historia vincular.
Comentar en el grupo estos “prejuicios” puede ser el comienzo de una comunicación más
auténtica.
Es importante que cada uno pueda comunicar libremente sus expectativas, ideas, gustos,
necesidades – que explicita lo que cree que son los aportes al grupo… es decir, que se vaya
automanifestando. A su vez ayuda al advenimiento del “nosotros”, que cada uno pueda recibir el “como
es visto” por los demás.”

VECTORES PARA EVALUAR EL PROCESO GRUPAL

En relación con la próxima tarea de realizar las sesiones del taller que hemos planificado así como
también como apoyo teórico para nuestras reflexiones en torno de los procesos vividos en los grupos de
trabajo, parece conveniente revisar elementos que permitan ir evaluando cómo han sido y serán estos
procesos grupales.
Una posible mirada al proceso que hemos estado viviendo es la que, desde la teoría de los grupos
operativos, aporta ENRIQUE PICHON-RIVIERE. La constatación sistemática y reiterada de ciertos
fenómenos grupales, que se presentan en cada sesión, llevó a este autor a construir una escala de
evaluación básica, a través de la clasificación de modelos de conducta grupal. Surgen así los Vectores,
perspectivas de análisis que permiten evaluar los procesos que vive un grupo. La utilización que
podamos hacer de este cuerpo conceptual permitiría no sólo reconstruir, en los momentos de evaluación,
los fenómenos vividos sino también interpretar los comportamientos grupales observados.
En este sentido, suponemos que la experiencia de observar, evaluar e interpretar los procesos
grupales vividos en todas las actividades de este taller, desde las perspectivas de análisis que ofrecen los
vectores, con certeza facilitará la transferencia hacia la ejecución de las “intervenciones” educativas.
Los vectores no son etapas que se recorren y se superan. Son más bien aspectos recurrentes
donde el grupo avanza y retrocede, donde vive progresiones y regresiones, donde asumen
características para luego crear interrelaciones nuevas y originales. Esto tiene que ver con el crecimiento
“espiralado” del grupo y del aprendizaje donde los retrocesos de aprendizaje no significan un “verdadero
retroceso” sino más bien constituyen momentos de afianzamiento y de desarticulación de lo avanzado
para vivir un salto cualitativo posteriormente.
Los vectores del proceso de consolidación grupal son: Afiliación, Pertenencia, Cooperación,
Pertinencia, Comunicación, Aprendizaje y Telé. Los iremos revisando y reflexionando en torno a ellos a
través de este apunte de apoyo teórico.

I. AFILIACION

Es el primer momento del grupo. Los sujetos logran una primera identificación con el grupo pero
sin incluirse totalmente en él. Corresponde a todo un período en el que aún no existe el estructurante
grupal de la mutua representación interna. Los sujetos no han internalizado al grupo en sus respectivos
mundos internos.
En los momentos de afiliación se produce, por regla general, el “diálogo de sordos“: cada
participante interviene preocupado de lo que él va a decir sin escuchar lo que dicen los demás salvo en
aquellos aspectos que pueden decir relación con la apreciación que de él se tiene al interior del grupo.
Los participantes se encuentran preocupados de su imagen, de su aceptación o rechazo en el grupo.
Cada participante interviene fundamentalmente movido por su perspectiva narcisista, desde su yo.
El conjunto de personas reunidas constituye una ocasión para mostrarse. En la medida que son
personas más desconocidas entre sí, estos momentos se viven con mucha ansiedad, con temor a ser
rechazados, a hacer el ridículo, con la fantasía que a los demás no les está pasando lo mismo que a uno,
etc..
En los momentos de afiliación los sujetos activan sus esquemas de aprendizaje internalizados
con anterioridad y tratan de actuar consecuentemente con ellos. Las experiencias grupales anteriores
sirven de marco de referencia para actuar en este nuevo grupo.
El coordinador del grupo tiende a presentársenos como protector o amenazante; como autoridad
que debe dirimir la aceptación o rechazo personal. Esto se puede reconocer en el hecho que los
participantes se dirigen al coordinador más que a los demás miembros del grupo. Pareciera que lo único
que importa es que escuche el coordinador. En alguna medida, se puede interpretar esta situación por la
presencia de esquemas internalizados del aprendizaje escolar donde la única relación susceptible de ser
valorada es la de profesor-alumno.
Si bien este fenómeno de afiliación se encuentra más ligado con los momentos iniciales del grupo,
no constituye una etapa propiamente tal. Puede suceder también que luego de una interrupción del
funcionamiento grupal, tengamos que volver a vivir este mismo proceso aunque con características
diferentes.

II. PERTENENCIA

El primer momento de afiliación pasa a convertirse, más tarde, en pertenencia. El sujeto pasa a
sentirse parte del grupo. Ya no se usa, por regla general, para dirigirse al grupo, el “Uds.” y el “Yo”. Por el
contrario, se emplea con naturalidad el “Nosotros” o no se emplea pronombres para aportar una idea al
grupo. El sujeto se siente integrado, aceptando con una menor dosis de tensión el interés grupal;
comienza a “sentirse en confianza”. Esto permite al grupo elaborar formas de trabajo común para abordar
una tarea. El grupo está en condiciones de diseñar estrategias y tácticas de abordaje de la temática, se
pone de acuerdo en ciertas normas de funcionamiento, comienza a tomar conciencia del uso del tiempo,
etc..
Este vector nos permite visualizar el momento donde aparece el “cuidado por el otro”, se empieza
atener presente la individualidad del otro tomando como referencia sus intervenciones anteriores.
Aparece igualmente, la posibilidad de conflicto, lo que muestra que se empieza a escuchar al otro, a
tomarlo en serio. Aparecen las opiniones distintas con posibilidades de ser discutidas y reconocidas como
tales.
Esta preocupación por el otro puede ser interpretada como el comienzo, entre los participantes, de
la percepción de un destino común donde se juegan (mutuamente) los aprendizajes individuales en el
desarrollo grupal. Es decir, se percibe que se juega el destino del grupo interno de cada uno con el
destino internalizado del grupo externo. El grupo ha sido internalizado y cualquiera vicisitud del grupo ya
afecta a cada uno de sus integrantes.
La pertenencia no es algo que se logre automáticamente. Se construye en un proceso que no está
exento de conflictos, de dificultades, de avances y retrocesos.
Finalmente, la pertenencia es la que permite la conformación de una identidad grupal sobre la
base de una mutua representación interna entre los participantes.

III.-LA COOPERACIÓN

Es la posibilidad de colaborar y no enfrentar al otro en la construcción del grupo o en el


tratamiento de una tarea, en el abordaje de las dificultades del desarrollo grupal. Los participantes pasan
a contribuir a un proyecto que entienden les es común.
La cooperación puede ser explícita o implícita, verbal o no verbal. Puede existir también una
cooperación silenciosa.
En el análisis de este vector podemos distinguir roles complementarios y roles suplementarios.
Los roles complementarios son los que pueden concordar y que en sus diferencias aúnan esfuerzos
para una mayor productividad grupal. Así, por ejemplo, una determinada duda en relación con una
información, abre una situación de diálogo que puede ser esclarecedora al interior del grupo.
El rol suplementario sería el rol competitivo, el que aporta resistencia al cambio, el que aleja al
grupo de la tarea y de una relación de cooperación; conformando artificialmente una situación dilemática.
Es a través de la cooperación que se puede observar la “regla de oro” de los grupos
operativos: “a mayor heterogeneidad de los miembros y mayor homogeneidad en la tarea mayor
productividad grupal”.
Lo contrario de la cooperación es la competencia.

IV.-LA PERTINENCIA

Este vector da cuenta del hecho grupal de centrarse en la tarea y en el esclarecimiento de la


misma. El ser pertinente consiste en participar en la consecución del proyecto común de manera tal que
apoye la concentración en un mismo tema.
La pertinencia nos muestra la capacidad de creación o de recreación y de producción del grupo.
Con la pertinencia aparecen propiamente los obstáculos etimológicos (ligados al conocimiento y los
obstáculos epitemofílicos (vinculados a las interrelaciones personales entre los miembros) que pueden
estar impidiendo al grupo - momentáneamente - centrarse en la tarea prescrita.
La calidad de este vector debe analizarse de acuerdo con el monto de la tarea planeada, de la
creatividad y de la productividad como así mismo en consideración de las aperturas generales hacia una
ampliación y precisión del proyecto grupal

V.-LA COMUNICACION

La comunicación entre los participantes de un taller consiste fundamentalmente en poder


escucharse, entenderse mutuamente lo que se quiere decir y significar.
La comunicación puede ser verbal o preverbal a través de gestos y actitudes. Esto implica que
no sólo debemos tener en cuenta el contenido de los mensajes sino también el cómo y a quién de los
mensajes. A esto se le denomina metacomunicación, es decir, el contexto en el cual la comunicación se
produce y la significación que posee al interior del desarrollo del grupo.
En la medida que son vectores determinantes para el destino grupal , han sido privilegiados por
PICHON RIVIERE el aprendizaje y la comunicación. Estos dos vectores están incluidos en la noción
de vínculo; los diálogos con el medio externo y entre el mundo interno y el grupo externo se dan sobre la
base de la comunicación y del aprendizaje.
En una persona normal, el estado de enfermedad supone estancamientos de los
procesos de comunicación y aprendizaje que trae como consecuencia ya sea el empobrecimiento de
la realidad o de la posibilidad de percibirla o una imposibilidad de percepción del mundo interno.
La comunicación aparece privilegiada también porque en este vector se van a dar la mayor
parte de los otros. Así, sin comunicación no es posible construir la pertenencia ni la cooperación, así
como tampoco la pertinencia ni el aprendizaje.
En los primeros momentos grupales, se dan generalmente “malos entendidos”. Es habitual
escuchar que alguien diga “tú dijiste tal cosa...” y el otro que dice “¿ yo?... yo no dije tal cosa”. El
malentendido nos está mostrando que el grupo aún no ha construido un código común, es decir, un
sistema de comunicación donde un integrante participa pudiendo el resto decodificar el mensaje que está
emitiendo. En estas condiciones, pueden aparecer los “secretos de grupo”: algo que el grupo conoce
pero que no está explicitado, permanece no verbalizado, oculto, que requiere ser develado.
En la comunicación verbal, es posible decir que existe un efecto de acción en relación con el
mensaje. Cuando alguien dice algo lo dice para demostrar algo a otros o para apoyar un mensaje que
está teniendo significación en el trabajo grupal.

VI.-APRENDIZAJE

Mirar el aprendizaje del grupo implica concentrar la atención en los cambios cualitativos
que el grupo incorpora y las modificaciones de actitudes que viven los distintos miembros del grupo.
Este vector nos da razón de los logros propiamente “educativos“ que un grupo ha alcanzado a lo largo
de su desarrollo.
Este vector nos posibilita apreciar la movilización de los viejos estereotipos. Así por
ejemplo, las distintas maneras que tenemos de enfrentar conflictos, desde aquellas personas que
tienden a negarlos hasta aquellas que no dejan pasar ninguno por insignificante que estos puedan
parecer; desde aquellos sujetos que un conflicto lo altera hasta aquellos que lo aceptan sin ningún tipo
de involucración emocional.
La modificación de los estereotipos apunta a una modificación de la lectura de la realidad
, un cambio en la mirada o en la forma de comprensión de los fenómenos , ya sean estos individuales ,
grupales o sociales. El aprendizaje implica un salto cualitativo donde hay una mayor profundidad o una
mayor ampliación de la percepción tanto interna como externa.
Otro de los aprendizajes habituales en los grupos es el lento pasaje del lenguaje
cotidiano-común al lenguaje “científico”. Hay un aprendizaje terminológico. Podemos decir que hay una
adquisición de conceptos que definen mejor una situación o un fenómeno.
El objetivo último de este vector es poder apreciar los avances en el “aprender a
aprender“, en el aprender a pensar , a sentir, a actuar; a modificar actitudes frente a los cambios
tendientes a un posicionamiento más plástico frente a circunstancias que modifican nuestro entorno o
nuestra vida.
El aprendizaje no implica solamente un cambio de actitud sino también de aptitud. En
este sentido apuntamos a una mayor instrumentación o a una mayor apropiación instrumental de la
realidad para poder modificarla. Implicaría una adaptación activa de la realidad no una mera
“adaptación a la realidad”.
En la apreciación de los aprendizajes enfrentamos también las dependencias, las
rigideces, los estereotipos no modificados, los obstáculos, las resistencias al cambio, etc. No todos son
elementos logrados en los procesos de construcción colectiva del conocimiento; también acumulamos
frustraciones, expectativas generadas y no satisfechas, etc.

VII.-LA TELÉ

Con este término se designa la capacidad interna de trabajar o no con otro miembro del
grupo. Este vector da cuenta de la empatía o antipatía con algún integrante del grupo, de la menor o
mayor facilidad que tienen los miembros de trabajar entre sí.
Este vector resulta muy importante en los momentos iniciales tanto para el destino grupal como
para los procesos de afiliación y de pertenencia de cada participante.
Una buena telé contribuye a configurar un clima grupal positivo y favorecedor del trabajo en
equipo. Este clima se refiere a los sentimientos de confianza y seguridad que caracterizan las relaciones
entre los miembros del grupo y que constituyen condiciones para un desarrollo grupal así como para los
procesos de investigación y los aprendizajes que tienen lugar en su seno.
Una mala telé, por el contrario, crea distancia entre los miembros de un grupo como si se
“enfriara” el clima, pasando a constituir posiblemente un obstáculo para los procesos de aprendizaje.
INTERRELACION DE LOS VECTORES

En el grupo se da una interrelación de todos estos vectores, si bien el obstáculo puede


estar en algunos de ellos en un momento determinado. Así por ejemplo, podemos encontrarnos -en
cierto momento grupal- con obstáculos en la comunicación, en otros momentos en la pertinencia, etc..
Podemos ubicar los obstáculos a veces en algunos de estos vectores pero,
generalmente, están todos interrelacionados y jugando constantemente -en forma simultánea- en la
vida del grupo.
La distinción evaluativa entre diferentes vectores nos permite ver el grado de actitud
favorable hacia el cambio o de resistencia al cambio que tiene el grupo; en la medida que podamos ver
los obstáculos o la importancia de uno de dichos obstáculos en el discurso grupal es posible construir
caminos para la superación de ellos.
En términos globales, el análisis de estos vectores nos permite apreciar los avances
del grupo en su capacidad de compartir y construir un proyecto común de trabajo, como así mismo de
desarrollar la capacidad de planificación para su materialización. El proyecto del grupo representa
todas las fantasías, los pensamientos, los valores y objetivos que trascienden el aquí y el ahora del
grupo. En este momento por ejemplo, el análisis de los vectores puede estar dando cuenta de todos
los pensamientos o estrategias que internamente han ido madurando en el grupo, lo que tiene sentido
en función de su reelaboración. El proyecto grupal lo constituye las fantasías o pensamientos
prospectivos que están en función de una planificación colectiva en torno al destino del grupo.

APUNTE PREPARADO POR: M. JULIA BALTAR DE A., PSI. DOCENTE PSICOLOGÍA


EDUCACIONAL, 2003, revisado y reformulado en 2009.

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