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TEMA 1:

VIDA -
MISIÓN DE
JESÚS.
Domingo III Semana T. O.
San Lucas 1,1-4; 4,14-21.
Proyecto de vida del cristiano.
ACTO PENITENCIAL
El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra, nos llama
ahora a la conversión. Reconozcamos, pues, que somos pecadores e
invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.
C. Tú que eres la Palabra de Dios hecha carne: Señor, ten piedad.
• R. Señor, ten piedad.
C. Tú que devuelves la vista a los ciegos con la fuerza de tu Palabra: Cristo, ten piedad.
• R. Cristo, ten piedad.
C. Tú que liberas nuestras vidas del pecado: Señor ten piedad.
• R. Señor, ten piedad.
• C. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone
nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
• R. Amén.
ORACIÓN DE APERTURA
Señor Jesús,
inicias tu ministerio público
entre los tuyos, entre los que te conocían,
es allí en Nazaret, en la Sinagoga
donde frecuentabas los sábados
para reunirte con los que adoraban a Dios,
ahí fue que tomaste el pasaje del profeta,
lo leíste e hiciste la afirmación,
que causó admiración y sorpresa:
…Hoy se ha cumplido esta Escritura…,
fue tu comentario.
Hoy nuevamente, ven en nuestra ayuda
y derrama tu gracia en nosotros para que te
conozcamos y así te sigamos con toda
convicción y entrega.
Amén.
– Lecturas de este domingo III TO:

1ra- Nehemías 8, 2-4a. 5-6. 8-10: Leyeron el libro de


la Ley, explicando el sentido
Salmo 18, 8. 9. 10. 15: Tus palabras, Señor, son
espíritu y vida
2da- 1 Co 12, 12-30: Vosotros sois el cuerpo de
Cristo, y cada uno es un miembro
Evangelio: san Lucas 1, 1-4; 4, 14-21: Hoy se
cumple esta Escritura
SEGUIREMOS EL ESQUEMA DE LA
LECTIO DIVINA - HOMILÍA
1- ¿QUÉ DICE EL TEXTO? EXÉGESIS
2- ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO? HERMENEUTICA
3- ¿CUÁL ES SU CONEXIÓN CON LA LITURGIA
EUCARÍSTICA? CATEQUESIS MISTAGÓGICA.
“El núcleo vital de la nueva
evangelización ha de ser el anuncio claro
e inequívoco de la persona de Jesucristo,
es decir, el anuncio de su nombre, de su
doctrina, de su vida, de sus promesas y
del Reino que Él nos ha conquistado a
través de su misterio pascual.”
San Juan Pablo II, Ecclesia in America, 66.
1- ¿QUÉ DICE EL TEXTO?
EXÉGESIS
EVANGELIO SEGUN SAN LUCAS Capítulo 1, 1-4; 4,14-21
Muchos han tratado de relatar ordenadamente los
acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal
como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido
desde el comienzo testigos oculares y servidores de la
Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente
de todo desde los orígenes, yo también he decidido
escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado,
a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que
has recibido.
Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se
extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos
lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el
sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó
para hacer la lectura. Le presentaron el rollo del profeta Isaías
y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: "El
Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por
la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a
anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a
dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia
del Señor". Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se
sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces
comenzó a decirles: «Hoy se ha cumplido esta palabra de la
Escritura que acaba de resonar en sus oídos».
El primer medio de evangelización consiste en un
testimonio de vida auténticamente cristiana,
entregada a Dios en una comunión que nada debe
interrumpir y a la vez consagrada igualmente al
prójimo con un celo sin límites. "El hombre
contemporáneo escucha más a gusto a los que dan
testimonio que a los que enseñan —decíamos
recientemente a un grupo de seglares—, o si escuchan
a los que enseñan, es porque dan testimonio"
• San Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 41.
2- ¿QUÉ ME DICE EL TEXTO?
HERMENEUTICA
JUAN PABLO II. Homilía (25-01-1998) En La Habana (Cuba). 25 de enero de
1998.
• 3. «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque Él me ha ungido. Me ha
enviado para anunciar el Evangelio» (Lc 4, 18). Todo ministro de Dios tiene
que hacer suyas en su vida estas palabras que pronunció Jesús en Nazaret.
Por eso, al estar entre Ustedes quiero darles la buena noticia de la
esperanza en Dios. Como servidor del Evangelio les traigo este mensaje de
amor y solidaridad que Jesucristo, con su venida, ofrece a los hombres de
todos los tiempos. No se trata en absoluto de una ideología ni de un
sistema económico o político nuevo, sino de un camino de paz, justicia y
libertad verdaderas.
• 6. «El Espíritu del Señor me ha enviado para anunciar a los cautivos la libertad… para dar libertad a los
oprimidos» (Lc 4, 18). La buena noticia de Jesús va acompañada de un anuncio de libertad, apoyada sobre
el sólido fundamento de la verdad: «Si se mantienen en mi Palabra, serán verdaderamente mis discípulos,
y conocerán la verdad y la verdad los hará libres» (Jn 8, 31-32). La verdad a la que se refiere Jesús no es
sólo la comprensión intelectual de la realidad, sino la verdad sobre el hombre y su condición trascendente,
sobre sus derechos y deberes, sobre su grandeza y sus límites. Es la misma verdad que Jesús proclamó con
su vida, reafirmó ante Pilato y, con su silencio, ante Herodes; es la misma que lo llevó a la cruz salvadora y
a su resurrección gloriosa.
• La libertad que no se funda en la verdad condiciona de tal forma al hombre que algunas veces lo hace
objeto y no sujeto de su entorno social, cultural, económico y político, dejándolo casi sin ninguna iniciativa
para su desarrollo personal. Otras veces esa libertad es de talante individualista y, al no tener en cuenta la
libertad de los demás, encierra al hombre en su egoísmo. La conquista de la libertad en la responsabilidad
es una tarea imprescindible para toda persona. Para los cristianos, la libertad de los hijos de Dios no es
solamente un don y una tarea, sino que alcanzarla supone un inapreciable testimonio y un genuino aporte
en el camino de la liberación de todo el género humano. Esta liberación no se reduce a los aspectos
sociales y políticos, sino que encuentra su plenitud en el ejercicio de la libertad de conciencia, base y
fundamento de los otros derechos humanos. El Papa libre y nos quiere a todos libres.
• Para muchos de los sistemas políticos y económicos hoy vigentes el mayor desafío sigue siendo el
conjugar libertad y justicia social, libertad y solidaridad, sin que ninguna quede relegada a un plano
inferior. En este sentido, la Doctrina Social de la Iglesia es un esfuerzo de reflexión y propuesta que trata
de iluminar y conciliar las relaciones entre los derechos inalienables de cada hombre y las exigencias
sociales, de modo que la persona alcance sus aspiraciones más profundas y su realización integral, según
su condición de hijo de Dios y de ciudadano. Por lo cual, el laicado católico debe contribuir a esta
realización mediante la aplicación de las enseñanzas sociales de la Iglesia en los diversos ambientes,
abiertos a todos los hombres de buena voluntad.
• Manuel Garrido Bonaño: Año Litúrgico Patrístico
• Tomo IV: Tiempo Ordinario, Semanas I-X, Fundación Gratis Date.
• La Iglesia, ante todo por su acción litúrgica, renueva y verifica la
presencia viva de Jesús en medio de su pueblo. Cristo, después de
treinta años de vida oculta en Nazaret, se manifiesta públicamente para
mostrar a los hombres el camino de la salvación. Pero muchos no
quisieron seguirlo; más aún le contradijeron, le calumniaron y, al final, le
dieron muerte.También a nosotros nos puede suceder lo mismo, si no
queremos secundar los preceptos del Señor y preferimos seguir
nuestros caprichos y malos deseos. La Palabra de Dios proclamada en la
liturgia nos interpela hoy, y pide nuestro asentimiento de fe y también
nuestra correspondencia a ella con una conducta recta.
• –Nehemías 2, 1-4.5-6.8-10: Leyeron el libro de la ley, y todo el pueblo estaba
atento. En la historia de la salvación Dios se sirvió de Esdras y de Nehemías
para reafirmar la fe y renovar la vida religiosa de su pueblo, preparándolo
para una Alianza nueva y definitiva, la perfecta Alianza de salvación y de
santidad que Cristo selló con su Sangre.
• San Efrén afirma:
El Señor «escondió en su Palabra variedad de tesoros, para que cada uno de
nosotros pudiera enriquecerse. La Palabra de Dios es el árbol de la vida, que
te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus ramas, como aquella roca
que se abrió en el desierto y manó de todos sus lados una bebida espiritual»
(Comentario sobre el Diateseron 1).
• Y San Agustín dice:
«No os descarriéis entre la niebla, escuchad más bien la voz del Pastor.
Retiraos a los montes de las Santas Escrituras; allí encontraréis las delicias de
vuestro corazón, y nada hallaréis allí que os pueda envenenar o dañar, pues
ricos son los pastizales que allí se encuentran» (Sermón 46 sobre los Pastores).
• –Con el Salmo 18 bendecimos a Dios, que con su Palabra luminosa nos reveló los
caminos que llevan a la vida eterna: «Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. La ley
del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye
al ignorante. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del
Señor es límpida y da luz a los ojos. La voluntad del Señor es pura y eternamente
estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos».
• –1 Corintios12,12-30: Vosotros sois el Cuerpo de Cristo, y cada uno es su miembro.
Llegada la plenitud de los tiempos, Cristo mismo fue el autor y el consumador de la
Nueva Alianza, santificando a su Iglesia con los dones y gracias de su Espíritu. San
Agustín ha comentado este texto paulino en sus sermones unas diecisiete veces.
Escogemos aquí un párrafo:
«“Nadie sube al cielo, sino quien bajó del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el
cielo”. Parece que estas palabras se refieren únicamente a El, como si ninguno de
nosotros tuviese acceso a Él. Pero tales palabras se dijeron en atención a la unidad
que formamos, según la cual Él es nuestra Cabeza y nosotros su Cuerpo.«Nadie,
pues, sino Él, puesto que nosotros somos Él, en cuanto que Él es Hijo del Hombre
por nosotros y nosotros hijos de Dios por Él. Así habla el Apóstol: “de igual manera
que el Cuerpo es único y tiene muchos miembros, y todos los miembros del Cuerpo,
a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (1 Cor 12,12). No
dijo: “así Cristo”, sino “así también Cristo”. A Cristo lo constituyen muchos miembros,
que son con Él un único Cuerpo» (Sermón 263,A,2).
“Al permitir que el amor de Dios, recibido en la Eucaristía, fluya a
través de nosotros en nuestro cuidado por los demás, brindamos
una luz para que otros la vean. Cuando salimos de la iglesia
después de haber recibido la Sagrada Comunión, vamos a un
mundo que está lleno de oscuridad. Nos encontramos con
personas que luchan con las cruces de la vida en forma de
sufrimiento físico, angustia emocional o desolación espiritual.
Pueden verse tentados a seguir el ejemplo de Judas y caer en la
desesperación. Tenemos la oportunidad de llevarles la luz de Cristo
y así animarlos a tener esperanza en medio de sus pruebas y a
confiar en la fe que el Dios que los ama no los ha abandonado”.
Obispo Thomas John Paprocki, Ars celebrandi et adorandi (2014)
3- ¿CUÁL ES SU CONEXIÓN
CON LA LITURGIA
EUCARÍSTICA - VIDA?
CATEQUESIS MISTAGÓGICA.
LA MISA ES EL LUGAR PRIVILEGIADO DONDE
RECIBIMOS LOS DOS BANQUETES DE LAS DOS
MESAS: LA DE LA PALABRA Y LA DE LA EUCARISTÍA
• Palabra de Dios y Eucaristía VERBUM DOMINI BENEDICTO XVI 2010
54A. Lo que se afirma genéricamente de la relación entre Palabra y sacramentos, se ahonda cuando
nos referimos a la celebración eucarística. Además, la íntima unidad entre Palabra y Eucaristía está
arraigada en el testimonio bíblico (cf. Jn 6; Lc 24), confirmada por los Padres de la Iglesia y reafirmada
por el Concilio Vaticano II.[191] A este respecto, podemos pensar en el gran discurso de Jesús sobre el
pan de vida en la sinagoga de Cafarnaúm (cf. Jn 6,22-69), en cuyo trasfondo se percibe la comparación
entre Moisés y Jesús, entre quien habló cara a cara con Dios (cf. Ex 33,11) y quien revela a Dios (cf. Jn
1,18). En efecto, el discurso sobre el pan se refiere al don de Dios que Moisés obtuvo para su pueblo
con el maná en el desierto y que, en realidad, es la Torá, la Palabra de Dios que da vida (cf. Sal 119; Pr
9,5). Jesús lleva a cumplimiento en sí mismo la antigua figura: «El pan de Dios es el que baja del cielo y
da la vida al mundo... Yo soy el pan de vida» (Jn 6,33-35). Aquí, «la Ley se ha hecho Persona. En el
encuentro con Jesús nos alimentamos, por así decirlo, del Dios vivo, comemos realmente el “pan del
cielo”».[192] El Prólogo de Juan se profundiza en el discurso de Cafarnaúm: si en el primero el Logos
de Dios se hace carne, en el segundo es «pan» para la vida del mundo (cf. Jn 6,51), haciendo alusión
de este modo a la entrega que Jesús hará de sí mismo en el misterio de la cruz, confirmada por la
afirmación sobre su sangre que se da a «beber» (cf. Jn 6,53). De este modo, en el misterio de la
Eucaristía se muestra cuál es el verdadero maná, el auténtico pan del cielo: es el Logos de Dios que se
ha hecho carne, que se ha entregado a sí mismo por nosotros en el misterio pascual.
54B. El relato de Lucas sobre los discípulos de Emaús nos permite una
reflexión ulterior sobre la unión entre la escucha de la Palabra y el partir el pan
(cf. Lc 24,13-35). Jesús salió a su encuentro el día siguiente al sábado, escuchó
las manifestaciones de su esperanza decepcionada y, haciéndose su
compañero de camino, «les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura»
(24,27). Junto con este caminante que se muestra tan inesperadamente
familiar a sus vidas, los dos discípulos comienzan a mirar de un modo nuevo
las Escrituras. Lo que había ocurrido en aquellos días ya no aparece como un
fracaso, sino como cumplimiento y nuevo comienzo. Sin embargo, tampoco
estas palabras les parecen aún suficientes a los dos discípulos. El Evangelio de
Lucas nos dice que sólo cuando Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo dio, «se les abrieron los ojos y lo reconocieron» (24,31), mientras
que antes «sus ojos no eran capaces de reconocerlo» (24,16). La presencia de
Jesús, primero con las palabras y después con el gesto de partir el pan, hizo
posible que los discípulos lo reconocieran, y que pudieran revivir de un modo
nuevo lo que antes habían experimentado con él: «¿No ardía nuestro corazón
mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?» (24,32).
55. Estos relatos muestran cómo la Escritura misma ayuda a percibir su unión
indisoluble con la Eucaristía. «Conviene, por tanto, tener siempre en cuenta
que la Palabra de Dios leída y anunciada por la Iglesia en la liturgia conduce,
por decirlo así, al sacrificio de la alianza y al banquete de la gracia, es decir, a la
Eucaristía, como a su fin propio».[193] Palabra y Eucaristía se pertenecen tan
íntimamente que no se puede comprender la una sin la otra: la Palabra de
Dios se hace sacramentalmente carne en el acontecimiento eucarístico. La
Eucaristía nos ayuda a entender la Sagrada Escritura, así como la Sagrada
Escritura, a su vez, ilumina y explica el misterio eucarístico. En efecto, sin el
reconocimiento de la presencia real del Señor en la Eucaristía, la comprensión
de la Escritura queda incompleta. Por eso, «la Iglesia honra con una misma
veneración, aunque no con el mismo culto, la Palabra de Dios y el misterio
eucarístico y quiere y sanciona que siempre y en todas partes se imite este
proceder, ya que, movida por el ejemplo de su Fundador, nunca ha dejado de
celebrar el misterio pascual de Cristo, reuniéndose para leer “lo que se refiere
a él en toda la Escritura” (Lc 24,27) y ejerciendo la obra de salvación por medio
del memorial del Señor y de los sacramentos».[194]
• Sacramentalidad de la Palabra
56A. Con la referencia al carácter performativo de la Palabra de Dios en la
acción sacramental y la profundización de la relación entre Palabra y
Eucaristía, nos hemos adentrado en un tema significativo, que ha surgido
durante la Asamblea del Sínodo, acerca de la sacramentalidad de la
Palabra.[195] A este respecto, es útil recordar que el Papa Juan Pablo II ha
hablado del «horizonte sacramental de la Revelación y, en particular..., el signo
eucarístico donde la unidad inseparable entre la realidad y su significado
permite captar la profundidad del misterio».[196] De aquí comprendemos
que, en el origen de la sacramentalidad de la Palabra de Dios, está
precisamente el misterio de la encarnación: «Y la Palabra se hizo carne» (Jn
1,14), la realidad del misterio revelado se nos ofrece en la «carne» del Hijo. La
Palabra de Dios se hace perceptible a la fe mediante el «signo», como palabra
y gesto humano. La fe, pues, reconoce el Verbo de Dios acogiendo los gestos y
las palabras con las que Él mismo se nos presenta. El horizonte sacramental de
la revelación indica, por tanto, la modalidad histórico salvífica con la cual el
Verbo de Dios entra en el tiempo y en el espacio, convirtiéndose en
interlocutor del hombre, que está llamado a acoger su don en la fe.
56B. De este modo, la sacramentalidad de la Palabra se puede entender en analogía con
la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino consagrados.[197] Al
acercarnos al altar y participar en el banquete eucarístico, realmente comulgamos el
cuerpo y la sangre de Cristo. La proclamación de la Palabra de Dios en la celebración
comporta reconocer que es Cristo mismo quien está presente y se dirige a nosotros[198]
para ser recibido. Sobre la actitud que se ha de tener con respecto a la Eucaristía y la
Palabra de Dios, dice san Jerónimo: «Nosotros leemos las Sagradas Escrituras. Yo pienso
que el Evangelio es el Cuerpo de Cristo; yo pienso que las Sagradas Escrituras son su
enseñanza. Y cuando él dice: “Quién no come mi carne y bebe mi sangre” (Jn6,53),
aunque estas palabras puedan entenderse como referidas también al Misterio
[eucarístico], sin embargo, el cuerpo de Cristo y su sangre es realmente la palabra de la
Escritura, es la enseñanza de Dios. Cuando acudimos al Misterio [eucarístico], si cae una
partícula, nos sentimos perdidos. Y cuando estamos escuchando la Palabra de Dios, y se
nos vierte en el oído la Palabra de Dios y la carne y la sangre de Cristo, mientras que
nosotros estamos pensando en otra cosa, ¿cuántos graves peligros corremos?».[199]
Cristo, realmente presente en las especies del pan y del vino, está presente de modo
análogo también en la Palabra proclamada en la liturgia. Por tanto, profundizar en el
sentido de la sacramentalidad de la Palabra de Dios, puede favorecer una comprensión
más unitaria del misterio de la revelación en «obras y palabras íntimamente
ligadas»,[200] favoreciendo la vida espiritual de los fieles y la acción pastoral de la Iglesia.
ORACIÓN COMUNITARIA:
• C. Hermanos y hermanas, en Jesucristo se cumplen las Sagradas Escrituras y nuestras vidas
encuentran su realización. Presentemos nuestras intenciones a Dios Padre, para que vivamos
plenamente su Palabra.
• C. Oremos juntos y digamos: «¡Oh Padre, que tu Palabra se cumpla en nosotros!».
• 1. «El Espíritu del Señor está sobre mí porque él me ha ungido». Que el Papa, los obispos, los
sacerdotes y los diáconos apoyen con valentía a todos los que viven en situaciones de esclavitud
espiritual y material. Oremos.
• 2. «El Espíritu del Señor está sobre mí, para evangelizar a los pobres». Que todos los bautizados,
guiados por el Espíritu Santo, se conviertan en anunciadores de la Buena Noticia para las personas
que encuentren en su vida cotidiana, especialmente para los más necesitados. Oremos.
• 3. «El Espíritu del Señor está sobre mí, para proclamar a los cautivos la libertad». Que los lectores,
los catequistas y todos los que difunden la Palabra de Dios en las comunidades compartan la fe, el
amor y la esperanza con todos los que están solos, desesperados, enfermos y abrumados por el
peso de la vida. Oremos.
• 4. «El Espíritu del Señor está sobre mí, para proclamar el don de la vista a los ciegos». Que cada
uno de nosotros abra el corazón a la presencia divina que nos ilumina y guía, a través de su
Palabra, a las fuentes de la vida eterna. Oremos
• C. Te damos gracias, oh Padre, por tu Hijo que has enviado en medio de nosotros. Haz que con la
gracia del Espíritu Santo sepamos acogerlo en nuestros corazones. Tú que vives y reinas por los
siglos de los siglos. R. Amén
ORACIÓN FINAL
En tu caminar por nuestra tierra, has dado cumplimiento a las
profecías antiguas: has llenado nuestros anhelos, has superado
nuestras esperanzas.
¡Oh Cristo, palabra hecha carne que cumples el hoy de la misericordia
en tu viaje de amor, de perdón y de consuelo a todos los hombres!
acoge nuestras súplicas en favor de todos los que, también hoy,
necesitan tu visita de gracia y perdón.
Los ciegos ante la verdad, los oprimidos por la injusticia, los que no son
libres porque no tienen la paz.
Y no permitas que nuestra mirada se aparte ya de ti, oh sabiduría
verdadera que se cumple hoy en nuestra tierra. Amén
BIBLIOGRAFÍA
• E101 : Una introducción práctica a la evangelización para líderes y voluntarios parroquiales.
Arquidiócesis de Washington. 1-11-2016.
• “Tú tienes palabras de vida, Ciclo “C”; obras completas de San Vicente de Paúl.;
www.lectionautas.com ; “Sigueme”, Ciclo C. Lectio Divina CELAM. Lectio anteriores:
www.cmperu.com
• https://www.deiverbum.org/liturgia/tiempo-ordinario/#Misa_de_los_Domingos Domingo iii
ciclo c.
• https://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/apost_exhortations/documents/hf_ben-
xvi_exh_20100930_verbum-domini.html#_ftn330 VERBUM DOMINI. 2010.
• SIGNOS DEL TESTIMONIO DE JESÚS . Aportes para la construcción de itinerarios en la formación
de testigos en el siglo XXI desde la perícopa Lucas 4, 16-30 . ASTRID LUCÍA ARISTIZÁBAL
SALDARRIAGA . UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA. ESCUELA DE TEOLOGÍA, FILOSOFÍA Y
HUMANIDADES . MAESTRÍA EN TEOLOGÍA . MEDELLÍN. 2016.
• https://www.ivoox.com/podcast-consagracion-espiritu-santo_sq_f11234075_1.html
• Imágenes de pixabay.com con derechos de uso.
• Apuntes y reflexiones personales.

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