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BLOQUE III

Desarrollo histórico educativo en Guatemala Época Colonial

3.1 Hechos culturales sobresalientes durante la época de la colonia


La economía se basaba en casi todo el territorio en el trabajo indígena
estructurado en el sistema de encomiendas y la mita, que originaron un sistema
basado en el poder y los abusos. La principal fuente de riqueza era la tierra y
sobre ella, los conquistadores establecieron un sistema feudal. Primero, la
propiedad de la tierra se obtuvo por donación de la Corona, y luego por compra,
pero sólo podían convertirse en propietarios los conquistadores, los pobladores, los
beneméritos de las Indias y sus descendientes. En sus tierras comunales, los
indígenas cultivaban maíz, frijol y hortalizas. Entre los productos nuevos traídos
por los españoles estaba el trigo, introducido alrededor de 1529. Además, ciertas
frutas que no existían en América, como los cítricos y otras -durazno, manzana o
pera -. (Diccionario Histórico Biográfico, 2004).
Se establecieron zonas para el pastoreo de ganado fuera del radio urbano. Para
ello se repartieron indios y tierras. Los españoles trajeron animales domésticos,
que se convirtieron en especies comunes: gallinas, caballos, asnos, vacas, cabras,
ovejas, cerdos, etcétera. Las mulas fueron ampliamente utilizadas para el
transporte de mercancías. Recuas de estas bestias se utilizaban en el comercio
interno y en el que se hacía con las provincias vecinas. También comenzó a usarse
la carreta de bueyes y, desde luego, otros vehículos tirados por caballos y mulas
(Diccionario Histórico Biográfico, 2004). Los primeros ejemplares de ganado
vacuno fueron importados de Cuba, por el español Héctor de la Barreda, en la
década de 1520. Tiempo después, en el valle que luego ocupó la Nueva Guatemala
de la Asunción, que también se llamó Valle de la Virgen y Valle de Las Vacas, hubo
haciendas ganaderas. Anualmente, se celebraban ferias en distintos lugares, en las
cuales se compraba y se vendía ganado (Diccionario Histórico Biográfico, 2004).
No cabe duda, que el producto más rentable eran los metales preciosos. Al
principio, los conquistadores se apoderaron de ellos por trueque o saqueo. Luego
los recolectaron naturalmente, donde lo encontraban, sobre todo en el cauce de
los ríos, utilizando a los aborígenes para la tarea. A partir de 1560, nuevas técnicas
permitieron organizar y mejorar la explotación minera de yacimientos, contando
también para ello con la mano de obra de los pobladores originarios, mediante el
sistema de la mita, copiado del sistema incaico, pero mucho más abusivo. Se les
exigía que extrajeran entre 20 y 25 Kg. de plata diarios, en jornadas agobiantes.
Los frailes enseñaron a los indios a cortar, hilar y tejer la lana de las ovejas, y así
surgió la industria de los tejidos de ese material, en los telares de los nativos
(Diccionario Histórico Biográfico, 2004). Algunos productos agrícolas originarios de
la región se destinaban al comercio interno o a la exportación. Por ejemplo, el
cacao, el jiquilite o añil, la grana, el algodón, la zarzaparrilla, el achiote, el bálsamo
y las maderas finas. También se cultivó la caña de azúcar, planta nueva en
Guatemala, y se formaron ingenios para procesar el azúcar y la panela. El cacao
fue originalmente el producto de exportación más importante y se mantuvo un
cultivo principal durante toda la época colonial, pero cedió el primer lugar al añil o
jiquilite, que conservó un mayor valor como producto de exportación, hasta
principios de la época republicana (Diccionario Histórico Biográfico, 2004).
En la elaboración de los panes de añil se empleaban más negros esclavos que
trabajadores indígenas, porque se prohibió que éstos se utilizaran en esos obrajes.
Cuando la industria textil aumentó la demanda de añil, creció el área de tierras
destinadas a dicho cultivo y a los obrajes (Diccionario Histórico Biográfico, 2004).
El algodón también se cultivó ampliamente y se utilizaba en los telares de
indígenas y por artesanos ladinos, en la fabricación de mantas y diversas telas
(Diccionario Histórico Biográfico, 2004).
Durante los siglos XVI y XVII, el comercio exterior del Reino de Guatemala fue
muy irregular, pero se canalizó hacia España, México, Perú y Filipinas, país este
último que también era una colonia española. En esta época los corsarios y piratas
ingleses, holandeses y franceses, asaltaban las naves de bandera española, por lo
que se dispuso que los barcos que navegaran entre los puertos de las Indias y la
metrópoli lo hicieran protegidos por naves de guerra (Diccionario Histórico
Biográfico, 2004).
Se hacían dos viajes comerciales al año, en verano y en primavera. La flota
española llegaba a La Habana y allí se dividía en flotillas menores que viajaban a
los diferentes puertos del Mar Caribe. El Reino de Guatemala tenía, en el Océano
Atlántico, los puertos Bodegas del Golfo–Lago de Izabal, Puerto Caballos y Trujillo
-en Honduras-, San Juan -en Nicaragua- y Matina, en Costa Rica. En el Océano
Pacífico estaban Acajutla -en el Salvador y El Realejo -en Nicaragua- (Diccionario
Histórico Biográfico, 2004).
Los viajes comerciales a filipinas se realizaban desde puertos mexicanos. De
regreso a España, las flotillas se volvían a reunir en La Habana, donde las
embarcaciones mercantes navegaban de nuevo hacia Sevilla, bajo la protección de
barcos armados (Diccionario Histórico Biográfico, 2004).
Al principio, las colonias sólo podían comerciar entre ellas y con España, pero las
cosas cambiaron en el siglo XVIII, durante la dinastía de los Borbones, cuando se
dio libertad para el comercio con otros países (Diccionario Histórico Biográfico,
2004).
Los sastres, albañiles, zapateros, calceteros, herreros, coheteros y quienes ejercían
otros oficios artesanales eran, en su mayoría, de la clase ordinaria, o castas, e
inclusive negros esclavos. En el siglo XVI, todos ellos comenzaron a organizarse en
agrupaciones del mismo oficio, denominadas gremios, los que funcionaban con
estatutos u ordenanzas aprobados por el Ayuntamiento (Diccionario Histórico
Biográfico, 2004).
Entre los gremios más importantes figuraron los de los plateros, batihojas,
pintores, escultores, carpinteros, sastres y albañiles. Los gremios comenzaron a
extinguirse a fines de la época colonial y fueron abolidos, por las Cortes de Cádiz,
en 1813 (Diccionario Histórico Biográfico, 2004). En cada gremio había maestros,
oficiales y aprendices y no se ascendía de una a otra categoría sin cumplir
requisitos establecidos en los estatutos. Cada gremio tenía su Santo Patrono y sus
celebraciones particulares (Diccionario Histórico Biográfico, 2004).
Por su parte, la organización educativa colonial en Guatemala, estuvo regida por la
forma de organización feudal que los españoles habían trasplantado a América. La
castellanización, era necesaria para efectuar una más cómoda explotación, la
evangelización porque correspondía al espíritu altamente religioso ya que estuvo a
cargo de la Iglesia Católica y favorecía casi exclusivamente a los hijos de los
españoles y criollos.
3.2 Fundación de instituciones educativas elementales y su organización.
En 1597, el anciano obispo Gómez Fernández de Córdoba y Santillán autorizó la
fundación del primer centro educativo en Guatemala: el Colegio y Seminario
Tridentino de Guatemala. Para entonces otras instituciones similares -llamadas
seminarios tridentinos o seminarios conciliares- habían tenido muchas dificultades
para establecerse: por ejemplo, el colegio tridentino de Quito había pasado a
manos de la Compañía de Jesús y ya no formaba curas seculares menos de treinta
años después de su fundación; el de Santa Fe, que fue fundado en 1586, pasó
también a los jesuitas en 1605, y el de Lima, que seguía abierto a pesar de la
oposición del cabildo y las órdenes religiosas.
En Guatemala, la fundación del Seminario de Nuestra Señora de la Asunción fue
rápido y relativamente fácil: pronto contó con rentas estables, alojó estudiantes
internos en el edificio propio e impartió cátedras. Durante el período virreinal
nunca fue forzado a cerrar ni a pasar a manos de los jesuitas. Esta situación
favorable se debió a que el seminario guatemalteco surgió después de los otros ya
mencionados, y sus fundadores utilizaron las experiencias de dichos seminarios,
además de legislación que se había aprobado para favorecer a las instituciones de
este tipo: para 1598, aparte de las directivas canónicas del Concilio de Trento
existían también reales cédulas que especificaban claramente y restringían la
jurisdicción de los virreyes y Audiencias reales y de los obispos en el manejo de los
colegios. Además, también existían leyes que obligaban a los cabildos catedralicios
y a las órdenes religiosas a sufragar los gastos de funcionamiento del seminario.
De esta cuenta, el Colegio y Seminario de Nuestra Señora de la Asunción gozó de
una gran autonomía desde su fundación.
El seminario de Nuestra Señora de la Asunción fue una obra del cabildo de la
ciudad de Santiago de los Caballeros, de la Audiencia real y de un grupo de
eclesiásticos y pobladores de la ciudad, que se vio favorecido por las intenciones
del extinto obispo Francisco Marroquín de solicitar a la Corona que se instituyera
un centro educativo en Guatemala.
El Colegio de la Compañía de Jesús fue creado a través de Real Cédula del 9 de
agosto de 1561. Esta manzana jesuítica, donada en parte por el cronista Bernal
Díaz del Castillo, comprendía tres claustros y un templo, y llegaron a vivir hasta
doce jesuitas. Funcionó como Colegio de San Lucas de la Compañía de Jesús
desde 1608 hasta la expulsión de la orden en 1767: «El Colegio adquirió gran fama
y no tenía rival en cuanto a la enseñanza de primeras letras y gramática. A él
acudía lo más florido de la sociedad de Santiago, tales como Francisco Antonio
Fuentes y Guzmán, el cronista Francisco Vázquez, Pedro de Betancourt y Rafael
Landívar.»
Cayetano Francos y Monroy llegó a Guatemala como arzobispo en 1779 con la
misión de retomar el control del clero guatemalteco y destituir al arzobispo Pedro
Cortés y Larraz quien se aferraba al puesto. Francos y Monroy estaba muy
involucrado con las corrientes liberales de los filósofos ingleses y de Jean-Jacques
Rousseau que proporcionaron nuevos lineamientos en la pedagogía y la formación
intelectual de las nuevas generaciones. Francos y Monroy inició en la Nueva
Guatemala de la Asunción una reforma educativa, pues a su llegada solamente
estaba la escuela de Belén, la que era incapaz de atender a todos los escolares,
pues la población ascendía a veinte mil habitantes. Las escuelas no funcionaban
porque los jesuitas habían sido expulsados en 1767 y el resto de entidades civiles y
religiosas estaban trabajando arduamente en construir sus nuevos edificios tras el
traslado desde la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala en 1776.
Francos y Monroy fundó dos escuelas de primeras letras, la de San José de
Calasanz y la de San Casiano, fundó un nuevo colegio que llamó «San José de los
Infantes» y contribuyó económicamente para finalizar la construcción del Colegio
Tridentino, y otros establecimientos. La nueva orientación pedagógica de Francos y
Monroy tenías tres objetivos: ciencias, costumbres y religión. De esta forma, se dio
conocimiento a los niños adecuado a su edad y se les proporcionaron principios
que poco a poco fueron desarrollando ciudadanos con mentalidad distinta a la
acostumbrada y quienes en años posteriores serían protagonistas de los
movimientos independentistas.
3.3 Iniciación de la educación secundaria
La educación media fue suministrada en los colegios conventuales y colegios
mayores. Fue una educación muy limitada porque en la época colonial predomino
el fanatismo religioso, predominio de la escolástica lo cual dio como resultado una
educación con limitación científica.
Los colegios mayores fueron:
 Santo Tomas
 San Borja
 San Buenaventura de la Orden de San Francisco
 San Lucas de los Jesuitas
 Colegio Tridentino
 Cristo Crucificado
Y los colegios conventuales eran:
 Santo Domingo
 San Francisco
 San Agustín
 La Merced
3.4 Creación y desarrollo de la Universidad de San Carlos de Guatemala
El proceso de colonización implicó la creación de una sociedad, para lo cual se
establecieron instituciones de gobierno civil y eclesiástico. Con el paso del tiempo,
los vecinos de la ciudad exigieron un lugar en la burocracia de la corona para sus
descendientes, como premio a las hazañas de conquista llevadas a cabo por sus
antepasados. Sin embargo, no existían centros educativos para que los jóvenes
obtuvieran los conocimientos necesarios para servir como ministros.
Fue hasta la segunda mitad del siglo XVI cuando aparecieron las primeras
iniciativas para establecer estudios más allá del adoctrinamiento religioso y la
alfabetización que acompañaba a ello. El primer obispo de Guatemala, Francisco
Marroquín, solicitó aprobación real para fundar una cátedra de gramática, en ella
se enseñaría latín, que era la lengua utilizada por la cultura letrada de la época.
Este hecho ha sido el argumento más utilizado para perpetuar el mito fundacional
que vincula directamente al primer obispo de Guatemala con los antecedentes de
la Universidad de San Carlos.
Hacia el final de su vida, en 1562, Marroquín decidió dejar en su testamento un
caudal para fundar un colegio, el de Santo Tomás de Aquino, en donde se
impartieran cátedras de gramática, artes o filosofía y teología. Los beneficiarios de
esta obra pía sería los hijos de españoles pobres, ya que éstos no podían
trasladarse a ciudades donde había universidades reales, como México. La heredad
del obispo ha sido interpretada también como el origen de la universidad. Sin
embargo, el prelado tenía muy clara la diferencia entre un colegio —residencia de
estudiantes, con o sin cátedras— y un a universidad o Estudio General, donde se
otorgaban grados. Al respecto, el historiador John Tate Lanning afirma que: «Este
testamento es tan bien conocido que algunos que ni siquiera lo han visto han leído
en él muchas cosas que no están allí. En ninguna parte menciona Marroquín una
universidad, mucho menos declara intención de establecer alguna...» Lo que sí
está documentado es que el alcalde Pedro Crespo Suárez al morir, donó veinte mil
pesos para la institución de cátedras de la universidad «que se está gestionando».
Según el historiador Domingo Juarros, Marroquín dejó rentas para fundar un
colegio en que se recibieran doce colegiales y que hubiera cátedras de Filosofía y
Teología, nombrando como encargados al deán de la Iglesia Catedral y al prior del
Convento de Santo Domingo. Los dominicos cedieron un área en el atrio de su
templo para que se construyeran algunas aulas y la Real Audiencia propuso que
los frailes impartieron cátedra en las mismas sin cobrar por algunos años, pero los
eclesiásticos se opusieron e inclusive no permitieron que los franciscanos lo
hicieran.
En 1598, el tercer obispo de Guatemala fray Gómez Fernández de Córdoba y
Santillán, siguiendo las directrices eclesiásticas del Concilio de Trento y apoyado
por las reales cédulas que se emitieron tras dicho concilio, autorizó la fundación
del Colegio y Seminario Tridentino de Nuestra Señora de la Asunción, el cual fue la
primera institución de educación superior en el Reino de Guatemala. Por su parte,
los jesuitas, quienes ya tenían el Colegio de San Borja y querían para sí el Colegio
Tridentino se interpusieron a la fundación de la nueva institución ya que no les
agradaba que ninguna de las otras órdenes regulares - mercedarios, franciscanos y
dominicos o el cabildo catedralicio secular tomaran la iniciativa en cuestiones
religiosas y educativas.
Entre tanto, el presidente de la Audiencia autorizó el inicio de las lecturas en 1620
de colegio Santo Tomás, mientras se recibía la autorización para la construcción de
un colegio para los alumnos, pues sólo tenían las aulas en un solar perteneciente
al convento dominico donde, en teoría, debían leerse las cátedras de artes,
teología y cánones. Los primeros catedráticos fueron:
 Felipe Ruiz del Corral, decano de la Catedral,
 Ambrosio Díaz del Castillo, provincial de Santo Domingo
 Fray García de Loayza
 Dr. Pereira
El rey Felipe IV autorizó al colegio de Santo Tomás para que se aprobaran cursos y
se otorgaran grados en la institución, lo que aprovechó el obispo Juan Zapata para
otorgar grados de doctores a Felipe Ruiz del Coral y a los frailes Francisco Cevallos
y Alonso Guirao; y de bachilleres a los hermanos Tomás y Ambrosio Díaz del
Castillo.
Tras varias décadas, alegatos y peticiones, el rey Carlos II expidió una real cédula,
con fecha de 31 de enero de 1676, que dio licencia a la capital del Reino (situada
entonces en la Antigua Guatemala) para fundar una universidad real o Estudio
General, como se denominaba también a este tipo de instituciones. Por
consiguiente, la Universidad de San Carlos fue creada por Real cedula del
31 de enero de 1676. Su fundador fue el Rey Carlos II de España. La Real
Universidad de San Carlos se convirtió en la tercera universidad real fundada en la
América hispánica. Esta sería la tercera universidad real y pública de la América
hispánica, y la segunda en la Nueva España. Tras un conflictivo proceso de
organización y cinco años después de expedida la cédula real, la Universidad de
San Carlos inició las lecciones de cinco de sus nueve cátedras, el 7 de enero de
1681, con más de sesenta estudiantes matriculados y siendo rector el Doctor José
de Baños y Soto Mayor, arcediano de la Catedral, Predicador del Rey de España y
Doctor de la Universidad de Osuna. La universidad fue inaugurada bajo el
patrocinio de San Carlos Borromeo, dictando sus estatutos don Francisco Saraza y
Arce, copia de los de México que, a su vez, eran adaptación de los de la
Universidad de Salamanca en España.
Algunos de los catedráticos electos no tomaron posesión de sus sillas, debido a sus
ocupaciones como procuradores y su pronta salida del reino, otros porque
consideraron que su nueva categoría, como "interinos" y no como "propietarios" de
la cátedra, no eran digna de su prestigio, y uno más, el catedrático de medicina,
nunca llegó a Guatemala porque se encontraba en la Real Universidad de México
leyendo otra cátedra.
La constitución universitaria exigía la libertad de cátedra, asimismo obligaba a que
se leyesen doctrinas filosóficas contrarias para motivar la dialéctica y la discusión
de ideas.
Las primeras cátedras de la Universidad de San Carlos fueron:
 Cánones
 Leyes
 Medicina
 Teología Escolástica
 Teología Moral
 Dos cursos de lenguas
La Real Universidad de San Carlos Borromeo recibió la aprobación papal por bula
del 18 de junio de 1687, diez años después de su fundación y seis años después
de que comenzaran las clases.
La admisión a la Universidad no era sencilla: estaban excluidos de ella: los negros,
los chinos, los morenos, los mulatos y los que hubieren sido penitenciados por el
Santo Oficio o que ellos mismos hubieren incurrido en esa desgracia. Los
aborígenes sí tenían derecho a matricularse y a obtener grados y consta que hubo
entre ellos algunos que lucieron su talento en las materias que cursaron.
4.5 Las bellas artes y la literatura en la época colonial
El arte colonial Guatemalteco surge, gracias a la constante relación de los
pobladores del entonces nuevo continente con aquellos provenientes del
continente europeo, esto propicio los intercambios artísticos-culturales, abriendo
así una nueva posibilidad de desarrollo artístico de la sociedad, lo que se ve
reflejado en los avances de las bellas artes en la época, en la implementación,
perfeccionamiento e interpretación de la escultura, arquitectura y pintura, incluso
en la creación de talleres con artistas nacionales.
Durante la época colonial, florecieron las bellas artes en el Reino de Guatemala. En
especial fue famosa la escultura guatemalteca; se exportaba a la Nueva España,
Sudamérica y España por su gran calidad y belleza. La escultura colonial es
considerada una de las mejores de América Hispana, superando en belleza y
técnica a la de Perú y México. Esto gracias a que la Iglesia Católica de la Colonia,
trajo maestros muy reputados de España, los cuales dejaron una hermosa galería
de obras, pero también sentaron cátedra, y como se deduce del producto la
semilla cayó en tierra fértil. En la Guatemala Colonial, la gente era muy devota (no
había mucho para entretenerse), y las familias empezaron a llevar a sus casas la
devoción que se instruía en las iglesias. De esa cuenta hasta la época Liberal de
Justo Rufino Barrios, (Antiguo Presidente de Guatemala en 1871) hubo gran
cantidad de artesanos escultores, pues cada hogar debía tener al menos dos
elementos imprescindibles, uno era el misterio de navidad (José, María y el niño
Jesús) que en la época de la colonia, pues eran de estilo barroco, policromadas y
estofadas en oro y plata además de ser de "bulto" como les llamamos acá (talla
completa sin movimiento),y el otro elemento era el crucificado; esto continuó
durante el traslado de la Antigua Guatemala, hacia la Nueva Guatemala de la
Asunción, que así se llama nuestra ciudad capital. Era tal la demanda de imágenes
que hasta había barrios de escultores de imágenes, como el barrio de San José,
donde vivían una gran cantidad de ebanistas y talladores de madera.
La pintura logró también considerable desarrollo y fueron varios los pintores,
generalmente autodidactas, que sobresalieron. Al igual que las otras artes de la
época, la pintura acusaba un fuerte impacto religioso en su temática. Las primeras
pinturas del siglo XVI se ejecutaron para decorar iglesias y conventos con
considerable influencia de los pintores mexicanos. Los pintores guatemaltecos
comenzaron a distinguirse con un sello personal en el siglo XVII. Entre ellos
destacó Pedro de Liendo quien ejecutó las pinturas para varios retablos famosos.
En el mismo siglo destacaron los tres pintores Montúfar de una misma genealogía.
El fundador, Francisco de Montúfar ejecutó varias obras, entre ellas posiblemente
el discutido retrato de Sor Juana de Maldonado y Paz.
Su hijo Antonio de Montúfar fue famoso por la ejecución de un ciclo pictórico de La
Pasión para la Iglesia de El Calvario en Santiago de Guatemala (hoy La Antigua), y
a su hijo Francisco Antonio de Montúfar se le atribuye el retrato del Santo
Hermano Pedro de Betancur que se conserva en el Museo de la Iglesia de San
Francisco El Grande en La Antigua. Esta pintura, que ilustra el presente artículo, se
considera el verdadero retrato del Santo, con gran apego a la apariencia física que
tuvo en vida.
La figura descollante en el siglo XVIII fue sin duda Tomás de Merlo, considerado la
personalidad más destacada de la pintura barroca de Guatemala. Su paleta se
caracteriza por ricos tonos primarios como el rojo, blanco y azul, con una
abundante gama de ocres. José Martí describió su obra así: “Original para
inventar, osado para componer, hábil para colocar, alejar y acercar, dar
perspectivas; oscuro en el color, seguro en el dibujo…” Tomás de Merlo ejecutó
una serie pictórica de once cuadros de gran formato de La Pasión, para decorar El
Calvario antigüeño, en sustitución de los de la misma temática pintados por
Antonio de Montúfar que fueron destruidos por los terremotos de 1717. Estas
pinturas de Merlo se conservan en el Museo de Arte Colonial de La Antigua y seis
de ellas aún en El Calvario.
Otros pintores guatemaltecos famosos del siglo XVIII fueron Pedro de Alvarado
Mazariegos, Alfonso Álvarez de Urrutia, Manuel España, José de Valladares y
finalmente Juan José Rosales, considerado el último pintor barroco de Guatemala.
La literatura producida en Guatemala durante la Colonia abarca tres etapas. La
primera comprende las obras de conquistadores, misioneros, catequistas y
lingüistas, o sea, excepción hecha de Bernal, aquellos autores que prepararon
instrumentos culturales necesarios para el sometimiento de los pueblos nativos. A
la segunda pertenecen las obras de los “cronistas” y de algunos poetas menores.
La tercera abarca la literatura producida bajo el influjo de la Ilustración y engloba
obras que llegan hasta los momentos finales de la Colonia y los comienzos de la
época independiente.

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