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Debido a que existen dos centros autónomos en la psique del ser, la relación entre estos
dos centros es de vital importancia. La relación el ego con el sí-mismo es una de alto
riesgo ya que corresponde muy de cerca a la relación del ser humano con su Creador.
Un mito religioso puede ser visto aquí, como una expresión simbólica de la relación entre
el ego y el sí-mismo.
El Dr. Jung originalmente describió la fenomenología del sí-mismo como un evento
natural que ocurre en el proceso de individuación durante la segunda mitad de la vida.
Recientemente hemos comenzado a considerar el papel del sí-mismo en el proceso de
individuación desde las primeras etapas de la vida.
Es generalmente aceptado entre los psicólogos analíticos que la tarea de la primer etapa
de la vida involucra el desarrollo del ego como una separación progresiva entre el ego y
el sí-mismo; y para la segunda mitad, la vida requiere un rendimiento o al menos una
relativización del ego, al comenzar a relacionarse de nuevo con el sí-mismo. La fórmula
actual trabaja de la siguiente manera: primer mitad de la vida – separación del ego y el sí-
mismo; segunda mitad de la vida – reunión del ego y el sí-mismo.
Estos diagramas representan estados progresivos de separación del ego y el sí-mismo que
aparecen en el curso de desarrollo psicológico. Las áreas del ego azules sombreadas
designan el residuo de identidad entre el ego y el sí-mismo. La línea que conecta el
centro del ego y el centro del sí-mismo representa el eje del ego y el sí-mismo, el eslabón
conector que es vital para asegurar la integridad del ego. Debe quedar entendido que
estos diagramas nos ayudan a ilustrar un punto particular y que para otro respecto son
inadecuados. Por ejemplo; generalmente definimos al sí-mismo como la totalidad de la
psique, que necesariamente contiene también al ego. De acuerdo a estos diagramas,
pareciera que ego y sí-mismo se convierten en dos entes separados, el ego como el
círculo pequeño y el sí-mismo como el grande. Al hablar racionalmente, debemos,
inevitablemente hacer una distinción entre ambos, lo cual contradice nuestra definición
del sí-mismo. El hecho esta en que la concepción del sí-mismo es una paradoja ya que,
es simultáneamente el centro y la circunferencia del círculo de la totalidad. Considerar al
ego y al sí-mismo como dos entes separados es meramente una necesidad racional para
discutir y entendernos mejor.
En la figura 1 el ego y el sí-mismo son uno, lo que significa que no hay ego. Este es el
estado total de la identidad primaria entre el ego y el sí-mismo.
En la figura 2 se muestra un ego que emerge, que está comenzando a separarse de sí-
mismo pero que aun su centro esta identificado con el sí-mismo.
La figura 3 presenta un estado mayor de desarrollo, si embargo, una identidad residual
permanece. Es decir, el individuo, esta parcialmente consciente.
La figura 4 es en la teoría el ideal, que probablemente en la actualidad no existe.
Representa la total separación del ego y el sí-mismo y la completa consciencia del eje
entre estos.
Una vez más, estos diagramas están designados a ilustrar que el desarrollo psicológico
esta caracterizado por dos procesos que ocurren simultáneamente, llamémoslo, la
separación progresiva del ego y el sí-mismo y también, el incremento emergente el eje
entre el ego y el sí-mismo hacia la consciencia. Si esta es una representación correcta de
los hechos, significa que la separación y el crecimiento consciente del ego como
dependiente del sí-mismo son realmente dos aspectos de un mismo proceso continuo
desde el nacimiento hasta la muerte. Si tomamos por ejemplo a la figura 3 como
representante de la segunda mitad de la vida decimos, es el estado de individuación.
A qué debemos poner nuestra atención como psicoterapeutas en los primeros estados de
desarrollo psicológico?
Consideremos la figura 1 donde no hay un ego definido decimos, existe una inflación del
ego.
Muchos mitos ilustran el estado original del ser humano como algo circular que
representa la totalidad, la perfección o el paraíso. Por ejemplo, el mito griego registrado
por Hesíodo acerca de las cuatro eras del hombre: la primera era original como la era de
oro, un paraíso, la segunda fue la era de plata, un período matriarcal donde los hombres
obedecían a sus madres. La tercer era de bronce, un período de guerras. Y la cuarta fue la
era de hierro, el período en el que él escribió y que fue una era deteriorada.
En la era de oro, el paraíso, la gente estaba en unión con los dioses. Esto representa el
estado del ego que aún no nace, que aún no ha sido separado de la matriz del inconsciente
y que por eso, forma parte de la divinidad y la totalidad.
Otro ejemplo el es mito platónico del hombre original. De acuerdo a éste mito, el hombre
origina era redondo, con la forma de un mándala. En el Simposium Platón dice:
Los niños comparten con el hombre primitivo la identificación del ego con la psique
arquetipal. El adulto, alienado de la fuente del sentido, encuentra la imagen de los
primitivos como un objeto de añoranza.
La misma pregunta se aplica a los problemas de la crianza en los niños. Cómo podemos
exitosamente remover al niño de su estado de inflación y darles la noción realista y
responsable en relación del mundo, y al mismo tiempo mantener vivo el eslabón que los
unirá a la psique arquetipal que es necesaria para que su personalidad sea fuerte y
ordenada. El problema está en mantener el balance del eje ego-símismo.
Los niños experimentan ser, casi literalmente el centro del universo. Primero la madre
responde a esa demanda, esta relación es necesaria pero si ésta es total y constantemente
atendida, se le priva al niño de la experiencia del mundo y del desarrollo psicológico. Sin
embargo, antes que se de cuenta, el mundo mismo comienza a rechazar las demandas del
infante. Así, la inflación original se va disolviendo ante la cara de la experiencia.
Lastimosamente al mismo tiempo, la alienación comienza y el eje ego-símismo es
dañado. Una especie de insanable herida psíquica es creada en el proceso de aprender
que el niño no es una deidad como pensó que era. Ha sido exiliado del paraíso y la
separación del ego y sí-mismo comienza.
Muchas psicosis ilustran la identificación del ego con el sí-mismo como el centro del
universo o con el principio superior. Por ejemplo, el común delirio entre los
esquizofrénicos de saberse como Cristo o como Napoleón es explicado desde la
psicología analítica como una regresión al estado original infantil de la inflación del ego
identificado con el sí-mismo.
En algunos casos, los pacientes se imaginan que ciertos eventos naturales esconden
alguna relación para con ellos. Si por casualidad, este fuera el caso de un paranoico el
delirio seria en forma de persecución.
En psicoterapia, estos casos no son muy frecuentes. Existe un número de ejemplos, los
que podemos llamar de inflación en la vida cotidiana. Podemos identificar un estado de
inflación cuando observamos a alguien (incluyéndonos) viviendo algún atributo divino;
por ejemplo, cuando uno trasciende los límites propios del humano, es decir, hechizos de
enojo, el intento de hacer que nuestro contorno se vuelque a nuestro lado, la urgencia de
venganza es también una identidad con la deidad. Casi todas de las tragedias griegas
ilustran las fatales consecuencias que existen cuando el hombre toma la venganza de Dios
en sus manos.
El poder es un tipo de inflación sintomática cuando uno actúa de manera omnipotente.
Este es un atributo de Dios. La rigidez intelectual que trata de hacer de nuestras verdades
u opiniones una verdad universal es también inflación, esta es un modo de omnisciencia.
Dedalos y su hijo Icaro estaban presos en Creta. El padre hizo dos pares de alas y con
estas ellos pudieron escapar. Pero Dedalos previno a su hijo, “no vueles tan alto porque
el sol derretirá la cera de tus alas y caerás. Sígueme de cerca, no cambies de ruta”. Pero
Icaro, con su habilidad de vuelo se exalto y olvido las palabras de su padre y cambio de
ruta. Voló tan alto que la cera se derritió y él callo al mar.
Eso que el ego nazca en un estado de inflación debido a la identificación con el sí-mismo
es una condición que sabemos no puede persistir. Al encontrarse con la frustrada
realidad, hace del ego y el sí-mismo que se vean como un par de extraños. Esto es
simbolizado por esas ideas de caer, exilio y tortura perpetua. Obviamente, cuando estas
imágenes vienen a juego, no solamente el ego es castrado, sino dañado. Esta herida
puede entenderse mejor como un daño al eje ego-símismo.
El ego es sostenido por el sí-mismo así como lo movido lo es por quien lo mueve... el si-
mismo es algo existente a priori de lo que el ego evoluciona. Es, por decirlo así, una
prefiguración inconsciente del ego.
El eje ego-símismo representa la conexión vital entre ego y sí-mismo que debiera estar
relativamente intacta si el ego logra sobrevivir el crecimiento y la realidad. Este eje es el
portal y el camino de comunicación entre la personalidad consciente y la psique
arquetipal inconsciente. El daño a este eje destruye esta conexión entre lo consciente y lo
inconsciente, y nos dirige a la alienación del ego de su origen y fundación.
Toda imagen arquetipal trae consigo un aspecto parcial del sí-mismo. En el inconsciente
no existen separaciones o diferenciaciones. Absolutamente todo esta mezclado con todo.
Es decir, la sombra, el anima o el animus y el sí-mismo son uno solo y el todo. Detrás de
un complejo de la sombra o de animus o de un complejo paterno el dinamismo del sí-
mismo esta involucrado. Ya que el sí-mismo es el arquetipo central, subordina a todos
los otros arquetipos dominantes. Los contiene y los rodea. Todos los problemas de
alienación, sean entre ego e imagen paterna o entre ego y sombra o entre ego y anima,
son al final alienaciones entre el ego y el sí-mismo. Nosotros los separamos por un
propósito descriptivo mas la experiencia empírica muestra que no están siempre
separados. En muchos problemas psicológicos serios estamos entonces tratando
básicamente con la relación entre el ego y el sí-mismo.
Y parió después al hermano de éste, Abel. Quien fue pastor de ovejas y Caín, labrador. Y
aconteció que al cabo de un tiempo que Caín presentó al Señor una ofrenda de los frutos
de la tierra. Ofreció asimismo Abel de los primerizos de su ganado, y de lo mejor de
ellos, y el Señor miró con agrado a Abel y sus ofrendas. Pero de Caín y de las ofrendas
suyas no hizo caso; por lo que Caín se irritó sobremanera, y decayó su semblante. Y dijo
el Señor: ¿Porqué motivo andas enojado? Y ¿por qué está decaído tu rostro?
El Señor, representando al Padre pareciera no haberse dado cuenta que fue su propio
rechazo a Caín y a su ofrenda lo que causó todo el problema. Continuemos;
Dijo después Caín a su hermano: Salgamos fuera. Y estando los dos en el campo, Caín
acometió a su hermano Abel y le mató. Preguntó el Señor a Caín: ¿dónde esta tu
hermano Abel? Y respondió: No lo sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?
Replico el Señor: ¿qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano está clamando a
mí desde la tierra.
Maldito, pues, serás tú desde ahora sobre la tierra, la cual ha abierto su boca y recibido
de tu mano la sangre de tu hermano. Después que la habrás labrado, no te dará sus
frutos; errante y fugitivo vivirás sobre la tierra.
Entonces Caín fue desterrado, re-actuando desde otro nivel, el desterramiento de Adán
del paraíso. Si observamos esto como un mito objetivamente y no tradicionalmente,
encontramos que el origen de la dificultad fue el rechazo del padre hacia el hijo sin
aparente causa o razón. De esta manera, Caín personifica la figura arquetipal que
representa en todo caso, la experiencia de alienación. Su reacción ante el rechazo
excesivo e irracional es caracteristica, si le ponemos nombre, lo llamamos violencia.
Cuando uno experimenta la alienación del ego ante el sí mismo, la desesperación es
siempre seguida de la violencia, ésta puede tomar forma externa o interna. De manera
extrema, esto significa que puede tomar la forma de ya sea asesinato o suicidio.
L. Sechel