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Lectura

El límite de lo Humano ante lo Divino en el Proceso de Individuación

Hablar de la psicología analítica seria amanecer el día de mañana y aún no haber


abarcado ni el mínimo porcentaje. Esto no significa que la teoría del Dr. Jung sea difícil.
Dicha teoría, es compleja, más no en el sentido de dificultad, sino, imaginen un parque de
recreación con incontables aparatos de juego a descubrir. Así de amplia es la psicología
analítica. La mayor dificultad está, a lo mejor, en que debemos ponerle atención desde
nuestra razón, así como desde nuestra irracionalidad. Al fin y al cabo, somos seres tanto
racionales como irracionales.
Preparé para ustedes, a manera de lectura, la presentación que sigue, con el fin de ampliar
un tema que, si bien, trata de dos opuestos autónomos, son el mismo y uno, en la psique
del individuo.

La relación entre el Ego y el Sí-mismo.

El más básico descubrimiento alcanzado por el Dr. Jung es lo denominado inconsciente


colectivo o la psique arquetipal. A través de sus investigaciones, sabemos que la psique
individual no es solamente producto de las experiencias personales. Es también, una
dimensión pre-personal o trascendental que se manifiesta en patrones universales e
imágenes tales como las encontradas en los mundos de la religión y la mitología. Fue
también el gran descubrimiento del Dr. Jung, que el inconsciente colectivo es un
principio estructurado o mas bien ordenador que unifica los varios contenidos
arquetipales presentes en la psique. Éste es el arquetipo central o arquetipo de totalidad
al que dio el nombre de Sí-mismo.

El sí-mismo es el centro unificador y ordenador de la psique total (de la psique consciente


e inconsciente) así como el ego es el centro de la personalidad consciente. En otras
palabras, el ego es el asiento de la identidad subjetiva mientras que el sí-mismo lo es de la
identidad objetiva. El sí-mismo es la autoridad psíquica suprema y subordina al ego. El
sí-mismo es descrito con mayor simpleza como la deidad empírica interna y es idéntica
con el imago Dei.

Existen un número de temas e imágenes asociados al sí-mismo. Plenitud, totalidad, unión


de opuestos, el punto central generativo, el centro del mundo, el eje del universo, el punto
creador donde Dios y el hombre se encuentran, eternidad, incorruptibilidad, estructuras
protectoras capaces de traer orden al caos, la transformación de energía, el elixir de la
vida, todos estos y más se refieren al sí-mismo.

Debido a que existen dos centros autónomos en la psique del ser, la relación entre estos
dos centros es de vital importancia. La relación el ego con el sí-mismo es una de alto
riesgo ya que corresponde muy de cerca a la relación del ser humano con su Creador.
Un mito religioso puede ser visto aquí, como una expresión simbólica de la relación entre
el ego y el sí-mismo.
El Dr. Jung originalmente describió la fenomenología del sí-mismo como un evento
natural que ocurre en el proceso de individuación durante la segunda mitad de la vida.
Recientemente hemos comenzado a considerar el papel del sí-mismo en el proceso de
individuación desde las primeras etapas de la vida.

Es generalmente aceptado entre los psicólogos analíticos que la tarea de la primer etapa
de la vida involucra el desarrollo del ego como una separación progresiva entre el ego y
el sí-mismo; y para la segunda mitad, la vida requiere un rendimiento o al menos una
relativización del ego, al comenzar a relacionarse de nuevo con el sí-mismo. La fórmula
actual trabaja de la siguiente manera: primer mitad de la vida – separación del ego y el sí-
mismo; segunda mitad de la vida – reunión del ego y el sí-mismo.

El proceso de alternación entre la unión ego-símismo y separación ego-símismo ocurre


repetidas veces a través de la vida del individuo en la niñez y en la madurez.
Ciertamente, éste ciclo espiral parece expresar el proceso básico de desarrollo psicológico
desde el nacimiento hasta la muerte.

Estos diagramas representan estados progresivos de separación del ego y el sí-mismo que
aparecen en el curso de desarrollo psicológico. Las áreas del ego azules sombreadas
designan el residuo de identidad entre el ego y el sí-mismo. La línea que conecta el
centro del ego y el centro del sí-mismo representa el eje del ego y el sí-mismo, el eslabón
conector que es vital para asegurar la integridad del ego. Debe quedar entendido que
estos diagramas nos ayudan a ilustrar un punto particular y que para otro respecto son
inadecuados. Por ejemplo; generalmente definimos al sí-mismo como la totalidad de la
psique, que necesariamente contiene también al ego. De acuerdo a estos diagramas,
pareciera que ego y sí-mismo se convierten en dos entes separados, el ego como el
círculo pequeño y el sí-mismo como el grande. Al hablar racionalmente, debemos,
inevitablemente hacer una distinción entre ambos, lo cual contradice nuestra definición
del sí-mismo. El hecho esta en que la concepción del sí-mismo es una paradoja ya que,
es simultáneamente el centro y la circunferencia del círculo de la totalidad. Considerar al
ego y al sí-mismo como dos entes separados es meramente una necesidad racional para
discutir y entendernos mejor.

En la figura 1 el ego y el sí-mismo son uno, lo que significa que no hay ego. Este es el
estado total de la identidad primaria entre el ego y el sí-mismo.
En la figura 2 se muestra un ego que emerge, que está comenzando a separarse de sí-
mismo pero que aun su centro esta identificado con el sí-mismo.
La figura 3 presenta un estado mayor de desarrollo, si embargo, una identidad residual
permanece. Es decir, el individuo, esta parcialmente consciente.
La figura 4 es en la teoría el ideal, que probablemente en la actualidad no existe.
Representa la total separación del ego y el sí-mismo y la completa consciencia del eje
entre estos.
Una vez más, estos diagramas están designados a ilustrar que el desarrollo psicológico
esta caracterizado por dos procesos que ocurren simultáneamente, llamémoslo, la
separación progresiva del ego y el sí-mismo y también, el incremento emergente el eje
entre el ego y el sí-mismo hacia la consciencia. Si esta es una representación correcta de
los hechos, significa que la separación y el crecimiento consciente del ego como
dependiente del sí-mismo son realmente dos aspectos de un mismo proceso continuo
desde el nacimiento hasta la muerte. Si tomamos por ejemplo a la figura 3 como
representante de la segunda mitad de la vida decimos, es el estado de individuación.

A qué debemos poner nuestra atención como psicoterapeutas en los primeros estados de
desarrollo psicológico?

Consideremos la figura 1 donde no hay un ego definido decimos, existe una inflación del
ego.

Usamos el término inflación para describir la actitud y el estado que acompaña la


identificación del ego con el sí-mismo. Es un estado en el cual algo pequeño como el
ego, se ha arrogado en si, las cualidades de algo más grande como lo es el sí-mismo y por
ende, esta hinchado más allá de los límites de su propio tamaño.

Nosotros nacemos en el estado de inflación. En la infancia, no existe el ego ni tampoco la


conciencia. Todo es inconsciente. El ego latente esta en completa identificación con el
sí-mismo. El sí-mismo nace, y el ego se hace; y en el principio todo es sí-mismo. Ya que
si éste es el centro de la totalidad del ser, la totalidad del ego identificada con el sí-mismo
se experimentara como una deidad. Por supuesto que el infante no lo ve de esta manera.
Este es el estado original de plenitud inconsciente y perfección que a su vez es
responsable por la nostalgia que los adultos sentimos desde lo personal hasta lo histórico.

Muchos mitos ilustran el estado original del ser humano como algo circular que
representa la totalidad, la perfección o el paraíso. Por ejemplo, el mito griego registrado
por Hesíodo acerca de las cuatro eras del hombre: la primera era original como la era de
oro, un paraíso, la segunda fue la era de plata, un período matriarcal donde los hombres
obedecían a sus madres. La tercer era de bronce, un período de guerras. Y la cuarta fue la
era de hierro, el período en el que él escribió y que fue una era deteriorada.
En la era de oro, el paraíso, la gente estaba en unión con los dioses. Esto representa el
estado del ego que aún no nace, que aún no ha sido separado de la matriz del inconsciente
y que por eso, forma parte de la divinidad y la totalidad.

Otro ejemplo el es mito platónico del hombre original. De acuerdo a éste mito, el hombre
origina era redondo, con la forma de un mándala. En el Simposium Platón dice:

El hombre primaveral era redondo, su espalda y sus lados formaban un círculo...


Terrible era su poder y su fuerza, y los pensamientos de sus corazones eran grandes, y
ellos se lanzaron al ataque hacia los dioses... y levantaron sus manos hacia los dioses...

Aquí la actitud inflada y arrogante es particularmente evidente. Al ser redondos en el


período inicial de la existencia es equivalente a asumir que uno mismo es un ser total y
completo y como Dios, todopoderoso.
Desde este punto de vista, la conexión cercana del ego de los niños con la divinidad es un
estado de inflación. Muchas dificultades psicológicas son debido a residuos de este tipo
de identificación con la deidad. Consideremos, por ejemplo, la psicología de un niño en
sus primeros cinco años de vida. Por un lado es un tiempo de gran frescura de percepción
y respuesta; el niño esta en contacto inmediato con las realidades arquetipales de la vida.
Pero por el otro lado, el niño puede ser una pequeña bestia egoísta, llena de crueldad y
avaricia. Esta es una descripción brutal, más por lo menos parcialmente verdadera.

Los niños comparten con el hombre primitivo la identificación del ego con la psique
arquetipal. El adulto, alienado de la fuente del sentido, encuentra la imagen de los
primitivos como un objeto de añoranza.

Cuando nosotros miramos atrás en búsqueda de nuestros orígenes psicológicos,


encontramos una doble connotación: primero, con una condición de paraíso, plenitud, un
estado en el que somos uno con la naturaleza y con los dioses, infinitamente deseado.
Segundo, con nuestros estándares humanos conscientes, que están relacionados con el
tiempo y el espacio de la realidad, es un estado de inflación, una condición de
irresponsabilidad, depravación, arrogancia y crudeza. El problema básico para el adulto
es el cómo alcanzar la unión entre naturaleza y los dioses, como el niño, sin inflarse o
identificarse con ellos.

La misma pregunta se aplica a los problemas de la crianza en los niños. Cómo podemos
exitosamente remover al niño de su estado de inflación y darles la noción realista y
responsable en relación del mundo, y al mismo tiempo mantener vivo el eslabón que los
unirá a la psique arquetipal que es necesaria para que su personalidad sea fuerte y
ordenada. El problema está en mantener el balance del eje ego-símismo.

Los niños experimentan ser, casi literalmente el centro del universo. Primero la madre
responde a esa demanda, esta relación es necesaria pero si ésta es total y constantemente
atendida, se le priva al niño de la experiencia del mundo y del desarrollo psicológico. Sin
embargo, antes que se de cuenta, el mundo mismo comienza a rechazar las demandas del
infante. Así, la inflación original se va disolviendo ante la cara de la experiencia.
Lastimosamente al mismo tiempo, la alienación comienza y el eje ego-símismo es
dañado. Una especie de insanable herida psíquica es creada en el proceso de aprender
que el niño no es una deidad como pensó que era. Ha sido exiliado del paraíso y la
separación del ego y sí-mismo comienza.

Repetidas experiencias de alienación continúan progresivamente hasta la edad adulta.


Uno constantemente se encuentra en un proceso doble o dual. Por un lado, somos
expuestos a la realidad donde se contradicen el ego y el inconsciente. Así es como el ego
crece y se separa de la identidad inconsciente con el sí-mismo. Al mismo tiempo,
nosotros debemos recurrir a una reunión entre el ego y el sí-mismo para poder mantener
la integridad de la personalidad total, de otra manera, existe mucho peligro al romper
completamente el eslabón vital que une a ambos. Si esto sucediera, seriamente
estaríamos alienados de las profundidades de nosotros mismos y nuestro contorno se
prepararía para la enfermedad psicológica.
El estado original de experimentarnos como el centro del universo puede persistir más
allá de la niñez. Por ejemplo, una persona un tanto naive, declara: “el mundo es mi libro
de colorear”. Esta persona literalmente considera al mundo como su pelota de juego.
Otro individuo tenía la convicción de que cuando el muriera el mundo llegaría a su fin.
En el estado mental que genera esta idea, la identificación con el sí-mismo es también la
identificación con el mundo.

Muchas psicosis ilustran la identificación del ego con el sí-mismo como el centro del
universo o con el principio superior. Por ejemplo, el común delirio entre los
esquizofrénicos de saberse como Cristo o como Napoleón es explicado desde la
psicología analítica como una regresión al estado original infantil de la inflación del ego
identificado con el sí-mismo.
En algunos casos, los pacientes se imaginan que ciertos eventos naturales esconden
alguna relación para con ellos. Si por casualidad, este fuera el caso de un paranoico el
delirio seria en forma de persecución.

En psicoterapia, estos casos no son muy frecuentes. Existe un número de ejemplos, los
que podemos llamar de inflación en la vida cotidiana. Podemos identificar un estado de
inflación cuando observamos a alguien (incluyéndonos) viviendo algún atributo divino;
por ejemplo, cuando uno trasciende los límites propios del humano, es decir, hechizos de
enojo, el intento de hacer que nuestro contorno se vuelque a nuestro lado, la urgencia de
venganza es también una identidad con la deidad. Casi todas de las tragedias griegas
ilustran las fatales consecuencias que existen cuando el hombre toma la venganza de Dios
en sus manos.
El poder es un tipo de inflación sintomática cuando uno actúa de manera omnipotente.
Este es un atributo de Dios. La rigidez intelectual que trata de hacer de nuestras verdades
u opiniones una verdad universal es también inflación, esta es un modo de omnisciencia.

Prácticamente todos nosotros, en el fondo, tenemos residuos de inflación que se


manifiestan como una ilusión de manera positiva para nuestras vidas.
También hay una inflación negativa. Esta puede ser descrita como la identificación con
la víctima divina, es decir, un excesivo sentimiento de culpa y sufrimiento. Vemos esto
en casos de melancolía que expresan la idea de “nadie en el mundo es tan culpable como
yo”. Esta es mucha culpa. De hecho, ser mucho, exceder los límites humanos es un
indicativo de inflación. Por ejemplo, mucha humildad así como mucha arrogancia,
mucho amor y altruismo así como mucho poder y egoísmo, son todos síntomas de
inflación.

En los mitos encontramos casos de inflación o identificación con la deidad. Adán,


prometeo. Por ejemplo el mito de Icaro que dice:

Dedalos y su hijo Icaro estaban presos en Creta. El padre hizo dos pares de alas y con
estas ellos pudieron escapar. Pero Dedalos previno a su hijo, “no vueles tan alto porque
el sol derretirá la cera de tus alas y caerás. Sígueme de cerca, no cambies de ruta”. Pero
Icaro, con su habilidad de vuelo se exalto y olvido las palabras de su padre y cambio de
ruta. Voló tan alto que la cera se derritió y él callo al mar.

En este mito se enfatiza el aspecto peligroso de la inflación. No por eso, existen


momentos en los cuales un acto de inflación es necesario para lograr un nuevo nivel de
consciencia y otros momentos en los que el acto de inflación puede ser desastroso. Uno
debe saber diferenciar estos momentos ya que si es verdad que a veces el crimen de
inflación es necesario, como es real, así de real son las consecuencias. De manera que si
uno juzga mal la situación puede sufrir del destino de Icaro.

Eso que el ego nazca en un estado de inflación debido a la identificación con el sí-mismo
es una condición que sabemos no puede persistir. Al encontrarse con la frustrada
realidad, hace del ego y el sí-mismo que se vean como un par de extraños. Esto es
simbolizado por esas ideas de caer, exilio y tortura perpetua. Obviamente, cuando estas
imágenes vienen a juego, no solamente el ego es castrado, sino dañado. Esta herida
puede entenderse mejor como un daño al eje ego-símismo.

La observación clínica nos lleva a la conclusión de que la integridad y la estabilidad del


ego depende en todo su desarrollo, de la vital conexión con el sí-mismo.
Cuando en psicoterapia un adulto produce desde su inconsciente una imagen de mándala
que conlleva una sensación de calma y contención el ego entra en confusión. Estas
observaciones indican que el sí-mismo sostiene al ego y puede actuar como una garantía
de la integridad de este.
El Dr. Jung expresa la misma idea cuando nos dice:

El ego es sostenido por el sí-mismo así como lo movido lo es por quien lo mueve... el si-
mismo es algo existente a priori de lo que el ego evoluciona. Es, por decirlo así, una
prefiguración inconsciente del ego.

La afinidad entre el ego y el sí-mismo es mejor ilustrada mitológicamente en la doctrina


del Viejo Testamente donde el hombre como ego, es creado por Dios, como imagen del
sí-mismo.

El eje ego-símismo representa la conexión vital entre ego y sí-mismo que debiera estar
relativamente intacta si el ego logra sobrevivir el crecimiento y la realidad. Este eje es el
portal y el camino de comunicación entre la personalidad consciente y la psique
arquetipal inconsciente. El daño a este eje destruye esta conexión entre lo consciente y lo
inconsciente, y nos dirige a la alienación del ego de su origen y fundación.

Antes de considerar el cómo este daño ocurre en la niñez, algunas remarcaciones


preliminares son necesarias.

Toda imagen arquetipal trae consigo un aspecto parcial del sí-mismo. En el inconsciente
no existen separaciones o diferenciaciones. Absolutamente todo esta mezclado con todo.
Es decir, la sombra, el anima o el animus y el sí-mismo son uno solo y el todo. Detrás de
un complejo de la sombra o de animus o de un complejo paterno el dinamismo del sí-
mismo esta involucrado. Ya que el sí-mismo es el arquetipo central, subordina a todos
los otros arquetipos dominantes. Los contiene y los rodea. Todos los problemas de
alienación, sean entre ego e imagen paterna o entre ego y sombra o entre ego y anima,
son al final alienaciones entre el ego y el sí-mismo. Nosotros los separamos por un
propósito descriptivo mas la experiencia empírica muestra que no están siempre
separados. En muchos problemas psicológicos serios estamos entonces tratando
básicamente con la relación entre el ego y el sí-mismo.

El sí-mismo es un determinante a priori. Durante la fase en la que se experimenta al sí-


mismo, el eje entre el ego y éste esta vulnerable a dañarse por las influencias del medio
ambiente. Aquí es donde el dentro y el fuera no pueden ser distinguidos y la inhabilidad
de experimentar aceptación conlleva a el sentimiento de perdida del sí-mismo. en otras
palabras, el eje ego-símismo ha sido dañado causando la alienación. La parte se ha
separado del todo. Por ejemplo: el rechazo de los padres hacia algún aspecto de la
personalidad de los niños es parte de la anamnesia de la gran mayoría de pacientes en
psicoterapia.
Este es un proceso inconsciente experimentado por los niños como algo inhumano, total,
e irrevocable. Parecido a una experiencia directa derivada de alguna deidad. Esta imagen
tiene dos orígenes. En primer lugar lo que el niño proyecta del sí-mismo en los padres
otorgan a éstos una importancia transpersonal. Segundo, el rechazo de los padres que es
de manera inconsciente se entiende como un acto de inflación y de identificación divina.
Explico.
El sí-mismo es el centro y la totalidad de la psique y está dispuesto a reconciliar todos los
opuestos y debe ser considerado como el órgano de aceptación por excelencia. En este
sentido la aceptación del sí-mismo es la que brinda al ego fuerza y estabilidad. Un
síntoma del daño en el eje ego-simismo es la carencia de auto aceptación. El individuo
siente que no vale la pena existir o ser el mismo. la psicoterapia ofrece a estas personas
la oportunidad de experimentar la aceptación. En casos exitosos, el daño a el eje ego-
simismo es reparado y se regresa a estar en contacto con la fuente interna que brinda la
fuerza y la aceptación, dejando al paciente libre para vivir y crecer.

Los pacientes con un daño en el eje ego-simismo se muestran impresionados en


psicoterapia al descubrir que el terapeuta los acepta. Al inicio no lo pueden creer. Esta
aceptación puede ser desacreditada por el paciente únicamente cuando el enfoque
terapéutico no tiene alguna realidad genuina. Si embargo, si la aceptación del terapeuta
es reconocida como un hecho real, aparece una transferencia bastante poderosa. La
fuente de esta transferencia se entenderá entonces como una proyección del sí-mismo por
parte del paciente. En este punto, las características centrales del sí-mismo del terapeuta
pasa a ser el centro de la vida y los pensamientos del paciente. Las sesiones terapéuticas
se convierten en los momentos centrales del la semana del paciente. Un centro de
significado y orden aparece y toma el lugar de lo que antes era caos y desesperación.
Este fenómeno nos indica que el eje ego-simismo está siendo reparado. Los encuentros
con el terapeuta son experimentadas como contactos con una vida que rejuvenece y le
brinda la sensación de esperanza y optimismo. Al principio estos efectos aparecen como
destellos fugaces entre las sesiones, gradualmente el aspecto interno del eje ego-simismo
aumenta prominentemente.
Experimentar la aceptación no solamente repara el eje sino también reactiva la identidad
residual entre el ego y el si-mismo. Recordemos que la psicología analítica es un enfoque
no directivo e idealmente se espera que en psicoterapia las sesiones se desarrollen de
forma natural y progresiva.
En un estado de alienación, el ego no únicamente se desidentifica del sí-mismo, sino
también se desconecta del él. La conexión entre el ego y el símismo es de vital
importancia para la salud psíquica. Brinda al ego las fundiciones, la estructura y la
seguridad así como también lo provee de energía, interés, sentido y propósito. Cuando la
conexión se rompe, el resultado es vacío, desesperanza, falta de sentido y en casos
extremos psicosis o suicidio.
La Biblia nos ilustra como muchos otros textos de la mitología representaciones del
estado de alienación; independientemente de su significado religioso nos permite desde lo
simbólico ejemplificar y aclarar nuestro tema.
Adán y Eva se muestran como figuras de tristeza desde el momento en que fueron
expulsados del paraíso. Así también lo Caín, su primogénito. Leemos en Génesis 4, 2-6:

Y parió después al hermano de éste, Abel. Quien fue pastor de ovejas y Caín, labrador. Y
aconteció que al cabo de un tiempo que Caín presentó al Señor una ofrenda de los frutos
de la tierra. Ofreció asimismo Abel de los primerizos de su ganado, y de lo mejor de
ellos, y el Señor miró con agrado a Abel y sus ofrendas. Pero de Caín y de las ofrendas
suyas no hizo caso; por lo que Caín se irritó sobremanera, y decayó su semblante. Y dijo
el Señor: ¿Porqué motivo andas enojado? Y ¿por qué está decaído tu rostro?

El Señor, representando al Padre pareciera no haberse dado cuenta que fue su propio
rechazo a Caín y a su ofrenda lo que causó todo el problema. Continuemos;

Dijo después Caín a su hermano: Salgamos fuera. Y estando los dos en el campo, Caín
acometió a su hermano Abel y le mató. Preguntó el Señor a Caín: ¿dónde esta tu
hermano Abel? Y respondió: No lo sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?
Replico el Señor: ¿qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano está clamando a
mí desde la tierra.
Maldito, pues, serás tú desde ahora sobre la tierra, la cual ha abierto su boca y recibido
de tu mano la sangre de tu hermano. Después que la habrás labrado, no te dará sus
frutos; errante y fugitivo vivirás sobre la tierra.

Entonces Caín fue desterrado, re-actuando desde otro nivel, el desterramiento de Adán
del paraíso. Si observamos esto como un mito objetivamente y no tradicionalmente,
encontramos que el origen de la dificultad fue el rechazo del padre hacia el hijo sin
aparente causa o razón. De esta manera, Caín personifica la figura arquetipal que
representa en todo caso, la experiencia de alienación. Su reacción ante el rechazo
excesivo e irracional es caracteristica, si le ponemos nombre, lo llamamos violencia.
Cuando uno experimenta la alienación del ego ante el sí mismo, la desesperación es
siempre seguida de la violencia, ésta puede tomar forma externa o interna. De manera
extrema, esto significa que puede tomar la forma de ya sea asesinato o suicidio.

L. Sechel

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