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AION Contribucién a los simbolismos del si-mismo Carl G. Jung Paidés Psicologia Profunda Carl G. Jung AION Contribucion a los simbolismos del si-mismo ° PAIDOS El dios mitraico Aion Escultura romana. Siglo 2-3 aC. oe wo origina: Aon, Dei ar Symbol des Selb abled en its po Wilke ag RO Oe: Sea “Traduocisn de Julio Balderrama CCubierta de Gustavo Macti sdicin, 1986 2: reimpresién en Espaia, 1997 teers ayes eprom cineca ore roi 2 Gemldes de ala meSane aguilera pss © 1976 by Walter-Verlag AG Otten, Suiza © de todas las ediciones en castellano, Ediciones Paidos Tberica, S.A. ‘Mariano Cubf, 92 - 08021 Barcelona xy Editorial Paidés, SAICF, Defensa, 599 - Buenos Aires ISBN: 84-7509-820-7 Depésito legal: B-3.289/1997 Impreso en Hurope, S. L. Recaredo, 2 - 08005 Barcelona Impreso en Espaia - Printed in Spain INDICE Nota preliminar de las compiladoras Nota del traductor de Ia version castellana Prologo 1. EIYo MI, La sombra IL. La socigia: dnima y animus WV. El simismo V, Cristo, simbolo del s-mismo 2... ee ees VI, Elsigno de piscis VIL. La profeoa de Nostrademus VIL, Sobre la significacin historia del pez IX, La ambivalencia del simbolo del pez... ves X. Elpezen le alquimia . 1. La meduse 2. Elpez ... : 3. El simbolo del pez entre los edtaros XI. La interpretacion alquimica del pez . XII. Generalidades sobre la psicologia de la simbélica alquimico-cristiana : XIII, Simbolos gnésticos del sismismo . XIV, Estructura y XY. Conclusién Bibliografia . . 1B ” 2 25 36 49 82 105 13 a7 136 136 147 156 164 183 193 233 279 283, NOTA PRELIMINAR DE LAS COMPILADORAS, El tomo IX de las Obras Completas esti dedicado a estudios sobre los arquetipos en particular. La primera parte, el volumen titulado Die Archetypen und das kollektive Unbewusste (Los arquetipos y el inconsciente colectivo), se compone de ensayos més breves; la se sgunda (Aion), es una amplia monografia sobre el arquetipo del si mismo, El subtitulo original, “Investigaciones sobre la histoi de los simbolos”, estaba referido a la segunda parte de la edicion de 1951, constituida por el trabajo de Marie-Louise von Franz sobre la Passio Perpetuae, Se ha convenido con el autor en utilizar para el presente volumen el subtitulo que aparecia en el indice de a edicién mencionada: “Contribuciones a la simbélica del si-mismo! Las compiladoras Comienzos de 1976 NOTA DEL TRADUCTOR DE LA VERSION CASTELLANA ‘Se ha procurado ceftir lo més exactamente posible no sélo tas ‘ideas sino también la forma en que Jung las expresa, Por eso se han respetado ciertas peculiaridades (por ejemplo, el uso al parecer sino- nimico de “trascendente” y “trascendental”) y a las citas de textos agriegos y latinos, cuando se las ha traducido por ser ello necesario, el sentido en que las traduce el autor,* cuando, como es frecuente, hay ‘otra interpretacion posible o incluso més natural. Sin embargo, en pasajes decisivos se han indicado en notas las alternativas, Sélo para las citas biblicas se ha utilizado una version espafiola (Bover-Cantera, B.A. C.), salvo cuando la version utilizada o hecha por Jung diferia funda- mentalmente de aquélla, También aqui se han agregado notas en los ceatos que podian provocar desconcierto al lector que mane las versio- nes biblicas comunes. Se ha tenido presente la versin inglesa de R.F.C, Hull de las Obras Completas (Routledge & Kegan Paul, Londres, 1959), a la que se hace Occasional referencia, y que ha sido particularmente util para el ajuste de la bibliografia. Se ha puesto igual cuidado que la edicién alemana en diferenciar Jo que pertenece a Jung y lo que agregan las compiladoras y, en este aso, el traductor: . 1. Las notas numeradas, o las partes de ellas, puestas entre corche- tes sin indicacion especial pertenecen a las compiladoras; * No asi para las traducciones agregadas por las compiladoras, que se reemplazan por una traduecién directa del original. 9 2. Las notas sefialadas con asterisco, 0, dentro de las notas numera- das, las partes entre corchetes con indicacion antepuesta 0 pospuesta [1], pertenecen al traductor (asi se ha hecho también, por brevedad, para aclarar un término o indicar una variante dentro de un texto cita- 0). En el cuerpo del libro, también pertenecen al traductor Jas aclara- ciones 0 traducciones de ténminos puestas entre corchetes sin otra indica Las citas bibliogrificas, incluso las de obras de Jung, se han dejado ‘como en ef original; en la Bibliografia final se registran las traduceiones espanolas. Las frecuentes citas en lenguas clisicas o modernas se han dispuesto como en el original (pata el latin, se han normalizado grafias medieva- les). Se reproducen también los textos en alemén premoderno, que Jung cita con valor documental Para las lenguas de alfabeto no latino en el original (salvo casi siem- pre para el griego) utiliza el autor transcripciones de diversa fuente. En Ia traducci6n se ha utilizado siempre transcripci6n, con un criterio uni forme pero ad hoc con todas las imperfecciones que un criterio ast trae aparejadas. Sin embargo, ef objetivo hha sido permitir al lector interesado ubicar la palabra, si necesita hacerlo, en un diccionario de la lengua respectiva, aparte de facilitarle une lectura aproximada. BI lector no interesado particularmente al respecto, podra limitarse a estos puntos: ge, gi suenan como “gue, gui”; IT no es “elle” sino doble ele, como en “al lado" es como la “a” de “Zurich” en griego, y como “@" en Jos demés casos; z es una “s” zumbante (z francesa); ls dipton. 4208 griegos, tipo ai, af, se leen “ai”, ete El detalle es el siguiente en semitico, corresponde al dlef (y debe sobrentenderse en toda vocal inicial de silaba); “en semitico, corresponde al ‘ay (una friecion glotal): ff, etc., en griego, se lee d, etc. (es aqui el iota subscriptum, mudo); @; f,ete., som vocales largas (en semitico, vocales escritas con conso ‘ante de prolongacién, p. ¢. =i”); © volada es el shevd hebreo (e semimuda, o muda segan el dialecto): ¢ en sinscrito, como ch alemana de ich (una sh emitida hacia el ccentro del paladar); dj en drabe es como y en “yo: 7 en semitico corresponde al jet hebreo (una aspera fricei6n farin: ea); ‘kh en semitico, equivale a “espanol; cen griego, ete., es “k” + “h aspirada” (y andlogamente otra conso- nante seguida de fi). rn destacada (redonda dentro de la bastardilla y viceversa) es la “‘n 10 semitico la “t enfatica” o velarizada. , Julio Balderrama * Términos eslaos sélo aparece, ecasamene, on a bitiogrsta; se-hautilzade la tanscrpcion peneralzada par el nino {com aloe tspatol,zh'=ysopatenge en “hoya” comesponde a uns cescs oe ce seminuda” on rts lengua), Lay reminones¢ puspale nee o inden con's! sioto, Gen i iblogatin remit ses olonee tlomane eingltse Sees OSes Compleae i soe PROLOGO En este volumen VIII de los “Tratadas psicolégicas" publico dos trabajos que, no obstante sus diferencias internas y externas constitu: yen una unidad en la medida en que tienen una gran temética en comiin: Ia idea del Ebn (gr. Aion). Mientras que el estudio demi colaboradora, la doctora en filosofia Marie-Louise von Franz, describe, mediante el anilisis de la Passio Perpetuae, la transiciOn psicolégica de la Antiguedad al Cristianismo, mi investigacién se esfuerza por esclare- cer, valiéndose de los simbolos del sf-mismo cristianos, gndsticos y alquimicos, la transformacién de la situacion psiquica dentro del “Eén cristiano”. La tradicin crstana esta, desde sus origenes, no slo compenctrada por la idea, ante todo judco-mardea, de Ia delimitacion e los tiempos, sino también impregnada por el presentimiento de una inversin, en cierto modo enantiodrémica, de los factores dominantes. Me refiero al conflicto Cristo-Anticrsto, Por ciesto, la mayorfa de las especulaciones histéicas sobre los decursos y las determinaciones tem- porales estén influidas desde antes, como ya lo muestra el Apocalipsis, por representaciones astroligics. No es, entonces, sino natural que ef mayor peso de mi observaciOn caiga sobre el simboto del pez, pues el Eon de Piscis constituyé el cortelato sinerénico de los dos milenios de desarrollo espirtual cristiano. En este laso, la figura del Anthropos (€l “Hijo del Hombre") no sélo fue amplificada, y, con ello, psicolig- camente asumida, en un sentido progresivamente simbélico, sino que aademés trajo consigo transformaciones de la actitud humana, antcipa- das ya por los primeros textos en la espera del Anticrsto. Pues en cuan- «© esos textos sitiian la aparicién del Anticrsto en el finde los tiempos, ‘std justficado hablar de un “Eon cristiano”, dol cusl se presupone que B hha de cerrarse con la Parusia, Esta espera pareciera coincidir con la representacién astrologica del Gran Mes de iscis. Dio impulso a mi propésito de desarrollar estas cuestiones hist6- cicas la circunstancia de que la imagen arquetipica de la totalidad, que tan a menudo aparece en las producciones del inconsciente, tiene sus precursores en la historia. Estos fueron ya tempranamente identifi los con la figura de Cristo, como, por ejemplo, lo he mostrado deta- lladamente en mi libro Psicologia y alquimia. Tan a menudo me ha solivitado el ptilico lector sentar posiciones acerca de la relacién entre la Ggura tradicional de Cristo y los simbolos naturales de la totalidad, es decir, del st-mismo, que me he decidido finalmente a emprender esa tarea, Ante las extraordinarias dificultades de semejante empresa, no me hha resultado sencillo decidirme, pues, para superar todos los obstaculos y las posibilidades de error, har‘an falta un saber y una circunstanciada Visién que infortunadamente s6lo me ha sido dado poseer en limitada medida. En cuanto a mis observaciones sobre material empirico estoy razonablemente seguro, pero me doy cuenta suficiente, creo, de lo aventurado que es incorporar a mis observaciones el testimonio de I historia. Creo conocer también la responsabilidad que tomo sobre mi, al aftadir, continuando en cierto modo el proceso de asuncion historica, ‘una més a las muchas amplificaciones simbélicas de la figura de Cristo: la psicolégica; o inclusive al reducir, como pudiera parecer, el simbolo de Cristo a una imagen de la totalidad. Pero el lector no debe perder nunca de vista que no aduzco ninguna profesion de fe ni eseribo tenden- ciosemente, sino que expongo reflexiones acerca de cémo podrian concebirse ciertas cosas desde la conciencia moderna; cosas que conside- ro dignas de ser concebidas, y que estén en notorio peligro de ser devo- radas por el abismo de Ia incomprensi6n y el olvido; cosas, en fin, cuya comprensién seria de mucha ayuda para nuestra desorientada visiin del mundo, al iluminar los fondos y los trasfondos psfquicos. Lo esen- I de esta obra se ha configurado paulatinamente en el curso de ‘muchos aflos, en innumerables conversaciones con personas de toda edad y grado de cultura; con personas que, en la confusién y el desa- rraigo de nuestra sociedad, corrian el riesgo de perder tods conexién ‘con el sentido del desarrollo espiritual europeo y asi caer en ese estado de sugestibilidad que proporciona fundamento y causa 2 las psicosis colectivas utopistas de nuestro tiempo. Eseribo como médico y en virtud de mi responsabilidad de tal, no como representante de un credo, Tampoco lo hago como erudito, pues, si no, me atrincheraria prudentemente tras las seguras murallas de mi especialidad y no ofreceria flancos de ataque a la critica con mi insufi- ciente saber hist6rico, arriesgando mi reputacién cientifica. He puesto cn verdad todo mi esfuerzo, en la medida en que mi capacidad de traba- 14 jo, limitada por los aftos y la enfermedad, me lo ha consentido, para asegurar la mayor confiabilidad posible a mi material documental, y ‘para prestar apoyo, com la cita de fuentes, ala verificacién de mis resul- tados. ‘Apenas me hubiese sido posible la realizacién de mi proyecto, si no hubiesen tomado a su cargo en destacable medida el penoso trabajo de biblioteca las doctoras en filosofia seflora L. Frey-Rohn, senorita M. L. von Franz y seforita R. Scharf. A todas ellas quisiera aqui ‘manifestar mi agradecido reconocimiento por tan comprensiva ayuda Estoy particularmente obligado para con la seftora Lena Hurwitz Eisner, y ademés para con todos aquellos que me han asistido con su consejo 0 su trabajo en la lectura critica del manuscrito y en las correc: ciones; entre los cuales no quisiers olvidar los destacados méritos de ‘mi devota secretaria, la sefiorita MarieJeanne Schmid, C.G. Jung, Mayo de 1950 Is Capitulo 1 EL YO El quehacer con Ia psicologia del inconsciente me ha puesto frente 4 ciertos hechos que requieren establecer conceptos nuevos, Uno de ellos es el del si-mismo. Se entiende por este término una magnitud que no cortesponde a la desde siempre designada por el concepto de “yo”, sino que més bien la contiene como concepto de mayor extensidn. Ha de entenderse por “yo” ese factor complejo al que refieren todos los contenidos de conciencia. Constituye en cierto modo el centro del campo de conciencia, y,en la medida en que éste abarca la personalidad empiric, el yo es el sujeto de todos los actos de conciencia personales. La relaci6n entre un contenido psiquico y el yo constituye el eriterio de lo consciente, pues mo es consciente ningiin contenido que no sea tuna representaciOn para el sujeto. Con esta definicion queda descrita y delimitada ante todo la ‘exrensién del tema, Por cierto no pueden fijarse limites te6ricos al campo de conciencia, siempre indefinidamente ampliable. Pero, desde cl punto de vista empirico, el campo de conciencis encuentra su limite en el Ambito de lo desconocido, Este consiste en todo aquello que no se sabe, 0 sea, lo que no esti en relacién con el yo como centro det ‘campo de conciencia. Lo desconocido se divide en dos grupos de obje- tos los extemos, sensorialmente aprehendibles, y los internos, de prehension inmediata. El primer grupo representa lo desconoeido del centorno, el segundo lo desconocido del mundo interno. A este segundo Ambito damos el nombre de inconsciente. EL yo como contenido de conciencia no es en si un factor simple y elemental, sino complejo, que no puede como tal ser exhaustivamente descrito, Segin lo muestra la experiencia, se sustenta en dos bases 7 mente divers: primer, una smd: segundo, ne sii Teivane some enfire del Conjunto dels sensaconesendesoms- thar, qe, Porm pate, son ya denturea psiguice, est aia a Yor abn po lo tam consents, Dependen de entimulsendosomite “hoe cuts to en pare irsponen el unbral deconelencia, ments Ghee parte conidoble inen un ero inconcemte, ea sli SEL Exe earcter subliminal no goin necesaraenie que sean {adsl purmerte soli, as somo fempoco que 5 doe Sal {on Cone psiquio. Dao cao, pueden tomate supliin iG dein, convertise on semaciones Pero no cabe dada sguna de {us gran prt de on proces de extimulcn endosomes abscli Slime incaen de tomar estado consent, dentures ta el Mani que no hay tadn alguna pre prearle naturales psig: Ttmnoe ue oe setenga I concept os Je qe sea de eden faiguice todo povese a. Conta exe spent, diteiente probe Fie"pude argue pincipalmente qu apis elconcept de “sie nds de Ie deido,nterretando sl proce Wl en un seo no Tuntanciadeinequivocament por los eto, Lor concepts demasiado posse stan por rea geen como instrament inadecUaos, og rean demesiado vagosy nebula. Por eo he ropes Tote ceoncepo de “pignice wos aula ese en que demos Mente Ie volutad puede todavia oda el proceso istivo de Cpe ego; pas Total deb ret al stor ami ensayo sabe “El ‘espiritu de le psicologia”," donde he tratado més de cerca esa defini- ibn deo plguen a base sonic del yo consi, como se ha mostado, en fo res concn inconscientes, Lo mio val passe piguca el yorsesstnta por una pate eh ef campo deconelenci en corn. y Yor ota tmel conto de os conteidosInconetetes. Estos vez 1 viden en es grupos. pine, ede ls comeidostemporsi- mente sublines 0 ea Yolutariarente reproducible (memory; Fepundo, el de los inconsientes no veluntaramente reproduces; y ferro, el de ks totalmenteiacesblsala consent. El segundo grupo puede Inferno dels esos en que irompen epontéeamente Ens concenclacontnidos salina El terero es poetic, vale Sect conte una conteceni gst Gels hecho qe fondanen- tan al upo dos. te, en efecto, omprende aquellos ontnios que tun nan trumpido ca conenia,o que nunca ramps. 1 “Der Geist der Psychologie”, Eranos-Johrbuch, 1946 [posterior mente: Theoretische Ueberlegungen zum Wesen des Psychischen, trad. esp. en Arquetipos e inconsciente colectivo, cap. IX, Barcelona, Paidds 1984, 28 reimpresién}. 18 Cuando, mas arriba, he dicho que el yo se sustenta en el campo de vonciencia en conjunto, no entendia decir que consistiera en él. De ccurtir esto altimo, lo uno y lo otro serian absolutamente indistingui bles. El yo es s6lo el punto de referencia, fundado y limitado por el “antes mencionado factor somitico, del campo de conciencia. El yo, no obstante el cardcter relativamente desconocido e incons- ciente de sus bases, es un factor consciente por excelencia. Es, incluso, ‘una adquisicién empirica de 1a existencia individual. Surge primera, ‘mente, al parecer, del choque de los factores somaticos con el entorno Y, una vez puesto como sujeto, se deserrolla por medio de nuevos cho- ues con el entorno y con el mundo interno. ese a Ia indesconocible amplitud de sus bases, el yo no es nunca ‘mis ni nunca menos que la conciencia en general. Como factor cons- ciente, podria hacerse de él, teoréticamente al menos, una descripcién completa. Pero ello no darfa sino una imagen de la personalidad cons- ‘ciente, en que faltarian todos los rasgos que permanecen desconocidos © inconscientes para el sujeto; mientras que la imagen conjunta de la personalidad deberia incluir esos rasgos. Ahora bien; una descripcin total de la personalidad es absolutamente imposible, aun desde el punto de vista te6rico, porque no se puede aprehender le parte inconsciente. Esta, como la experiencia lo muestra a saciedad, no es en modo alguno insignificante: cualidades realmente decisivas son a menudo incons- cientes, y sélo pueden ser observadas por las personas del entorno, 0 ‘aun, muchas veces, deben ser laboriosamente descubiertas con ayuda de recursos técnicos El fenémeno total de la personalidad no coincide, evidentemente, con el yo, es decir, con la personalidad consciente, sino que constituye luna magnitud que debe ser diferenciada de aquél. Tal necesidad se impone s6lo, como es natural, para una psicologia que se aboque al hhecho del inconseiente. Y para ésta resulta de la més extrema importan- cia esa distincién, Inclusive para la practica juridica ha de resultarsigni- ficativo que tal o cual hecho psiquico sea consciente o inconsciente, por |jemplo en la determinacién de la responsabilidad. Por eso he propuesto dar a este personalidad conjunta, presente pero no integramente aprehendible, la denomingcién de simismo. El Yo estd, por definicién, subordinado al si-mismo, respecto del cual se comporta como una parte con respecto al todo, Tiene, dentro de los alcances del campo de conciencia, libre albedrio, como suele decirse. Por este concepto no entiendo nada filosofico, sino el notorio hecho psicoldgico de la lamada decision libre, en relacién con el sentimiento subjetivo de libertad. Pero, tal como nuestro libre albedrio choca en el entomo con el orden de lo necesario, asi también encuentra sus Ifmites, ‘més alli del campo de conciencia, en el mundo interno, subjetivo, es 19 decir, ally donde entra en contflicto con los hechos del si-mismo. Del ‘mismo modo que las circunstancias externas nos sobrevienen y restrn- zen, asi también el si-mismo se comporta, respecto del yo, como dato objetivo, en el cual Ia libertad de nuestro querer no puede sin més ni mids producir modificaciones, Y hasta es un hecho conocido que el yo no sélo no puede nada contra el s{-mismo, sino que, eventualmente, es asimilado y modificado en gran medida por partes inconscientes de la personalidad comprendidas en curso de desarrollo. Esté en la naturaleza de las cosas que no se pueda dar ninguna des: cripcion general del yo, como no sea puramente formal. Cualquier otro modo de consideracién deberfa tomar en cuenta la individualided, inherente al yo como una de sus cualidades capitaes. Si bien los nume- rosos elementos que componen ese complejo factor son para todos los rmismos, varian sin embargo hasta lo infinito en cuanto a claridad, tona- lidad afectiva y alcance. El resultado de su combinacién, el yo, es por Jo tanto, en la medida en que puede establecerse, una individualidad irrepetibie, que en determinada medida permanece idéntica asi propia. Esta permanencia es relativa, por cuanto, en ciertos casos, pueden s0- brevenir profundos cambios de la personalidad. Tales transformacio- nes no son siempre, en modo alguno, patolégicas, sino que pueden estar determinadas por el desarrollo y entrar por consiguiente en la extensién de lo normal, ‘Como punto referencial del campo de conciencia, el yo es el sujeto de todos los procesos de adapracién, en 1a medida en que son realizay ‘dos por la voluntad, En la economia psiquica, pues, el yo desempena lun papel muy significativo, Su posici6n en ella ¢s tan importante, que fen modo alguno carece de buenos fundamentos el prejuicio de que el yo sea el centro de la personalidad, o de que el campo de conciencia sea simplemente idéntico a la psique. Si dejamos aparte ciertas sugerencias de Leibniz, Kant, Schelling y Schopenhauer y los proyectos filos6ficos de Carus y von Hartmann, silo la nueva psicologis, desde fines del siglo XIX, con su método inductivo, ha descubierto las bases de Ia concien: cia y demostrado empiricamente la existencia de una psique extracons- ciente, Con este descubrimiento se ha relativizado la posicién hasta centonces absoluta del yo; 0 sea, si bien éste conserva su cuslidad de centro del campo de conciencia, queda cuestionado en cuanto punto ‘central de la personalidad, Sin duda tiene parte en ella, pero no es el todo. Segin ya se ha mencionado, resulta imposible apreciar cusin grande o cuin pequefa sea esa paste, o, en otras palabras, haste dénde es libre o es dependiente de las condiciones de la psique extraconscien- te. Sélo podemos decir que su libertad esta demostrablemente limitada, yy probada su dependencia en aspectos decisivos, Segin mi experiencia, se hard bien en no subestimar la dependencia respecto de lo inconscien- 20 te. Por supuesto, no ha de decirse esto a quienes ya sobreestiman la significacién de este ultimo. Cierto criterio para la justa medida lo dan los fenémenos psiquicos que son consecuencia de una estimacién ina decuada, sobre lo cual volveremos més adelante, Antes hemos dividido el inconsciente, desde el punto de vista de la psicologia de la conciencia, en tres grupos; pero, desde el punto de vista de la psicologia de la personalidad, la psique extraconsciente admite una biparticion, a saber: una parte cuyos contenidos son perso- rales, y otra cuyos contenides se caractetizan por ser impersonales 0 colectivos. El primer grupo corresponde a contenidos que constituyen partes integrantes de la personalidad individual y por lo tanto podrian {gualmente ser conscientes; el segundo viene a ser una condicin o base de la psique constante y general, continuamente idéntica a sf misma. Esto no es, naturalmente, sino una hipétesis, impuesta sin embargo por la peculiaridad del material experimental; aparte de que resulta alta- ‘mente verosimil que la semejanza general de los procesos psiquicos en todos fos individuos se funde en un principio constante igualmente general, e impersonal por Jo tanto, exactamente como el instinto que se hace manifiesto en el individuo no es sino la manifestacién parcial dde-una base general instintiva, a1 Capitulo LA SOMBRA Los contenidos del inconsciente personal son adquisiciones de la vida del individuo; los del inconsciente colectivo, en cambio, son arquetipos presentes siempre y a prion. En otros lugares he tratado la relacién entre arquetipos e instintos.! Entre los arquetipos, son earac- terizables empiricamente con més claridad aquellos que con mayor frecuencia e intensidad influyen sobre el yo, eventuslmente de manera perturbadora. Son la sombra, el anima y el animus. La figura mas ficilmente accesible ala experiencia es la sombra,cuya indole puede inferirse en gran medida de los contenidos del inconsciente personal. Constituyen una excepeién a esta repla slo los casos en que esti seprimidas las cualidades positivas de la personalidad, y por consiguien te el yo desempena un papel esencialmente negativo, es decir, desfa- vorabie. La sombra representa un problema ético, que desafie a la entera personalidad del yo, pues nadie puede realizar* lasombra sin considera- ble dispendio de decision moral. En efecto, en tal realizacién se trata de * Instinkt und Unbewusstes; Der Geist der Psychologie | Trad esp. en Arquetipos e inconsciente colectivo, Barcelona, Paidés, 1984, 28 reimpresién]. ? El contenido de este capitulo y del siguiente proviene de una conferencia pronunciada en 1948 en Zurich, en la Sociedad Suiza de Psicologia Practica, y publicada en 1948 en la Wiener Zeitschrift fur Nervenheilkunde und deren Grenzgebiete, 1,4, 1948, + “-Realizar” (realisieren) es hacer consciente, (T.] 2 Feconocer como efectivamente presentes los aspectos oscuros de Ia personalidad, Este acto es el fundamtento indispensable de todo conoci- rmiento de si, y consiguientemente encuentra, por regla general, resi tencia considerable, Si el autoconocimiento se asume con medida psico- terapéutica, constituye a menudo un proceso laborioso que puede llevar largo tiempo. ‘Una investigacién mas cefida acerca de los raspos de carécter oscu- 105, 0 minusvalias, que constituyen la sombra muestra que tienen natue raleza emocional y cierta autonomia, y son por consiguiente del tipo de la obsesin o, mejor, de la posesién, Pues, en efecto, Ia emocién no es tuna actividad sino un suceso que a uno le sobreviene. Lo emocional ccurre por regla general en los momentos de minima adaptecién, y pone a la vez de manifiesto la base de esa adaptacién disminuida,o sea cierta minusvalia, y la presencia de cierto nivel inferior de Ie personali- dad. En este plano mas profundo, con sus emociones poco o nada sujetas a control, uno se comporta ms o menos como un primitivo, ue no sélo, carente de voluntad, se constituye en victima de sus afeo- tos, sino que ademis tiene ain una ineapacidad notable de juicio moral Ahora bien; aunque la sombra puede, en cierta medida, y con penetracion y buena voluntad, ser incorporada a la personalidad cons- ciente, la experiencia ensela que existen sin embargo ciertos rasgos tozudamente resistentes al control moral, sobre los cuales por ende se muestra précticamente imposible ejercer ningin influjo, Estas resisten- cias estén por lo general estrechamente ligadas a proyecciones, que, en cuanto tales, no son reconocidas, y cuyo reconocimiento significa una empresa moral muy por encima de las posibilidades comunes. Mientras ue los resgos propios de la sombra pueden ser reconocidos sin excesivo esfuerzo como caracteristicas de la personalidad, en el caso de esos rasgos falla tanto Ia voluntad como la penetracién, porque el funda- mento de la emocién parece sin ugar a dudas situado en ef otro, Para el ‘observador objetivo puede scr de toda evidencia que se trata de proyec- ciones. Sin embargo, cabe poca esperanza de que el sujeto las vea. Hay que estar ya persuadido de que uno también a veces puede equivocarse, para estar dispuesto a separar del objeto las proyecciones emocionales. Supongamos que en determinado individu no existe ninguna disposicién a reconocer proyecciones. Entonces el factor que las produce tiene libre juego, y, si se ha puesto un objetivo, puede cum- plirlo, 0 producir el estado caracteristico que sigue a su cumplimiento. Notoriamente, el proyectante no es el sujeto consciente, sino el incons- siente. Por lo tanto, uno no hace la proyeceién: la encuentra hecha. El resultado de la proyeccién es un aislamiento del sujeto respecto del entomo, en cuanto que se establece con éste una relacién no real sino ilusoria, Las proyecciones transforman al entorno en el propio pero 23 desconocido rostro del sujeto. Llevan, pues, en tltima instancia, a un estado autoerdtico 0 autfstico, donde se suena un mundo cuya realidad permanece empero inalcanzable. El “sentimiento de incompletez” que as{ surge y el sentimiento, peor aun, de esterlidad, se interpretan a su ‘vez, por proyeccion, como malevolencia del entorno, y por medio de este circulo vicioso se acrece el aislamiento. Cuantas més proyecciones se insertan entre el sujeto y el entomo, tanto més dificil resulta para el yo ver a través de sus dusiones. Un paciente de cuarenta y cinco ailos, Quien padecia desde los veinte de una neurosis obsesiva que lo excluia enteramente del mundo, me dijo: * |No puedo admitir que haya desper- diciado los veinticinco mejores aftos de mi vida!” ‘A menudo resulta trdgico ver qué aguda penetracién pone una per- sona en estropear su propia vida y la de los demas, sin poder pereibir por nada del mundo eémo toda esa tragedia proviene de ella misma y ella misma la realimenta y mantiene de modo continuo, Su concienci por cierto no To hace, pues se lamenta y maldice de un mundo traicio- nero, que se le retira a una distancia cada vez mds lejana. Més bien, fs un factor inconsciente el que teje esas ilusiones que se velan a sf rmismas, y velan al mundo, Ese tejido termina de hecho en un capullo donde el sujeto queda finalmente encerrado, Cabria suponer que aquellas proyecciones que dificilmente o en absoluto pueden disiparse pertenczcan también al campo de la sombra, decir, al lado negativo de la propia personalidad. Pero, desde un pun- to dado, est suposicién se welve insostenible, pues los simbolos que entonces aparecen no apuntan al mismo sexo, sino al opuesto: al hom bre en la mujer, y viceversa. Como fuente de las proyecciones figura, pues, no ya la sombra, del mismo sexo, sino el sexo contrario, Aqui se encuentra uno con el animus de la mujer y el anima del varén, dos arquetipos en mutua correspondencia,cuyo caract ciente explica la persistencia obstinada de sus proyecciones, También la sombra es ciertamente un motivo muy conocido en mitologia, pero, ‘como representa ante todo el inconsciente personal y por lo tanto su contenido puede tomar sin demasiada dificultad estado consciente, cesta mayor transparencia y realizabilidad la diferencia del par animus y ania, que esti sefaledamente més lejos de la conciencia, de modo que ‘en las condiciones usuales rare vez 0 nunca puede ser objeto de realiza- ‘cién. Con un poco de autocritice, Ia sombra, pues, es susceptible de hhacerse transparente sin dificultad mayor, en la medida en que es de naturaleza personal. Pero, cuando aparece como arquetipo, da lugar a las mismas dificultades que el animus y el anima: dicho de otro modo, std dentro de las posibilidades que uno reconazca el mal relativo de su propia naturaleza; en cambio, constituye una experiencia tan rara como conmacionante el verse cara a cara con el mal absoluto. auténome- incons- a Capitulo 11 LA SICIGIA: ANIMA Y ANIMUS ‘Ahora bien, jqué es ese factor proyectante? Oriente lo conoce como “la Tejedora”™ 0 Méyd, la danzarina que genera lo ilusoro. Si no la conociéramos hace rato a partir de la simbélia del suento, esa interpretacin oriental nos pondria sobre la pista: Io que rodea de velos, Jo que envuelve entre redes, lo que traga, apuntainrecusablemente a la ‘madre es decir, a la rlacion del hijo respecto de la madre real, de la imago materna correspondiente, y dela mujer que ha de ser mare para 4. Es un eros pasivo como el de un mio: espera ser abrazado, absorbi- do, envuelto y devorado. Busca, en cierto modo, el cfteulo magico protector y autricio de la made, el estado de lactante, exento de inguietudes, en que el entorno viene a él y hasta le obliga a ser feliz, No es de extralar,entonces, que se le esfume el mundo real Si se dramatiza este estado, como suele hacerlo el inconsciente, aparece en el escenario psicol6gico un ser humano que vive hava ards, que busca su infancia y sv made, y que huye del mundo frio, maligno, nada dispuesto a comprenderie, No es raro ver, al lado del hijto, una madre, a quien nada purece importarle que su hijo Megue a ser un hombre, y que, prodigando sus cuidados infatigable y sacificadamente, " Rowsselle, Seclische Fiihrung im lebenden Taoismus, Mim. 1, pig. 150, y pag. 170. Rousselle Hama a ta tejedora “el alma animal” Una sentencia dice: “La Tejedora pone en movimiento” (loc. cit.). He definido el anima como la personificacién del inconsciente, ", aguf yen lo que sigue, no se toma en sentido literal, bolo de todo lo que actia maternalmente 2s no deja nada por hacer de cuanto pueda impedir al hijo madurar y casarse. Se observa el secreto complet entre madre e hijo, y cémo se ayudan mutuamente a defraudar la vida {De quin es la culpa? De la madre o del hijo? Verosimilmente, de ambos. Debe tomarse en serio la insatisfecha aspiracin del hijo hacia Ta vida y el mundo. El quisiera tocar lo real, abrazar la tiecra y hacer fructificar su campo. Pero no realiza sino conatos impacientes, porque la secreta memoria de que el mundo y la dicha pueden recbirse también como regalos —regalos de la madre— paraliza su fuerza de iniciativa tanto como su capacidad de perseverancia, Esa porcién de undo que él, como cada ser humano, tiene delante, aunca es la ente- ramente adecuada, porque no se da, no le viene al encuentro, se compor ta dspera y esquiva, quiere ser conquistada y s6lo se somete ala fuerza. Reclama ia viridad del hombre, su fervor, y sobre todo ese coraje y decision que le permita echar todo el peso de su ser en la balanza, Para ello necesitaria un eros infiel, capaz de olvidar a la madre e inligise ¢l dolor de abandonar ala primera amada de su vida, Previniendo esta ventura cruel, la madre le ha inculeado cuidadosamente las virtudes de la fidelidad, la lealtady la entrega, para resguardarlo de la amenazadora ruptura moral que la empresa de vivir leva consigo. Ellas ha aprendido demasiado bien, y permanece fiel a la madre, la cual encuentra en ello tal vez su pesar més grande (por ejemplo, cuando el hijo, en homenaje a ella, se revela homosexual), al mismo tiempo que su satisfaceién mi tica inconsciente. Porque con esta relacién se cumple el sagrado arque tipo inmemorial del Matrimonio de la Madre y el Hijo. Y, al fin y al cabo, ,qué contrapeso puede oftecer la trivial realidad del registro civil, la cuota de alquilero el sueldo mensual, frente a esa mistica contempla cin del Hierds Gémas? 0 frente a esa Mujer estelar, escoltada por el Dagén, y a esas incertezas piadosas en que se entretejen las Bodas del Cordero? En este nivel, el del mito, es donde mejor se refleja la esencia del inconsciente colectivo. La Madre es vieja y joven, Deméter y Perséfona, y el hijo es a la vez el esposo y el lactante dormido; estado de indes- ‘riptible plenitud, con el cual, naturalmente, las imperfecciones de la vida real, los esfuerzos y fatigas de la adaptacisn y el sufrimiento de Jos multiples desengafios dela realidad no pueden entrar ni de Ijos en competencia. En el caso del hijo, el factor proyectante es idéntico a la imago rmaterna, @ la cual, por lo tanto, toma por la madre real. La proyee- cidn s6lo puede deshacerse si el sujeto ve realmente que existe en su Ambito psiquico una imago de la Madre, y no s6lo de cll, sino también de ta Hija, la Hermana y Ia Amada, la Diosa celeste y la ctonia Baubo, imago universalmente presente como figura sin edad: y que cada madre 26 y cada amada es la portadora y actualizadora de esa peligrosa imagen specular inherente a lo mds profundo de la naturaleza del var6n. Ella te pertenece; es la fidelidad, que, en aras de la vida, debe legar a sacrif ‘ar; €s la compensacion indispensable y necesaria de Ios iesgos,esfuer- 208 y sacrificios, que acaban todos en el desengafo; es el consuelo de todas las amarguras de la vida; y, con todo eso, es ala vez la gran suse tadora de ilusiones, la seductora que lo atrae hacia esa misma vidas y 1 s6lo a sus aspectos razonables y dtiles, sino tambiéna sus paradojas y ambigitedades, donde el bien y el mal, el triunfo y la ruina, la esperanza y Ia desesperanca se equilibran y compensan. Como méximo peligro del varbn, le exige su realizacién ms alta, y, si éles un hombre de veras, ‘ll ia contiene tambien. Esta imagen es “la Sefiora Alma”, como la ha llamado Spitteler. He propuesto darle el nombre de anima, pues se trata ast de designar algo especifico, para lo cual el término “alma” resulta demasiado general y vago. Lo que se compendia en el concepto de anima es un contenido extremadamente dramético del inconsciente. Se lo puede describir en términos racionales, cientificos, pero con ello se esté muy lejos de expresar su carfcterviviente. Por eso, prefiero de manera consciente y deliberada un movio de concepeién y expresién mitoldgico y dramatize do, que, con relacién al objeto, constituido por vivientes procesos animicos, no sélo es mis expresivo sino también mds exacto que un discurso cientifico abstracto, el cual lo més 2 menudo coquetea con la esperanza de que un buen dia sus conceptos intuitivos pudieran resol- verse en ecuaciones algebraicas. El factor proyectante es el anima, o el inconsciente representado por ella. Cuando aparece, lo hace personificada, en sueios, visiones y fantasias, manifestando que el factor que la subtiende posee todas las cualidades conspicuas de una naturaleza femenina,> No es ningiin descubrimiento hecho por la conciencia, sino una produccién esponti- nea del inconsciente: tampoco es una figura sustitutiva de la madre sino que, sexin todas las apariencias, aquelas cualidades numinosas que hhacen a la imago materna tan influyente y peligrosa surgirian del arquetipo colectivo del anima, encarnado cada vez en cada nifio varon, ‘Ahora bien; como el anima es un arquetipo que aparece en el varon, es de suponer que en la mujer exista un arquetipo equivalente: 3 Naturalmente, aparece también como figura tipica en el campo literario, Publicaciones mas recientes acerca del anima son: Linda Fierz-David, Der Liebestraum des Poliphilo,y Jung, Die Psychologie der Uebertragung. | La psicoiogia dela transferencia} Entre los humanistas del siglo XVi, Ricardo Vito encuentra por primera ver al anima como {dea psicoldgica fen: Aelia Lactia Crlspis Epltaphtom): ef. Sune, Des Ritsel von Bologna, ‘pues, asi como lo femenino es en el varén lo compensatorio, asi lo es Jo masculino en la mujer, No quisiera que esta reflexin diera la aparien- cia de que esas relaciones compensatorias sean de proveniencia en cierto modo deductiva, Al contrario: ha requerido de muchas y amplias expe riencias el captar empiricamente la naturaleza del animus y el anima ‘Todo lo que tengamos que decir acerca de estos arquetipos 0 es directa ‘mente comprobable por los hechos, 0 por lo menos de ellos recibe vero: militud. En todo ello tengo plena conciencis del caricter pionero de estos trabajos, que han de contentarse entonces con ser provisionales, ‘Asi como el primer portador del factor proyectante parece Ser para el hijo la madre, asf también fo parece el padre para la hija. La experien- cia prictica de tales relaciones consiste en numerosos casos individua- les, que representan todas las variantes posibles del tema fundamental Por eso una descripcién comprimida de dichas relaciones no puede set sino esquemdtica. Lo masculino es el factor compensstorio en la mujer, de modo que ¢l inconsciente de ella tiene, por asi decirio, signo masculino, Lo cual, enrelacién con el vardn, significa una diferencia considerable. De acuerdo «con esto, al factor proyectante de la mujer le he dado el nombre de an mus. Este término quiere decir “entendimiento” o “espititu”. Asi como el anima corresponde al eras materno, asi el animus corresponde al Jogos paterno. Esté muy lejos de mi intencién dar de estos dos concep: tos intuitivos una definicién demasiado previsa. Utilizo eros y logos sélo como ayudas conceptuales para describir el hecho de que la conciencia de la mujer se caracteriza mds por lo unitivo del eros que por lo diferenciador y cognosctivo del logos. En los varones esté por lo ‘general més desarrollado el logos que el eros, funcion relacionante. En la mujer, al contrario, el eros constituye una expresién de su verdadera naturaleza, mientras que su logos, no rars vez representa un lamentable sccidente, que suscita malentendidos ¢ interpretaciones irritadas en el cfreulo de la familia o de los amigos, porque no consiste en reflexiones sino en opiniones. Entiendo por este ultimo término suposiciones aprioristicas dadas, por as decitlo, como verdades absolutas, lo cual, segin es notorio, resulta en extremo itritante. Como el animus es prefe rentemente argumentativo, se lo puede ver més fécilmente en obra en discusiones polémicas. Por cierto, también los hombres pueden argu: mentar de modo muy femenino, cuando estén poseidos por el anima, 0 sea cuando su animus se ha transformado en anima. En tales casos, en cl hombre estén en juego la vamidad y la sensibilidad personales; ‘mientras que en Is mujer Io que esté en juego es el poder deta verdad, de Ia justicia 0 de otras abstracciones del mismo género, pues de la vani- dad ya han cuiado el peluquero y Ia modista. El “padre” (« la suma de las opiniones cominmente eceptadas) desemperia en la argumen- 28 tacién femenina importante papel. Por amigable y bien dispuesto que su eros se, la mujer, cuando esta gobemmada por su animus no se deja conmover por ninguna l6gica del mundo. En muchos casos, el varén siente -y no se equivoca mucho~ que dnicarcente seducigndola, apa- Jedndola 0 violindola logrria “con-venceria". Fl no sabe que tan dra- mética situacion legatia inmediatamente a un final de trivilidad sin incentivo, con solo abandonar el campo y dejar le continuscign a cargo de otra mujer, la suya por ejemplo, Pero rara vez o nunca se le ocurre esta saludable idea, pues ningin varén puede entrar en contacto, asf sea por el lapso mis breve, con un animus, sin caer inmediatamente fen dependencia de su anima. Quien entonces tuviese bastante humor para escuchar el ditlogo con objetividad, quedaria estupefacto ante la abrumadora cantidad de lugares comunes, perogrlladas torcidamente eserimidas, frases de periédico o novela, passtismos invendibles de toda faya, junto con ordinarios insultos y una estremecedore falta de logica. Es un didlogo que, independientemente de quiénes sean sus ovasio- rales partcipantes, ve repite millones de veces en todas las lenguas del mundo y es siempre el mismo en sustancia Este hecho aparentemente asombroso se funda en la circunstancia siguiente, Cuando animus y anima se encuentran,e! animus desenvaina la espada de su poderio y el anima instila el veneno de su seduccién y fengaio, El resultado no es necesariamente negativo, pues ambos pueden jgualmente llegar a amarse (un caso especial de amor a primera vista). ‘Ahora bien; el lenguaje del amor es asombrosamente uniforme y se sirve, con Ia mayor devoci6n y fidelidad, de formas de general prefe- Tencia, con lo cual ambos partiipantes vienen a encontrarse en una situacién colectiva trivial. evo viven con Ia iusion de que su modo de relacién mutua es individual en miximo grado. Pot el lado tanto postivo como negatvo, la relaci6n animus.anima es siompre “animoss”, vale decir, emocional, y por lo tanto colectiva. ‘Lo emocional baje el nivel de la selaci6n y la aproxima ala base general instintva, que ya no tiene en sf nada de individual, Por exo no es raro ‘que la relacién se establezea por encima de sus portadores humanos, quienes después no saben como ha ocurrido. Mientras que en el vardn la obnublacion animosa es sobre todo del corden de la sentimentalidad y el resentimiento, en la mujer se manifies- ta por modos de ver, insinvaciones, interpretaciones y malas interpr taciones, que tienen el objetivo —y a veces el resultado~ de cortar la relacién entre dos seres humanos. La mujer, como el hombre, est envuelta en las redes de su avieso demonio familiar, que la transports, como aa hija que s6lo ella comprende a su padre (es decir, que siempre tiene razén), a Ia tierra de las ovejas, donde deja que su pastor animico, ‘sea el animus, la apaciente 29 Como el anima, también el animus tiene un aspecto positive, En la figura del padre se expresa no s6lo la opinién comin, sino también, con mucho, lo que suele amarse “espiritu”; en particular representa ciones generales filosOficas y religiosas, o aquella actitud que resulta de tales convicciones. Asi, el animus es igualmente un psicopompo, un intermediario entre la conciencia y el inconsciente, y una personific cidn de este tltimo. Asi como el anima, por el proceso de integracién, se convierte en un eros de la conciencia, asi también se convierte el ‘animus en su respectivo logos; y como aquélla presta asi ala conciencia masculina la disposici6n a relacionar y relacionarse, presta éste aa con- ciencia femenina la reflexién, 1a deliberacién y el conocimiento.. El efecto del anima y del animus sobre el yo es en principo el mismo. Es dificil de suprimir; en primer lugar, porque resulta excepcio- nnalmente fuerte y Mena enseguida a la personalidad del yo con un inconmovible sentimiento de estar en la verdad y lo justo; en segundo lugar, porque la causa de él estd proyectada, es decir, aparece como fundado en gran medida en objetos y circunstancias objetivas. Me inctino a derivar en general las dos caracteristicas que dicho efecto pre- senta, de las propiedades del arquetipo. En efecto, éste est dado a priori. Asi puede explicarse Ia presencia indiscutida e indiscutible, a ‘menudo enteramente irracional, de ciertos caprichos y opiniones, La notoria incoercibilidad de estas Gltimas podria fundarse en el hecho de que del arquetipo procede un efecto sugestivo poderoso, el cual fascina ala conciencia ¢ hipnéticamente 1a captura. No rara vez tiene entonces el yo un sordo sentido de detrota moral, por lo que se comporta de modo tanto més negativista, tozudo y dogmético; con lo cual refuerza ‘ain su sentimiento de inferioridad por via del circulo vicioso. Asi se retiran las bases para una relaci6n humana, pues tanto la megalomania como el sentimiento de inferioridad imposiblitan todo reconocimiento ‘mutuo, sin el cual no existe esa relacion ‘Como he sefialado antes, es mas fécil ver la sombra que el animus 0 el anima. En el primer caso, tenemos la ventaja de cierta preparacién que la educacién nos ha dado, al tratar de persuadirnos de que no esta mos constituidos ciento por ciento de oro puro, Por eso cada cual comprende enseguida y fécilmente lo que puede querer decitse con “sombra”, “personalidad inferior” y expresiones semejantes. Y si ya no se acuerda fécilmente un sermén dominical, su mujer 0 los de la ofi- cina de impuestos pueden refrescarle la memoria, En cambio, con el animus y 1 anima la cosa no es en modo alguno tan sencilla; en primer lugar, no existe educacién moral a ese respecto, y, segundo, uno més bien se ha satisfecho con tener la razén y practicar —cuando no algo peor el vilipendio mutuo, antes que reconocer la proyeccion. Parece ‘més bien ser un hecho natural que los varones tengan rachas de humor 30 yy las mujeres opiniones, unas y otras irracionales. Esta situacién posee sin duda una base instintiva, y por lo tanto es como debe ser, porque de ese modo aun el juego empedocleo: nefkos (odio) y phitta (amor) de los elementos esté asegurado de toda eternidad. La naturaleza es cconservadora y no permite facilmente que se perturben sus ciclos. Ani- ‘mus y anima pertenecen a uno de e808 cotos cerrados naturales que defienden del modo més obstinado su inviolablidad, Por eso se hace tanto més dificil tomar conciencia de las propias proyecciones del ‘animus 0 del anima, que reconocer la propia sombra. En este dltimo ‘aso uno debe ciertamente superar ciertas resistencias morales, como las de la vanidad, el orgullo, el engreimiento, los resentimientos, etcétera; pero en el primer caso se azregan, aparte de los contenidos de la proyec- sion, dificultades puramente intelectuales que uno no sabe ya como manejar. En dltima instancia, surge alin una profunda duda: la de sino es un entremetimiento demasiado chapucero en la obra de Natura el hacer conscientes cosas que al fin y al cabo seria mejor dejar dormidas, Aunque segin mi experiencia hay cierto nimero de personas que pueden comprender sin mayores dificultades intelectuales o morales Jo que quiere decirse con animus y anima, se encuentran més aun que necesitan no poco esfuerzo para captar e308 conceptos y represemtérse- Jos como una realidad experimentable. Esto muestra que con ellos esta- ‘mos fuera del alcance usual de la experiencia, Consecuentemente, no ‘gozan de popularidad, precisamente por su apariencia no familiar. Esto tiene a su vez por consecuencia que movilizan prejucios, tos cuales los convierten en tabi, como desde siempre ha ocurrido con todo Io ines- peredo, ‘Ahora bien, cuando planteamos casi Ie exigencia de que se disuel- van las proyecciones, porque ello es més saludable y ventajoso en todos los sentidos, estamos pisando tierra meva. Hasta el momento cada cual estaba convencido de que su representacién de “mi padre”, “mi mae dre”, etcétera, no es sino la imagen, en la més fiel coincidencia con el ‘original, del verdadero padre, etcétera; de modo que, al decir uno “mi padre”, se refiere estrictamente nada més que a lo que su padre en si mismo realmente es, Efectivamente, a eso se refiee; pero tna referencia, std muy lejos de presuponer identidad. Aqut es donde tiene razén la falacia del enkekalymménos (el tapado).4 En efecto; sal sacar la cuen- tm psicolégica se hace intervenir la imagen que X tiene de su padre como # Proviene de Eubilides, de la escuela de Mégara, y dice: “— ;Cono- ces a tu padre? —Si, ~Conaces a este hombre tapado? No. —Pero teste hombre tapado es tu padre, Por lo tanto, conoces y no conoces a tu ‘padte!" (Didgenes Laercio, De Clarorum philosophorum vitis, 2, 108 y sig) 31 idéntica @ su padre real, Ia cuenta no resulta, pues la ecuscinintrodu ida no coincide con la realidad. X ha pasado por alto el hecho de que la representaciGn que tiene de una persona consta, primero, de la imagen que 41 recibe de ella, y, segundo, de otra imagen, rsultante de la elaboraciOn subjetiva de la primera, ya tal vez bastante lacunar de por si. La representacion que X tiene de su padre es una magnitud compleja, que sélo en parte esti determinada por el padre real; una parte indefinidamente mayor corresponde al hijo, a tal punto que cuando X critica 0 alaba a su padse, apunta inconscientemente a si, ‘mismo y produce asi estados psiquicos como se dan en aquellos que tienen el hibito de rebajarse 0 de engrandecerse a si propios. Pro, si X compara cuidadosamente sus reacciones con la realidad, encuentra Ja ocasion de observar que su apreciaciGn en algo fala, sino lo ha adver- tido ya mucho antes, por la condueta de su padre, que se hacia de ste tuna imagen falsa. Por lo general ocurtiré que X'esté convencido de tener razon y, si alguien se equivoca, ha de ser siempre el otto. Si el eros de X esta débilmente desarollado, entonces, o bien la relavién insatisfactoria le resulta indiferente, o bien seirita por lainconseeuen: «ia € incomprensibilidad del padre, que nunca se comporta como corees- pponderia propiamente « la imagen que X tiene de él Asi encuentra X todas las razones para sentirse ofendido, incomprendido y aun enganado, Puede imaginarse cudn deseable seria en un caso tal deshacer las proyecciones. Por es0 siempre hay optimistas que creen posible levar al mundo hacia una edad de oro con s6lo decir ala gente dindeesté el camino adecuado, y en tales casos tratarian de mostrar al sujeto que su comportamiento ¢s semejante al del perro que persigue su propia cota Para que alguien vea lo defectuoso de su actitud hace falta algo mis que el mero “decir”; pues se trata también de algo mas de lo que el sentido comin puede admitir como razonable. En efecto: se trata de esos “malentendidos” que entran en la configuraci del destino perso- nal, y que nadie alcanza a penctrar en las cicunstancias usuales. Seria algo asf como pretender que un respetable hombre comin se recono- cera criminal. Menciono todo esto para ilustrar el orden de magnitudes a que pertenecen las proyecciones producidas por ef anima y el animus, y Jos esfuerzos morales e intelectuales que demanda el disolverlas, Ahora bien; no todos los contends del animus o del anima se proyectan, ni mucho menos. Muchos de ellos aparecen espontineamente en suefos, etcéter, y més aun pueden hacerseconscientes por medio de la llamada imaginacién activa. En ello se hace manifesto que viven en nosotros pensamientos, sentimientos y afectos que uno nunca lubiese conside rado posibles. A quien nunca ha tenido experiencias asi, tales posibi- lidades Je resultan, naturalmente, por completo Fantésticas, pues una 32 persona normal, al fin y al cabo, “sabe lo que piensa”. Esta actitud infantil de la “gente normal” constituye, pura y simplemente, la regla; de modo que de nadie que no haya hecho la experiencia puede es perarse que comprenda realmente la naturaleza del anima y el animus. Estas consideraciones llevan a una nueva regién de la experiencia psi 4uica, con tal que uno logre también verificarlas en la préctiea, Quien lo logre, dificilmente dejaré de sentirse profundamente impresionado por todo lo que el yo no sabe o nunca ha sabido, Hoy en dia este incremen- to de experiencia pertencce ain al orden de las grandes excepciones: incluso, por regla general, se ha pagado por él un precio anticipado, en forma de una neurosis 0 algo peor. En las figuras del anima y el animus se expresa la autonomia del Inconsciente colectivo, Ellas personifican los contenidas de éste, que, ‘uando retirados de la proyecci6n, pueden ser integrados a la concien- cla, En fa medida en que esto ocurre, dichas figuras representan fneio- ines que ciertos contenidos del inconsciente colectivo transmiten al plano consciente. Pero s6lo aparecen o se comportan como tales en tanto las tendencias de lo consciente y del inconsciente no sean divergentes en exceso, Si entre ambos se produce una tension, entonces la funcién, hasta el momento inofensiva, aparece personificada frente a la concien- cia y se comporta aproximadamente como una escisin sistemtica de la personalidad 0 alma fragmentaria. Esta comparacion es considerable- ‘mente invilida, por cuanto nada perteneciente a ls personalidad del yo te ha escindido de ella: mis bien, ambas figuras constituyen una exere- cencia perturbadora, El fundamento y la posibilidad de este comporta- Iniento resulta de que, si bien los contenidos del animus y el anima pucden ser integrados 2 la conciencia, esas figuras mismas no pueden ferlo, ya que se trata de arquctipos, o sea de piedras fundamentales de lu totalidad psiquica, que trascienden los limites de la conciencia y por Jo tanto nunca puede ser objeto de conciencia inmediata, Los efectos del animus y el anima pueden hacerse conscientes; pero ellos mismos Tepresentan factores trascendentes a la conciencia, sustraidos tanto a la Intuicion como a la voluntad. Por lo tanto permanecon auténomos, ftun a pesar de la integracién de sus contenidos, de modo que nunca debe perdérselos de vista. Esto, en una perspective terapéutica, resulta extraordinariamente importante, pues la atencién continua paga al {Inconsciente un tributo que asegura mas o menos su cooperacién. Como {#8 sabido, no se puede, por asi decitlo, “dejar liquidado” el ineonsciente de una vez por todas. Una de las tareas mds importantes de la higiene psiquica es prestar cierta atencién constante a los sintomas reveladores, de contenidos y procesos inconscientes; ello porque la conciencia corre lun riesgo continuo de hacerse unilateral, seguir cariles ya transitados y empantanarse en callejones sin salida, La funcién complementaria 0 33 compensadora del inconsciente vela hasta cierto punto para evitar esos peligros, particularmente grandes en ia neurosis. Pero Ia compensacién s6lo actiia con pleno éxito en condiciones ideales, es decir, cuando Ia vvida es atin lo bastante simple e inconsciente para poder seguir sin vacaciones ni reparos la via sinuosa del instinto. Cuanto mis civiizs- do, es decir, cuanto més consciente y complicado, es el hombre, tanto ‘menos puede seguir la via instintiva. Sus complicadas condiciones de existencia y el influjo del entorno hablan tan alto, que ahogan la queda voz de la neturaleza, En lugar de ésta aparecen entonces opiniones y conviceiones, teorfas y tendencias coleetivas que dan sustento a todos los extravios de la conciencia. En tales casos, debe prestarse al incons- ciente una atencién deliberads, para qué la compensacién pueda funcio- nar. Por eso es de particular importancia representarse los arquetipos el inconsciente no como fugitivas y volubles imégenes de la Fantasia, sino como los factores aut6nomos y constantes que realmente son. Amibos arquetipos, segin lo muestra la experiencia prictica, tienen un cardcter de fatalidad que eveatuslmente asume una dimension tra- ica. Son auténticamente el padre y la madre de todas las tranvas calamitosas de destino, y como tales inmemorialmente conocidos en el mundo: constituyen una pareja divina,® uno de cuyos miembros, por su naturaleza de logos, esté caracterizado por el pnedma y el nods, como algo del tipo del multifaedtico Hermes, y el otto, en virtud de su naturaleza de eros, porta los rasgos de Afrodita, Helena (Selene), Per séfona y Hécate. Son poderes inconscientes, verdaderas divinidades, como Ia Antigiedad “correctamente” los concebia. Asi designados, quedan devueltos, en la escala de valores psicoldgicos, a esa posicién central que siempre y en todos los casos ocupan, reconozca la concien- cia 0 no tal valor; pues ese poder crece proporcionalmente al grado en que permanece inconsciente, Quien no lo ve, esté en manos de él, tal como mds virulenta es una epidemia de tifus euya fuente de infeccién se desconoce. El cristianismo también mantiene la divina Sicigia, sin obsolescencia, ya que la sta én la posicién més elevada: en las figuras ® Con esto, como es evidente, no se entiende proporcionar ninguna efiniciOn psicol6gica, ni menos metafisica. En Die Beziehungen zwischen dem Ich und dem Unbewussten [ Las relaciones entre el yo 1 el inconsciente], he sefalado que la Sicigia consta de tres elementos: ‘primero, la proporcién de femincidad que tiene el varén y de masculini- dad que tiene la mujer; segundo, la experiencia que el varén tiene de la mujer, y viceversa; y por Gltimo, la imagen arquetipica respectivamente masculina y femenina. El primer elemento puede ser integrado por el proceso de realizacién consciente de la personalidad; el timo, en cam- bio, no. 34 de Cristo y la Iglesia, su esposa.© Tales paraelos se muestran de extra ‘ordineria ayuda cuando se trata de asignar una exacta medida ala signi- ficacién que ambos arquetipos tienen. Lo que de ellos podemos descu- brir inmediatamente desde la conciencia es tan poco aparente, que spenas aleanza el limite de la perceptibilidad. Sélo cuando iluminamos In profundidad oscure y exploramos psicolégicamente lat intrincadas vias det destino humano, se hace paulatinamente manifiesto un rande es el in‘lujo de esos dos complementos de la conciencia. ‘Quisiera destacar, en resumen, que Ia integracién de la sombra, 0 ea la comprensién consciente del inconsciente personal, representa la primers etspe del proceso analitico, sin Ia cual resulta imposible el cunocimiento del anima o el animus. La sombra s6lo puede ser reaizada or medio de une relacién de enfrentamiento con otro, y el animus 0 lanima slo puede serio por medio de la relacién con el sexo opuesto, pues sélo entonces operan sus proyecciones. Con a realizacién de fstos arquetipos, surge en el vardn una tritda, de cuyos miembros uno ts trascendente; a saber: el sujeto masculino, el opuesto sueto femeni- no, y el anima trascendente. En la mujer de modo anélogo, con las correspondencias invertidas. El cuarto elemento que falta agregar ala {tfada para completar Ia totalidad es, en el varén, el arquetipo del Viejo Sabio, y, en la mujer, el de la Madre cténia, los que he dejado aqui fuera de consideracién. Estas cuatro figuras forman una estructura ‘cuaternaria, mitad inmanente y mitad trascendente; o sea ese arquetipo que he denominado Cuaternio matrimonial.” Este constituye un eaquems del sismismo, asi como de Ia estructura social primitiva: el ‘matrimonio entre primos cruzados y las clases matrimoniales, y también de Ia division en cuatro barrios o “cuarteles* de los asentamientos pri- mitivos. El simismo es, por otra parte, una imagen divina, 0 por lo ‘menos resulta indistinguible de una imagen asi. El espiritu cristiano [Primitivo lo sabia; si no, nunca hubiese podido decir Clemente de Ale- Jandria que quien se conoce a si mismo conoce a Dios.® ® ‘Asi, en la segunda Carta de Clemente [a los Corintios] (14, 2) se dice: “Dios cre6 al hombre masculino y femenino, Lo masculino es Cristo, lo femenino la Iglesia". En las representaciones iconogréficas, ‘¢ menudo en lugar de la Iglesia aparece Marfa, ? Die Psychologie der Usbertragung; véase ademés bajo “cuaternio ‘aaseno”, ® (CE. pig. 233 de este volumen.] 35

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