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Definiciones
Bases: ácidos nucleicos o sustancias químicas en el ADN. Los nombres de las sustancias químicas son
adenina (A), citosina (C), guanina (G) y timina (T).
Pares de bases: bases que están una frente a la otra en la cadena del ADN. La base A siempre está
emparejada con la T y la base C, con la G.
Células: componentes esenciales del cuerpo.
Cromosomas: paquetes de cadenas largas de ADN. Los cromosomas se encuentran en pares en el núcleo
de las células. Los seres humanos tienen 23 pares de cromosomas.
ADN (ácido desoxirribonucleico): cadenas de sustancias químicas en forma de espiral que componen un
cromosoma.
Genes: sección de la cadena de ADN. Un gen es una cadena compuesta por muchas bases.
Introducción
El alcohol puede dañar a su bebé en cualquier etapa del embarazo. Esto incluye los primeros
meses, antes de que usted sepa que está embarazada. Tomar alcohol durante el embarazo puede
causar un grupo de afecciones llamadas trastornos del espectro alcohólico fetal. Los niños que
nacen con estos trastornos pueden mostrar una serie de problemas, incluyendo médicos,
conductuales, educativos y sociales. Los tipos de problemas que tengan dependen del tipo de
trastorno que tengan. Estos pueden incluir:
Rasgos faciales anormales, como un surco liso entre la nariz y el labio superior
Tamaño de cabeza pequeño
Menor altura que el promedio
Bajo peso corporal
Mala coordinación
Comportamiento hiperactivo
Dificultad con la atención y la memoria
Problemas de aprendizaje y dificultad en la escuela
Retrasos en el habla y el lenguaje
Discapacidad intelectual o bajo coeficiente intelectual
Pobre razonamiento y capacidad de juicio
Problemas de sueño y succión del bebé
Problemas de visión o audición
Problemas con el corazón, los riñones o los huesos
El síndrome alcohólico fetal es el tipo de trastorno más serio. Las personas con este síndrome
sufren de anormalidades faciales que incluyen ojos muy separados y estrechos, problemas de
crecimiento y anomalías del sistema nervioso.
Diagnosticar el trastornos del espectro alcohólico fetal puede ser difícil porque no hay una prueba
médica para ello. El médico hará un diagnóstico al observar los signos y síntomas del niño, y
preguntará si la madre bebió alcohol durante el embarazo.
El trastorno del espectro alcohólico fetal dura toda la vida. No existe una cura, pero el tratamiento
puede ayudar. Estos incluyen medicamentos para ayudar con algunos síntomas, atención médica
para problemas de salud, terapia de comportamiento y educacional, y capacitación para padres. Un
buen plan de tratamiento es específico para los problemas del niño. Debe incluir un monitoreo
cercano, seguimientos y cambios cuando sea necesario.
Ciertos "factores de protección" pueden ayudar a reducir los efectos del trastorno de espectro
alcohólico fetal y ayudar quienes que los tienen a alcanzar todo su potencial. Estos incluyen:
Un diagnóstico antes de los seis años de edad
Un ambiente en el amoroso, enriquecedor y estable durante los años escolares
La ausencia de violencia a su alrededor
Participación en educación especial y servicios sociales
No se conoce una cantidad segura de alcohol durante el embarazo. Para prevenir los trastornos,
no debe beber alcohol mientras está embarazada o cuando pueda quedar embarazada.
Opiáceos. El hijo de una mujer adicta a los opiáceos (heroína, morfina, metadona) debe
permanecer en observación para poder detectar los posibles signos de abstinencia, que suelen
manifestarse en las 72 h siguientes al parto. Los más característicos consisten en irritabilidad,
agitación, hipertonía, vómitos, diarrea, sudoración, convulsiones e hiperventilación, con alcalosis
respiratoria secundaria. Los síntomas más leves se tratan arropando al RN y proporcionándole
tomas frecuentes para reducir su inquietud. Los síntomas más graves pueden controlarse con
tintura de opio, que contiene 10 mg de morfina/ml, administrada v.o. y diluida 25 veces con agua,
de la que se administran 2 gotas/kg v.o. cada 4 a 6 h según las necesidades. El fenobarbital en
dosis de 5 a 7 mg/kg/d v.o. o i.m. divididas en 3 porciones puede controlar también los síntomas de
abstinencia. El tratamiento se va reduciendo paulatinamente, interrumpiéndolo después de varios
días o semanas y a medida que los síntomas van cediendo.
Hay que valorar la situación familiar para determinar si el RN será cuidado satisfactoriamente
cuando reciba el alta. La ayuda de familiares, amigos y enfermeras visitadoras puede hacer posible
que la madre cuide a su hijo. En caso contrario, quizá lo mejor para éste sea un hogar de acogida o
un plan de cuidados alternativo.
La incidencia de SMSL es mayor en los lactantes hijos de los adictos a los narcóticos, pero aun así
es inferior a 10/1.000 lactantes, por lo que no se recomienda someter a todos estos niños a una
monitorización cardiorrespiratoria domiciliaria sistemática.
TRA
Hidrocefalia
Otros nombres: Agua en el cerebro
Introducción
La hidrocefalia es la acumulación de una cantidad excesiva de líquido cefalorraquídeo en el
cerebro. Normalmente, este fluido protege y amortigua el cerebro. Sin embargo, demasiado líquido
ejerce una presión dañina para el cerebro.
La hidrocefalia puede ser congénita, que se presenta al nacer. Sus causas incluyen problemas
genéticos y problemas que se desarrollan en el feto durante el embarazo. El principal signo de la
hidrocefalia congénita es una cabeza con un tamaño fuera de lo normal.
La hidrocefalia también puede presentarse después de nacer. Esto se llama hidrocefalia adquirida.
Puede ocurrir a cualquier edad. Las causas pueden incluir traumatismos en la cabeza, derrames
cerebrales, infecciones, tumores y hemorragia cerebral.
Los síntomas de la hidrocefalia pueden incluir:
Dolor de cabeza
Vómitos y náusea
Visión borrosa
Problemas de equilibrio
Problemas para controlar la vejiga
Problemas con el pensamiento y la memoria
La hidrocefalia puede causar daños permanentes en el cerebro y provocar problemas con el
desarrollo físico y mental. Cuando no se trata, suele ser mortal. Con tratamiento, muchas personas
llevan una vida normal, con ciertas limitaciones. El tratamiento suele incluir una cirugía para
implantar una derivación. Una derivación es un tubo flexible pero robusto. Este desvía el flujo del
líquido cefalorraquídeo a otra zona del cuerpo donde pueda ser absorbido. Las medicinas y la
rehabilitación también pueden ayudar.
Atencion prenatal
El tratamiento de la meningitis por EGB sigue siendo objeto de discusión. Se han descrito
muchos casos de reactivación y recidiva en infecciones tanto precoces como tardías por
EGB; la mayoría de ellos se atribuyeron al uso de dosis de penicilina o ampicilina
relativamente bajas. Además, alrededor del 4% de los EGB aislados muestran tolerancia a
la penicilina (CBM >32 CIM), aunque la significación clínica de este hecho no es clara. Los
estudios in vitro e in vivo en animales demuestran que, cuando se utiliza una combinación
de ampicilina y gentamicina, se obtiene una acción sinérgica, pero no se ha confirmado
que estos datos puedan ser extrapolados al RN humano. El tratamiento inicial
recomendado ante una sospecha de meningitis por EGB consiste en penicilina G en dosis
de 200.000 U/kg/d i.v. o ampicilina, 300 a 400 mg/kg/d i.v. más 7,5 mg/kg/d de gentamicina
i.v. Cuando se obtiene una mejoría clínica o se comprueba que el LCR se ha esterilizado,
puede interrumpirse la administración de gentamicina.
En la meningitis por enterococos o L. monocytogenes, tanto precoz como tardía, el
tratamiento suele ser ampicilina más gentamicina.
En la meningitis por bacilos gramnegativos, el tratamiento es difícil. El protocolo típico
de ampicilina más un aminoglucósido conlleva una mortalidad de 20 a 30%, con mal
pronóstico para los supervivientes. No se ha demostrado que la administración, tanto en la
meningitis como en la frecuente ventriculitis acompañante, de un aminoglucósido en el
espacio subaracnoideo lumbar o en el ventrículo suponga una ventaja significativa en
relación con el tratamiento sistémico convencional. La excelente actividad de las
cefalosporinas de tercera generación frente a los bacilos gramnegativos (baja CBM) y su
sustancial penetración en el LCR (en el que proporcionan títulos bactericidas máximos
impresionantes), junto a su baja toxicidad, no se traduce en una mayor rapidez para la
esterilización del LCR ni en una mejoría del resultado final; sin embargo, se ha demostrado
que la efectividad del moxalactam (que ha dejado de utilizarse en los RN debido a los
problemas hemorrágicos que provoca) es, al menos, similar a la de la ampicilina junto a un
aminoglucósido. Por tanto, en los RN con meningitis (o sepsis) por
gramnegativos comprobada o en los que existe el convencimiento de que la causa es uno
de dichos gérmenes, debe considerarse concienzudamente la conveniencia de optar por
una cefalosporina de tercera generación (p. ej., cefotaxima). Si la resistencia al antibiótico
es un motivo de preocupación, pueden combinarse la cefalosporina de tercera generación
y el aminoglucósido, en tanto se espera a conocer el resultado del antibiograma. Sin
embargo, este enfoque no debe ser adoptado con carácter general, ya que las
cefalosporinas de tercera generación inducen la producción de b-lactamasa en algunos
gramnegativos, lo que se traduce en el rápido desarrollo de resistencias.
Es posible que sea necesario ajustar el tratamiento. Por ejemplo, en un RN tratado con un
ciclo completo de ampicilina y gentamicina por sospecha de sepsis neonatal en la primera
semana de vida y que algunas semanas después desarrolla sepsis y meningitis, debe
admitirse que el microorganismo causal es una bacteria gramnegativa
multirresistente, Staphylococcus aureus o un estafilococo coagulasa-positivo. También ha
de considerarse la posibilidad de una infección por hongos. En estos casos debe
administrarse inicialmente una combinación de vancomicina y un aminoglucósido distinto al
utilizado previamente o una cefalosporina de tercera generación (p. ej., cefotaxima). Más
tarde, el protocolo antibiótico se ajusta a los resultados de los estudios de sensibilidad. El
tratamiento parenteral de la meningitis por grampositivos se administra durante un mínimo
de 14 d, y el de las meningitis por gramnegativos o por grampositivos complicada durante
un mínimo de 21 d.
Como la meningitis puede ser considerada parte del continuo de la sepsis neonatal, las
medidas coadyuvantes adoptadas en esta última (v. Sepsis neonatal, antes) también
deben ponerse en práctica en la meningitis. Además, es necesario hacer un estrecho
seguimiento de las complicaciones neurológicas durante los 2 primeros años de vida.
RUBÉOLA CONGÉNITA
Infección vírica transmitida desde la madre durante el embarazo, que produce muerte fetal
o malformaciones congénitas.
(V. también Rubéola en Infecciones víricas, cap.265.)
Etiología, epidemiología y patogenia
El agente causal de la rubéola es un virus ARN de la familia Togaviridae perteneciente al
género Rubivirus. La infección congénita es consecuencia de una infección materna
primaria. A pesar de la generalización de la vacuna, siguen produciéndose casos de
rubéola, sobre todo en pacientes >15 años de edad, y estudios recientes demuestran que
de 10 a 20% de todas las personas pospuberales no tienen anticuerpos frente al virus.
Para erradicar la rubéola congénita, antes es necesario proteger a este grupo de
población.
Se cree que el virus invade la vía respiratoria alta, provocando a continuación una viremia
con diseminación del agente a distintas localizaciones, entre ellas la placenta. El mayor
peligro de desarrollo de malformaciones congénitas en el feto se produce cuando la
infección se desarrolla durante las primeras 16 sem de la gestación, y sobre todo entre la
8.ª y 10.ª sem. Al principio del embarazo parece que el virus da lugar a una infección
intrauterina crónica cuyos efectos son una lesión endotelial de los vasos sanguíneos,
citólisis directa de las células e interrupción de las mitosis celulares.
Síntomas y signos
La rubéola de la mujer embarazada puede ser asintomática o caracterizarse por síntomas
de las vías respiratorias superiores con fiebre, adenopatías (sobre todo occipitales y
retroauriculares) y un exantema maculopapuloso, a los que pueden seguir síntomas
articulares.
En el feto, los efectos varían desde la muerte fetal intrauterina hasta múltiples anomalías o
una pérdida de audición aislada. En el momento del nacimiento, los niños pueden ser
asintomáticos. Las anomalías más frecuentes son retraso del crecimiento intrauterino,
meningoencefalitis, cataratas, retinopatía, sordera, cardiopatías congénitas (conducto
arterioso permeable e hipoplasia de la arteria pulmonar), hepatoesplenomegalia y
radiolucencia ósea. Otras manifestaciones son trombocitopenia con púrpura, eritropoyesis
dérmica que ocasiona lesiones cutáneas rojo-azuladas, adenopatías y neumonía
intersticial. Es necesario establecer una observación estrecha del RN para detectar
sordera, retraso mental, anomalías de la conducta, endocrinopatías y una rara encefalitis
progresiva que pueden presentarse más adelante en la evolución.
Diagnóstico
Las pruebas serológicas y los cultivos del virus pueden ser útiles para el diagnóstico de la
infección tanto materna como congénita. En el adulto, el virus puede aislarse en las
secreciones nasales o faríngeas. En el RN puede cultivarse en muestras de nasofaringe,
orina, LCR, capa leucocitaria y conjuntiva. Para facilitar la identificación del virus de la
rubéola es necesario comunicar al laboratorio que se sospecha su existencia.
Los análisis serológicos utilizados para detectar IgG e IgM consisten en la prueba de
inhibición de la hemaglutinación, el análisis de inmunofluorescencia, el radioinmunoanálisis
y el análisis de inmunoabsorción ligado a enzimas (ELISA). Una elevación de al menos 4
veces los niveles de IgG específica frente al virus de la rubéola en las muestras obtenidas
en la fase aguda y en la de convalecencia indican la infección materna. La persistencia de
IgG específica en el niño después de 6-
12 meses de edad sugiere la infección fetal. El aumento de los anticuerpos IgM específicos
frente a la rubéola también pueden ayudar al diagnóstico de la enfermedad en la mujer
embarazada o en el RN. En algunos centros se ha llegado al diagnóstico prenatal de
rubéola congénita mediante el aislamiento del virus en el líquido amniótico, la detección de
IgM específica en la sangre fetal o con técnicas de biología molecular en una muestra de
biopsia de las vellosidades coriónicas.
Otras pruebas útiles son el recuento y fórmula leucocitaria, el análisis del LCR y el estudio
radiológico de los huesos; asimismo deben hacerse estudios oftalmológicos y cardíacos.
Profilaxis y tratamiento
A diferencia de lo que sucede en otras muchas infecciones congénitas, la rubéola puede
prevenirse fácilmente gracias a la disponibilidad de una vacuna eficaz. En Estados Unidos
se recomienda vacunar frente a la rubéola a todos los niños de 15meses de edad, junto
con las vacunaciones frente al sarampión y la parotiditis, repitiendo la vacunación cuando
se inicia el ciclo de estudios medios (v. Vacunaciones en la infancia, cap. 256). También
deben vacunarse las mujeres pospuberales cuyo estado de inmunidad se ignora.
(Precaución: la vacunación frente a la rubéola está contraindicada en las mujeres
embarazadas o con inmunodeficiencias.) Hay que advertir a las mujeres que no deben
quedarse embarazadas durante los 3 meses siguientes a la vacunación. Hay que dedicar
esfuerzos a detectar y vacunar a los miembros de los grupos de alto riesgo, como
trabajadores hospitalarios y de guarderías, reclutas y universitarios.
No existe tratamiento específico alguno ni para la infección materna ni para la congénita.
Las mujeres expuestas a la rubéola en la fase precoz del embarazo deben ser informadas
de los riesgos potenciales para el feto y debe considerarse la posibilidad de interrumpir el
embarazo. Algunos autores recomiendan la administración de globulina inmune (0,55 ml/kg
i.m.) en el caso de exposición en las primeras fases de la gestación; sin embargo, esta
medida no garantiza la prevención.
INFECCIÓN NEONATAL POR EL VIRUS DEL HERPES SIMPLE
Infección por el virus del herpes simple que suele transmitirse durante el parto y que
típicamente produce una erupción vesiculosa seguida de una enfermedad generalizada.
(V. también Herpes simple en Infecciones por herpesvirus, cap. 162.)
La infección neonatal por el virus del herpes simple (VHS) es una enfermedad grave que
provoca una mortalidad elevada y una morbilidad importante. Se calcula que su incidencia
oscila entre 1/3.000 a 1/20.000 partos con feto vivo. El VHS tipo 2 produce alrededor del
80% de los casos y el otro 20% se deben al tipo 1. El VHS tipo 2 suele transmitirse al RN
durante su paso por el canal del parto infectado. En alrededor del 15% de los casos, el
contagio se realiza por vía transplacentaria o en un brote nosocomial en el que los virus
pasan de unos RN a otros mediante el personal hospitalario o las familias. Las madres de
los RN con una infección por el VHS no suelen tener antecedentes ni síntomas de
infección genital en el momento del parto.
Síntomas y signos
Por lo general, las manifestaciones de la enfermedad aparecen entre la 1.ª y 2.ª sem de
vida; no obstante, pueden hacerlo incluso durante la 4.ªsem. La característica fundamental
de la infección son las vesículas cutáneas, que a menudo dan paso a formas progresivas o
más graves de la enfermedad a lo largo de 7-10 d, si no se inicia antes su tratamiento. No
obstante, hasta el 45% de los RN infectados pueden no desarrollar vesículas cutáneas; en
estos casos, la infección suele localizarse en el SNC. Otros signos de infección, que
pueden presentarse de forma aislada o en combinaciones, son inestabilidad térmica,
letargia, hipotonía, dificultad respiratoria (apnea o neumonía), convulsiones, hepatitis y
coagulación intravascular diseminada (CID).
Los RN con enfermedad diseminada y afectación visceral tienen hepatitis, neumonitis,
CID o una combinación de ellas, con o sin encefalitis y afectación cutánea.
Los casos de enfermedad localizada pueden dividirse en dos grupos. El primero se
caracteriza por una encefalitis que se manifiesta a través de signos neurológicos, una
pleocitosis del LCR y un aumento de la proteinorraquia con afectación concomitante de la
piel, ojos y boca. El segundo grupo está formado por los RN que sólo muestran afectación
cutánea y bucal, sin signos de afectación del SNC ni de otros órganos.
Diagnóstico
Es esencial que el diagnóstico de la infección neonatal por el VHS sea rápido y específico.
La infección puede confirmarse aislando el virus en cultivos de tejido, para lo que se
utilizan varias líneas celulares de origen tanto humano como no humano. La localización
más frecuente para la recuperación del virus son las vesículas cutáneas, aunque también
la boca, los ojos y el SNC permiten aislarlo en una elevada proporción de casos. En
algunos RN con encefalitis, el virus se encuentra únicamente en el cerebro, pero sólo
algunos laboratorios especializados y de investigación disponen de pruebas exactas para
identificarlo (reacción en cadena de la polimerasa). Los efectos citopatológicos del virus
suelen aparecer en el cultivo de tejido a las 24 a 48 h de la inoculación. El diagnóstico
puede confirmarse también mediante neutralización con un antisuero con una titulación
adecuadamente elevada, inmunofluorescencia de raspados de lesiones, sobre todo
utilizando anticuerpos monoclonales, y microscopia electrónica. Si no se dispone de
recursos para el diagnóstico virológico, puede obtenerse una extensión de la lesión basal
teñida con Papanicolaou, en la que pueden encontrarse los signos histopatológicos
característicos (células gigantes multinucleadas e inclusiones intranucleares); no obstante,
se trata de una prueba menos sensible que el cultivo y que también puede dar resultados
positivos falsos.
Pronóstico
La tasa de mortalidad de los RN con enfermedad diseminada no tratada es del 85% y llega
a alrededor del 50% en los que presentan infección local y encefalitis no tratada. La
secuelas neurológicas afectan al menos al 95% de los supervivientes. La muerte es rara en
los niños con enfermedad local (piel, ojos, boca) sin afectación del SNC ni de otros
órganos, salvo que sufran otros problemas médicos concomitantes; sin embargo, alrededor
del 30% desarrollan afectación neurológica, que puede no manifestarse hasta el segundo o
tercer año de vida.
En todos los grupos, la morbilidad es paralela a la mortalidad y directamente proporcional a
la extensión de la enfermedad. El 90% de los RN con infección neonatal visceral
diseminada sufren secuelas. Sólo el 5% de los que sufren afectación del SNC se
recuperan por completo.
Tratamiento
El tratamiento con aciclovir reduce en un 50% la mortalidad e incrementa de 10 a 50% el
porcentaje de los que se desarrollan normalmente. El aciclovir se administra con una
posología de 30 mg/ kg/d en un líquido i.v., administrada en dosis fraccionadas cada 8 h,
durante 10 a 14 d. Además, es necesario un tratamiento de sostén enérgico con los
líquidos i.v. adecuados, alimentación, asistencia respiratoria, corrección de las alteraciones
de la coagulación y control de las convulsiones. En la queratoconjuntivitis herpética hay
que administrar aciclovir simultáneamente por vía general, combinándolo con un fármaco
tópico como la trifluridina (v. también Conjuntivitis neonatal, antes).
INFECCIÓN NEONATAL POR EL VIRUS DE LA HEPATITIS B
Enfermedad inflamatoria hepatocelular difusa debida a la infección por el virus de la
hepatitis B (VHB), cuyo contagio suele producirse durante el parto.
(V. también cap. 42.)
De todas las formas de hepatitis vírica (A, B, delta y C), la única que se considera como
causa importante de hepatitis neonatal es la producida por el VHB. El espectro de las
manifestaciones de la enfermedad es amplio y la mayoría de los RN desarrollan una
hepatitis crónica subclínica.
Etiología y epidemiología
El VHB es un virus ADN de doble cápsula. El antígeno de superficie (HBsAg) se encuentra
en el exterior del virus y en formas esféricas y tubulares más pequeñas que acompañan el
exceso de material de la cubierta del virus.
En Estados Unidos, donde la tasa de portadores del HBsAg es bastante baja en la
población general (alrededor del 0,1%), la fuente principal de infección neonatal por el VHB
la constituyen las madres infectadas durante el parto. (La exposición a productos
hemáticos contaminados ha sido prácticamente eliminada mediante las pruebas de
detección para el HBsAg en los donantes.) El riesgo de transmisión se eleva al 70% en el
caso de una hepatitis B aguda materna durante el tercer trimestre del embarazo o en el
curso de los 2 meses posteriores al parto; por el contrario, si la madre tiene una hepatitis B
aguda durante el primer o segundo trimestre de la gestación, el riesgo será sólo del 5%. El
riesgo de transmisión del VHB de la madre al hijo es también elevado en el caso de las
portadoras asintomáticas del HBsAg que presentan antígeno e. Las portadoras sin dicho
antígeno o con anti HBe (v. cap. 42) tienen menos probabilidades de transmitir la
enfermedad.
La transmisión del VHB de la madre al hijo se produce principalmente a través de las
microtransfusiones materno-fetales que ocurren durante el parto o bien por el contacto del
RN con secreciones maternas en el canal del parto. La transmisión transplacentaria es
rara. La transmisión posparto es muy poco frecuente, pero puede ocurrir por exposición del
RN a sangre, saliva, heces, orina o leche infectadas de la madre. En ciertas comunidades,
la infección neonatal por el VHB puede constituir un importante reservorio del virus.
Síntomas, signos y diagnóstico
La mayoría de los RN infectados por el VHB desarrollan una hepatitis crónica subclínica
caracterizada por una antigenemia HBsAg persistente y una elevación variable de la
actividad de las transaminasas. Desde el punto de vista histológico, esta enfermedad se
asemeja a la hepatitis crónica que se observa en los adultos (v. cap. 42). Muchos niños
nacidos de madres con hepatitis B aguda durante el embarazo tienen bajo peso al
nacimiento, con independencia de que estén o no infectados por el VHB. El diagnóstico se
discute en el capítulo 42.
Se desconoce cuál es el pronóstico a largo plazo, aunque parece que el estado de
portador de HBsAg en las primeras fases de la vida supone un aumento significativo del
riesgo para el posterior desarrollo de enfermedad hepática (hepatitis crónica, cirrosis,
carcinoma hepatocelular). En algunas raras ocasiones, los RN infectados desarrollan una
hepatitis B aguda que habitualmente suele ser leve y autolimitada, con ictericia, letargia,
retraso del crecimiento, distensión abdominal y heces de color yeso. A veces, la afectación
es grave y el niño presenta hepatomegalia, ascitis e hiperbilirrubinemia (sobre todo
conjugada); más raros son los casos de enfermedad fulminante e incluso mortal, que se
producen con más frecuencia en niños nacidos de madres portadoras crónicas que en los
hijos de madres que han tenido una hepatitis B aguda.
Profilaxis
En todas las mujeres embarazadas debe hacerse una determinación sistemática del
HBsAg durante una de las primeras visitas prenatales; si ello no es posible, el análisis se
hará cuando ingresen en el paritorio.
Los niños nacidos de madres con HBsAg deben recibir una dosis de 0,5 ml i.m. de
globulina inmune frente a la hepatitis B (GIHB) en las 12 h siguientes al nacimiento.
Además, hay que administrar una serie de 3 dosis i.m. de la vacuna recombinante de la
hepatitis B (5 mg/0,5 ml de Recombivax o 10 mg/0,5 ml de Engerix-B). La primera dosis se
administra al mismo tiempo que la GIHB, pero en un lugar distinto; la segunda y tercera
dosis se administran al mes y a los 6 meses de vida. Se recomienda hacer una
determinación del HBsAg y del anti HBs entre los 12 y 15 meses.
En las regiones de elevada endemia de la infección por el VHB o donde no es posible
practicar pruebas de detección del HBsAg en las madres, la estrategia más eficaz para el
control de la hepatitisB es la vacunación de todos los RN con 5 mg/0,5 ml de Recombivax
o 10 mg/0,5 ml de Energix-B.
No se recomienda separar al RN de su madre positiva para el HBsAg y, al parecer, la
lactancia materna no aumenta el riesgo de transmisión puerperal del VHB, sobre todo si se
han administrado GIHB y la vacuna. Sin embargo, si una madre presenta grietas en los
pezones, abscesos o cualquier otra patología mamaria, existe la posibilidad de que
transmita la enfermedad por la leche.
Tratamiento
Los RN con una hepatitis B aguda deben recibir un tratamiento sintomático y una
alimentación adecuada; no se ha demostrado que los corticoides o la GIHB tengan algún
valor. No existe tratamiento específico para los RN con una hepatitis crónica subclínica
pero, debido al riesgo de desarrollo de una enfermedad importante, deben ser controlados
periódicamente mediante pruebas de función hepática.
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SÍFILIS CONGÉNITA
Enfermedad multisistémica causada por Treponema pallidum y que se transmite al feto a
través de la placenta.
(V. también Sífilis, cap. 164.)
El riesgo de infección transplacentaria del feto (en conjunto, alrededor de 60-80%)
depende del estadio de la infección materna y de la fase del embarazo en el momento en
que la madre se infecta; es decir, la sífilis primaria o secundaria no tratada se transmite de
forma habitual, pero no sucede lo mismo con la sífilis latente y la terciaria. Las madres no
tratadas con una sífilis tardía pueden tener un niño sano entre otros 2 afectados de sífilis
congénita. No obstante, esta última puede evitarse con un tratamiento adecuado de las
embarazadas.
Síntomas y signos
En la sífilis congénita precoz, las lesiones cutáneas características son erupciones
ampollosas o un exantema maculoso de aspecto cobrizo que aparece en las palmas y
plantas y lesiones papulosas alrededor de la nariz, la boca y la zona del pañal. A menudo
se observan adenopatías generalizadas y hepatoesplenomegalia. El RN puede presentar
retraso del crecimiento y tener un aspecto característico de «viejo», con lesiones fisuradas
alrededor de la boca (rágades) y un exudado nasal mucopurulento o teñido de sangre que
provoca obstrucción nasal. Algunos RN desarrollan meningitis, coroiditis, hidrocefalia o
convulsiones y otros pueden mostrar retraso mental. En los primeros 3 meses de vida, la
osteocondritis (condroepifisitis), especialmente de los huesos largos y de las costillas,
puede ocasionar seudoparálisis de las extremidades, con alteraciones radiológicas
características en los huesos.
Muchos pacientes con sífilis congénita no muestran síntomas precoces y permanecen en
un estadio latente durante toda su vida, sin llegar nunca a presentar manifestaciones
activas de la enfermedad.
En la sífilis congénita tardía existen úlceras de tipo goma que tienden a afectar a la nariz,
el tabique y el paladar duro, en tanto que las lesiones del periostio dan lugar a tibias en
sable y a protrusión de los huesos frontal y parietales. La neurosífilis suele ser
asintomática, pero puede manifestarse como paresia o tabes juvenil. Puede existir una
atrofia óptica que, a veces, provoca ceguera. La lesión ocular más frecuente es la queratitis
intersticial, que suele recidivar provocando frecuentes lesiones cicatriciales de la córnea. A
cualquier edad puede aparecer una sordera neurosensitiva que a menudo es progresiva.
Los incisivos de Huntchinson, los molares de Mulberry y el maldesarrollo de los maxilares
son secuelas que, aunque raras, dan lugar a una facies en «bulldog» característica.
Diagnóstico
La sospecha de sífilis congénita precoz se confirma cuando el raspado de las lesiones
cutáneas o mucosas demuestra la presencia de T. pallidum en la microscopia de campo
oscuro. Si ello no proporciona un diagnóstico definitivo, se debe realizar el TSS, junto a un
análisis del LCR para determinar el número de leucocitos y el nivel de proteínas; además
deben solicitarse una prueba Venereal Disease Research Laboratory (VDRL) y radiografías
de los huesos largos.
Dado que la mayoría de los RN no presentan signos de enfermedad durante su estancia
en la maternidad, debe hacerse un estudio serológico en todos los hijos de madres con
antecedentes de cualquier enfermedad de transmisión sexual padecida antes o durante el
embarazo. Los resultados serológicos positivos inespecíficos (reaginas) y específicos
(treponémicos) pueden ser debidos a la transferencia pasiva de IgG materna a través de
laplacenta. Los Centers for Disease Control (CDC) establecieron normas para la
interpretación de los signos serológicos y clínicos de la sífilis congénita precoz y la
clasificación de los casos como confirmados o presuntos (v. tabla 260-9). Es discutible el
valor del análisis de la absorción de la inmunoglobulina de los anticuerpos treponémicos
fluorescentes (FTA-ABS [IgM]), aunque se ha utilizado para la detección de la infección en
el RN.
La sífilis congénita tardía se diagnostica por la historia clínica, los signos físicos
característicos y la positividad de los análisis serológicos (v. también la discusión sobre las
pruebas de detección selectiva de sífilis en el cap. 164). La tríada de Hutchinson,
compuesta por queratitis intersticial, incisivos de Hutchinson y sordera del VIII par craneal,
es diagnóstica. En ocasiones, las referencias TSS son negativas, al igual que la prueba de
inmovilización de T. pallidum, pero la prueba FTA-ABS es habitualmente positiva. Debe
considerarse el diagnóstico ante casos de sordera inexplicable, deterioro mental progresivo
o queratitis.
Profilaxis
En el 99% de los casos, el tratamiento adecuado de la madre durante el embarazo suele
ser curativo tanto para la madre como para el feto. Sin embargo, en algunos casos, el
tratamiento en una fase avanzada de la gestación elimina la infección pero no ciertos
signos de sífilis que aparecen tras el nacimiento.
La incidencia de sífilis congénita puede reducirse en gran medida efectuando
sistemáticamente una prueba TSS prenatal (v. cap. 164), que se repetirá en las mujeres
que adquieran enfermedades de transmisión sexual durante la gestación, y tratando de
forma adecuada a las infectadas. Cuando se establece un diagnóstico de sífilis congénita
es necesario estudiar a los demás miembros de la familia para detectar posibles signos
físicos o serológicos de infección. Sólo será necesario repetir el tratamiento de la madre en
embarazos posteriores si sus títulos séricos siguen siendo positivos. Las mujeres que
continúan siendo seropositivas después de un tratamiento adecuado pueden haber sufrido
una reinfección, por lo que deben recibir un nuevo tratamiento. Una mujer sin lesiones y
seronegativa pero que ha estado sometida a una exposición venérea con una pareja con
sífilis conocida debe ser tratada, ya que las probabilidades de que se haya contraído la
sífilis, pero que aún no haya hecho una seroconversión, son de 25 a 50%.
Tratamiento
El tratamiento recomendado en las mujeres embarazadas con sífilis en estadios iniciales
consiste en 2 dosis de 2,4 millones de U de penicilina G benzatina i.m. (1,2 millones de U
pueden administrarse en cada nalga con una semana de intervalo). En estadios más
avanzados de la enfermedad o en casos de neurosífilis, debe seguirse el tratamiento
recomendado para las pacientes no embarazadas (v.cap. 164). En ocasiones, el
tratamiento puede provocar una reacción de Jarish-Herxheimer grave, que cause un aborto
espontáneo. Las pacientes alérgicas a la penicilina pueden ser desensibilizadas y después
tratadas con dicho antibiótico. Las pruebas reagínicas se negativizan a los 3 meses de
recibir un tratamiento adecuado en la mayoría de los casos y a los 6 meses en la casi
totalidad. Dado que el tratamiento con eritromicina no es adecuado ni para la madre ni para
el feto, no está recomendado. La tetraciclina está contraindicada.
Para la sífilis congénita precoz (casos presuntos o confirmados), las normas de 1998 de
los CDC recomiendan la administración de 50.000 U/kg/dosis de penicilina G cristalina
acuosa cada 12 h por vía i.v. durante los primeros 7 d de vida, seguido de incrementos de
50.000 U/kg/dosis cada 8 h (a medida que mejora la función renal) en los 3 d siguientes,
hasta un total de 10 d de tratamiento. Cuando no puede administrarse el fármaco por vía
i.v., puede recurrirse a la penicilina G procaína en dosis de 50.000 U/kg/dosis i.m. una vez
al día durante 10 d; sin embargo, con la administración i.m., los niveles sanguíneos pueden
ser insuficientes para el tratamiento de la infección del SNC, además de que resulta
dolorosa y difícil (debido a la escasez de masa muscular) y puede provocar abscesos
estériles o toxicidad por la procaína. Cuando el LCR es normal y no existen otros signos de
enfermedad activa (p.ej., las radiografías de los huesos largos y la fórmula leucocitaria son
normales), y tanto si se ha efectuado un tratamiento intrauterino habitual con penicilina
como en caso contrario, pueden administrarse 50.000 U/kg i.m. de penicilina benzatina en
una o en varias dosis en una sola sesión, sobre todo si se duda de que pueda establecerse
una vigilancia prolongada. Muchos expertos prefieren todavía el tratamiento parenteral
durante 10 días, si la madre no ha recibido tratamiento. Si aún no se han producido
lesiones graves, el pronóstico suele ser favorable. El tratamiento debe abarcar también a la
madre y a los demás miembros de la familia que sufran la infección.
En los lactantes y niños mayores en los que se diagnostica por primera vez una
sífilis congénita es necesario estudiar el LCR antes de iniciar cualquier tratamiento. Como
no se conoce el grado de idoneidad de las pautas menos intensas, los CDC recomiendan
tratar a cualquier niño con sífilis congénita con penicilina G cristalina acuosa en dosis de
200.000 a 300.000 U/kg i.v. divididas en 4 fracciones (hasta llegar a las dosis del adulto)
durante 10 d. Muchos pacientes no se convierten en seronegativos pero presentan una
disminución de 4 veces en el título de anticuerpos reagínicos (p. ej., VDRL). La queratitis
intersticial se trata habitualmente con corticoides y un colirio de atropina; debe consultarse
al oftalmólogo. Los pacientes con sordera nerviosa pueden beneficiarse de un tratamiento
combinado de penicilina con un corticoide como la prednisona a razón de 0,5 mg/kg/d v.o.
en dosis fraccionadas durante 1 sem, seguido de 0,3 mg/ kg/d durante 4 sem, tras lo cual
se disminuyen gradualmente las dosis durante un período de 2-3 meses (no se ha
efectuado una valoración crítica de los corticoides en esta situación). Hay que investigar
los contactos familiares, y los pacientes deben ser sometidos a una vigilancia a largo plazo.
SÍNDROME DE MUERTE SÚBITA DEL LACTANTE
Muerte repentina e inesperada de un lactante o niño pequeño en el que un estudio
necrópsico completo no logra desvelar una causa adecuada.
El síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL) es la causa de muerte más frecuente
entre las 2 sem y 1 año de vida, siendo responsable del 30% de todas las muertes en este
grupo de edad. Su distribución es mundial y afecta a 1,5/1.000 RN vivos en Estados
Unidos. La mayor incidencia se observa entre el 2.º y 4.º meses de vida y aumenta durante
los meses fríos y en los grupos socioeconómicos más desfavorecidos, en los prematuros y
los lactantes que sufren episodios de apnea grave que necesitan reanimación, en
hermanos de otras víctimas del SMSL y en hijos de madres que fumaron durante el
embarazo. Muchos de los factores de riesgo del SMSL lo son también de muertes no
debidas a él. Casi todas las muertes por SMSL se producen cuando parece que el niño
duerme.
Etiología, diagnóstico y prevención
La causa es desconocida, aunque muy probablemente resida en una disfunción de los
mecanismos nerviosos del control cardiorrespiratorio. La disfunción que causa la muerte
puede ser sólo intermitente o transitoria y es probable que también influyan otros múltiples
mecanismos. Se ha observado que el porcentaje de víctimas del SMS que presentan
episodios de apnea prolongada previos a la muerte es inferior al 5%, por lo que la
superposición entre la población con SMSL y los lactantes con apnea prolongada y
recidivante es muy pequeña. En muchos estudios se ha encontrado una relación entre el
sueño en decúbito prono y un aumento del riesgo de SMSL. Otros factores de riesgo son
una cuna blanda (colchón de lana), los colchones de agua, el ambiente con humo de
tabaco y una calefacción ambiental excesiva.
El diagnóstico, aunque se hace sobre todo por exclusión, no puede establecerse sin una
autopsia adecuada en la que se descarten otras causas de muerte brusca e inesperada (p.
ej., hemorragia intracraneal, meningitis, miocarditis).
La American Academy of Pediatrics recomienda colocar a los niños en decúbito supino
mientras duermen, a menos que existan otros cuadros médicos que lo impidan (p. ej.,
reflujo GI). Además, debe hacerse lo posible para evitar que el ambiente sea
excesivamente caliente, no poner demasiada ropa al niño, eliminar las partes blandas de la
cuna, como las mantas de piel de cordero, almohadas o edredones, y no fumar durante y
después del embarazo.
Tratamiento
Los padres que han perdido un hijo por SMSL sufren una gran angustia, no están
preparados para la tragedia y, como no es posible encontrar una causa definitiva para la
muerte del hijo, suelen tener excesivos sentimientos de culpa, que pueden agravarse por la
naturaleza de las investigaciones llevadas a cabo por la policía, los asistentes sociales u
otras personas involucradas. Los miembros de la familia necesitan apoyo no sólo durante
los días inmediatamente siguientes a la muerte del lactante, sino al menos durante varios
meses para ayudarlos a soportar su angustia y a eliminar sus sentimientos de culpa. Este
proceso incluye, siempre que sea posible, una visita inmediata al hogar para ayudar a los
padres a superar su pánico inicial y evitar que se precipiten indiscriminadamente hacia el
hospital con otros hijos, poniéndose en peligro a sí mismos y a otros, observar las
circunstancias en que se produjo el SMSL e informar y aconsejar a los padres sobre la
causa de la muerte.
La autopsia debe practicarse rápidamente. Tan pronto como se conozcan sus resultados
preliminares (por lo general, en un plazo de 8-12 h) debe efectuarse una segunda visita al
hogar para continuar la conversación anterior. Una tercera reunión 2 o 3 d más tarde
servirá para reforzar lo ya comentado y permitirá responder a las muchas preguntas
nuevas que hayan podido surgir. Aproximadamente un mes después, debe hacerse una
cuarta visita o reunión para proporcionar a la familia los resultados finales (microscópicos)
de la autopsia y para comentar su adaptación a la pérdida, especialmente su actitud acerca
de tener otro hijo. Gran parte del asesoramiento y del apoyo pueden recaer en el personal
de enfermería especialmente preparado o por personas profanas que hayan
experimentado la tragedia del SMSL y se hayan adaptado a ella (p. ej., un miembro del
comité local de la National Foundation for Sudden Infant Death Syndrome o de la
International Guild for Infant Survival).