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BRYAN AARON GUEVARA FIALLOS

MACROECONOMIA G “6861”
ECON. JORGE FREIRE

Historia de la banca privada del Ecuador


Reseña histórica del Banco Central del Ecuador

Un Banco Central con valores fundacionales de la Revolución Juliana del 9


de julio de 1925 tiene el mérito de iniciar el proceso de fundación de un
banco nacional emisor, hacer frente a los gobiernos plutocráticos del
momento e imponer los intereses de los seres humanos sobre los del
capital, para salir de la aguda crisis que imperaba en el país. En opinión de
Luis Napoleón Dillon, fue una crisis causada por la inconvertibilidad del
billete, las emisiones sin respaldo, la inflación, la especulación, el abuso
del crédito, el desnivel de la balanza de pagos, la falta de control oficial
sobre los bancos y la anarquía y rivalidad bancaria, que debía enfrentarse saneando la moneda y
regularizando el cambio. Bajo estos valores fundacionales es que se crea el Banco Central del Ecuador –
BCE-, dentro de un abigarrado conjunto de reformas de la economía ecuatoriana propugnadas por los
militares y civiles congregados alrededor de las ideas julianas y venciendo la inercia de algunos grupos a
quienes no les interesaban el progreso en esta índole.
Como paso intermedio para la fundación del BCE, el 26 de junio de 1926 se crea la Caja Central de
Emisión y Amortización, organismo encargado de reconocer oficialmente el monto total de medios de
pago y de autorizar provisionalmente la circulación de billetes. Además, el 18 de octubre de 1926 se
dispone que los bancos autorizados a emitir billetes entreguen a la Caja Central de Emisión y
Amortización determinadas cantidades de oro y plata. Mientras tanto, la misión presidida por Edwin. W.
Kemmerer, ilustre economista que venía precedido de una gran fama, fruto de trabajos similares
realizados en otros países a nivel mundial, preparaba un extenso conjunto de medidas económicas
modernizantes. Dentro de ellas, el 11 de febrero de 1927 la Misión Kemmerer pone a consideración del
Gobierno el Proyecto de Ley Orgánica del Banco Central del Ecuador. En esa propuesta se creaba al BCE
como una institución autorizada a emitir dinero, redescontar a tasa fija, constituirse en depositaria del
gobierno y de los bancos asociados, administrar el mercado de cambios y fungir de agente fiscal. Es así
como el 4 de marzo de 1927 el Presidente Isidro Ayora suscribe la Ley Orgánica del Banco Central del
Ecuador, la escritura pública de constitución del BCE se emite el 9 de julio del mismo año (segundo
aniversario de la Revolución Juliana) y el BCE inicia operaciones el 10 de agosto de 1927, fecha
considerada como la de su fundación.
Estabilizar y unificar la moneda fueron los objetivos iniciales del BCE. Para lograrlo, se valió del “patrón
oro de cambio", régimen monetario que fijaba el precio del sucre en términos de oro; la obligación
básica del BCE consistía en mantener fijo ese precio.

Un Banco Central para el desarrollo

Concluida la Segunda Guerra Mundial, un nuevo repunte de la inflación, junto a graves problemas de
balanza de pagos, hace necesaria –una vez más- la comparecencia de técnicos extranjeros. En 1947 el
BCE llama a Robert Triffin, ilustre economista keynesiano experto del Sistema de Reserva Federal de los
EE.UU. Triffin propone reemplazar la Ley Orgánica del Banco Central por la Ley de Cambios
Internacionales (1947) y la Ley de Régimen Monetario (1948). La Ley de Régimen Monetario de 1948
otorga al BCE el rol de gestor de la liquidez para financiar el desarrollo del país (“Banca Central de
desarrollo”), rol que permitió a la institución aportar a la consolidación de la economía nacional durante
el período de los Treinta Gloriosos, el de mayor estabilidad monetaria en la historia económica del
Ecuador. Además, la Ley de Régimen Monetario de 1948 consagra nuevos conceptos: un Directorio del
BCE en el que participa el Gobierno (lo que implica su corresponsabilidad en el diseño de la política
monetaria); la potestad de devaluar la moneda con fines económicos; además, para ejecutar políticas
anticíclicas, el BCE tiene la autorización de conferir préstamos al Estado y al sector productivo; y,
finalmente, un sistema contable que le permita asumir las nuevas funciones. Este régimen monetario
enfrentó con éxito, por más de tres décadas, una serie de perturbaciones económicas.
La Banca Central de las “dos décadas perdidas”

Las “dos décadas perdidas” inician con la crisis de la deuda externa desatada en 1981, luego del
incremento internacional de las tasas de interés de 1979. A los desequilibrios de la economía, los déficits
fiscales, la devaluación monetaria y la inflación desbordada, se sumaron presiones internas del sector
privado, de grupos bancarios, empresariales y familias poderosas del país por que el Estado solvente los
problemas de endeudamiento existentes. Como resultado, tuvieron lugar procesos de renegociación de
la deuda externa y de socialización de la deuda del sector privado nacional a través de la denominada
“Sucretización de la deuda privada”.
Adicionalmente, bajo la tutela del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, se emprende un
nuevo cambio para reordenar el conjunto de la economía e intentar retomar la senda de crecimiento.
Con este propósito y bajo un nuevo paradigma económico, en mayo de 1992 se expide la Ley de
Régimen Monetario y Banco del Estado. Esta última busca darle “autonomía” al BCE al alejarlo de
designaciones y decisiones políticas en el caso de nombramiento de autoridades por parte del gobierno;
restringir el uso de instrumentos directos y dar mayor importancia a los instrumentos indirectos para
orientar el tipo de cambio, las tasas de interés y así manejar niveles estables de inflación; y conculcar la
potestad del BCE de otorgar crédito al fisco. Bajo este marco normativo, el país entra en un régimen de
flotación controlada del tipo de cambio en el cual el rol del BCE consiste principalmente en intervenir en
el sistema financiero a través de las mesas de dinero y de cambio y las subastas de bonos de
estabilización monetaria (BEMs). Además, esta reforma autoriza al BCE a operar como prestamista de
última instancia del sistema financiero. A la Ley de Régimen Monetario y Banco del Estado de 1992, se
suma la Ley General de Instituciones Financieras de 1994 y la Constitución de 1998, que juntas
completaron la autonomía del BCE y la liberalización de los mercados financieros para que la libre
competencia fomente su desarrollo. Así por ejemplo, la Constitución de 1998, en su Art. 261, define al
BCE como una “persona jurídica de derecho público con autonomía técnica y administrativa, tendrá
como funciones establecer, controlar y aplicar las políticas monetaria, financiera, crediticia y cambiaria
del Estado y, como objetivo, velar por la estabilidad de la moneda.” y la Ley General de Instituciones del
Sistema Financiero de 1994 elimina la figura de intervención de la Superintendencia de Bancos y Seguros
en las entidades financieras, priorizando la autorregulación de las mismas.

Un Banco Central para el siglo XXI

Luego de la gran inestabilidad política de finales del siglo XX e inicios del siglo XXI (6 presidentes en 10
años), a partir de enero de 2007 inicia en el Ecuador el Gobierno de la “Revolución Ciudadana” con la
presidencia del economista Rafael Correa. La Revolución Ciudadana impulsa la construcción de la
Constitución de 2008 que reemplaza el concepto tradicional de desarrollo por el de Buen Vivir y deja
marcado el rumbo para la generación de cambios estructurales que modifiquen profundamente la
trayectoria histórica del país. Con la Constitución de 2008 el BCE deja de ser “autónomo” y se constituye
en una persona jurídica de derecho público que tiene la responsabilidad de instrumentar las políticas
monetaria, crediticia, cambiaria y financiera formuladas por la Función Ejecutiva. Este cambio
estructural forma parte de los esfuerzos constitucionales por democratizar el Estado, descorporativizar
lo público haciéndolo independiente de los grupos de poder tradicionales y sus intereses económicos,
devolver al gobierno la capacidad de hacer política pública y priorizar la participación ciudadana. En
efecto, se busca un real Estado democrático que trabaje en función de los intereses de la mayoría. Para
este objetivo, la participación ciudadana se vuelve un elemento vertebral que permita que la ciudadanía
se incruste en el Estado y en sus procesos de planificación, ejecución, seguimiento, evaluación y
rendición de cuentas. La Constitución de 2008 también obliga a una reestructura integral de la
normativa monetaria y financiera existente así como de las instituciones responsables de diseñar y
ejecutar la política económica. A manera de ejemplo, el 30 de diciembre de 2008, la Asamblea Nacional
aprueba la Ley de Creación de la Red de Seguridad Financiera que cambia radicalmente la gestión de
posibles crisis financieras. Se fortalece la supervisión del sistema financiero, se define un nuevo método
de resolución bancaria para que nunca más se socialicen las pérdidas privadas de la banca, y se crea el
fondo de garantía de depósitos y el fondo de liquidez (prestamista de última instancia), pero esta vez
financiados por las contribuciones de las propias instituciones financieras –IFI- y ya no con los recursos
públicos de los ecuatorianos.
Sucretización de la deuda externa privada en Ecuador

El expresidente Osvaldo hurtado adoptó la decisión mediante decreto


ejecutivo 2085 La historia del manejo de la deuda externa de Ecuador
contiene episodios polémicos sobre su negociación y beneficiarios. Uno de
ellos fue el capítulo conocido como la ‘sucretización’ de la deuda privada, decidida por el expresidente
Osvaldo Hurtado a través del Decreto Ejecutivo 2085 del 23 de septiembre de 1983. En ese entonces, el
Banco Central del Ecuador (BCE) asumió la deuda externa privada -que en ese momento representaba el
25% del total de los pasivos externos del país, lo “que generó elevados perjuicios al Estado ecuatoriano
por un monto acumulado de $ 4.462 millones”, según estableció la Comisión para la Auditoría Integral
del Crédito Público (CAIC) en 2008. El decreto presidencial de 1983 autorizó al ministro de Finanzas
(Pedro Pinto, exvicepresidente de Gustavo Noboa) y al gerente General del BCE (Abelardo Pachano,
expresidente ejecutivo de Produbanco) a suscribir los diferentes convenios de refinanciamiento a
efectuarse en adelante. Piedad Mancero, quien fuera vocal de la Comisión Auditora, indicó que este
mecanismo se llevó adelante en el marco de los condicionamientos del Fondo Monetario Internacional
(FMI) y de otros organismos internacionales que habían obligado a Ecuador a firmar cartas de intención.
De acuerdo al informe de la CAIC, en 1983, por presión del FMI y del Comité de Gestión, el BCE asume el
rol de deudor de elevadas obligaciones de entidades públicas y privadas y contrata créditos en el
exterior, directamente con la banca privada internacional, destinados a liquidar los pagarés. “Los
recursos no venían a Ecuador sino que se quedaban en la banca acreedora para el pago de los contratos
anteriores.

No hubo contabilización en el Banco Central de estos pagos en el exterior”, señaló la Comisión. “Entre
las recomendaciones de estos organismos estaba que el Estado se haga cargo de las deudas privadas”,
indicó Mancero, quien acotó que al principio los deudores debían cubrir el diferencial cambiario de cada
devaluación. Esa situación cambió en el Gobierno de León Febres Cordero, quien les liberó de esa
responsabilidad. “El Gobierno de León Febres-Cordero, a través de la Junta Monetaria (JM), expidió la
Regulación No. 201-84 del 15 de octubre de 1984, por la cual se extendieron aún más las ventajosas
condiciones de pago de la deuda externa ‘sucretizada’ extendiendo los plazos de pago de 3 a 7 años;
igualmente se congeló la comisión de riesgo cambiario, ya que la tasa definida en la Regulación 101, no
se ajustó a la ampliación de plazos, adicionalmente se aumentó el período de gracia de 1 año y medio a
4 años y medio”, señala el informe de la Comisión Auditora. Los perjuicios para el Estado ecuatoriano
por la ‘sucretización’ fueron reiteradamente negados por el entonces presidente, quien justificó su
decisión. “Cuando en 1983 autoricé a la Junta Monetaria que aprobara la sucretización de la deuda
externa contratada por la empresa privada, para salvarla de la quiebra, mantener puestos de trabajo y
evitar el colapso del sistema financiero, dispuse que se protegiera al Banco Central frente al riesgo
crediticio que asumiría”, escribió el exgobernante en una carta publicada en diario El Universo, en
febrero de 2005. Jorge Rodríguez, analista económico y exvocal de la Comisión de Control Cívico de la
Corrupción (CCCC), dijo que en los ochenta, cuando inició la crisis por el problema de la deuda, comenzó
un proceso de devaluación de las monedas de América Latina con respecto al dólar, lo que determinó en
Ecuador que los “banqueros”, en la perspectiva de la pérdida adquisitiva del sucre, tomaran medidas
para asegurar el patrimonio bancario y evitar que los bancos perdieran. “La mayoría de gente se
endeudó en dólares pero tenía sucres, y los bancos para proteger los activos de las instituciones, le
dieron impulso a los créditos en dólares.

El empresario y la gente recibieron esos dólares a 25 sucres por dólar, y el momento en que les tocó
amortizar la deuda (después del período de gracia), el dólar ya estaba en 30 y 35 sucres por dólar, lo que
empezó a afectar a las empresas que vendían y transaban en sucres. Eso al final determinó que la deuda
se haya duplicado, y por ende recurrieron al Gobierno de Hurtado”, explicó. El informe de la Comisión
detalla que desde 1984 hasta 1994 el stock de la deuda sucretizada subió de $ 1.371 millones a $1.569
millones. Al incluir pagos por capital más interés el monto llegó a $ 1.327,7 millones (suma
correspondiente al 93% de la deuda sucretizada original). El diferencial cambiario se calculó en $
1.557,10 millones, con lo que el monto global de la sucretización se transformó en $ 4.453,90 millones.
En el documento, la Comisión incluye entre los “mayores beneficiarios” de la sucretización a empresas
como Mavesa, Banco del Pacífico, Industrias Artepráctico, Banco de Guayaquil, Continental, Progreso,
Amazonas, Cofiec, Pichincha, entre otras. En 1982, al ocurrir simultáneamente la caída de los ingresos
por exportaciones del petróleo, el incremento de las tasas de interés internacionales y la restricción del
acceso al mercado de capitales, como consecuencia de la política monetaria restrictiva aplicada por los
países industrializados -en particular por los EEUU-, el Ecuador inició, como ha sido la característica en
sus relaciones financieras internacionales, una nueva historia de renegociaciones que hasta el día de hoy
no ha llegado a una solución definitiva. La “sucretización” asomó como la medida “correcta, adecuada y
sabia” (al decir de los propios beneficiarios) para solucionar en el corto plazo el problema del
sobreendeudamiento del sector privado, que se había endeudado libremente en los años de la bonanza
petrolera. Para que se diera esta medida existieron presiones tanto internas como externas. Las
presiones internas estaban dadas lógicamente por los grupos de poder político y económico que urgían
a que el gobierno de Hurtado (el cual no contaba con un sólido respaldo político) tomará esta medida
para satisfacer sus propias necesidades. Las presiones internacionales estuvieron dadas por el FMI y el
Banco Mundial que respondían a intereses de la banca internacional interesada en conseguir un mejor
garante para sus acreencias, cuando fue dicha banca, que por falta de análisis, criterio y por estar en
extrema competencia con los otros acreedores, la que entregó “alegremente” esa enorme cantidad de
créditos.

Con la “sucretización” el Estado, es decir toda la sociedad, se hizo cargo de la deuda externa privada
frente a los acreedores internacionales. Convirtió las obligaciones en dólares de los agentes económicos
privados en obligaciones en sucres en condiciones excepcionales. Los deudores debían pagar en sucres
con una paridad cambiaria y una tasa de interés fijada a la fecha de celebración del contrato. En una
primera instancia, estas condiciones consideraban el riesgo cambiario. La rigidez posterior de éstas
condiciones de pago hizo que este proceso sea aún más perjudicial para el país. Quizás convenga
recordar algunos detalles de la mecánica del endeudamiento externo por parte de los agentes privados,
como punto de partida para comprender como funcionó la mecánica de la “sucretización”. El
endeudamiento privado que se dinamizó desde 1976 se sustentó en varios supuestos, entre éstos la
declaración de que las divisas que se prestaban debían ser negociadas en el Banco Central del Ecuador o
en el mercado libre de cambios. Para el efecto, primero se solicitaba la autorización al Banco Central y,
una vez concedida, se registraba el crédito.

En la práctica, en alguna época el Banco Central se reservó el derecho de decidir si compraba las divisas
o dejaba que se negociaran en el mercado libre, pero generalmente la decisión quedaba en manos del
deudor. Cuando las divisas se negociaban en el Banco Central, existía el derecho a demandar del
instituto emisor la provisión para el reembolso del principal y los intereses, según el abogado León
Roldós Aguilera. En el caso de que las divisas se negociaran en el mercado libre, el servicio de pago del
principal e intereses dependía de la disponibilidad de divisas en ese mercado. En el primer caso
evidentemente existía un control de retorno de las divisas y, por lo tanto, se podía conocer sobre la
extinción del crédito anterior por parte del Banco Central, lo que no ocurrió cuando las divisas se
negociaban en el mercado libre y el servicio se hacía por ese mercado.

El Banco Central no registraba si los intereses y el principal habían sido abonados. Cuando se vencía un
crédito, se acostumbraba a conceder uno nuevo, siguiendo las prácticas usuales de la renovación
parcial. Si los dólares debían ser reembolsados por el Banco Central, se hacía el registro de operación y
se obtenía en sucres la cantidad necesaria para negociar las divisas en el tramo que se renovaba, se
preveía la diferencia y se compraban los dólares al Banco Central para pagar al exterior. Cuando los
dólares habían sido negociados en el mercado libre, no se declaraba la renovación, sino que
simplemente se procedía a obtener un nuevo registro, de modo que en el Banco Central se acumulaba
el registro anterior al nuevo; así, en la práctica, se multiplicaban los registros. Tal procedimiento pareció
no tener trascendencia. ¿Qué sucedió al momento de aplicar la “sucretización”? Como absurdamente
sólo se exigía la existencia del registro, muchas personas -que ya no tenían deudas porque los créditos
habían sido pagados en divisas del mercado libre, en el que se vendieron originalmente las que se
recibían- tenían registros vigentes no cancelados, aunque vencidos, con lo que hicieron un doble
negocio.
Misión Kemmerer

La Misión Kemmerer consistió en una serie de propuestas de remodelación de


los sistemas monetarios, bancarios y fiscales, que luego se convirtieron en leyes (algunas de las cuales
perduran hasta hoy). En realidad fueron varias- se desarrolló principalmente en Latinoamérica, entre
1919 y 1931. Los trabajos fueron liderados por Edwin Walter Kemmerer, economista estadounidense,
profesor de Economía en la Universidad de Princeton, contratado como asesor financiero y económico
por los gobiernos de Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Guatemala, México y Perú, con el fin de
consolidar la estabilidad monetaria. Las misiones estuvieron integradas por distintos colaboradores
expertos en banca, contabilidad, organización tributaria y auditoría. Kemmerer ha sido un pionero en el
ámbito de las consultorías en equipo, destinadas a fortalecer los sistemas financieros de América,
camino que actualmente transita Fit y Proper. Edwin Walter Kemmerer nació en Scranton, Pennsylvania,
en 1875. Se graduó de doctor en Filosofía, Economía y Finanzas en las Universidades de Wesleyan y
Cornell. Fue autor de célebres tratados como “Modern Currency Reforms”, “The ABC of the Federal
Reserve System”, “Money and Prices, High Prices and Deflation”, entre muchos -todos ellos anteriores a
1923-, y el famoso “The ABC of Inflation (1942)”. Falleció en Princeton, New Jersey, en 1945, a los 70
años.

Extraído de lo publicado por Kemmerer en la Revista American Economic Review en 1927: La ventaja
para un país determinado, de contratar un consejero extranjero, residía en que éste "no tiene
ambiciones políticas y, por lo tanto, está libre de los sesgos que tienen los políticos locales. Este viaja al
exterior como un hombre libre sin los compromisos y prejuicios internos. Es principalmente por esta
razón que el público le otorga tanta confianza al economista extranjero, y no porque crea que sus
conocimientos de economía son mejores que los de los economistas nacionales. De hecho, la
probabilidad de que una misma sugerencia sea aprobada es mucho mayor si ésta la hace un experto
extranjero y no un economista nacional". La Misión Kemmerer llegó al Ecuador en 1926, para
modernizar el Estado y reestructurar el sistema bancario del país. Ésta fue una de las metas del
presidente Isidro Ayora, al asumir el gobierno en abril de ese año. La propuesta de la Misión consistía en
corregir las deficiencias administrativas en el manejo de las finanzas, bajo un nuevo diseño económico
que pusiera a Ecuador a la altura de otros países del continente y del mundo.

Tras un período de análisis de la situación, una de las primeras acciones consistió en fundar el Banco
Central del Ecuador que, a partir de ese entonces, fue el único organismo que emitió legalmente billetes
y monedas. La propuesta para la Ley Orgánica del Banco Central del Ecuador había sido presentada al
Gobierno por la Misión Kemmerer el 11 de febrero de 1927, acompañada de una exposición de motivos.
El Banco Central se creó como una compañía anónima autorizada durante 50 años para emitir dinero,
redescontar a tasa fija, constituirse en depositaria del gobierno y de los bancos asociados, administrar el
mercado de cambios y fungir de agente fiscal. Debido a que las funciones de la nueva institución
estaban "íntimamente ligadas a los derechos soberanos del Gobierno y al interés público", el Gobierno
estaba llamado a participar en su administración. El 12 de marzo de 1927 el Presidente Isidro Ayora
decretó la Ley Orgánica del Banco Central del Ecuador (Registro Oficial N. 283). La preparación del
funcionamiento de la nueva institución estuvo a cargo de una Comisión Organizadora, nombrada por el
propio Ayora. La Misión Kemmerer dio paso también a la creación de la Superintendencia de Bancos, la
Contraloría General del Estado, el Banco Hipotecario, la Caja de Pensiones, el Ministerio de Previsión
Social, Trabajo, Agricultura, Beneficencia, Sanidad, Higiene, Estadística e Inmigración y Colonización, la
reconstrucción del Ministerio de Hacienda, la creación de la Ley de Impuestos Internos, la Ley de
Monedas, Ley General de Bancos, Ley sobre los contratos de prenda agrícola, Ley de Aduanas, etc.; y el
arreglo de la deuda interna y la reanudación del pago de la deuda externa.

La misión partió de Nueva York el 14 de febrero de 1923 y llegó a Bogotá el 10 de marzo. En el ínterin de
su viaje entre Nueva York y la capital de Colombia, se expresaron los partidarios y los enemigos de la
Misión Kemmerer, los que esperaban de ella el milagro de enderezar la economía del país, y aquellos
que le negaban cualquier posibilidad de obrar ese milagro. En los editoriales de la prensa, orientada
entonces por los jóvenes, brillantes pensadores de la generación del centenario, encontramos el reflejo
preciso de lo que se debatía en el país acerca de la misión financiera. Eduardo Santos, en El Tiempo,
dice: "Ah, la misión financiera. El país ha fincado en ella muchas ilusiones, con razón aguarda grandes
resultados de su actividad... Sin embargo, es de suponerse que la misión, más que altos principios de
finanzas, nos aconseje sanos métodos de administración... Las dolencias económicas y fiscales del país,
en grandísima parte, no provienen de falta de ciencia, sino de malos hábitos, de falta de energía para
combatir vicios que nadie defiende a la luz pública, pero que se imponen en la sombra. La Misión
financiera tropezará con ellos desde un principio, en la base misma de los trabajos que debe acometer, y
veremos si puede desalojar lo que ha resistido a los clamores nacionales de medio siglo". Ineluctable
fracaso. En realidad no viene ella a resolver cuestiones puramente técnicas, aunque así lo entienda, sino
cuestiones morales, que son las que nos afectan. Trazará, sin duda alguna, un vasto, simétrico, sólido y
hasta hermoso programa de reformas. Estimulará, también lo esperamos, la afición por los estudios
económicos, quizá su único beneficio.” La vieja guardia, comandada por los ex presidentes Carlos E.
Restrepo y Jorge Holguín; por los ex ministros Tomás O Eastman y Simón Araujo, y por el escritor
Antonio José Restrepo, se declaró en contra de la misión financiera, a la que consideró poco menos que
atentatoria de la soberanía nacional y heraldo de los designios conquistadores del imperialismo
norteamericano. Por su parte, el gobierno de Pedro Nel Ospina no escatimó esfuerzos para brindarle a la
Misión financiera el apoyo requerido, y para asistirla nombró a un grupo de asesores colombianos
encabezados por el hacendista Esteban Jaramillo. La verdad es que Esteban Jaramillo tuvo un papel axial
en el éxito de la Misión Kemmerer, y que él solo hubiera podido hacer lo mismo que hizo el quinteto
financiero norteamericano; pero como ningún profeta lo es en su tierra, y Esteban Jaramillo era
colombiano, no les merecía a sus compatriotas la credibilidad, ni el prestigio que se les otorgaba a los
técnicos extranjeros.

A escasos diez días de haber llegado a Bogotá, Luquiens y Fairchild se quejaron por considerar muy
intenso el horario laboral de ocho horas diarias de lunes a sábado. Por ello, estos dos consejeros
empezaron a faltar a la oficina sin pedirle autorización a Kemmerer, para ir a jugar golf, tenis y billar al
Country Club, bien fuera solos, o con algunas de las personas que habían conocido en las entrevistas.
Aunque las buenas relaciones públicas con los dirigentes nacionales era uno de los secretos de la Misión
Kemmerer, la actitud hacia el trabajo demostrada por Luquiens y Fairchild, produjo más de una
discusión con Lill y Jefferson, así como el comentario de Kemmerer en su diario: que tanto para el
Gobierno, como para la comisión, habría sido mejor que los dos profesores de Yale no hubieran venido a
Colombia. Para calmar las tensiones, se acordó que se otorgarían dos tardes libres a la semana para
jugar golf o tenis, de manera tal que una de ellas sería para tres de los integrantes de la Misión y la otra
para los dos restantes. Así, todos los consejeros financieros dedicaron parte del tiempo a practicar algún
deporte, hasta el punto de que Jefferson fue el campeón de golf en un torneo colombiano. La creación
del Banco Central del Ecuador y la vigencia del modelo Kemmeriano desde 1927 hasta el abandono del
patrón oro en 1932, constituye el marco temporal que se aborda en el presente trabajo, que parte de un
sucinto diagnóstico del panorama nacional e internacional desde el segundo decenio del siglo XX.

En este abreviado repaso, se hace hincapié en la situación monetaria internacional y en las secuelas de
la Primera Guerra Mundial. En el orden interno, se anotan las dificultades de la economía ecuatoriana
derivadas principalmente del regionalismo, la dependencia de la exportacion de un producto, las
oscilaciones de precios, el inadecuado manejo de las finanzas públicas y el desmedido poder de los
bancos de la Costa, principalmente del Comercial y Agrícola, corresponsable del descalabro monetario.
En la comparaci6n del texto de las siete propuestas se encuentran más semejanzas que diferencias,
entre los proyectos preliminares y el de Kemmerer, que finalmente fue adoptado y aplicado en el
Ecuador. Al termino del capítulo se evahian estas coincidencias a partir de varios ítems y mediante un
cuadro que permite visualizar dichas semejanzas y contrastes. En la segunda parte del trabajo se
establecen los antecedentes a la llegada de la Misi6n Kemmerer, las condiciones en que se firma el
contrato, los requerimientos de los técnicos. La calificaci6n de sus integrantes y la organizaci6n de las
actividades. Se analizan los distintos proyectos y reformas planteadas, las mismas que parten de una
evaluaci6n 0 diagnóstico de la situaci6n previa. El "paquete" de medidas sugerido por Kemmerer es
abordado agrupando los enunciados en cuatro puntos generales: Reorganizaci6n fiscal, Rcestructuraci6n
del crédito nacional, Obras públicas y Reorganizaci6n bancaria. Mediante esta clasificaci6n se logra
determinar la magnitud de la reforma y evaluar su implantación.

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