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Amster, Pablo
Del cero al infinito. Un recorrido por el universo de las matemáticas /
Pablo Amster ; pról. de Guillermo Martínez. — México : FCE, SEP, CONA-
CyT, 2019
238 p. : ilus. ; 21 × 14 cm — (Colec. La Ciencia para Todos ; 253)
Texto para nivel medio y medio superior
ISBN
Distribución mundial
Diseño de portada:
ISBN 978-607-16-
Impreso en México • Printed in Mexico
V. Un día cualquiera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95
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12
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21
23
La commedia é infinita
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Partes de {1, 2, 3, 4} = {Ø, {1}, {2}, {3}, {4}, {1, 2}, {1, 3},
{1, 4}, {2, 3}, {2, 4}, {3, 4}, {1, 2, 3}, {1, 2, 4}, {2, 3, 4},
{1, 2, 3, 4}}
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29
30
31
Israel, lo que muestra que, al menos a su modo de ver, los conceptos de fe y razón no
son incompatibles.
32
“Los que fracasan al triunfar” son personas que una vez que han
logrado un éxito determinado (como por ejemplo una conquista
amorosa largamente esperada, o una promoción profesional de
mayor responsabilidad, prestigio y retribución económica), lejos
33
Ø = {x ovíparo | x es elefante},
4
El vacío (y también el cero) tiene su origen en el concepto de sunyata, cuyo sig-
nificado en sánscrito es calidad de lo vacuo. Como veremos, la matemática no es capaz
de capturar una noción tan plena del vacío (otra vez el contrasentido) y debe con-
formarse con lo que le imponen los límites de la formalización. En tal aspecto, quizá
la alusión a los thugs no sea del todo inapropiada, aunque aquí el “estrangulamiento”
no lo provoca un siniestro lazo de seda sino el propio sistema formal.
34
F(x) = x es elefante;
De acuerdo con las memorias (no sólo inventadas, sino también apócrifas) de
6
Salgari (1928), el odio de sus principales héroes por Inglaterra fue inspirado en un
suceso de su infancia. A los 12 años, Emilio se enamoró de una niña inglesa; cuan-
do por fin se animó a hablarle, apareció una horrenda institutriz que la alejó de su lado:
“Inglaterra me arrebataba mi Dulcinea, y creaba en mí un irreconciliable enemigo de
aquélla”. Cabe imaginar que, si Frege hubiera sido igual de rencoroso, debería haberse
ensañado también con Gran Bretaña cuando Russell anunció su paradoja y terminó
por arrebatarle su propia Dulcinea: los fundamentos de la aritmética.
35
36
F(x) = x es distinto de x,
Ø = {x | x ≠ x}.
Ø = {x ∈ A | x ≠ x}.
37
38
39
40
si x ∈ Ø, entonces x ∈ A.
si p, entonces q,
9
Cabe hacer aquí un comentario al estilo de Wittgenstein: “¿Cómo que ‘dos con-
juntos’? Si son iguales no son dos sino uno”.
Tal es, en efecto, la postura del austriaco respecto de la identidad, según se expre-
sa en el Tractatus logico-philosophicus (Wittgenstein, 1921): “Decir que dos cosas
son idénticas es un sinsentido y decir que una cosa es idéntica consigo misma no es
decir nada”. De cualquier manera, la objeción no es formal, sino filosófica y no va en
desmedro de los axiomas… aunque ya sabemos quién (perdón: Quién) tiene la verdad
última a este respecto. La teoría de Zermelo-Fraenkel es aceptada entre los matemá-
ticos, aunque, según se demostró, no se puede probar su consistencia: en definitiva,
si bien podemos reducir muchísimo el papel de Dios, es imposible evitar que el diablo
meta la cola. Tal es la idea expresada también por Weyl: “Dios existe, ya que la ma-
temática es consistente y el diablo existe, pues no podemos demostrarlo”.
41
0 = Ø.
42
{Ø}.
1 = {Ø}.
43
44
1 = 0 ∪ { 0 } = Ø ∪ { Ø }.
1 = { Ø },
2 = { Ø } ∪ { { Ø } } = { Ø, { Ø } }.
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1={0}
2={1}={{0}}
3={2}={{{0}}}
…
46
La auténtica repulsión
11
Técnicamente, se trata de los denominados lenguajes de primer orden.
47
Si, por ejemplo, el célebre señor Crusius hubiera tenido a bien in-
formarse del sentido que dan los matemáticos a este concepto,
no hubiera encontrado falsa, hasta la extrañeza, la comparación de
Newton, según la cual la fuerza atractiva, que, al aumentar la dis-
tancia, pero manteniéndose cerca de los cuerpos, se transforma
48
muestra que, quizá agobiados por las deudas, los matemáticos no dudaron en recono-
cer en estos objetos no-naturales su carácter de “número”.
49
“−3” = { (0, 3), (1, 4), (2, 5), (3, 6), …}.13
En los próximos párrafos se mantendrá la notación “n” para denotar estas cla-
13
ses, que, como se verá, funcionan igual que los números enteros.
50
51
52
1 2 3
= = = ...
2 4 6
53
15
Uno podría pensar que se trata de una clase doblemente infinita, pues no sólo
contiene los pares (1, 2), (2, 4), (3, 6)… sino también los que tienen coordenadas
negativas: (–1, –2), (–2, –4), (–3, –6), etc. Pero eso no la hace más infinita que si se
extendiera para un solo lado: por ejemplo, es posible ordenar los elementos para
contarlos uno por uno a un paso algo zigzagueante, pero firme: (1, 2), (–1, –2), (2, 4),
(–2, –4), (3, 6), (–3, –6), etcétera.
16
Debemos decir que, en rigor, el texto bíblico establece una suerte de copyright
divino, según el cual toda la creación, en última instancia, proviene de Dios. Sin em-
bargo, esto no debe ser visto como un exceso de egocentrismo sino, por el contrario,
como una forma de motivar al hombre para que se transforme en socio activo de
la creación.
54
55
1
= ˆ
3
9
=̂
7
La secuencia que se destaca en las expresiones anteriores se
denomina periodo y se repite infinitamente; esta forma de escri-
tura da cuenta de ello, de modo tal que toda la información re-
lativa a las cifras decimales se encuentra en esa breve reseña.
No hay sorpresas: podemos calcular, por ejemplo, que la cifra
que aparece un millón de veces después del punto en el des-
arrollo de 9/7 es 7, después de haberse repetido 166 666 veces el
periodo y dejar que pasaran tres dígitos más. En cambio, para
saber cuál es la cifra que aparece en el lugar millonésimo del
desarrollo de π o la raíz cuadrada de 2 no queda prácticamente
otro remedio que calcular todas las cifras precedentes. Esto no
significa que no haya irracionales que sean “predecibles”: por
ejemplo, el desarrollo
0.1234567891011121314151617…
56
9 7
20 1.285…
60
40
5…
57
Según dijimos, esto no es más que una escritura, así que vale
la pena preguntarse, otra vez: ¿cuál es el número?
Aunque parezca extraño, la mayoría de la gente suele res-
ponder de manera incorrecta. Todo el mundo está de acuerdo
en que no puede tratarse de un número mayor que 1; sin em-
bargo, ante la perspectiva de que valga 1, casi todos prefieren
mostrar algo de cautela: “Hmmm, es casi 1 pero no igual a 1”.
El problema pasa por entender esa tira infinita de nueves como
lo que es (una tira infinita), para comprender que el número en
cuestión debe ser, a la vez:
58
0.9999999… = x.
9.9999999… = 10x.
x = 5.12121212…
59
100x – x = 512 – 5,
99x = 507,
x = 507/99.18
60
61
0.a 1 a 2 a 3 a 4 a 5 . . . a N ,
9 9 9 9
+ 2 + 3 + ... + N .
10 10 10 10
62
0.a 1 a 2 a 3 a 4 a 5 . . . a N . . .
Una manera de “sospechar” de antemano que la distancia que queda por reco-
19
1 9 9 9 9 9 1
SN + N
= + 2 + 3 + . . . N−1 + N + N
10 10 10 10 10 10 10
9 9 9 9 10
= + + + . . . N−1 + N .
10 102 103 10 10
Pero 10/10 N = 1/10 N−1 , de modo que S N + 1/10 N = S N−1 + 1/10 N−1 . Esto per-
mite “descender”, peldaño tras peldaño, hasta llegar a la igualdad
1 1
SN + = S1 + 1 .
10 N 10
Este último valor es 9/10 + 1/10 = 1, lo que nos permite concluir que S N = 1 − 1/10 .
N
63
1.4142135623730950488016887242…
1
1.4
1.41
1.414
1.4142
1.41421
…
0 ¼ …½… ¾ …
-1 1 2
gran racional”. Sin embargo, en este caso, al igual que en el proverbio original, es reco-
mendable cambiar el adverbio “detrás” por “al lado”.
64
65
1.4
1.2
0.6
0.4
0.8
0.2
0.8
–0.2
–0.4
–0.6
–0.8
–1
–1 –0.8 –0.6 –0.4 –0.2 0 0.2 0.4 0.6 0.8 1 1.2 1.4
f(a)<0 Raíz
66
1 = 0.99999…
67
1 1 5 1
+ = < .
4 16 16 3
68
1
= (0.010101. . . )2 .
3
1 1 1 1
(0.1111. . . )2 = + + + + ...
2 4 8 16
69
70
71
72
–4 –3 –2 –1 0 1 2 3 4
–1
–2
(–2, 3)
73
–4 –3 –2 –1 0 1 2 3 4
–1
–2
0.a 1 a 2 a 3 a 4 a 5 . . .
74
0.2a 2 a 3 a 4 a 5 . . .
1 1 1
+ 2 + 3 + ...
10 10 10
75
0.1
0.01
0.001
0.0001
+…
0.1111…
76
1, 0, 1, 0, 0, 1, 1, 0, 0, 0, …
77
admite en el caso de los números naturales una formulación interesante. Por ejem-
plo, podemos pensar en un libro, no de la naturaleza como pretendía Galileo, sino
de los naturales. Cada página de este (infinito) libro contiene un conjunto de números
naturales; definimos entonces como “ordinarios” aquellos números n que no perte-
necen al conjunto escrito en la página n. Como el lector podrá comprobar (sin necesi-
dad, claro está, de leer todo el libro), el conjunto de números ordinarios no puede
aparecer en ninguna página.
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79
80
A B C
81
C
…(migajas)
1 1 1 1
+ + + ... + N
3 9 27 3
1 1 1 1 1
+ 2 + 3 + 4 + ... = .
3 3 3 3 2
82
1 1 1 1 1
+ 2 + 3 + 4 + ... =
n n n n n−1
Nota (o, más bien, acorde) final: Así como muchos textos
técnicos incluyen un índice temático o un índice de los símbo-
los empleados, este capítulo merecería incorporar un breve
“índice tanguero”, para colaborar con el lector no especializado.
Pero en realidad las referencias no son tantas: además del tan-
go Tres amigos, con música y letra de Cadícamo (1944), la frase
“tengo miedo del encuentro” corresponde a Volver (C. Gardel y
A. Lepera, 1935). La “caravana interminable”, el “minutero que
muele”, así como “la doliente sombra de mi cuarto al esperar,
sus pasos que quizá no volverán” pertenecen al tango Soledad
(C. Gardel y A. Lepera, 1934). Y, finalmente, debemos mencio-
nar la pequeña adaptación (una suerte de licencia tanguera) que
hemos hecho del magnífico tango que por su tema bien po-
dría haber aparecido en las primeras páginas del libro, cuando
hablamos del conjunto vacío. Nos referimos a Nada (J. Dames
y H. Sanguinetti, 1944), cuyo estribillo comienza así: “Nada,
nada queda en tu casa natal / sólo telarañas que teje el yuyal”.
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La indivisa eternidad
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Am Am
89
De este modo,
1
d(A n , A m ) ≤ d(A n , A n+1 ) + d(A n , A m ) + d(A m+1 , A m )
2
y en consecuencia
1
d(A n , A m ) ≤ d(A n , A n+1 ) + d(A m+1 , A m ).
2
1
d(A n+1 , A n ) = d(Tn , Tn−1 ) ≤ d(A n , A n−1 ).
2
1 12
d(A n+1 , A n ) ≤ d(A n , A n−1 ) ≤ d(A n−1 , A n−2 )
2 2
n
1
≤ d(A 1 , A 0 ).
2
1 1n 1m
d(A n , A m ) ≤ ( + )d(A 1 , A 0 ).
2 2 2
90
3
Gracias a la completitud mencionada en el capítulo i, que implica la completitud
del plano.
4
J. L. Borges (1964): “¿Quién nos dirá las cosas que sentía / Dios, al mirar a su rabino
en Praga?”
5
J. L. Borges (1960b). Por supuesto, esta idea fue formulada en muchos lugares,
antes y después de Borges; su primer origen se puede rastrear quizá en la Cábala. En
Silvia y Bruno, novela de Lewis Carroll (1893), uno de los personajes relata cómo se
confeccionó un mapa con la escala de una milla por milla. Por supuesto, su uso prác-
tico trae algunas complicaciones: “Nunca ha sido desplegado todavía —dijo Mein
Herr—, los granjeros se opusieron. Dijeron que cubriría completamente el país, ¡y no
dejaría pasar la luz del Sol! Así que ahora utilizamos el propio país como su propio
mapa, y te aseguro que funciona casi tan bien”. En la actualidad, la metáfora del impe-
rio resulta adecuada para describir inventos (un tanto imperialistas) como Google
Maps, capaces de inmiscuirse en nuestras vidas casi con el mismo nivel de detalle
que sugieren las más alarmantes ficciones.
91
92
David terminó con la comida de su plato demasiado pronto, y cuando reparó en ello
le pidió a su vecino un huevo duro para comerlo lentamente y así poder terminar al
mismo tiempo que los demás. Tiempo después, al querer compensar a quien lo había
ayudado, se llevó una desagradable sorpresa, pues éste le reclamaba no sólo el huevo
sino también todos los pollos, gallinas y más huevos que se podrían haber produci-
do desde entonces. Los jueces aceptaron tan juicioso argumento y quisieron obligar
al joven a saldar su deuda. Pero la noticia llegó a oídos del príncipe Salomón, quien
aconsejó al desesperado deudor que plantase habas cocidas. El joven le hizo caso y,
cuando todos se burlaron de él, replicó: “Si hay jueces que pretenden que de un hue-
vo duro salgan gallinas y pollos, ¿por qué no habría de esperar que las habas cocidas
germinen?”
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comprendí que todo hombre, con tal que tenga una nariz suficien-
temente desarrollada, puede, sin más que dejarse arrastrar por
su propio instinto, llegar a ser una notabilidad. No me entretuve
en divagaciones teóricas, sino que, acudiendo a la práctica, todas
las mañanas de todos los días de Dios, me tiraba dos veces de la
punta de mi trompa, finalizando esta maniobra, como medio in-
dispensable para el buen resultado de mis intentos, con media
docena de copitas que a continuación me endosaba.
100
101
1
En su colección de ensayos titulada Curiosidades de literatura, anécdotas, caracte-
res, croquis y observaciones literarias, críticas e históricas, Isaac Disraeli (1791) presenta
el texto de John Grunninger (Hortulus animae, que significa “pequeño jardín del
alma”) como un libro lleno de rezos supersticiosos e imágenes lascivas. Esto explica
por qué Poe considera una “gran merced de Dios” el hecho de que el hombre de la mul-
titud no pueda ser leído. La idea de ocultarse o hacerse ilegible en medio de una
marea se puede comparar con la vertiginosa enumeración de los párrafos finales de
“El Aleph” de Borges (1949), en la que se menciona como un ítem más, pretendiendo
que pase “entre otros”, aquello que para el narrador iba a ser el hallazgo más doloro-
so: las cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz Viterbo había dirigido a Car-
los Argentino Daneri.
102
como dijimos, la palabra Menge, empleada por Cantor para los conjuntos, significa
también “multitud”.
103
104
ℵ0 , ℵ1 , ℵ2 , etc.
105
c = ℵ2 ,
o acaso
c = ℵ10 000 .
c = ℵ1.
3
Luego se formularía otra afirmación más fuerte, conocida como “hipótesis gene-
ralizada del continuo”, basada en ese otro hecho fundamental, también probado por
Cantor, que vimos al final del capítulo i: si un conjunto tiene cardinal x, entonces sus
partes (es decir, del conjunto formado por todos sus subconjuntos) tienen cardinal 2x,
que es estrictamente mayor que x. El conjunto de los números reales se corresponde
con las partes del conjunto de los naturales; de esta forma, la hipótesis del continuo
dice que entre Álef 0 y 2 Álef 0 no existen otros cardinales. La hipótesis generalizada
afirma lo mismo para un cardinal infinito cualquiera x, es decir: entre x y 2x no exis-
ten otros cardinales.
106
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dente sentencia: “Toma ahora a tu hijo Isaac, el único, a quien amas, y vete a tierra de
109
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La generación bit
111
112
1 3 2
7
5 6
113
para quedarnos con el valor 128 = 27. Ahora restamos 157 − 128
= 29 y repetimos el procedimiento. No es difícil demostrar que,
sea cual sea el punto de partida, la secuencia siempre termina,
ya que no puede haber un “descenso infinito”. En el ejemplo
114
157 1*
78 2
39 4*
19 8*
9 16 *
4 32
2 64
1 128 *
en donde el asterisco indica aquellos valores que participan en la suma final, es decir,
115
157 = (100111101)2
trazo entero
trazo quebrado
Tal vez la conexión no sea muy evidente, pero basta con in-
terpretar estos dos trazos respectivamente como 0 y 1. Esto da,
157 = 1 + 4 + 8 + 16 + 128.
116
117
3 19 7
118
119
A B
B A+B
=
A B
120
121
A 3
=
B 5
equivale a
5A = 3B,
122
A A1 A2 A3 A4
B B1 B2 = A4
(Cortázar, 1963).
123
124
B
B–A A
Justamente, Procusto significa algo así como “estirador”. Según algunas versiones,
3
a las víctimas nunca les quedaba bien la cama, pues poseía un mecanismo secreto
mediante el cual su dueño la podía regular a voluntad.
125
1 4⋅1 5
A1 = + = >B
7 7 7
3 3 6
B1 = + =
5 5 5
5 4⋅1 9
A2 = + = > B1
7 7 7
6 3 9
B2 = + =
5 5 5
9 4 ⋅ 1 13
A3 = + = > B2
7 7 7
9 3 12
B3 = + =
5 5 5
13 4 ⋅ 1 17
A4 = + = > B3
7 7 7
12 3
B4 = + =3
5 5
17 4 ⋅ 1
A5 = + = 3 = B4
7 7
B 5 = 3 + 0 = 3.
126
127
B
A
A
B
A
B–A B–A
B–A A – (B – A)
128
B A
129
φ
1/φ2 1/φ
1 1/φ
1
a+1=
a
o, de manera equivalente,
4
De esta forma Borges nos muestra que detrás de todo gran hombre (o, más bien,
delante) hay una gran tortuga.
130
–8a 3
5a –7
56a –21
–40a2 15a
131
–a 1
–a 1
–a 1
a2 –a
–a 1
–a
–a 1
–3a 2
a6 = a4 ∙ a2 = (2 – 3a)(1 – a).
132
–3a 2
–a 1
–3a 2
3a2 –2a
En definitiva, se obtiene:
–3a 2
–2a
–3a 3
–8a 5
a6 = 5 – 8a,
a8 = 13 – 21a,
a10 = 34 – 55a,
etcétera.
133
e inductivamente se obtiene
a n = Fn−1 − Fn a
134
De esta forma,
a 3 = −F2 + F3 a = −1 + 2a
a 5 = −F4 + F5 a = −3 + 5a
a 7 = −F6 + F7 a = −8 + 13a
etcétera.
135
a2 a3 a4 a5 a6
1 2 3 4 5
Las potencias de a miden los “huecos” que quedan entre pun-
tos de ambas secuencias:
a2 1 –a
a3 –1 2a
a4 2 –3a
a2 + a3 + a4 2 –2a
a2 1 –a
a3 –1 2a
a4 2 –3a
a5 –3 5a
a6 5 –8a
a2 + … + a6 4 –5a
136
a 2 + . . . + a 6 = 4 − 5a = 1 + F4 − F5 a = 1 − a 5 ,
a2 + … + an = 1 – an – 1.
a2 + a3 + a4 + a5 + … = 1.
a2 + a3 + a4 + a5 + a6 + … = S.
a3 + a4 + a5 + a6 + a7 + … = aS.
a2 = S – aS = S(1 – a).
137
a2 + a4 + a6 + a8 + … = P,
a3 + a5 + a7 + a9 + … = I.
P = 1/φ = a.
138
139
140
141
142
143
S W
∙
T U X ∙ ∙ Y
∙
V Z
144
145
el innombrable nombre de Dios). Claro que el sistema sería muy sólido si el texto se
construyera siguiendo las reglas del dodecafonismo de Schoenberg, que están pen-
sadas justamente para evitar “preferencias” en una secuencia de notas musicales y
que la obra adquiera una tonalidad determinada. Dicho sea de paso —y volviendo una
vez más a las traducciones—, “tonalidad” se dice en inglés key, lo mismo que llave y,
por supuesto, clave.
146
6
En la película aparece una versión de esta máquina, perfeccionada por Turing.
147
148
149
x x
f
f(x) = x
150
1 f
x
1
cios de dimensión mayor que 3, ¿qué pensar acerca de los de dimensión infinita? Sin
embargo, tales espacios son perfectamente concebibles; más aún, muchos de ellos
(por ejemplo, los espacios de funciones) son de gran utilidad en diversas ramas de la
matemática.
151
×
×
círculo × cruz
152
153
×
Usted está aquí
154
×
× ×
× ×
×
×
155
156
157
x1 x2 x3
+ + + ...
2 22 23
158
4
Sin desmerecer las cualidades matemáticas de los arqueros, cabe advertir que
esto último requiere algo de ingenio o, como mínimo, un arquero capaz de reprodu-
cir el argumento diagonal de Cantor, en el que nos hemos inspirado en el capítulo i
para demostrar la existencia de una cantidad innumerable de números reales.
159
0.01010101…
1 1 1 1 1 1 1
(0.01010101. . . )2 = 2
+ 4 + 6 + ... = + 2 + 3 ... =
2 2 2 4 4 4 3.
100 11
100 0.0101…
1…
160
161
162
(0, x 1 x 1 x 2 x 2 . . . )2 = 3(0, 0x 1 0x 2 0. . . )2
163
164
165
166
167
2152 – 1 = 46 224,
que es múltiplo de 3.
Más allá del valor de este hallazgo, merece un comentario
aparte una curiosa frase que escribió Fermat en su misiva, a
continuación del teorema: “Y esta proposición es generalmente
cierta para todas las progresiones y todos los números primos;
le enviaría la prueba, si no temiese que es demasiado larga”.
La excusa podría resultar aceptable si Fermat hubiese inten-
tado comunicar su teorema por algún medio más restrictivo
como twitter, pero cuesta pensar que la carta fuera a resultar
mucho más abultada por el simple hecho de contener la demos-
2
Por ejemplo, la llamada criptografía con clave pública se basa en el empleo de
dos claves: una conocida por todos, que sirve para encriptar los mensajes, y otra se-
creta, que sirve para descifrarlos. Un método para establecer la clave secreta se basa
en la descomposición de un número en dos factores primos, tarea que requiere mu-
cho tiempo computacional si el número es grande. El teorema de Fermat aquí mencio-
nado se emplea como test de primalidad o, más bien, de no-primalidad: si el resto
de dividir an entre n difiere del de dividir a entre n para algún a, eso quiere decir que n
no es primo. Cabe aclarar que existen números que pasan exitosamente por el test (es
decir, cumplen la propiedad de Fermat) pero no son primos; se los denomina pseu-
doprimos (en algunos textos, pseudoprimos absolutos o números de Carmichael).
A fines del siglo pasado se demostró un teorema que iba a complicar la vida de los
encriptadores: existen infinitos pseudoprimos.
168
φ(12) = 4,
φ(32) = 16,
φ(60) = 14.
Para el lector interesado en reproducir dicha prueba, basta observar que, em-
3
169
170
an + bn = cn
4
Para dar una idea más precisa de esto, cabe mencionar que incluso un matemá-
tico profesional, si no está especializado en el tema, debería dedicar un buen tiempo
solamente para estudiar algunas de las teorías que se requieren para entender dicha
demostración. De este modo, si al salir a la calle se encontrase con alguien dispuesto
a explicarle con detalle el último teorema de Fermat, recién podría volver a casa al
cabo de algunos años.
5
Algunas de estas anécdotas se cuentan en Amster (2004 y 2010). Pero existen di-
versos textos dedicados específicamente al teorema y su demostración: uno de los más
conocidos, destinado al público no matemático, es el de Simon Singh (1997), de atrac-
tiva lectura, aunque contiene algunas inexactitudes. Muchas de ellas, de origen histó-
rico, se señalan en el interesante artículo de Leo Corry (2006), que contribuye en
buena medida a desmitificar ciertos aspectos del famoso teorema.
171
172
173
174
24 739 954 287 740 860 – 24 127 471 216 847 323.758…
= 612 483 070 893 536.241…
24 739 954 287 740 860/24 127 471 216 847 323.758… = 1.025…
Cabe aclarar que el teorema ha sido objeto de sucesivas mejoras en lo que res-
6
pecta a determinar con precisión la forma en que se asemejan las cantidades π(n) y
n/log(n). En particular, si se lograra probar la hipótesis de Riemann, entonces se
obtendría una medida muy precisa de la diferencia entre una y otra.
175
∞
∑ a n = a1 + a2 + a3 + a4 + . . .
n=1
1 1 1 1
+ + + + . . . = 1.
2 4 8 16
176
1 1 1 1
+ + + + . . . = 1.
2 4 8 16
177
1 1 1
1+ + + + . . . ∞.
2 3 4
7
Existen justamente ciertas divergencias en torno a dicha denominación: en al-
gunos textos se dice que una serie así converge a infinito. Aunque hay algunas bue-
nas y seductoras razones para adoptar esta variante, mantendremos la de “divergen-
te”, que es la más habitual.
178
S = (1 + 13 + 15 + . . . ) + ( 12 + 14 + 16 + . . . ) = S I + S P .
1 1 1 1 1
SP = + + + . . . = (1 + 12 + 13 + 14 + . . . ) = S.
2 4 6 2 2
S = S I + S P > S P + S P = 2S P = S.
179
1043 = 10 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000 000
términos.8
Esta divergencia “a fuego lento” se percibe de manera toda-
vía más palpable al observar lo que ocurre cuando en vez del
término general 1/n ponemos 1/nS. El resultado es la llamada
serie armónica generalizada, que diverge para cualquier s < 1,
pues sus términos son mayores que los de la serie armónica. En
cambio, cuando s es mayor que 1 puede probarse que la serie
converge; así, el valor s = 1 constituye una suerte de valor crítico.
No importa si s supera el 1 por muy poco; eso basta para que la
serie sea convergente.9
Al cabo de tanto esfuerzo estamos en condiciones de dar
una excelente noticia: entre una cosa y otra, hemos llegado a la
zeta de Riemann, que para cualquier s > 1 se define precisa-
mente como el valor de la serie armónica generalizada con ex-
ponente s:
8
Por cierto, el lector no debe suponer que nos hemos tomado el trabajo de efectuar
todos estos cálculos a mano, sino que los hemos obtenido con ayuda de una compu-
tadora. Para valores relativamente pequeños de N se puede experimentar, por ejem-
plo, con el sencillo programa que aparece en la página: www.math.utah.edu/~carlson/
teaching/calculus/harmonic.html. Sin embargo, a fin de tener una idea más acabada
de la velocidad de crecimiento de las sumas parciales, resulta mucho más cómodo
emplear la siguiente propiedad, fácil de demostrar, para la suma S N de los N primeros
términos:
log N < S N < 1 + log N .
180
181
(1 + 1
p
+ 1
p2
+ 1
p3
+ 1
p4
+ . . . ) ⋅ (1 + 1
q
+ 1
q2
+ 1
q3
+ 1
q4
+ ...)
= (1 + p−1 ) ⋅ (
1 + q−1 ).
1 1
⋅ (1 + p + p 2 + p 3 + p 4 + . . . ) ⋅ 2 + . . . =
1 1 p q
⋅
1 1 1 1
.
q q p−1 q−1
De aquí resulta:
182
+ ( q2 + + + + + ...) + ... =
p q
⋅
1 1 1 1 1
.
pq 2 p2 q2 p3 q2 p4 q2
p−1 q−1
183
184
185
186
187
Zeta de z
1 1 1
ζ(z) = 1 + + + + ...
2z 3z 4z
188
189
ez = e a + bi = e ae bi = e a [cos(b) + i sen(b)].
uz = elog(u)z.
nz = elog(n)z = naelog(n)bi.
190
10
Es importante aclarar que la “compensación” no vale en general, pues el pro-
ducto de un factor que tiende a 0 por otro que tiende a infinito puede converger a
cualquier resultado (finito o infinito) o incluso no converger. El lector puede obser-
var también que hay otros valores “problemáticos”, pues Γ(1 – z) también se hace
infinito cuando z es un impar positivo. Sin embargo, si z es además mayor que 1, enton-
ces (1 – z) es 0, y otra vez se produce una indeterminación del tipo “0 por ∞”, para la
que se demuestra que el límite es un valor distinto de 0.
191
0 ½ 1
192
algunas de las pruebas todavía no verificadas tanto del enunciado de Riemann como de
su negación, puede consultar en: empslocal.ex.ac.uk/people/staff/mrwatkin/zeta/
RHproofs.htm. Entre tales “demostraciones” recientes hay una que generó cierta ex-
pectativa, por provenir de uno de los más eminentes matemáticos de la segunda
mital del siglo xx: se trata de sir Michael Atiyah, ganador de los dos principales ga-
lardones matemáticos: la medalla Fields (1966) y el premio Abel (2004). Sin embar-
go, su argumento, presentado el 24 de septiembre de 2018, fue recibido con el mayor
de los escepticismos. El artículo de Atiyah contiene serios errores e imprecisiones; el
lector interesado puede consultar una exposición informal que aparece en francis.
naukas.com/2018/09/30/la-supuesta-demostracion-de-michael-atiyah-de-la-hipo
tesis-de-riemann/.
193
El verdadero principio
194
Do Do
Si #/
Re
b
b
i
/S
Re
La #
Re #/Mi b
La b
La
Mi
# /
l
o
S
Fa
Sol b Fa # /Sol
195
( 32 ) = 129.746337890625.
12
196
sucesivamente:
197
√ 12√ √
Si = 440. 2. 2 = 440. 22 = 493, 8832. . .
12 12
12
El resultado no es ninguna sorpresa, pues la construcción fue efectuada con la
finalidad específica de que esto ocurriera. Así, lo que presentamos como “predicción”
pitagórica resulta más bien como una profecía autocumplida. Un dato no tan cono-
cido es que el primero en efectuar el cálculo con precisión fue un príncipe de la dinas-
tía Ming llamado Zhu Zaiyu, en el año 1584; en Europa el valor 1.059463… aparece-
ría algunas décadas más tarde en un trabajo del físico belga Simon Stevin, publicado
(de manera póstuma, claro) recién a fines del siglo xix.
13
La referencia, al igual que la anterior, es del vals Pedacito de cielo (letra de H. Ex-
pósito, 1942), y resulta oportuna para apoyar la postura del apasionado Nietzsche
(1882) citado también en el epígrafe: “Supongamos que sólo se estimara el valor de una
obra musical en función de la cantidad de elementos susceptibles de contarse, calcu-
larse y convertirse en fórmulas, ¡qué absurda sería semejante estimación ‘científica’ de
esa obra musical! ¿Qué habríamos retenido, comprendido y reconocido de ella?
¡Nada, absolutamente nada de lo que constituye esencialmente la ‘música’!”
14
Las secciones siguientes se basan en el material producido para el ciclo Noches
de música y ciencia, en las que se colaboró con el pianista Horacio Lavandera para las
presentaciones de Buenos Aires, 2012, y Tucumán, 2013.
198
199
200
201
15
En ocasiones, esta discrepancia puede ser profunda: por ejemplo, en la película
One Week, de Buster Keaton, que cuenta las peripecias de una pareja de recién casados
al instalarse en el hogar conyugal. Pero, en defensa de los arquitectos, hay que decir
que no se trató aquí de un problema de planos mal hechos, sino de celos. No se pue-
de afirmar que la casa tuviera justamente el diseño del gran Le Corbusier, pues era
prefabricada y venía en cajas, numeradas; como sea, los esposos comienzan a armar-
la con entusiasmo. El problema surge cuando un amante despechado de la mujer
cambia los números de las cajas, y la casa, una vez terminada, queda lejos de satisfa-
cer la célebre consigna del arquitecto francés: “la forma sigue a la función”. Habitarla
se vuelve un verdadero suplicio, lo que explica la frase inicial de la película: “Las cam-
panas nupciales tienen un dulce sonido, pero un eco agrio”.
202
precisamente, Con una sola pierna, en el que el autor (que además era neurólogo) re-
lata su experiencia tras un accidente que le quitó por un tiempo la percepción y el con-
trol de su extremidad. En sintonía con la anécdota talmúdica, para Sacks la mutila-
ción temporaria se transforma en un “experimento de identidad”, coronado por una
reflexión fundamental: ser un paciente lo fuerza a uno a pensar. El poeta peruano Cé-
sar Vallejo (1937) describe, en cambio, otra clase de mutilado: “Mutilado del rostro,
tapado del rostro, cerrado del rostro, este hombre no obstante, está entero y nada le
hace falta. No tiene ojos y ve y llora. No tiene narices y huele y respira. No tiene oídos
y escucha. No tiene boca y habla y sonríe. No tiene frente y piensa y se sume en sí
mismo. No tiene mentón y quiere y subsiste. Jesús conocía al mutilado de la función,
que tenía ojos y no veía y tenía orejas y no oía. Yo conozco al mutilado del órgano, que
ve sin ojos y oye sin orejas”.
203
A B
R C
F
Como dijimos, el objetivo central de la obra consiste en mos-
trar que F es igual a F o, más precisamente, en la realización
musical de dos formas lógicamente equivalentes de formar di-
cho conjunto. Esto se explica en Musiques formelles mediante el
esquema, que da cuenta de dos planos distintos que confluyen
finalmente en F:
f
A
B
C
BC BC AC
fff
PLANE (1)
PLANE (2)
F
ff
ppp
204
205
F = ABC + A B C + A B C + A B C.
206
G = A B + A B.17
F = GC + G C,
+
· –
A ·B A·
B·
+ B ·+ B +
A·
A·
A·
B·
A·
B
A·
B· A – A
C
C
B·
+ B
A·
A· –
B
+
B·
F
C
C C
B·
(A –
A·
·B C ·C
·+ B)
B
A A· A· A·
– C
B)
·C ·+
A·B ·B
·C – (A
·C
A·B
+ +
+ A C B
A·B C
·C ·B·
–
A
C – F
B – – A
B A·
A· B
Para probar rigurosamente este paso, es preciso verificar que valen las llama-
17
Además, por supuesto, se debe tener en cuenta la ley de “doble negación”, según
la cual el complemento del complemento de un conjunto da por resultado el conjunto
original, así como el hecho de que todo conjunto tiene intersección vacía con su
complemento.
207
Si queremos ser libres los sonidos deberían fluir sin ninguna ley
melódica, cada uno independiente de los otros. Así que tenemos
que tocarlos al azar. ¿Cómo puedo mostrar los elementos de los
conjuntos? Tocándolos. Pero para permanecer neutral tengo que
tocarlos al azar.
208
Segundo acto
La biblioteca de Stockhausen
209
210
Fragmentos Duración
8 al 10 10 unidades temporales
11 al 13 15 unidades temporales
14 al 16 21 unidades temporales
17 al 19 28 unidades temporales
3=1+2
6=1+2+3
10 = 1 + 2 + 3 + 4
15 = 1 + 2 + 3 + 4 + 5
21 = 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6
28 = 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7
211
n+1
212
14
16 7
9
4
10 17
13 5
3
19
12
na 104. El final no está previsto de antemano, pero no podemos decir que es impre-
visible pues la sentencia está dictada desde la primera nota. Cuando alguno de los
fragmentos ocurre por segunda vez, la obra queda en tensión, en una suerte de match
point que la deja en condiciones de concluir en cualquier momento.
213
Empleando palabras del propio Bertrand (1889), para “hacer honor” a su frase
19
debemos mencionar que no se refiere a la moneda sino a la ruleta: “On fait trop
d’honneur à la roulette: elle n’a ni conscience ni mémoire”. En muchas ocasiones se
traduce “consciencia” en vez de “conciencia”, aunque esta última es más interesante,
pues su significado incluye también la distinción entre el bien y el mal.
214
1 f
5
g b
e
d
2
4
34545412123.
17 423 935 148 332 958 167 310 127 282 862 901 334 594.
20
Véase R. Read and L. Yen (1996).
215
12121 13121 … 1 18 1 2 1 1 19 1 2 1
12131 13131 1 18 1 3 1 1 19 1 3 1
… … … …
1 2 1 18 1 1 3 1 18 1 1 18 1 18 1 1 19 1 18 1
1 2 1 19 1 1 3 1 19 1 1 18 1 19 1 1 19 1 19 1
El Universo según Stockhausen.
216
axaxaxas
Cabe señalar tal combinación, que no sería válida bajo las reglas gramaticales que
21
rigen la obra de Stockhausen, menos permisivas que las de Tlön: la palabra axaxaxas
debería concluir al aparecer la letra a por tercera vez.
217
218
219
220
Tercer acto
conocido por una creación notable: un número denominado Omega, que es aleato-
rio precisamente porque no se puede comprimir. El asunto se relaciona con la denomi-
nada complejidad que, en el fondo, no es otra cosa que la longitud de una fórmula.
Para poder describir n bits de Omega hace falta una secuencia que esencialmente
tiene también una longitud de aproximadamente n bits. Ya que en este capítulo se
habla de música, cabe mencionar un divertido artículo de Donald Knuth (1984) en
el que ambas cuestiones, música y complejidad, aparecen vinculadas. Según Knuth,
“nuestros ancestros inventaron el concepto de estribillo para reducir la complejidad
de las canciones”; su artículo muestra, mediante sucesivos resultados, cómo es posi-
ble lograr esto de manera cada vez más eficaz. El primer teorema establece que, si una
canción tiene longitud N, el estribillo reduce su complejidad al valor cN, donde c es
una constante menor que 1. Otro ejemplo reduce dicha complejidad a la raíz cua-
drada de N, siendo a su vez superado por un granjero escocés llamado McDonalds,
para demostrar el cual emplea rigurosas expresiones matemáticas:
221
De esta forma, la obra queda a salvo de la acción malévola de los amantes des-
23
pechados que intenten alterar el orden de las páginas (cf. la nota 15 de este capítulo).
222
1. Piano solo.
2. Interrumpida por otras obras dentro del mismo programa.
3. Superpuesta a otras obras para piano de M. Kagel o de
cualquier otro compositor vivo.
4. Superpuesta a otras obras para otros instrumentos, voces,
electrónica o música concreta de M. Kagel o cualquier otro
compositor vivo.
223
26
El sentido preciso de esto es sutil, aunque cabe aclarar —para alivio del lector—
que llevó bastante tiempo definir adecuadamente el concepto de “probabilidad”.
Esto pudo hacerlo el ruso Kolmogorov recién en 1933, gracias a los avances recientes
de la teoría de la medida.
27
Un dato curioso, quizá olvidado por quienes vieron la película hace muchos
años, es que en realidad Rick Blaine, el personaje interpretado por Humphrey Bogart,
dijo simplemente: “Tócala, Sam”. La canción había sido pedida antes por Ilsa y el pia-
nista, tras refunfuñar un poco, la toca (¿cómo iba a negarle algo a Ingrid Bergman?). La
escena crucial viene poco más tarde: “La tocaste para ella, puedes tocarla para mí.
Tócala, Sam”. Esto explica que con el tiempo se haya agregado el “de nuevo” aunque,
en rigor, la frase aparece así por primera vez en el título de una obra de teatro de
Woody Allen de principios de los setenta, en la que se basó una película de su primera
época, llamada justamente Play it again, Sam. Esto quizá no diga mucho al lector,
pues en español la película fue conocida como Sueños de un seductor, lo que (en con-
cordancia con nuestros comentarios del capítulo vi) podría llevarnos a sugerir a los
distribuidores: Tradúcela de nuevo, Sam.
224
225
226
492483605585073721264.
227
228
x 1
f (x) = +
2 x
229
(x 2 + 2 − 2x) [(x − 1) + 1]
2
f (x) − 1 = = > 0.
2x 2x
(x − y) (x − y)
f (x) − f (y) = + = (x − y) ( 2 − xy) .
1 1
2 xy
x 1
x= + .
2 x
230
3
f(x)
2
f(f(x))
f(f(f(x)))
√
x 1 2 2 3 4
231
f ( f ( f ( f (3)))) = 3
1
f ( f ( f (3))) =
3
1
f ( f ( f ( f ( f (3))))) = ,
3
3.5
f(1/3) 3
2.5
1.5
0.5
f(3)
232
233
234
235
236
237
238