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Trabajo enajenado, propiedad privada y comunismo en el joven Marx

Marx toma como punto de partida los conceptos y leyes de la Economía Política para
demostrar como el trabajador es reducido a una mercancía sumida en la miseria. La miseria
del trabajador es mayor cuanto mayor es la potencia y magnitud de su producción. El modo
de producción capitalista, aún bajo los supuestos de la competencia, acumula el capital en
manos de unos pocos y divide la sociedad en dos clases: propietarios y obreros
desposeídos. Pero la Economía Política no explica el hecho de la propiedad privada, ni
comprende su esencia. Comienza desde el interés del capitalista como fundamento, es
decir, parte desde aquello que debería explicar. Por ende, Marx busca explicar los
fundamentos del capitalismo.
“Nuestra tarea es ahora, por tanto, la de comprender la conexión esencial entre la propiedad
privada, la codicia, la separación de trabajo, capital y tierra, la de intercambio y
competencia, valor y desvalorización del hombre; monopolio y competencia; tenemos que
comprender la conexión de toda esta enajenación con el sistema monetario.” (p. 55)
Marx rechaza las abstracciones como modelo explicativo y decide comenzar desde el hecho
económico actual. Su comienzo es que el obrero es más pobre cuanta más riqueza produce,
tanto en potencia como en volumen. “La desvalorización del mundo humano crece en razón
directa de la valorización del mundo de las cosas” (p. 56). Lo raro es que el trabajo no sólo
produce mercancías, también se produce a sí mismo y al obrero como mercancías. El
producto del trabajo se enfrenta al trabajo como un ser extraño e independiente de su
creador. Pese a que el objeto es producto es trabajo objetivado, en la producción el
trabajador pierde el objeto y se hace su siervo. La apropiación no es ya de un producto del
trabajo, sino de un objeto extraño. Es trabajo enajenado.
El extrañamiento en la objetivación aparece hasta tal punto en que el trabajador no es
realizado mediante su trabajo, encuentra en el trabajo su des-realización. El trabajador se ve
privado de objetos no sólo necesarios para la vida, sino también para el trabajo mismo –
véase medios de producción–. Es más, incluso el trabajo mismo es difícil de conseguir para
algunos, y está sujeto a muchas interrupciones. Por otro lado, la apropiación del objeto
aparece a tal medida como extrañamiento que mientras más objetos se producen, menos
alcanza a poseer el trabajador, y más sujeto queda a la dominación del capital.
Todas estas consecuencias están determinadas por el hecho de que el trabajador se
relaciona con el producto de su trabajo como un objeto extraño. Partiendo de este supuesto,
es evidente que cuánto más se vuelca el trabajador en su trabajo, tanto más poderoso es el
mundo extraño, objetivo que crea frente a sí y tanto más pobres son él mismo y su mundo
interior, tanto menos dueño de sí mismo es”. (p. 56)
La enajenación del trabajador significa, por un lado, que el trabajo se convierte en un objeto
exterior. Por otro que existe fuera del trabajador como algo independiente, poseedor de un
poder propio que se le enfrenta como cosa extraña y hostil. Este extrañamiento tiene
consecuencias más profundas al analizar el proceso de producción. El hecho de origen del
análisis de Marx es la relación entre el ser humano y la naturaleza. El trabajador no puede
crear nada sin la naturaleza, su mundo exterior sensible. Esta ofrece medios de vida y
también medios de subsistencia del trabajador. El trabajador se convierte en siervo de su
objeto en un doble sentido: primeramente porque recibe un objeto de trabajo, es decir,
porque recibe trabajo; en segundo lugar porque recibe medios de subsistencia. Es decir, en
primer término porque puede existir como trabajador, en segundo término porque puede
existir como sujeto físico. El colmo de esta servidumbre es que ya sólo en cuanto trabajador
puede mantenerse como sujeto físico y que sólo como sujeto físico es ya trabajador.
Cuanto más produce el trabajador, menos consume. Cuanto más valor crea, más indigno se
hace. El trabajo produce maravillas para los ricos, pero privaciones para los pobres. Debe
notarse que en la relación entre trabajador y producción es muy importante para el
marxismo. La relación inmediata del trabajo y su producto es la relación del trabajador y el
objeto de la producción. En el acto de producción, la actividad productiva misma, el trabajo
también se encuentra enajenado. Es decir, el trabajador percibe el proceso de producción
como algo ajeno a sí mismo. Luego, el producto del trabajo también se concibe como algo
extraño y hostil. La economía política no considera la relación inmediata entre el trabajador
y la producción, es esto lo que Marx quiere desenmascarar.
El trabajador está enajenado también del trabajo mismo. Esto significa que el propio trabajo
se le presenta como algo externo, no pertenece a él y, en tanto trabaja, no se afirma a sí
mismo sino que se niega. “Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el
trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo.
Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado” (p. 59). El trabajo, que
debería ser la satisfacción de su esencia humana, se ve como un medio tedioso para
satisfacer otras necesidades propias más del animal que del ser humano. Para colmo de
esto, el trabajo del trabajador no pertenece a él, sino que es para otro. Por consiguiente, al
trabajar, el trabajador se percibe a sí mismo como propiedad de otro.
“De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones
animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y
al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal se
convierte en lo humano y lo humano en lo animal.” (p. 60).
Hasta ahora, el trabajo enajenado es enajenación respecto a la cosa como producto y
enajenación respecto a sí mismo. Pero también significa enajenación respecto al ser
humano como ser genérico, libre y universal. El hombre es un ser genérico porque vive de
la naturaleza inorgánica con una amplitud que otras especies no, puede cambiar y construir
su propio mundo.
“La universalidad del hombre aparece en la práctica justamente en la universalidad que
hace de la naturaleza toda su cuerpo inorgánico, tanto por ser (l) un medio de subsistencia
inmediato, romo por ser (2) la materia, el objeto y el instrumento de su actividad vital.” (p.
61).
El ser humano vive de la naturaleza y por esto Marx habla de ella como el cuerpo
inorgánico del hombre. La vida física y espiritual del ser humano está ligada a la naturaleza
porque es parte de ella, pero la enajenación del trabajo también convierte a la naturaleza en
algo ajeno al ser humano. Hace que, para él, la vida genérica sea un medio para la vida
individual.
“Pues, en primer término, el trabajo, la actividad vital, la vida productiva misma, aparece
ante el hombre sólo como un medio para la satisfacción de una necesidad, de la necesidad
de mantener la existencia física. La vida productiva es, sin embargo, la vida genérica. Es la
vida que crea vida. En la forma de la actividad vital reside el carácter dado de una especie,
su carácter genérico, y la actividad libre, consciente, es el carácter genérico del hombre. La
vida misma aparece sólo como medio de vida.” (p. 62).
El ser humano, como todos los animales, debería ser uno mismo con su actividad vital. La
producción práctica de un mundo objetivo, la elaboración de la naturaleza inorgánica, es la
afirmación del hombre como un ser genérico consciente, pero ahora su actividad vital se le
presenta como algo externo y extraño. El ser humano hace de su esencia un simple medio
para su existencia.
“Por esto el trabajo enajenado, al arrancar al hombre el objeto de su producción, le arranca
su vida genérica, su real objetividad genérica y transforma su ventaja respecto del animal
en desventaja, pues se ve privado de su cuerpo inorgánico, de la naturaleza. Del mismo
modo, al degradar la actividad propia, la actividad libre, a la condición de medio, hace el
trabajo enajenado de la vida genérica del hombre en medio para su existencia física.” (p.
63)
El trabajo enajenado hace del ser genérico del hombre, tanto de la naturaleza como de sus
facultades espirituales genéricas, un ser ajeno para él, un medio de existencia individual.
Hace extraños al hombre su propio cuerpo, la naturaleza fuera de él, su esencia espiritual,
su esencia humana. Y, al enajenar al ser humano de su propia esencia, también lo enajena
respecto a otros seres humanos. El ser humano está ahora enfrentado a sí mismo y también
a los otros. Cada uno está enajenado de sí tanto como lo está de la esencia humana. En la
relación del trabajo enajenado, cada hombre considera, pues, a los demás según la medida y
la relación en la que él se encuentra consigo mismo en cuanto trabajador.
Si tanto el trabajo como el producto del trabajo no pertenecen al trabajador, entonces
pertenecen a un ser otro. Pertenece, es goce y alegría vital de otro ser humano. Este otro ser
humano se le presenta al trabajador como poderoso, independiente, extraño y hostil. El
trabajo se convierte en servicio a este ser otro. El extrañamiento se manifiesta en la relación
práctica con este ser otro, quien toma posesión de la actividad vital del trabajador. Este ser
otro no es más que el capitalista o el patrono de trabajo. La enajenación se expresa en la
relación entre el trabajador y el capitalista. El capitalista es tal en cuanto posee propiedad
privada, pero la propiedad privada no es el origen del trabajo enajenado, sino su
consecuencia. Por ende, la propiedad privada es el producto del trabajo enajenado, y en
segundo término es el medio por el cual el trabajo se enajena, la realización de esta
enajenación.
El salario, al ser el pago por el trabajo mismo del trabajador, es también una consecuencia
necesaria de la enajenación del trabajo. En el salario, el trabajo no se concibe como un fin
en sí, sino como un medio para obtener el pago. La emancipación humana no puede
depender del alza de los salarios porque no sería más que una mejor remuneración para el
trabajador como esclavo y no le traería de vuelta la posesión de su trabajo, ni su vocación ni
su dignidad humana. Incluso la igualdad de salarios no hace más que transformar la
relación del trabajador actual con su trabajo en la relación de todos los hombres con el
trabajo. Marx propone la abolición de la propiedad privada y el salario para solucionar los
males de la enajenación, no su mitigación.
Consideremos el problema de la propiedad privada. Nuestra aproximación más intuitiva es
una oposición entre propiedad y carencia de propiedad. La esencia subjetiva de la
propiedad privada es la exclusión de la propiedad. A su vez, la propiedad privada es una
consecuencia del trabajo enajenado. La superación del extrañamiento del sí mismo requiere
la absolución de la propiedad privada ¿Cómo sucede esto?
En su aspecto objetivo, la propiedad privada cuya esencia es el trabajo humano se concibe
como capital, debe por ende ser superada como capital como propone Proudhon o ser
superada en cuanto forma especial de trabajo como propone Fourier o Saint-Simon. Marx
rechaza estas dos opciones y propone el comunismo. El comunismo es la superación de la
propiedad privada positiva. En primera instancia, desde su generalidad. El comunismo en
esta primera fase es un comunismo burdo que quiere eliminar todo lo no susceptible de ser
poseído por todos como propiedad privada. En otras palabras, es la generalización universal
de la propiedad privada para todos. Opone la propiedad privada a la propiedad general.
Marx es muy crítico con este comunismo, lo considera grosero, irreflexivo y codicioso.
“El mundo todo de la riqueza es decir, de la esencia objetiva del hombre, sale de la relación
del matrimonio exclusivo con el propietario privado para entrar en la relación de la
prostitución universal con la comunidad. Este comunismo, al negar por completo la
personalidad del hombre, es justamente la expresión lógica de la propiedad privada...” (p.
144).
El comunismo grosero tiene muy poco de superación de la propiedad privada. La
comunidad es sólo una comunidad de trabajo y de la igualdad del salario que paga el capital
común: la comunidad como capitalista general. Ambos términos de la relación son elevados
a una generalidad imaginaria: el trabajo como la determinación en que todos se encuentran
situados, el capital como la generalidad y el poder reconocidos de la comunidad. En la
relación con la mujer, como presa y servidora de la lujuria comunitaria, se expresa la
infinita degradación en la que el hombre existe para sí mismo, pues el secreto de esta
relación tiene su expresión inequívoca, decisiva, manifiesta, revelada, en la relación del
hombre con la mujer y en la forma de concebirla inmediata y natural relación genérica.
Pero existen otras formas de superar la propiedad privada. El comunismo de naturaleza
política y democrática es una opción pero aún es incompleta y afectada por la propiedad
privada, es decir, por la enajenación del hombre. El comunismo se conoce ya como
reintegración o vuelta a sí del hombre, como superación del extrañamiento de si del
hombre, pero como no ha captado todavía la esencia positiva de la propiedad privada, y
memos aún ha comprendido la naturaleza humana de la necesidad, está aún prisionero e
infectado por ella. Ha comprendido su concepto, pero aún no su esencia.
Por último está el comunismo como superación positiva de la propiedad privada como
enajenación del ser humano. El comunismo es la apropiación real de la esencia humana por
y para el ser humano, es su retorno a sí mismo como un ser social. El comunismo es un
humanismo que reconcilia al ser humano consigo mismo y con la naturaleza, y así es la
resolución verdadera del conflicto entre el ser humano y la naturaleza, del ser humano y el
ser humano, de libertad y necesidad, individuo y género. Marx llama al comunismo el
enigma resuelto de la historia.
El retorno a la existencia social del ser humano significa su liberación de toda forma de
enajenación, no sólo respecto del trabajo, sino también de la Religión, familia, Estado,
derecho, moral, ciencia, arte, etc. Puesto que, al ser todas estas formas sociales derivadas de
la producción, caen bajo su ley general.
“La esencia humana de la naturaleza no existe más que para el hombre social, pues sólo así
existe para él como vínculo con el hombre, como existencia suya para el otro y existencia
del otro para él, como elemento vital de la realidad humana; sólo así existe como
fundamento de su propia existencia humana. Sólo entonces se convierte para él su
existencia natural en su existencia humana, la naturaleza en hombre. La sociedad es, pues,
la plena unidad esencial del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la
naturaleza, el naturalismo realizado del hombre y el realizado humanismo de la naturaleza.”
(p. 147).
Pero se debe hacer de la sociedad una abstracción frente al individuo. El individuo es un ser
social y su exteriorización es una exteriorización de la vida social. La vida individual y la
vida genérica del ser humano no son distintas, aunque el modo de existencia de la vida
individual sea un modo más particular de la vida genérica. Pero el ser humano, por más que
sea un individuo particular, es la totalidad ideal de la sociedad pensada y sentida para sí. El
individuo y el género son una unidad. En el comunismo, el ser humano se apropia de su
esencia universal como hombre total y, por ende, libre. Esto trae algunas consecuencias
importantes para la vida humana según Marx.
Marx teorizaba que la propiedad privada nos volvía estúpidos y unilaterales porque reducía
todos los sentidos al sentido del tener. Un objeto sólo era nuestro al poseerlo, al comerlo,
beberlo, vestirlo, utilizarlo. Superar la propiedad privada implica emancipar todos los
sentidos y cualidades humanas. Necesidad y goce pierden con ello su naturaleza egoísta y
la naturaleza se hace de nuevo útil para el ser humano. Los sentidos y goces de los demás
también se liberan y constituyen como órganos sociales al servicio de todos. Marx teoriza
que los sentidos del ser humano social serán distintos y más desarrollados que los del ser
humano no social. Esto sucederá también con los sentidos espirituales y prácticos. De esta
manera el ser humano alcanzará la plena riqueza de su ser al estar dotado de todos los
sentidos. El comunismo, para Marx, traería al hombre rico y realizado.

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