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FREUD I • TITULAR PROF. DR. OSVALDO DELGADO • TEÓRICOS 2006
PSICOANÁLISIS FREUD ‐ CÁTEDRA I (049)
TITULAR PROFESOR DR. OSVALDO DELGADO
TEÓRICO 6 ‐ 10 DE MAYO DE 2006
El texto fundamental que vamos a trabajar hoy es el capítulo VII de “La Interpretación de
los sueños”, texto con el que Freud marca lo que podríamos denominar el origen mismo
del psicoanálisis.
Respecto a “La interpretación de los sueños”, se ubica en este texto, que para Freud ya
sus maestros no tienen el peso que tuvieron; es un salto muy fuerte porque no hay
referencias y es por eso que se ubicará como algo inédito. Hasta ese momento estaba
presente Charcot, el maestro de Freud, Breuer mismo como un colega más adelantado;
estaban presentes las fuertes marcas de su época. Pero con “La interpretación de los
sueños” nace el psicoanálisis mismo ya que allí habla de un inconsciente psicoanalítico
que no guarda relación ninguna con las referencias anteriores con las cuales Freud se
manejaba.
Es lo que Freud muchos años después, teniendo ya 80 años, en un regalo que le hace al
poeta Roman Rolland él mismo dirá, que fue el momento de su osada intromisión y la
creación de un continente absolutamente nuevo. Le regala para el cumpleaños número
70 de Rolland un escrito que está publicado como “Una perturbación del recuerdo en la
Acrópolis”. Es un pequeño texto que les recomiendo que lean. Un texto donde Freud da
cuenta de toda la implicación subjetiva que estaba en juego al producir ese salto, ya que
en ese momento –como les decía antes–las referencias que tenía, cayeron y además fue
un verdadero acto creativo de lo que él llamaba una ciencia absolutamente nueva.
En ese marco, también y fundamentalmente, se crea algo que no existía en el mundo. Lo
que no existía en el mundo era el psicoanalista. El psicoanalista es una novedad absoluta.
Es inédito. No es el terapeuta, el psiquiatra, el psicoterapeuta, el psicólogo: el
psicoanalista es una novedad en la cultura occidental, en el marco tanto de las ciencias de
la salud como en el marco cultural. Se inventa el analista.
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Es un invento con consecuencias fundamentales en toda la historia del siglo XX. Freud lo
dice en el texto que tenemos para hoy –capítulo VII– de un modo extraordinario: que
respecto al trabajo que se realiza en el dispositivo el paciente cuenta con algo, que él va a
llamar representación meta inconsciente, que tiene que ver con una representación meta
inconsciente fundamental que es el analista.
Hay dispositivo analítico, hay psicoanálisis. Algo es una sesión analítica, solo en tanto y en
cuanto haya un analista. La sesión analítica no es algo natural ya que no es por ejemplo
una conversación entre dos personas. Es de una disimetría absoluta, no son semejantes,
por lo tanto, algo puede tener el valor o no de que ese espacio sea una sesión
psicoanalítica, a partir de que ahí haya alguien ocupando el lugar de analista. No es algo
natural ni algo espontáneo.
Es la creación de un artificio para que se produzca el acto analítico. El garante de que
haya o no acto analítico que es del analista no el paciente.
Ese artificio está al servicio de producir los efectos que se buscan. El primer efecto que se
busca fundamental es el inconsciente mismo. El inconsciente freudiano, el inconsciente
psicoanalítico es en tanto y en cuanto haya un analista.
¿Qué quiere decir que haya un analista?
Al paciente le corresponde como regla fundamental la llamada asociación libre, que es
decir todo lo que se le ocurra sin censura, sin previsión, sin vergüenza, sin pudor, sin
descartar nada porque lo considera vergonzante o que no hace a la cuestión lo diga igual,
como regla fundamental que el paciente tiene que cumplir. Esta regla fundamental
también regla al lugar del analista mismo; ya que, si el paciente debe decir todo lo que se
le ocurra, el analista tiene absolutamente prohibido decir lo que se le ocurra.
El analista se somete a esa regla bajo el modo de escuchar sin prejuicios de ninguna clase,
sin ningún ideal, sin juzgar la importancia o no de algo. Su deber es escuchar lo que el
inconsciente produce y se limita como interpretación a eso, a escuchar y a interpretar lo
que escucha. Freud lo llama: “atención flotante”.
Por lo tanto, la regla fundamental implica la apertura del inconsciente respecto al
paciente y cierre absoluto del inconsciente del analista; porque si no fuera así escucharía
desde sus propios deseos. Esto no se da porque alguien simplemente diga: “ahora cierro
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mi inconsciente”, se da porque quien ocupa el lugar de analista ha realizado un análisis y
supervisa su trabajo como condición necesaria.
Es más, el lugar del analista no es el lugar de un ser humano, en ese acto no se es ser
humano. Cuando es ser humano no está como analista, ya que para Freud recuerdan que
ser humano es estar dividido entre inconsciente y consciente; por lo tanto, el lugar del
analista es inhumano. O sea, que todos aquellos que deseen en un futuro dedicarse al
psicoanálisis tengan en cuenta que realizarán una práctica que es inhumana, tendrán que
estar varias horas por día en tanto inhumanos, en el contexto de lo que les dije.
Freud se pregunta: tenemos neuróticos, tenemos perversos, tenemos psicóticos, pero
¿hay personas normales? Dirá que sí, que hay “personas normales”. Hay que ponerlo
entre comillas. Si hay “personas normales” ¿cuál es su síntoma? El síntoma de las
“personas normales” es el sueño; en el sentido de que las llamadas “personas normales”,
sin ningún padecimiento sintomático sin embargo están divididas también entre
conciente e inconsciente. No hay un “normal” donde no esté esta división presente. El
síntoma de las llamadas “personas normales” va a ser el sueño.
El sueño revela las tendencias en conflictos, revela que no hay una unidad unívoca en el
psiquismo de alguien. Hay conflicto. Es la teoría misma del conflicto la que está en juego.
O sea, que no hay ser humano sin ese conflicto.
Por eso les decía que el lugar del analista es inhumano, porque tiene que estar corrido
durante su acto; sólo hay analista y analizante –paciente– con relación al acto analítico.
Por eso cualquier dicho fuera del contexto de análisis jamás es una interpretación. Freud
toma esto que denomina la vía regia para el conocimiento de lo inconsciente –los
sueños–, los lapsus, el trastrabarse, el equívoco en la lengua, en la medida en que el
equívoco revela la emergencia de una verdad de ese sujeto.
En este sentido el psicoanálisis es totalmente cartesiano, al modo que veíamos en
Descartes, en la Segunda Meditación decía: suspendo todo, toda representación, toda
ideología, todo ideal. Queda el “yo pienso” y en “el yo pienso”, aseguraba su certeza de la
existencia del sujeto.
Freud hace la misma operación tomando los quiebres, las vacilaciones, la duda, cualquier
trastorno de la intención yoica de tener un relato coherente. Por ejemplo, en este
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momento estoy tratando de sostener una coherencia, un decir coherente a nivel del yo
para dar la clase y, efectivamente, el tropiezo en el decir puede ser la emergencia de un
quiebre del relato yoico. Si es aquí, es un error del lenguaje, es un tropiezo del lenguaje.
Si fuera en el dispositivo analítico no sería un trastorno del lenguaje sino la emergencia de
una verdad del sujeto. Debe haber un analista para sancionar este tropiezo como lapsus.
Freud toma la referencia de los lapsus y los actos fallidos para trabajar con los sueños, en
la medida en que los sueños pasan a ser la vía regia para “conocer el inconsciente”. Entre
comillas, porque está el problema teórico fundamental que es: ¿cuál es el estatuto de las
representaciones inconscientes antes de que se produzca el encuentro con el analista?
¿Dónde estaba eso? ¿El inconsciente es algo que ya está y hay que descubrir? ¿O el
inconsciente es algo que se produce gracias al dispositivo analítico mismo?
Para ser más precisos, es una mala formulación decir “la interpretación de los sueños”,
porque en verdad se trata de la interpretación del relato de los sueños, no del sueño
mismo. El sueño como tal queda perdido. Alguien sueña a la noche y viene a sesión y nos
relata el sueño: la interpretación es con relación al relato. Es más, si alguien en el
momento en que está relatando un sueño tiene un equívoco, el analista preguntará no
por el relato del sueño sino por el equívoco que se produce en el mismo acto del relato.
Entonces, primera cuestión fundamental. No se trata de interpretar los sueños sino el
relato de los sueños. En ese relato de los sueños habrá tropiezos, dudas, vacilaciones,
olvidos y en todos esos lugares hay una manifestación del inconsciente. Porque, ¿qué es
lo que hacemos cuando relatamos un sueño? Le damos un ordenamiento, una
racionalidad, una coherencia que el sueño como tal no tiene. A esa coherencia yoica que
se le da al sueño al relatarlo y que el sueño como tal no tenía, Freud la llama elaboración
secundaria. Se presenta como algo totalmente coherente con un principio, un final y un
desarrollo, pero esa elaboración secundaria para el relato del sueño implica también un
modo de censura. Una censura que vamos a llamar secundaria, ya que la censura primaria
se produce en el mismo sueño.
Freud nos enseña varias cosas. Por un lado, hay una pérdida del referente. ¿Qué quiere
decir? Que, si en un sueño aparece una palabra o la imagen por ejemplo de un teléfono,
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eso no quiere decir teléfono porque aparezca el objeto teléfono dicho o en imagen. Hay
una pérdida absoluta del referente. Hay un corte total con la relación supuestamente
unívoca entre una palabra y un objeto.
El sentido común que habitamos en la vida cotidiana nos hace creer que cuando alguien
dice algo, se está refiriendo a ese algo. Freud revela no sólo para el sueño sino para esta
división estructural misma del sujeto que hay una pérdida del referente: digo tal palabra o
aparece tal objeto y eso no tiene nada que ver con el objeto, con la referencia del sentido
común.
No hay referente, eso es crucial porque es un corte epistémico fundamental, un corte en
la teoría del conocimiento. Freud que no había trabajado la lingüística moderna toma
como referencia para su trabajo la lectura de los jeroglíficos egipcios y cómo había hecho
el famoso descifrador de los jeroglíficos egipcios Champollion. Lee el texto de los sueños
al modo en que Champollion leía los jeroglíficos egipcios.
Hasta antes de Champollion, se intentaban leer los jeroglíficos egipcios, dándole a cada
signo una relación unívoca a un objeto. Por ejemplo, si había un signo que remitía a la
palabra caballo se deducía que ahí decía caballo, al lado aparecía otra marca que quería
decir flecha entonces, ahí decía flecha. Pero no es así, sino que su significado estaba dado
no por la referencia unívoca a un objeto sino por su relación con la otra marca. Entonces,
caballo y flecha decían, por ejemplo, de un guerrero montado no remitía ni a caballo ni a
flecha.
Hay una operación de corte fundamental a partir del cual se pueden comenzar a descifrar
los jeroglíficos egipcios pensando en la ausencia de referente; en tanto cada signo vale,
significa sólo por su relación con otro u otros signos y en qué contexto está. Un mismo
signo con otro signo al lado y en otro contexto tiene un valor distinto a ese mismo signo
con otro signo al lado y con otro contexto. Se pierde la dimensión del referente. Esto es el
inconsciente freudiano: es una articulación de estos signos cuyo significado está dado por
su relación con otro u otros. Esto es central.
Por eso hay una pérdida total de la relación unívoca de la palabra. Freud dirá que la
articulación de esos signos, de esos representantes psíquicos, forman una red que tiene
una lógica diferente a la razón consciente pero que, sin embargo, obedece a leyes.
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Es fundamental decir que obedece a leyes porque el analista –y es un deber ético– en su
escucha debe escuchar esa lógica. De otra manera cualquier interpretación sería válida y
para que algo sea una interpretación analítica tiene que estar orientada por lo que esa
lógica, esa otra razón inconsciente dice. Por eso el analista no puede decir cualquier cosa
que se le ocurra y no todo dicho es una interpretación. Para que el dicho de un analista
sea una interpretación debe ser sometido a la regla fundamental que implica que debe
escuchar esa lógica.
Con relación a esto, en el capítulo VII tienen tres grandes cuestiones. Una cuestión es,
ejes centrales, cómo se produce el trabajo del sueño y a partir de ahí los obstáculos para
el trabajo de interpretación. Hay un trabajo del sueño y hay un trabajo de interpretación.
El trabajo de interpretación desanda el trabajo del sueño, para que a partir del relato –el
contenido manifiesto del sueño– se llegue a los pensamientos latentes o inconscientes.
Entonces, en una línea se plantea el trabajo del sueño y el trabajo de interpretación.
Pero también ubica la primera construcción metapsicológica, esto es ¿qué es el aparato
psíquico? Es el primer ordenamiento que realiza Freud. Antes había hablado del núcleo
patógeno, la resistencia radial, longitudinal, etcétera; pero aún estaba muy marcado por
el trabajo conjunto con Breuer y el peso de Charcot.
En este momento aparece lo que se conoce como el “esquema del peine”. Es un esquema
tomado del campo de la óptica –que era una ciencia en desarrollo en ese momento–, que
intenta dar cuenta no sólo de qué es lo que ocurre con un sueño sino de cómo funciona el
aparato psíquico mismo. Explica cómo se produce un sueño, pero también cómo piensa
Freud el aparato psíquico.
La tercera cuestión fundamental es con lo que Freud inicia el capítulo que es con el sueño
llamado: “Padre, ¿entonces no ves que estoy ardiendo?” o “Padre, ¿entonces no ves que
me abraso?”. No es un sueño de un paciente de Freud, sino que una paciente le comenta
que escuchó en una reunión a alguien contado ese sueño. Ese sueño lo presenta Freud
para tratar de dar cuenta de la hipótesis fundamental de ese momento: los sueños son
realizaciones de deseo, se realiza un deseo. Ahora vamos a ver qué quiere decir.
El problema es que ese sueño nos habla de otra cosa que la realización de deseo. Es más,
es un sueño que despierta al soñante y el sueño como realización de deseo está al
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servicio de garantizar el dormir, de poder dormir. Si la realización de deseo está al servicio
de garantizar el dormir y despierta al soñante hay un fracaso en el objetivo de la
realización de deseo. Lo digo de otro modo. Si el sueño es una realización de deseo al
servicio de garantizar que siga durmiendo y el soñante se despierta en medio del sueño,
en medio de la noche, y si le sumamos que se despierta angustiado, quiere decir que hay
un fracaso de la realización de deseo si no hubiera podido seguir durmiendo. El fracaso de
realizar el deseo en un sueño tendrá un destino crucial en los desarrollos posteriores de
Freud. Verán que es muy complicado pensar cómo es que ese sueño es una realización de
deseo.
Entremos a la cuestión del trabajo del sueño y recuerden que para poder “encontrar” ese
saber inconsciente, esa otra razón inconsciente, se tiene que interpretar el relato,
interrogar las vacilaciones, los quiebres, la duda, los olvidos; y de ese modo encontrar la
relación entre los diferentes representantes psíquicos.
Cuando Freud trabaja esto, en el capítulo VII, aparece abruptamente una novedad. Él dice
que estamos trabajando representantes psíquicos inconscientes, con esa otra cadena
asociativa, con esa otra razón y llegamos a un punto de detención donde no podemos
seguir avanzando. Lo llama el ombligo de los sueños: de ahí surge todo. Es un lugar denso,
espeso desde el que ya no es posible avanzar. En el núcleo mismo del territorio de los
representantes psíquicos inconscientes, en el centro mismo un agujero. Una ausencia de
representante psíquico. Es más, todo surge de ahí.
¿Qué quiere decir? Algo ya había anticipado. En el aparato psíquico no todo es
representante psíquico, hay algo por fuera que está en el núcleo mismo anticipando
muchas cosas. Sin ese ombligo no habría sueño, no habría representante psíquico, no
habría inconsciente ni conciente, no habría sujeto dividido. No habría sujeto
psicoanalítico.
Ahí ya no se puede avanzar más pero no por una censura de resistencia, no es porque se
trate de un elemento reprimido inaccesible al trabajo por la censura de resistencia; no
podemos avanzar porque hay un punto de falta de representante psíquico. Hay un
agujero. O sea, tenemos como si fuera una trama, piensen en lo que se utiliza para
pescar: los tramallos. Tenemos como un tramallo, una red y vemos los representantes
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psíquicos y sus conexiones permanentemente; pero en el centro de esa red hay un
agujero. Está agujereado.
Lo voy a dejar ahí, pero simplemente les digo que toda la trama de representantes
psíquicos habla en última instancia de ese agujero; de que es imposible decir todo, si
fuese posible decir todo, no habría agujero. Si fuese posible coseríamos el piolín que falta,
agregaríamos el significante que falta, el representante psíquico que falta.
Es importante porque los neuróticos también van a análisis a buscar que el análisis les
provea el representante psíquico que falta en la estructura; cuestión imposible.
Si un analista se dedica a hacer creer que eso es posible y tiene una dimensión intrusiva
de colocar un representante psíquico que podría venir a colmar ese agujero, los efectos
son catastróficos, tiene consecuencias serias.
Retomemos. Para que se forme un sueño ¿qué necesitamos? ¿Cuáles son los ingredientes
para formar un sueño? Necesitamos un deseo inconsciente. El deseo es sexual, infantil,
inmortal e indestructible dice Freud, y está al servicio –en esta época– del principio de
placer. Primero necesitamos un deseo llamado inconsciente, sexual, infantil, inmortal e
indestructible.
Hay que distinguir primero que no se trata de un anhelo conciente. Los anhelos son
concientes o preconcientes.
En los sueños puede haber, dice Freud, cumplimiento de deseo, pero en verdad
cumplimiento se refiere a un anhelo. El sueño revela que el deseo sexual infantil no se
cumple, no se satisface, sino que se realiza.
¿Qué quiere decir que se realice? No quiere decir lograr tal o cual cosa. Que se realice
quiere decir simplemente que se despliega entre los representantes psíquicos. Quiere
decir –utilizando una vieja denominación energética–, que esa energía se desplaza,
transcurre entre los representantes psíquicos.
Realización de deseo no quiere decir alcanzar algo, lograr algo o satisfacerse con algo. Es
más, se articula con lo que Freud trabajó en el “Proyecto de psicología” en relación con la
experiencia de satisfacción.
Lo diré un poco a modo de anécdota, como un pequeño cuento a fines didácticos. Cuando
se refiere a la constitución del sujeto en el “Proyecto de psicología”, dice que el sujeto
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humano es un animal en estado de desamparo por falta de recursos a diferencia de otros
animales. Esto implica que para su subsistencia requiere de un otro auxiliador. Pensemos
en un bebé y su madre. Sólo para ilustrarlo ya que no es que esto sea algo que ocurre así
exactamente, es una construcción lógica.
Hay, entonces, una inquietud, una necesidad en el bebé a la que la madre responde
dando el pecho. En ese dar el pecho se satisface una necesidad, pero a partir de allí queda
un plus, queda algo más a partir de ese encuentro. Hay un encuentro entre ese bebé
prematuro y desamparado y ese otro auxiliador, la madre que le da el pecho para calmar
la necesidad, para satisfacer la necesidad. Satisface la necesidad, pero hay un plus, un
algo en más en ese encuentro, en el mejor de los casos, porque justamente cuando hay
una perturbación importante en ese plus se puede hablar de esquizofrenia.
¿Por qué se puede producir un algo en más? Solamente por una razón, porque para esa
madre eso que tiene entre los brazos dándole el pecho es algo más, algo distinto a lo que
es en su naturaleza orgánica. Un bebé puede ser para alguien un animal de carne y
huesos revestido por piel, con unas cosas que son las venas, o sea su naturaleza orgánica.
Si para una madre un hijo es lo que es en su naturaleza orgánica y punto está liquidado el
sujeto. Podemos pensar, que es lo mismo una madre y su pecho que una sonda que
transmita proteínas y vitaminas. Para que se produzca ese “en más”, ese plus, se necesita
que haya una madre para la cual ese cacho de carne revestido en piel valga como otra
cosa que lo que es en su naturaleza orgánica. Tiene un nombre y además se parece al tío
fulano y se prende a la teta como lo hacía la prima, etcétera. Adquiere un valor
metafórico, quiere decir que vale como otra cosa que lo que es en su naturaleza orgánica.
Si eso está en juego en el colmar la necesidad orgánica hay un plus.
Hay algo en ese encuentro que va más allá de la cuestión mecánica de la necesidad, de la
satisfacción de necesidad, y esto deja como resto –como primera experiencia de
satisfacción dice Freud–, una huella perceptual. El deseo sexual, infantil, indestructible,
inmortal es tratar de reencontrar esa identidad de percepción con aquella experiencia de
satisfacción. Es una tarea imposible.
La realización de deseo es añorante. Creemos que el desear va hacia adelante, hacia el
futuro y en realidad el deseo es añorante. El deseo, en tanto neurótico, está comandado
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por la búsqueda –siempre fallida– de reencontrar esa experiencia de satisfacción perdida
irremediablemente. El reencuentro es imposible.
Fíjense que, si el deseo como realización implicara el cumplimiento de la satisfacción,
sería como reencontrar esa primera experiencia de satisfacción perdida; sería transformar
en posible lo que es por estructura imposible, pero en tanto que eso está perdido, soy un
sujeto. Se es sujeto a partir de que eso queda perdido para siempre.
Esa pérdida constitutiva del sujeto humano se presenta en el sueño bajo el nombre de:
ombligo del sueño. Ven como se abrochan las cuestiones.
El deseo es un deseo añorante, es un deseo que creemos que va hacia adelante, pero en
realidad va hacia atrás tratando de reencontrar la identidad de percepción con esa huella,
esa marca que dejó aquella primera experiencia de satisfacción. Aquello que me
constituyó como sujeto.
Entonces, una cosa es cumplir o satisfacer un anhelo y otra es la realización del deseo. Se
necesita para formar un sueño de ese deseo indestructible e inmortal que es el que
articula el aparato psíquico.
Para formar un sueño se necesita, además, otro elemento crucial: el resto diurno. Es
fundamental porque es el verdadero perturbador del dormir ¿Qué es un resto diurno?
Dice Freud: son elementos, situaciones, acontecimientos de la vigilia anterior al sueño, de
los últimos días, algo que es reciente e indiferente y que aún no se articuló con la cadena
de representantes psíquicos. Como es reciente, indiferente, nimio –vamos a decirlo así–
todavía no entró en la máquina homeostática del aparato psíquico. Tiene un valor
perturbador.
Utilizando el “esquema del peine”, el resto diurno está en relación con el polo perceptual.
Freud en este esquema plantea que recibimos percepciones, esas percepciones
posteriormente se inscriben como huellas mnémicas y en la medida en que se inscriben
como huellas mnémicas se vacía el polo perceptual. Es un esquema físico. El polo
perceptual recibe las impresiones cotidianas, hay un movimiento que hace que esas
percepciones se inscriban como huellas mnémicas, y en la medida en que se inscriben
estas marcas son el inconsciente mismo y, a la vez, en la medida en que ese perceptum se
inscribe el polo perceptual se vacía para poder alojar nuevas percepciones; porque si todo
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quedara en el polo perceptual se llenaría y sería imposible que haya nuevas percepciones,
ya que tiene un límite para percibir.
El resto diurno –acontecimientos recientes e indiferentes, impresiones aún no inscriptas
como huellas mnémicas–, perturba el dormir. Ahora, los restos diurnos no tienen solo
esta cara que les explico, sino que tienen dos caras, cumplen una doble función, un doble
trabajo. Un trabajo es el que situábamos: ser perturbador, porque al ser reciente e
indiferente y no estar inscripto como huella mnémica, ingresa al aparto psíquico
afectando el polo perceptual y demanda ser tramitado, elaborado.
Piensen si en este momento entrara rápidamente un elefante por esa puerta, habría un
momento de enorme perturbación. Si seguimos aquí todos los días y todo el día, dentro
de una semana ese elefante aquí no va a ser tan perturbador o va a dejar de ser
absolutamente perturbador. Estoy exagerando, no sé qué haríamos con un elefante aquí
pero no tendría la misma importancia y perturbación que dentro de una semana. Pasaría
a formar parte de la economía de nuestro encuentro. Entonces, tenemos una cara del
resto diurno que es la cara de perturbador del dormir.
La otra cara, el otro servicio que presta este trabajador es que se presta para el
desplazamiento. Va a funcionar como un representante psíquico indiferente como
cuando trabajamos “Manuscrito K” y “Las neuropsicosis de defensa”. Recuerdan que en la
neurosis obsesiva la defensa operaba separando representación y monto de afecto, y que
el monto de afecto tomaba otra representación respecto a un representante nimio o
indiferente; entonces encontrábamos al sujeto totalmente enloquecido por algo nimio e
indiferente cuando en verdad había un desplazamiento. Se trata de eso mismo. Es un
representante psíquico nimio e indiferente que se presta a ese desplazamiento de carga.
El resto diurno tiene un doble trabajo, por un lado, es el perturbador, el que irrumpe
perturbando el dormir y, por otro, es la cara civilizada que se presta como buen
trabajador esclavo a portar una verdad disfrazada.
En la medida en que se produce el valor perturbador del sueño del resto diurno, el deseo
–inconsciente, sexual, infantil, indestructible, inmortal orientado desde esa primera
experiencia de satisfacción como pérdida–; el deseo es una respuesta a ese perturbador.
El deseo trata de ligar, de hacer entrar a ese elefante en la economía libidinal. El deseo
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inconsciente trata de quitarle el valor perturbador, traumático de eso que irrumpe. Como
si todos ante el elefante que entra nos lanzáramos a tratar de calmarlo, alimentarlo, darle
agua, colocarle un lugar para quitarle el valor perturbador que tiene.
Puede lograrlo o no. Si lo logra, el sujeto sigue durmiendo. Si no lo logra, si fracasa, se
produce el despertar. Por eso les decía que el sueño: “Padre ¿entonces no ves que estoy
ardiendo?”, aunque Freud lo presente como la realización de deseo de un sujeto de que
el hijo siga viviendo y a su vez, canalizar el dormir, en verdad, hay un fracaso, el sujeto se
despierta.
¿Cuáles son los elementos con los cuales el sueño cuenta para el armado del trabajo del
sueño, sabiendo que el sueño es un trabajo para expresar deseos inconscientes
desfiguradamente? Los sueños expresan, como los síntomas, un deseo inconsciente
desfigurado porque si no apareciera desplazadamente producir el despertar. Para que
pueda sostenerse el sueño y, por lo tanto, el dormir, tiene que haber un desplazamiento,
el pasaje del monto de carga de un representante a otro. ¿Al servicio de qué? De la
desfiguración. Entonces, hay una censura para que en el contenido del sueño se exprese y
no aparezca el deseo sin disfraz, para que se presente disfrazadamente. Es el
desplazamiento.
El otro elemento operador para el trabajo del sueño, al servicio de la censura onírica, es la
condensación. La condensación implica una economía psíquica muy importante. Para
decirlo rápidamente es que en un sueño aparezca una persona que tenga el cabello de
alguien, los ojos de otro, la vestimenta de otro; o sea, varios condensados en esa persona.
En el núcleo de ese sueño ese personaje raro que aparece es una desfiguración por
condensación de fulana, mengano, etcétera. El personaje como tal no es nadie que
conozcamos, pero su pelo es idéntico a…, sus ojos son idénticos a…, su ropa es idéntica
a…, está al servicio también de la desfiguración.
Tanto el desplazamiento como la condensación están al servicio de la censura onírica.
¿Qué quiere decir? ¿Que hay un contenido latente, inconsciente y opera la censura y se
produce el contenido manifiesto del sueño? No. Lo que quiere decir no es que hay
separaciones estáticas. La concepción de Freud no es estática sino dinámica, en el mismo
movimiento se juega la transformación de lo latente en manifiesto, de lo reprimido en
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manifiesto. Es decir, que el inconsciente sólo puede expresarse desfiguradamente. Sólo
puede haber falso enlace.
El otro elemento es la puesta en imágenes. El sueño –a diferencia de las otras
formaciones del inconsciente: lapsus, chistes, actos fallidos y síntomas–, tiene como
característica propia la puesta en imágenes, que Freud llama figurabilidad. Pensamos en
imágenes y, además, lo que tiene el valor de algo desiderativo, de algo deseado, aparece
realizándose, aparece en indicativo. Si se trata de algo deseado, el sueño no aparece
como algo deseado, algo que estoy deseando, sino que eso se está realizando en ese
momento como cumplido.
Si tengo un deseo incestuoso, en el sueño no aparece como deseo incestuoso, sino como
realización de deseo incestuoso, desfiguradamente.
En la puesta en imágenes del sueño no tiene ningún valor que aparezca tal o cual imagen.
Las imágenes son signos que valen en su relación con otras imágenes como signo. Hay un
quiebre de la referencia y de la figurabilidad. Una escena para tomar la referencia del
teatro, por ejemplo, una escena dramática, es un guión, es la puesta en imágenes de un
guión, de un escrito, de un texto desfiguradamente. ¿Qué es lo que hacemos?
Trabajamos sobre esa puesta en imágenes para llegar al texto, al guión de base. El guión
de base se expresa en imágenes.
El otro elemento, y último, es la elaboración secundaria que es lo que se produce cuando
se trata de relatar coherentemente el sueño.
Esos son los cuatro elementos y tienen en la puesta en imágenes, un valor que va más allá
de esa figurabilidad.
Además, Freud dice que en todo sueño hay un lugar hipernítido, porque el sueño no
realiza un camino progrediente del polo perceptual al polo motor, que sería que recibe
una impresión pasa por el sistema y produce un acto motor; sino que el camino del sueño
es regrediente, es decir, es hacia el polo perceptual. Por eso, es que el sueño tiene la
característica de la puesta en imágenes, porque el camino del sueño no es progrediente
que sería de una impresión al sistema de huellas mnémicas y de ellas, a un acto motor.
El camino del sueño es regrediente, regresivo hacia el polo perceptual. Por eso tanto la
figurabilidad, puesta en imágenes, como la presencia en todo sueño de un lugar
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hipernítido, de una luminosidad en una imagen muy fuerte. La figurabilidad es un texto.
Lo hipernítido, no. Es un nombre de lo pulsional no articulado como texto.
Hay muchísimas cosas que no he enfocado. Lean el sueño: “Padre, ¿entonces no ves que
me abraso?”.
En el texto La subversión freudiana y sus consecuencias –texto mío que está en
bibliografía optativa–, hay dos capítulos que se relacionan con lo que trabajamos. Uno se
llama “Del olvido al ombligo” y el otro “Análisis del sueño de angustia: Padre, ¿entonces
no ves que estoy ardiendo?”.
Hasta el próximo miércoles.
Bibliografía
Freud, S., (1900 [1899]) La Interpretación de los sueños. Capítulo VII. Sobre la psicología de los
procesos oníricos. Obras completas. Tomo V. Buenos Aires. Amorrortu. 1989.
Bibliografía citada
Delgado, O., Del olvido al ombligo. La subversión freudiana y sus consecuencias. Buenos Aires. JVE
Ediciones. 2005.
Delgado, O., Análisis del sueño de angustia: “Padre, ¿entonces no ves que me abraso?”. La
subversión freudiana y sus consecuencias. Buenos Aires. JVE ediciones. 2005.
Freud, S., (1894) Las neuropsicosis de defensa (Ensayo de una teoría psicológica de la histeria
adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de ciertas psicosis
alucinatorias). Obras completas. Tomo III. Buenos Aires. Amorrortu. 1989.
Freud, S., (1896) Manuscrito K. Las neurosis de defensa. (Un cuento de Navidad). Obras
completas. Tomo I. Buenos Aires. Amorrortu. 1988.
Freud, S., (1936) Carta a Romain Rolland (Una perturbación del recuerdo en la Acrópolis). Obras
completas. Tomo XXII. Buenos Aires. Amorrortu. 1989.
Freud, S., (1950 [1895]) Proyecto de psicología. Obras completas. Tomo I. Buenos Aires.
Amorrortu. 1988.
TEÓRICO 6 • 14