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Homo-sexualidad femenina y estrago*

Agnès Aflalo

Ubicación del problema

Lacan ha podido decir que una mujer es un síntoma para un hombre y que un hombre es un es-
trago para una mujer. ¿Pero cómo calificar a una mujer para otra mujer homosexual? ¿Es un par-
tenaire síntoma o un estrago? Si nos atenemos al caso prínceps de La joven homosexual de
Freud, comentado por Lacan particularmente en su Seminario IV, ella se identifica masivamente al
padre, es decir, a un hombre. La joven homosexual ocupa una posición masculina en el incons-
ciente. En el punto en el que se sitúa como hombre, el partenaire podría ser un síntoma. Pero si
nos referimos a los cuantores de la sexuación que definen los modos de goce, entonces el goce
femenino hetero u homosexual implicaría un partenaire del lado del estrago.

¿Cómo definir el partenaire de una mujer homosexual? ¿A partir de la identificación o del régimen
del goce? Tal es el problema que queremos examinar y resolver. Para ello, abordaremos cuatro
puntos: primero, resituar en su contexto el momento en el que Lacan define el partenaire síntoma
y el estrago; luego, retomar los elementos de la Orientación Lacaniana de J.-A. Miller que esclare-
cen estos conceptos; más tarde, a partir de cuatro casos clínicos, especificar algunas particulari-
dades de la vida amorosa de las mujeres homosexuales; y, finalmente, concluir con algunas ob-
servaciones sobre el estrago como uno de los nombres del goce femenino.

El contexto de la enseñanza de Lacan

Podemos resituarlo a partir de dos enunciados contemporáneos que son de la última enseñanza
de Lacan. El primero se extrae de la clase del 16 de noviembre de 1976 de L’insu que sait de l’une
bévue s’aile a mourre, Ornicar? 12/13, p. 6: “He adelantado que el síntoma puede ser el partenaire
sexual”. El segundo se extrae de la clase del 17 de febrero de 1976 del Seminario El Sinthome, p.
99: “El hombre es para la mujer todo lo que les guste, […] una aflicción peor que un sinthome. […]
Incluso es un estrago.”

La Orientación Lacaniana

*
Artículo publicado en francés en Ornicar? Digital N° 193 el 25 de enero de 2002. Disponible en:
http://wapol.org/ornicar/articles/193afl.htm
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Retomo aquí los desarrollos de J.-A. Miller en sus cursos El Otro que no existe con É. Laurent (96-
97) y El partenaire síntoma (97-98). J.-A. Miller mostró que era preciso resituar las cuestiones de
la última enseñanza de Lacan a partir del Seminario Aun.

1 – El primer enunciado de Lacan concierne al partenaire sexual como síntoma. ¿En qué sentido
puede decirse que el partenaire, el Otro de la pareja, es un síntoma? El problema a resolver es el
del lazo del sujeto y del Otro. ¿Cómo implicar al Otro en el goce, cuando, en Aun, Lacan muestra
que el goce es fundamentalmente autoerótico? Ante todo, para Lacan, el goce fálico no abre hacia
el Otro. Es goce del cuerpo propio, goce del cuerpo como Uno, no como Otro. Si hay un goce que
concierne al Otro, y si ese goce no es fálico, entonces solo puede ser sintomático. Si es pertinente
evocar al Otro a nivel del goce, este Otro solo puede situarse a nivel del síntoma. No está allí sino
a título de síntoma. Hablar del partenaire síntoma es decir que el ser hablante no va a buscar en el
Otro el significante. Lo que busca, su búsqueda, es la del goce que hay que encontrar a partir del
Otro.

Decir que la relación al Otro pasa por el goce, es decir que pasa por el síntoma. Dicho de otro
modo, entre el hombre y la mujer, hay síntoma. Entre dos hombres, hay síntoma. Entre dos muje-
res, hay síntoma. La relación de pareja implica que el Otro se vuelve síntoma del parlêtre, es de-
cir, un medio de goce. Marie-Hélène Brousse lo ha recordado cuando se refirió a las Conferencias
17 y 23 de la Introducción al psicoanálisis de Freud y a los desarrollos de J.-A. Miller en El sínto-
ma charlatán: el síntoma es medio de goce. Hay pues una equivalencia formal entre el síntoma y
el Otro, en el sentido en el que el Otro es una cristalización de goce.

En Aun, tenemos una nueva definición del Otro: el Otro es medio de goce, y en dos sentidos:

- Por un lado, a nivel de la articulación significante. Es el goce del lenguaje. Este goce de la articu-
lación significante es coherente con la tesis del Seminario XVII del significante como aparato de
goce. El sentido gozado producido por el significante es un plus de goce que pasa por alto el
cuerpo del partenaire.

- Por otro lado, hay también un goce a nivel del cuerpo: aquel del cuerpo propio como Otro o del
cuerpo del Otro. Este goce del cuerpo recae sobre el objeto a. Son estas dos modalidades de go-
ce las que Lacan atribuye a la mujer y al hombre. Son dos modalidades del plus-de-goce que el
síntoma reviste. El Otro es un medio de goce sintomático. Pero es por medio del amor que la
apertura al Otro es posible.

Esta nueva definición del Otro implica una nueva teoría del amor. Y la tesis de Lacan en Aun es
que la apertura al Otro no es posible sino por vía del amor. Esta nueva definición del amor supone
que el amor no es solamente búsqueda de significante, es una búsqueda de goce. El amor está
tejido de goce y su matema es S(Ⱥ). Es con este mismo matema que Lacan luego define el goce
femenino en la página 101 de Aun.

En el capítulo V del Seminario XX, Lacan primero aísla un nuevo goce, el del bla-blá, al que llama
la otra satisfacción. Es el goce del significante. Luego, considera que este goce de la palabra es
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especialmente el goce femenino suplementario: “S(Ⱥ) no es nada más que el goce de la mujer”.
Lo explica a partir de la carta de amor. En efecto, el amor es demanda de que el Otro hable, que
diga su falta, S(Ⱥ). Pero la demanda de amor no es solamente demanda de significante. Es una
demanda que apunta a obtener un plus-de-goce a partir del significante del Otro. En ese sentido,
el amor es una búsqueda de sustancia, una búsqueda de ser. Y está búsqueda es sin límites por
definición, porque el significante no puede representar el plus-de-goce. Dominique Laurent y Vé-
ronique Mariage esclarecieron este punto en sus informes del pase. La demanda de amor es una
búsqueda infinita de sustancia, sin límites. Es por eso que S(Ⱥ) es el matema del amor. Pero S(Ⱥ)
que escribe el sin límites, el no-todo de la mujer, es también el matema del goce del amor. S(Ⱥ) es
el matema del goce femenino y su nombre es el estrago. Es su carácter sin límites lo que le con-
fiere a este plus-de-goce del síntoma su carácter estragante. Observemos aquí, con J.-A. Miller,
que el estrago no es lo simétrico del síntoma. Viene al lugar de una construcción lógica que hace
del estrago la otra cara del amor, su cara de goce infinito. Estrago y amor tienen el mismo princi-
pio, que es S(Ⱥ): es el no-todo en el sentido del sin límites. Para una mujer, el amor conlleva el
imperativo de que el Otro la ame y, para eso, tiene que hablar, tiene que decir el significante de su
ser que la volvería finalmente toda.

2 – El segundo enunciado de Lacan esclarecido por J.-A. Miller concierne a la particularidad del
partenaire como síntoma o como estrago. ¿Cómo especificarlo? Vimos que el Otro es un medio
de goce doble, según la articulación significante o según el cuerpo. Tal como J.-A. Miller la desa-
rrolla, la tesis del partenaire síntoma implica que solo hay dos accesos al Otro: un acceso por me-
dio del goce del cuerpo que recae siempre sobre el objeto a y un acceso por medio del amor, pero
que cortocircuita al cuerpo, al falo y al objeto a, y que depende de la palabra. Estas dos vías de
acceso son válidas para ambos sexos. Pero la primera es más bien el acceso macho al goce,
mientras que, del lado femenino, el acceso al Otro se produce más bien por medio del amor.

La teoría de Aun es que el partenaire del sujeto no es el Otro sino lo que viene a sustituirse al Otro
bajo la forma de causa de deseo. La sexualidad es un recubrimiento del plus de goce y está en
impasse. Así, Lacan define el partenaire del sujeto a partir de su modo de goce específico. Es
pues el régimen de goce del sujeto el que define al partenaire como síntoma o estrago. Lo que
importa entonces es diferenciar las modalidades de goce masculina y femenina, y eso no puede
hacerse sino por medio de la lógica. La única vía de abordaje del goce es la vía lógica, puesto que
el goce es rebelde al decir. La lógica del goce es lo que Lacan llamó la sexuación y la estableció
en El atolondradicho. El partenaire del hombre debe obedecer a la lógica del todo y el partenaire
de la mujer obedece a la lógica del no-todo. Lacan retoma esta lógica del goce a partir de los
cuantores de la sexuación en la página 95 de Aun:

- Lado hombre: el sujeto como partenaire no tiene que vérselas sino con el objeto a. Solo puede
alcanzar su partenaire en tanto que éste es la causa de su deseo. Y   no es más que el fan-
tasma. El partenaire síntoma es una unidad de goce. Es un uno que vale como un todo, conforme
a la sexuación masculina. Es una unidad de goce localizada, limitada y finita.
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- Lado mujer: el partenaire se desdobla entre Φ y todos los objetos que pueden tomar valor fálico
(niños), y S(Ⱥ), puesto que la mujer está no-toda inscripta en la función fálica. Y la exigencia de
que el partenaire sea no-todo hace de S(Ⱥ) el partenaire de una mujer. Este modo de goce exige
que el Otro ame y que hable. Es por eso que Lacan pone aquí en serie al amor místico y al amor
cortés. Se puede decir que, del lado hombre, el deseo pasa por el goce y requiere el plus-de-goce,
mientras que, del lado mujer, el deseo pasa por el amor.

Estas distribuciones de goce según la sexuación recubren la experiencia del cuerpo y dan cuenta
de las dos formas de amor aisladas por Lacan en la página 711 de los Escritos: la forma fetichista
del amor del hombre y la forma erotomaníaca del amor de la mujer. Del lado hombre, el objeto
fetiche como objeto inerte que no habla. La palabra queda fuera de juego. Del lado mujer, está la
exigencia de que el Otro diga su amor, es decir, que hable. Es por eso que la forma erotomaníaca
del amor hace que el objeto sea más bien soporte del amor. Es menos objetal, no tiene la compa-
cidad del objeto a. Por eso Lacan lo escribe como S(Ⱥ).

Ahora podemos captar lo que opone al síntoma y al estrago:

- Del lado macho, el goce de a como modo de goce hace del partenaire un partenaire síntoma. Un
síntoma no es otra cosa que la envoltura del objeto a.

- Del lado mujer, el goce del amor es sin límites. El modo de goce es S(Ⱥ) y el partenaire de ese
goce infinito es un partenaire estrago, puesto que falta el principio de límite del síntoma. Es lo ilimi-
tado del síntoma lo que lo constituye como estrago. Del lado femenino, a debe ser sustituido por
S(Ⱥ), este Otro del deseo que debe hablar para que una mujer reconozca en él su objeto. En Aun,
Lacan acentúa el estatuto autoerótico del goce. A nivel de su goce, el hombre, así como la mujer,
solo tiene como partenaire a su soledad. Si la palabra va hacia el Otro, entonces la esperanza es
la de la castración. Es decir, que una parte de este goce autístico sea perdido para que se en-
cuentre bajo la forma del objeto perdido en el Otro, el partenaire.

La mujer para la homosexual: ¿síntoma o estrago?

Amor y estrago son solidarios. La acentuación de la demanda de amor conduce al estrago. Ahora
bien, para la mujer, la posición de ser amada se encuentra reforzada por estructura. Es la tesis
que Freud desarrolla en su conferencia sobre La femineidad. Es en los avatares del complejo de
castración femenino que sitúa la hostilidad madre-hija. La hija vuelve a la madre responsable de
su falta de sustancia. Esta hostilidad madre-hija, que se transmite más tarde en la pareja, marca
un rechazo de la castración. Y es por medio del amor que una mujer intenta remediar la falta de
sustancia que imputa a su madre. Se ve mejor, por lo tanto, por qué la pérdida de amor equivale
para una mujer a la castración. El amor está tejido de goce. La pérdida de amor es una castración
de goce. La clínica del amor femenino debe poder esclarecernos sobre el estrago.

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La mujer es el sexo débil respecto al estrago. Es cierto, tanto para Dora como para La joven ho-
mosexual de Freud. En ambos casos, en efecto, hay un reforzamiento estragante de la demanda
de amor debido al padre. En Dora, es la exigencia de un amor incondicional del padre lo que la
lleva a Freud. Se puede considerar que, para Dora, esta exigencia de amor es una exigencia loca
en el sentido del no-todo, del sin límites; es una marca del estrago. En La joven homosexual, el
estrago es otro. Es la exigencia de amor pisoteada por el padre en lo real la que implica un relevo
del objeto de amor. Se trata de hacerle frente a un desafió respecto al objeto de amor que toma la
forma de un amor idealizado o amor cortés. A propósito de este amor, Lacan evoca la perversión
femenina, p. 713 de los Escritos. Lilia Majoub sostiene también esta tesis en La Lettre mensuelle
88.

Recientemente, tuve la ocasión de publicar dos observaciones sobre unos casos de homosexuali-
dad femenina comparables al caso de La joven homosexual de Freud. Me gustaría retomar aquí
algunas particularidades de sus vidas amorosas. La de La joven homosexual consistía esencial-
mente en un amor platónico idealizado o amor cortés. Esta dimensión se presenta también en mis
pacientes. Si bien son considerablemente más mayores, también tienen una vida erótica que una
serie de constantes vuelve destacable.

Antes de entrar en detalles, subrayaré dos elementos: el primero está presente en la observación
de Freud, el segundo no. Primero, la identificación imaginaria al padre. Es el elemento pivote y
clásico de la observación de Freud. Al mismo tiempo, es una constante en cada uno de los casos
aquí concernidos. El padre de estas jóvenes mujeres también ha valorizado la posesión del pene
real contra el falo simbólico, es decir, el punto de falta deseable en el objeto de amor. Lo que sor-
prende en esta identificación imaginaria al padre es su magnitud. Es masiva, total. Literalmente, el
sujeto se vuelve el padre, y esta nueva posición sexual masculina comanda una nueva elección
de objeto femenino. Esta identificación imaginaria al padre es el segundo tiempo de este Edipo
femenino de cuatro tiempos aislado por Lacan. Conserva del primer tiempo el deseo inconsciente
de tener un hijo del padre. Luego de este segundo tiempo de báscula subjetiva, encontramos a
continuación el desafío al padre y un amor idealizado por la Dama. Luego, el dejar caer: la vida de
cada una de mis pacientes conlleva un momento crucial de dejar caer, es fácilmente observable
que eso determina un antes y un después. Siempre precede a la identificación al padre. El sujeto
fue reducido por el Otro, la mayoría de las veces el padre, a un puro estatuto de objeto humillado,
maltratado y desvalorizado. Lo que sorprende en esta efracción de goce es que deja al sujeto sin
recursos y que la feminidad es alterada de forma duradera. Este elemento del dejar caer no figura
en la observación de Freud, pero está presente para cada una de las pacientes de las que aquí se
trata y otros autores han podido mencionarlo en casos de homosexualidad femenina, tales como
H. Deutsch y J. Mac Dougall. Me parece destacable en lo que estigmatiza la vida erótica de estos
sujetos.

Acting-out amorosos y pasajes al acto suicidas caracterizan la vida amorosa de estos sujetos.
Como en La joven homosexual, la vida amorosa es desdoblada entre, por un lado, la dama ideali-
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zada en una relación de amor cortés y, por otro lado, un objeto de amor narcisístico y degradado.
Como en La joven homosexual, los acting-out amorosos y los pasajes al acto suicidas son para-
digmas de la estructura. El acting-out resulta de la identificación al padre y formulo la hipótesis de
que el pasaje al acto suicida resulta del dejar caer de la infancia, que precedió a la identificación.
Ambas ilustran un modo de desmentida de la castración. El sujeto oscila entre estas dos posicio-
nes del acting-out y el pasaje al acto.

- En la vertiente del acting-out: La dimensión de amor cortés se considera una demostración diri-
gida al padre de aquello que debe ser el homenaje amoroso rendido a una mujer en una dimen-
sión de desafío. Se trata siempre de obtener de la mujer amada, superior jerárquicamente o ma-
dre real, el signo de que la paciente no es solo amada sino preferida. Toda la conducta tiene por
objetivo obtener del Otro, partenaire, no solo una prueba de amor que le confiera el estatuto de la
única, sino también la certeza de ser la elegida. Ella debe hacerle falta al otro y él debe decírselo y
probarlo. Los dichos del otro deben conferirle el estatuto del objeto precioso agalmático. El parte-
naire debe confesarle lo que le falta: S(Ⱥ). Es este signo de la castración del Otro lo que es bus-
cado para gozar de ello. Pero esta castración es inmediatamente colmada, en tanto que el sujeto
viene a ocupar el lugar de la falta. Posición insostenible, puesto que, tan pronto como la alcanza,
el sujeto desaparece. Es por eso que la maniobra de esta puesta en escena debe siempre ser
recomenzada. El sujeto debe ser nuevamente escogido, ser el elegido. A falta de simbolizar la
situación, el sujeto la repite sin cesar en la escena imaginaria. Este amor idealizado por la madre o
el amor cortés por la Dama reposa sobre la pareja madre-hija.

Al lado del amor idealizado hay también una voluntad de goce y es eso lo que conlleva la estrate-
gia amorosa: la voluntad de producir una división en el partenaire sexual para gozar de ella. Es
esta posición de torturador la que asemeja, según creo, este tipo de homosexualidad femenina a
la perversión. Se trata, para el sujeto, de infligir al partenaire la suerte que la afectó en otro tiempo,
en el momento del dejar caer. Y entonces de degradar, humillar y maltratar al partenaire. La feno-
menología clínica varía con la particularidad de cada escena traumática. Pero la degradación del
partenaire es solidaria con la maniobra del amor idealizado que debe conferir al sujeto el estatuto
de una excepción.

- En la vertiente de los pasajes al acto suicidas: El sujeto cae en el lugar del objeto atormentado.
Es maltratado, humillado y degradado. El goce masoquista de la injuria es el reverso del goce de
la palabra de amor. El colapso es por lo tanto masivo. El afecto depresivo aumenta con las ideas
suicidas. La amenaza de ruptura del lazo amoroso produce un sentimiento de dejar caer idéntico
al de la infancia. El sujeto queda nuevamente sin recursos y se precipita a una serie de pasajes al
acto suicidas. La pérdida de amor debe ser aquí considerada como una castración real que el su-
jeto sigue rechazando. Es siempre en este contexto que se formula una demanda de análisis. Esta
nueva efracción de goce que empuja al sujeto a eyectarse fuera de la escena, fue aislada por
Freud en La joven homosexual con el Niederkommt. Lo que cada una de estas pacientes muestra
con esta condensación de goce masoquista de pasajes al acto es, me parece, el lazo de estructu-
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ra entre el dejar caer de la infancia y el Niederkommt de la adultez. Ese salto fuera del marco del
fantasma apunta a conseguir cortocircuitar al Otro, el niño siempre esperado por el padre. Caer
como objeto de desecho realiza “el parto” del niño siempre esperado por el padre, pero desvalori-
zado. El suicidio apunta a complementar al Otro con el goce masoquista, es decir, a desmentir la
castración.

Con estos elementos de la vida amorosa, podemos ver al goce femenino desdoblarse entre, por
un lado, el falo Φ y, por el otro, S(Ⱥ). El estrago parece situarse en esta última vertiente.

- El partenaire falo: La elección de objeto amoroso es conforme a la ecuación girl = falo aislada
por Fenichel y conceptualizada por Lacan. Para nuestras jóvenes homosexuales, el partenaire es
claramente el falo significante. Pero el partenaire no está dotado de un órgano a eclipsar. Es por
eso que, durante y después de las relaciones íntimas, lo que importa es que el partenaire se que-
de y hable para significar su amor más allá de toda satisfacción del deseo.

- El amor idealizado o amor cortés: Obedece a la lógica de S(Ⱥ). El imperativo de la forma eroto-
mániaca del amor es desnudado: “que el Otro me ame” está aquí acentuado en la demanda de
amor y en la prueba de amor. El partenaire es un derivado de la madre: ya sea una mujer en si-
tuación de maternidad o una mujer galante; la mujer degradada es siempre la prostituta como re-
verso de la madre que fue infiel al sujeto. Lo que importa en este amor idealizado son los dichos
del amor. Este amor cortés pasa por alto al cuerpo del partenaire, pero no al goce del dicho amo-
roso. Puesto que, a lo que se apunta más allá de la satisfacción de toda necesidad, de todo tener,
es al ser. Es una búsqueda del significante que diga que su ser existe y que es único. Es la bús-
queda del uno de lo único pero para hacer de él un todo desmintiendo la castración. Se trata de
ocupar el lugar de quien no está sometido a la castración, un padre de ficción. Esta búsqueda es
infinita. Es por eso que el partenaire es aquí un partenaire estrago. Es una nueva versión del es-
trago madre-hija que propone ser el falo como desmentida de la castración materna.

- El amor erotizado: Obedece a la misma lógica S(Ⱥ). El intento de suicidio consiste para el sujeto
en hacerse él mismo el niño esperado por su padre. Es una última tentativa de escribir La mujer.
El amor se presenta bajo su forma pulsional, de modo tal que hacerse amar conlleva el comple-
mento de ser con el hacerse pegar, el hacerse humillar o el hacerse dejar caer. En el intercambio
de palabras, es por la humillación que el sujeto obtiene del partenaire el plus-de-goce. Esta vez, el
síntoma estragante es correlativo al padre del segundo tiempo del Edipo, aquel que desvalorizó la
feminidad. El estrago para estas mujeres responde también al síntoma del padre. Aquí el goce es
doble: a nivel de la cadena significante, es el goce infinito del significante, y a nivel del cuerpo, es
el goce deslocalizado. Ilimitado e infinito obedecen a la lógica del no-todo, es decir, un modo de
gozar referido a S(Ⱥ).

En consecuencia, no basta con identificarse al hombre para colocarse del lado macho de la se-
xuación. Identificarse a un hombre incluso poderoso no es equivalente a estar atiborrado por el

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falo como órgano. Este modo de amor en este tipo particular de mujeres homosexuales hace del
partenaire un estrago.

Siete observaciones a modo de conclusión

1 – Las mujeres son el sexo débil respecto al estrago, ya que es por estructura que, en ellas, la
demanda de amor se refuerza. En 1931, Freud señalaba el reforzamiento de la posición de ser
amada para una mujer como una de las consecuencias del complejo de castración. El estrago es
pues una consecuencia de la sexuación femenina. Es transestructural. El estrago es uno de los
nombres del goce femenino.

2 – La hostilidad madre-hija es heredada en la pareja, ya sea homo o heterosexual. Esta hostilidad


señalada por Freud es otro nombre del estrago definido por Lacan. Señala el rechazo femenino de
la castración. El caso Ava expuesto por C. Lazarus-Matet lo muestra claramente.

3 – Estrago y arrebato deben ser puestos en serie y distinguidos. Si bien la etimología es la mis-
ma, el primero concierne a las neurosis y las perversiones, y el segundo a las psicosis, ya que es
solo en las psicosis que la gramática pulsional del amor está en lo real, erotomaníaca.

4 – Es por eso que podemos decir con Lacan que las mujeres son locas, a condición de añadir
con él que no son locas del todo. Es estar no-toda inscripta en la función fálica lo que hace loca a
la mujer. Pero la locura de una mujer permanece limitada por el falo cuando está simbolizado.

5 – El estrago debe ser entendido como el reverso del amor, como goce del dicho amoroso.

6 – El estrago implica siempre una ilimitación del síntoma, es decir, que a, para una mujer, toma
valor de S(Ⱥ).

7 – El estrago se acentúa por toda causa que refuerce la demanda de amor como la experiencia
del dejar caer. En ese sentido, podemos considerar al estrago femenino como una enfermedad del
amor.

Traducción: Lorena Buchner.

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