Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
VALDIVIA – CHILE
2012
1
INDICE
- INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………….. 3.
RAZONABLE”
1.2.- Los problemas del estándar de prueba “más allá de toda duda razonable”...... 7.
- CONCLUSIONES…………………………………………………………………… 38.
- BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………… 40.
2
INTRODUCCIÓN
El proceso penal, considerado en su máxima expresión, implica que una persona imputada
de un delito debe enfrentar al Estado en un juicio en su rol de Fiscal y, además, es el mismo
Estado quien determinará si es culpable o inocente, en su rol de Juez, lo que muestra una clara
desigualdad de herramientas al momento del juicio. Es por esto que existen, dentro del proceso
penal, garantías fundamentales que, de una u otra forma, equiparan al imputado con la
maquinaria judicial del Estado, para que el juicio se pueda desarrollar en igualdad de
condiciones. Una de estas garantías fundamentales es el principio de presunción de inocencia,
que entre sus múltiples aristas, se encuentra el estándar de prueba que posee nuestro Código
Procesal Penal (en adelante CPP). Este estándar de prueba señala, en el art. 340 CPP, que “Nadie
podrá ser condenado por delito sino cuando el tribunal que lo juzgare adquiere, más allá de toda
duda razonable, la convicción de que realmente se hubiere cometido el hecho punible objeto de
la acusación y que en él hubiere correspondido al acusado una participación culpable y penada
por la ley”.
3
El tercer capítulo contendrá el estudio jurisprudencial realizado para el desarrollo de esta
tesis, que comprenderá sentencias condenatorias y absolutorias dictadas por Tribunales de Juicio
Oral en lo Penal de todo Chile, cuya característica es que contienen voto disidente, a fin de
identificar los criterios utilizados por los tribunales de justicia a la hora de decidir sobre la
condena o absolución de un individuo en base al estándar de prueba imperante. Este tercer
capítulo se dividirá en dos partes, en donde la primera expondré los métodos utilizados y la forma
en que se abordaron las sentencias en comento. En la segunda parte trataré las sentencias
escogidas y analizadas cada una por separado.
4
CAPITULO I: EL ESTÁNDAR DE PRUEBA “MÁS ALLÁ DE TODA DUDA
RAZONABLE”
De esta forma, un elemento clave de la decisión judicial sobre la prueba está determinado
por la racionalidad de la valoración. Para Jordi Ferrer, este momento (de la valoración racional
de la prueba) se encuadra dentro de lo que él cataloga como los tres momentos de la decisión
judicial, siendo este el segundo5. Sin embargo, como señala Ferrer, “el resultado de la valoración
de la prueba que se obtenga en el segundo momento no implica por sí solo nada respecto de la
decisión a adoptar”6. Es en este punto donde se hace necesaria la inclusión de un medio que
permita al juez determinar cuándo, después de valorar la prueba, puede decidir si tales hechos han
sido efectivamente probados. Estos “mecanismos” son denominados por la doctrina como
estándares de prueba, los cuales son “criterios de valoración a los que el juez debe atenerse en el
1
Ferrer, J., La valoración racional de la prueba, Marcial Pons, Madrid (2007), p. 45.
2
Taruffo, M., Simplemente la verdad, Marcial Pons, Madrid (2010), p. 247.
3
Cfr. Ferrer, J., Ibíd., p. 143.
4
Laudan, L., “Por qué un estándar de prueba subjetivo y ambiguo no es un estándar”, en Doxa, N° 28 (2005), p. 97.
5
Cfr. Ferrer, J., Ibid., pp. 41-48. El autor distingue tres momentos en la decisión judicial, la conformación del
conjunto de pruebas, la valoración de las pruebas y la adopción de la decisión sobre los hechos probados.
6
Ibíd., p. 48.
5
momento en que valora los elementos de prueba de los que dispone a los efectos de establecer si
el enunciado sobre los hechos que es objeto de la decisión puede, o no, considerarse probado” 7.
El proceso penal recoge el estándar de prueba más elevado, pues se exige para condenar
que el tribunal adquiera una convicción “más allá de toda duda razonable” (“beyond any
reasonable doubt”) respecto de la prueba de la culpabilidad. Esto quiere decir que, aun cuando la
hipótesis de culpabilidad resulte más probada que las hipótesis de inocencia, se requiere un
esfuerzo adicional de parte de la acusación para satisfacer el estándar. A menudo, la exigencia del
estándar ha sido representada en términos matemáticos, señalando que el nivel de convicción que
debe adquirir el tribunal debe estar entre un 90% y un 95% para poder condenar10.
7
Taruffo, M., La prueba, Marcial Pons, Madrid (2008), p. 273.
8
Gascón Abellán, M., “Sobre la posibilidad de formular estándares de prueba objetivos”, en Doxa, N° 28 (2005), p.
130.
9
Cfr. Fernández, M., “La valoración de pruebas personales y el estándar de duda razonable”, en Cuadernos
electrónicos de filosofía del Derecho, N° 15 (2007), p. 1-2.
10
Laudán, L., Ob. Cit., p. 98.
11
Ferrer, J., Ibíd., p. 143.
6
absoluciones erróneas antes que una condena errónea12. La adecuada distribución de los errores
corresponde a lo que Laudan llama el núcleo débil de la epistemología jurídica, la cual sirve al
derecho ya que, una vez determinado que tipo de error debemos evitar, ésta le entrega la
herramienta para que logre de mejor manera tal cometido. En este sentido, Laudan señala que
“muchas de las doctrinas más tradicionales o de los preceptos del derecho penal caen en ese
ámbito: la presunción de inocencia, la doctrina del in dubio pro reo, la idea de que es la
acusación quién soporta totalmente la carga de la prueba, y –la más importante- el estándar de
prueba”13.
Finalmente cabe señalar que, si bien sabemos que este estándar es particularmente
exigente, no hay claridad sobre su estricto alcance y significado, lo que ha llevado a la doctrina a
poner de manifiesto los problemas respecto a qué significa que una duda sea razonable, cuándo
estamos ante una duda razonable, y también a proponer soluciones respecto a como debemos
entender este estándar o reformularlo para que cumpla su cometido de exigencia de prueba.
1.2 Los problemas del estándar de prueba “más allá de toda duda razonable”
El estándar de prueba recogido en nuestro CPP proviene de los sistemas jurídicos de tradición
anglosajona, y especialmente de Estados Unidos, en donde la decisión sobre los hechos es
adoptada por un veredicto emitido por ciudadanos comunes y corrientes que conforman el jurado,
quienes presencian el desarrollo del juicio y deciden sobre la culpabilidad o inocencia de un
imputado. En estos sistemas, el primer problema que se presenta es la conveniencia de que el
tribunal proporcione al jurado directrices sobre como entender el estándar de prueba. De esta
forma, dos han sido principalmente los criterios que han utilizado los jueces al momento de
definir el estándar de prueba: el de vacilación para actuar y el de certeza moral. El criterio de
vacilación para actuar ha definido al estándar de prueba en términos tales como “prueba más allá
de toda duda razonable significa prueba que es tan convincente que ustedes no vacilarían en
confiar y actuar sobre ella al tomar las decisiones más importantes de sus propias vidas” 14. Así, la
duda razonable sería satisfecha solo si la prueba ha sido de una magnitud tal que el
convencimiento del jurado lo llevara a no vacilar en su decisión. Este criterio esta ligado a la
confianza interna del juzgador respecto a la culpabilidad del imputado 15. Sin embargo, como
señala Horvitz y López, definiciones de este tipo han sido “objeto de criticas por considerarse que
trivializan el veredicto criminal al convertirlo en análogo de las decisiones que los jurados toman
en su vida privada”16.
12
Taruffo, M. Ob. Cit., p. 249.
13
Laudan, L., Ob. Cit., p. 98.
14
Horvitz, M. y López, J., Derecho Procesal Chileno, Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, Santiago (2004), p. 160.
15
Cfr. Ídem, p. 160-164.
16
Horvitz, M. y López, J., Ob. Cit., pp. 161-162.
7
Por otra parte, el criterio de la certeza moral ha definido el estándar como el grado más alto
de certeza a la que se puede aspirar en un proceso, siendo imposible la certeza absoluta o
matemática. Respecto a lo anterior, se ha señalado que “dado que requerir certeza absoluta antes
de la condena no es viable en nuestro sistema de justicia criminal, el sistema requiere en su lugar
certeza moral o prueba más allá de una duda razonable antes de la condena. La certeza moral o
práctica es el nivel más alto de certeza que un individuo puede tener en ausencia de certeza
absoluta, y ha sido equiparada con prueba más allá de toda duda razonable” 17. Sin embargo, se
relaciona al estándar de prueba con una “alta confianza” en la culpabilidad del imputado, que
deja en evidencia el carácter subjetivo de este criterio. En palabras de Laudan, “aparentemente,
todo lo que importa es si, habiendo oído toda la evidencia, la creencia de los jurados es firme y
sólida. Y si no es así, entonces debe votar la absolución”18.
Como se puede apreciar, ambos criterios poseen una marcada connotación subjetivista, lo que
ha llevado a gran parte de la doctrina a criticar el modelo de estándar más allá de toda duda
razonable. Este problema de subjetividad en la forma de entender el estándar ha sido
especialmente desarrollado por Larry Laudan, quien ha señalado que existen dos formas de
entender el estándar en la cultura anglosajona, una de carácter cuantitativo (desarrollada por los
académicos) y otra de carácter cualitativo (desarrollada por la jurisprudencia) 20. La primera de
ellas señala que el estándar de duda razonable establece un umbral de probabilidad, situado
generalmente entre el 90% y el 95% para poder condenar al imputado, mientras que la segunda se
ha inclinado por entender el estándar como convicción intima, señalando que sólo se puede
condenar si concurre en el juzgado una “certeza moral” de que se cometió el delito y que el
imputado es culpable. Para Laudan, ambos modelos resultan subjetivos, pues mientras en uno se
apela al fuero interno del ente juzgador (bastando solamente una alta confianza subjetiva), el otro
sostiene su tesis en una probabilidad numérica que nunca es precisa, pues asume que el juzgador
inicia el juicio asignando un determinado valor a su creencia de culpabilidad del imputado, valor
17
Ídem, p. 163.
18
Laudan, L., Ob. Cit., p. 100.
19
Accatino, D., “Certezas, dudas y propuestas en torno al estándar de prueba penal”, en Revista de Derecho de la
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, N° 37 (2011), pp. 491.
20
Cfr. Laudan, Ob. Cit., pp. 98-99.
8
que, como señala el autor, nunca va a ser igual entre los juzgadores, y que decae nuevamente en
una apelación a sus corazonadas iniciales, cuestión evidentemente subjetiva 21.
La tesis de la inevitable subjetividad del estándar de prueba más allá de toda duda razonable
ha sido criticada, principalmente porque atiende a la aplicación de un estándar por parte de un
jurado que no está obligado a motivar sus decisiones. En palabras de Taruffo, “no es posible en
absoluto verificar si el BARD o cualquier otro estándar se ha aplicado efectivamente por los
jurados en el momento de la decisión, por la obvia razón de que los jurados no motivan sus
veredictos”22, por lo que, inclusive una formulación aparentemente objetiva y suficientemente
fundamentada del estándar de prueba sería vana si no se puede controlar en qué medida el jurado
ha logrado entender cómo debe aplicar dicho estándar. En este sentido, Juan Igartua señala que
“el susodicho estándar de la ‘duda razonable’ estaría mejor garantizado en un sistema como el
nuestro (en el que hasta el veredicto del jurado debe ser motivado) que en su ambiente jurídico
originario”23.
Aunque si bien es cierto que varios problemas del estándar pueden ser resueltos mediante la
motivación de la sentencia (sea esta emitida por jueces profesionales o por un jurado), ello sin
embargo no debiera bastar para considerar suficiente el estándar de prueba, puesto que, como ya
se ha analizado, su sola inclusión en la actividad probatoria no sirve de nada si no se entregan
directrices claras de lo que se debe entender por duda razonable, y además si no ha sido
suficientemente comprendida por quienes deben decidir la culpabilidad de un imputado. Por
supuesto, esta suficiente comprensión del estándar sólo puede ser verificada si se realiza un
adecuado control del razonamiento que llevo a adoptar tal decisión. De otra forma, volvemos a
caer en los riesgos de subjetividad que se intentan superar.
Por otra parte, los problemas analizados anteriormente no son muy distintos que los que se
presentan en el sistema nacional. Sin embargo, para comprender mejor este asunto, se hace
necesario indicar, por una parte, la tradición subjetivista de nuestros tribunales y, por otra parte,
señalar la génesis del actual estándar que impera nuestro ordenamiento procesal penal, de tal
forma de indicar cuales son, específicamente, los problemas que la doctrina nacional ha
identificado y abordado.
21
Cfr. Laudan, Ob. Cit., pp. 99-101
22
Taruffo, M., “Tres observaciones sobre ‘Por qué un estándar de prueba subjetivo y ambiguo no es un estándar’ en
Doxa, N° 28 (2005), p. 120.
23
Cfr. Igartua, J., “Prolongaciones a partir de Laudan”, en Doxa, N° 28 (2005), p. 150.
9
en él ha correspondido al reo una participación culpable y penada por la ley”. Este estándar,
extraído de la Justicia Militar Europea, ha sido interpretado por la doctrina como una exigencia
de “certeza legal condenatoria y certeza moral absolutoria” 24, principalmente por la existencia en
el antiguo proceso penal de un sistema de prueba legal tasada. Según este estándar, los jueces
sólo deben condenar si, después de realizar el ejercicio mecánico que implica la prueba legal
tasada, existía certeza (certeza que, por cierto, era entregada por las pruebas tasadas legalmente)
de que se había cometido un delito y que al reo le correspondía una participación en el delito. De
otra forma, debía absolver. Sin embargo, este sistema resulta evidentemente subjetivo, cuestión
evidenciada por Daniela Accatino, quien muestra cómo se entendía que debía ser apreciada dicha
convicción: “Para notar el sesgo subjetivista de la noción de prueba en esa tradición creo que
bastan estas dos muestras: la primera, una cita del Mensaje del Código de 1906 que indica que “si
esta convicción [adquirida por los medios de prueba legal] no llega a formarse, el juez podrá
absolver sin otro fundamento y cualesquiera que sean los antecedentes que el proceso arroje
contra el reo” y, la segunda, una sentencia de la Corte Suprema de diciembre de 1997 en la que
interpreta la disposición en cuestión como “un llamado del legislador al fuero íntimo del juez y,
por lo tanto, (..) un concepto imponderable para alguien que no sea el destinatario directo de
él”25. Por lo tanto, además de resaltar su carácter subjetivo, evidenciaba una suerte de prohibición
de control sobre las decisiones del juez penal.
Los problemas derivados de la utilización del estándar antes referido llevaron a que, en la
reforma procesal penal, se sustituyera dicho estándar y se estableciera, en cambio, el actual
estándar de la duda razonable. El anteproyecto de ley mantenía en principio la regla del art.
456bis del derogado Código de Procedimiento penal, omitiendo por razones obvias la referencia
a la prueba legal tasada. Posteriormente la comisión del Senado decidió agregar el calificativo de
“suficiente”, argumentando para ello que no es preciso que sea absoluta la convicción a la que
debe arribar el tribunal, basta que sea suficiente, lo cual es evidentemente lógico toda vez que,
dadas las características propias del proceso, “no es posible garantizar la certeza absoluta, sino un
cierto grado de certeza o de probabilidad, sobre la verdad del enunciado probado”26. Cuando el
proyecto pasó a comisión mixta, se decidió eliminar el concepto de “suficiente convicción” y se
decidió sustituirlo por el de “duda razonable”. El principal argumento sostenido por lo
parlamentarios de la comisión para realizar este cambio fue que, según ellos, este concepto era
útil toda vez que está suficientemente decantado y elimina las discusiones relativas al grado de
convicción que requiere, dejando en evidencia que no se trata de una convicción absoluta, sino de
aquélla que excluya las dudas más importantes27. Si bien la elección de este estándar resulta más
24
Nuñez Vasquez, C., Tratado del proceso penal y del juicio oral. Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, Santiago
(2002), p. 263.
25
Accatino, D., “La fundamentación de la declaración de hechos probados en el nuevo proceso penal. Un
diagnóstico”, en Revista de Derecho de la Universidad Austral de Chile, vol. XIX, N° 2 (2006), pp. 19-20.
26
Gascón Abellán, M., Ob. Cit., p. 128.
27
Cfr. Londoño Martínez, F. et. al., Reforma Procesal Penal, Génesis, Historia sistematizada y Concordancias.
Tomo II, Editorial Jurídica de Chile, Santiago (2003), pp. 682-686.
10
concordante con la tendencia actual en el derecho comparado, llama la atención las razones que
esboza la cámara mixta para elegir este estándar, toda vez que, como hemos señalado
anteriormente, el concepto de duda razonable ha sido objeto de críticas precisamente por su falta
de precisión y vaguedad, cuestión que hasta los días de hoy sigue en plena discusión y que, por lo
tanto, no se encontraría “suficientemente decantado”, como señalare la comisión mixta.
La subjetividad del estándar “más allá de toda duda razonable”, junto a la tradición
subjetivista que arrastra en nuestra cultura jurídica, han influido en la forma de entender el
estándar, lo que se ve reflejado en el material que ha desarrollado la doctrina estos últimos años.
Horvitz y López dan cuenta de esta realidad al señalar, luego de presentar las diferentes posturas
sobre el estándar de prueba en Estados Unidos, que si bien el concepto de “duda razonable”
genera conflicto entre los jueces, pues se trata de un concepto sustraído de la legislación
extranjera, “la identificación del estándar con la idea de ‘certeza’ parece desde todo punto de
vista conveniente, no sólo porque resulta difícil avanzar mucho más en la definición de duda
razonable, sino por que este concepto sí tiene en Chile una larga tradición y reconduce a los
jueces, por lo tanto, a la utilización de parámetros a los que se encuentran habituados” 28. Javier
Castro Jofré, a pesar de advertir que el concepto no se encuentra suficientemente decantado por la
doctrina y la jurisprudencia nacional29, sin embargo señala que “la convicción corresponde al
grado de persuasión que el tribunal racionalmente debe alcanzar para condenar al acusado.
Entonces, la pregunta que cabe formular es ¿Cuán intenso debe ser el grado de persuasión que
necesita el sentenciador para condenar al acusado (sospechoso)? 30. Por su parte, Rodrigo Cerda
San Martín sostiene que “se ha impuesto legislativamente un parámetro que constituye un criterio
intersubjetivo”31, para continuar señalando que “se ha sostenido que la convicción es la seguridad
de que la certeza es legítima”32. Núñez Vásquez, si bien no habla directamente sobre la forma de
entender el estándar de duda razonable, relaciona indirectamente al estándar mencionado con una
“liberal certeza”33.
28
Horvitz, M. y López, J., Ob. Cit., p. 164
29
Cfr. Castro Jofré, J., Introducción al Derecho Procesal Penal Chileno, Lexis Nexis, Santiago (2006), p.467-468.
30
Ídem, p. 466-467.
31
Cerda San Martín, R., Etapa intermedia, juicio oral y recursos, Librotecnia, Santiago (2003), p. 223.
32
Idem, p. 225.
33
Núñez Vásquez, J. C., Ob. Cit., p. 263.
11
posible, entonces, ahora, también condenar sin otro fundamento que la presencia, en el ánimo de
los juzgadores, de convicción y cualesquiera que sean los antecedentes que el proceso arroje?, ¿y
la evaluación de esa convicción para condenar debiera considerarse ahora imponderable también
para otro que no fuera el decisor?”34. Por otra parte, pone de manifiesto el problema de la
imprecisión del estándar, al indicar a raíz de los trabajos de Cristian Riego, que aun cuando se
logre generar pautas para una objetiva interpretación del estándar “la indeterminación de la
noción de duda razonable ofrece poco de qué asirse para su construcción”35. Otro autor que ha
identificado el problema de la subjetividad en el estándar es Claudio Prambs, quien sostiene a
propósito de la suficiencia del estándar, que “lo que sea suficiente y convincente no lo puede ser
para un juez y no para otro, sino que lo convincente ha de ser para cualquier juez, y aun para
cualquier persona, pues de lo contrario se atenta en contra de los fundamentos mismos de la
condena, de las reglas del entendimiento humano, de la lógica y del Estado de Derecho
democrático”36, aludiendo precisamente a la necesidad de un criterio objetivo que uniforme las
decisiones judiciales en sede penal, so pena de caer en decisiones distintas e inclusive
contradictorias entre distintos jueces ante los mismos hechos.
Como ya hemos visto, dos son principalmente los problemas de los que adolece el actual
estándar de prueba contenido en el CPP. Por una parte, su falta de objetividad, al apelar al fuero
interno del ente juzgador, y por otra parte, la manifiesta imprecisión de sus conceptos, lo que
dificulta su adecuada comprensión. Frente a estos dos problemas se ha llegado incluso a señalar
en algunas cortes anglosajonas que al estándar de prueba no se le debe dar interpretación alguna,
ya que el concepto se basta a sí mismo37. Sin embargo, variados han sido los esfuerzos por parte
de la doctrina, tanto nacional como comparada, por entregar directrices claras y precisas en
cuanto a la forma de entender y aplicar el estándar de la duda razonable, resultando de aquello
soluciones que proponen una reformulación del concepto con parámetros objetivos, y soluciones
que apuntan a una reinterpretación de la duda razonable, entregando fórmulas que permitan
salvar el concepto actual de duda razonable y adecuarlo a las exigencias de control que dispone
nuestro ordenamiento.
34
Accatino, D., Ob. Cit., p. 496.
35
Ídem, p. 498.
36
Prambs, C., El control del establecimiento de los hechos en las sentencias penales, Editorial Metropolitana,
Santiago (2005). P. 101.
37
Accatino, D., Ob. Cit., p. 492.
12
El profesor Jordi Ferrer ha tratado el tema con bastante detalle, sosteniendo que el
estándar de prueba del proceso penal debe basarse en parámetros objetivos que permitan su
control. De este modo, el profesor Ferrer ha señalado que el estándar de prueba debe “en primer
lugar, evitar vincular la prueba con las creencias, convicciones o dudas del sujeto decisor acerca
de los hechos”38, desligando de esta forma la subjetividad del estándar y permitiéndole
parámetros objetivos. Por otra parte, sostiene que “la formulación del estándar de prueba debe ser
suficientemente precisa para hacer posible el control intersubjetivo” 39, entregándole a la precisión
del estándar la función de permitir el control de las sentencias. Finalmente, el profesor Ferrer nos
entrega un modelo de estándar de prueba que ordena a la hipótesis de culpabilidad a cumplir con
dos condiciones para que pueda superar dicho estándar, las cuales son: “1.- La hipótesis debe ser
capaz de explicar los datos disponibles, integrándolos de forma coherente, y las predicciones de
nuevos datos que la hipótesis permita formular deben haber resultado confirmadas; 2.- deben
haberse refutado todas las demás hipótesis plausibles explicativas de los mismos datos que sean
compatibles con la inocencia del acusado, excluidas las meras hipótesis ad hoc”40 (aquellas que
permiten explicar a posteriori los elementos del juicio, como la hipótesis de la conspiración en
contra del acusado). El planteamiento de Jordi Ferrer tiene la ventaja de desligarse efectivamente
del carácter subjetivo de la duda razonable, pues centra la sentencia del juez en base exclusiva al
material probatorio del juicio, además de indicarle que debe dar cuenta de todas las hipótesis
plausibles que surjan a raíz de la prueba presentada. De esta forma es posible el control de la
sentencia por otros tribunales, pues no habría necesidad de indagar en la mente del juez y de por
qué llego a tal razonamiento.
Por otra parte, la profesora Marina Gascón Abellán señala que no se debe exacerbar la
importancia de los estándares de prueba, ya que lo realmente importante es la capacidad de cada
juez de valorar racionalmente la prueba41. Sin embargo, propone un estándar de prueba objetivo
basado en los grados de confirmación tanto de la hipótesis de culpabilidad como de la hipótesis
de inocencia, llegando a la conclusión que un estándar de prueba objetivo debe permitir la
condena sólo cuando la hipótesis de culpabilidad haya sido sólidamente confirmada y la hipótesis
de inocencia haya sido o débilmente confirmada o carezca de confirmación, lo que a nuestro
juicio equivaldría a decir que la prueba supere el estándar de prueba más allá de toda duda
razonable42.
38
Ferrer, J., Ob. Cit., p. 146.
39
Ídem.
40
Ibid., p. 147.
41
Gascón Abellán, M., Ob. Cit., p. 137.
42
Ibíd., pp. 136 – 137.
13
poniéndola en relación con los medios de prueba que ha de valorar el juez indicando en cada caso
cuáles han de ser los requisitos que éstos han de reunir para constituir prueba de cargo suficiente
para condenar”43.
Por otra parte, Horvitz y López sostienen que “la garantía procesal que asume enorme
significación en un sistema de libre valoración de la prueba es la que impone al tribunal el deber
de motivar su fallo, esto es, hacer que aquél justifique mediante argumentaciones racionales su
decisión sometiéndola a un control externo de verificación” 46. De esta forma, como señalábamos
anteriormente, la mejor forma de saber si se ha aplicado correctamente el estándar es a través de
la motivación de la sentencia.
Un detallado esquema de interpretación del estándar más allá de toda duda razonable es el
que nos ofrece la profesora Daniela Accatino. La profesora Accatino parte señalando en su
análisis que la primera tarea para lograr un estándar objetivo es evitar la interpretación
subjetivista, de modo que quede claro que al aplicar el aplicar la “duda razonable” no resulte en
una introspección del juzgador para obtener la sentencia. Enseguida indica que en el concepto de
duda razonable, lo “razonable” tiene un sentido normativo, en donde “lo relevante no sea la
presencia o ausencia subjetiva de dudas, sino la presencia o ausencia en el conjunto de elementos
de prueba disponibles de condiciones que justifican una duda”47, es decir, que la duda nazca
efectivamente a raíz de la evidencia disponible. De este modo, la profesora Accatino propone el
siguiente estándar de prueba para el proceso penal: “Nadie podrá ser condenado por delito si las
pruebas disponibles justifican alguna duda de que realmente se hubiere cometido el hecho
punible objeto de la acusación y de que en él hubiere correspondido al acusado una participación
culpable y penada por la ley”48. Esta reinterpretación tiene la ventaja de que integra, por una
parte, una exigencia elevada del estándar de prueba, que cumpliría con la voluntad política de
evitar los errores del tipo falso positivo. Por otra parte, es coherente con el hecho de que, en el
43
Fernandez, M., “La valoración de pruebas personales y el estándar de la duda razonable”, en Cuadernos
Electrónicos de Filosofía del Derecho 15 (2007), p. 3.
44
Núñez Vásquez, J. C., Ob. Cit., p. 327
45
Ídem.
46
Horvitz, M. y López, J., Ob. Cit., p. 335.
47
Accatino, D., Ob. Cit., p. 503.
48
Ibíd., p. 504.
14
proceso, no pueden lograrse certezas matemáticas o absolutas, pues deja el espacio abierto a
“alguna duda”, siempre y cuando esta duda sea producto del material probatorio disponible.
Esta amplia variedad de criterios interpretativos que nos ofrece la doctrina se vuelven, sin
embargo, letra muerta si no son los tribunales quienes, al momento de decidir sobre la
culpabilidad o inocencia de un imputado, apliquen estos criterios y no basten su argumentación
en la sola referencia al estándar, cosa que no sólo impide un control efectivo de la sentencia, sino
que además pareciera atisbar rasgos de la antigua interpretación subjetivista, en la que todo
quedaba en el fuero interno del juzgador.
15
CAPÍTULO II: EL ESTÁNDAR DE LA DUDA RAZONABLE EN LA
JURISPRUDENCIA. ANÁLISIS DE SENTENCIAS.
La elección de este tipo de sentencias se debe a que, a través de ellas, se puede observar
con detalle la distinta valoración que cada juez hace de la prueba dentro de un mismo tribunal.
Esto permite analizar la controversia que se produce en cada sentencia respecto a la suficiencia de
la prueba producida en juicio y los argumentos que tanto el voto de mayoría como el de minoría
esgrimen respecto a esto.
El siguiente paso en el trabajo con las sentencias consistió en el análisis general de cada
una de ellas. Esto permitiría seleccionar aquellas sentencias que resulten interesantes desde el
punto de vista de la suficiencia de la prueba, lo cual dio como resultado de la selección un total
de 10 sentencias, de distintos tribunales orales de Chile, y también distribuidos entre las distintas
zonas geográficas.
2.2.- SENTENCIA RUC N° 1100797065-1 RIT N° 34-2012, Arica; Robo con Intimidación.
En este caso, el Ministerio Público acusó al imputado de cometer un delito de robo con
intimidación en compañía de otro sujeto, los cuales amenazaron a la víctima para que esta le
entregue una mochila, la cual contenía un par de zapatillas deportivas. Luego, ambos sujetos
procedieron a huir del lugar en bicicleta, con el objeto robado. Estos hechos configurarían, para el
ente persecutor, el delito de robo con intimidación.
16
(bicarbonato de sodio), situación que habría gatillado que la víctima, al ser engañada, denunciara
este hecho como un robo con intimidación.
Del análisis que hace el Tribunal de la prueba se puede extraer, en primer lugar, un hecho
interesante en cuanto a la suficiencia de la prueba se refiere, pues el voto de mayoría opta por
condenar al imputado en base a la declaración de dos testigos que no observaron los hechos
directamente, sino que sólo se enteraron de estos por la declaración que les entregó la víctima. En
este sentido, el tribunal señala en el considerando decimotercero que “la prueba de la fiscalía
tanto la testimonial (sic), reúne las condiciones necesarias como para asignarles valor probatorio,
de modo que a partir de ellas poder formular inferencias, para establecer los hechos señalados en
el considerando anterior”, llegando a esa conclusión dado que, como señala el tribunal en el
mismo considerando “estiman estos sentenciadores que ambos testigos pudieron reproducir
cabalmente el relato del ofendido, en cuanto a los presupuestos fácticos de orden temporo-
espacial, permitiendo al Tribunal arribar a la convicción de los hechos acreditados en el motivo
duodécimo de este fallo”.
Sin embargo, el voto disidente expone la insuficiencia del material probatorio aportado
por la acusación pues, como señala en la redacción del voto en contra, el llamado “testigo de
oídas” (o hearsay) no reúne la suficiencia probatoria para alcanzar en los juzgadores la
convicción necesaria establecida por la ley, ya que “la percepción sensorial del testigo de oídas
no alcanza al hecho sucedido en sí mismo, que no presenció, sino al hecho de su afirmación o
narración por parte del testigo directo, en este caso la víctima. En el caso de ser aquél totalmente
veraz lo único que puede, por sí solo, acreditar es la realidad y certeza de aquella narración en
cuanto relato sucedido y realizado por alguien, no en cuanto al hecho mismo relatado, podemos
señalar que esta es una limitante epistémica de los testigos de oídas”. Por otra parte, el voto en
contra deja en manifiesto la insuficiencia de la prueba para arribar a una convicción más allá de
toda duda razonable, puesto que no existió en el juicio posibilidad alguna de refutación con los
dichos de los funcionarios, pues no se contó con la versión de la víctima en el tribunal. A mayor
abundamiento, no existirían en la especie otros testigos presenciales más allá de la víctima que
pudiesen corroborar sus dichos, por lo que los hechos que se discuten carecen de sustento
probatorio.
Por último, debemos señalar que el voto disidente se preocupa de dotar de contenido al
estándar de prueba, pues el tribunal expone que, para superar dicho estándar, la prueba debe ser
capaz de descartar otras hipótesis posibles de absolución. En el caso en comento, si bien el
tribunal descarta la hipótesis alternativa de la defensa, la acusación por su parte no es capaz de
desvirtuar la hipótesis negativa, o sea, que los hechos no ocurrieron, y como sobre la defensa
recae el estándar probatorio de la preponderancia de la prueba (señala el tribunal) se debe
absolver al acusado.
17
2.3.- SENTENCIA RUC N° 0900616224-7 RIT N° 56-2010, Calama; Robo con
Intimidación.
En esta sentencia, el Ministerio Público acusó al imputado de cometer dos delitos de robo
con intimidación junto a un compañero. En ambos delitos, la fiscalía señala que el modo de
operar de los individuos era que mientras uno amenazaba con arma blanca a la víctima, el otro
procedía a sustraer las pertenencias. De estas dos acusaciones, sólo una fue objeto de la prueba,
procediendo sin más a la absolución de la otra. En la acusación objeto de prueba, señala la
víctima que le sustrajeron un celular, una billetera y una mochila, luego ambos sujetos huyeron
del lugar. Este hecho configuraría el delito de robo con intimidación, según el Ministerio Público.
En el análisis que hace el tribunal, el voto de mayoría opta por condenar al imputado por
el delito que se le acusa, considerando para ello que los relatos de ambos testigos son
concordantes, y que la identificación del acusado por parte de la víctima en un 80% es suficiente
para superar la presunción de inocencia y condenar, más allá de toda duda razonable, al
imputado. Respecto al hecho de que en sus declaraciones, ambos testigos se contradicen en la
situación de quién extrajo los objetos, el tribunal señaló que si bien es cierto que existe una
contradicción en ese punto, no existen dudas respecto a que el imputado participó del hecho
delictual, independiente del rol que tuvo.
Por su parte, el disidente expuso en su voto que la prueba no fue suficiente para desvirtuar
el estándar de la duda razonable, pues en primer lugar sólo se cuenta con el testimonio de la
víctima y del carabinero, faltando a su juicio otras pruebas que corroboren lo dicho por estos
testigos, señalando que “los asertos de la víctima no fueron corroborados por alguna prueba
distinta a su propio relato, que lo dotara de elementos objetivos que dieran consistencia y
verosimilitud a su relato”. Además, insiste en el punto contradictorio, pues afecta la contradicción
a la credibilidad de la víctima, ya que no mantiene un relato constante en el tiempo. Por último,
genera dudas en el disidente el hecho de que la víctima conocía al imputado, por lo cual no era
necesario un reconocimiento fotográfico, el cual se realizó casi dos meses después. Según señala
el voto disidente, “si se conocía tempranamente la identidad del autor ¿era necesario un
18
reconocimiento fotográfico?, si acaso lo era ¿se justifica tanta demora?, tal vez la víctima no lo
dijo sino transcurrido ese tiempo… Si ese fuera el caso, ¿por qué no lo dijo?, tal vez porque no
tenía la certeza de su identidad”. Estas consideraciones impiden al juzgador arribar a una certeza
como la exige el código, por lo que debe absolver.
El voto disidente, además, parte explicando como éste entiende el estándar de la duda
razonable, señalando que “para lograr convicción se debe contar con un punto de partida, el cual
no será neutro, y que en nuestro derecho es el ya referido principio de inocencia” con lo cual dota
de contenido a la norma del art. 340, para luego señalar que “éste (el estándar de prueba)
constituye un criterio Intersubjetivo, que debe ponderarse sobre la base de la prueba producida en
juicio, considerando los elementos tanto subjetivos como objetivos que le entregan sustento”.
Llama la atención el hecho de que el juez manifiesta de qué forma va logrando su convicción. Sin
embargo, señala que el estándar de prueba sería un criterio intersubjetivo, lo cual si bien puede
ser cierto en la medida que, como señala, se analizan tanto elementos objetivos como subjetivos
en un juicio, no ofrece criterios para determinar objetivamente la suficiencia de la prueba. Esto
último tiene relevancia ya que si considerase al estándar de la duda razonable como un criterio
subjetivo, entonces está juzgando de acuerdo a su creencia intima sobre los hechos. De lo
contrario, sólo se está basando en la prueba aportada.
19
su señora guardaba para pagar sus estudios y una pesa para controlar su alimentación, ya que su
señora estaba embarazada.
La fiscalía, por su parte, presentó como como prueba de los hechos los testimonios de
cuatro policías de investigaciones. El primero de ellos (a cargo de la investigación) declaró que
llevaban el procedimiento desde un par de días atrás, identificando al imputado, conocido como
“el negro”, como aquel que realizaba acciones comúnmente ligadas al tráfico de drogas. Señaló
además que el día de los hechos detuvieron al sujeto en cuestión, el cual portaba papelillos que
contenían pasta base de cocaína y uno que contenía marihuana. Declaró también que procedieron
más tarde a registrar su domicilio, autorizados por el imputado, en donde encontraron 7 papelillos
con pasta base de cocaína, dinero en efectivo, y una balanza de precisión sin marcar. El siguiente
testigo declaró que tenía conocimiento de la investigación que se llevaba a cabo, pero que no
participó directamente. Sin embargo, el día de los hechos le correspondió realizar la fiscalización
de uno de los compradores, con lo cual encontró un papelillo contenedor de pasta base de
cocaína. Además, señaló que el mismo día tomó parte del registro de domicilio realizado al
acusado, y que al entrar vio una balanza con restos de una sustancia encima de ella, la que por el
olor identificó como cocaína, la cual incautó. Por otra parte, declaró que no recuerda si habían
otras personas en el lugar y que no se dejó registro del procedimiento cuando lo normal en este
tipo de casos es que se deje alguno. El tercer policía declaró que participó directamente del
procedimiento en el cuál se encargó de fiscalizar a uno de los compradores, encontrando en él un
papelillo que contenía pasta base de cocaína, al igual que los demás compradores fiscalizados.
Además, participó del registro del domicilio del imputado, encontrando la balanza antes
mencionada, la cual contenía restos de cocaína según las pruebas químicas. Sin embargo, no
recuerda que se haya dejado registro alguno del procedimiento. El cuarto policía señaló que
participó del procedimiento ese día, fiscalizando a uno de los compradores, al cual se le encontró
un papelillo con pasta base de cocaína, igual que los anteriores. Declaró además que participó
más tarde en el registro del domicilio del encartado, y realizó las pruebas químicas a las
sustancias encontradas en el lugar, sobre todo en la balanza, que contenía restos de cocaína base.
Sin embargo, señaló que no recuerda el color de la casa, y tampoco si habían otras personas en el
hogar. Por último, declaró que se fijó registro fotográfico de la evidencia en el lugar. El fiscal,
además de la testimonial, incorporó como prueba documentaria el documento de ingreso de la
droga incautada, emitido por el Servicio de Salud, informe de análisis de la droga emanado del
Laboratorio del Ambiente del Servicio de Salud, informes de pureza de la droga del Servicio de
Salud y un informe sobre el tráfico y los efectos de la cocaína en el organismo.
En el análisis que realiza el tribunal, éste decide condenar al imputado por el delito en
cuestión. Sin embargo, se puede observar que el tribunal no analiza cada medio de prueba por
separado dentro de su razonamiento, situación que es un imperante según el art. 341 d) en
relación con el art. 297 del CCP, además de que en doctrina se establece como requisito de
20
justificación de una condena, que el razonamiento del tribunal señale que cada hecho fue probado
por tales o cuales medios de prueba en particular, lo que se conoce como modelo analítico o
atomista de justificación.
En este juicio, la fiscalía acusó a dos sujetos del delito de violación a menor de 14 años, o
violación impropia. Según la acusación, entre los años 2005 y 2007 el primer sujeto, quien era
pareja de la madre de la víctima en aquel tiempo, habría violado a la víctima, de 9 años en ese
periodo de tiempo, en reiteradas ocasiones, siendo la última en enero de 2007. El segundo
imputado, que era menor de edad al tiempo de cometido el delito habría violado a la menor
reiteradamente en el periodo de tiempo comprendido entre 2006 y 2007, producto de lo cual la
menor quedó embarazada. Estos hechos calzan con el tipo penal de violación a menor de 14 años,
según el Ministerio Público.
La madre de la víctima, como primera testigo, señala que se enteró del embarazo de su
hija por medio de un aviso del colegio en el que estudiaba la víctima. Cuando le pregunta a su
hija por quién era el padre, ella le responde que no sabe si es Manuel (pareja de la madre) o Luis
(sobrino de la madre), pues había tenido relaciones con ambos. Luego señala que su hija le habría
dicho que Manuel la habría violado en varias oportunidades desde los 9 años aproximadamente,
pero que no le había dicho nada por miedo. Dice también que su hija le había dicho que tuvo
relaciones con Luis durante un tiempo. Señala la testigo que tiene mucha confianza con ambos
21
imputados, y que le cuesta creerle a su hija, pues ya le habría mentido antes. Finalmente señaló
que le había dicho en el colegio que su hija tenía comportamientos muy sexualizados, los cuales
realizaba junto a otros compañeros, como encerrarse en el baño de hombres o esconderse con
otros niños detrás del kiosco a realizar conductas de carácter sexual.
El siguiente testimonio fue el relato de la víctima, quien relató los hechos al tribunal,
señalando que tuvo relaciones sexuales con Luis, uno de los imputados, siendo la última a fines
de 2006 en casa de su abuelita, quedando embarazada, y que había tenido relaciones con él
anteriormente, dos o tres veces. Señala la menor la dinámica de las relaciones, donde Luis llegaba
donde ella, le bajaba los pantalones y le introducía el pene en su vagina. La menor también se
refiere a las violaciones sufridas por parte de Manuel, el otro imputado, señalando que mantuvo
relaciones con él desde los 9 años en distintas partes donde vivió. La menor relata uno de los
episodios de violación, donde dice que fue a dejarle el almuerzo a Manuel de parte de su mamá,
espero a que éste llegase para verificar que recibiera el almuerzo, y cuando llegó el imputado
procedió a tocarla y le introdujo el pene en la vagina. No quiso decir nada por miedo a la reacción
de Manuel. Sin embargo, le contó a su mamá cuando su embarazo era evidente. Por último, la
víctima dijo además que Manuel la habría violado al menos unas 7 veces, en las distintos
domicilios que habrían tenido.
También declaro la funcionaria policial a cargo del caso, quien señaló que la menor le
había dicho que mantuvo relaciones con Manuel varias veces, y después de la primera fue con su
consentimiento por miedo a lo que Manuel pudiese hacerle a su madre. Le dijo también que había
mantenido relaciones sexuales en varias oportunidades con Luis, con su consentimiento, pues
ambos se sentían atraídos desde hace un tiempo. Señala la testigo además que le tomó
declaración a la madre de la víctima, quien le dijo que cuando se enteró de los hechos hizo la
denuncia, sin embargo al preguntarle sobre quien la había violado, la víctima le dice que fue
Manuel, ante lo cual la madre no le cree e insta a la menor a que le diga la verdad, por lo que la
víctima le dice que no fue el imputado y que decía eso para alejarla de Manuel porque quería su
cariño para ella solamente. Al preguntarle la madre nuevamente sobre quien había sido el hechor,
la menor señala que tuvo relaciones con Luis y también con Manuel. La madre le pregunta a
Manuel sobre la verdad de los dichos de la hija, y este responde negando todo. Después de esto
confrontan ambos a la menor para que les diga la verdad, y esta señala que había tenido
relaciones con Luis. Continua la testigo diciendo que nota a la víctima nerviosa, sobre todo
cuando se le pregunta por Manuel y las relaciones con él, sospecha que la menor se sintió atraída
por el imputado en algún momento y por eso mantuvo relaciones con él, por lo que derivo a la
menor a la perito sicóloga de investigaciones, al ver el estado emocional en el que se encontraba
la menor.
22
daño asociado a la experiencia a la menor. Estos análisis arrojaron como resultado que la niña
posee una baja intencionalidad comunicativa, pues evita las miradas al tratar el tema, se pone
nerviosa y se demora en responder. Además, señala la perito que la víctima posee lo que ella
llama un “aplanamiento emocional”, pues relata los hechos vividos por ella de manera fría y
plana. Esto puede deberse, según la perito, a una especie de autoprotección de la menor frente a
los hechos ocurridos, de forma tal que se escuda en la indiferencia para que no le afecten. Por
otra parte, nota en la víctima sentimientos de culpa por los hechos, responsabilizándose de haber
tenido relaciones con la pareja de su madre, además de sentimientos de inferioridad y de falta de
protección. Respecto a la madre, la perito señala que observa en ella una falta de apego a su hija,
lo que se manifiesta en su incredulidad ante los dichos de la menor, además del hecho de que ella
le manifestara que no sabía qué hacer con su hija, que lo mejor era internarla en algún centro u
hogar de menores, pues sentía que cuando crezca no la iba a poder controlar. En cuanto a los
hechos, nota que la niña los relata con cierta cronicidad, puesto que cuenta cada suceso de forma
mecánica, repetitiva y homogénea. Esto, según la perito se debe a la reiteración de los actos
sexuales, lo cual produce que la menor los asuma con naturalidad, y se manifieste en las
conductas hipersexualizadas de la víctima, como cuando se encerraba con sus compañeros en el
baño de hombres.
El tribunal decidió, por unanimidad, condenar a Luis por el delito de violación impropia, y
por mayoría condenó a Manuel por el mismo delito. Dentro de la argumentación que hace el
tribunal respecto a su decisión, cabe mencionar en primer lugar que éste señala, para cada hecho
a probar, la o las pruebas por las que consideran que han sido probados tales hechos, adoptando el
modelo atomista de análisis de la prueba, tal como exige nuestro CPP y la doctrina. Esta situación
se puede observar claramente en los considerandos décimo cuarto a vigésimo tercero, donde el
tribunal aborda cada uno de los aspectos de la prueba rendida, relacionándola con los hechos que
forman parte de la acusación y de su participación, así como también se hace cargo, a través de
los medios de prueba ofrecidos, de las alegaciones efectuadas por la defensa, explicando en su
caso por qué las desecha.
23
información que permita estimar los dichos del declarante como producto de una historia
personal y vivida”. Según el voto de minoría, el testimonio de la menor estuvo carente de
elementos externos e internos propios de este tipo de delitos, que sustentaran su relato y le dieran
coherencia, pues sus testimonios “resultaron ser pobres, ausentes de referencias concretas y
excesivamente genéricas”. Advierte el disidente que no se exige un relato acabado, sino sólo que
“exponga de acuerdo a lo que se esperaría de una persona de su edad y condición”. Se puede
observar en este voto disidente un intento por objetivar un medio de prueba en particular, el cual
es el testimonio directo en los casos de delitos sexuales, y dotarlo de requisitos para que pueda
llegar a ser una prueba que supere el estándar de la duda razonable. Por último, el voto en contra
esboza el significado del estándar de prueba penal, al señalar que “La convicción o, lo que es lo
mismo, el convencimiento, como estado de certeza, implica un proceso de consolidación
subjetiva de una tesis planteada de manera tal que, argumentativamente, no resulte posible
entender otra forma de acaecer los hechos. No al menos de forma creíble y plausible” lo cual está
en armonía con lo que señala la doctrina respecto del estándar.
En esta sentencia, el Ministerio Público acusó a un sujeto por el delito de robo por
sorpresa ocurrido, según los hechos contenidos en la acusación, el 14 de febrero de 2010, donde
el acusado habría sustraído del bolsillo de la víctima una suma de dinero de $65.000, tras lo cual
huyó del lugar, siendo perseguido por la víctima, quien le perdió de vista al entrar a un local.
Estos hechos configuran, para la fiscalía el delito de robo por sorpresa.
Para la prueba de estos hechos, el órgano acusador presento como prueba los testimonios
de la víctima y de dos funcionarios de carabineros. Por su parte, la defensa presentó como prueba
el testimonio del acusado, de un funcionario de carabineros y prueba documentaria consistente en
un set de fotografías del lugar de los hechos y sus alrededores y un certificado suscrito por la
Dirección de Obras de la Municipalidad de Valparaíso.
Renunciando a su derecho a guardar silencio, el encartado declaró que el día de los hechos
se encontraba comiendo cuando funcionarios de carabineros le pidieron su carné, el cual se los
entregó. Luego procedieron a esposarlo y derivarlo a la comisaría, en donde le dijeron que estaba
siendo acusado de un robo. Posteriormente lo llevaron al patio del lugar y observó que detrás de
una persiana una persona lo estaba mirando. Señaló además que le encontraron $18.000, que era
el vuelto de la comida que se había servido. Este dinero, declaró que era producto del trabajo de
junior que realizaba en la empresa de su madre, la que le pasa $22.000 los fines de semana. Ese
día vestía zapatillas plomas, jeans, una polera negra mangas cortas y un polerón blanco con rayas
azules y rojas. Negó su participación en los hechos.
24
Declaró la víctima, señalando que el día de los hechos fue a Valparaíso a almorzar con su
esposa, y que cuando se dirigía a su auto un sujeto le introdujo una mano en su bolsillo y le
arrebató $65.000, tras lo cual sale en búsqueda del hechor, al que alcanza a visualizar su rostro,
ya que éste lo miro de reojo al ver que estaba siendo perseguido. Señala que lo perdió cuando se
metió al mercado. Luego se encontró con carabineros, a quienes les cuenta lo sucedido, y las
características del sujeto. Al cabo de una hora, carabineros lo llama informándole que habían
detenido al sujeto, por lo que se dirigió a la comisaría, en donde reconoció inmediatamente al tipo
que le había robado el dinero, pues su cara le había quedado grabada, aunque no lo vio con el
polerón con el que andaba. Reconoció además los billetes, pues tiene una forma particular de
doblarlos.
Declaró también el carabinero que recibió la denuncia, señalando que ese día se le acercó
la víctima, indicándole que había sido asaltado por un sujeto y que le entregó las características
de este. Después de encargar la búsqueda a todas las patrullas del sector, patrulló por el perímetro
sin obtener resultados. Sin embargo, recibe el aviso de que otros carabineros ubicaron a un sujeto
con las características entregadas que se encontraba a pocos metros del lugar del asalto, por lo
que llamó a la víctima para que vaya a realizar el reconocimiento. Señala que la víctima
reconoció de inmediato al sujeto como aquel que lo había asaltado en los dos reconocimientos
que se le hizo, pero que no estaba en ese momento con su polerón. Señala que no dejó constancia
de las personas que se le exhibieron a la víctima, y que tampoco se le exhibieron muestras
fotográficas. Por último, señala que la víctima reconoció los billetes como suyos.
25
reconocimiento no es suficiente para condenar al imputado según el estándar, pues este
reconocimiento se hizo fugazmente, en instancias que la víctima perseguía al hechor a una
distancia por lo demás considerable y que, como señaló la víctima, lo vio cuando el sujeto lo miró
de reojo, cuestión que, para el voto de minoría, sólo constituye una vista fugaz. Además, el
disidente argumenta su posición señalando que los relatos de los testigos en cuanto a la
vestimenta del hechor no son coincidentes, toda vez que mientras uno señala que al momento del
reconocimiento no tenía el polerón puesto, otro señala que sí lo tenía, además de no coincidir si
se trataba de un polerón totalmente blanco o si era blanco con azul.
Para la prueba de estos hechos, la fiscalía contó con los testimonios de los carabineros a
cargo de la operación, y se apoyó en prueba documentaria. Por su parte, la defensa no presentó
prueba, y el imputado hizo uso de su derecho a guardar silencio.
Declaró en el tribunal el primero de los funcionarios, quien narró los hechos, señalando
que ese día se encontraba junto a su compañero patrullando el sector donde ocurrieron los
hechos, cuando recibieron un llamado que les informó que en un block se encontraba un sujeto de
jockey azul y polerón oscuro vendiendo droga. Ante esto, ambos funcionarios se dirigieron al
lugar indicado, encontrándose en el lugar con el sujeto descrito, quién realizaba en ese momento
una transacción de droga con otro sujeto, siendo así ya que vieron un traspaso de manos, por lo
26
que procedieron a fiscalizar a ambos. Al revisar sus vestimentas, encontraron en un bolsillo del
acusado 35 papelillos con una sustancia color beige y en el otro bolsillo la suma de $8.500. Al ser
llevado a la unidad el funcionario del SIP les indicó que la sustancia arrojó positivo para pasta
base de cocaína. Señaló que no conocía al imputado, pero que no era del sector.
Finalmente declaró el funcionario a cargo de las pruebas de la droga, quien señaló que le
correspondió realizar las pruebas de campo a las sustancias encontradas, la que arrojó, de una
muestra, positivo para pasta base de cocaína. Señaló que llegó a sus manos la cantidad de 30
papelillos y se encargó de pesar la sustancia.
La discrepancia entre el voto de mayoría y el voto disidente se produce respecto del delito
cometido por el encartado, toda vez que al ser un delito flagrante, no queda dudas respecto de la
participación del encartado en los hechos. Sin embargo, para la mayoría del tribunal se trata de un
delito de microtráfico de drogas, mientras que para el disidente se trataría de una falta de
consumo personal. El voto de mayoría fundamenta su decisión en el hecho de que el imputado
portaba una cierta cantidad importante de papelillos y dinero. Por su parte, el voto en contra
señala que sólo las declaraciones de los carabineros no bastan, aún más cuando se contradicen
respecto de ciertos detalles y sobre todo cuando dejan entrever un dejo de prejuicio respecto al
imputado. Aún más, el voto disidente sostiene que la cantidad encontrada en el acusado no da
cuenta de que se trate de un traficante, ya que es común que los adictos transporten mucha droga,
independiente de la dosificación, y que el dinero precisamente le sirve para comprar droga, no
necesariamente debe ser producto de una venta. Por último, el voto en contra deja en claro que la
prueba de un hecho debe ser corroborada por varios medios de prueba, pues como señala, el
27
análisis de la prueba “se refiere a determinar si se superó el estándar probatorio exigido para dar
un hecho por probado, estimando que cualquier incriminación a un individuo exige o requiere
que ésta sea confirmada por otros medios probatorios, plurales, autónomos, y objetivos, pues es
la única forma de disminuir los riesgos de errores judiciales y conferir ciertos parámetros de
objetividad en la misma”.
El análisis del tribunal radica principalmente sobre el delito cometido por el encartado. Si
bien ha sido demostrada su participación en los hechos, no resulta a todas luces evidente que se
haya tratado del delito alegado por la fiscalía. En este sentido, resulta esencial la argumentación
del voto en contra, pues deja en claro que no es suficiente con el testimonio de los carabineros
probar que efectivamente se trataba de un delito de microtráfico. Además, no declaró el otro
sujeto con el que fue hallado el imputado, hecho que hubiese marcado la diferencia. En este
punto, ya no se trata sobre un tema de cantidad de prueba o calidad de esta, pues los testimonios
de los carabineros son concordes y complementarios, pero no sirven para probar si efectivamente
el sujeto vendía droga o la estaba recibiendo. Sobre esto hay una duda, y como imperativo de
nuestro estándar de prueba, ante la duda (que parece ser razonable) hay que absolver. Esta noción
de duda razonable, por último, es esbozada por el voto en contra, quien señala ciertos aspectos de
la prueba que pueden objetivar esta y reducir el riesgo de errores judicial, que es lo que se busca
cuando se habla de un estándar de prueba objetivo.
Para probar los hechos, el acusador contó con los testimonios de dos testigos presenciales
o directos, un funcionario de investigaciones, el padre de la víctima y la tanatóloga a cargo de la
autopsia. La defensa por su parte no presentó pruebas.
28
sujeto apodado el “pato del 38”. Señala que el testigo protegido declaró en su contra porque han
tenido problemas entre ellos por situaciones sentimentales, y que por eso quiso perjudicarlo.
Declaró en primer lugar el testigo reservado, quien dijo en juicio que el día de los hechos,
sintió unos disparos, por lo que salió en su auto a dar una vuelta por el sector para ver qué era lo
que sucedía. Señala que vio a dos sujetos corriendo desesperadamente y a un tercero detrás de
ellos, el cual señala que es el acusado. Sin embargo, sostiene que no vio al acusado con armas de
fuego, lo cual se contradice con lo que declaró ante el fiscal. Declara que sintió un par de
disparos más, pero que no sabía de quienes eran. También señala que vio a la víctima tirada en el
suelo sangrando, acompañada de dos sujetos. Por último, dice que la víctima y el acusado tenían
problemas por una mujer.
Luego declaró el otro testigo directo, quien señaló en juicio que el día de los hechos iba
junto a la víctima a la casa de otro amigo, cuando en el trayecto se encontraron con el encartado.
Manifiesta que en ese momento la víctima le dijo al imputado que cuando lo encuentre le iba a
pegar, luego el acusado siguió caminando. Sostiene que al volver caminando vieron un auto que
apagó las luces y sintieron un disparo, por lo que comenzaron a correr. Sin embargo, metros más
allá la víctima le señala que no puede seguir pues recibió un disparo. Desconoce quién disparó,
pues no vio hacia atrás mientras corría. Posteriormente, se dirigió a la casa de otro amigo para
pedir ayuda e ir en busca de la víctima, cuando otro sujeto disparó al hermano de su amigo.
Después de 5 minutos salieron de nuevo de la casa para auxiliar a la víctima, la cual ya se
encontraba muerta. Reconoció al imputado en la sala, y señaló que entre él y la víctima no había
buena relación, pero que no era por culpa de una mujer.
Declaro en el juicio el padre de la víctima, quien señalo que el día de los hechos,
acudieron hasta su casa para avisarle que su hijo había sido herido de bala. Declara que acudió al
lugar, en donde encontró a su hijo tirado en el piso, sangrando. Señala que el testigo protegido le
comentó en ese momento que sabía quién había sido, que era el imputado, lo cual manifestó de
inmediato a la policía. Sostiene que la víctima era un buen hijo, que no sabe por qué lo hicieron
eso, y que desconoce que tuviese problemas con alguien por su polola.
Expuso en juicio la médico del Servicio Médico Legal, explicando su informe de autopsia.
Señaló que la víctima murió producto del impacto de bala que recibió. Sostuvo además que fue
una muerte instantánea, por lo que aún con una rápida asistencia medica hubiese sido imposible
salvarle la vida. Dentro de su declaración mostró las fotos de la autopsia, donde se ve la herida de
bala. Señala que el impacto fue de izquierda a derecha, de atrás hacia adelante y de abajo hacia
arriba.
29
bala que salía por el otro lado. Señaló que en el lugar el padre de la víctima reconoció a su hijo y
que le dijo que se había enterado que el autor de los disparos era el encartado. Entrevistó al
testigo protegido en la Brigada, donde este le señaló que ese día se dirigía a la casa de su madre,
cuando de repente sintió un disparo y vio a dos jóvenes corriendo, luego vio a otro sujeto con un
revolver en la mano, quien efectuó un segundo disparo impactando en la víctima. Después de
unos segundos, vio pasar al hechor con el arma en la mano, en donde reconoció que era el
imputado. Luego vio a la víctima tirada en el suelo, sangrando. El detective continuo diciendo
que no fue hallado el imputado en su domicilio, y el padre dijo que no tenía idea donde estaba su
hijo. Finalmente, mediante interceptación telefónica, fue aprehendido por investigaciones cuando
se iba a reunir con su mamá.
En este análisis cobra relevancia un aspecto de la valoración de la prueba, que tiene que
ver con que el tribunal formará su convicción con la prueba rendida en juicio. En este sentido,
cabe señalar que el tribunal absuelve al imputado precisamente porque, de la prueba rendida en
juicio, no se pudo establecer más allá de toda duda razonable la participación del imputado. Por
otra parte, el disidente no argumenta bien por qué debería ser condenado el imputado, pues sólo
se basa en la poca fiabilidad de la prueba para atribuirle culpabilidad al encartado, sin realizar un
esfuerzo argumentativo que permita analizar de mejor forma cómo, para este, puede ser superado
el estándar de prueba establecido en nuestro código.
30
2.9.- SENTENCIA RUC N° 0900998879-0 RIT N° 246 – 2011, Rancagua; Fraude.
Para la prueba de estos hechos, la acusación presentó los testimonios de tres funcionarios
del casino y de una perito documental, y como prueba documentaria presentó los cupones
ganadores. Como otros medios de prueba presentó un video de vigilancia del recinto. Por su
parte, la defensa presentó como prueba las declaraciones de un funcionario de carabineros, de la
acompañante del encartado y de una perito documental. Como prueba documentaria, presentó
cinco cupones del mismo tipo que el dubitado.
Declaró la gerente del casino, quien señaló que ese día participó de la realización del
concurso, en el cual salen cinco ganadores, los cuales hacen girar una ruleta para determinar su
premio. Sostuvo que en el concurso interviene ella, un notario público, el gerente de marketing y
la encargada de sacar el cupón. El día de los hechos llegaron dos personas con el cupón ganador,
primero el acusado y después una señora, situación que nunca antes había ocurrido. Verificaron
por luz ultravioleta el sello de agua del cupón, pero ella advirtió que uno de ellos tenía una
impresión diferente. No estuvo presente en la revisión de la tómbola, pero señala que sólo había
un cupón con ese número.
Declaró un funcionario del local, quien dijo que se le informó de la existencia de un ticket
que parecía adulterado y el nombre de la persona que lo entregó, con lo que inició la revisión del
video de vigilancia de ese día. Vio al acusado en una máquina tragamonedas realizando acciones
sospechosas junto a su acompañante, y que estas acciones iniciaron cuando se anuncia al cupón
31
ganador. Al mostrarle el video, señaló que no se puede ver qué cosa manipuló el acusado, pero
que ejercía presión, como si se tratase de un timbre.
Expuso la perito documental, quien señaló haber realizado un peritaje a unos tickets del
casino Monticello. Explicó su método de peritaje, el que arrojó como resultado que si bien el
papel era el mismo, la impresión del número era distinta, pues no era la misma tinta, y el formato
era diferente al original. También se percató de que el diseño del número 1 era distinto al
original.
Declaró la pareja del acusado, quien señalo que ese día ingresaron al casino, se sentaron
en unas máquinas y ella sacó una hoja blanca con los números. Mientras esperaban el sorteo, se
pusieron a jugar en las máquinas. Señaló que ella iba al casino desde que se inauguró, y que en el
papel blanco lleva anotados los números de sus cupones en forma correlativa. Indicó que no
recuerda el número sorteado, pero que su pareja se dirigió hasta el bar con el cupón ganador.
Sostuvo que no andaba con algún timbre ni tampoco su pareja.
Finalmente declaró la perito de la defensa, quien señaló que el tipo de papel usado para
los cupones impide un secado rápido de la tinta, además de que es más fácil de que se corra.
La discrepancia entre los votos se produjo respecto de los hechos que son materia de la
acusación y respecto de la participación del acusado. Para el voto de mayoría –quien estuvo por
absolver- la prueba no resultó ser suficiente para acreditar ninguno de los dos aspectos, pues no
se pudo comprobar en primer lugar si el cupón era efectivamente falso, señalando al respecto que
el peritaje realizado “no fue de la entidad suficiente” para dar por probada la falsedad del cupón.
En este sentido, señala que faltaron pruebas fundamentales, como por ejemplo el testimonio del
encargado de la elaboración de los cupones. En segundo lugar, la prueba de cargo no logro
acreditar que efectivamente era el imputado quien presentó el cupón y no la otra persona
32
ganadora. Respecto a esto, señala que la única persona que señala al imputado como quien
entregó el cupón falso es la gerente, quien además, al recibir los cupones de ambos ganadores, los
entregó de inmediato a un tercero, por lo que no pudo observar con detenimiento las
características del cupón. Por su parte, el voto disidente argumentó su condena señalando que el
estándar de prueba en materia penal no es de certeza absoluta, por lo que no se puede exigir una
prueba indubitada de cada uno de los hechos. Señala respecto a esto que el video deja
suficientemente claro que el imputado realizó conductas destinadas a falsificar el boleto, por lo
que, siguiendo con su razonamiento sobre el estándar en materia penal, procede la condena del
sujeto.
Dentro del análisis de los argumentos, podemos señalar que el voto disidente acierta al
señalar que el estándar del art. 340 CPP no trata sobre una certeza absoluta. Sin embargo, el
conflicto se produce respecto a en qué medida una prueba, o el total de pruebas rendido en juicio,
puede superar la barrera del estándar. Sobre esto, basta decir que no se entregan parámetros
objetivos que nos permitan saber cuándo una prueba (o un conjunto) reviste las características de
dar por probado un hecho. Por último, cabe destacar la connotación subjetivista del estándar
presente en el voto de minoría, utilizando términos como “certeza” o “convicción”. Se puede
notar claramente este aspecto cuando el disidente señala que “El juez que suscribe el presente
voto de minoría, le creyó a la prueba de cargo…”.
Declaró la víctima, quien señaló que el día de los hechos iba a pie camino a la casa de una
amiga. Cuando llegó notó que no estaba, así que se devolvió. En el camino de vuelta el imputado
la detiene para preguntarle cómo llegar a Mulchén. Mientras respondía, el sujeto la golpeó en la
boca del estómago, dejándola inconsciente. Cuando despertó le faltaba toda la ropa de abajo, y su
polera y sostenes estaban a la altura del cuello, además de tener restos de semen. Cuando intentó
33
huir el encartado la agarró del pelo y del brazo y le dijo que la iba a matar, ante lo cual ella le
pidió que por favor no lo haga ya que tenía 3 hijos. Señaló que no hizo la denuncia de inmediato
pues sintió temor y vergüenza, por lo que se quedó una semana encerrada en su casa, y sólo
cuando le contó a una amiga fue cuando procedió a realizar la denuncia el 30 de marzo.
Declaró una de las peritos, especialista en práctica forense, quien señaló que la víctima le
relató lo sucedido. Indicó que ésta tenía una equimosis (hematoma) en la parte superior del
abdomen, de color violáceo. Señaló que tenía lesiones en la zona genital que, por sus
características, pueden haber sido producidas por fricción o roce un pene en erección o por dedos,
y que era menor a 10 días. Sostuvo además que se tomó una muestra vaginal para determinar
rastros de semen, la cual arrojó un resultado negativo. No habían otros rastros de lesiones en su
cuerpo.
Declaró el carabinero que recibió la denuncia. Sostuvo que la víctima, acompañada de una
amiga, llegó hasta la comisaría el día 30 de marzo, a denunciar los hechos que fueron relatados
anteriormente. Señala que llamó al fiscal de turno, quien lo derivó a la brigada de delitos sexuales
de la PDI.
34
En el análisis de los argumentos podemos observar que el conflicto se produce
principalmente por el valor probatorio que distintamente le dan la mayoría y el disidente a los
testimonios de los peritos y de la víctima. En este sentido, se puede observar que no se aportan
parámetros objetivos que determinen la suficiencia de los relatos en orden a constituir prueba
plena de los hechos. Tampoco se observa que el disidente o la mayoría valoren la prueba
siguiendo un patrón objetivo, situación que se observa principalmente al otorgarle distinto valor
probatorio a dos pruebas periciales. Por último, cabe destacar que el voto de mayoría, en la
redacción de la sentencia, va señalando para cada medio de prueba, el hecho que va quedando
probado (o no) y su razonamiento que lo indujo para considerarlo probado o no probado.
2.11.- SENTENCIA RUC N° 0700 214 623-6 RIT N° 31-2010, Valdivia; Robo con
intimidación.
Declaró la víctima, quien señaló que el día de los hechos, alrededor de las 19:00 hrs., se
dirigía a su casa con su bicicleta a su costado derecho, cuando fue empujada por un sujeto, el que
quería arrebatarle la bicicleta, por lo que se opuso y empezaron a forcejear. Recuerda que se puso
a gritar y que el sujeto la hacía callar, tras lo cual la zamarreó, le dio dos cachetadas y la tiró a la
calle, huyendo del lugar con la bicicleta. Señaló que se fue a su casa y no hizo la denuncia de
inmediato, pues a pesar de vio y reconoció al sujeto, tuvo miedo de denunciarlo. Sostuvo que
cinco días después, desde su ventana vio al mismo sujeto que estaba forcejeando con carabineros,
por lo que se acercó a uno de ellos para contarle sobre su robo. Señaló que era el mismo sujeto,
que andaba con los mismos pantalones, pero con una polera distinta. Reconoció al imputado en la
sala como aquél autor del delito.
Declaró una testigo presencial, quien señaló que el día de los hechos vio a una joven que
iba con su bicicleta cuando apareció por detrás un sujeto, quien la empujó y golpeó, mientras la
victima intentaba defenderse, para luego huir del lugar. Señaló que creía que se trataba de una
pelea de pololos. Describió al sujeto que había asaltado a la joven, concordando con la víctima.
35
Además, indicó que carabineros fue hasta su hogar para tomarle la declaración y observó
fotografías, en donde no pudo reconocer a nadie. A la víctima, sin embargo, la ubicaba de vista.
Declaró uno de los funcionarios de carabineros a cargo, quien manifestó que entrevistó a
la víctima, quien le señaló el asalto que había sufrido en los términos indicados anteriormente.
Además entrevistó a los testigos presenciales, uno de ellos fallecido. Sostuvo que ingresó al
domicilio del encartado, no encontrando ni la bicicleta ni las prendas de vestir referidas por la
víctima. Señaló además que le mostró a la ofendida un set de 6 fotografías, entre los cuales
reconoció el rostro del imputado como aquel que la había asaltado. Lo mismo hizo con la testigo
que depuso antes, quien le manifestó no reconocerlo al 100%.
Declaró, por parte de la defensa, un testigo que señaló que al tiempo de la ocurrencia de
los hechos tenía un local comercial cerca del sitio del suceso. Indicó que la víctima se le acercó
para contarle de su robo y del ofensor. Sostiene que es amigo del imputado y que juntos
acudieron a la casa de la víctima para aclarar la situación, pero no la encontraron. Señaló que
probablemente lo están confundiendo con otro sujeto, de similares características y mismo
nombre, que generalmente ronda por el lugar.
Finalmente declaró el imputado, quien indicó no tener participación en los hechos. Señaló
que lo están confundiendo con otro tipo que se llama igual que él y que posee rasgos similares,
que generalmente ronda por el sector. Sostuvo que trabaja en un aserradero de lunes a viernes e
incluso los sábados, por lo que al día de los hechos probablemente haya estado trabajando. Por
último, indicó que jamás lo llamaron a declarar en fiscalía ni ante carabineros y que tampoco
participó de alguna rueda de reconocimiento.
En cuanto a estándar de prueba se refiere, cabe destacar que el tribunal analiza la prueba
en su conjunto y con ello forma su convicción, situación que se puede ver en el considerando
sexto de la sentencia. El tribunal sostiene que ha formado su convicción sobre la ocurrencia de
tales hechos –los cuales narra- mediante tales medios de prueba, los cuales prosigue a detallar.
Un primer aspecto a valorar de la sentencia dice relación con el análisis de la prueba, la cual es
valorada individualmente, cuestión que la doctrina ha señalado como necesaria para un correcto
análisis de la prueba. En este sentido, el tribunal, luego de cada prueba arroja sus conclusiones,
señalando si la prueba presentada corrobora o desvirtúa la hipótesis de la acusación, permitiendo
así la comprensión del razonamiento alcanzado por el tribunal.
36
Sin embargo, el tribunal no dota de contenido al estándar, haciendo una mera referencia a
este, utilizándolo como justificador de la decisión que adoptan. Esto se puede ver claramente en
el considerando sexto parte final y considerando séptimo, donde el tribunal señala “Que los
hechos referidos en el motivo SEXTO precedente, y que se ha tenido por acreditado, lleva a estos
sentenciadores a concluir –más allá de toda duda razonable- que se ha configurado el delito de
robo con violencia (...)”, además de reiterar frases tales como “suficientemente establecida”
donde queda de manifiesto el carácter subjetivista que le dan al estándar de prueba.
Por otra parte, el voto disidente se hace cargo en cierta medida del estándar de prueba,
pues trata de dotarlo de algún contenido, el que si bien no es acorde a lo establecido en doctrina,
sin embargo demuestra un intento por objetivar el estándar, y no repetirlo de modo justificativo la
decisión tomada. En este sentido, el voto disidente sostiene que “el grado de confirmación de una
hipótesis, disminuye o aumenta dependiendo de ciertas variables: la cantidad y variedad de
pruebas que la corrobora, la calidad de las pruebas que la confirman, el grado de probabilidad
expresado por las máximas de la experiencia y el número de inferencias que deban establecerse
para llegar a establecerla”. Si bien el voto disidente no define al estándar de la duda razonable,
nos entrega ciertos parámetros que la prueba debe alcanzar para se deba condenar a un imputado.
Luego, nos señala que “los elementos de juicio expuesto permiten sostener que la hipótesis
acusatoria no se encuentra confirmada más allá de toda duda razonable, pues ella no explicar (sic)
los datos de convicción disponibles, integrándolos en forma coherente. Por otra, si bien la defensa
ha ofrecido prueba, no resulta suficiente para establecer sólidamente una hipótesis alternativa
pero tampoco ha resultado completamente refutada por la prueba de cargo, en orden a la posible
existencia de otro sujeto de similares características que el acusado. El estándar existente en
materia penal, exige un alto grado de corroboración de la hipótesis acusatoria, situación que en
este proceso penal no ocurre, ante lo cual es preciso – ante la duda razonable- absolver a un
posible culpable que condenar a un posible inocente”. Aquí se puede observar una connotación
subjetivista de lo que se entiende por duda razonable, pero es valorable la mención a que la
prueba no haya corroborado alguna de las hipótesis, cuestión que es fundamental en el marco de
un estándar de prueba objetivo, el cual es que la prueba corrobore completamente la hipótesis de
la acusación y que no sea capaz de explicar hipótesis alternativas.
37
CONCLUSIONES
38
argumentar sobre la convicción a la que arriban o no los sentenciadores. Esto es
evidente en varios pasajes de las sentencias en donde, para justificar la absolución
o la condena, los tribunales se limitaban a señalar que se ha cumplido con el
estándar de prueba.
39
Bibliografía
Taruffo, Michele. “Tres observaciones sobre „por qué el estándar de prueba subjetivo y
ambiguo no es un estándar‟ de Larry Laudan”, Doxa, N° 28, 2005, pp. 115-126.
40