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Soren Kierkegaard
La enfermedad mortal
Advertencia de Luarna Ediciones
www.luarna.com
PRÓLOGO
EXORDIO
PRIMERA PARTE
LIBRO PRIMERO
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
LA DESESPERACIÓN ES LA ENFERMEDAD
MORTAL
Esta idea de enfermedad mortal debe to-
marse en un sentido especial. Literalmente,
significa un mal cuyo término, cuya salida es la
muerte, y entonces sirve de sinónimo de una
enfermedad por la cual se muere, pero no es en
este sentido que se puede llamar así a la deses-
peración; pues, para el cristiano, la muerte mis-
ma es un pasaje a la vida. De este modo,
ningún mal físico es para él enfermedad mortal.
La muerte termina con las enfermedades, pero
no es en sí misma un término. Pero una enfer-
medad mortal, en sentido estricto, quiere decir
un mal que termina en la muerte, sin nada más
después de ella. Y esto genera la desesperación.
LIBRO SEGUNDO
LA UNIVERSALIDAD DE LA DESESPERA-
CIÓN
LIBRO TERCERO
PERSONIFICACIONES DE LA DESESPERA-
CIÓN
Capítulo I
DE LA DESESPERACIÓN CONSIDERADA
NO DESDE EL ÁNGULO DE LA CONCIEN-
CIA SINO ÚNICAMENTE SEGÚN LOS FAC-
TORES DE LA SÍNTESIS DEL YO
1) La desesperación de la infinitud o la
falta de finito
Capítulo II
LA DESESPERACIÓN VISTA EN RELACIÓN
A LA CATEGORÍA DE LA CONCIENCIA
1° DESESPERACIÓN DE LO TEMPORAL O
DE ALGO TEMPORAL
2° DESESPERACIÓN EN CUANTO A LO
ETERNO O DE SÍ MISMO
Si el yo desesperado es un yo activo, su
relación consigo mismo no es en el fondo más
que experimental, por grande y asombroso que
sea lo que emprenda y por tenaz que sea. No
reconociendo a ningún poder por encima de él,
carece interiormente de seriedad, o no puede
fabricar por obra de magia más que una apa-
riencia, cuando él mismo pone en sus experien-
cias todos sus más ambiciosas preocupaciones.
Esto no es más que una seriedad fraudulenta:
como el fuego robado por Prometeo a los dio-
ses... aquí se roba a Dios el pensamiento que
nos observa, y en ello está la seriedad; pero el
desesperado no hace más que mirarse, preten-
diendo conferir de este modo a sus empresas
un interés y un sentido infinitos, en tanto que
no es más que un hacedor de experiencias. Pues
sin llevar su desesperación hasta erigirse expe-
rimentalmente en Dios, ningún yo derivado
puede, mirándose, prestarse más de lo que po-
see; en última instancia, allí no hay nunca más
que el yo, incluso multiplicándolo, el yo ni más
ni menos. En este sentido, en su desesperado
esfuerzo por ser él mismo, el yo se hunde en su
contrario, hasta terminar por no ser más un yo.
En toda la dialéctica que encuadra su acción no
hay ningún punto fijo; lo que es el yo, en
ningún momento permanece constante, de una
eterna constancia. El poder que ejerce su forma
negativa desliga tanto como liga; cuando quie-
re, puede volver a partir del principio y cual-
quiera que sea la consecuencia que ponga en
perseguir un pensamiento, su acción siempre
continúa siendo una hipótesis. Lejos de lograr
ser cada vez más él mismo, por el contrario se
revela de más en más un yo hipotético. En él el
yo es amo, como se dice, absolutamente el amo,
y la desesperación es eso, pero al mismo tiempo
también lo que él considera su satisfacción, su
gozo. Pero un segundo examen os convence sin
esfuerzo que ese príncipe absoluto es un mo-
narca sin reino, quien, en el fondo, no gobierna
nada; su situación, su soberanía está sometida a
esta dialéctica: que en todo instante es legítimo
el motín. Al fin de cuentas, en efecto, todo de-
pende de la arbitrariedad del yo.
SEGUNDA PARTE
Desesperación y pecado
LIBRO CUARTO
LA DESESPERACIÓN ES EL PECADO
Capítulo I
LAS GRADUACIONES DE LA CONCIENCIA
DEL YO (LA CALIFICACIÓN ANTE DIOS)
APÉNDICE
LA DEFINICIÓN DEL PECADO IMPLICA LA
POSIBILIDAD DEL ESCÁNDALO; OBSER-
VACIÓN GENERAL SOBRE EL ESCÁNDALO
Capítulo II
Capítulo III
LIBRO QUINTO
Capítulo I
Capítulo III