Está en la página 1de 38

220 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS EL ESPÍRITU DA TESTIMONIO DEL ESPÍRITU 221

obediencia ha dejado de ser obediencia para transformarse clara el antiguo himno Veni creator Spiritus. La palabra
en libre inclinación; el ego y el super-ego se han unido. "espíritu" ha desaparecido casi por completo de nuestro
Ésta es la libertad de los hijos de Dios: libertad con res- lenguaje cotidiano y totalmente de nuestra terminología
pecto a la ley y, como a tal, también libertad que nos salva científica. La hemos sustituido por "razón". Pero la razón
de la condena al desespero. discute aquello mismo que ha recibido; analiza la vida, y a
Los que tienen el Espíritu no andan según la carne, menudo la mata. La razón misma no es vida, no tiene poder
sino según el Espíritu. La fuerza del deseo infinito y la creador. Pero el Espíritu tanto es poder como razón, unién-
ilimitada voluntad de poder se quiebran. No es que se ex- dolos y transcendiéndolos: es vida creadora. Ni el poder
tingan ; el hambre y la sed de vida permanecen. Pero cuan- solo, ni la razón sola, crean las obras de arte y de poesía,
do el Espíritu se nos hace presente, el deseo se transforma de filosofía y de política; es el Espíritu quien las crea indi-
en amor y la voluntad de poder en justicia. En el gran vidual y umversalmente, poderosas y a la vez llenas de ra-
capítulo sobre el amor de la primera carta a los corintios, zón. En todas las grandes obras humanas admiramos la
Pablo establece claramente que el amor es fruto del Espíritu, inagotable profundidad de su individual e incomparable ca-
y que sin Espíritu no hay amor. El amor no tiene nada que rácter, el poder de algo que sólo ocurre una vez y no puede
ver con la ley. Si nos lo prescriben, es que no existe. Tam- repetirse, pero que, no obstante, siglo tras siglo sigue siendo
poco tiene nada que ver con una emoción sentimental. Para visible y umversalmente accesible en todas las épocas.
el hombre natural, es un imposible; y es un éxtasis, cuando Ninguna argumentación racional puede darnos la cer-
aparece, como todos los dones del Espíritu. teza . Lo finito no puede argüir en pro de lo infinito;
Y finalmente, el Espíritu es vida. "El sentir de la carne no puede alcanzar a Dios y nunca puede alcanzar su
es muerte." Un hombre de nuestro tiempo ha descubierto propia eternidad. Pero existen dos certezas. Una reside en
la verdad de esta profunda aserción. Sigmund Freud ha toda alma que se conoce a sí misma. Es la certeza que la
visto que en la raíz de nuestros deseos infinitos yace el an- ley impone: ni la vida ni la muerte, ni el valor ni la huida,
helo de muerte. Al sentir la imposibilidad de llevar a cum- nos pueden liberar de la obligación de ser lo que hemos de
plimiento sus deseos, el hombre individual quiere liberarse ser, ni tampoco de la imposibilidad de lograrlo, conflicto
de ellos mediante su desaparición como hombre individual. éste que nos condena a la desesperación. Una eternidad de
La muerte es inevitable, pero al mismo tiempo la elegimos. desespero nos envuelve en cuanto cobramos conciencia de
No sólo hemos de morir: también queremos morir, "por- que no podemos eludir la ley. La otra certeza habita en los
que el sentir de la carne es muerte". que tienen el Espíritu; y éstos van más allá de su propia
"Pero —continúa diciendo Pablo— el sentir del espí- finitud: su eternidad es actual para ellos, aunque no pue-
ritu es vida." El Espíritu es vida, vida creadora, como de- dan suministrar pruebas arguméntales de ello. No se trata
222 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS EL ESPÍRITU DA TESTIMONIO DEL ESPÍRITU 223

de una vida futura después de la muerte; sino de la pre- Dios". Pablo reconoce el hecho de que habituahnente esta-
sencia convincente del Espíritu, que es vida, más allá de mos dominados por flaquezas que hacen imposible el cono-
la vida y de la muerte. cimiento experimental del Espíritu y la plegaria adecuada.
En la narración de Pentecostés, el espíritu de Cristo Pero también nos dice que en tales ocasiones no hemos de
manifiesta su poder creador en dos direcciones, la indivi- creer que el Espíritu esté lejos de nosotros. Está dentro
dual y la universal. Cada discípulo recibe la lengua de fue- de nosotros, aunque no lo experimentemos. Los suspiros
go, que es el nuevo Espíritu creador. Miembros de todas que exhalamos en la profundidad de nuestra alma y que
las naciones, separados por sus diferentes idiomas, se com- no podemos articular, los recoge Dios como la obra del Es-
prenden ahora mutuamente en este Nuevo Espíritu, que píritu en nosotros. Al hombre que anhela a Dios, y no pue-
crea una paz nueva, la paz de la Iglesia, encima de la divi- de encontrarlo; al hombre que quiere ser reconocido por
sión de Babel. Pero además, para Pablo, el Espíritu es vida Dios, y ni siquiera puede creer que Dios exista; al hombre
eterna. Resulta obvio que la certeza de ser hijos de Dios, que se esfuerza por descubrir un sentido nuevo e imperece-
de estar unidos al significado eterno de nuestra vida, o es dero de su vida, y no lo logra —a ese hombre habla Pablo.
eterna ella misma, o no es nada. No existe ningún argu- Todos nosotros somos ese hombre. Precisamente en esta
mento racional que demuestre la inmortalidad de nuestra situación, cuando el Espíritu está lejos de nuestra concien-
alma. Ahora y aquí estamos cercados por el desespero sin cia, cuando somos incapaces de orar o de descubrir ningún
fin que nos acarrea la ley. Pero también ahora y aquí esta- sentido a la vida, el Espíritu está trabajando silenciosamen-
mos rodeados por la eterna e inagotable vida creada por el te en lo más profundo de nuestra alma. En el momento en
Espíritu que da testimonio del hecho de nuestra filiación que nos sentimos separados de Dios, en que nuestra vida
dmn-a. carece de sentido, y en que estamos condenados a la deses-
Pero alguien puede decir: "Yo no he recibido ese tes- peración, en este momento no estamos solos. El Espíritu,
timonio. No he conocido experimentalmente ese Espíritu de que suspira y anhela en nosotros y con nosotros, es el que
que habla Pablo. En ese sentido, no soy cristiano". Oigamos asume nuestra representación. Y así manifiesta lo que real-
la respuesta del apóstol. Quizá son las más enigmáticas mente somos. Si todo esto nosotros podemos sentirlo, con-
y misteriosas de todas sus palabras: "Asimismo, tam- tra todo sentimiento; si podemos creerlo, contra toda
bién el Espíritu toma a su cargo nuestra debilidad: pues creencia; si podemos conocerlo, contra todo conocimiento;
no sabemos qué es lo que hemos de pedir justamente, pero entonces nosotros, al igual que Pablo, ya lo poseemos todo.
el mismo Espíritu intercede con gemidos indecibles: y Los que no viven esta experiencia, no poseen nada. A pesar
Aquel que penetra los corazones sabe cuál es el deseo del de la intrepidez de su fe y de la profundidad de su misti-
Espíritu, porque intercede por los santos conforme a cismo, Pablo es plenamente humano y realista —y se halla
224 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS

más cerca de los débiles que de los fuertes. Sabe que noso-
tros, con todas las demás criaturas, vivimos en estado de
expectación, anhelando y sufriendo con los animales y las
flores, con los océanos y los vientos. El callado lamento de
esas otras criaturas es el eco del silencioso anhelo del alma
humana. Pablo sabe que lo que hemos de ser, aún no ha
aparecido. Y sin embargo ha escrito esa triunfal y arreba-
tada carta sobre el Espíritu y la Vida. Ciertamente no fue
su espíritu quien le inspiró esas palabras, sino el Espíritu
que atestiguó a su espíritu —y que asimismo atestigua a
cada uno de nuestros espíritus— que nosotros somos hijos
de Dios.

"TÚ ERES EL CRISTO"

15.
Y se fue Jesús con sus discípulos por las aldeas de Ce-
sárea de Filipo, y, por el camino, preguntó o sus discípulos:
¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos le dijeron:
Juan el Bautista; otros, Elias, y otros, uno de los profetas,
y Él les preguntó: Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Pedro contestó: Tú eres el Cristo. Él les conminó a que no
hablaran de él a nadie. Y empezó a enseñarles que el Hijo
del Hombre debía sufrir mucho y ser expulsado por los
ancianos y los príncipes y los sabios, que le matarían y a
los tres días resucitaría; y todo esto se lo decía claramen-
te. Pedro, tomándole aparte, empezó a reprenderle. Pero él,
volviéndose a mirar a sus discípulos, reprendió a Pedro di-
ciéndole: ¡Quédate detrás de mí, Satanás!, que no piensas
en lo de Dios, sino en lo de los hombres.
MARCOS 8, 27-33

Este texto es el centro del evangelio de Marcos. Y en


él encontramos el corazón del mensaje cristiano. El men-
saje es infinitamente simple, aunque rico y profundo, y se
resume en cuatro palabras: " T ú eres el Cristo". Medite-
mos acerca de este mensaje a la luz de nuestro texto, que
es el verdadero comienzo de la pasión y muerte del Señor.
Entonces Jesús y sus discípulos se fueron hacia las al-
deas de Cesárea de Filipo por un camino que transcurría
entre aldeas sin importancia, y en un tiempo que parece
228 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS "TÜ ERES EL CRISTO' 229

impreciso —"entonces". Sin embargo, en ese camino acon- mo, todavía existe gente así. Para ellos, Jesús sigue siendo
tece el hecho más importante de la historia humana. El más el precursor. El mundo nuevo y aquel que lo ha de traer,
importante no sólo desde el punto de vista del creyente, sino todavía están por llegar. La justicia y la paz aún no han
también del observador de la historia del mundo, por indi- inaugurado su reinado. El mundo nuevo quizás esté ya al
ferente que sea. Y ese impreciso "entonces" señala el más alcance de la mano o quizás esté muy lejos aún de nosotros.
preciso y decisivo momento de la experiencia de la huma- En todo caso, todavía no ha aparecido. Éste es el estado
nidad, el momento en que un hombre se atreve a decir a de conciencia que caracteriza al pueblo judío y el que le im-
otro hombre: "Tú eres el Cristo". pide hacerse cristiano. También es el estado de conciencia
En el camino, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Quién de grandes sectores de la cristiandad actual, que les lleva a
dice la gente que soy yo?". "Juan el Bautista —le respon- aguardar y a trabajar por un mundo de paz y de justicia,
dieron—, aunque algunos dicen que eres Elias, y otros, constantemente prestos a recomenzar de nuevo tras las
uno de los profetas". ¿Por qué le dieron esos títulos que constantes decepciones. Si Jesús nos preguntara hoy:
lo elevaban por encima de los demás seres humanos? Por- "¿Quién dice la gente que soy yo?", nuestra respuesta
que esperaban algo extraordinario: el advenimiento, en un sería seguramente la misma que le dieron sus primeros dis-
futuro próximo, de un nuevo orden mundial. Todas las ge- cípulos : que era uno de los precursores, quizás el más im-
neraciones humanas han esperado en vano esa nueva era portante de todos, pero no probablemente el último; un
del mundo en la que la justicia y la paz reinaran en la tie- precursor y un profeta, pero no el que consuma todas las
rra. La gente creía que aquella generación sería testigo del cosas. El reino de la justicia y de la paz, el mundo nuevo,
gran advenimiento. Pero para anunciarlo y preparar a las aún no ha llegado.
gentes tenían que aparecer antes unos precursores. Quizás Y entonces Jesús les preguntó: "Y vosotros, ¿quién
Elias descendería del cielo, adonde había sido arrebatado; decís que soy yo?". Ésta es la pregunta con la que se em-
quizá Jeremías resurgiría de entre los muertos; o quizás frenta cada cristiano en cada generación. Ésta es la pre-
aparecería algún otro profeta; incluso podía ocurrir que gunta con la que también se enfrenta la Iglesia como un
Juan el Bautista volviera de la tumba. Sentían que algo todo, porque la Iglesia está edificada sobre la respuesta
misterioso se ocultaba tras la figura de aquel Rabino que dada a esta pregunta, sobre la respuesta de Pedro: " T ú
enseñaba y curaba. Pensaban que quizás era la máscara de eres el Cristo". Pedro no añadió simplemente un nombre
alguno de los precursores que habían de venir a preparar más elevado a los nombres que la gente ya atribuía a Jesús.
el nuevo y definitivo período de la historia. Todo esto los Pedro dijo: " T ú eres el Cristo", y con estas palabras ex-
discípulos lo oían decir a la gente. presaba algo que era completamente distinto de lo que la
Aunque hayan transcurrido dos mil años de cristianis- gente había dicho. Negaba que Jesús fuese un precursor;
230 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS "TO ERES EL CRISTO' 231

negaba que tuvieran que esperar algún otro, Afirmaba que prenderle. Puesto que Cristo no es ni el "rey de la paz",
la figura decisiva de la historia había aparecido, y que el caudillo político que todos los pueblos de todas las épocas
Cristo, el portador de la buena nueva, era aquel hombre, históricas han esperado y que aún hoy día esperamos con
Jesús, que caminaba a su lado por una senda polvorienta el mismo ardiente anhelo, ni es tampoco el celestial "rey
del norte de Palestina. de la gloria", que muchos visionarios de aquel entonces
¿Podemos entender aún el sentido de la afirmación de aguardaban y que aún en la actualidad seguimos aguardan-
Pedro? Nos resulta difícil, porque la palabra "Cristo" se do. Su misterio es más profundo y no puede expresarse
ha convertido en el segundo nombre de Jesús. Pero cuando con nombres tradicionales. Únicamente pueden revelarlo
Pedro llamó Cristo a Jesús, la palabra "Cristo" era toda- los acontecimientos que habían de seguir a la confesión de
vía un título vocacional. Esta palabra designaba al que Pedro: el sufrimiento, la muerte y la resurrección. Si Je-
había de aportar la liberación de Israel, la victoria de Dios
sús apareciera ahora de nuevo, quizá también prohibiría a
sobre las naciones, la transformación del corazón humano
los ministros de la Iglesia cristiana que hablasen de Él
y el establecimiento del reino mesiánico de la paz y de la
durante mucho tiempo. "Les conminó a que no hablaran
justicia. A través de Cristo, la historia llegaría a la consu-
de Él a nadie". Nuestras Iglesias hablan de Él día tras
mación. Dios volvería a ser el Señor de la humanidad, y
día, domingo tras domingo, algunas, en términos de un rey
la tierra se transformaría en un lugar de bendiciones. Todo
de la paz de carácter político, otras, como si fuera el rey de
esto implicaban las palabras de Pedro: " T ú eres el Cristo".
la gloria descendido del cielo. Le llaman Jesucristo, olvi-
La grandeza y la tragedia del momento en que Pedro
dando y haciéndonos olvidar que eso significa decir: Jesús
pronunció estas palabras se manifiestan en la reacción de
Jesús: les prohibió que hablaran de Él a nadie. El carác- es el Cristo. El hecho más increíble y humanamente más
ter mesiánico de Jesús era un misterio. No tenía el mismo imposible —que un rabino judío errante sea el Cristo— se ha
significado para É.1 que para el pueblo. Si la gente hubiera convertido en la cosa más natural para nosotros. Recordemos
oído que Él se llamaba, a sí mismo, el Cristo, habrían espe- al menos, y hagamos que nuestra gente recuerde que Jesu-
rado que se manifestase o como un gran jefe político o como cristo significa: Jesús, de quien se dice que es el Cristo.
una figura divina descendida del cielo. Pero Jesús no creía Preguntémonos de vez en cuando a nosotros mismos y
que una acción política, como la liberación de Israel y el preguntemos a los demás si podemos estar enteramente de
hundimiento del Imperio romano, pudiera crear una nueva acuerdo con la arrebatada exclamación de Pedro, si tam-
realidad en la tierra. Y tampoco podía decir de sí mismo bién a nosotros nos abruma el misterio de ese Hombre.
que era el Cristo venido del cielo sin aparecer como blas- Y si no podemos responder afirmativamente, ¿acaso no
femo ante aquellos que, necesariamente, no podían com- deberíamos quedarnos por lo menos silenciosos para respe-
232 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS "TÜ ERES EL CRISTO" 233

tar el misterio de sus palabras, en vez de destruir su sen- Pedro, tomándole aparte, empezó a reprenderle por Sus
tido con nuestro habitual parloteo? palabras. Pero Jesús, volviéndose a mirar a sus discípulos,
Y Jesús empezó a enseñarles que el Hijo del Hombre reprendió a Pedro diciéndole: " ¡ Quédate detrás de mi, Sa-
debía sufrir mucho, debía ser rechazado por los ancianos, tanás !, que tu sentir no es de Dios, sino de los hombres".
los príncipes de los sacerdotes y los escribas, debía morir En tiempos de Jesús, nadie habría dudado de que Dios
y resucitar luego al tercer día. Habló de todo esto con abso- envía sufrimiento y martirio incluso a los justos. El Anti-
luta franqueza. En el momento en que Pedro le llamó el guo Testamento así lo acredita en cada una de sus páginas.
Cristo, Jesús profetizó Su sufrimiento y Su muerte: co- No es, pues, este misterio de dolor lo que ha convertido la
menzó a revelar el misterio de Su destino mesiánico. Y eso historia de la Pasión en la parte más importante de todo el
era todo lo contrario de lo que la gente esperaba, de lo que evangelio. No es, pues, el valor del sufrimiento y el de una
los visionarios soñaban y de lo que los discípulos aguarda- muerte heroica lo que ha dado a la imagen del Crucificado
ban. Iba a ser rechazado por las autoridades políticas de su extraordinario influjo. En la historia humana, se han
la nación cuyo rey se suponía que sería el Cristo. Iba a ser dado muchos otros ejemplos de sufrimiento creador y de
repudiado por las autoridades religiosas de un pueblo ele- muerte heroica. Pero ninguno de ellos puede compararse
gido cuyo guía se suponía que llegaría a ser el Cristo. Iba con la escena de la muerte de Jesús. Algo único aconteció
a ser recusado por las autoridades culturales de aquella en Su sufrimiento y en Su muerte. Fueron, y siguen sien-
tradición a la que se suponía que sobrepujaría todas las do, un misterio divino, humanamente ininteligible, pero di-
tradiciones paganas por medio del Cristo. Él iba a sufrir vinamente necesario. Por eso, cuando Pedro, en la desazo-
—precisamente Él, de quien se esperaba la transformación nada angustia de su doliente amor, trató de impedirle que
de todos los sufrimientos en beatitud. Él iba a morir —pre- fuera a Jerusalén, Jesús consideró aquella súplica como
cisamente Él, de quien se suponía que aparecería revestido una tentación satánica. Atenderla, hubiera destruido Su ca-
de gloria divina. Jesús no negó su vocación mesiánica. En rácter mesiánico. Siendo el Cristo, tenía que sufrir y mo-
las simbólicas palabras acerca de su "resurrección al tercer rir. El Cristo real no era el Cristo de poder y de gloria.
día", Jesús indicó que si le repudiaban y le ajusticiaban, El Cristo tenía que sufrir y morir porque siempre que
eso no sería ninguna derrota, sino el camino necesario para lo divino aparece en toda su profundidad, los hombres no
llegar a ser el Cristo. Él iba a ser el Cristo, pero única- pueden soportarlo. Es preciso que los poderes políticos, las
mente como un Cristo que sufre y muere. Sólo así, Él es el autoridades religiosas y los adelantados de la tradición cul-
Cristo o, como se llamaba a sí mismo aún más misteriosa- tural lo arrojen lejos de su presencia. En la imagen del
mente, el Hijo del Hombre. Crucificado, vemos el repudio que la humanidad inflije a
234 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS "TÜ ERES EL CRISTO" 235

lo divino. Y en ella vemos también que, por ese repudio, pequefieció en Cristo por nosotros. Al hacerlo así, respetó
no los más bajos, sino los más altos representantes de la nuestra libertad y nuestra humanidad. Nos mostró Su cora-
humanidad son juzgados. Siempre que lo divino aparece, zón, para que así pudieran ser ganados nuestros corazones.
su presencia constituye un ataque radical a todo lo que es Cuando vemos la miseria, las maldades y los pecados
bueno para el hombre, y por consiguiente el hombre debe de nuestro mundo, especialmente en estos días que parecen
rechazarlo, debe expulsarlo, debe crucificarlo. Siempre que señalar el fin de una época, anhelamos una intervención
lo divino se manifiesta como la nueva realidad, los repre- divina para que el mundo y sus diabólicos gobernantes pue-
sentantes de la vieja realidad deben repudiarlo. Porque lo dan ser vencidos. Anhelamos un rey de paz dentro de la
divino no complementa lo humano, sino que se le enfrenta. historia, o un rey de gloria por encima de la historia. An-
Por eso lo humano debe defenderse contra lo divino, recha- helamos un Cristo de poder. Pero si Él viniera a transfor-
marnos y a transformar nuestro mundo, tendríamos que
zándolo e intentando destruirlo.
pagarle el único precio que no podemos pagar: tendríamos
Pero en cuanto lo hemos rechazado, lo divino carga
que perder nuestra libertad, nuestra humanidad y nuestra
sobre sí nuestro repudio. Acepta que le crucifiquemos, que
dignidad espiritual. Quizá seríamos más felices; pero tam-
le arrojemos fuera, que nos defendamos contra él. Acepta
bién nuestra bajeza sería entonces mayor que ahora, a pesar
que nos neguemos a aceptarlo —y así es como nos con-
de nuestra actual miseria, lucha y desesperación. Porque
quista. Éste es el punto central del misterio de Cristo. Ima-
nos pareceríamos mucho más a una suerte de animales ven-
ginémonos a un Cristo que no hubiese muerto y que hubie- turosos que a hombres creados a imagen de Dios. Los que
se llegado rodeado de gloria para imponernos Su poder, Su sueñan con una vida mejor, de la que tratan de eliminar a
sabiduría, Su moralidad y Su piedad. A buen seguro que la Cruz como camino, y los que esperan a un Cristo, aun-
semejante Cristo habría podido vencer nuestra resistencia que tratando de excluir al Crucificado, no conocen absolu-
por Su fuerza, por Su maravillosa autoridad, por Su infa- tamente nada del misterio de Dios y del hombre.
lible sabiduría y por Su irresistible perfección. Pero no Hay quienes consideran a Jesús como un mero precur-
habría podido conquistar nuestro corazón. Habría aporta- sor. Hay quienes esperan a otros enviados provistos de un
do una nueva ley, y nos la habría impuesto gracias a Su mayor poder para transformar el mundo, o de una mayor
poderosísima y perfectísima personalidad. Su poder, empe- sabiduría para cambiar nuestros corazones. Pero, por gran-
ro, habría destruido nuestra libertad; Su gloria nos abru- de que fuera su poder y su sabiduría, ninguno podría reve-
maría como un sol ardiente y cegador; toda nuestra huma- larnos con mayor plenitud el corazón de Dios y el corazón
nidad sería engullida por Su divinidad. Una de las más de los hombres de como ya lo hizo el Crucificado. Esas
profundas intuiciones de Lutero fue la de que Dios se era- cosas ya nos fueron reveladas de una vez para siempre.
236 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS

"Todo está consumado". Ante la faz del Crucificado, todos


los "más" y todos los "menos", todos los progresos y
todas las aproximaciones carecen de sentido. Por consi-
guiente, de Él sólo podemos decir: Es la nueva realidad; es
la consumación de todo; es el Mesías. Y al Crucificado sólo
podemos decirle: " T u eres el Cristo".

ESPERAR
Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor más que el centinela la aurora.
Sí, más que el centinela la aurora.
Espere Israel en el Señor:
porque del Señor viene la misericordia y la redención copiosa.
SALMO 130, 5-7

Por esperanza hemos sido salvados: pero una esperanza


que ve, no es esperanza: pues lo que tino ve, ¿cómo lo espe-
rará? Y si esperamos algo que no vemos, esperémoslo con
paciencia.
ROMANOS 8, 24-25

Ambos Testamentos, tanto el Antiguo como el Nuevo,


describen nuestra existencia en relación con Dios como una
relación de espera. En el salmista la espera es ansiosa; en
el apóstol, paciente. Esperar significa no tener y tener al
mismo tiempo. Pues, no tenemos lo que esperamos; o,
como dice el apóstol, si esperamos lo que no vemos, enton-
ces lo esperamos. La condición de la relación del hombre
con Dios es ante todo un no tener, no ver, no conocer y
no comprender. Una religión que olvide esto, por muy con-
templativa, activa o razonable que sea, sustituye a Dios
por su propia creación de una imagen de Dios. Nuestra
240 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS ESPERAR 241

vida religiosa se caracteriza sobre todo por esa especie de tenemos que esperar en Él del modo más absoluto y radical.
invenciones. Pienso ahora en el teólogo que no espera a Dios sólo es Dios para nosotros, en la medida en que no
Dios, porque ya lo posee encerrado en una doctrina. Pien- lo poseemos. I£l salmista dice que todo su ser espera en el
so en el estudioso de la Biblia que no espera a Dios, porque Señor, y nos da a entender que este esperar en Dios no es
lo posee encerrado en un libro. Pienso en el hombre de una mera parte de nuestra relación con Él, sino más exac-
Iglesia que no espera a Dios, porque lo posee encerrado en tamente aquello que la condiciona en tanto que relación
una institución. Pienso en el creyente que no espera a Dios, total. Tenemos a Dios, gracias a no tenerlo.
porque lo posee encerrado en su propia existencia. No re- Ahora bien, aunque esperar es no tener, también es
sulta fácil predicar domingo tras domingo, y no conven- tener. I-Cl hecho de que esperamos algo, revela que de algún
cernos a nosotros mismos y a los demás, de que tenemos a modo ya lo poseemos. La espera anticipa lo que todavía no
Dios y podemos disponer de Él. No resulta fácil proclamar es real. Si esperamos con esperanza y paciencia, el poder
a Dios a los niños y a los paganos, a los escépticos y a los de lo que esperamos ya es efectivo en nosotros. Quien es-
laicistas, y al mismo tiempo hacerles ver claramente que pera de esta profunda manera, no está lejos de aquello que
tampoco nosotros poseemos a Dios, que también nosotros espera. Quien espera con absoluta autenticidad, ya está po-
Le esperamos. Estoy convencido de que gran parte de la seído por aquello que espera. Quien espera con paciencia,
rebelión contra el cristianismo se debe a la manifiesta o ya ha recibido el poder de aquello que espera. Quien espe-
velada pretensión de los cristianos de poseer a Dios y, por ra apasionadamente, ya es, en sí mismo, un poder activo,
consiguiente, a su pérdida de ese elemento de la esperanza, el mayor poder de transformación que puede darse en la
tan decisiva en los profetas y en los apóstoles. No nos enga- vida personal e histórica. Somos más fuertes cuando espe-
ñemos pensando que, porque hablaban de esperar, se limi- ramos que cuando poseemos. Cuando poseemos a Dios, lo
taban a esperar el final, el juicio y la consumación de todas reducimos a esa pequenez que llegamos a conocer y a com-
las cosas, y no al Dios que ha de llevar a término este final. prender de Él y que convertimos en un ídolo. Sólo adoran-
No poseían a Dios; Lo esperaban. Porque ¿ cómo podemos do a un ídolo, puede alguien creer que posee a Dios. Y exis-
poseer a Dios? ¿Acaso Dios es una cosa que podamos asir te mucha idolatría así, entre cristianos.
y conocer entre las demás cosas? ¿Acaso Dios es menos Pero si sabemos que no le conocemos y si esperamos
que una persona humana? Cuando se trata de una persona que se nos dé a conocer, entonces es que de hecho ya sabe-
humana, siempre hemos de esperar. Incluso en la comunión mos algo de Él, entonces es que Él ya nos ha asido, nos
más íntima entre seres humanos, siempre existe cierto no conoce y nos posee. Precisamente entonces es cuando somos
tener y no conocer, cierto elemento de espera. Y puesto creyentes en nuestra incredulidad, y cuando somos acepta-
que Dios es infinitamente secreto, libre e inconmensurable, dos por Él a pesar de hallarnos tan separados de Él.
242 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS

No olvidemos, sin embargo, que esperar supone una


tensión tremenda. Excluye toda complacencia nuestra en
no poseer nada, toda indiferencia o cínico desprecio por
aquellos que poseen algo, y exige indulgencia para los que
dudan y desesperan. No convirtamos nuestro orgullo de no
poseer nada, en una nueva posesión. Ésta es una de las
mayores tentaciones de nuestro tiempo, ya que nos quedan
muy pocas cosas que podamos reivindicar como posesio-
nes. Y sucumbimos a la misma tentación cuando, en nues-
tro esfuerzo por poseer a Dios, alardeamos de que no le
poseemos. Dios replica a semejante actitud dejándonos en
la más absoluta vaciedad. Esperar no es desesperar. Espe-
rar es aceptar nuestro no tener nada, gracias al poder de
lo que ya tenemos.
Nuestro tiempo es un tiempo de espera; esperar es su
especial destino. Y todos los tiempos son tiempos de espe-
ra, la espera de la irrupción en' la eternidad. Todos los
tiempos se apresuran. Todos los tiempos, tanto en la histo-
ria como en la vida personal, son expectación. El tiempo
mismo es una espera, no de otro tiempo, sino de lo que
es eterno.

ERES ACEPTADO
La ley apareció de modo que se aumentó el pecado, pero,
a la ves que abundó el pecado, sobreabundó la gracia.
ROMANOS 5, 20

Estas palabras de Pablo resumen su experiencia apos-


tólica, la totalidad de su mensaje religioso, y la compren-
sión cristiana de la vida. Siempre me había parecido im-
posible comentarlas brevemente o tomarlas como tema a
desarrollar en varios sermones. Antes de ahora, nunca me
había atrevido a referirme a ellas. Pero durante estos últi-
mos meses, me he sentido inclinado a considerarlas, debi-
do quizás al confuso deseo de dar testimonio de los dos
hechos que, en horas de retrospección meditativa, se me
han aparecido como determinantes de todos los aconteci-
mientos de nuestra vida: la abundancia del pecado y la
sobreabundancia de la gracia.
Para la mayoría de nosotros, pocas palabras nos resul-
tan tan extrañas como las de " p e c a d o " y " g r a c i a " . Y nos
resultan extrañas, precisamente por lo bien que las cono-
cemos. Durante largos siglos, estas palabras han sufrido
tantas tergiversaciones en su sentido y hasta tal punto han
perdido la mayor parte de su genuino valor, que ahora
hemos de preguntarnos formalmente si aún podemos usar-
246 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS ERES ACEPTADO 247

las o bien si es mejor que las descartemos como unas herra- gunos pecados graves, hemos hecho algún progreso en el
mientas inútiles. Pero ocurre un hecho misterioso por lo control de este o aquel pecado, e incluso hemos sido lo su-
que se refiere a las grandes palabras de nuestra tradición ficientemente humildes para no llamarnos "justos". ¿So-
religiosa: que no pueden ser sustituidas. Cuantos esfuer- mos todavía capaces de constatar que esta manera de pen-
zos se han realizado en este sentido, incluso los que yo sar y de sentir está muy lejos de lo que la gran tradición
mismo he llevado a cabo, se han malogrado luego al no religiosa, tanto en la Biblia como fuera de ella, ha dado a
lograr transmitir la realidad que debían expresar: siem- entender al hablar del pecado?
pre han desembocado en un palabreo superficial e impoten- Me gustaría sugeriros otra palabra, no como sustitu-
te. Palabras como "pecado" y "gracia" no tienen susti- tivo de la palabra "pecado", sino como una buena pista
tuto posible. Sin embargo, existe un camino para volver para interpretarla: es la palabra "separación". La separa-
a descubrir su sentido, el mismo camino que nos lleva a las ción es un aspecto de la experiencia de todo el mundo. Tal
profundidades de nuestra existencia humana. Porque tales vez la palabra "pecado" tiene la misma raíz que la palabra
palabras fueron concebidas en esas profundidades; allí co- "a pedazos". 1 En todo caso, pecado es separación. Vivir
braron fuerza para todas las épocas posteriores; y allí es en estado de pecado es vivir en estado de separación. Y esta
donde cada generación y cada uno de nosotros debe reco- separación es triple: separación entre las vidas individua-
brarlas. Intentemos penetrar, pues, hasta los niveles más les, separación del hombre con respecto a sí mismo, y sepa-
profundos de nuestra vida, para ver si podemos descubrir ración de todos los hombres con respecto al Fondo del
en ellos las realidades de las que habla nuestro texto. Ser. Esta triple separación constituye el estado de todo lo
Los hombres de nuestro tiempo, ¿tienen todavía alguna que existe; es un hecho universal; es el sino de toda vida.
sospecha del significado del pecado? ¿Se dan cuenta toda- Y es nuestro humano sino en un sentido muy especial. Ya
vía —ellos, pero también nosotros— de que pecado no sig- que nosotros, en tanto que hombres, sabemos que esta-
nifica un acto inmoral, de que "pecado" no debería usarse mos separados. No sólo sufrimos, con todas las demás cria-
nunca en plural, y de que no son nuestros pecados, sino turas, por las consecuencias autodestructivas de nuestra
nuestro pecado el que constituye el gran problema de nues- separación, sino que también sabemos por qué sufrimos.
tra vida, el problema que todo lo invade? ¿Sabemos toda- Sabemos que estamos separados de una realidad a la que
vía que es cosa arrogante y errónea dividir a los hombres pertenecemos y con la que deberíamos estar unidos. Sa-
llamando "pecadores" a unos y "justos" a los otros? Ya bemos que este sino de separación no es un simple acon-
que, con semejante división, todos podemos descubrir nor- tecimiento natural, como la fulguración repentina de un
malmente que nosotros no pertenecemos del todo a los
"pecadores", pues no en balde hemos evitado cometer al- 1. En inglés "sin" y "asunder" respectivamente. (2V. del T.)
248 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS ENES ACEPTADO 249

relámpago, sino una experiencia en la que participamos sería lo mismo hablar del "curso de la vida" que de la
activamente, en la que toda nuestra personalidad está com- "existencia de la gracia en la vida" : si la gracia sólo sig-
prometida, y que, aun siendo un sino, es también una cul- nificara esto, la palabra tendría que desaparecer e indefec-
pa. Una separación que es sino y culpa al mismo tiempo, tiblemente desaparecería. Para otros, en fin, la gracia indica
constituye el sentido de la palabra "pecado". Es éste el los dones que hemos recibido de la naturaleza o de la so-
estado de nuestra existencia entera, desde su mismo prin- ciedad, y el poder hacer cosas buenas con la ayuda de esos
cipio hasta su mismo fin. Tal separación se prepara en el dones. Pero la gracia es más que unos dones. En la gra-
seno de la madre y, aún antes, en todas las generaciones cia, algo ha sido sobrepujado; la gracia se presenta "a pe-
precedentes. Se manifiesta en las acciones propias de nues- sar de" algo; la gracia se presenta a pesar de la separa-
tra vida consciente. Se continúa más allá de la tumba, en ción y de la alienación. La gracia es la reunión de la vida
todas las sucesivas generaciones. Es nuestra misma exis- con la vida, la reconciliación de uno consigo mismo. La
tencia. ¡La existencia es separación! Antes de que el pe- gracia es la aceptación de aquello que rechazábamos. La gra-
cado sea un acto, es un estado. cia transforma el sino en un destino plenamente signi-
Lo mismo podemos decir de la gracia. Ya que pecado y ficativo ; cambia la culpa en confianza y coraje. Hay algo
gracia están mutuamente unidos. Ni siquiera sabríamos lo triunfante en la palabra "gracia" : a pesar de la abundan-
que es pecado si antes no hubiéramos experimentado la cia del pecado, la gracia sobreabunda.
unidad de la vida, que es la gracia. Y al revés, no podría- Y ahora miremos en nuestro interior para descubrir en
mos comprender el sentido de la gracia sin antes haber él la lucha entre separación y reunión, entre pecado y gra-
experimentado la separación de la vida, que es el pecado. cia, en nuestra relación con los demás, en nuestra relación
La. gracia es tan difícil de describir como el pecado. Para con nosotros mismos, y en nuestra relación con el Fondo
algunos, es la buena disposición de un rey y padre celes- y la finalidad de nuestro ser. Si nuestra alma responde a
tial para perdonar una y otra vez la necedad y flaqueza de la descripción que intento haceros, palabras como "pecado"
sus subditos e hijos; pero hemos de rechazar semejante y "separación", "gracia" y "reunión", quizá cobren un
concepto de la gracia, ya que es una destrucción puramente nuevo sentido para nosotros. Pero las palabras en sí mis-
infantil de la dignidad humana. Para otros, la gracia es mas no tienen importancia. Es la respuesta de los niveles
un poder mágico que radica en las zonas oscuras del alma, más profundos de nuestro ser, lo que importa. Si seme-
un poder no obstante que carece de toda implicación en la jante respuesta se diera aquí y en este momento, podríamos
vida práctica, una especie de idea evanescente e inútil. decir que hemos conocido la gracia.
Para otros, es la benevolencia que podemos hallar junto a ¿Quién no se ha sentido solo alguna vez, en medio de
la crueldad y destructividad de la vida; pero, en tal caso, un acontecimiento social? Esta sensación de separación con
250 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS ERES ACEPTADO 251

respecto a la vida que nos rodea reviste su mayor agudeza ción existente entre vida y vida es la actitud recíproca de
cuando nos hallamos en medio del ruido y de la charla. los grupos sociales dentro de las naciones, y la actitud de
Mucho más que en los momentos de soledad constatamos esas mismas naciones, unas con respecto a otras. Los mu-
entonces cuan extraños somos unos a otros, cuan alejada ros que nos distanciaban en el tiempo y el espacio han sido
está la vida de la vida. Cada uno de nosotros retrocede eliminados por el progreso técnico; pero los muros que se-
dentro de sí mismo. No podemos penetrar la interioridad paran unos corazones de otros, han sido increíblemente
oculta de otra persona; ni puede esa persona atravesar la reforzados. La locura de los nazis alemanes y la crueldad
envoltura que cubre nuestro propio ser. Ni siquiera el más de los linchamientos perpetrados por las turbas sudistas,
grande amor puede abrirse paso a través de las murallas nos ofrecen una excusa demasiado fácil para que desviemos
del yo. ¿Quién no ha experimentado esa desilusión de nuestros pensamientos de nosotros mismos. Pero, deten-
todo gran amor? Si alguno entrega su intimidad hasta la gámonos a considerar lo que sentimos al leer, por la maña-
rendición completa, vuélvese cual una nadería sin forma ni na y por la noche, que en algunas partes de Europa todos
vigor, un yo sin yo, un mero objeto del desprecio y abuso los niños menores de tres años están enfermos y moribun-
de los demás. Nuestra generación conoce mejor que la ge- dos, o que en algunas regiones de Asia millones de perso-
neración de nuestros padres esa recóndita hostilidad que nas sin hogar están muriéndose de frío y de hambre. La
alienta en el fondo de nuestra alma. Hoy conocemos con separación entre vida y vida se hace evidente en el hecho
detalle esa pródiga agresividad de cada ser. Hoy podemos inaudito de que sepamos todo esto, y aún podamos vivir,
confirmar lo que Manuel Kant, el profeta de la razón y de mañana y noche, como si lo ignoráramos completamente.
la dignidad humanas, tuvo la suficiente honradez de decir: Y sólo me refiero ahora a los más sensibles de entre noso-
en la desgracia de nuestros mejores amigos siempre hay tros. Sí, tanto en la humanidad como en la naturaleza, la
algo que no nos desagrada. ¿Quién de nosotros será tan vida está separada de la vida. En todo' lo que vive, la alie-
falso para negar que esto también es cierto por lo que a él nación prevalece. El pecado abunda.
se refiere? ¿Acaso no estamos casi siempre dispuestos a Es importante recordar que no estamos simplemente
abusar de todo y de todos, aunque a menudo sea con harto separados unos de otros. También estamos separados de no-
refinamiento, para sentir el placer de enaltecernos, para sotros mismos. El hombre contra sí mismo J no es el sim-
aprovechar la ocasión de vanagloriarnos, para gozar un ple título de un libro, sino que indica asimismo el redescu-
momento de codicia? Saber que estamos dispuestos a todo brimiento de una vieja intuición. El hombre está dividido
esto es conocer el significado de que la vida esté separada en su propio interior. La vida se mueve contra sí misma,
de la vida y de que "el pecado abunde".
Hoy día, la más irrevocable expresión de esta separa- 1. Man against himself.
252 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS 253
ERES ACEPTADO
por la agresión, el odio y el desespero. Cierto es que acos- consciente y su voluntad real, entre él mismo y algo extra-
tumbramos a condenar el amor propio; pero lo que real- ño que lo partía en su misma intimidad. Sentíase alienado
mente pretendemos condenar es lo contrario del amor pro- de sí mismo; y a esa alienación, el apóstol la llamaba "pe-
pio. Es esa mezcla de egoísmo y de odio contra nosotros cado". También la llamaba "ley de sus miembros", una
mismos que permanentemente nos acosa, que nos impide ley ajena, una irresistible compulsión. ¡ Cuántas veces co-
amar a los demás, y que no nos permite perdernos en el metemos ciertos actos con plena conciencia, aunque asi-
amor con el que eternamente somos amados. El que es mismo con la enojosa sensación de estar controlados por
capaz de amarse a sí mismo, también es capaz de amar a un poder ajeno a nosotros! Tal es la experiencia de nues-
los demás; el que ba aprendido a domeñar el desprecio que tra separación de nosotros mismos en nuestra propia inti-
siente por sí mismo, también ha domeñado su desprecio midad, es decir, la experiencia del "pecado", tanto si nos
por los demás. Pero la profundidad de nuestra separación ra- gusta como si no nos gusta el uso de este vocablo.
dica precisamente en el hecho de que no somos capaces de Así pues, el estado de nuestra vida en su totalidad es
amarnos a nosotros mismos con un amor grande y mise- de alienación con respecto a los demás y a nosotros mis-
ricordioso, con un amor divino. Muy al contrario, en cada mos, porque estamos alienados del Fondo de nuestro ser,
uno de nosotros existe un instinto de autodestrucción tan porque estamos alienados del origen y de la finalidad de
fuerte como nuestro instinto de autoconservación. En nues- nuestra vida. Ignoramos de dónde liemos venido o hacia
tra tendencia a abusar de los demás y a destruirlos, se da dónde vamos, listamos separados del misterio, de la pro-
asimismo la tendencia, manifiesta u oculta, a abusar de fundidad y de la grandeza de nuestra existencia. Nos lle-
nosotros mismos y a destruirnos. La crueldad para con gan voces de semejante profundidad; pero nuestros oídos
los demás siempre es asimismo la crueldad para con noso- permanecen cerrados. Sentimos eme algo radical, total e in-
tros mismos. Nada es más obvio que el cuarteamiento exis- condicional, nos es pedido; pero nos rebelamos contra ello,
tente tanto en nuestra vida inconsciente como en nuestra intentamos rehuir su apremio, y no queremos aceptar su
personalidad consciente. Sin la ayuda de la moderna psico- promesa.
logía, Pablo expresaba este hecho con sus conocidas pala-
Sin embargo, no podemos escabullimos. Si este algo es
bras: "Pues no hago el bien que quiero, sino que hago el
el Fondo de nuestro ser, estamos unidos a él por toda la
mal que no quiero". Y continuaba luego con unas palabras
eternidad, igual como estamos unidos a nosotros mismos
que podrían muy bien ser el lema de toda la psicología
y a toda otra vida. Siempre permanecemos sujetos al po-
profunda: "Pero si lo que hago es eso que no quiero, ya
der de aquello de que nos hemos alienado. Este hecho nos
no lo hago yo, sino más bien el pecado que habita en mí".
conduce a la última profundidad del pecado: separados y
El apóstol sentía la hendidura existente entre su voluntad
no obstante unidos, alienados y no obstante participantes,
254 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS ERES ACEPTADO 255

destruidos y no obstante preservados: a semejante estado separado por una tan radical alienación. ¿Sabemos noso-
se le llama desespero. El desespero significa que no existe tros lo que significa ser acometido por la gracia? No sig-
escapatoria. El desespero es "la enfermedad hasta la muer- nifica que de repente creamos que Dios existe, o que Jesús
te". Pero lo terrible en la enfermedad del desespero es que es el Salvador, o que la Biblia contiene la verdad. Creer
no podemos liberarnos de ella, ni siquiera por medio del que algo es, es casi lo contrario a la significación de la
suicidio, público o secreto. Ya que todos sabemos que es- gracia. Además, la gracia tampoco significa simplemente
tamos unidos eterna e ineluctablemente al Fondo de nues- que hayamos logrado progresar en el control de nuestra
tro ser. El abismo de separación no siempre es visible. vida moral, en nuestra lucha contra determinadas faltas, y
Pero se ha hecho más perceptible a nuestra generación en nuestras relaciones con los demás hombres y con la so-
que a las generaciones anteriores debido a nuestra sensa- ciedad. El progreso moral puede ser un fruto de la gracia;
ción de absurdidad, de vacío, de duda y de cinismo —ex- pero, en sí mismo, no es la gracia, e incluso puede impe-
presiones todas ellas del desespero— y a nuestra separa- dir que ésta nos asista. Ya que con demasiada frecuencia
ción de las raíces y del sentido de nuestra vida. El pecado aceptan los hombres las doctrinas del cristianismo o luchan
en su significación más profunda, el pecado como desespe- contra las estructuras del mal en su intimidad, sin la menor
ro, abunda entre nosotros. asistencia de la gracia. Y toda relación con Dios que no
"Pero a la vez que abundó el pecado, sobreabundó la esté inspirada por la gracia nos conduce necesariamente o
gracia", añade Pablo en la misma carta en la que describe bien a la arrogancia o bien a la desesperación. Sería mejor
el inimaginable poder de separación y autodestrucción que rechazar a Dios, a Cristo y la Biblia que aceptarlos sin la
existe en el seno de la sociedad y del alma individual. No gracia. Ya que si los aceptamos sin la asistencia de la gra-
dice estas palabras porque unos intereses sentimentales exi- cia, lo hacemos aún en estado de separación, y así sólo
jan que todo lo trágico acabe felizmente. Lo dice porque lograremos ahondar todavía más la separación. No pode-
describen la experiencia más abrumadora y determinante mos transformar nuestra vida, salvo si permitimos que la
de su vida. En la visión de Jesús como Cristo que se le transforme la acometida de la gracia. Y esto se produce —o
apareció en el momento en que era mayor su separación de bien no se produce. Pero ciertamente no se produce si
los demás hombres, de sí mismo y de Dios, se encontró intentamos imponérnoslo a nosotros mismos, como tam-
aceptado a pesar de ser rechazado. Y en cuanto descubrió poco se producirá mientras sigamos pensando, absortos en
que era aceptado, fue capaz de aceptarse a sí mismo y de nuestra propia complacencia, que no tenemos necesidad de
reconciliarse con los demás. En el momento en que la gra- ella. La gracia nos embarga cuando nos hallamos sumidos
cia le acometió anonadándole, sintióse unido de nuevo con en un gran dolor y presos de desasosiego; cuando anda-
todo aquello a lo que pertenecía, y de lo que se hallaba mos por el oscuro valle de una vida vacía y carente de sen
ERES ACEPTADO 257
256 SE CONMUEÍ'EK LOS CIMIENTOS
los ojos de los demás, la gracia milagrosa de la reconci-
tido; cuando sentimos que nuestra separación es más pro-
liación de la vida con la vida. Experimentamos la gracia
funda que de costumbre, porque hemos violado otra vida,
de comprender todas las palabras de los demás. No com-
una vida que amábamos o una vida de la que hemos sido
prendemos simplemente el significado literal de las pala-
rechazados; cuando nuestro hastío por nuestro propio ser,
bras, sino también lo que se oculta tras ellas, incluso cuan-
nuestra indiferencia, nuestra debilidad, nuestra hostilidad
do son ásperas o airadas. Ya que incluso entonces alienta
y nuestra falta de dirección y de serenidad han llegado a
en nosotros el anhelo de abrir una brecha en el muro de
sernos intolerables; cuando, año tras año, la anhelada per-
separación. Experimentamos la gracia de poder aceptar la
fección de nuestra vida no se realiza; cuando las antiguas
vida de otro, incluso si nos es hostil o nociva, ya que por
compulsiones reinan hoy en nosotros como lo han estado
la gracia sabemos que pertenece al mismo Fondo al que
haciendo durante muchas décadas; cuando el desespero
nosotros pertenecemos y por el que hemos sido acepta-
destruye toda alegría y toda entereza. A veces, en este mo-
dos. Experimentamos la gracia que es capaz de vencer la
mento, una ola de luz irrumpe en nuestra oscuridad y es
trágica separación de los sexos, de las generaciones, de las
como si una voz nos dijera: "Eres aceptado. Eres acepta-
naciones, de las razas, e incluso el gran abismo abierto en-
do por lo que es mayor que tú y cuyo nombre ignoras. No
tre el hombre y la naturaleza. A veces la gracia aparece en
preguntes su nombre, ahora; quizá lo descubrirás más ade-
todas estas separaciones para unirnos de nuevo con aque-
lante. No intentes hacer nada, ahora; quizá más adelante
llos a los que pertenecemos. Ya que la vida pertenece a
harás mucho. No busques nada, no realices nada, no ini-
la vida.
cies nada. ¡Simplemente acepta el hecho de que eres acep-
tado!" Si esto nos ocurre, es que hacemos la experiencia Y a la luz de esta gracia percibimos el poder de la gra-
de la gracia. Después de una experiencia así, podemos no cia en nuestra relación con nosotros mismos. Vivimos mo-
ser mejores que antes y podemos no creer más que antes, mentos en los que nos aceptamos, porque sentimos que he-
pero todo queda transformado. En este momento, la gracia mos sido aceptados por aquello que es mayor que nosotros.
domina el pecado y la reconciliación tiende un puente sobre ¡ Si por lo menos fueran más frecuentes tales momentos!
el abismo de la alienación. Y nada se requiere para el cum- Puesto que por ellos nos es dado amar nuestra vida, nos
plimiento de semejante experiencia, ninguna presuposición es dado aceptarnos a nosotros mismos, no porque nos crea-
religiosa, moral o intelectual, absolutamente nada salvo la mos buenos y eso nos complazca, sino por la certeza a que
aceptación. hemos llegado acerca del sentido eterno de nuestra vida.
No podemos forzarnos a aceptarnos a nosotros mismos. Ni
A la luz de esta gracia percibimos el poder de la gra-
podemos obligar a nadie a que se acepte. Pero a veces ocu-
cia en nuestra relación con los demás y con nosotros mis-
rre que nos es dada la fuerza de decirnos "sí", que la paz
mos. Conocemos la gracia de poder mirar francamente a
17.
258 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS

entra en nuestro interior erigiéndonos en una realidad uni-


da, que el odio y el desprecio que por nosotros sentíamos
desaparecen, y que nuestro yo se reconcilia consigo mismo.
Entonces podemos decir que la gracia vino sobre nosotros.
"Pecado" y "gracia" son, quizá, palabras insólitas;
pero no son realidades insólitas. Las encontramos siempre
que nos volvemos hacia nuestra intimidad con ojos que bus-
can y un corazón anhelante. "Pecado" y "gracia" deter-
minan nuestra vida. Abundan en nosotros y en todo aque-
llo en que aliente la vida. ¡ Ojalá la gracia sobreabunde en
cada uno de nosotros!

NACIDO EN EL SEPULCRO
Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado
José, que también había sido discípulo de Jesús. Éste fue a
Piloto a pedir el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó
que se lo dieran. Y José, tomando el cuerpo de Jesús, lo en-
volvió en una sábana limpia, lo colocó en un sepulcro nuevo
que había cavado él en una roca, y, después de poner una
gran piedra en la puerta del sepulcro, se fue. Estaban allí
María la Magdalena y la otra María, sentadas delante del
sepulcro. Al día siguiente, esto es, después de la Prepara-
ción, se presentaron reunidos ante Pilato los sacerdotes y
los fariseos, y le dijeron: Señor, nos hemos acordado de
que aquel impostor dijo cuando vivía: A los tres días resu-
citaré. Manda, pues, vigilar el sepulcro hasta el tercer día,
no sea que vayan los discípulos y le roben, y digan al pue-
blo: Ha resucitado de entre los muertos; y el último engaño
sea peor que el primero. Pilato les dijo: Tomad una guar-
dia; id a poner la vigilancia como os parezca. Ellos fueron
entonces, y aseguraron el sepulcro con la guardia, sellando
la piedra.
MATEO 27, 57-66

En los juicios de Nuremberg por crímenes de guerra,


apareció un testigo que había vivido durante algún tiempo
en un sepulcro de un cementerio judío de Wilna, en Polo-
nia. Fue el único lugar donde él —y muchos otros— pudo
vivir escondido, después que logró escapar de la cámara de
262 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS NACIDO EN EL SEPULCRO 263

gas.» Durante aquel tiempo estuvo escribiendo poesías, y feliz". El viejo sepulturero judío lo entendía mejor. Para
uno de los poemas fue la descripción de un nacimiento. En él, la inconmensurable tensión implícita en la espera del
un sepulcro cercano, una joven mujer dio a luz a un niño. Mesías era una realidad, que se manifestaba en> el infinito
Un sepulturero octogenario, envuelto en un sudario de contraste entre las cosas que veía y la esperanza que él
lino, la asistió. Cuando el recién nacido lanzó su primer afirmaba. •
vagido, el anciano oró: "Oh, gran Dios, ¿acaso nos has en- ' La profundidad de esta tensión queda subrayada en la
viado, por fin, al Mesías ? Pues ¿ quién sino el mismo Mesías última parte de la historia. Al tercer día el niño no fue
podría nacer en un sepulcro?" Pero tres días después, el elevado a la gloria; tuvo que beber las lágrimas de su ma-
poeta vio que el niño sorbía las lágrimas de su madre por- dre, ya que no tenía otra cosa. Probablemente murió, y la
que ésta no tenía leche para darle. ' esperanza del anciano judío quedó frustrada una vez más,
Esta historia, que sobrepasa todo cuanto la imaginación como ya antes se había frustrado innumerables veces. Nin-
humana es capaz de inventar, no sólo tiene un incompara- gún consuelo podemos deducir de esta historia; para ella
ble valor emotivo, sino también un tremendo poder simbó- no es posible ningún final feliz —y ésta es precisamente
lico.' Cuando la leí por primera vez, se me ocurrió con la verdad acerca de nuestra vida. Al hablar de la palabra
mayor insistencia que nunca/que nuestros símbolos cristia- "sepultado" del Credo, Karl Barth escribe esas impresio-
nos, tomados de las narraciones evangélicas, han perdido nantes palabras: 1 "El entierro de un hombre —que aún
gran parte de su fuerza, porque los repetimos con dema- parece estar presente, pero que en realidad es pura ausen-
siada frecuencia y los usamos con excesiva superficialidad. cia— confirma y sella con toda evidencia que aquel hombre
Nos hemos olvidado que el pesebre de Navidad fue prime- aún tiene menos presente que futuro. Se ha convertido en
ro la expresión de la pobreza y de la miseria más absolu- puro pasado. Ya sólo es accesible por la memoria, y aún
tas antes de que fuera el lugar donde aparecieron los ánge- en el supuesto de que no estén asimismo enterrados quie-
les y donde se detuvo la estrella. Y asimismo nos hemos nes podrían o querrían recordarlo. Y el futuro hacia el que
olvidado de que el sepulcro de Jesús fue primero el final se apresura el presente de todos los seres humanos es pre-
de su vida y de su obra antes de que fuera el lugar de su cisamente éste: ser enterrado". Tales palabras describen
triunfo final. Nos hemos vuelto insensibles a la tensión con exactitud la situación en que oraba el piadoso y ancia-
infinita que implican las palabras del símbolo de los Após- no judío: "Oh, gran Dios, ¿acaso nos has enviado, por fin,
toles: "padeció... fue crucificado, muerto y sepultado... re- al Mesías?".
sucitó de entre los muertos". Cuando oímos las primeras Con demasiada frecuencia nos disimulamos la gravedad
palabras, ya sabemos cuál será el final: "resucitó"; y para
1. Karl Bartb, Credo. Traducción inglesa de J. Strathearn McNab,
mucha gente, el Credo no es más que el inevitable "final pp. 84-88.
264 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS NACIDO EN EL SEPULCRO 265

de la palabra "sepultado" del Credo, no sólo por lo que se aquel piadoso judío. Para ser el "Cristo", es decir, Aquel
refiere a Cristo, sino también en lo que respecta a nosotros: que ha vencido a la muerte, es preciso que el Cristo sea
nos imaginamos que nosotros no seremos sepultados, sino sepultado. La narración evangélica que todos conocemos,
tan sólo una parte relativamente poco importante de noso- nos asegura la real e irrevocable muerte y sepultura de Je-
tros, el cuerpo físico. Pero, no es eso lo que implica el sús. Las mujeres, los príncipes de los sacerdotes, los sol-
Credo. En el Credo se afirma que fue una misma persona, dados, la piedra sellada —todo lo pone a contribución el
Jesucristo, la que padeció, fue sepultada y resucitó. Jesu- evangelio para atestiguar la realidad de aquel final. Debe-
cristo fue sepultado y Jesucristo —toda su personalidad— ríamos escuchar con mayor cuidado a esos testigos, los
desapareció para siempre de la tierra. La misma verdad es únicos que nos dicen triunfalmente o con cinismo que
válida para nosotros. Nosotros moriremos, nosotros —nues- Jesús fue sepultado, que desapareció para siempre de la
tra personalidad, de la que no podemos separar el cuerpo tierra, que no quedó ningún vestigio real suyo en nuestro
como una parte accidental suya—'seremos sepultados. ¡ mundo. Y también deberíamos escuchar a los otros, a los
• Únicamente si entendemos con esa gravedad la palabra que, sumidos en la duda y el desespero, nos dicen: "Pero
"sepultado" de las narraciones evangélicas, nos será posi- nosotros teníamos esperanza de que fuera Él quien redi-
ble evaluar debidamente la narración de Pascua y las pala- miera a Israel". No es difícil oír aún hoy a estas dos
bras del sepulturero: "¿Quién sino el mismo Mesías podría voces en un mundo donde existen tantos lugares como el
nacer en un sepulcro?". Esta pregunta entraña dos aspec- cementerio judío de Wilna. Incluso es posible oírlas en
tos. Sólo el Mesías puede nacer de la muerte, porque se- nosotros mismos, cada uno en su propio interior. -
mejante nacimiento no es un acontecimiento natural. No Y, si las oímos, ¿qué podemos responder? Seamos cla-
ocurre nunca: sólo ocurre el día del Mesías. Es el misterio ros en esto. La respuesta de Pascua no es una necesidad.
más sorprendente, más profundo y más paradójico de la En realidad, no existe ningún inevitable final feliz, como
existencia.-Todos los argumentos aducidos para demostrar ocurre en los cines pervertidos y pervertidores. Pero la
la inmortalidad de la parte del hombre que suponemos la respuesta de Pascua ha sido posible precisamente porque
mejor, no pueden hacer que surja la vida de un sepulcro. el Cristo fue sepultado. La vida nueva no sería realmente
La vida eterna sólo se logra con la llegada de la "nueva una nueva vida si no procediera del final absoluto de la
realidad", del eón del Mesías, que según nuestra fe, ha vida vieja. De lo contrario, la vida vieja tendría que ser
aparecido ya en Jesús el Cristo. Y sepultada de nuevo. Pero si la vida nueva ha surgido del
- Pero existe otro aspecto en aquella afirmación de que sepulcro, entonces es que ha aparecido el Mesías mismo, el
nadie, salvo el Mesías en persona, podría nacer en un se- verdadero Mesías.
pulcro, y de ese otro aspecto quizá ya no era tan consciente
LA DESTRUCCIÓN DE LA MUERTE
Pues como los hijos estaban en comunidad de sangre y
carne, él también tomó parte con ellos, para destruir por la
muerte al que tenía dominio de la muerte, esto es al diablo,
y para liberar a todos cuantos estaban toda su vida sujetos a
esclavitud por el miedo a la muerte. Porque no tomó, cier-
tamente, la naturaleza de los ángeles, sino que tomó la natu-
raleza de la descendencia de Abraham. Entonces tuvo que
hacerse semejante en todo a sus hermanos, para hacerse su-
premo sacerdote, fiel y misericordioso, ante Dios, para expiar
los pecados del pueblo. Pues por haber sufrido al ser tentado,
puede auxiliar a los que están en tentación.
HEBREOS 2, 14-18

La oscuridad en la que resplandece la luz de Navidad


es, ante todo, la oscuridad de la muerte. La amenaza de la
muerte, que ensombrece todo el camino de nuestra vida,
es el oscuro telón de fondo en la expectación de Adviento.
La muerte, no hemos de imaginarla como las tijeras que
cortan el hilo de nuestra vida, según el famoso símbolo de
la antigüedad. Más bien es como uno de aquellos hilos con
los que se entreteje el dibujo de nuestra existencia, desde
que comienza hasta que acaba. El hecho de que tengamos
que morir es una fuerza que va modelando, instante tras
instante, la totalidad de nuestro ser, cuerpo y alma a la
LA DESTRUCCIÓN DE LA MUERTE 271
270 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS

par. El rostro de cada hombre lleva impresa la huella de miedo. ¿Acaso no somos esencialmente finitos, limitados
la presencia de la muerte en su vida, ya sea en forma de e incapaces de imaginar o de desear una infinita continua-
miedo a ella, de denuedo ante ella o de sumisión para su- ción de nuestra finitud? ¿Acaso una duración así no sería
frirla. Esta pavorosa presencia de la muerte sujeta al hom- más terrible que la muerte? ¿Acaso no sentimos íntima-
bre, en toda su vida, a servidumbre y esclavitud, según nos mente que la vida humana se cumple, se consuma en sí mis-
dice el texto de Pablo. Mientras me hallo sometido al mie- ma, y que engendra el cansancio de vivir, como ya nos lo
do, no estoy en libertad y, por consiguiente, no soy libre decían los patriarcas del Antiguo Testamento? ¿Acaso no
de actuar como la situación requiere, sino que me veo es una ley natural la ley de que "el polvo retorna al pol-
obligado a actuar según me exijan las figuras e imágenes vo"? Pues entonces, ¿por qué la narración del paraíso nos
engendradas por mi miedo. Ya que el miedo es, sobre todo, la presenta como una maldición? Tiene que darse en la
miedo a lo desconocido; y la oscuridad de lo desconocido muerte algo más profundamente misterioso que la melan-
está llena de las imágenes creadas por el miedo. Esto es colía natural con que constatamos nuestra fugacidad. Pa-
verdad incluso con respecto a los sucesos de nuestra vida blo nos lo indica cuando dice que la muerte es el salario
cotidiana: un rostro desconocido espanta a un niño; la del pecado y que el pecado es el aguijón de la muerte.
voluntad desconocida del padre y del maestro suscitan asi- Y también nuestro texto habla de "aquel que tenía el do-
mismo su miedo; y en cualquier situación o ante cualquier minio de la muerte, esto es el diablo" —un dominio orga-
tarea nueva que emprendemos, sus implicaciones descono- nizado del pecado y del mal. Aunque la muerte está en la
cidas nos dan miedo, esa aguda sensación de nuestra inca- naturaleza de todos los seres finitos, parece alzarse al mis-
pacidad para dominar la situación. Pero todo esto es verdad mo tiempo contra ia naturaleza. Pero sólo el hombre es
además, aunque en grado absoluto, con respecto a la muer- capaz de afrontarla con plena conciencia, y en ello radica
te —a la absolutamente desconocida: esa oscuridad en la asimismo su grandeza y su dignidad. Esta capacidad suya
que no existe el menor destello de luz y en la que incluso se es la que le permite contemplar su vida como un todo,
esfuma la imaginación, esa oscuridad en la que cesa toda que arranca de un comienzo concreto para terminar en un
actividad y todo control, y en la que fenece hasta la más final taxativo. Y esta capacidad le habilita también para
ínfima brizna de nuestro ser; la muerte es la idea más ne- preguntar por el sentido de su vida —una pregunta esa que
cesaria y al mismo tiempo la más imposible, el objeto del lo alza por encima de su vida y le da un presentimiento
verdadero y último miedo, el miedo del que se nutren todos de su eternidad. Saber que el hombre tiene que morir es
los demás miedos, el miedo que sobrecogió incluso a Cristo saber igualmente que se halla por encima de la muerte.
en el huerto de Getsemani. Ser mortal y a la vez inmortal es el destino del hombre.
Y ahora sabemos cuál es el aguijón de la muerte, y por
Pero hemos de preguntarnos cuál es la razón de este
mSm

272 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS LA DESTRUCCIÓN DE LA MUERTE 273

qué el demonio detenta su dominio: hemos perdido nues- tud ante la muerte, si todavía seguís siendo esclavos del
tra inmortalidad. No es el hecho de que seamos mortales miedo que os inspira la muerte, y si podéis soportar la
el que engendra nuestro miedo último a la muerte, sino el imagen de vuestra propia muerte. Y cuando penséis en
hecho de que hayamos perdido aquella eternidad que se la gravedad de la muerte —no de la muerte en general,
halla más allá de nuestra natural e inevitable mortalidad; no de la muerte de cualquier otro, sino de vuestra propia
de que la hayamos perdido debido al pecado que nos ha muerte— no os engañéis a vosotros mismos con las sutiles
separado del Eterno; y de que seamos culpables de esta demostraciones de la inmortalidad del alma. El mensaje
separación. cristiano es más realista que esas demostraciones. Sabe que
Ser esclavos del miedo que nos inspira la muerte mien- nosotros, verdaderamente nosotros, tenemos que morir, y
tras vivimos, significa ser esclavos de una muerte que es no precisamente una parte tan sólo de nosotros. En el
naturaleza y culpa a la vez. Nuestro miedo a la muerte no cristianismo no existe más que un único "argumento" con-
manifiesta meramente el conocimiento que tenemos de nues- tra la muerte: el perdón de los pecados y la victoria sobre
tra finitud, sino también el conocimiento de nuestra infini- aquel que detenta el dominio de la muerte. El cristianismo
tud, el conocimiento de que nos hallamos determinados nos dice que el Eterno vino junto a nosotros, que se hizo
por la eternidad, y de que hemos perdido esta eternidad. temporal para así restaurar nuestra eternidad. El hombre
¡ Somos esclavos del miedo, no porque tengamos que morir, entero es mortal e inmortal a la vez; el hombre entero es
sino porque merecemos morir! temporal y eterno a la vez; el hombre entero es juzgado y
Así pues, la salvación no es un procedimiento mágico salvado a la vez, porque el Eterno participó en la carne y
en virtud del cual perdemos nuestra finitud. Más bien es en la sangre del hombre y participó asimismo en su miedo
un juicio que declara que no merecemos morir, porque es- a la muerte. Tal es el mensaje de Navidad.
tamos justificados —juicio que no se fundamenta en nada
de cuanto hemos hecho, pues, en tal caso, cierto es que no
podríamos creer en él. El fundamento de este juicio sólo
radica en algo que la misma Eternidad ha hecho, algo que
podemos escuchar y ver en la realidad de un hombre mor-
tal que, por obra de su propia muerte, ha vencido al que
tenía el dominio de la muerte.
Si Navidad tiene algún sentido, es ese' el que tiene.
Cuando escuchéis las profecías de Adviento y las narracio-
nes de Navidad, preguntaos si ha cambiado vuestra acti-

18.
MIRA, ESTOY HACIENDO
UNA OBRA NUEVA
Así habla el Señor,
el que abre un camino en el mar
y un sendero en las aguas poderosas.

No os acordéis de las cosas anteriores,


ni prestéis atención a las cosas viejas.
Mira, estoy haciendo una obra nueva,
que ya está surgiendo a la luz.
¿No la veis?
Ciertamente voy a abrir un camino en el desierto
y ríos de agua en la estepa.
ISAíAS 43, 16, 18-19

Escuchemos las palabras del Antiguo y del Nuevo Tes-


tamento que nos hablan de la obra nueva que Dios está
haciendo en la vida y en la historia.

He aquí que vienen días —oráculo de Yave—


en que yo haré una nueva alianza
con la casa de Israel
y con la casa de Judá.
No como la alianza que hice con sus padres
cuando, tomándolos de la mano,
los saqué de la tierra de Egipto;
pues quebrantaron mi alianza
R

278 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS MIRA, ESTOY HACIENDO UNA OBRA NUEVA 279

y yo tuve que rechazarlos. Lo que fue, eso será;


Porque ésta será la alianza lo que ya se hizo, eso es lo que se hará;
que yo haré con la casa de Israel, después de aquellos días no se hace nada nuevo bajo el sol.
—oráculo de Yavé—; ¿Hay alguna cosa de la que digan:
Yo pondré mi ley cu su interior Mira esto, esto es nuevo?
y la escribiré en sus corazones; Pues ya existió en aquellas edades
y seré su Dios que fueron antes de nosotros.
y ellos serán mi pueblo...
ECLESIASTéS 1, 2, 9-10
Porque les perdonaré sus maldades
Y no me acordaré más de sus pecados.
JEREMíAS 31, 31-34
Y ésta es la respuesta que da el apóstol:

(Así habla el Señor, Yavé:)... Si uno está en Cristo, es una nueva creación; desapareció
Les daré un corazón nuevo, lo antiguo, y mirad, todas las cosas se han vuelto nuevas.
y pondré en ellos un espíritu nuevo; 2 CORINTIOS S, 17
arrancaré de su cuerpo su corazón de piedra,
y les daré un corazón de carne. [Y Jesús les dijo:]... Nadie pone un trozo de paño sin car-
EZEQUIEL 11, 19 dar en un capote viejo, porque entonces lo añadido tira del
capote, y se hace un desgarrón mayor. No se echa el vino
(Así habla el Señor, Yavé:)... nuevo en odres vejos, porque entonces se rompen los cueros,
Desconozco las angustias del pasado. y se pierden el vino y los cueros; sino que el vino nuevo se
Cierro mis ojos ante ellas. echa en cueros recientes, y se conservan ambas cosas.
Porque he aquí que voy a crear unos cielos nuevos y una
tierra nueva. MATEO 9, 16-17
Ya no se recordará lo pasado
ni vendrá más a la mente. Y, finalmente, oigamos al vidente del Nuevo Testamento:
Los hombres se gozarán en gozo y alegría eterna de lo que
voy a crear yo. Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva: pues desaparecieron
el primer cielo y la primera tierra... Y la ciudad santa, la
ISAíAS 65, 16-17
nueva Jerusalén, la vi que bajaba del cielo... Y oí una voz
grande desde el trono, diciendo: Mirad la residencia de
Pero no omitamos las trágicas palabras del Predicador: Dios con los hombres... él enjugará toda lágrima de sus ojos,
y ya no habrá muerte, porque desapareció lo de antes... Mi-
Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, rad, todo lo hago nuevo,
Vanidad de vanidades; todo es vanidad. APOCALIPSIS 21, 1-5
280 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS MIRA, ESTOY HACIENDO UNA OBRA NUEVA 281

Meditemos sobre lo viejo y lo nuevo, en nosotros mis- pasado y existirá en el futuro. Hay algo que carece de
mos y en nuestro mundo. En estos textos bíblicos, lo nue- edad, algo que es siempre viejo y siempre nuevo al mismo
vo se contrapone a lo viejo: lo viejo es rechazado, y la tiempo, porque es eterno. A Dios se le llama a veces el
expectación de lo nuevo es exaltada con palabras apasio- "Anciano de todos los días" o el "Redentor de lo viejo".
nadas. Incluso el Predicador, que niega la posibilidad de Se alaba la sabiduría antigua y la ley de Dios, que son tan
algo realmente nuevo en la tierra, no oculta su anhelo por viejas como los cimientos de la tierra, precisamente porque
lo nuevo y su desencanto por no ser capaz de dar con ello. son viejas; nada nuevo se les puede oponer, como no opon-
¿Por qué esos escritores sienten y hablan de esta manera? dríamos ningún Dios nuevo al Dios de lo viejo. "Viejo",
¿ Por qué prefieren lo nuevo a lo viejo, y por qué creen que en este sentido, significa "sempiterno", e indica lo que no
Dios es el Dios de lo nuevo ? ¿ Por qué reclaman y esperan está sujeto al cambio del tiempo.
un nacimiento nuevo, un corazón nuevo, un hombre nuevo, Pero en los textos que hemos leído del desconocido pro-
una alianza nueva, la nueva Jerusalén, el nuevo cielo y la feta del exilio, incluidos en el capítulo 43 de Isaías, "viejo"
nueva tierra? significa precisamente lo contrario. Significa aquello que
Cierto es que no anuncian lo nuevo porque crean lo que fenece y que ya nunca será recordado —el destino de toda
en las últimas décadas ha creído mucha gente: que las cosa creada, tanto de las estrellas como de la hierba del
cosas recientes son mejores que las de antes, por el mero campo, así de los hombres como de los animales, de las
hecho de ser recientes; que los nuevos logros del progreso naciones como de los individuos, de los cielos como de la
son más divinos que los viejos, porque están más cerca de tierra. Todos ellos envejecerán y se disiparán. ¿Qué sig-
una perfección final; que Dios garantiza un perpetuo pro- nifica decir que algo o alguien envejezca? Toda vida crece;
greso, y que por esta razón Dios es el Dios de lo nuevo. toda vida desea y procura crecer; y vive en la medida que
Contra tales espejismos, las desilusionadas palabras del Pre- crece. A los hombres siempre les ha fascinado esa ley del
dicador resultan válidas para todos los tiempos históricos. crecimiento. Han llamado bueno a lo que favorece el cre-
Y es cierto además que al hablar de lo nuevo, ni profetas cimiento, y malo a lo que lo entorpece. Pero tratemos de
ni apóstoles predicaron tales espejismos. ¿Cuál es, pues, el ahondar hasta una mayor profundidad en esa ley del cre-
contenido de su esperanza? ¿Qué quieren decir cuando nos cimiento y en su naturaleza trágica. Tanto si observamos
exhortan a no prestar atención a las cosas viejas? ¿Cuá- el crecimiento de una célula viva, como el de un alma hu-
les son esas cosas viejas, y cuáles las nuevas que nos invi- mana o el de una época histórica, vemos que este creci-
tan a mirar y a aceptar? miento representa a la vez una ganancia y una pérdida, una
"Viejo" a veces significa aquello que perdura a través realización y un sacrificio. Todo cuanto crece debe sacrifi-
de todos los tiempos, lo que existe hoy, como existió en el car muchas posibles vías de desarrollo en favor de la que
282 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS MIRA, ESTOY HACIENDO UNA OBRA NUEVA 283

ha elegido. El que quiere llegar a ser un hombre de ciencia vida, al envejecer, se encamina a su propio desenlace: la
quizá tenga que sacrificar ciertas posibilidades poéticas o autolimitación y la autodestrucción. Con frecuencia ambas
políticas que le agradaría desarrollar. Tiene que pagar uri vías se combinan entre sí, llevando entonces la muerte a
precio. No puede crecer por un igual en todas direcciones. todos los dominios de la vida.
Las células que se adaptan a una función del cuerpo, pier- Consideremos, ahora, uno de estos dominios —la actual
den la posibilidad de adaptarse a otras funciones. Las épo- situación histórica, la vida de nuestra época. Nuestra épo-
cas históricas dominadas por una idea, eliminan la verdad ca ha llegado a ser lo que es a través de innumerables de-
de otras posibles ideas. Toda decisión excluye otras posi- cisiones y, por tanto, de innumerables exclusiones. Algunas
bilidades y hace más limitada nuestra vida. Cada decisión de las posibilidades excluidas se han extinguido completa-
nos va haciendo más viejos y maduros. La juventud es mente, privándonos de su fuerza creadora. Muchas de ellas
abertura. Pero cada decisión le va cerrando puertas. Y eso no han muerto, y tras una ausencia temporal, retornan aho-
es inevitable: es un destino ineludible. La vida toma deci- ra como una fuerza destructora. La grandeza que precedió
siones a cada momento; la vida cierra puertas a cada mo- a nuestra época ha producido la tragedia actual y la de
mento. Desde el primer momento de nuestra vida hasta todos los que en ella viven. Todos somos viejos, ahora,
nuestro último minuto, avanzamos precisamente porque es- incluso los jóvenes; todos pertenecemos a una época enve-
tamos creciendo. La ley del crecimiento nos confiere una jecida. Los jóvenes sólo lo son por su vitalidad personal;
singular grandeza, pero es una- grandeza trágica, ya que pero son viejos por su participación en la tragedia de nues-
las posibilidades excluidas nos pertenecen, tienen sus pro- tro tiempo. Es ilusorio creer que la juventud, en tanto que
pios derechos. Por consiguiente, acaban vengándose de juventud, posea un poder de salvación. Cuando los antiguos
nuestra vida, que las ha excluido. A veces se extinguen imperios envejecieron y murieron, los jóvenes de entonces
por completo; pero entonces mueren con ellas grandes po- no los salvaron. Y tampoco nuestra generación más joven
tencialidades de vida y enormes recursos creadores. Puesto salvará a nuestra época por el simple hecho de ser joven.
que la vida, a medida que crece, va restringiendo sus fuer- Hemos tomado muchas decisiones hasta llegar a ser lo
zas, se hace más rígida e inflexible, menos hábil para adap- que somos. Pero toda decisión es trágica porque representa
tarse a nuevas situaciones y a nuevas exigencias. Pero, a la represión de unas potencialidades que no se pueden supri-
veces, las posibilidades excluidas no mueren, y entonces mir impunemente.
permanecen en nuestro interior, reprimidas, ocultas y pe- Al comienzo de nuestra época nos decidimos por la li-
ligrosas, prestas a irrumpir en el proceso de la vida, no ya bertad. Fue una decisión acertada: creó algo nuevo y gran-
como un recurso creador, sino como una enfermedad des- de en la historia. Pero con esta decisión excluimos la se-
tructora. Éstas son las dos vías a través de las cuales la guridad social y espiritual sin la cual el hombre no puede
284 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS MIRA, ESTOY HACIENDO UNA OBRA NUEVA 285

vivir y crecer. Y ahora, en la vejez de nuestra época, el mos a la humanidad y a todos los símbolos que expresan
intento de sacrificar la libertad a la seguridad divide cada la uniín de todos los hombres. La antigua unidad quedó
nación y el mundo entero con una violencia realmente de- rota, y ninguna organización internacional ha sido capaz
moníaca. Nos decidimos a buscar los medios de controlar de restablecerla. Y ahora, en la senectud de nuestra época,
la naturaleza y la sociedad. Los hemos creado, y así ha sur- las naciones más poderosas se proclaman representantes de
gido algo nuevo y grande en la historia de toda la humani- la humanidad y tratan de imponer su propio estilo de vida
dad. Pero al mismo tiempo excluimos las finalidades. Nun- a todos los hombres mediante terribles guerras de destruc-
ca hemos estado dispuestos a responder a la pregunta: ción, que quizá logren unir a toda la humanidad en la paz
"¿Para qué?". Y ahora, cuando nos aproximamos a la de los sepulcros.
vejez, los medios se rebelan y quieren convertirse en fina- Nuestra época se decidió por un mundo secular. Fue
lidades ; nuestros instrumentos han pasado a dominarnos, y una decisión importante y harto necesaria. Así ha arrojado
el más poderoso de ellos se ha convertido en una amenaza a la Iglesia de su trono, una Iglesia que se había conver-
contra la misma existencia humana. Nos decidimos por la tido en un poder de represión y de superstición. Ha consa-
razón contra antiguas tradiciones y veneradas supersticio- grado y ha santificado nuestra vida y nuestro trabajo coti-
nes. Fue una decisión noble y valerosa, que confirió una dianos. Pero ha excluido aquellas profundidades debido a
nueva dignidad al hombre. Pero, con esa decisión, excluimos las cuales la religión perdura: el sentido del misterio inson-
al alma, que es el fondo y la fuerza de la vida. Así liemos dable de la vida, la comprensión de una significación última
separado radicalmente a nuestra mente de nuestra alma; de la existencia y el poder invencible de una dedicación
luego, hemos suprimido y maltratado el alma en nuestro incondicional. Estas cosas no pueden ser excluidas. Si in-
interior, en los demás hombres y en la naturaleza. Y aho- tentamos expulsarlas en sus imágenes divinas, surgen de
ra, cuando hemos llegado a la vejez, las fuerzas del alma nuevo en imágenes demoníacas. Y es así como ahora, en
irrumpen destructivamente en nuestras mentes, acarreán- la senectud de nuestro mundo secular, hemos asistido a las
donos neurosis y locuras y operando la desintegración del manifestaciones más horribles de estas imágenes demonía-
alma de incontables millones de personas, sobre todo en cas; hemos contemplado el misterio del mal a una profun-
este país, pero también en el mundo entero. didad mayor que la alcanzada por la mayor parte de las
Desde el mismo comienzo de nuestra época nos deci- generaciones anteriores; hemos visto la dedicación incon-
dimos por la nación, como expresión de nuestro especial dicional de millones de hombres a una imagen satánica; y
estilo de vida y como única contribución nuestra a la his- estamos sintiendo hasta la muerte la enfermedad de nues-
toria. La decisión fue importante y creadora, y resultó efi- tra época.
caz durante algunos siglos. Pero con esta decisión exclui- Tal es la situación de nuestro mundo. Todos debería-
H

286 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS MIRA, ESTOY HACIENDO UNA OBRA NUEVA 287

mos constatar que participamos en ella, y que las fuerzas decir, sólo se manifiesta después que ha salido de la oscu-
anímicas que nos envejecen, incluso a los muy jóvenes, ridad de ese misterio.
forman parte de las fuerzas que envejecen a nuestra época. No hay cosa tan asombrosa como la súbita aparición de
Todos contribuimos a hacerlas más poderosas, aunque, al lo nuevo en nuestro interior. No lo hemos previsto, ni nos
mismo tiempo, todos somos víctimas suyas. Ahora nos ha- hemos dado cuenta de que crecía. No hemos tratado de
llamos en aquel desierto del que habla el profeta, y nadie forjarlo por la fuerza de nuestra voluntad, por la intensi-
conoce el camino de salida. No constituye, ciertamente, nin- dad de nuestra emoción, o por la claridad de nuestro en-
guna salida aquella fórmula de algunos idealistas cuando tendimiento. Al contrario, sentimos que de haber intentado
nos dicen: "¡Decidios, pero sin excluir ninguna posibili- producirlo, nuestros esfuerzos habrían impedido su llega-
dad! Escoged lo mejor de todas ellas. Combinadlas. En- da. Los intentos conscientes sólo pueden lograr que surjan
tonces nuestra época recobrará su juventud". No; siguien- de sí mismas las cosas viejas, pero nunca lo nuevo por el
do estos consejos, ni hombre ni nación alguna recobrará solo poder de su novedad. El nuevo ser nace en nosotros
jamás su juventud. Lo nuevo no surgirá nunca de una re- cuando menos creemos en él. Aparece en aquellos remotos
copilación de elementos viejos que aún estén vivos. Cuan- rincones del alma que más habíamos descuidado. Abre
do llega lo nuevo, tiene que desaparecer lo viejo. "No os aquellos profundos niveles de nuestra personalidad que las
acordéis de las cosas anteriores, ni prestéis atención a las viejas decisiones y las viejas exclusiones habían cerrado.
cosas viejas", dice el profeta. "Mirad, todas las cosas se Traza un camino allí donde nunca había existido ninguno.
han vuelto nuevas", dice el apóstol. De la muerte de lo Nos libera de la tragedia de tener que decidir y excluir,
viejo surge lo nuevo. Lo nuevo no se crea partiendo de lo puesto que nos es dado antes de toda decisión. ¡ De repen-
viejo, ni tampoco partiendo de lo mejor de lo viejo, sino te lo advertimos dentro de nosotros! Lo nuevo que tanto
partiendo de la muerte de lo viejo. No es lo viejo quien habíamos buscado y anhelado, nos llega en el momento en
crea lo nuevo. Quien crea lo nuevo es Aquel que existe que ya habíamos perdido la esperanza de hallarlo. Esto es
más allá de lo viejo y más allá de lo nuevo, el Ser Eterno. lo primero que hemos de decir sobre lo nuevo: aparece
"Mira, estoy haciendo una obra nueva, que ya está sur- cuando y donde quiere. No lo podemos forzar, ni lo po-
giendo a la luz. ¿No la veis?" Si la obra nueva fuera una demos calcular. Una única condición nos impone: que es-
parte de la vieja, el profeta no preguntaría: "¿No la temos bien dispuestos. Y semejante buena disposición sig-
veis?", porque todo el mundo ya la estaría viendo. Pero nifica que las cosas de antes se han hecho viejas y van
es difícil verla. La obra nueva se oculta en el profundo destruyéndonos el alma precisamente cuando intentamos
misterio que envuelve a todas las criaturas en el momento salvar de lo viejo lo que aún nos parece salvable.
de nacer o de renacer. Sólo después surge a la luz —es Lo mismo ocurre en nuestra actual situación histórica.
1M

288 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS MIRA, ESTOY HACIENDO UNA OBRA NUEVA 289

El nacimiento de lo nuevo es igualmente asombroso en la ella nos es dable hacer es hallarnos bien dispuestos para
historia. Puede aparecer en algún oscuro rincón de nuestro recibirla. De la manera más profunda posible hemos de
mundo, en el grupo social donde menos lo esperaríamos, en comprender que el mundo de antes se ha hecho viejo, y
la prosecución de actividades que parecen totalmente insig- que está destruyendo nuestra época precisamente cuando
nificantes. Puede aparecer incluso en la profundidad de una con mayor denuedo intentamos salvar lo mejor de él. Y he-
catástrofe nacional, si el pueblo que la sufre es capaz de mos de intentar comprenderlo así, tanto por lo que respec-
percibir lo nuevo del que nos habla el profeta. Puede apa- ta a nuestra vida social como a nuestra vida personal. Sólo
recer asimismo en el apogeo de un triunfo nacional, sólo si nos esforzamos apasionadamente por lo nuevo, cobrare-
con que exista una pequeña parte del país que perciba la mos plena conciencia de que lo viejo se ha hecho viejo y
vanidad de la que nos habla el Predicador. Lo nuevo en está muriéndose. Los profetas que con tanto anhelo busca-
la historia siempre se presenta cuando la gente menos cree ban la obra nueva que Él estaba haciendo, se sentían impli-
en él. Pero no es menos cierto que se presenta tan sólo cados en la situación histórica de su nación del modo más
cuando lo viejo se revela como tal, es decir, como una rea- apasionado y activo posible. Pero sabían también que ni
lidad trágica y moribunda, y cuando los hombres no co- ellos mismos ni ninguna de las cosas viejas, harían surgir
lumbran ninguna posible salida. Nosotros vivimos en un la "obra nueva".
momento así: tal es nuestra situación. Pero sólo seremos "No os acordéis de las cosas anteriores, ni prestéis
conscientes de toda su profundidad, si no seguimos dicien- atención a las cosas viejas", dice el profeta. Tal es lo se-
do : "Ya sabemos de dónde vendrá lo nuevo: vendrá de gundo que hemos de decir acerca de lo nuevo: que ha de
tal institución, de tal movimiento, de tal clase especial, romper el poder de lo viejo, no sólo en la realidad, sino
de tal nación, de tal filosofía, o de tal iglesia". Por supues- también en nuestra memoria; y lo uno es imposible sin
to que ninguna de estas cosas queda excluida como lugar lo otro. Permitidme que os diga unas pocas palabras sobre
de la posible aparición de lo nuevo. Pero tampoco ninguna este punto sublime del texto profético y de la experiencia
de ellas puede garantizar su aparición. Todos cuantos han de todas las religiones. Nunca podremos nacer a lo nuevo,
creído que alguna de estas cosas era el lugar escogido para si no rompemos antes dentro de nosotros el poder de lo
la aparición de lo nuevo, han quedado duramente defrau- viejo; y no lo quebraremos mientras lo viejo vaya cargán-
dados. Lo que supusieron nuevo siempre resultó ser una donos con el peso de la culpa. Por eso, tanto la religión
continuación de lo viejo y que aún ahondaba la destructi- profética como la apostólica proclaman el perdón por en-
vidad de sus conflictos. Por eso repito: lo primero que cima de todo. Y el perdón significa que lo viejo ha sido
hemos de decir acerca de la nueva realidad es que no po- arrojado al pasado, porque ha llegado lo nuevo. El "no os
demos forzarla ni podemos calcularla. Lo único que por acordéis" de las palabras proféticas no significa simple-
290 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS MIRA, ESTOY HACIENDO UNA OBRA NUEVA 291

mente olvidar. Si así fuera, no sería necesario el perdón. Y esto es lo tercero que hemos de decir acerca de la nueva
Porque el perdón significa que lo viejo, como recuerdo y a realidad: que trae en el rostro la marca de su origen eter-
la vez como realidad, ha sido expulsado por la fuerza de lo no, como ocurrió cuando Moisés descendió de la montaña
nuevo. Y lo nuevo jamás podría ser una novedad salvadora con las tablas de la ley y se abrió una nueva era de la his-
si no trajera consigo la autoridad del perdón. toria. Lo realmente nuevo es lo que tiene en sí mismo un
Creo que se da esa misma situación en nuestra existen- poder eterno y una luz eterna. Hay ciertas cosas nuevas
cia social e histórica. Una novedad que no fuera capaz de que surgen en todo momento y en todo lugar. Nada es hoy
arrojar al pasado todo lo viejo, tanto en el recuerdo como como fue ayer. Pero esta clase de novedad es vieja tan
en la realidad, no sería realmente una novedad. Lo autén- pronto como aparece. Para ella es válido el juicio del Pre-
ticamente nuevo es capaz de romper la fuerza de los viejos dicador: "Nada nuevo existe bajo el sol". Pero a veces
conflictos entre hombre y hombre, entre grupo y grupo, y aparece una cosa nueva que no envejece con tanta facili-
esto tanto en la memoria como en la realidad. Y asimismo dad, que vuelve a hacer posible la vida tanto en nuestra
es capaz de quebrar las viejas maldiciones, las consecuen- existencia personal como histórica, una novedad salvadora
cias de la culpa antigua, la culpa heredada de generación que detenta el poder de aparecer cuando menos la espera-
en generación, la culpa de las naciones, de las razas, de las mos y que es lo bastante vigorosa para arrojar al pasado
clases, la culpa que se extiende desde el viejo al nuevo con- lo que es viejo y va cargado con el peso de la culpa y de
tinente, aquellas maldiciones en cuya virtud la culpa de un la maldición. Su poder salvador es el poder que le infun-
grupo —la culpa real y la del recuerdo— engendra una de lo Eterno que lleva en sí. Y es una novedad nueva, real-
constante culpabilidad en los otros grupos. ¿Qué poder de mente nueva, en tanto que se halla más allá de lo viejo y
lo nuevo será lo bastante grande y salvador para que pue- de lo nuevo, en tanto que es eterna. Y sigue siendo nueva,
da romper las maldiciones que han asolado a la mitad de mientras el eterno poder del Eterno se manifiesta en ella,
nuestro mundo? ¿Qué recia novedad tendrá suficiente po- mientras la luz del Eterno brilla a través de ella. Ya que
der de salvación para que pueda invalidar la maldición que este poder puede debilitarse, y esta luz puede oscurecerse;
la nación alemana ha suscitado públicamente sobre su ca- y lo que fue una cosa verdaderamente nueva puede tam-
beza? "No os acordéis de las cosas anteriores", dice el bién envejecer. Tal es la tragedia de la humana grandeza en
profeta. Esto es lo segundo que hemos de decir acerca de la que aparece algo de eterno.
la nueva realidad. Cuando los apóstoles afirman que Jesús es el Cristo,
"Mira, yo estoy haciendo una obra nueva." Este "yo" quieren decir que en Él está presente el nuevo eón que no
señala la fuente de la que brota lo realmente nuevo, aque- puede envejecer. El cristianismo vive gracias a la fe con que
llo que es siempre viejo y siempre nuevo, el Ser Eterno. cree que en su interior habita lo nuevo que no es otra cosa
292 SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS

nueva, sino el principio y la representación de todo lo que


es realmente nuevo en el hombre y en la historia. Pero
sólo puede afirmarlo porque el Cristo se despojó de todo
cuanto podía envejecer, de todo prestigio y grandeza, de
toda experiencia y poder, tanto individuales como sociales.
Al morir renunció a todas estas cosas, y así reveló la única
cosa nueva que es eternamente nueva: el amor. "El amor
no muere nunca", dice su más gran apóstol. El amor es el
poder de lo nuevo en todos los hombres y en toda la his-
ÍNDICE
toria. El amor no puede envejecer; aleja la culpa y la
maldición. El amor sigue trabajando aún hoy para una Prefacio 7
nueva creación. Se oculta en la oscuridad de nuestra alma Se conmueven los cimientos de la tierra . . . 13
y de nuestra historia. Pero no se oculta completamente a Vivimos en dos dimensiones 29
aquellos que han sido arrebatados por su realidad. "¿No lo La paradoja de las bienaventuranzas . . . . 45
veis?", pregunta el profeta. ¿No lo vemos, nosotros? Los dos siervos de Yavé 53
Meditación: El misterio del tiempo . . . . 61
Escapar de Dios 69
La profundidad de la existencia 87
Sobre la fugacidad de la vida 105
"También la naturaleza se lamenta por un bien per-
dido" 121
La experiencia de la santidad 137
El yugo de la religión 147
El sentido de la providencia 163
El conocimiento por amor 171
Hacer la verdad 181
El teólogo (1. a parte) 189
El teólogo (2.a parte) 197
El teólogo (3. a parte) 203
El espíritu da testimonio del espíritu . . . . 211
VOLÚMENES PUBLICADOS:
LOUIS EVELY
ENSÉÑANOS A ORAR (5.a edición)
Un volumen de 196 páginas Ptas. 110
"Tú eres el Cristo" 225 Louis EVELY
Esperar 237 CREDO. El símbolo de los apóstoles
(5." edición)
Eres aceptado 243 Un volumen de 392 páginas Ptas. 170
Nacido en el sepulcro 259 P. EVDOKIMOV
SACRAMENTO DEL AMOR. El misterio
La destrucción de la muerte 267 conyugal a la luz de la tradición ortodoxa
Mira, estoy haciendo una obra nueva . . . . 275 Un volumen de 288 páginas Ptas. 160
JOHN A. T. ROBINSON
SINCERO PARA CON DIOS (Honest to God)
(3." edición)
Un volumen de 228 páginas Ptas. 150
JEAN CARDONNEL, O. p.
DEL BUEN DIOS AL DIOS VIVO
Un volumen %í %6 páginas Ptas. 150
LEOPOLDO DURAN
HAY UN DESIERTO DORADO
Un volumen de 240 pajinas Ptas. 180
:
ROGER GARAUDY ' "*'~
DEL ANATEMA AL DIÁLOGO
Un volumen de 176 páginas Ptas. 110
PAUL TILUCH
SE CONMUEVEN LOS CIMIENTOS
DE LA TIERRA
Un volumen de 296 páginas Ptas. 180
Colección ADESIARA
JOHN A. T. ROBINSON
1. EL CUERPO. Estudio de teología paulina
Un volumen de 132 páginas Ptas. 110

OBRAS EN PREPARACIÓN:
S0REN KlERKEGAARD
La dificultad de ser cristiano
Louis EVELY
Espiritualidad de los laicos
PAUL TILLICH
Amor, poder y gloria
El nuevo ser
El eterno ahora
DlETRICH BONHOEFFER
Resistencia y sumisión
JOHN A. T. ROBINSON
Exploración en Dios.
¿La nueva Reforma?

LIBROS DEL NOPAL


Edicionot ARIEL, S. A.

También podría gustarte