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Esperanza significa esperar con fe. El hombre siempre ha tenido esperanza hasta en los momentos más difíciles.

Los fuertes se aferran a la esperanza, porque desean hacer posible sus proyectos y saben que no se puede vivir la vida sin ella.

Las personas depresivas pierden la esperanza, no esperan nada, no tienen ningún interés, se cierran en ellos mismos y no le encuentran sentido a la
vida. No pueden empezar de nuevo, se sienten inútiles, fracasados, inservibles, se odian a si mismos y piensan que la muerte es su única esperanza.

Esperanza en la muerte, es lo que esperan los depresivos, pero no en la vida.

Si tienen esperanza en la muerte ¿por qué no tenerla en la vida e imaginar lo que quisieran?

Pero el depresivo no quiere nada, solo dejarse estar y morir para dejar de sufrir.

Todos los filósofos nos dan algún tipo de esperanza tratando de buscarle sentido a la vida. Pero aunque la vida no tuviera sentido en si misma, tenemos
la capacidad de darle sentido a nuestras propias vidas, con nuestros actos.

Cada uno de nosotros puede ser la esperanza de otros, como los hijos que son la esperanza de los padres y el amor nos llena de esperanza y nos
reconcilia con la vida.

La esperanza surge en los momentos de gozo que son los que nos inclinan a creer en algo mejor.

Cuando la vida nos parece maravillosa estamos más cerca de Dios y cuando el dolor nos acosa es cuando nos refugiamos en Él.

El hombre es tiempo y es esperanza. Nada que deseamos ocurre en el mismo instante que lo pensamos, hay que esperar los acontecimientos en el
tiempo, hay que esperar, porque la vida es espera.

El deseo y la esperanza se corresponden, porque es el deseo el que hace posible la esperanza y sin deseos no hay esperanza. Así para el que desea
vivir, cada mañana es la esperanza de un nuevo día.

El que tiene esperanza tiene fe y puede creer, porque no hay fe sin esperanza.

El que no tiene esperanza se desespera y puede ser una víctima de la desesperación.

El conocimiento, el arte y la religión nos conectan con la trascendencia y son nuestra mayor esperanza.

Un hombre fue sorprendido por una tormenta y se refugió en una cueva con su caballo. Como la cueva estaba cerca del río, ambos corrían peligro de
morir ahogados.

Se sentó a esperar a que alguien los ayudara, a pesar de que no era un lugar muy transitado y menos durante un vendaval como ese.

Como de nada le servía desesperarse, aunque no era de ir a la Iglesia, eligió orar. Le pidió a Dios que los salvara, que deseaba seguir viviendo, pero
que si había llegado su hora se lo llevara con Él, que lo aceptaba, pero que dejara que su caballo volviera a su hogar porque lo necesitaban.

Sin preocuparse sacó de su bolso una flauta y se puso a tocar una melodía.

Se sintió transportado por la música y se olvidó de la tormenta que seguía arreciando afuera.

Estaba muy tranquilo, como si no estuviera pasando nada.

Cuando terminó la melodía, tocó otra más y después otra, y luego se quedó dormido.

Cuando se despertó había parado de llover.

Salió con su caballo de la cueva y vio que el río no se había desbordado, pudiendo retomar su camino sano y salvo.

Su esperanza en la fe lo habían salvado del miedo y la desesperación; y tal vez de morir de un infarto.

Dice Julián Marías que la vida es el resultado de trayectorias, las que se eligen y las que no; se eligen unas y se descartan otras; así, con la
suma de todas, va configurándose la persona que finalmente se llegará a ser. Aunque Marías supo entregarse como nadie al pensar filosófico y al
uso exclusivo de la razón, siempre mantuvo abiertamente su condición de creyente. Para él Dios no era solo una idea o un “problema” tal y como
lo trataban otros filósofos. Era más bien alguien absolutamente real y fuente de toda esperanza. Como muestra de esto y tratando el tema con
más amplitud, en la entrevista que se adjunta, Julián Marías afirma:
“La muerte es inevitable; el hombre desemboca en la muerte. Pero la vida no, la vida es proyecto y no hay razón para dejar de proyectar. Lo que
quiere decir que la vida humana postula la perduración, postula la vida después de la muerte, y yo creo que el hombre debe seguir proyectando
para después de la muerte. Se ha dicho muchas veces que el hombre no se puede llevar nada, como las riquezas o los honores. Pero sí se puede
uno llevar los proyectos, lo que uno ha querido ser y no ha podido. Yo pienso en la otra vida como la realización de las trayectorias auténticas“.
“Es evidente que el cuerpo se destruye en la muerte; en algunos casos su desaparición puede alcanzar límites increíbles, que harían imposible
toda ‘recuperación’ o ‘reconstrucción’. Evidentemente la resurrección de la carne implica una ‘recreación’ de ella. Pero esa nueva ‘creación’ de la
carne, unida a la persona que sigue viviendo, no parece más misteriosa que la primera.
“La resurrección, inaccesible a la razón, insistamos en ello, incomprensible para los griegos, es núcleo esencial del cristianismo, fundada en la fe
de Cristo y prometida por él a todos los hombres”.
“La omisión de la expectativa en la perduración es la máxima infidelidad al cristianismo; si se mira bien, al sentido profundo de toda religión”.
– Páginas 77-82.

“Hay gente que dice que el esperar otra vida, le quita importancia a esta, pero es todo lo contrario. Justamente, el que se espere otra vida, es lo
que da verdadera importancia a esta”.

La infidelidad más grave al cristianismo es la que tiene mayor actualidad en nuestro tiempo: el olvido de la otra vida, la atenuación de la
perspectiva de la muerte y la perduración de la vida personal. Para muchos hoy lo cismundano es el único horizonte. Como consecuencia de
varios factores, se ha ido disipando la referencia a la perduración, la proyección hacia una vida con la cual se deja de contar… Nuestros
contemporáneos prefieren lo único de que se puede tener seguridad: la nada. Acaso la escasez de amor es un factor que entibia el deseo, la
necesidad de otra vida: si no se ama, ¿para qué? Otro factor es la politización que ha dominado a grandes porciones de la humanidad.
“Esta situación, la idea de que no hay más que esta vida, reduce a Dios a una mera referencia nominal en la que apenas se piensa. Aunque no se
renuncie al cristianismo, se le vacía de contenido. Esta es la situación de gran número de personas que se consideran cristianas, católicas,
protestantes u ortodoxas, pero en las que esa condición no es decisiva, no es lo que sirve de apoyo a sus vidas… Es increíble el grado en que se
ha perdido el sentido de la palabra ‘adoración’, en que no se tiene en cuenta la posible deificación del hombre y de su vida a la luz de la
Divinidad”.
“La palabra clave del cristianismo es amor… el amor es la condición que caracteriza al cristiano, lo que lo identifica y distingue.
“De las tres palabras griegas que designan el amor, éros, philía y agápe, el Nuevo Testamento usa principalmente la última. La Vulgata la
traduce por ‘cáritas’, y no habría que objetar, si no fuera porque la palabra ‘caridad’, en todas las lenguas, ha experimentado cambios
semánticos y se ha ido separando de su sentido originario de amor, aunque lo conserve como un fondo o fundamento. Es menester, pues, volver
a la voz amor para traducir ‘agápe.

El término redención es un término muy significativo en la conciencia humana. La redención es la acción


que puede llevar adelante una persona para quitar el dolor o el sufrimiento a otra persona. Muchas
veces, uno mismo puede ser redimido de sus pecados simplemente obrando bien y sin la necesidad de
otro, cambiando esos errores por mayor amor y respeto al prójimo. La redención puede ser entonces
entendida como una segunda oportunidad para encarar la vida, la realidad libres de dolor, de pecado o
de sufrimiento. Tal como se puede ver, el concepto de redención tiene un vínculo muy poderoso con
la religión y con la espiritualidad.
La redención es una acción de profundo significado para la vida de una persona. Sea como sea que se realice o se
lleve adelante, la redención libra a la persona de todo lo malo que puede rodear su vida o determinarla. Al redimir a
una persona se le está permitiendo volver a encarar su vida o su realidad de una nueva manera, diferente y
renovado.

A veces la redención tiene que ver con librar a la persona de un sufrimiento que puede ser muy profundo, tanto
físico como emocional o incluso mental. Otras veces, la redención puede tener que ver con librar a una persona
de sus pecados o bien de sus errores para permitirle que se reinserte nuevamente dentro del tejido social que se
mueve segun determinados parámetros.
En la doctrina católica, la redención es quizás una de las obras más importantes, nobles y significativas de Jesús,
el redentor del pueblo. Esto es así ya que Jesús es quien redime a los seres humanos del pecado original cometido
por Adán y Eva para permitirles su entrada al mundo de los Cielos, a la morada suya y del Señor. La redención de
Jesús se hace carne a través de su sufrimiento, su muerte y su resucitación

¿Por qué sufren los hombres?

¿Por qué existe el dolor?

Hay una pregunta que, calladamente o en voz alta, solemos formularnos varias veces al día, muchas, demasiadas veces en la vida. ¿Por qué
sufren los hombres? ¿Por qué existe el dolor?

Esta pregunta señala una realidad de la que nos es imposible escapar. Todos sufren; por una u otra razón, todos sangran en su corazón e
intentan vanamente apresar una felicidad concebida como una sucesión ininterrumpida de gozos y satisfacciones.
Viene a mi memoria una parábola del budismo que siempre me ha impresionado; aparece en los libros bajo el nombre de “El grano de
mostaza”. Y, en síntesis, refleja el dolor de una madre que ha perdido a su hijo pero que, sin embargo, confía en volverlo a la vida gracias a
las artes mágicas del Buda. Este no desalienta a la madre; solo le pide que para resucitar a su hijo le consiga un grano de mostaza obtenido
en un hogar donde no se conozca la desgracia…

El final de la parábola es evidente: el grano de mostaza, ese grano tan especial, jamás aparecerá, y el dolor de la madre se verá mitigado, en
parte, al comprobar cuántos y cuán grandes son también los sufrimientos de todos los demás seres humanos. Pero el hecho de que todos los
hombres sufran no quita ni explica la realidad del sufrimiento. Y otra vez nos preguntamos, ¿por qué?

Viejas enseñanzas –más viejas aún que la parábola citada– nos ayudan a penetrar en el intrincado laberinto del dolor.

En general, se nos indica que el sufrimiento es el resultado de la ignorancia. Así, sumamos dolor tras dolor, es decir, a los hechos dolorosos
en sí, sumamos el desconocimiento de las causas que han motivado esos hechos: no somos capaces de llegar hasta las raíces de las cosas
para descubrir la procedencia profunda de aquello que nos preocupa; simplemente nos quedamos en la superficie del dolor, allí donde más
se siente, y allí donde más se manifiesta la impotencia para salir de la trampa. Ignoramos la causa de lo que nos sucede, y nos ignoramos a
nosotros mismos, sumando una doble incapacidad de acción positiva.

Asimismo desconocemos otras leyes fundamentales de la Naturaleza, y una vez más, por ignorancia, acrecentamos nuestro dolor.
Deberíamos saber que ningún dolor es eterno, que ningún dolor se mantiene ante el embate de una voluntad constructiva. Nada, ni dolor ni
felicidad, puede durar eternamente en el mismo estado. Hay que aprender, pues, a jugar con el Tiempo para hallar una de las posibles
salidas del laberinto.

El dolor de lo por venir no tiene cabida en el presente, ya que es un sufrimiento inútil, antes de tiempo y, tal vez, sin razón de ser. Es verdad
que en el presente ya se está gestando el futuro, pero también es verdad que el temor del futuro es germen de futuros males, mientras que la
voluntad firme y positiva da lugar a circunstancias más favorables que también pueden gestarse en el presente.

El dolor de las cosas pasadas es como intentar mantener el cadáver de un ser querido en nuestra casa, repitiéndonos constantemente que no
ha muerto, volviendo mil veces los ojos a la irrealidad de un cuerpo que no existe y desconociendo la otra realidad espiritual que sí existe.

Y en cuanto al dolor del presente, es apenas una punzada que en breve se hunde en el pasado, para dejar lugar al futuro.

Por eso decía un sabio que los hombres somos capaces de sufrir tres veces por la misma cosa: esperando que suceda, mientras sucede y
después que ha sucedido. Así se refuerza la tesis de “la ignorancia como madre de todos los dolores”.

Para los orientales, siguiendo con la tónica de la parábola budista, “el dolor es vehículo de conciencia”, lo que equivale a decir que todo
sufrimiento encierra una enseñanza necesaria para nuestra evolución.

El dolor es el que nos obliga a detenernos y a preguntarnos acerca de las cosas. Sin el dolor, jamás nos diríamos, como tantas veces lo
hacemos: “¿Por qué a mí?”, para advertir seguidamente que no es “a mí” solamente… Sin el dolor, no nos propondríamos indagar en las
leyes ocultas que mueven todas las cosas, hechos y personas.

Por poco que volvamos los ojos, encontraremos sufrimiento: sufre la semilla que estalla para dar lugar al árbol, sufre el hielo que se derrite
con el calor o el agua que se endurece con el frío, y sufre el hombre que, para evolucionar, tiene que romper las pieles viejas de su cárcel de
materia.

Pero tras todos estos sufrimientos se esconde una felicidad desconocida: la plenitud de la semilla, del agua, del alma humana que descubren,
en medio de las tinieblas, la luz segura de su propio Destino.

Resumen
El presente trabajo son reflexiones ético- filosóficos sobre el dolor, sufrimiento, muerte y felicidad. Dada la importancia que tiene para los profesionales
de la salud en Cuba, nos proponemos como objetivos fundamentales: explicar los conceptos dolor, sufrimiento, muerte y felicidad; así como la
importancia que tiene su conocimiento para el personal de las Ciencias Médicas, teniendo en cuenta la repercusión social y humana que poseen. Se aborda
el papel que desempeñan los profesionales de la salud en nuestra sociedad, en lo referido a esta temática.
Palabras claves: reflexiones filosóficas, sufrimiento, dolor, muerte, espíritus, conciencia, felicidad

Introducción
El hombre, con la finalidad de orientar su vida, plantea problemas en la medida que interactúa con el resto de la sociedad y de esta manera surgen
interrogantes acerca del sentido de la vida y si vale la pena vivir.
Los aspectos relacionados con la vida, su surgimiento y fin, el goce de la felicidad o el padecimiento de dolores y sufrimientos, constituyen un contenido
esencial dentro de la ética de la salud, por la significación que para los profesionales de esa rama, tienen esos temas.
En este sentido vale reconocer que para los profesionales de la salud su práctica carece de sentido sino tienen claramente definidos conceptos básicos
como los de: dolor, sufrimiento, muerte y felicidad.
Por tal motivo, consideramos oportuno tratar estos temas, donde tenemos como objetivos fundamentales: explicar los conceptos dolor, sufrimiento,
muerte y felicidad; así como la importancia que tiene su conocimiento para el personal de las Ciencias Médicas, teniendo en cuenta la repercusión social y
humana que poseen.
Constituye una exigencia de la época actual enfrentarse al individuo con una profunda comprensión de su esencia social y desde una posición humanista
de los problemas con el noble propósito de valorizar aún más al ser humano. El presente trabajo nos permite un acercamiento al estudio del dolor, el
sufrimiento, la muerte y la felicidad desde una concepción filosófica.

Desarrollo
A lo largo de la historia de la humanidad el ser humano se ha planteado determinadas interrogantes que hoy ocupan un lugar importante en el plano ético
filosófico. Entre ellas:
¿Cómo vivir? ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Vale la pena o no vivir? ¿El hombre puede llegar a comprender la muerte? ¿Puede el hombre aplazar la
muerte?
Los aspectos relacionados con la vida, su surgimiento y fin, el goce de la felicidad o el padecimiento de dolores y sufrimientos constituyen un contenido
esencial dentro de la ética de salud, por la significación que tienen estos temas.
La intervención del profesional de la salud en el tratamiento del paciente no puede quedar reducida a la recopilación de datos científicos
de carácterbiológico, sino que el profesional debe enfrentar al individuo con una profunda comprensión de su esencia social y desde una posición
humanista de sus problemas, que necesariamente lo llevan a la incorporación de estas categorías a su trabajo cotidiano.
El dolor, el sufrimiento y la felicidad, siempre han estado presentes en la vida de los hombres y sus reflexiones, por lo que estas deben ubicarse en un lugar
priorizado dentro de las concepciones teóricas del profesional de la salud.
El dolor
Podemos considerar al dolor como un concepto esencial en la práctica del profesional de la salud. En primer lugar, conocemos que el dolor es un elemento
que habitualmente acompaña las enfermedades y que llega a determinar las vivencias que de ella se tengan.
Según N. Abbagnano: "El dolor es una experiencia emocional y sensorial desagradable asociada con daño tisular potencial o real o descrito en esos
términos".
El mismo autor plantea: "Casi todas las alteraciones del cuerpo causan dolor(...), el dolor es un mecanismo protector del cuerpo, se produce siempre que
un tejido es lesionado y obliga al individuo a reaccionar en forma reflejo y para suprimir el estímulo doloroso".
Otros autores coinciden en que: "El dolor es una sensación causada por la actividad de estímulos de naturaleza nociva (...) el dolor en la mayoría de los
casos es un mecanismo protector que avisa al individuo que los tejidos del organismo están siendo dañados o están a punto de serlo".
En las definiciones anteriores se enfoca el dolor tomando en cuenta al hombre estrictamente como un organismo biológico y donde no se ha tenido en
cuenta su carácter social.
Los dolores del hombre pueden trascender este tipo de dolor biológico, haciéndolo padecer de otros inherentes a su condición humana y que pueden
surgir por diversas causas: desde la pérdida de un ser querido, la traición, fracaso, marginación social, sufrimiento ajeno, etc. Teniendo en cuenta que
existen diferencias entre el dolor de naturaleza física y aquel que se relaciona con la vida afectiva y emotiva del hombre, algunos autores lo han llamado
"pena".
Diversas escuelas filosóficas han elaborado su concepción del mundo teniendo como elemento central el lugar del dolor en la vida del hombre,
mostrándose más o menos pesimistas.
Aristóteles, por ejemplo, decía que el dolor es lo que se aleja de la condición natural de forma violenta y es ajeno a las necesidades e intereses de los
seres vivos, mientras que F. Nietzsche afirmaba que la vida era esencialmente dolor.
Podemos concluir entonces que el dolor es una alteración que afecta negativamente al ser humano y que puede estar asociada a una lesión física o a una
experiencia emocionalmente desfavorable.
El Sufrimiento
Comúnmente se tiende a considerar como sinónimos los conceptos dolor y sufrimiento, siguiendo la idea de que el dolor es de naturaleza física y el
sufrimiento de naturaleza psicológica.
Entre ambos conceptos existen diferencias, el dolor (de naturaleza física o no) es un concepto central dentro de las inquietudes de cualquier humanista
por las consecuencias que puede acarrear para el hombre: el sufrimiento. Pero no podemos dejar de reconocer que tanto el dolor como el sufrimiento
pueden existir en el hombre independientemente uno del otro.
El sufrimiento constituye una reacción psicológica provocada por un hecho doloroso (físico o no) y de duración variable en dependencia del significado
que para el sujeto tiene el hecho que lo provoca. Para que exista el sufrimiento no tiene que estar presente el hecho doloroso, puede bastar el recuerdo de
él para que se haga realidad el sufrimiento.
En el caso de que el dolor sea físico, el sufrimiento puede ser aliviado, mitigado por analgésicos, pero si el dolor está relacionado con la vida afectiva y
emotiva del sujeto, los analgésicos no desarrollarían el efecto que se necesita y habría que utilizar otros recursos que por su relación directa con la esfera
psicológica, resultarían mucho más complejos.
Existen sujetos, por ejemplo, que ante situaciones que conllevarían sufrimiento, no reaccionan de esta manera y para evitarlo, se evaden de la realidad
objetiva y buscan salidas ideales a sus problemas.
En otras ocasiones, se asume una postura estoica, de resignación, que los llevan a la conclusión de que el hombre nace para sufrir.
Podemos decir por tanto, que el sufrimiento es un aspecto propio de la existencia humana por el que debemos transitar siempre que nos encontremos
ante problemas y situaciones difíciles (pérdida de seres queridos, por ejemplo).
Nos preguntamos entonces, cómo evitar o disminuir los sufrimientos humanos. Indudablemente, para evitar el sufrimiento o al menos atenuarlo en
alguna medida, debemos actuar sobre su causa: el dolor. Véase como ejemplo la muerte de un ser querido; aquí el individuo deberá sufrir, no obstante, se
impone actuar sobre la percepción que del problema tiene el sujeto. Esta actuación debe estar encaminada a estimular una actitud que le permita asumir
valientemente el hecho y enfrentarlo con una visión positiva de lucha que le permita sobreponerse al sufrimiento y continuar su vida.
El enfrentamiento al sufrimiento depende también de otras categorías psicológicas que transformarán su impacto en el ser humano, como por ejemplo:
temperamento del sujeto, carácter, flexibilidad, autoestima, etc.
La felicidad
Mucho se ha escrito sobre la felicidad. Hoy en día, se publican artículos y libros de recetas para obtenerla, y donde la mayoría de las veces buscan trabajar
en cuestiones externas al individuo. Refiriéndose a ella nuestro apóstol dijo: "La felicidad existe sobre la tierra y se conquista con el ejercicio prudente de
la razón, el conocimiento de la armonía del universo y la práctica constante de le generosidad".
Epicuro desde el siglo IV ane trató el tema de la felicidad al plantear:" La filosofía como el camino para que el hombre conquistara la felicidad… mediante
esta el hombre se libera de todo deseo inquieto o molesto."
Otros autores como Immanuel Kant afirmaban que: "La felicidad resulta el ideal de un estado o condición inalcanzable, concepto en un mundo
sobrenatural y por intervención de un principio omnipotente".
Existen disímiles opiniones, sin embargo: la más común de sus acepciones es la que concibe como un estado de ánimo en posesión de un bien. La mayoría
de las personas coinciden en ciertos criterios al definir si son felices o no, teniendo en cuenta la posesión de bienes espirituales y materialescomo: tener
una familia sólida, tener las necesidades materiales resueltas, satisfacción de las necesidades espirituales, correspondencia en el amor, realización
profesional y personal, no ser discriminado por causa alguna, etc.
Por lo general tendemos a buscar la felicidad fuera de nosotros y no dentro.
Hay quienes afirman que ser feliz es alcanzar un estado de placer absoluto por encima de todos los problemas que pueden rodear al ser humano. Otros le
dan un condicionamiento genético, dándole carácter innato y fatalista al problema.
Sería válido considerar la felicidad como el hecho de saber enfrentar con valor aquellos acontecimientos que son propios de la condición humana y que
nos hacen reflexionar sobre nuestra existencia: enfermedades, muerte, problemas económicos, etc.
La felicidad tiene un componente social, pero a la vez un sentido individual. Debemos buscar la felicidad dentro de nosotros mismos, para ello hay que
estar preparados y educados. En ocasiones la posibilidad de una vida feliz está cerca y no conseguimos verla por falta de perspectiva. La felicidad depende
de nuestro sistema de valores, de nuestro sentido de la vida y en especial del desarrollo de nuestra espiritualidad.
Hoy en día la ciencia ha demostrado que muchos problemas de salud (enfermedades cardiovasculares, úlceras, cefaleas, etc.) son el resultado de
tensiones, es decir, de nuestra infelicidad. En las personas que sufren un estrés continuado se produce una depresión en su sistema inmunológico,
dejando así las puertas abiertas a las enfermedades.
La felicidad (bienestar físico, psíquico y social) debe concebirse como la valoración positiva de la vida y a ello contribuye en alto grado la salud. Entre el
concepto de salud y felicidad existe una estrecha relación, que debe ser del dominio del profesional de la salud en su quehacer cotidiano. Debemos
prolongar la vida, vivir a plenitud, con la mejor calidad posible. Nuestro sistema de atención de la salud por tener al hombre como centro de su atención
brinda las posibilidades a todos los ciudadanos de Cuba a una atención con pertinencia y calidad según señala la UESCO en su declaración universal de
los derechos del hombre.
La muerte
"La muerte, hermana gemela de la vida, es tan bella como ella misma, no es un enigma, sino una necesidad filosófica. Cuando el cuerpo siente la fatiga
de un día de trabajo, duerme ¿no es el sueño un placer?, la muerte es otro, más hondo, más absoluto, porque se ha hecho esperar más tiempo. No hay
choque ni temor en la muerte, cuando el sano equilibrio se ha conservado durante la vida….La máquina no se rompe cesa, y eso es todo. Después ¿qué
importa? ¡La obra está hecha! ¡El creador reposa! ¡Es su recompensa! Bienaventurados los que mueren y legan el sublime ejemplo de su agonía a sus
hijos".
Miguel de Carrión (1875-1929)
Estar de frente a la muerte puede llevarnos a una actitud ante la vida más enérgica, más positiva y saludable, y el hecho de que las personas se amedrenten
por la muerte no logra disipar la angustia ante el profundo misterio de este fenómeno y aceptarla como algo natural.
La pérdida de un ser querido siempre, en mayor o menor grado, originará una crisis en el seno de la familia. Cuando la muerte es de manera súbita (un
accidente de tránsito o una enfermedad fulminante por ejemplo) en aquellos que disfrutan de una vida plena, la adaptación de los familiares a la pérdida
es más difícil. Cuando el saber y el juicio le dan al médico la certeza de que su ciencia no tiene utilidad para salvar esa vida, los instrumentos para lograr
su arte serán la compasión y el consuelo para el paciente y sus familiares.
En otros términos: la muerte nos acompaña toda la vida, nace con cada uno de nosotros, crece bebiendo de nuestros sueños, triunfos y frustraciones y al
final se enseñorean sobre nuestra suerte. Vivir es, desde cierto punto de vista, aprender a asumir la muerte.
Una vez que el individuo nace, el hecho inexorable al que conduce su propia existencia es la muerte. Podemos aseverar, que lo único totalmente seguroque
nos concede la vida es la muerte, sin embargo, de manera consciente o inconsciente, la rechazamos y hacemos todo lo posible por alejarla.
Erick From, psicoanalista, plantea en su teoría de la dicotomía existencial que: todo ser humano sabe que es mortal, pero niega su propia mortalidad y
por ello se aferra a la vida. Por otro lado Tomás Browne señala: el largo hábito de vivir nos ha indispuesto para la muerte" y solo cuando su posibilidad
se nos acerca es que comenzamos a valorar que su presencia puede ser real y llevarnos a la finitud de nuestro ser.
El médico es el máximo ejemplo de quien lucha contra ese enemigo común que en la batalla de la vida es la muerte, y aún a sabiendas de que al final esta
saldrá victoriosa, pues siempre en un momento a ella le tocará ganar, su profesión está encaminada a postergarla lo más posible y es nuestra máxima
satisfacción vencerla en los combates que representa los diferentes procesos morbosos que ocurren en el transcurso de la existencia ya sea previniéndolos
o curándolos.
A medida que la edad avanza, el individuo se prepara más y disminuye la aprensión de morir; tal parece que es el amor a la vida es lo que nos hace ver a la
muerte como un obstáculo para su prolongación. Ante la posibilidad de morir, es oportuno señalar que ni la persona más talentosa o mejor instruida se
siente libre de temores y angustias cuando está irremediablemente enferma.
Las distintas modalidades de la respuesta psicológica ante la enfermedad siempre están determinadas por la personalidad, en la que influyen el tipo de
afección y la repercusión que ésta tenga sobre su imagen corporal, valoración social y desempeño laboral, así como las ideas preconcebidas sobre la
actuación del médico.
El abandonar la vida de manera digna es un objetivo noble, pero no siempre logrado. Dignificar la muerte significa que se considere al moribundo como
una persona responsable y con sentimientos, a la que se respete su intimidad y a la cual se le debe satisfacer su necesidad de afecto sincero de familiares y
amigos.
Existen tres temores fundamentales ante la muerte:

 El temor ante el evento mismo.

 El temor a lo que hay después.

 El temor a lo que se deja.


El paciente grave que se supone morirá pronto, muchas veces tiende a ser aislado, alejado de sus compañeros de sala y en ocasiones de su familia,
pensando en evitarles el enfrentamiento con una experiencia vital que nos asusta: la muerte. Sin embargo, el cuidado del paciente moribundo conlleva
aspectos éticos que el personal de salud debe conocer y practicar, para que hasta el último momento de su vida el enfermo reciba la atención que merece
por su condición humana y poder morir con dignidad.
También es importante la atención después de la muerte, la asistencia del médico y la enfermera a las exigencias es el colofón final. La experiencia indica
que esta actitud es gratificante, ya que después de todo, la relación humana ha sido intensa e íntima, por breve que esta haya sido.
El intento médico de prolongar la vida, por medio de complejas tecnologías, en pacientes con estados irreversibles, debe encaminarse a mitigar el dolor y
el sufrimiento del paciente para lograr una muerte digna. La obstinación terapéutica es un error ético y una falta de competencia. En este sentido Thomas,
se refiere a dos tipos de ensañamiento terapéutico que hay que evitar:

 El consistente en querer prolongar la vida a toda costa.


 El eutanásico, que decide rápidamente que lo mejor para el enfermo es la muerte.
Si por un lado la eutanasia no es lo que concebimos éticamente correcto en nuestro país, tampoco lo es el criterio que tienen algunos médicos de que
"mientras haya un soplo de vida hay esperanza"; criterio que ha conducido a implantar la distanasia (la prolongación injustificada de la agonía en
enfermos en quienes la medicina ya no tiene nada que ofrecer).
El médico debe estar consciente de lo que implica prolongar la vida de un paciente. Si existe una probabilidad razonable de que sobreviva a su
enfermedad, todo esfuerzo está justificado. Si está consciente de que no va a sobrevivir y de que no hay manera de saber cuánto tiempo estará "vivo"
mediante técnicas y tratamientos sofisticados, debe valorar lo que significa en sufrimiento para el paciente y en costos y sufrimientos para la familia,
debemos tratar a nuestros pacientes como desearíamos ser tratados.
La muerte en la actualidad se está hospitalizando, y ya el mayor por ciento de los pacientes del mundo muere en los hospitales, alejados de sus seres
queridos, en estado de aislamiento y soledad, con tubos en todos los orificios y agujas en las venas (80% en Estados Unidos). Un sociólogo estadounidense
llama pornografía de la muerte a este fenómeno de manipulación y disfrute de la muerte por parte de la sociedad de consumo.
Es deber del médico curar y aliviar en la medida de lo posible el sufrimiento, teniendo siempre a la vista los intereses de sus pacientes.
El médico se abstendrá de utilizar o emplear cualquier medio extraordinario que no reportara beneficio alguno al paciente.
El neoliberalismo en el tercer mundo acentúa las diferencias, la injusticia distributiva y el acceso real a los servicios de salud, a su vez, los países
desarrollados incrementan la comercialización y el encarecimiento de la atención médica.
La satisfacción de las necesidades de la población coloca en primer plano la salud, por lo que es tarea prioritaria de nuestro país, la atención médica a
nuestro pueblo, y el rescate de las acciones éticas que la componen.
La salud en Cuba es un derecho inalienable del pueblo, por lo que el desarrollo de la ciencia y la tecnología en la rama de la salud responden a la
satisfacción del pueblo trabajador, garantizar una atención con calidad, lo que nos permite aliviar en los pacientes el dolor y el sufrimiento .
La aplicación de la pedagogía marxista en la formación de un profesional de la salud desde el paradigma biosicosocial es la garantía del modelo de salud
revolucionario e internacionalista que constituye un ejemplo de desarrollo para los pueblos del mundo.

El dolor pasa, el sufrimiento queda. El sufrimiento es diferente al dolor, porque del dolor nos liberamos pero al sufrimiento nos aferramos.

Algunos pueden pensar que merecen sufrir, por una razón u otra, que el dolor es inevitable o que incluso puede ser bueno.

Si estas creencias no existieran tampoco existiría el sufrimiento

Lo único que nos puede liberar del sufrimiento es darnos cuenta de que lo que nos hace aferrarnos al dolor es algo irreal. Pueden ser falsas creencias,
percepciones negativas, obsesiones, comparaciones, relaciones tóxicas, y necesidad de perderse en el dolor; mientras el fin del sufrimiento sería todo lo
contrario.

Se comienza a sufrir cuando un hecho que nos lastima es negado y en lugar de vivirlo o expresarlo se intenta sustituir por el placer.

La única forma de evitar el sufrimiento es ser consciente de cuál es la fuente del dolor, saber qué es lo que realmente lo provoca.

La distorsión de la percepción del dolor produce más dolor.

Es la confusión y el conflicto interno lo que no nos permite curar el dolor.

La percepción cambia, sin embargo a veces, una persona se puede obsesionar con viejas percepciones que se refuerzan cada vez que se repiten.

Una joven que sufre de anorexia, por ejemplo, tiene la percepción distorsionada de su cuerpo por razones emocionales y de personalidad, que
determinan qué es lo real con respecto a ella misma; y eso le resulta doloroso porque se identifica con una realidad falsa.

El dolor es subjetivo y se evalúa de distinta forma porque no todos tienen el mismo umbral.

La manera de sufrir la aprendemos de los demás; de manera que sentimos lo que creemos apropiado en una circunstancia determinada, y lo que nos
parece que esperan los demás de nosotros.

En el seno de la familia es donde aprendemos a negar el dolor y a sufrir. Sin embargo, la mayoría prefiere mantener sus relaciones antes que dejar de
sufrir.

Esto se hace evidente en familias abusivas donde la víctima ni se defiende ni huye, y muchas veces se pone de parte del abusador.

Podemos ser compasivos con el sufrimiento de otros, manteniendo ciertos límites.

Sufrimos porque nos aferramos al dolor, como si tuviéramos temor a que nos lo quiten; pero si nos atreviéramos a ser libres, sin ataduras, ilusiones ni
creencias falsas, veríamos la realidad tal cual es, identificaríamos el dolor, que de esa forma se disiparía naturalmente y nos liberaríamos para siempre
del sufrimiento.

La ausencia de sufrimiento es la simple conciencia de sí mismo, o sea aprender a ser uno mismo.

Para vivir sin sufrir se necesita orden, porque el caos es confusión y el orden es claridad. Controlar el estrés, identificando las causas y reduciéndolas.
Ser compasivo sin apropiarse de los problemas de los otros; porque se puede ser una buena persona sin perder de vista los límites.

El cuerpo tiende naturalmente al bienestar, solamente la negatividad le impide estar bien, por eso es necesario evitar la crítica, las habladurías y toda
fuente de negatividad y prestar atención a lo positivo.
El sufrimiento no es natural y consume gran cantidad de energía y las creencias nos limitan, por ejemplo, los hipocondríacos creen que su malestar es
una grave enfermedad, pensamiento que sirve para confirmar su sufrimiento; y si están cansados pueden interpretar que están deprimidos.

Estas sensaciones se pueden manejar mejor despojándolas de la interpretación y de esa manera se dejaría de sufrir; porque todo sufrimiento tiene sus
raíces en algo que es irreal.

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