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Del trepa al apocalíptico: estos son los compañeros de trabajo que hacen de tu día a día
un infierno
En las películas americanas sobre cárceles, son los tipos que se sientan en los escalones
superiores de la grada del patio. Son los líderes, los dominantes, los que mandan sobre los
demás y no reciben órdenes de nadie. Están, en este ejemplo también físicamente, en la
cima de la pirámide social.
No hay grupo humano que se libre de las jerarquías, pero no, el del jefe en una empresa
no es necesariamente el mismo caso; éste puede haber ascendido gracias a su inteligencia
y sus méritos. Eso que llamamos machos alfa, un término importado del comportamiento
animal al lenguaje común, es otra cosa: son rudos y descorteses, se imponen por su
agresividad y sus bravatas, gritan más alto que nadie, se pelean más que nadie y tienen
más cojones que nadie. No es una cuestión de inteligencia, ni siquiera de fuerza, sino de
testosterona, en el sentido más coloquial de la palabra.
Sobre esta idea, los investigadores se propusieron estudiar más a fondo si hay un grupo
concreto de neuronas en esta región que controle el comportamiento típico del macho
alfa. Para ello, diseñaron una especie de ring de lucha para ratones, un tubo en el que los
machos se enfrentan cara a cara para desplegar todo el repertorio de bravuconerías,
empujones y amenazas, sin amilanarse por las del oponente, para decidir quién está por
encima de quién en el orden social.
El cerebro se puede manipular para convertir a un ratón normal en todo un macho alfa
En primer lugar, los científicos analizaron las neuronas individuales de la dmPFC de los
ratones, descubriendo un pequeño grupo de células cerebrales que se activaba en mayor
grado durante estas exhibiciones de poderío. Una vez identificadas estas neuronas, los
investigadores ya tenían su objeto de estudio. El siguiente paso era separar a los machos
alfa y aplicarles un procedimiento similar a la terapia génica para poder inhibir
específicamente esas neuronas, introduciendo en ellas un mecanismo regulable mediante
un fármaco. Luego, se trataba de devolver los ratones al tubo y ver qué pasaba.
A las pocas horas, los machos alfa así tratados habían dejado de serlo. Durante el tiempo
que duraba el efecto transitorio de la droga, "los empujones y contraempujones eran
significativamente menos y más breves", escriben los investigadores en su estudio,
publicado en la revista Science. Una vez desaparecida la influencia del fármaco, los
ratones volvían de nuevo a su conducta anterior.
Es más: esta estimulación artificial conseguía impulsar el efecto ganador. Al día siguiente y
ya sin el estímulo, los ratones continuaban ganando a sus oponentes. Y si los animales
recibían más de seis estimulaciones durante sus rifirrafes, su estatus de macho alfa se
convertía en permanente. Pero los investigadores aclaran que, según lo mencionado más
arriba, la activación de la dmPFC no convierte a los ratones en superratones; su fuerza o
su capacidad no se ven mejoradas ni alteradas de ninguna manera. Simplemente, se
vuelven más chulos.
Lo cual resulta complicado a la hora de explicar qué está ocurriendo en el cerebro de los
ratones. ¿Acaso pierden el miedo a enfrentarse con los tipos más duros del barrio?
"Hemos sospechado que podría tratarse del miedo, pero no hay constancia de que la
activación de la dmPFC sea capaz de reducir el miedo", apunta a EL ESPAÑOL la directora
del estudio, la neurocientífica Hailan Hu, de la Universidad Zhejiang. "Es algo que
querríamos analizar con más detalle", añade.
Otra cuestión es si lo observado en ratones podría aplicarse también a los humanos. Pero
no todos los científicos están de acuerdo en que el concepto de macho alfa sea válido para
nuestra especie. "No se discute la existencia de los machos alfa, sino si los humanos
pueden ser tal cosa", escribía el neurocientífico y divulgador Dean Burnett. Y sin embargo,
hay un ejemplo muy actual de un hombre que ha sido descrito en los medios como el
típico macho alfa, con sus bravuconerías, sus exhibiciones de poder, su desprecio a sus
oponentes y a las mujeres, y un constante empeño en dejar claro que, incluso
literalmente, él la tiene más grande. Anecdóticamente, hoy dirige la nación más poderosa
de la Tierra.
Pero Hu piensa que probablemente el mecanismo cerebral de la chulería sea algo común
de ratones y hombres. "En los humanos existe el mismo circuito neural y muchas
funciones cerebrales están muy conservadas entre los mamíferos", señala. "No me
sorprendería que el mismo mecanismo se aplique a los humanos". Sin embargo, la
neurocientífica añade que es difícil confirmarlo, ya que procedimientos como los
empleados en su estudio no pueden utilizarse en humanos. Tal vez debamos esperar a
que alguien, algún lejano día, eche un vistazo al cerebro de Donald Trump.
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28/09/2013 - 06:00
En el reino animal, el alfa es el miembro de la comunidad que tiene mayor rango y es
seguido y respetado por todos. Tanto el macho como la hembra pueden ser alfas, según la
especie. No obstante, cuando coloquialmente hablamos de macho alfa nos referimos al
hombre, joven y no tan joven, poderoso, masculino, líder: el gallo del corral. Dominante y
viril, el macho alfa es un latin lover aguerrido, fuerte, rudo. Posee los atributos que
tradicionalmente se le han atribuido a la masculinidad —vigor, control, potencia, sex
appeal— y necesita jactarse de ellos constantemente. Nada puede destruir su coraza de
hierro (“acero pa los barcos”, que dice el saber popular) y todo lo quiere conquistar y
dominar. Se pavonea (exactamente igual que el ave que despliega su colorida cola),
ufanándose de lo que él considera sus innumerables atributos de macho ibérico (“yo voy a
ser el Rey León, y tú lo vas a ver”). Atributos que, sin lugar a dudas, desmayan a las
damiselas y hacen rabiar a los leones de la competencia, que a su vez se esmeran en
marcar bíceps y poner mirada de Clint Eastwood, en un ciclo sin fin que lo envuelve todo
(o, al menos, el flirteo semanal discotequero, infalible para mantener la autoestima del
macho alfa en su elevado lugar). No todos los hombres gozan del privilegio de ser el rey de
la jungla, por supuesto. De hecho, cada vez más la noción de macho alfa tiene
connotaciones peyorativas o burlescas. Lo que no es óbice, no obstante, para que la
mayoría de los hombres —toda generalización es injusta— albergue un John Travolta en
su interior, o un Simba que intenta rugir y apenas maúlla. Por si alguno todavía no sabe si
su rol en sociedad se acerca más al de John Wayne o al del bueno de Woody Allen, aquí
van los nueve signos irrefutables de que no eres un macho alfa: 1. Le dejas pagar la
cuenta. El macho alfa provee de sustento a la manada, y no hay discusión que valga. Si
ella, en un ataque de autonomía, liberación femenina, equidad de género o —
probablemente— en un simple amago fruto de la educación pretendiera en un caso
remoto pagar la cena, el macho alfa, tranquila y serenamente, acercaría hacia sí el platito
con la cuenta y, con una mirada tajante, diría: “De esto me encargo yo”. Fin del asunto. 2.
Nunca te disculpas, ni cuando no tienes razón. Un macho alfa no tiene complejos,
absolutamente ninguno (¿cómo va a tenerlos, si es perfecto?). En consecuencia, no tiene
ningún problema en pedir perdón o en reconocer un error (es perfecto, pero humano).
Pide perdón como un hombre, y sabrás que estás entre los machos más machos. 3. Adulas
a los líderes y buscas su aprobación. El macho alfa es el líder. La única aprobación que
necesita es la suya propia. Si eres un lameculos con alguno de tus amigos, probablemente
el macho alfa de la manada sea él. 4. Cotilleas. Un macho alfa jamás cotillea: no necesita
de los defectos de los demás para resaltar sus virtudes. Él es un tipo duro sin necesidad de
comparación, un Mufasa impertérrito que no necesita compararse con nadie. Si criticas
constantemente las virtudes de tus pares, tal vez seas Scar y no lo sepas. 5. Experimentas
las emociones con intensidad, te turbas. Al macho alfa nada le sienta mal. De hecho, nada
le sienta. Nada. Es una especie de cyborg que sabe mantener sus emociones a raya. Ya
puede llegar ella (¡ella!) a confesarle entre lágrimas que anoche participó en una orgía
multitudinaria, que el macho alfa fruncirá el ceño, apurará el cigarrillo, mirará hacia abajo
y tirará la colilla al suelo con total indiferencia. Porque él es un macho alfa, y maneja sus
emociones. Para pasional, ya está ella. 6. No sabes conducir. El macho alfa conduce, y
conduce bien. Conduce coches y motos, porque le encantan los coches y las motos, y tiene
accidentes de los que sale indemne, porque sus pectorales son más férreos que la
carrocería del vehículo. Cuando da marcha atrás, apoya su mano derecha en el asiento del
copiloto y gira el volante sólo con la izquierda. Arranca sin miedo y en todos los semáforos
se hace con la pole position. Si vas en metro, andando o en bici, tenlo claro: no eres un
macho alfa. 7. Te afeitas a diario, te das cremas. El macho alfa es heterosexual. Es muy
heterosexual. De manera que, aunque limpio —estamos en el siglo XXI— el macho alfa
tiene un poco de guarro. Ni cremas ni fulares ni afeitado total. El macho alfa tradicional,
además, lleva una camiseta a lo Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo. No obstante,
existe la versión macho alfa moderno, ese montón de testosterona enfundada en un traje
de chaqueta y con una barba de tres días que parece espontánea pero que el interfecto ha
estado recortándose frente al espejo del baño. Varonil y rudo (por la barba) pero elegante
y sexy (por el traje). Por supuesto, no es necesario que te dejes barba si eres Brando. Pero
si no lo eres, te das cremas, llevas fulares, te afeitas siempre y vistes normal —que ni fu ni
fa—, definitivamente no eres un macho alfa. 8. No ligas o ligas con esfuerzo. El macho alfa
es ese vórtice en que todas las mujeres del mundo confluyen: él gusta simplemente
entrando por la puerta, y no tiene que hacer nada —más que ser rudo, barbudo, firme—
para ligar. Si tu vida cotidiana no es como un anuncio de Axe hecho realidad, quizás no
seas el dueño del cotarro. 9. No bebes, no fumas. El macho alfa fuma y, por supuesto,
bebe. Whisky solo. De un trago, si es necesario. Si eres amante del ron cola o —Dios te
libre— del Malibú con piña, te queda mucho para dominar la jungla. Quienquiera que no
responda al patrón de macho machísimo, quien no sea un león que sólo con pasearse con
la cola en alto y la melena al viento obtenga lo que desea, tampoco debe alarmarse. Hasta
Allen, el menos alfa de todos los machos, encontraba consuelo en el monólogo inicial de
Annie Hall: “Envejecer no me preocupa, no soy uno de esos. Estoy perdiendo algo de pelo
en la coronilla, pero la cosa no pasa de ahí. Creo que mejoraré con los años. Yo pienso que
entraré en la categoría de los calvos viriles”. Está claro que quien no se consuela es porque
no quiere.
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¿Las mujeres desean machos alfa?
Hasta hace unas décadas, se daba por sentado que el ideal de las mujeres era un hombre
fuerte que las protegiera y les proporcionara hijos y seguridad económica.
pareja
Muy Interesante
Por su parte, ellos buscaban una compañera guapa y sumisa, capaz de entregarse a su
cuidado y el de su prole. Pero tras la liberación de la mujer, esos patrones han cambiado:
ahora son muchos –y más complejos– los factores que intervienen en la elección de la
pareja ideal. Los psicólogos evolutivos y otros científicos están investigando las claves que
nos influyen a la hora de escoger a la persona con la que deseamos pasar nuestros días, y
se están llevando sorpresas.
Por ejemplo, ¿qué hay de cierto en el mito que dice que las mujeres desean un macho
alfa? Algunos estudios sostienen que las mujeres que están ovulando prefieren
compañeros corpulentos y rasgos faciales muy marcados. De hecho, muchos modelos
publicitarios responden a esa imagen. Pero ese canon no es el más deseado por ellas en
todas las etapas de la vida. Aunque esas características transmiten la sensación de que su
poseedor tiene buenos genes, se asocian con la infidelidad.
Por eso, tanto las adolescentes como aquellas que han entrado en la menopausia gustan
de varones más femeninos. Y según una investigación publicada en The Journal of Sexual
Medicine, lo mismo les pasa a las embarazadas, que anhelarían un compañero en esta
línea para cuidar a su bebé.
Más información sobre el tema en el reportaje ¿Qué buscamos (de verdad) en nuestra
pareja?, escrito por Raquel Graña. Puedes leerlo en el Muy Interesante número 411.
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MADRID.
CREADA.06-08-2019 | 10:26 H
/
ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN.06-08-2019 | 10:26 H
Adopta una actitud dominante, pero a largo plazo la gente se aleja porque no le soportan.
Personalidad alfa es sinónimo de líder. Ser un líder no tiene nada que ver con ser
controlador y agresivo, algo que hoy en día se tiende a identificar como si fuera señal de
capacidad y poder.
Psicóloga en Barcelona
Se piensa en el hombre ideal: de gran musculatura, guapo, vestido con ropa de diseño,
lleva la última tecnología... Actúa como el chico malo, con chulería. Se destaca del resto,
es ambicioso y competitivo. El personaje que mejor representa este tipo de personalidad
es James Bond. Personaje de la ficción, no corresponde a la realidad de este mundo. En
realidad, nos encontramos con una persona agresiva, lo que implica no estar bien consigo
misma, tener baja autoestima y sentimientos de inseguridad. Imponen sus ideas a los
demás mostrando una necesidad patológica de quedar por encima del resto para sentirse
de esta manera, reconfortados. Bajo esa coraza es frecuente encontrar aspectos blandos,
carencias afectivas, complejos, malestares internos... La organización de su personalidad
se puede comparar a la de los animales con caparazón, como por ejemplo una tortuga o
un caracol. No existe estructura interna, solo un caparazón que protege de la fragilidad.
Es frecuente que las personas que tienen este tipo de funcionamiento tengan alguna
adicción al alcohol o a las drogas para evadirse de la realidad estresante que viven y la
presión por la competencia constante que forma parte de su vida diaria. Existe la creencia
de que este tipo de personas tienen más éxito con las chicas, pero... ¿con qué tipo de
chicas? Quizá con las que se conecta debido a sintonías similares. El macho alfa es un
líder, se conoce y confía en sus capacidades. No necesita pavonearse. Un hombre
poderoso y fuerte es equilibrado y reflexivo. Se tiene en cuenta a sí mismo y tiene en
cuenta a los demás. Se valora y valora. Ejercer la autoridad implica aceptar las limitaciones
y atreverse a aceptar que los demás pueden aportar algo valioso. Si podemos soportar
esto, nos podremos sacar máximo partido y podremos encontrar al líder que llevamos
dentro, porque no es un proceso de buscar fuera, al revés es un proceso interno de
maduración.
Es un tipo de funcionamiento en el que las mujeres cuidan la imagen para que denote
poder. Predomina el dominio y el sentimiento de superioridad. Acostumbran a tenerlo
todo controlado. Gran auto-exigencia para conseguir los objetivos marcados. Pueden
dedicarse a reforzar su posición dentro de un grupo a base de menospreciar a los demás.
Necesidad de que quede demostrado que han conseguido más que los otros. Muy
competitivas. El personaje de Meryl Streep en El diablo se viste de Prada, representa muy
bien este tipo de personalidad.
Existe gran susceptibilidad de ser tratadas como “el sexo débil”, como si fueran menos
capaces que el hombre, con necesidad de competir con éste para demostrar que no son
menos.
Implica una forma de comportarse, siempre a la defensiva. Esto repercute negativamente
en el atractivo hacia el sexo opuesto.
Las personas bien preparadas y que desean formarse continuamente implica que
reconocen que deben seguir ampliando sus conocimientos y que se dedican a aprender a
modificar en torno a lo que el grupo necesita, un hecho que implica la capacidad de tener
una escucha sensible para saber lo que está demandando el grupo. Así, poco a poco se irá
construyendo una personalidad alfa auténtica, ya que una personalidad alfa se construye.
Poco a poco se irán potenciando las habilidades y atendiendo las trabas que pudiera haber
del orden afectivo para gestionar las emociones y los sentimientos propios y ajenos. Para
conseguir crecer como líder mientras se fomenta que los demás se desarrollen y saber
emplear su poder para beneficiar al grupo.
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Exclusivo en línea: Todos queremos ser alfas
ISTOCK
César Galicia escribe sobre masculinidad y sexualidad: ¿qué es ser alfa? Lean para saber
más sobre este término que suele usarse para describir alguien abierta o artificialmente
masculino.
Comparte:
Veinte años después, Mech replicó su investigación, pero descubrió algo nuevo: el lobo
dominante actuaba de tal manera porque era el padre de la manada y el resto eran sus
crías. Si el “alfa” se veía más grande y fuerte era sólo porque tenía más edad y su
comportamiento tenía como objetivo criar y salvaguardar a sus cachorros. Y no solamente
eso: los machos lideraban las manadas junto a las hembras, en colaboración. Y también:
los lobos más débiles comían primero, mientras que los más fuertes lo hacían hasta el final
(el macho dominante, por ejemplo, cedería su comida a la hembra dominante si esta se
encontraba preñada). El rol del supuesto macho alfa había sido resignificado: no era el de
la supremacía sino el del cuidado y el de la protección.
Mech pasó años intentando corregir su error y difundir la noción de que no podemos
extrapolar conclusiones del comportamiento de los seres humanos a partir del de los
lobos. Sin embargo, y para su pesar, el concepto de “macho alfa” ya se había metido en las
profundidades de las creencias colectivas, porque confirmaba una idea que, aunque falsa,
resulta útil para muchos: que es natural que los hombres dominemos esta sociedad. El
daño ya estaba hecho.
***
2019. Un tuitero me llamó “sexólogo ultra virgen” hace no mucho, así que supongo que es
buen momento para demostrarle que se equivoca y convertirme en el macho alfa que sé
que puedo ser. Entro a Youtube y escribo “machos alfa” en el buscador. Salen algunos
títulos: “EL VERDADERO CARÁCTER DE un MACHO ALFA”, “★MACHO ALPHA DOMINANTE
ATRAIGO A TODAS LAS MUJERES: EL PODER INTERIOR”, “MACHO ALFA!!! EXTREMAMENTE
PODEROSO!!! (RESULTADOS IMEDIATOS!!!)”. El de la estrellita se ve tentador (¡resultados
imediatos!) pero descubro que no son más que varios minutos de sonidos de lluvia y un
lobo como imagen de fondo. No sé cómo esto me hará EXTREMAMENTE PODEROSO,
pero, ok. Sigo con la búsqueda.
Elijo otro video, el primero cuyo título en mayúsculas no me hace sentir como si un
hombre del tamaño de Terry Crews me estuviera gritando por no ser lo suficientemente
masculino: “Ecuación Alfa de la Atracción”. Un hombre de unos treinta años habla frente a
un pizarrón y da consejos de seducción. Sus sugerencias giran en torno a ideas como “no
le des suficiente atención” o “demuéstrale que tienes otras opciones” o “espérate a que la
relación esté formada para ser romántico”. Habla también de abundancia, de mujeres “de
alto valor” y de machos beta. Nada nuevo. Es como si hubieran tomado la escena del ligue
según la teoría de juegos en A Beautiful Mind y la hubieran convertido en un video con un
hombre nervioso hablándole a un auditorio imaginario durante media hora en vez de
Russell Crowe.
Debo ser justo: el contenido del video era puro humo, pero su promesa es atractiva. Yo,
como casi todas las personas del planeta, quiero ser deseado. También quiero ser
respetado, admirado y escuchado. Fui un niño al que bullearon y nunca en mi vida quisiera
regresar a una posición de tanta humillación y dolor. Creo que si la promesa del “macho
alfa” es atractiva para muchos hombres no se debe a un deseo innato de dominar o de
violentar, sino porque ofrece una salida fácil —y validada y promovida por la cultura
patriarcal— para necesidades que son, de hecho, universales: el respeto, la aprobación del
grupo, la admiración de tus seres queridos, la seguridad de no ser atacado, la confianza de
que podrás encontrar pareja. Ser un macho alfa, aparentemente, soluciona estos
conflictos, porque el macho alfa es alguien.
***
El especismo que nos caracteriza a los seres humanos esconde una contradicción curiosa:
por un lado, rechazamos constantemente nuestra animalidad enalteciendo como virtudes
aquellas características que supuestamente nos hacen distintos de los “verdaderos”
animales (la fe, el lenguaje, la música, el erotismo…) y, por otro, en el momento en que
vemos en ellos alguna característica que refuerza las ideas que tenemos sobre nuestras
aspiraciones como ser humanos, no dudamos ni un segundo en utilizarla a nuestro favor.
Elegimos a conveniencia los aspectos de la naturaleza con los que nos identificamos, como
si genuinamente no fuéramos parte de ella, como si los seres humanos no fuéramos,
también, animales.
Dentro de esta contradicción, nos gusta la idea de encontrar machos alfa en los animales
porque justifica y alimenta la promesa (exclusivamente humana), patriarcal, capitalista y
meritocrática de que, si nos esforzamos lo suficiente, podemos llegar a escalar posiciones
en nuestro grupo social para acceder a un lugar de poder. Un macho alfa, como dice el
educativo video “Macho ALFA con huevos o pobre diablo BETA – Tú decides”, es valiente,
impredecible, no revela sus sentimientos, no le tiene miedo a pelearse y, sobre todo,
seduce a la mujer que sea: justo aquello que se nos enseña a los hombres que debemos
ser a toda costa.
Sin embargo, todas las características que asociamos a los machos alfa son, en realidad,
malas lecturas de la naturaleza e interpretaciones a conveniencia. Un león no le oculta sus
sentimientos a las leonas. Un lobo no le hace un striptease en el mercado a su novia. Un
oso no siente nostalgia por tiempos más simples. Parece innecesario y hasta risible señalar
esto, pero lo hago para apuntar un hecho: no existe ciencia detrás del concepto de
“macho alfa” aplicado a humanos, sólo ideología, la ideología del machismo, la de los
hombres vulnerables que harían cualquier cosa por demostrar que no lo son.
Esto no quiere decir que no existan jerarquías en las formas de organización de otros
animales. Para supuestamente demostrar que el patriarcado no existe, el psicólogo Jordan
Peterson elabora en una infame entrevista: “Nos separamos de la historia evolutiva de las
langostas hace alrededor de 350 millones de años. Tenemos un ancestro común. Las
langostas se organizan en jerarquías y tienen un sistema nervioso acoplado a las jerarquías
que funciona con serotonina, como el nuestro. Los sistemas nerviosos son tan parecidos
que los antidepresivos funcionan tanto en humanos como en langostas. Y pretendo
demostrar que el concepto de ‘jerarquía’ no tiene nada que ver con construcciones
sociales”.
¿Entonces podemos compararnos con los bonobos? No tan fácil. Ya sea que nos
comparemos con los bonobos o con los chimpancés o con las gaviotas o con los animales
que sean, tenemos que tener algo claro: ellos son una especie, nosotros somos otra;
aunque estemos relacionados, somos distintos —lejos estamos ya de la teoría del mono
desnudo de Desmond Morris—. La realidad es que, a diferencia de otros animales, los
humanos todo el tiempo estamos cambiando la manera en que nos organizamos
socialmente. Los animales están determinados a tener una forma de organización según
su especie, contexto y ya. Pero nosotros creamos nuestro contexto al mismo tiempo que
éste nos crea a nosotros, a diferencia de otros animales, los seres humanos recibimos una
tremenda influencia de las culturas que hemos generado, y eso se refleja en nuestro
comportamiento.
Hay que recordar, también, que la elección de los animales que nos dan identidad es
tremendamente ideológica. El comediante Adam Conover señala en un episodio de su
programa Adam Ruins Everythingque, incluso si tomáramos por verdadera la idea de los
machos alfa, tendríamos que considerar que lo que se considera “alfa” variaría de grupo
en grupo: un hombre grande, musculoso, tosco y rudo podría ser el dominante en un
equipo de futbol americano, pero esas son habilidades absolutamente intrascendentes si
busca ser el gerente de una empresa —donde se privilegia el manejo de negocios—, o si
quiere ser un buen maestro —donde se privilegia la paciencia y la compasión—, o quiere
ser un buen científico —donde se privilegia la inteligencia—, o si quiere ser un buen
terapeuta —donde se privilegia la empatía—, o si quiere ser un buen padre —donde se
privilegia la ternura y la capacidad de cuidar—. ¿Acaso no es raro que elijamos
identificarnos con los leones, pero no con otros animales, como los caballos de mar, cuyos
machos se encargan de criar a las crías? Usamos el hallazgo de Mech para justificar la
dominación de los hombres y al hacer eso olvidamos el descubrimiento más importante:
la función de los lobos alfa es la de cuidar, nutrir, criar y proteger, en colaboración con sus
parejas.
(No que eso nos diga algo sobre el ser humano, pero de nuevo: sospechosa es la
identificación).
***
No existen los humanos alfa. Innumerables feministas lo han dicho y demostrado durante
años: no hay motivo alguno porque esas sociedades deban organizarse alrededor de
hombres dominantes. Cualquier justificación para asegurar lo contrario no es otra cosa
sino la más banal ideología.
En realidad, nadie puede ser el macho alfa, porque siempre existirá alguien que tenga o
sea más que nosotros. Y eso está bien, no tendríamos que sentirnos intimidados por ello,
es tan sólo lo normal de vivir en sociedad. Todos los hombres tenemos habilidades y
características diversas, y todos tenemos cosas por las que valemos la pena, aunque no
sean las más grandes o impresionantes.
Aceptar esto nos podría llevar a una conclusión: la ideología del macho alfa nos afecta más
de lo que nos beneficia. Nadie respeta a un jefe que llena su oficina de pósters de “la
diferencia entre un jefe y líder” pero que le grita a sus empleados por temor a no ser
respetado. Nadie ama a un hombre que necesita demostrar constantemente que es el
dominante de la relación. En una de esas, seguir los consejos de los “gurús de la
seducción” es, precisamente, la razón por la que muchos hombres no resultan atractivos.
Ninguna mujer querría estar con un hombre cuya ideología del mundo oculta tanta
fragilidad y misoginia —y, si de algún modo cayera en la trampa, ciertamente no querría
permanecer ahí una vez que se revele lo que hay de fondo—. Los machos alfa no son otra
cosa que un cuento de buenas noches que les ayuda a los hombres temerosos de su
propia fragilidad a dormir bien.
Igual y nos ayudaría dejar de buscar lo mejor de nosotros mismos en los animales y
comenzar a buscarlo en, bueno, nosotros mismos. EP
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FORMAR A LOS NIÑOS BAJO ESTOS 10 PRINCIPIOS HARÁ DE ELLOS PERSONAS
RESPONSABLES, SEGÚN GURDJIEFF
FILOSOFÍA
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George Gurdjieff llevó una de las vidas más extraordinarias del siglo XX. Sin lugar a duda,
fue uno de los grandes maestros espirituales del siglo XX en Occidente y uno de los más
polémicos. Muchas cosas se pueden decir acerca de Gurdjieff, pero es evidente que fue un
hombre de una enorme disciplina, de una formidable capacidad creativa y de una
personalidad magnética. Las descripciones de la impresión que dejó Gurdjieff en sus
alumnos –entre ellos, algunas luminarias del mundo del arte– coinciden en haber
encontrado en él una cualidad "energética" de su persona, un efecto poderoso pero
inefable. Rasgo esencial este que siempre se encuentra en un auténtico maestro
espiritual.
Una de las cosas que marcó a Gurdjjieff fue su educación. Gurdjieff tuvo un padre
extraordinario, que desde pequeño le despertó un interés por el conocimiento y la
valentía. Una de las prácticas con las que su padre lo educó fue arrojando escorpiones en
su cama. A lo largo de su vida Gurdjieff conoció a numerosos "hombres notables", siendo
su padre el primero.
En el que quizá sea su libro más accesible, Encuentros con hombres notables, Gurdjieff
relata su experiencia bajo la tutoría del padre Bosch, una autoridad espiritual en la zona
donde él vivía, en Armenia, en la época conquistada recientemente por Rusia.
En conversaciones con el padre de Gurdjieff, el padre Bosch distinguió los siguientes diez
puntos como la instrucción fundamental de todo niño:
Amor a Dios –pero indiferencia a los santos [es decir, religiosidad sin culto a la
personalidad]–.
Como vemos, algunos de estos puntos tienen una clara inclinación espiritual, pero
tomados en su conjunto abarcan toda la dimensión humana. Según Gurdjieff, con estas
diez instrucciones se asegura que un niño se convierta en "una persona responsable y no
en un parásito".
Encuentra en este enlace el libro Encuentros con hombres notables, de George Gurdjieff
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FILOSOFÍA
Priva al niño de vivir su infancia. El colegio es abuso infantil. Una aberración histórica.
En todas las épocas y culturas hubo niños abandonados, huérfanos, maltratados, víctimas de
guerras, pero no tenían los trastornos mentales actuales. La verdadera causa que nadie desea ver
porque forma parte de la misma médula del funcionamiento de la sociedad moderna es: EL
COLEGIO. Antes de la escolarización masiva obligatoria no existían trastornos mentales en la
proporción inaudita en la que se dan actualmente y en continuo incremento (o excremento de la
sociedad). Los padecen incluso niños muy bien educados, cuidados y de buenas familias.
Forzar a un niño que apenas empieza a formarse a permanecer sentado en un pupitre 8 horas sin
poder moverse, ni jugar, ni imaginar, ¡ni dibujar siquiera en la carpeta!, ni pensar (no puede
divagar e indagar en otras cosas ni en nada porque debe escuchar al profesor, de lo contrario,
cuando piensa por sí mismo o reflexiona en lo que llama su atención y desarrolla su pensamiento
en ese sentido distanciándose del curso dictado en el aula se dice que está “distraído”),
confinando todo su ser a la inmovilidad, a la escucha acrítica y a la absorción pasiva de
información, produce una desnaturalización y enferma al ser de modo irreversible (una realidad
difícil de afrontar, pero que es pertinente afrontar desnudamente en toda su crudeza para tomar
cartas sobre el asunto y no continuar prolongando la agonía de los niños y de la humanidad).
Los niños no han sido hechos (me refiero a que su naturaleza no es congruente con ello sin que
existan daños severos de por medio) para ir al colegio (en su modo actual). La humanidad ha
vivido milenios sin él y se ha adaptado a sus circunstancias vitales premodernas y no a las nuevas
que se han impuesto súbita, abrupta e inesperadamente de la noche a la mañana pretendiendo
(¡qué ignorante de los ciclos naturales es el hombre moderno!) que no se iba a dar a la par, como
efecto que era a toda luces evidente, una desadaptabilidad inminente a un cambio drástico que
iba y va en curso contrario a las circunstancias anteriores en las que se formó el ser humano
durante milenios para adaptarse perfectamente a esas circunstancias previas a la intervención de
la nefasta ingeniería social escolar y no a las actuales condiciones.
Este abuso infantil, esta violencia, esta vulneración de los ciclos naturales del niño se da desde la
temprana infancia en el inicio mismo de su formación, a través de la escolarización masiva,
maquinal, industrial, que es ¡una castración integral de la expresión y el libre desarrollo en todos
los niveles: motriz, social, imaginativo y cognitivo!
¿Cómo se atreven a hablar después de la represión sexual ejercida por la Iglesia los mismos que
promocionan una represión integral del ser con el proyecto moderno-ilustrado de la
escolarización; un enclosetarse y atarse una camisa de fuerza en el fuero más íntimo y primario
que posibilita la iniciativa y la acción, el AMOR MISMO A LA VIDA; una mordaza en la boca y en la
mente, unas cadenas en los pies y unas esposas en las manos; una represión sin precedentes
históricos, nunca antes vista, que supera con creces a la de la era victoriana?
¡El que vive inmerso en la enfermedad y ha sido forzado a interiorizarla desde que era un niño, a
decir sí a lo que destrozaba su infancia, a decir sí a lo que lo anulaba como ser vivo, a besar a los
verdugos de la “corrección” y de la “civilización” enajenante y mutilante (¡mejor mutílense los
brazos y las piernas, si tanto odian correr y saltar, y tanto aman los pupitres y las estatuas
inmóviles de yeso! ¡si tanto aborrecen sus cuerpos y el aire libre, si tanto aman el encierro!
¡arránquense los ojos! ¡talen los árboles y cerquen los espacios abiertos! ¡pues sí, eso, eso hacen,
arrasar con todos los bosques y los mares, encerrar a los animales, cercar los espacios abiertos
hasta reducirlos y enmohecerlos, y eso en la práctica se llama COLEGIO!); el que ha aceptado la
enfermedad por el agotamiento de la imposición continua, reiterada y sin tregua ¡termina por no
advertir la enfermedad sobre la que está sentado, sobre la que trabaja y sobre la que duerme y
come!
El colegio te resetea para que digas: “Me han hecho un bien e ir al colegio es bueno”. Es un lavado
cerebral cabal avalado y promocionado por el Estado a nivel masivo y por lo más poderoso del
Sistema. ¿Cómo se atreven a hablar luego de sectas aisladas, minoritarias y raquíticas que lavan el
cerebro, cuando tienen un lavado cerebral a escala multinacional frente a sí de los más efectivos
que jamás han existido y que se pone en marcha desde el inicio de la existencia de un ser?
Luego los enfermos imponen a sus sucesores su misma enfermedad, ¡pues no son conscientes de
esa enfermedad! Piensan en lo locas y enfermas que son otras épocas y culturas y no ven la locura
de la nuestra porque la han normalizado. Luego se preguntan, sorprendidos, por qué hay tantos
trastornos mentales: ¡abran los ojos y miren de una vez, en lugar de resignarse y por pura cobardía
mirar a otro lado, esquivar la causa real y buscar causas imaginarias de todo tipo!
Yo la veo porque jamás la interioricé, siempre fui una desadaptada, siempre dije “¡no!” al colegio y
siempre fui castigada, sin recreo, haciendo más y más tareas que no hacía, vituperada y humillada
por los profesores, cuando sólo era una niña, era muy sensible y no había hecho daño a nadie.
Pero sólo por ello, aunque fuera en bondad santa Teresa, sólo por ello, por no OBEDECER A LA
MÁQUINA ESCOLAR QUE ATENTABA CONTRA MI CONCIENCIA Y VOLUNTAD, fui tachada con una
gigante cruz que cargué durante todo mi desarrollo (¿cómo podría eso afectar la autoestima? Y a
pesar de eso he sobrevivido en mi integridad porque me conozco y siempre he sido fiel a mí
misma).
Pero a causa de tanta represión y maltrato escolar ahora estoy crónicamente enferma. Intenté
(como un preso trata de fugarse o, mejor dicho, como un prisionero de guerra) huir de lo que me
enfermaba, del colegio, pero me empujaron a la fuerza, me arrojaron bocabajo en ese antro, en
esa mazmorra oscura que me enfermaba, y jamás escucharon mis ruegos por no ir, mis reclamos,
mis críticas, mi voz, PORQUE ERA UNA NIÑA Y LOS NIÑOS SON TARADOS MIENTRAS QUE LOS
ADULTOS SON SABIOS Y SIEMPRE TIENEN LA RAZÓN. A medida que iba enfermé día a día más, con
completa conciencia y claridad de las causas y efectos de la enfermedad, con los ojos muy abiertos
en un mundo de ciegos.
Se ejerce esta violencia antinatural apabullante y sin nombre contra un niño que está empezando
a aprender de forma natural, espontánea, orgánica, adaptada a su entorno inmediato -como ha
sido durante milenios desde que somos Homo sapiens-. Así se interrumpe, se obstruye (¡qué
misteriosa esa nueva enfermedad autoinmune de la obstrucción, esa incomprensible parálisis que
sólo ocurre en la vida urbana y jamás entre los salvajes del campo!), así se interrumpe, se obstruye
el desempeño de su desarrollo motriz, imaginativo, creativo e intelectual que se daría
saludablemente y sin interrupción en un contexto correspondiente a sus necesidades reales. Al
interrumpir mediante la violencia escolar este proceso natural el niño degenera y se trastorna de
forma irremediable. Es anulado. Es anulada su infancia: ¡aplastada de un solo golpe, la etapa más
dichosa y feliz de la vida, la infancia, aplastada de un solo golpe ante sus ojos lúdicos, lúdicos,
lúdicos, preñados de ensueños! El colegio prohíbe jugar.
Efectivamente: todas sus facultades son cortadas. El colegio no es una estructura y disciplina
posibilitante anclada en la naturaleza humana que respeta sus ciclos, sino una innovación
implantada por inexpertos, un experimento social fallido (en cuanto a la salud física y mental) que
invierte los procesos orgánicos y que resulta ser una estructura y una disciplina limitante en lugar
de posibilitante.
La energía expansiva, creativa y feliz del niño es reprimida con toda la fuerza que sea necesaria
(valen también los medicamentos, el Ritalin, las anfetaminas que dan a los niños “hiperactivos”
para reprimir su energía sobreabundante e inmovilizarlos como a parapléjicos en sillas de ruedas
para que sean buenos estudiantes de goma: todo vale en este juego macabro). Esa energía llena
de vida que es contenida sin posibilidad de escape, de fuga, hora tras hora, día tras día, semana
tras semana, mes tras mes, año tras año, ¿a dónde se va? ¿Desaparece mágicamente de la nada?
¿Eso piensan los cuerdos adultos que llevan a sus hijos al colegio? ¿O es que esa energía más bien
se acumula en el cuerpo, se estanca, enmohece, y obstruye sus circuitos? ¿O es que esa energía,
más bien, se acumula en la mente, se retuerce en ella, y desde dentro, sin fuga al exterior, la va
retorciendo más y más y obstruye sus sanos circuitos que son de expresión directa? ¿No llamamos
a eso neurosis moderna? La continua represión desemboca en neurosis. Problemas físicos y
mentales: diversas neurosis que toman distintos circuitos. Una desvinculación absoluta del cuerpo.
El colegio incluso propicia una desvinculación absoluta de la interacción (lejos del “cuento chino”
de que ayuda a socializar, como si nuestros antepasados previos a la escolarización no socializaran
y entablaran vínculos más reales, humanos y duraderos que nosotros): sólo cabe espacio para la
socialización en los recreos que son mínimos y el resto del tiempo el niño está recluido en su
pupitre como un autista, como un átomo, enfrascado, de forma que la empatía también se trunca
y surge el “narcisismo” moderno.
Pero como nadie quiere mirar de cara a la realidad y hacerse cargo de esto, como nadie quiere
abolir la tiranía del statu quo del colegio, miran a otro lado (qué fácil engañarse a uno mismo; el
ser humano, por pusilánime, por gregario, por no salir de la zona de confort, por comodidad, por
no ser juzgado ni criticado ni excluido, por pertenecer, por encajar, aunque sea en una estructura
enferma, se miente una y otra vez a sí mismo y con ello a los demás, como refiere en la película
Rashomon de Akira Kurosawa uno de los personajes) e inventan millares de causas que siempre
han existido sin que hubiesen jamás generado los trastornos de estos tiempos. ¿Acaso antes los
niños no pasaban hambre, frío, enfermedades, guerras, vivían sin un padre, o a la deriva? Sí, pero
no tenían sobre sus hombros la estructura mecanizada e inhumana del colegio.
Un animal puede crecer semiabandonado en la naturaleza, con poco alimento y pasando hambre,
tener heridas de guerra de la dureza del entorno y la intemperie, estar sin cola o sin una pata, tal
vez, pero está sano, es vital, es fuerte. Un animal encerrado, por buena alimentación que reciba,
por más cuidado que esté, por buena que sea la educación impartida, por cálido que sea el cobijo,
El ajedrez es, fuera de toda duda, uno de los entretenimientos que más
admiración y fascinación han causado a lo largo de la historia humana.
También, de las muchas formas de ocio y pasatiempo que el ser humano
ha ideado, es una de las más admirables. En una definición que algunos
atribuyen a Leibniz y otros a Napoleón, del ajedrez se ha dicho que es
demasiado juego para ser considerado ciencia y demasiada ciencia para
ser considerada juego.
En estos relatos está el juego, sí, pero también las pasiones que
despierta, la manera singular en que puede tejerse con la vida de una
persona, las reflexiones que suscita, las lindes de la locura a las que se
acerca, y más.
Con todo, esa heterogeneidad juega a su favor, pues en las páginas del
tomo es posible encontrar apreciaciones lúcidas, agudas y algunas muy
entrañables en torno al ajedrez. Entre otros textos, destacan los que
Helguera dedicó al ajedrecista-escritor más seductor de las letras
mexicanas: Juan José Arreola, con quien Helguera jugó no pocas tardes
de la vida de ambos.
BONUS
Los siguientes son títulos de cuentos o textos sueltos que igualmente
siguen la estela del ajedrez, tomándolo como motivo central o como mero
pretexto para hablar de algo más. Los incluimos sin reseña porque no
son libros en sí mismos, sino parte de otros libros de los autores
señalados. En este sentido, algunos de la lista es fácil encontrarlos
íntegros en línea.
Si no sabes qué leer o estás buscando libros con un aire renovado, las
siguientes recomendaciones son para ti.
Cada uno de estos libros y sus autoras le dan un aire nuevo a la literatura
contemporánea. Aunque todas escriben desde distintos lugares, sentires
y experiencias, las une la manera sencilla y accesible de transmitirnos
sentimientos complejos y a la vez familiares.
2. Ansibles, perfiladores y otras máquinas de
ingenio, Andrea Chapela, 2020
Estos cuentos de ciencia ficción nos llevan a una Ciudad de México en el
futuro. En cada uno se nos presenta alguna tecnología nueva que
moldea la vida cotidiana y las interacciones más íntimas de los
habitantes de la capital mexicana.
Andrea Chapela es mexicana.
3. Los peligros de fumar en la cama, Mariana
Enríquez, 2009
Mariana Enríquez se ha convertido en una de las voces latinoamericanas
más llamativas de la última década. En estos cuentos el terror y la
angustia nos llegan de diferentes lugares, muchos de los cuales no
esperamos.
Mariana Enríquez es argentina.
4. Necesitamos nombres nuevos, NoViolet
Bulawayo, 2013
A través de la voz de Darling, una niña de 10 años, nos adentramos a la
complejidad de Zimbabue. Cada personaje tiene una historia que refleja
el hambre, la migración y muchos otros problemas políticos y sociales de
este país africano. Para Bulawayo, es importante escribir acerca del lugar
de donde ella viene: un lugar donde todos los nombres tienen un
significado.
NoViolet Bulawayo es zimbabuense.
5. La gran travesía, Shion Miura, 2018
Majine es un joven experto en el lenguaje japonés. Los jefes del lugar
donde trabaja le encomiendan un gran proyecto: la creación de un nuevo
diccionario. Majine es un joven introvertido, pero encuentra una nueva
forma de relacionarse gracias a la nieta de su casera.
Shion Miura es japonesa.
6. El legado de la pérdida, Kiran Desai, 2006
Un viejo juez indio educado en Cambridge pasa sus últimos años
recluido en una casa enorme junto con su nieta adolescente Sai. Los
conflictos de la India con Nepal y el romance de Sai con un joven
profesor ponen a prueba la mentalidad de este juez, atravesada por la
jerarquía social con la que fue criado en la India. Este libro es un
testimonio de una vida vivida entre el colonialismo y la globalización.
Kiran Desai es india.
7. Todos los cuadros que tiré, Cecilia Pavón, 2020
Los cuentos aquí reunidos pueden leerse como pequeños ensayos sobre
el arte, o como un diario en el que Pavón nos comparte una parte muy
íntima de su vida y sus experiencias en el ambiente artístico de Buenos
Aires.
Ceclia Pavón es argentina.
8. Campeón gabacho, Aura Xilonen, 2015
Liborio es un joven mexicano que vive de ilegal en Estados Unidos. No
sabe muy bien quién es ni de dónde viene pero, después de muchas
experiencias azarosas, llega al boxeo.
Con sólo 19 años, Aura Xilonen ganó el premio Mauricio Achar en 2015.
Aura Xilonen es mexicana.
9. Nuestro mundo muerto, Liliana Colanzi, 2016
Liliana Colanzi mezcla la ciencia ficción, la fantasía y la historia de los
pueblos originarios, pero en los desiertos de Marte. Este libro nos hace
preguntarnos quiénes son los colonizados y quiénes los colonizadores.
Liliana Colanzi es boliviana.
10. Pájaros de América, Lorrie Moore, 1998
Los personajes de los relatos de Moore son jóvenes, no tan jóvenes,
viejos, hombres y mujeres que se ven en la necesidad de aprender a vivir
con su soledad y las consecuencias de sus decisiones. Las desilusiones,
el abandono, la muerte y todo tipo de experiencias comunes en la vida de
cualquier persona, están atravesadas por esa gran promesa del ‘sueño
americano’.
Lorrie Moore es estadounidense.