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Corazones Solitarios 03
Corazones Solitarios 03
Maldito Facebook.
Leo odiaba todo este asunto de las redes sociales. Solo se
había creado esa cuenta por la presión de sus hijos.
Ahora gracias a esa estúpida cuenta lo estaban
bombardeando de mensajes sus antiguos compañeros de
curso. Los de la universidad no le molestaban, pero los del
liceo...
Su corazón se aceleraba cada vez que pensaba en esa
época, sobre todo cuando pensaba en Tony.
Todavía odiaba a Tony por aquel beso. Aquel maldito beso
que había puesto su vida de cabeza.
Aún si cerraba los ojos podía recordar aquel momento.
Los primeros segundos fueron de impacto por sentir que su
amigo lo estaba besando, pero el impacto mayor cayó sobre
él cuando se dio cuenta que por unos pocos segundos le había
devuelto el beso a Tony. Esos segundos fueron los más
aterradores de su vida.
Había rechazado a su amigo, pero una parte de él sabía
que Tony tenía razón, en ese entonces sentía una atracción
inexplicable por su amigo. Y aún hoy después de tantos años
no entendía porque. Él no era gay.
Leo tenía esposa, una esposa a la que amaba. Él y Lilian
eran la pareja perfecta y la envidia de muchos de sus amigos.
Ella no solo era su esposa también era su mejor amiga y
confidente. Su hogar era el retrato perfecto de la familia feliz.
Papá, mamá y dos adorables hijos. Su hijo mayor Max tenía
casi dieciséis y la pequeña Tamara, doce.
Pero a pesar de su familia perfecta, en su corazón
siempre había sentido un vacío. Jamás había buscado llenar
ese vacío fuera de su casa, no podría hacerle algo así a Lilian,
él era fiel y un agradecido de la familia que tenía. Eso a pesar
de que su vida sexual era pésima, con Lili era compatible en
todos los aspectos, pero tenían muy poca química sexual. A
veces pasaban meses sin hacer el amor y cuando lo hacían
tampoco era grandioso.
Más de una vez se preguntó si era bisexual. Siendo
honesto con él mismo, más de una vez había mirado a algún
hombre que le pareció atractivo, pero eso era normal, se
decía a sí mismo. Todos miraban. No había hecho nada al
respecto, por lo tanto seguía siendo heterosexual. Pero cada
cierto tiempo pensaba en el beso de Tony y la palabra
bisexual venía a su mente.
Miró nuevamente la pantalla lamentándose. Sus
compañeros de curso habían organizado una reunión, el lugar
elegido era la casa de uno de ellos.
Asistiré, no asistiré. Miraba ambas casillas sin saber qué
hacer. ¿Qué haría si volviera a ver a Tony?
Tony no tenía cuenta de Facebook, pero uno de sus
compañeros se había puesto en contacto con él. Era
detective. Tony era subcomisario de la PDI. Se lo imaginó
todo guapo como era, con un chaleco antibalas y una pistola
en la mano. La sola imagen hizo latir su corazón.
Revisó los mensajes, y uno de ellos decía: "Tony me pide
que lo disculpen pero no podrá asistir a la reunión, tiene que
trabajar ese día, para la próxima vez se compromete a estar
presente".
Leo suspiró y confirmó su asistencia. Tenía que ir a esta
reunión, porque no había manera que asistiera a la próxima.
Sabía que estaba evitando a Tony, pero no podría verlo sin
revelar que su vida se había vuelto de cabeza la última vez
que lo vio.
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Es una fruta muy nutritiva, tiene un sabor único y muy agradable. Su pulpa es algo seca y de color
anaranjado. Muy utilizada en postres y helados.
de Alen en los brazos de su amigo le hizo arder el estómago,
así que respiró hondo calmando la rabia que hervía en su
interior. Lo consolaba un poco saber que Tony ya no quería
estar con él.
Mientras jugaban Alen se dedicó a marcar a Tony, no se
le despegaba de encima y aprovechaba cada oportunidad para
tocar a su amigo. Leo estaba cada vez más y más cabreado
viendo como Alen manoseaba a Tony. ―Maldito niño, tenía
ganas de molerlo a golpes‖.
Tony le dio un pase y Leo corrió al aro, Alen decidió dejar
de acosar a Tony y fue tras él para quitarle el balón. Cuando
saltó para encestar, el muchacho también lo hizo para quitarle
la pelota. Leo bajó con fuerza el codo queriendo golpearlo en
el pecho, pero midió mal la distancia y la fuerza, asestándole
el fuerte golpe directo en la nariz.
Logró encestar pero cuando se giró a ver a Alen, el pobre
muchacho estaba en el suelo con las manos en su nariz y
sangrando copiosamente.
Por todos los cielos. ¿Qué diablos había hecho?
—Leo.
Leo era transparente como el agua. Pudo ver qué era eso,
algo había sucedido.
—Dime que pasó.
—No digas nada. No soy tan ingenuo como para creer que
no te acuestas con ella. Es tu esposa después de todo.
—Pero no me acuesto con ella. Solo fue una vez, una vez
desde que estoy contigo…
—No necesito explicaciones, en serio. —Dijo con una
calma que no sentía.
No era capaz de recibir explicaciones. No porque no las
quisiera, si no porque se sentía un desgraciado. Leo acababa
de perder un hijo y no era capaz de decirle que lo sentía.
Porque no lo sentía. Era un infeliz por pensarlo siquiera pero
no lo sentía. Otro hijo sería un eslabón más de la cadena que
ataba a Leo a su familia. Una cadena que quería hacer
pedazos.
Leo se sentó a su lado y tomó su mano.
—Lo que dije es verdad, no me acuesto con ella, me
sentía culpable y…
—Se que sientes culpa de estar conmigo, siempre lo he
sabido.
—Por Dios Tony, no actúes así, sabes que la situación es
complicada, sabías que venía con todo esto, con esposa, con
hijos y hasta con un estúpido perro.
—Lo sé, y hasta el perro está antes que yo.
—Eso no es verdad...
—Tony…
—¿Y te sirvió?
—Somos hermanos.
—¿Quieres subir?
—Él es casado.
—Si... —Le dijo con la voz aún más ronca—. Gracias por
avisarme.
—De nada. Estaré aquí en el hospital, probablemente nos
veamos.
—Gracias de nuevo. —Le dijo antes de colgar.
Se dirigió casi corriendo a la salida. Le dijo a su secretaria
que tenía una emergencia y salió de su oficina mientras
marcaba el número de Susana, quería que le dijera que era
un error, que aquel hombre estaba equivocado.
Cuando Susy contestó el teléfono tenía la voz llorosa. Ya
le habían avisado.
—Susy, soy Leo. ¿Es verdad? ¿Es verdad que Tony está
herido?
—Le dispararon, un desgraciado le disparó a mi
hermano... —Le dijo llorando.
—¿Que te dijeron? ¿Sabes cómo sigue?
—Leo...
—Solo, dale un beso por mí. —Le dijo dando media vuelta.
—Lo siento...
Tu mirada me atrapó
Y cada beso tuyo en mi se quedó
Tu inocencia a mi me hace soñar
Tal vez no imaginé, sentir otra vez la ilusión
Y despertarme cada día entre tus brazos
Después de tanto tiempo que te había soñado