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Josué Lugo, una vida de cambios

 Profesor y líder del proyecto Contratiempo, narra los


momentos claves de su carrera en Comunicación
 “Estoy orgulloso de la UNAM, pero también hay que ser
críticos y hacer cosas desde adentro”

Por Jesús Bravo.

Tiene el look y el porte de un profesor, justo en el punto medio entre el saco


que demuestra elegancia y los jeans que reflejan el alma joven, una nueva
generación de enseñantes. Entra a la cafetería “De pé a pá”, ubicada cerca del
metro Viaducto, sonriendo y saludando con aire familiar a los taciturnos baristas.
Estrecha mi mano con confianza y me sonríe, a pesar del resfriado que lo persigue
desde hace semanas.

Conocí a Luis Josué Lugo Sánchez como profesor en la Facultad de


Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), de la UNAM. Mis amigos me habían
hablado de él, así que cuando tuve una oportunidad me colé a su clase de
Introducción al estudio de la ciencia. Lugo no es un tipo al que se le pueda
considerar alto, pero su personalidad sobresale, no sólo apantalla, sino que su
discurso es brillante y expone con total seguridad.

Después ofreció una reunión a finales del año pasado, donde se reunirían los
miembros del proyecto Contratiempo. Su plática, en ocasiones muy académica, no
deja de ser amena, agradable. En esa noche, entre risas, anécdotas y momentos
conmovedores, fue fácil darse cuenta de que Lugo es una persona conformada de
cachitos de muchas cosas, de muchos libros, de muchas disciplinas; Lugo ha
llevado el cambio como forma de vida.
Gracias a un sueño de la niñez

Nos instalamos en una mesa que se encuentra hasta el fondo de “De pé a


pá”, en un cuarto que, sin luz, parecería el escenario perfecto para una partida de
póker entre líderes de la mafia. “Es mucho mejor porque así el ruido no nos
molestará”, dijo, pero lo que no sabíamos es que minutos después ese cuarto se
llenaría totalmente. El establecimiento vende los cuadros de artistas que al mismo
tiempo sirven de decorado, y rodeados de esas pinturas empezamos a conversar.

Lugo nació en el Distrito Federal, la actual y flamante Ciudad de México, en


la cuna de una familia futbolera. “Por el perfil que tiene alguien que se dedica a la
academia piensan que veo el fútbol desde la mamonería, piensan que tengo dos
pies izquierdos y que trato de racionalizarlo todo”, ríe, “no, me gusta mucho, desde
niño”.

Creció jugando torneos de fútbol solo, chutando el balón contra la puerta de


la casa y sistematizando los torneos como si se trataran de un mundial. Cuando
llegaron los videojuegos a su vida, entonces empezó a narrar los partidos que
jugaba, algo que sigue haciendo actualmente entre amigos. “En algún momento
dije, si no soy futbolista entonces quiero ser narrador de partidos”. Ahí empezó su
interés por la comunicación, casi sin saberlo.

Tuvo que hacerse de una formación cultural propia. Como el mismo cuenta,
sus acercamientos al arte fueron por desencuentros amorosos. En uno de ellos
tomó la guitarra y aprendió a tocarla por su cuenta. Se dio cuenta de que con la
música podía sacar todo eso que sentía, así que durante su etapa en el CCH Sur
empezó a explorar las posibilidades de formar parte de un grupo.

Su primera banda fue de rock y se llamó “Holy Terrors”, después estuvo en


“Sublevación”, donde tocaban ska-punk, para después figurar en “Cerebros
Perforados”, una banda mucho más profesional y con la cual salió de gira. El brillo
que ahora veo en sus ojos puede ser por la enfermedad, pero me gusta creer que
es por recordar su etapa más explosiva.
“En el CCH también me súper fascinaban las materias de Historia, además
de que tuve muchos maestros marxistas, ellos me enseñaron otra forma de ver el
mundo”. Su creciente pasión por la Historia no empataba con su temor por no
lograr un éxito profesional, así que estudió las materias que lo orientaban hacia
Economía política, la carrera de sus profesores.

El problema fue que no le gustó la Microeconomía, y cuando supo que la


carrera tenía la mitad de esa disciplina se decepcionó. “A la par de eso empecé en
una radio cultural, ‘R positivo’, la primera experiencia de radio en internet… me
dieron un programa de ska y me gustó… a los dos días de que estudié Economía
vi el plan de estudios de Comunicación y tenía un poquito de todo. La elegí y no
me equivoqué”.

La universidad como sendero

Lugo es el primer licenciado de su familia, “fue como dice Bourdieu, se


rompió una estructura social”. Su familia es religiosa, pero nunca fueron un
impedimento para que estudiara lo que quería. “Siguen el cristianismo, pero el
consecuente”, dice, “así que mis papás siempre han sido muy empáticos, tratan de
comprenderte desde ese punto de vista”.

La universidad es otra de las experiencias de cambio que vivió, fundamental,


sin duda, para que hoy en día sea profesor. Me acerco un poco más a él porque,
aunque estoy grabando, los amigos de la mesa de la derecha han decidido subir el
volumen de su voz en el momento donde Lugo se siente más inspirado.

“Siempre he sostenido que el profesor te puede marcar… si miramos hacia


atrás en nuestras vidas, hacemos lo que hacemos por algo que marcó en algún
momento un profesor”. A él lo marcó una maestra marxista en el CCH, y después
en la carrera la profesora Margarita, de Filosofía Política, y el maestro Reséndiz,
de Semiótica.

En quinto semestre se metió de adjunto al mismo tiempo que era miembro


del consejo técnico. Esta experiencia no sólo le sirvió de contacto con los
compañeros de la carrera, sino que también eran una buena oportunidad para
aprender de los profesores. Después de sus lecturas sobre Pedagogía crítica,
Lugo empezó a inclinarse por la docencia, por su potencial para generar un
cambio, porque el maestro, según él, “también tiene algo de político”.

Esa es la parte clara de la universidad, “lo oscuro, bueno… no hay que ser
un genio para darse cuenta”, reímos, “malos maestros, mala formación, corruptela
política fuerte… estuve en el consejo técnico, así que me tocó directamente, con la
llama ardiendo… eso pone a prueba tus convicciones”.

Lugo calla un instante. Los amigos de la mesa contigua suben más el


volumen y, vaya coincidencia, una chava le grita al de enfrente: “no mames güey,
ya te había dicho, me voy a meter a la UNAM”.

El profesor y yo la escuchamos, pero, como si nos hubiéramos puesto de


acuerdo, continuamos la entrevista como si nada. Sin embargo, Lugo remata la
idea donde se quedó: “Hasta la fecha estoy muy orgulloso de la UNAM, de nuestra
Facultad, pero creo que hay que ser muy críticos con la misma institución,
estaríamos muy mal siendo chovinistas… hay que hacer una crítica fuerte y hacer
cosas desde adentro”.

Vivir como profesional

“La Universidad Insurgentes fue la primera que me abrió la puerta”. Lugo


está agradecido y su rostro refleja esa sinceridad. Explica rápido su trayectoria
como maestro, sin tanto detalle, moviendo las manos con naturalidad; aunque
apenas tiene 27 años se nota la experiencia para exponer todo lo que tiene que
decirle al mundo.

Luego le dieron la oportunidad de estar en el sistema a distancia de la


FCPyS, después en el sistema abierto. Un día le hablaron del sistema
escolarizado y le ofrecieron la materia de Historia. “Entonces como que dio la
vuelta, antes en el CCH me gustaba mucho la Historia y terminé dándola”.
Entre la labor de adjuntía y el ser profesor lleva siete años en total, tres años
como titular. Platicamos sobre la pasión y sobre flaquear en ese trabajo. Lugo me
mira tranquilo, sonríe y explica: “Es algo que tienes que preparar a diario, a veces
aburre dar lo mismo, así que modifico las actividades para que sean más
prácticas, más dinámicas”.

Lugo es un apasionado, y esa pasión no viene de sus experiencias más


poéticas, al parecer se ha hecho un profesional en hacer poéticas las
experiencias, como esta, la de ser profesor. “Uno está por la pasión, pero no en un
plan de <mira, soy el más chingón>, es la pasión de estar ahí para formar buenos
estudiantes, devolverle el favor a la UNAM, por una vocación social, también”.

¿Qué es lo que ama Josué?

Uno de los proyectos que definen a Lugo, por el que demuestra amor a la
camiseta, es Contratiempo, el cual nació a partir de “R positivo”. En un principio
fue un programa de radio, pero después se le ocurrió que podía invitar a los más
críticos de sus compañeros para formar una revista, la cual terminaría siendo la
primera revista en internet de la Facultad.

“Por ahí pasaron un montón de profesores adjuntos… además de que los 5


principales fundadores ahora son personas muy relevantes en sus ámbitos, o sea
que no tuve mal ojo”, reímos. A partir de ahí han pasado cinco generaciones en el
proyecto, y a partir de la cuarta viró el esquema, ahora es un proyecto de
comunicación.

“Lo interesante del proyecto es que también hemos aprendido”, dice Lugo
mientras yo sorbo de mi café. La conversación ya duró lo suficiente como para que
mi bebida ya esté fría, ahí comprendo que Lugo también lo ha estado bebiendo
así. Al parecer no le importa, da un sorbito mientras le pregunto por esas
transformaciones. “Sólo se ha restructurado, se ha vuelto más frío… incluso puedo
decir que Contratiempo es una metáfora de mi vida”.
Hace tiempo vi que Lugo publicó unas fotos promocionando algo llamado
TesiCafé, así que le pregunto sobre qué trata. “Se puede decir que fue suerte,
entendido desde Séneca… él dice que la suerte es la intersección entre el trabajo
y la oportunidad… había una persona haciendo su proyecto de tesis y me pidió
asesorías, gratis, de compas… terminó su proyecto y me dijo <güey, eres muy
bueno, ¿por qué no hacemos un curso?>”.

Empezó como una ayuda a un amigo y ya han pasado ocho generaciones


por ahí. Al principio se llamaba “Titúlate y ya”, pero como le subieron la renta en el
lugar donde daba las asesorías se mudaron ahí, en el mismo café donde Lugo me
cuenta su historia. Lo más curioso, según su punto de vista, es que TesiCafé ha
ayudado media hora a los problemas personales de los asesorados, y la otra a la
tesis, “van relacionados”, dice.

No me equivoqué: Lugo, como cualquiera, está hecho de muchas cosas, de


experiencias que lo marcaron. Lo que lo hace diferente, por supuesto, es la
manera en la que ve el cambio. Lo marcó su familia, el marxismo, su participación
en el consejo técnico de la facultad, y su experiencia en España; cada cosa ha
significado un cambio importante. Cualquiera lo puede comprobar.

Para ejemplo está su participación con Podemos. “Lo que aprendí allá fue la
flexibilidad que puede tener la academia… nunca pensé que iba a ejercer la
comunicación política, y el poder ejercerlo allá fue fenomenal… y que se pueden
hacer cambios, parece que no, pero sí se pueden, sólo hay que ser inteligentes”.

Terminamos la plática con sus proyectos a futuro. Quiere seguir con los
proyectos de intervención social, colaborando con la revista Zócalo, en la
docencia; sobre todo le importa terminar el doctorado y, al finalizar, si se puede,
abrir una cafetería con enfoque cultural. Cuando miro los cuadros que hay a
nuestro alrededor me dice: “como ésta, más o menos, pero hacer más eventos,
pláticas con escritores… hace dos años que se me ocurrió, pero soy muy
precavido para las ideas, soy muy paciente”.

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