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para que les cosiera

de 50 a 60 pares de
zapatos.

Sin embargo, su
invento le traería
muchos problemas, él
manifestó: “comencé
a estar en entornos en
los que no debía y a
buscar problemas
porque me creía un
duro por haber creado
esa manera de trabajo.
Pero hubo un
momento en que se
acabó el modelo de costura con las manos, y otra vez
volví a ser ayudante de zapatería, con la diferencia que ya
tenía más conocimiento, hasta que me dieron la
Rómulo inició en este campo como costurero, así empezó a
llevar un sustento a su hogar, además, estudiaba medio
tiempo, pero se retiró; fue en ese momento que se dedicaría
por completo a coser zapatos.

Sin cumplir la mayoría de


edad, Marín comenzaría a
trabajar en ‘Calzado Carlo’
gracias a la fama que había
adquirido por inventar esa
aguja. Todos buscaban al
jovencito de la aguja curva,
oportunidad de diseñar y hacer un
par de zapatos, cosa que no era tan
fácil como ahora, en ese tiempo
era una artesanía”.

La vida de Rómulo ya giraba en


torno a la zapatería, se retiró de
los talleres para aprender la
guarnecida y la moldura de
zapatos en el ‘Servicio Nacional
de Aprendizaje’ (Sena). “Estando
en el Sena, se enamoraron de mí unos instructores, ellos querían manifestando que esa fue la primera vez que dijo no a
hacer en los barrios escuelas de zapatería, en un lugar de la abandonar el arte de la zapatería.
carrera octava, se hizo un taller de guarnecida; esos personajes
querían que yo fuera instructor del Sena porque era muy bueno. Tiempo después en su casa, en Cali, él diseñó una
Eso fue en el año 1971, tenía por ahí 21 años. Yo les dije que yo especie de zapatería, “una señora me pasó un zapato
no sabía escribir, entonces me dijeron que no habría problema, horrible y yo se lo entregué como nuevo, ella no lo podía
pero que debía aprender, a lo que dije que no”, expresó Marín creer, esa es la ventaja de hacer las cosas bien”, ese era
el lema de Rómulo. “Por mi cuadra había un señor que
vendía guayos y le dije que yo podría hacérselos, coloqué
un letrero en un anuncio viejo de gaseosa. La gente
pasaba y me decía que les arreglara los zapatos, fue ahí
donde cree la Clínica de Calzado Doctor Rómulo Marín”,
relató.
“Me devolví a Colombia porque era el lugar donde estaba
mi familia y mi maquinaria, comencé a pensar en grande,
quería tener mi propia fábrica. Mi tarea era hacer 1.000
pares de zapatos diarios y cada día mi reto era más,
porque cuando hacía mil, quería hacer 1.500”.

En la vida de un gran empresario siempre está la


persona que lo inspira a alcanzar todas las metas, para
Rómulo su madre fue siempre el motor de su vida. “Mi
mamá para mí fue una líder, fue una señora con una
mente fuertísima, yo salía de mi casa un lunes y
regresaba a los ocho días. En esos días yo me quedaba
a dormir en la fábrica, pero cuando mi mamá me veía era
una felicidad muy grande y más porque no había forma
de comunicarnos”, concluyó Rómulo con una sonrisa en
En el año 1976 Rómulo Marín viajó con su esposa a los Estados su rostro.
Unidos, allá comenzó a trabajar en un taller de remiendos en
Nueva York, mientras conseguía el ‘Social Segurity’ (permiso
de trabajo). Después, le solicitan a Rómulo ser socio de ellos,
pero su objetivo no era quedarse haciendo remiendos, por
ende, abandonó dicho trabajo. Luego se empleó en una de las
empresas de calzado más reconocidas de EE. UU, donde se
convertiría en uno de los diseñadores más importantes.

“Estando en esa empresa, un día me ofrecieron trabajar como


mesero, me dijeron que ganaría más. Pero ¿cómo voy a tirar
todos estos años de experiencia por dinero? Yo no puedo hacer
una cosa de esas, y continué con mi zapatería. Más adelante con
24 años tuve la oportunidad de ser el jefe de los diseñadores”,
esa fue la segunda vez que Marín se resistió abandonar su
profesión.
LINEA DEL TIEMPO

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