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EL JUGAR DE WINNICOTT

Paula Larotonda

Epígrafe
Cuenta Clare Winnicott sobre su esposo Donald, que la capacidad de jugar fue
central tanto en su obra como en su vida. Relata1: Hace varios años, un amigo
que pasaba unos días con nosotros miró en torno de él, pensativo, y nos dijo:
“Usted y Donald juegan”. Desde luego, nunca habíamos decidido jugar; no había
en nuestra conducta nada deliberado...Jugábamos con las cosas reordenándolas,
tomándolas, apartándolas, según nuestro estado de ánimo. Jugábamos con las
ideas haciendo con ellas malabarismos al azar, a sabiendas de que no teníamos la
menos necesidad de estar de acuerdo...Ambos poseíamos la capacidad de extraer
placer, lo cual podía intervenir en las circunstancias más inverosímiles y llevarnos
a imprevisibles hazañas. Con posterioridad a la muerte de Donald, un amigo
norteamericano escribió, a propósito de nosotros: “Dos seres locos que se
encantaban uno al otro y encantaban a sus amigos...”
Esta capacidad de jugar juntos era lo que -como psicoanalista- Winnicott
pretendía del vínculo con sus pacientes, en los tratamientos que llevaba
adelante. Para él, un tratamiento psicoanalítico se daba en ese lugar donde se
superponen dos áreas de juego: la del paciente y la del psicoanalista. Y si esto no
era posible, el trabajo de este último debía tender a llevar al paciente de aquel
estado en el que no era capaz de jugar, a un estado en que sí fuera capaz de
hacerlo...

I. Algunos desarrollos sobre el juego


Antes que Winnicott desarrollara su teoría sobre el jugar, muchos psicoanalistas
habían ya investigado y trabajado acerca del juego de los niños. Solo que
Winnicott extendió el concepto, de modo que abarcara una capacidad presente en
niños y adultos, una cualidad del psiquismo sano.
En 1919, Sigmund Pfeifer, de Budapest, que se había dedicado a la observación
psicoanalítica de chicos, llegó a la conclusión de que la sexualidad autoerótica
del niño se manifestaba en sus juegos. Ya Freud, para esa época, había reparado
en la sexualidad de los niños, y en su su carácter traumatizante, en tanto
energía que no encontraba una descarga satisfactoria, debido a la inmadurez del
organismo infantil. Planteaba entonces una experiencia reguladora y ordenadora
-por la que atraviesa toda persona en la primera infancia- que denominó complejo
de Edipo, en la que confluyen ciertas ideas, sentimientos, emociones e impulsos
sexuales del niño en relación a sus padres. Bajo la amenaza de la castración de
sus genitales, éste intenta borrar dicha economía afectiva de su conciencia
mediante el mecanismo de la represión, mecanismo por el cual, dichas
representaciones quedarían excluidas de la conciencia, a pesar de lo cual habrán
de retornar en lo sucesivo mediante diversas formaciones psíquicas que tenderán
a recuperar aquellos deseos e impulsos libidinales de la época infantil. A estas
formaciones psíquicas, que se observan en la vida cotidiana de todo individuo, se
las denominó formaciones del inconciente: los sueños, los síntomas, los actos
fallidos, los olvidos...
Entonces Pfeifer, incluyó al juego en esta serie de formaciones del inconciente
que Freud había revelado; en tanto goza –al igual que dichas series psíquicas-

1
En Donald D. Winnicott, Editorial Trieb, Buenos Aires, 1978.
de un mecanismo por el cual se representa la sexualidad infantil y el
atravesamiento por el complejo de Edipo, y se procura el cumplimiento de un
deseo infantil.
Pfeifer anticipaba así algunas ideas de Melanie Klein, para quien las fantasías
sexuales encontraban representación y abreacción en el juego. Melanie concebía
al juego como una traducción deformada de las fantasías, (al igual que los
pensamientos del sueño se expresan en imágenes). De este modo, cuando existía
una represión exagerada de las fantasías sexuales, se producía una inhibición en
el juego de los niños. Entonces, en los tratamientos de chicos, ella trataba a los
juegos como equivalentes de las asociaciones de los adultos. Los niños jugaban,
ese era el lenguaje que podían hablar, y ella, como adulta-analista, mantenía una
neutralidad absoluta respecto del juego, aportando solamente interpretaciones
verbales, interpretando las fantasías que subyacían en dichos juegos.
Esto significa que, para la técnica kleiniana lo que tomaba relevancia era, en
tanto producciones del inconciente de sus pequeños pacientes, los contenidos del
juego que los mismos desarrollaban en las sesiones, su trama argumental;
Melanie les agregó la interpretación, ubicándolos así dentro del campo
estrictamente psicoanalítico.
Melanie Klein inventó, entonces, una técnica del juego, que describió en su texto
de1953, “La técnica psicoanalítica del juego”2. Empero se dice que dicha técnica
fue de algún modo impuesta por una paciente de 3 años que se propuso
espontáneamente jugar en las sesiones. Así fue que Melanie se limitó a aceptar
los juegos de la niña y a interpretarlos y sólo en lo sucesivo utilizó este esquema
en forma deliberada.
Más adelante veremos que Winnicott dirá que los bebés, incluso antes de su
nacimiento, juegan espontáneamente...y esto será la base para pensar al juego de
los niños como proceso que se desarrolla en condiciones normales y no como
producto a interpretar...

Otro fue el caso de Von Hug-Hellmuth, una psicoterapeuta vienesa, antecesora y


maestra de Anna Freud; para quienes los tratamientos analíticos de chicos,
debían tener una finalidad educativa y curativa, ya que consideraban imposible la
tarea de psicoanalizar a un niño3 en el modo habitual y standard, tal como se
pensaba al psicoanálisis para pacientes adultos. En ese sentido, el juego, dentro
de los tratamientos, era considerado un medio para establecer contacto con el
niño, para interesarlo en el tratamiento y para comunicarse con su inconciente.
Así, a diferencia de Melanie, que aplicaba el método psicoanalítico a los niños, de
acuerdo con su técnica, Hug Hellmuth introducía ella misma el juego en las
sesiones con niños -dirigiéndolo y decidiendo su tema, personajes y desarrollo-,
adoptando una perspectiva manipuladora: cierta vez, por ejemplo, le pidió a un
chico, en la sesión, que le sacara una basurita que ella tenía en el ojo, como para
“romper el hielo” y establecer un vínculo con él. O, en otras ocasiones fingía que
un bichito sobrevolaba la habitación del consultorio, y pedía a sus pacientitos
que la ayudaran a matarlo, con el mismo propósito. Estos trucos estaban
justificados en tanto preparaban el terreno como para evadir la conciencia.
En definitiva, el juego era una actividad impuesta por el adulto, un recurso para
vencer la resistencia de los niños.

II. El jugar según Winnicott


2
Melanie Klein, OC, vol II.
3
Este aspecto lo desarrollé en Winnicott y los padres: www.disenios-web/winnicott/
Como mencionamos más arriba, para Winnicott, un tratamiento psicoanalítico
quedaba definido por la superposición de dos áreas de juego, la del paciente y la
del analista, y si esto no era posible, no se ponía en marcha un proceso
terapéutico. Es decir que –para Winnicott-entre analista y paciente, debe crearse
un espacio virtual, psíquico, como resultado de la capacidad de jugar tanto de
uno como de otro.4
Pero de qué se trata esta capacidad de jugar, qué es el jugar para Winnicott? En
principio digamos que es una cualidad del aparato psíquico sano, cualidad que se
construye a partir de la relación primordial del bebé con su madre. “Para asignar
un lugar al juego postulé la existencia de un espacio potencial entre el bebé y la
madre..”
Una de las funciones maternas, según Winnicott, es el sostén del bebé. La madre
con un sostén adecuado, posibilita los pasajes desde estados de menor
integración, a otros mas integrados, y viceversa: el tránsito de la vigilia al sueño,
del sueño al despertar; o de un estado de excitación a otro de quietud,
transiciones de lugares conocidos a desconocidos... Asimismo, la metaforización
de los cuidados maternos dará sostén a la estructura psíquica de ese infans, y
facilitará en lo sucesivo –entre otras cosas- , la transición por experiencias de no-
integración, es decir, por estados de cierta dispersión y relajación, en los que las
referencias narcisísticas se dejan en suspenso; momentos en los que no se
persigue fin o propósito, sin premeditación, ni forma, o aún sentido...
Anticipamos también que –según este autor- los bebés, incluso antes de su
nacimiento, juegan espontáneamente, con movimientos y gestos –dice- sensorio-
motores puros. Será la madre, a través de sus cuidados, quien irá al encuentro
de esos gestos, haciéndolo vivir una experiencia de omnipotencia en la que el
bebé “crea lo dado”. Dice D.W.W.: “En la primera lactación teórica el bebe está
listo para crear, y la madre le posibilita tener la ilusión de que el pecho, y lo que
éste significa, ha sido creado a partir del impulso derivado de su necesidad (...)
Ahí el nuevo ser humano está en condiciones de crear al mundo...” El infans
tomará una posición subjetiva en el mundo a partir de esta experiencia
primordial con la madre, que deriva de otra función materna, que denominó
“presentación objetal”, por medio de la cual la madre introduce a su bebé en el
campo de la cultura.
Winnicott establece que en tal caso, la madre construye un espacio entre ella y el
infans, una zona de ilusión en la que se verifica una paradoja: que el infans crea
un objeto que ya estaba en la realidad. (no hay un objeto-teta que el infans
fantasea y otro objeto– teta real, que la madre le da). Se inscribe, entonces, un
objeto que para el bebé no proviene ni de su interior (no es una alucinación), ni
de su exterior (no es dado por la madre) sino que corresponde a su creación y
que será el símbolo de la unión y separación de la madre (será ese objeto el que
acompañará al infans en ausencia de la madre, el mismo objeto que atenuará la
presencia materna, simbolizando la separación por medio de su uso). Un objeto
llamado transicional, en tanto soporta un movimiento que origina la
simbolización: ausencia-presencia; mío, tuyo; integrado, no-integrado, adentro-
afuera, etc.

4
“La resistencia surge de la interpretación ofrecida fuera de la zona de superposición entre el paciente y el analista que
juegan juntos. Cuando aquel carece de capacidad para jugar, la interpretación es inútil o provoca confusión. Cuando hay
juego mutuo, la interpretación, realizada según principios psicoanalíticos aceptados, puede llevar adelante la labor
terapéutica. Ese juego tiene que ser espontáneo, no de acatamiento o aquiescencia...”
Lo que suceda a partir de esa experiencia, entonces, será la matriz por la cual el
sujeto irá construyendo una vida a partir tanto de sus deseos, como de la
resignación que implica el compartir los deseos de los demás, ya que el bebé sólo
podrá crear ese objeto (dijimos la teta), en la medida que la madre se lo presente
oportunamente, y en ese proceso habrá siempre desfasajes que limitarán la
ilusión del bebé en el sentido de que ese objeto no es sólo producto de su
creación. En ese espacio transicional que la madre construye, entonces, se
suscita el jugar; y, en tanto implica soportar la tensión entre lo subjetivo y lo
objetivo, es un logro en el desarrollo emocional del bebé.
Del mismo modo, las intervenciones de un psicoanalista deberían poder ubicarse
en ese punto en el que el paciente llega a ellas como resultado de su propio
proceso de elaboración, recreando con ellas un “crear lo dado”

III. La creatividad como rasgo de vida, como propia del vivir


Sólo a partir del jugar –dice Winnicott- la persona puede ser creativa. Aclaremos
que para este autor, la creatividad forma parte de la experiencia vital de una
persona, es decir que cada uno, en el origen, es creativo; en el sentido del
despliegue de lo más personal, de lo que es incuestionablemente uno mismo, lo
más propio y oculto de cada persona. Dice “El juego es una experiencia siempre
creadora y es una experiencia en el continuo espacio-tiempo, una forma básica de
vida”
Es decir que vivir creativamente implicaría conservar ese núcleo intacto y no
someterse a lo establecido por los demás. Y sin embargo dijimos más arriba que,
para jugar, para poder comunicarnos y compartir con los demás, es preciso
resignar una cuota de esa individualidad. Entonces lo creativo y lo lúdico están
estrechamente ligados entre sí y enmarcados en esa tensión entre lo propio y lo
ajeno; entre lo que he creado y lo que me fue dado; entre el sentimiento más real
y verdadero de lo espontáneo y el sentimiento más fútil que surge de la
adaptación a los deseos ajenos. Por eso el jugar siempre es precario, frágil,
efímero...
Entonces, en el origen mismo del ser en desarrollo (si los cuidados maternos han
sido satisfactorios), se establece a partir del jugar -del infans- un vivir creador y
una vida enriquecida “Lo que hace que el individuo sienta que la vida vale la pena
de vivirse es, más que ninguna otra cosa, la apercepción creadora”...Mas tarde,
en los tratamientos psicoanalíticos, el jugar es esencial porque en el jugar el
paciente es creativo; un tratamiento “debe ofrecer oportunidades para la
experiencia informe y para los impulsos creadores, motores y sensoriales, que
constituyen la materia del juego. Y sobre la base de este se construye toda la
existencia experiencial del hombre”

IV. El jugar como proceso


Según lo ya planteado, a diferencia de los planteos de Melanie Klein sobre el
juego como producto a ser interpretado, para Winnicott el jugar es un
movimiento, un proceso que se esta realizando, y del cual no importa el
contenido, sino que importa en tanto capacidad de jugar, como testimonio de la
creatividad de esa persona. (del mismo modo Winnicott no se interesaba tanto por
el contenido de los sueños –como lo hacían Freud y Melanie- sino por la
capacidad de soñar). En Realidad y Juego señala que ...”el psicoanalista ha
estado muy ocupado utilizando el contenido del juego y no ha observado al niño
jugar”. Para dar cuenta de ello estableció, en este texto, una diferencia entre el
sustantivo juego y el verbo sustantivado “el jugar”, así como prefería decir (el)
soñar, (el) ser, etc.; era su manera de transmitir una experiencia, un proceso, un
“ir siendo”, un sujeto en devenir...
Por otra parte, así como para Melanie el juego estaba al servicio de descargas
masturbatorias, para Winnicott, el niño sano puede jugar hasta que el juego
queda interrumpido justamente por la excitación, es decir que el jugar es
siempre excitante, pero no –como pensaba Melanie- por la amenaza pulsional
sino porque –como dijimos- el jugar es precario, en el sentido de que la paradoja
que deriva de lo que es subjetivo y lo que se percibe de modo objetivo, se ve
permanentemente amenazada por una drástica resolución, a consecuencia de lo
cual el juego se termina.
Por otra parte, para la teoría kleiniana, el juego se desarrolla en un marco de
absoluta desconfianza con los objetos: En el inicio, el bebé nace con una base
constitucional, genética, que se complementa con un aparato psíquico
rudimentario, que ordena el mundo exterior según experiencias de gratificación y
de frustración, de las primeras se derivan los objetos buenos y de las segundas
los malos. Así, el infans intentará desprenderse de los objetos malos e incorporar
los buenos. Para Klein, entonces, el infans posee un yo integrado
tempranamente, el cual le provee de capacidades como la atención, la
discriminación, la precaución, etc.; (un yo que debe prevenir ataques de lo malo,
discriminar lo bueno de lo malo, etc.). Esto no supone nada parecido al
entregarse a una experiencia de relajación, jugar o descanso, al cuidado de los
demás.
Para Winnicott, en cambio, la integración del infans se suscita a partir de un
estado de confianza que no supone meditación ni cálculo. Dice: “El juego implica
confianza y pertenece al espacio potencial existente entre el bebe y la figura
materna”...Esto significa que el infans no posee un aparato psíquico al nacer, y es
la madre con sus cuidados, con su sostén, tal como mencionamos, la que
posibilita el movimiento entre estados de no integración (estados de
desorientación, de relajación, de falta de certezas) y estados de integración (en
los que se recobra la atención, la vigilia, la certeza de sí mismo). Este movimiento
luego se interioriza, posibilitando el funcionamiento de lo psíquico. Es decir que
el aparato psíquico se construye a partir de un soporte de confianza, que permite
la exploración, la expansión... y en ese estado no integrado, puede aparecer lo
creativo.

V. El jugar de los grandes


Winnicott se pregunta: “¿Qué hacemos, por ejemplo, cuando escuchamos una
sinfonía de Beethoven o realizamos una visita a una galería de arte o leemos
Troilo y Cressida en la cama o jugamos tenis? ¿Qué hace un niño cuando está
sentado en el suelo, jugando con juguetes, bajo la vigilancia de su madre? ¿Qué
hace un grupo de jóvenes cuando participa en una sesión de música pop?
¿Donde estamos cuando hacemos lo que en verdad hacemos durante buena parte
de nuestro tiempo, es decir, divertirnos?”
Para DWW toda la experiencia cultural es heredera del jugar. Y este tiene un
tiempo y un lugar y –como el mismo dice: ”El lugar de ubicación de la experiencia
cultural es el espacio potencial que existe entre el individuo y el objeto. Lo mismo
puede decirse del juego... La experiencia cultural comienza con el vivir creador,
cuya primera manifestación es el juego”.

Cito a continuación algunas notas de DWW acerca del jugar de los adolescentes:
“Lo característico del juego de la adolescencia es que los “juguetes” son los
asuntos mundiales: (los adolescentes)
“juegan” con la política mundial, y se posesionan, o bien
“juegan” a que son padres o madres, en el sentido de mantener relaciones
amorosas, etc.
“juegan” mediante construcciones imaginativas en las que se convierten, o
aprenden lo necesario para convertirse en artistas, músicos, filósofos, etc.,
“juegan” a juegos reglados, volviéndose profesionales o compitiendo por
campeonatos mundiales
“juegan” a la guerra haciendo cosas que terminan envolviéndolos en verdaderos
riesgos, si son delincuentes, “juegan” a los ladrones convirtiéndose en ladrones, o
No consiguen jugar por haber perdido la capacidad para ello y entonces recaen
en:

la parálisis (introversión esquizoide), incluidos el permanecer en la cama, ingerir


drogas, los estallidos maníacos o los impulsos suicidas
ii la explotación del instinto y una intensa vida de fantaseo”

Sin embargo, nos preguntamos, cómo se manifiesta el jugar de los adultos en los
procesos terapéuticos? Dice Winnicott: “En mi opinión, debemos esperar que el
jugar resulte tan evidente en los análisis de los adultos como en el caso de
nuestro trabajo con chicos. Se manifiesta, por ejemplo, en la elección de las
palabras, en las inflexiones de la voz, y por cierto que en el sentido del humor”.
Así, entre el jugar de la infancia y el de los adultos no existiría ruptura, sino
transición...

Epílogo
Cierta vez me consultó una seria muchacha de veinte años, estudiante de artes y
expresión corporal, por una importante inhibición para desarrollar sus
actividades, así como para desplegar su existencia en relación a sus pares...Sobre
todo poseía una incapacidad manifiesta para dialogar y comunicarse en general...
Durante las sesiones caía repentinamente en silencios prolongadísimos, bajaba la
cabeza y quedaba así larguísimos momentos ensimismada en sus pensamientos.
Cuando yo le preguntaba ¿en que se había quedado pensando?, ella respondía
con un hilo de voz: -en nada...
Con el correr de las entrevistas ensayé diversas estrategias, hasta que introduje
una variante por la cual, cuando ella caía en esos estados, le susurraba su
nombre, como llamándola desde lejos, y le preguntaba donde estaba en ese
momento, como gritándole a media voce...finalmente, le hablaba tan despacio que
ella no entendía lo que le decía y me pedía que hablara más fuerte...Comenzó a
reírse. De a poco, entonces, aprendimos ambas a habitar los silencios, de modo
que ya no incomodaran, sino que eran sugerentes preámbulos de un juego.
Un día, en medio de uno de “nuestros” silencios, me preguntó: “En qué estas
pensando?” Con sorpresa, reaccioné diciéndole lo que realmente pensaba, a pesar
de que nada tenía que ver con el tratamiento. Desde allí, en un marco de
intimidad y confianza mutua, conquistamos silencios y confesiones, y el juego se
instaló, posibilitando que finalmente ella comenzara a poner sus pensamientos
“afuera” y a tolerar que estos fueran diferentes de aquellos que poseía
“adentro”...
Este fue un proceso de aproximadamente dos años de tratamiento. Fue el tiempo
necesario para que esta paciente pudiera comenzar a jugar, esto es, aprender a
tolerar que sus ideas como sus silencios fueran tanto suyas como de los otros,
aceptando la pérdida de la omnipotencia propia y las fallas de los demás.

paularot@datamarkets.com.ar

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