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El Niño y el Significante. Ricardo Rodulfo.

¿Dónde viven los chicos? He aquí la primera pregunta nodal frente a cualquier consulta. Sostener ésta
pregunta supuso siempre una complicación: el Psa. tardó mucho tiempo en producir su concepto especifico de
medio.
El medio es el mito, del cual depende incluso y sobre todo la estabilización de una realidad compartida. El
mito no es meramente un relato “irracional”, es el lugar donde se vive, lugar y fundamento de otros lugares a
los que siempre se envuelve. El Psa. se interesa en un nivel de lo mítico muy particular: aquel que se teoriza
primero como “novela”, aquel que está en el cimiento de la “construcción” como operación de la cura, el mito
familiar. El mito familiar es un archivo, un tesoro de significantes, que permite la producción de toda una serie
de objetos singulares, los que se denominan objetos transicionales o pequeños a. Al archivo hay que concebirlo
como un televisor prendido, donde circulan producciones culturales diversas con un cierto desorden. Conviene,
para comprender este concepto, echar mano al modelo del collage, con pedazos sistematizados y no
sistematizados, pues hay trozos olvidados de ese mito familiar casi no trabajado por el orden secundario,
apareciendo entonces como grandes incoherencias.
En un análisis siempre encontramos el mito familiar de a trozos, y debemos tener el cuenta que todos los
datos arrojamos por las entrevistas preliminares deben subordinarse a éste. Finalmente no podemos considerarlo
como algo sistemático o unitario sino como un haz o red de pequeños mitos, con incongruencias y
contradicciones.
Es necesario dar otro paso. El mito, es decir ese lugar donde el niño va a buscar los significantes, es el
primer lugar, el cuerpo materno. Es el alojamiento matricial de todos los sentidos posibles. Este cuerpo está
habitado por todos los mitos familiares, de suerte que se plantea la ecuación Cuerpo de la madre= Mito
familiar. Todo lo que el niño recibe del mito familiar es a través del cuerpo de la madre, pero no solo de
manera narrativa, sino también a través de miradas, gestos.
De ésta manera el ¿dónde viven los chicos? se desplaza a ¿Quiénes son para el mito al que advienen? El
Psa. modifica la primera conceptualización de prehistoria: ya no se limita a los años primeros que sucumben a
la represión en lo que hace a su recuerdo directo, retrocede para abarcar aquella estructuración histórica
familiar que espera al sujeto, que lo destina.
Todo lo planteado con anterioridad implica el paso del interés predominante o exclusivo en los procesos
imaginarios del paciente (atender a la dimensión de la fantasía de los juegos, al grafismo) a las funciones
simbólicas que, en sus modos y en sus fallos, han concurrido a su estructuración.
Las tres preguntas que guiaran el análisis con niños son, entonces: *¿dónde vive el niño? (si sigue viviendo
en el cuerpo de la madre o ha conquistado otro territorio); *¿Qué representa éste niño para el deseo de sus
padres?, ¿Para qué se lo desea?; *¿Qué lugar se le asigna al niño en el mito familiar?

 EL JUGAR
Toda éste séquito de mitos, operaciones simbólicas, transformaciones subjetivas, no son nada, no son
sino abstracciones de no encarnarse en el Jugar.
Debemos hacer una diferenciación entre los que son los significantes del sujeto y lo que son los
significantes del superyó, sin caer en divisiones tajantes entre ambos, porque un mismo significante puede ser
utilizado de una u otra forma. El significante del sujeto designa lo que lo “agarra a la vida” y aquellos
significantes del súper yo son los que aplastan, aquellos que le “pesan encima”, su dimensión es esencialmente
tanática. (Parece ser que para el autor se corresponden los distintos significantes a las pulsiones de vida y de
muerte.)
Allí donde era el mito (cuerpo materno) el sujeto debe advenir. Su posibilidad es hacerlo jugando. Para ser,
el sujeto debe encontrar Sgtes que lo representen. Podemos definir al jugar, pensándolo como la
producción de Sgtes que representen al sujeto que juega. Cuando el niño pase por su boca, por su mirada,
por su puño, o más adelante por la palabra, el objeto cambiara, se producirá una metamorfosis: pasa de Real a
Sgte. El material para fabricarlos lo buscara en el mito familiar, porque allí vive el niño. Sin embargo, es
necesario que allá allí Otro, cuerpo familiar, mito, archivo, que haya allí alguien que ofrezca significantes, que
de lugar. Si desde el Otro no hay oferta de lugar, el hallazgo no resulta posible.
No se tratará de lograr que el sujeto viva fuera del mito familiar, la verdadera alternativa estriba en
hacerlo propio de él y con él, imprimiéndole una diferencia singular.
Ahora bien, cuando avanzamos en las psicosis tempranas y en el autismo, no debemos confiarnos
solamente en lo que el niño produce, porque está adherido al lugar donde vive. La tarea fundamental del
psicoanalista será encontrar un sujeto, el cual se encuentra aplastado por significantes que no lo representan,
ayudándolo a inventar uno para él, desalojando los del Súper Yo. En tanto en la neurosis se trata de liberar al
sujeto de un significante que lo representa demasiado. El analista, entonces, se constituye como un donador de
lugar.
El autor propone funciones primordiales del jugar. Funciones del jugar muchos más tempranos y fundantes
que el Fort-Da (se corresponden a las dos primeras).Habla de jugar y no de juego, al igual que Winicott, para
acentuar el carácter de práctica significante que este conlleva. No alude al producto de cierta actividad sino a su
carácter de producción. No hay ninguna actividad significativa en el desarrollo de una simbolización que no
pase por el juego.
1-Fabricación de superficies. Las practicas donde es más sencillo localizarla son los numerosos juegos de
embadurnamiento a los que se entrega el bebe apenas se hace un par de manos. Lo que interesa es la solución
de continuidad, se fabrican superficies sin agujeros. Lo primero que se construye no es para nada un interior, es
decir un volumen, sino una película de banda continua (Banda de Moebius, la cual incluye a la madre y a
otros elementos) por lo tanto sin ninguna discontinuidad con el cuerpo del Otro.
En los niños psicóticos es común observan que sus dibujos son ejecutados “en flecos”. El lugar de hacer
un borde firme, ininterrumpido de la silueta, esta parece deshilacharse, con temblorosa consistencia. Idéntico
procedimiento se repite en el discurso verbal cuando es una paciente que ya habla, su escritura llama la atención
por la abolición de signos de puntuación, se trata de un flujo sin cortes de muy difícil lectura.
Las rutinas es otro nombre que se le da a la fabricación de superficies: cabe al Otro primordial ofrecer
por medio de ellas los medios para armar una cotidianidad. Estos forman parte de una retícula de soportes
narcisistas en los que toda subjetividad necesita apuntalarse. Y con esto se apunta a sus génesis: son los
herederos de la función materna. En las familias con un elevado potencial psicótico el sujeto se encuentra en
imposibilidad de prever lo que va a ocurrir: no hay constitución de rutina; mientras que el neurótico suele
quejarse de ella, de los impasses que ésta impone a su deseo.
No debemos dejar de señalar que la continuidad es un rasgo esencial de todo tratamiento psicoanalítico.
2- Fabricación de un tubo. El primer jugar no está mucho tiempo solo. A poco andar, se contrapuntea una
finita, pero ilimitada serie de prácticas, que se corresponde a la segunda función de jugar concerniente al
segundo momento en la estructuración del cuerpo. Aquí se trata de una relación de continente/contenido
(poner algo dentro de otra cosa), sin embargo no debemos considerarlo como un contenido interno diferenciado
de un contenido externo, dado que la relación entre contenido y continente de la que se habla es reversible.
Dentro del esquema de inclusiones reciprocas cabe concebir que el contenido que es más pequeño que el
continente pueda, albergarlo a su vez. Un ejemplo es que el niño gusta de abrir la cartera de su madre y sacara
todos los objetos que se encuentran en ella.
El segundo función del jugar pone de manifiesto, en un espacio bidimensional, cierta dimensión de volumen
3- Fabricación de un espacio tridimensional. Aparece en el último cuarto del primer año, pero tiene un
periodo de aparición más o menos fluctuante y luego un periodo en el que se da una serie de repeticiones, saltos
hacia adelante, según esa función se consolide o no. El viraje que se le imprime ahora a los Sgtes del sujeto está
destinado a inventar un espacio otro del cuerpo materno. El niño produce por primera vez un afuera que no
existía. Correlativo a esto, el jugar se despliega en poner nombres.
La capacidad de desaparecer, se vuelve decisiva para la cuestión de que haya algo real: algo es real
solo a partir de que demuestra y hace valer la posibilidad de su desaparición, tanto del lado del sujeto
como del objeto (Fort- da) se constituye la oposición presencia/ausencia antes inexistente: cuando alguien
desaparecía no estaba incluida la posibilidad de su retorno.
Aparece lo que Winicott menciona como “dejar caer las cosas” (Destete). Es el niño quien se desteta,
cuando encuentra el mínimo necesario de colaboración por el lado de la función motriz. Esto le permite
simbolizar la partida de la madre.
Un fenómeno reconocible en esta época es la angustia del 8º mes señalada por Spitz, que señala que se está
constituyendo algo extraño a la madre.
Hay una modificación sustancial con respecto al espacio primordial de inclusiones reciprocas desde que no
se vive ahora en el cuerpo del Otro, o por lo menos ya no se vive solo en el, en cambio emerge la alternancia, la
escancian entre el aquí y el allá.
Toda la compleja gama de fenómenos que aparecen en este período son susceptibles de ser agrupados bajo el
nombre de denegación originaria o protodenegación, si consideramos que preludia o acompaña la aparición en
el lenguaje verbal del NO. En el segundo año de vida del sujeto también hace la aparición el jugar con el No,
hasta incluso jugar a ser No, respondiendo el niño con él a toda solicitación del Otro, aunque luego toma lo que
se le ofrece. Este tiempo de jugar a no querer, es decisivo en la constitución subjetiva.
 Pequeños comienzos de grandes patologías
Un pequeño empieza su autosostenimiento cuando, dispone de un quantum de capacidad para
fabricar imagos. Fabricar imagos quiere decir que, cuando el Otro se va, no se va todo para él, en especial no
se le va el cuerpo, es capaz de armar imagos que lo ayuden a esperar. Cuando no dispone aún de este recurso, la
ausencia del Otro equivale a su destrucción. Está expuesto a lo que Winicott denomina Depresión Psicótica, es
decir, la pérdida no acotada al objeto, sino puro agujero en lo corporal. La manifestación más temprana de ello
lo vemos en un bebe que no para de llorar, que es presa de un llanto angustioso, al mismo tiempo que responde
con su cuerpo, único instrumento a su alcance, mediante toda una serie de enfermedades tales como diarrea,
meningitis, etc. Es por ello que se insiste en la fabricación de toda una serie de objetos transicionales o
pequeños a.
La patología ligada al Fort-Da es de pegoteo. El chico, en lugar de fabricar sus propias imagos y con ella ese
espacio fuera del cuerpo materno, solo intenta existir refucionándose continuamente al Otro. Se plantean
además situaciones aparentemente inversas, en las cuales el niño se vincula fácilmente a cualquiera y se
muestra centrífugo en exceso y desapegado. Sin embrago, el punto de estructura es el mismo, el Fort-Da. No se
ha simbolizado el extraño en cuanto tal, la situación de adherencia al cuerpo del Otro se disimula porque se
reparte entre todos, todos son su madre.
4- Fabricación de identificaciones sexuales (que funcionaran como un soporte de los dispositivos
pulsionales). Desde la práctica de posiciones sexuales fantaseadas (jugar a la mama o al papa); hasta la
elaboración por el jugar de teorías sexuales. Lo significativo reside en la transformación de lo Real de la
pulsión en Sgte, por eso mismo la condición para que el juego siga es que la erotización inmediata se mantenga
reprimida. (Está función del Jugar aparece en otro libro de Rodulfo)
5- Fabricación de un nuevo espacio transicional . Aparece tras la latencia, y su rasgo fundamental será
incorporar el jugar al proceso secundario (del garabato a las reglas) y por otra parte, practicar la desfalicizacion
del sujeto.
La crisis de la pubertad golpea todos los niveles de estructuración subjetiva alcanzados. En primer lugar, a
partir de la metamorfosis de la pubertad, la función del espejo de desarticula y se subvierte, lo que de él
retorna ya no sirve como realización adelantada de unificación individualizante, sino que intensifica el
desfasaje y la falta.
La adherencia al cuerpo materno retorna a partir de otros materiales. Es regular que nuevas bandas(de
Moebius) se fabriquen en relación a nuevas encarnaciones del Yo Ideal o al grupo de pertenencia tomado en su
conjunto que apuntan a restablecer la continuidad perdida( Ej.: pertenencia a un equipo de futbol, una banda
musical, etc.). Otro modo distinto de restablecer aquella superficie se puede encontrar en ciertas formas de
masturbación, donde no solo está en juego lo sexual sino también darse cuerpo, buscando reunificarse en el
placer genital. Tampoco es cosa rara el retorno de prácticas vinculadas a períodos en los cuales el adolescente
no se baña o se adhiere a ciertas prendas que se llevan puestas indefinidamente.
También el Fort-Da sufre un replanteo El registro del par familiar/extrafamiliar es completamente
resignificado. Para el adolescente se trata de desaparecer, pero no solo de la familia como entidad concreta sino
con respecto a todas las categorías familiares simbólicas.
Finalmente el autor plantea la premisa que “donde el jugar era el trabajo deber advenir”. Lo más
importante es convertir en materia de juego algo que de otro modo quedaría inscripto en la dimensión de
significantes del superyó, sobretodo por las múltiples demandas del Otro, en la adolescencia, que presionan
para que el sujeto normativice su posición sexual y otras cosas que hagan a su posición y funciones sociales.
Pero si el sujeto no consigue metabolizar estas demandas y transformarlas en algo propio a través del jugar,
inscribiéndose una diferencia, agujereando aquello que se impone con violencia desde el Otro, queda atrapado
en lo que funciona como mandamiento superyoico de adaptación al Ideal, conminado a Gozar. El autor apunta a
lograr que el trabajo pueda investirse como juego, es decir, que aquello que se convierta en trabajo se
encuentre ligado de manera inconsciente al jugar con toda su fuerza desiderativa, pues si se ve alejado de
ella el trabajo acarreará alienación y empobrecimiento al sujeto.

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