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Urbanismo como modo de vida nació para satisfacer unas exigencias teóricas; la valoración reductora

de Gans no puede aceptarse porque Wirth, por un lado, desarrollaba su análisis después de una larga
experiencia de investigación 48 que le proporcionaba un amplio conocimiento de la realidad urbana en sus
múltiples aspectos y, por otro lado, porque conocía como pocos la literatura de la ciudad. No es justo además
sostener que en este ensayo se evidencia demasiado la problemática social, política y económica de los años
en que fue escrito.

Wirth estaba atento a los cambios del sistema social en aquellos años y en los sucesivos. En 1951,
señalaba que los procesos de descentralización de la industria y el de la expansión de los suburbios generaban
-en Estados Unidos en particular, pero también en cualquier otro lugar- una nueva realidad que obligaba a un
nuevo planteamiento del significado conceptual de los atributos “urbano” y “rural”. Dadas las dificultades
para resolver de forma válida este problema teórico, volvía a proponer, sustancialmente, las tesis expresadas
en 1938 49. No puede además olvidarse que Wirth fue uno de los pocos sociólogos urbanos movidos por un
sincero escrúpulo de introducir la dimensión histórica en el análisis sociológico; así como tampoco se puede
olvidar que el concepto de urbanismo por él delineado expresa un modo de vida existente en la ciudad de
masas, consumista, de ritmos convulsos y en continuo crecimiento. Relaciona este tipo de concepto con un
tipo de ciudad que tiene su precisa colocación en la historia de la sociedad urbana occidental. Mas no por
esto podemos dar la razón a Gans cuando sostiene que las condiciones sociales aquí descritas son típicas y
exclusivas de los años treinta. Ni tampoco cuando sostiene, más específicamente, que los habitantes de la
ciudad norteamericana no tenían entonces la posibilidad de efectuar libremente ciertas selecciones, dadas
ciertas condiciones contingentes de crisis que “congelaban” de manera peculiar la organización social urbana,
frenando la movilidad residencial de los habitantes. Sería más correcto afirmar que este ensayo está dedicado
a la ciudad occidental, o mejor, al habitante de la ciudad occidental, con el fin de comparar el problema del
consenso democrático con la nueva dimensión económica, política y social de un sistema industrialmente
avanzado que tiende a coartar la libertad individual. Entonces nos parece aún más correcto preguntarnos si
Wirth logró individualizar en su definición las causas de esta transformación, cuyos efectos sociales describió
de forma tan brillante. Y es aquí donde Gans evidencia la principal debilidad de la tesis Wirth 50. De hecho,
Wirth, basando su definición sobre todo en número y densidad, se demuestra más ecólogo de lo que querría
ser. En primer lugar, olvida que la variable heterogeneidad cultural es una variable independiente e
importante para comprender la vida urbana con un enfoque sociológico 51 y, en segundo lugar, que número
y densidad son a su vez simples efectos de aquellos procesos económico-sociales y de aquellos valores que
acompañan la urbanización. Por otro lado, no se puede omitir que el autor nos habla de su ensayo como de
un intento de sistematización teórica y que las variables que indica juegan indudablemente un papel
autónomo como concausas, condicionando fuertemente la vida urbana moderna 52. Wirth tiene sin embargo
el mérito de haber organizado un cuerpo de proposiciones relativas a los aspectos cruciales de la vida urbana
contemporánea y de haber indicado, siguiendo el camino trazado por los clásicos, las líneas imprescindibles
para la investigación: baste pensar en la relación entre organización social, organización espacial urbana y
personalidad del habitante 53.

Todavía más incomprensibles son los intentos de quienes pretenden colocar a este autor en el ámbito
del pensamiento antiurbano, sin comprender que, en realidad, Wirth estaba animado en su reflexión por el
ansia de resolver una problemática mucho más profunda. Se puede sostener que a él también se le presentaba
el problema de ver sobre qué bases era posible crear un orden social que no implicase la pérdida de los
valores fundamentales en la historia de la ciudad occidental. Pero no se puede sostener que propusiese
deliberadamente la vuelta a la comunidad preindustrial, demasiado a menudo mitificada como panacea
utopista para las contradicciones y los desequilibrios presentes en la ciudad 54. Por lo menos dos cualidades
de Wírth desmienten esta crítica: su capacidad de observación y de búsqueda sobre la realidad de su tiempo y,
en especial, su empeño constante en resolver racionalmente los problemas de su sociedad ofreciendo su
propia contribución de sociólogo comprometido, no sólo como investigador, sino también como ciudadano.

VI. Clases sociales y poder en una ciudad “media”: las investigaciones de los Lynd

1. Los estudios sobre comunidades


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En una brillante lección de sociología redactada por los miembros del Instituto para la investigación
social de Frankfurt se sostiene que

las grandes ciudades presentan dentro de sus límites todas aquellas características de complejidad,
inmensidad no transparente y alienación que hacen difícil orientar la investigación: y la investigación sobre las
grandes ciudades se encuentra ante las mismas dificultades con las que se encuentra la enunciación empírica
sobre la sociedad en su conjunto. De aquí la idea de llevar a cabo investigaciones modelo sobre las ciudades
de dimensiones medias donde se espera poder estudiar las tendencias del urbanismo y sus consecuencias
sociales sobre un material aún lo bastante limitado para poder abarcarlos casi enteramente 1.

Esta orientación ocultaba, quizás, en un primer momento el deseo de los investigadores de extrapolar
de la investigación sobre la ciudad media conclusiones aplicables a la sociedad global; sin embargo, sea como
sea, no se puede cierta mente negar la utilidad de los estudios sobre comunidades tanto para la investigación
como para la teoría sociológica. Los estudios sobre comunidades no sólo proporcionan la base empírica
necesaria para una comprensión sociológica más amplia, sino que, cuando se atribuye a la comunidad el valor
de una variable independiente, permiten afrontar, en concreto, el análisis de los efectos de la organización
social sobre el comportamiento humano.

Las investigaciones de Robert y Helen Lynd representan dentro de este sector del trabajo sociológico
una contribución pionera ya clásica que, sin embargo, sigue teniendo el valor de un modelo al que es
conveniente todavía referirse. Como ya es sabido, se trata de un estudio sobre una pequeña ciudad del
Middle West, realizado en el curso de dos períodos importantes de la historia norteamericana moderna,
caracterizados respectivamente por la difusión del proceso de industrialización en todo el territorio nacional
y por la Gran Depresión. Horkheimer y Adorno ponen de manifiesto cómo de un estudio tan empíricamente
limitado pueden surgir elementos de valor teórico más general:

el interés de los Lynd no se dirigía en primer lugar a datos estadísticamente verificables, sino a la
interacción de las condiciones económicas y sociales por un lado y de las normas y concepciones subjetivas
de la población, por otro, partiendo del presupuesto de que la comunidad estudiada y su desarrollo se
hallaban determinados, en gran medida, por las formas que esta interrelación venía asumiendo. Fue, sobre
todo, al repetir la investigación sobre el mismo objeto, cuando los Lynd lograron descubrir la interacción
existente entre infraestructura y superestructura. Además, particularmente en el período de la crisis
económica, pudieron mostrar cómo la ciudad no funcionaba como una monada social, sino que dependía de
los procesos que envolvían al conjunto de la sociedad 2.

Parece claro, pues, que la sociología de la ciudad no puede desentenderse de este filón investigador que
sólo aparentemente está a latere; ni tampoco conviene ignorar que esta aportación específica de los Lynd
tiene un valor ejem plar. Por otro lado, no parece oportuno desarrollar en estas páginas un análisis global,
crítico y comparativo, de las dos monografías; 3 creemos, en cambio, más conveniente adoptar una
perspectiva selectiva que se refiera a la temática de las clases sociales y del poder a nivel de comunidad local,
temática importantísima para los estudios de política urbana.

Las dos investigaciones sobre Middletown 4 ofrecen al estudioso de la estratificación social un material
empírico original y útil en muchos aspectos. Estas investigaciones demuestran que el hecho de relacionar el
análisis de las clases con un contexto social relativamente amplio, que se puede controlar mejor y de forma
directa --por tanto mucho más comprensible para quienes investigan-, constituye una ventaja, por ejemplo,
para la formulación de hipótesis que estudian las relaciones entre la dimensión de la estratificación social y la
dimensión institucional. Ambas investigaciones aquí examinadas facilitan una verificación empírica: a) con
referencia a un marco social -la pequeña ciudad- en vía de transformación por el impacto de la
industrialización; b) con referencia a un proceso de progresiva introducción de una comunidad local en un
tejido social y económico metropolitano, cuyas contradicciones se reflejan, con efectos de cierto relieve,
también en la estratificación social local.

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Pero el mayor mérito de un enfoque de este tipo reside quizás en el hecho de que constituye una
especie de trámite exclusivo para recobrar datos y formular hipótesis y teorías sobre la estratificación. No es
casual que entre las etapas más significativas de la investigación sociológica en este sector, desde el estudio de
Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra en adelante, se sitúen, precisamente, aquellas
investigaciones localmente orientadas sobre el terreno 5. Pero también es cierto que el aspecto de la
estratificación social en las investigaciones sobre Muncie no es un aspecto exclusivo; sin embargo, es difícil
negar que no se trata de uno de los aspectos más importantes y que la contribución empírica de los Lynd
constituye un importante momento en la historia del análisis de la estratificación social en la sociedad
occidental industrializada.

2. Clase trabajadora y clase del "business"

Veamos ahora cómo los Lynd caracterizan a las clases sociales en su primera investigación. Señalan que
el área del gettíng a living -área clave para el cambio social comunitario- se caracteriza inmediatamente a los
ojos del investiga dor por la mezcla de actividades diversas. La exigencia primaria de poner orden en el
magma de los datos y la necesidad de reducir la diversidad empírica a unidad conceptual obligan al
investigador a fijar dos géneros de actividades predominantes. Se distinguen así dos grupos sociales
diferentes que los Lynd definen como working class y business class 6.

¿Cuáles son los criterios que sostienen esta definición? “En general, los miembros del primer grupo
orientan sus actividades lucrativas especialmente hacia las cosas, utilizando instrumentos materiales en la
fabricación de objetos y en el cumplimiento de servicios, mientras que los miembros del segundo grupo
dirigen sus actividades hacia las personas, en particular, vendiendo o difundiendo cosas, servicios e ideas” 7.
La articulación de las clases sociales en la Middletown de 1925 gira por tanto alrededor de una dicotomía,
expresión de un enfoque metodológico quizás ingenuo, pero empíricamente eficaz. Según este enfoque,
parece que los Lynd atribuyen una importancia decisiva, en primera instancia, al criterio de la función
económica y, en segundo lugar, a la división entre trabajo material y trabajo no material como categorías que
crean una vertiente divisoria no sólo económica, sino también cultural, en el ámbito de una comunidad que
se está industrializando a ritmo veloz. Los Lynd aclaran seguidamente su punto de vista cuando ponen junto
a la definición principal otras definiciones; todas ellas, sin embargo, conducen de nuevo a la ya citada.

Otros términos que pueden ser utilizados para diferenciar estos dos grupos, en base a su actividad
profesional, son los siguientes: personas que dirigen su actividad hacia las cosas y personas que dirigen su
actividad hacia las personas; los que trabajan con las manos y los que trabajan hablando; los que hacen las
cosas y los que las venden o difunden cosas o ideas; los que usan instrumentos materiales y los que emplean
varios medios institucionales no materiales 8.

Un modelo de estratificación social así concebido no presenta, evidentemente, ningún ascendiente


marxiano, tanto porque los Lynd no conocían en aquellos años el pensamiento de Marx, como porque esta
dicotomía no se funda en la nota discriminante propiedad/no propiedad de los medios de producción. La
diversidad de función productiva -y la dicotomía de clase sobre la que se basa depende de un proceso de
cambio fundado en la economía, pero también condicionado culturalmente. La división en clases es
asimismo, en esta primera investigación, un efecto de la posesión o no posesión de diferentes capacidades
que facilitan u obstruyen la introducción en el ámbito de un proceso de cambio referente a toda la
comunidad, obligándola, por así decirlo, a adoptar nuevos esquemas de conducta social y a dudar de
costumbres y valores consolidados.

Es oportuno subrayar que el descubrimiento de esta dicotomía de clase -que divide en dos a la ciudad
entera- confiere a la investigación una “perspectiva marcadamente sociológica que, sin duda alguna, no
hubiese derivado del empleo exclusivo del esquema antropológico a seis voces que los Lynd tomaron de las
investigaciones de W. H. R. Rivers sobre comunidades primitivas. Es ciertamente interesante señalar que, de
este modo, los Lynd introducen en la sociología de la estratificación social norteamericana un valioso
elemento de novedad. Los Lynd conocían, obviamente, los esquemas de clasificación tradicionalmente
adoptados por sus colegas, en particular, la tripartíción en clases inferior, media y superior basada en criterios
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de tipo principalmente psicológico (autoidentificación), o bien en indicadores como la renta y el prestigio,
cuyo uso determinaba una superposición conceptual entre estrato y clase social. Pero los Lynd rechazan este
enfoque en coherencia con su selección de fondo que une las clases al área de vida productiva 9; se produce
así una abertura hacia una interpretación más convincente de la segunda investigación, que relacionará más
directamente las clases con el poder económico capitalista.

No se puede tampoco menospreciar una ulterior consecuencia, positiva en el plano metodológico. El


recurso a la actividad profesional, como criterio principal que permite distribuir socialmente a los miembros
de la comunidad, exime las observaciones empíricas, efectuadas sobre el tema de la estratificación, de los
condicionamientos específicos que provienen inevitablemente del campo donde se desarrolla en concreto la
investigación. La distinción entre trabajo manual y trabajo “intelectual” es susceptible de aplicación general;
ello confiere un valor “objetivo” a las observaciones que dependen de su uso, además de un carácter
particularmente incisivo al análisis de los fenómenos relacionados con la estratificación. A contrariis: si los
Lynd hubiesen optado, como ocurrió con otros investigadores, por el criterio de la autocolocación social de
los entrevistados, habrían quedado vinculados a una discutible (y mal controlable) percepción subjetiva de la
posición social y, sobre todo, a situaciones excesivamente específicas de la comunidad objeto de la
investigación. De este modo, en cambio, se refuerza tanto la representatividad de los resultados, como la
posibilidad de comparación no sólo con la investigación sucesiva, sino también con otras investigaciones que
adopten un criterio análogo.

Tres anotaciones integran preliminarmente la descripción de esta primera hipótesis lyndiana sobre la
estructura de clase. En primer lugar, los investigadores conocían los límites de una dicotomía tan
simplificada. Por su explícita admisión,

esta dicotomía sacrifica las gradaciones existentes entre las dos clases principales y deja también en la
sombra “una zona límite en la que algunos miembros de los dos grupos se superponen o se confunden”. Mas
la escrupulosidad con que presentan los datos sobre los varios aspectos de la vida cotidiana de los com-
ponentes de las dos agrupaciones atenúa este inconveniente, efecto normal de la utilización de todo criterio
de clasificación.

La segunda anotación se refiere a la distinta amplitud cuantitativa de las dos clases sociales. La clase
“obrera” está constituida por el 71 % de los sujetos económicamente activos, mientras que la clase
“empresarial” representa el 29 %. Se trata de un dato cuantitativo, rico en implicaciones cualitativas si
tenemos presente la observación de los Lynd de que “el simple hecho de haber nacido en una o en otra parte
de la vertiente, constituida grosso modo por estos dos grupos, representa el factor cultural específico más
significativo que influye en lo que una persona hace durante el día en el curso de su vida” 10.

Finalmente, recordemos el siguiente postulado sociológico fijado por los Lynd: “cada discusión sobre
las características de los grupos es, necesariamente, sólo una aproximación, y, por tanto, no se debe nunca
perder de vista el hecho de que la conducta de los individuos constituye la base de la conducta social” 11. Un
postulado al que R. Lynd permanecerá fiel toda su vida, dedicada a la investigación de la sociedad, y que tiene
influencias indirectas, pero importantes, en sus análisis sobre la estratificación social y, particularmente, en la
relación entre estratificación y cambio social. Habría quizá que reconocer que este postulado tiene una
correspondencia real en la sociedad o -si se prefiere adoptar la terminología lyndiana- en la cultura
norteamericana de la época.

La escrupulosa precisión en la presentación de los datos, la variedad y la abundancia de observaciones


minuciosas, pero organizadas por una inteligencia poco común, confieren interés a este primer análisis de las
diferencias de clase. El análisis de los Lynd se desarrolla en concreto a través de un entretejimiento de
distintas variables. El área institucional del getting a living enmarca una serie de observaciones referentes a la
estratificación social, nacidas de la aproximación entre las variables edad, sexo, nivel de inteligencia y la
variable de la pertenencia de clase.

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Sin embargo, en la investigación destaca un profundo estudio de la situación de la clase obrera. Sin
duda alguna, los investigadores llegaron a este enfoque por circunstancias objetivas impuestas por el campo
de investigación, como la fuerte preponderancia numérica de la clase obrera, y por elementos subjetivos, por
ejemplo, la reticencia de los miembros de la clase empresarial a proporcionar datos y noticias sobre su propio
trabajo y, más en general, sobre su propia condición social 12.

El estudio de los distintos aspectos de la vida de los miembros de estas dos clases sociales se realiza
con cierta falta de sistematización. Esto no impide al lector ver a las working class y business class como
entidades reales, profunda mente distintas. Dos mundos sociales que conviven ignorándose recíprocamente y
que mantienen sólo aquellos contactos necesarios, impuestos por algunos sectores de la vida comunitaria.

3. "Working Class", industrialización y cambio urbano

Los datos que comprueban esta división social son numerosos. El desarrollo de la industrialización
favorece un proceso de cambio que afecta sobre todo al que nace y vive como miembro de la working class.
Y esto en el sentido de que los costes del cambio -a varios niveles, psicológico, social y, naturalmente, a nivel
económico (tipo de trabajo y nivel de renta)- serán sufragados especialmente por esta clase.

La working class está constituida por un grupo social, en buena medida de origen campesino, que en el
transcurso de una generación sufrió un proceso de readaptación en todas las experiencias que caracterizan la
vida cotidiana de un individuo en sus relaciones con la comunidad. La institución familiar, por ejemplo, se
renueva cuando el papel femenino se convierte en papel activo en el ámbito productivo, externo a la familia;
pero se trata de una transformación que atañe casi exclusivamente a la mujer-madre de familia de la working
class. Únicamente la mujer casada de esta clase se ve obligada, por un nuevo proceso cultural, basado en la
difusión de la autoridad económica, a realizar trabajos como miembro de la clase obrera, fuera del ámbito
doméstico. El precario balance familiar que depende de la ocupación inestable del marido y la aspiración de
mejorar la vida de sus hijos elevando su nivel de instrucción impulsan este proceso de falsa emancipación
femenina que se traduce exclusivamente en un aumento de las rentas y de las posibilidades de gasto para la
familia de la working class. Como consecuencia indirecta, se delega en la escuela la función educativa,
proceso mucho más acentuado en la familia de la clase obrera. Pero de este proceso el joven saca
simplemente un provecho relativo, porque --como demuestran los datos de los Lynd- su posición de partida
es particularmente desventajosa con respecto a la de sus coetáneos nacidos en la business class. Baste
recordar que distintas circunstancias sociales influyen en el nivel de inteligencia, hasta el punto de que un
análisis de los coeficientes intelectuales de alumnos que frecuentan la primera clase de las escuelas públicas
demuestra que más del 86 % de ellos, pertenecientes a familias de la business class, tiene un coeficiente de
inteligencia normal y superior al normal, mientras que un fuerte porcentaje (más del 42 %) de alumnos
pertenecientes a familias de la working class tiene un coeficiente inferior al normal 13.

El trabajo constituye otro elemento para poder comprender las diferentes experiencias de vida de estas
dos subcomunidades. El trabajo de la clase obrera es un trabajo que se realiza mediante máquinas. La
experiencia productiva es para el obrero una experiencia estrechamente relacionada con las capacidades
fisiológicas de resistencia a los ritmos de un trabajo en cadena 14. Habilidad y destreza tienen poca
importancia; la edad del obrero decide su rendimiento productivo. Así pues, de la edad de un miembro de la
working class dependen colocación y cotización en el mercado del trabajo, además de su situación social. El
obrero anciano es un desarraigado, mientras que “entre la clase empresarial de M. la edad avanzada parece
significar, en mucha mayor medida que para la clase obrera, un aumento o consolidación de poder y de
prestigio social” 15.

En general, se puede decir que la experiencia laboral de los obreros empieza muy pronto, entre los 14 y
los 18 años. Madurez y decadencia también se anticipan con respeto a las fases análogas vividas por los
miembros de la clase empresarial. Y se puede decir que la industrialización determinó -especialmente para la
working class y mucho menos para la business class- profundas transformaciones en la experiencia de
trabajo.

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A partir del momento en que la población abandona la vida menos indirecta de la hacienda rural o del
pueblo, los instrumentos industriales se hacen más y más complicados, se produce un sensible aumento en el
número y en la complejidad de los rituales institucionales mediante los cuales los productos especializados
del obrero se traducen en les elementos biológicos y sociales esenciales para la vida. El grupo empresarial se
beneficia de vivir dedicándose precisamente a estos rituales institucionales. Estos constituyen, para la
mayoría, una elaboración de instrumentos análogos, incluso más simples, a los existentes hacia 1900 y no
presentan cambios espectaculares como los del paso del trabajo manual al mecánico 16.

El comerciante, el viajante, el empleado de banco, el abogado -por citar algunos tipos profesionales de
la business class- desarrollan una actividad en muchos aspectos idéntica a la que desarrollaban antes de la
industrialización.

La población obrera de M. tiene débiles raíces en la comunidad. El desarrollo industrial favorece una
tendencia migratoria de la fuerza-trabajo que de este modo hace frente al paro cíclico que la afecta incluso en
esta pequeña ciudad 17. Generalmente, sé puede definir la vida de la mayoría de los habitantes como una
vida vivida al margen de la comunidad no sólo en el sentido residencial, sino también social y políticamente.
La clase obrera habita las zonas menos agradables de la ciudad y a menudo viviendas angostas y miserables.
Una especie de discriminación silenciosa acompaña la experiencia escolar de sus miembros más jóvenes; la
clase obrera frecuenta iglesias e instituciones asociativas distintas de las que frecuenta la clase empresarial. No
se puede hablar, en particular, de una verdadera vida asociativa obrera. A principios de los años treinta la
organización sindical formaba un centro muy activo de coordinación de las actividades obreras e influía no
sólo en el trabajo, sino también en el tiempo libre, en la educación y en la asistencia. La función social del
sindicato decayó progresivamente y con ella el propio sindicato. Según los Lynd, a este deterioro asociativo
concurrieron los desarrollos tecnológicos, el aumento de los salarios, además de las relativas
transformaciones institucionales en el área del tiempo libre que cambiaron su carácter a través de la difusión
del automóvil.

Todo lo contrario ocurre con los miembros de la business class. Ellos participan activamente en la vida
de varios círculos ciudadanos. Fundan incluso nuevos círculos sobre la base paraprofesional, funcionalizando
la vida asociativa con el fin de desarrollar sus propias actividades productivas y reforzando, indirectamente,
una solidaridad de grupo que convierte la business class en la única clase social consciente de sus funciones y
de sus intereses, es decir, organizada para una enérgica defensa frente al resto de la comunidad.

Siguiendo esta perspectiva analítica que subraya las diferencias existentes entre las dos clases sociales
fundamentales, tendríamos que ocuparnos también de las numerosas observaciones que contiene esta
investigación. Pero no nos es posible enumerarlas todas. Nos parece más oportuno poner punto final a este
tema, tan decisivo para el primer estudio de Muncie, citando la aguda síntesis crítica de L. Cavalli:

la insuficiencia crítica de los criterios distintivos se manifiesta de lleno, sin embargo, a medida que
nuestros autores avanzan en la investigación con este válido instrumento de una concepción clasista
dicotómica. Los Lynd descubren siempre nuevas diferencias (y contraposiciones) entre las dos clases, que
pueden agruparse en cinco categorías: a) diferencias de renta; b) diferencias de estilo de vida (barrios,
vivienda, ajuar, vestuario, comidas, tiempo libre); c) diferencias de chance social (que se concretan pronto en
diferencias de coeficientes de inteligencia y de oportunidad escolar); d) diferencias de intereses económicos
(que se manifiestan por parte del business especialmente por el interés de mantener una reserva de obreros
desocupados y en consecuencia mantener bajos los salarios, y por parte de !os obreros por el interés en
mantener el pleno empleo y salarios altos); e) diferencia de poder social y político que, para ser exactos,
estaba todo en manos de los business, o mejor dicho de su núcleo interno capitalista en el cual se apoyaba
para defender sus intereses económicos descritos y, más en general, su dominio (se percibe la lucha contra el
movimiento obrero organizado y contra el disenso) 18.

4, El mito de la movilidad social

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La estructura de clase así evidenciada, ¿es o no una estructura rígida? ¿Se trata de una estructura de
clase que se desenvuelve de acuerdo con las transformaciones de la comunidad, o bien su estabilidad y su
rigidez constituyen una condición imprescindible a la finalidad de mantener el nuevo tipo de economía que
sostiene la vida de la ciudad? ¿Se amplían o se limitan las posibilidades de cambio de posición social y de
pertenencia de clase?

Los datos de los Lynd, referentes a la clase obrera, sobre el tema de la movilidad social dentro de una
misma generación o de una generación a otra nos llevan a una conclusión univoca, la movilidad social es un
valor-mito, un elemento cultural que forma parte de una ideología tradicional que ya no tiene sentido,
desmentida por la realidad de manera muy clara sobre todo en esta primera fase de expansión económica
capitalista. Los obreros no sólo no tienen la posibilidad concreta de abandonar su condición de asalariados y
de transformarse en pequeños empresarios, puesto que el mercado está ya controlado por empresas
mecanizadas, con abundancia de capital, sino que incluso en el ámbito del trabajo de fábrica tienen muy
pocas chances de mejorar. Y esto ocurre por dos motivos: la no disponibilidad de puestos de encargados y la
tendencia, debido al desarrollo del sistema administrativo, a emplear a niveles intermedios personales técnica-
mente preparados; el obrero común, totalmente agotado por su trabajo cotidiano, no tiene ni tiempo ni
energía para adquirir este tipo de conocimientos.

Quedan el deseo y la esperanza de un resarcimiento social para las generaciones sucesivas: la conquista
de la movilidad intergeneracional por medio de la escuela. En estas esperanzas una parte de las familias de la
working class concentra sus esfuerzos y sus sacrificios; pero también para este tipo de movilidad los datos de
los Lynd no dejan entrever previsiones favorables. Es cierto que los jóvenes de la clase obrera que frecuentan
la hlgh school (y no son muchos) ponen sus miras en trabajos de la clase empresarial, pero los obstáculos
para la realización de estos proyectos no son fáciles de superar. La escuela es un lujo que pocos se puede
permitir, y para el joven de la working class que, gracias a la ayuda de la familia y a un título de estudios, logra
huir de su destino natural, no es fácil sacudirse la pertenencia originaria de clase; de hecho, “una vez llegado a
un determinado puesto de trabajo, las oportunidades para un posible ascenso parecen bastante limitadas” 19.
En una palabra, es posible avanzar la hipótesis de que la industrialización rompe sólo parcialmente con el
tradicionalismo típico de la comunidad preindustrial. El status social sigue dependiendo, en gran medida, de
elementos predeterminados. La ausencia de perspectivas, junto con el trabajo inestable y frustrante, crea una
actitud típica de la psicología de la clase obrera que no ve solución ni presente ni futura; una actitud que en
las relaciones entre clases resta potencialidad al conflicto y, por tanto, contribuye a la estabilidad de la
estructura de clase.

Se puede decir entonces que en Middletown no existe conflicto de clase. Es más correcto hablar de
convivencia, una convivencia basada en la distancia social y en la indiferencia. La confrontación cotidiana
entre las clases, en muchas áreas de la vida comunitaria, no se traduce en un conflicto abierto organizado; ni
siquiera podemos decir que el conflicto esté latente. Los Lynd documentan con todo detalle cómo la
confrontación entre grupos sociales con intereses objetivamente contrapuestos se resuelve a favor de la clase
empresarial, dentro de un consenso general, fundado en valores comunes a ambas clases.

La business class juega, más o menos conscientemente, el papel de un grupo de referencia positiva,
cuyos modelos de conducta actúan como modelos guía también para la working class. Los Lynd señalan,
especialmente, los modelos de consumo como comportamiento divulgado, sustitutivo y justificativo de las
frustraciones acumuladas en la experiencia del trabajo que absorbe las mejores energías de la colectividad. Y
es precisamente sobre esta base de consumo como la clase obrera acepta las reglas del juego y soporta los
sacrificios que esta adaptación a la cultura industrial le impone. No debemos olvidar además que los Lynd
ponen de manifiesto muchos signos de tradicionalismo en el comportamiento de la clase obrera, como por
ejemplo todo lo que se refiere a educación de los hijos y a prácticas religiosas. De este modo, la clase
empresarial puede desarrollar sin molestias su acción de agente principal del control social, consiguiendo
privilegios e incluso prestigio. Last but not least contribuye a la formación de esta situación el desarrollo de
una economía basada en el crédito a plazos que actúa como “a repressive agent tending to standardize
widening sectors of the habits of the business class”.

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Llegados a este punto, podemos adelantar la hipótesis (aunque los Lynd no la expresan claramente) de
que un cambio en la estructura de clase y en las relaciones entre las clases muy difícilmente puede provenir de
factores endógenos a la comunidad. El desarrollo de la situación económica y social nacional e internacional
en los años inmediatamente sucesivos, su influencia sobre la comunidad y los datos presentados a este
propósito en la segunda investigación permiten a los Lynd, y a nosotros con ellos, efectuar una verificación
casi experimental de esta hipótesis.

5. La crisis y la estructura de clase

En 1929 el mundo occidental asiste asombrado a la explosión de una crisis que atraviesa Estados
Unidos y se propaga por todas partes. Sus efectos maléficos, incluso los políticos, perduraron durante
muchos años. No podemos desarrollar aquí las consideraciones que encajan en la amplia y complicada pro-
blemática contenida en Middletown in Transition 20. Será suficiente recordar que los Lynd volvieron a
Muncie en 1935 para observar los efectos causados en la ciudad por la Gran Depresión, y será más útil la
consideración de las innovaciones y persistencias en el campo de la estratificación social.

Un proceso de crisis económica de tan amplias proporciones incide evidentemente y a varios niveles en
las condiciones de vida de los habitantes de Middletwon e imprime nuevas direcciones al modelo dicotómico
de la estructura de clase que ocupa todavía un lugar importante en este segundo análisis lyndiano. La
atención del investigador se dirige casi por entero a un nuevo hecho importante: el descubrimiento del poder
de una familia, la familia X, que constituye un punto esencial para comprender la articulación, relativamente
nueva, de las relaciones dentro y entre las dos clases sociales fundamentales. Incluso creemos poder afirmar
que una interpretación significativa de la situación de clase en la Middletown de los años treinta sólo es
posible a través del análisis del control manipulativo (o no manipulativo) que esta familia -vértice de la
business classejerce sobre la base de su poder económico. El descubrimiento del poder de comunidad
permite trascender el aspecto meramente descriptivo de la diferente posición social de los miembros de las
dos clases principales, caracterizados ya en la primera investigación, y facilita además la comprensión de la
formación de nuevos subgrupos dentro de la dicotomía de base.

Que el descubrimiento del poder de comunidad sea el elemento nuevo más importante lo prueba
asimismo el hecho de que un análisis puntual, parcialmente sistemático, aunque breve, de la nueva
articulación de clase se encuentra sólo en las últimas páginas del informe. Lynd relega, por tanto, a un papel
secundario -quizá más a conciencia de lo que parece- los nuevos aspectos de la estratificación social, movido
probablemente por la íntima convicción de que en este largo período el conflicto de clase -admitiendo que se
hubiese desarrollado- habría tenido como protagonistas a los dos grupos fundamentales, o acaso porque
pensaba que, fuera como fuese su desarrollo, la nueva articulación de las clases sólo habría significado un
hecho transitorio que no determinaría, por lo que se refiere al cambio, aquellos impulsos decisivos, cuyo
origen debe buscarse en otra parte. Como quiera que sea, aquí sólo es posible recuperar en sus líneas
esenciales la reconstrucción lyndiana. Su importancia está fuera de dudas tanto por la novedad dentro de un
contexto específico, como, más en general, dentro del ámbito de los estudios empíricos -pocos en verdad-
realizados sucesivamente, referentes a las clases sociales en otros contextos y que explican las tendencias de la
estratificación en una sociedad industrialmente avanzada.

Middletown sufrirá la crisis, de una forma consistente, sólo algunos años más tarde que las grandes
ciudades. Según los Lynd, una especie de defensa psicológica se extiende en la opinión de la comunidad, es
decir, en la opinión de la clase empresarial, que se obstina en rechazar la crisis como un hecho concreto que
pueda provocar desequilibrios no sólo en la vida productiva, sino en todo un sistema social aceptado ya
desde hace tiempo 21. Se puede hablar de un relajamiento de la vida económica sólo durante el período
1930-1931. Pero, si para los miembros de la business class no existía una verdadera y propia crisis
ocupacional, un obrero de cada cuatro, ya durante el año 1930, había perdido su puesto de trabajo. Más
tarde, en 1933-1934, se ve muy claramente cómo dos factores -la crisis y la National Recovery
Administration- estimulan, aunque de modo efímero, la organización sindical obrera y crean un embrión de
conflicto de clase que será abortado muy pronto. El fantasma del radicalismo se asoma tímidamente a la
escena en 1933. Y esto es más que suficiente para crear inseguridad y temores en la clase empresarial. Esta
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clase reaccionará incrementando la organización interempresarial e intentará desalentar por todos los medios
la organización de la mano de obra. Se extiende también un credo cívico basado en tres principios
relacionados entre sí, según los cuales una producción en función del provecho, una ciudad sin sindicatos y
“un mercado favorable al trabajo” (es decir, con una oferta de mano de obra que exceda a la demanda) son
las condiciones necesarias para salvaguardar el interés común y el bienestar de toda la ciudad.

Si, por un lado, podemos sostener que la crisis subraya los aspectos de división social, ya presentes
anteriormente con la dicotomía clase obrera - clase empresarial, por otro lado, debemos señalar con Lynd
que

el temor, el resentimiento, la inseguridad y la desilusión han sido para los obreros de Middletown, en
gran medida, una experiencia individual de cada obrero, no ya una cosa generalizada en una experiencia de
clase. También el movimiento sindical que ello ha suscitado tiende a ser esporádico, personal y débil; es una
expresión del resentimiento personal más que un acto de identificación con el desarrollo de un movimiento,
o de una rebelión contra una contradicción económica que se considera establecida de modo permanente 22.

Entre paréntesis, en cambio, es necesario advertir que uno de los principales efectos de la depresión
fue el de aumentar desmedidamente la masa de los obreros semicualificados, obligando también a los obreros
especializados a aceptar cualquier trabajo para sobrevivir, imponiendo salarios más bajos para todos. Lynd
observa cómo este proceso de notable descualifícación disminuye todavía más las de por sí limitadas
posibilidades de promoción social del obrero, puesto que siguen presentes aquellos obstáculos a la movilidad
intra e intergeneracional señalados diez años antes 23. Pero, en este sentido, es decisiva la tendencia a la gran
empresa. La depresión refuerza un proceso ya de hecho que se manifiesta en un lento crecimiento del
número de las empresas, en la desaparición de muchas empresas administradas por pequeños empresarios y
en un rápido incremento en la dimensión de la empresa. La depresión refuerza, al mismo tiempo, una gestión
concentrada en los recursos económicos, y no sólo económicos, en Muncie como en cualquier otra parte de
Estados Unidos en aquella época. Este proceso de concentración tiene gran influencia en la estructura de
clase. El efecto más evidente -como decíamos más arriba- es el de favorecer la formación de una clase
superior dentro de la business class y la ascensión de una familia, vértice de esta upper class que actúa como
un mecanismo de control sobre toda la clase empresarial y sobre el resto de la comunidad entera.

6. El poder de comunidad y la familia X

No es posible reseñar, analítica y ampliamente, los varios elementos que componen la trama de
intereses que giran alrededor de la familia X 24. Su poder se extiende a las distintas áreas institucionales y, en
cierto sentido, puede afirmarse que en el ámbito de una commercial culture es “natural” que exista una total
correspondencia entre poder económico y poder social. La familia X controla las fuentes de crédito, controla
financieramente varias industrias y millares de puestos de trabajo. Tiene a sus órdenes los mejores elementos
de las profesiones liberales de la ciudad, administra el desarrollo urbano efectuando hábiles operaciones
especulativas; se interesa por la vida de la escuela y su funcionamiento, pone a disposición de la comunidad
muchos equipamientos para el tiempo libre; realiza actividades filantrópicas consiguiendo prestigio y consi-
deración. La imagen pública de esta familia es sustancialmente positiva y, por extraño que parezca, incluso
Lynd es partícipe de este consenso casi unánime cuando dice que la acción comunitaria de los X protege
ciertamente los intereses de grupo, pero también beneficia a la colectividad entera y se realiza con éxito
porque es conforme a aquellos valores que tradicionalmente informan la cultura local. Aunque luego y sólo
de forma extemporánea alude a un intento de interpretación generalizadora, observando que:

Middletown tiene por esta razón actualmente la compensación de una familia reinante. El poder de
esta familia ha llegado a ser enorme, hasta el punto de diferenciar, de algún modo, la ciudad de otras que
tienen un tipo de control más difuso. Si se considera el modelo de M. simplemente como la concentración y
la personalización del tipo de control que la posesión del capital brinda al grupo empresarial en nuestra
cultura, la' situación de M. puede juzgarse como una especie de compendio del sistema de control de la clase
empresarial norteamericana. Esto puede, por otra parte, anticipar un modelo que llegará a ser, sin duda, más

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predominante en el futuro, cuando la clase poseedora de la propiedad busque proteger aún más sus poderes
de control 25.

Pero, preguntémonos, ¿frente a qué amenaza y por parte de quién?

En el caso analizado, el poder de comunidad es una supergestación del poder económico que se
manifiesta con el consenso, más o menos completo, de las distintas componentes sociales de la ciudad, que
se conforman, cuando no las aplauden abiertamente, con las decisiones tomadas por el vértice de la clase
empresarial. El control capilar y directo, organizado por el núcleo más importante de la business class, no es
sólo la expresión de una actitud defensiva de los intereses de un grupo limitado y de la clase social que lo
sostiene más de cerca. Se trata de una acción constante, concertada con la finalidad de mantener una
hegemonía económica, política y social por parte de quienes controlan los medios de producción, acción que
desvirtúa la administración central y aquellos centros de decisión externos a la clase empresarial que casi no
existen en la ciudad estudiada. Las consecuencias son graves. Como observa L. Cavalli, “en M. la democracia
ha sido reducida a una forma vacía y sus instituciones, como otras principales; sustraídas a la comunidad y
transformadas, de instrumento de libre crecimiento para la comunidad, en instrumento de dominio sobre
ella” 26.

7. Vida cotidiana y conciencia de clase

Por tanto, la influencia de los X constituye, insistimos una vez más, el aspecto más importante de la
nueva configuración de la estructura de clase después de la depresión. Otros aspectos de la estratificación se
presentan de forma análoga o muy parecida a la descrita en la Middletown de los años veinte. Por ejemplo:
son siempre y sobre todo las mujeres casadas de la clase obrera quienes realizan una actividad profesional
retribuida para completar el deficiente balance familiar. La depresión alienta tímida y temporalmente el
trabajo de las jóvenes mujeres casadas de la clase empresarial con el fin de facilitar al joven marido el inicio
de su carrera. De todas maneras, existe siempre la actitud tradicionalmente hostil al trabajo femenino. Más
todavía: en la Middletown de 1935 se presenta, en los dos polos de la escala social, una actitud relativamente
nueva en lo que se refiere al comportamiento durante el tiempo libre.

Para la nueva clase superior, las actividades en el tiempo libre no tienen ya ninguna relación con el
trabajo, son más bien el símbolo expresivo de la conquista de un status social que permite a este grupo
diferenciarse de la más amplia clase del business, transformándolo en un grupo culturalmente orientado hacia
la Norteamérica metropolitana, con raíces cada vez más débiles en la realidad local -que también se encuentra
en una fase de transformación en la misma dirección-. Para la clase obrera, en cambio, se puede decir que la
depresión tuvo el efecto de incrementar los servicios públicos destinados a actividades recreativas colectivas:
una innovación, sin embargo, destinada a desaparecer con la vuelta a la prosperidad económica. Para la clase
obrera el tiempo libre significa siempre tiempo de no trabajo, donde se concentra y se satisface una aguda
necesidad de compensación a las frustraciones acumuladas con el trabajo. Así pues, es comprensible el apego
emotivo del obrero por ciertos bienes como el automóvil. En 1935, como diez años antes, el automóvil
representa para la clase obrera la adquisición de una condición social negada en el trabajo y “simboliza,
mucho más que cualquier otra posesión a su alcance, el vivir, el divertirse, lo que estimula a seguir
trabajando” 27. Para la clase empresarial, en general, el significado de tiempo libre permaneció estable. El
tiempo libre, para los hombres, es secundario en relación a la actividad profesional. Se trabaja no para gozar
del fruto del trabajo durante el tiempo libre, sino para continuar acumulando dinero, para hacer carrera, para
ocupar un lugar más importante en la consideración de los miembros de la business class. Todos consumen
afanosamente sus mejores energías en esta carrera sin fin hacia la conquista de los medios para vivir una vida
que no puede vivirse por falta de tiempo libre. Es la herencia de una cultura pasada que mantiene intactos en
el grupo socialmente más representativo e influyente valores de naturaleza malthusiana y que sanciona
positivamente sólo aquellos principios emotivamente arraigados en la época precedente a la Revolución
Industrial: la necesidad de un trabajo duro, la frugalidad, los peligros vinculados a una excesiva disponibilidad
de tiempo libre y la “esencial bondad moral del esfuerzo del individuo para situarse mejor como la mejor
manera de prestar una contribución personal al bienestar del grupo”?a Está claro que estos valores forman la
base del comportamiento de la clase empresarial -con excepción del nuevo pequeño grupo del vértice-, que
99
los usa también como parámetro de valoración del comportamiento de la clase obrera. Esta última, bien o
mal, se conforma aun cuando la realidad cotidiana de clase le impondría elaborar valores nuevos y
alternativos.

Hay que insistir, por tanto, para poder comprender las relaciones que fluyen entre las distintas partes
de la estructura de clase, en la acción de control social realizada por los X, por sus delegados ad hoc entre los
miembros de la business class y por la clase empresarial en su conjunta frente a la comunidad entera. El
análisis de las elecciones presidenciales de 1936 ofrece un ejemplo de cómo la clase empresarial desalienta
sistemáticamente la participación política de los obreros e impide una toma de posición política y de partido
a favor de Roosevelt y del gobierno federal. La clase obrera no actúa ciertamente como una entidad
políticamente homogénea, y Lynd puede escribir que:

en esta situación la dispersa inercia de la opinión de la clase obrera de la ciudad -con respecto a la más
locuaz y coherente de la clase empresarial- puede transformarse en una exasperación de la división de clases.
Pero no existen actualmente dentro de la clase obrera de Middletown ni la moral de clase ni las fuentes de
información ni la dirección personal necesaria para un desarrollo de este tipo. Mucho depende de que los
“buenos tiempos” vuelvan de forma tan convincente como en los años veinte. Si esto ocurre, el más
arraigado modelo de fidelidad política hacia los viejos símbolos, más allá de la disponibilidad de cada uno de
estos átomos de la clase obrera a danzar al son de la flauta que les será tocada desde un automóvil y que
pueda divertirles, transformará su momentánea posición en la escena política durante la New Deal y durante
las elecciones de 1936 en un sueño sólo recordado vagamente 29.

Se confirma una vez más que la clase obrera es clase en el plano analítico, pero no lo es, por cierto, en
el plano de acción social. Acepta con negligencia procesos y desarrollos que la implican directamente y que
deciden la clase empresarial y su élite 30.

Lynd se detiene en este aspecto de esencial estabilidad que caracteriza las relaciones entre las clases,
aspecto crucial para comprender el mecanismo que asegura a la comunidad un cambio equilibrado. Lynd
individualiza algunos elementos que dificultan el nacimiento de una acción de clase en sentido propio por
parte de la working class. A este propósito, entre las circunstancias-obstáculo más importantes debemos
señalar el reciente origen rural del obrero de M. y “todos aquellos hábitos de pensamiento producto de la
actividad aislada y autosuficiente del trabajo agrícola a las que el obrero permanece fiel. M. es una pequeña
ciudad que no se opone a esta actitud mental y al sentido de pertenencia “a la tierra” que la caracteriza. El
obrero de M. es un “buen americano” y por tanto un individualista, que tiene o quiere tener un trabajo al cual
dedicarse con energía para progresar. Aunque esta posibilidad de progreso se vuelva Incierta, siempre quedan
los hijos que frecuentan el college y que le recuerdan que el mañana será mejor. Solidaridad de clase y
propensión a la sindicalización le son extrañas. Cuando la gravedad de la situación económica le obliga a
afiliarse a un sindicato, este tipo de obrero pretende tocar con sus manos y muy pronto las ventajas, de lo
contrario volverá solo a la contienda. No existe, por otro lado, en la cultura norteamericana una institución
que estimule su conciencia de clase y lo induzca a elaborar generalizaciones que le hagan comprender la
relación entre su vida precaria y aquel proceso creado por los hombres: la economía capitalista 31.

8. La complicación de la estructura de clase: la pirámide a seis niveles

En la Middletown de 1935 la presencia del gran capital, local y nacional, y el desarrollo de las relaciones
entre la pequeña ciudad y la sociedad metropolitana influyen en la estructura de clase a través de directrices
complementarias, sobre todo diferenciando cada una de las dos componentes sociales fundamentales en tres
subgrupos distintos.

Antes de examinar más de cerca esta nueva confíguracíón de la estratificación social hay que hacer
notar que la escisión más significativa se produce en la business class. Esta clase ofrece una contraposición
interna de intereses que -aunque no se traduzcan en formas consistentes de conflicto entre clasesconstituye
una nueva e importante tendencia, un nuevo modo de ser de la clase empresarial que puede tener
consecuencias. Si en 1925 era posible hablar de esta clase como de una clase media amplia, sin distinciones,
100
relativamente compacta y organizada 32 hoy este grupo muestra claramente señales de resquebrajaduras de
cierta importancia. Tan importantes, que la unidad de esta clase parece depender más de los elementos de
confrontación con la otra gran clase, la clase trabajadora, que de los factores de solidaridad activos en su
interior. Dicho esto, debemos señalar además que no podemos ir en esta hipótesis más allá de las rápidas
observaciones que Lynd realiza. El análisis sobre estos temas cruciales no está muy desarrollado,
probablemente por falta de una exhaustiva posesión de datos 33 y, correlativamente, por el hecho de que las
tendencias indicadas son recientes y todavía no han generado innovaciones radicales en el comportamiento
de las clases y de la comunidad. Es el propio Lynd quien sugiere estas consideraciones cuando escribe que el
“carácter de clase media por esencia se aplica todavía hoy a la ciudad. En la escena nacional, Middletown
representa, en su lucha actual para conservar la unidad, la lucha de una pequeña ciudad de la vieja clase media
para defenderse contra otras pequeñas ciudades de la “vieja” clase media, similares a ella, y también contra la
presión del gran capital que irrumpe” 34.

Las nuevas líneas de división de clase nos presentan las dos clases sociales fundamentales
transformadas y fundidas en una gran pirámide a seis niveles distintos, incluso por su amplitud. Sin embargo,
el modelo es demasiado esquemático., Lynd no habla de movimientos de cambio entre los distintos niveles,
fija una situación que es in fieri y cuyos efectos todavía deben manifestarse en su totalidad. Bajo este
esquematismo se puede, no obstante, distinguir un activo proceso de progresivo desclasamiento para una
buena parte de los miembros de la vieja clase media, proceso que Lynd intuyó muy bien en Muncie y que
otros sociólogos describieron más ampliamente con referencia a todo el país 35.

Los grupos individualizados son seis: tres para la business class y tres para la working class: I) un
pequeño grupo que comprende los grandes empresarios de M., los banqueros y los directores de las grandes
sociedades nacionales con sede local. Este grupo representa el vértice de la vieja business class, se define
como upper class y se mueve alrededor de los X; actúa como un grupo de control y fija también los
estándares comunitarios de comportamiento de consumo y de tiempo libre. Este grupo sólo tiene aparentes
raíces locales. Se orienta cada vez más decididamente hacia los intereses del gran capital y actúa por tanto con
visión metropolitana, a menudo en antagonismo con los representantes menores de la business class local; II)
un grupo más amplio, pero no amplio en sentido absoluto, en el que se encuentran los empresarios menos
importantes, los comerciantes y los que se dedican a las profesiones liberales, en una condición social y
económica segura, y un grupo de dependientes del gran capital, presente en M., los mejor remunerados.
Socialmente homogéneo, este segundo grupo manifiesta en su interior varias divergencias. De hecho, en
ciertos casos, los empresarios, los que se dedican a las profesiones liberales y los comerciantes actúan como
paladines de la “vieja Middletown contra las decisiones tomadas por el gran capital que no siempre
corresponden a sus intereses. En cambio, los burócratas privilegiados se adhieren acrítica e
incondicionalmente al big business. Nótese, sin embargo, que entre el grupo I y el grupo II existe, en los
momentos cruciales, una solidaridad completa, sin reservas, frente al resto de la comunidad; III) un grupo
decididamente residual, heterogéneo en muchos aspectos. En él encontramos profesionales menores,
comerciantes al por menor, pequeños empresarios, empleados y dependientes. Lynd distingue este amplio
grupo III de la business class en base a un criterio de distanciamiento social respecto al grupo II y sobre todo
al I. Incluye en este grupo a quien desarrolla actividades de business class pero “nunca logrará ser
socialmente igual al segundo grupo y tampoco posee aquella facilidad de contactos con el primer grupo que
caracteriza, en cambio, el segundo” 36.

Estas tres fracciones de la business class son psicológicamente solidarias, según Lynd, en
contraposición con los otros tres subgrupos constituidos por la working class. Pero, en términos
económicos, el grupo III se encuentra en fuerte desventaja frente a los dos primeros. Su sentido de
pertenencia a las “gente de cuello blanco” le permite distanciarse de la clase trabajadora, pero son
precisamente los dos primeros grupos de la business class, con su solidaridad espontánea y concreta y con la
adopción de una actitud de “cordial tolerancia”, los que decretan la separación social de esta amplia parte
periférica de la clase empresarial que, en este punto, será mejor denominar clase media asalariada.

Muy próximo a este grupo III de la business class está el grupo constituido por la aristocracia obrera
local: jefes de talleres y obreros altamente cualificados con un estándar de vida y unas aspiraciones que
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coinciden con los de la clase media asalariada. En el quinto estrato, en cambio, se sitúa la mayoría de la clase
obrera, formada por obreros semicualificados o no cualificados; por debajo de este nivel se encuentra una
especie de subproletariado con inclusión de algunos “pobres blancos” y de obreros que no tienen un trabajo
regular.

9. La estratificación y las relaciones sociales en la ciudad

Esta rápida descripción de la nueva estratificación social en M. -construida principalmente sobre una
base económica, pero con apuntes que dejan entrever claramente cómo en el interior de la estructura de clase
influyen ciertos elementos que Weber definiría como típicos de un comportamiento de rango- se
complementa con algunas observaciones relativas a otros tipos de división social que actúan de forma más o
menos importante en la vida de la comunidad local como efecto de la acción de variables de naturaleza no
económica. Examinémoslas distinta y rápidamente.

- Ser miembro de una “vieja familia confiere un prestigio social que puede moderar la aceptación social
de una persona o de una familia sólo económicamente elegible. Pero la variable del Local-Community Status
37 no es, por cierto, un agente importante de división social, especialmente en una sociedad donde el sistema
capitalista de producción y de vida se ha afirmado ya.

- Las creencias religiosas, por lo que se refiere a cohesión y división social, son un elemento menos
significativo de lo que fue en el pasado. “Pero, puesto que la iglesia, esencialmente pasiva, cambia su posición
y será utilizada por las fuerzas existentes en la comunidad, la identificación de clase de las distintas iglesias
tiende a aumentar cuando se hacen más patentes las diferencias de clases en la ciudad y la pertenencia
nominal a las iglesias socialmente "justas" constituye todavía un medio importante para lograr una identidad
social.” 38 Ser católico, además, significa una separación en todas las clases sociales. La hostilidad local al
internacionalismo y la superposición de religión y patriotismo hacen que la comunidad mire con descon-
fianza a quien profesa “una religión que depende de un cuartel general internacional..

- La distinción entre población blanca y población negra constituye “la línea de división más profunda
que la comunidad admite ciegamente”. La hostilidad más abierta hacia la población de color proviene casi
exclusivamente de la clase obrera, que ve su trabajo amenazado por los negros que se ofrecen como mano de
obra a precios más bajos. La clase empresarial, en cambio, es más tolerante, puesto que los negros son para
ella un cómodo instrumento económico; con todo esto no queremos decir que en M. no existan prejuicios y
que los sentimientos raciales no puedan dar lugar a violencias.

Un último elemento -difícil de medir- influye en la cohesión y en la división sociales: el aumento de


dimensión de la comunidad que se transforma en una dirección propiamente urbana. En 1925, Middletown
contaba con 36.500 habitantes, diez años después tiene 47.000 habitantes. El crecimiento del volumen de la
población puede causar, en el plano social y según Lynd, los siguientes efectos: a) una debilitación del tipo de
relación social face to face que caracterizaba la vida de la pequeña ciudad; b) una mayor selectividad en las
formas de la la vida asociativa y una debilitación general de las esperanzas de participación en las actividades
locales. Pero aquí es importante distinguir el grupo de rentas más elevadas de los demás grupos de rentas
medias-inferiores y bajas. De hecho, es probable que “la organización social formal, que implica una
asociación repetida con las mismas personas, tienda a sustituir el contacto y la organización informales; esto
tiende a verificarse de forma más rápida en la clase social superior que en las inferiores de la escala social,
cristalizando así con mayor rapidez en la primera un sentido de solidaridad de clase”; 39 c) el aumento de la
dimensión comunitaria se acompaña de una concentración del poder. A su vez, esta centralización
contribuye, como ya hemos visto, a subrayar las diferencias sociales entre quien manda y sus más cercanos
colaboradores y la mayoría gobernada y manipulada. Los que se encuentran en los peldaños más bajos de la
escala social son ciudadanos marginales, sin verdadera relación con la comunidad. Incluso “las áreas
residenciales tienden a convertirse en áreas más aisladas y más homogéneas. Elementos externos, como el
lugar de residencia, adquieren importancia como modo de localizar a una persona en una población más
amplia y menos familiar” 40

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A pesar de esto, la unidad social constituirá siempre un objeto esencial para quien dirige la ciudad. Y,
aunque se trate de un objetivo que se alcanza sólo aparentemente, será perseguido para poder mantener un
nivel de integración que permita a los pocos que ostentan el poder conservarlo y ejercerlo sin molestias. Por
un lado, éstos se preocuparán de “invocar cada vez más toscos símbolos emotivos de tipo no selectivo que
les permitan guiar a las masas” y, por otro lado, representan la única fuente autorizada de ideologías y
símbolos para la comunidad, la cual no será ya capaz de dar vida de forma espontánea y desde abajo a una
cultura autónoma e independiente.

Estos análisis complementarios de las variables que influyen en la distribución social de los habitantes
de M. no quiebran, sin embargo, el dato fundamental de la división en clases en relación a la renta, o mejor
dicho en relación al tipo de actividad económica desarrollada. Es más, refuerzan este criterio “económico”
demostrando su carácter determinante. Sin embargo, no es difícil para el lector que quiera profundizar en la
estructura de clase comunitaria, tan rica en datos y articulada según la perspectiva del poder de comunidad,
darse cuenta de que la propiedad y el control de los medios de producción ratifican la pertenencia a la “clase”
dominante en la ciudad. Las demás clases tienen sentido sólo en cuanto se relacionan con el vértice de la
escala social. Este vértice, en virtud de su fuerza económica, es -directa o indirectamente- el principal agente
político y cultural de la ciudad. Este vértice, que no es correcto definir como clase y que se basa en el control
del gran capital, es una élite que dirige a las demás clases. Pero, por lo que se refiere a estas últimas, no sería
quizás impropio hablar en términos de categorías sociales incapaces de una actuación socialmente
importante, dóciles instrumentos en las hábiles manos de los X y de unos pocos más. Una hipótesis muy
significativa en el plano empírico y en el teórico, sobre todo si los resultados de estas investigaciones fuesen
susceptibles de generalización. Se trata de un problema importante, pero no nos es posible, ni lo creemos
oportuno, discutirlo aquí 41.

En conclusión, podemos señalar que, mientras los exponentes de la Escuela de Chicago no dudan en
deducir de sus búsquedas realizadas en un determinado contexto conclusiones generales aplicables a la
sociedad urbanizada, los Lynd tienen tendencia a restringir el ámbito de aplicación de su interpretación
sociológica a la comunidad local que les ha proporcionado el material de observación empírica. Algunas
hipótesis relativas a la organización de la vida social y política de Middletown indican sugestivas vías de
investigación y alternativas con respecto a las de los ecólogos urbanos. Sirva de ejemplo la insistencia
lyndiana sobre la posibilidad de que los sistemas de control social actúen en interés de un grupo o contra los
intereses ajenos; una hipótesis teórica que supera la de R. Park, según el cual el control social actúa
tendencialmente de forma funcional sobre la comunidad urbana entera. Sin embargo, parece correcto
relacionar estrechamente estos puntos interpretativos con el tipo de análisis empírico realizado por los Lynd.
Especialmente cuando en la segunda investigación nos encontramos con una revisión centrada en la
colocación en el vértice de la familia X, parece evidente que los investigadores conectan la posición
económica de clase con la distribución del poder y con la influencia en la comunidad, de una manera
susceptible de verificación empírica, en un grado mayor de lo que usualmente hacen los sociólogos urbanos.
Hay que subrayar una vez más que una estructura del poder local tan elitista y tan profundamente relacionada
con la potencia económica de una familia constituye un dato empírico anclado en la historia social de una
comunidad específica, estudiada en una determinada fase de la sociedad más amplia donde esta comunidad se
sitúa 42. Mas hay que reconocer que los Lynd abrieron con esta investigación nuevas perspectivas no sólo
para los estudios de comunidades, sino también para el estudio de temáticas sociológicas más generales.

VII. Henri Lefebvre: del derecho a la ciudad a la producción del espacio urbano

1. Nuevas tendencias en la sociología urbana

Ya a partir de los años cincuenta, en algunos países europeos donde se manifiesta un mayor interés por
las temáticas relacionadas con el urbanismo, se asiste a una intensificación continua de los estudios en este
sector 1. De este desarrollo podemos, quizá, destacar algunas fases características, temporalmente distintas
pero esencialmente interdepend¡entes: a) el estudio de la ciudad se desarrolla, también en estas sociedades,
bajo la urgencia de los problemas impuestos por la urbanización al que vive en la ciudad y al que administra
la ciudad: la investigación tendrá entonces para algunos investigadores la finalidad de intervenir en la
103

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