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Baldomero Espartero
Baldomero Espartero
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Baldomero Espartero
Monarca Isabel II
Información personal
Nacimiento 27 de febrero de 1793
Granátula de Calatrava (España)
Fallecimiento 8 de enero de 1879 (85 años)
Logroño (España)
Residencia Logroño
Nacionalidad Española
Familia
Educación
Información profesional
Ocupación Político y militar
Firma
Escudo
En cuanto a mí, señores, yo las obedeceré siempre, porque siempre he querido que se cumpla la
voluntad nacional, y porque estoy convencido de que sin la obediencia a las leyes, la libertad es
imposible.
Baldomero Espartero en la sesión de las Cortes constituyentes del 28 de noviembre de 1854
Índice
1Inicios
o 1.1Camino de América
1.1.1Táctica militar
o 1.2Fin de la etapa americana y regreso a España
o 1.3La impronta de la experiencia americana
2En lucha contra los carlistas
o 2.1El general «isabelino»
o 2.2Comandante militar de Vizcaya
o 2.3La primera derrota
o 2.4La guerra entre el verano de 1835 y el de 1836
o 2.5El general en jefe
o 2.6Bilbao de nuevo: la batalla de Luchana
o 2.7Hacia el final de la guerra: el «Abrazo de Vergara»
3El político liberal
o 3.1Espartero regente de España (1840-1843)
o 3.2Exiliado en Inglaterra (1843-1848)
o 3.3Reconciliado con la reina: el bienio progresista (1854-1856)
o 3.4Retiro en Logroño (1856-1879)
3.4.1Una corona para el militar
3.4.2Cumplimentado por sucesivos jefes de Estado
3.4.3Últimos años
4Memoria histórica
5Hoja de servicios
6Véase también
7Notas y referencias
o 7.1Referencias
o 7.2Bibliografía
o 7.3Bibliografía adicional
8Fuentes y documentos
9Enlaces externos
Inicios[editar]
Casa de Granátula de Calatrava donde supuestamente habría nacido Baldomero Espartero. Grabado
publicado en 1879 en La Ilustración Española y Americana.
El abrupto cañón del Colca fue uno de los emplazamientos usados por Espartero en Arequipa para
consolidar las posiciones de las tropas realistas.
Estatua ecuestre del general Espartero. Está situada frente a la puerta de Hernani del jardín del
Retiro de Madrid (España). Al pie de la estatua reza la leyenda: «A Espartero, el pacificador. 1839, la
nación agradecida».
El general «isabelino»[editar]
A la muerte de Fernando VII, Espartero apoyó la causa de Isabel II y de la
regente María Cristina de Borbón frente al hermano del difunto rey
Fernando, Carlos María Isidro.
Durante la primera guerra carlista el general Espartero dio muestras de sus
cualidades como militar que ya había demostrado durante las campañas
americanas y entre las que destacaban su valentía —que fue lo que más
contribuyó a convertirlo en un héroe nacional, especialmente tras su victoria en
la batalla de Luchana—, su honestidad —un diplomático norteamericano dijo de él
que «disfruta de una fortuna independiente y no pretende aumentarla a expensas
de la tropa, como es costumbre aquí»— y el interés por los hombres que estaban
bajo sus órdenes, como lo demostraba su continuo empeño en conseguir los
fondos para pagar sueldos y vituallas de sus soldados —un problema que padeció
su antecesor al frente del Ejército del Norte, el general Luis Fernández de
Córdoba, y que su hermano Fernando describió en sus memorias: «El dinero,
nervio del Ejército, faltaba lastimosamente en el Norte, y así es que, además de la
carencia de subsistencias y pertrechos, los oficiales no cobraban sus sueldos ni el
soldado sus reducidos sobres»—.1
Pero durante la guerra civil también aparecieron dos de sus defectos: que su valor
alternaba con recurrentes episodios de desidia y falta de firmeza —que pudieron
estar relacionados con su dolencia en la vejiga que padeció toda su vida y que le
hacía extremadamente doloroso montar a caballo— y su excesiva severidad en
todo lo relacionado con la disciplina. En cuanto a esto último, el incidente que tuvo
mayor repercusión fue el que se produjo por la orden dada por Espartero
de diezmar un batallón de chapelgorris —voluntarios liberales a sueldo—
guipuzcoanos cuyos miembros supuestamente habían asesinado al párroco de la
aldea alavesa de Labastida, profanado la iglesia y arrasado el lugar, y que fue
cumplida el 13 de diciembre de 1835. La operación fue dirigida personalmente por
Espartero, quien en su informe oficial afirmó que los actos cometidos por estos
soldados exigían la «pública demostración a las tropas y a los pueblos... con un
severo escarmiento», y durante la misma se echaron a suertes
los chapelgorris que iban a ser fusilados, uno de cada diez, y de entre ellos se
escogió a diez, «y sin darles más tiempo que algunos momentos para confesarse,
a los diez que cupo tan aciaga suerte fueron inhumanamente fusilados», según
relató el comandante del batallón.2 Asimismo Espartero ordenó ejecutar
prisioneros carlistas en represalia por el asesinato de liberales, que el general
justificó afirmando en una carta que «el empleo de represalias no es más que
defensa propia» y «porque perdería la mágica ilusión que la fortuna me ha
otorgado, desde el momento en que se observe en mí indiferencia por castigar los
crímenes de los rebeldes, y por proteger a mis subordinados». 3
Comandante militar de Vizcaya[editar]
Entre los cambios en la dirección del Ejército que la regente María Cristina adoptó
en los primeros días de gobierno para eliminar a los elementos carlistas, Espartero
fue nombrado comandante general de Vizcaya en 1834, bajo las órdenes de un
antiguo jefe suyo, Jerónimo Valdés, que lo había reclamado para el servicio en
campaña. Participó así en el frente norte durante la Primera Guerra Carlista,
desempeñando un destacado papel, no sin antes haber puesto en fuga distintas
partidas carlistas en Onteniente.
Sus primeras medidas recuerdan mucho la etapa americana. Al frente de una
pequeña división, ordenó la fortificación de Bilbao, Durango y Guernica para
defenderlas de las incursiones carlistas, y persiguió las pequeñas partidas que se
formaban en distintos puntos. La primera operación de envergadura enfrentándose
al grueso de las tropas enemigas tuvo como escenario Guernica en febrero de
1834. Sitiados los cristinos por una columna de seis mil hombres, Espartero liberó
la ciudad el día 24 con cinco veces menos fuerzas que los atacantes, lo que le
valió el ascenso a mariscal de campo.
La primera derrota[editar]
En mayo se le otorgó la Comandancia General de todas las Provincias
Vascongadas. La segunda gran acción que recibió como encargo fue a mediados
de 1835. El general carlista Zumalacárregui había conseguido agrupar las partidas
de voluntarios en un ejército bien organizado. Los cristinos, sin embargo, pasaban
por una grave crisis al haber sido cambiados los mandos en varias ocasiones por
la propia situación de conflictividad que vivía Madrid. En estas circunstancias,
Zumalacárregui emprendió una ofensiva que lo llevó a fijar posiciones avanzadas
en Villafranca de Ordicia, dominando así una amplia zona de movimientos.
Espartero recibió el encargo de Valdés de enfrentarse a Zumalacárregui, para lo
que contaba con dos divisiones y un batallón, más otras dos divisiones que se
aproximaban desde el valle del Baztán. El 2 de junio consiguió sin esfuerzo
situarse en un alto a la vista de Villafranca, en el camino de Vergara. Aseguró las
posiciones a la espera de los refuerzos, pero cambió de parecer y se dirigió a
Vergara. Al estar a la vista del general carlista Francisco Benito Eraso, este
aprovechó la vulnerabilidad del batallón de retaguardia para atacarlo en su
repliegue con poco más de tres compañías de infantería. La impresión de los
atacados fue que el grueso carlista era numeroso y, poco a poco, se extendió el
pánico entre la tropa, que llegó a huir de manera desordenada hacia Bilbao. Ese
fue el primer fracaso militar de Espartero y las consecuencias de la derrota fueron
muy graves, ya que los carlistas ocuparon pocos días después Durango, por lo
que les quedó abierto el camino para sitiar Bilbao.
La guerra entre el verano de 1835 y el de 1836[editar]
Su valentía y arrojo fueron incuestionables como en el Primer Sitio de Bilbao, que
consiguió levantar. Tras la batalla de Mendigorría, donde los cristinos obtuvieron
su segunda gran victoria en la guerra, Espartero debió enfrentarse a su
superior, Luis Fernández de Córdoba, en una pugna entre ambos por recibir los
méritos de las acciones de campaña.
En Bilbao, cuando catorce batallones carlistas asediaban la ciudad el 24 de agosto
de 1835, Espartero participó activamente en el levantamiento del cerco sin apenas
esfuerzo. De camino a Vitoria tras salir de Bilbao el 11 de septiembre, batallones
carlistas se opusieron a sus unidades, por lo que ordenó arremeter contra ellos
persiguiéndolos hasta Arrigorriaga, donde se encontró con importantes fuerzas
carlistas que lo obligaron a retroceder hasta la capital vizcaína. En este repliegue
encontró tomada la entrada a la ciudad, con lo que recibió ataques por vanguardia
y retaguardia. Acorralado, Espartero decidió enfrentarse a las tropas que en el
puente sobre el río Nervión le cortaban el paso, por lo que pudo cruzar al fin
camino de la ciudad en una brillante acción que le valió la Cruz Laureada de San
Fernando y la Gran Cruz de Carlos III, además de una herida en el brazo.
No obstante su desafiante capacidad, sus mandos no lo consideraban capaz de
dirigir el grueso de los ejércitos cristinos, dado su ímpetu alocado y sus reiterados
actos de desobediencia a los superiores. En 1836, el Ejército del Norte quedó en
manos de Luis Fernández de Córdoba como general en jefe. Recibidas órdenes
de atacar al enemigo en cualquier situación de ventaja, Espartero ocupó en marzo
el puerto de Orduña con fuerzas menguadas, con lo que ganó así una ventajosa
posición para el ejército. Ello le valió una nueva Laureada de San Fernando y la
posibilidad de efectuar una nueva acción días después sobre Amurrio. Tras las
acciones con la III División, al abrir franco el paso a Vizcaya, Fernández de
Córdoba lo propuso, muy a su pesar, para el ascenso a teniente general el 20 de
junio. Aún le permitió la guerra obtener el acta de diputado por Logroño a
las Cortes Generales en las elecciones celebradas el 3 de octubre de 1836 junto a
quien sería otro gran adalid del liberalismo, Salustiano de Olózaga. Todavía sería
elegido en otras tres ocasiones a lo largo de su vida, aunque no ocupó jamás su
escaño y renunció en favor de otras provincias.
En el verano Espartero cayó enfermo y se desplazó a Logroño para recuperarse.
Los movimientos liberales en toda España se sucedieron mientras descansaba.
Los éxitos militares logrados lo catapultaron finalmente a ser nombrado general en
jefe del Ejército del Norte y virrey de Navarra, en sustitución de Fernández de
Córdoba. El motín de los sargentos de La Granja, que había colocado a la regente
en la necesidad de abandonar el Estatuto Real y dar más protagonismo a los
liberales con el restablecimiento de la Constitución de Cádiz de 1812, favoreció
también el nombramiento.
El general en jefe[editar]
Alcanzar el grado de general en jefe hizo que el futuro duque de la Victoria
moderase su crueldad, limitase sus acciones impetuosas y dedicase un tiempo a
reorganizar el ejército isabelino que contaba con dos problemas graves: uno, la
necesidad de moverse por un territorio, el carlista, bien asentado, donde las
fuerzas leales a María Cristina solo contaban con algunas grandes ciudades y
fortificaciones, pero no libertad de movimientos; en segundo lugar, la falta de
recursos para equipar las tropas y la ausencia de disciplina interna.
Bilbao de nuevo: la batalla de Luchana[editar]
Desarrollo del ataque al puente de Luchana por las tropas de Espartero con el apoyo de la armada
británica y española. Grabado, reproducido como xilografía en Panorama Español, 1849.
Casi sin actividad bélica, los carlistas aprovecharon para reorganizarse y volvieron
a sitiar Bilbao en 1836 con más fuerzas y mejor organizados que en la primera
ocasión. Desde el Ebro y sin usar el camino de Vitoria, Espartero dirigió catorce
batallones camino de la capital vizcaína en un viaje lento y tormentoso,
concentrándose en el valle de Mena en noviembre, dado que no disponía todavía
de información suficiente sobre los posibles movimientos del enemigo. Finalmente,
mientras la flota hispano-británica lo esperaba en Castro-Urdiales, consiguió llegar
el día 20 de noviembre y embarcar a su ejército, con trescientos jinetes más,
camino de Portugalete, donde arribó el 27. Tomó los altos de Baracaldo, pero lo
rechazaron los carlistas en el primer intento de entrar en Bilbao. Aunque el 30 la
mayoría de los generales aconsejaron a Espartero que abandonase el intento de
levantar el sitio, decidió no hacer caso: ordenó construir un puente de barcas
sobre el Nervión y el 1 de diciembre el ejército isabelino se encontraba al otro
lado, debiendo mantener las posiciones contra el incesante fuego enemigo. El
segundo intento de levantar el cerco volvió a fracasar y la moral de la tropa
decayó. Falto de dinero, que no llegó hasta mediados de mes, Espartero trazó un
plan que le permitió atacar a un tiempo por las dos orillas del Nervión. El 19 de
diciembre, los cañones de la Armada Española e inglesa apoyaron la operación de
avance y la ciudad fue liberada en una acción meritoria, con Espartero enfermo y a
la cabeza, entrando por el puente de Luchana el día de Navidad.
Especialmente satisfecho, un oficial envió según sus instrucciones el siguiente
Oficio al Gobierno del que se extrae lo sustancial:
... Las privaciones y sufrimientos de las tropas de mi mando han quedado recompensadas en este día.
Ayer a las cuatro de la tarde dispuse la atrevida operación de embarcar compañías de cazadores que se
apoderasen de la batería enemiga de Luchana. Al poco tiempo, aunque en medio de una terrible
nevada, se ejecutó la operación con el éxito más feliz para la bravura y entusiasmo de aquellas, y eficaz
cooperación de la Marina inglesa y Española. El puente quedó en nuestro poder; los enemigos lo tenían
cortado; pero a la hora y media ya estaba restablecido. Los enemigos, reuniendo considerables fuerzas,
acudieron sobre aquel punto: el combate se empeñó ya de noche: el temporal de agua, nieve y granizo,
fue espantoso: la pérdida que experimentó este ejército en las muchas horas de combate fue también
de consideración. Los momentos fueron críticos; pero las cargas decididas á la bayoneta nos hicieron
dueños de todas sus posiciones, haciendo levantar el sitio de esta villa, en la que he verificado hoy la
entrada. Todas sus baterías, municiones é inmenso parque quedó en nuestro poder... Cuartel General
de Bilbao, 25 de diciembre de 1836. Excmo. Sr. Baldomero Espartero. Excmo. Sr. Secretario de Estado
y del Despacho de la Guerra.
El político liberal[editar]
Siempre mostró una lealtad total a la reina Isabel II, hasta el punto de que al final
del bienio progresista no quiso encabezar la resistencia al golpe moderado porque
eso podría poner en peligro a la monarquía isabelina y «yo, monárquico y defensor
de esa augusta persona, no quiero ser cómplice de su destronamiento»; incluso
permaneció un tiempo en Madrid, antes de retirarse a Logroño, a petición expresa
de la reina con el fin de sofocar una revuelta que en la ciudad había «tomado por
bandera la persona de VE». Esta lealtad se mantuvo también después de haber
sido destronada en la Revolución Gloriosa de 1868 defendiendo los derechos al
trono de su hijo, el futuro Alfonso XII.10
En su actuación como político también influyó su condición de militar, pues
siempre pensó que la vida política podía manejarse militarmente, como le comentó
en una carta a su esposa en noviembre de 1840: 3
No hagas caso de periódicos ni matices; con la Constitución se manda como con la ordenanza; cuando
el que manda es justo y firme y cuando no se separa de la ley, nadie debe arredrarle y nada lo detendrá
en la marcha... Yo no hago caso de matices ni de papeles porque yo soy la bandera española y a ella se
unirán todos los españoles.
En la primavera de 1870, una comisión de diputados viajó camino del retiro del
general en Logroño para pedirle que aceptara la empresa. Portaban una carta del
entonces presidente del Consejo, Juan Prim, en la que se leía:
Madrid, 13 de mayo de 1870. Serenísimo Señor: el Gobierno del Regente considera llegado el momento
de dar una solución definitiva al momento que atravesamos. Los dignos ministros que componen el
Gobierno que tengo el honor de presidir anhelamos el bien de la patria y la consolidación de sus
libertades. Sabido es que al resolver la cuestión de Monarca amigos y apasionados de V.A. se
acordaron de los servicios prestados a la causa constitucional por el pacificador de España. Para este
caso, y, según lo he hecho autorizado por el Gobierno, como lo estoy en esta ocasión presente, en
todas las candidaturas anteriormente iniciadas, con los respetos debidos, desearía saber si podría
contarse con la aceptación de V.A. para Rey de España en el caso de que las Cortes Constituyentes y
soberanas se dignaran elegirle. El Gobierno no patrocina ninguna candidatura, dejando a la Asamblea la
más completa libertad. Tiene, sin embargo, el deber de evitar que las pasiones se agiten inútilmente si
no hubiese de aceptar el candidato que las Cortes elijan. V.A. conocerá cuán elevado y patriótico es el
pensamiento que, en nombre del Gobierno, me obliga a dirigir a V.A. esta carta, de la que es portador mi
antiguo amigo y Diputado a Cortes el Excmo. Sr. D. Pascual Madoz, quien ciertamente es una de las
personas más adictas a V. A. Queda de V. A. con las más distinguida consideración, su afectuoso y muy
respetuoso servidor, Firmado: El Conde de Reus. A. S. A. Serenísima y Capitán General del Ejército don
Baldomero Espartero, Duque de la Victoria.
La carta, pues, invitaba a ser candidato, más que a ser rey, con la prevención de
que no se sublevase si no era elegido. Tal era el temor que el viejo capitán general
todavía producía en las filas de algunos mandos del Ejército. Envió una breve
respuesta negativa y cortés a Prim —en la que le decía «que no me sería posible
admitir tan elevado cargo porque mis muchos años [75] y mi poca salud no me
permitirían su buen desempeño»—24 y a Nicolás Salmerón, que encabezaba la
delegación parlamentaria, le expresó, entre otras cosas:
... al trasmitir ustedes la expresión de mi gratitud al general Prim y demás amigos que en mí pusieron las
miras con tan alto pensamiento, díganles de mi parte que la abandonen por completo y que alarguen el
paso en el camino de la constitución monárquica del país. Que desistan de traer al solio español a
ningún príncipe extranjero porque eso sería prolongar la peligrosa interinidad en que vivimos...
Les advertía así sobre el alcance funesto que podía tener para España una
monarquía extranjera y la frustración que entre el pueblo eso iba a generar.
Tras el fracaso de la monarquía democrática de Amadeo I que dio paso a
la Primera República Española, parece ser que fue sondeado para que aceptara la
presidencia de la República, si bien Espartero la rechazó. 24
Cumplimentado por sucesivos jefes de Estado[editar]
Baldomero Espartero, por José Casado del Alisal (1872), obra albergada en el Palacio de las Cortes.
Memoria histórica[editar]
Paso del entierro de Espartero.
El funeral del general fue sufragado por el Estado y sus restos recibieron el
protocolo debido a un capitán general fallecido en acto de servicio, a pesar de
llevar mucho tiempo retirado de la vida militar y política activas. El gobierno
de Cánovas del Castillo designó el mayor número posible de soldados para que
participara en la ceremonia. Poco después se le erigió en Madrid
una estatua sufragada con fondos públicos, que «representase al insigne Príncipe
de Vergara como pacificador de España, título que condensa todas sus altas
dotes, los actos de su gloriosa vida y explica el fervoroso y perdurable
reconocimiento de la patria». Sin embargo, fracasó este intento por parte de las
élites de la Restauración borbónica de utilizar la figura de Espartero para
«nacionalizar a las masas», ya que cuando murió a los ochenta y seis años de
edad «su recuerdo se había perdido sustancialmente entre la mayoría de la
población». En la crónica de su funeral, La Ilustración Española y
Americana señaló que era «vagamente recordado por el pueblo». Miguel
Maura relata que, durante los primeros días de la Segunda República Española,
se encontró con una multitud que intentó derribar la estatua ecuestre situada
frente al Retiro; alguien gritó: «Vamos a ejecutar a ese tío», a lo que él respondió
que «ese tío había sido un liberal».25
Hoja de servicios[editar]
Año Día y mes Empleo
180
1 de noviembre Soldado Distinguido
9
181
1 de enero Subteniente
2
181
2 de septiembre Teniente
4
181
9 de septiembre Capitán
6
181
1 de agosto Segundo Comandante
7
182
26 de febrero Comandante
1
182
23 de marzo Coronel Graduado de Infantería
2
182
1 de febrero Coronel Efectivo de Infantería
3
183
17 de febrero Mariscal de campo
4
183
21 de junio Teniente general
6
183
1 de mayo Capitán general
8
Predecesor: Sucesor:
María Cristina de Borbón- Declaración de la mayoría de edad de
Regente del Reino de España Isabel II
Dos Sicilias en nombre de Isabel II
1841-1843
Predecesor: Sucesor:
Presidente del Consejo de Ministros
Ildefonso Díez de Rivera Eusebio Bardají Azara
de España
1837
Sucesor:
Predecesor:
Presidente del Consejo de Ministros Joaquín María Ferrer y
Vicente Sancho
de España Echevarría
1840-1841
Predecesor:
Sucesor:
Ángel Saavedra y Ramírez Presidente del Consejo de Ministros
Leopoldo O'Donnel Jorris
de Baquedano de España
1854-1856
Sucesor:
Predecesor:
Evaristo San Miguel y
Ildefonso Díez de Rivera Ministro de la Guerra
Valledor
Baldomero Espartero 1837
Baldomero Espartero
Francisco Ramonet 1837
José Carratalá
1837-1838
Véase también[editar]
Reinado de Isabel II
Regencias de María Cristina y Espartero
Primera Guerra Carlista
Isabel II de España
Notas y referencias[editar]
1. ↑ Algunos biógrafos hablan de nueve hermanos.
2. ↑ El destino primero de Espartero es discutido. En unos casos
se habla de Ciudad Real y en otros directamente de Sevilla,
desde donde acudió hacia el centro de la península en las
primeras operaciones en las que participó.
3. ↑ El fracaso en Ocaña hizo afirmar a Espartero: Aquél día
principié a ser hombre.
4. ↑ La formación de unidades y batallones por parte de las
universidades fue algo habitual. Las denominaciones usadas
fueron varias. En cualquier caso se trataba de nutrir a un
ejército en retirada de hombres capaces con cierta formación
para ascender después. Estos grupos se disolvieron en las
academias creadas más tarde por la Junta Central.
5. ↑ En la hoja de servicios de Espartero figura su participación en
algunas acciones de no excesiva importancia. Las calificaciones
académicas que obtuvo fueron corrientes, excepto en táctica,
donde destacó con «sobresaliente».
6. ↑ La Conferencia de Salta sigue provocando diferencias en el
análisis de los historiadores. Los comisionados regios, Antonio
Luis Pereira y Luis de la Robla, habían alcanzado un acuerdo
en Buenos Aires que incluía una importante autonomía en
materia económica y comercial. Trasladar el acuerdo al Perú
era su misión, pero La Serna, tras sus victorias, no estaba
dispuesto a realizar concesiones. De hecho no quiso acudir a
Salta personalmente, enviando a Espartero con la expresa
directriz de no ceder. El argumento en favor de La Serna es que
dio por supuesto que el rey desconocía la situación que se daba
en aquellos momentos en el Perú —no se habían recibido
instrucciones de Madrid desde 1821—, y que obraba conforme
a los intereses de la Corona. La posición crítica destaca que la
actitud de La Serna fue un enfrentamiento directo con la Corona
y ayudó indirectamente a fortalecer las aspiraciones
independentistas. En cualquier caso, Espartero no fue
censurado por su labor en este caso, sino al contrario, alabado
tiempo después.
7. ↑ La reina Isabel quiso atraerse a Espartero y nombró a su
esposa, dama de compañía.
8. ↑ El control de los Ayuntamientos era fundamental en la política
nacional. Con un sistema electoral censitario y caciquil, el
control de los municipios permitía el control del voto ciudadano
y de la Milicia Nacional.
9. ↑ La presión para una Regencia de tres personas la inició María
Cristina con una solemne declaración. A esa propuesta se
unieron algunos miembros del Partido Progresista y todo el
Partido Moderado. La idea era que fuera compartida por el
propio Espartero, Agustín Argüelles y Mendizábal. La oposición
de Espartero a la propuesta era frontal. Quería todo el poder o,
amenazó, abandonaría la actividad política. Espartero con toda
su influencia en el Ejército y aclamado por la población, era un
peligro mayor conspirando que gobernando.
10. ↑ La caída de Espartero estuvo acompañada de una
movilización general del Partido Moderado para desprestigiar su
persona, incluso fueron cuestionados sus éxitos militares. La
reacción progresista no tardó en producirse al darse cuenta de
la popularidad del general, aún exiliado. Cuantas más críticas
con poco fundamento se lanzaban contra él, más adeptos tenía.
Además, el apoyo explícito de Inglaterra a Espartero
condicionaba la propia política nacional muy dependiente de las
potencias francesa y británica.
11. ↑ En ese momento Espartero gozaba del beneficio de la
leyenda. La multitud lo acompañaba a cuantos sitios acudía y lo
vitoreaba. Para el Partido Progresista era su mejor valor, y la
Corona conocía los riesgos de enfrentarse abiertamente con el
duque de la Victoria. Ayudó en la reconciliación la propia salud
de Espartero, más pendiente de gozar de las lisonjas ajenas
que de ejercer de nuevo un papel político en España.
12. ↑ Diario de sesiones del Congreso con la elección y votación de
los candidatos. Fue elegido presidente por 238 votos, de un
total de 255 diputados miembros presentes. Obtuvo cuatro el
marqués de Albaida, tres San Miguel, dos el conde de Reus
y Salustiano Olózaga y uno Gálvez Cañero, Infante y Corrado.
Las otras tres papeletas fueron votos en blanco.
Referencias[editar]
1. ↑ Shubert, 2000, pp. 191-192, 196.
2. ↑ Shubert, 2000, pp. 192-194, 198.
3. ↑ Saltar a:a b Shubert, 2000, p. 195.
4. ↑ Shubert, 2000, p. 198.
5. ↑ Shubert, 2000, p. 199.
6. ↑ Hispanidad
7. ↑ Shubert, 2000, p. 190.
8. ↑ Shubert, 2000, pp. 187-189.
9. ↑ Shubert, 2000, pp. 187-188.
10. ↑ Shubert, 2000, p. 191.
11. ↑ Shubert, 2000, pp. 195-196.
12. ↑ Shubert, 2000, pp. 199-200.
13. ↑ Saltar a:a b Shubert, 2000, p. 200.
14. ↑ Vilches, 2001, p. 33.
15. ↑ «Adrian Shubert: «Nadie se ha atrevido aún a reclamar el
legado de Espartero»». El Cultural. 29 de octubre de 2018.
16. ↑ «Adrian Shubert: «Nadie se ha atrevido aún a reclamar el
legado de Espartero»». ABC. 19 de noviembre de 2018.
17. ↑ Archivo General de Andalucía. «El Bombardeo de Sevilla de
1843».
18. ↑ Saltar a:a b Shubert, 2000, p. 201.
19. ↑ Shubert, 2000, pp. 197-198.
20. ↑ Shubert, 2000, pp. 201-202.
21. ↑ Shubert, 2000, p. 202.
22. ↑ Shubert, 2000, p. 203.
23. ↑ Shubert, 2000, p. 204.
24. ↑ Saltar a:a b Shubert, 2000, p. 205.
25. ↑ Shubert, 2000, pp. 205-206.
26. ↑ Shubert, 2000, pp. 206-207.
27. ↑ Shubert, 2000, p. 207.
Bibliografía[editar]
Fuentes y documentos[editar]
Pérez Galdós, Benito. España sin rey. Madrid, 1908.
Gómez, Francisco Javier. Logroño histórico. Descripción
detallada de lo que un día fue y de cuanto notable ha acontecido
en la ciudad desde remotos tiempos hasta nuestros días.
Logroño, 1893. Reeditado en edición facsímil por el
Ayuntamiento de Logroño en 1998. Primera Reimpresión
2000 ISBN 84-89362-42-4
Ruíz Cortés, F., y Sánchez Cobos, F., Diccionario Biográfico de
Personajes Históricos del Siglo XIX Español. Madrid, 1998.
Segundo Flórez, José. Espartero. Imprenta Sociedad Literaria.
Madrid 1843.
Journée de Torrejon D'Ardoz (Le 22 juillet 1843) par un
espagnol. París 1843.
Vida militar y política de Espartero. Imprenta de la Sociedad de
Operarios del mismo Arte. Madrid 1844.
Galería Militar Contemporánea. Sociedad Tipográfica de
Hortelano y Compañía. Madrid 1846.
La España salvada o Espartero en el poder Edición digitalizada
del original. Imprenta de Domingo Ruíz. Logroño (sin fecha). h.
1840.
Crónica de la provincia de Logroño de Giménez Romera, Waldo.
Madrid, 1867.
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(Diccionario biográfico). (1991). Madrid: Alianza
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