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Resumen
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Ingeniero de Telecomunicación por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM). Master en Dirección de
Márketing y Comercial (IDE-CESEM), Máster en Economía de las Telecomunicaciones (UNED) y Especialista
en Gestión de las TIC (UPM). Autor de 57 libros y más de 860 artículos publicados. Profesor durante 20 años en
Master organizados por diversas universidades. Vocal de las Juntas del Colegio/Asociación Española de
Ingenieros de Telecomunicación (COIT/AEIT) y Director de su revista Bit, del Foro Histórico de las
Telecomunicaciones (FHT) y de ACTA (Asociación de Autores Científico-Técnicos y Académicos). Asimismo,
es Máster en Derecho Nobiliario y Premial, Heráldica y Genealogía (UNED), Diplomado en Historia Militar y
Diplomado en Heráldica General y Militar (IHCM). Ha sido cruzado Caballero de la Orden Ecuestre del Santo
Sepulcro de Jerusalén y es Miembro de la Real Asociación de Hidalgos de España.
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Estos eran generales que gozaban de la máxima confianza del regente Espartero porque habían combatido y
desarrollado su carrera militar con él en las guerras de independencia hispanoamericanas.
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Joaquín-Baldomero (Fernández) Espartero Álvarez de Toro, el menor de 9
hermanos, nació en Granátula de Calatrava (Ciudad Real) el 27 de febrero el año
1793 y falleció en Logroño el 8 de enero de 1879. Hijo de Manuel Antonio
Fernández-Espartero y Cañadas, nacido hacia 1728, un artesano constructor de
carruajes y pequeño hacendado acomodado, adoptó el segundo apellido de su
padre. Su madre fue Josefa Vicenta Álvarez de Toro y Molina3, nacida el 19 de
marzo de 1749, hija de Pedro Álvarez, natural de Mérida (Badajoz), y de Ángela de
Molina, de Granátula de Calatrava, ambos vecinos de Villamayor de Calatrava.
Así pues, desde 1810 permaneció en el Cádiz sitiado por los franceses, donde se
estaban desarrollando las Cortes constituyentes –redacción de la primera
constitución española–, lo que marcó su decidida defensa del liberalismo y el
patriotismo; allí realizó sus primeros estudios militares y entró en la recién
constituida Academia Militar de la Isla de León (San Fernando / Cádiz), en la que
alcanzó el grado de subteniente en enero de 1812.
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La aventura americana4
Pezuela había sido enviado al Alto Perú para contener a los rebeldes
bonaerenses que, victoriosos en La Plata, querían extender sus éxitos por los
altos páramos del sur del Perú, quién, al mando de las tropas coloniales
peruanas, obtuvo sendas victorias sobre Belgrano en Vilcapuquio y Ayohuma,
y la más importante en las punas de Sipe Sipe, en Viluma, sobre las fuerzas
argentinas de Rondeau. La recomendación de Abascal, por esta meritoria
conducta, hizo que se elevase al brigadier al rango nobiliario de Marqués de
Viluma, como jefe del Ejército del Alto Perú. Pero los jóvenes brigadieres
españoles llegados al Perú, sobre los que ejercía predominio don José de La
Serna e Hinojosa, veían en el virrey un militar anticuado en sus
procedimientos y por demás tolerante con los criollos, política que había
heredado del sagaz Abascal, gracias a lo cual se le había conferido el
apropiado título de Marqués de la Concordia. Ellos mismos eran de esa nueva
casta, que como Espartero habían sido testigos de las bondades del
liberalismo constitucional votado en Cádiz y por lo tanto les resultaba el virrey
un conservador a ultranza, por lo que el 29 de enero de 1821, un motín de los
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Baldomero Espartero, [en línea] http://enciclopedia.us.es/index.php/Baldomero_Espartero [Consulta: 13 de
enero de 2016].
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En realidad, América no fue una colonia española. En ese continente los españoles fundaron reinos
(virreinatos), como los de la Nueva España o el de Perú, entre otros.
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Estudió en el Colegio de Artillería de Segovia y combatió en el sitio de Gibraltar y años más tarde contra
Francia en Guipúzcoa y Navarra. En 1805 fue trasladado a América del Sur, donde llegó a ser virrey del Perú.
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jefes del Ejército, acampados en Aznapuquio, una hacienda cercana a Lima,
llevó a la destitución y el confinamiento del virrey, su familia y sus leales).
• El descontento de la burguesía criolla: Los criollos serán los que lideren el proceso de
independencia. Este grupo tenía motivos para su descontento con la metrópoli, tanto
políticos (pues estaban excluidos de los altos cargos de la administración) como
económicos, ya que las limitaciones al libre comercio les perjudicaban.
• La difusión de las ideas ilustradas en América: Aunque llegaban sólo a una pequeña y
elitista parte de la población, propagaron un espíritu crítico que impulsó el afán
independentista de la élite americana.
En el año 1820 España entró en una crisis política por el control impuesto al rey
Fernando VII, y la restauración de la Constitución Liberal, apoyada por el general
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El abrupto Cañón de la Colca fue uno de los emplazamientos usados por Espartero en Arequipa para consolidar
las posiciones de las tropas realistas.
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El 1 de enero de 1820 el coronel Rafael del Riego, jefe de las fuerzas que debían sofocar las sublevaciones
americanas y constitucionalista convencido, se levantó en Cabezas de San Juan en un pronunciamiento contra
Fernando VII y recorrió Andalucía proclamando la Constitución de 1812.
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Tras algunos enfrentamientos entre las tropas de Riego y el sector del ejército que se mantenía del lado de
Fernando VII, el monarca comprobó la escasez de aliados, y se comprometió a jurar la Constitución el 7 de
marzo de 1820. Fernando VII seguía siendo el rey de España, pero ya no como un monarca absolutista; sino
sometido a una Constitución que le dejaba un escaso margen de maniobra.
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Rafael de Riego, quien sublevó la expedición de 20.000 soldados destinados al Río
de la Plata para auxiliar a los realistas de América. Tras este suceso, se acabó para
siempre con las expediciones de refuerzos de España, que desde entonces no se
volvieron a mandar a ningún lugar de América, y motivó que los dos grandes
virreinatos10, el del Perú y el de Nueva España que, hasta el momento habían
contenido el avance de la revolución hispanoamericana, tomasen caminos opuestos.
Los ascensos de Espartero por acciones de guerra fueron constantes y así, en 1823
ya era coronel de Infantería a cargo del Batallón del Centro del ejército del Alto Perú.
Cuando el general insurrecto Alvarado trató de penetrar con fuerzas muy superiores
por las fortificaciones de Arequipa y Potosí, de las que Espartero se sentía
especialmente orgulloso, el general Jerónimo Valdés no dudó en encargar a éste la
defensa de la posición de Torata, con apenas cuatrocientos hombres, con el fin de
hostigar desde ella al enemigo, al tiempo que Valdés organizaba una encerrona. Al
llegar los sublevados, Espartero mantuvo durante dos horas la posición causando
importantes bajas y replegándose, de manera ordenada, a órdenes de Valdés,
mientras éste salía al encuentro del enemigo sin permitirle avanzar y, en un error del
general Alvarado al desplegar una línea de frente excesiva, Valdés lanzó un ataque
desde el que desbarató los intentos de penetración. Tras la llegada de José de
Canterac, el enemigo fue puesto en fuga, siendo el Batallón de Espartero uno de los
que persiguió a las fuerzas que huían por Moquehua y destacó por destruir por
completo la llamada Legión Peruana11. El general Valdés consignó en sus
calificaciones sobre Espartero: “Tiene mucho valor, talento, aplicación y conocida
adhesión al Rey nuestro señor: es muy a propósito para el mando de un Cuerpo y
más aún para servir en clase de oficial de Estado Mayor por sus conocimientos. Éste
será algún día un buen general…”.
Espartero, además de una gran valentía, tenía una gran sangre fría y capacidad de
engaño al enemigo, infiltrándose entre los sublevados para más tarde arrestarlos y,
en juicio sumarísimo, condenarlos a muerte y ejecutarlos. Este modo de proceder
sería una constante en su carrera militar.
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El virreinato constituyó la máxima expresión territorial y político-administrativa que existió en la América
española y estuvo destinado a garantizar el dominio y la autoridad de la monarquía peninsular.
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El 18 de agosto de 1821 se había creado la “Legión Peruana de la Guardia” bajo el mando del Marqués de
Torre Tagle
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finalizar labores de control de los restos de insurgentes, el Virrey José de La Serna e
Hinojosa, Conde de los Andes, lo envió a la conferencia de Salta como
representante plenipotenciario suyo para la firma de un armisticio que permitiese la
extensión de los acuerdos con los insurrectos de Buenos Aires al Perú, así que
Espartero se reunió allí con el general José Santos de la Hera, que actuaba en
nombre de los comisarios regios, y le comunicó que el acuerdo no era posible pues
las fuerzas enemigas carecían de toda capacidad operativa y no se sentía el Virrey
obligado a otorgar más que la generosidad con la que habían sido tratados. La
actitud hostil de La Serna y el propio Espartero hacia los delegados en nombre del
rey Fernando se ha interpretado como una afrenta a la Corona para algunos, o como
una medida de contención de las aspiraciones independentistas para otros.
El fin del Trienio Liberal (1820 a 1823)12 y el retorno al absolutismo volvieron a dividir
al ejército expedicionario. La Serna envió a Espartero a Madrid con el encargo de
dar cuenta sobre el estado de aquellos países y recibir instrucciones precisas de la
Corona, partiendo para la capital desde el puerto de Quilca (Perú) el 5 de junio de
1824 en un barco inglés. Llegó a Cádiz el 28 de septiembre y se presentó en Madrid
el 12 de octubre y, aunque obtuvo para el Virrey la confianza de la Corona y el
crédito suficiente para que La Serna quedase confirmado en el gobierno del Perú, no
le fue posible garantizar los refuerzos pedidos. Embarcó en Burdeos, camino de
América, el 9 de diciembre de ese mismo año, coincidiendo con la pérdida del
Virreinato del Perú. Arribó a Quilca el 5 de mayo de 1825 sin haber tenido noticias
del desastre de Ayacucho13, y fue hecho prisionero por vestir uniforme español y
portar armas, hecho proscrito en las Capitulaciones firmadas por José de Canterac
en Ayacucho, que prescribían la pena de pasar por las armas al infractor
sorprendido en tal estado. Así pues, se le condujo escoltado como prisionero a la
ciudad de Arequipa, lugar de las preferencias sentimentales de tan importante reo,
pero donde también se encontraba presente el general Simón Bolívar, que dispuso
su fusilamiento, pero gracias a la mediación entre otras personas, del liberal
extremeño Antonio González y González que sufría exilio en Arequipa, fue liberado a
los tres meses tras sufrir dura prisión. Tras ser liberado, y desterrado a perpetuidad,
regresó a España con un numeroso grupo de leales compañeros, llegando al puerto
de Burdeos, en la fragata Telégrafo, en noviembre de 1825, donde permaneció
hasta marzo de 1826, que fue cuando se trasladó a España.
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Durante este periodo liberal se ponen en práctica todas las leyes elaboradas en las Cortes de Cádiz de 1812,
viviéndose un clima de libertad política como hasta entonces nunca se había conocido. Sin embargo, la división
de los liberales, la oposición de Fernando VII al régimen liberal y el escaso apoyo del pueblo llano provocan la
caída del régimen liberal sólo tres años después, en 1823.
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La batalla de Ayacucho fue el último gran enfrentamiento dentro de las campañas terrestres de las guerras de
independencia hispanoamericanas (1809-1826) y significó el final definitivo del dominio colonial español en
América del sur. La batalla se desarrolló en la Pampa de Quinua o Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824. La
victoria de los independentistas supuso la desaparición del contingente militar realista más importante que seguía
en pie, sellando la independencia del Perú con una capitulación militar que puso fin al Virreinato del Perú.
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La batalla de Ayacucho, una obra de Martín Tovar y Tovar
A pesar de que sus superiores presentaron informes favorables a él, cuando regresó
a la península tuvo que desempeñar funciones burocráticas y destinos menores, lo
que lo irritaba. Aprovechó para ordenar su nueva hacienda constituida por la fortuna
heredada de su esposa y que consistía en un mayorazgo y diversos bienes
vinculados donde se encontraban importantes fincas rústicas y urbanas y cerca de
un millón y medio de reales procedentes también de los beneficios en las
inversiones que los tutores de su esposa habían realizado durante la minoría de
edad de esta.
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Hacienda del General Espartero, 1879 [en línea] http://www.bermemar.com/ESPARTERO/1879finc.htm
[Consulta: 19 de enero de 2016].
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Ante la ausencia de herederos varones y la posibilidad de que el trono recaiga en su hermano, Fernando VII
publica la Pragmática Sanción para permitir que reine su hija Isabel, pero los partidarios del infante don Carlos,
los carlistas, no acatarán esta decisión y a la muerte de Fernando VII se iniciará una guerra civil.
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herido en ocho ocasiones; su carácter altivo y exigente le hizo cometer algunos
excesos en la aplicación de la disciplina militar.
Se introdujo en la política como diputado por Logroño; fue nombrado presidente del
Consejo de Ministros en 1840 y cuando la reina regente María Cristina, después del
motín de la Granja y el alzamiento de otras grandes ciudades en su contra se exilió a
Francia, se convirtió en regente de la corona de España durante la minoría de edad
de Isabel II (desde el 9 de mayo de 1841 hasta el 31 de julio de 1843).
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Partiendo de un origen modestísimo protagonizó una fuerte ascensión social que le
había llevado a ser conde, duque, Grande de España (GdE) y, finalmente, regente.
El "espadón16" progresista se enemistó con muchos de sus partidarios, a causa de
su modo de gobernar autoritario, personalista y militarista; en enero 1843, tras el
bombardeo de Barcelona un mes antes, se vio obligado a disolver unas Cortes que
se le habían vuelto hostiles.
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Nuevamente fue expulsado del poder por un pronunciamiento encabezado por su
antiguo aliado, el general O'Donnell, tras el cual vino un nuevo periodo de
ostracismo político de los progresistas, que Espartero contempló pasivamente desde
su retiro de Logroño. Allí recibió, tras la revolución que destronó a Isabel II en 1868,
conocida como “La Gloriosa”, la oferta del general y Presidente del Consejo de
Ministros don Juan Prim de hacerle elegir por las Cortes rey constitucional de
España, oferta y honor que rechazó por razones de edad y poca salud.
Con motivo de la revuelta del pueblo contra Isabel II, una comisión de notables se
acercó a su retiro para rogarle aceptase el trono de España habida cuenta del gran
vacío que había con el destronamiento de la reina, y de esta forma poner fin a los
problemas de sucesión, ya que peligraba la corona. Espartero rechazó la tentadora
oferta de ser rey de España, en parte por su avanzada edad y también a
consideraciones políticas. Realmente, se le invitaba a ser candidato, más que a ser
rey, con la prevención de que no se sublevase si no era elegido; tal era el temor que
el viejo capitán general todavía producía en las filas de algunos mandos del Ejército.
Tras ser entronizado el príncipe italiano Amadeo de Saboya como rey de España,
con el nombre de Amadeo I, que fue también primer Duque de Aosta, segundo hijo
del Rey de Italia D. Víctor Manuel II, quedó temporalmente resuelto el problema
sucesorio y el nuevo monarca concedió a Espartero el título de Príncipe de Vergara,
el 2 de enero de 1872, con tratamiento de Alteza Real, un caso sin precedentes en
los anales de la monarquía española. La Carta de Creación de dicho Título fue
publicada como Real Decreto de 2 de enero de 1872, publicado en la «Gaceta de
Madrid».
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Conclusión
Los jefes militares de Espartero en las colonias fueron Pablo Morillo, Joaquín de la
Pezuela, más tarde I Marqués de Viluma (octubre 1815) y José de la Serna (29
enero de 1821). Con Pezuela como Virrey, estuvo en la región del Alto Perú, en la
provincia de Charcas, desde el mes de mayo de 1815, en donde permanecerá
prácticamente durante toda su estancia en América. Bajo su mando participó en la
pacificación de esta provincia y logró importantes ascensos en su carrera militar. La
crisis de 1820 en la Península llevó a La Serna al Virreinato y a Espartero, con sólo
30 años, hasta el Grado de Brigadier, el 5 de octubre de 1823.
Bibliografía
MARES, José María (Editor). Historia del general Don Baldomero Espartero, duque
de la Victoria y de Morella. Madrid, 1851.
NARCISO, Ramirez. Hoja de servicios del Excmo. Sr. Capitán General D. Baldomero
Espartero. Barcelona, 1861.
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El general Antonio José de Sucre derrotó al último ejército colonial español en 1824 en la batalla de Ayacucho
(La independencia del Perú había sido ya declarada en Lima, el 28 de julio de 1821, por José de San Martín).
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