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TEXTO 4 Convenio de Vergara

Artículo 1° El capitán general don Baldomero Espartero recomendará con interés al gobierno el cumplimiento de su oferta de
comprometerse formalmente a proponer a las Cortes la concesión o modificación de los fueros.
Art. 2° Serán reconocidos los empleos, grados y condecoraciones de los generales, jefes, oficiales y demás individuos
dependientes del ejército del teniente general don Rafael Maroto, quien presentará las relaciones con expresión de las armas a que
pertenecen, quedando en libertad de continuar sirviendo, defendiendo la Constitución de 1837, el trono de Isabel II y la regencia de
su augusta madre, o bien de retirarse a sus casas los que no quieran seguir con las armas en la mano.
Art. 6°. Los artículos precedentes comprenden a todos los empleados del Ejército haciéndose extensivo a los empleados civiles
que se presenten a los doce días de ratificación de este convenio.
Art. 8°. Se pondrán a disposición del capitán general D. Baldomero Espartero los parques de artillería, maestranzas, depósitos de
armas, de vestuarios y de víveres que estén bajo la dominación y arbitrio del teniente general D. Rafael Maroto.
Art. 9°. Los prisioneros pertenecientes a los cuerpos de las Provincias de Vizcaya y Guipúzcoa, y los de los cuerpos de la División
Castellana que se conformen en un todo con los artículos del presente convenio quedarán en libertad disfrutando de las ventajas
que en el mismo se expresan para los demás. Los que no se convinieren sufrirán la suerte de prisioneros.

LAFUENTE: Historia General de España, tomo VI, pp. 314-315. Reproducido en A. FERNÁNDEZ y otros, Documentos de Historia
Contemporánea de España, Madrid, Actas, 1996, pp. 148-149

Comentario: La primera guerra carlista, sus causas, consecuencias y bases ideológicas y territoriales del carlismo

Es un texto historiográfico y político, del historiador Modesto Lafuente, que toma la proclama carlista como dato histórico
referente al bando carlista. El documento es una fuente primaria, de carácter público pues va dirigido al pueblo alavés y español en
general y persigue poner fin la la Primera Guerra Carlista.
Modesto Lafuente y Zamalloa (Rabanal de los Caballeros, 1 de mayo de 1806 – Madrid, 25 de octubre de 1866) fue un
periodista, historiador y escritor satírico español.
Estudió en los seminarios de León y Astorga, y teología en la Universidad de Valladolid. Cambió la carrera eclesiástica por la
política desde 1837 en León. Liberal progresista, fundó en esta ciudad el periódico Fray Gerundio (1837), que prosiguió luego en
Madrid hasta 1849 con una interrupción entre 1843 y 1848. Desde él difundió las ideas de libertad y progreso. Gozó de enorme
fama en toda España. Desde 1854 trabajó a favor de Leopoldo O'Donnell y la Unión Liberal. En 1856 fue nombrado director de la
recién creada Escuela Superior de Diplomática. Murió en el año 1866, aunque si bien fue enterrado en Madrid. Fue condecorado
con la Gran Cruz de Isabel La Católica, miembro de la Real Academia de la Historia, y en la Real Academia de la Lengua, puede
apreciarse uno de los pocos retratos que de él se conservan.
Aparte de por su celebérrimo periódico, Modesto Lafuente es recordado por su monumental Historia General de España (1850–
1867) en veintinueve volúmenes, que continuó Juan Valera. Considerada la obra paradigmática de la historiografía liberal española
del ochocientos, supuso la superación definitiva de la antigua historia de Juan de Mariana y, por su gran difusión, contribuyó
activamente a la creación de la conciencia nacional española.1
Otras obras suyas son Viaje de Fray Gerundio por Francia, Bélgica, Holanda y orillas del Rin (1842), con interesantes noticias de
viajero; Teatro social del siglo XIX (1846), de sesgo costumbrista y satírico; Viaje aerostático (1847), sátira política sobre Europa, y
La cuestión religiosa (1855), defensa de la unidad católica española.

Las circunstancias históricas se refieren a la sucesión al trono español, cuyo motivo se remonta al siglo XVIII, cuando Carlos IV,
valorando suprimir la Ley Sálica no lo hizo, y cuando esto se hace ya en el XIX con Fernando VII, será tarde y habrá un
enfrentamiento entre los que apoyan a la futura Isabel II y al pretendiente Carlos.

La Primera Guerra Carlista (1833-1840)

Fernando VII murió el 29 de septiembre de 1833, dos días después, su hermano Carlos María Isidro, a través del Manifiesto de
Abrantes, reclamaba el trono desde Portugal. Muchas ciudades españolas le siguieron. Otras siguieron fieles a la reina regente y
a la causa de su hija Isabel. La guerra que se desató fue algo más que una guerra dinástica por la sucesión al trono.
Representa la resistencia a los cambios de una parte de España o la lucha entre el Antiguo y Nuevo Régimen. Por ello el
carlismo va a resurgir con fuerza en determinados momentos de la historia de España. De 1846 a 1849 se van a producir las
segundas guerras carlistas o de 1872 a 1876 las terceras guerras carlistas. Incluso en la guerra civil del 36 los carlistas apoyaron
activamente a los sublevados. Muchos historiadores hacen énfasis en que muchos carlistas después se integrarían en el
nacionalismo vasco y que el terrorismo de ETA y su entorno comparte con los carlistas ese enfrentamiento con los nuevos tiempos.

En el bando carlista se encuadraron los absolutistas más intransigentes, es decir, partidarios del Antiguo Régimen.
Ideológicamente eran partidarios del absolutismo, de la importancia de la religión y la Iglesia, y de la defensa de los fueros
que se identificaban con el Antiguo Régimen, esta defensa foral arrastrará a todas las provincias vascas y navarras a la causa
carlista. Desde el punto de vista social en el carlismo militaban altos funcionarios ultraconservadores, parte de la nobleza, parte del
ejército, la mayoría del bajo clero, una parte muy importante del campesinado y de los trabajadores artesanos que empezaban a
sufrir la competencia de la industria.
Las zonas de mayor implantación carlista fueron: Álava, Guipuzcoa, Vizcaya, Navarra, el Maestrazgo, el Pirineo catalán…
En el exterior no contaron con el apoyo de ningún país, pero sí con las simpatías de los imperios absolutistas europeos.
En el bando isabelino (o cristino) la reina viuda María Cristina no tuvo más remedio que buscar apoyos en los absolutistas
moderados y en los liberales, estos sectores veían que apoyar a la reina era la única opción para reformar el país. La reina
regente contó siempre con el apoyo de parte de la nobleza, casi todo el alto clero, casi todos los generales, la alta
burguesía, las clases medias urbanas, los obreros industriales y una parte del campesinado del sur peninsular.
Contaron los isabelinos con el apoyo de países como Portugal, Inglaterra y Francia.
En cuanto al desarrollo bélico la guerra se inicia en otoño de 1833. En un primer momento destacan los triunfos carlistas,
esto se debe a su gran movilidad y al conocimiento del terreno. Su suerte se trunca en 1835 cuando el general carlista
Zumalacárregui muere en el cerco de Bilbao, la única gran ciudad que estuvo a punto de caer en sus manos, ya que su dominio
se basaba, sobre todo, en el medio rural. En 1837 se produce la famosa expedición real de Carlos V (Carlos María Isidro), a
punto estuvo de tomar Madrid que se encontraba desguarnecido en ese momento. A partir de ese momento pasaron a la
defensiva y el agotamiento llevó al general Maroto a negociar con Espartero, el jefe isabelino, las conversaciones de paz
desembocaron en la firma del Convenio de Vergara en agosto de 1839, los carlistas se rendían pero conservaban sus grados
militares en el ejército de Isabel II, además, los liberales se comprometía a mantener los fueros. El país quedaba devastado tras
seis años de guerra.
Las consecuencias más importantes de la guerra carlista fueron varias. En lo político la monarquía, ávida de apoyos, se inclinó de
manera definitiva hacia el liberalismo. En ese mismo campo, los militares cobrarían un gran protagonismo en la vida política y
protagonizararían frecuentes pronunciamientos. Por último, los gastos de la guerra forzaron la desamortización de las tierras de la
Iglesia.

Identificación de nombres propios y términos específicos

a) Espartero: Baldomero Espartero (1793-1879) fue uno de los militares más influyentes en el reinado de Isabel II. Su carrera
militar comenzó en la Guerra de la Independencia y en las campañas contra las colonias americanas que luchaban por su
emancipación. No obstante fue en la Primera Guerra Carlista donde obtuvo los importantes éxitos militares que le permitieron
iniciar su vida política. Líder del partido progresista, se enfrentó al favoritismo de María Cristina hacia los moderados exigiendo su
abdicación como regente y consiguiendo su propio nombramiento para es-te cargo (1840-43). Gobernó autoritariamente rodeado
de un grupo de militares a quienes se les denominaba “los ayacuchos”, por la creencia de que Espartero había participado en la
batalla de Ayacucho (1824), en Perú. Su autoritarismo le hizo per-der el apoyo de los progresistas y su aislamiento facilitó su
abandono de la regencia en 1843. Su carrera política, sin embargo, no había acabado pues volvió a ocupar la presidencia del
gobierno durante el Bienio Progresista (1854-56) desde donde impulsó un importante plan de reformas económicas al tiempo que
restauraba los principios del progresismo.
b) Maroto: Rafael Maroto (1783-1847) militar de carrera, participó en la Guerra de la Independencia y en las campañas americanas
contra los independentistas. Cuando comenzó la Guerra Carlista, renunció a su puesto en el ejército para ponerse a las órdenes
del pretendiente Don Carlos y defender la causa del carlismo. A medida que avanzaba la guerra y ante la mayor debilidad del
bando carlista, se mostró partidario de encontrar un acuerdo con el ejército liberal, con Espartero en concreto, que permitiera
encontrar una solución pactada al conflicto
c) Constitución 1837: Aprobada en junio de 1837, era de signo claramente progresista aunque presentaba algunas concesiones al
ideario de los moderados en una clara voluntad de consenso: cortes bicamerales con un Senado electivo por parte de la Corona y
obligación por parte del estado de mantener a la iglesia católica, aunque declaraba la aconfesionalidad del Estado. En
contrapartida se fijó un sistema electoral que, aunque también censitario, ampliaba considerablemente el censo de votantes
respecto al Estatuto Real.
Tema
El Convenio de Vergara recoge en sus artículos las condiciones de rendición del ejército carlista, capitaneado por Rafael Maroto,
ante los liberales, capitaneados por Espartero. La primera condición, avalada por el propio Espartero, fue el mantenimiento de los
fueros para Navarra y el País Vasco (Art.1). Se ofrece también una solución profesional para los componentes del ejército carlista:
ingreso en el ejército nacional con reconocimiento de graduación para todos los oficiales, con la condición de fidelidad a la
constitución vigente, 1837, y al trono de Isabel II (Art.2). Se establece que los carlistas entreguen el armamento y demás material
logístico al ejército de Espartero (Art.8). Por otra parte, se acuerda que los carlistas hechos prisioneros queden libres siempre que
consientan en las condiciones anteriores (Art. 9).

VALORACIÓN
Precedentes y consecuencias
El Convenio de Vergara se firmó con el consentimiento de ambas partes contendientes por lo que sólo en algún aspecto es
comparable con los Decretos de Nueva Planta que, si bien explican parte del conflicto carlista, no fueron convenios sino decretos
implantados desde el absolutismo. Felipe V (1700-1746) había impuesto, tras su victoria en la Guerra de Sucesión (1700-1714) la
organización político-administrativa de Cas-tilla a los territorios de la Corona de Aragón, eliminando sus tradicionales fueros, cuya
reivindicación formó parte de las demandas carlistas.
Algunas de las condiciones pactadas en el Convenio de Vergara trajeron como consecuencia el exceso de oficialía en el ejército
español, lo que se ha denominado macrocefalia militar, así como el prestigio de sus generales entre la sociedad que tendieron al
intervencionismo en política. Espartero, Narváez y O’Donnell fueron destacados militares en las contiendas contra el carlismo e
iniciaron después carreras políticas caracterizadas todas ellas por el autoritarismo o por el pronunciamiento militar como método.
Significado
El Convenio de Vergara significó el fin de la Primera Guerra carlista para una de las dos zonas geográficas en donde desarrollaba,
Navarra y el País Vasco. Las guerrillas carlistas continuaron resistiendo en Cataluña y el Maestrazgo, hasta su derrota en 1840.
El régimen foral del País Vasco y Navarra, que el Convenio de Vergara respetaba parcialmente, fue definitivamente anulado en
1876 tras la derrota carlista en la tercera y última guerra aunque se acordó para estos territorios un especial régimen fiscal
denominado “concierto económico”. Durante el franquismo este especial régimen también fue anulado en Guipúzcoa y Vizcaya
aunque se mantuvo en Álava y Navarra. Cataluña, Valencia y Aragón continuaron asimiladas a la administración igualitaria de las
provincias españolas.

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