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Cristian
Furfaro, C. (2017). ¿Cómo escribe el etnógrafo?: Una mirada hacia la metodología de Bourgois desde la
idea de autoridad etnográfica. Revista Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales, 7 (1),
e020. En Memoria Académica. Disponible en:
http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.7785/pr.7785.pdf
KEYWORDS ABSTRACT
Philippe Bourgois The objective of this article is to analyze the methodological proposal that Philippe Bourgois presents
in his book In search of respect. Selling crack in El Barrio, reflecting on the way in which builds its
Methodological perspective conceptual categories and the structure of the book, based on the observations made and the
experiences and opinions of the people of East Harlem. On this tour, we will review the theoretical
Ethnographic authority perspectives that the author puts into play, as well as the items that he uses in the construction of the
Anthropology
stories, to finally reflect on the idea of authority ethnographic present in the work of the American
anthropologist.
Stories
Cita sugerida: Furfaro, C. (2017). ¿Cómo escribe el etnógrafo?. Una mirada hacia la metodología de Bourgois desde la idea de autoridad etnográfica.
Revista Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales,7(1), e020. https://doi.org/10.24215/18537863e020
Esta obra está bajo licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/deed.es_AR
Relmecs, junio 2017, vol. 7, no. 1, e020, ISSN 1853-7863
El objetivo del presente trabajo es analizar la propuesta metodológica que Philippe Bourgois desarrolla en su
obra En busca de respeto. Vendiendo crack en Harlem. Para ello, reflexionaremos sobre la forma en que el
autor, a partir de las observaciones realizadas y de las experiencias y opiniones de los habitantes de East
Harlem, construye sus categorías teóricas y la propia estructura del libro.
En la primera parte de este recorrido repasaremos las perspectivas teóricas que el autor considera necesarias
para una visión más compleja de las realidades de los sujetos observados. Asimismo, abordaremos
brevemente las consideraciones que realiza Bourgois sobre la tensión entre las cuestiones estructurales y las
decisiones individuales de los sujetos.
En la segunda parte examinaremos la forma en que construye los relatos, las herramientas que utiliza para su
construcción, las decisiones de edición, el lugar que ocupan los protagonistas en estas decisiones, y las
explicaciones del etnógrafo sobre lo que se incluye y lo que no se incluye.
En la última parte nos aproximaremos al lugar que Bourgois otorga a los lectores en la interpretación y
construcción del relato y de sus sentidos. Finalmente, reflexionaremos sobre la idea de autoridad etnográfica
y la presencia de esta idea en el trabajo de Bourgois.
Philippe Bourgois se establece en East Harlem a mediados de los 80 –más precisamente en la primavera de
1985– con el objetivo de “escribir un libro sobre la experiencia de la pobreza y la marginación étnica en el
corazón de una de las ciudades más caras del mundo” (Bourgois, 2010, p. 31).
Inicialmente, le interesaba indagar acerca del mundo de la economía informal en la cultura callejera. Su
propósito era estudiar los métodos alternativos de generación de ingresos como la reparación de autos, el
cuidado de niños, las apuestas y el tráfico de drogas. Sin embargo, la vida en East Harlem le mostró que la
economía informal giraba principalmente en torno a una sola actividad: la venta de drogas, y más
precisamente, la venta de crack. Este “descubrimiento” lo llevó a focalizar su investigación en la venta de
crack en El Barrio1. “Al concluir mi primer año (…) la mayoría de mis amigos, vecinos y conocidos habían
sido absorbidos por el ciclón multimillonario del crack: lo vendían, lo fumaban, se desesperaban por él”
(Bourgois, 2010, p. 31).
La problemática de la economía informal, y más aún la venta de drogas, lo colocan ante un problema ético y
metodológico: la necesidad de acercarse a los habitantes de El Barrio para establecer los lazos de confianza
que le permitan hacer preguntas incisivas con respecto a temas personales, y lograr respuestas serias y
reflexivas.
En este recorrido, el autor narra con detalle el proceso de construcción de la realidad y los dilemas teóricos,
metodológicos y éticos que enfrentó, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo escribe el etnógrafo? ¿A qué
dilemas se enfrenta? ¿Cómo los resuelve?
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de la economía informal.
Desde ese posicionamiento, el autor construye una concepción crítica de la inner city2, desde la cual subraya
permanentemente la relación entre las restricciones estructurales y las acciones individuales de los sujetos. A
partir de la contemplación de esa relación entre lo estructural y lo individual –e intentando matizar las
interpretaciones individualistas o estructuralistas extremas– organiza los temas del libro y presenta las
conversaciones con los habitantes de El Barrio.
Bourgois manifiesta que “venir de afuera” lo podía conducir a observar la realidad desde las categorías
dominantes de clase, etniay sexo. Se enfrentaba a la dificultad de observar las experiencias de injusticia y
opresión, con el riesgo de no tomar dimensión de la autenticidad de estas experiencias. Al mismo tiempo,
propone el relato de todas las experiencias vividas en El Barrio, para evitar que la invisibilización de las
experiencias “no deseadas”, produzca una idea romántica de la vida de los traficantes y de la cultura
callejera. Sostiene que los análisis desprovistos de mirada crítica –que “desinfectan” a los marginados para
que no resulten desagradables– refuerzan los estereotipos, y se alinean bajo el credo antropológico del
relativismo cultural según el cual las culturas no son buenas o malas, sino que simplemente poseen una
lógica interna.
Para Bourgois el límite es el sufrimiento humano, pero se siente obligado a exponer sin censura las
experiencias vividas. Considera necesario evitar el ocultamiento deliberado de los hechos despojándose del
temor a que una imagen desfavorable de los pobres se perciba como injusta, en tanto lo haría cómplice de la
opresión. “Cuando un antropólogo niega, porque implica una posición privilegiada (…) colabora con las
relaciones de poder y el silencio que permiten que la destrucción se perpetúe” (Scheper-Hughes, 1992, p. 172
en Bourgois, 2010, p. 375).
El análisis de la experiencia individual de la opresión social estructural se construye como una forma
superadora de concebir una relación que en los Estados Unidos tiene pocos matices. En la sociedad
norteamericana, el individuo es considerado como el único culpable de los males que sufre, dado que
mantiene plena vigencia la noción de responsabilidad personal, herencia de la ética protestante. De hecho, el
propio Bourgois reconoce que durante sus observaciones y conversaciones le fue difícil percibir las
relaciones de poder que configuraban el enjambre de relaciones humanas y sintió en muchas ocasiones ira
hacia las víctimas y los victimarios y, luego sí, hacia la sociedad.
La observación e interpretación de la realidad en la inner city hacía necesario considerar el modo en que la
historia, la cultura y las estructuras económico-políticas colonialistas restringen la vida de los individuos.
Estas restricciones tienen como consecuencia la explotación de clases, la discriminación étnica y la opresión
machista, lo que hace indispensable interpretar las sutilezas del significado cultural en su debido contexto.
El análisis político y económico fue “compensado” con la metodología etnográfica, que tiene entre sus
principales características permitir “el surgimiento de los «peones» de las fuerzas estructurales” (Bourgois,
2010, p. 47). El autor nos recuerda que las prácticas culturales antagónicas de los individuos “dan forma a la
opresión que las fuerzas más grandes le imponen” (Bourgois, 2010, p. 47). La metodología etnográfica debe
plantearse la necesidad de comprender los mecanismos y las experiencias de esa opresión.
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Las técnicas etnográficas de la observación participante le permitieron documentar la vida de los individuos
marginados, a partir del establecimiento de lazos de confianza. Para lograr estos lazos vivió casi cuatro años
en East Harlem y estableció vínculos de larga duración con las personas, se involucró en forma íntima y
construyó con ellas un mundo significativo común que le permitía distinguir “los guiños de los tics y los
guiños verdaderos de los guiños fingidos” (Geertz, 1987, p. 29). El trabajo de campo le brindó una
sensitividad extrema, tanto en la experimentación intelectual y corporal de las experiencias como frente a las
problemáticas ineludibles que le planteaban el aprendizaje del lenguaje y la traducción de sensaciones
corporales indescriptibles en los términos que la academia acostumbra utilizar.
Bourgois documentó las conversaciones e historias personales a través de un grabador involucrándose con
los sujetos, pero intentaba abordar incisivamente las problemáticas. Amaneció en las calles, visitó a las
familias, participó en reuniones íntimas, entrevistó y entabló amistad con los vecinos, entrevistó a políticos
locales y asistió a reuniones comunales. Pese a ello, consideró que su involucramiento con los vecinos no era
suficiente para obviar la influencia que su procedencia del afuera podía tener. Consideró necesario usar la
autorreflexión para no olvidar el lugar que poseía en ese espacio y tiempo, y la influencia que ejercía sobre el
entorno observado. Esa autorreflexión guio las tareas de edición y contextualización de las conversaciones, y
le permitió establecer la estructura del libro. Si bien son los actores quienes otorgan sentido a las acciones, es
el observador quien debe construir ese significado en su relación con los signos, el contexto y la situación,
reponiendo –en palabras de Barth– los usos sociales situados, su uso en la práctica, sin perder de vista la
tríada que contexto, praxis e intención comunicativa conforman.
La edición de los relatos orales planteó a Bourgois una gran dificultad por los obstáculos que presentaba el
idioma callejero, con la imposibilidad de transmitir por escrito la dimensión teatral del habla coloquial, o no
poder reflejar las entonaciones y expresiones faciales. En el intento de darle a las conversaciones el efecto
coherente y poético que tenían en su narración original, el autor eliminó redundancias, frases superfluas,
pensamientos incompletos y pasajes enteros. En algunas ocasiones, con la idea de clarificar el sentido,
añadió observaciones, comentarios, palabras, verbos y sujetos que le permitieran formar oraciones a partir de
fragmentos –uniendo conversaciones sobre el mismo tema para que aparecieran en un solo diálogo– aunque
hayan estado separadas por meses o años. En rarísimos casos incorporó a varias personas en un solo
personaje. En estos casos, elaboró un corpus textual separado de sus ocasiones discursivas de producción.
“Como los autores y actores específicos han sido separados de sus producciones, se tiene que inventar un
«autor» generalizado para dar cuenta del mundo o del contexto dentro del cual se han reubicado
funcionalmente los textos” (Clifford, 2001, p. 59).
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El respeto al mensaje de los portorriqueños que participaban de la cultura callejera de El Barrio hizo
necesario mantener la gramática, el vocabulario expresivo y las formas transcriptas del español que
componen su lenguaje. En la nota sobre la traducción, Fernando Montero Castrillo destaca, como una de las
decisiones fundamentales que orientaron la traducción de los diálogos, “evitar el español estándar y
aprovechar la lengua coloquial de una población específica” con el fin de recrear la naturaleza viva de lo
hablado. Se adoptó el habla popular puertorriqueña como instrumento de trabajo con el objetivo “de
transmitir la especificidad puertorriqueña y neoyorquina del texto”. Se hizo hincapié en “los tonos, los
modismos y, en especial, la sintaxis de las clases populares puertorriqueñas” (Bourgois, 2010, pp. 13-14).
En busca de respeto se construye como una etnografía en la cual se manifiesta una preocupación por el
lector. El autor intenta brindar al lector una imagen compleja de la realidad de El Barrio compuesta por
diversos aspectos, elementos y sujetos. Decidir como leer esta etnografía, supone que el lector debe elegir a
cuales de los aspectos, elementos y sujetos presentes dará preeminencia en la lectura de los relatos.
El libro comienza con notas, agradecimientos y prefacios que van contextualizando las condiciones en que se
inicia y desarrolla el trabajo de Bourgois para luego sumergirse en temáticas como el apartheid, la droga, la
economía ilegal, el rol de los sexos, la familia y el poder. En este trayecto el autor habla con su voz y con las
voces de otros transcribiendo notas de campo, observaciones, diálogos y expresiones, incluyendo estadísticas
y cartas, haciendo interpretaciones, consultando sensaciones y sentimientos en los protagonistas. La
diversidad de elementos presentados permite observar distintas claves de lectura, las cuales podrían oscilar
entre lecturas abstractas sobre la construcción de las categorías teórico-metodológicas y lecturas preocupadas
por las experiencias concretas de sufrimiento. No debemos perder de vista que la complejidad de la
problemática hace necesarias esas múltiples claves de lectura.
El protagonismo del lector ocupa un espacio central en los debates políticos y epistemológicos sobre la
escritura y la representación de los “otros”. Si bien es el autor quien decide qué se incluye en una obra, es el
lector quien brinda significado a la lectura, de acuerdo al contexto espacial, temporal y personal en que le ha
tocado leer esa obra, y a las búsquedas en las cuales se halla inmerso. Los trabajos de Michel De Certeau y
Carlo Guinzburg han sido fundamentales para el desarrollo de la sociología de la lectura. Sus ideas sobre la
lectura como práctica productiva –en De Certeau–, o la lectura como conector de la cosmogonía y la cadena
de libros –en Guinzburg– han permitido debatir si la clave de lectura es un elemento aún más importante que
el propio texto y que el sentido que el autor le ha intentado imprimir.
La estructura del libro, las notas, los agradecimientos, los prefacios y epílogos cobran una dimensión
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Escribir es producir el texto; leer es recibirlo del prójimo sin marcar su sitio, sin rehacerlo (...) Lo
que debe cuestionarse no es, desgraciadamente, esta división del trabajo (sólo resulta demasiado
real), sino la asimilación de la lectura a la pasividad. En efecto, leer es peregrinar en un sistema
impuesto (el del texto, análogo al orden construido de una ciudad o de un supermercado). Análisis
recientes muestran que «toda lectura modifica su objeto», que (Borges ya lo decía) «una literatura
difiere de otra menos por el texto que por la forma en que se le lee», y que finalmente un sistema de
signos verbales o icónicos es una reserva de formas que esperan sus sentidos del lector. Si entonces
«el libro es un efecto (una construcción) del lector», se debe considerar la operación de este último
como una especie de lectio, producci ón propia del «lector». Este último no pretende ni el sitio del
autor ni un sitio de autor; inventa en los textos algo distinto de lo que era su «intención». Los separa
de su origen (perdido o accesorio). Combina sus fragmentos y crea algo que desconoce en el espacio
que organiza su capacidad de permitir una pluralidad indefinida de significaciones. (De Certeau,
2000, pp. 181-182).
La formación y quiebra de la autoridad etnográfica ha sido reconstruida por James Clifford en su texto
“Sobre la autoridad etnográfica” (2001). En ese artículo el autor hace un repaso sobre los estándares que los
modos experiencial, interpretativo, dialógico y polifónico fueron estableciendo, y destaca los autores y las
obras centrales de cada uno de ellos 4. De acuerdo con esa caracterización, individualizaremos algunos
aspectos de esos tipos de autoridad etnográfica que observamos en el libro de Bourgois, con la intención de
contribuir al debate sobre la etnografía, la escritura etnográfica y los modos de autoridad etnográfica.
En busca de respeto destaca en todo momento la instancia experiencial del etnógrafo 5. El “yo estuve allí”
construido amalgama hábilmente la experiencia personal singular del autor y su experiencia como
observador participante. Bourgois explicita las dificultades para convivir entre esas dos “experiencias”, las
dificultades para separar a la “persona” del “científico”, lo que “siente” la persona y lo que “piensa” el
científico.
En mis años en East Harlem, sumido como estaba en lo que parecía un torbellino de sufrimiento, era
difícil percibir las relaciones de poder que configuraban el enjambre de interacciones humanas que
sucedían a mi alrededor. Inmerso en el calor de la vida en El Barrio, sentía una confusa ira hacia las
víctimas, los victimarios y la rica sociedad industrializada que logra engendrar tal nivel de
sufrimiento (Bourgois, 2010, p. 47).
La idea de la familiaridad con los protagonistas y de la progresiva construcción del rapport poseen una
presencia muy fuerte a lo largo de la obra: “Quiero empezar agradeciendo a todos mis amigos y vecinos de
El Barrio por permitirme entrar en sus vidas” (Bourgois, 2010, p. 15). El autor comienza destacando los
vínculos establecidos con los protagonistas para narrar progresivamente –con el transcurso de la escritura, y
la lectura– el proceso de integración a la vida cotidiana de los hombres y las mujeres que lo protagonizaron,
cómo vivió y habló como ellos, cómo terminó siendo su vecino y amigo.
“Felipe, nos encanta oírte hablar. Suenas igualito a un comercial de la tele” le dice una niña de ocho años al
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iniciar el capítulo 1. Con esta cita, el etnógrafo ilustra un período inicial en el cual aún es un “otro”, aún es
ajeno, en el cual su modo de hablar es extraño, en el que los protagonistas no se han acostumbrado a él. La
narración sobre su falta de respeto a Ray –que atraviesa el capítulo 1 “Etnia y clase: el apartheid
estadounidense”– da cuenta de su ignorancia inicial, su estatus infantil en la cultura observada. A partir de
allí construye un relato que, al combinar la narración sobre su vida y sobre el trabajo de campo, nos ilustrará
el modo en que obtiene el estatus pleno de observador participante, de vecino y de amigo. El relato de
anécdotas atestigua estratégicamente su vinculación y familiaridad con El Barrio, funcionando y funciona
como una presunción de conectividad.
Hacia el final del libro, el autor reafirma la familiaridad e involucramiento con los protagonistas. Allí, nos
relata cómo continuaron las historias de los protagonistas del libro, nos cuenta qué sucedió con Esperanza,
Luis y Candy, pero sobre todo con Primo. En busca de respeto finaliza con una transcripción del último
intercambio de mails entre Philippe y Primo. Este involucramiento con los protagonistas marca una
diferencia sustancial con los cánones de la investigación positivista, en la cual el científico estudiaba los
“objetos” pero no se involucraba con ellos, mantenía la distancia. Bourgois destaca la necesidad de ese
involucramiento: “Por lo general, los etnógrafos viven en las comunidades que estudian, y cultivan vínculos
estrechos de larga duración con las personas que describen. Para reunir ‘datos precisos’, los etnógrafos
violan los cánones de la investigación positivista. Nos involucramos de manera íntima con las personas que
estudiamos” (Bourgois, 2010, p. 43).
La experiencia personal del etnógrafo durante el acceso al campo y las vivencias de los protagonistas ilustran
al apartheid como temática “elegida” para el primer capítulo. El autor no elabora una construcción teórica
abstracta para darnos a conocer su concepción del apartheid, sino que a partir de las situaciones y diálogos
presentados pretende ilustrarnos acerca del vínculo entre las dificultades de El Barrio y el apartheid reinante.
La Introducción es uno de pocos espacios donde el autor explicita algunas de las perspectivas teóricas
generales que forman parte de su contexto conceptual.
Sin embargo, esta explicitación sobre las decisiones teóricas –de índole general– solo tiene la intención de
mostrar al lector cuál es el sentido de las interpretaciones que realizará el autor sobre los diálogos u
observaciones realizadas y el lugar ellas han sido ubicadas. Obviamente, no pretende –como lo hace Edward
Evans-Pritchard en Los nuer– mostrar la efectividad de la teoría para abordar la realidad. Bourgois presenta
al lector un material para la lectio, un relato en el cual intenta equilibrar las restricciones estructurales y las
acciones individuales de los protagonistas. Tampoco pretende –como lo hacia la antropología clásica– llegar
a la totalidad a través del estudio de una o más de sus partes, como si las partes fueran analogías de esa
totalidad. En busca de respeto se focaliza en el análisis de una actividad económica informal –la venta de
crack– y muestra ese mundo. No es una etnografía sobre East Harlem ni sobre los guetos, ni sobre la
economía informal, es una etnografía sobre el mundo de la venta de crack en East Harlem.
Hacia la primera mitad del siglo XX se había establecido la autoridad del teórico trabajador de procedencia
universitaria que amalgamaba experiencia personal intensa –trabajo de campo intensivo– y análisis
científico, el cual utilizaba como método la observación participante. Este canon de autoridad proponía la
fusión de teoría general e investigación empírica, y lograba complementar el análisis cultural con la
descripción etnográfica. La observación participante se constituye en el primer momento de la dialéctica
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En busca de respeto prioriza la experiencia de vida y de trabajo del etnógrafo, que se ve fortalecida por el
establecimiento de un mundo experiencial compartido. Las citas y diálogos recreados son presentados y
ordenados en el marco del contexto conceptual especificado con la finalidad de que el lector pueda
entenderlos en la tensión entre restricciones estructurales y acciones individuales. El capítulo 3 –“La
administración de una casa de crack: dependencia, disciplina y dignidad”– aborda la tensión entre la venta de
crack y la inserción laboral de los protagonistas en la economía convencional; analiza, a través de la
observación participante y de la entrevista, la repercusión cotidiana de esta tensión en el Salón de Juegos.
Intercala brillantemente los relatos, los contextos donde se desarrollan esos relatos y conversaciones, con
algunos datos que, presentados descriptivamente, son fundamentales para construir el mundo de la venta de
crack. En este capítulo dialogan las formas experienciales e interpretativas a través de los relatos y las
reflexiones del autor, lo que le permite al lector trasladarse desde los comienzos del Salón de Juegos hacia
las cuestiones organizacionales y de conflicto laboral que coexisten en el mundo de la venta de crack.
En el desarrollo del libro, el etnógrafo se hace siempre presente, se incluye en los diálogos, nos relata qué
hacía mientras los protagonistas hablaban, nos muestra que estaba “allí”. Su “presencia” parece
contraponerse con la “casi invisibilidad” de la antropología interpretativista clásica. Esta visibilidad, esta
presencia del etnógrafo se refuerza al explicitar los procesos creativos que el autor produce para componer
En busca de respeto. “La antropología interpretativa desmitifica gran parte de lo que anteriormente
permanecía no cuestionado en la construcción de las narrativas, los tipos, las observaciones y las
descripciones etnográficas. Contribuye a una visibilidad creciente de los procesos creativos…” (Clifford,
2001, p. 57), lo que constituye el segundo momento de la dialéctica entre experiencia e interpretación.
Bourgois, como etnógrafo siempre visible, siempre presente, explicita los modos en que ha construido y
reconstruido los relatos y diálogos.
La lectura de En busca de respeto nos lleva a preguntarnos: ¿Es posible hacer una descripción densa
etnográfica sin que tiendan a desvanecerse los aspectos dialógicos y situacionales de la interpretación? ¿Las
narraciones sobre el trabajo de campo, las leyendas de rapport y las anécdotas constituyen topoi que
fortalecen el modo interpretativo de autoridad etnográfico? O por el contrario, ¿estos topoi abren la puerta a
los modos dialógicos y polifónicos? ¿En busca de respeto esboza posibles respuestas para estas preguntas?
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Las vivencias e interpretaciones del etnógrafo se presentan en todo momento como sujetas al “control” de los
protagonistas. La etnografía de Bourgois establece un proceso de diálogo entre el autor y sus interlocutores,
en el que –al estilo que Clifford sitúa la idea de Dwyer y Crapanzano– se “negocia” activamente una visión
compartida de la realidad. Los diálogos de los primeros capítulos destacan –principalmente– los
intercambios entre Philippe, Primo y César. En ellos, los “nativos” interpelan al etnógrafo acerca de su visión
de la realidad de El Barrio para que entienda sus puntos de vista y los motivos que fundamentan sus
acciones. El texto incluye las discusiones que modificaron la comprensión del autor sobre el contexto y sobre
las estrategias de los sujetos. Los diálogos se presentan como instancias ad hoc, en las que los protagonistas
“controlan” las interpretaciones del etnógrafo. Esta visión compartida de la realidad se plasma
explícitamente y de modo general en los Agradecimientos:
Quiero agradecer sobre todo a quien he llamado Primo en estas páginas. Él siguió de cerca este
proyecto de principio a fin, guio gran parte de mi trabajo de campo (…) Los comentarios y
correcciones que aportó al leer o escuchar múltiples versiones del manuscrito fueron de gran valor
(…) César me ofreció críticas y análisis perspicaces al leer mis primeros borradores. Candy también
me apoyó muchísimo durante el trabajo de campo así como en la etapa de redacción. María me
brindó apoyo moral e hizo comentarios útiles en la fase final de redacción del texto (Bourgois, 2010,
p. 15).
En busca de respeto también contiene otras voces, voces que cobran una importancia fundamental en clave
de traductores, intérpretes e informantes, permitiendo volver más “denso” el entramado sociocultural de El
Barrio. La vieja idea de “hombres en el terreno” nos permite recuperar el papel de aquellos sujetos que
colaboran con el autor para comprender la complejidad de la vida en East Harlem. Philippe Bourgois destaca
la tarea del traductor Fernando Montero Castrillo, en tanto sus habilidades lingüísticas fueron necesarias para
la correcta transmisión de los tonos, los modismos y la sintaxis de las clases populares puertorriqueñas. Al
mismo tiempo, la lectura de las notas nos permite observar el asiduo intercambio que el etnógrafo realizaba
con trabajadores de distintos organismos públicos. La colaboración de Frank Vardi, del Departamento de
Planificación Urbana de la Ciudad de Nueva York, o de Kevin Kearny, del Instituto Neoyorquino de la
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Vivienda, tanto para la obtención de estadísticas o informes como para su interpretación, le permitieron
conocer al autor las múltiples lecturas posibles a que dichos documentos daban lugar. Bourgois explicita la
necesidad de contar con traductores, intérpretes e informantes que le permitan comprender la complejidad a
la cual se enfrentaba al abordar el mundo de la venta de crack.
Generalmente, observamos la voz del etnógrafo en clave de observador participante, sin embargo, En busca
de respeto nos permite individualizar la voz de Philippe Bourgois como padre, esposo y protagonista de la
vida en East Harlem6. En el capítulo 7 –“Familias y niños que sufren”– podemos observar narraciones sobre
la experiencia de vida de la familia del etnógrafo, que se focaliza en el modo en que ésta resulta afectada en
sus propias dinámicas.
Como padre de familia, aprendí la lección que deben enfrentar todos los padres y madres
trabajadores de El Barrio. Al igual que ellos, yo tenía dos opciones: abandonar el espacio público y
encerrar a mi hijo con candado en nuestro pequeño departamento, o afrontar la realidad de que
conviviríamos diariamente con las drogas (Bourgois, 2010, p. 277).
James Clifford considera que toda etnografía incluye una diversidad de descripciones, transcripciones e
interpretaciones que se deben a una variedad de autores, y se pregunta cómo es posible tornar manifiestas
estas presencias. Para responder a ello, recupera el análisis de Mijail Bajtín sobre la novela polifónica, la
heteroglosia y el descubrimiento de “un espacio textual donde se pueden acomodar la complejidad discursiva
y la interacción dialógica de voces” (Clifford, 2001, p. 67). Y se pregunta en tono dicotómico: el etnógrafo
en la tarea de retratar el pensamiento “nativo”: ¿utiliza el estilo libre indirecto flaubertiano, suprimiendo la
cita directa a favor de un discurso controlado que es siempre más o menos el del autor, o construye esas otras
subjetividades a través de una versión menos homogénea, con diferentes voces dickensianas? Bourgois
parece darle la razón a Clifford cuando este manifiesta: “Algún uso del estilo indirecto es inevitable, a menos
que (…) la etnografía se componga enteramente de citas” (Clifford, 2001, p. 67). La historia de los
protagonistas, sus opiniones y actitudes son presentadas en diálogos y relatos, algunas veces como citas y
otras como imputaciones del autor.
En busca de respeto es una polifonía con diferentes voces, pero esas voces ni están completamente
construidas sobre citas –como los trabajos de Víctor Turner– ni son pulidas en una prosa de informantes
intercambiables. Cada protagonista tiene su voz y su opinión sobre cada uno de los temas tratados. Las
historias de vida de los capítulos 5 –“La educación criminal”– y 6 –“Redefinición callejera del rol de los
sexos”– permiten reconstruir la historia de cada personaje y elaborar un retrato de su voz y sus opiniones
identificando las formas de expresión propias de cada protagonista.
La intersubjetividad de los diálogos requiere dar cuenta de la identidad de cada protagonista, de sus voces y
lenguajes, y de las intenciones y acentos que posee ese lenguaje. La utilización del léxico puertorriqueño –
previa construcción de un dialogo con el español estándar– y las descripciones en las que se explicitan las
actitudes corporales permiten construir un esbozo de polifonía, en la que cada protagonista tiene una voz,
una actitud corporal y formas de expresión diferentes, para lograr que ello se plasme en el texto.
Las palabras de la escritura etnográfica, por lo tanto, no se pueden construir como si fueran
monológicas, como afirmaciones autoritarias sobre, o como interpretaciones de una realidad
abstracta y textualizada. El lenguaje de la etnografía está afectado por otras subjetividades y por
resonancias contextuales específicas, puesto que todo lenguaje, en la concepción de Bajtín, es «una
concreta visión heteroglósica del mundo» (Clifford, 2001, p. 62).
Las situaciones compartidas y las resonancias contextuales específicas se reflejan en las construcciones
narrativas. En ellas, el escritor intenta reflejar las presencias de los sujetos, sus voces, sus acciones y el
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Metido de lleno en ese ambiente, pensé que era un buen momento para compartir el pequeño éxito
mediático que había logrado esa mañana: una foto mía en la página 4 del New York Post junto al
presentador de televisión Phil Donahue (…) Yo esperaba que esto impresionara a Ray (…) La foto en
el diario era una manera de legitimar mi presencia. Noté que Ray se contrajo e hizo una cara extraña
cuando le pasé el periódico, pero era demasiado tarde para detenerme. Yo ya había gritado: «¡Ey Big
Ray, mira mi foto en el periódico!», en voz alta para que todos escucharan. Media docena de voces
habían empezado a pedirle que leyera (…) Ray hacía un intento torpe (…) sus admiradores le
pidieron con más firmeza que leyera. «¡Vamos, Ray! ¿Qué pasa?». (…) En una ráfaga de lucidez, por
fin reconocí el problema: Ray no sabía leer. Desafortunadamente lo intentó. (…) la herida del fracaso
institucional que Ray cargaba desde niño (…) se había abierto repentinamente. «¡Coño, Felipe, me
impolta un carajo! Lárguense de aquí. ¡Todos!» Con torpeza, acomodó su cuerpo en su Mercedes
(…) y dio vuelta a las esquina (…) sin prestar atención ni a la luz roja ni a los traficantes que se
encontraban frente a La Farmacia y que con su semblante de sobrevivientes de Auschwitz esquivaron
el Mercedes y siguieron vendiendo cocaína, heroína adulterada, Valium y polvo de ángel (Bourgois,
201, pp. 50-51).
La narrativa detalla las acciones de los protagonistas y de los transeúntes en los contextos en los cuales se
desarrolla la observación participante. De esta manera, se intentan recrear los sentidos que las palabras y las
acciones de los protagonistas, los interlocutores, poseen en situaciones contextuales específicas, es decir, las
resonancias contextuales específicas que afectan el lenguaje de la etnografía. De forma más general, el
capítulo 2 –“Una historia de las calles de El Barrio”– construye una historia de East Harlem, de la
marginación y de la forma en que la venta de drogas se instituye en la actividad dominante y crea así el
contexto general en el cual podrán interpretarse los relatos, diálogos y observaciones incluidos en el libro.
8. Algunas reflexiones
La autoridad etnográfica fue objetada por la explosión de la teoría posmodernista en la antropología de los
años 80 y 90, con la denuncia de la jerarquía inherente a la política de la representación antropológica. Para
Bourgois, la deconstrucción de los adeptos al posmodernismo suele limitarse a una retórica hermética y
cerrada sobre la poética de la interacción social, sin un verdadero anclaje en las luchas cotidianas concretas y
las experiencias de sufrimiento: “La autorreflexión, reivindicada por los posmodernistas, resultó ser
necesaria y útil en mi caso: yo venía de afuera, procedente de las categorías dominantes de clase, etnia y
sexo, a intentar estudiar la experiencia de los puertorriqueños pobres en la inner city” (Bourgois, 2010, p.
43). La autorreflexión del etnógrafo debe cumplir un papel central en la antropología contemporánea.
Ahora es más crucial que nunca que los diferentes pueblos formen imágenes complejas y concretas
de los demás, y de las relaciones de conocimiento y poder que los conectan. Pero ningún método
científico o instancia ética soberanos pueden garantizar la verdad de tales imágenes. Ellas están
constituidas –la crítica de los modos coloniales de representación lo ha mostrado suficientemente– en
términos de relaciones históricas específicas de dominación y diálogo (Clifford, 2001, p. 41).
El texto de Bourgois constituye un experimento de escritura etnográfica que ejemplifica acabadamente el uso
de la noción deleuziana-foucaultiana de la teoría como caja de herramientas. La teoría que se construye es un
instrumento, una lógica de la especificidad de las relaciones de poder y de las luchas alrededor de ellas, y la
investigación se lleva paso a paso sobre la base de una reflexión –necesariamente histórica– acerca de
situaciones determinadas (Clifford, 2001, p. 41). Para Bourgois, el etnógrafo debe hablar abiertamente y
enfrentar el dolor aunque hacerlo perturbe e incomode. Debe documentar las estrategias ideadas para eludir
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las estructuras de segregación y marginación con la esperanza de que la antropología pueda ser un foco de
resistencia para enfrentar al poder.
…siempre está el peligro de que el análisis cultural, en busca de las tortugas que se encuentran más
profundamente situadas, pierda contacto con las duras superficies de la vida, con las realidades
políticas y económicas dentro de las cuales los hombres están contenidos siempre, y pierda contacto
con las necesidades biológicas y físicas en que se basan esas duras superficies. La única defensa
contra este peligro y contra el peligro de convertir así al análisis cultural en una especie de
esteticismo sociológico, es realizar el análisis de esas realidades y esas necesidades en primer
término. (Geertz, 1987, p. 40).
De allí la necesidad de presentar En busca de respeto como una etnografía cuyo silencio monofónico se
quiebra con voces insistentes, heteroglóticas, con el raspar de otras plumas (Clifford, 2001, p. 43), sin olvidar
que los personajes del libro ‘no son otros exóticos’ habitantes de un mundo irracional aparte, sino productos
made in USA” (Bourgois, 2010, p. 341).
En busca de respeto debe ser entendido en el marco de la “crisis” o “dispersión” de la autoridad etnográfica.
En su obra, Bourgois combina estratégicamente las características clásicas de los modos experiencial e
interpretativo de autoridad, e introduce algunos aspectos de la polifonía y el dialogismo, como forma de
provocación a las tradiciones antropológicas. Philippe Bourgois vivió cuatro años en East Harlem,
desarrollando su etnografía a través de la fusión entre un marco analítico general y la observación
participante como método, y practicando la “descripción densa”. Pero también pugnó por asentar en su obra
las voces de los protagonistas, transcribiendo las conversaciones, contextualizándolas y obrando como
interlocutor. Se ocupó de los contextos de la investigación y de las situaciones de diálogo, para luego
componer su obra en un taller de escritura. El resultado de ello, esa visión compartida de la realidad, se abre
hacia la autoridad del lector, creando así una etnografía que ningún modo de autoridad etnográfica puede
encasillar.
Los diálogos y las polifonías presentados solo constituyen una representación de esos diálogos y de esas
voces, y solo sirven para desplazar la autoridad monológica, para comenzar a quebrarla, nunca para
eliminarla. Michel De Certeau nos enseñó que entre el escritor y el lector existe una relación desigual, y que
es siempre el escritor, quien decide en última instancia qué se incluye y qué no. Sin embargo, es necesario
recordar que la etnografía es una actividad plural que se encuentra más allá del control de cualquier
individuo. Para James Clifford, la quiebra de la autoridad monológica requiere una etnografía dirigida a
diferentes tipos de lectores, requiere una apertura a lecturas no planificadas. “La teoría literaria reciente
sugiere que la capacidad de un texto para alcanzar sentido de una manera coherente depende menos de las
intenciones buscadas por un autor original que de la actividad creativa de un lector” (Clifford, 2001, p. 73).
Creemos que En busca de respeto constituye una etnografía que se abre a los modos emergentes de autoridad
basados en el dialogo y la polifonía, y que provoca en el lector dudas sobre la propia versión del mundo que
el autor presenta. En este ejercicio, Bourgois –aun como escritor que elige lo que incluye– dispara al centro
del concepto de autoridad etnográfica y “le pasa la pelota” al lector, lo que le otorga a la lectio el poder de
un acto creativo. Este acto creativo empodera a cada lectura. Cada acto de lectura tiene el poder tanto de dar
“autoridad etnográfica” a una obra, como así también, el de quitarla. Se puede repetir el nombre de la obra, el
nombre del escritor y el nombre del lector, pero no se pueden repetir los tiempos y los espacios en los que
cada una de esas obras fue escrita y, fundamentalmente, leída.
La etnografía está atrapada ineludiblemente en la red de la escritura, y debe afrontar la dificultad de traducir
las experiencias, las interpretaciones, los diálogos y la polifonía a una forma textual. En este punto, no
creemos en fórmulas mágicas, pero sí en la habilidad –y en la sinceridad– del autor para expresar sus
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decisiones, fundamentar sus selecciones, y contar detalladamente como obró en la edición de miles de
páginas de transcripciones. No pretendemos que nos convenza de lo verdadero de su imagen, sino que tan
solo queremos conocer lo que ignoramos, lo que el autor incluyó y lo que no. Bourgois sabe que es parte de
una discusión metodológica la forma en que se analiza el relato de los protagonistas, pero también sabe que
es parte de una discusión política la forma en que puede ser leída su obra, y es allí que elige devolverle la
responsabilidad al lector.
En el frontispicio imaginario de En busca de respeto vemos a Felipe, con un grabador en su mano, hablando
y tomando cerveza con Primo y César. Los tres están sentados en el capó de un auto, en la puerta del Salón
de Juegos, mientras Emiliano, el hijo de Felipe, corre alrededor de ellos. En este frontispicio, no hay un taller
de escritura ni una presencia sugerida detrás de las lentes fotográficas; el etnógrafo está ahí, ante nuestros
ojos, construyendo una etnografía mientras, simplemente, vive. Y más allá estamos nosotros, los lectores,
con un mundo lleno de claves de lectura por explorar.
Notas
2 “La expresión inner city surgió en los años ochenta en los Estados Unidos como un eufemismo de la
palabra «gueto», que sigue utilizándose en la lengua coloquial para referirse a los enclaves urbanos altamente
segregados como el Bronx y Harlem. No hay palabra en español que condense los significados culturales,
sociales y políticos que ha llegado a poseer esta expresión.” (Bourgois, 2010, p. 31).
3 “En realidad, decidí excluir varias conversaciones y observaciones que, pensé, proyectarían una imagen
exageradamente negativa de los vendedores de crack y sus familias fuera de su debido contexto. La mayor
parte de las descripciones que «censuré» tenían que ver con actividades sexuales. En varios casos, sentí que
los pasajes eran indudablemente pornográficos” (Bourgois, 2010: 375).
4 En la nota 3, Clifford advierte “No pretendo revisar nuevos estilos de escritura etnográfica que se han
originado fuera de Occidente (…) Mi análisis permanece en el interior, pero en los límites experimentales de
una ciencia cultural realista elaborada en Occidente” (Clifford, 2001, p. 75).
5 “Me mudé a El Barrio en marzo de 1985 y viví allí con mi familia hasta septiembre de 1990. Por razones
económicas tuvimos que pasar varios semestres académicos fuera de Nueva York, de manera que el total de
tiempo que estuvimos físicamente en el vecindario fue de tres años y medio, dos de ellos (de 1988 a 1990)
ininterrumpidos” (Bourgois, 2010, p. 377).
6 “… quiero darle las gracias a mi familia. Siempre le estaré agradecido a Charo Chacón Méndez por haber
emigrado de Costa Rica directamente a El Barrio, donde nos casamos justo al comienzo de este proyecto de
estudio (…) A nuestro hijo Emiliano le encantaba El Barrio. La calle nunca lo amedrentó” (Bourgois, 2010,
p. 17).
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