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NACIÓN Y SOCIEDAD EN /

LA HISTORIA DEL PERU


Peter F. Klarén
Capítulo VIII

La República Aristocrática
1895-1919 '

EL PERú ingresó ahora a un periodo singular en su historia moderna, signado por


un raro consenso político, una amplia estabilidad política y un crecimiento y de
sarrollo autónomos, por lo menos en un principio. Conocido por lo general en la
historiografía peruana como la «República Aristocrática», habría de extenderse,
con breves interrupciones, desde 1895 hasta después del final de la Primera
Guerra Mundial, en 1919. El consenso se derivaba en parte del pacto entre los
partidos Civil y Demócrata, que tenía grandes ventajas para ambos bandos,
siendo una de los más importantes la unión de fuerzas para derribar al opresivo
gobierno de Cá ceres. Por su parte, Piérola comprendió que sin el respaldo de la
emergente oligar quía civilista sería imposible gobernar. En cuanto a los civilistas,
Nicolás de Piérola pronto pasó a ser su «hombre a caballo», el caudillo andino
carismático, capaz de convocar un amplio respaldo popular y pacificar el país.
Sin embargo, en el largo plazo, los civilistas fueron los principales beneficiarios
políticos de esta alianza. Luego de que los cuatro años de gobierno de Piérola lle
garan a su fin en 1899, se sobrepusieron astutamente a sus rivales demócratas al
obtener el control de puestos gubernamentales claves y en particular del aparato
electoral, lo que les permitió alcanzar la presidencia en 1900. De ahí en adelante
lograron conseIVarla hasta 1919 mediante la manipulación electoral y otras tácticas,
salvo por un breve intervalo antes del estallido de la Primera Guerra Mundial.
Bajo el gobierno de Piérola el país logró un grado de modernización, diversifi
ción Y una expansión económi a impresionantes, provocadas por una conjunción
inusualmente favorable de factores. En primer lugar, el nuevo consenso político
no so'I O ·involucró a los dos partidos políticos más importantes, s·tnº que ªbare6
una amplia gama de intereses eco nómicos. Ellos incluían los de los hacendados
az careros de la costa, los de emergentes industriales y los de los comerciantes,
a.si como 11 e las elites comerciales y terrateni• entes de d.ismt· tas partes de la sie-
0sd

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Peter Klarén
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rra _ ,. esi d ad de crear un clima propicio para las inversio
Todos c01nc1d1an en 1a nec I nes
. . d ntrol social para as masas.. . .
Y mecanismos e co I d saceleración de la mvers16n extranJera despuésd
En segundo lug ar a volver hacia l. a .ó . e
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acumu
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1892 izo qu . .n ec onó mica . La demanda mternacional deu
ara sustentar la recuperac16 , d "d na
P d t •as pri·mas peruanas se levanto a me 1 a que Occidentes
amplia gama ema en i ón de 1893-894 e iniciaba un peno . dd d o e b' .
exp ansión eind-us
I d es
recupera ba de a epr r uanos ayudados por una tasa e cam favorable
tria! Los exportadoreS Pe ' . 10
,.
lue o de la devaluación del sol en 189 , lograron amph r la produc 1ony la venta
de productos agrícolas tales como azucar, lana, algodony c fé, as1 como de rni
nerales industriales-como cobre, zinc y plo mo. Las ganancias fuer?n entonces
reinvertidas en la modernización, como normalmente sucede, para incrementar
la eficiencia y la producción.
Sin embargo, en este caso las ganancias también fueron reinvertidas en las
manufacturas }ocales, a medida que los empresarios descubrían un creciente merca
do interno debido al alza de la demanda de bienes locales por parte de los
trabaja dores asalariados, y de bienes de capital, ambos en el sector
exportador. Por ejemplo, ya a mediados de la década de 1890 había 24,000
trabajadores azuca reros y 66,600 mineros cuyos salarios alimentaban la
demanda de consumo popu lar, abastecida cada vez más por fabricantes locales.
Del mismo modo, los bienes de capital para la construcción de ingenios
azucareros y fundiciones para la plata y el cobre eran manufacturados en
fundiciones locales, al igual que los equipos con que extender los ferrocarriles
hacia las zonas mineras.
Muchos prominentes hacendados azucareros, mineros y comerciantes expor
tadores estuvieron en la primera línea de esta tendencia manufa cturera. Por
ejemplo, el hacendado azucarero José Pardo, quien en breve llegaría a ser
presidente, igual que su padre antes que él, fundó y administró la fábrica textil
limeña La Victoria a partir de 1897. Ese mismo año, el empresario Eulogio
Fernandini desarrolló una de las más grandes fundiciones de la sierra central con
maquinarias arduamente
!levadas en recuas de mulas a su hacienda Huaraucaca. Pardo, asimismo, estuvo
mvo crado e l fundación de una serie de bancos y compañías de seguros que
movilizaron Y dmgieron capital a las manufacturas, y cuyas juntas directivas
incluían a muchos exportadores prominentes .
Podemos cuantificar de diversas formas esta poderosa aunque relativamente
reve, El
siglo. alznumero
en la industrialización
de emp por sustitución de importaciones de finales de
resas ubr anas que fabricaban bienes de consumo masi·vo
. . . y
· les
ta b, como. cerveza' ve}as, on, c1 garr1 llos zapatos camisas muebles, v inos
Ja
textile s se mcrem tó ' ' '
l . f en en sesenta por ciento entre 18 90 y 1902 . Muchas de
el as eran mnas artesanales de cal ¡ • · tes
extranJ·eros 'ital es reªativamente pequeña abiertas por inmigran
' o-peruanos en partieular, cuyos antepasados emigraron a urna
Vlll I L R públic Arista rálic , 189 '>-l 19 2f>7

entre 18 40 y 1870 a.nte d la u rr d.


l e rr·tco d 1879. :n formt1 irnilc-tr la
articipación d los bienesd consumo impo rta dos cayó de cincuent y ocho por
Pcientoen 1891-1892 a cuar nta y nueve por cie nto en 1900 y Ir e•mla y nueve por
ciento en 19?7. L caída fue especialmente marcada en los textiles más de cin-
cuenta por c1en!o- entre 1897y 190 7. Ella se debió a la apertura de cinco nue
vas fábricas textiles dea l o dó n n una sola década -de 1892 a 1902- 1 financia
days administradas por md stnales nativos como Pardo. La producción local de
te){tiles subió de men?: del cmco po,r ciento en 1890, a cuarenta y dos por ciento
en 1906. La produccion comprendia principa lme nte telas más baratas o de tipo
papular, lo que,indica la naturaleza de_ masas de la demanda local. En general,
para 1899 hab1a tal vez unas 15? fá bncas modernas que empleaban unos seis
mil trabajadores; unos cuantos anos antes, lo s industriales habían organizado su
propio grupo de interés -la Sociedad Nacio nal de Industrias- a i ns ta ncias de
Piérola.
Una red financiera ampliada que incluía bancos y otras instituciones crediticias
facilitó la movilización Y e l flujo de capital, tanto al sector exportador como al
manufacturero. El capital bancario se cuadruplicó en una década, y en 1896 se
abrió una bolsa de valores. El nuevo sistema financiero fue tan exitoso que en
1898 el gobierno logró financiar su déficit presupuestario fntegramente con la
emisión de nue vos bonos.
El programa eco nómico y fiscal de Piérola mejoró la tendencia hacia un cre
cimiento y desarrollo autónomos, así como a la centralización y mayor eficiencia
del estado. Por e jemplo Piérola elevó los aranceles para proteger las nacientes in
1

dustrias, e incentivó la construcción de caminos en el interior como un acicate al


comercio, al autorizar la movilización de cuadrillas de trabajadores de las comun ida
des locales de indígenas. Además, el sistema tributario fue reorganizado por comple
to, abandonándose el viejo tributo indígena y estableciéndose una nueva agencia
recaudadora estatal en reemplazo de la antigua práctica de arrendar el cobro de
los impu estos. La abolición de la contribución personal buscaba minar la base de
las rentas de las Juntas Departamentales descentralizadas de Cáceres. En su lu gar,
Piérola estableció un nuevo impuesto a la sal en 1896, un gravamen regresivo que
golpeó a las familias campesinas con tanta dureza como el antiguo tributo, pero
cuya renta ingresaba ahora directamente al tesoro nacion al. El nuevo impuesto
provocó una serie de protestas y resistencia popular, sobre todo en lugares como
las provincias de Huanta y La Mar, donde las violentas protestas campesinas fue
ron reprimidas brutalmente por las autoridades (Manrique 1988; Husson 199 2.)
Asimis m, o Piérola creó un ministerio de fomento, que inmediatamente em
prendió la revisión de la anacrónica legislación que regía el comercio y la minería,
Parte de la cual se remontaba a más de un siglo antes, a las reformas borbónicas
del tardío siglo XVIII. Ansioso por fomentar una cooperación más estrecha entre
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. d d . . Piérola estimuló a los exportadoresy a los mineros a
1
el Est dY la socie_ ª¿c 1bi1 'i organizaran su propia Sociedad Nacional Agrari
u e s1gu1eran a lo. s in Mes.Y ería Irónicamente, en sus polt1· 1cas
usqd · a
y la, Sociedad económicaªs apitian lista· civilista modern· izad or que un
Nac1áosna1 e trad1.• c1onalista
parecia ahora ser m une
católicPoore úhlitsimpaon,óPfiiléor.ola emprendió la l uerzas armadas,
· d as f
reestructura ción e
una institución que había arrojado una larga sombra sobree l curso político del
país desde la independencia. De hecho, en tanto que se trataba de una de las
po-
. t·t • es relati·vamente coherentes en el transcurso del siglo XIX, ella fue
cas ms 1 uc1on .
el estado mismo como di"eraSinesio Ló ez (1978: 1000). La guerray la dictadura
de Cáce ron el efecto de engrosar las filas de los militares y, después
del breve interludio del primer civilismo en la década de 1870, de devolverle su
papel preeminente como árbitro de la política nacional. Co_¡no segun o civil en
ocupar la presidencia en todo el siglo J'iérola era sumamente consciente e· @
necesidad
de poner bajo controLaesttl tán andino, rumque sólo f ra para su propia
su peiviven ci ca. ?'conse;:.u'; nuevo Presidente redujo el tamaño

--
ejército regulaer importó una m1s1on m1htar francesa ara ue reor arnzaray pro
del
--
fesionalizarala instirución. Un resultá'do importante de este esfuerzo fue la funda-
-
ción de una nueva academia milit ar en Chorrillos, en las afueras de Lima, para
que prepara al cue¡po cíeof1c1a es en os métQdos ytécnicas más novedosas de
la guerra mode rna .
Aunque el Pení experimentó un periodo de progreso económicoy estabilidad
política durante el mandato de Piérola, el país siguió siendo gobernado en forma
mayormente autocrática, patemalista y nada democrática. Por ejemplo, la enmien da
constitucional de 1890, que estipulaba que los varones debían saber leer y es cribir
para votar, fue confirmada por el Congreso en 1895, argumentando que «el
hombre que no sabe leer ni escribir no es, ni puede ser, un ciudadano en la socie
dad moderna» (citado en Mallon 1995: 275). Dicho en otras palabras, la comisión
original del senado sostuvo que «no es del interés nacional que muchos participen
en las elecciones, sino más bien que quienes participen sí lo hagan bien», una re
ceta perlecta para el surgimiento del gobierno oligárquico que sería la característica
de la «República Aristocrática».
., Basad: indudablemente tiene razón al pensar que el populayr carismático
P1erola perd10 una excelente oportunidad para integrar a las clases bajas al proceso
olítico nacio,nal. Es _muy probable que lo haya hecho porque, al igual que los se
nores del eru _colornal, él se veía paternalistamente a sí mismo como el padre
de
.su pueblo, Jactandose , a menud 0 , de que «cuando las personas e,stan en pe·1 ,gor '
vienen mI>>. Más recientemente, MaUon (1995) ha mostrado cómo tanto Cáceres
como P1érola consolidaron el nuevo estado moderno aliándose abiertamente con
sectores de1a eIase hacendada en d.iversas regiones del país, y °)as
reconstruyend
VIII/ La República Aristocrática, 1895-1919 259

relaciones jerárquicas de autoridad y de clientelaje desgarradas durante las guerras


erna y civil de la década de 1880. Donde dicha estrategia fracasaba, la
represión e la exclusión antes que la negociación Y la incorporación pasaban a ser
el mo us uivendi del Estado enmascarado como invariablemente estaba en un
discurso oficial que (<otrizaba» a las clases subalternas y a sus aspiraciones de
justicia y de
una mayor participación política.
No obstante el incremento de su autoridad y de su control, el gobierno cen
tralsiguió dependiendo a pesar de todo, del poder regional de los gamonales para
canse el orden en las provincias. Estando el descontento campesino momentá
neamente apaciguado tras las guerras, los poderosos clanes de terratenientes de
la sierra movilizaron sus «clientes» y lucharon por el poder local. Los vencedores
no solamente lograron controlar los cargos locales sino que además fueron «elegi
dos>> al Congreso, en donde respaldaban al gobierno nacional a cambio de un vir
tual cheque en blanco para gobernar como les placiera en sus localidades o feu dos
particulares. Este quid pro quo entre el estado central y las facciones terratenien tes
locales fue un rasgo definidor del sistema gamonal andino.
Hasta cierto punto la economía de la sierra participó de la recuperación
post-bélica del país -por lo menos inicialmente- liderada por la expansión de
la minería de plata en el centro durante La década de 1890. Esta actividad logró
revivir rápidamente después de la guerra y nuevos depósitos fueron descubiertos
y explotados por los empresarios nativos en Casapalca, en la década de 1880, y
en Morococha, en la de 1890. Para esta última fecha, la producción de plata ha bía
recuperado su nivel anterior al conflicto pero el colapso del precio de dicho metal
en 1892 y la suspensión de su acuñación por parte de Piérola en 1897,
afectaron adversamente las ganancias de la in dustria. Sin embargo, a comienzos
del nuevo siglo la exportación de este metal entró en un periodo de constante de
cadencia.
La demanda internacional de cobre eclosionó justo cuando las exportaciones
de plata comenzaban a caer a consecuencia de la segunda Revolución [ndusbial
de Occidente. Al igual que la plata, la minería de cobre en el Perú estuvo inicialme n
te controlada localmente. Sin embargo, esta situación habría de cambiard rátscia
mente poco después del cambio de siglo, pues una vez que se completó el ferro
carril central a la Oroya en 1893, los ricos depósitos de cobre de Morocochay Ce
rro de Paseo, así como la fundición de Casapalca, se hicieron accesibles al desarrollo
en gran escala.
F.stos procesos prepararon el escenario para la repentina aparición, en 1901,
de un poderoso sindicato de los EE.UU., capitalizado por las fortunas de
personas como los Vanderbilt, Hearsty Morgan, que empequeñecían lasd mie ns io
nes de
los capitales localese incluso rivaliz.aban con la capacidad financie ra deml ismsí mi o
90bierno peruano. En poco tiempo, la nueva corporación estadounidensecomp r ó
t r Klar n

\ rp d1 1111. 1 . Pd íd apalc
loe lmfinales
nte ndeCerro y Morococha,
la Primera y luego
Guerra Mund· 1
11. .
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· ·pal fund1c 1 . dustria cupn fera peruana, an tes controlad 'ª·
n n1 .
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m _ r pt.d ··p n tónC ea. 1. mde Paseo CopperC orporation, . ma rcó el inic• a
. rt de la eno
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1: americana en la industna m era que se extendó·

1 lm nt . . 1
etrac1ón 1 101 e m
d unf 1 d Pn d . lo XX De este modo , inales de la Primer
para
¡ _ e1sig de Cerro Verde, 1 h a
lo l I o d P1 1
.mercuarto

cobre . · de
M dial las n eas minas. a sur, abían sido ad
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d ¿· rsos depósitos de cobre, p1ata oro al norte fueron·
Y
..d Anacon a y ive
quma por l A .can Smelting and Refining Company.
comprad plorh
egun os 1s t
to:= económicos Thorp y Bertram (1978 : 85), a diferencia
· t·
ree no parece que 1os m ineros na 1 vos ayan visto
h
se
de lo que usualmen e see ' . . ó .
•tal extranJ·ero ya sea por una cns1s econ mica o por su
forzados a ven der al cap1 . l d . .
. ·¿ d d arrollar sus posesiones. Más bien, a d ec1s16n de vender. pa-
mcapac1 a para es . ' .
rece habersi•¿o ¿·tetada exclusivamente por el precio y las 1stmtas evaluaciones
hechas por los intereses mineros locales y los de los EE.U . sobre el potencial fu-
turo de la industria. Es más, los empresarios miner os nacionales que decidieron
vender amasaron una gran e inesperada ganancia financiera con la venta de sus
acciones.
Una pregunta sumamente compleja es si la toma extranjera de la minería
fue buena o mala para el país en términos económicos y en el largo plazo. La mi
nería de cobre probablemente se expandió con mayor rapidez gracias a la fuerte
inversión de capital y tecnología extranjeras, pero la repatriación de las utilidades
atrofió el desarrollo local. En el caso de Cerro de Paseo, el valor de retorno para
el periodo comprendido entre 1916 y 1937 alcanzó entre el cincuenta y el sesenta
por ciento de las ganancias, una cifra sorprendentemente elevada en L.atinoamérica,
en comparación con otras compañías del sector extractivo y propiedad de extranjeros
(en Chile, la cifra para las tres compañías de cobre más importantes fue de ape nas
treinta a cuarenta por ciento). Con todo, el dominio de la minería por parte de
compañías extranjeras como la Cerro inhibió el desarrollo de la experiencia y la
administración locales, e incrementó el nivel de dependencia económica general,
debido particularmente a la ausencia de regulaciones gubernamentales.
Dicho to, no puede negarse que hubo algunos importantes efectos multipli
cadores deb do la expansión regional de la minería de plata y cobre, por lo me no
en un ?nncipio, cuando el control local predominaba . De hecho, la expansión
estimuló cierto grado de p d , · . .
, ro uc c ion agran a y comercio a nivel local en la si erra
ce_ntratall asdicomo el cultivo de café a lo largo de la ceja de selva en las laderas
onen es e los Andes Las rt · ' ·1
es
dela G uerra d el Pacífico
· y 1902
expo t aciones
bI'é de
. café se cuadruplicaron entre finada
internacional A , am n incentivadas por una fuerte ciernan
· unque
nes salieron inevitabl Parte de las ga nancias
· procedentes de estas tres expo aci·
rt ·o
emente de la región y fluyeron hacia Lima y el extranjero,
VIII I La República Aristocrática, 1895-1919 261
quedaban las suficientes para generar una producción y comercio locales articulados
con el sector urbano, Y en general para vigorizar la economía regional. En consecuen
cia una nueva elite regional comenzó a configurarse en el centro conformada
tanto por mineros Y hacendados progresistas, como por comerciantes y arribistas
recién llegados de la costa .
A medida que las fuerzas del mercado se aceleraban en la sierra central los l

hacendados Y empresarios de mentalidad progresista buscaron ampliar sus tenen-


cias bajo cultivo y/o introducir relaciones capitalistas de producción para incremen tar
la producción Y maximizar las ganancias. Este crecimiento económico y deman da
de mercado llevó a la expansión de las haciendas y al proceso concomitante de
cercamiento de las posesiones de campesinos y comunidades. Manrique (1995:
197) sostiene que estas últimas eran vulnerables a dicho proceso tanto en el cen tro
como en el sur, porque el conflicto con Chile había drenado sus hombres y buena
parte de la producción agrícola para mantener el esfuerzo bélico. En conse
cuencia, muchas comunidades quedaron expuestas a la usurpación de tierras por
parte de los latifundistas competidores durante la recuperación de la post-guerra,
que estuvo encabezada por el marcado incremento de la exportación de lana.
Por ejemplo, el volumen de lana de alpaca y oveja se incrementó considera
blemente: de las 2 624 toneladas métricas producidas en la década posterior a la
guerra se alcanzó un máximo de 5,286 en la segunda década del nuevo siglo.
Dado que abarcaba tanto al sector moderno como al tradicional de la
economía, el modo de producción del comercio lanero del sur fue único. El grueso
de la pro ducción, principalmente lana de ovejas y alpacas de gran calidad,
provenía de los pastores campesinos representantes del sector tradicional del
altiplano, articulada por firmas comerciales con base en Arequipa que exportaban
el producto a través del sector moderno, fundamentalmente a importadores
británicos. Las haciendas de gran escala en el sector moderno asimismo producían
montos significativos de lana de oveja de baja calidad, completando lo que
esencialmente era una estructura triangular de producción e intercambio que
incluía a campesinos, comerciantes y hacendados. Estos dos últimos grupos
conformaban la elite económica del sur y tenían unas cuantas conexiones con las
elites regionales que se iban desarrollando
en el centro y norte.
Paralelamente al incremento constante del precio internacional de las
exporta- ciones después de la guerra, hubo un alza en el valor de los pastizales.
Esta situa ción desencadenó un proceso de concentración y consolidación de
tierras, ya que tanto el número como el tamaño de las haciendas se multiplicó a
expensas de las tenencias comunales indias y de los minifundistas. En su afán de
conseguir ganan cias, los latifundistas recurrieron a la cobranza coactiva de
deudas, así comoa la
Compra, para ·mcrementar el taman o de sus ha cie nd as . D.e hecho, el proceso de
end eudam1· ·ento fue tan difundido desde fmales de la Guerra del
t o y cercam1
en
Peter Klarén
262
. . Guerra Mundial, que hubo una expansión
Pacífico hasta el estalhdo de la Pri era dehaciendas en el altiplano de los den;...-h
áti n el numero r-u aa•
verdaderamente dram cae · . lo Manrique (1986) anota que el número
mentes de Cuzco Y Arequipa. Fbr e p 57 •aade3Azángaro
219 entre 1876 y 1915. De igual
de haciendas en Puno se incremen el número de la tifund ·
0
tró ue en la provmc1 ,
m o.Jacobsen encon q d 1820a entre 250 y 300 en 1920, principalmente
10s

subió de 110 en la décdada et to ivily perturbación económica posterior a la


durante el periodo de escon en
guerra en la década de 1880. , d .
,
mas este proceso no so'lo implicó que un gran numero. d e campesinos
.. in-
dígenas '.
Esperdiera acceso a sus rra s ya fuera en es o en mmtfundio s
eti' co ,murnda ,
. . .
sm b'é l laci·ones tradicionales de chentelaJe entre hacendados y
o tam I n que as re 1 ·
. h . · tensas debido a los actos altaneros de os pnmer os en su
, campesino
d s se 1 c 1eran .
busque a •mescrupulosa de ganancias· Como veremos , ambos hechos con. tribuyeron
conjuntamente al estallido de una ola de viole tas revuel as campesinas que se
propagó por la sierra sur durante la segunda ?:cada delsiglo XX. .
A pesar de que la recuperación y expans1on de algunas ex ortac1on s como
la plata, el cobre, el café, la cocaína y la lana en la posguerra tuv1ero u impacto
residual en las economías regionales de la sierra, su desarrollo econom1co global
palidecía en comparación con el crecimiento de las exportaciones costeras que
se dispararon durante las dos primeras décadas del siglo XX. De hecho, a fines de
la Primera Guerra Mundial, el grueso de las exportaciones totales peruanas se
concentraba en la costa y consistían, sobre todo, en azúcar (cuarenta y dos por
ciento), algodón (treinta por ciento) y petróleo (cinco por ciento). Al mismo tiempo,
el capital extranjero comenzó a predominar sobre los capitales locales, a medida
que la producción de cobre, plata y petróleo caía bajo el control foráneo, en tanto
que la de azúcar, algodón y leña permanecía en manos nacionales. Esta tendencia
fue particularmente desfavorable después de 1920, dado que el volumen y las ga
nancias de las exportaciones en los sectores mineros dominados por extranjeros
tendieron a subir notablemente, en tanto que la expansión y ganancia de las mis
mas se desaceleraron en el azúcar, el algodón y las lanas.
El lado bueno de estas tendencias fue que en la década de 1920 el Pen1 te
nía un sector exportador mucho más diversificado que el de sus vecinos que com
prendía cinco o seis productos importantes. Esta situación hizo que el país fuera
relativamente más resistente a las caídas sectoriales del mercado internacional.
En efecto, aunque la demanda de algunas exportaciones podía descender, otras
subían, ejerciendo un «efecto cojín» en la economía global. Lo malo de esta es
c a exporta ra erael alto grado de control extranjero y la consecuente repa·
triac1on d l utihda es, en lugar de su reinversión en el país.
_El pnnc, al cultivo de exportación de la costa era el azúcar, que se había ex-
pandido considerablemente en la década de 1860 · _ e tada a
, pero que se v io r u ec
co·
VIII I La República Aristocrática, 1895-1 1 2

mienzos de la década de 880 por el impacto de la Guerra d 1 Pacífico. Una f


de consolidación Y concentración tuvo lugar a medida qu la industri luch b
por recuperarse después de la guerra. Algunos hacendados quebraron y su propi
dades fueron compradas o tomadas por sus acreedores, los hacend dos sobr vi
vientes o nuevas familias de inmigrantes {por ejemplo, la familia italiana Larca y
la alemana Gildemeister) con acceso a fuentes externas de capital como ucediera
en el valle de Chicama, cerca de la ciudad de Trujillo en Ja costa norte.
La producción encaminada fundamentalmente hacia la exportación se dis
paró a mediados de la década de 1890 {en ochenta y tres por ciento en unos diez
años) y nuevamente después del estallido de la Primera Guerra Mundial (en e tenta
y siete por ciento), de modo que tal que el azúcar pasó a ser la mercancía de ex
portación más importante del país. Al mismo tiempo la industria tendió a concen
trarse en la costa norte, alcanzando el setenta y cinco por ciento de la producción
total a comienzos de la década de 1920. Debido la falta de estaciones marcadas
las condiciones climáticas son extremadamente favorables en dicha zona, lo que
también permitió a los plantadores iniciar economías de escala, contribuyendo a
su vez, al proceso de concentración de la tierra.
Es más, la industria desarrolló eslabonamientos -por lomenos en un
principio- con el resto de la economía mediante los progresos tecnológicos y la
formación de capital. Sin embargo, estos eslabonamientos se dieron únicamente
en el corto plazo, dado que después de 1900, la creciente meca niza ció n mantuvo
la fuerza laboral constante a lo largo de las dos décadas siguientes y los pagos
hechos al gobierno a través de los imp uestos siguieron siendo pequeños. Además,
la fonnación de capital a partir de las ganancias elevadas, en particular durante
la Primera Guerra Mu ndia l, fue reinvertida cada vez más en la expansión de la
capacidad exportadora con el errado supuesto de que el «bo o m» en la demanda
extranje ra ocurrido durante la guerra persis tiría . Un susta ncia l ca p ital azucare ro
fue retenido, asimismo , en ba ncos de ahorros extranje ros durante el co nflicto . En
consecuencia, la proporció n del valor de re to rno del azúcar cayó en el transc
urso de la Primera Guerra Mu nd ia l, pe ro el exceso de oferta mundia l y la baja en
los precios durante la década de 1820 hizo que las ganancias y la formació n
de
capital d is min u yeran.
El algodón fue otro importa nte cultivo de exportació n de la costa, que tuvo
mayores esla bo nam ie n tos de dema nda que el azúcar. La estructurade al indu s tria
algodonera dife ría del caso de la industria azucarera en que se tarta badeu nain
dustria estacional que dependía de la a pa rcería, denominad a yanaco na je( l oso
1 99.9) Los cultivadores de algo d ó n daban tierras a seto s a ar ce ca m b oi de
rso
lam ita d de cadac os ec ha , y contrataban trabajadores estacionales m1 antesp a
ra que tar baj ara n sus m e jo res y más fértiles camP?s. A nque l s pequenos c pe
sinso ni dep en d ie n tes también cultivaron algodon, la industria estaba dominada

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264 Peter Klarén
e la irrigación era crucial para el cul ivo
por los grandes• hacendados puesto qu
b tOdO 1 . casas comercm . les br'1ta'nicas como la Dun can
.
Los comerc1antes, so re as ·r ación del algodón brind
Fax y Graham Rowe llegaron a controlar la comercia lZ . . '. . an-
. d . n te un sistema cono cido com' d o
préstamos necesari. os me 1 3 rta
do loshab1htac16n. · .
El cult ivoy 1aexpo c1·6n del algodón se expand.ieron ráp1
amente .a. lo lar-
go de la costa desp,ues de Ia G uerra del Pacífico. El p. enado. de may. or crec1m1e nto
fue entre 1905 y 1920, cuando alcanzó en promedt el diez por c1e to anu l. La
pro d ucc1·6n para el consumo ·1ntemo también fue impo rta nte ,. a d1fere.
nc1a del azúcar, luego del surgimiento de la industria textil alg one e ma. Por
Jemplo, la producción destinada a las fábricas limeñas sub1o del d te ci s i te por
ciento en
1901al veinticuatro por ciento en 1904. El cultivo de algodón tendió a
concentrarse en Cañete e lea en la costa sur, donde desplazó al azúcar y los
viñedos como el cultivo comerci l preferid o. La industria recibió un considerable
estímulo entre 1908 y 1912 cuando el cultivador Fermín Tangüis produjo una
planta resistente a las enfermedades que estaba especialmente bien adaptada a las
condiciones ecoló gicas de la costa central y sur . Las áreas dedicadas a la
agricultura del algodón si guieron creciendo gracias a la introducción de la
variedad tangüis, así como a la
caída en el precio del azúcar después de la guerra, sobre todo en el departamento
de Lima, donde desplazó a esta última como cultivo comercial.
El valor de retorno del algodón resultó ser significativo, dado que la parte
del león de las ganancias fue acumulada por los productores, incluyendo al gran
nú mero de campesinos o yanaconas. Es más, un número cada vez mayor de
trabaja dores migrantes bajaba de la sierra en la temporada baja, entre la siembra y
la cosecha, y obtenía una ganancia adicional con la cosecha del algodón. Para
1916, el número de trabajadores algodoneros inmigra ntes había subido a 21,000,
y a 41,000 en 1923. Cuando ellos regresaban a sus comunid a d es en la sierra
después de la cosecha, llevaban consigo ganancias que reinvertían en sus propias
parcelasy gastaban en actividades comunales, como las festividades religiosas.
En lo que respectaa los grandes productores, estos no solamente proporcionaban
ma ter i as primas para la industria textil doméstica, sino también otros derivados
del algodón queer an procesados y convertidos en aceite de semillas de algodón,
jabóny ve l a.s Aunque muchos productores fueron activos en el desarrollo de es
tas nacientes industrias, su actividad empresarial dentro la economía mayor y su
p_eso polí coa nivel nacional no eran comparables con el de sus contrapartes de
la mdustria azucarera. En suma, las ganancias algodoneras brindaron un estímulo
signif!c tivo para el desarrollo tanto de la manufactura interna como del mercado
domes tico .
Otro producto de ex portac1·'on p d · · ·'
. re ommantemente reg10nal, pero de durac1on
relativamente corta, fue el caucho de los bosques tro · 1 d l Am ' al
oriente (Stanfield 1998) El co . d pica es e a azoma
· mercio el caucho se caracterizó por un ciclo de au-
V1IJ I La R pública Ari tocr tica. 1 -1 1e 2

g d pr ión relacionad o con la demand Y I el .


. pro n mt m
.
1cc1
lug r a ?ocos eslabonamientos internos con la economf dom 11 p1
e pans1ón del caucho fue desatada poi· un <<boom)) n emand d
ud
Occidente ni du s tria lizad o e las gund mi ta d del iglo IX. n I
1880 se co.menzó a explotar s1stemáti mente en J.::.:.
Arn zo,m ras1¡en y n1 n
b
La i nd us. tn a . tal como se de. sarrolló fue extremadame nte pn· ad a no n
·t
m1 1 va,· b
la organización de pla taciones sino en la reco lec ció n de los árboles de gom d1-.-
persos por to ala región hecha por trabajadores ind ios . El vertiginoso aumento
de su producción que en 1912 alcanzó las 3,200 toneladas anuales . alrededor del
treinta por cie nt o de las e xportac io nes totales provocó que se amasaran grande
for tunas . Como refle jo de este próspero come rcio, el asentamiento de [qui tos pa só
de ser una pequeña ald ea de pesca d o res con doscientos habitantes en 1851 a
convertirse en una peq ue ña ciudad con una població n de veinte mil hacia la Pri
mera Guerra Mundia l.
Sin embargo , d urante este conflicto los p recios internacionales comenzaron
a caer, a medid a que las pla n ta cio nes más eficie n tes de l Le ja no Este acaparaban
el grueso de la p ro d ucc ió n, y la oferta mund ia l p ronto supe ró a la de ma nda. En
consecue ncia, la eco n o m ía regio n a l am azónic a , que vio cómo la mayor parte de
las ganancias pro ce de ntes d e l co me rcio e ran gastadas en importa cio nes de lujo
para mantene r los os te n to so s es tilo s de vida de lo s b a rones del caucho (Ca rlos
Fitzca rra ld o , J ulio Ara na y lo s inmigrantes Kahn y Vícto r Is r ae l}, colapsó y se hun dió
en el esta nca mie n to . Sin embargo, los grandes perdedores f ue ron los miles de
trabajadores ind íge n as ines cru pulosam ente uncidos a la producció n y que falle cie
ron por el exceso de traba jo , la d es n utrició n y las enfe rmed ades. El grado de ex
plotación de la mano de obra en la región fue tal que produjo un escándalo inter
nacio nal debido al trato dado a los indios locales a lo largo del río Putumayo por
la Peruvian Amazon Company, entre 1908 y 1912 . Al final el «b oo m» del caucho,
que ya había concluido en 1920, tuvo muy pocas consecuencias duraderas. Sin
emba rgo, sí ayudó a perpetuar el mito de un Dorado amazónico de riquezas y
re cursos potenciales ocultos, que en el futuro de algún modo podrían ayudar
asa
car al Perú de su crónico subdesarrollo.
La indusbia petrolera fue otro sector de la economía peruana, rica en mre can-
cías primarias, re pe ntina m e n te estimulando por una súbita de a da extr jeray
un valor creciente. Ésta cayó fuertemente bajo el yugo del domm10 extranJero, e
muc ho mayor medida que la industria del cobre. Confinada en el extremo norocc1-
dental del país, la industria petrolífera databa de la ?écada de1860 , pero comenzó
a desarrollarsea finales de siglo . Negritos fue de leJOS el campo más grande _Y pro-
· t ,. d se de un cincuenta y nueve por ciento de la producción to-
ducti vo, mcremen an o ll
ta l en al década de 1890 a un ochenta por ciento en la de 1920. En genera,a
producción de petróleo creció espasmódicamente durante la década de 1890y a
Pt t rl<lor n
266 l d pegó n 1904 aci · le d m nd
.ream d s1 i glo XX pero 1 e nte so etse Los prec.io
1eron e nt de 1
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1 ' ·¿ nte crec 1en .
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mternac1o na inte rna ráp1 a ren . t e 1cto
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P 1rime r aG ue rra Mu nd ia lp, er . o egose es an (N • y z orritos
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1 tr nsporte.
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la décadaráde pid189 0.
a mente a dq um . . 6m cos
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una aislada región enclave
extranjero. Los o ntra d
ª en 1 ' d ' 1 l S
Pri me ra Guerra Mun 1 a , a tandard
camposes ene
bna
. d Li Poco antes e aI ,
a seiscientas millas e ma. c am pos pe trohfe ros peruanos, el más
nzó a comprar . . .
Oil de Nueva Jersey . d p r o piedad britá nica , y consolidó sus
importante
come de los cuales fueNle gl rittos, at onal Petrole um Compa ny (IP C), una
posesiones baJ.O trol de a n ern
1 con d d
e
. d la Jersey Stan ar ·
d
subsidia ria cana tense e . ie n tes décadas f uero n extre mad a mente
gananc ·
ais de la IP C en 1 asitasigu
ntem e nte ba jo. Por eje mplo, T orp y Ber-
Las
altas y el valor de h retorno fu co ; la contribución de la IP C e n d ivisas extran
tram estiman que entre 1f91 1 rt 1rn'enteine xis tente . En ese mismo la pso las ga-
. la economía loca ue vi ua h •
Jerasª
na ncias lle . garon a seten t a opr cein to' con costos laborales . ded oc d o por. cie nto,
. ¿1 e si p o r ciento e insumos importa os e qumce por
pagos
. al gobie • rno e
t apenass b . . h b'
c ie nto Los 1 mpu e s os e ra n esca ndalosa mente aJOS, smo que no a 1a
, l o
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no so
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ningu n a reg , · gub er na me ntal. Dadas sus grandes gan ancias, l a I PC
t a c1 o n . . fl .
amen
,, ·
pod i a as ignar esfo n dos para com prar la amistad de los gobiernos e m u1r
d
gran
impunemente en la le gis la ció n.

El surgimiento de la oligarquía

Un gran corpus biblio gráfico , que data de la década de 1960, atribuye el crónico
subdesarrollo peruano en el siglo XX a la formación de una red estrechamente en
trelazada de personas acaudaladas, con intereses y orie ntacio nes id eo ló gicas
simi la res , que llegaron a ejercer el dominio político y eco nómico d e l país luego
de la Guerra del Pacífico. Esta elite cerrada y paternalista (también denominada
«burgue sía » o «pl utocracia »), formada mediante el matrimonio entre un pequeño
círculo de prominentes familias, no sólo ganó supuestamente el control del Estado y
sus recursos durante la República Aristocrática, sino que los usó para promover sus
propios intereses individuales y de clase . Es más, la condena sugiere que faltó a
esta elite un «proyecto nacional>> para el desarrollo; que optó por una política de
fomento de las exportaciones en vez de la industrialización; que operó «irracional·
n:iente» en for a-aristocrática y «rentista»; y que se alió con los gamonales de la
sierray l s p1tahstas extranjeros para asegurar su control sobre el pafs y prom
over
sus propios mtereses de clase, limitados y ego ístas . El resultad, o según esta postura
dependentista, fue una sobre-especialización en la producción de mercancías para
VIII I La República Aristocrática, 1895-1919 267

la exportación, controlada por la elite, y una excesiva dependencia en el capital y


los mercados extranjeros que creó una peligrosa subordinación económica y puso
en riesgo el país.
No cabe mucha duda de que una oligarquía, conformada por exportadores
y empresarios limeños vinculados a la economía exportadora en desarrollo, surgió
en el Perú a finales del siglo XIX. Conformada por unas treinta a cuarenta familias
notables con grandes intereses en la costa, este grupo y su expresión política -el
reconstituido Partido Civilista-·fue descrito por Basadre como sigue:

... pertenecían a este partido los grandes propietarios urbanos, los grandes ha
cendados productores de azúcar y algodón, los hombres de negocios prósperos,
los abogados con los bufetes más famosos, los médicos de mayor clientela, los
catedráticos, en suma, la mayor parte de la gente a la que le había ido bien en la
vida. La clase dirigente se componía de caballeros de la ciudad , algunos de ellos
vinculados al campo, algo así como la criolla adaptación del gentleman inglés.
Hacían intensa vida de club, residían en casas amobladas con los altos muebles
del estilo Imperio y abundantes en las alfombras y los cortinajes de un tiempo
que no amaba el aire libre y vestían chaqué negro y pantalones redondos fabrica dos
por los sastres franceses de la capital. Vivían en un mundo fel iz, integrado por
matrimonios entre pequeños grupos familiares ... (1968-69, XI: 127)

Según Gilbert (1977), en el núcleo de esta elite, un grupo informal, conocido


co mo los Veinticuatro Amigos, se reunía regularmente en el exclusivo Club
Nacional para discutir el manejo de los asuntos nacionales. Incluía a dos hombres
que ocu paron la presidencia por un total de veinticuatro años (José Pardo y
Augusto B. Leguía), por lo menos ocho ministros, entre ellos cinco de hacienda,
tres presidentes del senado y los propietarios de los dos principales diarios de
Lima. También se obtenían presidentes en los restos de las viejas elites regionales
(Piérola y Eduardo López de Romaña del sur), así como entre los oligarcas del
guano y del nitrato de antes de la guerra (Manuel Candamo y Guillermo
Billinghurst, respect ivamente). Es más, dos de las más poderosas familias de la
oligarquía tenían diversos intereses económicos: los Aspíllaga en el azúcar, el
algodón, la minería, la banca, los segu ros y la construcción de navíos, y los Pardo
en el azúcar, la banca, los seguros, los inmuebles y las manufacturas, pero la
mayoría tenía como base una actividad económica particular. En términos
sociales, la oligarquía formaba un grupo cerrado, cohesivo y estrechamente
entrelazado -virtualmente una casta cerrada- ligado por los vínculos familiares y
de parentesco .
Cultural e intelectualmente, la oligarquía contaba con otras características
definidoras que se derivaban directamente de la influencia de la Europa de la Be lle
Epoque, hacia el cambio de siglo. París fue la Meca de la elite peruana, un he cho
ilustrado por la carrera literaria del joven aristócrata Francisco García Calderón,
268 Peter Klarén
. voceros. Hijo del presidente durante \a ocu.
uno de sus más ilustres Cald ón pasY6
f intelectuales
pación chilena, Garca or parte de su vida adulta en Fran-
1a may
d ºb'ó l ' í era ser el marn·t·1esto político de su clase. Redactado cta
na.
done escn 1 o que ven ª
da sorprendentemente en francés Y es añal, Le Pérou contemporaine( 1907)
no en p b' 1 l't·
expresaba una perspe.ctiva tO ta lmente elitista del go 11 derno y ·a pbo 1 tea que
des. denaba las masas, que s,enan controladas por lo que e e1 nommaá ·a
«cesarisrno democ,ra. tlco», esto es e1 gobº1ern0 de una elite natura autocr
hca, aunque
pa ternalís ta . . . ,,. d
Esta e1ase d an te , guarnecida feliz en Lima .en como o esplendor,
omm • su,
era d e1 todo euro,cen tr1· ca y afrancesada , pero s1. sabia algo del resto del
apenas.
país, salvo por las vis itas ocasionales a sus haciend s (pnnc_ipalmente en la cost.a)
En consecuencia, su le jan ía social de las masas Y la imagen nherent ment racista
de los indios y otras castas se vio acrecentada por su total ignorancia del interior,
al cual muy pocos de ellos conocían de primera mano. Muchos, como la esposa
de González Prada (quien a su vez jamás visitó la sietTa), se espantaron durante la
Guerra con Chile cuando miles de reclutas indios «invadieron» Lima a pedido de
sus patronos, en un último intento de defender la ciudad del enemigo. Para ellos,
el vasto interior peruano y su campesinado oprimido constituían una «barbarie»
imaginada, que coincidía perfectamente con la famosa caracterización que D.E
Sarmiento hiciera de Argentina. De igual modo, Lima representaba la «civilización»,
en donde según el viajero decimonónico estadounidense Squier, por cada tres de
sus habitantes más acomodados que conocían el Cuzco, otros treinta habían
agraciado las calles de Londres.
Lo que puede cuestionarse en esta formación oligárquica del temprano siglo
XX no es su existencia, sino el rango de su alcance y la extensión de su dominio
político. Como veremos, la historia política del Perú entre 1895 y 1919 no sugiere
semejante omnipotencia. Fue, más bien, un periodo desgarrado por los conflictos
políticos, el faccionalismo y las rupturas partidarias, incluso dentro deldominante
Partido Civil que ganó la presidencia en 1904 y la conservó, con algunas interrup
ciones, hasta 1919. Este conflicto se debía, en parte, al personalismo y a las in
tensas rivalidades individuales y entre los clanes que caracterizaban la política pe
ruana. Víctor Andrés Belaunde, uno de los prominentes intelectuales conseivadores
peruanos de comienzos del siglo XX, llamó la atención sobre esto al señalar que
«no se debiera tomar en serio a los partidos políticosy, aún menos lo que se les
atribuye como programaso características. Nuestros partidos son ... sustantivos
abstractos, agrupaciones personales inconsist ntesy efímeras» (citado en Miller
982: 105). Tres de los primeros partidos políticos peruanos estuvieron basados
• t,,.egramente,,.en la lealtad personal a un caudillo: Cáceres (Constitucionalista),
Pi_e ola (Democrata) Y Durand (Liberal). Hasta en el más institucionalizado Partido
Civil podemos distinrn 1ir va · f · . cí-
::s'-'-' nas acciones diferentes en torno a una persona espe
VIII I La República Aristocrática, 1895-1919 269

fica: los que seguían a Augusto Leguía, Rafael Villanueva y los Pardo, para no
mencionar sino unos cuantos.
En el Congreso encontramos manifestaciones políticas similares; los presi
dentes Piérola, Leguía Y Pardo consideraron que era conveniente colocar a sus
hermanos en posiciones claves del mis mo. Semejante gusto por el personalismo y
el clientelaje fue satirizado contundentemente por González Prada, quien caracterizó
el primer gobierno de José Pardo (1904-08) del siguiente modo: «José Pardo en
la presidencia, Enrique de la Riva Agüero como jefe de gabinete, un Felipe de
Osma y Pardo en la corte suprema, un Pedro de Osma y Pardo en el puesto de
alcalde del municipio, un José Antonio de Lavalle y Pardo en el puesto de fisc al, un
Felipe Pardo y Barreda en la legación en los Estados Unidos, un Juan Pardo y
Barreda en el Congreso» (citado en Miller 1982: 106). Para este sardónico autor
se trataba de una dinastía retroactiva, decreciendo la inteligencia de sus miembros de
genera ción en generación, mientras que su vanidad y orgullo se incrementaban.
Más allá de la evidente antipatía de González Prada por los Pardo, sus ob
servaciones resaltan la fuerza impulsora del sistema político: la inclinación a ejercer
el control sobre el botín estatal para satisfacer los intereses personales, familiares
o del clan. Como dijera otro observador contemporáneo, «la administración pública
es una cadena de compadres» en la cual, aludiendo nuevamente a los Pardo, «pa
ra ellos el gobierno es como una hacienda, con un patrón, empleados y peones»
(citado en Miller 1982: 113). La lucha por crear y controlar tal red de patronazgo
era intensa, desde la presidencia al congreso, y ella abría el camino para fuertes
rivalidades personales que podían minar severamente la cohesión oligárquica.
Además de las rivalidades personales, las divisiones también seguían líneas
económicas o regionales. Burga y Flores-Galindo (1979), por ejemplo, sostienen
que podemos distinguir tres grupos en la oligarquía: uno con base en el azúcar de
la costa, otro en los mineros y los latifundistas de la sierra central, y otro más en
el comercio lanero del sur. Otros ven a la oligarquía como una entidad
conformada principalmente por hacendados, exportadores, empresarios y
banqueros costeños, que se cohesionaban en Lima en torno al Estado y que tenían
vínculos con el ca pital extranjero (Flores-Galindo et al. 1978). El poder
económico y la cercanía al gobierno facilitaban la penetración oligárquica y su
control del centro, en tanto que las alianzas con los gamonales de la sierra
aseguraban el control de las pro vincias circundantes, en donde el alcance del
gobierno central seguía siendo débil
y tentativo.
Gorman (1979), otro historiador, sostiene que l olig rquía re?resentaba
múltiples intereses sectoriales distintos, en una econo 1a nac1 al no1 tegrada y
extremadamente heterogénea. Sin embargo, los partidos pohticos existentes no
lograron mediar entre estos intereses disímiles a nivel de la política estatal. Las
evidenciasa favor de esta última posición son bastante amplias cuando considera-
270 Peter Klarén

mos simplemente las divisiones exis tentes entre los intereses agra rios . Por ejein l
los hacendados delazúcar y e l algodón discrepaban vehementemente sobre cu

º•
a:b
nes puntuales, tales como quién debía pagar impuestos. Lo crucial para
grupos era un acceso lo bastante amplio al Esta?? co o ª:ª asegurar el control
sobre los funcionarios locales cuyos poderes pohc1ales, JUd1c1ales y de distribució
de las aguas constituían puntos ne urálgicos para los intereses de los hacendadon
Claro está que la oliga rquía sí tenía una mentalidad y perspectiva común en i5'0
que respecta a las cuestio nes más amplias del papel del Estado en la sociedad
10
la ne ces id a d de co ntrola r las clases popula res .
Si las fue ntes de desa cue rdos y disco rdia dentro de la oligarquía fueron múl
tiples en este pe rio d o , es en el Co ngreso do nde parecen ser claramente evide nets.
E l n úm e ro de min istros depuestos entre 1886 y 1919 fue notablemente ele
vado: s e gú n una c ue n ta , cincuenta y siete de justicia , sese nta y cuatro ministros
de geu
rra, sesenta y cinco de hacienda y setenta de gobie rno. Es más, la legisla tura tam
bién rechazó los presupuestos enviados por el presid e n te para su aprobació n en
1901, 1903, 1911, 1914y 1917, y derrotó una serie de otras im po rtan tes iniciativas
presidenciales. Esta discordia se debía principalmente al hecho de que la elite cos
teña y el presidente debían compartir el poder en la le gisla tur a c o n un número des
proporcionado de representantes de la clase gamonal del inte rio r. Aunque ello tra jo
consigo cierta interdependencia entre las elites coste ñas y los gamonales de la sierra
en lo que respecta al control social, también explica las divisiones sobre cuestiones
específicas que afectaron a la oligarquía y la economía de exportación, que iban
desde el patrón de oro y las leyes bancarias y monetarias , a los impuestos a las
exportaciones y las concesiones a extranjeros.
Si bien la oligarquía no era omnipote nte , fue más moderna y empresarial de
lo que hasta ahora se ha dicho. La postura dependentista plantea que ella fue
una clase social regresiva de mentalidad rentista, que inhibió el desarrollo y fue
incapaz de promover la modernización. En forma revisionista, Quiroz (1993) sos
tiene que por el contrario, fue una clase dinámica y empresarial que actuó en for
mas mayormente racionales y capitalistas, y que diversificó sus actividades económi cas
tradicionales del comercio y la agricultura a las finanzas, las manufacturas Y el
desarrollo urbano. El hecho de que la economía peruana titubeara en la década de
1920 y mostrara serios problemas estructurales, la dependencia entre ellos, se
debió, no al presunto comportamiento anacrónico y señorial de esta oligarquía,
sino a otras causas.

P
Es más, a esta oligarquía progresista no le faltó un proyecto de desarrollo
capitalista para l Perú, como han soste_nído usualmente los depen?e;1tistas.
sando que el a1s cont ba con un m:?10 natural partíc larmente 1d n o pat la
desarrollo agncola y mmero, las pohticas que prescribio para el crecimiento Yd
modernización subrayaron la liberalización de las prerrogativas patrimoniales e
= 1
VIII I La República Aristocrática, 1895-1919 271

Estado; la atracción del capital extranjero; la mecanización de la producción


agraria Y minera; el desarrollo de la infraestructura como líneas férreas carreteras
y obras de urbanización; la construcción de grandes proyectos de riego; y la atrac ción
de la inmigración europea, de preferencia anglosajona. También fue impor tante la
asimilación de las propiedades corporativas pertenecientes a la Iglesia y
las comunidades indias al sector moderno de la economía así como de los
1

latifundistas «feudales», y la integración de la población indígena a una moderna


fuerza laboral asalariada que sería capaz de fomentar la producción y el crecimiento
capita listas .
En vis ta de este programa de desarrollo y el uso del Estado para impulsa rlo,
podría cuestionarse la interpretación liberal y evolucio nis ta que la elite supuesta
mente tuvo de la relación entre el Estado y la sociedad . Esta postura, tal como la
expresara un investigador que ha estudia do el pensamiento económico de la
elite, sugiere que la oligarquía creía firmemente que «el destino de la sociedad se
decid e f undamentalmente en el nivel individual y el Estado no es sino un factor
orientador, que no tiene ni los med ios ni la responsabilidad de predeterminar, y
mucho menos realizar, un tipo de sociedad particular» (Gonzalo Portocarrero,
citado en Lave y Jacobsen 1988: 145). Sin embargo, semejante tipo ideal de
liberalísmo clásico de
laissez faire era, en realidad, mucho más complejo y complicado. De hecho, Ja
cobsen (1988: 146; 1993) sostiene que lo que caracterizó al gobierno de la elite
durante la República Aristocrática, fue una combinación mucho más proteica de
los enfoques liberal e intervencionis ta, en lo que respecta a las cuestiones económi
cas y sociales. Esta posición ciertamente encajaría con las tradiciones patrimonial
e intervencionista del estado peruano, así como con los patrones personalistas y
clientelistas del comportamiento político de la elite antes mencio nados . Tanto Ja
cobsen {1993) como Trazegnies (1980) enfatizan estas tendencias contradictorias
(liberal y tradicional) de la oligarquía y sugieren que en el Perú, ella buscó llevar a
cabo una modernización de tipo tradicional.
Buena parte de la fuerza impulsora del programa de desarrollo liberal y ca
pitalista de la elite se derivó de su reacción a las desastrosas consecuencias de la
Guerra del Pacífico. Ella vio no sólo cómo su patrimonio nacional era tomado, si no
que además, su control absoluto del país se evaporó momentáneamente ante un
invasor extranjero y un difundido levantamiento popular. Para evitar la repetición
de semejante calamidad en el futuro, la elite pensó que el Perú debía fomentar
unas sólidas políticas liberales y fiscales, diseñadas para d a oll r-nuevas f e tes
deriqueza que reemplazaran a la desastrosa sobre-especiahzac1on y los habites
derrochadores de la era del guano.
Esta nueva actitud fue resumida por Augusto B. Leguía, el ministro de hacien-
da( 1903-1908)y un prominente vocero de la elite civilista progresista, al
afirmar que «aquella próspera y cómoda situación [la era del guano antes de la
guerra]
272 Peter Klarén

sólo parecía serlo· estábamos si• end o eng-ana dos , seguimos e. ngañados y así sucum-
. b1mos. Hoy no v1·V·1mos con 11·be ra1·idad pero tenemos honestidad. . Nuestro. s
presu- puestos están equ1·11·b rad os». Otro miembro de la elite, Ma.nuel Vic. e.n.te
V11larán' un ·c1v1·11· s ta progres1·s ta y ca ted ra't·ico de derecho de inclina. ción
pos1, hv1sta en la Universidad de San Marcos, expresó el nuevo espíritu capit ltsta
d la ep ca trust
al afirmar que «ya no son los cañones los que logran _el triunfo, smo, c rt lesy
comptoirs» y que «para nosotros hoy la riqueza es mas u asunto de d1gn dad,
honor y tal vez independencia, que una cuest ió n de comodidad Y cultura» (citado
en Quiroz 1984: 54). Claro está que semejante forma de ver las cosas inevi ta bel
mente llevó a la oligarquía a forjar vínculos o alianzas con el capital extranjero,
virtualmente la única fuente de inversió n disponible para desarrollar la economía
peruana, rica en diversos recursos na turales .
Pero unas serias fisuras políticas se manifestaron en la oligarquía a comienzos
de la República Aristocrática, incluso cuando se justificaba al capitalismo lbier a l
como un med io con el cual modernizar al Perú y fortalecer a la clase dominante.
El acercamiento entre los rivales demócratas y civilistas, que permitió a Piérola
triunfar en la «revolución del 95», comenzó a derrumbarse rápidamentea medida
que los civilistas, bajo su astuto líder Manuel Candamo, maniobraban para alcanzar
la primacía en la coalición gubernamental. En 1899, ambos partidos acordaron
un candidato que sucediera a Piérola: el hacendado sureño y demócrata Eduardo
López de Romaña (1899-1903). Sin embargo, los civilistas alcanzaron el control
de la mayoría de los cargos políticos importantes durante su gobierno, incluyendo
el crucial aparato electoral de la Junta Electoral Nacional. Ello permitióa Manuel
Candamo, el jefe de este partido, ganar la presidencia en 1903. Desde entonces
hasta 1919, la historia política del Perú estuvo esencialmente dominada por el
Partido Civil.
Sin embargo, su dominio no puso fin a las divisiones oligárquicaso al faccio
nalismo político, pues el partido mismo se había dividido en grandes facciones.
La división seguía fundamentalmente líneas generacionalesy personales, antes
que ideológicaso p rogramá ticas . La generación más vieja, encabezada por el di
rigente partidario Isaac Alzamora, luchó por controlar el partido en contra del de
safío de una generación más joven, dirigida por José Pardo, el hijo del primer pre
sidente ivilista Manuel Pardo. Candamo había logrado mantener la paz entre las
dos facciones enfrentadas, pero su repentino decesoa comienzos de 1904 desen
cadenó una fe: z}ucha en t rno a la elección de su sucesor. Pardo ganó la puja
en
de 1904y pac1f1co momentaneamente las facciones durante sus cuatro años
gobierno.

, En 1? 8, Pardo el gió al ern resario y «joven turco» civilista AugustoB.


Le Ula, su m1mstro_ de h c1enday maximo asesor político, como candidato del par
tido para la pres1denc1a. Los miembros más conservadoresy aristocráticos de la
VIII I La República Aristocrática, 1895-1919 273
vieja guardia recelaban de Leguía, a quie n veían como un arribista de clase media
que carecía de las conexiones necesarias con las familias más antiguas. Este, por
su parte, aunque un leal hombre de partido, resentía este rechazo de la vie ja guar
dia y después de su elección procedió a rbitraria mente para marginarla de las posi
ciones de liderazgo en su nuevo gobie rno. Esto, así como su intento de llevar a al
gunos demócratas prominentes a su administració n, co ndujo a una división partida
ria más profunda que culminó en una feroz lucha de ambas facciones por el con
trol del Congreso.
Cuando el Presidente intentó arregla r las e le ccio nes le gisla tivas de 1911, sus
oponentes civilis tas formaron el «Blo que» co n mie mbros de los partidos de oposi ción
. Entonces, luego de un choque arma do entre ambos bandos en el e xterio r del
palacio le gis la tivo el 13 de julio , el ala que se oponía a Leguía dejó el partid o para
formar el Partido Civ il Independie nte . Los a rbitra rios intentos efectuados por Legu ía
para gobernar ind epend ie nteme nte de la jerarquía partidaria fueron lo s que
provoca ro n el sustancial debilita mie nto del civilismo como f uerza po lític a y no
las dife rencias ideoló gicas , económicas o sociales dentro del partido. Según Gonz
ále z Prada, «gracias a Leg uía, el civilismo dejó de ser la madera fuerte de la
construcció n, convirtiéndose más bien en un palo débil comido por los gusanos,
útil sólo para tirar al fuego» (citado en Stein 1980: 32).
El orden social del país experimentaba algunos cambios fundamentales en
el mis mo momento en que el partido gobernante comenzaba a desarmarse. La
población peruana había crecido lentamente en el último cuarto del siglo XIX, de
2.7 millones según el censo oficial de 18 76, a un estimado de 3.7 millones en
1900 un crecimiento medio anual de alrededor de uno por ciento. Una década
más ta' rde en 1910 el número de habitantes había aumentado a 4.2 millones, y
una décad'a después' , en 1920, alcanzó los 4.8 millones, incrementándose la tasa
de crecimiento medio anual a 1.2 por ciento y 1.5 por ciento, respectivamente
(Webby Fernández Baca 1990: 97). La gradual tendencia ascendente en la tasa
media anual de crecimiento coincidió con la recuperación y la expansión económica
de la década de 1890.
En lo que respecta a la población de Lima, ésta permaneció virtualmente
estacionaria-100 000 en 1876 y 104,000 en 1891-, reflejando así el impacto
de la guerray de 1 conmociones civiles de la dé da de1 880. S n embargo,
con la aceleración del ritmo de la economía, ella subto en 35. 5 por cientoa
141,000 en 1908,y en cincuenta y nueve por ciento y 224,000 en19 20. E
vecino puerto del Callao, el punto principal de transvase de l florec_iente e
onom1a exportadora, tenía más de 34,000 habitantes en 1905. A diferencia de
Lima, los - estantes c n-
, ·1m port antes del país -Arequipa, Cuzco y TruJtllo-
os urbanos mas . teman
tr
a e 35 000 18 500 10 000 habitantes en 1908, respectivamente. Buena
p nas • '• ' y bl · al de Lima en estos an- os ref.l eJa ba una co.menet
' ,
parte del crec1m1ento po ac1on
274 Peter Klarén

cada vez más grande de emigración desde el interior al centro económicame t


activo. Esta migración interna, que se incrementaría dramáticamente a lo la;
desiglo en diversas oportunidades, es visible en el creciente porcentaje de la P
blación limeña nacido afuera de la capital. En 1858 era 37 por ciento, 58.5 Por
ciento en 1908 y 63.5 porciento en 1920.
Otro factor en el crecimiento de la población limeña -aunque no del
país- a partir de la década de 1890 fue la mejora general en la salud pública
desde comienzos de siglo. Con la urbanización y la modernización llegaron mejores
instalaciones sanitarias y una me jo r atención médica que ayudaron a reducir la
incidencia de enfermedades letales como la malaria, la fiebre tifoidea y la viruela.
La tasa de mortalidad comenzó a disminuir después de 1895, marcando así el
advenimiento de la «modernización demográfica», esto es unas tasas de fertilidad
Y po b la c ió n en constante crecim ie nto. La conclusión, al fin, de los fe rrocarriles
central y del sur, que unían la costa con la sierra, también facilitó un mayor movi
miento de personas desde el inte rio r, aun cuando su objetivo principal era abrir el
ca m in o pa ra la e xp lo tació n de sus abundantes recursos naturales . El ferrocarril
ce n tra l entre Lima y La Oroya se completó en 1893, y luego se extendió al impor
ta nte pueblo co mercia l se rrano de Huancayo en 1909. El ferrocarril del sur se
completó en 1908 y unió el puerto de Mo Ue ndo con el Cuzco, a través de Arequipa
y Puno, e n el la go Titica ca.

La formación de la clase obrera

A med id a q ue la población peruana se expandía y urban iza ba gradualmente, y su


eco no m ía de expo rtació n se diversificaba y crecía durante la República Aristo crática,
lo m is mo sucedía con su mano de obra. En el sector moderno de la economía po d
ía hallarse una concentración considerable de trabajadores en las haciendas az
uca reras (3 0 ,0 0 0 ) y algodoneras de la costa (35,000), en las minas de la sierra (pla
ta , oro y cobre: 20,00 0-25 ,00 0 ), en los campos petrole ros del extremo norte de la
cos ta , y en los talleres del recién terminado sistema ferroviario. Los 300 ,000 tra ba
jadores estima dos en e l caucho y la lana estaban más dispersos y a islad os. In
cluye ndo a estos últim os , todos sumaban unos 80,000 a 120,00 0 traba jadores , o
entre cinco y ocho por cie nto de la fuerza laboral estimada en 1.53 millones en la
d é c a d a de 1890.
Sin e m ba rgo , a pesar del creciente número de traba ja d o res, varios factores
reta rda ro n su organización en gremios o sindicatos en estos enclaves. Entre ellos
es ta ba n el aislamiento y la lejanía de los sectores laborales urbanos más din
ámiocs,
s o b r e t o d o en la ca pital, y el fuerte control de los empleadores, ayudados no sólo
por el respaldo de las autoridades locales sino también del gobierno central. Las
actividades y disturbios obreros se dieron ya en 1910 entre los trabajadores azucare-
111"'"""

VIII I La República Aristocrática, 1895-1919 275


ros de las .haciendas en las afueras de TruJ·1·11o, en1 a costa norte, pero fueron
sofo- cados rápidamente por las autoridades.
Sin emba go, las cosas fueron bastante distintas en Lima, donde podían en
contrarse trabaJadores en fábricas, molinos, tiendas y construc cio nes, así como
en los muelles ?el vecino puerto del Callao . Si ta mbién incluimos la categoría de
a esanos, el nume:o de «obreros» creció en Lima de alrededor de 9,500 (9.5 por
ciento de la poblac16n) en 1876 a casi 24,000 (16.9 por ciento) en 1908 y a más
de 44,000 (19.8 por ciento) en 1920. Las cifras del Callao se elevaron por
encima de 4,000 en 1905 Y 8,400 en 1920. Dado que estaba concentrada en la
capital, la clase obrera de Lima-Callao era más dinámica que sus contrapartes
rural-pro vinciales. Como señala Blanchard (1982), los traba ja dores tenían allí
acceso a di rigentes políticos e instituciones nacionales y extranjeros, y a las ideas de
periodistas e intelectuales, con los que podían contar para apoyarlos en sus
demandas y en sus moviliza cion es.
Su lucha colectiva se remontaba a finales de la década de 1850, durante la
era del guano, cuando se formaron las primeras sociedades de socorros mutuos y
la agitación laboral estalló en Lima y se esparció a algunas ciudades de
provincias. Al igual que los gremios del periodo colonial, el mutualismo surgió
para proteger los intereses de los artesanos de las amenazas de las incipientes
manufacturas y las crecientes importaciones. A partir del cobro de cuotas, las
sociedades también daban ayuda financiera a sus miembros que caían enfermos,
quedaban incapacita dos o desempleados, y para cubrir los costos funerarios.
Asimismo, una agitación laboral más militante, en forma de motines y huelgas,
estalló ocasionalmente en esta temprana fase de la historia obrera. Sin embargo,
hasta después de 1895 no comenzaron a producirse frecuentemente en Lima las
protestas y huelgas industriales entre los obrero: te tiles, panad ro , bancariosy
los trabajadores ferroviarios, estibadores y de fabricas, pero se hm1 abana cada
sector individual y por lo general involucraban la demanda de salarios más alt s
· d ·c ·ones laborales· Dada su estratég.ica ubicac.ión en la econom1a
y meJ ores con 1a 1ba J ·adores ferroviarios y portuanos del vecmo Callao por lo ge-
exportad,ora, los t r El b . t , t
nera1 te ·t ue d otros en imponer sus as. go 1 erno e m1a o-
, as x1demao qn . .
man m é .
·,
a pertur ac1on en el fluJ·o de productos desde y hacia el extranJero
, • que pudieral
d ,
bla economia <lucir las rentas tanto en el sector publico como en e
disturbar
• y re ,
privado. d los trabaJ·adores fue relativamente lento hasta la
Con tod o el pr o greso e · f · t
. , dl . El Congreso presentó una ley de nesgo pro es1ona ' que
Pnmera Guerra Mun 1 ª
ªti
identesy daños ocurridos en el trabajo, pero
compensaba a abajador P ;a debido a la oposición conservadora. (Aún
ella no se conv1rt16 en ley ha A11, . Latinay la segunda en el hemisferio,
, . d tipo en menea
as, fue la pnmera 1ey e su .h había sesenta y dos sociedades de so-
después de la de Canadá.) Para die O ano
276 Peter Klarén

corros mutuos, con un promedio de dos ientos miembros c da una, agrupadas


en una de las dos principales confederaciones laborales de Lima. En general 1
trabajadores preferían una política de conciliación con el gobierno antes qu :
confrontación.
Sin embargo, no muy entrado el nuevo siglo, los anarco-sindicalistas
emergie ron como un desafío al mutualismo, que rehuía los enfrentamientos. El
anarquism era una ideología militante contraria al statu quo que se esparció por
toda Améric Latina durante el tardío siglo XIX y comienzos del XX. Fue llevado al
Perú nada menos que por Manuel González Prada, aquel rebelde inveterado y
defensor de los oprimidos indios y las masas trabajadoras andinas. González Prada
retomó al Perú en 1898 tras una estadía de siete años en Europa en la cual se
convirtió, en tre otras cosas, en un anarquista convicto y confeso. En la década de
1890 Euro pa rezumaba nuevos movimientos que cuestionaban las convenciones
morales
políticas y artísticas de la época. Uno de los movimientos rnás extremos era el'
anarquismo, que propugnaba la justicia social y la total libertad individual en una
sociedad sin Estado y con una propiedad privada limitada .
Si Europa, con su rápido avance industria l_ y creciente proletariado
urbano, expuesto a las vicisitudes y la explotación del temprano capitalismo del
laissez faire, resultó ser un campo fértil para tales ideologías radicales, lo mismo
sucedió con la versión neo-colonial y orientada a la exportación del Perú. De
hecho, el anarquismo resultaba atractivo para ambos sectores de la heterogénea
clase tra bajadora perua na . Los artesanos, que valoraban la empresa individual, lo
vieron como una protección contra las dislocaciones con las que los amenazaba el
avance inexorable de la mecanización y el sistema fabril. Para el naciente
proletariado, que era un producto de estas mismas fuerzas, el anarquismo
prometía un medio a través del cual cuestionar los bajos salarios, el desempleo
periódico y las duras condiciones de vida en que vivían y trabajaban; ellas se
ilustran en este testimonio sobre los alojamientos de los trabajadores en los
ingenios textiles de Vitarte y La Victoria:

[...] siguieron siendo pequeños, oscuros, húmedos [y] sin ventilación, agua pota ble
o sanitarios, y ahora cada vez más costosos. Estaban situados en las partes más
insalubres de la ciudad, donde enfermedades tales como la tifoidea, los de sórdenes
intestinales, la tubercu losis , la peste y la malaria eran endémicas: a ori llas del río
Rímac, cerca al hospital y el campamento de incurables, y cerca al laza reto, en
donde estaban aislados los que sufrían de la peste. Las pilas de excremento
eran algo común en estas zonas, sumándose a los riesgos para la salud (Bla nchard
1982: 51).

Las condiciones laborales eran igualmente somb rías. La jornada laboral en Vitarte
era de trece horas y media, en tanto que en San Jacinto iba de 7 a.m. a 10 p.m.
Vlll I L R public Ari to r, ticc, 189r:- l 1 277

1 an reo - indic lismo prosp ró n sl m dio socio onó mico. Los di no'>
n rqui tas españ?!es Y los libros d Proudhon, Baku nin Ma la test y otro s
conse ian con facilidad e Lima e incluso n ciudades de provincias como Trujillo
y Arequ1pa. Pronto apar ció una serie de diarios a narq uis tas de fabricación casera,
comenzando con Los Parias, fundado por González Prada en 1904, y seguido por
otros con nombres diseñados para atraer exclusivame nte a los tra bajado res, corno
El Hambriento Y El Oprimido. Al co mie nzo, la principa l co ntribució n del ana rquis
mo fue la promoción de una cult ura ma rcadame nte obrera. Surgieron d iversos
grupos teatrales, musicales y lite ra rios con particip a ntes de la clase o bre ra , q ue
desarrollaban temas y causas defi nidam e nte proletarios. Asimismo, se organiza ron
círculos culturales para disc utir las últimas ideas de Bakunin o Kropotkin, en ta n
to que en la fá brica textil de Vita rte los trabaja dores crearon un día especial de ce
le bra ción obrera , lla mad o la Fies ta de la Planta. Estas nuevas actividades educa
tivas y cultura les , así como la p rof usió n de diarios que las promovían, sugieren la
composició n y el lid e razgo pred o minantemente artesanal del incipiente
movimiento de lo s traba ja d o res de Lima, dado el nivel relativamente alto de
logros culturales
y educativos.
La primera gran huelga oajo la influencia anarco-sindicalista tuvo lugar en
1 904, entre lo s trabajadores portuarios del Callao. Aunque en última instancia no
tuvo éxito, ella produjo el primer mártir del movimiento, y su entierro público dio
a sus líderes una plataforma mediante la cual realizar una labor proselitista entre
la fuerza laboral de la ciud ad , al igual que una gran celebración por el Día del Tra
bajo al año siguiente, con González Prada como figura central. En adelante, am
bos sucesos serían celebrados con regularidad por anarquistasy mutualistas por
igual, con una marcha a la tumba del mártir, discursos y una velada de entreteni
miento, recibiendo los trabajadores un día libre de sus empleador es. Aunque sin
duda constituyeron una salida popular para un feriado de fiesta, según Blanchard,
las celebraciones del Día del Trabajo también forjaron un sentido de unidady de
conciencia de clase entre la naciente clase oberr a·p e ru ana.
Sin embargo, hasta 1911, la creciente influencia del anarco-sindicalismo
más militante no se hizo sentir plenamente en el movimiento obrero. En ese año
apareció La Protesta, un nuevo periódico anarquista editado por Delfín Lévano,
hijo de uno de los primeros líderes del mov imie nto. Este año también vio la primera
huelga general enU rna . La encabezaron los abajadores te til s d _:'itarte, que
· ., ¡ · "s a lto s una J · o rna da de die z horas y la ehmmac1on del turno
ex1g1an sa anos ma ,
nocturno. Al arrestarse al comité de huelga, otros grupos, entre ellos los panaderos,
., 'b anarquistas se unieron para proclamar una huelga general
Chóf eres d e omm us y . .
.d 'd d Al d" ·gu 1e·n t e la ciudad estaba virtualmente paralizada por la
en so lI an a . 1a s1 ..
. · forzadoa ceder a las demandas ongmal es de los traba-
hv1ue0 1gay e1 gob 1emo se . . .
· d El lt ., gran e"xito y reveló la renacida fortaleza del
mov1m1ento Ja ores. paro resu o un
278 Peter Klarén

laboral en vísperas de la elecció n de Guillermo Billinghurst en l 9 l ,


posiblemente
2 el primer presidente populista en la historia del país. .
En cierta forma Guillermo Billinghurst era un defensor inesperado de las
nuevas clases trabajadoras de Lima . Nacido en 1 51 en 1 provincia sureña de
Arica, era hijo de un acaudalado hombre de n g,.o ios que hizo a fo a con el
comercio de nitratos en Tarapacá. El origen bntamco de la familia se denvaba de
su abuelo, que combatió, al igual que varios de sus compatriotas, en las guerras
de independencia de comienzos del siglo XIX. Dado que la fortuna de los Billinghurst
provenía de los nitratos y no de la tierra, y que la familia tenía vínculos
empresariales más fuertes con Santiago que con Lima, ella estaba al margen de las
treinta 0 cuarenta familias que gobernaban la República Aristocrática.
Billi nghurst no quería en modo alguno a la elite de poder civilista y respaldó
al demócrata Piérola en la «revolució n del '95", siendo recompensado con el
nombramiento de primer vicepresidente. Sin embargo, sus aspiraciones de llegar
a la presidencia se desvanecieron debido a las propias ambiciones políticas de
Piérola, quien, esperando ubicarse para regresar posteriormente al cargo, mantuvo
su alianza con los civilistas eligiendo como su sucesor al nada controvertido hacen
dado azucarero sureño Eduardo López de Ro ma ña , que era aceptable para sus
aliados.
Esta elección puso fin a la amistad de Billinghurst con Piérola y momentánea
mente le llevó a las márgenes de la política y de vuelta a sus intereses empres
ariales. Con todo, presintiendo el potencial político de la emergente clase obrera,
pronto volvió a la escena pública y ganó la alcaldía de Lima en 1909. Durante
sus dos años como alcalde, Billinghurst emprendió una serie de reformas
populares que beneficiaron a los trabajadores. Estas reformas incluían el subsidio
para la carne vendida en barrios pobres; la persecución del alza ilegal de los precios
por parte de los vendedores; la destrucción de algunos barrios bajos urbanos,
incluyendo el ba rrio chino; la construcción de viviendas de bajo precio para los
obreros; la mejora de la provisión de agua potable de la ciudad; y la intervención
en huelgas en be neficio de los tra bajad o res. Al final de sus dos años de gobierno,
y ya cercanas las elecciones presidenciales de 1912, Billinghurst era una figura
popular entre las clases trabajadoras.
El hacendado azucarero norteño Antera Aspíllaga fue la elección de los civi
listas para suceder a Leguía. Sin embargo, sus posibilidades eran inciertas, dadas
las divisiones en el partido que llevaron a la formación del opositor Partido Civil
Inde endi n:e el año a nte ri r. Cuando estos últimos no lograron encontrar un
cand_1 ato 1doneo, un gran numero de clubes obreros presentaron la candidatura
de B1llmghurs un mes antes de la elección. Alentados por su recién descubierto
poder en la exitosa huelga general del año anterior, los obreros se organizaron en
nombre del popular ex-alcalde y demostraron la fuerza electoral de Billinghurst
el

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VIII I La República Aristocrática, 1895-1919 279

último domingo antes de los comicios con una inmensa manifestación en la e -


pital que atrajoa más de veinte mil seguidores, contra los dos mil de Aspíllaga El
antiguo comerciante de nitratos fue apodado «Pan Grande» por la prensa popular,
cuando unos cuantos seguidores desple garo n una banderola que contrastaba el
futuro costo de este producto entre los dos candidatos -la hogaza más pequeña
a veinte centavos en caso de ganar Aspíllaga, y a cinco si vencía Billinghurst- y
se le urgióa que declarara formalmente su candidatura.
El problema era que Billinghurst tenía poco tiempo para organizar su campaña
y Leguía rechazó su pedido de último minuto para posponer la elec ció n. Con el
aparato electoral gubernamental f irmeme nte del lado de la candid a t ura de Aspí
llagay el sufragio limitado (el alfabetismo y las propiedades como requisitos} que
restringía la participación popular, la negativa de Leguía hizo que los obreros con
vocaran otro paro general exitoso el día de la elección. Este paro tuvo el efecto
deseado de perturbar tanto los comicios, que no se emitió el tercio necesario de
los votos. En consecuencia, la elección cayó en manos del Congreso, en donde
Billinghursyt Leguía hicieron un trato. A cambio de elegir al hermano del presidente
como su primer vicepresidente, Leguía, que tenía la mayoría en el parlamento, or
denó a sus seguidores que votaran por Billinghurst el 9 de agosto. Por el momento
la dubitativa oligarquía aceptó, no sólo por estar dividida, sino también por estar
convencida de que por mucho que fuera un reformista, Billinghurst era uno de
llos y no pondría en peligro los intereses fundamentales de su propia clase.
Como presidente, Billinghurst tuvo que vérselas inmediatamente con una
serie de huelgas ahora que los trabajadores pensaban que por vez primera tenían
un auténtico defensor en el palacio presidencial. El presidente intervino a favor de
los trabajadores en varias de ellas, lo que consolidó aún más su posición como su
patrocinador. Él no solamente creía en su causa y deseaba pagar su deuda elec
toral, sino que, al no contar con un partido político propio ni con el respaldo
de uno, dependía precariamente del de los trabajadores ante un Congreso hostil
y conservador. Como outsider en la República Aristocrática, su única ventaja política
real era su capacidad -como lo demostró su elección- para movilizar a los tra
bajadores en las calles para que presionaran al congreso y el establishment en pos
de reformas. Sin embargo, finalalmente, esta peligrosa táctica resultaría política
mente fatal al provocar que la oligarquía derribara a Billinghurst por la fuerza,
después de apenas dieciocho meses en el cargo.
La inminente confrontación política no demoró en llegar y giró en tomo a la
cuestión constitucional de si el nuevo presidente podía evadir al Congreso al im
pulsar su nuevo presupuesto. Con poco respaldo en el parlamento, Billinghurst
optó por negociar un préstamo de f:500,000 de la Peruvian o ration brit nica,
y promulgar su nuevo presupuesto mediante un de eto pres1denc1al. U a estipula
ción significativa del presupuesto era una reducc1on del nueve por ciento en lo

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Peter Klarén
280
. d Los nacionalistas del país, partic ula rmente los
asignado a las fuerzas armaas. s·¡¡· h t b
. . . b, . n los rumores de que I mg urs esta a a pun-
del eJérc1to, se agitaron tam ien co • c h ·le1 . Al
at d d I d
. t daspr o vincias de Tacna y Anca su· · ap a recer noti-
, . t
o e ven er as 1spu a . ,. derrocar
h al rem men t ur s respond, ·1
mg
cias adicionales de una consp1rac1o n para · '. o
. .
o mamf• ets ac1• on es de trabaJ · ado res ' que se prod, uJe r. on no sólo en. Lima
mov1 1 iza
d
n
s·mot · amb, 1. e n enA req u1·pa, 'T11:ruJ· 1·¡0¡ y Cuzco, suma ndo esta ultima más de diez mil
pe rso nas. Los ed itores del d ia rio en le ngua inglesa We5tCo _ats eader parecían
ha ebr dado en el clavo al come ntar que Billinghurst estaba decididoa lle var a ca
bo una «revolució n social», en la c ual «la co ncentració n del poder en las manos
de unos cuantos, la e liminació n de la gran masa del pueblo como cualquie r cosa
sa lvo un facto r pasivo en el gobierno de la nación, [iba n siendo] minadas y
derriba das » (cita do en Bla nchard 1977: 268 ).
Sin embargo, semeja nte participac ió n directa de las masas en el sis tema po
lítico elitis ta y trad icio nalme nte cerrado era un desafío inaceptable para la o ligar
quía. Ominosamente, la rumoreada conspiració n en contra de Billin ghurst involu
craba a importantes miembros de los partidos políticos, la comunida d e mpresarial
y el ejército. Después de que Billinghurst come nza ra a repar tir armas a
susseguido res la tarde del 3 de febrero de 1914 y de que éstos salie ran a las calle s
dispa rán dolas al aire, los co nsp iradores , encabezados por el coronel Óscar R.
Benavides, comandante de la guarnición de Lima , arrestaron al presidente al
amanecer del día siguiente y le exiliaron a Chile. Al final, la «indis ciplina » de las
masas y la pers pectiva de que se armase a los trabajadores no podía ser tolerada por
el cuerpo de oficiales. En lo que respecta a la oligarquía, el hacendado azucarero
Ramón Aspí llaga lo expresó mejor en una carta a su hermano y candidato
presidencial Ántero dos días más tarde , cuando achacó la causa principal del
golpe a «la insolencia de las masas» y a su demostración del 3 de febrero.
El golpe dirigido por Benavides fue importante porque entre otras cosas,
refiguró el papel futuro de las fuerzas armadas en la política acional. Al mismo
tiemp o, era una consecuencia de la profesionalización de los militares iniciada
en
1 8 9 6 por Piérola. Esto_ !timo era paradójico, dado que no sólo buscaba revertir
los pasados fracasos m1htares del pa, ís sino adem su b d' mar
a,s, f
uerzas arma·
or unas
das reformadas·a · , la au•¡t·oridad civil. Para ese fin , el fra neo' p·, a h ab im-
f"l 1 o t d l 'a1
pora o una m1s1on m1 1tar francesa para que h. p 1ero ,,l l al
· .
. . .. 1c1era por e1 eru o que e gener
prusiano Emil Korner estaba haciendo po Ch·l b
en general modemi·za .f r 1
e, asa er, reorganizar, reestructurar
Y r1as uerzas annadas
El coronel
emprendió Paulcon
su tarea Clement ª
.·,, nombrada misión militar francsea,
entu '.jefe deh 1 recien

fundó la Escuela Militar de C a


5
.r
peruana y posteriormente P :asmo, ta el punto de que adoptó la ciudadanía
su Jefe de estado mayor. Bajó su dirección se
justicia militar inspirado por orn os en l898 Y se adoptó un nuevo código de
' su contrapar t fran ¡ ta-
e cesa. También se adoptó el recu
VIII I La República Aristocr tic , 1895-1 1 281

miento militar de los varones entre veintiún y veinticinco años de edad, reduciéndos
sustancialmente el enorme cuerpo de oficiales.
Benavides, integrante de una de las más influyentes familias peruanas, fue
el producto de esta profesionalización de las fuerzas armadas. Se graduó en 1906
con el primer puesto de su promoción en la Escuela Superior de Guerra la escuela
de oficiales fundada en 1904, también siguiendo el modelo francés.
Fbsteriormente, estudió en Francia Y sirvió en misiones en Alema nia y Austria, antes
de regresar a casa a participar con distinción en un breve choque fronterizo con
Colombia, en 1911. Dos años más tarde fue ascendido a jefe del estado mayor
del ejército. A se is meses del golpe, el general, ahora presidente prov isio nal,
enfrentó la más se ria crisis nacional desde el f in de la Guerra del Pacífico. En
agosto de 1914 la Pri mera Guerra Mundial estalló en Europa; este acontecimie nto
arro ja ría in icialmente a la economía peruana, dependie nte de las e xportacio nes,
a un descenso en ba rrena, al ig ual que al resto de América Latina.

La Prim e ra Guerra Mund ia l y su impacto

El estallido d e la guerra en Europa cerró los lucrativos mercados de expo rtació n,


hizo aume ntar la s tasas de los fletes y el precio de las manufacturas importad as
, e interrumpió el flujo de préstamos y crédito de los bancos y mercados monetarios
europeos. Estas perturbaciones provocaron, a su vez, que las fábricas de la periferia
peruana cerraran y que el desempleo se incrementara. A medida que las mercancías
destinadas a la exportación se apilaban en puertos y almacenes, la producción se
detenía y los trabajadores eran despedidos. Por ejemplo, en las haciendas
azucareras y pueblos de La Libe rtad , el setenta y cinco por ciento de la fuerza
laboral fue ex pulsada del trabajo. En Lima, la fábrica textil El Inca recortó los
salarios en cin cuenta y cinco por ciento entre agosto y noviembre de 1914. Para
empeorar las cosas, unos mil quinientos trabajadores peruanos desempleados
arribaron a la capital por barco, luego de la suspensión de la producción en los
campos de nitra
tos chilenos.
Los problemas financieros se incrementaron a medida que la fuerte caída
en las importaciones europeas provocaba una masiva baja en los aranceles estata
les, que cayeron de f:616,491 en la primera mitad de 1914, a f:568,351 en los si
guientes doce meses. El crédito peruano en el extranjero quedó comprometido
aún más, pues el país no pudo cumplir con los pagos de su deuda externa relativa
mente pequeña. Para empeorar las cosas, el sis tema bancario colapsaba a medida
que los depósitos caían, los préstamos eran recortados y las ganancias se reducían.
Estas inexorables presiones financieras sirvieron para agudizar aún más el
deseo de Benavides de retirarse cuanto antes de la presidencia, cargo que le resul
taba incómodo desempeñar como oficial de e jé rcito profesional. Sugirió, por
lo
Escaneado con CamScanner
282 Peter Klarén

tanto, que en 1915se convocara a todos los partidos polfticos para una «Convención
de Partidos» que eligiera un presidente civil. La convención, la primera de su tipo
en la historia, se reunió en agosto y eligió al ex-presidente José Pardo Y Barreda en
la tercera votación. Aunque seguía profundamente dividida, la elite tradicional de
la República Aristocrática, añorando nostálgicamente los «mejores días» del primer
gobierno de Pardo, decidió confiar en un político conocido antes que buscar un
nuevo liderazgo o dire cció n.
Una vez en el cargo, Pardo hizo frente de inmediato a los problemas finan cie ros
del gobierno elevando los impuestos e ingresos. La medida más importante fue
un impuesto a la exportación de productos agrícolas y minerales, que aunque im
popular con los productores de la elite, hizo mucho por estabilizar las finanzas del
país. Por azar, el impuesto coincidió después de 1916 con una recuperación general
y luego con el «boom» de las exportaciones peruanas a los beligerantes europeos,
que para ese entonces enfrentaban una escasez crítica de las mercancías esenciales
debido al conflicto bélico. Esto perm itió a l sol peruano esta biliza rse y luego re
valuarse, de modo que para julio d e 1918 se le intercambia ba con la libra esterlina
inglesa con una p rima sustancia l. La mayor renta tributaria permitió a l gobie rno
reas umir e l pago de la deuda, lo c ual mejo ró, a su vez, la posició n cred iticia del
Estado.
Por diversas razones, la expo rtació n de azúcar lid e ró la bo n anza exportadora.
En primer lugar , el canal de Panamá se abrió un año an tes de la guerra, reduciendo
a la mitad la d istan c ia a Liverpool y co rta nd o el via je a Nueva York en sus dos ter
ce ras pa rtes; en consecuencia, los costos del transporte cayeron. En adela nte, los
Estados Unidos reemplazaron a Gran Breta ña como principal importador del
azúcar peruana. En segundo lugar, la industria había realizado sustanciales inver
siones para incrementar la capacidad productiva entre 1908 y 1914. De modo
que los productores peruanos se encontraban en condición de incrementar su pro
ducción rápid a m e nte , una vez que la demanda extranjera se reinició después de
las primeras perturbaciones comerciales inducidas por la guerra y que los precios
comenzaron a subir. Las exportaciones se elevaron entre 1914 y 1920, excepción
hecha de una mala cosecha en 1917, la tierra cultivada creció marcadamente y
las ganancias se dispararon.
Podemos tener cierta idea de las ganancias inesperadas de los hacendados
azucareros gracias a los balances de la hacienda Cayaltí, de los hermanos Aspílla ga,
en el departamento de Lamba yeque, que ganó f:70,285 entre 1911 y 1913, Y
f 71,713 únicamente en 1914, cifra que se elevó a f:222,243 en 1919. Esto hizo
que Antero Aspíllaga afirmara que «...al igual que muchos otros productores e in
dustriales azucarer s, les damos las gracias a los alemanes por la bonanza que
os ha (citado en Albert 1988: 109). Como veremos, estas ganancias
tocado..».
mesperadas no fueron compartidas por los trabajadores azucareros, cuyo número

Escaneado con CamScanner


VIII I La República Aristocrática, 1895-1919 283

se incrementó marcadamente, pero cuyo salario relativo en realidad descendió en


el mismo lapso.
Por otro lado, la producción algodonera experimentó una dislocación inicial
mucho más fuerte que el azúcar debido a la guerra, pero las exportaciones se re
cuperaron a mediados de 1915. El algodón alcanzó un nive l récord de exportaciones
en 1916, tanto en volumen como en ganancias, y de allí en adelan te subió constan
temente, salvo en el año de sequía de 1917. En consecuencia, las tierras dedicadas
a su producción se incrementaron en un estimado de setenta y cinco a cien por
ciento durante el conflicto, en tanto que a la inversa, los productos alime nticios
dejaron de producirse. Esto tuvo un serio impacto sobre la provisió n y el precio de
los alimentos urbanos, contribuyendo, como veremos, a la es piral inflacionaria
ascendente y al concomitante descontento social en Lima hacia el final de la
guerra.
Al igual que el algodón y el azúcar, las exportaciones de lana --el motor del
crecimiento en la economía regio nal del sur peruano, con su centro comercial en
Arequipa- también experimentaron una breve caída inicial y luego un «boom» a
medida que se desarrollaba la guerra europea. Aunque el volumen exportado su
bió modestamente en respuesta a la demanda extranjera, los precios en alza
hicieron que se cuadruplicara el valor así como las ganancias de los exportadores
laneros en los quinq uenios de 1910-1914y 1915-1919. Esta bonanza tuvo también
serias consecuencias sociales ya que agudizó el descontento campesino en la re
gión, lo que llevó a la rebelión de Rumi Maqui en 1915-1916, a la cual
volveremos en breve.
El estallido de la Gran Guerra tuvo un impacto similar en la industria minera,
aunque con consecuencias algo distintas en el ámbito econó mico. A diferencia de
los sistemas de propiedad de las haciendas que producían azúcar y algodón, en
que predominaba la propiedad peruana o de inmigrantes (apenas el veinticinco
por ciento de la producción azucarera estaba en manos de empresas extranjeras),
cuando se produjo la Primera Guerra la minería era dominada en su mayoría por
extranjeros. Por ejemplo, el noventa por ciento de la producción peruana de cobre
era producida por dos compañías, Cerro de Paseo y Backus y Johnso n. La guerra
obligó inicialmente a cortar la producción en cincuenta por ciento, pero a partir
de 1915 los precios y la producción subieron rápidamente hasta 1917, en respuesta
a la demanda internacional. Las ganancias inesperadas de los propietarios de las
minas fueron sustanciales y otra ronda de adquisiciones extranjeras tuvo lugar
después de 1916. De este modo, la guerra aceleró y profundizó el proceso de des
nacionalización y control monopólico de la minería, inhibiendo el desarrollo nacio
nal mediante la remisión de utilidades y las limitaciones a la actividad empresarial
nativa.
R ter K/arén
284 estaba también bajo control ex-
1
nto la industria petra era ra La International Petroleuni
Ya en este rnom , d nte la guer. . . d l d at·
. . . n curso similar ura . dustria perrntt1én oe es 1ar exi-
tranJero y s1gu1 6u . ·rtual de a in , 11 f d
. .6 n monopolio v1 El más serio de e os ue su ec1s16n
Company eJerc1 u . de puntos. b" d n...
tosamente a go
1 biemo en una sene ,
minena es a
t blecido por el go ierno e rardo
. . .
r el nuevo impuestoa aI nderse» al impena1 ismo.
'
d e no paga . listas por «ve El fr t
quien fue atacado por los naco1n_a ortante en la economía. con ico marcó
La guerra tuvo otro impacto imp d Unidos. Esto es válido no solamente
la creciente presencia comerc1
·a1 de los Esta os
. d capitales como en a mmena, sino
l .,
·
en el área de las invers iones
y los fluJ OS e
.
'
tre ambos p aíses. Ya en
1913, Estados
también en el monto global del comer io etn de las importaciones peruanas y del
d l treinta por cieno .
Unidos daba cuenta e . Buena parte de este comercio estaba
tremta
. y . t de sus exportaciones. ,- .
tres por ° C O
sólo era la cornpama comercial más
cien
dominado por la W.R. Grace&, o., qdueenn_a de la compañía azucarera Cartavio
d d 1B , st· qddue ademas era u ,
grane e e . d tria textil en 1918, y era también activ a en la
, 1
n
controlaba
m casi la mita ea u s . ·a1 ·d
· L a creciente presenc ia cornerc1 ourn ense
tad
es
banca los seguros y otros negocios. al . d
', tu del canal de Panamá en 1913, y im pacto a ver-
se deb1a en parte a 1a aper las ra relaciones comerciales bntamcas , . y a¡emanas con
so que 1a guerra tuvo So
ber
Perú y el resto de América del Sur. ,. . .
Un lugar común en la bibliografía es que la JX;rturbac1on de 1 1m _po rt c 10 :5
a América Latina durante la Gran Guerra, estimulo un proceso de mdustrial1zac1on
por sustitución de importaciones (ISI) en la región. Sin embargo, esta tesis fue
cuestionada por Albert (1988), quien mostró convincentemente que la ISI no fue
muy importante en el Perú entre 1914 y 1918 . Más bien, las importaciones se rei
niciaron entre doce y dieciocho meses después del estallido de la guerra, a medida
que la subsiguiente bonanza de los exportadores enriquecía principalmente a la
elite, permitiéndole reasumir sus gastos suntuosos en bienes de consumo del
extranje
ro. Las compras extranjeras en la industria minera incrementaron , a simismo' la ri- .

queza y el gasto de la elite en importaciones. Al mismo tiempo, a medida que la


bo nza expo:tadora se intensificaba durante el conflicto, la elite tenía poca incli
nac1on a cuestionar ya fuera la tendencia hacia la desnacionalización de la minería,
o a reempl3: r el modelo libe al del crecimiento impulsado por las exportaciones
con u,na pohtica d,e. ISI. A decir verda, d si el el a expo rta,c1· e azu'car
«boom »d ond
Y algodon convenc10 de algo a h d d f
acen a os, ue de hacer grandes inversiones
lo . 5
para mcrementar su capacidad export d l d
manday los precios tra . ª
ora, ena errónea creencia de que la e-
la guerra lo queres i ;, senJ ros sedguirían subiendo incluso después de terminada
' 0 r impru ente.
Aunque hubo varias razones uee . .. . .
manufacturero durante la ql xphcan la deb1hdad relativa del crec1m1ento
. guerra a p · · al
ehte o la disminución des . t ,' nncip parecería haber sido el retiro de la
u m eres en las f d
manu acturas desde el robusto perio 0
VIII I La República Aristocrá tica , 1895-1919

de crecimiento de la ISI entre 1897 y 1907. Beneficiada como clase con e! «boom»
exportador, la oligarquía volvió a priorizar e n su vis ió n del desarrollo el
crecimiento liderado por las exportaciones. De hecho, podían argumentar que
mientras las ex portacio nes Y las ganancias siguie ran subie ndo, en tanto que las
importaciones permanecían relativamente constantes, la balanza de pagos peruana y
su condición fina ncie ra general segu irían sie ndo fa vorables. Si n emba rgo,
semejante postura ignoraba mio pe me nte el de terio ro de las co ndiciones de vid a
de los trabajadores y generó el escenario para el inc remento del desconte nto
1

social en 1917 a medida


que la guerra se aproximaba a su fin.
La primera señal de un serio de s co ntento social deb ido a las pe rturbacio nes
econó micas provocadas por la guerra se dio e n los Andes del s ur con el estallido
1

de la rebelió n de Rum i Ma qui e n 1915-1916 . La rebelió n comenzó cua ndo varios


centena res de campesinos indios a taca ron las hacie ndas de dos promine ntes terra
tenie ntes en la remo ta provincia d e Azá nga ro, en e l de p a rtame nto de Puno, e l 1
de diciembre de 1915. Tras ser rechazados por los e mplea dos fuerteme nte ar
mados de la hacie nda, que perdie ron un estimado de entre 10 a 132 perso nas , su
je fe , José Ma ría Turpo, fue cazado, brutalme nte torturado y e jecu tado seis sema
nas más tarde .
Res ultó que Turpo había estado organi7.ando a los campesinos conjuntamente
con Teodomiro Gutiérrez Cuevas, un forastero que llegó a Azángaro originalmente
en 1913 como el representante nombrado por Billinghurst para investigar el descon
tento campesino en la zona . Gutiérrez era un oficial de mediano rango del e jército
que había ocupado diversos cargos gubernamentales en Puno desde comienzos
de siglo , y que cre ía que l.a suerte de la población india podía mejorar con ciertas
reformas educativas y legales. Después de huir a Chile tras el derrocamiento de
Billinghu rst, Gutiérrez, que parece haber tenido además inclinaciones anarquistas,
asumió W1a posición más militante y en septiembre de 1915 regresó
clandestinamen te a Puno, donde se unió a Turpo y otros campesinos en sus
esfuerzos organi7.ativos .
Gracias a los pocos documentos sobrevivientes del movimiento sabemos
que Gutiérrez asumió el nombre de «Rum í Maqui» (Mano de Piedra) y que,
convocando la imagen benefactora de los incas, se nombró a sí mismo «General
y Director Supremo de los pueblos indígenas y las fuerz adas del Est do
Fe deral del Tahuantinsuyo» (Jacobsen 1993: 340). Proced10 entonces a
designar a una serie de funcionarios en los distritos distantes de este nuevo estado
federal, la mayoría de los cuales no fueron extraídos de las filas de las autoridades
comunales
establecidas. .
El levantamiento estaba dirigido en contra de los terratement usurpadores
de tierrasy las abusivas autoridades locales, que buscaban mo opohzar la pr duc-
c, ·l0 n y
e la lana a expensas de las comun.idad.es campe.sin. as.
·a1 ·
comerc1 1 za c 1on
, · d
Lo part1. l
cu
• f·' ti
armente s1 gm 1ca
de esta rebelión
vO
era su combmac16n
de obJet1vos
286
Peter Klarén
- . ¿ l "t '
so c1oecon6m1 cos, con una agen a po 1 1 ue enfa tizaba na mayor auton o mi'a
u _ , ,
caq .
y un discurso milenarista que subrayaba la «indiarndad». Sm embarg?, segun Ja-
cobsen (1993: 239-42}, este último recurso no era un retroceso _ romántico_ Ya t áv ci o
a la época incaica, como a veces se ha sugerido. Era, más bien, unme d oi a_ tra
vés del cual fortalecer a la comunidad frente a los esfuerzos de una tl ga
nuevae monal de catalogar a los indios en términos racistas co o < e de
árbaros», i
n
fi
justificar sus propios intentos de impone r una nueva dommacion neocolomal, du
ra y explotadora a los nativos andinos en el contexto de la bonanza declom e
rcio
lanero.
Entretanto, el descontento comenzó a despertar en Lima Y otros lugares,
inspira do en parte por los aco ntecimie ntos internacio nales. Los leva ntamie ntos
de los trabajadore s en Rusia pusie ron en marcha la Revo lució n de 1917, y la s ub
siguiente toma del poder por parte de los bolcheviques en nombre del p role tariado.
Estos aco ntecimie n tos fueron publicita dos por todo el mundo en los medios de
comunicació n y captaron la imaginación de trabajadores, intelectuales y el público,
y no menos en Perú, donde lo s di a rios de la clas e ob rera como La Protesta anun
cia ban el ama necer de un nuevo orden prole tario mund ial. Al mis mo tie mpo,
el alza en el co sto de vida y el e s tancamie nto de los sala rios p rovoca dos por la
gue rra europea brindaron un contexto social igualmente explo s ivo, gracias al
cual po dían tener gran resonancia los sucesos, ideas e ideologías revo lucionarias
que cir cula ban desde Rusia y Europa.
Aunque según Kammann (1990) , el salario real no cayó en la industria azu
care ra, el costo de vida se elevó marcadamente, erosionando el nivel de vida de
los trabajadores en una industria que había experimentado ganancias inesperadas
durante la guerra. Buena parte de este deterioro puede atribuirse al incremento
del precio de los alimentos, provocado por la masiva conversión de las tierras de
dicadas a ellos en cultivos comerciales, precisamente para beneficiarse con el
«boom» de las exportaciones. Diversas administraciones intentaron hacer frente a
este problema requiriendo que las haciendas separaran una parte fija de sus tierras
para el cultivo de prod ctos alimenticios, sin conseguir resultado alguno.
A pesar del det n ro de l s condiciones de vida de los trabajadores rurales
du nte la erra,_e stían obstáculos significativos para su organización y movili-
zac1o,,n. efectivas. S1 bien por un lado, el considerable tamano nurne,.n·co y1 a concen-
trac, ion de los traba,,. jadores rurales en el estrate'g·ico sector or del cual de-
exportad
p.endtad la ec.onom1a ,,.pa. ra crecer' y el Estado para el e sus rentas,1 es daba
grueso
.
cierta ventaJa estrate, .g1ca bre ,e, l capital·, por otro, 1as on.d esd e1 go6 1 erno Y
so. aut ad
1os empleadores teman un mteres vital en colab
orar estrech
el contro1sobre los trabajadores rurales d I t
amente para conservar
alto grado de unidad no era . e sec or exportador. Además, lograr un
61
y geográficamente fragmen:: : la_fuerza laboral socialmente heterogénea
q traba.Jaba en este sector. Los enclaves de tra-
Vlll I L R 1 ublica Ari t crAtica, 1895 1919 287

bajadores en las haci nd costeñas, 1 s min s de la sierr y los e mpos de p tró leo
del norte no sólo estaban separados geográficamente uno d olr . sino qu
también estaban diferenciados étnica y racialmenle, además de estar divididos
según el tipo de trabajo que efectuaban, esto es, si eran permanentes, de corto
plazo, contratados o aparceros. Todo ello implicaba que los trabajadores rurales
podían tener distintos intereses y perspectivas que impedían la organización de un
movimiento obrero eficaz y unificado.
Tomemos el ejemplo de la forma más común de trabajador rural en las ha
ciendas, la categoría de lo enga nchados . Sus filas estaban conformadas por
campesinos indios de la sierra, a los que se adelantaba el pago para que trabajaran
por un plazo especificado y temporal, originalmente en el sector minero. Este sis
tema de mano de obra barata y migratoria se hizo más común después de la
Guerra del Pacífico, debido al ruinoso estado de la industria azucarera de la post
guerra y a la aguda escasez de trabajadores en las haciendas costeñas, una vez
que el tráfico de coolíes chinos cesara en la década de 1870. A decir verdad el
enganche resultó ser un negocio lucrativo para los enganchadores --comerciantes
locales, terratenientes y hasta f uncio nariosdel Estado- que habían surgido en la
sierra después de la guerra para organizar el sistema. A menudo, tenían la pésima
reputación de aprovecharse de los reclutas más analfabetos y vulnerables con
prácticas de contratación cuestionables. Sin embargo, los campesinos encontraron
amplias razones para aceptar semejante trabajo en un número cada vez mayor,
dada la necesidad de contar con suficiente efectivo con el que cancelar deudas,
cubrir los gastos de las fiestas religiosas o llevar a cabo sus propias labores agrícolas.
Con el tiempo, su explotación y manipulación a manos de los enganchadores
contribuyó a una ola creciente de protestas rurales durante la segunda década del
siglo, y los reformistas sociales urbanos hicieron numerosos llamados para que el
gobierno incrementara su reglamentación. Por otro lado, el hecho de que fueran
transitorios y que anduvieran yendo y viniendo de sus pequeñas parcelas a estos
puestos temporales, hizo que resultara sumamente difícil la tarea de organizar en
un movimiento obrero a este tipo de trabajadores que un his toria dor denominó
«protoproletarios».
En cuanto a las divisiones émicas y raciales, los trabajadores asiáticos
contra tados siguieron conformando una parte de la fuerza laboral rural de la
costa, in cluso después de que el tráfico de coolíes chinos fuera cerrado
oficialmente en 1874. Dada la escasez de mano de obra después de la Guerra del
Pacífico, el flujo de trabajadores contratados en China y Japón se reinició en 1899,
aunque ahora estuvo mucho más reglamentado por el gobierno que antes. Unos
11,764 japoneses habían arribado al Perú hasta 1923, cuando se suspendió el
tráfico, cifra semejante a la de los 15,000 trabajadores inmigrantes llegados desde
China en aproximada mente el mismo periodo. El hecho de que los
trabajadores asiáticos gozaran, a

288 Peter Klarén


menudo de salarios Y
d . sdev1.dare lativamente mejores, dado que como
.
con icione te oría laboral mucho más reglamentada
inmigrantes se insertaban dentro de unaóca g nti"mientosy divisiones entre ambos
que sus contrapartes peruanas P rovoc rese .
b ates de violencia. A decir verdad, al
t
grupos, que ocasionalmentee S a allr on 1 ;n a:on antes contra los chinos en Limay
igual que sus pares ur anos ques am t i os teníans ila res prejuicios en contra
mi otros lugares, los trabaJadores rur es n
de los trabajadoresas i á t ci os. . bl d . . •onesy obstáculosa la organización
A d tas O tras fomuda es 1v1s1
pesar e es . Guerra Mund ia l las huelgas en las áreas
Y
de los traba ja do r es, durante la Pnn:era la cap'ita!. Losd is tu r b io s más
l . h. , comunes e intensas que en
rura es se tc ie ron mas _ 1 Q16 entre los trabajadores
azu- serios se die ron en el valle costeno de Huaura en ' ' .
careros y portuan•os, qu·ienes exi·gi'an , entre otras cosas, un alza del
cmLac.uenta.por c·iento en sus sa lan·os, J· un to con unaJ·omada la boral de
menos horas. violencia
estalló antes de que las autoridades lograran restaur r e o den y dec_retar
una modesta alza salarial del diez por ciento. Asimismo, al ano siguiente hu o
violentos estallidos obreros en las minas de cobre de Cerro de Paseo y en las
haciendas azu careras de La Libertad. La oligarquía culpó de estos disturbios a
los agitadores anarquistas «foráneos» y si bien estos eran efectivamente bastante
activos aviv d? el descontento obrero, a decir verdad simplemente encontraron un
terreno ferbl para su actividad militante en el deterioro de las condiciones de vida
y laborales de los trabajadores durante la guerra.
Los trabajadores, sobre todo los del campo, no fueron las únicas víctimas
de la aceleración de la inflación y la caída de las condiciones de vida en los años
que duró la guerra. Los sectores medios también sufrieron. Ellos experimentaron
un crecimiento sustancial en las primeras dos décadas del siglo, en parte por la
acelerada urbanización que se manifestó en un constante incremento en la pobla
ción de Lima, de 172,927 en 1908 a 223,807 en 1920 (un incremento de
treinta
por ciento. ) El empleo en el comercio de importación y exportación, el sector tra
dicionalmente más activo de la ciudad, representaba un estimado del quince por
ciento de la población masculina de Lima, más del doble que la proporción de
obn:ros en las fábricas.A medida que la economía avanzaba, igual sucedía con
el numero de bancos (pasaron de cuatro en 1897 a doce en 1928), compañías de
seguros {aumentaron de dos en 1899 a trece en 1928)y fábricas. Al
combinarse
con la expa sión _enal infraestructura del transportey gobierno para atendera
una econom1a mas compleJ·a el nu" d l d · ·
,. . , . . '. mero e emp ea os y de profesionales se in-
crementó. Estos mclu1an of1c1mstas, pequeños burócratas d d' t d t· das
·
m mo ns ,· t as tene d ores , epen 1en es e 1en
de 1ibros abogad ' d· ·
y es tu . d t
1an es ' os, me 1cos, ingenieros' tenderos' maestros
u. mvers1.tan.os.
A comienzos del siglo el núme d
en 1903se fundara la Soc· d Ernd e empleados bastaba para merecer que
ie ª P eados de Comercio (SEC). Desde su concep-
VIII I La República Aristocrática, 1895-1919 289
ción la EC no sólo asumió el de papel mutualista de cubrir los gastos médicos
Y funeranos de algunos de sus miembros sin o que presionó al gobierno en nombre
de los empl ados. Lospadrones de la SEC crecieron con el estallido de la guerra
Y la concomitante espiral in fla cio na ria , y al igual que los obreros, la organización
se hizo más militante en la presión sobre los emplea d o res y el gobierno en pos de
refo rmas .
El crecimiento de la clase media puede apreciarse, asimis mo, en la expansión
del sistema educativo y en el incremento del sector de la población que sabía leer
y es cribir . Por ejemplo, la matrícula de estudiantes universitarios, los de la Un
iversi- dad de San Marcos inclusive, subió a 82.5 por ciento en la década antes de
1917.
En este periodo hubo un correspo ndie nte incre me nto porcentual en el número de
escue las normales en donde se graduaba la mayoría de los maestros peruanos.
Por último, el número de escuelas primarias y secund arias se e le vó también en un
cuare nta y ocho por ciento (de 220 en 1915 a 327 en 1919).
Estos índices educativos en alza sugieren una creciente masa de le ctores que
consumía un número cada vez más grande de diarios y revis tas e n circulación pa
ra fina les de la Primera Guerra Mundial (de 167 en 1918 a 197 en 1920 y 473 en
1928). El Tiempo, periódico que atendía a la emergente clase media, y los anarquis
tas Los Parias y La Protesta, leídos por los trabajadores, se unieron durante la
guerra a los dos diarios más importantes de Lima, La Prensa (demócrata-liberal)
y El Comercio (c ivilista -ind e p e nd ie n te ), que representaban distintos intereses
oligárquicos.
Todo esto indica que en el transcurso de la República Aristocrática no solamen-
te hubo una significativa expansión material, sino también cultural. Esta efeivescen
cia cultural fue encabezada por una nueva generación de intelectuales, la llamada
generación del centenario, que ahora tomó la palestra. Su perfil biográfico estaba
en marcado contraste con su predecesora, la generación del novecientos. Esta úl
tima, di rigi d a por luminarias como José de la Riva-Agüero Y Osma, Víctor
Andrés Belaundey Francisco García Calderón, tenía un origen social en la
aristocracia criolla que había asumido la conducción política del paísa comi nzos de
la epú
blicaAr to cr á tica . Nacidos en la década de 1880, todos crecierony se vieron
si
conmocionados por la calamidad nacional de la Guerra del Pacífico, que les hizo
enfrentar el reto de comprender qué era lo que había fallado en el país para que
., · t ,an·os de ellos estuvieron influidos por las ideas del positivismo
algo as1 o curn e ra.v, .,
europeo, del cual extrajeron los preceptos «científicos» que dana forma al sostén
· t ¡ t u 1 oso., f'1co de la racionalización del Estado y la sociedad durante la
fºl
m e ec l y
a
República Aristocrática. . . .
ncam
. l eneración del centenano, cuyas figuras prommentes
E b10, anuevag ·át ·y Víctor Raúl Haya de la Torre, nac10 .., d' d
, 1 en la eca a
f ueron Jase Car os an egui d · tiz d I
de 1890. Salvo por algunas excepciones, ellos fueron e ongen mes o Y e case
290 Peter Klarén

. Es ¿·f • 'tni·casy de clase los marcadamente de la ge-


med1 a. as I erenc1 as e
distinguían
- . át'
nera c16 n
• t
ocr
d e l900 que, en palabras de Luis A.lb.erto Sánch.ez., «tenía
an s 1ca
o o a su avor.. d.1anos,
. ¿·
mer 0, posición social, el favor of1c1al,
.d ar · , una
. comc1dencia
tded f 1
valores con la clase gobernante, teorías inofensivas'. u e ismo msipido Y su
propia universidad» (citado en Chavarrfa 1979: 56). Vanos mtegra tes de la_genera
ción del centenario también venían de provincias , parte de la creciente emigración
de personas del interior a la capital, a medida que el centro econ mico de gravedad
se desplazaba haci a el lito ral. Sus orígenes provincianos tendierona darles
una perspectiva más nacional, lo que coincidió con una de sus mayores
preocupaciones intelec tuales: la creación de una cultura verdaderamente
nacional, por oposición a otra centrada en Lima . A dife rencia de sus
predecesores, los integrantes de la generación del centenario fueron, por lo
general, fuertes activistas políticos: en palabras de Sánchez, mucho más
«pragmáticos». Por último, les interesaba mucho más examinar la historia y la
cultura peruanas en busca de pis tas con las cuales buscar soluciones a los
problemas contemporáneos.
Las dos figuras más importantes de la generación de 1919 tenían ambas
raíces provincianas, mestizas y de clase media . Víctor Raúl Haya de la Torre na
ció en 1895 en Trujillo, en el corazón de la tierra productora de azúcar de la costa
norte. Aunque por el lado de su madre contaba con vínculos aristocráticos con la
vieja clase hacendada que se remontaban hasta el periodo de la ind epe ndencia ,
por su familia y su profesión Raúl Haya, su padre, caía firmemente en las filas de
la clase media provinciana. Nacido en una familia de maestros en Cajabamba,
en el vecino departamento de Cajamarca, Raúl Haya se mudó a Trujillo, en don
de contrajo un buen matrimonio e hizo carrera en los negocios, el periodismo y la
po lítica .
. Durant la in!ancia de V_íc or aúl, Trujillo, una ciudad señorial y cuna de la
mdependencia, as1. orno su fertil hinterland agrario, vivían el paso desgarrador al
moderno monocultivo de azúcar industrializada. El conflicto de clases resultante
en. frentó a un prole.tariado ru. ral emergente , conformado por pequenos
agn·cultores
disloc. ados y traba. Jadores emigrantes de la sierra vec·ina , una nueva . e1 ·1t e cor-
con
porativ·aa1modem12a.nte decidida a convertir las · d d ti _
tradicionalesh ac1 en as e po pa
tri mor n en operacio nes más eficientes de tipo f b.
. . . . a n1.D escontentos con el si.stema
m ás d1sc1plmado, regimentado impersonal y d . ,,
ex
· Pd1Ot ' a e 1a antac1 o n los traba-
d l
or p
Jª ores a zucarer o s pronto comenzaron a O . '
.
El Joven , , Raúl fue testigo de estrga nizarse y a protestar
V1ctor ·
conflictos provocadosp 1d e procesoy fue reaccionando a los
ore escontento
capital provinciana. Cuando laboral
r1 ·.meen
era ad o 1escente que 1 ¿· . ,, .d
1aron su antes plac1 a
quedaba calle abajo de su casa d d so ª ira a casa obrera local que
' on e se mezcló con l . d . d

obreros,
. algunos
. de ellos enviadosd d e nuevo tipo e organiza ores
d1 cales ideas anarquistas es e im a propaga
b an sus nuevas y ra-
Ellas quef ,
. eran re orzadas por 1 os d.ian.as, volantes y otra
Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979), fundador y jefe del Partido Aprista por más de
medio siglo. Fotografía de la colección Alfred Métraux, cortesía de Daniel Métraux. Fotografía
de Wendy Walker.

literatura radical que conformaban la improvisada «biblioteca» del local, en donde


Víctor Raúl se sentaba fascinado por horas sin f in . Además, formaba parte de un
grupo bohemio de jóvenes escritores, artistas e intelectuales locales que incluía al
gran poeta peruano César Vallejo. Posteriormente asistió a la Universidad de Trujillo
Y luego, en 1917, se mudó a Lima y a la Universidad de San Marcos para seguir
una carrera en leyes y sumergirse en la política estudiantil radical.
De otro lado, José Carlos Mariátegui nació en Moquegua, en la costa sur,
en 1894. Su madre era una mestiza del pequeño pueblo de Chancay, no lejos de
Li-
Peter Klarén
292
. . miembro de la clase alta d criolla de· Urna.
·
ma que contrajo matnm om o con u n s e su nac1 m1 ento y
' é b d l a familia poco
despu
Sin embargo su padreª an on ª .
6
d tas mantenido por sumad
creció sin él y en condiciones económicas mo es ' re
costurera,
y • d déb"1l salud desde temprana edad. Su madre lo llevó
sufrien o por su f d ·f
·d te en la escuela en 1902, donde ue operao m ructuo-
a U ma, luego d e unacc1
· á l "den el resto de su vida. Tal vez la v1a sedentana "d .de
samente qued and o mv 1 o por 1 -
una larga l le vo; a su pasión por la lectura, y a os once an os de
·6 l o . .
recuperac1 n
edad devoraba ya las obras de Anatole France, Manuel Bemgolea YFra nc sci o y
Ventura García Calderón .
José Carlos eventualmente se recup e ró lo suficiente físicamente como para
poder trabajar en 1909 como copista en La Prensa. Graciasa unas jornadas la
borales de catorce horas y a su aguda in teligencia , el joven Y precoz -aunque
frágil- Mariátegui, que medía 1.55 m de altura y pesaba apenas algo más de
cuarenta y cinco kilos, logró convertirse en reportero en 1911 Y pronto ganó lectores
para su divertida cobertura de la escena social limeña. Sin embargo, el joven y ve
hemente reportero dirigió cada vez más su atención a temas políticos y sociales en
un momento en que la capital se hundía en las luchas laborales y las dislocaciones
económicas provocadas por la Gran Guerra. Entretanto, a medida que Haya y
Mariátegui alcanzaban la madurez política, resultaban ilusorias las gran es esperan
zas que los civilistas habían tenido de que el retorno electoral de José Pardo a la
presidencia en 1915 estabilizaría la República Aristocrática y la liberaría de las
conmociones políticas y económicas de la guerra. Como presidente, Pardo recurrió
al tipo de gobierno personalista y arbitrario que había agitado el partido una dé
cada antes, con Leguía. Es más, las medidas iniciales tomadas para estabilizar la
economía no tuvieron sino un éxito momentáneo a medida que las exportaciones
se recuperaban, pero luego despegaron y desataron una severa espiral inflacionaria.
El deterioro político y económico de la República Aristocrática llegó así a su
dese nlace . A medida que Pardo se acercaba al final de su gobierno en 1919, en
cabezaba un civilismo debilitado que era seriamente vulnerable a todo desafío.
lPero quiénes serían los nuevos contendores políticos? Ciertamente no los candida
tos de los dos tradicionales, como el civilismo, que parecían débiles y
divididos. Los demo r t , quedesde 1903 habían sido marginados cada vez
más gracias al control c v1hst del aparato electoral, habían colapsado
virtualmente tras el de ceso de s Jefe P1érola en 1_913 . Asimismo, los restantes
partidos dependían de lí deresa_nc 1anos Y perso n 1stas : los
constitucionalistas de Cáceresy los liberales
d d , .
d·, el
. caud
d 1 illodAu,gusto Duran. El Partido Liberal , o e acc 1 on que rom-
en con
p10 va os emocratas en 1899 · ás , f
una
. ·tan 'Jam paso en el mejor de los casos de ser un
pa rtido mmo n . aol en1 as coaliciones par1amentan.as de los años subsiguient es. El
.
problema pnnctp era que ninguno d t .
va generación de dirig t _ e es os partidos había desarrollado una nue-
en es que eSruvieran en condiciones de hacer frente a los de
VIII/ La Re pública Aristocrática, 1895-1919 293

safíos de la postguerra. De modo que en vísperas de la s elecciones de 1919, los


partidos de la elite se encontraban en un virtual estado de cola pso . Como Stein
(1980 : 38) dijera en forma tan exp resiva, eran «impo nentes casas colo nia les que
aún eran propiedad de muchos de sus miembros más prominentes; fachadas im
presionantes que escondían estructuras envejecidas abrumadas por la decadencia
interna».

Las grandes huelgas de 1918-19 19

En esta endeble superestructura política de la República Aristocrática estalló un


suceso trascendental: la masiva hue lga por la jornada de ocho horas en enero de
1919. Su causa subyacente fue el deterioro de las condiciones de vida de la
clase obrera de Lima-Callao, cuyos salarios seguían estancados en medio de la
espiral inflacionaria de la pos tgue rra . Enfrentado con un creciente descontento
obrero, Pardo presionó tardíamente al Congreso para que aprobara una serie de
leyes la borales, varias de las cuales habían sido propuestas por José Matfas
Manzanilla hacía más de una década. Tal vez la más importante de ellas fue una
ley firmada el 25 de noviembre de 1918, diseñada para proteger a mujeres y niños
en su cen tro de trabajo. Paradójicamente, ella fue el principal catalizador de la
huelga.
Más de mil mujeres trabajaban en las fábricas textiles, almacenes de ropa,
fábricas de ja bó n, velas y galletas, la oficina de correos y el servicio telefónico de
Lima-Callao. Sin embargo, su salario era bastante menor que el de sus contrapartes
masculinas, de modo que ellas comenzaron a presionar en pos de un cambio. De
hecho, ya habían mostrado una sorprendente militancia cuando formaron la Socie
dad Labor Feminista y la Sociedad Progreso Feminista, esta última en 1916, con
formada principalmente por costureras, pero que se arrogaba la representación
de todas las mujeres tra ba jado ras. Cuando la ley fue finalmente aprobada a
ins tancias de Pardo en 1918, se fijaron varios resguardos, entre ellos la jornada
de ocho horas para mujeres y los niños de catorce a dieciocho años de edad.
En lugar de apaciguar a los trabajadores, la promulgación de la ley tuvo el
efecto contrario; ella hizo que los obreros textiles varones también entraran en
huelga reivindicando la jornada de ocho horas, con el mis mo salario o uno más
alto. Los propietarios de las fábricas reaccionaron negativamente a esta demanda
porque el mercado de productos textiles había caído agudamente tras la guerra.
Ellos vieron la huelga como una «bendición disfrazada» -una oportunidad para
reducir la producción- y comenzaron de inmediato a cerrar las fábricas y a licen
ciar a sus trabajadores.
A los trabajadores textiles pronto se unieron los panaderos, curtidores y los
Operarios de aserraderos de la ciudad, todos los cuales exigieron también la jornada
de ocho ho ras. Pronto se fonnó un Comité Pro-Paro General, mie ntras que militan-
294 Peter K larén

tes anarquistas como Nicolás Gutarra, Héctor Merel Y Julio Portocarrero se mo ían
rápidamente para ampliar la participación de los trabajadores en lah uelga. Los
anarquistas eran particularmente fuertes en la ind us tria tex il Y_':n la panadera, y
hacía tiempo que proponían la jornada de ocho ho ras . La d1fu so1n de la
moviliza ción recibió otro ímpetu con el esta llido de huelgas, en enero, en tos campos
pe troleros de Zorritos, en Piura, y en la fundició n de cobre de Casapalca, en
Cerro de Paseo, la p rimera en busca de la jo rnada de ocho horas.y la segunda por
un mayor salario y precios más bajos para los alimentos. Estas huelgas, que
estuvieron acompañadas por una vio le ncia es porádica y por pérdid as de vid a ,
dieron la im pres ió n de q ue el movimiento estaba esparcié ndose fuera de Lima e
hizo q ue sus organizado res en la ca pital anunciara n un paro general de cua re nta y
ocho horas el 12 de enero.
En general, los trabajado res de Lim a respo ndie ron a este llam ad o, y al medio
día, la c a p ita l y su pue rto se encontraban virtualmente paralizados, sin mercados
o fá bricas , y el si s tema de tra nvía cerrado. En este momento, los universita rios se
unie ron al movimiento. La Federació n de Estudia ntes del Pe rú desig nó a tres re
prese ntantes, entre ellos Haya de la Torre, pa ra que asist ie ra n la hue lga. Sin em
bargo, en este momento no eran sino un grupo más que la respa lda b a y su partici pa
ció n, que posteriormente tendría mayor importan cia , fue rela tivam ente me nor.
A medida que la huelga se intensificaba, el gobierno de Pardo se encontraba
ante un serio dile ma . En particula r, temía que cuanto más se prolongara, tanto
mayor era la posibilidad de que terminara en un sangriento enfrentamiento entre
los tra ba jado res en huelga y el ejército como había ocurrido apenas una semana
antes en Buenos Aires en la llamada Semana Trágica . Es más, el gobierno se da
ba cuenta de que cuanto más durara el paro, tanto mayor sería el daño que inflin
giría a la precaria economía de la postguerra y que la represión no serviría de mu
cho, dada la masiva respuesta de los trabajadores. Todas estas preocupaciones
eran particularmente alarmantes para la elite del país, cuyo nivel general de ansie
dad y aprensión por un posible descontento popular se había incrementado desde
l estallido y las conmociones de la Revolución Rusa de 1917. Por lo tanto, el 15
de enero Pardo cedió a las demandas de los trabajadores y decretó la jornada de
ocho horas con los salarios existentes. Los jubilosos huelguistas respondieron
poco después poniendo fin a la huelga.
Evidentemente, su resultado fue una gran victoria para los huelguistas y ha
sido largamente interpretado como el momento fundador, en que el movimiento
obrero peruano alcanzó la mayoría de edad. La postura revisionista de Parker
(1995: 417) reconoce que los trabajadores ganaron una importante victoria táctica,
pero cuesti na las afirmaciones obreras de que el gobierno capituló íntegramente
a los huelguistas, Y de que una nueva era de militancia obrera hubiese surgido. Es
cierto que el resultado de la huelga tuvo el efecto, momentáneamente al
menos,
VIII I La República Aristocrática, 1895-1919 295
de int nsificar la unidad y la milit ncia de los lr bajadores. La afiliación a los in
dicatos se incrementó prestamente y se farmaron otros, entre ellos la ederación
de Trabajad?res en Tejidos del Perú, que unió a los que se dedicaban a esta ocu
pación en todo el Perú en una sola federación nacional. Significativamente, el di
rigente estudianti Haya de la Torre, quien había trabado amistad con varios de
los dirigentes anarquistas de la huelga, presidió el comité obrero que organizó la
nueva confederación. En años venideros, esta amistosa relación entre Haya y los
trabajadores textiles sería una fuente de apoyo crucia l para el joven y aspirante.
político y reformador. Además, en la mente popular, Haya estaría prom.ine ntemente
asociado con su exitosa lucha por la jornada de las ocho horas, uno de los prime
ros triunfos obreros de este tipo en toda América Latina .
Animados tal vez por su reciente éxito, pero malinterpretando la respuesta
del gobie rno de Pardo como una capitulación, los dirigentes de la huelga
intentaron presionar su ventaja tomando otra candente reivindicación popula r del
momento. En abril se reconstituyó el Comité Pro-Abaratamiento de las
Subsistencias, fonnado origina lme nte en 1916 sin mucho éxito, que casi de la
noche a la mañana reu nió a una amplia gama de organiza cio nes laborales y
populares, que representaban unos 30,000 trabajadores de Lima-Callao. La razón
principal de su éxito era la intensificada espiral inflacionaria de la posguerra,
que había visto duplicarse los precios de algunos de los alimentos de primera
necesidad entre diciembre y marzo. El jefe del nuevo comité era el apasionado
orador y organizador anarco-sin dicalista Nicolás Gutarra, quien había tenido un
papel prominente en la exitosa
huelga de enero. Al no recibir respuesta alguna del gobierno de Pardo con respecto
a una serie de propuestas para abaratar el costo de las subsistencias, entre ellas el
congelamiento del precio de los alimentos de primera necesidad, de alquileres y
fletes, y medidas para forzar a los agricultores a que produjeran más cultivos, el
comité convocó otra huelga general el 27 de mayo. La huelga había sido programa
da para aprovechar la incertidwnbre política propiciada por las elecciones presiden
ciales para determinar el sucesor de Pardo, el 18-19 de mayo. En ellas, Antenor
Aspílla ga , el candidato civilista del oficialismo, parecía haber perdido ante su
contendor, el ex-civilista, ex-presidente e inconformista político Augusto B. Leguía
(1908-1912). Aspíllaga apeló a la corte suprema solicitando un recuento de los
votos, afirmando que se habían producido irregularidades en el sufragio en el
campo, justamente donde se consideraba que él tenía buena parte de su audal
electoral.
A diferencia de la huelga anterior, esta vez hubo bastante violencia y saqueos,
los cuales hicieron que Pardo recurriera al ejército e impusiera la ley marcial. El
paro parecía haber perdido impulso una vez que el gobierno arrestó y encarceló a
sus principales organizadores, y el comité declaró su levantamiento el dos de ju
nio, tras lo cual se suspendió la ley marcial y el gobierno asumió una actitud
más
296 Peter Klarén
. .f 6 ue la huelga había costado más
conciliadora. La prensa postenormentem orrn q _ l · d d Más ded
. d n danos a a prop1e a . os-
de cien vidas Y más de dos m lilo nes e so 1es ed ' á t' hab'1an sido destruidas
. . , ·edad e as1 1cos,
c1entas tiendas en su mayona prop1 . vez más en contra de
estam-i cuando los frustrados saqueadores se volcaron una
noría alta mente vis ible . f
Nib ie n acababa de volver la ca lma a la capital, cuando el punto ocal de
las protestas se desplazó a la venera ble rs1 · d a d de San Marcos donde la re-
· , ' .
Umv e
forma venía gestándose hacía algún tie mpo. Aunque los0n _ en es más nhguos
del movimi e nto se remontaban a comie nzos de s iglo, éste rectbtó un nuevo imp
ulos con los aco ntecimie ntos europeos ocurrid os al final de la Primera GuerraMun d i
al. Para empeza r, la ma gnitud de las muertes y la des trucció n causada por eclo n
flicto
e uropeo prod ujo una profunda desilus ió n frente al orden capitalis ta occdi e nta l,
en par tic ula r entre los jó venes e intelectuales . Al mis mo tiempo, el esta llid o de la
Revolució n Rusa de 1917 y la a pa rició n del socia lis mo y del comunis mo, hicie
ron surgir la es pe ra nza de que un nuevo ord en, más human o y jus to , es ta ba a
punto de nacer.
Estos se ntimie ntos se esparcieron inmed ia tam ente a las unive rsid a d es de
América Latina , produciendo sus primeros resultados concretos en la Universidad
de Córdoba , en Argentina, en 1918 . Allí, los universitariosdeclararon la
necesidad de que la sociedad se limpiara a sí misma del sórdido materialismo y de
los exce sos capitalistas que ellos creían había causado la confla gració n. Esta nueva
corriente id e o lógica se fusionó con otra ya poderosa: la de sentimientos
antiimperialistas contrarios a la intetvención estadounidense y su «diplomacia del
dólar»1 en el Ca ribe, que databa de la Guerra Hispano-Estadounidense de 1898.
En San Marcos, la asce nden te generación de 1919, cada vez más sensibilizada
con las luchas so ciales de los trabajadores al final de la guerra, comenzó ahora a
vilipendiar al pro fesorado establecido como agente de la plutocracia local, aliada con
los empresarios ya kees. ra ellos, estos catedráticos eran culpables de «corromper»
a la juventud latin am cana con las falsas doctrinas del materialismo y del
capitalismo irrestricto que 1dentif1cab_an con los postulados del positivismo,
promovidos constantemente por la ge erac16n anterior d l-novecientos . Había
llegado la hora de poner fin al
monoJ?Oho que es gen rac1on de catedrá ticos ejercía sobre la administración y
el cumculo d la umvers1dad, y de establecer refonnas amplias.
. El c tahzador p_ar el estallido de la reforma universitaria en el Perú fue el
arnbo a Lima del soc1ahsta argentino Alfredo Pal · .
, ac10s, en mayo. Palacios, un po
tente ora dor, se presento ante una gran multitud U . .
en 1a nivers1dad de San Marcos
l. «Dolla r diplomacy « esto es una pol(ti
. ' c a exterior fOrtal 'd
financi eros de un pa ís; dícese en espe . ald ec1 a por el poderlo de los recursos
laciones internacionales entre 190S c e la forma en que los EE.UU. conducían sus re-
y 910 . N. del T.
VIII/ La República Aristocrática 18 5-1919
1 2 7
para explicar el movimiento de Córdoba. Su discurso tuvo el ef eclo inm dia1o de
galvanizar al estudiantado a la acción y recibió una amplia cobertura en un nue vo
diario progresista llamado /a Razón, fundado por Mariátegui poco después de
dejar E/ Tiempo tras una disputa con su editor. De hecho, fue en las oficinas de
La Razón donde varios trabajadores y alumnos de San Marcos se habían reunido
antes para coordinar la estrategia a seguir en el segundo paro general de los obre
ros. En la universidad, los estudiantes exigían ya una serie de reformas que compren
dían el retiro de varios catedráticos y la introducción del ce-gobierno estudiantil,
esto es el derecho a participar en la adm inistració n universitaria, incluy endo la se le
cció n de profeso res. El res paldo estudia ntil para estas demandas se inte nsificó ahora
con la presentación de Palacios en San Marcos . Entre los principales defenso res de
las reformas se encontraban los futuros histo ria dores Raúl Porras Barrenec hea y Jorge
Basadre; Haya de la Torre, el poster io r fundado r de la Alia nza Popular Re
volucionaria Americana (APRA); y sus compañeros Luis Alberto Sá nchez y Ma nuel
Seoane.
Otra conmo ció n política esta lló e n med io de esto s sucesos tumultuosos . El
4 de julio , Leguía lle vó a ca bo un golpe p reve ntivo co ntra el gobie rno de Pardo,
luego de una serie de decisio nes promulgadas por la Corte Supr ema a fa vor de su
opone nte Aspílla ga , c o n respecto a las supu estas irregularidades en la votació n
de las elecciones de mayo. Leguía calculaba que ahora su victoria estaba
amenazada por sus enemigos, de quienes se decía venían maniobrando para que la
cuestionada elección se decidiera en el Congreso, donde contaba con pocos
seguidores. Cuatro días después del golpe, Leguía ordenó la libertad de los dirigentes
del paro general, los cuales procedieron a organizar una inmensa demostración a
favor del nuevo presidente. Presentándose en el balcón del palacio presidencial,
Leguía se dirigió a la masa popular en un emotivo discurso en el cual identificó
plenamente a su nuevo gobierno y a sí mismo con la causa de los trabajadores.
Leguía, claro está, no era ningún recién llegado a la política pe ruana . Había
sido ministro de hacienda en el primer gobierno de Pardo, y luego presidente
entre 1908 y 1912. Sin embargo, su retorno a la presidencia en 1919, después
de un largo periodo de «destierro político» como paria de su antiguo partido,
revelaba la virtual bancarrota del civilismo y la debilidad de los partidos
tradicionales de la República Aristocrática. También mostró la extraña habilidad
de Leguía para un cir las fuertes corrientes de cambio político y social que
azotaban al país a sus propias ambiciones políticas.

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