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Después de enseñar acerca de grandes temas de la vida como el asesinato, el adulterio y el divorcio, el Señor
enseña sobre los juramentos, quizás un tema menor en relevancia según nuestros criterios, pero no en los del
Señor, pues aquí está en juego el honor de Dios, la enseñanza está basada sobre el tercer mandamiento,
Éxodo 20:7, y también de una combinación de ideas de Levítico 19:12, Números 30:2, y Deuteronomio
23:21
Nuevamente podemos observar que el problema de la interpretación de los fariseos era que la basaban única
y exclusivamente en la letra y no en el corazón del mandamiento, tanto así que hacían todo lo contrario a lo
que Dios quería
Reflexión final: si nuestra vida es consistente con lo que profesamos, no tenemos por qué hacer juramentos a
la ligera, por eso debemos esforzarnos por vivir, hablar y actuar siempre en base a la verdad, esto constituirá
una base segura para la credibilidad, ¿de qué sirve hacer juramentos si nuestra vida es perversa? ¿alguien nos
creerá? La respuesta es no y lo único que lograremos es deshonrar a Dios y ponerlo en contra nuestra