Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
CLAUDE
,
VERICEL
a AMIGO DE LOS ANIMALES
rlustraciones
Silvia Gómez
.
COI.CIENCIAS
,,
•
Celso Román
'CLAUDE VÉRICEL
EL AMIGO DE LOS ANIMALES
Ilustraciones
Silvia Gómez
COLCIENCIAS
1
COL.CIENCIAS
2
Dedicatoria
Al doctor Gustavo Román Bazurto, Médico
Veterinario, mi padre, de quien aprendí el
amor por la vida en todas sus formas.
Agradecimientos
El autor desea expresar su sincero sentimiento de
gratitud a tas siguientes personas:
Ricardo Sáenz Vargas , Investigador en Ciencias Socia les. a C>JI'()
cargo estuvo la delialda labor de recopilación de información bá-
sica.
Dr. Gonzalo Luque Forero, Médico Veterinario , exdecano de la
Facultad de Medicina Veterinaria de la Universidad Naciona l de
Colombia, decano de Medicina Ve te rinaria de la Universidad de
la SaUe.
Dr. Luis Carlos Villamil, Médico Veterinario , exdecano de la Fa·
cultad de Medicina Veterinaria de la Unlverslclad Naciona l de Co-
lombia.
Dr. Ornar Garcia, Méd ico Veteñnañ o, decano de Medlc:LltaVete-
rinaria de la Fundación Universitaria San Martín.
Dra. Maria Trebert , Médica Veterinaria , adalid de la memoria de
Claudia Véricel.
Dr.Gonzalo TéUezlregw, Médico Veterinario. decano de la Facultad
de Medicina Veterinaria de la Unmrsidad Nacional de Colombia.
3
Dra. Nohra Martlnez, vicedecana de la Facultad de Medicina Veteri·
noria de la Universidad NacionaJ de Co lombia.
Maria Fernanda Gómez Ahumada, microbióloga, golondrina cono-
cedora del ciclo que se abre ante lo lente del microscopio.
Dr. Carlos Augusto Hemándcz, asesor elela Rectoría de la Univer-
slcloo Nacional de Colombi<>p<>raAsuntos Internacionales.
Dr. Carlos Sanmartín Barberi, director de la Sociedad Colomb iana
de Historia de la Medicina.
Susana Dlaz, amab le funcionaria de la Academia Nacional de Medi·
cina y de la Sociedad Co lomb iana de Historia de la Medicina.
Dr. Gabriel Toro, pató logo, Instituto Naciona l eleSalud .
Dr. Gustavo Román Campas, neurólogo, San Antonio, Texas.
4
Contenido
Pág.9 Pág. 13
El arribo de Nace un niño
Paysan que amará los
animo/es
Pág. 19
Pág. 27
.
• .•
·~P'
. ~e
Lo Infancia
o el reino Un alumno
~ .,........
..........
..,. t•
de los seres distinguido
Imaginarlos •
Pág. 35 Póg.43
Noticia de un Los Andes
lejano pafs tienen el color
de lo primavera
5
Pág. 51 Pág. 59
Colombia es mi Lo construcción
palomar de la ciencia
Pág. 67 Pág. 73
El maestro y El desarrollo de
sus alumnos la ciencia
6
I
7
ga ni dificultad que la doblegue . Abrió su consultorio Spei Domus
(La casa de la Esperanza) y a él retornaron sus Jóvenes dlscipulos,
entre quienes figuraba el doctor Feder ico Lleras Acosta. La gue·
rra minó un espacio del saber, pero la escue la prosiguió trabajan·
do en torno de las enfermedades tropicales que afectan a los an i-
ma les e inciden en el hombre .
8
< P1QJOrOO)IOrde
Bogot6 (de<alle/.
1846. A(.uorefos de
Mo,k, Lllogro/fo
Am,, Bogotd JB92
r.
El arribo de Paysan
n el apac ible sur occidente de la ciu-
,,,_ dad de Bogotá, en el antiguo Quin-
'- to Distiito - parroquia de San ta
Bárbara, entre el rlo San Agustín y la que-
bradl\ San Juanito- , para nadie fue raro
ver circúlar un hermoso perro pastor Co-
llie esa n1añana limpia de l 15 de agosto de
1938.
-Ha de ser un paciente que se salió
del consultorio del vete1inario dijeron al-
gunos de los vecinos y los transeú ntes que
vieron el bello animal de noble mirada.
9
Dr. Claude Véricel. Universidad de Lyon,
Francia. SPEI DOMUS
Era la res idencia del fundador de la
medicinaVeterinariaen Colombia, un vene-
rable sabio de 82 años, activo e inquie-
to, quien aún tenia intacta su capacidad 1)1', CIAlOf VflUCB
de asombro con las cosas maravillosas que
le deparaba la vida.
La luz del hermoso animal atravesó la ' RANO\
puerta, siguió por el zaguán que comuni- "
caba a otra contrapuerta, que a su vez se
abria a un patio al cual daban las habita-
ciones; una de ellas había sido usada como consultorio y laborato-
rio durante los últimos 33 años. Hacia atrás otro pas illo llevaba a
un gran solar donde durante mucho tiempo estuvieron los esta-
blos y las caballenzas para alojar a los an imales en fermos. En el
centro, clavado como la abstracta silueta de un hombre con los
brazos alzados hacia el cielo, aún estaba el botalón de corazón de
guayacán, madero usado para amarrar los caballos y acollarar las
reses en el mo,nento de hacerles las curaciones .
El aire del lugar aún conservaba el olor a estiércol pisado y re-
mojado, mezclado con el aroma de yerbabuena y po leo en una at-
mósfera de alcohol y yodoforino, incorifundible per fume de clínica
veterinaria .
Las tapias de l patio estaban tapizadas por la en redadera enor-
me de un curubo - la fruta preferida de Véricel desde el instante
que probó por primera vez un espeso sorbete-. Una descuidada
mata de mora de Castilla habia invadido los rincones y la hierba
sabanera ocultaba la tumba de un perro igual al que llegaba. La
maleza llenaba las junturas del piso empedrado y los recintos ce-
rrados tenían aspecto de abandono .
. El anciano científico anotaba cada día las observacio nes de los
casos interesantes que sus discípulos y sus amigos - los ganaderos
10
de la Sabana, conocidos como orejones- compartían con él. Sus
apuntes casi llenaban una pesebrera, adecuada como depósito.
Allí también se conservaban, juiciosamente catalogados y rotula-
dos, centenares de huesos de diversos aníma les con las huellas de
la enfermedad o el dolor.
-En ellos puede estar la clave para evitar que otros padez-
can este sufrimiento que quedó grabado como con un hierro al
rojo; por eso no apaguemos hoy la pequeña luz que nos puede
alumbrar mañana un nuevo camino -so lia decir al tratar de des-
cifrar los misterios que se ocultaban en los detalles, tal como lo
habla aprendido de su admirado maestro, el científico francés Louis
Pasteur.
El perro recorrió en diagonal el patio pasando por entre el per-
fume de las rosas, el color de los geranios y el verde húmedo de los
frondosos helechos. Bordeó una fuente y entró en la habitación
donde el profesor Véricel hacía su reposo hacía el final de la mal'\a-
na, después del almuerzo tempranero. Miró en las paredes las con·
decoraciones francesas y colombianas otorgadas al clentlflco, se
acercó y lo despertó poniéndo le una mano sobre el regazo . Véri·
cel abrió los ojos y lo reconoció de inmediato:
- ;Hélas Paysan, mon ami! (;Hola Campesino, amigo mio!)
-Vengo por ti, ha llegado la hora de emprender un viaje mara-
villoso. 11est ten1ps de partir (Es hora de pa1tir) -le dijo en su
idioma natal.
-Estoy listo, aún a mi edad todo puede ser una agradable sor-
presa. Vamos.
El profesor, con una agilidad inusitada para su edad, se dirigió
a su paragüero de caoba y de aUItomó una vieja correa de cuero.
En ella pendla, como una meda lla, la plaqueta de plata con la
inscripción del nombre: Poyson.
-La guardé todos estos años, pues sabía que volvería a cami-
nar contigo. Allons (Vamos).
11
Salieron al patio de los rosa les y el aire de la ciudad estaba más
transparente que nunca. el cielo parecía redondo de lo azul. La
ciudad, arrullada por el canto breve y nítido de los pajaritos cope·
tones, reposaba adormi lada bajo la sombra de los aleros y la ca l·
ma de los patios con palmas de cera , cerezos y duraznos . Una luz
maravillosa los envo lvía cuando trasmontaron las altas montañas,
el enorme rlo Magdalena y el ancho mar de Colón , hasta llegar a
una Europa dormida bajo el manto del invierno. Volaron sobre
Francia y se detuvieron en Lyon, el 11 de diciembre de 1856 , cuan·
do iba a nacer un niño a quien llamarlan Claudio y habría de ser un
gran amigo de los ani,nales.
12
"" ' ""
,,-~.-"'· .~robado.del molecóll
• I < ~ SadnF,,L\"'n•
~
V Coso<<>4óh<k
Ctoud•\1-l, •n
Lyon.
13
no a las tres de la tarde. La luz pegaba en los cristales. diluyéndo-
se y cabrilleandoen los mil reflejosde los copos de nieve.
14
llegaron los pastores celtas a la casa donde ya se escuc haba el llan-
to del recién nacido.
15
..
Postor Cofllc
16
-Es el premio que te da la vida, amigo
mío. Ya lo entenderás en este viaje, pero
por el momento mira esecuadro en la habi·
!ación de tus padres y nos vamos caminan·
do por allíunas primaveras n1ás.
Véricel levantó la mirada y vio un pe -
queño lienzo con los apuntes de una esce-
na campesina: dos mujeres pobres , vestí·
das corno su madre , recogfan las espiga,;
rezagadas de l trigo recién cosechado. A
un lado de l trigal abrevaban las vacas re-
frescándose dentro del rio, a la sombra
amplía de las grandes hayas en lo más cá·
lido del verano.
Algún día pasó por allí un pintor camino de Barbizon en ple-
no verano y pidió por caridad de Dios un vaso con agua. La se·
nora embarazada , Madame Véricel, fue atenta con él e incluso le
invitó a compartir la mesa de la familia. Al proseguir su camino , el
artista le extendió un lienzo doblado y fue exp lícito:
-Reciba esto señora, es lo único que tengo para demostrarle
· mi agradecirniento .
17
La tela estaba firmada por Jean Fran~is Millet, poeta de la
vída campesina. La mirada de Véricel entró por las pinceladas
que guardaban el instante que plasmaba el cansancio de esa seño-
ra embarazada, Marie-Fran~oise Aníer, que cargaba en su víentre
el planeta de la vída.
Véricel y Paysan , caminando por entre los campos dibujados y
recorriendo los cam inos más allá de las carretas cargadas de gra-
no, se desp lazaron por el tiempo 8 años más, cuando el pequeño
Claudio conoció de cerca esa sensación terrible de vacio que deja
la muerte de un ser querido. A lo largo del camino hacia el futuro
se detenlan de vez en cuando a mirar el niñito en su cuna, acom-
pañándolo en sus primeros pasos y espantando los miedos de la
noche .
18
La infancia o el reino de los
seres imaginarios
19
leta escolar, Paysan correteaba por el jardín haciéndole gambetas
al nii\o que le persegula riéndose a carcajadas. El perro, con gesto
noble, se dejaba abrazar del pequeño a pesar de las caricias brus-
cas de ese amor inicial que todavia no era capaz de controlarse a
si mismo. En ese momento la luz de los recuerdos volvió a su
mente: Paysan era su amigo imaginario, su compañero en esa in-
fancia que de pronto , por un giro del destino, se hada difícil.
Mientras tanto, la casa era presa de una triste agitación. Desde
hacía varios días venía con más frecuencia el doctor Julien, el mis-
mo que habla atendido a la señora Véricel durante el nacimiento de
Claudio. El caballitoque arrasll'aba su coche tenla encima el peso de
los ai\os y su color había pasado de tordillo a blanco por las canas.
Esta tarde de primavera hablan venido algunos parientes y los
vecinos iban y venían con caras largas. El pequeño Claudio no
sabia por qué se acercaban a él y le abrazaban con afecto dicién-
do le que debía ser fuerte y comportarse como un valiente, pues él
iba a ser el hombre de la casa. Allí estaban sus padrinos: el tene-
dor de libros sieur Jean Louis Maton , un viejito ya de 61 a1'\os,
que le ensenó a amar el conocimiento encerrado en los textos
como las piedras preciosas en el cofre de un tesoro , y sieur An·
toine Darbe , un hombre maduro , que lo estrechó con la fuerza
franca de los albai\iles. Los dos eran grandes amigos de los Véri-
cel y vecinos de los números 8 y 5 en la Rue du Boeuf (Calle del
buey).
Con una ligera crispación, Claudio el viejo Cly6los gritos que ve-
nían de la casa. Hubo luego llantos desencajados y a través de la
pared de la habitación salió su padre, convertido en una silueta de
luz y acompai\ado por una dama vestida de gris, de rostro muy
pálido, que le ayudaba a caminar sosteniéndo lo del brazo, como
se lleva a los enfermos.
Al verla, Paysan gruñó mostrándole los colmillos, porque era
la misma mujer que acompai\aba a los lobos rabiosos . a las aguas
putrefactas que transmitían la peste, ella andaba con las plagas,
con los cazadores, con los ejércitos que incendiaban pueblos. Era
20
.
la muerte misma y Claudio el niño y Claudio el viejo sintieron el
escalofrío horrible del miedo en el aire helado que la acompañaba
siempre.
Ella se detuvo un instante para dar la oportunidad a ese hom-
bre de 43 años, con la sonrisa lívida de los muertos de tisis, para
que dijera adiós a su hijo. Le acongojaba irse a destiempo de esta
Tierra, pero se llevaba algo que la dama de grises vestiduras jamás
podría quitarle: el amor a la vida que sembraba en su hijo y que
ahora veía realizado en ese hombre que asumió el reto de dispu-
tarle la felicidad a la muerte .
- Me sie,,to orgulloso de ti, hijo, porque si fui vencido por la
enfermedad , sé que esta dama te tendrá miedo. Lleva mi bendi-
ción y mi amor para que te den fuerza en el camino que escogis -
te. Sigo viviendo en 11... adiós.
21
una sonrisa en la boca y un escarabajo
color esmeralda entre la manito cerrada.
La señora Véricel no vio que el niño repo·
saba en el regazo del abuelo Véricel, de él
mismo casi 80 años después. Y tal vez por-
que a los seres humanos nos está vedado
ver otros mundos dentro de éste, lampo·
co vió el perro de luz hecho un ovillo a los
pies del niño.
Cuando la señora Marie-Fran~oise lo
entró a la casa, las palomas currucutea·
ron en los palomares de toda Francia, re·
pletos con el afán de vida que trae mayo.
El aire se llenó con aroma de flores nuevas, como una señal de
calma después de la tormenta.
-Colombes ... (Palomas ... ) -musitó Véricel- . Quizás esta
fue mi primera señal de que viajarla a un país en cuyo nombre
están las palomas: Colombia, tíerra de palomas ...
Los dos amigos esperaron el amanecer, acompañaron el en·
tierro modesto hasta el cementerio de Lyon y Claudio el viejo pu-
do·verse a sí mismo como el niño que durante la ceremonia estu·
22
vo más atento a la vida que a la muerte. Al vuelo de las go londri·
nas que revoloteaban alrededor de la torre. al afán de los ruiseño ·
res que preparaban sus nidos, al canto de las alondras que gorjea·
ban llamando el amor, a los insectos embriagados de néctar y a
todas las seña les que garant izan la vida en primavera .
<Clovdc Monct,
Comillc Mo,,e, e.n el
lechodemucne.Óleo
• , J879,
,oh.., llern:o
M"""'dc Or,oj,, Porls.
23
En ese camino del pasado, el profesor revivió el país de su
infancia con nosta lgia -ese privilegio de dulce do lor de quienes
han sabido soñar en la vida-. Se vio a sí mismo cuando en el
modesto hogar ayudaba a conseguir unas monedas extras con
una cría de conejos gigantes y bonachones de Flandes, alimentan-
do las palomas y llorando cuando era necesario sacrificar un gan -
so para la cena de navidad o una gallina para el sustento diario. El
viejito de barba blanca y el perro pastor Collie le conso laban sus
pequeñas tristezas:
24
es la alegría de las aves. O cuando en tu plato la vida te ofrezca la
car rera de l co nejo, la algarabia feliz de los gansos o la hwnildad
de los corderos, debes gozar la vida que te regalan -decía muy
serio Paysan.
••
•
25
•
26
. !'• - ... • .,...
Un alumno distinguido
..
os griegos se establecieron en -
C, el sur de Francia,en la actual
Marsella,que luego fue la /\1as·
saliade losromanoo.Deesosdos pueblos
heredamos un lenguaje que, mezclado
con nuesrroanrlguo celia,formó el Idio-
maque nos da alaspara movemos en el
mundo, deda en su examen de griego y
lalinal finaldelLiceoelalumnoVéricelOau-
dio. Amaba esas lenguas, que llegó a do-
minar en profundidad.Descubrióen ellas
••
la magia de construir con significados para dar sentido a una
palabra, cuando su profesor le reveló que al decir hip6dramo, se
describíaa hippos, el caballo y dromoo, la carrera, para que en la
mente se dibujara el lugar en donde corren los caballos.
27
gue, en el delta de su amado rio R6dano, recorrido por caballos
blancosde larguísimascrines y por toros negrosde enormescuer-
nos bravíosque bufaban tratando de compelir en su carrera con
las hadas. Ellas habitaban las orillas del mar, donde vivían
stel/an1arls. la estrellade mar. y marls ·luclos, la merluza. el pez
que tiene lucll. las luoescomo de estrella íugaz del íondo de las
aguas.semejantea un tesoro de ultramar. el otro lado del mun·
do. donde estabael continente que este Jovende 18 años alguna
vez visitarla.
Sabiaque el francés había heredadodel griego la ra!z pteros
que significa ala. y por eso un ser áptero es alguien privado de la
capacidadde volar: un arquíptero. es uno de alas primitivas. por
cuanto la ralz arcl,olos ~ignifica antiguo Encambio un coleópte-
ro. de la ralz colé<>s.que significa estuche.esaquel insectoque. al
igual que ciertas hadas. cuando no vuela guarda sus alas de seda
en un colreelllo que llcv.i a la espalda. decoradocon las iridisc<?n-
clasdel arcoiris.
Si la que vienea embellecerel ala es lepldos, que significa<><;ca
·
ma, nos invade en los camposde primavera una bandadade ma·
riposas. que son lepidópteros, es decir, que líenen sus alas cu·
biert;)Sde un fino polvillo. a manera de escamasde ionos colori·
dos, metalizados,inverosímiles. Lo podemoscomprobar si mira·
mos un ala de mariposaal microscopio , que viene de micros, pe·
querioy scoµef,mir.ir, pueses el aparato para mlror lo pequeñoasi
como el telescopio es el de mirar en la distancia, teles, allá arriba
en el cielo estrelladoencima de la Francia, que celebra la gradua·
clón del Liceo del a.lun,no distinguido.capazde hablar con el espl·
ritu de las cosas.de los animalesy las plantas.
Claudlo el viejo y el perro Pay,,c,ndC01n¡x,11drOn
di Jown t,.,.
chillera presentarsuexamende admisióna la EscuelaImperialVete·
rlnaria que tenla, como una ench1agala, profundas raíces. El 4 de
agostode 1761, un acuerdodel Consejo, propuesto por el Senor
Bertin. Ascal de Ananzasy antiguo Intendentede la Generalidad
Lionesa.autorizabaa Claudio Bourgelatpara estableceren LYon
una escuelapara la curación de animales. Abrió sus puertasel 1°
28
de enero del año siguiente en las instalaciones de la Hostería de
lo Abundancia, sobre la gran ruta del Mediodía, que posterior-
mente pasaría a ser la gran vía de la Guil!otiére. En 1796 la escue -
la fue transferida al antiguo convento de las damas de Santa Isa-
bel, llamado Claustro de los dos Arnontes . Con algunas dificulta-
des continuó creciendo hasta alcanzar en 1840 sus limites definiti-
vos, cuando víno su remodelación a cargo del arquitecto Chabrol, a
quien le sucedió Sainte Marie Perrin que finalizó la obra de su cole-
ga a partir de 1868 , exactamente 10 años antes de que Claudio
Véricel se graduara .
29
-Ck~ro que no tod<>!'porque habla algunos que no ocultaban
su alegria ¿Si o no? - Preguntó con picardía el perro Paysan.
J
30
•
. • •.
31
primavera temprana y no podía bajarse de los esca lones de perfu-
me que le regalaron las flores.
32
8 perro fiel llegó casi al tiempo con el Diploma que quedó
asentado el 30 de julio de 1878 bajo el número 1871 en el regis·
tro 3, Folio 37. La entrega del diploma fue el 29 de octubre y lo
firmaba el director, Dr. Chaveau, quie,1 lo abrazó diciéndole que
mantuviera ese espiritu maravilloso que hacia de él una persona
tan especial.
-Gracias señor Director, de ahora en ade lante no más consig-
naciones, sólo mantener en alto el nombre de la Escuela -respo n-
dió el Joven doctor Claudio Véticel, de 22 años.
Con un hilo de nostalgia uniéndoles el corazón a Claudio el viejo
y a Paysan, aslslleron a la ceremonia de grdduación, en tiempos
de un hombre -modelo digno de imitar- que Iluminaba la Francia,
Louls Pasteur, el científico que le ganó tántas partidas a la muer·
te. Para esos años era el biólogo que se había instalado entre
1865 y 1870 en Alais, centro de grandes ctiaderos de gusanos de
seda, que se encontraban afectados por vanas enfermedades. Al-
gunos detenían su crecimiento y desarrollo como si la dama de
gris los tocara con el dedo arrancándo les la luz de la vida; los que
llegaban a término producian seda defectuosa.
Pasteur lo que hizo fue observar minuciosamente, atender a
los detalles que indican el camino incorrecto de una vida. Así des-
cubtió que los gusanos padecían de una pébrlne o "enfermedad
de los corpúsculos" que era hereditaria y se podia evitar seleccio-
nando solan1ente huevos sanos para la reproducción . Laotra enfel'-
medad, -la flacherie-, que los mataba antes de empezar a hacer el
capullo, era adquirida por contami nación de ejemplares enfermos
en contacto con los sanos; la solución fue aislarlos.
-Con esa manera aparentemente simple de mirar lo natural
bu..'lCándolesu magia secreta, el maestro nos enseñó a observar
el mundo de una nueva forma -dijo Claudio el viejo. Más adelan·
te volverían a encontrarse con el maestro, por el momento , en la
vida del joven veterinario se abría un camino de cinco años de
trabajo en un pueblito cercano a Lyon, con un nombre que parecía
· el redoble de un tambor tocado por un niño, Tarare.
33
34
<Ee1gcnloPe,lo.
Lo sabana. Óleo.
1992 , &cuelo do lo
So9.0na,
Eduot111.,
N
~ l!Jt-o-
·--
_'}<\~dcl<!,;>!o. ~. .,...,..
lli>rJc>NI,
J 9!1(1
,'-=
V óom,do floñ,;fn.
Haciendoel Congre-
so, "1'1ede Tét1}o,-
Cu,,di,,~mol"CO
Fotografío·
Cario$ Molino
V
amoscaminodeTarare-<lijoPay-
san halando la trailla.
35
-En ese caso necesita consultar un jardinero - respondió Vé·
rice( tratando de tranquilizarlo y sin ninguna intención de burlar·
se.
-Por favor, doctor, venga conmigo, Violeta es mi vaca lechera.
36
Hasta mediodla se regocijaron en los retozos de primavera cuan-
do llegó el dueño del toro , espantó la vaca, reparó la cerca y devol-
vió su animal al establo llevándolo de la nariguera. Violeta estaba
tan Uena de amor y tan embriagada por la libertad, que se sintió
capaz de cualquier cosa cuando su cuerpo le recordó que tenia ham-
bre. Pasó por una casita donde no había nadie; solamente unas
piezas de ropa se agitaban en las cuerdas del patio balanceándose
llenas de po len y de inquietas mariposas que bailaban con la brisa.
Entró a la huerta atraída por los retoños de las hortalizas que cre-
cian en las eras con toda la fuerza con que la tierra canta a la vida
después del silencioso y dormido espacio del invierno. Violeta co-
mió hasta que I<?<?ntr6mi<?doal V<lrque anoch<?ciay <?ntonc<?s, con
un terrible sentimiento de culpa, salió de nuevo al camino y se fue
en busca de su casa . Cuando llegó, ya las primeras estrellas pinta -
ban en el cielo y su panza empezaba a dolerle.
¡Cómo mugió la pobre Violeta durante toda la noche! Al ama ·
necer , su vientre estaba como un tambor a punto de reventar y no
se podía levantar, los ojos enrojecidos se crispaban ante la pre-
sencia de la señora de gris parada en la puerta del establo, con
esa paciencia que la suele caracterizar , diciendo que el an1or y la
muerte eran la misma cosa.
Síeur Jean ·Jacques , con la primera luz del dia se fue a buscar
al nuevo doctor de animales que le dijeron había llegado hacia
pocos días a Tarare. Con él volvió en su cochecito arrastrado por
un viejo caballazo de tiro, que ga lopó Incansable a la ida y al regre-
so , no sólo por el cariño que tenia a su amiga Violeta , sino porque
había visto la dama gris en la puerta del establo.
Eso indicaba la gravedad de la cosa y consideró que si la vaqui·
lla había sido llamada por el amor, no merecía morir. El aire del
estab lo estaba helado por la presencia de la muerte. Véricel en·
tró, examinó la vaca con el vientre a punto de reventar y diagnos -
ticó:
-Estás timpanizada , Violeta. Debes haber asaltado alguna huer·
ta y todo lo que comiste ha hecho una fíesta de gases dentro de tí.
37
Claudia el víejo, sentado arriba del es-
tablo, entre las pacas de heno , con su fiel
amigo Paysan echado a su lado, lo recor-
daba perfectamente, porque ese día tam-
bién la primavera le había puesto un hilo
de oro en el corazón . Pero antes iba a
tener una batalla.
En efecto, el joven Veterinario abrió su
n-.aletíncomo si luera un duelista escogien-
do arma para batirse en esa mañana tem -
pranera de mayo . Miró su instrumental y
sacó un estilete alargado y hueco , levantó
la mirada y percibió el escalofrío que Je co-
rre por el espinazo a la muerte cuando siente que va a perder una
víctima.
-Agua y jabón , vamos a limpiar el costado de Violeta y la des -
inllamos -dijo el duelista mirando a los ojos a la dama vestida de
gris, sin miedo , porque no era la primera vez que la enfrentaba .
Sleur Jean Jacques se asomó a la puerta de l establo y transmitió
la orden . Minutos más tarde apareció Jeanne y el corazón de Clau·
.dio dió un brinco de amor. Estaba también lleno de po len, de alas
de mariposas y polvillo de estrellas abundantemente regado, ha -
38
• •
, --
bía pr imavera con generosidad esparcida
sobre su corazón y sobre el de esa rubia prin-
cesa de largas trenzas y clara piel de un
pueblo pastor celta , embrujo de las galias .
La mue1te no tuvo otra opcíón que la
retirada cuando el doctor Véricel buscó con
manos hábiles la fosa ilíaca izquierda de
Violeta, ese triángulo que se forma entre
la última costilla, los bordes de las vérte-
bras lumbares y el ala del hueso de la ca-
dera . Allí lavó la píel, afeitó un espacio del
ta.maño de una moneda grande. con el bis-
hni hizo una incisión de dos centímetros y
aplicó la afilada punta de l trócar -que era como se llamaba su esti-
lete-.
39
El doctor le formuló un elixir para normalizar la función del
intestino y evitar la presencia de más gases y le dijo a sieur Jean
Jacques que vendría al día siguiente a verificar el estado del ani-
mal. Regresó como la había prometido , con 1.,absoluta seguridad
de que Violeta estaba bien, pues realmente iba era a visitar a
Jeanne. Fue a formularle poemas en griego y en latín, a decirle
que durante toda la noche las hadas de la primavera no lo habían
dejado dormir pensando en ella y que no iba descansar hasta el
fin de sus días si ella no lo aceptaba, pues sus amigas de los bos-
ques le habían revelado que ella era un hada celta escondida en la
piel y las trenzas de la campesina de Tarare. Las visitas se formali-
zaron y Claudio y Jeanne se casaron. Casi al tiempo y cerca del
comienzo de año, nacieron Violetina, la hija de Violeta y el gran
toro galo, y Jeannette , la híja de Claudia y Jeanne , el hada celta.
40
una persona particularmente interesada en la investigación bacte·
riológica.
41
Gonzalo Arizo, Camino de Son Jauier, Acuarela 1967.
Forogroflo: Osear Monsof11e
42
a . . : .s '!br.,... _...,._
- .... ·.t.:..,- .
43
medio de l Atlántico; si no fuera por tu mano tranquila y los abra -
zos de Jeannette , no habría podido soportar la travesía.
44
de arriba uno de los barcos más rápidos y lujosos de cuantos na-
vegaban el Gran Río. Eran vapores de tres pisos: en el primero
estaban las cocinas, el alojamiento de la tripulación , el depósito
de leña , la caldera y las máquinas que hacían girar las inmensas
ruedas de paletas que movían la nave. En el siguiente piso esta-
ban los camarotes y el comedor para los pasajeros. En la tercera
cubierta, estaba la cámara del capitán y el cuarto del timonel, con
su enorme rueda de timón.
-Los vapores podían ser hermosos , pero eran bestias que de-
voraban los bosques de las orillas de los rios -a firmó Claudio el
viejo, recordando con un esca lofrío aquellas paradas tan frecuen-
tes a recoger la madera que les servia de combustible. El buen
observador comentó al capitán del barco que ese exagerado con-
sumo de troncos acabaría con las selvas,ocasionando el desmadre
del río.
45
vida o licor, pero sin abusar, para mantener un espíritu sereno.
'
•
..
46
:
47
Véricel, el joven veterinario , se refería al macabro espectáculo
del paso del barco de vapor por las proximidades de los playones
donde dormitaban ahitos los caimanes, atragantados de peces en
la época llamada de subiendo. Era un desfile rio arriba, hacia los
afluentes cristalinos, donde desovaban las hembras en una danza
de la fertilidad. Esa columna de vida alimentaba nutrias, zorros y
hasta jaguares que manoteaban desde la orilla hartándose de los
bocachicos que brincaban desesperados en la arena caliente. En
esos playones los saurios recibían el sol con las fauces abiertas
mientras diminutos pájaros inquietos les limpiaban los dientes.
48
. ,
49
uúnos y la ronca rabia del Jaguar. La madremonte y el mohán
perdieron desde entonces la sonrisa y prefiguraron un futuro tris·
te para las selvas de l Gran Río.
Colmdndel mc19dolc110
Acuaretas de Mark , Lrtogro/fa Arro. 8ogol6 , 1992
50
<Ptlénte .sobre cJ rlo
Guolf, en honda.
Acuarelasde Mork,
Arco.
l.,.lrogm/lcr
Bo¡¡o16,J992
de "1~mpru.
Ca,t~~
<feHt,'SÍd~
Colombiav t.knczue-
lo, Tomo 11,VI/legas
&//rores.8ogot6.
1994
,·r
Co lom bia es m i pa lomar '
• •1,;•
\• ¡.''.
an Bartolomé de las Palmas de
51
ron mientras calmaban la sed con fresca limonada preparada con
agua de tinaja , filtrada en una piedra porosa llena de musgo. Ex-
celentes anfitriones, don Alberto y doña Oiga le tenían preparada
una habitación a Claudia y a la niña , así como un cuero de res a
Paysan para que pasara la noche.
En Honda reposaron dos dias para recobrarse del fatigoso via-
je . Recorrieron los alrededores de la ciudad, que resplandecía de
vida en los colores inverosímiles de las veraneras y las frutas de
sabores siempre nuevos, que conquistaron el corazón del Joven sa-
bio. A la madrugada deldía siguientecruzaron el ríoen canoa, cargados
con todo el equipaje, para iniciar la travesía en mula hacia la capital.
Lasbestias estaban listas desde muy temprano y la primera impre -
sión que tuvo el joven veterinario al contemplar el conjunto de
anima les de orejas caídas y cabeu,s gacha~. era que hablan sido
amansadas a palo, quebrantadas sus voluntades a rejo. Sabia sen -
tirlo en el aire, como si le fuera dado contemplar el aura de los
seres vivos y parcibir el sufrimiento.
-¡Ah! Todavla recuerdo que en ese momento mi venida al
pals se puso en peligro - recordó Claudia el viejo, sentado arriba
de la talanquera del corra l empedrado donde dormitaban las acé-
milas. Cuando me dieron la mula Medalla, según mi costumbre, yo
le revisé no solo los aperos sino su estado ganeraJ. De inmediato
sentí el olor acre de las heridas infectadas . Enormes moscas azu-
les zumbaron cuando levanté la gualdrapa debajo de la silla de
montar y vi la huella nítida de los dedos de la dama vestida de gris
en ese pobre animal. Puse el grito en el cielo. Dije que no sopor-
taba la inhumana forma de tratar las bestias. Desde Barranquilla
me do lía el alma por los pobres burros , por los caimanes y ahora
ésto! ¡No más misión oficial! Grité que me regresaba a Francia.
Don Alberto ordenó de Inmediato conseguir bestias frescas de
su propia hacienda y garantizó peones de su entera confianza
para que las cabalgaduras fueran bien tratadas. Véricel mientras
tanto curó no sólo al animal herido sino a todos los de la partida
que se enc-0ntraban en estado semejante. Después de eso decidió
continuar el viaje.
52
1 - Fuimos nosotros quienes redlmente hichnos Cd1nulc1rde
parecer di doctor -dijo Paysan con una sonrisa a Claudio el viejo,
cuando ayudaron al azar a convertirse en destino. Transformados
en la luz secreta de la vida. los dos amigos entraron en el corazón
del joven científico y le mostraron cuán grande era el camino que
debía recorrer. No sólo para dejar una huella en la vida, sino por ·
que su ausencia significaría demasiado dolor e infinita tristeza: seria
como dejar el campo a merced de la dama vestida de gris que ace-
chaba la vida. Claudio el joven leyó la súplica en la mirada de los
animales Indefensos ante la crueldad de los arrieros , el azote de
los zurríagos, la ardiente marca de los rejos y el golpe de los bor·
dones de durísimo guayacán que llamaban perreros .
53
Eran lugares propicios para las hadas y los seres fantásticos
que llenaban el continente a1nerícano. Extraño país este, pensaba
Véricel, donde en los barrizales del camino se encontraban cara-
vanas de indios llevando un piano europeo, que a veces se desba-
rrancaba -con estrép ito de resortes y clavijas- hasta el fondo de los
abismos donde se amontonaban en el silencio los huesos de hom-
bres y animales.
54
ciudad fue directo, en medio del agradabl e clima de un sabanero
día despejado . Ese 12 de junio de 1884 Véricel se maravilló con
los mil verdes tonos de la vegetación, la sumisa dulzura de los
campesinos del altiplano y el aire transparente que se le antojó
semejante al de su Francia natal, con la ventaja de tenerlo durante
todo el año. Sintió que había encontrado un hogar y que su vida
tenia un sentido: servir a la humanidad .
Rptiiórr ÍOl"re8 /\
Ménde8.;
'Comíoodtt montaña .
C.rbon<lllo y t<lpl•
!:-....
,\~~1~r - 1orlal
~~6 .&j .
., ,:,¡ .
RotE"'1
· 1'1
·1om,s >
Bc1r¡ero. Corbon
·
. ciltb ópl• .de.POlo<
Cuacl ~ con!'ilum~ .. .
' • bre.scolom~Orl0$ , •'
14it1<1tiot
Cl'fl'JI!>{. •
Sb{¡o16,,.¡.
·-
55
selva aprovechando la frescura de la n1añana y la sabiduría del
porquero.
56
una estatua de Bolívar, que Claudio Véricel, el joven veterinario se
quedó mirando por un insrnnte y le pareció que en las adustas
líneas de su frente había algo que tenía que ver con la soledad del
poder y la ausencia de los sueños. Claudio el viejo, con su perro
de luz atado de la trailla sí podía entender ahora lo que ese dla de
1884 fue apenas un ramalazo de tristeza:
- Es cierto, estoy solo y estoy triste -d ijo Simón Bolívar sa-
liendo como una silueta de luz de su propia imagen de bronce ven·
go de visitar el futuro y me parece que la patria ton1ó u11rumbo que
no es el que yo habla soñado para ella.
-Excelencia, cuente co11nosotros para contribuir a no dejar
,norir sus sueños, cuente con la vldd, cuente con todos aquellos que
han de venir para construir un mundo mejor, donde la patria que
usted soñó sea pan en cada boca, sonrisa en cada niño y futuro en
cada hombre -r,ispond ió Claudio el viejo, poniéndose la mano
derecha sobre el corazón.
-Gracias doctor , ya tuve un patr iota Véricel entre los volunta·
rios franceses que apoyaron mi causa y ahora llega usted a conti·
nuar ese amor en esta tierra. Le nombro desde este momento
Gran Mariscal de los Andes y le otorgo mi fuerza para la lucha
que muy pronto ha de librar contra los enemigos de la vida -dijo
Bolívar en el francés perfecto que habla aprendido en los elegantes
salones de Parls. Con un abrazo se despidieron y el perro Paysan
de lu1.haló la traílla rumbo a la pensión de la señora Margare! Price
de Bowclen, situada arriba de la plaza, donde los funcionarios del
Ministerio de lrlstrucción Pública habían arreglado el alojamiento
del doctor Véricel. Quedó instalado en una cómoda habitación en
el segundo piso, cuyas ventanas daban a la calle.
El sol del ocaso ti.ñó el cielo con el arrebol de los venados. Clau
dio Véricel contempló el lento declinar de la luz, alzó en sus brazos
a la pequeña Jeann ette, acarició el cuello de Paysan y les dijo bue-
no, hemos llegado.
-S í señor, aquí estamos todos -d ijeron al tiempo y suspiran-
57
do Claudio el viejo y su perro fiel, los dos hechos de luz, los dos
con fundidos con los últimos rayos del sol bogotano. Suspiraban
porque sólo ellos podían ver que el espectro de la guerra tomaba
forma , opacando al esplritu de la ciencia.
58
< Gustln,
El Humllfadero ,
la \krocru~ v Son
Fmncisoo. en Bogo,<!,
As~1.rola sobre~~l. ~
lll.(_6. Museo ~ru e
de :Jvllo, ~ "l!
~! ,.,'("
)
V Cloude Vérlq~I
orendtendoo sus .,.
cl{tmtc:,u11to CllukO
~ lerinarlo ~
y·
La const .rucción
. de la
crenc ra
... - sta es la quinta De Ninguno Por·
- te, aqul en la carrera 12 con calle
'- 4a, mi estimado doctor , nos la
arrendó don Alfredo Valenzuela. Como ve,
liene un pequeño patio interior -haced pa·
tlo, y si os queda espacio, haced casa-, de-
cían los españoles. A él dan las habltac lo·
nes y luego hay un zaguán hacia otro so lar
más grande, con estab los y caba llerizas,
que muy bien podrían servir como hosp i-
tal veterina rio. ¿Qué tal, m.i doctor?
59
ro que todo la actividad de investigación y luego la docente. El
país necesitaba formar veterinarios, pues la salud pública esta ba
al garete, a merced de los avatares con que la dama gris le hacia
zancadillas a la vida.
Una vez instalado, el doctor Véricel aprend ió las palabras que
sin tener raíz griega o latina se incorporaron a su corazón con el
sello de América: botalón, la horqueta enorme donde se amarran
los animales para librarlos del do lor a pesar del miedo que sien-
ten; la palabra coyunda, que es la cuerda de lique, cuero o crin
trenzada, que acompaña el .cabestro de las cabalgaduras y sirve
para dejarlas amarradas cuando el jinete se detiene en medio de
su jornada, a la sombra de un árbol de tierra caliente que se llama
campano y que suena con el tañido de las chicharras durante el
dla y alumbra con la luz de la luciérnagas du rante las noc hes del
trópico.
Aprendería palabras traídas desde las lejanas llanuras de orien-
te donde se criaban los ganados cimarrones, que se llamaban cochi·
lapos cuando no tenían marca de hierro al rojo, que sesteaban en
las n,atas de monte donde florecían árboles de nombres nunca
an tes oídos con10 guarataro, merecure , camoruco y cara-caro.
Un universo nuevo para todos los sentidos, un campo abierto pa-
ra la vicia.
Claudio el viejo y su perro de luz recordaron con un poquito de
nostalgia aquellos dias en los cuales el viajero francés sintió una
pena profunda, que por entonces en su diario llamó lo tristeza,
paradójico, de los hermosos lugares.
-No podías entender por qué estabas triste en un país tan her-
moso y fue por eso que tuvimos que estar los dos metidos en tus
propios suenos para darte fuerza y hacerte entender que en la vida
ninguna lucha es fácil -<l ijo Paysan halando suavemente de la co-
rrea para sacar a Claudio el viejo de ese resplandor opaco de los
recuerdos tristes que querían quitarle la sonrisa al revivir los duros
tiempos de estar solo y no conocer del todo el idioma para comun i-
car ·sus sentin1ientos.
60
La violencia parecla tener hondas raíces y eso a Véricel, un ami -
go de la vida, le llenaba de pena el corazón . El mis1no año de su
arribo -1884 - llegaron a la capital noticias de trastornos en Santan·
der. 0.mdinamarca y Panamá. que parectan un eslabón 1nás de la
larga cadena que venia desde los tiempos en que los indlgenas cari ·
bes guerreaban con los ch ibchas del altiplano, después la cruel con·
quista españo la, Juego el conllicto de independencia y aho ra los
continuos alzamientos entre liberales y conservadores, las faccio-
nes en que se dividiero n los herederos de Bolivar y Santande r.
61
-.... ~
•• r •
•
I
.. .. ? r "
••
t rl ..
} . .. ,.1
,Ml,p¡;f¡/los 'V
(dfdaqilorvcl, .. ••
/..,,rólo:f¡epdcrtoY.
',
'¡ •. ,
62
ladrillo donde se realizaban las clases de disección anatómica.
63
asignaturas propias de la Medicina Veterinaria, griego y latín, di-
bujo y literatura.
-El Veterinario debe ser un hombre de su tiempo, un conoce-
dor de los caminos del arte y la literatura, para apreciar la hermo-
sura de l mundo y los frutos de la mente humana. Vamos a hacer
historia, señores míos, pon iéndonos de l lado de la vida.
Con estas palabras cargadas de emoción pedla a sus alumnos
desarrollar la sensibilidad con que nacemos todos ahora que se
encontraban en la mesa de disección de la escue la frente al miste-
rio que lo había traido al pals: extrañas formaciones semejantes a
nódulos presentes en las vísceras de un novillo peludo criado en
las cercanías del páramo de Guasca.
-Los veterinarios tene1nos en nuestras 1nanos la responsab i-
lidad de velar por la salud humana , debemos tener la mente alerta
para anticiparnos al ataque del mal - afírmaba Claudio el viejo,
envuelto en su luz fuera del tiempo, siguiendo con atención los
movimientos seguros de las hábiles manos de Claudio el joven,
que con gran precisión abría los nódulos y extraía muestras de las
extrañas carnosidades.
64
El gran toro ya bufaba a punto de liberarse cuando Paysan de
luz y Paysan de carne y hueso atacaron a la dama de gris hacién-
dola retirar del oído de l toro, persiguiéndola mientras huía por
encima de la tapia marchitando los cogo llos de los curubos hasta
salir volando a las oriUas de l río donde tenía sus cuarteles en me-
dio de las Inmundicias que destilaba la ciudad.
65
Ricardo G6mez Campuzono , l 9 I 7. 1\foseo
Desofacl6n (delalle}. Óleo sobl'd ltc11zo
Gómei: Campu.umo , 8ogo16.
66
' ..
.,,..
•
....
67
plata -ele vegetación y agua pura-; pero hoy son cloacas máximas,
contenidas por dos híleras de ranchos que a lo largo del cauce avan·
zan hacia el centro de la ciudad -decia Claudio el viejo mirando las
aguas muertas. En invierno se volvian un torrente oscuro y en vera·
no eran hilos de aguas muertas , incapaces de llevarse las malolien·
tes basuras. A veces los presos, con horcas de cabo largo empuja·
ban la porquería a la corriente. En el perímetro de la ciudad los
gallinazos abrían las alas como si adoraran a la dama vestida de grís
que arrojaba de sus manos las infecciones de tifus, cólera y disente·
ría que mataban por épocas a los ciudadanos retorciéndo les los
intestinos en espantosos dolores.
-Doc tor, nos están tragando las garrapatas -pa recían decir
los animales que se llevaban de tierra fría a los climas cálidos donde
se afiebraban, adelgazaban y empezaban a orinar sangre hasta que
terminaban muertos, empujados a tierra por el dedo infame de la
muerte . Hacia las garrapatas enfiló Claudio Vérícel la lente de su
microscopio buscando las causas del mal.
68
Tomaba muestras a los anima les enfermos y en ellas viajaba
observando cuidadosamente , como un astronauta navegando por
los universos de los glóbulos rojos, atento a las formaciones extra·
ñas y empezó a encontrar los causantes de piros. la fiebre. el fue·
go dentro de plasma , el líquido de la sangre.
Así como había visto que los marineros del río Grande de la
Magdalena soportaban sin enfermarse picaduras de insectos, y
siguiendo las investigaciones de su maestro Pasteur, que había
logrado atenuar los agentes causantes de ciertas enfermedades y
luego generado resistencia al inocularlos a los animales nunca
antes expuestos al mal, Véricel ensayó generar inmunidad. En el
n1atadero tomó muestras de sangre de animales calentanos e inocu-
ló pequeñas dosis a ganado de tierra fria que se.ria llevado a tierra
cálida y de garrapatas. Logró generar resistencia, sobretodo en una
época en la cual empezaban a llegar ganados europeos para me·
jorar las razas criollas.
69
l&ordo G6mc,
Compuzono.
Ganadode lo Vlf91:
nin Óle,, ""bre
,,.,,,o.
1912, MUN!O
G6~ Compviono.
Bogo ró.
Garropata. V
70
.
< Caballos , Haciendo
.g . i,
s •,!'fAd a \';
~lr
.
...
Qirl
.
, ,~
. ...
Moll,-a
) "'
".- , ... ......
.... -,
,}
•
t '
..
• •
• '
"
'
71
pudiera caminar tranquila --decía el perro Paysan de luz refren-
dando la alegria de su amo. Pero pareciera que la da,na gris, la
portadora del sueño del cual nadie despierta, volviera po r sus fue-
ros: se preparaba una nueva guerra, que habría de durar mil días
y en su salvaje torbellino de muerte habria de conta r entre sus
víctimas la primera Escuela Oficial de Veterinaria de un desangra -
do país de palomas rojas llamado Colombia.
72
<Ricardo Borrct0.
Alrededoresd<t"Bo-
got6. Ólí..'O
sobre
modera,1910, E.scue·
la de la Sobona.
de Att4 Modt#",
Mu.$t!O
~ ...... 8ogo16, 1990
~
..'"..
)
•
~-':"•
.C-
.
NhfD~
V /li,n,6n To""' ..,._
d.,.¿/¡/,
Joul .
•
~-
73
cinturón de pobreza que rodea la ciudad, en la salida de los ríos ...
74
por el poder. Era otra guerra de terratenientes que recogían sus
arrendatarios a la brava, los llevaban amarrados como presos y
para que combatieran, los embriagaban con una mezcla de aguar-
diente y pólvora, dándoles el título de soldados voluntarios.
El senUSanclemente fue derrocado por José Manuel Marroquín
el 31 de julio de 1900 cuando el pals Uevabacasi un año hundido en
ese torbellino de muerte que duraría mil dias en los cuales se sobre·
pasaron todas las atrocidades anteriores. Los fondos del gobierno
se fueron a los frentes de batalla y muy pronto los centros de educa·
ción superior cerraron sus puertas por falta de presupuesto y por la
simple sustracción de materia que significó el que los estudiantes
se enrolaran en uno u otro ejército. Con una mirada extraña, mez-
cla de satisfacción y alegría morbosa , la dama vestida de gris se que·
dó un buen rato contemp lando el cierre de la primera Escuela Ofi-
cial de Veterinaria, cuando Claudia Véricel, con un dolor profundo
en su corazón recibió la notificación oficial que alegaba situaciones
de guerra que nos obligan a sacrificios que usted sobró entender.
-Jamás los vamos a entender, ni tenemos por qué entender ·
los si estamos del lado de la vida --oijeron con voz firme Claudia
el viejo y su perro de luz a la ene1niga que, sin dejar de sonreír,
retrocedía ante los colmillos de Paysan.
Esa misma noche, desafiando el toque de queda, algunos de
los alumnos, que al día siguiente se incorporarian a las filas revolu·
donarías, tomaron brandy francés con su maestro y lloraron con él
porque seguramente no volverían a verlo. Sabían de antemano que
deberían dedicar sus conocimíentos para tratar de salvar los caba·
llos que agonizaban en el barro de las trincheras con las patas par·
tidas por la metralla, o curar las mulas que se desollaban el lomo
cargando las pesadas cajas de municiones, o aliviar el dolor de los
bueyes que se derrengaban arrastrando las cureñas de los cañones
que vomitaban la muerte. Claudia el viejo también lloraba y su pe·
rro Paysan aullaba a la luna llena del nuevo siglo que empezaba con
la aparente victoria del imperio del dolor.
-Yo, que los educaba para la vida, debo decir les adiós, pero
75
lleven en su corazón el amor que hizo sur-
gir esta Escuela que hoy se cierra.
76
que con el tiempo le compró al señor Alfredo Valenzuela. Una vez
firmadas las escrituras. lo primero que hizo Véricel fue cambiarle el
nombre De Ninguna parte por el latino Spei Damus: Casa de la
Esperanza.
El pres idente Marroquln tuvo que consagrarse exclusivamente a
concluir con esa incalificable rebelión que engendró en Co lombia
un vandalismo nunca visto en las guerras anteriores. Y como si qui-
siera matar el fuego con el fuego, decretó la guerra a muerte . El 28
de Febrero de 1902 , el ministro Aristldes Femández previno a Juan
MacAllister, guenillero de Cundinamarca,
que si en el térm ino de 20 días no liberaba
los coroneles conservadores que tenía
como prisioneros, fusilaria los libera les que
estaban en su poder en el Panóptico Na-
cional. la pr incipa l prisión del Gob ierno.
Los dias transcurrieron y la ciudad estaba
a la expeclaliva de los fusilamientos de los
comandantes liberales de la guerrilla del
Tequendan,a EmilioAngel, Juan de la Rosa
Barrios, Victor Julio Zea y Celso Ro,nán.
La noche anterior al macabro espectácu-
lo, Véricel se encontraba profundamente
triste no sólo por la morbosa expectativa
\ _/\ t'etsoRM1dr-;el
gene111f
de lo uuerro
clulf. Fotogro{ia: •.
AU{1U.ltfo,S.:Mm,:,1-,,,
......
. " ;, I ..
.,._
• • J -
.,..::'l~\.:ft:.
a."'~,··-\' ."~ -
J-• , .... . ~ .. .-,,;:; . .,. : ... : .
<!kd•Nou.,111!
" ,~-
.. 4 Loawluff1orJ0&.
FabulousCotomblo~~...
Geography .
77
que habían generado los fusilamienlos, sino porque su querido pe-
rro Paysan agon izaba, cargado de años - más de 20- casi ciego y
sin dientes. Tuvo una muerte plácida en los brazos de su amo , a la
hora del sol de los venados. cuando el crepúsculo dejaba asomar las
p rimeras estrellas . El profesor se quedó en silencio, como si rezara ,
al lado del cadáver de su amigo y a medianoche decidió encender
una lámpara , tomar una pala de las caballerizas y enterrar lo en el
patio al pie de los curubos que enredaban en la tapia de l solar.
Evadiendo las patrul las y siguiendo e l camino del sur, que debía
llevarle al Tequendama, buscó refugio en el único lugar que conocla
bien en esta parte de la ciudad : la clínica veterinaria donde tantas
veces acompañara a su padre a traer caba llos de paso montado o
lo orejón sabanero por e l camino de Soacha. Llegaban envueltos en
una nube de po lvo luciendo el traje de viaje ros: sombrero suaza de
alas anchas y copa alta, pañuelo de seda al cuello , poncho -una rua-
na de paño azul e impermeable-- zamarros de cuero de tigre, estribos
moriscos de bronce y espue las orejonas de larga estrella de plata.
.:....
Esanoche nació una am istad que compensó la pena de mi
78
muerte ~ijo Paysan de luz, pues el joven general sería en el
futuro un asiduo visitante del consultorio y un próspero comer-
ciante de ganados, que calzaba novíllos con zapatones de cuero
crudo de res, para que pudieran trepar desde el llano por el cami-
no de Cáqueza sin destrozarse las pezuñas. Luego administraría el
Matadero Central, donde impuso una paz de fuego entre los ma-
tarifes. Incluso un hijo del general, Gustavo, sería veterina rio, como
si hubiera heredado de su padre el amor por la vida y la adm ira-
ción que sentla por Véricel.
En novíembre de 1902, a bordo del navío de guerra norteame-
ricano Wisconsin se firmó por fin la paz. Colombia perdió a Pana-
má y se inició la reconstrucción de l país, que habla quedado en la
miseria. Poco a poco volvíó la normalidad a las ciudades y al cam-
po: los ganados desperdigados volvieron a ser reunidos en la paz
de los potreros. Los hacendados buscaron otra vez al doctor Véri-
cel para pedirle su asesoría. Don Ulpiano Valenzuela, entre otros
que siguieron su consejo, importó en 1904 ganado Normando para
su hacienda San Marino, en la sabana de Bogotá .
Véricel habla infundido el espíritu invesligativo en su alumno
Federico Lleras Acosta . Con él cont inuó trabajando en el peque-
ño laboratorio de la antigua escue la -ya alumbrado por una bom -
billa de energía eléctrica, slmbolo del progreso de los tiempos-,
que se convírtió en consultorio particular. Allí continuaron la ca-
cería de las bacterias causantes de las enfermedades y sentaron
las bases de la bacteriología para las ciencias médicas del pais.
En 1905 surgió el carbón sinlomátíco , qu<?s<?manifestaba con
una súbita cojera de las reses jóvenes, acompañada de inflamacio-
nes bajo la piel que crepitaban al tocarlas por los gases de muerte
que producia la pro liferación de las bacterias. Los dos dentificos ,
como caballeros andantes se enfrentaron a ese nuevo enemigo. Vé-
ricel descendió por la lente de su microscopio al campo de batalla
de los cuerpos afiebrados, describió los daños en los tejidos y el
fragor de la batalla en las células. Lleras Acosta, a su lado, logró aislar
el agente causante, C/ostridium chauvei, y pudo preparar la pri-
mera vacuna contra la enfermedad. Hablan ganado la batalla.
79
El tiempo continuó su transcurrir y un día la nostalgia se posó
como una paloma en el corazón de Véricel. En sueños vinieron a
visitarlo la hermosa Jeanne, pastora de ganados. la de las trenzas
de color de oro, los dioses del Ródano, de los Alpes y del Macizo
Central y los guardianes de los rebaños celtas. Claudia se miró al
espejo y vio el rostro de un hombre de 66 años, solo en el mundo.
pero que habla vivido una vida plena. Ahora se parecla al vlejlto
de luz que llegaba acompañado de un perro pastor Collle igual a
Paysan.
80
El 12 de íunio de 1912 se fue para Francia. Deshaciendo el ca -
mino de hacía tantos años, casi 30 , pudo comprobar lo que había
predicho al capitán del barco: ya no había caimanes en el rio y la
mayor parte de los bosques había desaparecido.
81
larian un invierno con nieve y dec idió aceptar que su corazón esta-
ba en Colomb ia a pesar de las guerras y el desamor que parecla
existir en tantas cosas.
-¿Pero si no es uno el que po ne el amor quién lo pone? Vol-
vamos --s e dijeron al mismo tiempo los dos Claudíos , que para
entonces ya parecla n hern,anos geme los como suele suceder con
todos los viejos. Emprendieron el regreso cuando el otoño des ho-
jaba los árboles de Lyon. Sedespidieron de la casita donde habían
nacido, en la Place Neuve Sa int Jean Nº 1, y luego atravesaron
po r última vez el patio de su amada Escuela de Veterinaria, y re-
tornaron al Caribe.
Aquí le esperaban los honores de su patria y de la tierra que lo
acogió. En el curso de los años siguientes sus discípulos obtuvie-
ron auto rización del gobierno para fundar la Facu ltad de Medicina
Veterinaria -creada med iante la ley 44 de 1920 , que sería la co n·
tinuación de su primera Escuela- . El doctor Véricel fue nom brado
profeso r honorario y co ntinuó ejerciendo la doce ncia junto con la
investigación particular, de manera que, como un ermitaño de la
ciencia veterinaria , fue llenando una caballeriza completa con es·
peclmenes curiosos de las autops ias y una montaña de notas de
cuidadosa caligrafía y primorosos dibujos.
Francia le otorgó la Cruz de la Legión de Honor, la Medalla de l
Mérito Agrícola y la Cruz de las Pa lmas Académicas, a ese hijo que
dejó tan alto el nombre de la patria en Ultramar. Colombia lo exaltó
con su máxima condecorac ión: la Gran Cruz de Boyacá, en el gra-
do de Caballero y la Alcaldía de Bogotá le dió su meda lla de l Cuarto
Cente nario de la fundación de la ciudad. Las academias de Medici-
na y de Medicina Veterina ria lo distinguieron como miembro Ho-
norario. En Spe i Domus, La Casa de la Esperanza permaneció
los últimos años cuidado por su amada hija Jeannette, que tenia su
prop ia quinta en Chía - la población sabanera consagrada por los
chibchas a la diosa de la luna- donde criaba conejos y gallinas y
hacia obras de caridad en la Legión de Maria.
82
la mañana del 15 de agosto de 1938, en una ciudad que habla
crecido enormemente a partir de l gobierno de Pedro Nel Ospina,
gracias a los 25 millones de dólares recibidos de los Estados Unidos
como indemniwción por la pérdida de Panamá. Pero también cre-
cía la agitación social en las petroleras de Barrancabermeja, en los
puertos de l Magdalena, los ferrocarriles y las bananeras, donde la
muerte volvió a poner su mano en una espantosa matanza, obsti·
nada en cerrarle el paso a la vida y a los sueños.
83
-Be llo es, después de morir, seguir viviendo -dijo el perro
Paysan a su amo, que ya se encontraba con todos aquellos seres a
quienes su ciencia había beneficiado, mil estrellas más entre los
astros de la vida.
-Así es Paysan, valíó la alegría, porque la pena ya no existe
-dijo Claudio Véricel, otra vez en la flor de su vida.
84
I
•
. 111
1111111