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1
Sermón 18 de los Sermones parroquiales, cit. por Louis Bouyer, Newman. Le mystère de la foi,
Ginebra 2006, 63.
2
Cf. Hans Urs von Balthasar, Herrlichkeit I. Schau der Gestlat, Johannes Verlag Einsiedeln, Trier3,
1988 604-619.
The Canon and the Unity of the Scriptures
In Christo
3
Cf. R. Arnaldez, EL CREYENTE MUSULMÁN, en Julien Ries (coordinador), Tratado de antropología
de lo sagrado [5], Madrid 2005, 359-361.
4
Cf. Claude Bruaire, L’affirmation de Dieu. Essai sur la logique de l’existence, Seuil 1964, 179 y sobre
todo 229-252.
5
Cf. Hans Urs von Balthasar, WORT, SCHRIFT, TRADITION en Verbum Caro, Johannes Verlag
Einsiedeln, Freiburg3 1990, 20-24.
6
Nos valemos en esta afirmación de la coordinación entre metafísica y teología que supone la
gran trilogía teológica de H. U. von Balthasar: el aparecer glorioso de Dios (Estética teológica)
corresponde, con libertad divina, a la belleza como cualidad trascendental del ser, el darse de
Dios (Teodramática) corresponde a la bondad, el decirse de Dios (Teológica) a la verdad del ser.
Cf. Epilog, Johannes Verlag Einsiedeln, Tier 1987, 45-66.
The Canon and the Unity of the Scriptures
7
Cf. el estudio DIE BABYLONISCHE TRASCENDENZ. DER EINE LOGOS UND DIE VIELEN SPRACHEN, en
Logo-Tokos. Der Mensh und das Wort, Freiburg 2003.
8
Cf. Henri de Lubac, L’Ecriture dans la Tradition, París 1966, 233 ss.
9
Confessiones 11.8.10. Comentando los últimos libros de las Confesiones, afirma H. U. von
Balthasar: «La forma del ser es, por tanto, desde siempre diálogo: llamada de la palabra divina y
–mediante la conversión- respuesta a ella de la criatura» (Das Ganze im Fragment, Johannes
Verlag Einsiedeln, Freiburg2 1990, 26).
The Canon and the Unity of the Scriptures
De Spiritu Sancto
10
Hans Urs von Balthasar, WORT, SCHRIFT, TRADITION en Verbum Caro, Madrid 1964, 22.
11
Adrian Walker, LIVING WATER: READING SCRIPTURE IN THE BODY OF CHRIST WITH BENEDICT
XVI. en Second Spring 12, 2010, 60-70.
12
Cf. H. U. von Balthasar, Herrlichkeit I. Schau der Gestlat 595-604.
13
WORT, SCHRIFT, TRADITION, en Verbum Caro 23.
14
Cf. Henri de Lubac, L’Écriture dans la Tradition, los apartados L’ACTE DU CHRIST, 133-147, y LE
FAIT DU CHRIST 203-220, en los que de Lubac considera a Jesucristo como activo fundador de la
unidad de la Escritura y como objeto de ella.
The Canon and the Unity of the Scriptures
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WORT, SCHRIFT, TRADITION, en Verbum Caro 24.
16
Cf. H. de Lubac, L’Ecriture dans la Tradition. L. Bouyer, La Bible et l’Evangile. No carece de
importancia la diferencia de perspectivas complementarias de los dos teólogos franceses. De
Lubac expone lo perenne de la exégesis tradicional. La perspectiva de Bouyer es la de una
mirada de fe limpia a la exégesis moderna.
17
Theo-Dramatik II. Die Personen des Spiels. 2. Die Personen in Christus, Johannes Verlag
Einsiedeln2 1998, 167-175. 476-479.
18
Cf. A. Walker, art. cit.
The Canon and the Unity of the Scriptures
19
Herrlichkeit III 1. Im Raum der Metaphysik. 1. Altertum, Johannes Verlag Einsiedeln 1965, 27.
20
ERWÄGUNGEN ZUR EINHEIT DER BIBLISCHEN THEOLOGIE, en Vom Sinaí zum Sion, München 1990,
23.
21
Comenta Adrienne von Speyr: «Aquí se hace visible el significado pleno del Hijo como
Palabra, porque Él es más fielmente y más auténticamente el testigo que la Palabra que expresa
lo que el Padre es. Y cuando Él mismo se reduce a una palabra –Amén- Él se muestra
precisamente en esta reducción como Palabra divina, como Hijo». Entre los atributos del Hijo, el
de ser llamado Amén expresa la filiación de modo más completo que otros, porque lo hace ser
algo completamente del Padre y asimilado al Padre; y «expresa perfectamente el venir-del-
Padre y el volver-al-Padre propios del Hijo». Apokalypse, Einsiedeln, 1950, 202-203.
The Canon and the Unity of the Scriptures
alteridad22, o a una comunión sin real distinción de las procesiones, del origen,
de las personas en comunión23, si se perdiera de vista que la coeternidad del
amor de las personas divinas es también una tercera persona. En este sentido, si
bien el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, también Él es la unión de
ellos, por un lado como dativo del amor implicado en el acusativo de la acción a
favor del Tú amado (Espíritu del Padre y Espíritu del Hijo), por otro lado como
un nuevo acusativo al que Padre e Hijo refieren su acción mutua, para poder
renunciar verdaderamente al propio yo24 a favor del otro divino.
Esta función del Espíritu Santo en la Trinidad podemos definirla como la
que es propia del amor personal, que une y separa a la vez, porque une en la
distancia de la alteridad real. Si este evento no es amor, tendrá que ser de nuevo
algún proceso lógico en el que, finalmente, no ha sido dada la Palabra. Pero
como ese evento entre el Padre y el Hijo es amor absoluto sin un lógos
precedente que le dé fundamento, no tiene por qué ser sometido a ninguna
lógica de totalidad deplegada25, sino que puede permanecer en sí mismo, es
decir, es persona distinta en la inmediatez y en la diástasis. Es amor en sí en el
22
«Hegel, el filósofo del Espíritu, ha precisamente olvidado al Espíritu Santo: el modo de ser
personal de Él es dejado fuera de consideración y el discurso eclesial sobre Él es totalmente
invertido», L. Oeing-Hanhoff, cit. por Hans Urs von Balthasar en Theologik III. Der Geist der
Wahrheit, Johannes Verlag Einsiedeln, 1987, 40.
23
Algo así parece verse en las ideas de Greshake contra todo «prius» o «prior» en la teología
trinitaria, contra la «taxis», el orden de las procesiones divinas, sostenido por la tradición, que
Grashake explica como influencia helenizante de la filosofía del Uno. Según el teólogo alemán,
la Trinidad de las personas en Dios llevaría de por sí a concebir la divinidad sobre todo como
comunión en condiciones de igualdad, sin ningún «prius⁄prior ontologico o logico» (Il Dio
unitrino, Brescia 2000, 216). Si hoy podemos, dice Greshake, pensar en la Trinidad y la Unidad
de Dios a partir del evento interpersonal, podemos abandonar el modelo del «orden trinitario»
con el Padre como principio, fuente, origen de toda la divinidad (cf. 215-218. 231). Pero el
personalismo al que se acoge Greshake, remitiendo a Lévinas, ¿qué intercambio real, qué
donación real de sí permitiría en el seno de la Trinidad de Dios? El orden de las procesiones
divinas puede haber sido confundido en el arrianismo, y en otras formas anteriores de
subordinacionismo, con la filosofía del Uno, pero es tan claro en la Escritura como la identidad
de Jesús en su relación con Dios.
24
Sobre la necesidad de acercarse al misterio de la Trinidad desde el mandato del Señor de «el
que quiera seguirme niéguese a sí mismo» (Lc 9, 23) cf. Adrienne von Speyr, Das Wort und die
Mystik II. Objektive Mystik, Johannes Verlag Einsiedeln 1970, 116-117.
25
Las alusiones a Hegel de John Milbank en The Verbe Made Strange. Theology, Language, Culture,
Oxford, 1998 (curiosamente, a propósito de Gregorio de Nisa, 208) parecen indicar una teología
bíblica en la que la «divine inverbation» (186) de la creación, la continuación del relato divino,
desplegado en naturaleza corporal y en política, como en el gran silogismo de Hegel, coincide
finalmente con un platonismo en el que no se sabe bien cómo se sostendrá la alteridad. Como
observa F. Ulrich, el evento de narrar por sí sólo tiende al solipsismo (cf. Gebet als geschöpflicher
Grundakt, Johannes Verlag Einsiedeln 1973, p. 10).
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amor del Padre y del Hijo. No es una Palabra nueva, lo que lo reconduciría a la
única Palabra en Dios, sino el modo de decirla y de oírla. No es un Logos
distinto del expresado paternalmente y filialmente, sino el amor que hace
posible y sostiene la distinción de las dos expresiones, y las interpreta
válidamente más allá de ellas mismas.
Ex Maria Virgine
Por eso mismo el Espíritu Santo puede inspirar la Escritura en la que se revela
el Padre diciendo su única Palabra, y puede hacerlo desde el corazón humano
de los hagiógrafos, cuya obediencia de fe es la ontología desde abajo, nos
parece, de la Escritura. Pero, ¿cómo la gracia del Espíritu puede producir esta
inspiración en el corazón humano incrédulo, incapaz de sostener la Alianza o el
seguimiento de Cristo? ¿No quedaría de nuevo todo reducido a la acción divina
que ahora se dice desde lo creatural pero sin que este elemento quede
incorporado realmente en el decir la Palabra? Una concepción de la Escritura
que cae desde arriba, en la que los hagiógrafos participan como órganos que
trasmiten verdades que no sólo no comprenden sino que les son tan ajenas
como Cristo podría serlo a Moisés, no es ya posible, después de las evidencias
de una historia de la tradición de la palabra que llega a ser bíblica sólo después
de muchas generaciones para el Antiguo Testamento y un par de ellas para el
Nuevo. Y querer reconducir la Escritura a una palabra unitaria desde la
profecía, no ya desde el cumplimiento, de modo que éste esté ya en la profecía,
no puede llevar más que a una reducción de la revelación de Dios a
esquemática narrativa.
Adrienne von Speyr ha propuesto de nuevo la analogía entre
encarnación del Verbo e inspiración del Verbo en la Escritura. Pero con un
acento original, novedoso, sencillo y a la vez muy rico en su perspectiva
teológica: análogamente a la encarnación del Verbo, la Escritura está constituida
también por el «elemento mariano» («das Marianische», simplemente «lo
mariano»26 ), que es el fiat pronunciado ante el Ángel de la Anunciación con tal
amplitud de fe que queda a disposición del Espíritu Santo, es el elemento
creatural convertido en fe perfecta que permite la acogida del Verbo que Dios
26
En la lengua alemana es más frecuente la sustantivación de un adjetivo que en otras lenguas.
La noción es semejante a la de «mariana ratio Ecclesiae» de Juan Pablo II, que se puede traducir
como «principio mariano», o «dimensión mariana» de la Iglesia. Cf. Discurso del 22 de
diciembre de 1987; Mulieris dignitatem 27. La diferencia está en el hecho de que el Papa utiliza
esta idea en sentido eclesiológico exclusivamente, desde el cual, evidentemente, por la analogía
de la fe, se puede y debe extender a su ámbito más amplio, como él mismo hace en Redemptoris
Mater sin utilizar el concepto.
The Canon and the Unity of the Scriptures
27
Los textos principales sobre esta presencia de lo mariano en toda la historia bíblica, están,
para el Antiguo Testamento en el pequeño libro María en la Redención, publicado en español un
solo volumen junto Ancilla Domini por la Fundación San Juan, en Rafaela (Argentina) 2005,
214-215; 235-267; cf. también La Creación. La Misión de los Profetas. Elías. El Cantar de los Cantares,
Rafaela (Argentina) 2005, con alusiones a lo mariano, más bien implícitas, a lo largo de la
historia bíblica. Para el Nuevo Testamento, el TRAKTATUS ÜBER DEN ADVENT DES SOHNES, en Das
Wort und die Mystik II. Objektiv Mystik, Einsiedeln 1970, 119-166.
28
Cf. Louis Bouyer, Sophie ou le monde en Dieu, Paris, Éd. du Cerf, coll. « Théologies », 1994.
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29
Por ejemplo, Romance In Principio erat Verbum de San Juan de la Cruz; o la cristología entera de
San Luis María Grignon de Monfort. También la Divina Humanidad de Jesucristo según la
sofiología rusa contemporánea.
30
Cf. el primer capítulo de Glaubhaft ist nur Liebe, Johannes Verlag Einsiedeln6 2000.
31
Al respecto, la posición de Hans Urs von Balthasar es tan matizada como audaz, tan
respetuosa y convencida de la cristología bíblica de los Padres como abierta a la novedad de la
exégesis moderna en su modo de acercarse a la historia. La cercanía de la teología antigua a la
historia bíblica está garantizada por la obediencia de fe que se transforma en seguimiento de
Cristo, en historia personal a partir de la contemplación de la Escritura con su centro en Él. Y
hoy, si se prescinde de los condicionamiento filosóficos y «si miramos a través de un prisma
temporal» que justifica la vida cristiana como seguimiento de Cristo, «entonces el trabajo
histórico-crítico debería brillar con una luz más positiva, inclusive para los teólogos católicos»,
porque la «cristología implícita» que descubre se corresponde con esa riqueza de los
antiguamente llamados Misterios de la Vida del Señor, que en su redacción bíblica son más que
la teología sobre ellos: «la cristología implícita es más que la explícita, es decir, el misterio
concentrado de la gracia y la exigencia absolutas en medio de la historia» es más que la teología.
(ZWEI GLAUBENSWIESEN en Spiritus Creator, Johannes Verlag Einsiedeln, Freiburg3 1999, 89.91).
Cf. también de Balthasar la introducción a su edición de De Civitate Dei, el artículo RADIX IESE,
sobre el significado cristológico de la existencia histórica de Israel, también del actual, en Sponsa
Verbi; y sobre todo el intenso diálogo con Martin Buber Einsame Zwiesprache, Johannes Verlag
Einsiedeln 2002, especialmente el capítulo sobre la misión de Israel. La idea de que a la Iglesia
le ha hecho falta Israel para tener el sentido de la Escritura concuerda con la Card. Lustiger en
La promesa, Madrid 2002. Si bien la Iglesia necesita sólo del Señor Jesucristo, Él mismo viene del
Padre y de Israel. El descubrimiento en la segunda mitad del siglo XX del trasfondo semítico del
Nuevo Testamento, después de la moda de los helenismos, si bien se puede convertir en un
nuevo reduccionismo, corrobora en el fondo esa convicción.
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32 Adrienne von Speyr, Apokalypse, Johannes Verlag Einsiedeln 1950, 820-821. Sobre la
esponsalidad de María-Iglesia como propiedad de cada miembro de la Iglesia, a partir de la
concepción de la Palabra: «Cuando el Hijo establece la Iglesia, Él eleva a María a la condición de
la esponsalidad espiritual, mientras que Él mismo llega a ser el Esposo. Existe por tanto un
desarrollo ulterior de su relación con la Madre: la Iglesia, y existe la invitación dirigida a todos a
que, como orantes, recorran las huellas de María. En adelante el cristiano que ora producirá por
su oración una venida del Señor que tendrá efectos en la Iglesia en correspondencia con el
nacimiento de la Madre. Su fiat llega a ser un fiat de toda la Iglesia, no en una masa anónima,
sino en una comunión de personas que ante Dios conservan su diferenciación… Se trata
entonces de la particularización de cada uno de los santos en la comunión de los santos, de la
importancia de la misión de cada uno dentro de la tarea general de la Iglesia. Si Dios se hace
hombre, Él aparece con una personalidad máximamente acentuada. Porque nadie es más
personalmente que Dios». Adrienne von Speyr, Die grenzenlose Goc, Johannes Verlag Einsiedeln
95-96. Este misterio de comunión y personalización vive de la unidad de esencia y trinidad de
personas de Dios mismo.
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Nada hace más autónomo al hombre que la misión divina, que él asume con
plena responsabilidad en obediencia libre... La paradoja de esta autonomía
dentro de la elección divina se resuelve finalmente sólo en el misterio del
amor trinitario entre el Padre y el Hijo, que en verdadera reciprocidad de
intercambio (si bien el Padre es el arquetipo y el Hijo el ectipo) y sin que tal
reciprocidad domine la libertad personal del Hijo, hace existir y proceder la
unidad de la voluntad divina en la unidad del Espíritu Santo. Porque como el
Hijo se deja determinar por la elección del Padre y «sólo puede hacer lo que ve
hacer al Padre» (Jn 5, 19), así el Padre es alcanzado por esta obediencia de
amor hasta tal punto que, por su parte, se deja determinar por la voluntad del
Hijo y «escucha siempre» (Jn 11, 42) su «Yo quiero» (Jn 17, 24). El misterio de
la mutua determinación del Padre y el Hijo en el Espíritu es un misterio sólo
accesible al amor33 .
El Espíritu Santo, que une en sí mismo la voluntad de amor del Padre y el Hijo
incorpora en esa unidad la recepción amante de la Palabra por parte de los
hagiógrafos, recepción garantizada por el Espíritu Santo. Desde la Escritura,
por tanto, también el Espíritu une el amor del Padre y del Hijo, y a nosotros
corresponde, en la contemplación de la Escritura como autodonación de Dios
en acto, devolver al Padre su Palabra personal, «espirando el Espíritu
Santo» (San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, canción 38; cf. Llama de Amor
viva, final).
Ricardo Aldana