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La crisis actual en el

contexto de la historia de la
Iglesia
10/05/2016
por Roberto de Mattei

E n los Evangelios, Jesús se vale de muchas metáforas para referirse a la Iglesia que fundó.

Una de las más apropiadas es la imagen de la barca puesta en peligro por la tempestad (Mat.
8, 23-27; Mr, 4, 35-41; Luc 8, 22-25). Esta imagen la emplearon con frecuencia los Padres
de la Iglesia y los santos para describir a la Iglesia como una nave zarandeada por las olas y
que, se podría decir, vive en medio de tormentas sin llegar a hundirse jamás.
Es bien conocido el relato evangélico de la tempestad que aplacó el Señor en el lago
Tiberiades: «Tunc surgens imperavit ventis et mari» (Mat. 8, 26). Cuando los papas residían
en Aviñón, Giotto pintó la escena de la atribulada barca de San Pedro en un célebre mosaico
que originalmente se encontraba en el pórtico de la primitiva basílica de San Pedro y
actualmente puede contemplarse en el atrio de la nueva.

En la Cuaresma de 1380, Santa Catalina de Siena hizo el voto de acudir todas las mañanas a
San Pedro para rezar ante la imagen mencionada. Un día, el 29 de enero de 1380, hacia la
hora de vísperas, estando ensimismada en oración, tuvo una visión de Jesús que salía del
mosaico y le colocaba sobre los hombros la navecilla de la Iglesia. Agobiada por semejante
peso, la santa cayó inconsciente al suelo. Esa fue la última visita que hizo a la basílica la
santa, que siempre había exhortado al Sumo Pontífice a guiar intrépidamente la nave de la
Iglesia.

A lo largo de dos milenios de historia, la mística Barca de la Iglesia ha capeado los vendavales
y tempestades que la han azotado.
Durante los tres primeros siglos, la Iglesia fue objeto de implacables persecuciones por parte
del Imperio Romano. Entre San Pedro y el papa Melquíades, contemporáneo del emperador
Constantino, hubo treinta y tres pontífices. Todos ellos fueron canonizados menos un par que
sufrieron el exilio; los treinta restantes murieron como mártires.

En el año 313 Constantino el Grande otorgó libertad a la Iglesia y a los cristianos, que una
vez fuera de las catacumbas comenzaron a echar los cimientos de una nueva sociedad
cristiana. Pero el siglo IV, el del triunfo y la libertad de la Iglesia, fue también el siglo de la
terrible crisis arriana.

Ya en el siglo V, el Imperio Romano se hundió y la Iglesia tuvo que hacer frente por sí sola
a las invasiones, primero de loa bárbaros y más tarde del islam, que a partir del siglo VIII
anegó los territorios cristianos de África y Asia Menor, que desde entonces no han sido
devueltos a la verdadera fe.

En los siglos transcurridos entre Constantino y Carlomagno hubo sesenta y dos papas. Entre
ellos se cuentan San León Magno, que se enfrentó solo a Atila, el azote de Dios;San Gregorio
Magno, que esforzadamente combatió a los lombardos; San Martín I, desterrado en cadenas
al Quersoneso, y San Gregorio III, que vivió en peligro continuo de muerte, acosado por los
emperadores de Bizancio. Ahora bien, entre tan ardorosos defensores de la Iglesia, también
encontramos a papas como Liberio, Vigilio y Honorio, que titubearon en la fe. Honorio en
particular fue condenado por hereje por su sucesor San León II.

Carlomagno restableció el imperio cristiano y fundó la civilización cristiana medieval.


Aquella era de la fe no estuvo exenta de males como la simonía, la laxitud moral del clero y
rebeliones contra la autoridad de la cátedra de San Pedro por parte de emperadores y reyes
cristianos. Tras la muerte de Carlomagno, entre 882 y 1046, hubo cuarenta y cinco papas y
antipapas, quince de los cuales fueron depuestos y otros catorce encarcelados, exilados o
asesinados. Los pontífices medievales conocieron contiendas y persecuciones, desde San
Pascual hasta San León IX, concluyendo con San Gregorio VII, el último sucesor medieval
de San Pedro canonizado, que murió perseguido y desterrado.
La época medieval alcanzó su apogeo con el pontificado de Inocencio III, pero Santa
Lutgarda tuvo una visión en que se le apareció este papa envuelto en llamas y le declaró que
estaría en el Purgatorio hasta el Juicio Final por tres graves faltas que había cometido. San
Roberto Belarmino comenta al respecto: «Si un pontífice tan digno y que goza de tanta
estimación sufre semejante destino, ¿qué pasará con otros eclesiásticos, religiosos y laicos
que se mancillen de infidelidad?»

En el siglo XIV, cuando la Sede trasladó a Aviñón y permaneció allí setenta años, la
consecuencia fue una crisis tan terrible como la del arrianismo: el Gran Cisma de Occidente,
que dividió a la Cristiandad en dos, llegando al final a haber tres pontífices. El problema de
la legitimidad canónica no se resolvió hasta 1417.

Siguió una época de aparente tranquilidad: un periodo humanista, que en realidad fue la
antesala de una nueva catástrofe: la Reforma Protestante del siglo XVI. Una vez más, la
Iglesia reaccionó vigorosamente, pero en los siglos XVII y XVIII se infiltró en su seno la
primera herejía que optó por no separarse de la Iglesia y quedarse en ella: el jansenismo.

Tanto la Revolución Francesa como Napoleón trataron de acabar con el Papado, pero no lo
consiguieron. Dos pontífices, Pío VI y Pío VII fueron desterrados de Roma y encarcelados.
En 1799, cuando falleció Pío VI en Valence, el consejo municipal comunicó la noticia por
escrito al Directorio declarando que se había dado sepultura al último papa de la historia.

Desde Bonifacio VIII, el último pontífice medieval, hasta Pío XII, último de la era
preconciliar, reinaron 68, de los cuales sólo dos han sido canonizados por la Iglesia hasta la
fecha: Pío V y Pío IX. Dos están beatificados: Inocencio XI y Pío IX. Todos tuvieron que
soportar violentas tempestades. San Pío V combatió el protestantismo y promovió la Liga
Santa contra el islam, logrando la victoria de Lepanto; el beato Inocencio XI combatió el
galicanismo y fue el artífice de la liberación de Viena en 1683, que la liberó del asedio turco.
El gran pontífice Pío IX resistió valerosamente la Revolución Italiana, que en 1870 le
arrebató la Ciudad Santa. San Pío X combatió una nueva herejía: el modernismo, síntesis de
todas las herejías, que se había infiltrado en la Iglesia entre los siglos XIX y XX echando
hondas raíces.
El Concilio Vaticano II, inaugurado por Juan XXIII y clausurado por Pablo VI, auguraba una
nueva era de paz y progreso para la Iglesia, pero el postconcilio resultó ser uno de los periodos
más dramáticos de la historia de la Iglesia. Benedicto XVI, sirviéndose de una metáfora de
San Basilio[1], comparó el postconcilio a un combate naval nocturno en medio de una
tempestad. Y ésa es la época que estamos viviendo.

Se podía decir que el relámpago que cayó sobre la cúpula de San Pedro el 11 de febrero de
2013, día en que Benedicto XVI anunció su abdicación, es símbolo de la tempestad en que
se ve envuelta la barca del Pescador, así como la vida de todos los hijos de la Iglesia.

La historia de los tormentas soportadas por la Iglesia es la historia de las persecuciones que
ha sufrido. Pero también es la historia de los cismas y herejías que desde su fundación han
intentado socavar su unidad interna. Los ataques internos siempre han sido más graves y
peligrosos que los externos. Los más graves, las dos tempestades más terribles, fueron la
herejía de Arrio en el siglo IV y el Gran Cisma de Occidente en el XIV.

En el primer caso, el pueblo católico no sabía dónde estaba la fe verdadera, porque los obispos
estaban divididos entre arrianos, semiarrianos y antiarrianos, y los papas no se sabían
expresar con claridad. Fue entonces cuando San Jerónimo acuñó aquella célebre frase según
la cual el mundo entero despertó y descubrió espantado que se había vuelto arriano [2].

En el segundo, el pueblo católico ignoraba cuál era el verdadero pontífice, porque cardenales,
prelados, teólogos, reyes y hasta santos seguían a diferentes papas. No se trató de una herejía,
ya que nadie negaba el primado petrino, pero dos y hasta tres papas se disputaban la dirección
de la Iglesia, y se encontraban por tanto en la situación de división eclesiástica que en teología
se conoce con el nombre de cisma.

La crisis modernista corría el riesgo de ser peor que las dos anteriores, pero no estalló con
toda su virulencia porque San Pío X la había sofocado parcialmente. Desapareció por algunas
décadas, pero resurgió con fuerza durante el Concilio Vaticano II. Este concilio –último de
la Iglesia–, celebrado entre 1962 y 1965, optó por ser pastoral, pero el carácter ambiguo y
equívoco de sus textos acarreó catastróficas consecuencias pastorales.
Fruto directo del Concilio Vaticano II es la crisis actual, que tiene su origen en la
preponderancia de la praxis sobre el dogma preconizada por el Concilio.

El 11 de octubre de 1962, en el discurso inaugural del Concilio, Juan XXIII distinguió entre
«el depósitum fidei» o verdades de la fe, y «la manera de formular su expresión»
manteniéndolas intactas.

Cada uno de los veinte concilios anteriores había sido pastoral, pues tenían carácter
dogmático y normativo además de su dimensión pastoral. En el Vaticano II, la pastoral no
fue la simple explicación natural del contenido dogmático expresado de un modo adaptado
al tiempo actual; todo lo contrario, lo pastoral se ensalzó como un principio alternativo al
dogma. El resultado fue una revolución en el lenguaje y la mentalidad y la transformación de
la pastoral en nueva doctrina.

Entre los más fieles seguidores del espíritu del Concilio se encuentra el cardenal alemán
Walter Kasper. Y precisamente a él le confió el papa Francisco la labor de redactar el informe
preliminar del debate previo al Sínodo en el consistorio de febrero de 2014. El informe se
centra en la idea de que lo que tiene que cambiar no es la doctrina de la indisolubilidad del
matrimonio, sino la actitud pastoral hacia los divorciados vueltos a casar. La misma fórmula
empleó el cardenal Kasper al comentar la exhortación postsinodal de Francisco Amoris
Laetitia. Kasper explicó que la exhortación apostólica del Papa no cambia en nada la doctrina
de la Iglesia ni el Código de Derecho Canónico, pero lo cambia todo.»[3].

La brújula que marca el rumbo al pontificado de Francisco y la clave para entender su reciente
exhortación apostólica se centra en el principio de que es necesario introducir cambios, no
en la doctrina, sino en la vida misma de la Iglesia. Sin embargo, para sostener el escaso valor
que se da a la doctrina, el Sumo Pontífice presentó un documento de 250 páginas en el que
expone una teoría sobre la preponderancia de la pastoral. El pasado 16 de abril, en el vuelo
de regreso de Lesbos, aconsejo a los reporteros leer la presentación que hizo monseñor
Schönborn de Amoris Laetitia, a quien le había encomendado la interpretación auténtica de
la exhortación. En la conferencia de prensa del 8 de abril, cuando presentó el documento,
Schönborn definió la exhortación pontificia calificándola de, ante todo «un acontecimiento
lingüístico».

Esta fórmula no es nueva; ya la utilizó un compañero de orden de Francisco, el jesuita John


O’Malley de la Universidad de Georgetown. En su historia del Concilio O’Malley definió a
éste como «un acontecimiento lingüístico»[4], un nuevo modo de expresar las cosas que,
según el historiador jesuita, «supuso una ruptura definitiva con concilios
anteriores»[5] Decir que fue un acontecimiento lingüístico, –explica O’Malley– no es
rebajar la magnitud revolucionaria del Concilio, porque el lenguaje mismo enseña. Los
dirigentes del Concilio «(…)entendieron perfectamente que como el Concilio Vaticano II se
había declarado un concilio pastoral, era por esa misma razón un concilio didáctico (…). El
estilo discursivo del Concilio era un medio, el medio por el que se transmitía el mensaje»[6]

Que se eligiera un estilo lingüístico para comunicarse con el mundo contemporáneo revela
una forma de ser y de pensar, y en este sentido es necesario reconocer que el género literario
y el estilo pastoral del Concilio no sólo expresan la unidad orgánica del mismo, sino que son
el vehículo implícito de una doctrina coherente. «El estilo –recuerda O’Malley–es la máxima
expresión del sentido, sólo el sentido; no es un adorno, sino también el instrumento
hermenéutico por excelencia»[7].

Esta revolución lingüística no sólo consiste en alterar el sentido de las palabras, sino también
en omitir algunos términos y conceptos. Se podrían poner numerosos ejemplos: declarar que
el infierno está vacío es con toda seguridad una afirmación temeraria, por no decir herética.
Omitir, o limitar como mucho, toda referencia al infierno no expresa una proposición errónea,
pero supone una omisión que da lugar al error aún mayor de un infierno vacío: la idea de que
no existe el infierno, ya que nadie habla de él. Y como no se hace caso de él, es como si no
existiera.

Francisco no ha negado jamás la existencia del infierno, pero en tres años sólo lo ha
mencionado un par de veces, de manera muy impropia, y al declarar en Amoris laetitiaque
«el camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre» (nº 296) da a entender
que niega la condenación eterna de los pecadores. ¿Acaso esta ambigüedad no equivale en la
práctica a una negación teórica?

En la doctrina no cambia nada, pero en la práctica cambia todo. Ahora bien, si no se quiere
negar el principio de causalidad sobre el que se levanta todo el edificio del conocimiento en
Occidente, es necesario admitir que todo efecto tiene una causa y cada causa sus
consecuencias. La relación causa-efecto es la única entre la teoría y la acción, entre la
doctrina y la práctica. Entre los que han entendido esto muy bien se encuentra el obispo
dominico de Orán, monseñor Jean-Paul Vesco. En una entrevista concedida a La Vie, declaró
que con Amoris Laetitia «no cambia nada en la doctrina de la Iglesia, y sin embargo cambia
todo en la relación de la Iglesia con el mundo»[8]. Actualmente –destaca el mitrado de Orán–
ningún confesor podrá negar la absolución a quién esté convencido de que la situación
irregular en que se encuentra es la única posible, o al menos la mejor posible. Según la nueva
moral, las circunstancias y la situaciones concretas diluyen el concepto de mal intrínseco y
de pecado público y permanente.

Si los sacerdotes dejan de hablar del pecado público y animan a los adúlteros y convivientes
a fin de integrarlos en la comunidad cristiana, sin privarlos del acceso a los Sacramentos,
cambia forzosamente también la doctrina junto con la praxis. La norma de la Iglesia era que
los divorciados que se han vuelto a casar por la vía civil no pueden recibir la Eucaristía. Por
el contrario, Amoris laetitia deja claro que, en algunos casos, los divorciados que han
contraído nuevamente nupcias pueden recibir la Sagrada Comunión.

El cambio no es sólo de hecho, sino de principios. Basta una sola excepción en la práctica
para alterar el principio. ¿Quién va a negar que esta revolución de la praxis no es también
una revolución doctrinal? Pero es que aunque nada cambie en la doctrina, sabemos que en la
práctica cambiará: se incrementarán las comuniones sacrílegas, aumentará el número de
almas que se condenen, y nada de esto será en contravención de Amoris laetitia, sino a causa
de dicho documento.

En Fátima, Nuestra Señora mostró a los tres pastorcillos una terrorífica visión del infierno al
que van las almas de los pobres pecadores, y a Jacinta se le reveló que el pecado que condena
más almas es el de la impureza. ¿Quién iba a imaginar que al ya nutrido número de pecados
de impureza se le agregaría la difusión del matrimonio por derecho consuetudinario de los
países anglosajones (common-law marriage), en muchos casos ratificado por vía civil? ¿Y
quién habría pensado que una exhortación pontificia lo respaldaría? Y sin embargo eso es lo
que ha sucedido. No podemos cerrar los ojos a la realidad. La Iglesia tiene una misión
práctica: la salvación de las almas. ¿Y cómo se salvan las almas? Convenciéndolas para vivan
de acuerdo con la ley evangélica.

El Demonio también tiene un objetivo práctico: que se pierdan las almas. ¿Y cómo se pierden
las almas? Convenciéndolas para que vivan en desacuerdo con la ley evangélica.

Cuando después de la resurrección se apareció Jesús a sus discípulos en las montañas de


Galilea les encomendó la misión de bautizar en nombre de la Santísima Trinidad, el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo, así como de enseñar y observar su ley sin infringir un solo
precepto: «docentes eos, servare omnia» (Mt. 18, 19-20). «Quien creyere y fuere bautizado
será salvo –añade–, mas quien no creyere será condenado» (Marcos 16,16).

La labor del sacerdote consiste en enseñar y observar le ley, no dejar de aplicarla, no buscar
excepciones a su cumplimiento. El que cree pero contradice con sus obras su fe se condenará
como los que, según dice San Pablo, «profesan conocer a Dios, mas con sus obras le niegan,
siendo abominables y rebeldes y réprobos para toda obra buena» (Tito 1,16).

Para evaluar negativamente la exhortación apostólica Amoris laetitia no es preciso haber


estudiado teología. Basta con el sensus fidei adquirido en el bautismo y la confirmación.
Mediante un instinto sobrenatural, el sensus fidei nos lleva a rechazar ese documento,
dejando en manos de los teólogos la aplicación de las debidas notas teológicas.

Entre herejía y ortodoxia caben numerosas gradaciones. La herejía consiste en la oposición


declarada, formal y continua a una verdad de fe. Con todo, hay afirmaciones doctrinales que,
sin ser explícitamente heréticas, son objeto de censura por parte de la Iglesia según la medida
de su gravedad y diferencia con la doctrina católica[9]. De hecho, en la oposición a la verdad
puede darse una diversidad de grados, dependiendo de que sea directa o indirecta, inmediata
o remota, manifiesta o disimulada, etc. Las censuras teológicas expresan la valoración
negativa de la Iglesia a una expresión, una opinión o una doctrina teológica en su conjunto.
Tienen en cuenta el contenido doctrinal: hay proposiciones heréticas, próximas a la herejía,
de sabor herético, erróneas en la fe, temerarias, etc.; en cuanto a la forma, las proposiciones
se valoran como equívocas, ambiguas, engañosas, sospechosas, que suenan mal, etc.; en
cuanto a los efectos que puedan tener según las circunstancias del caso, se califican de
perversas, corrompidas, escandalosas, peligrosas, engañadoras de los sencillos. En todos
estos casos, la verdad católica carece de integridad doctrinal o se expresa de un modo
deficiente e impropio.

En una de sus reflexiones, fechada el 16 de abril del año en curso, el padre Jean-Michel
Gleize comenta el párrafo 299 de Amoris laetitia, que afirma: «los bautizados que se han
divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad
cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo.» (§ 299).
Señala el P. Gleize: «En las diversas formas posibles…» ¿Por qué no se les administra
entonces la comunión eucarística? Si ya no se puede decir que los divorciados vueltos a casar
viven en estado de pecado mortal (301), ¿qué va a tener de escandaloso darles la Sagrada
Comunión? Llegados a ese punto, ¿por qué se les va negar? La exhortación Amoris
Laetitia va sin duda alguna en esa dirección. Al hacerlo, se convierte en una ocasión de ruina
espiritual para toda la Iglesia. Dicho de otro modo: es lo que en teología se conoce como
escándalo, en toda la extensión de la palabra. Y ese escándalo es fruto de la relativización
práctica de la verdad de la fe católica en lo que respecta a la necesidad e indisolubilidad de
la unión sacramental del matrimonio»[10]

Amoris laetitia es un documento escandaloso de efectos catastróficos para las almas.

No perdemos el respeto al Papa, ni mucho menos ponemos en duda el primado petrino.


Debemos sentir honda gratitud al beato Pío IX por haber definido en el concilio Vaticano I
dos dogmas que nos permiten encarar con claridad de ideas la actual crisis: el primado de
Roma y la infablibilidad papal.
El primado de gobierno del Papa, junto con su magisterio infalible, constituyen los cimientos
sobre los que Jesucristo fundó su Iglesia, y sobre los que ésta se mantendrá firme hasta el fin
de los tiempos. Este primado se le otorgó a San Pedro, príncipe de los apóstoles, después de
la Resurrección (Juan, 21,15-17, y la Iglesia primitiva lo reconoció, no como un privilegio
transitorio, sino como elemento permanente y esencial de la constitución divina de la Iglesia.

No hay en la Tierra autoridad superior a la del Papa, por la sencilla razón de que no existe en
este mundo cargo ni misión más elevados. ¿Qué misión? La de confirmar a los hermanos en
la fe, abrir el Cielo a las almas, pastorear los corderos y ovejas de Cristo, que es el único
pastor, el Buen Pastor, el pastor supremo. En resumidas cuentas, la misión de gobernar la
Iglesia.

La Iglesia la gobierna el Papa. Esta misión le corresponde porque es el sucesor de San Pedro,
a quien Jesús confió la misión como cabeza visible de la Iglesia. Y es una misión que
trasciende su persona, ya que la habrían continuar sus sucesores.

El Papa no es el sucesor de Cristo. Es el sucesor de San Pedro, y no de forma inmediata, sino


mediante la sucesión apostólica, que, a lo largo de una veintena de siglos, lo vincula con San
Pedro, príncipe de los apóstoles y primer Vicario de Cristo.

El Vicario de Cristo es el obispo de Roma, porque Roma no es una ciudad o una diócesis
como cualquier otra: tiene una vocación universal. Los sucesores de San Pedro son obispos
de Roma porque, por disposición divina, San Pedro fue a Roma y al morir allí estableció para
los obispos de Roma la sucesión legítima e ininterrumpida de su primado universal.

Todos los obispos poseen la plenitud de las sagradas órdenes, y en este sentido el Sumo
Pontífice no es superior a los demás prelados; es igual a ellos. Ahora bien, sólo el Papa tiene
la jurisdicción suprema que le confiere una autoridad plena e ilimitada sobre todos los demás.

El Concilio Vaticano I declaró dogma de fe el primado pleno, ilimitado y universal del Papa
sobre todos los obispos del mundo. El primado de jurisdicción consiste en la autoridad
gubernativa del Pontífice, e incluye su autoridad magisterial. En 1870, el Concilio Vaticano
I, tras promulgar el dogma del primado de Roma, promulgó asimismo el del magisterio
infalible del Papa en unas circunstancias determinadas. La infalibilidad es la prerrogativa
sobrenatural por la que el Pontífice y la Iglesia no pueden errar al profesar y definir una
verdad revelada, mediante una asistencia divina especial atribuida al Espíritu Santo. Y el
Papa, que no es infalible al gobernar la Iglesia, puede ser infalible en su magisterio pontificio.

No siempre es infalible el Papa. Es preciso que se proponga serlo, y si se lo propone, debe


respetar unas reglas concretas. Las condiciones para la infalibilidad se aclararon en la
constitución dogmática Pastor aeternus: el Papa tiene que hablar como autoridad pública, ex
cathedra y con la intención de definir una verdad de fe o moral, así como de precribir a todos
los fieles su obligación de creerla.

Que no se den estas condiciones no quiere decir que el Papa esté equivocado. Al contrario;
en principio, hay que inclinarse a su favor. Eso sí, cuando el Sumo Pontífice no es infalible,
puede cometer errores de gobierno y de magisterio. El llamado magisterio extraordinario del
Papa, el magisterio ex cathedra, siempre es infalible. Podemos ver un ejemplo de ello en los
dogmas de la Inmaculada Concepción y la Asunción. De todos modos, el magisterio ordinario
del Papa también puede ser infalible. Lo es cuando reitera una verdad de fe o moral que la
Iglesia ha enseñado durante siglos.

Tal es el caso de la encíclica Humane Vitae, que en sí no es infalible, ya que no se trata de


una proclamación ex cathedra por el Sumo Pontífice, pero es infalible por cuanto reitera la
condena milenaria de la Iglesia al control artificial de la natalidad. Si una enseñanza de la
Iglesia es universal, no tanto en cuanto a extensión territorial, sino a duración en el tiempo –
cuando la confirma la Tradición–, ello es señal de que lo asistió el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo asiste a los cardenales cuando eligen papa reunidos en cónclave. Y una vez
elegido el Pontífice, el Espíritu Santo lo asiste en el ejercicio de su gobierno y magisterio.
No obstante, la historia nos enseña que, a pesar de la asistencia del Paráclito, es posible elegir
a papas indignos que en su vida privada pueden pecar –incluso gravemente–, así como
pontífices que erraron en su gobierno y hasta en su magisterio. Pero ello no debe ser motivo
de escándalo. Si la Providencia permite que se elija a un papa malo, ello obedece a razones
más elevadas y misteriosas que no se aclararán hasta el final de los tiempos. El Espíritu Santo
sabe sacar bienes de males.

La salvación, a la que los teólogos llaman justificación, resulta del misterioso encuentro entre
la voluntad humana y la gracia divina. Quien piensa que la acción del Espíritu Santo en la
vida del hombre basta para salvarse, sin el concurso de la propia voluntad, adopta una postura
luterana o calvinista.

Y quien sostiene que el Papa nunca se equivoca porque el Espíritu Santo lo asiste de forma
infalible, incurre en el mismo error sobre la gracia que cometen los calvinistas.

La papolatría es pecado porque convierte a San Pedro en Cristo. Al atribuir al Papa perfección
e infalibilidad a todo acto y palabra del Sumo Pontífice, se lo deifica y deificar al Papa no
tiene nada que ver con la veneración debida a su persona. Al igual que la devoción a Nuestra
Señora, la devoción al Papa es un pilar de la espiritualidad católica, Sin embargo, la
espiritualidad requiere un cimiento teológico y antes incluso que teológico, racional. Para
venerar al Papa es preciso saber quién es y quién no es.

El Sumo Pontífice no es, como Jesucristo, hombre y Dios a la vez. No hay en él una divinidad
que absorba su humanidad. No tiene dos naturalezas, una humana y otra divina, en una misma
persona. El Papa sólo tiene una naturaleza y es una sola persona, humana. Está manchado
por el pecado original, y no es confirmado en gracia en el momento de ser elegido. Como
todo hombre, puede pecar y equivocarse, pero sus pecados y errores revisten más gravedad
que los demás hombres. No sólo porque las consecuencias son más graves, sino porque todo
acto suyo que no corresponda a la gracia de Dios es mucho más grave, al ser mayor la
asistencia que recibe del Espíritu Santo.

Además del primado petrino y la infalibilidad, hay una tercera verdad de fe que puede
considerarse dogma, aunque la Iglesia nunca la haya proclamado como tal mediante un
decreto extraordinario: la indefectibilidad de la Iglesia. Esta indefectibilidad la afirmó el
propio Jesucristo cuando dijo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las
puertas del abismo no prevalecerán contra ella» (Mat.16,18).
¿Qué quiere decir indefectibilidad? Que la Iglesia no puede equivocarse. Significa que, como
explican los teólogos, la Iglesia llegará hasta el fin de los tiempos tal como se fundó, sin
alteraciones en la esencia que le comunicó el propio Jesucristo.

La indefectibilidad es la propiedad sobrenatural de la Iglesia por la que no sólo no


desaparecerá, sino que tampoco cambiará. Seguirá siendo hasta el fin del mundo exactamente
tal como la instituyó Jesucristo. Permanecerá con sus características, su constitución, su
magisterio. Idéntica, fiel a sí misma: una en la fe, monárquica y jerárquica en su forma, con
una organización visible, resistiendo a perpetuidad, idéntica para todos los hombres y en
todos los tiempos, sin conversión ni reconversión posible. El decreto Lamentabili de San Pío
X condenó la proposición 53 de los modernistas, que decía: «La constitución orgánica de la
Iglesia o es inmutable; antes bien, la sociedad cristiana, lo mismo que la sociedad humana,
está sometida a una perpetua evolución»

La Iglesia es indefectible, pero eso no quita que por su lado humano pueda cometer algunos
errores; errores y padecimientos que pueden ser causados por sus hijos e incluso por sus
ministros.

Esto puede suceder cuando se confunde la institución con los hombres que la representan. La
fortaleza del papado no se deriva de la santidad de San Pedro, del mismo modo que la
negación de San Pedro no es señal de debilidad de la institución, ya que las palabras que le
dirigió Jesús, «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia», iban dirigidas a la
figura pública de San Pedro, no a la privada.

El Papa no es Jorge Bergoglio ni Joseph Ratzinger. Es, ante todo, como nos enseña el
Catecismo, el sucesor de San Pedro y el Vicario de Cristo en la Tierra. Lo cual no disminuye
en modo alguno la grandeza e indefectibilidad del Cuerpo Místico de Cristo. La santidad en
una nota imborrable de la Iglesia, pero eso no quiere decir que sus pastores, ni siquiera los
pastores supremos, sean impecables en su vida personal, o incluso en el ejercicio de su
misión.
Cuando dijo Jesús que las puertas del infierno no prevalecerían sobre la Iglesia, no prometió
que el infierno no la atacaría. Al contrario, nos permite vislumbrar que se está librando una
feroz batalla. La lucha no fle altará, pero tampoco será derrotada. Al final triunfará la Iglesia.

El principal cometido del infierno es la herejía. Y la herejía no se impondrá sobre la fe de la


Iglesia.

A dos verdades nos remite el dogma de la indefectibilidad: el primero, que la Iglesia vive
perpetuamente entre conflictos y es blanco de los ataques de sus enemigos. El segundo, que
la Iglesia derrotará a sus enemigos y triunfará en la historia. Pero sin contienda no puede
haber victoria, y ésta es una verdad que nos afecta, ya que afecta nuestra vida como hijos que
somos de la Iglesia, e incluso como meras personas.

Decir que las puertas del infierno no prevalecerán es lo mismo que decir «Al final, mi corazón
inmaculado triunfará», como dijo Nuestra Señora en Fátima. Hace exactamente noventa y
nueve años.

El 3 de enero de 1944, Nuestra Señora dirigió unas palabras proféticas a Sor Lucía, mientras
ésta rezaba ante el Tabernáculo.

Así lo cuenta Sor Lucía: «Sentí mi espíritu inundado por un misterio de luz que es Dios, y en
Él vi y oí la punta de una lanza como una llama que se separaba de ella, tocaba el eje de la
Tierra y lo hacía temblar: montañas, ciudades y aldeas fueron enterradas junto con sus
habitantes. El mar, los ríos y las nubes se salieron de sus confines, e inundaron y arrastraron
consigo en un remolino las casas y las personas en tal cantidad que no se puede contar. Es el
mundo purificándose del pecado en que está inmerso. El odio y la ambición provocan la
destructiva guerra. Después, sentí que el corazón me latía apresuradamente, y una voz suave
que decía: “Al final, una sola fe, un solo bautismo, una sola Iglesia, santa, católica y
apostólica. ¡En la eternidad, en el Cielo!” La palabra cielo me llenó el corazón de tanta paz
y felicidad que, casi sin darme cuenta, no dejé de repetirme durante mucho rato: ¡¡El cielo,
el cielo!!»[11]
El poder del rosario

Nuestra Señora nos ha dicho en las apariciones marianas aprobadas por la Iglesia
de Fátima y Akita y en otros muchos lugares, que si el mundo no se convierte, se
acerca a la humanidad un tiempo de gran pena, un clima trágico de oscuridad y
destrucción.

San Luis María Grignion de Montfort, en su extraordinaria obra El secreto


admirable del Santísimo Rosario ve en el «salterio de la Virgen», un poderoso
medio para alcanzar la conversión, salir del pecado, progresar y perseverar en la
gracia, «comprar el cielo»1:
«No hay nada más divino, en opinión de San Dionisio, nada más
noble, ni más agradable a Dios que cooperar a la salvación de las
almas y derribar las máquinas del demonio que intenta perderlas;
éste fue el motivo por el cual descendió el Hijo de Dios a la tierra.
Derrocó, en efecto, el imperio de Satanás con la fundación de la
Iglesia, pero este tirano rehizo en parte sus fuerzas, y en los siglos
XI, XII y XIII ejercía cruel violencia sobre las almas con la herejía
de los albigenses, por los odios, disensiones y vicios abominables
que hacía reinar en el mundo.

¿Cuál sería el remedio para tan graves males? ¿Cómo derribar las
fuerzas de Satanás? La Santísima Virgen, protectora de la Iglesia,
dio como medio eficaz para apaciguar la cólera de su Hijo,
para extirpar la herejía y reformar las costumbres de los
cristianos, la Cofradía del Santo Rosario. Los hechos lo
comprobaron: se reavivó la caridad, se volvió a la frecuencia de los
sacramentos como en los primeros siglos de oro de la Iglesia y se
reformaron las costumbres de los cristianos».2
Lepanto
Mahoma (570-632) predicó que había un solo Dios, Alá, y que él Mahoma era su
profeta más grande. Mahoma enseñó que Dios, al igual que un dictador, sellaba a
cada hombre con su destino, proclamó la predestinación, motivo por el cual esa
religión es denominada Islam, que significa «resignación a los decretos de Dios»,
sus seguidores son conocidos como musulmanes, que quiere decir los que se han
entregado a Dios.
Un nuevo ataque contra el Cristianismo provino del fenómeno del Islam, que niega
a la Santísima Trinidad y la divinidad de Cristo, con la fuerza militar, el Islam
pretendió destruir el Cristianismo, pero fue sólo con la intervención de
la Mujer que no prosperó dicha pretensión.
En 1571 los turcos (musulmanes) bajo Selim el Sot, -quien embriagado con el
poder que había heredado- decidieron invadir Europa. El Papa San Pío V, convocó
a una Cruzada en contra los turcos. Únicamente unos cuantos respondieron: Don
Juan de Austria, los españoles, los venecianos y la pequeña flota papal. La flota
turca los superaba en una proporción de tres a uno. Como dominico y devoto del
santo Rosario, el Papa convocó a su vez a una Cruzada del Rosario en Europa para
ayudar a las fuerzas católicas. El 7 de octubre las tropas se enfrentaron a los
musulmanes en el Golfo de Lepanto, derrotándolos milagrosamente. Don Juan
confesó que la victoria fue lograda por un favor otorgado gracias al arma de la
oración del santo Rosario, esta victoria salvó a Europa de ser invadida por las
fuerzas del Islam.
Un antiguo sacerdote satanista hoy beato Bartolo Longo uno de los más fervientes
y dedicados promotores del santo Rosario. Durante su juventud había formado
parte de una «iglesia satánica» de la que llegó a ser sacerdote.
Nacido y criado en una familia católica, en la que se rezaba regularmente el
Rosario, su madre murió cuando él tenía apenas 10 años, esa pérdida le disparó a
un camino que lo condujo a abandonar la Fe; atrapado en los últimos años de la
Universidad con el cebo de fiestas y orgías, incursionó en el espiritismo y el
satanismo, participación en misas negras y proclamas públicas anti-católicas.
En ese breve período de su vida comenzó a ser asaltado por el demonio, tuvo que
luchar contra la depresión e incluso algunos intentos de suicidio. Los otros
miembros de su familia no dejaban de pedir al Cielo por su salvación.
En medio de la turbación y confusión que el diablo puso en él, creyó un día
escuchar estas palabras: Si quieres salvarte, propaga la devoción del santo Rosario: es
promesa de María.
El hoy beato, volvió a la Verdadera Fe gracias al Rosario y fundó el Santuario de
Nuestra Señora de Pompeya: «Aquel que propaga el Rosario se salvará», y así él
escribió:
«No puede haber ningún pecador tan perdido, ni alma esclavizada
por el despiadado enemigo del hombre, Satanás, que no pueda
salvarse por la virtud y eficacia admirable del santísimo Rosario de
María, agarrándose de esa cadena misteriosa que nos tiende desde
el cielo la Reina misericordiosísima de las místicas rosas para salvar
a los tristes náufragos de este borrascosísimo mar del mundo».

Fátima: recen el Rosario diariamente:

Cuando Nuestra Señora se apareció en Fátima, en el fatídico año de 1917,


comenzando el mes mariano de Mayo y terminando el mes mariano del
Rosario, el 13 de cada mes. En cada una de las 6 apariciones, la Madre de Dios le
dio a la humanidad el antídoto para el veneno del comunismo ateo en el mundo,
es decir el santo Rosario. De hecho, en la última aparición el 13 de octubre,
Nuestra Señora se presentó como la Reina del Santísimo Rosario, sostenía en una
mano el Rosario y en la otra el Escapulario del Carmen.
La petición de Nuestra Señora fue recen diariamente el Rosario, pero pocos
atendieron su llamado, y entonces vino la Segunda Guerra Mundial.

«Boko Haram» desapareció gracias al Rosario:


En 200 fue consagrado en África el sacerdote Oliver Dashe Doeme, que en ese
entonces tenía 45 años, como nuevo obispo de la Diócesis Maiduguri en Nigeria
del Norte, fue en ese mismo año que la organización terrorista de tendencia
islamista radical Boko Haram comenzó a operar ahí mismo.
El prelado afirmó: «En Nigeria tenemos al demonio de Boko Haram». El ejército
nigeriano es bastante débil como para derrotar a Boko Haram. Como sabemos el
objetivo de esta organización terrorista es la erradicación del Cristianismo de ese
país.
Cincuenta iglesias fueron destruidas, y huyeron 70.000 de los 125.000 católicos.
El obispo elogia la fortaleza y el valor de los fieles que se han quedado, muchos
de los cuales siguen participando de la Santa Misa y testimoniando su fe.
En esa difícil y desesperada situación el obispo Doeme tuvo a finales de 2014 una
extraordinaria y especial experiencia durante el rezo del santo Rosario ante el
Santísimo.
Nuestro Señor Jesucristo se le aparece y pone en sus manos una espada, que al
recibirla se convierte en una camándula, entonces Jesús le dice tres veces Boko
Haram desapareció.
En abril de 2015 el obispo hace público este su encuentro con el Señor y a partir
de entonces comienza a visitar sus comunidades y a propagar el santo Rosario. Los
fieles acogen el llamado y poco a poco el terror diabólico es arrinconado, la
liberación comenzó y va avanzando.
Sin embargo, hay tantos los que todavía no escuchan el mensaje de Nuestra Señora,
«Es el lazo de Satanás, en que han caído los herejes que niegan la tradición y donde
los críticos de hoy caen insensiblemente, no creyendo porque no comprenden o
cuando no les agrada, sin otra razón que el orgullo y su propia suficiencia».3
«Recen el Rosario cada día para obtener la paz para el mundo». Antes Ella, le
había dicho a Santo Domingo de Guzmán que el Rosario y el Escapulario salvarían
al mundo. ¡Ese día es hoy!
«Ahora vivimos en la hora del demonio, pues si el bien tiene su día, el mal tiene
su hora. Nuestro Señor le dijo a Judas la noche en que fue al Huerto de los Olivos
:Esta es tu hora, el reinado de las tinieblas (San Lucas 22, 53). Todo lo que el
demonio puede hacer en su hora es apagar la luz del mundo. Si vivimos entonces
en un tiempo en el que se le ha dado una larga cuerda al demonio, no podremos
superar el espíritu de Satanás, si no es a través del poder de la Mujer, a la que Dios
todopoderoso le confió el encargo de aplastar la cabeza de la serpiente».4
Recemos el santo Rosario, a la Señora que ha recibido de Dios el poder y la
misión de aplastar la cabeza de Satanás, pidámosle humildemente que envié los
ejércitos celestiales para que bajo su mandato, persigan a los espíritus
infernales, los develen por doquier, desbaratando su osadía y arrojándolos a los
abismos del infierno.5
Germán Mazuelo-Leytón
1 MONTFORT, San LUIS MARIA GRIGNION DE, El secreto admirable del Santísimo Rosario, ns. 54 y 146.
2 Ibid. nº 92.
3Ibid. nº 33.
4 SHEEN, Mons. FULTON J., La Virgen y Rusia.
5 Cf.: WEIGL, A. M., Confiar en la Madre.

«Una sola fe, un solo bautismo, una sola Iglesia santa, católica y apostólica». Las palabras
de Nuestra Señora son las mismas del papa Bonifacio VIII en la bula Unam Sanctam, en la
cual, al final de la Edad Media, reiteró la singularidad de la Iglesia en la obra de la redención:
«Por la fe estamos obligados a creer que hay una sola y Santa Iglesia Católica y Apostólica
(…) y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados (…). En ella hay un solo Señor,
una sola fe, un solo bautismo (Efe. 4,5)[12]»

La exclamación final «¡El cielo, el cielo!» parece referirse a la épica elección entre el cielo,
donde las almas salvadas encuentran la bienaventuranza eterna, y el Infierno, donde las almas
de los réprobos padecen tormentos durante la eternidad.

La Iglesia no abre las puertas del Infierno, sino las del Cielo.

El Papa y los obispos no son los únicos que constituyen la Iglesia, sino los fieles: sacerdotes,
monjas, religiosos, seglares y laicos. Se le garantiza asistencia divina hasta el fin de los
tiempos para que no se pierda ni debilite. Eso quiere decir que a lo largo de la historia la
Iglesia puede pasar por momentos de desorientación y deserción, pero vista en su conjunto,
jamás llevará a los fieles a la perdición.

Después de resucitar, Jesús se apareció por segunda vez en el lago Tiberiades, y dijo a sus
apóstoles: «Ecce ego vobiscum sum omnibus diebus, usque ad consummationem saeculi»
(Mat. 28, 20). He aquí que estaré con vosotros hasta el final de los tiempos.

Estas palabras no sólo confirman la indefectibilidad de la Iglesia por estar divinamente


asistida. También nos recuerdan que Dios no nos dio una ley imposible de cumplir. Jesús
está con nosotros todos los días, en todas las situaciones y circunstancias. No es imposible
cumplir la ley, porque con la ayuda de la gracia de Dios todo es posible. Eso es lo que nos
gustaría que nos recordara el Papa, confirmándonos en la fe.

Nunca ha habido tanta necesidad como ahora de un punto de apoyo, de una luz que nos guíe,
de una piedra en la que podamos afirmar el ancla. Y esa Piedra sólo puede ser Pedro. No
Simón, sino Pedro. En Pedro buscamos esencia, sentido e inmutabilidad. Lo hombres, todos
ellos, hasta los más grandes, mueren. Pero quedan los principios, y entre ellos, hay uno que
sostiene a todos los demás: el primado petrino. Sabemos muy bien que sólo una voz suprema
y solemne puede poner fin al proceso de autodemolición en curso: la voz del Romano
Pontífice, el único al que se la ha concedido la posibilidad de definir la Palabra de Cristo,
haciéndose portavoz infalible de la fe. Sabemos también que un papa puede contribuir a la
autodemolición de la Iglesia, llegando incluso a caer en herejía, en cuyo caso la conciencia
nos obliga a resistirle.

Amoris laetitia atribuye a la conciencia un lugar fundamental y exclusivo en la evaluación


de las acciones morales (§ 303). Al mismo tiempo, el mismo documento libera la conciencia
de toda objetividad moral, cuando precisamente debemos basar todas nuestras decisiones en
la moral y la razón. La luz de la fe, al igual que la de la razón, no es ajena a nosotros; ilumina
el corazón de toda persona bautizada, ya que la conciencia no es otra cosa que la voz de la
verdad en el alma. Por esa razón, el ilimitado amor que sentimos por el Papa nunca nos puede
llevar a obrar contra nuestra conciencia.
El día del juicio compareceremos solos ante Dios con nuestra conciencia. Sin papas, obispos,
parientes y amigos, y sin la menor posibilidad de engañarnos a nosotros mismos ni a los
demás. Entonces Dios penetrará e iluminará nuestra conciencia como un relámpago. Quienes
sigan a su conciencia con pureza de intención, teniendo por criterio los datos objetivos de la
fe y la razón –la cual sostiene la fe–, no podrán errar en sus juicios. No podemos hacer nada
contra la fe y la razón; nada que sea en modo alguno contradictorio, ambiguo o equívoco, ya
que Dios no se contradice. Es luminoso, sencillo, idéntico a Sí mismo en su unidad y
Trinidad.

Pareciera que las olas están a punto de engullir la nave de San Pedro mientras el Señor
duerme, como en aquella tempestad del lago Tiberiades. Volvámonos a Él
diciéndole:«Exsurge, quare obdormis Domine? Exsurge (Ps. 42, 23). Levántate, Señor. ¿Por
qué da la impresión de que duermes?

Tal vez fuera ése el ruego que le hizo Santa Catalina de Siena ante el mosaico de Giotto en
aquel lejano enero de 1380. Y es posible que no sea causal que este año, la hora tradicional
de adoración del Santísimo Sacramento de los participantes en la Marcha por la Vida tenga
lugar en la basílica de Santa Maria sopra Minerva, bajo cuyo altar mayor reposan los restos
de Santa Catalina de Siena.

En esta hora de adoración, no nos limitemos a implorar ayuda para la Marcha por la Vida,
sino también para la Santa Madre Iglesia, con una fervorosa súplica al Señor: «Exsurge, quare
obdormis Domine? Exsurge!»

Roberto de Mattei
Discurso pronunciado en el Roman Life Forum
6 de mayo de 2016
[Traducido por J.E.F]
[1] San Basilio, De Spiritu Sancto, XXX, 77, in PG, XXXII, col. 213.
[2] S. Jerónimo, Dialogus adversus Luciferianos, n. 19, in PL, 23, col. 171. “Ingemuit totus
orbis, et Arianum se esse miratus est”
[3] Vatican Insider, 14 April 2016
[4] John O’Malley, What happened at Vatican II. Life and Thoughts, Milan 2010, p. 313.
[5] Ivi, p. 47.
[6] Ivi, p. 314.
[7] Ivi, p. 51
[8] http://www.lavie.fr/religion/catholicisme/jean-paul-vesco-dans-amoris-laetitia-le-pape-
appelle-a-une-revolution-du-regard-11-04-2016-72152_16.php
[9] Antonio. Piolanti, Pietro Parente, Dizionario di teologia dogmatica,, Studium, Rome
1943, pp. 45-46
[10] P. Jean-Michel Gleize FSPX, Amoris Laetitia, considerations on
chapter 8, inhttp://sspx.org/en/amoris-laetitia-sspx-gleize
[11] Carmelo de Coimbra, Um Caminho sob o olhar de Maria, Ediçoes Carmelo, Coimbra
2012, p. 267
[12] Bonifacio VIII, Bull, Unam Sanctam , avril 18th 1302, in Denz-H, n.870.
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Escrito por San Miguel Arcángel

En un libro reciente, el obispo de Isernia-Venafro, Italia, Mons. Andrea Gemma, describe


sus experiencias de exorcista y las sorprendentes conclusiones a las que arribó tras una
década de práctica del Exorcistado. Tomamos este interesante artículo que lo comenta del
sitio brasileño que se cita al pie.

Por Santiago Fernández

En la mañana del 29 de junio de 1992, el nuevo obispo de Isernia-Venafro, Mons. Andrea


Gemma, salía de la Basílica Vaticana, caminando pensativo hacia la Plaza de San Pedro. La
palabras de San Mateo “Las puertas del Infierno no prevalecerán” (Mt.
16,18) retumbaban en su espíritu con un atractivo sobrenatural. Y ellas le inspiraban
consideraciones graves: 1) la acción del demonio no ha disminuido, por el contrario, se ha
multiplicado; 2)el demonio es consciente de que dispone de poco tiempo; 3)Nuestro Señor
Jesucristo otorgó a la Iglesia un enorme poder contra Satanás; 4) para no ser derrotado, el
demonio hace todo lo posible para permanecer en el inadvertido;5) llegó el momento de
desenmascarar la acción insidiosa de Lucifer y de enfrentarlo a cara descubierta, con las
armas de las que la Iglesia dispone. (pags. 11 y 12).
¿Por qué no se habla de la necesidad del exorcismo?
De vuelta a su diócesis, a 170 kms de Roma, Mons. Gemma decidió poner en práctica el
mandato divino: “expulsad los demonios” (Mc. 16,17). Porque, explica, para un obispo,
exorcizar “no es una elección, es una obligación”. (p. 21). Y cita al exorcista oficial de
Roma, P. Gabriele Amorth: “Un obispo que no designa al menos un exorcista en su
diócesis no está exento de pecado mortal por grave omisión”. (p. 24)
El resultado fue sorprendente. El poder del infierno se reveló con todo su horror en toda su
extensión. “Cuantas veces -escribe- en mis coloquios cotidianos frecuentemente difíciles,
con los fieles de todo tipo, me presentaban esta pregunta:¿Porque no nos hablan de
estas cosas? ¿Por qué no nos alertan con una instrucción adecuada? ¿Por qué no nos
preservan a nosotros, grey de Cristo, de la devastación de los lobos hambrientos?” (pág.
113).
“Si todos los obispos hiciesen como Ud. estaríamos completamente vencidos,
inmediatamente” (p.12) gritó un demonio por medio de una mujer posesa, agregando en
otra ocasión: “pero Uds. son pocos” (pág. 62).
El poder de la promesa de Nuestra Señora de Fátima
En 1992, el prelado publicó la pastoral “Las Puertas del Infierno no Prevalecerán”. En
ella alertaba: “la acción oscura de infestación de Satanás […] está, creedme, más
difundida y es más nefasta de lo que se puede pensar” (p.15). En la Pastoral, Mons.
Gemma convocó a su diócesis a “una lucha sin cuartel, concertada y eficaz contra el mal
y sus artimañas”. (p. 16). El obispo promovió oraciones públicas que congregaban
multitudes venidas de muy lejos. El Maligno se manifestaba visiblemente y aquellos que
sufrían alguna posesión diabólica eran llevados a la sacristía para ser objeto de exorcismos
específicos.
El obispo no imaginaba que su pastoral daría la vuelta al mundo, siendo traducida a varias
lenguas. Cartas, prensa, personas de toda Italia y del exterior, apelaban a su auxilio porque
sentían alguna acción diabólica o estaban posesas, demostrando palpablemente que muchos
fieles esperaban con ansiedad algo así.
En los exorcismos, Mons. Gemma pudo constatar el enorme poder de Nuestra Señora y de la
Iglesia sobre las potencias del abismo: “Si quiero ver al demonio realmente furioso, me
basta rociarlo con agua bendita, pronunciando esta dulce premonición: Finalmente, el
Corazón materno de María triunfará.” “Siii…”, me responde, siempre entre un crujido de
dientes. Pero a veces redobla el desafío: “pero entretanto, ¡a cuantos conozco que nos
llevaremos…!”(p. 63).
Mons. Gemma interrogó varias veces a los demonios:

– “Vosotros, que mortificáis a vuestra víctimas, ¿obtenéis algún provecho o algún


alivio de esto?”
– “No, por el contrario, sufrimos un mayor agravamiento de nuestras penas”.

– “Entonces, ¿por qué lo hacéis?”


– “Por odio, por odio, por odio”. (p. 61).

La Iglesia en crisis no usa sus armas


El obispo buscó inspiración en los textos del Vaticano II, y en sus conclusiones: “Recorrí
hoja por hoja todos los documentos del Concilio Vaticano II […] para verificar si se
habla y cuantas veces del demonio y de sus obras. ¿Creeréis que en aquellos dieciséis
documentos, pensados y ponderados, no existe siquiera la palabra (infierno), ni la
palabra (demonio)? Es increíble, pero verdadero, basta con verificarlo…” (p. 88).
Luego se volcó a los textos litúrgicos, antiguos y nuevos. Quedó estupefacto.“Siempre
lamenté que en la Misa reformada se haya suprimido la oración a San Miguel
[Exorcismo Breve] que León XIII, bajo la inspiración del cielo ordenó fuese recitada al
final de cada celebración. Muchas veces el demonio, por la voz de los posesos, hace saber
que le ¡ha agradado muchísimo esa abolición! […] ¿O que él ha sugerido y sugiere evitar
lo más posible la mención a Satanás en los textos litúrgicos, y a sus nefastas
intervenciones y a las consecuencias de su acción destructiva? Quien pueda que me
responda. Y con argumentos válidos, por favor. […] Hoy la obra asesina del demonio
es más evidente que nunca […] Entonces, no solamente no venía al caso expurgar las
fórmulas deprecatorias, sino multiplicarlas y reforzarlas. Sin embargo,
lamentablemente, no ha sido así”. (p.27)
El ambiente laicizado de hoy: una victoria del demonio
Mons. Gemma reparó en que los antecedentes históricos de los que han padecido maleficios
y de los posesos eran muy parecidos. Es inmensa, dice, la cantidad de ocasiones en que el
contexto actual ofrece a las serpientes infernales para que se apoderen de sus víctimas.

“La mayor victoria del diablo consiste en convencer a los hombres de que no existe”.
Esta verdad indiscutida llevó al prelado a la conclusión de que el ambiente moderno es una
trampa ideal para las garras infernales. En todo momento, el ambiente sugiere que no existe
Dios, ni el demonio, ni el infierno. Y los espíritus malignos atacan e invaden los cuerpos de
sus víctimas de formas innumerables. Hay cultos satánicos explícitos. Mas también
implícitos, como ciertas técnicas de meditación y algunas terapias alternativas, supersticiones
o modas del tipo de la New Age o música del tipo del rock’ an’ roll.
¿Cómo fue que la humanidad generó este ambiente engañosamente neutro y
materialista, por tanto tan útil para los espíritus de las tinieblas?
La Revolución genera el ambiente propicio para la acción diabólica
Mons. Gemma da una explicación histórica bien clara. Se parece mucho a la denuncia del
proceso revolucionario que el Prof. Plinio Correa de Oliveira formula en su obra Revolución
y Contrarrevolución. No descartemos que el culto obispo italiano haya tomado de allí alguna
inspiración: “La laicización de nuestra sociedad es el fruto de un largo y complejo
proceso que se extendió a lo largo de cinco siglos, y que se desarrolló en tres etapas
fundamentales, tres revoluciones en el campo cultural y social, con acciones cruentas
también, que llevaron a la transformación gradual del mundo antiguo, tradicional, para
dar en la sociedad actual, posmoderna y secularizada”.

Mons. Gemma describe estas sucesivas revoluciones: primero la revolución protestante, que
causó el gran desgarramiento de la sociedad cristiana medieval; segundo el Iluminismo y la
Revolución Francesa; tercero la revolución comunista marxista. Finalmente, una cuarta etapa
de la Revolución: el movimiento estudiantil de los años ’60, que disgregó la familia,
generalizó el uso de las drogas, propugnó por la liberación de toda norma moral y sobre todo
se opuso a toda autoridad. Ese proceso generó una sociedad y una cultura que por inercia
seduce a los hombres hacia la idea de que Dios y religión son cosas absurdas (pp. 113 y ss.).
¡Ay de los que se dejan llevar por esta influencia!, advierte Mons. Gemma. Más ¡ay!
también de los que reaccionan de un modo exagerado y caen en el error opuesto: las nuevas
formas de religiosidad. Todos son presas fáciles de Lucifer.
Armas para Derrotar a los demonios
Mons. Gemma exhorta a los fieles a recurrir a las armas que vencen al demonio: la Fe, los
Libros Sagrados, el ayuno, los sacramentos. Y sobre todo a la oración por medio de
Nuestra Señora, la “enemiga de Satanás” (p. 16). Entre las oraciones específicas, él
recomienda la renuncia formal a Satanás, como se hace en la renovación de las promesas del
Bautismo, y el exorcismo breve: “San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé
nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios,
pedimos suplicantes; y tú, Príncipe de la Milicias Celestiales, arroja al Infierno, con el
Divino poder, a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el
mundo para perdición de las almas. Amén” (p. 17).
Y recomienda también no dejarse seducir por el ambiente revolucionario de hoy ni por las
falsas novedades en la religión, -inclusive dentro del ámbito católico- , que tanto y tan bien
sirven de ocasión para los maleficios y posesiones del padre de la mentira.
Con estas cautelas y estas armas espirituales, el católico resistirá y saldrá victorioso,
confiando siempre en la promesa divina: “Las puertas del Infierno no prevalecerán”(Mt.
16,18).
Tomado de http: //www.tfp-fundadores.org.br/
Traducción del portugués de P.C. D

ONSAGRACIÓN A LOS SAGRADOS CORAZONES


CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Luz de María, junio 2009

Sagrado Corazón de mi adorado Jesús,


manantial de misericordia infinita,
recibe en este día la entrega total de mi ser.
Toma mi vida, la ofrezco a Ti
Sea Tu Corazón Sacrosanto, manantial de gracias,
no sólo para mí, sino para toda la humanidad,
la cual en este momento junto a mí, entrego a Tu protección.
Te entrego mi corazón, para que éste te ame sólo a Ti,
Te entrego mi vista para que yo mire Tu Amor por doquier,
Te entrego mis oídos para que éstos escuchen Tu latir,
Te entrego mi pensamiento para que éste;
resguardado por Ti, sea constantemente himno de adoración,
Te entrego mis manos y mis pies para que sean a Tu semejanza,
Bendición para mis hermanos y hermanas.
Sagrado Corazón de mi adorado Jesús,
hoy te acepto como mi refugio en todo momento de angustia y
tribulación,
te acepto como protector y custodio de mi vida sobre todo en los
momentos de tentación.
Sagrado Corazón de mi adorado Jesús,
desde hoy me entrego totalmente a Ti.
Te ruego me ampares en esta vida para que nada ni nadie me separe
de ti.
Manantial infinito de misericordia, toma posesión de mi ser,
yo a cambio prometo amarte y hago propósito de no ofenderte jamás.
Acoge te ruego, esta mi Consagración a Ti,
y guárdame desde este momento como posesión Tuya.
Amén.

CONSAGRACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE LA


SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Luz de María, agosto 2011

Yo………… me entrego, Madre, a Tu protección y a Tu guía;


no deseo caminar solo en medio de la tempestad de este mundo.
Ante Ti me presento, Madre del Divino Amor, con mis manos vacías,
pero con mi corazón colmado de amor y esperanza en Tu intercesión.
Te ruego me enseñes a amar a la Santísima Trinidad con Tu mismo
Amor,
para no ser indiferente a Sus llamados ni indiferente a la humanidad.
Toma mi mente, mi pensamiento, mi consciente e inconsciente,
mi corazón, mis deseos, mis expectativas, y unifica mi ser en la
Voluntad Trinitaria,
como lo hiciste Tú, para que la Palabra de Tu Hijo no caiga en terreno
árido.
Madre, unido(a) a la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo: sangrante
y despreciado en este instante de oscuridad,
elevo a Ti mi voz suplicante para que la discordia entre los hombres
y los pueblos sea aniquilada por Tu Amor Materno.
SOLEMNEMENTE TE CONSAGRO HOY, MADRE SANTÍSIMA,
TODA MI VIDA DESDE MI NACIMIENTO. CON PLENO USO DE
MI LIBERTAD, RECHAZO AL DEMONIO Y SUS
MAQUINACIONES Y ME ENTREGO A TU INMACULADO
CORAZÓN. TÓMAME DE TU MANO DESDE ESTE INSTANTE, Y A
LA HORA DE MI MUERTE, PRESÉNTAME ANTE TU DIVINO
HIJO.
Permite Madre de Bondad, que esta mi consagración,
sea llevada en manos de los Ángeles a cada corazón
para que se repita al infinito en cada criatura humana.

Amén.
D e lo que hagamos en esta vida va a depender toda la eternidad. Eterna felicidad o eterno

sufrimiento y desesperación. No hay más. Meditemos en el infierno, cuya existencia es


dogma de fe para evitar por todos los medios condenarnos eternamente. Ahora es tiempo de
merecer, de vivir santamente y de ganarnos el cielo con la ayuda de Dios y los medios de
santificación que pone a nuestro alcance.
Hay que esforzarse por ser santo. No es descabellado pedir con humildad la gracia de no
pasar por el purgatorio, cuyas penas son terribles o reducir lo máximo posible nuestra estancia
allí, purgando nuestros pecados con oraciones, penitencias e indulgencias en esta vida. Aún
así la diferencia con el infierno es abismal: las penas del purgatorio son finitas, las del infierno
eternas.

El Doctor Eudaldo Forment, Catedrático de Metafísica, desde sus amplios conocimientos


teológicos tomistas profundiza en la terrible realidad del infierno. Espero que sus
explicaciones les sean de provecho y les sirvan para vivir en consecuencia: ANTES MORIR
QUE PECAR.

Se medita en los Ejercicios Espirituales Ignacianos que hay niños en el infierno por un sólo
pecado mortal. Nosotros merecíamos el infierno por nuestros pecados, pero hemos tenido
más oportunidades. No tentemos más a la Providencia de Dios. No es cosa de broma. Con la
eternidad no se juega.

¿Qué nos enseña la Iglesia sobre el infierno? (eternidad de las penas, número y grado de
las mismas)?
Le contestaré con mucho gusto con este párrafo del Catecismo de la Iglesia Católica: «La
enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que
mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de
la muerte y allí sufren las penas del infierno, “el fuego eterno”. La pena principal del
infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre
la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira» (n. 1035).
En otro párrafo se había indicado que: «Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni
acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre
por nuestra propia y libre elección» (n. 1033).
Debe tenerse en cuenta que el infierno, como enseñaba Santo Tomás, es el estado de los
condenados y el lugar en que se encuentran. También que la Iglesia ha afirmado siempre que
es dogma de fe, tanto su existencia, como la eternidad de todas penas y la desigualdad de
ellas en proporción de las culpas por los pecados cometidos sin arrepentimiento y con
obstinación en los mismos. Se comprende, porque son muchos los textos del Antiguo
Testamento que lo afirman, e igualmente, en el Nuevo, también lo hacen, el Precursor y
muchísimas veces el propio Cristo. También hablan del infierno San Pablo, San Pedro, San
Judas, Santiago y el Apocalipsis.

¿En qué aspectos esenciales de la realidad del infierno profundiza Santo Tomás de Aquino
en la Summa?
Para comprender la profunda explicación tomista debe advertirse que la eternidad de las
penas de los condenados es un misterio revelado. No se puede, por tanto, demostrar
racionalmente, pero es posible dar razones de su conveniencia. Santo Tomás da dos razones:

La primera es que el pecado mortal aleja de Dios, último fin y bien supremo del hombre,
que hace perder así la gracia divina, que es lo que lleva a la vida eterna. El pecado mortal sin
arrepentimiento es «un desorden, que, en sí mismo, es irreparable». Si el hombre permanece
en pecado mortal y resiste hasta el último momento a la gracia y muere así impenitente con
un desorden que no ha tenido fin, merece, por ello, una pena que tampoco lo tenga, es decir,
una pena eterna. (S. Th., I-II, q. 87, a. 3, in c.).
La segunda razón que da el Aquinate está basada en la gravedad «cuantitativamente infinita»
o inconmensurable del pecado (Ibíd., a. 4). Afirma que: «Es justo que quien en su propia
eternidad pecó contra Dios, en la eternidad de Dios sea castigado». Explica que: «decimos
que peca en su propia eternidad, no sólo por la continuidad del acto, que perdura en toda
su vida, sino porque, habiendo puesto su fin en el pecado, tiene la voluntad de pecar
siempre». De ahí que «los inicuos quisieran vivir siempre para permanecer siempre en su
iniquidad» (Ibíd., a. 3, ad 1).
¿Hasta que punto es grave por tanto la condenación eterna y su irrevocabilidad?
Se advierte claramente su gravedad en la sentencia que pronunciará Cristo Salvador y Juez
nuestro a los malos castigados: «Apartaos de Mí, malditos. Id al fuego eterno, que fue
destinado para el diablo y sus ángeles» (Mat 25, 41)
Con la expresión «apartaos de Mí», se significa que se castiga con lo que se llama «pena de
daño», que es la mayor pena que se pueda recibir. En primer lugar, porque es estar arrojado
de la vista de Dios a la mayor distancia. En segundo lugar, porque no se tiene el consuelo de
la esperanza que pueda redimirse ni finalizar nunca. Por último, en tercer lugar, porque se
carecerá eternamente de la luz y el calor de la vida divina.
Con la de «malditos», se entiende que les perseguirá la justicia divina con toda clase de
maldiciones. Aumenta con ello su pesar y desconsuelo, porque al ser apartados de la
presencia de Dios no se les ha considerado dignos de alguna cosa buena por la que merecieran
una bendición. No pueden así esperar nada que alivie su aflicción y desgracia.
El otro castigo que sigue está significado con el mandato «id al fuego eterno». A este otro
tipo de castigo se denominan «pena de sentido», porque se sufre con los sentidos. Entre todos
los tormentos está el del fuego. A estos sumos dolores sentidos se suma además el mal de
saber que durará eternamente.
Por último, de las palabras finales «que fue destinado para el diablo y sus ángeles» se infiere
que el castigo eterno de los condenados incluirá toda clase de penas. La razón es porque
tendrán que soportar a los demonios, una malísima compañía. No tendrán ni el consuelo que
podían tener en su vida terrenal del alivio de alguna persona, que sufriera también la misma
desventura y que fuera afable y caritativo con él.
¿Por qué el hombre actual no medita sobre ello ni vive en consecuencia?
En nuestra época se habla poco de las penas eternas del infierno, al igual que de los otros
novísimos o en lo que habrá de terminar nuestra vida terrena, desde el primero, la muerte
hasta el último, el juicio final. Quizá por temor a intranquilizar o a asustar, o para no dar una
imagen desagradable de la justicia divina. Además corren en los mismos católicos objeciones
superficiales e incoherentes, que, a pesar de ello, se alejan de la enseñanza de siempre de la
Iglesia. Sin embargo, vistos con los ojos de fe la consideración de las postrimerías es de gran
utilidad para refrenar nuestras pasiones rebeldes a la razón y a la ley de Dios y así apartarnos
del pecado. En la misma Escritura se dice: «En todas tus acciones acuérdate de los novísimos
o postrimerías y no pecarás jamás» (Eclo 7, 40)». En definitiva, el negar estas verdades es
colaborar con los que quieren descristianizar a la persona, a la familia y a la sociedad
Algún ejemplo práctico para poder comprender lo que es la eternidad del suplicio y evitar
caer en él…
Si me permite pondré un ejemplo que daba el tomista Garrigou-Lagrange, profesor en Roma
de Karol Wojtyla, el futuro papa Juan Pablo II, en los años de 1946 a 1948 y director de su
tesis doctoral. Explicaba que a los privados de la visión divina, ello les proporciona tanta
pena, que si fuera posible soportarían todos los dolores físicos con tal de no verse privados
del gozo de Dios. Se lee en Santa Catalina de Sena que además se ven afectados del
remordimiento de su conciencia, no por haber ofendido a Dios, sino por aquello a lo que les
han llevado sus fatales decisiones. También de la vista del demonio, y del cuarto tormento
del fuego, «fuego que abrasa y no consume. Y tanto es el odio que les devora que no pueden
querer ni desear ningún bien». (Diálogo, c. 40). Finalmente el dominico francés ponía el
siguiente ejemplo: es como un hombre que ha querido libremente arrojarse a un pozo negro
y sin fondo en el que quedará aprisionado para siempre, aun sabiendo de antemano que jamás
podrá salir de él.
Se evita caer en él o no caer en el pecado, con la gracia de Dios, que se nos da en los
sacramentos. Con ella se evita la condena en el juicio de Dios, donde le tendremos que dar
cuenta de nuestras malas obras, de nuestras palabras e incluso de nuestros pensamientos más
profundos y escondidos. Ya desde ahora tendríamos que pedir siempre, como se hace en el
antiguo himno de la misa de difuntos (Dies irae): «¡Dios mío, perdóname!».
Javier Navascué

La crisis de la iglesia a la luz de la virgen de Fátima

El año en que se conmemora el centenario de Fátima (2016-2017) se inauguró el día de Pentecostés


con una noticia que ha dado mucho que hablar. El teólogo alemán Ingo Döllinger transmitió al
sitio OnePeterFive que después de la publicación del Tercer Secreto de Fátima el cardenal Ratzinger
le habría confiado: «¡Todavía no se ha publicado todo!» La Oficina de Prensa vaticana intervino de
inmediato publicando un mentís según el cual «el papa emérito Benedicto XVI comunica «no haber
hablado nunca con el profesor Döllinger sobre este tema», y afirma de modo tajante que las
declaraciones atribuidas al profesor Döllinger al respecto «son pura invención, absolutamente no
verdaderas», confirmando categóricamente: «La publicación del Tercer Secreto de Fátima es
completa».
Desmentida que no convence a quienes, como Antonio Socci, han sostenido siempre la
existencia de una parte no divulgada del secreto, la cual hablaría del abandono de la fe en la
cúpula de la Iglesia. Otros estudiosos, como el doctor Antonio Augusto Borelli Machado,
consideran que secreto divulgado por la Santa Sede está completo y es trágicamente
elocuente. Ateniéndonos a los datos de que disponemos, hoy por hoy es imposible afirmar
con plena certeza que el texto del tercer Secreto esté completo, como tampoco que esté
incompleto. Lo que sí parece totalmente cierto es que la profecía de Fátima no se ha cumplido
y que su cumplimiento tiene que ver con una crisis sin precedentes en el seno de la Iglesia.

A propósito de esto, conviene recordar un importante principio hermenéutico. Por medio de


revelaciones y profecías que no acrecientan nada el depósito de la fe, el Señor nos brinda en
ocasiones una dirección espiritual que nos orienta en las épocas más oscuras de la historia. Y
si bien es cierto que las palabras divinas arrojan luz en tiempos tenebrosos, no es menos cierto
lo contrario: en su dramática evolución, los sucesos de la historia nos ayudan a entender el
significado de las profecías.

Cuando el 13 de julio de 1917 la Virgen anunció en Fátima que si la humanidad no se


convertía Rusia difundiría sus errores por el mundo, esas palabras resultaban
incomprensibles. Los acontecimientos sacaron a la luz el significado. Después de la
Revolución Bolchevique de octubre de 1917 quedó claro que la expansión del comunismo
era el instrumento del que Dios quería servirse para castigar al mundo por sus pecados.

Entre 1989 y 1991, el imperio del mal soviético se desmoronó en apariencia, pero la
desaparición de su envoltorio político permitió una difusión más amplia del comunismo en
el mundo, difusión que tiene su núcleo ideológico en el evolucionismo filosófico y el
relativismo moral. La filosofía de la praxis, que según Antonio Gramsci sintetiza la
revolución cultural marxista, se ha convertido en el horizonte teológico del nuevo
pontificado, trazado por teólogos como el cardenal alemán Walter Kasper y el arzobispo
argentino Víctor Manuel Fernández, inspirador de la exhortación apostólica Amoris Laeititia.

En este sentido, no debemos tomar el Secreto de Fátima como punto de partida para entender
que está teniendo lugar una tragedia en la Iglesia, sino partir de la crisis eclesial para entender
el significado fundamental del Secreto de Fátima. Una crisis que se remonta a los años
sesenta del siglo XX, y que con la abdicación de Benedicto XVI y el pontificado de Francisco
ha experimentado una aceleración sin precedentes.

Mientras la Oficina de Prensa vaticana se apresuraba a desactivar el caso Döllinger, estallaba


otra bomba con mucha mayor resonancia. Durante la presentación del libro de profesor
Roberto Regoli, Oltre la crisi della Chiesa. Il pontificato di Benedetto XVI, que tuvo lugar
en el aula magna de la Pontificia Universidad Gregoriana, monseñor Georg Gänswein ponía
de relieve la renuncia al pontificado del papa Ratzinger con estas palabras: «Desde el 11 de
febrero de 2013 el ministerio papal no es el mismo que antes. Es y sigue siendo el cimiento
de la Iglesia Católica; no obstante, es un cimiento que Benedicto XVI ha transformado de un
modo profundo y duradero en su pontificado de excepción».

Según el arzobispo Gänswein, la dimisión del papa teólogo ha hecho época, porque ha
introducido en la Iglesia Católica la novedosa institución del papa emérito, transformando el
concepto de munus petrinum, el ministerio petrino. «Tanto antes como después de su
dimisión, Benedicto ha entendido y entiende su misión como participación en dicho
ministerio petrino. Aunque abandonó el solio pontificio con su decisión del 11 de febrero de
2013, no abandonó en realidad dicho ministerio. Por el contrario, integró el cargo personal
en una dimensión colegial y sinodal, casi un ministerio en común. (…) Desde la elección de
su sucesor Francisco el 13 de marzo de 2013 no hay por tanto dos papa, sino un ministerio
ampliado de facto, con un miembro activo y otro contemplativo. Por ese motivo, Benedicto
XVI no renunció a su nombre ni a la vestidura talar blanca. Y por esa razón, la forma correcta
de dirigirse a él sigue siendo el tratamiento de Santidad. También por esa razón no se ha
retirado a un monasterio apartado, sino al interior del Vaticano. Como si se hubiera hecho a
un lado para dejar sitio a su sucesor y a una nueva etapa en la historia del papado. (…) Con
un acto de extraordinaria audacia, lo que ha hecho es renovar el cargo pontificio (contrariando
la opinión de consejeros bienintencionados y sin duda competentes), y con un último esfuerzo
lo ha potenciado (como espero). Esto ciertamente no lo podrá demostrar sino la historia.
Pero en la historia de la Iglesia, el año 2013 quedará como aquel en que el célebre teólogo
que ocupaba el trono de San Pedro se convirtió en el primer papa emérito de la historia».
Este discurso resulta chocante, y por sí solo pone de manifiesto que no hemos superado la
crisis de la Iglesia, sino que nos encontramos más que nunca dentro de dicha crisis. El Papado
no es un ministerio que pueda ampliarse, porque es un cargo, y un cargo atribuido
personalmente por Jesucristo a un único Vicario y un único sucesor de San Pedro. Lo que
distingue a la Iglesia Católica de las demás iglesias y religiones es la misma existencia de un
principio unitario e indivisible encarnado en la persona del Sumo Pontífice. El discurso de
monseñor Gänswein da a entender que hay una Iglesia bicéfala y aumenta la confusión en
una situación ya demasiado confusa.

Una frase vincula la segunda y la tercera parte del Secreto de Fátima: «En Portugal se
conservará siempre el dogma de la fe». La Virgen se dirige a tres pastorcillos portugueses y
les garantiza que su país no perderá la fe. ¿Y dónde se perderá la fe? Siempre se ha creído
que la Virgen se refería a la apostasía de naciones enteras, pero cada vez se ve más claro que
la pérdida mayor de la fe está teniendo lugar entre el clero.

Un «obispo vestido de blanco» y «varios otros obispos, sacerdotes y religiosos de ambos


sexos» constituyen la parte central del Tercer Secreto, con un trasfondo de ruina y muerte,
que es legítimo suponer que no sea sólo material sino también espiritual. Lo confirma la
revelación que tuvo sor Lucía en Tuy el 3 de enero de 1944, antes de poner por escrito el
Tercer Secreto y que por tanto está indisolublemente ligada a él. Tras la visión de un terrible
cataclismo cósmico, sor Lucia cuenta que sintió en su corazón «una voz suave que le decía:
“con el tiempo, habrá una sola fe, un solo bautismo, una sola Iglesia, Santa, Católica y
Apostólica. ¡En la eternidad, el Cielo!”»

Estas palabras suponen la negación radical de toda forma de relativismo religioso, al cual la
voz celeste contrapone la exaltación de la Santa Iglesia y de la Fe católica. El humo de
Satanás podrá infiltrarse en la Iglesia a lo largo de la historia, pero quien defienda la
integridad de la Fe ante las potencias del infierno verá, en el tiempo y en la eternidad, el
triunfo de la Iglesia y del Corazón Inmaculado de María, sello definitivo de la trágica pero
entusiasmante profecía de Fátima.

Roberto de Mattei
MENSAJE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
A SU AMADA HIJA LUZ DE MARÍA
22 DE MAYO DEL 2016

Amado Pueblo Mío, hijos Míos:

Les bendigo con Mi Amor, el cual derramo sobre todos los sedientos
de Mi Voluntad.

Caminan y caminan, dialogan y dialogan, creen comprender y no


entienden.TIENEN QUE MANTENER ESE ÁNIMO DE DESEAR
SER UNIDAD EN MI AMOR.

No lo perciben, hijos, pero cada uno en su pensamiento y en su


memoria va guardando los asuntos que les han impactado en la
vida. Luego de que esos asuntos les han llevado a estremecer y cada
uno ha pensado que ha olvidado, en algún instante salta lo que cada
uno lleva en el interior para bien o para mal, según el libre albedrío.

ES IMPORTANTE QUE CADA UNO DE USTEDES ENTRE EN


COMUNIÓN CONMIGO, Y SE CENTREN EN SOLICITAR A MI
MADRE Y A MI SANTO ESPÍRITU LES ASISTAN, PARA QUE
VERDADERAMENTE LOS PENSAMIENTOS SEAN A MI
MANERA Y LA MEMORIA LES MANTENGA CENTRADOS EN
MÍ.

En el interior de cada uno de ustedes, hijos, fluyen los pensamientos,


la intuición personal, los conceptos que cada uno toma como regla
de vida. En este instante, deben ser astutos, ya que los enviados del
mal se mueven por toda la Tierra, y en la menor indisposición del
hombre, entran a provocar una tormenta grave en donde no debe
haber ni una ligera llovizna.

Yo les he llamado a ser fieles y perseverantes. Los demonios llegan a


provocar inquietud en los que desean vivir cerca de Mí. No se han
dado cuenta de que la lucha no es visible. El demonio ataca
al hombre en su interior para causar incomodidad, incomprensión,
convulsión, reacciones equivocadas, les lleva a sacar lo peor del ego
humano para dividir.

SEAN ASTUTOS, NO CAIGAN EN LAS TRAMPAS DE


SATANÁS.

Pueblo Mío, les dirijo hacia la paz interior. El alma en paz deja
traslucir una criatura centrada en Mí y una criatura que tiende y se
orienta hacia Mí, deja traslucir la paz del alma. La voluntad humana
tiene que moverse hacia Mí, vivir en Mí y someterse a Mí, para que
la criatura se encuentre ordenada hacia Mi Amor y lo que de Mi
Amor se deriva.

HIJOS MÍOS, VIVEN EN CONSTANTE EVALUACIÓN ANTE


MÍ. CADA OBRA Y ACTO FORMAN ESE TESORO QUE
PRESENTARÁN ANTE MÍ. La pasividad ante Mí, es carencia de
ser testimonios de cada una de Mis Palabras, la aparente seguridad
del hombre, ante Mí es la mayor de las inseguridades y la señal más
clara de que no caminan junto a Mí.

PUEBLO MÍO, NO PUEDEN SEPARARSE DE LAS POTENCIAS


DEL ALMA:

MEMORIA con la cual no se permiten alejarse de Mí al mantener la


memoria activa. Yo Me encuentro en la memoria de cada uno de Mis
hijos.

ENTENDIMIENTO para querer ser parte de Mi Cuerpo Místico,


parte activa, mediante el Amor que les lleva hacia el correcto
proceder en cada instante.

VOLUNTAD para que vivan del y en el bien. La voluntad elije


rectamente y orienta a Mis hijos hacia Mí, o les lleva al cansancio
espiritual, a la negación, a la desobediencia, y por ende les aleja de
Mi Amor.
Esto es relevante en este instante para Mi Pueblo que no puede
caminar ante las asechanzas del mal sin conocer, para resistir.

Quien niega el mal y mira todo como bueno, no puede librarse del
mal, sino en el mal vive…

Quien vive sobre sus hermanos para juzgarles, no puede mirar el


mal que causa, pues no le parece mal juzgar ya que es parte de su ser
y no le han instruido en el correcto caminar de Mis hijos, que es NO
JUZGAR…

Quien vive de la envidia, no mira la envidia como un acto contrario


al Amor al prójimo, cuando el alma se envenena con lo que la misma
criatura produce…

EL MAL QUE CORROE A LA HUMANIDAD ES EL DESAMOR,


EL EGOCENTRISMO. EL BIEN, AL QUE YO LES LLEVO, ES
AL BIEN COMÚN EN MI VOLUNTAD, eso logra del hombre una
comunidad de criaturas afines que buscan constantemente la
misericordia para con sus semejantes.

MI AMOR LLEVA A LA UNIDAD Y ÉSTA A LA UNIÓN, Y LA


UNIÓN AL ORDEN, Y EL ORDEN A LA OBEDIENCIA HACIA
MÍ. El obediente se libra del orgullo, no vive en el amor
desordenado en el cual el primer lugar lo tiene la misma criatura,
sino en su lugar vive en la caridad que une al alma a Mi Amor.

Tengan presente, hijos Míos: quien Me ama, ama a su hermano con


firmeza, en abundancia, en una dimensión tal que la seguridad de
vivir en Mí le lleva a externar Mi Amor presente y gozoso en la
criatura humana, develando cada instante la grandeza de lo que no
es humano y común, sino adquirido por Gracia y la permanencia de
Mi Espíritu activamente en constante donación al prójimo.

Pueblo Mío, recuérdate que el amor que ustedes poseen es Amor


nacido en Mí, siendo quienes obran y actúan en Mi Voluntad, sin
rechazarme, sino en una constante evolución para alcanzar mayor
posesión de este Don.

La Tierra que les ha acunado se agrieta con mayor frecuencia y estas


grietas llevarán a desaparecer territorios. (1)
Oren, hijos Míos, oren por Estados Unidos, es purificado, el
racismo proliferará logrando que hechos pasados sean nuevamente
revividos. Los arrestos serán en masa, sin razón, sino por
disposición.

Oren, hijos Míos, oren por Italia, el Volcán Vesubio atrae el dolor,
despierta con fuerza sin que le esperen. (2) La tiranía llega a
Europa, la traición se dará en esas tierras.

Oren, hijos Míos, verán descender la gran luz proveniente del


espacio, ésta iluminará con luz propia, causando espanto. Luego
caerá en el mar y en pocos instantes, Naciones serán inundadas por
el agua.

PUEBLO MÍO, NO ES TEMOR LO QUE LES COMPARTO, ES LO


QUE ENFRENTARÁN.

Tienen que detener los grandes pecados que continuamente cometen


y con los cuales Me ofenden. Acepten que han permitido a satanás
penetrar en el corazón, RENUNCIEN A él y VENGAN A
REENCONTRARSE CONMIGO, YO NO LES DESPRECIARÉ.

El padecer de Medio Oriente dará gran sorpresa al resto de la


humanidad. En pocos días se entregarán a la sangrienta lucha por
los territorios. En medio del padecer encontrarán lo que no les
pertenece y es de Mi Propiedad, ENCONTRANDO MOTIVO
PARA DECRETAR LA GRAN BATALLA PARA LA QUE SE HAN
PREPARADO POR AÑOS.

Hijos Míos, no continúen siendo creadores de muerte…


Sean hijos obedientes que retornan a Mí…
Imploren la intercesión de Mi Madre que no les deja solos…

Yo miro la Tierra y ésta la miro despoblada, las almas amantes de


Nuestra Trinidad y de Mi Madre son quienes me atraen, pero no son
la mayoría.

Amado Pueblo Mío, el comunismo (3) parece decrecer, esto es una


estrategia del mal para crear una nueva forma de cautiverio, el que le
entregarán a los aliados del usurpador.

No se muestren confiados, la convulsión se mantendrá sobre el


mundo, el dolor será indecible para quienes lo vivan. En este
instante, el poder en algunas Naciones del mundo reprime con
tortura al hombre, en el deseo de someterle ante el pacto de algunos
dirigentes con la élite que mantiene el dominio sobre la Tierra.

Amado Pueblo Mío, la libertad de Mi Pueblo ha sido vendida a los


que preparan la entrada del carnicero infernal. No se confundan con
nuevos modernismos en Mi Palabra que escrita está. Conózcanme,
adéntrense en Mí, será prohibido a Mis hijos predilectos el alertar a
Mi Pueblo. UN HECHO INUSUAL SERÁ ANUNCIADO A MIS
HIJOS. PERMANEZCANATENTOS QUE LOS GRANDES
PODERES DE LOS ILLUMINATI Y MASONES IMPONDRÁN
LO QUE NO ES MI VOLUNTAD Y MI PUEBLO SERÁ
PERSEGUIDO.

OREN, ENTREN EN COMUNIÓN CON NUESTRA


VOLUNTAD.
VIVEN EN MI BENDICIÓN, YO SOY FIEL A MI PUEBLO.
LES BENDIGO.

Su Jesús.

AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.


AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.
AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.

(1) Sobre el agietamiento de la tierra, leer...


(2) Sobre la actividad volcánica, leer...
(3) Sobre el Comunismo, lee...

COMENTARIO DEL INSTRUMENTO

Hermanos (as):

En cuanto Cristo me da Su Palabra, me permite mirar con claridad,


dos ornamentos que usan los que presiden otras religiones, y yo no
preciso a quienes pertenecen, ni Cristo me lo menciona. Los llevan
con gran cuidado. Con anterioridad he visto a algunos hombres
vestidos de negro entrar al Vaticano por una puerta lateral, sin ser
invitados.

Y Cristo me dice: “¡persecución!”

Miré a dos Enviados del Cielo, poseedores de una luz tan radiante
que solo miro la luz que poseen, pues mis ojos parpadean
demasiado. Ellos sacan de un lugar santo un libro grande y pesado.
Cristo me dice: “Rescato lo que es Mío, lo sacaré de la Tierra que no
merece este conocimiento”.

Luego Cristo me dice: “Que tus hermanos permanezcan en constante


vigilia. No permitan que el mal nuble Mi Palabra ni la injusticia
ensangriente a Mi Pueblo.”

Cristo miró la Tierra, tomó la Mano de Su Madre y nuestra y colocó


la Tierra en Manos de la Santísima Virgen María, y con su séquito de
Ángeles miraron la Tierra en Manos de tan grande Reina.

De pronto una oscuridad fue avanzando hacia la Tierra, no la cubrió


totalmente, pues era el resultado de una guerra y la Madre derramó
lágrimas.

Y me dijo: “Mis hijos tienen que ser preparados… el Aviso…” y no


miré más.

Esto lo comparto en la Voluntad del Padre, del Hijo y del Espíritu


Santo.

Amén.
La hostia está atravesada por el clavo

scrito por Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa

Queridos hermanos, la Sagrada Hostia está atravesada por el clavo, cada vez que las
manos del sacerdote la elevan estando en pecado. Pecados de la carne, pecados de falta de
fe en la presencia real del Cuerpo de Cristo. Algunos no creerían aun cuando vieran la
Sangre fluir. Tal es su increencia. Ya ni se confiesan. Tal es el dolor inimaginable que el
Señor siente y padece.
El Señor sufre enormemente por sus sacerdotes y muy pocos le consuelan. Muchos están
absorbidos por el mundo, cómo lo miran y desean, dominados por la carne, fríos en la fe,
olvidaron las motivaciones que les llevaron al Seminario, y otros tratan de olvidarlas.
Más, otros sufren por lo que ven en sus hermanos en el sacerdocio y en sus Pastores. Otros,
sufren muchísimo al darse cuenta de su error, de que fueron engañados por las mentiras y
falsedades del postconcilio, pero ya no pueden cambiar. Han seguido la tendencia del clero
y Obispos mundanizados y ahora no pueden dar marcha atrás, están solos, incomprendidos
y arrinconados. ¿Quién les ayudará?
La Sagrada Hostia está atravesada por el clavo, porque muchos sacerdotes ya no le ven
en Ella. No creen. Solamente creen en ellos mismos. De noche piensan en lo que harán al
día siguiente, pero no para dar gloria a Dios arreglando el altar, o preparando la homilía, o
adquiriendo una nueva hermosa imagen para su iglesia; piensan en cómo destacar,
sobresalir, en no crear ningún contratiempo, en quedar bien con quien fuere menester.
Piensan en ellos mismos, en su propio bienestar por encima de todo, en congraciarse con el
mundo a cualquier precio.
Muchos deberían hacer verdadera penitencia corporal hasta sangrar.
Muchos no saben a dónde mirar y deberían saberlo, pero no lo saben. Sus Obispos no les
muestran el verdadero camino del sacerdocio de Jesucristo, no les llevan a Dios. Da la
impresión que los Obispos adoctrinan más que guiar santamente y ejemplarmente. Cuántos
sacerdotes en peregrinaciones con otros sacerdotes y obispos, se preguntan dónde está la fe
católica cuando ven el ridículo comportamiento de los demás sacerdotes y obispos.
La Sagrada Hostia está atravesada por el clavo, porque vivimos una verdadera tragedia
en el sacerdocio católico, la tragedia de verdadera identidad. ¿Dónde está sacerdote
católico? Su identidad en la forma de vestir, de hablar, en su vida de oración, de penitencia,
de renuncia al mundo, que busca la compañía del Señor y a Ella arrastra a las almas. Y por
encima de todo, ¿dónde está el sacerdote católico en el Santo Sacrificio de la Misa? La
perversión y profanación del Santo Sacrificio ha llevado a la desfiguración total del
sacerdocio.
Cuántos sacerdotes disfrutan con cualquier cosa mundana, otros viven aburridos y tediosos,
y el Señor solo en el Sagrario. Buscan divertir a sus feligreses con diversiones del mundo,
distraerle con cosas mundanas. Hasta en los momentos de adoración eucarística hay que
distraer a los fieles para que no se aburran haciendo esto o aquello, en lugar de estar en
profundo silencio adorando y hablando con el Señor. Deberían pensar sólo en Él y hacer
todo por Él, vivir su vida sacerdotal orientada toda a Dios.
Respecto a los seminaristas, ellos no son los responsables últimos, son más del mundo que
de Dios. Quizá lo más cerca que están de Dios es cuando el día de la ordenación se tumban
en el suelo. Allí humillados ante Dios es cuando más cerca estarán de Dios, pues luego se
levantarán y nunca más se volverán a postrar ante Dios. Ya no se inclina el cuerpo al Yo
pecador al inicio de la Misa, y muchos ya lo han omitido.
La Sagrada Hostia está atravesada por el clavo, y los sacerdotes han de aprender a
oficiar la Santa Misa tradicional para dar el culto debido a la Santísima Trinidad, para
santificar sus vidas sacerdotales, para reparar las ofensas, injurias, profanaciones, que se
cometen en la actualidad al Sacratísimo Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. Para
dignificar el sacerdocio católico, para que retorne lo que nunca debió desaparecer en la
formación de los futuros sacerdotes, la formación tradicional, el sacerdote tradicional
católico.
Ave maría Purísima.
Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa.

Apocalipsis ya? Otra señal


importante aparece en los cielos
02/11/2015

por THE REMNANT


Escrito por THE REMNANT

[Nota del autor: En el siguiente artículo me propongo exponer una serie de hechos y
observaciones sin llegar a una conclusión definitiva. Sin embargo, estos hechos y observaciones
son de una naturaleza tal que se prestan a ser malinterpretados cuando se observan y se informa de
ellos. Quiero dejar claro que en el presente artículo no pretendo vaticinar nada. Me limito a hacer
unas observaciones sobre unos fenómenos que se avecinan, tanto por parte del cielo como de los
hombres, que pueden resultar interesantes y de los que habría que estar al tanto.]

E l 23 de septiembre de 2017 se verá la constelación de Virgo con el sol ascendiendo exactamente

por detrás (la mujer vestida de sol). Esto tendrá lugar durante el centésimo aniversario de las
apariciones de la “Mujer vestida de sol,” Nuestra Señora de Fátima en 1917. ¿Qué significa esto?
***

La gran señal en el cielo

Si el Señor nos diera una señal, ¿seríamos capaces de reconocerla? Y si Él, como ya ha hecho
en otras ocasiones, nos pusiera una gran señal en el cielo, un presagio de grandes y terribles
sucesos, ¿nos daríamos cuenta? ¿Estamos tan ocupados como muchos que nos han precedido,
que ni nos molestamos en mirar hacia arriba? Si el Señor nos enviara esa señal hoy mismo,
¿la veríamos? Y si llegásemos a verla, ¿nos importaría o la desecharíamos como una tonta
superstición?

¿Qué pasaría si les dijera que se aproxima un portentoso suceso astronómico que en cuanto
a precisión, contexto y momento se asemeja a la señal descrita en el Apocalipsis?
¿Levantarían la mirada?

Apocalipsis 12,1-5

“Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer revestida del sol
y con la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce
estrellas, la cual, hallándose encinta, gritaba con dolores de parto y
en las angustias del alumbramiento.

Y vióse otra señal en el cielo y he aquí un gran dragón de color de


fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas siete
diademas.

Su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo y las


arrojó a la tierra. El dragón se colocó
frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo
luego que ella hubiese alumbrado.
Y ella dio a luz a un hijo varón, el que apacentará todas las naciones
con cetro de hierro; y el hijo fue arrebatado para Dios y para el trono
suyo“.

La Estrella de Belén

Antes de comenzar, es importante dejar claro el contexto. Es una parte innegable e


incontestable de nuestra fe que hace 2000 años el Señor se valió de un suceso astronómico
para comunicarse con el hombre: la Estrella de Belén. Muchas personas, al imaginar la
Estrella de Belén, si es que la imaginan, piensan en una enorme estrella que brilló sobre
Belén, tan obvia para todos que hizo que los magos emprendieran un largo viaje para conocer
al rey prometido.

Sabemos que esa versión es incorrecta porque cuando los Magos llegaron a Jerusalén, a tan
sólo 8 kilómetros de Belén, tuvieron que explicar lo que vieron y por qué lo interpretaron de
esa manera. El rey Herodes, su corte y el resto de Jerusalén ignoraban en buena parte lo de
la Estrella de Belén. La gente de aquella ciudad, como nosotros, estaba ocupada trabajando
para sus familias y en sus quehaceres diarios. Aunque esa gran señal que anunciaba el
nacimiento del Salvador, el propio Hijo de Dios, la tenían encima de su cabeza, no la notaron
ni les importó.

Para comprender el contexto de la señal de Apocalipsis 12, es útil examinar más a fondo la
Estrella de Belén. ¿Qué era la Estrella de Belén y por qué la vieron los magos cuando nadie
más la había visto? Pues muy sencillo: porque prestaban atención.

Hay un supuesto convincente que sostiene que la Estrella de Belén fue una serie de sucesos
astronómicos normales que dieron lugar a conjunciones muy excepcionales que anunciaban
simbólicamente el nacimiento de un rey. Es importante resaltar que esto no tiene nada que
ver con la astrología.
La astrología se define en alguna enciclopedia como:
“Arte de adivinación que intenta predecir acontecimientos terrestres y humanos mediante de
la observación e interpretación de estrellas fijas, el Sol, la Luna, y los planetas. Sus partidarios
creen que entendiendo la influencia de los planetas y estrellas sobre los asuntos de la tierra
permite vaticinar el destino de las personas, sociedades y naciones e influir en ellos”

La Iglesia Católica condena sin rodeos la astrología, así como toda forma de adivinación
(CIC 2116). Pero las señales como la Estrella de Belén no son adivinaciones del destino
basadas en las estrellas, sino un símbolo astronómico regular si se tiene en cuenta que algunas
veces el Señor del universo se sirve de su creación para comunicarse con el hombre. La Biblia
está llena de casos que lo confirman. El Salmo 19 dice:

Los cielos atestiguan la gloria de Dios y el firmamento predica las


obras que Él ha hecho. Cada día transmite al siguiente este mensaje,
y una noche lo hace conocer a la otra. Si bien no es la palabra,
tampoco es un lenguaje cuya voz no pueda percibirse. Por toda la
tierra se oye su sonido, y sus acentos hasta los confines del
orbe. SALMO 19,1-5

San Pablo cita este salmo en la epístola a los Romanos, cuando afirma que los judíos estaban
al tanto de la venida del Mesías.

La fe viene, pues, del oír, y el oír por la palabra de Cristo. Pero


pregunto: ¿Acaso (los judíos) no oyeron? Al contrario. “Por toda la
tierra sonó su voz, hasta los extremos del mundo sus palabras”.”
ROMANOS 10,17-18

San Pablo deja claro que los judíos sabían sobre el Mesías porque los cielos se lo habían
dicho. Obviamente, Pablo no avala la astrología; se limita a indicar que Dios puede servirse
de los cielos para anunciar sus planes, y de hecho lo hace. Puede decirse mucho más sobre la
diferencia entre la astrología y la comprensión de las señales en los cielos, pero de momento
nos limitaremos a señalar que buscar en el cielo la confirmación y el anuncio de los planes
de Dios es legítimo dentro de un contexto u aplicación apropiados.

Entonces, ¿qué era la Estrella de Belén? Como he dicho, hay un supuesto convincente que
sostiene que la Estrella de Belén fue una serie de sucesos astrológicos con un simbolismo
elocuente. Se puede encontrar más información [en inglés] en BethlehemStar.net, pero
intentaré resumirlo.

Entre los años 3 y 2 a.C. ocurrió una triple conjunción entre Júpiter (el planeta rey, en
movimiento retrógrado) y Regulus (la estrella reina). Probablemente, los Magos interpretaron
esta triple conjunción como un enorme anuncio de neón en el cielo, que titilaba como
diciendo: REY-REY-REY. Todo empezó con el Año Nuevo judío y en la constelación de
Leo (el león, símbolo de la tribu de Judá). Por lo tanto, representaba claramente al rey de los
judíos, de la tribu de Judá. La señal era muy clara para los que estuvieran familiarizados con
el Mesías. Es más, justo detrás de Leo ascendía la constelación de Virgo, con el sol por detrás
y la luna a sus pies.

Luego de esta increíble conjunción triple, Júpiter comenzó a avanzar por el cielo hacia el
oeste, hasta ponerse en conjunción con Venus, planeta asociado con la maternidad. La
conjunción del rey de los planetas con la madre de los planetas fue tan próxima que formaba
el objeto más brillante del firmamento. Jamás se había visto algo así.

Toda esta simbología del rey de Judá y de la Virgen bastó para movilizar a los Magos hacia
Jerusalén, pero se puede entender que el ciudadano medio de Jerusalén no lo notara.

Júpiter continuó avanzando hacia el oeste hasta que se detuvo. Cuando lo hizo (visto desde
Jerusalén), lo hizo al sur, sobre el pueblo de Belén, el 25 de diciembre del año 2 a.C. Esto se
ve claramente con un programa astronómico moderno que muestra el cielo en cualquier fecha
de la historia y desde cualquier perspectiva. Gracias a esta tecnología, no sólo podemos
estudiar los cielos del pasado sino también los del futuro.
En el contexto que acabo de describir, dirigimos la mirada a los cielos del futuro, que una
vez más nos muestran señales muy simbólicas.

Repasemos los primeros versículos de Apocalipsis 12.

” Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer revestida del sol
y con la luna bajo sus pies y en su cabeza una corona de doce
estrellas, la cual, hallándose encinta, gritaba con dolores de parto
y en las angustias del alumbramiento.”

El autor del Apocalipsis indica claramente que esta visión es una señal en el cielo. ¿Qué
veremos en el cielo en un futuro cercano?

El 20 de noviembre de 2016 se iniciará un suceso astronómico que durará nueve meses y


medio y culminará en una sorprendente coincidencia con la visión del Apocalipsis 12. Si bien
no soy astrónomo, mis investigaciones indican que este suceso astronómico, en todos sus
detalles, es único en la historia de la humanidad.

El 20 de noviembre de 2016, Júpiter (el planeta rey) entrará en el cuerpo (vientre) de la


constelación de Virgo (la Virgen). Júpiter, en movimiento retrógrado, pasará los siguientes 9
meses y medio dentro del vientre de Virgo. Este período coincide con un período normal de
gestación de un bebé.

Luego de esos 9 meses y medio, Júpiter saldrá del vientre de Virgo. Junto con la salida de
Júpiter (nacimiento), el 23 de septiembre de 2017, veremos la constelación de Virgo con el
sol ascendiendo por detrás (la mujer vestida de sol). A los pies de Virgo, veremos a la luna.
Y sobre su cabeza encontraremos una corona de doce estrellas, formada por las nueve
habituales de la constelación de Leo, sumadas a los planetas Mercurio, Venus y Marte.

Es una serie de acontecimientos verdaderamente sorprendente, y tiene un llamativo grado de


coincidencia con la visión del Apocalipsis 12.
¿Cuál es el significado de todo esto, si es que lo tiene? La respuesta es obvia: no lo sabemos.
Ahora bien, tampoco estamos lejos de un contexto posible.

Da la casualidad de que estos sucesos tendrán lugar durante el centésimo aniversario de las
apariciones de “la Mujer vestida de sol”, Nuestra Señora de Fátima en 1917. La culminación
de estos sucesos astronómicos ocurrirá tan sólo 3 semanas antes de que se cumplan cien años
del gran milagro de Fátima, en el que el sol “bailó” (otra señal celeste), lo cual fue
presenciado por millares de personas.

Ha transcurrido casi un siglo desde entonces, y durante ese tiempo hemos visto cumplirse las
advertencias de Nuestra Señora con gran precisión. La gente no ha dejado de ofender a Dios,
hemos visto guerras terribles, naciones devastadas, los errores de Rusia desparramados por
el mundo entero y, a decir verdad, incluso dentro de la Iglesia. Y todavía esperamos que se
cumplan sus promesas, el triunfo de su Inmaculado Corazón y un período de paz para el
mundo entero.

Lo que no es tan conocido es que en de la historia de Fátima hay indicaciones sobre la


importancia que puede tener un período de cien años. En agosto de 1931, Sor Lucía se
hospedó con una amiga en Rianjo (La Coruña, España). Nuestro Señor se le apareció allí
para quejarse porque las peticiones de su Madre no habían sido atendidas, y dijo: “Participa
a mis ministros que, en vista de que siguen el ejemplo del Rey de Francia dilatando la
ejecución de mi petición, también lo han de seguir en la aflicción. Nunca será tarde para
recurrir a Jesús y a María.”

Y luego en otro texto, Sor Lucía citó a Nuestro Señor diciendo “No han querido atender mi
petición… Al igual que el Rey de Francia se arrepentirán, y la harán, pero ya será tarde. Rusia
habrá esparcido ya sus errores por el mundo, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia.
El Santo Padre tendrá que sufrir mucho.”

Las menciones al rey de Francia resultan interesantes con relación a lo que estamos
exponiendo, ya que refieren explícitamente a las peticiones que hizo el Sagrado Corazón al
rey de Francia el 17 de junio de 1689 por medio de Santa Margarita María Alacoque. Luis
XIV y sus sucesores no respondieron al pedido de Nuestro Señor de consagrar a Francia al
Sagrado Corazón de Jesús. Como resultado, el 17 de junio de 1789, exactamente cien años
después del día de la petición, la Asamblea Nacional de la Revolución Francesa se adueñó
del gobierno de Francia y despojó al monarca de su poder. Más tarde, el rey perdió su cabeza
en la revolución.

No es posible saber hasta qué punto tiene valor la alusión a este período de cien años, o si el
cronómetro ha empezado a correr y cuándo, pero es interesante y relevante en el contexto de
lo que decimos.

Y por supuesto, muchos conocen ya la visión del papa León XIII en la que dijo haber oído
que se le concedieron a Satanás cien años para intentar destruir la Iglesia. Inmediatamente
después de esta visión, León XIII compuso la oración a San Miguel Arcángel en la que se
ruega que nos defienda en la batalla y sea nuestra defensa contra la perversidad y acechanzas
del demonio. Después agregó las oraciones leoninas al final de la misa, las cuales suprimió
el Concilio Vaticano II.

Mientras vivimos tiempos turbulentos dentro de la Iglesia, en que se desechan y subestiman


los cimientos de la fe y hasta las propias palabras y mandamientos de Nuestro Señor, es
imposible no recordar la visión del papa León XIII.

A propósito de la crisis actual, en esta era de falsa misericordia debo recalcar que la fecha en
que comenzará el suceso astronómico, el 20 de noviembre de 2016, es la misma en que
finaliza el Año de la Misericordia decretado por el papa Francisco. Y es nada menos que el
mismo día de la fiesta de Cristo Rey.

En conclusión, vuelvo a insistir que no soy dueño de la verdad en cuanto al significado del
suceso astronómico descrito, si es que lo tiene. Más aún, no afirmo conocer el futuro ni
acontecimientos futuros relacionados con el cumplimiento de las promesas de Fátima. He
escrito lo anterior porque me encuentro en una situación parecida la de los Magos de hace
2000 años. Levanto los ojos al cielo y digo: “Señor, tienes toda mi atención.”
Patrick Archbold
[Traducción de Marilina Manteiga. Artículo Original]

scrito por Adelante la Fe

[laprensa.com.ar] Juan Manuel De Prada afirma que hay un orden anticristiano que ya fue aceptado.
Y que el pensamiento y el arte católico son productos del pasado. Hasta la Iglesia se pone hoy de
rodillas y halaga al mundo para ser admitida, lamenta.

Por Agustín De Beitia


Juan Manuel de Prada, el famoso escritor y columnista español, es un apasionado apologeta
católico, tal vez el más renombrado de la España actual. Sus artículos, donde se rebela contra
el mundo y contra la tiranía de la cultura dominante, son publicados desde hace más de veinte
años en el diario español ABC.
De Prada (Baracaldo, 1970) es un caso infrecuente. No sólo por su incisiva mirada sobre la
realidad y su defensa de la doctrina católica, sino porque el desprecio que ha sufrido a veces
por este motivo se atenúa por el éxito de sus novelas y la aclamación de la crítica. En una
entrevista con este diario, el autor -que acaba de publicar en España su novela Morir bajo tu
cielo- examina la figura del intelectual católico en el mundo actual.

– Los intelectuales católicos suelen merecer el ostracismo, hablar desde las catacumbas.
Usted no. ¿Por qué?

– Bueno, he tenido un primer impulso como escritor y hoy cuento con unos lectores a los que
estoy muy agradecido, que creen en mis obras y ven que no estoy al servicio del sistema
como la mayoría de los llamados intelectuales españoles. Pero el sistema de a poco me ha
ido poniendo un cerco.

– ¿Cómo es eso?
– El mundo liberal y progresista ha intentado arremeter contra mí y desprestigiarme de
formas muy diversas. Cuando tú te inscribes a negociados de izquierda o de derecha, el
sistema te permite encontrar tu lugar bajo el sol. Lo que no se soporta es una crítica más
profunda, más radical. Eso te condena al ostracismo. A mí de joven me veían como un
escritor conservador. A medida que se han dado cuenta que no es así las resistencias y las
condenas van creciendo. Sin embargo, lo más duro para mí fue el ostracismo al que se me ha
condenado desde medios católicos.

IMPENSABLE
– A principios del siglo pasado hubo una ola de conversiones al catolicismo entre
intelectuales que hoy parece impensable. ¿A qué se debe?

– Creo que entonces los intelectuales todavía participaban de un mundo que era católico. Un
orden cristiano que subsistía. Con problemas, es cierto. Con persecuciones incluso. Pensemos
en Inglaterra, donde el católico estaba mal visto en los círculos burgueses. El problema hoy
es otro. El problema es que la ideología mundialista ha logrado reformatear las mentes. De
tal manera que hoy ya no subsiste un orden cristiano. Y el nuevo orden anticristiano ya fue
aceptado como algo natural. Creo que el capitalismo, como el comunismo, encierra una
visión antropológica, y que el consumismo desenfrenado, el hedonismo, la libertad religiosa,
han creado pueblos muertos desde un punto de vista espiritual. En el actual orden
anticristiano, encontrar un intelectual católico es tan difícil como que aparezca una palmera
en el Polo Norte.

– El intelectual católico de voz potente, arraigado en la doctrina, ¿es una raza en extinción?

– Yo creo que sí. No tanto porque no pueda aflorar, porque que eso aflora de forma natural,
sino porque el sistema lo reprime, lo silencia, lo condena.

– ¿Hay en los que quedan demasiada adaptación al mundo?

– En realidad el pensamiento católico, o el arte católico, duele decirlo, son productos de otras
épocas. Creo que ya han desaparecido. Solo quedan individualidades raras. Pero como
movimientos estéticos, intelectuales o filosóficos ya han muerto. Si uno lee hoy los medios
de comunicación católicos verá que las realidades económicas, políticas, sociales, culturales,
se analizan desde pensamientos ideológicos, bien de corte liberal, bien de corte conservador
o progresista, y luego se les da un barniz católico para disimular. Pero el pensamiento
católico, es decir la capacidad que tenía la fe para encarnarse en las realidades artísticas,
sociales, políticas, la capacidad para analizar la realidad desde presupuestos cristianos, eso
ha desaparecido.

– El desapego doctrinal, frecuente entre tantos católicos, ha llegado ahora a la jerarquía


católica. Se ha visto en el último Sínodo. ¿Qué reflexión le merece?

– El afán de la Iglesia de entregarse al mundo es una tentación que recorre la historia. Quizás
hoy es más patético y lamentable. Porque, a diferencia de otras épocas, cuando la Iglesia era
la cabeza del mundo, el faro que alumbraba el camino, hoy ya no pinta nada. Su prestigio, su
predicamento, es cada vez menor. Entonces la Iglesia se pone de rodillas, halaga al mundo
para ser admitida. Hay una frase en el comienzo del pontificado de Francisco que no se
comentó lo suficiente.Él dijo que a la religión le correspondía el papel de ser “animadora” de
la democracia. Es escalofriante. Parece que le asigna a la religión el papel de allanarle la vida
a la democracia. Darle alegría al mundo. Actuar de pasatiempo y entretenimiento, como si
fuera una vedette del Maipo.

– Conforme pasa el tiempo es más triste ver el significado de esa frase…

– Estamos en un momento donde, como mínimo, se juega con la confusión.

– Ahora, si la Iglesia deja de ser el faro que ilumina al mundo, y los intelectuales católicos
han desertado, ¿cuál es el panorama?

– (Pausa) El panorama es el que nos ha sido anticipado. Que la Iglesia, a medida que nos
acerquemos al fin de los tiempos, irá perdiendo relevancia, irá reduciéndose hasta convertirse
en un rebaño pequeño. Es la gran apostasía y la gran tribulación de las que habla San Pablo.
Es interesante el relato de las siete cartas a las siete iglesias del Apocalipsis porque repite una
y otra vez: “conserva lo que tienes”. La Iglesia tiene que preservar el depósito de la fe.

– Usted se ha definido siempre como un tradicional. ¿Por qué?

– Crecí en una pequeña ciudad de provincias, en el seno de una familia modesta y muy ligada
al mundo rural. Mi vida está muy ligada a las tradiciones que mis antepasados me legaron.
Creo que la tradición es lo que constituye al ser humano. Le da al hombre una perspectiva
del tiempo y del espacio. Y, como escritor, no participo de esa visión romántica del arte en
el que la búsqueda de la originalidad se ha convertido en el marchamo de calidad.

– Esa búsqueda de originalidad se ha extendido hasta ser propia de la modernidad.

– Yo pienso que todo el tinglado de la farsa de nuestra época le hace creer a las personas que
son dueñas de su propia vida y que pueden crear su propia biografía. Esto es algo que la
modernidad ha ideado para crear criaturas desvalidas. Para despojar a la gente de aquellos
vínculos fuertes que lo unían a realidades vitales más profundas, que daban sustancia a su
vida. Y el resultado son vidas condenadas a la derrota, a la desesperación, a la depresión. La
familia transmitía la fe, también un oficio. El hombre venía al mundo con un abrigo:
espiritual, intelectual, moral. Allí donde los vínculos de la tradición quedan rotos se puede
masificar a la gente. Es interesante ver cómo hoy en día las estadísticas pueden definir a los
pueblos.

CASTELLANI
– Usted publicó en España al sacerdote, escritor y apologeta argentino Leonardo Castellani.
¿Qué cree que tiene él para ofrecer al lector de hoy?

– Castellani es uno de los más grandes escritores argentinos del siglo XX. Cuando uno
empieza a leerlo se da cuenta que tiene un estilo personalísimo, un pensamiento vigoroso que
expresa con un donaire especial. Tiene muchas facetas: es apologeta, exegeta, polemista,
novelista, cuentista, poeta. Por desgracia en la Argentina es menos apreciado de lo que
debería. Sobre él pesa una condena ideológica. Yo lo descubrí gracias a un amigo argentino,
un librepensador, pero de gran gusto literario. Me propuse darlo a conocer aquí en España.
Publiqué cinco libros de él y es una de las cosas de las que más orgulloso estoy.
Amado Pueblo Mío, hijos Míos:

LA MASA MUERTA

1. El Cuerpo Místico de Cristo


La vida de la Iglesia es una prolongación de la vida de Nuestro Señor Jesucristo,
lo mismo que en cada uno de sus miembros, ya que la Iglesia no existe sin sus
miembros, lo cual constituye una abrumadora responsabilidad.
Constituye una doctrina revelada que la Iglesia es el Cuerpo Místico de Cristo,
por lo que sin un conocimiento cabal de la misma, uno no llega a comprender lo
que es realmente la Iglesia Católica.
Santo Tomás de Aquino había afirmado que la doctrina del Cuerpo Místico de
Cristo, es la doctrina central de la Iglesia, de ahí que la misma debe ocupar su
debido lugar, bien se la pudiera llamar el alma de las demás doctrinas.
Es San Pablo quien la desarrolla ampliamente. La analogía que hace del cuerpo
humano con la Iglesia nos da un concepto claro de su unidad y diversidad. La
unidad de este organismo es tan profunda que no duda en decir1, como traduce
Santo Tomás, vosotros sois con Cristo una sola persona mística.
Las epístolas de San Pablo contienen 163 referencias respecto de esta doctrina.2
En el organismo humano, el funcionamiento sólo de algunos de sus órganos sería
catastrófico con el efecto probable de la muerte. Análogamente, si el
funcionamiento del Cuerpo Místico fuera solo parcial, ¿qué consecuencias habría?,
ya que en el cuerpo ninguna parte puede actuar independientemente de las demás.
Cada órgano afecta a los otros de tal forma que basta que uno falle para que todos
los demás sientan su pérdida.
Nuestro Señor se compara a la vid, de la que los hombres son los sarmientos,3 «pero
esa unión común no existe si el laico es sólo miembro pasivo, un mero
usufructuario, un ser inerte, una materia sobre la cual actúan los clérigos. Sería
entonces el seglar “una especie de ´homo religiosus´, análogo al
´homo oeconomicus´ que tanto criticamos, o al ´homo policitus´ en un régimen
totalitario”».
«Estos seglares serían en la Iglesia vegetantes, parásitos que chupan, pero no
transmiten vida. Estarían en ella para su bien, pero no para bien de la Iglesia. Serían
una masa, opuesta al pueblo de Dios, a ese laos del que los laicos reciben
etimológicamente su nombre»4, ya que de acuerdo a la doctrina paulina del Cuerpo
Místico la Iglesia no es un simple y amorfo aglutinamiento de individuos, ese sería
un cuerpo insano.
«La razón es que las acciones de los hombres que no están en gracia de Dios,
aunque tengan su valor, no rebasan los límites de lo humano. En cambio, cuando
un hombre está en gracia de Dios es miembro del Cuerpo Místico de Cristo, y
entonces sus obras, por sencillas que sean, pertenecen a un plano sobrenatural,
infinitamente superior a todo lo humano».5
2. Masa inerte de fieles en la Iglesia
A quien sinceramente contemple la realidad eclesial actual, se le cae el alma a los
pies, por la existencia de una enorme masa de católicos bautizados, que son peso
muerto, puesto que por el pecado continuo han perdido la unión con Jesús y
caminan fuera de los rieles de la salvación. Múltiples desgracias que afectan a la
masa de católicos que lo son solamente de nombre, ¿cuáles son estas desgracias?
Primera desgracia: que están alejados de la práctica religiosa, porque ni
participan en la liturgia, ni reciben los sacramentos, ni se dedican en el mayor
conocimiento de la doctrina, ni participan en las obras de su misericordia de su
ambiente, son como fantasmas que no tienen cuerpo ni alma, que apagaron
voluntariamente la luz y el calor divinos que recibieron en su bautismo.
Segunda desgracia: que no han sido educados en la Religión Católica, por lo que
ignoran su dignidad de hijos de Dios, la hermosura de una vida recta, la utilidad de
la verdadera oración y del auténtico sacrificio voluntario, de la religión saben
menos que un analfabeto de las fórmulas matemáticas más complicadas.
El mal de hoy en día estriba en que dejamos desaparecer a las personas en medio
de la masa, y es una verdadera desgracia olvidar que una masa de mil individuos
es en realidad un millar de almas, cada cual con todas las posibilidades de hacer el
bien o para el mal.
Tercera desgracia; que no se sienten parte de la Iglesia que les eduque, en su vida
privada y pública no llevan señal alguna de su catolicismo, ya que se comportan
como si fueran puramente paganos, son el descrédito, la angustia de la Iglesia, una
tragedia espiritual.
Y cuarta desgracia: que no se han integrado al apostolado activo de la Iglesia,
cuando más, asisten al templo para participar en la boda de algún familiar o en el
funeral o Misa recordatoria de un difunto amado. Y en esa ocasión da pena verles,
pues que desconocen cuándo se han de arrodillar o ponerse de pie, o sentarse o
santiguarse, menos aún qué han de responder a las fórmulas de invitación del
sacerdote.
El Papa Pío XI también se había referido a éstos como cristianos
«semicirculares». La participación ocasional de las masas en celebraciones
religiosas ha desembocado en una no práctica, la que sin lugar a dudas está
conduciendo a un período de incredulidad.
3. Pueblo y masa
Distinguió claramente el Papa Pío XII en su Radiomensaje de Navidad de 1944, que:
«Pueblo y multitud amorfa, o, como suele decirse, masa, son dos conceptos diferentes. El
pueblo vive y se mueve por su vida propia; la masa es de por sí inerte y sólo puede ser movida
desde afuera. El pueblo vive de la plenitud de vida de los hombres que lo componen, cada
uno de los cuales, en su propio puesto y según su manera propia, es una persona consciente
de su propia responsabilidad y de sus propias convicciones. La masa, por el contrario, espera
el impulso del exterior, fácil juguete en manos de cualquiera que explote sus instintos o sus
impresiones, presta a seguir sucesivamente hoy esta bandera, mañana otra distinta».6
En efecto, el hombre masificado es un hombre gregario, que ha renunciado a la vida
autónoma, adhiriéndose gozosamente a lo que piensan, quieren, hacen u omiten los demás.
Es de la masa todo aquel que siente como todo el mundo. No se angustia por ello, al contrario,
se encuentra cómodo al saberse idéntico a los demás. Es el hombre de la manada. No analiza
ni delibera antes de obrar, sino que adhiere sin reticencias a las opiniones mayoritarias. Es
un hombre sin carácter, sin conciencia, sin libertad, sin riesgo, sin responsabilidad.7
El hombre-masa es el hombre que se ha perdido en el anonimato del sé, una especie
de ello universal e indiferenciado.
De ahí la importancia de las ideologías para la masa, ya que los que la integran ven en
el consentimiento universal o en la expresión de la mayoría, lo más aplastante posible, el
mejor sucedáneo de su desierto interior.
«De la fuerza elemental de la masa, manejada y aprovechada con habilidad, puede servirse
también el Estado: en las manos ambiciosas de uno solo o de muchos, agrupados
artificialmente por tendencias egoístas, el propio Estado —con la ayuda de la masa, reducida
a simple máquina— puede imponer su capricho a la parte mejor del verdadero pueblo…. La
libertad, en cuanto deber moral de la persona, se transforma en una pretensión tiránica de dar
libre desahogo a los impulsos y a los apetitos humanos, con perjuicio de los demás. La
igualdad degenera en una nivelación mecánica, en una uniformidad monocromática; el
sentimiento del verdadero honor, la actividad personal, el respeto a la tradición, la dignidad,
en una palabra, todo aquello que da a la vida su valor, poco a poco se hunde y desaparece».8
Sin ambages sustenta la izquierda católica su «eclesiología militante»:
«Del Cuerpo Místico de Cristo, digamos que, una vez anulada por la Teología de
la Liberación toda dualidad de naturaleza y gracia, una vez absorbida la gracia en
la historia “total” de la humanidad, ese Cuerpo (la Iglesia) ya no tiene razón de ser:
es cósmico y lo abarca todo»9, es decir la extinción del Cuerpo místico de Cristo
absorbido por la masa.
Germán Mazuelo-Leytón

1 GÁLATAS 3, 29.
2 Cf.: 1 Cor. 10, 17; 12, 12-27; Ef. 1, 13; 2, 16; 3, 6; 4, 4 y 12-16; Col. 1, 18 y 24; 2, 19; 3,
15.
3 SAN JUAN, 15.
4 MORALES SJ. TOMÁS, La hora de los laicos.
5 LORING SJ, JORGE, Para Salvarte, 34ª edición.
6 PIO XII, Benignitas el humanitas, Radiomensaje de Navidad de 1944.
7 Cf: SÁENZ SJ, ALFREDO, El hombre moderno.
8 PIO XII, Benignitas el humanitas, Radiomensaje de Navidad de 1944.
9 BOFF, LEONARDO, Iglesia, carisma y poder, pág. 241

SU EXCELENCIA:

Para su crédito eterno, y para vergüenza eterna de la Iglesia, solo usted entre todo el
episcopado católico ha protestado pública y directamente contra las muchas declaraciones
en Amoris Laetitia (AL), que aparecen en menoscabo de los preceptos negativos de la ley
natural, sobre todo en el capítulo 8, incluidos aquellos en contra del divorcio, el adulterio y
la fornicación. Por la voluntad divina, estos preceptos, como escribe su excelencia, “son
universalmente válidos… obliga a todos y cada uno, siempre y en toda circunstancia” y
“prohíbe una acción determinada semper et pro semper, sin excepción” porque concierne a
“tipos de conducta que no pueden, en ninguna situación ser una respuesta adecuada”.
Sin embargo, no hay duda de que AL se escribió de manera ambigua, pero con consistencia
implacable, precisamente para crear la impresión de “excepciones” a preceptos morales
absolutos que el documento describe tendenciosamente a lo largo de su texto simplemente
como “reglas generales (2, 300, 304)”, un “principio general”, “reglas” (3, 35, 288), “un
conjunto de reglas” (49, 201, 305),”una regla” (300, 301, 304), “la regla” (301 y nota 348),
“una regla general” (301) y “una ley general o regla” (301).
Como su excelencia ha discernido sin duda, la reducción que hace AL de la ley moral a una
“regla general” es el recurso retórico por el que se introducen “excepciones” a la regla en
“ciertos casos” que involucran lo que AL describe eufemísticamente como una “unión
irregular” o “situaciones irregulares” (78, 298, 301, 305 y nota 351) – queriendo decir, por
supuesto, los que “están divorciados y vueltos a casar, o simplemente viviendo juntos (297)”
en un estado de adulterio público continuo o la simple fornicación.
Al mismo tiempo reduce la ley moral a un “conjunto de reglas” en las que pueden haber
excepciones prácticas –como con cualquier simple regla- AL también degrada la
indisolubilidad del matrimonio de su estatus de ordenación divina como una unión universal,
fundación moral sin excepciones para las relaciones conyugales a un mero “ideal” (36),” un
ideal demandante” (38), “el ideal” (298, 303), “este ideal” (292),), “el ideal de envejecer
juntos”(39), “el ideal cristiano” (119, 29), “una lucha para alcanzar un ideal” (148), “el ideal
del matrimonio” (157), “el alto ideal” (230), “el bello ideal” (230), “el ideal más completo”
(307), y “el ideal evangélico” (308).
Después de haber reducido el matrimonio a un mero ideal, AL se atreve a sugerir que ciertas
uniones sexualmente inmorales pueden “darse por lo menos en forma parcial y análoga” y
que poseen “elementos constructivos” (298). AL incluso va tan lejos como para declarar que
una “segunda unión” -lo que significa una relación que Nuestro Señor mismo condenó como
adulterio- puede exhibir “fidelidad probada, generosa donación, [y] compromiso cristiano…”
(298). AL por lo tanto oscurece, de hecho tiene por objeto eliminar, el sentido de la
reprobación moral divina del carácter adúltero de los inexistentes “segundos matrimonios”.
Incluso la enseñanza del propio Papa que canonizó Francisco se somete a un reduccionismo
tortuoso. En línea con toda la Tradición, Juan Pablo II afirmó enFamiliaris consortio que los
divorciados y “vueltos a casar” no puede ser admitidos a los sacramentos sin el compromiso
de abstenerse de nuevas relaciones adúlteras: “La reconciliación en el sacramento de la
Penitencia, que abriría el camino a la Eucaristía, sólo puede ser concedida a aquellos que
asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios
de parejas casadas” (Familiaris consortio, 84).
Sin embargo, como su excelencia objeta justamente, AL omite sistemáticamente cualquier
referencia a la afirmación de Juan Pablo II de la enseñanza constante de la Iglesia en este
sentido. Por el contrario, AL lo relega a un pie de página en el que un imperativo moral
absoluto se presenta falsamente como la mera “posibilidad de vivir como hermanos y
hermanas”, que ofrece la Iglesia. En la misma nota, incluso esta malinterpretación del
magisterio auténtico es socavada por la sugerencia (basada a su vez en una cita
flagrantemente engañosa de la Gaudium et spes) que “en este tipo de situaciones, muchas
personas… señalan que si ciertas expresiones de intimidad faltan, ‘a menudo sucede que la
fidelidad está en peligro y el bien de los niños sufre’”. ¡Como si “la intimidad” se requiriera
moralmente para garantizar la “fidelidad” a un compañero en adulterio!
Por último, en una oración de resumen que debería ser suficiente por sí sola para cubrir este
trágico documento de oprobio hasta el fin del tiempo, AL declara que incluso aquellos que
conocen muy bien “la regla” y “el ideal”, no obstante pueden ser justificados en su decisión
deliberada de no conformar sus acciones a la ley moral, y que Dios mismo aprobaría esta
desobediencia a sus mandamientos en “la complejidad concreta” de la situación de uno:
Sin embargo, la conciencia puede hacer más que reconocer que una determinada situación
no se corresponde con objetividad a las demandas generales del Evangelio. También puede
reconocer con sinceridad y honestidad lo que por ahora es la más generosa respuesta que se
puede dar a Dios, y llegar a ver con cierta seguridad moral, que es lo que Dios mismo está
pidiendo en medio de la complejidad concreta de los propios límites, aunque todavía no
totalmente el ideal objetivo. (303).

Esta declaración, que refleja todo el tenor del documento, es obviamente, nada menos que
una licencia para la exoneración “pastoral” de adulterio público habitual o cohabitación
basada en la auto-evaluación subjetiva de los pecadores mortales objetivos. Estas personas
serían entonces admitidos a los sacramentos, sin una modificación previa de la vida, en
“ciertos casos”, después de “discernimiento pastoral de un sacerdote local lleno de amor
misericordioso, que siempre está listo para comprender, perdonar, acompañar, dar esperanza,
y por encima de todo integrar a (312)” personas que viven en uniones sexuales
inmorales. (Cfr 305 y nota 351).
Su excelencia observa con la debida alarma que a raíz de la promulgación de AL: “Hay
obispos y sacerdotes que pública y abiertamente declaran que AL representa una clara
apertura a la comunión para los divorciados y vueltos a casar, sin que tengan que practicar la
continencia”. Y, como usted observa justamente: “hay que reconocer que ciertas
declaraciones en AL podrían utilizarse para justificar una práctica abusiva que ya ha estado
ocurriendo por algún tiempo en varios lugares y circunstancias en la vida de la Iglesia”.
De hecho, la conclusión de su excelencia es ineludible. También ineludible son las
consecuencias, que usted mismo enumera y resumimos aquí:

– El sexto mandamiento ya no sería universalmente obligatorio;

– Las mismas palabras de Cristo no se aplicarían a todo el mundo en todas las situaciones;

– Uno podría ser autorizado a recibir la sagrada comunión con toda la intención de seguir
violando los mandamientos;
– La observancia de los mandamientos se convertiría meramente teórica, con las personas
que piadosamente profesan creencia en la “teoría” mientras violan la ley de Dios en la
práctica;

– Todas las otras formas de desobediencia permanente y pública a los mandamientos del
mismo modo podrían justificarse en razón de “circunstancias atenuantes”;

– La enseñanza moral infalible del magisterio ya no sería válida universalmente;

– La observancia del sexto mandamiento en el matrimonio cristiano se convertiría en un mero


ideal alcanzable sólo por “una especie de élite”;

– Las mismas palabras de Cristo ordenando a una obediencia sin concesiones a los
mandamientos de Dios, es decir, el camino con la cruz en esta vida “ya no serían válidas
como verdad absoluta”.

Sin embargo, sus compañeros prelados ahora observan un silencio casi universal de cara a
esta “catástrofe”. Sólo su excelencia declara valientemente ante el mundo que: “La admisión
a la santa comunión de las parejas que viven en ‘uniones irregulares’ y que se les permita
practicar los actos que están reservados para los cónyuges en un matrimonio válido sería
equivalente a la usurpación de un poder que no pertenece a ninguna autoridad humana,
porque hacerlo sería una pretensión de corregir la Palabra de Dios mismo”.
Entre los más de 5,000 obispos y más de 200 cardenales, su excelencia se encuentra solo al
protestar públicamente los abusos impensables a los que este vergonzoso documento
innegablemente se presta -totalmente sin precedentes en la historia bimilenaria del papado-.
Incluso los pocos entre sus compañeros prelados que han abordado la crisis que AL ha
provocado han tratado de negar su clara intención, tan evidente en el capítulo 8. Proponen
“interpretaciones” debilitadas en “continuidad con el magisterio” llegando a ser
prácticamente lo contrario de lo que los pasajes más problemáticos de AL afirman
repetidamente en diferentes maneras.
Pero como el eminente teólogo francés padre Claude Barthe observó inmediatamente
después de la publicación de AL: “Honestamente, no veo cómo se podría interpretar el
capítulo 8 de la exhortación en el sentido de la doctrina tradicional. Sería violentar el texto y
no respetaría la intención de los compiladores…”. Del mismo modo, el reconocido filósofo
católico Robert Spaemann, asesor de Juan Pablo II y amigo de Benedicto XVI, respondió por
lo tanto cuando se le preguntó si AL representa una ruptura con la enseñanza previa: “Ese
tema de una ruptura emerge, sin duda, por cada persona que piensa, que conoce los textos
respectivos”.

Otros entre sus hermanos, no están dispuestos a negar lo evidente, han propuesto seriamente
que Francisco ha promulgado nada más que intrascendentes “reflexiones personales” que no
espera que nadie preste atención. Pero incluso esta objeción se centra en los trámites tales
como el tono y el estilo, en lugar de admitir abiertamente que AL no puede pertenecer al
magisterio por la sencilla razón de que sus afirmaciones, dado el significado de las palabras
en función de su significación ordinaria, no pueden reconciliarse con la auténtica enseñanza
de la Iglesia sobre el matrimonio y la moral sexual.

Ninguno de estos tímidos objetores entre la jerarquía parece dispuesto a reconocer el aspecto
casi apocalíptico de un documento papal en el que la ley moral es descrita como una “regla
general”, el santo matrimonio se reduce a “un ideal”, y a los pastores sagrados de la Iglesia
se les dice que “un pastor no puede sentir que es suficiente con aplicar las leyes morales a
los que viven en situaciones ‘irregulares’, como si fueran piedras a lanzar en la vida de las
personas (305)”. Este no es el lenguaje de Nuestro Señor y su Evangelio, sino más bien una
especie de encantamiento demagógico que parece cumplir la profecía de san Pablo de una
época en que la gente “no soportarán más la sana doctrina; antes bien, con prurito de oír se
amontonarán maestros con arreglo a sus concupiscencias: apartarán de la verdad el oídos,
pero se volverán a las fábulas (2 Tim 4: 3-5). “
Aparte de su excelencia y unos pocos valientes sacerdotes, solamente los laicos han exhibido
algo que se aproxime a la oposición vigorosa que demanda esta escandalosa “exhortación
apostólica” de todos los miembros de la Iglesia. En este sentido, su excelencia hace notar los
paralelos entre nuestra situación y la crisis arriana del siglo cuarto, cuando “casi todo el
episcopado se había convertido en arriano o semi-arriano”. El papa Liberio excomulgó a su
homónimo san Atanasio, y el Papa mismo “firmó una de las formulaciones ambiguas de
Sirmio, en la que se eliminó el término ‘homoousios”[de una sustancia]”. También hace notar
que “san Hilario de Poitiers fue el único obispo que se atrevió a reprender severamente al
Papa Liberio por estos actos ambiguos”.
El paralelo con su propio testimonio valiente contra las “formulaciones ambiguas” de AL no
se pierde en nadie que tenga algún sentido de la historia católica. Como usted escribe: “Podría
decirse que, en nuestro tiempo, la confusión ya se está propagando con respecto a la disciplina
sacramental para parejas divorciadas y vueltas a casar”. Por lo tanto, concluye, la enseñanza
de Juan Pablo II en Familiaris consortio 84- se suprimió totalmente en las 256 páginas de
AL, como lo fue durante todo lo largo del año del “viaje sinodal” – “se puede apreciar, en
cierta medida, como los ”homousios” de nuestros días”.
A la luz de estas consideraciones, sin embargo, tenemos que plantear con sinceridad estas
preguntas para consideración de su excelencia: ¿Es suficiente llamar, como usted lo hace, a
“una interpretación auténtica de AL por la Sede Apostólica” que reafirmaría la Familiaris
consortio 84 y la disciplina bimilenaria sacramental que defiende? ¿No es perfectamente
claro que esa interpretación auténtica es precisamente lo que AL ideó evitar, y que por lo
tanto nunca será próxima durante este pontificado (salvo un giro milagroso de eventos)? Y,
finalmente, ¿no es también perfectamente claro que los problemas con AL van mucho más
allá de la condición eclesial de los divorciados y “vueltos a casar” a un ataque contra las
bases mismas del orden moral objetivo, retóricamente reducido a un conjunto de reglas a
partir de las cuales un actor puede ser justificado en “ciertos casos”?
Por todas estas razones, imploramos a su excelencia hacer todo lo posible para convencer a
sus hermanos en el episcopado – sobre todo los cardenales, que están obligados por juramento
a sacrificar sus vidas por la defensa de la fe– a organizar oposición pública concertada y
decisiva a las novedades destructoras de Amoris laetitia, identificándolas explícitamente
como tales, advirtiendo a los fieles en contra de ellas, y con respeto solicitar al Papa su
corrección inmediata o la retirada total del catastrófico texto.
Como el Prof. Spaemann ha dicho: “Cada cardenal, pero también cada obispo y sacerdote,
está llamado a defender, en su propio campo de experiencia, el sistema sacramental católico
y de profesarlo públicamente. Si el Papa no está dispuesto a introducir correcciones, será
asunto del próximo pontificado regresar las cosas oficialmente a su sitio”. Mientras tanto, sin
embargo, humildemente proponemos a su excelencia que este vergonzoso silencio de los
jerarcas debe terminar por el bien de la Iglesia y el bien de las almas. Porque como sor Lucía
de Fátima advirtió al cardenal Caffara, uno de los pocos rivales acérrimos de la facción
progresiva (y por lo tanto el mismo Francisco) durante el Sínodo: “la batalla final entre el
Señor y el reino de Satanás se hará sobre el matrimonio y la familia”.
La batalla final está, sin duda en marcha. Y ay de los pastores que abandonan a las ovejas
para defenderse a sí mismas en medio de ella.
En Christo Rege,
Christopher A. Ferrara

Quien repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera, y si una
mujer repudia a su marido y se casa con otro, ella comete adulterio» (Mc 10, 11-12).

M is queridos amigos:

Los católicos, desde que nuestro Divino Redentor así lo hizo, hemos usado la barca de san
Pedro como un símbolo de la Iglesia. Me parece, no obstante, ya que la Iglesia en este mundo
es llamada la Iglesia militante, que una descripción más apta de ella sería la de una antigua
galera romana conocida como «trirreme», debido a que cuenta con tres niveles de remos uno
sobre otro de cada lado para empujarse hacia el enemigo. Es también posible pescar desde
esta embarcación, sin embargo, los católicos, especialmente los que ya están confirmados,
están obligados a luchar desde esta nave, luchar contra el error, contra la herejía, contra la
moral depravada, en una palabra, contra el espíritu de este mundo.
Continuando con esta simbología, en una trirreme romana había, a grandes rasgos, dos clases
de tripulación, los oficiales en la cubierta y los remeros bajo ellos, con un capataz marcando
el paso para así coordinar el ritmo y la velocidad de los remos. Si imaginamos nuestra Iglesia
como una nave trirreme todos ustedes serían los remeros, mientras que las señoras y yo
seríamos los capataces. Los oficiales en la cubierta encima de nosotros serían el obispo, el
cardenal y el Papa, el capitán del barco. Es casi una analogía perfecta excepto que el papa
Francisco, de manera simbólica tanto como real, parece no encontrarse a bordo como capitán
de su propia nave. De hecho, es el primer Papa que no vive en el Vaticano sino en un hotel
cercano.

Ahora, si deseamos hundir un buque de guerra hay tres posibilidades. Podríamos


lanzar ataques aéreos desde las alturas (herejías, errores, doctrinas falsas); podríamos
también arremeter contra el enemigo con nuestra nave o atacarlo desde ahí directamente
(religiones falsas, Iglesias cismáticas); podríamos, asimismo, usar un torpedo desde el sigilo
de las profundidades, con un submarino. Los primeros dos ataques están dirigidos a la
estructura de mando, al capitán y a los oficiales, mientras que el submarino ataca
subrepticiamente desde la profundidad con el fin de destruir no a los oficiales sino a los
marineros bajo cubierta, los que operan la nave. Esta última es la táctica —el torpedo
submarino— que, desgraciadamente, el que debería ser su capitán, el propio papa Francisco,
ha lanzado no directamente contra la doctrina de la Iglesia, sino contra su composición, su
motor: el matrimonio y la familia.

Hablando francamente, deseaba evitar abordar directamente el tema de la exhortación


apostólica más reciente del Papa, Amoris Laetitia, por temor a adentrarme en un campo
minado. Sin embargo, al leer algunos de los artículos del creciente número de análisis de este
documento, un autor, concluye su propio análisis diciendo lo siguiente: «Me parece que todo
católico tiene el deber solemne de condenar públicamente este acto de Francisco ya que se
trata de un ataque a la doctrina y a la práctica católica y una afrenta a la fe. No soy teólogo»,
sigue diciendo, «mas no veo cómo el silencio y la pasividad ante esta ruptura grave, seria y
pública con la doctrina no constituye un pecado de omisión».

No creo que el escritor de estas palabras esté exagerando del todo la gravedad de la catástrofe
que el papa Francisco le ha echado a cuestas a la Iglesia, de hecho sobre toda la humanidad,
de cuyo cuidado y protección él es el responsable supremo. Es así que, como soldado
confirmado de Jesucristo, y no se diga como sacerdote, no puedo dejar de cumplir con mi
deber.

En breve, el documento de 264 páginas, 325 párrafos y 391 notas al pie, contiene sus ideas y
directivas acerca de cómo la Iglesia, sus obispos, sus sacerdotes y sus fieles deben considerar
e incorporar católicos que han contraído nupcias válidas (de hecho cualquier matrimonio)
que se han divorciado de sus cónyuges, que han intentado casarse de nuevo con un tercero y
que ahora viven en lo que el Papa llama una unión «irregular» o una situación «irregular» —
lo que Nuestro Señor Jesucristo llamó más exactamente «adulterio» y un pecado mortal según
el sexto y el noveno mandamiento.

Y ya que estamos hablando de adulterio, de las veintidós veces que esa palabra aparece en el
Nuevo Testamento el Papa la usa únicamente tres veces en su exhortación, todas en
referencia al incidente del Nuevo Testamento en el que la mujer (María Magdalena) fue
sorprendida en el adulterio. Mas el adulterio de esta mujer de ninguna manera es de la misma
especie que el adulterio que Nuestro Señor condena en otra parte, en el Evangelio según san
Marcos (19, 3-9) así como en el Evangelio de san Marcos (10, 2-12), y que es de mucha
mayor gravedad ya que se trata de un pecado cometido con deliberación y no motivado por
una pasión pasajera, porque es pertinaz, por el escándalo y por la ruina causada a la familia
abandonada y al bien común.

¿Qué, exactamente, dice entonces el Señor de esta grave especie del adulterio? Citaré los
pasajes precisos del Evangelio de san Marcos (10, 2-12)
«Y viniendo a Él algunos fariseos que, con el propósito de tentarlo, le preguntaron si era
lícito al marido repudiar a su mujer, les respondió y dijo: “¿Qué os ha ordenado
Moisés?” Dijeron: “Moisés permitió dar libelo de repudio y despedirla”. Mas Jesús les
replicó: “En vista de vuestra dureza de corazón os escribió ese precepto. Pero desde el
comienzo de la creación, Dios los hizo varón y mujer. Por esto el hombre dejará a su padre
y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos vendrán a ser una sola carne. De modo que no
son ya dos, sino una sola carne. ¡Y bien! ¡lo que Dios ha unido, el hombre no lo separe!”.
De vuelta a su casa, los discípulos otra vez le preguntaron sobre eso. Y les dijo: “Quien
repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera; y si una mujer
repudia a su marido y se casa con otro, ella comete adulterio”».
El adulterio de la desafortunada mujer es menos malicioso ya que, a pesar de ser un pecado
mortal, es menos deliberado y más pasajero. A pesar de eso, el papa Francisco
intencionadamente equipara la malicia menor de la mujer, y de su adulterio casual motivado
por la pasión, con el mal mucho mayor de un adulterio deliberado y a sangre fría, como lo es
el de los divorciados y vueltos a casar. Lo que ocurre aquí es un blanqueo de la condena
perenne de la Iglesia en contra de esta forma adulterio con la misma hipocresía que motivó a
los fariseos y los escribas a condenar a la mujer pillada en el adulterio. Aludiendo
someramente (y tan sólo una vez) al pasaje del Evangelio que hemos citado, el papa Francisco
dedica 264 páginas a ofuscar, confundir y finalmente contradecir lo que Jesucristo ordena en
él.

Al tratar este antiquísimo fenómeno social, el divorcio y el matrimonio, el papa Francisco,


y una vez más sin usar la palabra «adulterio» a pesar de que cita lo que Jesucristo llama
adulterio, atenúa su gravedad diciendo que «”el grado de responsabilidad no es igual en todos
los casos”, ”las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre
las mismas”. En otras palabras, el adulterio no es siempre y necesariamente un pecado mortal
(AL párr 300).
Si se están ustedes preguntándose qué pretende el papa Francisco al hacer estas
aseveraciones, él mismo lo aclara en una nota al pie: « [336] Tampoco en lo referente a la
disciplina sacramental, puesto que el discernimiento puede reconocer que en una situación
particular [i.e. la situación misma de un acto particular dicta lo que es moral y no la ley
moral.: ética circunstancial] no hay culpa grave»...«Para entender de manera adecuada por
qué es posible y necesario un discernimiento especial en algunas situaciones llamadas
“irregulares” [los divorciados vueltos a casar], hay una cuestión que debe ser tenida en cuenta
siempre, de manera que nunca se piense [se da aquí a entender otra vez el pasaje del
Evangelio que cité más arriba] que se pretenden disminuir las exigencias del Evangelio»
(301).

El Papa continúa, «La Iglesia posee una sólida reflexión acerca de los condicionamientos y
circunstancias atenuantes. Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en
alguna situación así llamada «irregular» [en cualquier situación de divorcio y casamiento]
viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante» —hasta el
momento de la aparición de este documento estos fieles estaban excluidos de la sagrada
comunión.
Una vez minimizada la gravedad del divorcio y un segundo matrimonio (lo que Jesucristo
llamó adulterio) a un nivel poco más que un pecado venial y ahora regresando a la noción de
la «disciplina sacramental», el Papa concluye, otra vez en una nota al pie, citando a otro
documento: (Evangelii Gaudium, 24 de noviembre de 2013, 47), «La Eucaristía, si bien
constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un
generoso remedio y un alimento para los débiles[51]. Estas convicciones también tienen
consecuencias pastorales que estamos llamados a considerar con prudencia y audacia. A
menudo nos comportamos [los sacerdotes] como controladores de la gracia y no como
facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada
uno con su vida a cuestas».
Si acaso ya se han extraviado, permítanme resumir la esencia de lo que el papa Francisco
dice en Amoris Laetitia acerca de los católicos divorciados y que han intentado contraer
nupcias con otra persona. Posiblemente dudarán de mi juicio, anotaré por lo tanto el número
de los párrafos correspondientes y los invito a que lean el documento ustedes mismos.
1) (§301) No todas las situaciones [hablando de los divorciados y vueltos a casar] que
Jesucristo llama adulterio y que la Iglesia tradicionalmente ha condenado son pecado mortal.

2) (§§302, 304) Las circunstancias personales y deficiencias en la comprensión podrían


mitigar o minimizar la gravedad de situaciones específicas (este es precisamente el principio
moral erróneo de la «ética circunstancial», una doctrina universalmente condenada por la
Iglesia como criterio para determinar la moralidad de un acto humano).

3) (§300, nota 336) Un discernimiento prudente con la asistencia competente de un sacerdote


o un obispo podría determinar en un caso específico que una unión «irregular» es en efecto
solamente un pecado venial, o no ser pecado, y quizá hasta un acto virtuoso (!).

4) (§306, nota 351) Toda persona involucrada en una situación «irregular» —que
tradicionalmente la Santa Madre Iglesia ha considerado en estado de pecado mortal y por lo
tanto inhabilitados para acercarse al comulgatorio hasta antes no haber abandonado el
adulterio y confesado su pecado— el papa Francisco insiste en que no se les debe rechazar
la sagrada comunión como si esta fuese un premio por la perfección, sino que se les debe
alentar a acercarse a recibir la Eucaristía como un remedio a su situación de «irregularidad».
¿Acaso me he pasado por alto alguna circunstancia en las Sagradas Escrituras o en las
enseñanzas perennes de la Iglesia en la que el adulterio sea considerado como un pecado
venial? En el Evangelio de San Mateo (19, 17-18) leemos que Jesús le dice a un joven (el
énfasis es mío) «”Mas, si quieres entrar en la vida [eterna], observa los
mandamientos”. “¿Cuáles?”, le replicó. Jesús le dijo: “No matarás; no cometerás
adulterio…». Obviamente, de lo que dice Jesús aquí se desprende que quien sea que cometa
un adulterio (quien sea que se divorcie y se vuelva a desposar) y persista en ello no alcanzará
la vida eterna. Incluso en el episodio que discutimos más arriba de la mujer sorprendida en
el adulterio y llevada a la fuerza ante Jesús para que fuese condenada, este acaba diciéndole
a ella «Vete, desde ahora no peques más» (Jn 8, 3-11)
Los escribas y fariseos pretendían destruir el pecado lapidando al pecador. Jesús, sin
embargo, simplemente busca siempre destruir el pecado aplicando la norma moral diciendo
«no peques más». El papa Francisco condena incluso esto cuando dice en §305, «un pastor
no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones
«irregulares», como si fueran piedras que se lanzan sobre la vida de las personas». Lo que el
papa Francisco en efecto dice es que incluso alentar al pecador a obedecer la ley moral, ese
«no peques más», es tanto como lanzarle piedras a aquella mujer. De hecho, el papa
Francisco dice en §298 en la nota 339, citando al papa Juan Pablo II, «En estas situaciones
[divorcio y nuevas nupcias], muchos, conociendo y aceptando la posibilidad de convivir
“como hermanos” [i.e. sin intimidad sexual] que la Iglesia les ofrece, destacan que si faltan
algunas expresiones de intimidad [i.e. el acto conyugal] “puede poner en peligro no raras
veces el bien de la fidelidad y el bien de la prole”» (!?) (Juan Pablo II Exhortación
apostólica Familiaris Consortio, 22 de noviembre 1981). ¿Y qué de la fidelidad al primer
matrimonio, de hecho, al único que realmente existe? ¿Y qué del bien de esos hijos?
Queridos amigos, en toda la historia de la Iglesia, desde que Jesucristo la fundó en la cruz
hasta el papa Francisco, jamás ningún sucesor de san Pedro se había imaginado, y cuanto
más proclamado, que fuese posible que una persona, católica o no, se divorciara y se volviese
a casar sin escapar al repudio de Jesús como adúltero. Dejando a un lado las consideraciones
religiosas, más grave aún, son las consecuencias a un nivel natural; sancionar tal posibilidad
es un ataque directo al fundamento de la ley natural. Un torpedo a la barca, a la nave trirreme,
de san Pedro —de la Iglesia— es un ataque a los fundamentos de la sociedad humana, del
bienestar común y, por lo tanto, afecta negativamente las probabilidades de la supervivencia
de la especie humana.

Nulificar las consecuencias de violar tanto las leyes divinas como las naturales es nulificar
las leyes mismas. Imaginen ustedes un niño a quien se le advierte no acometer cierta
actividad, y cuando desobedece no hacer nada para corregirlo o castigarlo. ¿Acaso no
concluiría, acertadamente, que ese precepto es nulo y vano y que es usted un necio? Esto
equivale a un genocidio, a un suicidio universal. Eso es Amoris Laetitia, una condena de
muerte a la raza humana firmada y promulgada por el papa Francisco.

Miserere nostri, Domine, miserere nostri! Amén.


P. Michael Johnson, FSSPX (Sermón para el domingo después de la Ascensión, 8 de
mayo de 2016, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro y de san. Andrés; Hampton, Victoria
Australia)

MENSAJE DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA


A SU AMADA HIJA LUZ DE MARÍA
3 DE JUNIO DEL 2016

Amados hijos de Mi Corazón Inmaculado:

LES BENDIGO.

El reloj continúa marcando el tiempo, y la humanidad se sujeta al


tiempo. Piensa constantemente en el tiempo, y en cómo distribuirlo
para que los compromisos del día entren en el esquema que el
hombre ha marcado para el día a día de su vida. Ya el tiempo no es
tiempo, pero esto lo obvian los seres humanos.

Amados hijos de Mi Corazón Inmaculado, viven en el tiempo de


ustedes, en el que cada uno se fabrica para sus planes y proyectos en
la vida. El tiempo dejó de ser tiempo. Una y otra vez les hemos
reiterado que dentro del tiempo de Dios, el espacio llamado tiempo,
ha dejado de ser tiempo. Ha pasado a ser instante, que es en el que
viven: el instante de los instantes, en donde el tiempo humano
transcurre entre el día y la noche, pero dentro del instante del
Universo, es un breve y fugaz destello de luz. De ahí la importancia
de la consciencia del hombre a cada Palabra que por el Espíritu
Santo les es dada.

EL HOMBRE POR SÍ SOLO NO ES CAPAZ DE COMPRENDER


LA URGENCIA DE LOS LLAMADOS DIVINOS. ENTONCES
DEBO MENCIONARLES QUE USTEDES TIENEN QUE DIRIGIR
LOS SENTIDOS HACIA LA VERDAD, ENCAUZAR EL
PENSAMIENTO PARA QUE LA MENTE SE CENTRE EN DIOS,
Y POR ENDE, TIENDAN HACIA LA SALVACIÓN DEL ALMA.

El alma se mantiene en constante contacto con la Trinidad


Sacrosanta, y el Espíritu Santo a través del espíritu del hombre, Le
comunica con la Voluntad de Dios. Por esto, llamo al Pueblo de Mi
Hijo para que reaccione y no se involucre en la mediocridad de los
bajos instintos.

Hijos:

Los gobernantes, en su gran mayoría, no desean dejar sus lugares de


prominencia, alertados como lo están de cuanto llega a la
humanidad, desean conservar el poder.

La tierra es un lugar bello. El hombre en este instante lo ha


transformado en la vergüenza del universo. El hombre se ha salido
de sí mismo, de su cordura, sin ser consciente de su conducta, ha
olvidado el valor de su alma y no acata Nuestro llamado, para que
obre y actúe a la manera Divina.

Amados hijos de Mi Corazón Inmaculado, la destrucción llega tanto


para los pueblos pequeños como para las grandes Naciones.

Los hombres no desean atender de ninguna forma, sólo les puedo


decir que tanto la Oración como la Penitencia y el Sacrificio
son sumamente indispensables en el obrar y actuar de este instante
crucial para la salvación de las almas.

El pecado mantiene al hombre en una gran oscuridad que le ciega y


le nubla el pensamiento, no le da tregua y por eso comete actos
impensables.
Con gran tristeza en Mi Corazón reitero, que la desobediencia hacia
los Preceptos Divinos desea aprisionar la Justicia para que la
injusticia sea una práctica cotidiana.

Oren hijos Míos, oren, un asteroide es dividido por el hombre, pero una
parte de gran tamaño cae en el mar, siendo causa de terror y de temor
para la Humanidad, mientras otros fragmentos penetrarán en tierra.

LA HUMANIDAD ESTÁ SUMIDA EN EL CAOS SIN QUE LO


MIREN A LA LUZ DE LA VERDAD.

La iniquidad de los malvados está confundiendo a Mis Hijos, sin que


estos logren salir de los tentáculos colmados de mentira y error. Ya
lo había anunciado Mi Hijo, caminarán sobre la maldad mirándola
como bien.

Amados hijos de Mi Corazón Inmaculado:

El demonio se encuentra gravitando al lado de cada uno de ustedes


para que tengan tropiezos y desestimen esta realidad. De esta
manera son presa fácil del mal y por ende, accionan a favor del mal
mediante el mal proceder, dando muerte a los inocentes e
indefensos, mirando en todo hermano un sospechoso, y como
salvajes, luchando unos contra otros.

El Aviso es una gran verdad revelada para que se


preparen…(1) Todos se sienten preparados, pero no es cierto,
mientras no dejen de enlodar el alma y los sentidos espirituales con
el pecado diario. ESTE INSTANTE ES PARA QUE ASCIENDAN
EN EL ESPÍRITU, PARA QUE SE ADENTREN EN LA SAGRADA
ESCRITURA Y SEAN CUMPLIDORES DE LA VOLUNTAD
DIVINA EN LOS MANDAMIENTOS, SACRAMENTOS, Y
DEMÁS... PERO SOBRE TODO EN LA LEY DEL AMOR.

Oren hijos Míos, el pecado de esta generación que es azote de los


hermanos, desangra a la Humanidad con tanta blasfemia, lujuria,
impiedad, y demás pecados; se encuentra manchada de sangre humana.
Esta sangre atrae sobre la Tierra la purificación por lo cual las
enfermedades que padecerán no han sido vividas anteriormente, y solo
con los medicamentos que Yo les he dado y les haré llegar en Mis
Llamados, lograrán ser sanos. (2)
HIJOS DE MI CORAZÓN INMACULADO, VERÁN EN EL
CIELO GRANDES SEÑALES, GRANDES SEÑALES QUE NO
HAN VISTO JAMÁS Y ÉSTAS SE DARÁN UNA TRAS OTRA.

Descubrirán que la Tierra no solo invierte los polos, sino que se


abalanza contra el mismo hombre, y los animales y las plantas han
mutado debido a los cambios en el clima.

Ustedes como Humanidad, no mantienen la sintonía y como hijos de


Dios unos caminan luchando por ser fieles y otros caminan en total
libertinaje y en desobediencia. No de ahora, esto viene gestándose
desde antes, con el olvido de Dios que la misma Iglesia de Mi Hijo
asumirá. Lo espiritual ha sido postergado por el dinero, la política y
las relaciones sociales…, las consecuencias que la Iglesia padecerá
serán vividas con grandísimos dolores.

Oren hijos, Italia padecerá, será invadida de un instante a otro y Roma


será flagelada en medio de dolores de parto, Rusia entrará y tomará lo
que es de Mi Hijo: la Basílica. (*)

El Pueblo de Mi Hijo deberá congregarse con Mis Hijos Predilectos


fieles, en lugares ocultos, pero desde esos lugares ocultos, la luz de la
Fe se elevará hasta llegar al Trono Paterno. Hijos amados, la Iglesia
se encontrará desolada, y sabrá que las alianzas con otras religiones
no han sido verdaderas si no que han servido para llevar a la
confusión a Mis hijos, que a raíz de esto, se han entibiado más de lo
que estaban y el demonio les ha tomado y ha bebido su sangre, para
abatirles… HIJOS MÍOS, EL DEMONIO MERODEA, SE
ENCUENTRA CERCANO.

El Aviso no está lejano del hombre, en instantes darán razón de la


desobediencia y el mal que han causado, del bien que no han hecho
y de la desobediencia con que han lastimado el Sacratísimo Corazón
de Mi Hijo.

HIJOS, CADA UNO HA CRECIDO ESPIRITUALMENTE


DENTRO DE SU LIBRE ALBEDRÍO, UNOS HAN CERRADO
LAS PUERTAS, OTROS VIVEN A MEDIAS, OTROS NO
DESEAN MIRAR A MI HIJO, Y OTROS SE DAN POR ENTERO.
HE DE CONFIRMARLES QUE QUIENES VIVEN A MEDIAS
DEBEN CONVERTIRSE, DE LO CONTRARIO EL DOLOR QUE
PADECERÁN SERÁ MAYOR.
Oren, hijos, oren, la guerra que ya ha iniciado, intensificará su actividad
al acercarse decisiones políticas en Estados Unidos, y esta Nación será
amenazada por un meteorito que se acercará. La política será estática.
Esta Nación padecerá hasta el hartazgo, el volcán Santa Helena entrará
en erupción, el volcán Yellowstone es más grande de lo que los
científicos piensan.

Pueblo de Mi Hijo, la tierra continuará agitándose con fuerza, los


grandes volcanes harán erupción y los que dormían despertarán. El
hombre con su mal proceder emana su maldad hacia el universo y el
Universo la envía nuevamente a la Tierra con mayor fuerza,
despertando a la Creación que mira al hombre como el gran
desconocido.

Hijos de Mi Corazón Inmaculado, con dolor en Mi Corazón Materno


les hablo ante este instante que no pasará sin que la Humanidad se
purifique a sí misma y se lave de todo pecado.

Mi Hijo les advirtió, cuando el género humano omita la Ley de Dios


y el varón conviva con el varón y la mujer con la mujer, cuando este
actuar sea aceptado por los gobiernos y disimulado por un sector de
Iglesia de Mi Hijo, recuerden que esta es una gran señal de la
cercanía de lo anunciado. No se extravíen que la purificación será. La
Naturaleza alertará al hombre con cambios bruscos, y grandes
eventos que no han sido vividos. Luego llegará el gran impostor sin
que la Humanidad lo entienda, ni lo reconozca, ante la lejanía que
mantiene con el Cielo. La masonería, los illuminati, el comunismo,
los poderosos económicamente, nombrarán rey al engendro del mal.

LLEGARÁ EL AUXILIO DE LA CASA PATERNA Y SERÁ ENTRE


USTEDES EL ESPEJO DEL AMOR DE MI HIJO,
MANTENIÉNDOLES EN LA FE, ESPERANZA Y CARIDAD,
HASTA QUE MI HIJO LLEGUE EN SU SEGUNDA VENIDA A
LA TIERRA.

Mi Hijo y Yo no les dejamos solos. Terminada la Tribulación, el


hombre con nueva vista, nuevos oídos, y con una voluntad
renovada, clamará: ¡ABBA PADRE!.

Esperen amados, que Mi Hijo en Su Segunda Venida estremecerá


toda la Creación y llegará por Sus fieles. Por ello perseveren y no
claudiquen.
AMADO PUEBLO DE MI HIJO, ANTE LA GUERRA
INESPERADA, MI AMOR MATERNO SE DERRAMA EN TODA
CRIATURA HUMANA QUE DESEE SER TODA
DE MI HIJO.

ENVIARÉ MIS LEGIONES CELESTIALES HASTA USTEDES,


LES REUNIRÉ PARA QUE NO PADEZCAN.

Les bendigo, les amo.


Mamá María.

AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.


AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.
AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA.

(1) El gran Aviso de Dios a la humanidad, leer...


(2) Plantas medicinales, (para descargar)

(*) Profecía de San Maximiliano Kolbe (1894 - 1941)


"Un día la bandera de la Inmaculada Virgen María ondeará sobre el
Kremlin (centro del poder comunista), pero antes, la bandera roja
flotará sobre el Vaticano". Es decir: Rusia se convertirá, pero no sin que
antes el comunismo (sus errores, y el ateísmo) lleguen hasta el mismísimo
Vaticano, la sede del Papa.

COMENTARIO DEL INSTRUMENTO

Hermanos (as):

EN ESTE DÍA EN QUE NUESTRA MADRE ME HA DADO ESTE


LLAMADO DE AMOR PARA TODA LA HUMANIDAD, ME HA
DADO UNA VISIÓN, LA QUE DESEO COMPARTIR CON
USTEDES:

Nuestra Madre Santísima, vestida de blanco, con un ropaje que


parece fino encaje, pues logro mirar formas de rosas en su vestido,
con pinceladas en celeste pastel se definen las rosas que miro.

Su Manto bendito traslúcido me permitió mirar las constelaciones,


que parecía pendían de Su Manto y daban brillo y luz a toda la
figura de la Madre.
Su cabello suelto castaño claro, con ondulaciones que parecen jugar
con un leve viento que siempre precede a Su llegada, me mira, y me
habla, extendiendo Sus benditas y finas Manos, me lleva a mirar lo
siguiente:

“Hombres de diferentes culturas y razas unidos, pero no en el Amor de


Cristo sino en un gran ejército combinado por alianzas, que marchaban
hacia Italia dejando una estela de muerte a su paso. Es un ejército grande y
poderoso, el resto del mundo prácticamente tiembla ante el avance decidido
de este ejército hacia Italia.

Les miro avanzar y de inmediato aparece Estados Unidos, doliente y


padeciendo. Nuestra Madre me indica que mire hacia el Cielo y yo… al
mirar veo una luz brillante que viene en dirección a la Tierra.

Creo que es un meteorito de gran tamaño, es interceptado pero la parte más


grande se dirige hacia el mar, en dirección a Estados Unidos.

De pronto, nuestra Madre levanta Su otra Mano y aparecen criaturas


humanas enfermas con grandes pestes, pues miro a una persona sana que se
acerca a otra enferma, y es contagiada de inmediato… Le pregunto a
nuestra Madre ¿cómo les podemos ayudar a estos hermanos? y Ella me dice:
usen ya el aceite del buen samaritano, Yo les di los ingredientes necesarios y
convenientes.

Me dijo nuestra Madre que llegarán verdaderas pestes y que debemos


consumir un diente de ajo crudo en las mañanas o aceite de orégano, estos
dos son excelentes antibióticos, si no se consigue aceite de orégano se puede
hervir y hacer un té, pero es mejor el aceite de orégano como antibiótico.

Nuestra Madre me dijo: La ignorancia en el ser humano es lo que lleva a


tanto conflicto, es tan importante el conocimiento para erradicar la
ignorancia. Diles a tus hermanos que tienen que aprender a orar y llevar esa
oración a la práctica en el prójimo, tienen que ser acción. Diles que no sean
fanáticos sino criaturas de fe, fuertes, firmes y decididas; criaturas de fe que
conocen lo que aman, que practican lo que dicen y dan testimonio de lo que
predican.

Diles que tengan voluntad para que el ego no les domine, y humildad para
ser verdaderos. Diles que el hombre es causante de su propio mal, en unos
casos, causante directo y en otros, llevado por la ignorancia que le han dado
como verdad.
Diles que les amo y que Mi Hijo desea que Yo tome un lugar más cercano
hacia Su Pueblo.
Diles que Mi Auxilio está con todos.
Diles que me llamen.

Diles que les bendigo y les amo.

Amén.

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