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Resumen

El doctor P. era profesor en la Escuela de Música local. Era un músico brillante, pero sucesos
extraños y cómicos como olvidar caras, saludar parquímetros o reconocer a los alumnos por su
voz le caracterizaban. Además, le diagnosticaron diabetes y fue a ver al oftalmólogo ya que la
diabetes puede afectar a la vista. Allí, le dijeron que la vista estaba perfecta, pero que los
receptores del cerebro podrían estar dañados o no funcionaban como deberían y le recomendaron
ir al neurólogo.
El doctor P. fue a la consulta del neurólogo, y fue atendido y examinado a fondo. El neurólogo
estaba desconcertado, después de todo parecía un hombre normal, aunque el Doctor P. se fijaba
en rasgos aislados de su cara, como las orejas o la nariz. Las sospechas llegaron cuando el
neurólogo le pidió al Doctor P. que se volviese a poner el zapato, y este lo confundió con su propio
pie, o al enseñarle una foto del desierto, el Doctor P. veía un río y sombrillas de colores. Incluso, al
despedirse, confundió a su mujer con un sombrero y se disponía a ponérsela en la cabeza.
Al cabo de unos días, el neurólogo fue a visitar al Doctor P. a su casa y así poder hacerle más
pruebas. Cuando llegó allí, sacó varias figuras y cartas que el Doctor P. reconoció. Las formas
regulares y esquemáticas no eran un problema, pero las caras reales sí. No reconocía a nadie de
su familia a no ser que presentasen unos rasgos característicos y así podía asociarlos a dicha
persona. El neurólogo también probó con una rosa y un guante. La primera solo fue reconocida
hasta que el Doctor P. la olió; por otro lado el guante no logró reconocerlo, describiéndolo como un
recipiente para guardar contenido. El neurólogo, entonces, se dio cuenta. El Doctor P. percibía el
mundo como una máquina, sólo de forma esquemática, viendo patrones. Tenía una memoria
excelente, pero no era capaz tampoco de ver objetos colocados a su izquierda. Después de la
exhaustiva revisión, pararon para tomar algo. El Doctor P. comía tarareando, y si algo le
interrumpía y paraba, se quedaba petrificado en el sitio. Esto le pasaba con cualquier cosa en el
día a día, y debía asociar una canción a cada tarea para poder realizarla, por ejemplo vestirse o ir
al lavabo.
Finalmente, el neurólogo concluyó que la música debía ser la totalidad de la vida del Doctor P. y
recomendó su total inmersión en ella. Después de todo, el Doctor P. era un maestro y siguió
viviéndola y enseñándola hasta el fín de sus días.

Comentario
El caso del Doctor P. se trata de agnosia visual. Este es incapaz de reconocer objetos de la vida
cotidiana: caras, conjuntos etc. En otras palabras, su percepción ha sido afectada por algún
problema en el cerebro, ya sea un tumor u otra afección en el lóbulo temporal. Es decir, el Doctor
P. solo puede ver rasgos por separado pero le es imposible reconocer el todo. Por ejemplo,
cuando el neurólogo trae la rosa, el Doctor P. la examina de arriba a abajo, como si se tratase de
algo nuevo que le acabasen de mostrar. Como no lograba detectar un rasgo que le sugiriese que
ese objeto era una rosa, no sabía lo que tenía delante hasta que utilizó el olfato para poder
recordar el olor característico de la rosa.
Las agnosias visuales son causadas por una afección en el lóbulo temporal y las vías de
procesamiento de información, la ventral y la dorsal ( en el caso del Doctor P. es muy probable
que tenga la vía ventral dañada, la cual se encarga de reconocer los objetos). Este se encarga de
conectar la información que llega a nuestros ojos procedente de las retinas con nuestra memoria,
y así vinculemos lo que percibimos con una imágen de lo que creemos que es. Por eso
observamos que el Doctor P. puede ver perfectamente, sigue teniendo agudeza visual, pero es
incapaz de reconocer a su mujer, a su familia, a sus alumnos etc. Tiene que recurrir a otros
sentidos para poder hacerlo, similar a una persona que está ciega.
Por lo tanto, el Doctor P. vive en una realidad propia, muy alejada del resto de personas que no
padecen agnosia. Esto se ve perfectamente cuando el neurólogo y la señora P. están viendo los
cuadros que había pintado el Doctor P. Como su percepción de la realidad iba cambiando a
medida que su cerebro se iba degenerando. Al principio, son de tono realista, naturalista, de lo
más detallado y descriptivo. La realidad plasmada era fiel a la misma. Pero a medida que avanza
el tiempo. los cuadros del Doctor P. se van volviendo más y más abstractos. Como no puede
reconocer el conjunto, su realidad se ve increíblemente distorsionada hasta el punto de que solo
plasma puntos y rectas en el espacio como si estuviese totalmente ciego.
Sin embargo, el Doctor P. nos muestra que se las arregla a pesar de sus constantes dificultades
en su vida. Su principal aliada es la música. No me sorprende ya que es todo un especialista en
esta materia. El Doctor P. ha sustituido las imágenes de los objetos de su cerebro por música y
sonidos. Por esta razón, es capaz de reconocer a sus alumnos por la voz, y de hecho a las
personas. Confundió a su mujer con un sombrero hasta que ella habló, no reconocía al neurólogo
en la puerta de su casa hasta que habló, no sabía quienes eran los actores de las películas pero
sí se sabía sus diálogos y su voz. Si al Doctor P. se le quitase la música o simplemente el sentido
auditivo, su vida sería total oscuridad, en cuanto a percepción, ya que no sería capaz de ver nada
ni asociar nada a las imágenes que tiene establecidas en el cerebro. Es cierto que también puede
identificar objetos con el olfato, pero no al mismo ratio que con la música, que ha estado presente
toda su vida. El ejemplo perfecto del libro es cuando están todos tomando un café, y el Doctor P.
está canturreando su melodía de pastas. Esto le ayuda a identificar qué está comiendo. En cuanto
se le interrumpe, como pasa con el golpe de la puerta, su mundo se vuelve oscuro, y se paraliza.
No es hasta que el olor del café le recuerda que están comiendo, que no empieza de nuevo a
entonar la melodía de las pastas. Gracias a la capacidad musical que posee es capaz de hacer las
demás tareas cotidianas. El neurólogo solo puede recomendarle música ya que es la única
manera de que pueda seguir percibiendo la realidad de una forma más correcta. Es como si
estuviese viendo por las orejas.
Como conclusión, confieso que no sabía que la agnosia existiese, incluso que fuese un trastorno
tan sorprendente y misterioso. Me parece fascinante como nuestro propio cerebro nos engaña, y
es capaz de darnos el cambiazo  a la realidad. El cerebro es una máquina impresionante, y lo más
escalofriante es que apenas sabemos cómo funciona, apenas hemos rascado la superficie de la
mente y lo que verdaderamente hace que seamos nosotros, las percepciones, los procesos
mentales etc. La mayoría de enfermedades que afectan a la percepción no tienen cura ya que no
se ha estudiado el cerebro lo suficiente, cosa que en mi opinión se debería dar importancia, es
nuestro centro de operaciones. Vivir la vida del Doctor P. me daría un poco de miedo, debido a
que no sabría si realmente estoy percibiendo la realidad como debería ser o me están engañando
las demás personas.

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