Está en la página 1de 3

Idolatría en el siglo 

XXI

En el Antiguo Testamento uno de los principales pecados —quizás el mayor de todos— era la idolatría. Vez
tras vez Dios exhortó y juzgó a Su Pueblo por adorar a otros dioses y poner su esperanza en ídolos. En el
Nuevo Testamento, la Iglesia nació en una cultura rodeada de ídolos y dioses paganos. Los primeros cristianos
predicaron el evangelio a sociedades sumergidas en la adoración a dioses como Artemisa, Júpiter y Mercurio.
La idolatría es un tema recurrente en las Escrituras. 
Hoy en día, la idolatría suena como algo distante, como un problema de culturas arcaicas. En otros casos, es
visto como un pecado del cual son culpables otros grupos religiosos, como por ejemplo los hinduistas o los
católicos romanos. Pero, ¿será que nosotros, cristianos protestantes/evangélicos, hemos vencido el pecado de
la idolatría? ¿Será posible que la idolatría sea un problema en la vida de otros pero no en la nuestra? 

¿Qué es un ídolo?
La idolatría transciende la adoración de imágenes o la veneración a otros dioses. Los ídolos no son solo de
madera, mármol o bronce. Un ídolo es cualquier cosa o persona que captura nuestro corazón, mente y afectos
más que Dios mismo.[1] Un ídolo es algo o alguien que «es más importante para usted que Dios, cualquier cosa
que cautive su corazón y su imaginación más que Dios, Cualquier cosa o persona puede servir como un ídolo
en nuestras vidas. Los ídolos no siempre son cosas pecaminosas, incluso aquello que es bueno, cuando es
estimado o amado más que Dios, se transforma en un ídolo. Todo ídolo nos aparta de Dios, nos esclaviza, nos
ciega y no nos permite ver la plenitud de la gloria de Dios. 
Fábricas de ídolos
Juan Calvino expresó que «el corazón del ser humano es una fábrica de ídolos». El corazón es un taller de
ídolos. Idolatramos a individuos que admiramos, personas que amamos, equipos de fútbol, partidos políticos,
entidades religiosas, celebridades, al dinero, los placeres de esta vida, filosofías o corrientes de pensamiento,
al entretenimiento, la salud; ESTAMOS EN PLENO APOGEO DEL CULTO AL EJERCICIO FISICO la lista es
realmente interminable.

SI NOS PREOCUPARAMOS TANTO POR EL ESPIRITU COMO NOS PREOCUPAMOS POR


EL CUERPO FISICO QUE GRANDE CRISTIANO SERIAMOS

A diario en nuestro corazón se libra una batalla violenta por el señorío de nuestro ser. Esto sucede porque
todos los seres humanos fuimos creados para adorar. Nuestro chip interno nos impulsa a adorar, pero a causa
de la Caída y nuestra pecaminosidad dirigimos nuestra adoración a la creación y no al Creador.

ROMANOS 1:20-23
Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad,
siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa. Pues aunque conocían a Dios, no le
honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue
entenebrecido. Profesando ser sabios, se volvieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen
en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.

En pleno siglo 21 la idolatría sigue siendo un problema real y latente en todo ser humano.
Acumulamos ídolos y construimos altares en nuestro corazón; altares donde ofrecemos adoración y
sacrificios a otros dioses.

Nuestros labios confiesan a Cristo como Señor y único poseedor del primer lugar de nuestro corazón, pero la
realidad es que nuestro corazón vive enamorado de otros amantes que han desplazado a Jesús como el
centro de mis afectos.
Con frecuencia me he empezado a preguntar,
¿Es Jesús realmente mi mayor tesoro?
¿Puedo decir con total honestidad que Filipenses 3:8 es una realidad en mi vida?
¿Estimo y amo a Dios por sobre todas las cosas?
 
(Filipenses 3:8)Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer
a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo, 
(Mateo 22:37-38) Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu
mente. Este es el primero y grande mandamiento. 

El más grande ídolo de todo ser humano es uno mismo. Es un idolo enorme.
Cada uno de nosotros tenemos ídolos profundos e ídolos superficiales.

Nuestros ídolos superficiales sirven a ese ídolo profundo que somos nosotros mismos. Buscamos que
los ídolos nos sirvan, que nos hagan felices, que nos brinden propósito, que nos den la calidad de vida
que tanto anhelamos, que nos den un estatus social más alto, que nos permita sentirnos bien con
nosotros mismos.

Todo gira alrededor de nosotros. 


Con facilidad nos dejamos seducir por los ofrecimientos de estos ídolos y finalmente nos convertimos en
esclavos de aquellos ídolos.  
Por ejemplo, el dinero puede ser un ídolo superficial (1 Timoteo 6:10, Mateo 6:24). Este ídolo promete
mejorar nuestra calidad de vida y darnos comodidad. Buscamos que este ídolo nos sirva, pero en este proceso
somos nosotros quienes nos volvemos esclavos de él.
Mentimos, traicionamos y hacemos cosas impensables con el fin de alcanzar lo que este ídolo nos prometió.
Peor aún, sacrificamos a nuestra familia en el altar de este ídolo y traicionamos a Dios. 

Demoliendo altares
Nuestras múltiples ocupaciones tienden a alejarnos de la reflexión y el auto análisis. Y cuando tenemos algún
espacio libre en nuestro saturado calendario somos propensos a perdernos en el entretenimiento y las redes
sociales.
Sin embargo, tiempos de crisis, como los que vivimos en la actualidad, sirven para desnudar nuestro corazón y
exponer ídolos que se hallaban ocultos.

Considero que este es un tiempo propicio para intimar con Dios y pedirle al Espíritu Santo que examine
nuestro corazón (Salmos 139:23-24). QUE NOS SONDEE.

Todos tenemos puntos ciegos y el corazón es extremadamente engañoso, por estos motivos la ayuda de otros
es siempre oportuna. 
Una de las claves para el cambio en nuestras vidas es identificar nuestros ídolos y demoler los altares que
hemos construido en nuestro interior.

Mientras estemos en este CUERPO nuestro corazón siempre fabricará ídolos; esa fábrica nunca cierra. Todo
cristiano que anhela ser fiel a Dios es un demoledor de altares.
(1 Corintios 10:14) Por tanto, amados míos, huyan de la idolatría. 
(1 Juan 5:21) Hijos, aléjense de los ídolos. 
(Mateo 6:24) Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o apreciará a uno
y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas (o a cualquier otro ídolo). 

Te comparto algunas preguntas que pueden ser útiles en el proceso de identificar tus ídolos: 
Cuando no tienes que pensar en nada en particular, ¿en qué te gusta pensar? ¿En qué meditas? ¿Con qué
fantaseas?

¿Qué es lo que te lleva a decir, «Si eso llegara a suceder, simplemente no podría continuar»?
¿O que es lo que te lleva a pensar, «Si perdiera eso o si no pudiera tener eso, perdería mi razón de vivir»?
¿En que no te cuesta gastar tu dinero?
¿Qué es ese «algo» por lo que estás dispuesto a pecar?
¿Qué es ese «algo» que cuando no lo obtienes o lo pierdes respondes de manera pecaminosa? 
¿Qué oración que Dios no ha respondido cómo esperabas te ha llevado a enojarte con Él?
(Por ejemplo, si le dices a Dios: «Obedeceré si me das esto», entonces ese «esto» muy probablemente es tu
dios).
Que Dios en su gracia nos enseñe a amarle y a hacer de Él nuestro mayor tesoro. 

También podría gustarte