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Ana Caro de Mallén y Soto

Escritora andaluza del Siglo de Oro, tradicionalmente se ha tenido a Sevilla como


su ciudad de nacimiento, pero investigaciones recientes sitúan su bautismo en
Granada, aunque sí se sabe con seguridad que vivió en la capital andaluza.

Es posible que tuviera origen morisco y que fuera adoptada por una familia
noble. Su crianza en un ambiente cultivado explicaría que, pese a que se
desconoce cuál fue su formación, su obra destile amplios conocimientos
clásicos, mitológicos e históricos, además de aprecio por autores
contemporáneos como Góngora.
Su primera obra apareció en 1628 en Sevilla. Se trata de una Relación sobre
el martirio de unos misioneros franciscanos en Japón. Las relaciones eran
crónicas que daban noticia de acontecimientos importantes, un
antecedente de las publicaciones periódicas. Su labor en este terreno fue
tan valorada que recibió el encargo de escribir sobre el Buen Retiro, para lo
que se trasladó a Madrid en 1637, donde probablemente conociera a María
de Zayas. Entre sus protectores se encontraban la condesa de Paredes,
también mecenas de Sor Juana Inés de la Cruz, y el Conde-Duque de
Olivares. Fue una de las primeras escritoras en ser pagada por su trabajo.
Además de crónicas, también escribió teatro religioso, como la obra Loa
sacramental, en la que mostró un gran dominio del lenguaje. La variedad de
su estilo la llevó a escribir comedias como El conde Partinuplés y Valor, agravio
y mujer, de fecha desconocida, en las que otorgó un importante papel a los
personajes femeninos. En estos títulos también queda patente una sutil
ironía y su cariño por los personajes más humildes. Como era habitual en la
época, dedicó poemas a varios escritores ilustres, además de escribir
elegíacos versos sobre hazañas militares, caso del Romance por la victoria de
Tetúan (1633).
Su obra fue recogida en antologías en las que apareció junto a los nombres
más importantes de la época: Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de
Molina, etc. Otros autores destacados valoraron su obra, como la propia
Zayas o Vélez de Guevara, quien la incluyó en El diablo cojuelo. Su última
obra publicada apareció en Laurel de Comedia (1653), aunque seguramente
para entonces ya había fallecido, pues lo más probable es que muriera a
causa de la epidemia de peste que sufrió Sevilla en 1646, lo que explicaría
que muchas de sus obras fueran quemadas, causa de que la mayor parte
de sus libros se haya perdido.
Caro de Mallén y Soto, Ana. ¿Sevilla?, c. 1600 – ?, ¿1647? Literata.
Se ignora su lugar de nacimiento; se barajan Sevilla y Granada; en la primera ciudad
vivió y publicó la mayoría de sus obras, algunos testimonios la citan como “natural” de
ese lugar (Rodrigo Caro, María de Zayas, Nicolás Antonio) y la elogian en sus obras; se
inclinan por Granada otros críticos, especialmente aquellos que consideran que es
hermana de Juan Caro de Mallén, vecino de esa ciudad. En todo caso, residió en Sevilla,
según atestiguan los pagos por los autos sacramentales que compuso y las indicaciones
en la portada de algunos de sus textos.
No se poseen datos tampoco acerca de su familia, aunque se ha pensado en cierto
parentesco, dado el apellido, con varios nombres; por un lado, con Rodrigo Caro, en
cuya familia se encuentran varias Ana Caro, y que se relacionó con la parroquia de San
Miguel, en Sevilla, así como con Santa María de Mesa, en Utrera; por otro, con el citado
Juan Caro de Mallén, cuyo testamento, exhumado por Serrano y Sanz, está fechado en
1665, en Madrid, sin que se mencione a ninguna Ana Caro, que bien podría haber
muerto ya. Del hecho mismo de que publicase, así como de las personas a las que
dedica sus obras, se ha deducido que pudo mantener cierta vinculación con la nobleza
sevillana; en cualquier caso, ofrece algunas composiciones a nobles, como la condesa de
Salvatierra (Octava de San Miguel) o el conde-duque de Olivares (Segundo
Discurso del Contexto); en otros casos, la elección del destinatario depende del asunto:
el guipuzcoano Juan de Elossidieta, asistente de Sevilla que apoyaba a los franciscanos,
en la Relación [...] de los santos mártires del Japón, etc.
No se sabe nada de sus estudios, aunque se citan autores como Lucano, Séneca, Marcial,
Enrique de Villena, Juan de Mena o fray Luis de Granada, personajes como don
Quijote, así como la Aritmética de Pérez de Moya; por otro lado, es evidente en su obra
la influencia de Góngora, al que alaba en alguna ocasión, Calderón o Tirso de Molina, y
tal vez de Juan de Salinas, dada la presencia en Valor, agravio y mujer de un texto
atribuido al poeta.
Fue citada y elogiada por escritores del siglo XVII: Rodrigo Caro, Castillo Solórzano,
María de Zayas, Vélez de Guevara, Matos Fragoso... Algunos, de forma tópica, la
llamaron “décima musa”: Vélez de Guevara en El Diablo Cojuelo o el editor de El
Conde de Partinuplés.
Se ha considerado que tuvo una gran amistad con María de Zayas, con la que
supuestamente vivió; se citaron la una a la otra, pero no existen pruebas de que entre
ellas hubiera una relación más estrecha; así, aunque en 1647 Zayas habla de Ana Caro
en la Parte Segunda del Sarao y entretenimiento honesto, no hace mención alguna a
que se conocieran ni a que hubieran compartido domicilio. Este último dato probable-
mente se deriva de una suposición de Cayetano Alberto de La Barrera y, además, de la
errónea interpretación hecha por Serrano y Sanz de las palabras que Castillo Solórzano
le dedicó a la comediógrafa en La Garduña de Sevilla; Solórzano hace referencia a la
existencia en España de mujeres que escriben, poniendo como ejemplo a Zayas y Caro,
y añade que la literata había ido a Madrid en 1637; por lo tanto, trata de poner de relieve
que ambas se encontraban en la Corte, sin que se pueda deducir con seguridad del texto
de La Garduña que vivieran juntas; además, Caro, según se verá al hablar
del Contexto,  tampoco aludió a ello cuando tuvo ocasión.
Puede que interviniera en academias literarias de la época, pero esa actividad sólo viene
apoyada por referencias literarias; Vélez de Guevara, por ejemplo, la hace, en El Diablo
Cojuelo (1641), asistente a una de Sevilla en la que lee una silva; de esa Academia,
apoyada por el conde de la Torre, presidida por Antonio Ortiz Melgarejo y cuyo
secretario era Álvaro Cubillo de Aragón, no se han encontrado otras alusiones.
Su primera obra datada es de 1628: una Relación que se publica en Sevilla sobre un
suceso ocurrido en Japón en 1597, pero renovado un año antes, puesto que el papa
Urbano VIII había beatificado a los que entonces murieron; el texto de Caro ha sido
relacionado con la actividad de los franciscanos por dar a conocer los hechos, de ahí las
fiestas que se celebraron en el convento de esa orden en Sevilla, objeto de
la Relación. Sigue después editando en Sevilla. En 1633 sale a la luz pública un
romance sobre una victoria mínima en Tetuán, al parecer con datos reales. En 1635
aparece otra relación, de nuevo sobre una fiesta de carácter religioso, esta vez en la
iglesia de San Miguel, sobre un suceso ocurrido en Flandes; la obra es publicada por el
mismo impresor que un año antes había sacado las Antigüedades y principado de la ciu-
dad de Sevilla, de Rodrigo Caro.
En 1637 parece haber alcanzado cierto renombre como autora de relaciones, pues cobra
1.100 reales por parte de la Villa de Madrid, para la que escribe con motivo de las
celebraciones del Buen Retiro. Según pone de manifiesto la propia escritora, en 1637 se
traslada de Sevilla a la Corte; dice llegar a Madrid en un frío enero y señala con
precisión que se aloja en la Red de San Luis, pero no alude a María de Zayas, a la que
elogia en uno de los poemas preliminares de las Novelas, publicadas en ese mismo año.
Se había nombrado en la dieta de Ratisbona (22 de diciembre de 1636) rey de Romanos
al rey de Hungría y Bohemia, Fernando III, familiar de Felipe IV, y entraba en Madrid
la princesa de Cariñán, María de Borbón, por lo cual se desarrolló una serie de festejos
de 16 a 25 de febrero, como pusieron de relieve otras relaciones de la época; se trataba
de un asunto de implicaciones políticas en la Europa del momento.
Al menos desde 1639, dejando al margen las comedias, cuya fecha se desconoce, se
dedica al teatro religioso; ese año, de nuevo en Sevilla, aparece una Loa
sacramental para las fiestas del Corpus; se trata de un texto compuesto en cuatro
lenguas, que son parodiadas: portugués, francés, morisco y guineo. De 1641 a 1645
participa en las fiestas de Corpus Christi, pagada por el Cabildo de Sevilla, para el que
compone algunas obras que se han perdido, como La puerta de la Macarena y La
cuesta de la Castilleja. En 1645, también para el Corpus, redactó un Coloquio entre
dos.
Es autora de dos comedias, Valor, agravio y mujer y El Conde Partinuplés, en las
cuales el papel de las mujeres es fundamental, e incluso parecen estar dirigidas
especialmente al público femenino. Las mujeres formaban parte de las obras citadas: a
la condesa de Salvatierra le dedica la Octava  de San Miguel y el Primer
Discurso del Contexto  a Agustina Spínola y Eraso, mujer del genovés Carlos Strata,
vinculado con la Corte, y el tercero a la Villa de Madrid, a la que pide, como a las dos
anteriores, que reciba bien su obra, puesto que es una mujer; existe asimismo un soneto,
reproducido por Serrano y Sanz, dirigido a una mujer, Inés Jacinta Manrique de Lara.
Como otros escritores de la época, compuso poemas para preliminares de sus
contemporáneos; en su caso se conservan de 1637 a 1645. Se han encontrado unas
décimas para las Novelas amorosas y ejemplares de María de Zayas, impresas en
Zaragoza en 1637, y los estudiosos citan otros poemas, el último supuestamente
incluido en un libro de 1645.
Se ha puesto de relieve que desde 1653, fecha del Laurel de Comedias, se carece de
noticias sobre su actividad, por lo que algún crítico ha deducido que pudo morir en la
epidemia que se extendió en Sevilla desde 1649, pero no hay seguridad. Los datos
resultan algo contradictorios; la comedia se pudo publicar sin su participación, y se
efectúa, además, en Madrid, de modo que, efectivamente, pudo morir antes de 1653; en
1647, en la Parte segunda del Sarao de Zayas, parece que se habla de ella como si
estuviese viva, mientras que en el caso de Rodrigo Caro, muerto en agosto de 1647,
habla de ella en presente (“ha hecho”, “se le ha dado”); en cualquier caso, de 1645 son
sus últimas contribuciones literarias conocidas (soneto de elogio y Coloquio en la fiesta
del Corpus de Sevilla).
Sus comedias han sido editadas por Lola Luna, que además dio a conocer en su tesis
doctoral un texto inédito, el Coloquio entre dos; por otro lado, hay que agradecer a la
investigadora, tempranamente desaparecida, sus aportaciones sobre Ana Caro como
escritora profesional de los Siglos de Oro que podía vivir de su pluma.
 
Obras de ~: Valor, agravio y mujer,  s. l., s. f.; Relación en que se da cuenta de las
grandísimas fiestas que en el convento de N. P. S. Francisco de la ciudad de Sevilla se
han hecho a los santos mártires del Japón, Sevilla, Pedro Gómez, 1628; Grandiosa
victoria que alcanzó de los moros de Tetuán Jorge de Mendoza y Piçaña, general de
Ceuta,  Sevilla, Simón Fajardo, 1633; Relación de la grandiosa fiesta y octava que en la
iglesia parroquial del glorioso San Miguel de la ciudad de Sevilla hizo Don García
Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra, Sevilla, Andrés Grande, 1635; Contexto
de las reales fiestas que se hicieron en el palacio del Buen Retiro, a la coronación del
rey de Romanos y entrada en Madrid de la señora princesa de Cariñán, en tres
discursos, Madrid, Imprenta del Reino, 1637; Loa sacramental, Sevilla, Juan Gómez de
Blas, 1639; La puerta de la Macarena (auto sacramental perdido), 1641; La Cuesta de
Castilleja (auto sacramental perdido), 1642; Coloquio entre dos, 1645; El Conde
Partinuplés, en Laurel de Comedias. Cuarta parte de diferentes autores, Madrid,
Imprenta Real, a costa de Diego de Balbuena, 1653; F. López Estrada, “Una Loa del
Santísimo Sacramento de Ana Caro de Mallén en cuatro lenguas”, en Revista de
Dialectología y Tradiciones Populares, 32 (1976), págs. 263-275; “La relación de las
Fiestas por los mártires del Japón de Doña Ana Caro Mallén (Sevilla, 1628)”, en Libro
Homenaje a Antonio Pérez Gómez, Cieza, Artes Gráficas Soler, 1978, págs. 51-69; “La
frontera allende el mar: el romance por la victoria de Tetuán (1633) de Ana Caro de
Mallén”, en Homenaje a José Manuel Blecua, Madrid, Gredos, 1983, págs. 337-346;
“Costumbres sevillanas: el poema sobre la Fiesta y Octava celebradas con motivo de los
sucesos de Flandes en la iglesia de San Miguel (1635), por Ana Caro Mallén”,
en Archivo Hispalense, 66, 203 (1983), págs. 109-150; Valor agravio y mujer, ed. de L.
Luna, Madrid, Castalia, 1993; El Conde Partinuplés, ed. de L. Luna, Kassel, Edition
Reichenberger, 1993.
 
Bibl.: M. Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas, vol. I,
1.ª parte, Madrid, Atlas, 1975 (col. Biblioteca de Autores Españoles, vol. 268), págs.
177-216; C. A. de la Barrera y Leirado, Catálogo bibliográfico y biográfico del teatro
antiguo español desde los orígenes hasta mediados del siglo XVIII, 1860 (ed., Madrid,
Gredos, 1969); W. F. King, Prosa novelística y academias literarias en el
siglo  XVII, Madrid, Real Academia Española, 1963; J. Simón Díaz, Bibliografía de la
literatura hispánica, vol. VII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
1967, págs. 494-496; R. Lundelius, “Ana Caro: Spanish Poete and Dramatist”, en K. M.
Wilson y F. J. Warnke (eds.), Women Writers of the Seventeenth Century, Athens,
Universidad de Georgia Press, 1989, págs. 228-250; L. Luna, Ana Caro, una escritora
profesional del Siglo de Oro. Vida y Obra,  tesis doctoral, Sevilla, Universidad, 1992
(inéd.); “Ana Caro, una escritora ‘de oficio’ del Siglo de Oro”, en Bulletin of Hispanic
Studies,  72 (1995), págs. 263-275 (ed. en L. Luna, Leyendo como una mujer la imagen
de la Mujer, Barcelona, Anthropos, 1996, págs. 138-157); A. Azevedo, A. Caro Mallén
de Soto, L. de la Cueva y Silva, F. Enríquez de Guzmán y M. de Zayas, Women’s Acts
Plays by Women Dramatists of Spain’s Golden Age, ed. de T. Scott Soufas, Kentucky,
University Press of Kentucky, 1997, págs. 133-194.

Ana Caro Mallén de Soto, dramaturga


(1590-1646)
Cronista y dramaturga, reconocida en su época como “la musa sevillana” y
hoy, junto a Mª Rosa Gálvez, como una de las dramaturgas mas notables de la
época moderna. Frente al apelativo de “aficionada” que se daba a las mujeres
que se dedicaban a las letras, la crítica la considera en la actualidad una
escritora de oficio, destacándose su capacidad para introducirse y manejarse
hábilmente por los circuitos de impresión y representación de la cultura
barroca. Así lo subraya su principal estudiosa, Lola Luna, quien catalogó e
hizo una labor crítica sobre su obra. Sin duda, Ana Caro fue una de las
primeras escritoras de oficio andaluzas, puesto que hizo de la escritura su
profesión y su medio de vida, y gozó de fama y reconocimiento en su época
no sólo entre sus colegas escritores, hombres y mujeres, sino también de
autoridades e instituciones que le hicieron encargos de obras con motivo de
festejos y conmemoraciones. Su obra y condición de autora literaria fue
reseñada, ya en el siglo XVII, en los Anales eclesiásticos y seculares de la
ciudad de Sevilla (1671) del historiador sevillano Ortiz de Zúñiga y en
la Bibliotheca Hispano sive Hispanorum (1677) de Nicolás Antonio. Como
destacó su biógrafa, Ana Caro se situó en la encrucijada de dos de los géneros
con más poder de convocatoria de la España Barroca: el teatro y la Relación.
Como dramaturga sus obras se representaron en Sevilla, Madrid y otras
ciudades con éxito de público, en una época en que el teatro proporcionaba
fama y popularidad. Entre las que han llegado hasta nosotros están dos
comedias, El conde Partinuplés, publicada en 1653 en el Laurel de comedias
de diferentes autores de Diego de Balbuena y Valor, agravio y mujer, sin
fecha concreta de publicación. Las dos, con una estructura en tres actos y
verso polimétrico, siguen la forma de la comedia barroca y contienen sus
habituales elementos escenográficos. También sus preferencias temáticas en
las que las aventuras y desventuras del amor y del honor sitúan a las mujeres
en el centro del desarrollo. Sus protagonistas femeninas, representan a mujeres
fuertes, que toman decisiones por su cuenta dispuestas a recuperar su amor o
su honor. En Valor, agravio y mujer, Leonor, no dudará en disfrazarse de
hombre para defender su honor, aunque este, representado de acuerdo con la
moral de su tiempo, sea el honor-honra que la sociedad patriarcal deposita en
las mujeres, aunque adjudica a los hombres. Aparte de su condición de autora
de teatro, la crítica destaca hoy especialmente su labor pionera como autora de
relaciones y cronista de los acontecimientos de su tiempo, singulares,
costumbristas, conmemorativos y celebrativos, actividad “periodística” para la
que también recibió encargos. Como género, en estas relaciones, que
constituyen parte esencial de la cultura barroca, una de las primeras culturas
de masas, los poderes, seculares y eclesiásticos, buscan el efecto
propagandístico del arte y la literatura, pudiendo reconocerse en ellas los
primeros atisbos de formación de lo que conocemos como opinión pública. En
las relaciones de sucesos de Ana Caro se celebraba la expansión territorial del
Imperio español, el poder monárquico y sus fastos, participando también las
mismas de la común exaltación de la fe católica, la lucha contra el hereje y el
culto a los santos como parte de la misma política. De este tenor es la primera
que se le adjudica, publicada en 1628 sobre las fiestas en honor a los mártires
en Japón (Relación en que se da cuenta de las grandísimas fiestas que en el
convento de N.P.S Francisco de la ciudad de Sevilla se han hecho a los
santos mártires del Japón). De la década de los 30 son un romance
(Grandiosa victoria del general de Ceuta sobre los moros de Tetuán), de
1633, la Relación de la fiesta y octava celebrada en la parroquia de San
Miguel de Sevilla en desagravio por los sucesos de Flandes (ocupación de
Tillemont de Flandes por tropas francesas) de 1635 y una obra Contexto de
las reales fiestas que se hicieron en el Palacio del Buen Retiro (Madrid,
1637), celebradas con ocasión de la coronación de Fernando III, rey de
Hungría.  Dos años después, con motivo de la celebración de las fiestas del
Corpus Christi en Sevilla, compone y publica una Loa sacramental en cuatro
lenguas, en la que cuatro personajes –un portugués, un francés, un morisco y
un negro- elogian a la ciudad del Guadalquivir y a sus autoridades. Desde
finales de la década de los 20 su actividad como cronista es constante hasta
mediada la centuria. Aunque no se sepa a ciencia cierta si esta fue toda su
producción, estas relaciones sitúan a Ana Caro entre los propagandistas de la
monarquía de Felipe IV y en línea con la política del Conde-Duque a cuyo
círculo de amistades estaba próxima. También estará presente en las
Academias literarias de su tiempo –la madrileña y la sevillana- y en las redes
de relación personal y profesional de otros escritores de la época como la
novelista María de Zayas. Ana Caro se movió en los círculos políticos,
cortesanos y literarios de su época, lo que le valió la participación en justas
literarias y fiestas conmemorativas que reunían a escritores destacados y
famosos, pero también tuvo una relación comercial constante con instituciones
que pagaron su trabajo, así, por ejemplo, el cabildo sevillano le encargó autos
sacramentales para las fiestas del Corpus sucesivamente entre 1641 y 1645.

Su actividad profesional nos muestra a una mujer que contradice con su


actividad como profesional de la escritura los roles sociales impuestos a las
mujeres, propios, por otra parte, de una sociedad y unos valores que ella
misma parece defender. Las incógnitas que se extienden sobre su origen,
familia, formación y trayectoria vital no ayudan a un acercamiento mayor a su
pensamiento. No obstante, para Lola Luna, fue una feminista “avant la lettre”
que puso en práctica el derecho a la cultura y a un oficio algo que entonces se
consideraba masculino.

Autora: María José de la Pascua Sánchez

Bibliografía

HORMIGÓN, J. A. (dir.), Autoras en la Historia del Teatro Español (1500-


1994). Madrid, publicaciones de la Asociación de Directores de Escena de
España, 1996.

LUNA RODRÍGUEZ, Lola, “Ana Caro, una escritora de oficio” en Leyendo


como mujer la imagen de la Mujer. Barcelona-Sevilla, Anthropos-Instituto
Andaluz de la Mujer, Junta de Andalucía, 1996, pp. 138-157.

LUNA RODRÍGUEZ, Lola, “Dos escritoras para la historia: Valentina Pinelo


y Ana Caro”, Breve historia feminista de la literatura española, Barcelona,
Anthropos, 1995, tomo IV, pp. 243-279.

MARMOLEJO, Mª I.; “Ana Caro Mallen de Soto”, en MARTÍNEZ, C.;


PASTOR, R. DE LA PASCUA SÁNCHEZ, Mª J. (dirs.), Mujeres en la
Historia de España. Enciclopedia biográfica. Barcelona, Planeta, 2000, pp.
228-231.
Obras de Caro de Mallén, Ana, 1565-1652

Caro Mallén de Soto, Ana (s. XVII).

Poetisa y dramaturga española, una de las más brillantes y conocidas del


Siglo de Oro español. Sin embargo, a pesar de que su obra gozó en su día
de una gran estima por parte del público y de sus compañeros de profesión,
apenas nos han llegado datos acerca de sus circunstancias biográficas. Se
ignora dónde y cuándo nació, y se supone que debió de morir al comienzo
de la segunda mitad del siglo XVII, en fechas cercanas al fallecimiento del
caballero granadino don Juan Caro Mallén de Soto, caballerizo mayor de la
Marquesa de Villanueva de Valdueza, doña Elvira Ponce de León. Se supone
que dicho caballero, muerto en 1655, era hermano de doña Ana, de la que
no se tiene más noticia a partir de esta fecha.

Doña Ana Caro de Mallén, conocida como la "décima musa andaluza" entre
sus compañeros de oficio, fue celebrada por doña María de Zayas y
Sotomayor(con quien sostuvo una estrecha amistad), por Alonso de Castillo
Solórzano, por Luis Vélez de Guevara (que dejó un retrato suyo en El diablo
cojuelo) y por Rodrigo Caro, quien la incluyó entre sus Varones insignes en
letras naturales de la ilustrísima ciudad de Sevilla (1635). Allí, la describió
como "insigne poetisa que ha hecho muchas comedias, representadas en
Sevilla y Madrid y otras partes, con grandísimo aplauso, en las cuales casi
siempre se le ha dado el primer premio".

De la producción poética de doña Ana Cara Mallén de Soto sólo se ha


conservado su poesía de circunstancias, siempre ceñida a las relaciones que
hizo por encargo, o para presentarse a algún certamen. Se trataba de
descripciones en verso de fiestas religiosas o cortesanas, o de
conmemoraciones de victorias bélicas, nacimientos regios, canonizaciones y
demás sucesos dignos de feliz recuerdo. Así, en 1628 escribió su primera
obra conocida, la Relación poética de las fiestas celebradas en el convento
de San Francisco en Sevilla. Ya por aquel entonces debería de atender a los
encargos que le llegaban de la Corte, a la que es probable que se trasladase
en 1637, para participar en la fiestas del Buen Retiro. Pero nunca perdió el
contacto con Sevilla (ciudad en la que ubican su nacimiento algunos
estudiosos de su obra), cuyo Cabildo catedralicio contrató sus servicios para
que solemnizase con sus autos sacramentales las fiestas del Corpus de los
años de 1641, 1642, 1643 y 1645.

Su obra dramática, falta de cualquier originalidad (pues se sujeta siempre a


los postulados teatrales de su tiempo), refleja, en cambio, a una
dramaturga versátil y vigorosa, capaz de moverse con soltura por géneros
tan distintos como el auto sacramental o la comedia de enredo. Respecto a
los títulos concretos, sabemos que escribió La puerta de la Macarena y La
cuesta de Castilleja, dos autos sacramentales que se han perdido. Mejor
suerte mereció una Loa sacramental representada en Sevilla el día del
Corpus Christi de 1639, que además fue publicada en dicha ciudad en el
transcurso de aquel mismo año. Escrita en romance, presenta a un
portugués, un francés, un morisco y un negro que, en su peculiar
pronunciación del castellano, se deshacen en elogios hacia Sevilla, la
Religión y el Santísimo Sacramento. A pesar de ser una pieza de encargo,
meramente circunstancial, tiene un gran valor como fresco lingüístico de las
diferentes jergas habladas por aquel entonces en Sevilla.

Pero las dos piezas que han legado a la posteridad el nombre de doña Ana
Caro Mallén de Soto son las comedias Valor, agravio y mujer y El conde
Partinuplés, ambas compuestas de tres jornadas y escritas en versos de
variadas medidas. Además, se le ha atribuido también una comedia
titulada Peligro en mar y tierra, que hoy en día se considera perdida.

Valor, agravio y mujer, que fue publicada en varias ocasiones durante el


siglo XVII, sitúa su acción en Flandes y en Bruselas, dentro de una corriente
temática que presenta a la mujer disfrazada de hombre, para vengar así la
afrenta o reparar el daño causados a su honor. Frente a otras obras
similares de su tiempo (como el Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de
Molina), Valor, agravio y mujer no muestra a una autora demasiado
interesada por el enredo de las situaciones, sino más bien preocupada por
dotar a su protagonista femenina de una vigorosa caracterización
psicológica.

El conde Partinuplés está considerada la obra cumbre de la producción


dramática de doña Ana Caro Mallén de Soto, y como tal fue tratada ya en
su época, pues mereció el honor de ser publicada en 1653, dentro del
famoso Laurel de Comedias.Quarta parte de diferentes autores, de Diego de
Balbuena. Se trata de una comedia caballeresca, ubicada en Constantinopla,
en Francia y en ciertos lugares imaginarios (como un castillo encantado),
que intenta recrear el mundo medieval propio de los ciclos artúrico y
carolingio. Es una pieza dramática cuya conseguida espectacularidad
requiere grandes alardes de luces y tramoya, lo que la aproxima a la
comedia de magia que tanto gustará a finales del XVII y comienzos del
XVIII. En ella, y a pesar del tributo rendido al mundo caballeresco, las
mujeres llevan todo el peso de la acción, para reducir a los personajes
masculinos al papel de meros comparsas, siempre sujetos a todas las
decisiones de las protagonistas.

Bibliografía

 HORMIGÓN, Juan Antonio (dir.) Autoras en la Historia del Teatro


Español (1500-1994). (Madrid: Publicaciones de la Asociación de Directores
de Escena de España, 1996).

http://www.juntadeandalucia.es/cultura/caletras/autores/ana-caro-mallen

Ana Caro Mallén


Dramaturga del Siglo de Oro de la cual no se sabe si nació en Sevilla o en Granada, del
mismo modo que no se tienen noticias de la fecha de su nacimiento ni de su defunción. En
1637 escribió en Madrid el poema laudatorio "Contexto de las reales fiestas madrileñas del
Buen Retiro". En aquel ambiente madrileño trabó amistad con la famosa novelista María de
Zayas y con otros colegas de los que recibió distintos reconocimientos. Entre estos
reconocimientos destacó el de Luis Vélez de Guevara quien la mencionó en su El Diablo
Cojuelo con el apelativo de la décima musa sevillana. Alcanzó el favor y la protección del
Conde Duque de Olivares y del cabildo sevillano. Asistió a la Academia Literaria del Conde
de la Torre. Al parecer cobró por algunas obras, por lo que se la ha considerado como una de
las primeras escritoras profesionales. Entre sus obras despuntan algunos poemas extensos
sobre acontecimientos, celebraciones y fiestas públicas, como por ejemplo Romance por la
Victoria de Tetuán (1633). También se han conservado dos comedias - El conde Partinuplés
(publicada en 1653) y Valor, agravio y mujer- y una Loa Sacramental en la que juega con las
distintas jergas que podían escucharse en la ciudad. Entre 1641 y 1645, asumió el encargo
de escribir los autos sacramentales para las fiestas del Corpus de Sevilla. De ellos, sólo se
han conservado los títulos: La Cuesta de la Castilleja, La Puerta de la Macarena y Coloquio
entre dos. Destacó en sus obras como hábil constructora de enredos y desarrolló personajes
femeninos de gran fuerza. El Conde Partinuplés es una comedia caballeresca sobre las
leyendas artúricas y carolingias, entreverada de historias mitológicas, en el que destaca el
papel de la maquinaria escénica para una comedia llena de encantamientos, lances, torneos
y guerras. Valor, agravio y mujer es una comedia de enredo de ambiente palatino que
desarrolla, invirtiéndolo, el mito de Don Juan, con alusiones a El Burlador de Sevilla. Está
construida sobre el tópico de la mujer vestida de hombre, y en ella, la autora supo manejar
los convencionalismos sociales de su tiempo con bastante habilidad. La mujer protagonista
de esta comedia, Leonor, es cortejada por Don Juan de Córdoba, quien después de
prometerle en matrimonio, la abandona. Para retar su deshonor, ella se va de España y le
sigue a Flandes. Cuando llega a Bruselas se disfraza de hombre y se hace llamar Leonardo.
Su plan para recobrar su honor es obligar a Don Juan al matrimonio o matarle. Es una pieza
del feminismo en el siglo XVII. Ana Caro critica las costumbres de su época y la posición que
ocupan las mujeres en el orden social (Según LOPEZ-MAYHEW, Bárbara: Valor, Agravio y
Mujer, (ed.) 2009, Ana Caro es contemporánea de los famosos autores del Siglo de Oro, y su
obra es considerada ahora como una pieza importante de la literatura, aunque ha sido
marginada durante siglos debido a que había sido escrita por una mujer)

Ana Caro Mallén de Soto fue una de las primeras mujeres que hizo de la
escritura su profesión y su medio de vida. Gozó de fama y reconocimiento  en su
época no solo entre sus colegas escritores, hombres y mujeres, sino también de
autoridades e instituciones que le hicieron encargos de obras con motivo de
festejos y conmemoraciones.
Una niña esclava adoptada por un joven matrimonio
No se sabe exactamente la fecha ni el lugar de su nacimiento, pero sí que se
conoce un dato que puede resultar curioso: Ana Caro de Mallén fue hija
adoptiva del procurador de la Real Audiencia de Granada, Gabriel Caro de
Mallén, quien en 1600 la prohijó, bautizándola al mismo tiempo que a su hijo
Juan. En la partida de bautismo de Ana, que recibe el nombre de su madre de
adopción, figura la indicación “Ana María, esclava de Gabriel Mallén” y se
señala que era adulta.

Retrato de una niña de José Antolínez (Museo del Prado)

Juana Escabias (1) nos aclara qué significaba en aquel contexto histórico que
Ana María fuera esclava y qué se consideraba “ser adulto” en esta época.
Seguramente os sorprenderá saber que España fue el último país occidental en
abolir la esclavitud, fenómeno que, además, en Granada fue especialmente
grave a causa de la rebelión de los moriscos de finales del XVI. La población
morisca fue dispersada para evitar levantamientos: familias enteras fueron
separadas, vendiéndose los niños y niñas como esclavos para que fueran
cristianizados.  Este, probablemente, fue el caso de Ana María Caro. La acción
de Gabriel Caro de Mallén de bautizarla fue un acto de acogimiento y protección
hacia la niña.

¿Cuántos años tenía Ana María cuando la adoptaron? Teniendo en cuenta que
en esa época la edad penal para los esclavos se situaba en torno a los 10 años y
medio para los niños y 9 años y medio para las niñas; nuestra autora debía de
tener una edad próxima a los 10 años. Para el cálculo de la edad de Ana María
hay que tener en cuenta también que para adoptar un niño se exigía, entre otras
condiciones, que hubiera una diferencia mínima de 18 años entre el padre
adoptivo y la persona que se adoptaba. Gabriel Caro de Mallén, su padrastro,
tenía 31 años cuando prohijó a nuestra autora.
La familia de Ana Caro fue una referencia continua en su vida: su viaje a Madrid
para realizar  un encargo profesional (la relación de una boda real) coincide con
la época en que su hermano mayor aconseja al rey y es protegido por el
poderoso Conde-Duque de Olivares (a quien la propia Ana escribe cartas y
dedica su relación); en su comedia Valor, agravio y mujer el hermano de la
protagonista sirve en la corte como caballerizo mayor (como lo hacía su
hermano Juan) y esta emplea el apellido Ponce de León (el de la marquesa y
camarera de la Reina a quien sirve Juan). Su hermano mayor, fray Juan Mallén,
también está presente en sus escritos: la relación que Ana realiza en 1628 como
homenaje a los mártires del Japón describe un suceso que influía directamente
en fray Juan, que se preparaba para ser misionero en el Extremo Oriente.
Una educación exquisita
No se sabe nada acerca de sus estudios, aunque sus referencias mitológicas e
históricas y su dominio de los clásicos, permiten adivinar largos años de estudio
y preparación. En sus obras se citan autores como Lucano, Séneca, Marcial,
Enrique de Villena, Juan de Mena o fray Luis de Granada, entre otros. Conoce
también a los autores contemporáneos: Cervantes, Góngora (a quien alaba en
alguna ocasión), Calderón o Tirso de Molina.

Todas estas lecturas nos dan la imagen una mujer intelectualmente inquieta y
en continua formación. Era una mujer interesada por el presente, por los
acontecimientos sociales y políticos que la rodeaban; brillante y con capacidad
de análisis.

Vida y muerte en Sevilla

Ana Caro de Mallén abandonó Granada con su familia y se instaló en Sevilla


donde pasaría el resto de su vida, con la única excepción del viaje que realizó a
Madrid en 1637, donde acudió para escribir la relación de una boda real. Allí
participó en las reales fiestas que se celebraron en el palacio del Buen Retiro, en
ocasión de la coronación de Fernando III como rey de Hungría y de la entrada
en Madrid de María de Borbón. En la corte, Caro conocerá a Castillo Solórzano y
a María de Zayas.
Trabó una entrañable amistad con María de Zayas durante este periodo
madrileño. Ambas manifestaron públicamente su mutua admiración. Zaya dijo
de doña Ana:

“La señora doña Ana Caro, natural de Sevilla; ya Madrid ha visto y hecho
experiencia de su entendimiento y excelentísimos versos, pues los teatros le
han hecho estimada y los grandes entendimientos le han dado laureles y
vítores, rotulando su nombre por las calles.”

Por su parte, Ana Caro le dedicó, en el año 1638, las Décimas a doña María de
Zayas y Sotomayor.
En Sevilla inició y desarrolló su carrera literaria y se relacionó con la élite
literaria y cultural de la ciudad. Perteneció  a la academia literaria que sostenía
el conde de la Torre y recibió la protección de numerosas personalidades. Vélez
de Guevara, en su obra El Diablo Cojuelo (1641) la presenta leyendo una silva en
esta academia; aunque no se ha encontrado ninguna referencia más a la autora
en la mencionada academia.
A partir de 1646 no se vuelven a tener noticias de la escritora. Juana Escabias,
en su investigación sobre la autora, encontró una inscripción de fallecimiento de
ese mismo año a nombre de doña María Ana Caro que ella atribuye a la
escritora. La inscripción se encuentra en el que fue el antiguo convento de
dominicos donde vivió y trabajo su hermano fray Juan Mallén y reseña, adeás,
los nombres de otras personas fallecidas por la peste.

«La peste de 1649», obra anónima, en la que puede verse el Hospital de la Sangre, más tarde de las
Cinco Llagas, donde se instaló un lazareto exterior para atender a los apestados

Parece probable que Ana Caro de Mallén falleció a causa de una epidemia  de
peste en “La Rabeta”, un hospital ubicado en una antigua plaza hoy
desaparecida del mismo nombre. Las circunstancias de su fallecimiento
refuezan la teoría de que Ana María Caro de Mallén escribió una obra bastante
más extensa de que la que conocemos y ha llegado hasta nosotros. El destino de
su legado, de toda aquella producción que no pudo editar o hacer pasar a la
posteridad, debió de ser el que en la época se tributaba a las pertenencias de los
fallecidos por la epidemia de la peste: el fuego.

Una famosa escritora profesional

Ana Caro de Mallén fue una escritora famosa


en su tiempo, que cobraba por su trabajo y cuyos clientes pertenecían a la
nobleza, tanto de Sevilla como de Madrid. Gracias a la investigación de Lola
Luna, conocemos que Ana Caro fue una “escritora profesional”. Recibió 1100
reales por el Contexto de las reales fiestas, documentado en los gastos generales
de las fiestas. Además, poseemos documentos de las Actas y Acuerdos del
cabildo sevillano sobre los pagos por sus autos, por lo que cobró 300 reales por
cada uno de ellos.
Tuvo acceso al mundo editorial y publicó y reeditó sus textos dramáticos en
solitario y en antologías en las que fue acompañada de escritores de primera
talla. Su obra de teatro Valor, agravio y mujer aparece en compendios de
comedias junto a obras de Lope de Vega, Calderón de la Barca, Diego de Torres
y Villarroel, Gerónimo de Cifuentes, Carlos de Arellano o sor Juana Inés de la
Cruz. El conde Partinuplés se publicó en Laurel de Comedias. La nómina
de dramaturgos que la acompañaban en aquella ocasión eran: Pedro Calderón
de la Barca, Francisco de Vitoria, Luis Vélez de Guevara, Juan Ruiz de Alarcón,
Antonio de Mendoza, Antonio Mira de Amescua, Gaspar de Ávila…
De toda la producción literaria de esta autora, solamente han llegado hasta
nosotros dos comedias, una loa, un coloquio sacramental, cuatro relaciones y
cinco poemas sueltos. En 1645 escribe y cobra en Sevilla la última pieza teatral
que conocemos y conservamos de ella. Ese mismo año aparece impreso un
soneto dedicado al notario Tomás de Palomares, titulado “Marinero feliz, que
nunca hallamos…, que se publica en la obra Estilo nuevo de escrituras públicas
del mencionado notario. En 1646 encontramos la última de sus creaciones, un
soneto para doña Inés Jacinta Manrique de Lara (“Si pensara, señora, que al
terrible…”), compilado en el manuscrito Sonetos varios recogidos aquí de
diferentes autores así de manuscritos como de algunos impresos.
Parece plausible suponer que doña Ana tuvo una producción más extensa de la
que se ha conservado. Se adivina en su obra mucha práctica tras su nivel
creativo. Su notorio dominio de la técnica de la versificación es innegable, igual
que su pericia para la construcción dramática: las dos comedias que
conservamos de ella son evidentemente obras de madurez. Otros hechos avalan
una perdida producción literaria de esta autora, fundamentalmente los
testimonios de sus contemporáneos acerca de su extensa obra. Rodrigo Caro,
por ejemplo, dijo en su obra Varones insignes en letras naturales de la
Ilustrísima Ciudad de Sevilla:
Doña Ana Caro, insigne poeta, que ha hecho muchas comedias representadas
en Sevilla, Madrid y otras partes con grandísimo aplauso, y ha hecho otras
muchas y varias obras de poesía, entrando en muchas justas literarias, en las
cuales, casi siempre, se le ha dado el primer premio.

Las Relaciones
Aparte de su condición de autora de teatro, la crítica destaca hoy especialmente
su labor pionera como autora de relaciones y cronista de los acontecimientos de
su tiempo, singulares, costumbristas, conmemorativos y celebrativos, actividad
“periodística” para la que recibió encargos. El conde-duque de Olivares se
interesará personalmente para su publicación. Esto hizo que la profesión de
poeta fuera muy competitiva y, por ello, es más admirable que estos encargos le
fueran hechos.

Las relaciones de sucesos eran textos literarios en los que se narraban


acontecimientos sociales, históricos, religiosos o políticos. Se publicaban en
pliegos sueltos y eran muy populares, constituyendo una de las primeras
manifestaciones de la cultura de masas. Como género, en estas relaciones los
poderes seculares y eclesiásticos buscan el efecto propagandístico del arte y la
literatura, pudiendo reconocerse en ellas los primeros atisbos de formación de
lo que conocemos como opinión pública.

En las Relaciones de sucesos de Ana Caro se celebraba la expansión territorial


del imperio español, el poder monárquico y sus fastos, la exaltación de la fe
católica, la lucha contra el hereje y el culto a los santos como parte de esa misma
política.

De este último tema trata la primera Relación publicada en 1628, Relación en


que se da cuenta de las grandísimas fiestas que en el convento de
N.P.S. Francisco de la ciudad de Sevilla se han hecho a los santos
mártires de Japón. Se celebraba que el papa Urbano VIII había beatificado a
los 26 sacerdotes que habían sido ejecutados mediante crucifixión en 1597 en
Nagasaki. El texto de Ana Caro se ha relacionado con la actividad de los
franciscanos para dar a conocer los hechos, de ahí las fiestas que se celebraron
en el convento de la orden en Sevilla, objeto de la Relación.
En 1633 sale a la luz pública un romance, la Grandiosa victoria del
general de Ceuta sobre los moros de Tetuán, en el que se celebraba una
victoria mínima, al parecer con datos reales.
La Relación de la fiesta y octava celebrada en la parroquia de San
Miguel de Sevilla en desagravio por los sucesos de Flandes se publicó
en 1635  y narra la ocupación de Tillemont de Flandes por tropas francesas.

Fernando III de Austria, nombrado rey de Hungría en 1637. Retrato de Frans Luycx

En 1637 parece haber alcanzado cierto renombre como autora de relaciones,


pues cobra 1100 reales por parte de la Villa de Madrid, para la que escribe con
motivo de las celebraciones del Buen Retiro a las que hemos aludido antes.
Según pone de manifiesto la propia escritora, en 1637 se traslada de Sevilla a al
corte; dice llegar a Madrid en un frío enero y señala con precisión que se aloja
en la Red de San Luis, pero no alude a María de Zayas, a la que elogia en uno de
los poemas preliminares de las novelas, publicadas ese mismo año. Se había
nombrado en la dieta de Ratisbona rey de Romanos al rey de Hungría y
Bohemia, Fernando III, familiar de Felipe IV, y entraba en Madrid la princesa
de Cariñán, María de Borbón, por lo cual se desarrolló una serie de festejos del
16 al 25 de febrero, como pusieron de relieve otras relaciones de la época; se
trataba de un asunto de implicaciones políticas en la Europa del momento.

El teatro religioso
Al menos desde 1639 se dedica al teatro religioso. Ese año, de nuevo en Sevilla,
aparece una Loa sacramental para las fiestas del Corpus, se trata de un texto
compuesto en cuatro lenguas, que son parodiadas: portugués, francés, morisco y
guineo.
De 1641 a 1645 participa en las fiestas del Corpus Christi, pagada por el Cabildo
de Sevilla, para el que compone algunas obras que se han perdido, como La
puerta de la Macarena y La cuesta de la Castilleja. En 1645, también
para el Corpus, redactó un Coloquio entre dos.
Las comedias
Solo conservamos dos de las “muchas comedias” a las que aludía Rodrigo Caro:
una de enredo, Valor, agravio y mujer, y otra caballeresca, El conde
Partinuplés. Esta última publicada en 1653, en el Laurel de Comedias.
Cuarta parte de diferentes autores. En ambas, la dramaturga transmite un
mensaje a favor de las mujeres, aunque en la de caballerías lo hace de una forma
mucho más velada, ya que en sí se trata de la dramatización del romance
homónimo, Portonopeus de Blois (1188), traducido y publicado en España
en 1497.
El conde Partinuplés
Sirviéndose del argumento primigenio, Caro
escribe una comedia de gran elaboración escenográfica –de apariencias y
tramoya–, que le permitió recrear sobre las tablas el ambiente mágico que ya
aparecía en la novela.
La comedia comienza cuando los cortesanos le exigen a Rosaura, emperatriz de
Cosntantinopla, hija de Aureliano y Rosimunda, que ya han muerto, que se case.
Explican que el imperio necesita sucesor. Rosaura replica que ha evadido el
matrimonio debido a un funesto pronóstico astrológico. Persuadida por sus
vasallos, Rosaura acepta casarse en el plazo de un año. Con la ayuda de la maga
Aldora busca el mejor candidato, utilizando un espejo mágico. De los varios
candidatos escoge al conde Partinuplés, aunque este ya tiene dama, Lisbella.
Gracias a las artes de Aldora, consigue atraerlo al palacio y allí, utilizando la
trama de la amante invisible, intenta probar su fidelidad y su palabra. Con la
ayuda de Aldora todo se resuelve y la emperatriz Rosaura se casa con el conde
Partinuplés.

La obra se ha considerado de escaso interés por su falta de originalidad, ya que


la trama limita a ceñirse a las normas establecidas. Lo interesante en ella, dicen
los críticos, no es el conflicto, ni los personajes o la coherencia de la acción, sino
los efectos especiales, la escenografía, es decir, cómo se ponía en escena.

Podéis ver una representación de una obra realizada por Iceberg Studio:

Valor, agravio y mujer


 
Valor, agravio y mujer nos presenta la historia
de doña Leonor, una dama abandonada por don Juan, y sus intentos de
recobrar su honor. Según el texto mismo, Leonor es una mujer bellísima, tierna
y discreta que siguió las reglas del juego de amor con don Juan. Se vieron, se
enamoraron, se reunieron con la ayuda de una tercera y se prometieron ser
esposos. Don Juan pone de inmediato tierra de por medio. Llega a Flandes
donde se enamora de la duquesa Estela, y donde conoce al hermano de Leonor,
Fernando, que no ha visto a Leonor desde que era una niña y que pretende
también a Estela. Los ingredientes de la intriga están servidos. Leonor saldrá en
persecución de don Juan y al descubrirse engañada jurará venganza.
Leonor se describe también como fuerte, apasionada, resuelta, vengadora  y
valiente. Este soliloquio con que termina la primera jornada muestra la
grandeza de la figura escénica de Leonor:

¡Venganza, venganza,
cielos! El mundo murmure,
que ha de ver en mi valor,
a pesar de las comunes
opiniones, la más ilustre
resolución que vio el orbe…
Mi honor, en la altiva cumbre
de los cielos he de ver,
o hacer que se me disculpen
en mis locuras mis yerros,
o que ellas mismas apuren
con excesos cuanto pueden,
con errores cuanto lucen
valor, agravio y mujer,
si en un sujeto se incluyen.

Leonor representa así una tradición bastante popular en la comedia: la de la


mujer varonil, y especialmente la vengadora de sí misma.
Yo, ¿soy quién soy?
Engáñaste si imaginas,
Ribete, que soy mujer;
mi agravio mudó mi ser.

Leonor con su astucia logrará recuperar a don Juan sin necesidad de buscar la
protección de su hermano, dando ella misma con su valor solución a su agravio
y desmintiendo de paso la común opinión sobre la flaqueza de las mujeres.
Disfrazada de Leonardo enamorará a Estela, dejando a don Juan compuesto y
sin dama; se hará pasar por el nuevo prometido de Leonor, que en realidad es
ella misma, que, antes de casarse con Leonor, ha decidido vengar el ultraje
cometido con ella por don Juan, con el que se enfrentará espada en mano,
mostrando también su habilidad en este coto varonil. Bajo su identidad de
Leonardo, Leonor desafiará en todo a don Juan como galán y como caballero.
Don Juan, furioso con este Leonardo, en quien no reconoce a Leonor, es ahora
quien se siente traicionado, pues al haber dado a Leonor palabra de
matrimonio, se considera como un marido engañado. El malparado es el
hombre, acusado de inconstante:

¿No sois vos el inconstante


que finge, promete, jura,
ruega, obliga, persüade,
empeña palabra y fe
de noble, y falta a su sangre,
a su honor y obligaciones,
fugitivo al primer lance,
que se va sin despedirse
y que aborrece sin darle
ocasión?

La autora maneja una fórmula teatral establecida: la mujer disfrazada de varón


que busca la recuperación de su honra y que aparece en otras obras de la época:
Rosaura de La vida es sueño, Gila de La serrana de la Vera y Juana de Don Gil
de las calzas verdes, por ejemplo.

Leonor asume las reglas de un código del honor que la obliga a casarse con don
Juan, pero ironiza sobre las exigencias de un código establecido por el hombre
en el que el hombre puede verse absurdamente atrapado. Don Juan, que no ha
tenido problemas en agraviar a Leonor, se siente ultrajado cuando cree que
Leonor le ha olvidado y tiene relaciones con Leonardo. No puede casarse con
Leonor, aunque muera Leonardo, porque no puede perdonar el ultraje. Y don
Fernando tampoco tiene salidad, pues no puede casar a Leonor con Leonardo, si
vive don Juan, con quien se había dado palabra de matrimonio, pues eso sería
bigamia. La conclusión a la que llegan es absurda:

Todos hemos de matarnos,


yo no hallo otro remedio.
La oportuna revelación de Leonardo sobre su verdadera identidad, la de Leonor,
reconvierte  una solución sangrienta en una solución amable y al gusto de todos.
Leonor resuelve su agravio sin ayuda de un hombre y sin sangre. La autora
elude conscientemente un final trágico, en contestación a un género teatral bien
conocido, el de los drama de la honra del tipo de El castigo sin venganza, de
Lope de Vega, o de El médico de su honra de Calderón, en los que el código del
honor exige que cualquier agravio, real o imaginado, sea lavado con sangre.

El Festival de Almagro programó en julio de 2019 un ciclo sobre la obra


dramática de Ana Caro de Mallén:

PARA SABER MÁS…


Podéis ver esta entrevista a Ignacio García sobre la obra de Ana Caro de Mallén
en el Club Virtual de Lectura del Instituto Cervantes:

Fuentes:

 BARANDA LETURIO, Nieves: “Las escritoras en el siglo XVII”


Edición digital a partir de Ignacio Arellano  (coord.), Paraninfos,
segundones y epígonos de la comedia del Siglo de Oro, Barcelona:
GRISO, Universidad de Navarra/ Anthropos, 2004, pp. 21-28.
 COLÓN CALDERÓN, Isabel: “Ana Caro Mallén de Soto” en
<http://dbe.rah.es/biografias/17213/ana-caro-de-mallen-y-soto&gt;
[Consultado el 7/04/2]
 ESCABIAS, Juana: “Ana María Caro Mallén de Torres: una esclava
en los corrales de comedias del siglo XVII” en EPOS, XXVIII (2012), pp.
177-193.

 FERRER VALLS, Teresa: “La ruptura del silencio: mujeres


dramaturgas en el siglo XVII” en Mujeres, escrituras y lenguajes (en la
cultura latinoamericana y española), Valencia, Universitat de
Valencia, 1995.
 LUNA RODRÍGUEZ, Lola: “Ana Caro, una escritora de oficio”
en Leyendo como mujer la imagen de la Mujer, Barcelona-Sevilla,
Anthropos- Instituto Andaluz de la Mujer, Junta de Andalucía, 1996, pp.
138-157.
 PASCUA SÁNCHEZ, María José de la: “Ana Caro Mallén de Soto,
dramaturga (1590-1646)” en <http://www2.ual.es/ideimand/ana-caro-
mallen-de-soto-1590-1646-dramaturga/&gt; [Consultado el 7/4/20]
 STROUD, Mathew D.: “La literatura y la mujer en el Barroco: “Valor,
agravio y mujer” de Ana Caro”, edición digital a partir de las Actas del
VIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas,
celebrado en Brown University, Providence, Rhode Island, del 22 al 27
de agosto de 1983, volumen II, pp. 605-612.
 URBAN BAÑOS, Alba: “Las protagonistas ideadas por dramaturgas:
¿damas que desdicen su nombre?” Edición digital a partir de Germán
Vega García-Luengos y Héctor Urzáiz Tortajada
(coords.), Cuatrocientos años del “Arte nuevo de hacer comedias” de
Lope de Vega. Actas selectas del XIV Congreso de la Asociación
Internacional de Teatro Español y Novohispano de los Siglos de Oro,
Valladolid, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de
Valladolid, 2010, pp. 1057-1066.
 URBAN BAÑOS, Alba: “El “yugo del himeneo”: obligación, elección y
desenlace en El conde Partinuplés de Ana Caro”, edición digital a partir
de Elisa García-Lara y Antonio Serrano (coords.), Dramaturgos y
espacios teatrales andaluces de los siglos XVI-XVII. Actas de las XXVI
Jornadas de Teatro del Siglo de Oro, Almería, Instituto de Estudios
Almerienses, 2011, pp. 385-402

Fue una de las voces poéticas y dramatúrgicas más importantes del siglo XVII.
El Siglo de Oro siempre nos remite a Quevedo, Lope de Vega o Calderón de
la Barca, pero pasa de puntillas por otros nombres como el de Ana Caro
Mallén de Soto, también conocida como «la décima musa andaluza».

Aunque sabemos que nació en 1590 se desconoce si nació en Sevilla o


Granada, pero de lo que sí tenemos constancia es que era una esclava con
padres adoptivos moriscos. No se sabe tampoco si era huérfana de algún
rebelde morisco o hija de una esclava.

Su carrera oficial comienza en 1628, cuando participó con la Relación


poética de las fiestas celebradas en el convento de San Francisco en
Sevilla en las fiestas que la ciudad celebrara por los mártires del Japón. Más
tarde, en 1637 escribe el poema laudatorio Contexto de las reales fiestas
madrileñas del Buen Retiro.
Se sabe que mantenía una estrecha relación con María de Zayas, la otra
gran escritora del Siglo de Oro junto a sor Juana Inés de la Cruz, y que
incluso convivió con ella en Madrid. También trabó amistad con la condesa
de Paredes, una mecenas de las mujeres literatas. Al contrario que otras
escritora, Ana recibió el elogio en vida por parte de personalidades como
Juan de Matos Fragos o Luis Vélez de Guevara, quien la menciona en El
diablo cojuelo  con el apelativo ‘La décima musa sevillana’. Contó con el
favor del Conde Duque de Olivares y hay documentos que demuestran
que llegó a cobrar por su trabajo, lo cual la convierte en una de las primeras
escritoras profesionales.

Se tiene constancia gracias a Rodrigo Caro, poeta e historiador, de


que ganó varios certámenes poéticos y llegó a ser muy valorada en su
época. Escribió sobre todo poemas de celebraciones, eventos y fiestas
públicas. Todo ello estaba al servicio del discurso dominante de la época e
impregnado por la religión. Aun así, la autora aprovechó los prólogos,
inicios y cierres de sus poemas para demostrar su valía.

Gran parte de su obra no ha llegado hasta nosotros porque fue destruida,


pero aun, así a día de hoy se conservan algunos de sus más célebres
encargos que pudieron publicarse gracias al favor del Conde Duque. En lo
que respecta al teatro, escribió autos sacramentales para las fiestas del
Corpus en Sevilla —La puerta de la Macarena y La cuesta de Castilleja— entre
1641 y 1645 y dos comedias: El conde Partinuplés, una obra ambientada en
el mundo medieval  y Valor, agravio y mujer, donde la autora reinterpreta
los temas que afectaban a las mujeres, eligiendo siempre un final feliz lejos
de los dramas de honra de Lope de Vega o Calderón, y siempre haciendo
hincapié en el papel que ocupaba la mujer en el barroco.

Probablemente, falleció por la epidemia de peste en Sevilla el 6 de


noviembre de 1652, siendo su entierro uno de los más costosos de la
época. Todo para conmemorar la marcha de una de las escritoras
andaluzas más importantes de la historia de la literatura.
Ana Caro de Mallén es una mujer del Siglo de Oro: culta, autora de autos
sacramentales, comedias y relaciones, con una vida trufada de misterios. Gozó de la
admiración de sus contemporáneos y disfrutó de una situación social confortable. De
todo lo cual conocemos apenas el eco pues la mayor parte de su obra se ha perdido.
Es suficiente, sin embargo, para poner en cuestión el dominio absoluto de los hombres
en la literatura del Siglo de Oro español.
El primero de los misterios que rodea a Ana Caro de Mallén es su origen y la fecha de
su nacimiento. Fue bautizada en Granada -en seis días del mes de octubre de mil
seiscientos- como hija de Gabriel Caro de Mallén y Ana María de Torres, padres
adoptivos. En la partida de bautismo aparece como “sclava de Gabriel Mallén” y “era
adulta”, lo que induce a pensar que podía tratarse de hija de morisco y que en esa
fecha podría tener nueve años y medio, edad en la que una mujer era considerada
adulta. Como compadre aparece el secretario Melchor de Adarve, siendo testigos Juan
Sillero y Bartolomé Muñoz.
La adopción se compadece bien con el estatus de la figura paterna. Gabriel Caro era
por entonces procurador de la Real Audiencia de Granada, dependiente de la corona,
organismo que decidía sobre la existencia y el futuro de los esclavos moriscos, muchos
de ellos menores de edad. El propio rey fomentaba que los niños moriscos esclavos
fueran acogidos en familias de cristianos viejos para su integración en la sociedad. La
ley obligaba que quien prohijaba tuviera al menos dieciocho años más que la persona
adoptada y que hubiera demostrado capacidad para procrear.

No es posible conocer cómo llegó a la familia Caro de Maillén la niña que toma el
nombre de su madre adoptiva, si era hija de alguna esclava morisca de la familia o
había sido recogida en alguno de los procesos que tuviera que ver el padre, la partida
bautismal no menciona a los padres biológicos. También pudo ocurrir que la niña
estuviera ya en la casa y hubieran de esperar al nacimiento del hijo biológico -Juan-,
confirmando la capacidad de procrear de Gabriel, para que pudiera legalizarse su
situación. En todo caso, la historia de Ana Caro de Maillén pone el foco en un proceso
del que se habla poco en la historia de España: el devenir de la población morisca,
estimada en un millón de personas, obligada a convertirse al cristianismo y,
finalmente, expulsada de los reinos hispanos en 1609.

Cualquiera que fuera su origen, Ana Caro recibió una educación exquisita, como
demuestra su gran cultura, el conocimiento de los clásicos y de sus contemporáneos y
sus referencias históricas. Era además una mujer inteligente, con gran curiosidad
intelectual y capacidad de análisis, interesada por lo que sucedía alrededor. Aunque
hizo suyo el discurso de la clase social dominante en la que había sido educada, en sus
escritos se atisba una idea avanzada sobre la vida, en un con frecuencia irónico y
crítico. Esta idea se refleja en la manera en que sus obras retratan a los personajes
más humildes, en cómo estos tratan de demostrar su valor, incluso por encima de las
normas sociales.

Ana Caro de Maillén se trasladó a vivir a Sevilla, donde perteneció a la academia literaria del
conde de la Torre y donde desarrolló su carrera literaria. Su primera obra conocida data
de 1628: una relación de los Santos Mártires del Japón, sobre un suceso ocurrido en Japón
en 1597. Entre 1641 y 1645 escribe algunas obras para las fiestas del Corpus Christi
que organiza el Cabildo de Sevilla, de los que solo se conocen los títulos. Sus dos
comedias, por las que es conocida, son Valor, agravio y mujer y El conde Partinuplés.
Ambas parecen dirigidas a un público femenino, las mujeres tienen un papel
protagonista. También dedica alguna de sus obras a mujeres: a la condesa de
Salvatierra –la Octava de San Miguel-; a Agustina Spínola y Eraso –Primer Discurso del
Contexto– y otro soneto a Inés Jacinta Manrique de Lara.
El conde Partinuplés (1653) es una comedia de enredo caballeresca sobre las leyendas
artúricas y carolingias, con grandes efectos especiales, donde la escritora demuestra
su dominio de la escenografía. Sus protagonistas son mujeres combativas y racionales.
De Valor, agravio y mujer existen dos copias en la Biblioteca Nacional, ambas del siglo
XVIII. En esta comedia de enredo palaciego Ana Caro ridiculiza algunos de los valores
masculino de la sociedad de su tiempo, el reverso de El burlador de Sevilla, donde la
protagonista, Leonor, se venga del seductor disfrazándose de hombre y conquistando
a la enamorada del burlador. Los temas manoseados por los autores del Siglo de Oro:
la castidad de las mujeres, el honor, el matrimonio, vistos por una mujer.
En 1637 es llamada a la Corte para escribir la relación -la crónica- de un festejo real (la
entrada en Madrid de María de Borbón, princesa de Cariñán): Contexto de las reales
fiestas madrileñas del Buen Retiro, por lo que percibe 1.100 reales. En Madrid coincide con
su hermano Juan Caro de Maillén, consejero del rey Felipe IV y protegido del conde
duque de Olivares, a quien Ana dedica su crónica.
La escritora mantendrá el vínculo familiar toda su vida. Tras la muerte de su madre, en
1606, el padre se casará con Alfonsa de Loyola, de cuyo matrimonio nacerá un hijo,
destinado a la vida religiosa como dominico: fray Juan Mallén, trasladado luego a
Manila. Ambos hermanos serán inspiración de la obra de Ana. En la comedia Valor,
agravio y mujer, el hermano de la protagonista es caballerizo mayor en la corte -como lo
era Juan Caro- y ella lleva el apellido Ponce de León, que es como se llamaba la
camarera de la reina a la que sirve el hermano. Igualmente, en la relación que la
escritora hace en 1628 en homenaje a los mártires de Japón, subyace la memoria de
su hermano menor, fray Juan de Mallén.
Ana María Caro de Mallén fue, en fin, una escritora famosa en su tiempo, publicó y
reeditó sus obras en solitario y en las antologías en las que era incluida junto a
escritores de primera fila: Lope de Vega, Calderón de la Barca, Diego Torres de
Villarroel o sor Juana Inés de la Cruz. Es el caso de Valor, agravio y mujer y también el
de El conde Partinuplés, publicado en Laurel de Comedias junto a Calderón, Velez de
Guevara, Ruiz de Alarcón y otros escritores de este nivel. Vélez de Guevara en El Diablo
cojuelo la llama “décima musa sevillana”; fue citada y elogiada por otros escritores
contemporáneos suyos, además de Rodrigo Caro o María Zayas, de quien se cree que
fue amiga.
De aquella obra, que debió de ser enorme, solo se han conservado dos comedias, un
coloquio sacramental, una loa, cuatro relaciones y cinco poemas sueltos. Sus relaciones -
crónica en verso de un suceso, impresa en pliegos sueltos y divulgadas masivamente-
sitúan a Ana como precursora del periodismo. Lo último que se conoce de ella es el
soneto datado en 1646 para doña Inés Jacinta Manrique de Lara. Después, el silencio.
El silencio es el compañero habitual de las mujeres que han destacado a lo largo de los
siglos, de manera que han de sobresalir extraordinariamente por encima de sus pares
para ser vistas. En el caso de Ana Caro de Mallén, el silencio siguió al fulgor
momentáneo de su existencia. Hasta tal punto es así que ni siquiera existe una imagen
que la identifique, cuando tan familiares nos resultan los rostros de sus coetáneos:
Calderón, Lope, Cervantes. No es seguro ni parece probable que La dama del abanico, de
Diego de Velázquez, con quien se la identifica, sea ella y no la hija del pintor u otra
dama ilustre.
Se cree que murió el 6 de noviembre de 1646, víctima de la epidemia de peste que
sufrió Sevilla. Su entierro fue acorde con su fama, de los más caros de la época. La
muerte por peste explicaría que fueran destruidas por el fuego las obras de una mujer
que cultivó la poesía y el teatro, que alcanzó fama y dinero, que vivió de su quehacer
literario y fue una figura principal en el siglo XVII.

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