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Es posible que tuviera origen morisco y que fuera adoptada por una familia
noble. Su crianza en un ambiente cultivado explicaría que, pese a que se
desconoce cuál fue su formación, su obra destile amplios conocimientos
clásicos, mitológicos e históricos, además de aprecio por autores
contemporáneos como Góngora.
Su primera obra apareció en 1628 en Sevilla. Se trata de una Relación sobre
el martirio de unos misioneros franciscanos en Japón. Las relaciones eran
crónicas que daban noticia de acontecimientos importantes, un
antecedente de las publicaciones periódicas. Su labor en este terreno fue
tan valorada que recibió el encargo de escribir sobre el Buen Retiro, para lo
que se trasladó a Madrid en 1637, donde probablemente conociera a María
de Zayas. Entre sus protectores se encontraban la condesa de Paredes,
también mecenas de Sor Juana Inés de la Cruz, y el Conde-Duque de
Olivares. Fue una de las primeras escritoras en ser pagada por su trabajo.
Además de crónicas, también escribió teatro religioso, como la obra Loa
sacramental, en la que mostró un gran dominio del lenguaje. La variedad de
su estilo la llevó a escribir comedias como El conde Partinuplés y Valor, agravio
y mujer, de fecha desconocida, en las que otorgó un importante papel a los
personajes femeninos. En estos títulos también queda patente una sutil
ironía y su cariño por los personajes más humildes. Como era habitual en la
época, dedicó poemas a varios escritores ilustres, además de escribir
elegíacos versos sobre hazañas militares, caso del Romance por la victoria de
Tetúan (1633).
Su obra fue recogida en antologías en las que apareció junto a los nombres
más importantes de la época: Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de
Molina, etc. Otros autores destacados valoraron su obra, como la propia
Zayas o Vélez de Guevara, quien la incluyó en El diablo cojuelo. Su última
obra publicada apareció en Laurel de Comedia (1653), aunque seguramente
para entonces ya había fallecido, pues lo más probable es que muriera a
causa de la epidemia de peste que sufrió Sevilla en 1646, lo que explicaría
que muchas de sus obras fueran quemadas, causa de que la mayor parte
de sus libros se haya perdido.
Caro de Mallén y Soto, Ana. ¿Sevilla?, c. 1600 – ?, ¿1647? Literata.
Se ignora su lugar de nacimiento; se barajan Sevilla y Granada; en la primera ciudad
vivió y publicó la mayoría de sus obras, algunos testimonios la citan como “natural” de
ese lugar (Rodrigo Caro, María de Zayas, Nicolás Antonio) y la elogian en sus obras; se
inclinan por Granada otros críticos, especialmente aquellos que consideran que es
hermana de Juan Caro de Mallén, vecino de esa ciudad. En todo caso, residió en Sevilla,
según atestiguan los pagos por los autos sacramentales que compuso y las indicaciones
en la portada de algunos de sus textos.
No se poseen datos tampoco acerca de su familia, aunque se ha pensado en cierto
parentesco, dado el apellido, con varios nombres; por un lado, con Rodrigo Caro, en
cuya familia se encuentran varias Ana Caro, y que se relacionó con la parroquia de San
Miguel, en Sevilla, así como con Santa María de Mesa, en Utrera; por otro, con el citado
Juan Caro de Mallén, cuyo testamento, exhumado por Serrano y Sanz, está fechado en
1665, en Madrid, sin que se mencione a ninguna Ana Caro, que bien podría haber
muerto ya. Del hecho mismo de que publicase, así como de las personas a las que
dedica sus obras, se ha deducido que pudo mantener cierta vinculación con la nobleza
sevillana; en cualquier caso, ofrece algunas composiciones a nobles, como la condesa de
Salvatierra (Octava de San Miguel) o el conde-duque de Olivares (Segundo
Discurso del Contexto); en otros casos, la elección del destinatario depende del asunto:
el guipuzcoano Juan de Elossidieta, asistente de Sevilla que apoyaba a los franciscanos,
en la Relación [...] de los santos mártires del Japón, etc.
No se sabe nada de sus estudios, aunque se citan autores como Lucano, Séneca, Marcial,
Enrique de Villena, Juan de Mena o fray Luis de Granada, personajes como don
Quijote, así como la Aritmética de Pérez de Moya; por otro lado, es evidente en su obra
la influencia de Góngora, al que alaba en alguna ocasión, Calderón o Tirso de Molina, y
tal vez de Juan de Salinas, dada la presencia en Valor, agravio y mujer de un texto
atribuido al poeta.
Fue citada y elogiada por escritores del siglo XVII: Rodrigo Caro, Castillo Solórzano,
María de Zayas, Vélez de Guevara, Matos Fragoso... Algunos, de forma tópica, la
llamaron “décima musa”: Vélez de Guevara en El Diablo Cojuelo o el editor de El
Conde de Partinuplés.
Se ha considerado que tuvo una gran amistad con María de Zayas, con la que
supuestamente vivió; se citaron la una a la otra, pero no existen pruebas de que entre
ellas hubiera una relación más estrecha; así, aunque en 1647 Zayas habla de Ana Caro
en la Parte Segunda del Sarao y entretenimiento honesto, no hace mención alguna a
que se conocieran ni a que hubieran compartido domicilio. Este último dato probable-
mente se deriva de una suposición de Cayetano Alberto de La Barrera y, además, de la
errónea interpretación hecha por Serrano y Sanz de las palabras que Castillo Solórzano
le dedicó a la comediógrafa en La Garduña de Sevilla; Solórzano hace referencia a la
existencia en España de mujeres que escriben, poniendo como ejemplo a Zayas y Caro,
y añade que la literata había ido a Madrid en 1637; por lo tanto, trata de poner de relieve
que ambas se encontraban en la Corte, sin que se pueda deducir con seguridad del texto
de La Garduña que vivieran juntas; además, Caro, según se verá al hablar
del Contexto, tampoco aludió a ello cuando tuvo ocasión.
Puede que interviniera en academias literarias de la época, pero esa actividad sólo viene
apoyada por referencias literarias; Vélez de Guevara, por ejemplo, la hace, en El Diablo
Cojuelo (1641), asistente a una de Sevilla en la que lee una silva; de esa Academia,
apoyada por el conde de la Torre, presidida por Antonio Ortiz Melgarejo y cuyo
secretario era Álvaro Cubillo de Aragón, no se han encontrado otras alusiones.
Su primera obra datada es de 1628: una Relación que se publica en Sevilla sobre un
suceso ocurrido en Japón en 1597, pero renovado un año antes, puesto que el papa
Urbano VIII había beatificado a los que entonces murieron; el texto de Caro ha sido
relacionado con la actividad de los franciscanos por dar a conocer los hechos, de ahí las
fiestas que se celebraron en el convento de esa orden en Sevilla, objeto de
la Relación. Sigue después editando en Sevilla. En 1633 sale a la luz pública un
romance sobre una victoria mínima en Tetuán, al parecer con datos reales. En 1635
aparece otra relación, de nuevo sobre una fiesta de carácter religioso, esta vez en la
iglesia de San Miguel, sobre un suceso ocurrido en Flandes; la obra es publicada por el
mismo impresor que un año antes había sacado las Antigüedades y principado de la ciu-
dad de Sevilla, de Rodrigo Caro.
En 1637 parece haber alcanzado cierto renombre como autora de relaciones, pues cobra
1.100 reales por parte de la Villa de Madrid, para la que escribe con motivo de las
celebraciones del Buen Retiro. Según pone de manifiesto la propia escritora, en 1637 se
traslada de Sevilla a la Corte; dice llegar a Madrid en un frío enero y señala con
precisión que se aloja en la Red de San Luis, pero no alude a María de Zayas, a la que
elogia en uno de los poemas preliminares de las Novelas, publicadas en ese mismo año.
Se había nombrado en la dieta de Ratisbona (22 de diciembre de 1636) rey de Romanos
al rey de Hungría y Bohemia, Fernando III, familiar de Felipe IV, y entraba en Madrid
la princesa de Cariñán, María de Borbón, por lo cual se desarrolló una serie de festejos
de 16 a 25 de febrero, como pusieron de relieve otras relaciones de la época; se trataba
de un asunto de implicaciones políticas en la Europa del momento.
Al menos desde 1639, dejando al margen las comedias, cuya fecha se desconoce, se
dedica al teatro religioso; ese año, de nuevo en Sevilla, aparece una Loa
sacramental para las fiestas del Corpus; se trata de un texto compuesto en cuatro
lenguas, que son parodiadas: portugués, francés, morisco y guineo. De 1641 a 1645
participa en las fiestas de Corpus Christi, pagada por el Cabildo de Sevilla, para el que
compone algunas obras que se han perdido, como La puerta de la Macarena y La
cuesta de la Castilleja. En 1645, también para el Corpus, redactó un Coloquio entre
dos.
Es autora de dos comedias, Valor, agravio y mujer y El Conde Partinuplés, en las
cuales el papel de las mujeres es fundamental, e incluso parecen estar dirigidas
especialmente al público femenino. Las mujeres formaban parte de las obras citadas: a
la condesa de Salvatierra le dedica la Octava de San Miguel y el Primer
Discurso del Contexto a Agustina Spínola y Eraso, mujer del genovés Carlos Strata,
vinculado con la Corte, y el tercero a la Villa de Madrid, a la que pide, como a las dos
anteriores, que reciba bien su obra, puesto que es una mujer; existe asimismo un soneto,
reproducido por Serrano y Sanz, dirigido a una mujer, Inés Jacinta Manrique de Lara.
Como otros escritores de la época, compuso poemas para preliminares de sus
contemporáneos; en su caso se conservan de 1637 a 1645. Se han encontrado unas
décimas para las Novelas amorosas y ejemplares de María de Zayas, impresas en
Zaragoza en 1637, y los estudiosos citan otros poemas, el último supuestamente
incluido en un libro de 1645.
Se ha puesto de relieve que desde 1653, fecha del Laurel de Comedias, se carece de
noticias sobre su actividad, por lo que algún crítico ha deducido que pudo morir en la
epidemia que se extendió en Sevilla desde 1649, pero no hay seguridad. Los datos
resultan algo contradictorios; la comedia se pudo publicar sin su participación, y se
efectúa, además, en Madrid, de modo que, efectivamente, pudo morir antes de 1653; en
1647, en la Parte segunda del Sarao de Zayas, parece que se habla de ella como si
estuviese viva, mientras que en el caso de Rodrigo Caro, muerto en agosto de 1647,
habla de ella en presente (“ha hecho”, “se le ha dado”); en cualquier caso, de 1645 son
sus últimas contribuciones literarias conocidas (soneto de elogio y Coloquio en la fiesta
del Corpus de Sevilla).
Sus comedias han sido editadas por Lola Luna, que además dio a conocer en su tesis
doctoral un texto inédito, el Coloquio entre dos; por otro lado, hay que agradecer a la
investigadora, tempranamente desaparecida, sus aportaciones sobre Ana Caro como
escritora profesional de los Siglos de Oro que podía vivir de su pluma.
Obras de ~: Valor, agravio y mujer, s. l., s. f.; Relación en que se da cuenta de las
grandísimas fiestas que en el convento de N. P. S. Francisco de la ciudad de Sevilla se
han hecho a los santos mártires del Japón, Sevilla, Pedro Gómez, 1628; Grandiosa
victoria que alcanzó de los moros de Tetuán Jorge de Mendoza y Piçaña, general de
Ceuta, Sevilla, Simón Fajardo, 1633; Relación de la grandiosa fiesta y octava que en la
iglesia parroquial del glorioso San Miguel de la ciudad de Sevilla hizo Don García
Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra, Sevilla, Andrés Grande, 1635; Contexto
de las reales fiestas que se hicieron en el palacio del Buen Retiro, a la coronación del
rey de Romanos y entrada en Madrid de la señora princesa de Cariñán, en tres
discursos, Madrid, Imprenta del Reino, 1637; Loa sacramental, Sevilla, Juan Gómez de
Blas, 1639; La puerta de la Macarena (auto sacramental perdido), 1641; La Cuesta de
Castilleja (auto sacramental perdido), 1642; Coloquio entre dos, 1645; El Conde
Partinuplés, en Laurel de Comedias. Cuarta parte de diferentes autores, Madrid,
Imprenta Real, a costa de Diego de Balbuena, 1653; F. López Estrada, “Una Loa del
Santísimo Sacramento de Ana Caro de Mallén en cuatro lenguas”, en Revista de
Dialectología y Tradiciones Populares, 32 (1976), págs. 263-275; “La relación de las
Fiestas por los mártires del Japón de Doña Ana Caro Mallén (Sevilla, 1628)”, en Libro
Homenaje a Antonio Pérez Gómez, Cieza, Artes Gráficas Soler, 1978, págs. 51-69; “La
frontera allende el mar: el romance por la victoria de Tetuán (1633) de Ana Caro de
Mallén”, en Homenaje a José Manuel Blecua, Madrid, Gredos, 1983, págs. 337-346;
“Costumbres sevillanas: el poema sobre la Fiesta y Octava celebradas con motivo de los
sucesos de Flandes en la iglesia de San Miguel (1635), por Ana Caro Mallén”,
en Archivo Hispalense, 66, 203 (1983), págs. 109-150; Valor agravio y mujer, ed. de L.
Luna, Madrid, Castalia, 1993; El Conde Partinuplés, ed. de L. Luna, Kassel, Edition
Reichenberger, 1993.
Bibl.: M. Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas, vol. I,
1.ª parte, Madrid, Atlas, 1975 (col. Biblioteca de Autores Españoles, vol. 268), págs.
177-216; C. A. de la Barrera y Leirado, Catálogo bibliográfico y biográfico del teatro
antiguo español desde los orígenes hasta mediados del siglo XVIII, 1860 (ed., Madrid,
Gredos, 1969); W. F. King, Prosa novelística y academias literarias en el
siglo XVII, Madrid, Real Academia Española, 1963; J. Simón Díaz, Bibliografía de la
literatura hispánica, vol. VII, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
1967, págs. 494-496; R. Lundelius, “Ana Caro: Spanish Poete and Dramatist”, en K. M.
Wilson y F. J. Warnke (eds.), Women Writers of the Seventeenth Century, Athens,
Universidad de Georgia Press, 1989, págs. 228-250; L. Luna, Ana Caro, una escritora
profesional del Siglo de Oro. Vida y Obra, tesis doctoral, Sevilla, Universidad, 1992
(inéd.); “Ana Caro, una escritora ‘de oficio’ del Siglo de Oro”, en Bulletin of Hispanic
Studies, 72 (1995), págs. 263-275 (ed. en L. Luna, Leyendo como una mujer la imagen
de la Mujer, Barcelona, Anthropos, 1996, págs. 138-157); A. Azevedo, A. Caro Mallén
de Soto, L. de la Cueva y Silva, F. Enríquez de Guzmán y M. de Zayas, Women’s Acts
Plays by Women Dramatists of Spain’s Golden Age, ed. de T. Scott Soufas, Kentucky,
University Press of Kentucky, 1997, págs. 133-194.
Bibliografía
Doña Ana Caro de Mallén, conocida como la "décima musa andaluza" entre
sus compañeros de oficio, fue celebrada por doña María de Zayas y
Sotomayor(con quien sostuvo una estrecha amistad), por Alonso de Castillo
Solórzano, por Luis Vélez de Guevara (que dejó un retrato suyo en El diablo
cojuelo) y por Rodrigo Caro, quien la incluyó entre sus Varones insignes en
letras naturales de la ilustrísima ciudad de Sevilla (1635). Allí, la describió
como "insigne poetisa que ha hecho muchas comedias, representadas en
Sevilla y Madrid y otras partes, con grandísimo aplauso, en las cuales casi
siempre se le ha dado el primer premio".
Pero las dos piezas que han legado a la posteridad el nombre de doña Ana
Caro Mallén de Soto son las comedias Valor, agravio y mujer y El conde
Partinuplés, ambas compuestas de tres jornadas y escritas en versos de
variadas medidas. Además, se le ha atribuido también una comedia
titulada Peligro en mar y tierra, que hoy en día se considera perdida.
Bibliografía
http://www.juntadeandalucia.es/cultura/caletras/autores/ana-caro-mallen
Ana Caro Mallén de Soto fue una de las primeras mujeres que hizo de la
escritura su profesión y su medio de vida. Gozó de fama y reconocimiento en su
época no solo entre sus colegas escritores, hombres y mujeres, sino también de
autoridades e instituciones que le hicieron encargos de obras con motivo de
festejos y conmemoraciones.
Una niña esclava adoptada por un joven matrimonio
No se sabe exactamente la fecha ni el lugar de su nacimiento, pero sí que se
conoce un dato que puede resultar curioso: Ana Caro de Mallén fue hija
adoptiva del procurador de la Real Audiencia de Granada, Gabriel Caro de
Mallén, quien en 1600 la prohijó, bautizándola al mismo tiempo que a su hijo
Juan. En la partida de bautismo de Ana, que recibe el nombre de su madre de
adopción, figura la indicación “Ana María, esclava de Gabriel Mallén” y se
señala que era adulta.
Juana Escabias (1) nos aclara qué significaba en aquel contexto histórico que
Ana María fuera esclava y qué se consideraba “ser adulto” en esta época.
Seguramente os sorprenderá saber que España fue el último país occidental en
abolir la esclavitud, fenómeno que, además, en Granada fue especialmente
grave a causa de la rebelión de los moriscos de finales del XVI. La población
morisca fue dispersada para evitar levantamientos: familias enteras fueron
separadas, vendiéndose los niños y niñas como esclavos para que fueran
cristianizados. Este, probablemente, fue el caso de Ana María Caro. La acción
de Gabriel Caro de Mallén de bautizarla fue un acto de acogimiento y protección
hacia la niña.
¿Cuántos años tenía Ana María cuando la adoptaron? Teniendo en cuenta que
en esa época la edad penal para los esclavos se situaba en torno a los 10 años y
medio para los niños y 9 años y medio para las niñas; nuestra autora debía de
tener una edad próxima a los 10 años. Para el cálculo de la edad de Ana María
hay que tener en cuenta también que para adoptar un niño se exigía, entre otras
condiciones, que hubiera una diferencia mínima de 18 años entre el padre
adoptivo y la persona que se adoptaba. Gabriel Caro de Mallén, su padrastro,
tenía 31 años cuando prohijó a nuestra autora.
La familia de Ana Caro fue una referencia continua en su vida: su viaje a Madrid
para realizar un encargo profesional (la relación de una boda real) coincide con
la época en que su hermano mayor aconseja al rey y es protegido por el
poderoso Conde-Duque de Olivares (a quien la propia Ana escribe cartas y
dedica su relación); en su comedia Valor, agravio y mujer el hermano de la
protagonista sirve en la corte como caballerizo mayor (como lo hacía su
hermano Juan) y esta emplea el apellido Ponce de León (el de la marquesa y
camarera de la Reina a quien sirve Juan). Su hermano mayor, fray Juan Mallén,
también está presente en sus escritos: la relación que Ana realiza en 1628 como
homenaje a los mártires del Japón describe un suceso que influía directamente
en fray Juan, que se preparaba para ser misionero en el Extremo Oriente.
Una educación exquisita
No se sabe nada acerca de sus estudios, aunque sus referencias mitológicas e
históricas y su dominio de los clásicos, permiten adivinar largos años de estudio
y preparación. En sus obras se citan autores como Lucano, Séneca, Marcial,
Enrique de Villena, Juan de Mena o fray Luis de Granada, entre otros. Conoce
también a los autores contemporáneos: Cervantes, Góngora (a quien alaba en
alguna ocasión), Calderón o Tirso de Molina.
Todas estas lecturas nos dan la imagen una mujer intelectualmente inquieta y
en continua formación. Era una mujer interesada por el presente, por los
acontecimientos sociales y políticos que la rodeaban; brillante y con capacidad
de análisis.
“La señora doña Ana Caro, natural de Sevilla; ya Madrid ha visto y hecho
experiencia de su entendimiento y excelentísimos versos, pues los teatros le
han hecho estimada y los grandes entendimientos le han dado laureles y
vítores, rotulando su nombre por las calles.”
Por su parte, Ana Caro le dedicó, en el año 1638, las Décimas a doña María de
Zayas y Sotomayor.
En Sevilla inició y desarrolló su carrera literaria y se relacionó con la élite
literaria y cultural de la ciudad. Perteneció a la academia literaria que sostenía
el conde de la Torre y recibió la protección de numerosas personalidades. Vélez
de Guevara, en su obra El Diablo Cojuelo (1641) la presenta leyendo una silva en
esta academia; aunque no se ha encontrado ninguna referencia más a la autora
en la mencionada academia.
A partir de 1646 no se vuelven a tener noticias de la escritora. Juana Escabias,
en su investigación sobre la autora, encontró una inscripción de fallecimiento de
ese mismo año a nombre de doña María Ana Caro que ella atribuye a la
escritora. La inscripción se encuentra en el que fue el antiguo convento de
dominicos donde vivió y trabajo su hermano fray Juan Mallén y reseña, adeás,
los nombres de otras personas fallecidas por la peste.
«La peste de 1649», obra anónima, en la que puede verse el Hospital de la Sangre, más tarde de las
Cinco Llagas, donde se instaló un lazareto exterior para atender a los apestados
Parece probable que Ana Caro de Mallén falleció a causa de una epidemia de
peste en “La Rabeta”, un hospital ubicado en una antigua plaza hoy
desaparecida del mismo nombre. Las circunstancias de su fallecimiento
refuezan la teoría de que Ana María Caro de Mallén escribió una obra bastante
más extensa de que la que conocemos y ha llegado hasta nosotros. El destino de
su legado, de toda aquella producción que no pudo editar o hacer pasar a la
posteridad, debió de ser el que en la época se tributaba a las pertenencias de los
fallecidos por la epidemia de la peste: el fuego.
Las Relaciones
Aparte de su condición de autora de teatro, la crítica destaca hoy especialmente
su labor pionera como autora de relaciones y cronista de los acontecimientos de
su tiempo, singulares, costumbristas, conmemorativos y celebrativos, actividad
“periodística” para la que recibió encargos. El conde-duque de Olivares se
interesará personalmente para su publicación. Esto hizo que la profesión de
poeta fuera muy competitiva y, por ello, es más admirable que estos encargos le
fueran hechos.
Fernando III de Austria, nombrado rey de Hungría en 1637. Retrato de Frans Luycx
El teatro religioso
Al menos desde 1639 se dedica al teatro religioso. Ese año, de nuevo en Sevilla,
aparece una Loa sacramental para las fiestas del Corpus, se trata de un texto
compuesto en cuatro lenguas, que son parodiadas: portugués, francés, morisco y
guineo.
De 1641 a 1645 participa en las fiestas del Corpus Christi, pagada por el Cabildo
de Sevilla, para el que compone algunas obras que se han perdido, como La
puerta de la Macarena y La cuesta de la Castilleja. En 1645, también
para el Corpus, redactó un Coloquio entre dos.
Las comedias
Solo conservamos dos de las “muchas comedias” a las que aludía Rodrigo Caro:
una de enredo, Valor, agravio y mujer, y otra caballeresca, El conde
Partinuplés. Esta última publicada en 1653, en el Laurel de Comedias.
Cuarta parte de diferentes autores. En ambas, la dramaturga transmite un
mensaje a favor de las mujeres, aunque en la de caballerías lo hace de una forma
mucho más velada, ya que en sí se trata de la dramatización del romance
homónimo, Portonopeus de Blois (1188), traducido y publicado en España
en 1497.
El conde Partinuplés
Sirviéndose del argumento primigenio, Caro
escribe una comedia de gran elaboración escenográfica –de apariencias y
tramoya–, que le permitió recrear sobre las tablas el ambiente mágico que ya
aparecía en la novela.
La comedia comienza cuando los cortesanos le exigen a Rosaura, emperatriz de
Cosntantinopla, hija de Aureliano y Rosimunda, que ya han muerto, que se case.
Explican que el imperio necesita sucesor. Rosaura replica que ha evadido el
matrimonio debido a un funesto pronóstico astrológico. Persuadida por sus
vasallos, Rosaura acepta casarse en el plazo de un año. Con la ayuda de la maga
Aldora busca el mejor candidato, utilizando un espejo mágico. De los varios
candidatos escoge al conde Partinuplés, aunque este ya tiene dama, Lisbella.
Gracias a las artes de Aldora, consigue atraerlo al palacio y allí, utilizando la
trama de la amante invisible, intenta probar su fidelidad y su palabra. Con la
ayuda de Aldora todo se resuelve y la emperatriz Rosaura se casa con el conde
Partinuplés.
Podéis ver una representación de una obra realizada por Iceberg Studio:
¡Venganza, venganza,
cielos! El mundo murmure,
que ha de ver en mi valor,
a pesar de las comunes
opiniones, la más ilustre
resolución que vio el orbe…
Mi honor, en la altiva cumbre
de los cielos he de ver,
o hacer que se me disculpen
en mis locuras mis yerros,
o que ellas mismas apuren
con excesos cuanto pueden,
con errores cuanto lucen
valor, agravio y mujer,
si en un sujeto se incluyen.
Leonor con su astucia logrará recuperar a don Juan sin necesidad de buscar la
protección de su hermano, dando ella misma con su valor solución a su agravio
y desmintiendo de paso la común opinión sobre la flaqueza de las mujeres.
Disfrazada de Leonardo enamorará a Estela, dejando a don Juan compuesto y
sin dama; se hará pasar por el nuevo prometido de Leonor, que en realidad es
ella misma, que, antes de casarse con Leonor, ha decidido vengar el ultraje
cometido con ella por don Juan, con el que se enfrentará espada en mano,
mostrando también su habilidad en este coto varonil. Bajo su identidad de
Leonardo, Leonor desafiará en todo a don Juan como galán y como caballero.
Don Juan, furioso con este Leonardo, en quien no reconoce a Leonor, es ahora
quien se siente traicionado, pues al haber dado a Leonor palabra de
matrimonio, se considera como un marido engañado. El malparado es el
hombre, acusado de inconstante:
Leonor asume las reglas de un código del honor que la obliga a casarse con don
Juan, pero ironiza sobre las exigencias de un código establecido por el hombre
en el que el hombre puede verse absurdamente atrapado. Don Juan, que no ha
tenido problemas en agraviar a Leonor, se siente ultrajado cuando cree que
Leonor le ha olvidado y tiene relaciones con Leonardo. No puede casarse con
Leonor, aunque muera Leonardo, porque no puede perdonar el ultraje. Y don
Fernando tampoco tiene salidad, pues no puede casar a Leonor con Leonardo, si
vive don Juan, con quien se había dado palabra de matrimonio, pues eso sería
bigamia. La conclusión a la que llegan es absurda:
Fuentes:
Fue una de las voces poéticas y dramatúrgicas más importantes del siglo XVII.
El Siglo de Oro siempre nos remite a Quevedo, Lope de Vega o Calderón de
la Barca, pero pasa de puntillas por otros nombres como el de Ana Caro
Mallén de Soto, también conocida como «la décima musa andaluza».
No es posible conocer cómo llegó a la familia Caro de Maillén la niña que toma el
nombre de su madre adoptiva, si era hija de alguna esclava morisca de la familia o
había sido recogida en alguno de los procesos que tuviera que ver el padre, la partida
bautismal no menciona a los padres biológicos. También pudo ocurrir que la niña
estuviera ya en la casa y hubieran de esperar al nacimiento del hijo biológico -Juan-,
confirmando la capacidad de procrear de Gabriel, para que pudiera legalizarse su
situación. En todo caso, la historia de Ana Caro de Maillén pone el foco en un proceso
del que se habla poco en la historia de España: el devenir de la población morisca,
estimada en un millón de personas, obligada a convertirse al cristianismo y,
finalmente, expulsada de los reinos hispanos en 1609.
Cualquiera que fuera su origen, Ana Caro recibió una educación exquisita, como
demuestra su gran cultura, el conocimiento de los clásicos y de sus contemporáneos y
sus referencias históricas. Era además una mujer inteligente, con gran curiosidad
intelectual y capacidad de análisis, interesada por lo que sucedía alrededor. Aunque
hizo suyo el discurso de la clase social dominante en la que había sido educada, en sus
escritos se atisba una idea avanzada sobre la vida, en un con frecuencia irónico y
crítico. Esta idea se refleja en la manera en que sus obras retratan a los personajes
más humildes, en cómo estos tratan de demostrar su valor, incluso por encima de las
normas sociales.
Ana Caro de Maillén se trasladó a vivir a Sevilla, donde perteneció a la academia literaria del
conde de la Torre y donde desarrolló su carrera literaria. Su primera obra conocida data
de 1628: una relación de los Santos Mártires del Japón, sobre un suceso ocurrido en Japón
en 1597. Entre 1641 y 1645 escribe algunas obras para las fiestas del Corpus Christi
que organiza el Cabildo de Sevilla, de los que solo se conocen los títulos. Sus dos
comedias, por las que es conocida, son Valor, agravio y mujer y El conde Partinuplés.
Ambas parecen dirigidas a un público femenino, las mujeres tienen un papel
protagonista. También dedica alguna de sus obras a mujeres: a la condesa de
Salvatierra –la Octava de San Miguel-; a Agustina Spínola y Eraso –Primer Discurso del
Contexto– y otro soneto a Inés Jacinta Manrique de Lara.
El conde Partinuplés (1653) es una comedia de enredo caballeresca sobre las leyendas
artúricas y carolingias, con grandes efectos especiales, donde la escritora demuestra
su dominio de la escenografía. Sus protagonistas son mujeres combativas y racionales.
De Valor, agravio y mujer existen dos copias en la Biblioteca Nacional, ambas del siglo
XVIII. En esta comedia de enredo palaciego Ana Caro ridiculiza algunos de los valores
masculino de la sociedad de su tiempo, el reverso de El burlador de Sevilla, donde la
protagonista, Leonor, se venga del seductor disfrazándose de hombre y conquistando
a la enamorada del burlador. Los temas manoseados por los autores del Siglo de Oro:
la castidad de las mujeres, el honor, el matrimonio, vistos por una mujer.
En 1637 es llamada a la Corte para escribir la relación -la crónica- de un festejo real (la
entrada en Madrid de María de Borbón, princesa de Cariñán): Contexto de las reales
fiestas madrileñas del Buen Retiro, por lo que percibe 1.100 reales. En Madrid coincide con
su hermano Juan Caro de Maillén, consejero del rey Felipe IV y protegido del conde
duque de Olivares, a quien Ana dedica su crónica.
La escritora mantendrá el vínculo familiar toda su vida. Tras la muerte de su madre, en
1606, el padre se casará con Alfonsa de Loyola, de cuyo matrimonio nacerá un hijo,
destinado a la vida religiosa como dominico: fray Juan Mallén, trasladado luego a
Manila. Ambos hermanos serán inspiración de la obra de Ana. En la comedia Valor,
agravio y mujer, el hermano de la protagonista es caballerizo mayor en la corte -como lo
era Juan Caro- y ella lleva el apellido Ponce de León, que es como se llamaba la
camarera de la reina a la que sirve el hermano. Igualmente, en la relación que la
escritora hace en 1628 en homenaje a los mártires de Japón, subyace la memoria de
su hermano menor, fray Juan de Mallén.
Ana María Caro de Mallén fue, en fin, una escritora famosa en su tiempo, publicó y
reeditó sus obras en solitario y en las antologías en las que era incluida junto a
escritores de primera fila: Lope de Vega, Calderón de la Barca, Diego Torres de
Villarroel o sor Juana Inés de la Cruz. Es el caso de Valor, agravio y mujer y también el
de El conde Partinuplés, publicado en Laurel de Comedias junto a Calderón, Velez de
Guevara, Ruiz de Alarcón y otros escritores de este nivel. Vélez de Guevara en El Diablo
cojuelo la llama “décima musa sevillana”; fue citada y elogiada por otros escritores
contemporáneos suyos, además de Rodrigo Caro o María Zayas, de quien se cree que
fue amiga.
De aquella obra, que debió de ser enorme, solo se han conservado dos comedias, un
coloquio sacramental, una loa, cuatro relaciones y cinco poemas sueltos. Sus relaciones -
crónica en verso de un suceso, impresa en pliegos sueltos y divulgadas masivamente-
sitúan a Ana como precursora del periodismo. Lo último que se conoce de ella es el
soneto datado en 1646 para doña Inés Jacinta Manrique de Lara. Después, el silencio.
El silencio es el compañero habitual de las mujeres que han destacado a lo largo de los
siglos, de manera que han de sobresalir extraordinariamente por encima de sus pares
para ser vistas. En el caso de Ana Caro de Mallén, el silencio siguió al fulgor
momentáneo de su existencia. Hasta tal punto es así que ni siquiera existe una imagen
que la identifique, cuando tan familiares nos resultan los rostros de sus coetáneos:
Calderón, Lope, Cervantes. No es seguro ni parece probable que La dama del abanico, de
Diego de Velázquez, con quien se la identifica, sea ella y no la hija del pintor u otra
dama ilustre.
Se cree que murió el 6 de noviembre de 1646, víctima de la epidemia de peste que
sufrió Sevilla. Su entierro fue acorde con su fama, de los más caros de la época. La
muerte por peste explicaría que fueran destruidas por el fuego las obras de una mujer
que cultivó la poesía y el teatro, que alcanzó fama y dinero, que vivió de su quehacer
literario y fue una figura principal en el siglo XVII.