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En la periodización de la Edad del Bronce, se distingue un Bronce Tardío, considerado una fase de
inercia cultural residual del Bronce Medio, y un Bronce Final (entre mediados del XIII e inicios del
VIII), que se solapa con los inicios del Hierro, considerada como fase de transición hacia ésta última
y en la que se dan grandes transformaciones en todos los aspectos, ya que se rompe la
estabilidad cultural y aparecerán diversas áreas culturales regionales bien diferenciadas por la
incidencia de influencias externas sobre los sustratos autóctonos que desembocarán en la formación
de los distintos pueblos de la Hispania prerromana. Hay que reseñar que estos cambios se
producen a la par de las convulsiones que sacuden a toda Europa y que dieron lugar a la caída del
Imperio Hitita, a los pueblos del mar, a los Campos de Urnas, etc.
Del estudio de las distintas lenguas europeas históricas, se dedujo que la mayoría de las habladas
en el área que ocupa desde Portugal al Indo procedían de un tronco común. A esta lengua
originaria se la llamó indoeuropea, así como, por extensión, al pueblo que la hablaba y difundió.
Para su origen se plantean dos hipótesis:
• La cultura neolítica Danubiana, que desde el VII milenio se extiende por los Balcanes y se
expande por Hungría, Rumania y parte de Ucrania en el V para dar lugar a la Cultura de
Starcevo-Körôs.
• La cultura de los Kurganes, formada no antes del V milenio en las estepas entre el Dnieper y
los Urales bajo influjos del Próximo Oriente y cuya manifestación característica son las
tumbas en forma de túmulo que le dan nombre.
Las últimas investigaciones se decantan por la tesis esteparia, según la cual las gentes de los
Kurganes habrían extendido su etnia y/o cultura (plasmados en especial en armas y tipos de
sepultura) por toda Europa central en una serie de oleadas que habrían dado lugar, en una síntesis
con los sustratos locales, a una serie de pueblos no ya indoeuropeos sino indoeuropeizados. Esta
expansión sería continua entre los milenios V y II, a partir del cual las constatadas no serían
propiamente de las gentes de los Kurganes sino de las culturas surgidas de la mezcla entre
invasores e indígenas.
Con una de ellas, la de los Campos de Urnas (relacionada con el posterior pueblo celta), penetrarán
en la península a partir de 1100 los primeros influjos culturales indoeuropeos, con o sin presencia de
grupos humanos. 1 No está clara la secuencia evolutiva de los Kurganes a los Campos de Urnas: se
plantea la hipótesis del surgimiento sobre el sustrato neolítico danubiano, por influjo de los
kurganes, de la cultura de la cerámica cordada (con características hachas con perforación central),
muy expansivo, que daría lugar desde Pomerania y Polonia a otras culturas posteriores como la
cultura de los Túmulos (Bohemia, Silesia, Alemania, Austria), que evolucionaría a la Cultura de
Lausitz y esta a la de los Campos de Urnas propiamente dicha, que se desplazaría por los Alpes
Orientales hacia 1200 para llegar al nordeste de la Península Ibérica hacia 1100..
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
Durante el Bronce Final y los inicios del Hierro grandes corrientes de influencias foráneas
incidieron en los grandes complejos culturales autóctonos estimulando un proceso de diferenciación
regional con rasgos propios y diferenciados que darán lugar a las distintas etnias y culturas
prerromanas. La influencia centroeuropea (indoeuropea), que afectará al cuadrante nordeste
peninsular no será la única: el oeste peninsular estará integrado en una red de intercambios
comerciales ocupadampor toda la fachada atlántica europea y que dará lugar a una auténtica
koiné de rasgos culturales homogéneos; y el Sur se verá influido por la colonización de los pueblos
mediterráneos (fenicios y griegos), de gran tradición urbana.
Las viviendas eran de tapial y cañizo, con estructuras poblacionales débiles con gran variedad de
patrones de asentamiento: lugares altos, cuevas, valles y terrazas fluviales; a veces se aprecia una
cierta jerarquización donde los asentamientos preeminentes se localizarían en lugares altos. Destacan
abundantes “fondos de cabaña” o fondos de pozo, probablemente “silos” para cereal, lo que nos
hablaría de la existencia de cierta agricultura, si bien en continua búsqueda de nuevas tierras. La
producción de metal se reduce a escasas herramientas y armas de tipología arcaica y de
elaboración local, aunque aparece gran cantidad de objetos exóticos, indicador de un comercio
activo o de intercambios vinculados a la transhumancia a lo largo de vías naturales (como la Vía de
la Plata). En cuanto a los enterramientos, continúan siendo inhumaciones en fosa (marcado
conservadurismo), siempre aisladas y escasas, reservadas a individuos privilegiados.
La cultura de Cogotas I pervive hasta el siglo IX en los rebordes montañosos de la meseta con los
mismos patrones ornamentales pero con gran diversificación local, apreciándose influjos de Campos
de Urnas en oriente y de la koiné atlántica en occidente, mientras en el núcleo central evoluciona al
nuevo horizonte de Soto de Medinilla (ya del Hierro), origen quizás de la cultura castreña. Pese al
carácter fuertemente arcaizante del sustrato autóctono, los estímulos, objetos materiales y elementos
culturales de origen exterior y diversas procedencias darán lugar a una gran diversificación regional
en la que el principal motor será la producción metalúrgica, bien por el potencial minero-
metalúrgico de ciertas áreas, bien por las preferencias de destino de los estímulos externos.
Durante el Bronce Final, la generalización del uso del bronce estannífero revitaliza tanto las
regiones productoras de cobre (suroeste y Portugal) como de estaño (del Tajo a Galicia), de
manera que toda el área atlántica se incluye en un vasto circuito comercial (Bronce Atlántico) que
se extiende desde el Báltico hasta el Estrecho de Gibraltar (al principio con relaciones esporádicas
y finalmente en una navegación de cabotaje a larga distancia) y que sólo se constata como una
gigantesca empresa de producción y comercialización del metal que tendrá importantes
consecuencias tanto técnicas como económicas no sólo en su área de desarrollo sino de mayor
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calado al conectarse en la Península con las redes comerciales mediterráneas (como testimonia el
depósito del Monte Sa Idda en Cerdeña) merced a la colonización fenicia.
En el registro arqueológico destacan de entre los objetos de metal las espadas, de hoja
pistiliforme las más antiguas (de origen centroeuropeo), no debiendo considerarse tan sólo como
objeto de comercio regular, sino como valor de cambio y regalo político (por su carácter de objeto
de prestigio). Aparecen durante el Bronce final I (1200-1050) y proliferan en el II (1050-900),
sobre todo en Galicia y norte de Portugal, con escasa tradición metalúrgica pero ricas en codiciado
mineral. En el Bronce final III (900-700) las sustituyen las de lengua de carpa, de puño hendido y
punta afilada, a la par que proliferan los objetos de bronce (armas) y orfebrería de gran
perfección, alcanzando el interior peninsular, donde se han descubierto depósitos o tesorillos (como el
de Sagrajas, Cáceres, o el espectacular de Villena, Alicante). El intenso tráfico de armas estimula la
producción local (aparición de numerosos moldes) y señala la existencia de sociedades guerreras
que las atesoran y cuya existencia se fundamenta en la aparición de numerosas estelas decoradas,
losas planas con bajorrelieves que representan a un guerrero con todas sus armas, entre las que
destacan, además de armas de tipologías del bronce, el escudo con escotadura “en V”, carros de
dos ruedas y liras, todos de carácter orientalizante del sureste peninsular, de difícil interpretación
(monumentos funerarios de grandes guerreros, en conmemoración de “héroes”, marcadores de
territorio, etc.).
El circuito atlántico entrará en crisis en el siglo VIII debido a la competencia ejercida en el Estrecho
por los fenicios y a la generalización del uso del hierro, con objetos de mayores prestaciones y
más baratos, difuminándose para dar lugar en el suroeste al mundo tartésico.
Pese a la uniformidad cultural que caracteriza al Bronce atlántico, existen ciertas peculiaridades
regionales, aunque no poseemos, al margen de los objetos de metal, un gran registro arqueológico.
De hecho, sólo se conocen asentamientos de las últimas fases, y se caracterizan por encontrarse en
lugares estratégicos (cerca de vías de comunicación o recursos mineros o agrícolas), sin ocupación
anterior, y con cierta jerarquización (poblados a veces fortificados se situarían en altura
dominando el llano, donde se encontrarían otros de menor entidad). Al margen de la base agrícola
o ganadera, el comercio acentuó la existencia de desigualdades en el interior de las comunidades,
surgiendo jefaturas consolidadas mediante el acúmulo de riquezas y bienes de prestigio que
establecieron un control tanto sobre los recursos como sobre las redes de distribución de mercancías
y materias primas, bien mediante políticas de alianzas y compromisos (regalos políticos de objetos
de prestigio), bien mediante las armas. En cuanto a las inhumaciones, se da una misteriosa ausencia
de enterramientos, lo que ha movido a imaginar prácticas funerarias de difícil registro arqueológico
(arrojar los cadáveres al agua). Los pocos que se conservan son de carácter arcaico (en cistas).
El Bronce Tardío del Sureste se caracteriza por la desintegración de las estructuras centralizadas del
Argar y cierta inercia y degradación de sus tradiciones con base agropecuaria y ciertas novedades
en cerámica. Este panorama se r evoluciona hacia 1100 al cambiar bruscamente los patrones de
asentamiento (poblados de irregular distribución de viviendas de adobe y cañizo sin estructuras
defensivas) y económicos, que evidencian gran prosperidad y su inclusión en las redes comerciales
primero atlántica y luego tartésica, con gran influencia de las colonias fenicias de la costa a partir
del Bronce Final III (800-700).
En cuanto a Levante, se aprecia a partir del siglo VIII una ruptura con el Bronce valenciano, y los
poblados, de nueva planta y bien defendidos, se establecen en el llano, junto a los ríos. Se ignoran
tanto sus rituales funerarios como sus estructuras políticas, pero el tesoro de Villena pone en
evidencia la existencia tanto de cierta complejidad social como la amplitud de la red comercial
atlántica.
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El Bronce Final del nordeste se caracteriza por el impacto de la cultura de Campos de Urnas, cuya
nueva práctica de enterramiento consiste en la incineración y deposición de las cenizas en urnas
cerámicas enterradas en grandes necrópolis comunitarias. Sin embargo, la penetración de dicha
cultura indoeuropea no sería tanto por el aporte de contingentes poblacionales como de sus
manifestaciones culturales llevadas por gentes en continua búsqueda de nuevas fuentes de
subsistencia (rito funerario, megaron -casa de planta rectangular-, nuevas tipologías cerámicas- vaso
bicónico de borde convexo y decoración acanalada-), y no se daría una suplantación cultural sino
una amalgama con la del sustrato autóctono.
Las primeras influencias indoeuropeas se darían en la costa catalana desde 1200 y se extenderían
por el interior hasta Navarra, Álava y el valle del Ebro.
· Al valle medio del Ebro y norte del País Valencià alcanzan ya en el siglo X las primeras
influencias, con poblados sobre cerros dominando valles fluviales y con patrones estables de
asentamiento, caracterizado por viviendas rectangulares alineadas a los lados de una calle central.
Se aprecia en algunas necrópolis (p. Ej. Els Castellets de Mequinenza) prácticas de transición desde
el megalitismo: las urnas se introducen en cistas u oquedades acotadas por un perímetro de piedra
y cubiertas por túmulo.
· En el alto Ebro, Navarra y Álava aumenta la densidad de poblados a partir del IX. Destaca el
asentamiento de Alto de la Cruz (Cortes de Navarra), donde las casas de adobe, de planta
rectangular y paredes medianeras, están provistas de hogares, bancos corridos, etc. La base
económica es cerealista con aporte ganadero. En Euskadi podría darse la confluencia de gentes
provenientes del área catalana y aragonesa vía Ebro con otras que atravesaron los Pirineos por los
pasos occidentales.
· En el siglo VIII la indoeuropeización alcanza su apogeo, aunque sus rasgos se fundieron con los del
sustrato autóctono en resultados que varían desde la aculturación total a la absorción por parte de
las sociedades indígenas, como se aprecia en Cataluña, donde el idioma autóctono (ibérico) se
impuso pese a la gran penetración cultural indoeuropea.
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Pese a que ya en fechas tempranas como el IV milenio se usaba hierro de origen meteorítico, hasta
mediados del siglo VIII no se dominará el proceso de fabricación, que precisa altas temperaturas y
una elaborada técnica de fragua, contratiempos ampliamente compensados con la abundancia de
mineral ferruginoso. En Iberia, pese a que se conocen escasos objetos de hierro ya en el VIII (como
en el tesoro de Villena) no se generalizará su uso hasta mediado el siglo VII, introducido por las
gentes de Campos de Urnas o, más seguramente, por los colonizadores del Mediterráneo oriental.
Durante mucho tiempo los objetos de hierro seguirán siendo excepcionales en el interior,
generalizándose a partir de las zonas costeras, acusándose ahora las diferencias regionales, más
bien por el influjo directo de las culturas urbanas desarrolladas que por la generalización del hierro
en sí, y la Península pasará de la Prehistoria a la Historia donde se pasará de horizontes culturales a
sociedades y pueblos. El proceso diferenciador del Bronce final se intensifica por el aumento
progresivo de contactos foráneos determinándose tres grandes corrientes culturales y, en cierta
medida, étnicas, cuyas interrelaciones darán lugar a los distintos pueblos prerromanos:
· En el tercio occidental, las redes comerciales del circuito atlántico se colapsarán y con ellas la
cohesión cultural. En el suroeste, el contacto directo con los fenicios dará lugar a la cultura tartésica,
mientras el resto de las áreas pierden sus rasgos distintivos de homogeneidad y darán lugar a
distintos pueblos según los influjos a los que se vean sometidos: mientras las áreas extremeña y sur
de Portugal por influjo tartésico darán lugar a la cultura orientalizante, en el norte, bajo influencias
meseteña y centroeuropea, se tendrá por evolución la futura cultura castreña.
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de adobe de planta circular (que contrastan con Campos de Urnas, cultura con la que se relacionan
el resto de materiales arqueológicos), que apuntan a un aporte meseteño a la cultura castreña del
Noroeste. La cerámica es lisa, con incisiones triangulares e impresiones digitales en los bordes, y los
objetos metálicos de bronce y muy rudimentarios. Se observa una ruptura con Cogotas I en cuanto a
la discontinuidad de los hábitats, las características de los asentamientos y tipos cerámicos. La
economía era cerealista, complementada con ganadería de ovicápridos. En cuanto al rito funerario,
sólo se tiene constancia del enterramiento de niños en el interior de las viviendas.
· En la Meseta Sur tenemos en tanto grupos dispersos sin homogeneidad cultural en los que inciden
aportes culturales y humanos de muy diversa procedencia. Habitan en poblados elevados, junto a
ríos o en los fondos de los valles, de carácter agrícola y con necrópolis de incineración.
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Desde el I milenio a.C. se produce en el Mediterráneo el denominado “gran fenómeno colonial”, emprendido por
dos pueblos, el fenicio y el griego. Los cambios que se van a producir en una parte importante del territorio
peninsular van a ser muy importantes, no sólo:
• porque se van a acelerar la adquisición generalizada de innovaciones tecnológicas como el torno del
alfarero, la forja del hierro, la obtención de plata por copelación,
• la modificación de las estructuras urbanísticas,
• la introducción de ciertas especies domésticas,
• el acceso a la escritura,
sino porque todas estas novedades están relacionadas con un proceso de creciente complejidad social y económica
que incidirá en profundas transformaciones de la estructura de los grupos humanos, acentuando situaciones de
desigualdad hasta niveles no documentados previamente.
• Los fenicios fueron los primeros que iniciaron el largo proceso de influencia cultural sobre los pueblos
indígenas de occidente que estaban aún en plena Prehistoria, con avances tecnológicos (la navegación,
metalurgia del hierro, el torno cerámico, técnicas agrícolas y cultivos nuevos, como la vid y el olivo, el
urbanismo y las técnicas constructivas) y adelantos culturales (el alfabeto, el arte, la religiosidad, etc.).
Son los responsables de la apertura de la civilización y de la entrada en la Protohistoria de los pueblos
sobre los que inciden.
• Los griegos, que habían experimentado también la colonización fenicia, siglos más tarde inician la
colonización, actuando sobre poblaciones que se habían visto afectadas por la cultura fenicia,
profundizando en todos aquellos aspectos. Las diferencias entre ambos a veces son de matiz y otras más
profundas, que derivan del contraste entre la mentalidad europea y asiática.
Ambos contribuyeron a dar formas a culturas que, como la tartésica o la ibérica, exhiben una gran personalidad,
en las que ha veces es comprometido deslindar tal o cual rasgo cultural.
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El conocimiento del pueblo al que se debe el uso del alfabeto en el Mediterráneo está supeditado a
las versiones deformadas de sus competidores, dado que no se conservan testimonios de su
producción literaria, lo que hace su estudio problemático y dependiente casi en exclusiva de los
datos arqueológicos, si bien un aspecto queda fuera de toda duda: su contribución a la
configuración cultural de todas las comunidades mediterráneas.
- EL NOMBRE
Los fenicios nunca se reconocieron por ese nombre (phoínikes), que le adjudicaron los griegos
debido a los tejidos teñidos de púrpura (phoinix) por los que eran famosos. Este calificativo pasó al
latín como púnico. Una convención bastante aceptada es la de llamar cananeo a los habitantes de
las ciudades estado de la costa oriental mediterránea hasta finales de la Edad del Bronce (últimas
centurias del II milenio). A partir de ese momento se les denomina fenicios. Y se usa el término púnico
para designar a los fenicios de las colonias occidentales, particularmente a los habitantes de
Cartago.
- HISTORIA
La historia fenicia comienza a finales del II milenio, con la desaparición de las estructuras políticas
de la zona, a la que contribuyeron los conflictos con los Pueblos del Mar, y que permitió que las
ciudades del ámbito cananeo, entre las que destacó pronto Tiro, extendieran sus empresas
comerciales por el mar.
Los fenicios fundaron factorías y ciudades por todo el Mediterráneo central y occidental, como
Kition en Chipre, Cartago en el norte de África y Gadir en el mediodía peninsular. El resurgir de los
imperialismos asirio y babilónico y la consecuente imposición de tributos frenó en parte esa
expansión. Tiro es destruida en el 572 a.C. por Nabucodonosor II tras un largo asedio.
Posteriormente se integró en el mundo helenístico, hasta que fue absorbida por Roma.
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El motivo principal de la expansión fenicia fue la obtención de metales como contrapartida por
la pérdida de mercados en el Mar Rojo.
• Igualmente, la presión asiria del siglo IX a.C. afectó su precaria economía, ya que el
mundo asirio exige sus tributos a las ciudades-estado fenicias en plata. Obtenían plata de
Iberia, estaño en el área noroccidental de Europa y oro procedente de África.
• Por otro lado, el creciente deterioro de los recursos naturales en el área levantina
mediterránea y la presión demográfica de las ciudades fenicias orientales, intensificó la
búsqueda de nuevas materias primas en Occidente.
• Así, poblaciones enteras buscan fundar nuevos enclaves en los que sea posible sobrevivir
con los recursos propios y desarrollar otras actividades económicas comercializables pero
no necesariamente relacionadas con la metalurgia, como servicios portuarios de
importación-exportación, pesca y salazones, talleres especializados en manufacturas varias
Fenicia no fue nunca una nación, sino un conjunto de ciudades-estado gobernadas por reyes que
eran a su vez cabezas del culto principal y donde las oligarquías comerciales ejercían una gran
influencia en el gobierno, con su participación en organismos representativos y en asambleas
asesoras del monarca.
- CULTURA: EL «ORIENTALIZANTE»
Los caracteres fundamentales de los abundantes objetos fenicios dispersos por todo el
Mediterráneo son el sentido práctico, el sencillo lenguaje artístico y la avanzada tecnología. Se
prefieren los objetos de lujo en los que se sacrifican la originalidad y el gusto adoptando estilos
universalmente comprendidos y aceptados que garantizan el éxito comercial. Como resultado, se
forma en todo el Mediterráneo una comunidad cultural conocida como orientalizante.
También hay que destacar la gran aportación de los fenicios a la cultura universal: la difusión del
alfabeto.
- PRODUCTOS ARTESANALES
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La tradición literaria remonta la fundación de Gadir a finales del s. XII, pero sólo hay pruebas
arqueológicas de la actividad fenicia a partir de finales del s. IX.. Se acepta, no obstante, la
existencia de una fase precolonial, caracterizada por navegaciones de tanteo y empresas
esporádicas de exploración.
- LA PRECOLONIZACIÓN
No se trata de dos fases sucesivas, sino más bien de dos modalidades de relación mediatizadas
por el grado de evolución social de las comunidades indígenas con las que los comerciantes
entraban en contacto: sólo cuando aquella alcanzaba un cierto grado era posible el establecimiento
de colonias propiamente dichas, lo que no significa que el comercio no fuese igualmente activo
cuando no se daban tales casos.
Los primeros contactos precoloniales están indirectamente testimoniados por algunos datos
arqueológicos de procedencia oriental que se remontan al siglo IX. Otro argumento a favor de la
existencia de esa precolonización es el hallazgo de objetos fenicios en zonas como el litoral
portugués, donde nunca hubo asentamientos permanentes, en época en la que ya se daba una
presencia cultural estable en otros espacios.
Los relatos de los autores antiguos sobre la fundación de Gadir no tienen por tanto valor de
testimonio en cuanto a la fecha del primer establecimiento, pero sirven de referencia sobre la
presencia fenicia en Occidente.
- RUTAS Y MÓVILES
Los fenicios llegaron posiblemente a la Península siguiendo las rutas que ya se practicaban en el
Bronce Final, que unían el Mediterráneo central con el Atlántico a través de las costas del sur de la
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Las crecientes exigencias de metales por parte de los asirios fomentaron el incremento de los
viajes a Occidente. Estas empresas debieron organizarse desde instancias administrativas y ser
dirigidas por los aristócratas, que reprodujeron en las colonias su modo de vida. El culto en la
Península a Melkart, patrono de la actividad comercial y que se encuentra ligado al origen de los
más antiguos asentamientos coloniales, parece apoyar el carácter aristocrático del comercio. La
propia Gadir nació en torno a un santuario al dios que fue famoso hasta época imperial romana.
3. EL ESPACIO COLONIAL
Las costas peninsulares del llamado “círculo del Estrecho”, desde Huelva hasta Almería, y casi con
total seguridad hasta Alicante, fueron al parecer, las que soportaron la presencia de los colonos
fenicios desde finales del siglo VIII a.C.
Durante la segunda mitad de nuestro siglo, la arqueología ha descubierto una larga serie de
pequeños establecimientos fenicios en esta área des sur peninsular. Esto no debe sorprendernos,
ya que una de las colonias fenicias más importantes era Cartago, situada en el norte de África,
cerca de la actual ciudad de Túnez. Por otra parte, sabemos a través de las excavaciones
arqueológicas que existían colonias en el islote de Mogador, cerca de la costa meridional marroquí.
En el litoral atlántico de África, los fenicios fundaron una próspera ciudad, Lixus, exhumada hoy en
gran parte por los arqueólogos.
Así pues, la presencia fenicia en las tierras del otro lado del Estrecho (Huelva, Cádiz, Málaga y
Almería) resulta algo natural. Quizás lo que llama particularmente la atención es el tipo de colonias
que fundaron en Andalucía. En ningún caso parece que se tratara de auténticas ciudades, con la
excepción de Cádiz. Con frecuencia formaban sólo pequeños núcleos situados en los cerros
cercanos a la costa, siempre en altozanos dominantes, pero en contacto con el mar. Tanto por su
tamaño reducido, como por la monotonía de sus productos cerámicos, no es fácil establecer con
precisión como fue su evolución. La mayoría parece que tuvieron momentos de gran auge entre
los siglos VII y VI a.C.
Si se observa con detalle uno de estos pequeños establecimientos, nos damos cuenta que el
almacén es quizá la estancia más importante. En él se guardaban los recipientes de vino y aceite,
base de las exportaciones fenicias. Sin embargo, sus necrópolis revelan que comerciaban con otros
muchos productos, como joyas orientales, amuletos egipcios, huevos de avestruz pintados
procedentes del norte de África y objetos de marfil.
Una de estas pequeñas factorías fue localizada en un cerro llamado “san Cristóbal”, cerca de la
actual población de Almuñécar, en el litoral granadino. A principios de los años sesenta se excavó
este yacimiento, del que se exhumó una necrópolis fenicia con unas veinte tumbas. Era por tanto, un
núcleo relativamente pequeño, ya que otros yacimientos fenicios, como el de Villaricos, tenían más
de dos mil sepulcros, y en Galera había más de trescientos. Las tumbas del cerro de San Cristóbal
estaban alineadas y separadas unas de otras unos seis metros. Consistían en unos pozos de 1,50
metros de diámetro, con una profundidad que oscilaba entre los dos y los cinco metros. Al fondo de
cada uno de ellos hay unos nichos que harían las veces de cámaras funerarias. En el interior se
encontraron urnas cinerarias con los huesos calcinados del difunto, protegidas por medio de piedras.
Junto con los restos óseos se depositaron los objetos de uso personal del difunto (brazaletes, anillos,
amuletos, escarabeos, etc.). También había diversos vasos con ofrendas (aves, huevos de avestruz
pintados y ocre). Quizá entre los objetos más importantes de esta necrópolis figuran unos vasos de
alabastro hechos en Egipto, que llevan inscripciones jeroglíficas con el nombre de los faraones
reinantes y escarabeos, es decir, amuletos que representan el escarabajo solar egipcio.
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Todos estos elementos exóticos ponen de manifiesto las complejas relaciones comerciales de las
ciudades fenicias y, también ayudan a precisar la cronología de los contactos coloniales.
Navegantes tirios erigieron un santuario a Melqart en un extremo de la península donde ahora está
la ciudad y establecieron el asentamiento en el otro extremo (donde ahora se sitúa el casco antiguo)
Su posición, frente a la desembocadura del Guadalete (donde se encuentra el asentamiento del
Castillo de Doña Blanca, principal puerto de embarque en tierra firme y punto de contacto con la
población indígena) dominaba la ensenada de acceso al Guadalquivir, por donde fluía el tráfico
de metales del área tartésica.
Otros asentamientos (siglos VIII y VII) son Cerro del Prado, en Algeciras, Toscanos (río Velez), Morro
de Mezquitilla, Málaga (Malaka), Almuñécar (Sexi) y Adra (Abdera).
3.2. El Atlántico.
El litoral atlántico africano, con enclaves como Lixus y Mogador (y quizá incluso en las Canarias), se
desarrolla al mismo tiempo, motivado por la riqueza pesquera de esta zona
3.3. Levante.
Al norte del Segura no encontramos asentamientos, pero existía un comercio en el que la propia
población indígena actuaba de intermediaria. En el siglo VII colonos procedentes del Estrecho (hay
quien apoya la tesis de que fueron cartagineses) se establecen en Ibiza.
4. ARQUEOLOGÍA FENICIA
4.1. Poblados.
Las localizaciones se ajustan a un patrón concreto: cabos, penínsulas e islas, con fondeaderos
resguardados, agua potable en abundancia, tierras de cultivo y buena comunicación con el
interior.
Un buen ejemplo es el de Toscanos, situado en una isla en la desembocadura del Vélez. Casas de
planta rectangular, con zócalo de piedra, paredes de adobe y cubierta en terraza. Los distintos
tamaños muestran la división de clases.
4.2. Necrópolis
Todo poblado contaba con su necrópolis, separada del núcleo de población. Aunque se da un
predominio absoluto de la incineración, las sepulturas son muy variadas: desde hipogeos
colectivos con cubierta de madera y corredor de acceso a sepulturas individuales de distintos
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tipos (pozos, fosas, cistas y, ya en época tardía, sarcófagos, algunos antropomorfos como los
hallados en Cádiz).
Las ofrendas funerarias depositadas en las sepulturas son frecuentes: jarros de engobe rojo, platos,
lucernas y objetos personales (amuletos y joyas). Cuando el ajuar es especialmente rico se dan
también objetos de importación: cerámicas griegas y piezas egipcias (vasos de alabastro y
escarabeos).
Uno de los elementos básicos de la cultura fenicia –que, además, ejerció una gran influencia sobre las
comunidades que quedaron sometidas a su influencia– es la cerámica. La caracteriza su fabricación a
torno, su característico engobe rojo o la decoración por medio de bandas rojas y negras, así como la
abundancia de formas entre las que destacan las páteras, los oinokoes, las jarras trilobuladas, los
ungüentarios, los pebeteros…
Pertenecientes a esta corriente orientalizante se han descubierto en los ajuares, piezas de marfil
(peines sobre todo), huevos de avestruz pintados, escarabeos de esteatita y fayenza, vasos de
alabastro y objetos de vidrio, donde destaca el vaso de Aliseda, de vidrio translúcido en tono
verdoso, tallado en frío. Hay innumerables figurillas de terracota, en principio de estilo oriental,
pero posteriormente de estilo local.
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- LA OBTENCIÓN DE METALES
El reborde meridional de Sierra Morena, con Huelva como núcleo, rico en plata y cobre y con
Riotinto y Aznalcóllar como principales centros productores, atrajo pronto a los fenicios, que tenían
en Gadir una excelente base de control de las rutas comerciales.
Los cursos fluviales, especialmente el Guadalquivir, con numerosos poblados en su valle (El
Carambolo, Cerro de las Cabezas y Cerro Macareno), favorecieron el acceso a los recursos. Aguas
arriba se alcanzaba la zona minera de la Alta Andalucía (zona de Castulo, en Linares), abierta al
comercio fenicio al igual que el interior de Extremadura.
Los enclaves costeros de Málaga, Granada y Almería eran el punto de partida del comercio con el
sureste peninsular. La explotación de las minas se realizaba con mano de obra indígena, aunque
las técnicas e instrumentos contaban con innovaciones traídas por los colonos.
Desde los centros de captación el mineral se canalizaba hacia los grandes centros de
comercialización: Huelva y Cádiz. En Huelva, centro del mundo tártésico, los fenicios se mezclaron
con las aristocracias locales. Cádiz, en cambio, como núcleo urbano colonial, estaba cerrado al
mundo indígena y tenía un modelo económico-social totalmente distinto.
- METALURGIA
Si bien el metal fue la principal razón del proceso colonizador, muy pronto comenzó la
diversificación económica, motivada tanto por las necesidades de producción de alimentos como
por el deseo de reproducir las formas de vida de su lugar de origen. La industria del salazón y,
en general, de los productos marinos destaca como una de las más antiguas. También provenían
del mar los moluscos, principalmente el múrex, necesarios para la producción de la púrpura.
- ARTESANADO
Los principales receptores de los artículos de comercio fenicios (bronces, joyas, perfumes, telas
tintadas, marfiles, salazones, vino, aceite y los contenedores para almacenaje y transporte,
principalmente) fueron las élites indígenas, que aportaban a cambio los metales, excedentes
agropecuarios y, quizás, esclavos.
También ofrecían a las masas de las clases bajas como fuerza de trabajo, lo que se demuestra
por la presencia en las colonias de cerámicas hechas por los indígenas empleados en las
propiedades fenicias.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
- AGRICULTURA
Inicialmente, se supone que cada unidad familiar tendría una parcela de tierra tanto para su
autoabastecimiento como para la obtención de excedentes destinados al comercio. Lo mismo es
posible deducir de las actividades pesqueras. Poco a poco, el tejido social se vuelve más
complejo, con la aparición de nuevas profesiones favorecidas por la intensificación de los sectores
económicos.
A mediados del s. VII se detecta un aumento demográfico en las colonias (ampliaciones y nuevas
fundaciones) motivada no por la atracción de las actividades comerciales, sino por el aumento del
expansionismo asirio a partir de Tiglatpileser III, que dio lugar a un desplazamiento de
población campesina, suposición avalada por la localización de los nuevos asentamientos,
claramente dedicados a la explotación agrícola.
5. LA SOCIEDAD COLONIAL
El modelo social de las colonias reprodujo inicialmente el de la ciudad madre. Si bien no hubo
reyes, la aristocracia tuvo un papel esencial. Inicialmente, el papel rector lo representaría el
templo de Melqart, cuyo sumo sacerdote pertenecía a la aristocracia tiria que pretendía controlar
el proceso comercial. Poco a poco, la incorporación de elementos nativos provocó un dinamismo
diferente al oriental.
Los principales cambios se producen en el llamado Círculo del Estrecho (área de influencia de
Cádiz), donde la importancia de las actividades minero-metalúrgicas decrecen a favor de la
industria pesquera y conservera. La fabricación de salazones y salsas (garum) acarrearían
asimismo un incremento de otras actividades, como las salinas o la producción de cerámica para
el transporte. También el interior indígena se reorganiza. La población se concentra en grandes
ciudades (oppida) y surgen grupos aristocráticos en torno a un nuevo orden económico basado en
el tradicional sector agropecuario, en el proceso que conduciría del mundo tartésico al turdetano.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
indígena, de modo que los romanos nos hablan de libiofenicios o bastulofenicios, que serían los
mestizos descendientes de la vieja población colonial.
La imitación de las técnicas usadas por los artesanos fenicios fomentó la aparición de una
producción autóctona de calidad, como reflejan los tesoros de El Carambolo o el Cortijo de Évora.
Y la introducción de técnicas como el torno de alfarero contribuyó decisivamente a la mejora de la
calidad de vida de la población indígena.
- LAS CREENCIAS
Melqart, dios de la actividad comercial, y su pareja Astarté, eran los dioses principales de los
colonos. Otros dioses fueron Resef, patrono de los artesanos, Baal Hamón, Baal Safón y Bes. Se
desconoce hasta qué punto las representaciones de estas divinidades halladas en el mundo indígena
responden a la permeabilización delas creencias orientales en el mismo o a la expresión de su
propia espiritualidad mediante el lenguaje de los colonizadores.
Mención especial merecen los santuarios, destacando el de Melqart (Heraklion), famoso incluso en
época imperial romana. Hubo otros muchos en la costa, como los de Astarté (santuario de Venus
Marina) o Baal Hamón (Cronion) de Gadir, pero llaman especialmente la atención los implantados
en el interior, como los de Carmona y Castulo, testimonios religiosos de una actividad de
implantación territorial en espacios de explotación colonial. Se desconoce si eran de uso exclusivo
de los colonos o estaban abiertos a la población indígena.
CRONOLOGÍA
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
Durante la primera etapa de la Edad del Hierro se aprecian transformaciones significativas respecto a la previa
Edad del Bronce, y en muchas ocasiones estos cambios se han puesto en relación directa con la presencia de los
fenicios en la franja costera. Ciertamente, y sin aceptar necesariamente la propuesta de que la colonización semita
avanzó hacia el interior u introduciendo nuevas poblaciones de carácter agrícola, se observa que el territorio del
Suroeste peninsular, que habitualmente conocemos como Tartessos, se produjo un importante basculamiento de la
actividad económica y de la configuración social, en el campo de la religión y en el ritual.
Mientras que en el Bronce final la actividad económica dominante era la ganadería, junto con la metalurgia ligada
a objetos de Bronce, ahora existirá un fuerte desarrollo de las actividades agrícolas y comerciales, y la minería se
orientará a la extracción de plata. Esto fue posible gracias a la introducción de artilugios os como el torno de
alfarero, que permitió la producción de productos estandarizados, o de la metalurgia del hierro, que cambió las
bases de la anterior metalurgia del bronce y permitió la extracción de fuentes minerales mucho más extendidas y a
la fabricación de armas y utensilios agrícolas. Todo ello no va a repercutir únicamente en los aspectos económicos,
sino que también en la ordenación del territorio, distribución, número y organización de la producción y del
sistema de valores que da cobertura a este nuevo modelo económico- social.
1. EL PROBLEMA DE TARTESO
El origen de Tarteso ha estado siempre envuelto en un manto de fabuloso lugar, de origen mítico.
Así es como desde la Grecia Arcaica se han encargado de transmitir los escritos. Pero gracias al
estudio arqueológico, actualmente se conoce más sobre esta civilización, alejándonos de este aire
misterios que siempre lo ha envuelto.
Tartesos es uno de los grandes tópicos de la Historia de España antigua. Ya en 1.580 el Jesuita Pineda
defendió la teoría de que la Tarsis bíblica era Tartesos y que se localizaba en el sur de la Península
Ibérica. En el siglo XX, el hispanista alemán A. Schulten publicó en 1.922 “Tartesos”, llamando la
atención sobre este misterioso reino que había cautivado poderosamente el interés de los autores
antiguos.
En estos últimos decenios se ha trabajado en Andalucía y en la costa ibérica, avanzando
considerablemente en el conocimiento material de las poblaciones de finales de la Edad de Bronce, a
partir de los siglos X-IX a.C. Queda en pie el problema de casar los datos, que se obtienen de la
arqueología, con los de la fuentes literarias, escasas y fragmentadas. Por vez primera, el historiador
empieza a tener una base científica cierta apoyada en la arqueología, que le permite reconstruir lo que
debía ser Tartesos.
Tartesos es el nombre dado al extremo occidental por los griegos, antes de que se usase el de
Iberia. Una vez comienza a usarse este topónimo, el término de Tartessós pasó a designar una
parte concreta de la península, en concreto el SO.Los griegos se referían a este espacio al
comprendido entre una ciudad y un río, lo que ha llevado a ubicarlo en dicha zona. Pero el hecho
de que la Biblia hable de un topónimo parecido (Tarshish), siembra todavía más confusión acerca del
origen certero de esta civilización.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
Por Heródoto conocemos al último soberano tartésico y al más conocido de todos: Argantorio, el
cual mantuvo una relación de amistad con comerciantes fóceos que llegaron a estas tierras
buscando plata en el s. VI. El resto de las fuentes grecorromanas hablan de la riqueza y la situación
geográfica del supuesto reino. Cabe mencionar la Ora marítima del poeta Avieno, el cual da
precisiones muy concretas de la localización de Tarteso: un golfo tartesio llamado así por el río
Tartessos, en cuya desembocadura de múltiples brazos se encuentra la ciudad homónima, no lejos
de Cádiz, también situada en el mismo golfo.
Las fuentes sobre Tartesos se agrupan en tres categorías: fuentes bíblicas, griegas y latinas.
• Se suele considerar como fuente importante, para todo lo referente a Tartesos, el poema
redactado por Rufo Avieno, autor que vivió en el siglo IV y que hacia el año 400 visitó Cádiz,
cuando ya la ciudad había perdido gran parte de la pasada grandeza y quedaba en pie el
Heracleion, uno de los más famosos templos semitas de la antigüedad.
• El problema de la “Ora Marítima” es precisar que fuentes utilizó. Varios autores (Schulten y
García Bellido entre otros) defienden que la fuente principal es de origen fenicio, muy arcaica,
seguramente redactada en el siglo VI a.C., lo que explicaría que los pueblos que se mencionan
en ella ocupando las orillas del Guadalquivir o Betis no se recogen en fuentes posteriores, y que
no se cite a Emporion (Ampurias), ya que el original fenicio remonta a una fecha anterior a su
fundación por los griegos focenses, que acaeció poco después del 600. Otros autores antiguos
defienden la misma teoría de ser Tartesos Gadir, fundación fenicia del año 1.100 a.C.,
magníficamente situada, ya que controlaba la desembocadura del Betis y toda la navegación
por el Atlántico y por lo tanto toda la salida de los metales procedentes de Sierra Morena.
Cádiz no ha dado hasta el momento presente material contemporáneo e su fundación, que
según los últimos descubrimientos existía por lo menos desde el siglo IX a.C.
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Estos datos, sin fundamento científico, fueron aceptados por la historiografía española hasta que
desde hace unas décadas, la Arqueología se está encargando de elaborar unas pautas con las
que poder elaborar una historia con base sólida. Así, gracias a los restos materiales hallados, se ha
podido establecer el área geográfica tartésica y ésta tendría un núcleo central ubicado en
Andalucía occidental (Cádiz, Huelva y Sevilla), con una extensión hacia el N (Sierra Morena y
Extremadura), al O (S de Portugal) y hacia el S (S de Alicante, incluyendo la Andalucía Oriental) En
cuanto a la ubicación cronológica, ésta sería entre los s. VII-VI a.C, cuando las culturas autóctonas
incorporan a sus tradiciones conocimientos y modos de vida orientales (“Orientalizante”).
El comienzo del final de la Edad de Bronce hispánico se fecha en torno al 1.000 a.C. y se caracteriza por
una cerámica fabricada a mano con carena y bruñidas.
• Entre los años 900 y 750 a.C. corre la etapa protoorientalizante, y que se caracteriza por la
cerámica bruñida. En Cástulo, Carmona y el Carambolo se detecta ya el influjo orientalizante,
debido a los fenicios, asentados en la costa. Se explotan a gran escala, con procedimientos
nuevos traídos de oriente, las minas de Huelva, de Sierra Morena y de Cástulo.
• En este periodo, seguramente antes, llegan al Sur gentes célticas, procedentes de la Meseta,
documentado por las cerámicas grafitadas e incisas. Se asientan en las zonas mineras. Según A.
Blanco y Sangmeister, estas gentes podían ser mercenarios contratados por los más pudientes
del Sur. A ellos pertenecerían las llamadas estelas extremeñas, que se localizan también fuera
del área de Extremadura portuguesa y española. En las estelas aparecen escudos, muy similares
a los utilizados por los asirios, bien conocidos por los fenicios y que estos repartieron por el
Mediterráneo. Los fenicios, o mejor los tartesios, los entregaron seguramente a los jefecillos de
las tropas mercenarias que defendían los cotos mineros.
• El tercer periodo, que abarca entre los años 750 - 600 a.C., es orientalizante. Los fenicios
comerciaban intensamente con los pueblos del interior y originan una cultura orientalizante que
comprende todo el sur de España y Portugal, desde el Tajo al Mediterráneo.
Entre los años 630 a.C., fecha aproximada del viaje de Colaios de Samos, y el 520 a.C., los focenses
comercian directamente con Tartesos, en busca de metales, como lo indican las numerosas cerámicas
griegas de Huelva, Málaga y el Cerro Macareno (Sevilla). Esta época conoce el torno, la escritura, la
cerámica pintada, que en Cástulo copian claramente a las telas, todo traído por los fenicios. Las telas
son uno de lso principales productos del comercio de Tiro.
Los tartesios adquieren productos elaborados por los fenicios, principalmente de Cádiz, lo que prueba
que se elevó el nivel adquisitivo de los indígenas. Posiblemente artesanos de origen oriental trabajaron
entre las poblaciones indígenas para los reyezuelos. Este periodo es el Tartésico, por excelencia, según
F. Presedo, quien defiende que la siguiente etapa, que comprende desde el 600 al 450 a.C. es también
tartésica.
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o Para algunos, la cultura tartésica habría que ubicarla dentro de los límites del período
orientalizante, el cual se sitúa entre las poblaciones prehistóricas del Bronce Final y las
formaciones turdetanas de época prerromana.
o Para otros, Tarteso tiene unos orígenes anteriores a la llegada de los fenicios.
Lo que podríamos decir es que se trata de una cultura que tuvo una fase de consolidación entre las
poblaciones del Bronce Final (con el comienzo de los primeros intercambios comerciales de la zona
del SO con el resto de la Península, gracias a su riqueza mineral), con una culminación en el
“Orientalizante” y que tendría una última fase –turdetana-que se extiende hasta la incorporación de
la zona al mundo romano.
Los fenicios, desde comienzos del s. VIII a. C, establecen relaciones comerciales con las
comunidades indígenas peninsulares. Gracias a estos contactos comienza una fase que se ha
bautizado como “orientalizante”. El contacto se afianzó en el momento en que los fenicios, con el
propósito de asegurar sus empresas comerciales, crearon pequeñas factorías costeras; desde la
desembocaduar del Mondengo en Portugal hasta la costa alicantina.
Con ello llega el segundo gran debate acerca del mundo tartésico: ¿cuál fue el grado de influencia
de la colonización fenicia sobre el mundo tartésico? Lo que se tiene claro es que el impacto de la
colonización repercutió de forma desigual entre los distintos grupos sociales. Así que para lograr
un mayor estudio de este tema, sería conveniente analizar mejor el ámbito socio-económico que la
cultura material. Pero por desgracia no se tienen todavía datos que nos ayuden en este aspecto.
Hoy parece incuestionable que el desarrollo y la pujanza de Tartessos se debe a la transformación que
sufre una cultura del Bronce Final del Valle del Guadalquivir como consecuencia, a partir del s. VIII a.
C., de los contactos e influencias fenicias, cada vez mayores y que en el s. VII a. C generan una
sociedad que es el paradigma europeo del fenómeno que denominamos Orientalizante y que se entiende
como el resultado de la recepción de elementos propios de las culturas de los pueblos colonizadores
(fenicios y griegos) por parte de sociedades de la Edad del Hierro I y que se dejó notar especialmente
en comunidades abiertas a las rutas comerciales practicadas por estos pueblos. Este fenómeno que se
conoce también a través de Tartesos, también dejó huella de forma directa en la Cultura de Vilanova y
en la Cultura Lacial, si bien los elementos propios del influjo orientalizante también llegaron, a través de
la redistribución, a las áreas de la Europa Central, donde también Hallstat percibe los influjos de los
nuevos pueblos colonizadores que operan por el Mediterráneo.
3. ECONOMÍA
• Metalurgia
La zona en la que se ubicó Tarteso, es una zona rica en metales, sobre todo de plata. Y por este
motivo fue por el que los fenicios llegaron hasta estas tierras. La producción minero-metalúrgica
venía desde tiempos del Bronce Final aunque si es cierto que los fenicios contribuyeron a una
mejora con la introducción de innovaciones. Los centros más importantes se trataban de Río Tinto
y Aznalcóllar.
• Sector agropecuario.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
También de gran importancia. Los poblados indígenas se ubicaban en zonas estratégicas favorables
a la explotación agrícola o actividades ganaderas. Focos importantes fueron la ribera del
Guadalquivir y la región de los Alcores.
Seguramente, la introducción del hierro supuso un gran avance en cuanto a la creación de nuevos
instrumentos más fuertes y resistentes. Lo mismo debió de ocurrir con nuevas introducciones como
la vid y el olivo. Este sector tuvo que experimentar momentos de auge, provocados por el
crecimiento demográfico y por la creciente demanda de productos por parte de los colonizadores.
Se cree que incluso pudieron convivir en perfecta armonía agricultores indígenas con colonos
fenicios. Prueba de ello es el poblado El Carambolo.
• Intercambios.
Los fenicios buscaban de los indígenas plata, pero también productos agrícolas, carne, pieles, lana
y posiblemente esclavos. A cambio, ellos recibían manufacturas y artículos de lujo los cuales
podían ser fabricados en las metrópolis levantinas o en las colonias occidentales. Incluso podían
llegar de lugares tan lejanos como Grecia, Egipto o Chipre, todo ello derivado del comercio de
intercambio.
Desde la zona nuclear (alrededor de la desembocadura del Guadalquivir) partían rutas que
ponían en comunicación todo el territorio tartésico. Junto con las rutas marítimas, seguramente
controladas por fenicios, existían otras rutas terrestres: una que penetraba por el O, a través de
Extremadura, hasta el Duero (sería la posterior Ruta de la Plata) y otra, que era la más importante
y frecuentada, que seguía el curso del Guadalquivir y que conectaba los centros tartésicos de la
costa con zonas mineras de Sierra Morena, y a través de caminos secundarios con el resto del
territorio. En esta última ruta, Cástulo (Linares, Jaén) era un importante punto de destino.
También se expandió el comercio hacia otras zonas, como Granada o el SE levantino, tal y como
lo testimonian restos materiales.
4. LA SOCIEDAD TARTÉSICA
• Necrópolis
No conocemos muchos datos acerca de la sociedad tartésica, pero se sabe que se trata de una
sociedad jerarquizada. La mayoría de los datos los conocemos gracias a las necrópolis.
Pero la principal novedad se encuentra en los ajuares, algunos riquísimos que nos hablan de la
categoría social del difunto. Prueba de esto último es la necrópolis de la Joya (Huelva) donde se
encuentran tumbas visibles desde lejos que poseen ricos ajuares compuestos por piezas de oro,
plata, marfil y vidrio; junto con armas y herramientas.
También se ve una “mezcla” compuesta por tumbas puramente fenicias junto con otras de origen
más indígena, lo cual demuestra la convivencia entre estas dos culturas.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
• Grupos dominantes
Los ajuares nos hablan de una desigualdad social. Podemos suponer que antes de la llegada de
los fenicios, las sociedades indígenas estaban estratificadas en un sistema de familias o clanes y
que este sistema comienza a decaer con la llegada del comercio. La aportación colonial acentuó
estas tendencias de desigualdad social y fomentó la creación de una aristocracia que controlaba
los medios de producción y que posee una riqueza que exhibe incluso en el Más Allá.
La aristocracia indígena es la que controla el comercio con los fenicios y es también la que
adquiere los beneficios. La posible aculturación sufrida por estas sociedades autóctonas sería en
un grado no tan grande como se supuso, es más la presencia de objetos ricos fenicios en tumbas
aristocráticas autóctonas hace el pensar que lo único que pretendían era igualarse en el grado de
ostentación a los fenicios.
J.M. Blázquez ha defendido el origen oriental de los escudos representados en las estelas y de los
carros. Los escudos, por la forma de sujetarlos, sólo por el centro, son los mismos que los utilizados por
los asirios en el asalto de las ciudades, bien documentados en los relieves asirios. Los carros siguen los
modelos del representado en un pyxis del palacio de Nimrud, obra fenicia, y de los relieves neohititas de
Karkemis.
Los arcos de las estelas son doble, y cuyo tipo está bien atestiguado repetidas veces en los citados
relieves asirios.
Cascos con cuernos, que se encuentran en las estelas hispanas y que aparecen en el mundo oriental, así
como también los cascos corintios aparecidos en Tartesos. El hallado en Jerez de la Frontera se fecha en
la primera mitad del siglo VII a.C. El encontrado en la Ría de Huelva pertenece al siglo VI a.C. Las
espadas eran de origen atlántico, como lo indica el hallazgo de la Ría de Huelva, del siglo IX a.C., que
también contiene cascos.
Los tartesios utilizaron ya ingenios de asalto a las ciudades, introducidos en Occidente por los fenicios.
Macrobio refiere el uso de arietes contra Cádiz por el monarca tartesio Terón. Estos ingenios fueron
después utilizados por los cartagineses, según Diodoro, en las guerras greco-púnicas de Sicilia del sigo
V a.C., donde participaron gran número de tropas celtíberas, llamadas simplemente celtas por Diodoro,
e íberas.
• Fuentes de riqueza
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La “Odisea”, en época de la gran colonización griega, descubre a los fenicios como hábiles navegantes,
expertos comerciantes y piratas. También indica esta obra que los comerciantes fenicios empleaban un
año entero en vender su cargamento. El comercio de los mercaderes fenicios con Tartesos debía ser mas
constante y encontrarse en manos particulares. Probablemente el Heracleion gaditano desempeñó un
papel importante en el comercio con Tartesos. Comercio que por otra parte debió ser de intercambio,
no monetal, pues Tartesos no conocía las monedas.
Probablemente muchos de los objetos que los arqueólogos encuentran depositados en las tumbas
tartésicas eran dones regalados por los fenicios a la aristocracia de Tartesos. Seguramente eran
utilizados como medios de intercambio. Los reyezuelos y la nobleza tartésica recibían estos regalos y los
intercambiaban por minerales, esclavos y salazones. Los fenicios estaban interesados en obtener
esclavos, probablemente de Tartesos.
• Los bienes cedidos a los tartesios serían muy variados: bronces, trípodes, calderos, vasos de
alabastro o de cristal de roca, joyas, amuletos, marfiles, telas y posiblemente también el vino y el
aceite, introducidos en Tartesos por los fenicios.
• Otro tipo de producto de intercambio eran las joyas, ya que los fenicios tenían fama de ser
hábiles orfebres. Los comerciantes fenicios de Siria intercambian joyas, collares, objetos de
adorno, etc., para las mujeres. Los alasbastrones de Huelva, de Carmona, etc., nos dan a
conocer que los perfumes eran otro de los productos que introdujeron los fenicios, y con los
cuales comerciaban.
• El incienso también fue un producto del comercio fenicio, como se desprende de la presencia de
quema perfumes en Huelva, Cástulo, etc.
Es probable que estos bienes circulasen en Tartesos como dinero. Estos regalos en principio, eran
símbolos de riqueza, de prestigio y de tesaurización. A estos regalos y al comercio se debe la aparición
de un periodo orientalizante en Tartesos. Este reino comerció mucho más intensamente con los fenicios
que con los griegos. Los objetos griegos en Tartesos, salvo en Huelva y en Málaga, donde la cerámica
griega es abundante, son muy escasos en número.
En lo que respecta a la comercialización del estaño atlántico (uno de los principales productos buscados
por los fenicios en Occidente), J. Alvar sostiene que se trata de una actividad compleja, que se
realizaría por una doble vía. Los tartesios seguirían una ruta terrestre (la posterior vía de la Plata), a
través de la cual drenarían la producción procedente del Noroeste, mediante un comercio
extremadamente segmentado, responsable de la distribución de los materiales orientalizantes en el
interior.
En cuanto a la producción artesanal en Tartesos, en muy evidente el sello fenicio en estas obras, así
vemos como el artesanado de Tartesos produjo un gran cantidad de bronces, siendo difícil conocer las
piezas que salieron de talleres fenicios, probablemente asentados en Cádiz, de artesanos indígenas, o
de importaciones.
Uno de los bronces de mejor arte y técnica es la cierva del Museo Británico, trabajada en hueco y
formada de varias piezas ensambladas, según la técnica de trabajar el bronce en la Grecia arcaica.
En Tartesos se utilizaron grandes calderos de bronce de lejano origen asirio, muy de moda en el periodo
arcaico. Cuencos semejantes a la páteras fenicias han aparecido en Cástulo con el Caldero decorado por
las Astartés. Los artesanos tartesios produjeron una gran cantidad de jarros en plata y bronce, utilizados
en los rituales funerarios, al igual que los llamados “braserillos”, donde probablemente se quemaban
perfumes. De esta misma época, se conocen varios broches de cinturón decorados con motivos
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orientales, esta decoración de broches, aparecidos en diferentes lugares indica cómo el influjo fenicio
fue extenso y profundo y afectó a la decoración de los mas variados objetos.
Dos grandes conjuntos de joyas se conservan. El más antiguo procede de la Aliseda, y se fecha en torno
al 600 a.C., y el segundo, de fecha posterior (600-550 a.C.) apareció en El Carambolo.
• Base de la población
Junto a la élite dominante existía una masa poco articulada en proceso de estratificación, de la
que desconocemos si tenía acceso a la riqueza. Parece que en el mundo tartésico se desconocía el
concepto de esclavitud.
Los griegos los denominarían simbólicamente como Argantorio, el “hombre de la plata”, con un largo
reinado de 80 años, los cuales se corresponden con el período en el que prosperan las actividades
comerciales griegas con el SO peninsular.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
Como ha señalado Escacena, la sociedad tartésica prefenicia estaba configurada por aristocracias
guerreras, donde los jefes de los grupos parentales basaban su riqueza en la posesión ganadera y en el
control de la rutas que comunicaban unas zonas con otras y abrían los circuitos a las producciones
metalúrgicas atlánticas. Algunos de sus símbolos más representativos fueron las estelas del suroeste,
donde algunos de estos jefes fueron representados con toda la parafernalia externa que revelaba su
posición privilegiada. Todo ello en poblados constituidos por pequeñas agrupaciones sencillas de
cabaña, dispersas por el territorio
Coincidiendo con la llegada de los fenicios aunque en una tendencia que comienza en tiempos
inmediatamente anteriores, se aprecia un cambio de estrategia hacia la producción agrícola, que va
provocando el avance de las poblaciones hacia la zona de suelos más productivos,. La propia tendencia
interna en este sentido, y la existencia de un mercado que permite comercializar excedentes mineros,
agrícolas y ganaderos, provoca una reactivación de las sociedades de agricultores y la pérdida
paulatina de los esquemas propios de las sociedades ganaderas, como por ejemplo, la pérdida de las
estelas del Suroeste, que van dejando de levantarse, y son sustituidas por nuevas fórmulas de
expresión social, como los cementerios.
La vida campesina se complementa además con innovaciones de diverso tipo, como la explotación
sistemática de la vid y el olivo, además de los cereales, y con la introducción los animales domésticos
como el gallo o el asno, que suponen una ayuda y un complemento a la producción, el uso de utensilios
de Hierro. Estamos en este momento ante comunidades totalmente sedentarias, que desarrollarán hábitat
densos, sólidos y extensos el los que se adopta la vivienda rectangular como módulo más indicado para
la compartimentación y división interna de tareas, permitiendo además la construcción de un segundo
nivel en altura. Las familias, en las que tanto mujeres como niños y ancianos son extremadamente útiles,
crecen, lo que le permite aportar brazos para las tareas domésticas. Este aumento de población irá
evolucionando mediante la segmentación y la creación de nuevas comunidades, así como con la
exportación de los excedentes hacia las zonas mineras o hacia las portuarias e industriales de la costa, o
hacia Extremadura, en busca de estaño. En la economía tuvo gran importancia la metalurgia y la
minería, siendo la provincia de Huelva el foco más importante del momento, lo que proporcionó a
fenicios y griegos gran cantidad de metales para su posterior exportación a Oriente.
En la sociedad había distintos grupos según sus actividades laborales. Además de una nobleza (que no
trabajaba) había un artesanado especializado, que gozaba de un "status" superior al de otros
trabajadores.
La práctica de los enterramientos parece haber sido otro de los signos de diferenciación social,
introduciéndose en las tumbas más ricas objetos procedentes de la esfera colonial y del comercio
ultramarino. De hecho, los restos funerarios nos revelan que sólo una mínima parte accedió a poseer una
sepultura. Respecto a las prácticas anteriores (incineración), con rituales que no dejaban resto alguno
del cadáver, ahora se pretende no sólo proporcionar a los difuntos un hogar permanente, sino q que se
señalizará mediante grandes túmulos que rodean a los principales núcleos de población y los caminos
que condicen a ellos.
Las tumbas más ricas presentan cámara, estructura tumular y ajuar suntuoso. Una de las necrópolis más
importantes es La Joya (Huelva), que cuenta con un carro, jarros y "braserillos", y platos con restos de
comida (banquete funerario), todo ello junto a la pira. En algunos casos (necrópolis de La Joya y
Setefilla, y Carmona, en Sevilla) aparecen inhumaciones e incineraciones al mismo tiempo. Muy
importante en este aspecto son aquellos objetos que nos remiten a la esfera ritual y que parecen
mostrar ciertas transformaciones en esta fase, con un conjunto de jarro y brasero o palangana de bronce
que sirvieron para hacer las abluciones necesarias para las ceremonias fúnebres, a los que se pueden
añadir los quemaperfumes del mismo material. Este ritual evidencia la influencia fenicia.
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Respecto a la religión, el estudio de las necrópolis como el carambolo Alto permite pensar que las
élites locales asimilaron una ideología muy conveniente para sus intereses, ya que establecía unos lazos
directos entre la divinidad y los dirigentes del cada grupo. La religión fenicia otorgaba un papel
prácticamente divino a la realeza, y por tanto la plena justificación de su situación de mando, privilegio
y poder. Se ha definido, de hecho, a Tartessos como una “monarquía sacra orientalizante” (Almagro-
Gorbea).
El representante más conocido de la monarquía tartésica será el longevo rey Argantonio en cuyo
reinado se situó el viaje del navegante samio Coleo. La monarquía tartésica abrió un comerció al
Mediterráneo en el que llegó a sortear el monopolio fenicio, lo que habla de una gran autonomía de la
población local respecto al colonizador fenicio.
La monarquía fue la forma política de gobierno en Tartesos. El monarca más famoso fue Argantonio,
nombre que alude a la riqueza en plata de su pueblo. Se conocen los nombres y los hechos de otros
personajes tartésicos, como Gargoris, el cual descubrió el aprovechamiento de la miel. Su hijo Habis,
modelo de monarca legislador, enseñó a su gente a cultivar la tierra con bueyes uncidos al arado,
prohibió a los nobles el trabajo y dividió a su pueblo en siete ciudades. La monarquía tartésica era de
carácter hereditario y arrancaba seguramente de comienzos de la Edad del Bronce.
Del monarca tartésico Argantonio se conocen algunos rasgos. Su figura es legendaria, pero ya con
fundamento histórico. Debió nacer hacia el 670 a.C. y gobernó, según la leyenda, desde el 630 a
mediados del siglo VI. Herodoto, al referirse a su reinado, escribe que tiranizó “durante 80 años a su
reino”. La tiranía para Herodoto posee un sentido muy preciso y se aplica a los tiranos de la época
arcaica griega: Pisístrato en Atenas, Políctrates en Samos. Para Tucídides la Tiranía es un producto de
la creciente riqueza originada por el comercio, lo que encajaba bien en la personalidad de Argantonio,
que disponía de fabulosas riquezas, pues Tartesos era Eldorado del Mundo Antiguo. El Mediterráneo
era pobre en minas, y ésta quedaban lejos de los pueblos asentados en las orillas orientales.
Otro rasgo del carácter de Argantonio es el que intentase asentar a los focenses en su reino. La
presencia de estelas en Tartesos, en las que se representan armas, indican claramente el carácter militar
de su reino, apoyado en tropas mercenarias. Su nombre, Argantonio, parece indicar que es un monarca
de origen céltico, de las poblaciones indoeuropeas llegadas a Tartesos, o quizás un jefecillo militar, que
como tantos tiranos alcanzó el poder.
Hoy en día, y a la luz de las investigaciones, no se piensa que Argantonio controlase todo el reino de
Tartesos; probablemente gobernarían al mismo tiempo varios reyes, que controlarían un territorio más o
menos extenso. Seguramente Tartesos se asemejaría a la Etruria arcaica, donde gobernaban 12 reyes.
Argantonio sería el monarca más rico, por controlar importantes explotaciones mineras o el más famoso
por sus relaciones con los focenses.
Es probable que el carácter de la monarquía de Tiro influyera en la tartésica, pues el influjo fenicio en la
religión fue extenso y profundo. Estos monarcas, estarían rodeados de una corte de noble, de clientes y
de esclavos, de cuya existencia quedan huellas claras en las diferentes sepulturas de los túmulos de
Carmona. El papel desempeñado por esta nobleza tartésica se escapa totalmente, aunque quizá seria
parecida a la oligarquía mercantil de Tiro, si bien el poder de estos reyezuelos seria absoluto.
El lujo que rodeaba a estos monarcas era grande, así lo indica la riqueza de los túmulos Carmona.
Vivían, al igual que los aristócratas, rodeados de productos orientales, que les proporcionaban los
fenicios desde la costa. Los tesoros de El Carambolo o del Cortijo de Évora, o de la Aliseda, a los que
nos referimos más adelante, son pruebas de una gran riqueza y de su preferencia por los modelos
importados. La suntuosidad es otra de la características de estos reyezuelos.
Probablemente estuvieron divinizados, como se desprende de las grandes tumbas, pues parecen indicar
que fueron las sepulturas de importante personajes heroizados.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
5. LAS “CIUDADES”
Sólo se conocen, y parcialmente, poblados modestos como el del Cerro Macareno o el Carambolo (Sevilla), con
casas cuadrangulares de varias estancias, en piedra, adobe y tapial, con cubiertas de madera y fibras vegetales.
Este tipo de viviendas se generaliza y sustituyen a las casas circulares de las fases más antiguas. Tenemos
documentadas fortificaciones en Tejada la Vieja (Huelva), con murallas y torres circulares, y en Setefilla (Sevilla),
con dos lienzos paralelos de muralla.
Se hace difícil la distinción entre un objeto realizado a manos fenicias de uno a manos
indígenas. Esto queda patente en la cerámica, aunque es en la joyería de oro y plata junto con la
artesanía de marfil dónde se demuestra la adopción tanto de técnicas como de diseños orientales.
Eso sí, la inclusión de elementos indígenas define un estilo tartésico propio, individualizado de otras
manifestaciones orientalizantes mediterráneas. Prueba de ello es el
tesoro de la Aliseda (Cáceres) y el del Carambolo (Sevilla).
• Creencias
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
No conocemos nada sobre la ideología indígena antes de la llegada fenicia. Así que todo lo que
hallamos ya lleva el sello oriental, eso si cabe la posibilidad de que se pudiera tratar de una
especie de reinterpretación de estas creencias. Existían gran cantidad de santuarios fenicios tanto
en la costa como en el interior.
Tan oscuro es su final como lo fue su origen. Basándonos en la idea primitiva de un reino
centralizado, enriquecido con el comercio y casi con el papel de ser la primera civilización urbana
de Europa; se necesitaba un final acorde a su grandeza y misterio.
Y así nació la hipótesis que culpaba del fin de Tarteso a los cartagineses. Éstos gozaban de
ansias imperialistas que chocaban con el comercio griego de la época. Así que Cartago decidió
destruir Tarteso para así frenar este comercio griego. Desechada esta hipótesis surgieron otras como
invasiones guerreras celtas procedentes de la Meseta o una guerra civil entre gaditanos e
indígenas, la cual se saldó con la victoria fenicia con ayuda cartaginesa.
Más aceptable parece la teoría acerca de factores internos de índole socioeconómicos. A partir
de mediados del s. VI la economía tartésica tuvo una recesión importante. El sector minero-
metalúrgico entró en crisis, una crisis que pudo ser causada por dificultades tecnológicas para
seguir explotando minas mayor profundidad o por cambios en la orientación de la demanda
exterior de metales, lo cual frenaría la demanda. Curioso es que en estas mismas fechas en las
colonias fenicias se prefiera la explotación de recursos marinos a la del metal. Si estas hipótesis
son certeras, la aristocracia que se había beneficiado del comercio, ve perder todo su estatus de
privilegio con un giro en la economía. Con ello, esta aristocracia desaparece. También desaparece
esta etapa denominada Tarteso, etapa de evolución de las culturas indígenas del SO, que abrirá
paso a una nueva etapa: la turdetana, la cual se incorporará al mundo romano.
Schulten cree que Tartessos fue destruido por el ejército de Cartago, pero hoy día no se cree que fuera
así. Tartessos inicia su decadencia en el siglo VI a.C., debida a un complejo proceso en el que
intervienen diversos factores:
Hacia la mitad del siglo VI a.C. la estructura de los centros fenicios en Occidente cambia, y el dominio
del circuito pasa a la esfera de Cartago. Las antiguas poblaciones costeras se reorganizan, y se
observan cambios en los ritos funerarios, como la extensión de la inhumación frente a la cremación. La
crisis del sistema colonial anterior se ha hecho depender de:
• Un hecho político crucial, la caída de Tiro a manos de Nabuconodonosor, en el 573 a.C, lo
que habría quebrado y desmantelado las líneas comerciales, que serían rehechas y heredadas
por Cartago.
• Otra razón sería el descenso de la población de plata en las minas onubenses. Algunos centros,
como San Bartolomé de Almonte, son abandonados.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
• Otros autores, como Escacena, proponen una crisis del sector agropecuario, ya que las
explotaciones intensivas habrían provocado una fuerte degradación ambiental- entre otras
cosas, una marcada deforestación- y una tecnología entonces existente no tenía la capacidad
de aumentar la producción al mismo tiempo que la demografía.
Todo ello contribuiría a una crisis social y económica que socavaría los cimientos del poder tartésico, con
revueltas de la población indígena y finalmente conquista de Cartago.
Primer Parcial. 29
HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
AMPURIAS
Su primer asentamiento fue en un islote, Palaiápolis, sede de un poblado indígena, frecuentado también por los
púnicos y etruscos. Fruto de su prosperidad mercantil, sobre todo en el siglo V a.C., son las acuñaciones
ampuritanas (óbolos y tremihóbolos de plata, y las dracmas), así como la gran cantidad de cerámica ática,
importada por Ampurias y distribuida en las poblaciones indígenas. Con la fundación de nuevas poblaciones en el
sureste, Alonis y Akra Leuke, se facilita la penetración en el
interior hasta Extremadura.
Los materiales griegos están documentados tanto en las costas como en el interior, con una cronología que abarca
desde el siglo VIII a.C. hasta el año 218 a.C. tras la segunda guerra púnica, cuando se incorpora al mundo
romano.
• Urbanismo
Dos importantes ciudades en el golfo de Rosas: Ampurias y Rosas. De la ciudad antigua de
Ampurias existen muy pocos restos; pero se conoce la configuración de la Neápolis, o
asentamiento del continente, de forma rectangular delimitada por una muralla ciclópea, con
una sola puerta de acceso, protegida por dos torreones, situada en los siglos III y II a.C. El
trazado es de tipo hipodámico con irregularidades. Las casas están formadas por dos o tres
habitaciones y pueden tener dos pisos. Hay ágora y áreas sacras. De Rosas hay escasas
estructuras de los siglos IV y III a.C., mostrando trazado de tipo hipodámico.
• Lugares de culto
En Ampurias hay tres templos, dos de ellos detrás de la muralla, uno dedicado a Asclepio, dios de la medicina, y
otro a la diosa Higea. El tercero, el más grande, está edificado sobre una muralla cuando ya estaba en desuso y
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está encerrado en un recinto correspondiente a un lugar de culto reservado a iniciados. Está consagrado a Zeus-
Serapis y es del siglo I a.C. También existen aras y pedestales, que formarían parte de un sacellum o recinto para
celebrar ceremonias religiosas al aire libre.
• Cerámica
Abundan los vasos griegos. Los más antiguos están en el sur, en un ambiente comercial fenicio de los siglos VIII y
VII a.C. (crátera o pyxide de cerámica ática, skyphos de pájara eubeo, ánforas áticas de tipo “SOS”, etc.).
Desde finales del siglo VII a.C. y durante el VI a.C. sobre todo, hay un gran número de productos importados que
llegan desde Ampurias a Huelva: cerámica ática, calcídicas, honias, samias, corintias, laconias o quiotas,
destacando el ánfora de Huelva, pintada por Klitias, el lekanis de Ampurias de Polos, los aribalos procedente de
Naucratis y las copas áticas de los Pequeños Maestros.
Hacia finales del siglo VI a.C. desaparecen las importaciones griegas en Andalucía y será Ampurias, en el siglo V
a.C. la receptora de estos materiales, principalmente áticos, que distribuirá por el suroeste: lekythos de figuras
negras, Kylikes decorados con barniz rojo coral, crátera,
ánforas..., llegando en el siglo IV a.C. a las poblaciones ibéricas de
las costas, desde Cataluña hasta Huelva, y las áreas mineras de
Andalucía y Extremadura.
• Escultura en piedra
Los hallazgos no son muy abundantes, aunque hay influencia del arte griego arcaico en algunas obras indígenas.
Hay dos esculturas de mármol de la Neápolis de Ampurias. Una, de 2 m de alto, del dios Asclepio, de un taller
ateniense de la época helenística. Otra es una pequeña cabeza de figura femenina perteneciente a una escuela
ática original del siglo IV a.C., de la diosa Afrodita.
• Bronces
Son escasos en Iberia, y se concentran en el sur de la Península e Islas Baleares: dos cascos corintios en Jerez y
Huelva, dos oinocoes rodios en Granada y la necrópolis de la Joya (Huelva), una figura femenina de Astarfe
(Granada), y una coraza en la cueva del Jarro (Almuñécar).
En el sureste aparecen el Centauro de Rollos (Caravaca, Murcia) y el Sátiro itifálico del Llano de la Consolación
(Albacete).
En Baleares están el Apolo de Lluchmayor (Mallorca), dos figuras de Atenea Promachos de Porreras (Mallorca y
Menorca) y una Atenea Palladion de Santany (Mallorca).
• Numismática
Ampurias y Rodas comienzan a acuñar moneda en el siglo V a.C. y la desarrollan en los siglos IV y III a.C. Las
monedas ampuritanas son más antiguas, y son anepígrafas de plata, relacionadas con el lote hallado en Auriol
(Marsella). En el anverso aparece una cabeza barbada o imberbe con casco (¿Hércules?), una cabeza de sátiro,
etc. En el reverso hay un cuadrado incuso. Posteriormente hacen monedas epigráficas, como trihemióbolos y
obolos, de patrón masaliotacon, con el anverso de cabeza de Atenea y en el reverso una lechuza.
Los dracmas son las monedas más importantes en plata. Las de Rosas son anteriores a las de Ampurias. En el
anverso aparece una ninfa, y en el reverso una rosa con los pétalos abiertos y la leyenda RODETON.
Las ampuritanas toman los modelos de la época clásica siracusana: en el anverso la figura de Aretusa rodeada de
delfines, y en el reverso Pegaso con la leyenda EMPORITON, con el tiempo sustituida por la figura de un niño.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
La presencia griega en España está documentada por dos tipos fundamentales de datos: por un lado las
fuentes literarias, esto es, aquellos testimonios antiguos que hacen referencia, de forma más o menos
explícita, a los viajes de los navegantes griegos por el Occidente; por otro lado, las fuentes
arqueológicas, es decir materiales que, descubiertos en las excavaciones, aportan paulatinamente nueva
luz sobre la naturaleza y el valor del comercio griego en el extremo occidental del Mediterráneo.
El estudio global más extenso que se ha realizado hasta hoy sobre las fuentes literarias es obra del
profesor Antonio García Bellido. Su libro Hispania Graeca puede considerarse una síntesis sobre la
colonización griega en España en la década de 1.940.
y por otro las noticias de geógrafos e historiadores de la antigüedad que transmiten por lo general
noticias muy anteriores a su época. Tal es el caso de la Ora marítima del tardío poeta latino Avieno,
quien puso en verso un antiguo periplo de navegantes griegos. Su primitivo autor, un marino
posiblemente de Marsella, hizo una descripción detallada de la costa desde Tartesos hasta aquella
ciudad, señalando los lugares que iban apareciendo ante la nave griega en su recorrido. Basándose en
este periplo se ha conjeturado la localización de primitivas colonias (Mainake, Homeroskopeion, Akra
Leuke, etc.) cuya existencia no ha sido constatada aún en muchos casos por la arqueología.
A estos datos poco concretos, hay que añadir los relatos de algunos historiadores antiguos en los que la
realidad se mezcla con elementos imaginativos por lo que resulta necesario realizar previamente una
cautelosa interpretación de los textos a la hora de extraer de ellos unos resultados históricos válidos.
Uno de los relatos más significativos de este tipo fue escrito por Herodoto (primera mitad del siglo V
a.C.), quien nos cuenta en sus historias el viaje improvisado de Kolaios, marino de la isla de Samos, quien
deseando viajar hacia Egipto, fue sorprendido por los vientos del Este y condujeron a la nave de los
samios más allá de las columnas de Hércules, donde finalmente arribó Kolaios como naufrago ante las
mismas costas de Tartesos. Allí comerció Kolaios y sus compañeros con los indígenas, tras lo cual
emprendieron viaje de vuelta a Samos con pingües ganancias. La narración de Herodoto, adornada con
numerosos elementos imaginativos, refleja el atractivo poderoso (idealizado con la riqueza que
comporta el comercio) que impulsa a diversas ciudades de Asia Menor de la Grecia arcaica a buscar en
un occidente paradisíaco una salida vital para sus excedentes de población y para su pobreza.
GRIEGOS
Tan sólo se conocen dos emplazamientos griegos en la península, como
son Rhode y Emporion, con lo que los datos obtenidos del paso griego
por nuestras tierras son más bien escasos. De poco nos sirven los restos
cerámicos, debido al gran comercio llevado a cabo por los griegos.
Durante los siglos XIV-XIII los griegos efectúan un comercio en aguas
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
mediterráneas, comercio que se verá frenado por el colapso sufrido en el mundo micénico. Serán
los fenicios los encargados de reanudar este comercio, pero los griegos no llegaron los primeros a
nuestras tierras, sino los fenicios. La presencia de restos materiales griegos en nuestras tierras, es
debido a que los fenicios lo trajeron gracias al comercio griego en tierras orientales.
La incursión griega en tierras occidentales viene en el s. VIII a.C y tiene como destino la costa
tirrena, atraídos por los abundantes metales del territorio etrusco. Fundaron en el golfo de Nápoles
la primera colonia conocida en occidente: Pithecusa, en la isla de Ischia. Así que conociendo las
prometedoras tierras occidentales y sobre todo motivados por unas desfavorables condiciones
políticas y socio-económicas(conflictos entre ciudades, tensiones sociales entre aristocracia y pueblo,
escasez y pobreza de las tierras de cultivo, mal reparto social de la riqueza)hicieron que un gran
número de griegos iniciase un intenso proceso colonizador con el cual fundarían ciudades griegas
en el Mediterráneo y el Mar Negro. Aunque la Península Ibérica entró tarde en estos planes
colonizadores, se habló de legendarios viajes realizados por héroes a nuestras tierras. Tal es el
caso de Herakles o de los héroes del ciclo troyano, Ulises, Anfíloco y Teucro. Ninguna de estas
referencias míticas guarda un fundamento de peso.
Los foceos fueron los primeros griegos en protagonizar una relación comercial. Según Heródoto,
desde el último cuarto de s. VII a.C, los foceos comercializaban con Tartesos, incluso mantuvieron
lazos de amistad con su rey, Argantonio. Incluso dice que, ante la amenaza persa sobre la ciudad
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
jonia, Argantonio les ofreció instalarse en su reino. Pero los foceos lo rechazaron, prefiriendo la
ayuda en plata con la que edificaron murallas para protegerse del enemigo.
Huelva era el centro portuario tartésico donde se concentraba gran parte del mineral de plata, el
cual se intercambiaba con los fenicios. A este centro acudieron los foceos en busca de este metal.
Desde el s. VII a.C las ciudades jonias sufrían la presión del reino de Lidia en proceso de
expansión, por lo que son frecuentes las intervenciones militares y un aumento en la demanda de la
plata. La presión lidia era angustiosa para Focea y como estímulo se lanzan a una aventura de
ultramar. La búsqueda de metales les llevó hasta Tarteso siguiendo una ruta que bordeaba el sur
del Mediterráneo, con centro neurálgico en Naukratis (Egipto).
Pero no se lanzaron en esta única ruta, el Mediterráneo central, Adriático y el golfo de Lyon fueron
también focos de intereses foceos. Así, destacan lugares como Alalía (Córcega), Massalía
(Marsella) y Emporion en la costa catalana.
Los griegos no pasaron de una fase comercial precolonial y de momento no existen evidencias
acerca de Apoikías o Emporion en la zona. Simplemente, se adaptaron a los esquemas
económicos y comerciales existentes, los cuales habían sido desarrollados y establecidos por los
fenicios. Aprovecharon sus infraestructuras y en las factorías fenicias llevaban a cabo los
intercambios. No tuvieron ninguna organización administrativa ni establecimientos permanentes.
Realizaban intercambios siguiendo las rutas marcadas por los fenicios. Seguramente, en los
comienzos realizaban dichos intercambios comerciales mediante la fórmula aristocrática de
intercambio de dones. Los griegos recibían plata y ellos ofrecían aceite y vino, junto con
manufacturas como cerámicas de lujo, tejidos y bronces.
La misión de los foceos fue la de servir de intermediarios y transportistas de una amplia gama
de productos de procedencia variada. Desde el s. VI a. C decrecen las importaciones fenicias
procedentes de Oriente, al mismo que aumentan las griegas; las cuales alcanzarán gran volumen
durantes el s. VI.
Tras casi siglo y medio de competencia económica y mercantil entre griegos y fenicios por el control del
mercado tartésico, las transacciones comerciales griegas comienzan a decrecer considerablemente a
partir del último tercio del siglo VI a.C., debido a las dificultades, cada día mayores, puestas por los
comerciantes fenicio-occidentales.
Habiendo heredado la hegemonía fenicia en Occidente a mediados del siglo VI a.C., tras la ruina de las
metrópolis fenicias, Cartago, la nueva metrópoli, recuperará el monopolio comercial con Tartesos, sobre
todo para salvaguardar los intereses de los artesanos y comerciantes fenicio-occidentales de los
mercaderes griegos. Fruto de esta situación será la firma del primer tratado romano cartaginés del año
509 a.C., en donde Roma, que en estas fecha será una pequeña ciudad con estructuras etruscas, y
Cartago se reparten las áreas de influencia e intercambios comerciales, cerrándose para los griegos las
rutas hacia Tartesos. Aunque suponemos que estos tratados en el mundo antiguo no se cumplirían al cien
por cien, lo cierto es que a finales del siglo Vi a.C. dejan de recibirse importaciones griegas en Tartesos,
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
pudiéndose afirmar que el comercio directo griego con Tartesos ha desaparecido. Esta sería una de las
causas que provocará el subsiguiente colapso del reino de Tartesos, al convertirse nuevamente en un
monopolio semita.
Los griegos a partir de este momento centrarán sus esfuerzos e intereses comerciales en el sureste
peninsular, ya que desde sus bases en esta área (Homeroskopeion) emprenderán un comercio terrestre
de larga distancia hacia el interior peninsular, y que no es extraño a los focenses. Este comercio llevaría
desde el sureste peninsular, desembocadura de los ríos Segura (Guardamar) y Vinalopó (Santa Pola),
hasta Cástulo con importantes riquezas mineras. Continuaría a través del curso de Guadiana hasta
Extremadura, pues los foceos conocerían desde sus contactos con Tartesos la riqueza de estas tierras de
cinabrio.
A partir del 546 a. C, fecha en la que Focea cae a manos persas, comienza a disminuir la calidad
y el volumen de los productos importados, los cuales terminan por desaparecer del S peninsular
durante el último cuarto del s. VI. Época que coincide con el ocaso tartésico (motivos expuestos en
el tema anterior). La falta de rentabilidad del mercado tartésico dejó de interesar a los
comerciantes griegos y fenicios, desplazando sus actividades al levante peninsular.
A partir del s. V, la cultura turdetana (que ocupa el “vacío” dejado por los tartésicos) asume el
control de los productos griegos desde Cádiz.
Muy poco, casi inexistente. Se adaptaron los foceos a las costumbres tartésicas.
Paralelamente al comercio iniciado con Tarteso, los foceos también se aventuran en el Mediterráneo
central. Así, hacia el 600 a. C fundan Massalía (Marsella), que será la colonia focea más
importante de Occidente. Por la misma época se instalan en la costa gerundense en una pequeña
factoría, emporion, que servía como base de apoyo para el comercio con el levante peninsular.
Será el origen de la más importante colonia griega en suelo peninsular: Emporion (Ampurias).
Hacia el 560 fundan Alalía (Córcega).
Muy parecida a la descrita para los tartésicos. Desde el último tercio del s. VII se documenta una
actividad comercial tanto fenicia como griega, limitada al ámbito costero. No se descarta que
hasta mediados del s. VI los productos griegos del litoral levantino hayan tenido como
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transportistas a los fenicios. Desde la segunda mitad del siglo comenzará un predominio comercial
griego.
Con la derrota del último rey de Lidia, Creso, a manos del rey persa Ciro, los griegos de la costa
oriental egea se vieron sometidos al yugo persa. La mayor parte de las ciudades jonias aceptaron
este sometimiento, excepto Focea. Sus habitantes prefirieron huir buscando nuevos
asentamientos, con lo que comenzaría un masivo proceso de emigración; el cual se dirigió
fundamentalmente a las colonias jonias ya establecidas en el Mar Negro y Occidente. Prueba de
ello es que un grupo de exiliados se instaló en Alalía, Córcega.
Alalía había prosperado como redistribuidora de los productos orientales en los mercados de
Etruria. Pero los recursos de la ciudad resultaron insuficientes ante el incremento masivo de
población ocasionado por la llegada de huidos de Focea. Surge la piratería, algo que se convirtió
en un peligro para los intereses económicos de la zona, zona en la que confluían intercambios de
griegos, púnicos y etruscos.
Así que etruscos y cartagineses se aliaron y en la primera batalla naval de Occidente se trató de
expulsar a los refugiados de Alalía (540 a. C). Heródoto es quien nos cuenta esta historia, en la
que los griegos resultaron victoriosos pero no pudieron evitar el desalojo de Alalía y un segundo
éxodo de los griegos. El nuevo destino tuvo dos variantes: en la costa tirrena fundaron Elea, mientras
que otro grupo se dispersó por las colinas jonias del Mediterráneo Occidental, como Ampurias y
Marsella; las cuales vieron aumentar su demografía.
• El ocaso de Tarteso
Coincidiendo con el ocaso tartésico, los comerciantes fenicios y griegos buscan nuevas fuentes de
aprovisionamiento junto con la apertura de rutas alternativas de acceso a estas fuentes. La zona
levantina, en especial la zona del Bajo Segura, vivió desde entonces un incremento de la actividad
comercial.
3. LA COLONIA DE AMPURIAS
• La fundación
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Hubo una gran compenetración con los pueblos indígenas para poder instalar estos puntos
estratégicos. Y esto ocurrió con Emporion, el cual estaba ocupado desde el s. XII por una
comunidad indígena que fabricaba cerámicas según la tipología del Campo de Urnas. En sus
primeros años de existencia, Emporio no tuvo un peso importante en el comercio, dependía de
los centros fóceos del Mediterráneo Oriental.
Pero se hizo necesario crear un establecimiento permanente cerca de Marsella que controlase la
explotación de los recursos (metales y productos agrícolas)de la zona comprendida entre el Golfo
de Lyon y el Ampurdán.
• Desarrollo urbano
A mediados del s. VI a colonia había crecido. El islote quedó reservado a los lugares sagrados y
la población, aumentada por la presencia de inmigrantes huidos de la invasión persa, se trasladó
a tierra firme. Aquí se constituiría la auténtica ciudad (neápolis).La “ciudad nueva” fue rodeada de
murallas por tres de sus lados y dotada de todos los
elementos típicos de una polis. Fuera del recinto se erigió
un santuario, en cuyos alrededores tendrían lugar los
intercambios con los indígenas, los cuales mantuvieron
su viejo poblado, Indiké, junto a la colonia. Entonces fue
cuando la nueva aglomeración recibió el nombre de
Emporion, que daba fe a su función comercial.
• El comercio ampuritano
Desde las últimas décadas del s. VI, el comercio de Ampurias se va desvinculando lentamente del
de Massalia para dedicarse a las regiones ibéricas. Comienza una extensión hacia el sur
peninsular por las desembocaduras de los ríos Llobregat y Ebro. Siguen por la costa levantina hasta
terrirorio contestano, en torno a las desembocaduras de los ríos Vinalopó y Segura.
Las mercancías ofrecidas por los emporitanos era vino, aceites, tejidos, cerámicas de lujo; y las
cambiaban por metales, sal, fibras vegetales, pieles y cereales. Desde el Bajo Segura se abrían
caminos de penetración que unían la costa con el SE de la Meseta y los distritos mineros de la
Alta Andalucía. Los griegos abrían estas rutas comerciales, que eran dirigidas por indígenas, con
el propósito de hacer llegar hasta Ampurias metales y cereales; los cuales eran redistribuidos
hasta Massalia o Grecia. A cambio los griegos traían a la península sus apreciadas cerámicas.
Aunque griegos y púnicos comienzan a ejercer una rivalidad comercial, ambos dependen de los
íberos, que controlan las rutas, para acceder a los productos del interior peninsular.
• Moneda
Desde mediados del s. V, el comercio ampuritano comenzó a utilizar moneda propia. Comienzan
siendo acuñaciones a semejanza de las massaliotas para ir evolucionando hasta parecerse a las
púnicas a mediados del s. III comienzan los característicos tipo como Pegaso, objeto de imitación de
los íberos. La convivencia entre griegos y púnicos nos enseña como Cádiz y Ampurias eran las
principales intermediarias de un extenso comercio entre Oriente y Occidente, impulsado por
Atenas y Cartago. Estas relaciones comerciales tenían su punto de encuentro en Ibiza. Desde el S
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
4. LA COLONIA DE ROSAS
No se sabe a ciencia cierta cuando surgió este, hasta la fecha, segundo enclave griego en la
península. Situada a 17 Km al N de Ampurias, Rosas (Rhode) quizás tuvo su origen similar al de
Ampurias: la frecuentación por marinos foceos de un mismo lugar de escala que acabó por
cristalizar en una población estable. A lo largo del s. V se formó como polis, con moneda propia y
circuitos comerciales propios.
Seguramente a lo largo del s. III acabó cayendo bajo la órbita emporitana, desapareciendo con
los acontecimientos de la II Guerra Púnica.
5. GRIEGOS E INDÍGENAS.
Datos arqueológicos (yacimiento de Ullastret, Illa d’En Reixach) nos hablan de una influencia
griega en el mundo indígena: estructura urbanística, cerámica ática de lujo, técnicas constructivas...
Los griegos también contribuyeron al desarrollo de uno de los sistemas alfabéticos de escritura
con que cuenta el mundo ibérico, el “greco-ibérico”, limitado al territorio contestano (regiones de
Alicante y Murcia)
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Desde la segunda mitad del siglo IV y seguramente en relación con el reparto de influencias del
tratado del 348 a. C entre Roma y Cartago, cesan las relaciones del mundo ibérico con los griegos.
A partir de entonces serán los púnicos quienes se hagan cargo del control comercial de la zona.
Primer Parcial. 39
HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
Según Mª Eugenia Aubet, el espacio de tiempo comprendido entre los siglos VI y III a.C. corresponde al
del imperio cartaginés pre-bárcida y coincide con aquel periodo en el que Cartago asume, gradual y
militarmente, el control de los viejos territorios de población fenicia occidental. Se trata de un periodo de
profundos cambios en el seno de la sociedad fenicia de Occidente.
En efecto, durante la segunda mitad del siglo VI a.C., la arqueología percibe en el Mediterráneo
central, occidental y norteafricano una serie de cambios en las costumbres funerarias, y la introducción
de un conjunto de piezas, como terracotas, máscaras, navajas de afeitar y cascarones de huevos de
avestruz, de indudable carácter cartaginés, que constituyen los fósiles directores por los que podemos
descubrir los influjos procedentes de Cartago.
Si se contrastan las características culturales de las viejas colonias fenicias de los siglos VIII-VII se
advertirán cambios significativos, que se explican sólo por la intervención de los influjos cartagineses. Así
por ejemplo, los tipos cerámicos y sus sobrias decoraciones hallan más similitudes con los que son
propios de Cartago;
Todo ello, proporciona unos esquemas culturales bien diferenciados de los más antiguos de las colonias
fenicias, que serán más o menos intensos en los diferentes puntos peninsulares, según los grados de
aceptación o influencias más directas de Cartago. En general, desde el río Guadiana hasta el Segura se
hallan las huellas de Cartago.
Durante el siglo VI se advierten en los poblados fenicios peninsulares huellas de rupturas con la etapa
precedente, relacionados con diversos acontecimientos acaecidos en otros yacimientos del mediodía
peninsular. Por ejemplo, a finales del siglo VII a.C. o en la primera mitad del VI, se ha determinado el
final de la factoría de Toscanos.
La situación en la costa levantina peninsular muestra signos evidentes de los cambios de esta época. Los
Saladares, Peña Negra y Vinarragell, que habían mantenido importantes y continuas relaciones
comerciales con los centros fenicios, cesando en la primera mitad del siglo VI a.C. La causa probable de
estos cambios estriba con seguridad en los desequilibrios políticos y económicos que supuso la caída de
Tiro en el 573 a.C., a donde en gran parte se dirigía el mercado fenicio occidental durante los siglos
VIII y VII a.C. Cartago, aprovechando esta coyuntura favorable, se erigió en la heredera política y
económica de Tiro y surgió por entonces como una potencia marítima a tener en cuenta.
A todo ello se añade que, desde los comienzo del siglo VI a.C., se inició un comercio activo griego
oriental (focense), mayoritariamente dirigido hacia Tartesos, que finalizó hacia el 530-520 a.C., como
sugieren la excavaciones realizadas en la ciudad de Huelva. Y poco más tarde, en la segunda mitad del
siglo VI a.C., son evidentes las importaciones griegas en la bahía gaditana y sudeste peninsular. La
presencia griega, al menos en el ámbito fenicio podría explicarse como un cierto debilitamiento en el
control de estas costas peninsulares y de sus recursos económicos, tras la caída de Tiro y el
afianzamiento político de Cartago.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
1. LA CIUDAD Y SU ENTORNO,
Cartago fue fundada por fenicios de Tiro hacia el 814/813 a. C. Su emplazamiento privilegiado en
el golfo de Túnez servía a intereses estratégicos ya que se encontraba a medio camino entre el
Levante mediterráneo y el extremo occidente, además de estar situada en pleno comercio africano.
Sufrió un crecimiento demográfico debido a la huida de fenicios del yugo asirio. Cartago empieza a
marcar los rasgos característicos de su fisonomía, rasgos particulares gracias al mestizaje de su
población.
Su propio dinamismo fenicio junto con una necesaria expansión en un territorio hostil (tribus
autóctonas libias), hacen que Cartago se lance a la aventura marítima. Sabemos que desde el s. VII
a Cartago llegan importaciones etruscas, griegas y chipriotas, pero poco sabemos acerca de la
exportación cartaginesa (si exceptuamos los escritos de Diodoro de Sicilia acerca de la fundación
de Ibiza en el 654 a. C)
Cartago mantuvo relaciones comerciales con el Levante mediterráneo, los emporios norteafricanos
de la Sirte, y el mar Tirreno. Cartago ha tenido sobre los hombros de su historia el sambenito de
ciudad con ansias imperialistas, nada más lejos de la realidad. Se basan para esta acusación en
el problema surgido en el Mediterráneo, concretamente en Alalia, con la excesiva emigración
focea que gesta la piratería. Cartago entra en el conflicto no motivado por ansias imperialista, sino
para controlar la piratería que tanto daño hacia tanto a un comercio como a otro. Tampoco es
cierto que las malas relaciones de Cartago con ciudades de Sicilia, ya que a menudo eran las
propias ciudades griegas las impulsoras de esta mala relación, sobre todo Siracusa; sean producto
de un imperialismo cartaginés. Cartago no impone su comercio en el Mediterráneo, sino que se
integran en el espacio comercial junto con griegos, etruscos y fenicios. Sin embargo, a finales
del s. VI a.C una serie de acontecimientos harán que Cartago pase a ocupar una posición
hegemónica en el mundo fenicio-púnico de Occidente.
El marco geopolítico y económico de Cartago fue distinto al de Gadir y al de las colonias fenicias de la
costa peninsular. Por Tucídides sabemos que, tras los primeros establecimientos fenicios en Sicilia,
surgieron problemas con los griegos también allí asentados, al punto que tuvieron que retirarse a la
extremidad noroccidental de la isla. Esto fue el comienzo, pues la historia de Cartago está marcada, y
se jalona, por las continuas rivalidades con los colonos griegos, que alcanzaron el Mediterráneo central
en el siglo VIII a.C.
La necesidad de apoyo de una gran ciudad tal vez fue el origen de los vínculos entre Cartago y las
colonias fenicias del Mediterráneo, y desde luego del papel primordial que jugó esta ciudad. Tras la
caída de Tiro, Cartago asume en el Mediterráneo el papel que le correspondería a la metrópolis, así
pues la propia dinámica histórica, desde los primeros establecimientos semitas, agudizada por la caída
de Tiro, hizo posible el surgimiento de Cartago como una potencia militar a tener en cuenta. También se
debe a su ubicación geográfica en el corazón del Mediterráneo, siendo un baluarte para la defensa de
los intereses comerciales en su extremo occidental.
Su primera actividad exterior fue la fundación de una colonia (Ibiza), que Diodoro de Siracusa sitúa en
654-53 a.C., unos 160 años después de la fundación de Cartago, pues esta isla le aseguraba un punto
necesario para el acceso a las costas peninsulares. Los datos arqueológicos muestran, no obstante, que
Ibiza, a mediados del siglo VII a.C., y durante su segunda mitad, se hallaba conectada con los intereses
económicos de Gadir y no de Cartago, cuya huella no tendrá lugar hasta los comienzos del siglo VI a.C.
Un primer síntoma de la política cartaginesa en el Mediterráneo, contra los griegos, fue, según
Tucídides, la derrota que los cartagineses sufrieron en su intento de obstaculizar a los foceos la fundación
de Marsella, en torno al 600 a.C.
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Otro hito importante acaeció en el 535 a.C. en la batalla de Alalia, frente a las costas de Córcega. La
alianza etrusco-cartaginesa dio como resultado la derrota de los foceos, aunque las consecuencias
económicas no debieron ser muy perjudiciales para los griegos. Sin embargo, supuso la delimitación de
las esferas de influencias, correspondiendo Italia a los Etruscos, desde los Alpes a la Campania, y para
los cartagineses quedaba una amplia zona del Mediterráneo occidental que incluía el sudeste peninsular.
Hacia el 510 a.C. se debilitó esta alianza, a causa de los problemas internos de los etruscos, época en
que Roma surgió como una república independiente. Esta vez es Roma la que, en el 509 a.C., concluyó
un nuevo tratado con Cartago sobre la delimitación de las esferas de influencia.
En el 348 a.C., se concluyó un nuevo tratado entre Roma y Cartago, el cual beneficiaba a Cartago ya
que impedía a Roma el tránsito por el norte de África y sobra todo a la costa española comprendida
desde Cartagena hasta Huelva, la zona que podía ofrecer más incentivos comerciales. Cartagena, por la
producción de sus minas, abastecía de plata a Cartago para el pago de sus tropas mercenarias, en la
que los íberos constituían un porcentaje elevado.
Por esta época, Cartago dominaba prácticamente todo el norte de África, aunque siquiera fuese a
niveles meramente comerciales, así como la costa meridional española, sobre todo desde Almería al
estrecho de Gibraltar, en donde Cartago mantenía una política comercial provechosa.
Nuevos tratados, que en la práctica repetían las cláusulas de los anteriores, se firmaron entre Roma y
Cartago en el 306 y 279 a.C. Y en lo que respecta a la Península Ibérica, Cartago confirmaba su zona
de influencia por el Sur, que constituía una fuente de ingresos necesaria para su economía y la paga de
sus mercenarios. Pero en el 264 comenzó la Primera Guerra Púnica, entre Roma y Cartago, las dos
grandes potencias por entonces del Mediterráneo, que acabó en el 241 con la pérdida para Cartago
de Sicilia. Así la situación, su única posibilidad fue la afirmación política y económica en España, para
equilibrar de este modo los territorios perdidos en otros puntos del Mediterráneo. Esta fu en suma, la
política de los Barca en España.
Aunque siempre se ha asociado el apogeo púnico con la caída de Tiro a manos babilónicas, hoy
en día se sabe que simplemente la llamada “crisis” del s. VI no es más que una reorganización del
espacio comercial fenicio; es decir se dedican a unas factorías más que a otras, abandonado
aquellas que no les interesan.
Cartago se aprovecha de este reajuste comercial para lanzarse con mayor fuerza en aquellos
lugares que los fenicios han abandonado. A partir del s. V, Cartago se lanza a nuevas conquistas
como es el inferior del continente africano.
Poco a poco Cartago asciende en el mundo comercial sobre todo porque practica una diplomacia
basada en tratados y alianzas con los fenicios principalmente.
Uno de estos tratados lo firmó con un nuevo poder surgido en el Mediterráneo occidental: Roma,
los cuales llegarán a gestar un gran imperio y serán enemigos irreconciliables de los púnicos. A
finales del s. VI, según Polibio, se firmó el primer tratado entre romanos y púnicos.
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o Los segundos buscan proteger sus intereses comerciales y para ello cierran a los romanos
los territorios situados al O de lo que seguramente se trataba del Cabo Bon en la costa
norteafricana.
Entre 508/507 a. C, firman otro tratado esta vez con los etruscos. Los púnicos buscan a toda costa
mantener cerrado el tráfico del Estrecho de Gibraltar, con el propósito de proteger los emporios y
el tráfico de la Sirte. Mientras los etruscos buscan mantener alejados a los púnicos del Lacio.
A lo largo del s. V tan sólo cabe destacar de interés la decadencia etrusca y la creciente influencia
de Roma. En el 348a.C queda constituido el segundo tratado romano-cartaginés. Este nuevo
tratado venía a delimitar las respectivas áreas de intereses de ambas potencias bajo una base de
entendimiento y amistad.
La frontera de tráfico de los romanos queda ahora delimitada por dos puntos: Cabo Bon y Mastia
(situada, al parecer, en una zona próxima al Cabo de Palos, cerca de la actual Cartagena). Los
griegos, aliados de los romanos, tienen vía libre para seguir comercializando, gracias en parte a
este tratado, por el levante hispánico. Justo dónde se encuentran los principales centros de interés
para ellos: Emporion y Rosas.
Según Diodoro, la fundación de Ibiza se debe a los cartagineses allá por el 654 a. c. actualmente,
se admite la idea de que los verdaderos fundadores de Ibiza fueron fenicios del S, seguramente
de Cádiz. Éstos se sirvieron de la isla como punto estratégico en su expansión comercial.
A partir de la segunda mitad del s. VI, Ebussus comienza un sensible crecimiento; convirtiéndose en
muy importante para la estrategia comercial cartaginesa, y estas intensas relaciones irán
modelando el carácter de Ibiza.
Durante el s. V, Ibiza gozaba de una importante red comercial que enviaba sus productos a
Marsella, Emporion y otros puertos mediterráneos. Establecieron contactos la cultura talayótica
(Mallorca), incluso el hallazgo de restos de hierro en la isla hace suponer que fueron los púnicos los
que introdujeron este metal en territorio mallorquín.
Aunque los yacimientos peninsulares no arrojan tanta luz sobre la presencia cartaginesa como
debieran, en algunos de los establecimientos fenicios (Sexi, Malaka o el entorno de Cádiz) se
registran ciertas novedades en el mundo funerario (aumento de las inhumaciones y
enterramientos en hipogeos y cistas de piedra) junto con cerámica cartaginesa y productos
característicos como los huevos de avestruz decorados.
La zona conocida como “círculo del Estrecho” vivió una reorganización política y económica, que
significó el abandono de pequeñas factorías junto con el crecimiento de otras como Gadir, Malaka
o Sexi. Éstas irán adquiriendo poco a poco la fisonomía de auténticas ciudades. Pero no será hasta
finales del s. V o comienzos del IV cuando los cartagineses hagan llegar su comercio a la
península. Éste se concentrará en el SE y levante y en los asentamientos ibéricos e la costa catalana.
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Será desde mediados del s. IV cuando Cartago haga notar su presencia en la zona, dominando
gran parte de la zona levantina peninsular. Bajo la tutela de Cartago, las ciudades fenicias del S
peninsular prosperaron en su economía. Junto a actividades como la agricultura y la ganadería se
intensificaron la pesca y las industrias dedicadas a la conserva de pescado y derivados. También
hubo grandes intercambios sobre todo de sal y plata, junto con estaño (NO) y productos griegos. A
destacar la ruta de Gadir, la cual enlazaba las costas marroquíes y argelinas con el levante
hispano, las Baleares, el Tirreno y Grecia. Por el interior de la península a los pueblos ibéricos del
Guadalquivir y de la Alta Andalucía.
5. Cartagineses e indígenas
Cartago nunca gestó un imperio territorial en la península, sino que se limitó a crear colonias que
comerciaban con los indígenas; con los que realizó tratados comerciales. Las comunidades
autóctonas eran los encargados de la mano de obra y los cartagineses solicitaban mercancías de
prestigio junto con elementos técnicos.
En la Alta Andalucía existen una especie de construcciones militares (que no lo son) denominadas
”torres de Aníbal”. Ello nos demuestra la ayuda cartaginesa para dotar a los territorios
gobernados de atalayas y sistemas de defensa. El interior peninsular, aunque si posee pruebas de
un contacto con púnicos y griegos, se muestra más independiente en el ámbito político, social y
cultural. En el resto, en las costas, la influencia cartaginesa fue relativamente importante, ya que
existen acuñaciones púnicas e indicios del uso de un alfabeto también púnico.
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A mediados del primer milenio a.C, comienza la paulatina transformación de los grupos
indígenas de la Edad del Bronce en lo que serán las etnias y culturas de los grupos prerromanos.
En esta transformación tendrán cabida tanto factores exteriores (centroeuropeos y mediterráneos)
como la propia evolución llevada a cabo por los pueblos. Cada pueblo absorbe de distinta
manera estas aportaciones y así en un círculo cultural podemos encontrar diferencias dentro de ese
círculo.
No podemos hacer un englobe general de estos pueblos. En algunas zonas los préstamos entre
uno y otro grupo son tan abundantes que es difícil una catalogación exacta.
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EL AREA IBÉRICA
6. URBANISMO
Los íberos son el pueblo habitante de Iberia, nombre que los historiadores griegos
dieron a la Península Ibérica. En realidad, se trata de pueblos autóctonos que
habrían evolucionado como consecuencia de sus contactos con el mundo griego y
fenicio, contactos que, por supuesto, no fueron homogéneos.
Aunque, como es propio al ser una seña de identidad de la Edad del Hierro II,
predomina el hábitat en oppidum (asentamiento fortificado en altura estratégica –
generalmente cerros amesetados– con notable desarrollo urbanístico y muralla),
también existen algunos poblados en llano y otros asentamientos que podríamos
llamar menores. En este grupo destacan las atalayas o pequeños asentamientos de
control del territorio en áreas de paso y los asentamientos rurales, generalmente en
ladera y orientados a una actividad agrícola. Las viviendas suelen ser rectangulares
a base de adobe y de piedra cubiertas con ramaje, generalmente con dos
habitaciones.
7. NECRÓPOLIS
El ritual predominante es el de la
cremación, que no llega al grado de
destrucción del cadáver que supone
la incineración y que, además, suele
acompañarse de un ritual de
banquete funerario, libaciones y
ofrendas al difunto, a modo de ajuar
de objetos de armamento y ornato personal.
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8. CULTURA MATERIAL
En la formación del complejo cultural ibérico, se pueden distinguir, al menos, tres fases bien diferenciadas y las
tres en función de la intensidad de sus contactos con los pueblos colonizadores:
1. Fase de Formación de la Cultura Ibérica. Es una fase que coincide con el apogeo del orientalizante (ss. VII-VI a.
C.) y con los primeros testimonios de helenización (ss. VI-V a. C.).
2. Cultura Ibérica Plena. Es una fase en la que se ha consolidado la influencia griega (s. V a. C.), testimoniada por
la gran cantidad de cerámica ática que se encuentra en los yacimientos ibéricos. Cada área interiorizará de un
modo especial esta influencia conformándose las distintas unidades regionales ibéricas.
3. Fases de Iberismo Tardío. Es la fase en la que, en pleno apogeo de lo ibérico, esta cultura entra en contacto con
los Bárquidas, primero (s. III a. C.) y después con Roma (s. II a. C.), perdurando parte de su idiosincrasia a través
de la época romana.
El pueblo ibérico es un pueblo con una religiosidad natural que veneraba los
espacios abiertos al aire libre y los accidentes naturales (montes, bosques,
ríos), casi al modo céltico. Se conocen algunos santuarios en áreas
montañosas (Despeñaperros, por ejemplo) pero también en algunos
asentamientos parece que existieron templos generalmente cuadrangulares, a
veces con tres estancias y con una fachada columnada in antis.
Sigue siendo un misterio la escritura ibérica, seguramente semisilábica aunque con diferentes derivaciones de
carácter regional, no en vano parece que en otras áreas –como la de los Contestanos, más abierta al influjo
colonizador– se desarrollaría una escritura de tipo alfabético, procedente por tanto del alfabeto fenicio.
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2. EL PROCESO DE IBERIZACIÓN.
La cultura ibérica va unida al impacto colonial llegado desde Oriente. Ocupa la zona
comprendida entre la Baja Andalucía y la costa levantina hasta el SE de Francia, con
penetraciones hacia la Meseta por el S de La Mancha y por el valle del Ebro hasta Zaragoza. Se
gestó una cultura con rasgos básicos comunes y una gran fuerza de expansión. Pero se
desarrolla sobre substratos culturales diferentes y con distinta intensidad con respecto a las
influencias exteriores, de ahí la variedad interna que manifiesta.
Para un conocimiento certero sobre esta cultura contamos con el apoyo de la Arqueología. Cierto
es que tenemos referencias de autores griegos y latinos, pero son imprecisas, lo mismo ocurre con
los escritos dejados por los propios íberos, pero de momento se desconoce su interpretación.
Pero poco se conoce sobre su organización política y social, sus sistemas de producción y el mundo
de las creencias. Pero tenían un gran desarrollo y riqueza, lo cual la aproxima a otras culturas
mediterráneas.
Para los antiguos griegos, Iberia era el nombre dado (desde el s. V a. C) al extremo occidente;
marco fabuloso de muchos de sus relatos mitológicos. Una vez conocida la zona, el término se
aplicó a una determinada zona de la costa meridional separada de Tarteso por el río Iber
(quizás el Tinto). Aunque después el término se aplicó a toda la península. Pero no ocurrió lo mismo
con el nombre de íberos, el cual quedó destinado para la zona levantina, totalmente opuesto a
celtíberos y lusitanos.
El término íbero va unido a un proceso cultural (iberización) que afectó en distinto grado y
épocas a los pueblos del S y oriente peninsular.
El inicio comienza a finales del II milenio en el momento en el que comerciantes orientales entran
en contacto con la zona costera meridional de la península. Influyen con ello en el desarrollo
cultural de los pueblos hispanos con los que entran en contacto.
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En este proceso tuvo un gran papel la difusión del tartésico orientalizante, por dos vías: la de la
Plata por Extremadura y la de Heraclea hacia la Alta Andalucía y el Levante mediterráneo
siguiendo el curso de Guadalquivir. Gracias a ello se difunden elementos innovadores como el
alfabeto, el uso del torno o conocimientos generales que irán adentrando a estas gentes en una
vida nueva. Los tartésicos, gracias a sus innumerables contactos con gentes orientales, traen a la
zona grandes avances.
Totalmente distinto es el caso de las áreas más septentrionales del levante mediterráneo, como
Cataluña y el mediodía francés (que también formaran parte del mundo ibérico).S on sociedades
más pobres y menos desarrolladas, con contactos coloniales menos frecuentes; es decir,”conocen
menos” de otras gentes que pudieran traerles nuevos avances.
Así, existen dos áreas de cultura ibérica: una al S, caracterizada por un mayor desarrollo
protourbano; otra al N, caracterizada por una mayor ruralización. El último siglo del
orientalizante tartésico-VI-coincide en Andalucía oriental con la fase protoibérica o ibérico
antiguo.
La cultura ibérica se extendió por el N hasta el mediodía francés, por el O hasta la Alta
Andalucía y el SE de la Meseta para penetrar en Andalucía Occidental; donde impregnó a las
poblaciones herederas de la cultura tartésica.
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3.1. TURDETANOS.
• Proceso de iberización
Los oppida son grandes núcleos de población, fortificados y levantados en lugares de fácil
defensa. Se suponen que eran la sede de dominios territoriales sobre un territorio jerarquizado.
Bajo su tutela se encontraban otros núcleos de población y emplazamientos fortificados (“torres
de Aníbal”), en puntos estratégicos y vías de comunicación. Nos es difícil conocer la composición
gubernamental de estos oppida, pero debió de existir una especie de monarquía junto con una
nobleza que tenía cargos importantes en el gobierno y la administración, junto con beneficios
económicos y sociales.
• Economía y sociedad
Según Estrabón (escritor greco-romano), Turdetania tenía una gran riqueza económica, con
producciones variadas y de gran calidad. Las actividades estaban ligadas a los principales
recursos disponibles, como son los agrícolas, ganaderos, forestales, marítimos y mineros. Poseían
una compleja sociedad que poblaba más de 200 ciudades; para este autor los turdetanos eran
los más cultos de los íberos ya que poseían escritura propia, literatura en verso y prosa y leyes
métricas muy antiguas. Todo ello herencia de su pasado orientalizante.
• La escritura turdetana
Poco sabemos del aspecto cultural de estas gentes. Existen unas setentas inscripciones escritas en un
sistema mixto alfabeto-silábico de 27 signos, de ascendencia fenicia, que suponen hoy en día
una lengua intraducible. Sin demasiada seguridad, puede afirmarse que pertenece a algún grupo
indoeuropeo o paleocelta, una vez descartada cualquier similitud con el alfabeto ibérico.
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3.2. ORETANOS.
Esta zona también tuvo desde tiempos tempranos la influencia orientalizante, a través del valle del
Guadalquivir. Incluso sirvió como vía de transmisión de estas influencias hacia el S de la Meseta.
Su estratégica situación, entre el mundo tartésico y el Mediterráneo, junto con su riqueza minera,
sirvieron para que tras el colapso sufrido por Tarteso, se registrasen en su zona contactos
comerciales con el SE, con comerciantes fenicios y greco focenses.
Bajo influencias tartésicas, en el s. VI, comienzan a construirse en Oretania estructuras urbanas que
originarían los grandes oppida. Éstos eran el centro económico y político, tenían grandes
fortificaciones (como en Turdetania).Poseían una estructura centralizada del territorio, con una
jerarquización de los asentamientos, abundantes torres fortificadas, situadas en lugares
estratégicos, como defensas de caminos y control de comunicaciones y de vínculos comerciales.
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• Sociedad y economía
Tenían unas fuertes creencias tal y como nos lo exponen los millares de exvotos
hallados en los santuarios oretanos.
3.3. BASTETANOS.
Los limites de Bastetania son difíciles de precisar. Las fuentes escritas se refieren a ellos como
bastetanos o bástulos. La ciudad epónima era Basti (Baza, Granada) en cuya necrópolis se halló la
famosa escultura de la Dama de Baza.
Los bastetanos los localizamos por las hoyas granadinas, parte de la margen izquierda del Alto
Guadalquivir y cuenca del Almanzora. Limitaban al N con los oretanos, al O con los turdetanos, al
E con los contestanos y con los asentamientos púnicos y mestizos de la costa meridional (según
las fuentes literarias: libio-fenicios y bástulo-fenicios).
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• Proceso de iberización
Esta región (que formó parte de la Cultura del Argar durante el Bronce Final), tuvo una doble
influencia:
Ello se tradujo en una temprana adopción de la cultura urbana (movido por el influjo
orientalizante), con numerosos centros ubicados en puntos estratégicos de control de los nudos de
comunicación: Basti, Acci (Guadix), Iliberri (Granada).
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4. EL SURESTE IBÉRICO.
4.1. MASTIENOS.
Vecinos de los bastetanos, estuvieron a la sombra de éstos. Pronto desaparecen de las fuentes
escritas siendo un pueblo poco conocido. Su cuidad epónima se hallaba en Mastia (Cartagena).Su
extensión englobaría la costa suroriental, marcado su territorio costero por enclaves fenicios: Baria
(Villaricos, Almería)
• Proceso de iberización
El proceso de iberización arranca a partir de comienzos del s. VI a. C, gracias a los influjos del
comercio griego focense. Aunque estos estímulos exteriores son importantes, no hay que olvidar
que la zona vive desde la Edad de Bronce un proceso evolutivo.
4.2. CONTESTANOS.
Son núcleos menos extensos que los del mediodía peninsular y más dispersos. Están situados en
lugares defendibles, dotados de fortificaciones.
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Contestania también es rica en santuarios como: la Luz de Verdolay (Murcia), Cigarralejo( Murcia),
Cerro de los Santos (Albacete)
4.3. EDETANOS.
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• Proceso de etnogénesis
Con la presencia fenicia en la costa (s. VIII a. C) comienza un proceso que desembocará en una
fase orientalizante, patente desde mediados del siglo siguiente. Se caracteriza el período por la
existencia de unas minorías dirigentes de carácter guerrero las cuales se han fortalecido gracias a
la acumulación de riquezas y al control del comercio. Pero se trata de una sociedad menos
desarrollada que la ibérica del S. Hacia el segundo cuarto del s. VI a. C los elementos fenicios
dejan paso a una influencia focea.
Con ello comienza la cultura ibérica como consecuencia de la aculturación griega y la difusión de
la iberización de las regiones del SE. Pero las condiciones económicas menos favorables explican
la distinta iberización de estas tierras y un cierto retraso cultural, ya que el desarrollo cultural
vendrá a partir de mediados del s. Va.C. Esta diferencia cultural queda patente en las sepulturas
(que son de origen Campo de Urnas, o sea pobres) y en los santuarios (cuevas donde se depositan
las ofrendas). Totalmente distinto a lo hallado el SE.
Al N de Edetania, en el NE ibérico (Cataluña, zona oriental de la cuenca del Cinca, Bajo Aragón, N
del País Valenciano y mediodía francés) se registra una interrelación provocada por la
uniformidad que impone desde el Bronce Final la cultura de los Campos de Urnas.
En esta zona comenzará una fijación al territorio provocado por la práctica de la agricultura
intensiva. A mediados del s. VII a.C comienza una influencia fenicia y griega que traerá
novedades para la zona como el uso del hierro y del torno de alfarero. Poco apoco estas
novedades se irán introduciendo por el interior dando lugar a transformaciones socio-económicas
que darán lugar a la aparición de jerarquías.
Aunque esta zona posee un origen común a áreas vecinas del interior (origen: Campo de Urnas),
la adopción de la lengua y alfabetos ibéricos las aleja del proceso de “celtización” que
precisamente sí viven éstas áreas vecinas. Para lograr la iberización juegan un papel importante los
fenicios, desde el s. VII a.C, y sobre todo los griegos; gracias a la creación de Ampurias desde la
cual se irradiarán los nuevos rasgos culturales. Así que será la evolución de estas sociedades
dónde se halle el origen del proceso de iberización. Éste lo podemos encontrar desde el s. VI en las
regiones costeras y desde los s. V-IV en las zonas de interior.
Como rasgos generales encontramos una organización territorial en pequeños oppida que
dominan las mejores áreas de producción agrícola y de recursos mineros, junto con los lugares
estratégicos de control de rutas de comunicación.
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Tienen un escaso desarrollo urbanístico con buenos amurallamientos. Llama la atención la forma de
almacenar grano: en silos situados en el suelo.
La información funeraria nos desvela su similitud con las necrópolis valencianas (origen: Campo
de Urnas), al mismo que nos dicen que sus dirigentes tenían carácter de guerreros. La sociedad era
menos compleja que la de los pueblos ibéricos del S.
Estos grupos tuvieron una gran influencia desde el Bronce Final de la cultura de los Campos de
Urnas, influencia que se fue mezclando con otros impulsos de origen fenicio y griego. Hacia el
500 a. C, se registra el progresivo abandono de los poblados de tradición de Campos de Urnas,
comenzando una concentración de la población en núcleos más grandes y fortificados, con una
jerarquización del territorio y un gran desarrollo económico; provocado por la riqueza cerealista
de esta zona(de la cual nos hablan los abundantes silos hallados)
Las élites dirigentes son jefaturas guerreras que consumían los productos del comercio suntuario.
Su fuerza expansiva se traduce en la iberización de forma progresiva de las regiones vecinas
vasco-pirenaicas. Ya en época tardía (s. IV-III a. C) surgen los grandes oppida de carácter
protourbano: Celsa (Velilla del Ebro), Osca (Huesca), Ilerda, Salduvia... Aunque se desconoce la
organización social y política de estos grupos del Ebro, podemos afirmar que la aristocracia tenía
un carácter militar, tenían una especie de monarquía de caudillaje personal e inestable junto con
instituciones colectivas (consejos y asambleas) aristocráticas y populares.
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7. LA CULTURA IBÉRICA
A pesar de que es difícil de hablar de una cultura ibérica de forma uniforme debido a los
distintos procesos de aculturación de las distintas áreas y las influencias recibidas, podemos
englobar aquellos rasgos que nos permitan hablar de una cultura única.
Desde el s. VI-V a. C aparecen ya los primeros rasgos de una cultura ibérica bien documentada en
la que se aprecia una maduración del fenómeno urbano, traducido en grandes oppida; junto con
un variado material de las necrópolis y santuarios, con claro influjo griego.
A lo largo de los s. II-I, la cultura íbera comenzará a desaparecer absorbida por Roma la cual
domina los intereses comerciales del Mediterráneo desde la victoria ante los cartagineses en la
Segunda Guerra Púnica.
7.2. ECONOMÍA.
• Agricultura
Base de la economía íbera, tendía a la autosuficiencia. Tan sólo los productos exóticos o de difícil
realización se intercambiaban. No conocemos las formas de posesión de las tierras ni su explotación,
pero sí que predominaban los cultivos de secano (trigo, vid y olivo) La ganadería (junto a caza,
pesca, marisqueo y apicultura) era un complemento que proporcionaba fuerza de trabajo,
alimentos, transporte y materias primas.
• Artesanado
• Minería y metalurgia
En la zona de la Alta Andalucía y del SE era la base de su economía (son zonas ricas en metales)
aunque el trabajo metalúrgico se extiende a toda la zona íbera. Hierro, plomo, cobre y metales
preciosos son trabajados por estas gentes. El desconocimiento de los medios empleados para la
extracción de los metales y tratamiento nos impide profundizar más en el tema.
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• Comercio
Aunque tendían a la autosuficiencia, poseían un comercio importante; bien por vía terrestre, fluvial
o marítima, sus rutas eran locales, territoriales, interterritoriales y exteriores. No podemos conocer
los productos comercializados, tan sólo adivinarlos por sus envases (aceites, vinos, cereales...)
• Moneda
Aunque los íberos emitieron su propia moneda (finales del s. III) no podemos hablar de una
economía monetaria plenamente desarrollada. La moneda, de plata y bronce, tenía una
circulación limitada al entorno de la ciudad que la emitía.
Las monedas ibéricas se caracterizan principalmente por tener una gran uniformidad en los tipos de anverso y
reverso, seguramente impuesta por la administración romana, que admitió e impulsó los tipos indígenas,
incluyendo el alfabeto. En determinados casos hay claras imitaciones de monedas griegas (Emporiton) o de otros
lugares. El anverso más común es el de una cabeza varonil, barbada o no, identificada con un dios, posiblemente
Hércules, Ares, Hermes o Apolo. El reverso suele tener un jinete a caballo, con lanza, hoz, palma de victoria, etc.
El alfabeto general es ibérico, exclusivo de la zona. En los últimos tiempos de acuñación, aparecen monedas
bilingües y, a partir de mediados del siglo I antes de Cristo, las acuñaciones pasan a tener alfabeto exclusivamente
latino. Se considera que la moneda ibero-romana desaparece con la subida al poder de Octavius Augustus,
momento en el que ya es considerada moneda "colonial" y no "autóctona".
7.3. SOCIEDAD.
• Aristocracia
La aparición de la aristocracia es lo más importante de la sociedad íbera. Este grupo controla los
excedentes de su comunidad de la que es la clase dominante. Pero la concentración del poder de
estos grupos no fue igual en todas las áreas ibéricas, se acentúan más en aquellas que
mantienen contactos con el comercio exterior. El proceso del nacimiento aristocrático está ligado
con el de la urbanización, y con ello se pierde el nexo familiar que formaban los clanes sociales
(sistema gentilicio) anunciando la creación de unas sociedades más complejas.
• Urbanización
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
• Estratificación social
Conocida gracias a tumbas y necrópolis las cuales nos arrojan la existencia de tres grupos
diferentes:
No es una fuente muy fiable, es posible que no se encuentren en las necrópolis toda la población,
ademán de las diferencias económicas existentes entre las distintas áreas ibéricas.
• Relaciones de dependencia
La esclavitud entre los íberos pudo tener su origen en los contactos con sociedades esclavistas
(orientales)que o bien introducirían la esclavitud o la intensificarían. Existe un documento que nos
podría arrojar información acerca e un status social intermedio entre la esclavitud y la libertad.
Otra institución típica de los íberos es la fides. Se trata de un pacto establecido libremente por el
que una persona dedica sus servicios a otra, la cual tiene con ella una serie de obligaciones. Estos
pactos podían darse también en una comunidad entera, y entre ellos destaca la devotio o
consagración de un guerrero a su jefe, el cual jura que lo defenderá con su propia vida si es
preciso.
• Jerarquización social:
o Formas de gobierno
Monarquía (según textos literarios antiguos). Reinos que abarcan dominios territoriales no
definidos con exactitud. Bien puede tratarse de una concentración del poder político en una sola
persona o bien en un grupo aristocrático. Lo cierto es que predomina la ideología aristocrática, así
como no existe una clase guerrera en sí sino que al parecer participaba toda la comunidad en la
guerra. Estamos ante una sociedad con gran formación militar. Dentro del ámbito militar destacan
los mercenarios, seguramente se trataban de gentes desposeídas de sus bienes como consecuencia
de la concentración aristocrática que vieron un futuro en las armas. De ellos nos hablan las fuentes
literarias.
• Escrituras ibéricas
La escritura ibérica todavía no ha sido descifrada por lo que no conocemos lo que nos están
diciendo los abundantes textos que se han hallado.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
• Religión
Aunque se poseen gran cantidad de datos de este sector, es cierto que es un campo difícil de
descifrar. Inicialmente nos desvelan una influencia fenicia la cual dejará paso desde finales del s. V
a la griega.
Dioses
• Ritual funerario
El ritual más extendido era el de la cremación. Los cuerpos se depositaban vestidos y con sus
armas y eran incinerados en determinados lugares. Sus cenizas se depositaban en el interior de
una urna la cual se introducía en una tumba. Junto a ellos se depositaban adornos personales y
recipientes con alimentos, estos ajuares nos hablan de una diferenciación social. A partir del s. IV se
hace frecuente la existencia de symposia o banquetes de funerarios a imitación griega. En algunas
ocasiones es la caetra la que se emplea como urna funeraria. En determinados casos se realizaban
juegos funerarios para honrar al difunto, juegos que han quedado plasmados en urnas de piedra y
pintura cerámica.
La estatuaria guarda gran relación con el mundo funerario. Encontramos esculturas rematadas
por animales reales o fantásticos, con influencia oriental; influencia que llegó de la mano de
fenicios y griegos. En algunas ocasiones, las esculturas se entierran dentro de la misma tumba o
bien se utilizan como urnas funerarias (Dama de Baza, Dama de Elche).
• Santuarios
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
7.4. ARTE.
Tampoco podemos hablar de un arte unitario, sino de un arte con personalidad propia, con
influencia oriental. El arte ibérico tiene carácter funerario o religioso y estaba destinado a las clases
dirigentes, en cuyas tumbas han aparecido las manifestaciones artísticas.
• Arquitectura
• Escultura
Abundante, es la manifestación artística de los íberos que más ejemplares nos han arrojado:
• Cerámica
Muy variada, con un alto nivel técnico gracias a la generalización del torno rápido, la selección de
pastas y una cuidada cocción. Existen escuelas regionales:
• Orfebrería
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
• URBANISMO
Necrópolis y Santuarios
• Se conoce muy poco del mundo funerario de la Edad del Hierro II en el ámbito celtibérico del
valle del Ebro, sin embargo, sí poseemos más datos de los hábitos funerarios de los Celtíberos
de la Meseta, que siguen fieles al sistema de los Campos de Urnas con enterramientos de
incineración en urnas enterradas en la tierra y abundante ajuar de fíbulas, broches de cinturón,
armas, útiles domésticos…
• Desde el punto de vista religioso, parece que los Celtas de la Península Ibérica siguieron fieles a
su veneración por los espacios naturales y también por animales, como es el caso, por ejemplo,
de los verracos de la zona abulense, relacionados sin duda con algún elemento religioso.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
• CULTURA MATERIAL
El entorno que denominamos celtibérico presenta, en realidad, muy pocas diferencias con lo que hemos
visto en lecciones anteriores sobre el mundo hallstático de la Edad del Hierro II, si bien sí hay algunos
elementos –sobre todo institucionales y culturales– que es necesario detallar porque sobre ellos, la
Península Ibérica en general y las áreas antes referidas en particular, han aportado abundante
información y documentación:
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
político a otra y por el segundo, una figura destacada de una comunidad se convierte en
protector y benefactor de otra, sistema éste que estará vigente incluso después de la conquista
romana. De estos pactos –denominados pactos de hospitalidad–se cuenta con abundantes
tesserae o tabulae epigráficas conmemorativas.
• En el contexto del valle del Ebro, el pueblo celtibérico acabó por adoptar un signario ibérico
para transcribir la lengua celtibérica, que conocemos sobre todo a través de los rótulos
monetales de las principales ciudades –que acuñarán moneda a partir del siglo III a. C.– y de
modo especial a través de algunas inscripciones institucionales como los tres bronces de
Botorrita (Zaragoza), que resuelven una serie de conflictos de aguas entre Contrebienses y
Alauenses, por tanto, seguramente entre una comunidad celtibérica y otra de posible carácter
vascónico.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
1. EL PROBLEMA DE LA CELTIZACIÓN
La Península Ibérica, en el I milenio a. C, sufre un fenómeno de celtización junto a los influjos que
también llegan desde el Mediterráneo.
Al pueblo celta se le relacionó con la cultura de los Campos de Urnas, con lo que se estableció una
tesis según la cual los celtas entran en la Península mediante invasiones.
¿Quiénes eran los celtas? Se trataba de un pueblo de estirpe indoeuropea cuyo supuesto origen
se halla en Europa Central. Durante el I milenio a. C realizan unas invasiones dirigidas hacia el
Occidente europeo, N de Italia, E de Europa y Asia Menor. En fechas anteriores al s. VI a. C. nos es
casi desconocida su evolución.
No nos es posible establecer con precisión cuándo llegaron los celtas a tierras peninsulares, ni
tampoco establecer datos concretos acerca de su diferenciación de los celtíberos. Los lingüistas
establecen que hubo dos invasiones en la Península de origen celta:
o Una antigua que fue con la que llegaron los primeros indicios de una lengua indoeuropea
(protocelta),
o y otras más tardía de celtas propiamente dicho. Datos que la arqueología de momento no
nos puede confirmar.
Tradicionalmente, a la gente de la cultura del Campo de Urnas se les ha considerado como celtas.
Pero el área geográfica de su extensión no coincide con la de los celtas; ello junto a que
hablaban una lengua ibérica, no indoeuropea. Almagro Gorbea, revisando las teorías existentes
acerca del origen de los celtas y analizando los substratos de la Meseta y el Sistema Ibérico, llega
a la conclusión de que la presencia celta en la Península es producto de una formación compleja
de estos substratos. Así, en la etapa de tránsito del Bronce Final al Hierro (“protocéltico”), se
producen ciertos elementos (lingüísticos indoeuropeos, organización social pre-gentilicia,
elementos ideológicos varios) producto de una evolución propia; evolución que recibe una
influencia de culturas como la tartésica, la de los Campos de Urnas o las culturas ibéricas. Estos
indicios “proto-célticos” se encuentran en zonas de centro, O y N de la Península; y gracias a la
proximidad lingüística, cultural e ideológica de estos pueblos se produce una unificación (la
celtiberización) entre todos ellos. Esta unificación tendrá su final con la llegada del mundo romano.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
LA MESETA NORTE.
2. CELTÍBEROS
Los grupos de la cultura del Campo de Urnas que se hallan situados en el valle del Ebro, realizan
migraciones hacia esta zona aportando con ello elementos materiales de esta cultura. Aunque
estas migraciones no son imprescindibles para la formación de la cultura celtibérica, si son
importantes la aportación material que realizan estas gentes.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
Es posible que las incursiones de las gentes de los Campos de urnas introdujesen una lengua
indoeuropea, que en el caso del NE desaparece con el proceso de iberización.
necrópolis: sepulturas de cremación en urnas marcadas por estelas las cuales pueden
estar alineadas formando calles. Los ajuares nos hablan de una sociedad guerrera que
considera las armas como elemento de prestigio.
El proceso de celtización tendría su raíz en este substrato, indoeuropeo, el cual es reforzado por la
llegada de pequeñas elites guerreras de origen céltico. Ellos serán 6O celtas de Iberia, como se les
conocen en las fuentes antiguas quienes introduzcan los elementos básicos para la cultura celtibérica
y quienes desarrollen una cultura de guerreros-pastores que tendrá una gran fuerza de expansión.
necrópolis: ofrecen ajuares de gran riqueza los cuales nos indican el gran desarrollo
de la metalurgia, junto con la utilización de propios modelos para ello.
Generalización del uso del torno con lo que efectúan cerámicas más finas.
o Celtibérico Tardío: Entre la mitad del s. III y la mitad del s. II. La sociedad sufre una
transformación: surgen las primeras ciudades-estado, se empobrecen los ajuares de las
tumbas. Se generaliza el uso de la escritura, la cerámica alcanza su máximo esplendor
decorativo y se introduce (gracias a los romanos) el uso de la moneda. Con la conquista
romana comienza un proceso de romanización que terminará con la absorción del mundo
celta por el mundo romano.
2.2. Territorio
Los celtíberos no constituían un solo pueblo sino un grupo de etnias. Es difícil realizar una
delimitación del mundo celtibérico ya que las fuentes escritas no nos arrojan una información
clara al respecto (falta de coincidencia entre lengua, sociedad y cultura)
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
primer nivel: el más amplio sería el de la Celtiberia (zona oriental de Soria, Guadalajara
y la Rioja, occidente de Zaragoza y Teruel y quizás el N de Cuenca.)
segundo nivel: según la clasificación territorial romana, la Celtiberia estaría dividida en:
Citerior y Ulterior, con la línea divisoria situada en el Sistema Ibérico. Esta línea divisoria
posiblemente indique una distinta entidad indígena.
tercer nivel: tribus o populi, de las cuales nos hablan las fuentes. No hay coincidencia en
cuanto al números de estas tribus:
En los escritos celtíberos aparece como entidad socio-política la ciudad, no la etnia o la tribu. Con
ello cabe suponer que la cultura celtibérica evolucionó desde el mundo rural hasta un marco
político pre-estatal que tiene como marco la ciudad.
Las estructuras internas de los poblados son modestas. Las viviendas están construidas con
mampostería, de planta rectangular y 2 ó 3 habitaciones.
En época tardía se registra un urbanismo ordenado con relación a una calle central, con manzanas
de casas a ambos lados adosadas por la parte trasera a las murallas.
Desde finales del s. V se registra un desplazamiento de los centros de riqueza del Ebro hacia las
tierras del alto Duero, ello ligado al papel preponderante de los arévacos.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
En la fase Celtibérica tardía se producen cambios en el poblamiento debido a una inclinación hacia
una vida más urbana. Surgen los primeros centros protourbanos que aunque lo hacen en época
anterior a la conquista romana, será ésta la que acelere el proceso. Surgen centros como Bilbilis
(Calatayud), Calagurris (Calahorra) o Numancia.
Son quienes nos arrojan la información necesaria para conocer la organización social y territorial
de los celtíberos. Los cementerios celtíberos se situaban a las afueras de los poblados, pero cerca
de ellos; en las laderas próximas o en llano. El rito empleado era el de la incineración: una vez
quemado el cuerpo se introducía los restos en urnas de cerámica las cuales eran depositadas en
hoyos, acompañado de objetos personales u ofrendas. Las sepulturas se señalaban con una estela
de piedra o con un pequeño túmulo. Guardaban las sepulturas cierto orden a lo largo de
estrechas calles.
Desde finales del s. VI y coincidiendo con la llegada de necrópolis de cremación, los ajuares
funerarios nos “hablan” de una sociedad muy jerarquizada. Esta sociedad estaba dirigida por las
élites guerreras cuyo poder se debía al control de los principales recursos económicos:
ganadería, agricultura, explotaciones mineras y comercio.
Los niños recién nacidos o de corta edad eran enterrados en el interior de los poblados, justo
debajo de las casas.
A partir del s. III las tumbas situadas en las cabeceras del Jalón y el Tajo sufren un
empobrecimiento; en contra, las situadas en el Alto Duero mantienen un alto índice de armas.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
Mediante los ajuares funerarios se tiene constancia de una serie de intercambios de los celtibéricos
con otras regiones como la costa mediterránea, las regiones ultrapirenaicas y tierras peninsulares
del S. Los objetos que intercambiaban podían ser desde productos básicos y materias primas a
objetos considerados de prestigio, los cuales iban destinados a
la aristocracia.
2.7. Sociedad
Comienza una jerarquización territorial sobre otras poblaciones menores. En su fase final los
arévacos se hallaban concentrados en torno a grandes oppidas amurallados como Numancia. Con
los romanos mantendrán un choque que durará siglo y medio tras el cual toda la Celtiberia caerá
bajo el dominio de Roma.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
De todo ello no sólo nos hablan las fuentes escritas sino que también lo hacen las monedas, ya que
en ellas desaparece cualquier referencia a entidades étnicas o familiares; tan sólo se expone el
nombre de la ciudad.
En su fase tardía, la Celtiberia se articulaba en torno a civitas, territorios en torno a unos 15-20 Km
de radio los cuales están dominados por un centro urbano que incluía edificios públicos,
magistrados y consejo o senado. De esto último se conoce muy poco.
• Hospitium:
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o Mercenariado y bandolerismo
Ambos conceptos son propios de una sociedad guerrera. Aunque siempre se han relacionado con
una reacción de las clases sociales más desfavorecidas por una pobreza de la tierra junto con un
desigual reparto económico, lo cierto es que son otros los factores que participan en esta forma de
vida. En las sociedades guerreras el robo de ganado es una práctica común. También existe la
posibilidad de que se trate de una práctica ligada a la iniciación de los jóvenes para que éstos
pudiesen adquirir su status de guerrero.
Poseemos escasos datos de este campo. Se trata de una religión con un fondo naturalista el cual
consideraba sagrados elementos naturales (sol, agua, luna...) junto con algunos animales. Poco a
poco se irán introduciendo deidades con rasgos antropomorfos de carácter pancéltico.
Se conoce del culto a Tertates, Esus y Taranis (posible tríada celta), Lugus (deidad de carácter
solar, heroico y guerrero), Epona (diosa protectora de los difuntos, asociada al caballo), las Matres
(símbolo de la fecundidad de las tierras y el agua).La cerámica nos informa de la existencia de una
serpiente cornuda (dios Cernunnos) y de figuras o cabezas humanas cubiertas con piel de lobo.
No tenían ni santuarios ni templos por lo que las prácticas rituales y ceremonias las hacían al aire
libre; en el claro de un bosque o en la cima de un monte. Realizaban sacrificios humanos, no muy
frecuentes, junto con sacrificios de animales, especialmente de caballos.
No se puede hablar de una clase sacerdotal, pero sí es cierto que existían unos personajes
especializados en las ceremonias religiosas o de culto. Una práctica funeraria excepcional era la
de la exposición de los cadáveres de los guerreros para que éstos fuesen devorados por los buitres.
o Lengua y escritura
Se conocería mucho más del mundo celta si se llegase a descifrar su lengua. De momento se
sabe que se trata de una lengua céltica (la mejor conocida de todas) que utilizó la escritura
ibérica a la que sustituyó por el alfabeto latino en dos variedades: occidental y oriental.
3. VACCEOS.
Los Vacceos se localizaban al O de los arévacos (en las actuales provincias de Valladolid, parte
oriental de Zamora, SE de León y S de Palencia). Durante el Hierro I, en la zona se extiende la
cultura de Soto de Medinilla. En la formación de esta cultura, de la que no existe unanimidad
acerca del alcance de la influencia del Campo de Urnas, se admite tanto una influencia foránea
como una evolución del substrato indígena.
Durante la II Edad del Hierro, s. V a. C, se producen una serie de cambios: aparición de extensos
núcleos de población, los primeros cementerios, generalización del uso de la cerámica a torno y
difusión de la metalurgia del hierro. A los Vacceos se les tienen como los protagonistas de este
proceso, para el que han recibido influencias de las que obtienen su propia personalidad cultural. A
partir del s. IV a.C esta personalidad cultural comienza a ceder ante una progresiva celtización.
Los Vacceos fueron un pueblo que no tuvieron un grado de desarrollo muy elevado.
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3.2. Asentamientos
De pequeña extensión y ubicados en cerros y colinas situados en las riberas de los ríos. Desde
el s. IV a. C experimentan una transformación: algunos de los asentamientos son abandonados y su
población se concentra en otros ya existentes, los cuales aumentan de tamaño y se dotan de
defensas que los convierten en oppidas.
No registran un proceso de urbanización muy avanzado, de hecho este proceso se acelerará una
vez se instale en la zona la presencia romana. Serán entonces cuando abandonen sus cabañas de
planta circular a favor de casas de planta rectangular con cierto orden urbanístico entre ellas.
3.3. Necrópolis
Situadas en las laderas bajas de los cerros donde se levantan los poblados. Están orientadas en
distintos sectores según los grupos sociales o parentesco. El ritual de enterramiento es el de la
incineración: las cenizas se depositaban en una urna o directamente en un hoyo. Las sepulturas
eran señaladas con una estela de piedra.
Destacan las sepulturas de guerreros por su ajuar. Y gracias a éstos podemos conocer la posición
social, sexo y edad de los individuos enterrados.
La agricultura, sobre todo la cerealista. Cada año se repartían las tierras de cultivo por sorteo y se
distribuían después los frutos obtenidos en común. Quedaba establecida la pena de muerte para
aquél que no cumpliese con lo estipulado.
No se descarta la existencia de una ganadería con fines que iban más allá de la mera subsistencia.
De rasgos arcaicos. No existe un régimen aristocrático complejo sino que se trata de regímenes
políticos formados por consejos de ancianos. Únicamente se recurre al liderazgo individual en
caso de dirigir una guerra. Estos grupos de ancianos no son propietarios de las tierras ya que las
recibían por sorteo para evitar desigualdades en el disfrute de las tierras más ricas.
4. TURMOGOS.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
5.1. Etnogénesis.
Desde el Bronce final esta zona recibe influencias de distintas áreas, gracias a las cuales se
gestará en la II Edad de Hierro esta cultura. Partiendo de una base gestada en Cogotas I, poco a
poco va cediendo paso (desde el 800 a.C) a influencias recibidas de las culturas de Soto de
Medinilla y del Campo de Urnas. A través de la Vía de la Plata se recibe también influencias
meridionales. Todas estas influencias son las que determinan la aparición de una diferenciación y
jerarquización social, características que llegan gracias a los intercambios comerciales.
Aunque generalizando el territorio posee rasgos comunes, existen diferencias provocadas por la
intensidad de las influencias externas. Así se registra un predominio de la cultura de Cogotas I
para el área septentrional y un predomino de la cultura orientalizante tartésica para el área
meridional.
A partir del 500 a. C (II Edad de Hierro) en la fase cultural de Cogotas II será donde se encuentren
los primeros rasgos que nos aproximan a una cultura vetona (aunque se cree que esta cultura ya se
encuentra en el s. VIIIa.C)Esta cultura vetona será conocida como Cogotas II o cultura de los
Verracos.
5.2. Doblamiento.
Las casas se agrupaban, de forma irregular, en manzanas. Tienen planta rectangular, con varias
habitaciones, un hogar central, corral en la parte delantera y un porche cubierto con bancos
adosados a la fachada. Saldeano (Salamanca), Las Cogotas de Cardeñosa (Ávila), Sansueña
(Cáceres).
5.3. Necrópolis.
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depositan las urnas, cubiertos por tierra o lajas de piedra. Son escasas las tumbas con ajuares
ricos, ya que la mayoría tan sólo presentan una lanza y un cuchillo. Las tumbas femeninas poseen
como ajuar objetos de adorno (fíbulas, collares) o piezas de telar.
5.4. Sociedad.
5.5. Economía.
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MESETAS
6. CARPETANOS Y OLCADES.
La Meseta es la zona peor conocida de toda la Península. Es una zona que tuvo una escasa
población, de la que los textos escritos apenas recogen información y que actuó como zona de
transición entre varias culturas, recibiendo por ello influencias de distinto tipo.
• Aún así, se sabe que la etnia más importante de esta zona (aunque con cierta dificultad a
la hora de trazar límites geográficos) fue la de los Carpetanos. Su núcleo se hallaba en las
cuencas del Tajo y del Záncara-Cigüela. Tras recibir distintas influencias su configuración
llega tras un proceso de iberización. Desde el s. IV a. C surgen grandes poblados
fortificados situados en lugares estratégicos de control de rutas: Complutum (Alcalá de
Henares), Toletum(Toledo). Reciben influencias occidentales de vetones y lusitanos como es la
veneración de la diosa Ataecina, y de una tardía celtización patente en topónimos y
antropónimos de carácter céltico.
• Olcades: son más desconocidos que los Carpetanos. Situados en tierras montañosas del S
del Sistema Ibérico y la Serranía de Cuenca. Tenían una economía ganadera y sus rasgos
se modelaron sobre un substrato del Bronce Valenciano. Viven una temprana iberización
procedente de la costa levantina y seguramente son los olcades quienes transmiten la
iberización a sus vecinos carpetanos.
FACHADA ATLÁNTICA
7. ETNOGÉNESIS.
Durante la I Edad de Hierro en la parte central de Portugal se ubica la cultura de Alpiarça, la cual
registra influencias de los Campos de Urnas.El S portugués, en cambio, registra influencias
mediterráneas. El núcleo del territorio lusitano se sitúa entre el Duero y el Tajo, con un hábitat
relacionado con la cultura castreña del NO peninsular. El núcleo de Alpiarça, sufre en el s. V a.C un
abandono de algunos de sus poblados. Lo mismo ocurre en el S de Portugal.
El río Tajo actúa de división entre Lusitanos al N (que adoptan rasgos de la cultura meseteña) y
Célticos al S (que reciben influencias mediterráneas provenientes del mundo ibérico) Las fuentes
escritas nos arrojan una información incompleta, existiendo dificultades para establecer con
precisión el origen y límites de estas culturas.
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• Lusitanos.
Es la etnia más extensa. Su origen no está claro, en un principio se barajó la teoría del celtismo
(llegaron a la Península con las invasiones célticas) pero rasgos lingüísticos nos hablan de un origen
indoeuropeo, pero no céltico.
• Célticos
Habitaban en la Baeturia, a ambos lados del Guadiana, en tierras del Alemtejo portugués y el S
de Extremadura.. No es posible establecer ni su origen ni la época de asentamiento. Limitaban por
el S con los cinetes o cenios, etnia asentada en el Algarve que sería integrada entre los turdetanos.
• Túrdulos
Situados en el litoral comprendido entre las desembocaduras del Tajo y el Duero. Es difícil
establecer su origen y el porque de su emigración hacia el N.
7.1. Poblamiento.
Fiel reflejo de las influencias culturales de la zona en general. El área lusitana posee hábitat
castreño (cultura del NO) con potentes sistemas defensivos ubicados en lugares estratégicos en
altura fáciles de defender y viviendas circulares en torno a patios abiertos. Conforme se desciende
en altura se registran cambios, comienzan a aparecer hábitat castreños de meseta o poblados de
llanura. Talabrigo (Branca), Aeminum (Coimbra)
En el área céltica se acusa más el cruce cultural ya que se registra un hábitat castreño y otro de
llanura, el cual es apto para el desarrollo agropecuario y actividades metalúrgicas. Los poblados
refuerzan sus defensas naturales con fortificaciones. A destacar las “torres de Aníbal” semejantes a
las turdetanas que poseen una función estratégica y económica que habla de una jerarquización
del territorio.
7.2. Necrópolis
Arrojan poca información. En la zona céltica las tumbas son sencillas, consisten en un simple hoyo
en el que se deposita la urna tapada con una piedra o cuenco de cerámica y cubierta con un
montículo de tierra o piedras. Los ajuares son pobres, pero ofrecen distinciones de sexo y status:
armas para los hombres, adornos y piezas de telar para las mujeres.
7.3. Economía
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Todas estas influencias llegan mediante las vías de comunicación. No podemos hablar de una
actividad comercial desarrollada, pero lo cierto es que las comunicaciones, bien vía marítima (costa
atlántica)o terrestre (valles de los ríos) comunican la costa con el interior.
7.4. Sociedad
Muy poco articulada, con fuertes rasgos de carácter tribal. Su forma de gobierno se basaba en la
jefatura militar, caudillos en tiempos de guerra como Viriato. También son frecuentes los actos de
bandolerismo, los cuales bien debieron de deberse a motivos de subsistencia (robaban ganado o
botines) o a una tradición sociorreligiosa, como un rito de iniciación guerrera de los más jóvenes. El
área céltica se inclinaba hacia un sistema político-social similar al turdetano, mientras que el
área lusitana se inclinaba hacia las relaciones de carácter tribal.
7.5 Religión
No conocemos mucho sobre los cultos o sobre la existencia de un papel del sacerdocio. Sí se
conoce la existencia de un viejo rito indoeuropeo de purificación consistente en el sacrificio de un
cerdo, una oveja y un toro. Según Estrabón, se realizaban sacrificios humanos y los restos se
utilizaban con fines adivinatorios.
Eso sí, en época tardía se abren a influencias célticas e ibéricas con lo que presentan elementos
comunes a las etnias vecinas. Y estos elementos son los que permiten agruparlos en áreas distintas:
LA CULTURA CASTREÑA
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• Se trata de comunidades que viven en castros, poblados en altura, con viviendas generalmente circulares
que se organizan sin apenas orden aparente, casi todas en piedra excepto en la techumbre y que suelen
incorporar un pequeño vestíbulo. Junto a la peculiar organización urbanística y a una variada tipología
en lo que respecta a su localización (hay castros litorales y castros interiores), quizás lo característico es
la presencia, en algunos de ellos, en las laderas, de la denominada piedra formosa (o “monumento con
horno”), una construcción monumental cubierta con cúpula excepto en una de sus estancias, cubierta a
doble vertiente y precedida de un vestíbulo, seguramente santuarios de carácter ritual.
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8.1. Localización.
Galicia, Portugal, occidente de Asturias, León y Zamora. Esta zona estaba habitada por los
galaicos y de ellos derivará el nombre de Gallaecia con el que se conoce la zona en época romana.
Bajo este nombre(referido a un componente minoritario de la población) se engloba un gran número
de pueblos diversos.
8.2. Evolución.
Su origen se remonta a la Edad del Bronce, recibiendo influencias célticas tardías. La arqueología
establece entre tres o cuatro fases evolutivas:
Se descarta que durante este período se produjese alguna invasión. Será la explotación agrícola
permanente la que condicione la estabilización de la población y con ello la aparición de los
primeros poblados.
Reciben estímulos atlánticos, del propio substrato del Bronce, continentales, de sus vecinos celtas
y mediterráneos llegados indirectamente con el comercio fenicio del estaño.
La cultura castreña se forma sobre un substrato del Bronce que recibe influjos mediterráneos,
atlánticos y continentales.
8.3. Poblamiento
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8.4. Necrópolis
No existen. En época romana comienzan a enterrar a sus muertos en cementerios fuera del
poblado.
8.5. Economía
También deja patente las influencias recibidas. La orfebrería destaca por su belleza
decorativa, realizada mediante técnicas orientales: filigrana, repujado..., como por su
belleza material.
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8.7. Sociedad
8.8. Religión
Rasgos muy arcaicos. Destaca el culto a Cossu, dios de la guerra asimilado a Marte. En su honor
se celebraban fiestas y competiciones, se hacían sacrificios de prisioneros, de machos cabríos y
caballos. Bandua y los dioses protectores de los caminos también son divinidades galaicas. Se
conocen más dioses pero éstos aparecen asimilados a deidades romanas. Existían cultos estelares al
sol y a la luna, junto con la consideración de lugares Sagrados, como algunos accidentes
geográficos. Según Estrabón practicaban técnicas adivinatorias mediante la inspección de las
entrañas de las víctimas sacrificadas o la observación del vuelo de las aves. Se conoce un
ejemplo de arquitectura religiosa, un templo dedicado a un ídolo fálico descubierto bajo las ruinas
de una casa ovalada en el castro de Elviña (A Coruña).
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ÁREA CANTÁBRICA
9. CANTABROS Y ASTURES.
Localización:
9.2. Economía
Según las fuentes literarias, se trata de una economía arcaica. La región en sí, pobre, inhóspita y
aislada, les incita a la práctica del bandolerismo o el mercenariado para poder mantener a la
población.
9.3. Sociedad
No tenían una construcción política, pero sí una serie de normas establecidas y prescripciones
de carácter jurídico-religioso. Las estructuras socio-políticas estaban basadas en las relaciones de
consanguinidad, sexo, edad y relaciones territoriales y económicas. Aunque prácticamente las
relaciones de parentesco están presentes en todos estos pueblos, la distinta evolución que han
sufrido hace que existan variaciones:
• Gentes: unidades de carácter superior, son las únicas estructuras indígenas utilizadas por
los romanos como base de su sistema político y administrativo basado en las civitaes.
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Entre todos estos grupos existían bases de cohesión y solidaridad tal y como se demuestra en la
práctica social indoeuropea del hospitilium. Ésta queda reflejada en las llamadas “teselas de
hospitalidad”, en las que queda patente el pacto establecido entre un individuo y una
colectividad o comunidades indígenas. Durante un tiempo se consideró que la sociedad de estos
pueblos del N se basaba en el matriarcado o ginecocracia. Para ello se basaban en el término
cognatio (que en derecho romano se refiere a la descendencia unilineal por vía materna) y a las
informaciones llegadas por Estrabón acerca de las costumbres montañosas. Hoy en día está
información no se considera válida, estableciéndose que predomina el patriarcado, es decir el
hombre poseía el poder militar, económico y político.
9.4. Religión
La información sobre este campo nos llega a través de fuentes escritas en época del Imperio
romano. Seguramente, como los galaicos creían en elementos de la naturaleza: árboles, agua,
montes... y en divinidades femeninas y masculinas que nos llegan de forma distorsionada por la
interpretación romana. Realizaban danzas rituales, sacrificios y creencias en oráculos y augurios.
ÁREA VASCO-PIRENAICA
Pueblos mal conocidos cuyo substrato común es difícil de precisar por el proceso de celtización.
Durante el Bronce se formaron los grupos étnicos los cuales tenían una forma de vida muy
atrasada, con sistemas de pastoreo y agricultura primitivos, un escaso poblamiento y un hábitat
poco estable.
10. NO VASCONES.
11. VASCONES.
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tierras centrales).Las tierras más septentrionales apenas sufrieron contactos con estas influencias
manteniendo su cultura arraigada en el substrato autóctono.
Lo más peculiar de esta etnia es su lengua. Cuando las influencias indoeuropeas llegaron a la
zona ya existía una lengua (euskera o pirenaica primitiva) distinta de la que traían las influencias
foráneas. El territorio de la etnia vascona es el escenario de la frontera de dos lenguas: el
celtíbero y el íbero.
Con elementos culturales tan diversos es poco probable que se configurase una etnia global. Los
romanos potenciaron este hecho al unir comunidades culturalmente distintas creando una etnia a la
que denominaron vascones.
El ager Vasconum (Navarra media y la Ribera) recibió un gran impulso para transformarse en
civitaes. La franja septentrional vascona, saltus Vasconum, fue reorganizada tras la conquista de
las Galias y la posterior incorporación del N peninsular hacia el cambio de era.
Por motivos geopolíticos, Roma situó en los Pirineos el límite entre vascones y aquitanos,
pueblos que fueron separados administrativamente pero que tenían rasgos comunes como la
lengua. Los vascones también fueron separados de los caristios y várdulos al situarlos en
conventus jurídicos distintos.
CRONOLOGÍA
• ca.700 Castros lusitanos.Aparición del hierro.
• ca.700/65-600/550 Hierro inicial.Cultural de Soto de Medinilla II.
• 575-550 Formación de la cultura castreña del NO.
• 540-400 Cultura de los Castros Sorianos.
• 500 Cultura de Las Cogotas II. berización del interior peninsular.
• 275 Predominio político de los arévacos.
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El choque con Cartago era cuestión de tiempo. El móvil fue el dominio de Sicilia, que dio origen a la Primera Guerra
Púnica (264-241 a.C.), que vencieron los romanos gracias a su recién estrenado dominio en el mar. Cartago perdió Sicilia,
Cerdeña y Córcega. Para compensar esas pérdidas, Amílcar Barca propone un ambicioso programa de expansión por
la Península Ibérica que el senado cartaginés aprueba. Amílcar buscaba la extensión del dominio por el interior del pais
y la explotación sistemática de los recursos minero-metalúrgicos del único sitio donde por el momento no chocaría con
Roma: la Península Ibérica.
Amílcar
El militar púnico desembarca en Gadir con su yerno Asdrúbal y su hijo Aníbal, que tenía 9 años, en el 237 a.C., iniciando
la conquista de la Turdetania, valle del Betis arriba a través de Jaén, hasta alcanzar el Mediterráneo, usando tanto las
armas como la diplomacia. Fundó la ciudad de Akra Leuke, en Albufereta, Alicante y se dedicó a someter a todos los
pueblos vecinos, tanto de la costa como del interior, hasta su muerte en batalla en el 229 a.C.
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El yerno de Amílcar, Asdrúbal, recibe el beneplácito tanto de las tropas como del senado para continuar la labor del
general. Polibio hace hincapié en el giro que Asdrúbal dio a la política, basada en la diplomacia. Buscaba la amistad
de los reyezuelos ibéricos, llegando a tomar por esposa a la hija de uno de ellos. A Asdrúbal se debe la fundación de la
que iba a ser nueva base de operaciones de los púnicos en la costa levantina: Qart Hadasht o Ciudad Nueva, que los
romanos llamaron Carthago Nova, la actual Cartagena, edificada sobre la antigua Mastia y desde la que tenían acceso a
los recursos mineros de la zona y contaban con un magnífico puerto. Ya en el 231 a.C., una embajada romana se
entrevistó con Amílcar para pedirle explicaciones sobre sus actividades en la Península. El general les contestó que el
objetivo de las mismas era conseguir el dinero para pagar las deudas que habían contraído con los romanos tras la
guerra y las cosas quedaron ahí. Pero más adelante, los griegos de Massalía, perjudicados por el progresivo aumento
del control comercial de los púnicos en el levante peninsular, instigaron a los romanos para enviar una nueva
embajada, en el 226, que culminó con la firma del “Tratado del Ebro” entre los romanos y Asdrúbal, por el cual el río
marcaba el límite de las actividades púnicas.
Aníbal
En el 221 Asdrúbal muere a manos de un esclavo celta. Como sucediera 8 años antes, las tropas proclamaron jefe al
hijo de Amílcar, Aníbal, y el senado ratificó la elección. De nuevo la política bárquida sufrió un cambio de rumbo, pues
se reinician las actividades bélicas. Ese mismo año, Aníbal emprende una campaña contra los olcades, tomando la
capital, Cartala. Al año siguiente fue el turno de los vacceos, en el Duero, conquistando Helmantiké (Salamanca) y Arbucala
(Toro), tierras muy alejadas del control directo púnico, quizá por el botín, el deseo de captar mercenarios, entrenar a las
tropas o crear un hinterland seguro alrededor de sus dominios.
La explotación económica
Son indudables las diferencias entre las actividades púnicas anteriores a la primera guerra y las del dominio bárquida,
encaminadas a aprovechar las fuentes de riqueza peninsulares, en particular las minas de plata de Cartagena y
Castulo. Según Polibio, una sólo de las minas, Baebelo, proporcionaba trescientas libras de metal diarias. Además de los
metales preciosos con los que se saneó la economía cartaginesa, se explotaron otras minas, como las de hierro y cobre. Y
no podemos olvidar los beneficios obtenidos por el botín y la imposición de tributos a los pueblos conquistados.
También la agricultura fue impulsada por Cartago, que contaba con avanzadas técnicas de cultivo. Y las factorías de
la costa experimentaron un nuevo auge, sobre todo en la industria conservera y de salazones y la fabricación del
preciado garum, pero también con la construcción naval, principalmente en Gades, Carthago Nova y Carteia (El Rocadillo,
Algeciras).
Por último, hay que mencionar los recursos humanos: esclavos y mercenarios.
Organización administrativa
La explotación del territorio debió ser articulada mediante su división en provincias, los pagi, cuyo número y extensión
desconocemos. Los cartagineses usaron el culto a Melqart para legitimar y dar contenido a su política imperialista,
como prueban las numerosas acuñaciones con la efigie del dios.
También tuvieron acceso a la explotación agrícola de las nuevas tierras y, sobre todo, a la plata de Huelva, lo que
evidencia la entrada de Gadir en una economía monetaria, pues de esta época son las primeras monedas acuñadas en
plata por la ciudad.
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Roma aprovecha la situación crítica de Cartago para apoderarse de Cerdeña y Córcega. Cartago
busca un modo de financiar la indemnización a Roma y salir de su fuerte crisis económica. Son dos
los caminos que encuentran:
• Incremento de la explotación agrícola interna
• Expansión por territorios al margen de imposiciones de Roma. Objetivo: Península
Ibérica.
La facción de los Barca se abre paso en la costa mediterránea e Iberia meridional y fundan
Cartago Nova, como centro administrativo del nuevo imperio. Su economía crece velozmente y son
capaces de pagar por adelantado la deuda con Roma. Por su lado, a Roma le preocupa esta
rápida recuperación de Cartago.
Amparándose en su necesidad de compensar la pérdida de Córcega y Cerdeña y en su afán de obtener recursos con los que
pagar la deuda impuesta por Roma en el 242 a. C. y aunque ello violaba el original Tratado entre Roma y Cartago (348 a.
C.), Amílcar Barca y Aníbal se dirigieron a la Península Ibérica sometiendo (237-
229 y 229-221 a. C.) a los pueblos del Guadalquivir controlando las minas de
Castulo. Ante la imposibilidad de frenar la expansión cartaginesa y quizás
alertados por los de Massalia, Roma firma con Cartago (226 a. C.) el denominado
Tratado del Ebro (que fija en dicho río los límites de influencia de ambas potencias)
y con Sagunto (221 a. C.) una especie de liga de carácter sacral.
Roma realiza con Asdrúbal el Tratado del Ebro, por el cual Cartago no podía
extender su influencia ni intereses al norte de este río. En el 219 a.C. Aníbal
asedia y toma Sagunto (aliada de Roma). Roma espera a la caída de Sagunto
y declara la Guerra a Cartago, aunque realmente esta ciudad no estaba al
norte del Ebro. De este modo se inicia la 2ª Guerra Púnica.
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Los puntos oscuros existentes en esta cuestión han dado lugar a todo tipo de tesis para tratar de explicarla. Lo único cierto
es que los intereses de cartagineses y romanos chocaron abiertamente.
Polibio dice en sus escritos acerca del contenido de este Tratado: “Los cartagineses no cruzaron el río
Ebro en son de guerra”. Pero al hablar del Tratado del Ebro precisa que constituía expresamente el
no pasar el Ebro; y para nada menciona a Sagunto. En cambio, Tito Livio y Apiano afirman que en
el Tratado del Ebro se garantizaba expresamente a Sagunto. Tito Livio dice: “.y que se guarde la
libertad de Sagunto y el río Ebro sea el límite de uno y otro imperio”. Apiano expresa igualmente:
“.que los saguntinos y los otros helenos de Iberia permanecerían autónomos y libres”.
Polibio fue fuente escrita tanto para Apiano como para Tito Livio, en consecuencia, hubo
falsificación en Livio y Apiano, o bien hubo otra fuente que efectivamente afirmaba que Sagunto
estaba incluida en el Tratado del Ebro como aliada de Roma, aunque no ha llegado hasta nosotros
ningún testimonio a este respecto. De ahí que deberíamos inclinarnos a pensar en una falsificación
de la realidad, así como que los romanos, de los que se conservan los únicos testimonios, eludan la
tremenda culpabilidad de la guerra que acabó con la aniquilación absoluta de Cartago.
Pero en la cuestión del Tratado del Ebro, y de la responsabilidad de inicio de la Segunda Púnica,
debemos considerar tres circunstancias:
• Que sólo poseemos fuentes parciales, las de los historiadores romanos, pero no las del
bando cartaginés.
• Que la guerra fue tan calamitosa y cuajada de consecuencias que nadie querría asumir
las responsabilidades de ser causante del conflicto bélico.
• Que Cartago estaba interesada en vengarse de Roma, pero aún tenia que afirmar su
dominio en la Península y no quería dar pretexto a Roma para que esta cortara su
recuperación económica y militar por culpa de una guerra precipitada.
La estrategia de la guerra
Roma tenía la intención de aprovechar la iniciativa para asestar a los púnicos un doble golpe, en la península y en la
propia Cartago. Contaba para ello con su poderosa flota, que le permitía, en principio, elegir el escenario bélico. Los dos
cónsules del 218 recibieron sendos ejércitos: Sempronio Longo debía abordar el desembarco en África desde Sicilia y
Publio Cornelio Escipión acometería la campaña en la Península desde Marsella. Pero los romanos no contaban con el
genio militar de Aníbal, que había decidido, precisamente, convertir Italia en el campo de batalla. A comienzos del
verano del 218 cruzó el Ebro y se abrió camino hacia la Galia para caer por sorpresa sobre Italia.
En Hispania quedaron su hermano Asdrúbal y otro caudillo, Hannón, que se repartieron la recién conquistada región
entre el Ebro y los Pirineos y la que se extendía al sur del río. Escipión hubo de quedarse en Italia para preparar su
defensa, pero dio a su hermano Cneo las dos legiones con las que pensaba marchar a la Península.
El periodo que discurre entre los años 218 y 205 a.C. es particularmente importante porque supone
el definitivo cambio en la orientación política, social y económica de la Península Ibérica.
En agosto del 218 a.C. desembarcó en Emporión Cneo Escipión al mando de un modesto ejercito
(25.000 hombres y 60 naves); suficiente para enfrentarse al ejercito de los hermano de Aníbal
(Asdrúbal y Annón). Además esperaban los romanos incrementar su ejército con ayuda de las tribus
vecinas ya previamente comprometidas por la diplomacia romano y de los griegos que con ellos
comerciaban.
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Emporión era un modesto puerto. Pero los cartagineses nada hicieron para impedir el
desembarco y consolidación de la defensa de Ampurias. En consecuencia, triunfó la pericia de
Cneo Escipión, que incrementó sus legiones con tropas auxiliares indígenas de la costa.
En una segunda fase Cneo Escipión se arriesga a progresar por la costa hacia el Sur con vistas a
dominar el resto de la costa catalana hasta el Ebro y adueñarse del excelente puerto de Tarraco.
Inició sus operaciones en 218 a.C. Antes que Asdrúbal pudiera llegar desde Cartago Nova con
tropas de socorro en ayuda de Annón, le atacó y derrotó en la batalla de Cesse, ciudad indígena
yuxtapuesta al núcleo urbano griego de Tarraco. En esta batalla participó al lado cartaginés un
fuerte ejercito de ilergetes. Tras esta victoria, Cneo pudo invernar con su ejercito en Tarraco,
mientras Asdrúbal y Annón hubieron de repasar el Ebro y abandonar las tierras costeras
catalanas, demostrando así los hermanos de Aníbal durante los años que ostentaron el mando de la
Península su incapacidad y la carencia de genio militar.
Tarraco sería desde entonces el más firme y fuerte bastión de los ejércitos de Roma. Los
romanos, por otra parte, ampliaron sus alianzas entre los pueblos de la costa, aunque de momento
los poderosos ilergetes mantuvieron fidelidad a Cartago.
Pese a las ventajas iniciales de los ejércitos de Cneo, su situación era precaria: los ejércitos púnicos
eran superiores en número y el aprovisionamiento ce víveres era deficiente. Además, ambos
contendientes hubieron de reforzar sus ejércitos y marina. Así Asdrúbal, durante el invierno del
218/217 a.C. equipó 40 naves en Cartagena. Mientras Cneo debió solicitar ayuda a Marsella que
le envió 35 naves bien armadas con las que actuará de inmediato.
En la primavera del año 217 Asdrúbal sale de su cuartel general de Cartagena con los 40 barcos
bien armados mandados por Amílcar; el propio Asdrúbal conduce el ejercito de tierra y, costeando
se reúnen en la desembocadura del Ebro. En tierra Cneo, es consciente de su inferioridad, pero el
desordenado ataque cartaginés hizo fracasar la maniobra, y fueron puestos en fuga cayendo en
manos de Cneo 25 naves cartaginesas. Ellos supuso dejar a los romanos la iniciativa por mar, y
sus naves saquearon las costas del sur del Ebro hasta Alicante, Además la victoria romana del Ebro
produjo un movimiento de rebeldía entre las gentes de la Bética, principalmente en los puertos;
parece que muchas naves que servían en las filas de Asdrúbal desertaron.
En Hispania la conjunción de los dos hermanos con los refuerzos aportados en naves, hombres
y dinero situaba a los romanos momentáneamente en plano de superioridad. Antes de esta
ventajosa situación, deciden traspasar el Ebro, seguidos por la flora que cubre las costas. Asdrúbal
no se atrevió a hacerles frente, permaneciendo con el grueso de su ejercito en Cartago Nova. Éste
envió sólo un pequeño destacamento para vigilar a los romanos que se acercaron a Sagunto sin
atacarla, porque los cartagineses habían fortificado la ciudad. Según Polibio los romanos
desarrollaron en Levante una fuerte actividad de captación de los pueblos iberos encaminada a
conseguir para Roma el favor y el apoyo de los indígenas.
Durante el año 216 los romanos seguían sin poder arriesgar su ejercito; pues entre tanto, en Roma
hacían la gran recluta y acopios para enfrentarse a Aníbal. En la batalla de Cannas todos sus
efectivos fueron otra vez aniquilados. Así pues, se limitaron a una labor provechosa de acosar a los
cartagineses por la costa, sin asaltar sus ciudades y sobre todo sin arriesgar un ejército que, en caso
de derrota, no podían rehacer. En consecuencia parece que Publio conducía el ejercito de tierra y
Cneo llevaba la escuadra costeando el Mediterráneo hacia el sur, con objeto de apoyarse
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
mutuamente en caso necesario e impedirle la salida de Asdrúbal hacia Italia por tierra o por mar.
La incapacidad de Asdrúbal les permitió por otro lado la penetración en tierras levantinas,
donde también buscaban el modo de restar aliados iberos a los cartagineses, y al mismo tiempo
amenazar Sagunto y Cartago Nova para cumplir su principal misión: impedir el envío de refuerzos
a Italia.
En el 211 a.C. se va a producir la derrota y muerte de los dos hermanos Escipión, como resultado
de su ambiciosa política en Hispania. La situación y la sucesión de los acontecimientos se
precipitaron contra Roma. Los cartagineses disponían de tres ejércitos, y los generales romanos
quisieron con sus propias fuerzas reunidas terminar la guerra en Hispania, atacando por separado
a Asdrúbal, que era a quien tenían más cerca, mientras los otros dos ejércitos dirigidos por Asdrúbal
Giscón y Magón estaban a cinco jornadas de distancia. Pero hicieron lo contrario, dividieron en dos
cuerpos las tropas romanas y alcanzar de una sola vez la conquista de Hispania. Pagarían su
error: Publio marchó con dos tercios de su ejercito contra Magón y Asdrúbal Giscón. Cneo con el
resto del ejercito fue contra Asdrúbal Barca.
Los púnicos rápidamente tratan de aniquilar al otro Escipión, Cneo, que también intentó retirarse,
y fue desecho todo su ejercito y muerto. Sólo unos 10.000 hombres de los 40.000 que formaban
el ejercito romano salvaron sus vidas retirándose hacia el Norte. Los romanos debieron refugiarse
de nuevo tras la línea del Ebro y renunciar a los ricos ingresos y alianzas de las gentes del Sur.
Pero los jefes púnicos no supieron explotar su ventaja absoluta en esos momentos y no osaron
atacar Sagunto, ni menos Tarraco o Emporion en una ocasión única que se les presentó para
expulsar a los romanos de Hispania y poder encaminar los refuerzos que Aníbal esperaba en Italia.
ESCIPIÓN EL AFRICANO Y LA EXPULSIÓN CARTAGINESA
El ejercito romano superviviente quedó al mando de Tito Fonteyo, que logró escapar a la
persecución púnica. Le acompañaba en el mando Lucio Marcio, otro antiguo general romano que
actuaba en calidad de tribuno. Lucio Marco fue elegido jefe por los soldados. Pero esta elección no
coincidía con los planes romanos. Claudio Nerón fue designado para el mando de Hispania
durante el verano del 211 a.C.; era hombre experimentado en asunto bélicos, como pretor había
mandado en 213 uno de los tres ejércitos que sitiaban a Aníbal en Capua. Con el mismo ejercito se
trasladó a Hispania. Tría a 12.000 infantes y 1.100 jinetes, que uniría en Tarraco a las tropas
supervivientes del desastre. Nerón se limitará a contener las presiones cartaginesas protegido en sus
ciudades fortificadas de Tarraco y Emporión. Se ignora si Claudio Nerón fue relevado rápidamente
de su cargo a la vista de los fracasos o simplemente se impuso en Roma la influencia de los
Escipiones, para asumir de nuevo el mando y la misión de vengar su muerte.
Para sustituir a Claudio Nerón fue designado Publio Cornelio Escipión, hijo del procónsul del
mismo nombre que acababa de morir combatiendo en Hispania. Carecía de experiencia como jefe
del ejército, aunque había participado en Italia luchando contra Aníbal en Cannas. A los 24 años
recibía un mando ilegal de procónsul, ya que no había ejercido anteriormente ninguna
magistratura. Pero en Roma conocían su valor y aptitudes para el mando que acreditaría
suficientemente en Hispania expulsando a los cartagineses y venciendo a Aníbal en la batalla de
Zama del 202, en la propia África a donde Escipión llevó la guerra para acabar de una vez con el
poder de Cartago.
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Transportó su ejercito para desembarcar en Emporión. De allí bajó por tierra a Tarraco donde se
reunió con el resto del ejercito que le había dejado Claudio Nerón. En total contaba con un ejército
de unos 35.000 hombres. Podría añadir refuerzos de mercenarios ibéricos con los 400 talentos
que le había suministrado el Senado de Roma. Disponía, pues, de un ejercito suficiente no sólo para
impedir todo intento de ayuda hispana a Aníbal, sino también para tomar la iniciativa contra los
indecisos y divididos púnicos que no habían sabido aprovechar el desastre romano del 210.
En el futuro, con ejércitos igualados decidirá la eficacia y solidez y sobre todo la decisión y
genio militar con que Escipión planteará la lucha. En tres golpes magistrales decidirá la suerte y
acabará con el poder cartaginés en Hispania: la toma de Cartago Nova y las batallas de Baecula
(Bailén) e Ilipa (Alcalá del Río, Sevilla).
Con ejércitos distantes entre sí, Cartago mantenía tres cuerpos de ejército en Hispania: uno mandado
por Magón en el Algarve, otro dirigido por Asdrúbal en Lusitania, y el tercer ejercito ocupaba la
Carpetania. Ya se ha apuntado que los Bárquidas se apoyaban en los elementos celtas de la Meseta y la
costa atlántica, mientras que los romanos lo hacían entre los íberos. Esta división y alejamiento del
enemigo va a ser aprovechado por Escipión, decidiéndose a atacar por sorpresa a Cartago Nova.
Mientas invernaba Escipión en Tarraco se decidió a recoger toda la información pertinentes sobre las
condiciones de defensa de la ciudad, para iniciar las hostilidades.
Escipión con un ejercito de unos 30.000 hombres se dirige a Cartagena en la primavera del año 209
a.C. Concibió un ingenioso plan de asedio y asalto a la ciudad. Cercó la plaza por tierra y por mar con
la escuadra. Frente a los romanos Cartago disponía de un ejercito más débil y menos preparado. El
ataque de Escipión dio sus frutos, y los cartagineses, sorprendidos por la avalancha romana que
llegaba tanto por tierra como por mar, provocaron el general desconcierto y acabaron pronto con toda
la resistencia púnica. Hubo matanza y saque general.
Verdadero desastre supuso para Cartago la caída de Cartago Nova, y que trajo consecuencias de índole
estratégico militar y económico, pues su pérdida suponía dejar de poseer el bastión defensivo de una
rica zona de minas de plata y sal, rodeada además por fértiles campos de cultivo, sobre todo de
esparto.
Otras muchas ventajas económicas se seguirían del dominio romano en el Levante ibérico hasta Cartago
Nova. Pues, demostrando Escipión desde el primer momento lo que supondría Hispania para Roma,
procedió a trasformar en posesión pública del Senado y del Pueblo Romano no sólo las tierras que los
Bárquidas poseían en la región, sino también las minas de plata y las salinas, las fábricas de salazón,
bosques y campos de esparto de interés para embarcaciones de guerra y de pesca. Tales apropiaciones
abrieron nuevos horizontes de explotación a las sociedades romanas.
Luego de reforzar las murallas de Cartago Nova, Escipión retornó a su base de Tarraco, sometiendo de
paso una ciudad Batheia (Villaricos), viejo emporio de comercio ocupado por gentes púnicas. En
Tarraco se presentaron los príncipes y caudillos ibero y celtas con presentes para testimoniarle su
agradecimiento. Como testimonio de su victoria Escipión envió a Roma grandes tesoros para el erario
público.
La batalla de “Baecula”:
Inmediatamente después de la toma de Cartago Nova, Escipión trató de adueñarse de los ricos centros
mineros de Sierra Morena. Los ejércitos púnicos estaban intactos pese a la caída de Cartagena, pues
disponían de otros excelentes puertos y riqueza en el Sur, especialmente en Cádiz. Los púnicos, además
de tener un buen ejército, dominaban las tierras de ambas mesetas, Lusitania y la Bética. Escipión
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En el año 208 Escipión trata de extender su dominio sobre Sierra Morena y sus ricos centros mineros. Los
ejércitos de los tres jefes cartagineses se hallaban distantes entre sí: Magón en Cádiz, Asdrúbal Giscón
en la costa mediterránea y Asdrúbal Barca en los montes que rodeaban Cástulo (Cazorla).
Escipión, igual que había hecho en Cartago Nova, decidió emplear la rapidez y la sorpresa. Asdrúbal
Barca, aunque disfrutando de una posición ventajosa, pues ocupaba las pendientes de Baecula (Bailén),
intentó dilatar el enfrentamiento hasta el momento de poder contar con el refuerzo de las tropas de los
otros dos jefes púnicos. Pero ante el peligro de que los aliados iberos abandonasen a los cartagineses,
Asdrúbal se lanzó a una batalla en inferioridad numérica. Por Polibio y Tito Livio sabemos que tras el
ímpetu de los legionarios romanos que arrolló con facilidad a los desordenados combatientes iberos y
africanos, Asdrúbal rehusó una resistencia a ultranza y prefirió atrincherarse en espera de sus colegas.
Para ganar tiempo y evitar una matanza de sus tropas optó por dejar que los soldados romanos se
entregaran al pillaje de su campamento, y decidió la retirada ordenada hacia el Norte, sobre la línea
del Tajo hacia lusitanas; allí pudo salvar sus tesoros y elefantes y posteriormente reunirse con los otros
dos ejércitos púnicos.
Aunque en la batalla de Baecula no hubo matanza, la victoria de Escipión fue importante sobre todo
por las consecuencias que trajo consigo: Escipión vengaba en batalla campal la derrota y la muerte de
su padre; además la victoria se produjo en un centro geográfico vital, pues Despeñaperros era la llave
estratégica de la Bética y al mismo tiempo ratificaba la fidelidad de los iberos a Roma. Por lo demás, el
botín logrado en Baecula sobre el campamento cartaginés supuso el poder sostener largo tiempo a su
ejercito, con ligeras exigencias a Roma, entonces exhausta.
Tras la batalla de Baecula, Asdrúbal saldría con un fuerte ejercito hacia Italia en ayuda de Aníbal. Los
tres caudillos púnicos, que habían reunido su ejercito después de la batalla, aceptaron la idea de
Asdrúbal Barca: reunir dinero y salir de Hispania. El esfuerzo seria inútil porque su ejercito sería
totalmente aniquilado en Italia.
La defensa púnica de Hispania se planificó de modo que Asdrúbal Giscón sumaria a su ejercito el de
Magón y se retiraría a Lusitania. Magón se dirigiría a Baleares para reclutar aguerridos mercenarios y
Massinissa, con tres mil jinetes escogidos recorrería el interior de Hispania devastando los poblados y
campos aliados de Roma.
Escipión se había retirado a invernar en Tarraco, sin intentar obstaculizar la marcha de Asdrúbal ni
tampoco defender a sus aliados de los saqueos de Massinissa. No tenia suficiente ejercito para
dispersarlo en guarniciones de protección a la ciudades iberas.
La batalla de “Ilipa”
Cartago no se desanimó por esta nueva derrota sufrida en tierras hispanas. Nuevas tropas de
mercenarios africanos son enviadas a Hispania al mando de Annón, quien unido a Magón incrementó su
ejercito con los celtíberos que ahora se sumaban masivamente a los púnicos en contra de los iberos
prorromanos. Se situó en el territorio central de la Península, mientras que la Bética quedaba en manos
de Asdrúbal Giscón.
El legado de Escipión, Marco Junio Silano con un ejercito de 10.000 infantes y 500 jinetes, tras
dispersar a los reclutas celtíberos, atacó por sorpresa a los ejércitos cartagineses acantonados en la
Meseta. La ayuda de los celtíberos de la Meseta quedaba frustrada y con ello el panorama para Roma
aparecía despejado, solo restaba conseguir la victoria final sobre los cartagineses en la Bética.
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HISTORIA ANTIGUA PENÍNSULA IBÉRICA 1º PARCIAL
Escipión situó su ejercito entre Carmona e Ilipa, y actuó con su habitual rapidez, atacó de madrugada, y
el ejercito cartaginés situado en Ilipa combatió cansado y hambriento contra el cuerpo de tropas mas
avezado y selecto de Escipión. La victoria romana fue clara, el empuje fue tal, que sólo una inoportuna
tormenta impidió una matanza del ejercito cartaginés. Asdrúbal Giscón se retiró antes que las tropas
romanas asediaran su campamento, dirigiendo sus tropas a Gades, con lo que aquel puerto se hacia
inexpugnables, pues estaba bien protegido por un fuerte ejercito y una sólida escuadra.
La derrota púnica de Ilipa decidió su definitiva suerte en Hispania. Aunque Gades fuera de momento un
sólido apoyo. Escipión se ganaría la adhesión ibera por propia iniciativa o por imposición, y mientras
los legados de Escipión fueron completando la sumisión de la Bética. Algunas ciudades ofrecieron mayor
oposición al ejercito romano por la simple razón de que albergaban en su recinto una guarnición
púnica, pero la sumisión de la Bética fue un hecho durante el año 206.
Con esta situación favorable Escipión se retiró a Tarraco y de allí pasó a Roma donde, previos sus
informes al Senado, se decidió mantener la posesión de Hispania. Escipión volvería para proceder a la
expulsión de los Cartagineses de Gades, reducir a los pueblos iberos sublevados en su ausencia y
organizar la tierra conquistada.
Escipión inició el camino que habría de llevarlo al otro bastión cartaginés: Gades. Asdrúbal, uno de los tres caudillos
púnicos de la península, estableció su base en Castulo. El combate tuvo lugar en Baecula. Vencieron los romanos, con lo
que lograron su avance hacia el valle del Guadalquivir.
Mientras tanto, Aníbal llevaba años de campaña en suelo italiano y necesitaba urgentemente refuerzos. El mando púnico
llegó a un compromiso:
• y Giscón trataría de defender las últimas posiciones en Iberia desde Lusitania ayudado por un nuevo general,
Hannón.
Mientras Magón y Hannón intentaban conseguir el concurso de pueblos de la Celtiberia, Giscón preparaba la defensa
del Guadalquivir. Escipión envió a su lugarteniente Silano a Celtiberia y avanzó en dirección a Gades. Silano tuvo tanto
éxito que incluso logró hacer prisionero a Hannón y se unió a su general en Castulo. El encuentro con Giscón se produjo en
Ilipa (Alcalá del Río) en el 207, venciendo los romanos, en gran parte por el apoyo de los turdetanos. Asdrúbal
consiguió escapar hacia Gades, donde también se había refugiado Magón.
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CRONOLOGÍA
238 Roma ocupa Córcega y Cerdeña.
237 Desembarco de Amílcar en Gades. Inicio de la conquista púnica de la Península.
231 El cónsul Papirio se entrevista con Amílcar para pedir explicaciones sobre las actividades púnicas en Iberia.
229-228 Muere Amílcar. Le sucede Asdrúbal. Fundación de Carthago Nova.
228 Tratado con Massalía.
227 Creación de dos nuevos pretores para Sicilia y Cerdeña.
226 Tratado del Ebro.
221 Muerte de Asdrúbal. Le sucede Aníbal. Campaña contra los olcades.
220 Campaña contra los vacceos. Conquista de Helmantiké y Arbucala.
219 Marcha de Aníbal contra Sagunto. Sitio de la ciudad.
218-201 Segunda Guerra Púnica.
218 Caída de Sagunto. Roma declara la guerra a Cartago. Aníbal invade Italia. Batallas de Tresino y Trebia.
218 Desembarco de Cneo Cornelio Escipión en Ampurias. Luchas contra los ilergetas acaudillados por Indíbil y otras tribus.
217 Batalla en la desembocadura del Ebro. Nueva sublevación ilergeta. Llegada de Publio Cornelio Escipión.
216 Batalla de Cannae (en Italia).
215 Batalle en Hibera. Los romanos cruzan el Ebro y llegan al Guadalquivir.
214 Combates en la costa oriental y el alto Guadalquivir.
213-212 Reconquista de Sagunto.
211 Muerte de los Escipiones.
210 Desembarco de Publio Cornelio Escipión como procónsul y Marco Junio Silano como propretor.
209 Conquista de Carthago Nova.
208 Batalla de Baecula.
207 Batalla de Ilipa. Fundación de Itálica.
206 Entrega de Gades. Expulsión de los púnicos de la Península.
... La tenacidad romana y el indudable talento militar del joven Escipión habían logrado, tras varios años de dura
lucha, convertir en realidad uno de los primeros objetivos que el gobierno romano se había trazado al entrar en
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conflicto con Cartago: sustraer a la potencia africana su principal fuente de recursos. A partir de este momento
Roma debía decidir el destino que daría a las tierras donde en años anteriores Cartago había extendido su
dominio. La pregunta que surge entonces es, sin duda, cuáles fueron las causas de la permanencia romana, una
vez expulsados los cartagineses, y el momento en que se tomó la decisión de anexionar su suelo al incipiente
imperio mediterráneo de Roma.
De los antecedentes expuestos en relación con el interés de Roma por Hispania. parece deducirse que la
Península entra muy tarde en su horizonte. El primer tratado entre Roma y Cartago, de finales del siglo VI, ni
siquiera la menciona; el de 348 sólo incluye cláusulas restrictivas para las naves romanas; es decir, puede
perfectamente afirmarse que no existían intereses romanos en la Península. Este interés cuando se suscita no es
directo, sino producto de la atención con que Roma seguía el creciente desarrollo púnico, basado, en gran parte,
en su afortunada política colonial en Hispania. Creemos que la mejor explicación del tratado de 226 es la de
considerado como un intento de poner freno a la expansión púnica, no de forma directa, por considerar parte de
la Península susceptible de anexión o de otra forma de colonialismo, sino simplemente por el temor real a una
excesiva potencia de un estado que sólo quince años antes había sido 'Vencido tras una dura guerra, con las
matizaciones que se quieran imponer sobre la protección de Massalía o las dificultades contemporáneas de Roma
en la región del Po. El camino púnico, sin embargo, era lógicamente expansivo, y las complejas circunstancias,
sobre las que no volveremos a insistir, desataron la guerra en la que, desde un comienzo, las tierras peninsulares
jugaban un importante papel..."
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Tras la marcha de Escipión a Roma, la reducción de tropas y la escasa cualificación de los comandantes (elegidos por la
Asamblea de la Plebe sin cualificación como magistrados superiores pero con imperium procunsular) cambió la relación con
los indígenas, que no tardaron en rebelarse. De hecho, Indíbil, rey ilergete, junto a su hermano Mardonio y a lacetanos y
ausetanos se enfrentaron a Roma cerca de Zaragoza. La victoria de los procónsules evidenció el nuevo marco, basado en
la ley de la fuerza (entrega de culpables -se ajustició a Mardonio-, imposición de un tributo doble, establecimiento de
guarniciones, entrega de rehenes...) iniciándose así una etapa de acciones militares y castigos represivos (contribuciones
de guerra, desmembramiento de territorios de tribus sospechosas..), por el temor de la vuelta a la órbita cartaginesa de
los indígenas. Sin embargo, existe una profunda raíz económica, como evidencia el hecho de que tras la victoria de
Escipión en Zama se sigan manteniendo contingentes en Hispania y considerándola como provincia (es decir, como ámbito
de comandantes con imperium) hecho sin justificación defensiva alguna.
La provincialización de Hispania.
Con la victoria sobre Cartago, la administración de Hispania pasó a segundo plano, ya que el intervencionismo romano
dirigió su mirada a Oriente. Sin embargo, en los comicios centuriados de 197 se eligieron, además de los 4 pretores de
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costumbre, otros 2 destinados a las provincias recién creadas de Hispania Citerior y Ulterior institucionalizando la
irregular situación de hecho. Las razones de este hecho fueron varias:
• La irregularidad del envío de personajes con imperium sin rango de magistratura creaba problemas al Senado.
• Se habían contraído compromisos con los pueblos indígenas y se consolidaron intereses que afectaban a
romanos e itálicos.
• El Senado estaba interesado en frenar la influencia de la gens Cornelio (familia de Escipión), por lo que
consideró oportuno elegir a los personajes con imperium para Hispania en los comicios centuriados (en vez de la
asamblea, más manipulable), ámbito ordinario de elección de magistrados.
• Además, el temor por el resurgir de la potencia cartaginesa, que obligaba al control del litoral como exigencia
de seguridad, unido a la inestabilidad e inseguridad de los pueblos indígenas aconsejaba la creación de dos
provincias diferentes.
En cuanto a la gestión de los pretores, las directrices de Roma no pasaron del primer estadio de obtener beneficios
materiales a través del uso sistemático de la fuerza, sin contrapartidas para las tribus indígenas, por lo que las guerras
interiores fueron endémicas. No puede hablarse aquí de conquista, sino de consolidación de la autoridad romana en su
esfera de intereses y ejerciendo un control a menudo indirecto, mediante pactos con las tribus. Se trataba de obtener un
máximo de beneficio material, mantener las fronteras exteriores e imponer en el interior la autoridad romana,
mediante el respeto de los pactos y el cumplimiento de las obligaciones fiscales. Sin embargo, la falta de fronteras
naturales y la artificiosidad de las impuestas por Roma fueron fuente de inestabilidad, ya que los pueblos de uno y
otro lado del limes interprovincial mantenían frecuentes contactos. Esto, unido a la brutal explotación, hicieron que los
primeros 20 años de conquista fuesen décadas de guerra continua. Aunque la fragmentación política de los pueblos
peninsulares producían la falsa impresión de enfrentarse a bandas más que a ejércitos, la espiral de represión
explotación y reacción amenazaba con desencadenar una guerra en toda regla, por lo que el Senado, una vez resuelta
la cuestión de oriente, decidió actuar de manera aún más enérgica, enviando en 195, junto a los dos pretores, a uno de
los cónsules (elegido a suertes), M. Porcio Catón.
Con un gran ejército de entre 50 y 70 mil hombres desembarcó en Rhode y despidió a los
especuladores y abastecedores de grano de grano que suelen seguir a los ejércitos, con la máxima de
“que la guerra se alimente por sí misma”y venció a la coalición enemiga cerca de Ampurias, tras lo que se
le rindieron la práctica totalidad de las tribus costeras hasta Tarraco. La represión fue ejemplar: los
participantes en la coalición fueron vendidos como esclavos y sus territorios anexionados a los de
tribus amigas. Además, exigió todo tipo de garantías, entrega de armas e ingentes cantidades de
víveres y metales preciosos, imposición de guarniciones y desmantelamiento de fortificaciones.
Mientras tanto, los dos pretores se enfrentaban en el sur a la rebelión de los turdetanos (que habían
reunido una gran cantidad de mercenarios celtíberos), por lo que solicitaron la presencia de Catón, que
logró disuadir a los celtíberos y consiguió por ende la renovación de los compromisos de los turdetanos.
De regreso a la Citerior, decidió en una demostración de fuerza, atravesar el territorio celtíbero, con
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fines disuasorios, lo que sería el primer contacto con dichas tribus. Por último, sofocó de nuevo la renacida revuelta de
las tribus catalanas y marchó, por fin, a Roma, con el mayor botín conseguido hasta el momento por ningún gobernador,
lo que le valió un grandioso triunfo.
La obra de Catón en Hispania no se concretó en grandes logros, a no ser por ciertas disposiciones administrativas y
financieras entre las que destacan la imposición de tributos a las minas de hierro y plata; muy al contrario, personificó la
faceta más negra de la explotación romana y su aplicación de políticas de terror, usadas esta vez, además, para fines
propagandísticos, en beneficio de su persona.
De Catón a Graco
En estas condiciones, el periodo entra la estancia de Catón y la llegada de Sempronio Graco se resume en una serie de
campañas contra las tribus iberas aplicando la política romana de premios y castigos de acuerdo con la actitud
insurgente o colaboracionista de cada pueblo, asegurando territorio y recursos financieros y creando amplias zonas de
seguridad alrededor de las fronteras exteriores. Así, en 194 se volvieron a rebelar las tribus del Ebro, hecho
aprovechado por bandas lusitanas (ante el desguarecimineto del Guadalquivir) para realizar productivas razzias, aunque
fueron interceptados en Ilipa. Entre 193 y 192 se realizaron campañas contra oretanos y carpetanos, culminando con la
expugnación de Toletum y la creación de un cinturón de seguridad ante los lusitanos. Etc.
Las iniciaron en la alta Andalucía y la Oretania y Carpetania, que Graco saqueó y sometió, y continuando hasta la región
del Jiloca y el Jalón (mientras Postumio luchaba contra los vacceos para facilitar el camino a Graco), donde se sometió
Ergabica y, tras una dura contienda cerca del Mons Chaunus (Moncayo) doblegó definitivamente a los celtíberos, fundando
a continuación Gracchurris (Alfaro) en los límites del territorio (Graco fundaría además Iliturgi, en Jaén, más tarde). Por
primera vez se actuaba con un plan prefijado para afianzar el dominio romano, de manera que la frontera avanzó (línea
Calahorra - Toledo hasta el Guadiana) hasta ocupar el territorio provincial casi toda la mitad sudeste de la península.
Pero más fructíferas fueron aún sus medidas administrativas, destinadas a la formación de un territorio provincial
compacto y estable bajo el presupuesto del desarrollo de normas de organización administrativa y fiscal en el interior y
“políticas de frontera” en el limes.
• fomentando la vida sedentaria (plasmado en las fundaciones de Gracchurris e Iliturgi) mediante traslados de
población con concesiones de tierra fértil, beneficios para comunidades aliadas, desmantelamiento de plazas
fuertes y prohibición de fundar nuevas y establecimiento de guarniciones.
• Y más importante aún, se convirtieron en impuestos fijos, sobre una base fiscal previamente fijada (vectigal
certum o stipendiarium), las otrora arbitrarias e irregulares contribuciones en metales o en provisiones.
dominio se ejercía de forma directa y continua. La necesidad de tomas inmediatas de iniciativas y de decisiones en el
ámbito provincial y las posibilidades en condiciones de casi total impunidad de enriquecimiento rápido, fomentaron el
“despotismo” y la corrupción, ocasionando tanto el debilitamiento del Estado como de la cohesión de la clase dirigente.
La impunidad de los provinciales era ya un hecho en 171, como evidenció la tibia respuesta a la citada embajada
indígena al Senado. La llegada además de gran número de caballeros que hicieron cargo del aparato recaudador del
Estado dio lugar a nuevos abusos y estos a nuevas sublevaciones, lo que reactivó la política de conquistas.
Las provincias pasaron a ser un simple campo de enriquecimiento para los gobernadores, que utilizaban sus recursos
para ejercer presión política en la misma Roma. Esto dio lugar a una tardía reacción del Senado, que cambió poco a
poco, pero tarde, su punto de vista sobre los indígenas, que pasaron, en cierto modo, de enemigos sometidos a
“súbditos” acreedores de ciertos derechos y protección.
Como resultado de todo lo anterior y del expansionismo del capitalismo romano y subsiguiente explotación económica
(tráfico de tierras, impuestos y tributos, explotación minera) y la paulatina transformación de la base socio-económica
por influencia directa de la continua aportación de contingentes itálicos, precipitarán las guerras celtibero-lusitanas.
Pero pese al ascenso de roma tras las sucesivas victorias, las guerras hicieron patente un nuevo talante de brutalidad y
desconfianza hacia amigos y enemigos en un clima de caos social mientras los empresarios itálicos (negotiatores)
extendían sus negocios en detrimento de los orientales. El odio antirromano cristalizó en Macedonia en una revuelta
que, tras ser sofocada, significó su conversión de en provincia romana (148), dos años antes de que el resto de Grecia
perdiera su libertad tras la brutal destrucción de Corinto y en Occidente se pusiera fin a la 3ª Guerra Púnica con la
destrucción de Cartago.
Sin embargo, el Estado Romano, en manos de una oligarquía reaccionaria beneficiada por la expansión exterior, no
supo adaptar sus estructuras sociales y políticas que precisaba el paso de ciudad-estado a imperio territorial. La
guerra exterior puso en evidencia (tras la complicación en Iberia, que exigió por vez primera mayores inversiones que
previsible provecho) la situación de ruina de la pequeña y mediana propiedad y de crisis económico-social:
• Las riquezas del imperio acentuaron las desigualdades sociales, ya que su principal beneficiaria fue la
aristocracia senatorial, que encauzó sus inversiones hacia la villa, empresa agraria de corte capitalista destinada
a la producción de excedentes y cultivada con mano de obra esclava.
• Los pequeños campesinos, impotentes para competir, malvendieron sus tierras y emigraron a la capital, cuyo
rápido crecimiento no fue acompañado por la creación de las necesarias infraestructuras, lo que produjo una
atmósfera de inseguridad y tensión debida a la presión social de unas masas proletarias sometidas al paro y
la inflación, con el consiguiente riesgo de desestabilización política.
• La depauperación de las clases medias trajo consigo la escasez de reclutas, ya que estos debían tener la
cualificación de adsiduus (propietarios). En vez de la lógica apertura de la milicia a los proletarii8, el Estado
recurrió a la reducción del censo, es decir, la disminución de la capacidad financiera para ser reclutado.
• Además, la acumulación de grandes capitales mobiliarios por la explotación de las provincias propició la
aparición de una nueva clase privilegiada, los caballeros9.que pese a su gran poder económico (contratas del
Estado, recaudación de impuestos- publicani-, etc.), no consiguieron un adecuado reconocimiento político.
8 No propietarios, aquellos cuya única riqueza era su prole.
9 Orden ecuestre.
• Los problemas políticos y sociales dividieron al Senado en una serie de factiones, con intereses distintos, que
materializaron su rivalidad en la lucha por las magistraturas y gobiernos provinciales (fuentes de
enriquecimiento) con ayuda de los magistrados que dirigían las Asambleas Populares (Tribunos de la Plebe).
Por ello, las guerras celtíbero lusitanas no pueden explicarse sólo por lo sucedido en su propio escenario hispano, sino en
el contexto de una grave y múltiple crisis política, social y económica que se verá complicada por la política exterior,
ya que mientras los ejércitos se debatían entre el miedo y la indisciplina, la coherencia de mando se rompía en
criterios a veces contrapuestos derivados de los continuos relevos producidos por las continuas luchas políticas en la
metrópoli.
• La Ulterior fue invadida por bandas de lusitanos al mando de un tal Púnico, a quien tras un afortunado
enfrentamiento, donde murió el pretor, se le unieron grupos de vetones y llegó hasta las ciudades costeras del
sur.
• En la Citerior, Segeda (cerca de Calatayud), habitada por belos (celtíberos), decidió ampliar su ciudad y
fortificaciones para acoger los núcleos de población cercanos10 (incluidos algunos celtíberos titios). El Senado lo
prohibió en base a los acuerdos de Graco ya que no deseaban el fortalecimiento de un eventual enemigo. Los
segedanos intentaron convencer a los legados de Roma, pero éstos, tras comprobar que Segeda no desistiría,
volvieron a Roma y ésta declaró la guerra a la ciudad.
El Senado envió a la Citerior al cónsul M. Fulvio Nobilior con un ejército reforzado por auxilia itálicos e indígenas, ante cuya
aparición los segedanos buscaron refugio, tras abandonar la ciudad, en la Celtiberia Ulterior, entre los arévacos, cuya
capital era Numancia, que los acogieron y decidieron apoyarlos con las armas. Pese a que Nobilior fue derrotado, los
desordenados indígenas, en persecución de los fugitivos, se encontraron ante la caballería romana de retaguardia, y,
derrotados, se debieron refugiar en Numancia.
El sucesor de Nobilior, el cónsul Marcelo, con una hábil combinación de fuerza y clemencia frente a Ocilis y Nertobriga,
logró que todas las tribus celtíberas aceptaran enviar legaciones a Roma para renovar los pactos de Graco. El Senado
consideró indigna y blanda esta actitud11, y ordenó la continuación de la guerra, que Marcelo reemprendió, tras invernar
en Corduba (que él fundó), directamente contra Numancia. Sus éxitos en campaña decidieron a los numantinos, en unión a
pelendones, titios y belos, a pedir la paz en 152.
En la Ulterior, tras la muerte de Púnico, se repitieron las razzias, que consiguieron ser frenadas por el nuevo pretor, L.
Mummio, y su sucesor en 152, Atilio Serrano, se internó en Lusitania, conquistó Oxthrakai y forzó la paz a los lusitanos,
aunque esta sólo fue un corto paréntesis en el recrudecimiento de la rebelión.
En Roma, tras el triunfo de la facción dura del Senado, se encomendó la prosecución de la guerra a L. Licinio Lúculo
(cónsul de 151), aunque hubo de recurrirse a las levas obligatorias y a medidas efectistas (el senador Cornelio Escipión
Emiliano, destacado defensor de la línea dura, se ofreció voluntario) para la recluta de los efectivos necesarios, ya que
la crisis social y las noticias de lo encarnizado de la lucha en Hispania la hicieron muy difícil.
Lúculo hubo de respetar la paz alcanzada por Marcelo, pero realizó una serie de campañas contra los vacceos (cuyo
territorio unía el de los celtíberos con el de vetones y lusitanos) para establecer cabezas de puente para futuras
expediciones.
Se dirigió a las ciudades vacceas del sur y, sin previo aviso, asaltó Cauca (Coca) y, tras cierta resistencia, Intercatia
(Villalpando), lo que produjo un sentimiento de odio generalizado. Finalmente, el asalto a Pallantia (Palencia) fracasó y
Lúculo hubo de invernar.
En la Ulterior, el pretor, Galba, con refuerzos de las tropas de vuelta de la expedición vaccea, forzó a los lusitanos a
pedir la paz. Con el señuelo de reparto de tierras de cultivo, concentraron a una multitud de indígenas con sus familias y
se dio la orden de exterminarlos. Estos hechos dieron lugar a una guerra sin cuartel contra Roma.
En 147, el pretor Vetilio, que había corrido a sofocar las correrías lusitanas en el sur peninsular, fue derrotado y muerto
por Viriato, que inició una escalada de victorias y sirvió de aglutinante contra Roma en una revuelta en toda regla. En 145
fue enviado el cónsul Q. Fabio Máximo (hermano de Escipión Emiliano), quien, tras dos años de estudio del enemigo, logró
reducir su área de movimiento, pero en 143, las victorias de Viriato, unidas a su diplomacia sobre las tribus de la Citerior,
hicieron sublevarse a los celtíberos, lo que hizo necesario el envío de un ejército consular, al mando de Q. Cecilio Metelo,
mientras que la Ulterior se confió a un pretor, Quinctio, al considerarla más pacificada. Sin embargo, Viriato emprendió
una campaña sobre la Bastetania y consiguió el apoyo de varias ciudades en Beturia. El propio cónsul de 141, Q. Fabio
Máximo Serviliano, se encargó de reducir a Viriato a Lusitania, pero fue derrotado en la Beturia y Viriato aprovechó su
momentánea superioridad de condiciones para pactar la paz con Roma, que lo reconoció como “amigo del pueblo romano”.
La guerra de Numancia
Como se ha indicado, como consecuencia de la actividad de Viriato la Celtiberia se rebeló en 143, por lo que el senado
envió al cónsul Q. Cecilio Metelo Macedónico, que concibió la
guerra como una empresa lenta y continuada, de oriente a
occidente. Comenzó con la expugnación de ciudades de la
Celtiberia citerior (lusones, belos y titios) como Centobriga y
Contrebia, y, antes de marchar contra Numancia, saqueó la
región vaccea, para impedir el eventual avituallamiento de los
numantinos. Un enemigo suyo, Q. Pompeyo, le reemplazó, y pese
a sus fracasos contra Numancia y Termantia (Santa María de
Termes), le fue prorrogado el mando para el 140. Ante lo
riguroso del clima, la resistencia indígena y la indisciplina y baja
moral de sus tropas, el cónsul inició conversaciones de paz con
los indígenas usando métodos equívocos, lo que le acarrearían
un sonado proceso en Roma. En 139, le sustituyó M. Popilio Lenas,
con escasos resultados, y a éste, en 138, C. Hostilio Mancino,
quien no sólo fracasó en el asedio, sino que fue bloqueado y
obligado a la capitulación, que no fue aceptada por el
Senado, quien obligó al deshonrado cónsul a rendirse
personalmente a los Numantinos. Los cónsules de los años
siguientes (137, 136 y 135) se limitaron a las razzias en territorio vacceo. Numancia se había convertido en un insulto
para el pueblo romano, quien, instigado por los mismos que pensaban beneficiarse de la guerra, exigió la entrega de su
dirección a P. Cornelio Escipión Emiliano, el vencedor de Cartago, que fue elegido cónsul por segunda vez en 134.
El ejército de refuerzo que llevó Escipión constaba sólo de 4.000 voluntarios. Entre los que se encontraban los
posteriormente famosos Polibio, Lucilio, C. Mario o C. Graco. Para lo que fue necesario eliminar algunas trabas legales
pero fue un revulsivo efectivo para el ejército provincial, al que le fue restaurada la disciplina con métodos expeditivos.
Para lo que fue necesario eliminar algunas trabas legales
Tras las acostumbradas razzias en territorio vacceo (incendio de los campos incluidos), dispuso un paciente y meticulosos
asedio a la ciudad, donde el hambre empezó a hacer estragos. Tras resistir el invierno de 134-133, y fracasadas las
peticiones de paz, los numantinos intentaron romper el cerco en un ataque desesperado, lo que no consiguieron. Tras 15
meses de asedio, finalmente, aceptaron la rendición sin condiciones (deditio). Tras la entrega de las armas, el cónsul
otorgó dos días para entregarse, aunque muchos prefirieron el suicidio.
Escipión mandó incendiar la ciudad, repartir el territorio entre las tribus vecinas amigas y castigar a las que
simpatizaron con los numantinos, tras lo que partió a Roma, donde se le otorgó el triunfo, que la propaganda romana
convirtió en un hito similar a la caída de Cartago, pese a que Celtiberia y Lusitania no podrían considerarse totalmente
pacificadas hasta bien entrado el siglo I a.c.
comunidades vecinas en torno a derechos de agua. Es un ejemplo del uso del ius
civile en un pleito entre comunidades que en realidad carecían de un status especial y
eran, por tanto, ajenas al derecho romano.
El Bronce de Ascoli
En la misma zona y época, el Bronce de Ascoli documenta la concesión hecha
por Cneo Pompeyo Estrabón, el padre de Pompeyo Magno, de la ciudadanía romana
a la turma Sallvitana, un escuadrón de caballería auxiliar compuesto por hispanos de
la zona del Ebro, por su comportamiento en el sitio de Asculum (Ascoli) durante la
Guerra Social (91-89 a.C.)
Los territorios del valle del Ebro y parte de la Meseta Norte que Graco había
considerado de frontera, se incluyen ahora en el ámbito provincial. Las políticas de
pacto se cambian por otras de administración directa. Cuando la población indígena
se resigna a la subordinación a Roma, se abre el camino a la organización social más
allá del simple sometimiento. Es decir, los principios políticos romanos no cambian,
pero sí lo hace la actitud indígena. La pacificación abrió el camino a la urbanización, a
la creación de núcleos urbanos que servían como centros administrativos. El nuevo
marco de la civitas sólo fue posible por la voluntad de los indígenas de aceptar esas
tareas de administración al servicio de Roma, lo que implicó la aparición de las
minorías rectoras al tiempo que se acrecentaba el proceso de romanización en esas
comunidades. Durante los cincuenta años entra la caída de Numancia y la guerra
sertoriana, los nombres étnicos (sedetanos, ilergetes, vascones…) son sustituidos
por los nombres de civitates: Bilbilis, Calagurris, Contrebia… conocidas por monedas
y documentos como la Tabula Contrebiensis y el Bronce de Ascoli.
Emigración romano-itálica: colonos y refugiados
En este proceso de reorganización es preciso tener en cuenta la incidencia de
la población romano-itálica que llega a la península en número creciente. A excepción
de Carteia, el impulso fundacional no procede del gobierno central, sino de los
gobernadores. Entre estos núcleos podemos mencionar Italica, Gracchurris, Illiturgi,
Corduba, Valentia o Palma. La consecuencia evidente de esta emigración será la
progresiva adopción de costumbres romanas por parte de la población indígena en
las zonas de concentración de los colonos.
Mención aparte merece el fenómeno de la emigración política: el
endurecimiento de los enfrentamientos en Roma tiene como desenlace la marcha de
la capital de los políticos del bando perdedor. Muchos de ellos elegirán Hispania
Historia antigua de la península ibérica. UNED. 1ª Parte.
como destino, tanto por su cercanía relativa a Roma como por su abundancia de
recursos, con la posibilidad de robustecer posiciones para intentar el contraataque.
Como consecuencia, Hispania se convierte en un campo de refugiados políticos,
representados por Sertorio, que no es sino uno más, quizá el más famoso, de una
larga lista de populares primero, tras el golpe de Sila, y silanos después, cuando
Cinna emprende a su vez la represión contra aquellos, que buscan refugio en las
provincias hispanas.
El proceso de integración provincial
La mentalidad romana sigue considerando en esta época las provincias
hispanas como un campo de acción principalmente militar. Pero, si bien no tanto por
la voluntad de los gobiernos, sino más bien por la incidencia de una pléyade de
elementos, se inicia un período de cambios. Hispania se ve inmersa en la tormenta
política que sacude Roma, al principio tímidamente, con la llegada de los refugiados
políticos, pero más delante de forma ampliada, con las acciones militares
INICIOS
Inicialmente, en el 218 a. C., el desembarco de Roma en la Península –en concreto en Ampurias– sólo obedecía a un intento
romano por garantizar el control del enemigo cartaginés, una vez que éste había violado el Tratado del Ebro. En el 197 a. C.,
sin embargo, el Senado envió a Roma a C. Sempronio Tuditano y a Helvio, los dos primeros praetores. Ello implicaba:
1. Configuración de dos provincias, la Citerior –con sede en Tarraco– y la Vlterior –con sede en Carthago Noua, una vez
conquistada a los cartagineses– con su correspondiente guarnición militar.
2. Instalación del aparato administrativo romano-provincial en Hispania: praetores, consilium representante del Senado, equipo
clientelar de praefecti y colaboradores y quaestor para la gestión económica.
3. Territorialización, por tanto –aunque con límites variables– del concepto romano inicial de prouincia.
• 195 a. C. Roma envía a Hispania –sin retirar las legiones que estaban al
mando de los praetores– al consul Catón. Lo hace con la intención de que se
adueñara de casi cuatrocientas póleis (Plutarco, Cato 10) y, sobre todo, de
infudir miedo al imperialismo y al poder romanos entre los indígenas de la
Península.
Las Guerras que roma libra en el siglo II a. C. –en realidad, la guerra en Hispania y los últimos episodios de la conquista de
Macedonia– son enfrentamientos que, ciertamente, interesan a Roma en tanto que le permiten tener “entretenida” a mano de
obra campesina que se había empobreciendo con la masiva y progresiva llegada de esclavos como botín de guerra. En ese
sentido hay que entender la declaración de guerra a Celtiberia –a través de Segeda– en el 153 a. C.
Quizás en cumplimiento de una posible costumbre sagrada (Apiano, Iber. 56-60) que les llevaba a
plantar cara al enemigo a través del envío al frente –pero fuera de su propio territorio– de grupos de
jóvenes armados, los lusitanos –cuyo territorio matriz estaba comprendido entre los ríos Tajo y Duero–
se adentraron en el valle del Guadalquivir plantando cara a los generales romanos Cayo Sulpicio
Galba y Lucio Virginio Lúculo. A la primera sublevación (153 a. C.) que fue violentamente reprimida
por Roma le siguió la liderada por uno de los supervivientes de aquélla, Viriato, que mantuvo (en
torno al 146 y hasta su muerte en el 139 a. C.) diversos enfrentamientos con Roma en torno al
Guadalquivir. Asesinado Viriato por sus propios emisarios, la guerra culminó –sin apenas resistencia–
en el 138 a. C. cuando el gobernador de la Vlterior, M. Iunio Bruto, penetró en territorio lusitano sin
encontrar resistencia.
Como antes se ha dicho, estas guerras fueron enfrentamientos que, en realidad, convenían a Roma. Tal
vez por eso, y adelantando el nombramiento de los nuevos consules, en el 153 a. C. fue enviado a
Hispania Q. Fulvio Nobilior encargado de hacer la guerra a los celtíberos una de
cuyas tribus –la de los titos– había fortificado las murallas de la ciudad de Segeda
(Poyo de Mara, Teruel). Hacia el 151 a. C., y tras algunas primeras derrotas, Roma
se hizo con el control de todo el territorio vacceo (ciudades de Cauca, Intercatia y
Pallantia), orientando ya todos sus esfuerzos hacia Numancia. Los consules –Q.
Fulvio Nobilior, M. Claudio Marcelo u Hostilio Mancino– se fueron sucediendo en el
difícil y fracasado asedio al a ciudad hasta que fue enviado a Numancia el vencedor
de Cartago, P. Cornelio Escipión, que arrasó la ciudad en el 133 a. C., episodio con el
que concluyen las Guerras Celtibéricas y la primera fase de la conquista de Hispania
que, como puede verse, dejó fuera a los astures, cántabros y galaicos, que serían
dominados sólo en época de Augusto fecha en la que se completó la pacificación de
la Península Ibérica.
La escuela de aprendizaje militar de Sertorio fue el ejército modernizado por C. Mario, cuyas innovaciones pudo poner
en práctica en la guerra contra los cimbrios y teutones. En estas campañas empezó a destacar la astucia de Sertorio. Su
táctica preferida fue la guerra de guerrillas. Precisamente cuando la abandonó empezaron a declinar sus éxitos. Armó a
los indígenas a la manera romana, les impuso una férrea disciplina, aunque les permitió combatir de acuerdo a sus
maneras.
La política de Sertorio tenía como finalidad poner en tela de juicio y derribar lo más rápidamente posible al gobierno
de los optimates, en este momento personalizado por Sila.
Dictadura de Sila
Tras su regreso de Oriente, Sila provocó de nuevo la guerra civil. Dueño absoluto del poder consideró necesaria una
remodelación del Estado. Se autoproclama dictador para la restauración de la República, procediendo a la eliminación
de sus adversarios (proscriptiones o listados de enemigos públicos) y a la repartición de tierras entre sus veteranos del
ejército.
Llevó a cabo una serie de reformas en los campos de las magistraturas, sacerdocios, vida provincial y derecho; con un solo
objetivo: aumentar y fortalecer el poder del Senado:
Reorganizaciones:
• Senado Durante las guerras civiles el Senado pierde gran parte de su autoridad, por ello se ve incapaz de
frenar los abusos cometidos durante este período y la entrada de Sila en Roma. Sila duplicó los escaños
tradicionales con oficiales del ejército y miembros del orden ecuestre. Pero lo cierto es que el Senado no
recuperaría su autoridad, ya que el dictador impone sus leyes y decisiones sin consultar al Senado el cual ha
perdido cualquier índice de libertad de elección (ni tan siquiera tienen derecho a opinar a la hora de componer
la cámara). Sila controla todos los aspectos de la vida política de Roma.
• Magistraturas: lex Cornelia de magistratibus, con ella se intentó fijar la sucesión de magistrados en la carrera
política de un senador, la edad mínima y el intervalo de investiduras. Para la pretura se estableció una edad
mínima de 40 años, 43 para el consulado y un intervalo mínimo de 10 años para la magistratura consular.
También se incrementó el número de miembros de algunas magistraturas, así los cuestores se incrementaron a 20
y el colegio de los pretores a 8.
• Administración provincial: lex Cornelia de provinciis ordinandis, con esta ley se intenta evitar que el ejército quede
tentado de inmiscuirse en asuntos del Estado. Esta ley tenía varias cláusulas, entre ellas la que decía que los
magistrados dotados de imperium (2 cónsules y 8 pretores) cumplirían su mandato anual en Roma. Una vez
consiguiesen ser procónsules o propretores tendrían a su cargo el gobierno de provincias.
• Se dejan de conceder prórrogas de mando para evitar con ello cualquier intento de evadirse del control
senatorial.
• Lex maiestate, nace para regular las actividades de los magistrados. Entre sus cláusulas se incluían medidas
restrictivas como la prohibición de conducir un ejército en Italia o que ningún magistrado, sin el expreso deseo
del Senado, podía traspasar con su ejército la frontera de su provincia.
Mediante el aumento de magistrados y la nueva ordenación provincial se pretendía evitar la formación de poderes
provinciales duraderos y con ello la posibilidad de que estos gobernantes pudiesen crear su propio ejército personal.
Sila pretendía con la reforma del Estado otorgar más autoridad al Senado, frenar las presiones de los populares y
evitar cualquier intento de golpe de Estado a manos de generales ambiciosos. Pero Sila no pudo eliminar la raíz de un
problema social y político que poco a poco iba destruyendo la República.Y es que el dictador, aunque poseyese todo el
poder, no pudo terminar con los deseos de ambición de determinados sectores de la población.
La primera amenaza llega con Sila todavía vivo. Las proscripciones expulsan de Roma a muchos políticos antisilanos, entre
ellos a Quinto Sertorio, lugarteniente de Mario, que elige la Península Ibérica como destino.
Cuando Sertorio regresó de las Galias, donde había servido a las órdenes de Mario, no tenía definido su partidismo
político. Actuó como tribuno militar en Hispania y como cuestor en la Galia Cisalpina. Su adhesión al partido popular
acaece cuando Sila veta su candidatura al tribunado de la plebe. Sertorio reaccionó con despecho y, unido a Mario y
Cinna, participó en el asalto de Roma en el 87. Cuando Sila llega, a fines del 83, victorioso de Oriente, muchos optimates
y demócratas se pasaron a sus filas, reuniendo un importante ejército. Sila nombra a Sertorio gobernador de Hispania
Citerior, con la finalidad de alejarlo de Roma.
Pero cuando Sila asume el poder revocó a Sertorio del cargo de gobernador y nombró en su lugar a un optimate.
Sertorio se convierte en un rebelde cuya máxima aspiración es la derrotar a Sila. Y que mejor territorio para ello que la
Península Ibérica, lugar que ofrece muchas posibilidades para ello.
Sertorio en Hispania
Una vez destituido de su cargo, Sertorio se instala en la Península Ibérica en un breve gobierno durante el que destaca las
buenas relaciones con los indígenas. El gobierno silano envió un ejército contra Sertorio (81 a. C) con el que derrotan al
lugarteniente de éste, M.Livio Salinator; obligando a los rebeldes a buscar nuevas tierras donde instalarse.
El nuevo destino de Sertorio fue Mauritania, lugar en el que permaneció hasta el año 80 a.c. Abandonó Mauritania
acompañado de un pequeño ejército, desembarcando en Baelo (Tarifa); con ayuda lusitana vence al propretor de la
Ulterior. Sin problemas, se dirige hacia la Lusitania. Informado el dictador, Sila, de los acontecimientos en Hispania y del
fracaso de sus gobernadores, dio órdenes a Cecilio Metelo para que acudiera a la Ulterior con dos legiones. Su objetivo
inmediato, era someter lo antes posible toda Lusitania. No tuvo dificultades hasta Olissipo (Lisboa) a la que tomó. Pero
cuando intento reducir a los lacobrigenses, Metelo no pudo impedir que Sertorio los abasteciera. Metelo se vio obligado
a levantar el cerco, al ser aniquilada una de sus legiones, y se retiró a la línea del Guadiana. Sertorio saqueó la parte
occidental de la Bética, incluso fundó dos ciudades: Metellinum (Medellín) y Casta Caecilia (cerca de Cáceres); aunque lo
cierto es que la expedición termina en un sonoro fracaso.
Sertorio intuyó que Metelo pediría la colaboración de los ejércitos de la provincia Citerior, por lo que mandó a su
lugarteniente L. Hirtuleyo a que detuviera al gobernador de la Citerior, que fue derrotado en el río Tajo. A continuación
Hirtuleyo se dirigió a Ilerda (Lérida), en donde derroto al procurador de la Narbonense. Metelo se queda prácticamente
acorralado por las tropas de Sertorio.
Metelo se retirará a Córdoba, dando vía libre a Sertorio para que siguiese con su labor. Durante el año 77,casi sin
resistencia, avanzó por toda la provincia gestando alianzas con tribus celtíberas. Logró llegar hasta la línea del Ebro
que era el territorio más rico y romanizado de toda la provincia.
En ese mismo año, Sertorio recibirá importantes refuerzos. Los mandaba Perpenna, de la facción de los populares;
procedente de Cerdeña, trajo consigo un ejército superior al que tenía Sertorio en Hispania. Excepto algunas ciudades
de la costa levantina, Sertorio era dueño de casi toda Hispania Citerior y además contaba con el apoyo indígena. Para
crear un estado de derecho consolidado y estable, realiza una serie de iniciativas políticas ( formación de un Senado con
exiliados romanos, elección de "magistrados", fundación de una escuela en Osca (Huesca)(ciudad que también cumple con
el papel de capital y centro de operaciones sertorianas) para la educación de romana de los hijos de la aristocracia
indígena, junto con la organización de un ejército romano-indígena.
La intervención de Pompeyo
Ante el cariz tomado por los acontecimientos, desde Roma se envía a Hispania un general totalmente capacitado
para resolver la situación. El elegido fue un joven militar: Cn.Pompeyo, que llega a la
Península en calidad de procónsul con un imperium extraordinario.
Pompeyo tenía tras de sí una excelente carrera a pesar de su juventud ( tenía 30 años),
aprovechándose de su fortuna personal; ofreció a Sila, durante la guerra entre optimates y
populares, un ejército. Durante el mandato de éste logró el título de imperator, prestando
sus servicios a los optimates durante el enfrentamiento de éstos con los marianos, con lo que
se ganó honores de triunfo.
Como buen miembro de la nobilitas romana, Pompeyo buscó la fama y el triunfo; pero
nunca tuvo aspiraciones políticas. Sus dotes de organizador militar le llevaron a ejercer
una poderosa influencia sobre el Estado. Para conseguir sus aspiraciones, Pompeyo debía
de hacerse con el control de las clientelas provinciales con las que se ganaría el respeto
de ciudades del Imperio. Es por esto por lo que Pompeyo interviene en la guerra contra Sertorio: para fortalecer y
ampliar sus clientelas en Hispania. Pompeyo reclutó un ejército y se dirigió a Hispania a donde llegó a finales del 77 a.
C. A su paso pacificó la Narbonense, en rebeldía, ya que podía servir de puente a Sertorio para ir a Italia. Sertorio ve
con urgencia la necesidad de separar los ejércitos de Metelo (que avanza por el S, desde la Ulterior) y de Pompeyo
(que avanza desde el N), consciente del gran peligro que para él supondría un choque con ambos.
El ocaso de Sertorio
La campaña del 75 marcó el curso de la guerra. Sertorio no pudo impedir la unión de los dos ejércitos gubernamentales,
siendo su única alternativa para seguir luchando la de basarse en guerrillas o de alianzas a la desesperada, como, la que
realizó con Mitríades del Ponto, eterno rival de Roma(la alianza tuvo lugar entre los años 76 o 75 a. C., Sertorio
reconocía la hegemonía de Mitrídates sobre todo el Asia Menor, y este
le entregaba una suma de dinero y 40 navíos de guerra)
Durante el año 74,las campañas se trasladan al interior peninsular. Pompeyo sabía que el único medio de poner fin a
la resistencia de Sertorio era combatir las ciudades estratégicas de la Celtiberia. Por esta razón decide atacar desde
dos puntos distintos: Metelo desde el E y Pompeyo desde el O. Pompeyo puso sitio a la ciudad de Pallantia, aunque no
consiguió un resultado positivo. Acto seguido se dirigió a Cauca (Coca) a la que tomo. Por su parte Metelo tomó las
ciudades de Bilbilis, Segobriga y otros núcleos de menor importancia. Muchas ciudades se pasaron al bando de
Pompeyo.
Ambos generales unen sus fuerzas para tomar Calagurris y las comunicaciones hacia la Celtiberia, pero fracasan en este
proyecto ya que Sertorio defiende el sitio. Poco a poco desde el bando sertoriano comienzan a producirse las
primeras deserciones de soldados hartos de una guerra que los había cansado y sobre todo de convivir con gentes rudas
y extrañas.
En el transcurso del año 73 se mantiene la estrategia del año anterior, pero sin la presencia de Metelo el cual regresa a
la Ulterior. Pompeyo quedó encargado de terminar la labor emprendida en la Celtiberia acabando con todos los focos
rebeldes existentes en la zona. Mediante conquista o por abandono de las fuerzas, la Celtiberia fue cayendo
prácticamente entera en manos de Pompeyo.
Sertorio tan sólo contaba con las ciudades de Ilerda,Osca y Calagurris; se refugió en Osca y en el transcurso de un
banquete, una conspiración de la que formaban parte sus más íntimos colaboradores acabaron con su vida.
• Lusitanos buscan su libertad y para conseguirla siguen a Sertorio en su lucha contra Roma, con el propósito de
conseguir beneficios materiales.
• Vacceos y celtíberos también buscan libertad pero sobre todo mejorar su situación dentro del Imperio, algo
que Sertorio les promete si llega al poder. Pero la dura guerra de desgaste y la política pacificadora de
Pompeyo hace que estos grupos comiencen a replantearse el apoyo que le conceden a Sertorio.
• Los habitantes del valle del Ebro y la costa levantina son arrastrados a la guerra por interés de romanos
exiliados del partido popular, los cuales siguen buscando el momento adecuado de volver a la vida política de
Roma (momento que llegará tras la muerte de Sila y durante los débiles gobiernos que le suceden). En el año 73
consiguen su primera victoria: amnistía para todos los populares exiliados.
En un momento dado a indígenas y populares les deja de interesar el apoyo de Sertorio, por lo que la desaparición
física de éste era de esperar. Una vez desaparecido Sertorio se actúa sobre sus seguidores. Perpenna, que se había
puesto al frente de las fuerzas sertorianas, fue derrotado por Pompeyo y ejecutado. Los restos del ejército vencido no
tardaron en pedir clemencia a los vencedores.
En el ámbito personal Pompeyo pudo ver cumplido su deseo de ampliar las clientelas, las cuales ya hemos mencionado
que eran la base para conseguir su objetivo: llegar hasta lo más alto del poder romano. Tras Sicilia, África, la Galia
Cisalpina y Transalpina, llegaría la captación de clientelas de la Hispania Citerior (después se trasladaría hasta las
provincias orientales) Así pues la campaña del 72 tuvo un doble objetivo: ampliar y afianzar el poder de Roma en
territorio hispano y ayudar a Pompeyo en su carrera hacia el prestigio con ayuda de las clientelas.
Pompeyo otorgó a las tribus indígenas que habían permanecido a su lado, la cesión de tierras y fijó las fronteras de tal
forma que les fuesen favorables a ello. También suscribió pactos de hospitalidad y clientela con estas tribus. En
determinados casos introdujo principios urbanísticos (Pompaelo en territorio vacceo, Convenae en Aquitania)
En cambio con los vencidos no fue tan benévolo, los obligó a trasladarse a Aquitania. Las zonas más romanizadas
(zona oriental, valle del Ebro y región levantina) obtuvieron mejoras como la concesión de la ciudadanía romana a todos
aquellos indígenas que habían servido como auxiliares en las guerras peninsulares, además de todos aquellos que
habían destacado con acciones en favor del Imperio (lex Gellia Cornelia)
Todas estas medidas de gracia favorecieron el nombre de Pompeyo, cuya buena reputación se extendió por toda la
zona. En las demás zonas, y siempre en miras de su captación de clientelas, otorgó la ciudadanía a personajes
influyentes del mundo indígena como es el caso del gaditano L.Cornelio Balbo. Pompeyo abandona Hispania en la
primavera del año 71, dejando tras de sí extendida una buena fama en el territorio peninsular.
• aumentó la población emigrante itálica, con numerosos partidarios políticos de Sertorio, que terminada la
guerra no podían volver a Italia.
• Nació una poderosa clientela de Pompeyo y Metelo debido a la concesión generosa de tierras y de la
condición de cives romanus otorgada a hispanos y veteranos de los ejércitos empleados contra Sertorio.
CRONOLOGÍA
88 Guerra contra Mitrídates .Golpe de estado de Sila
83 Desembarco de Sila en Brindisi.Guerra civil .Llegada de Sertorio a Hispania.
82-81 C.Annio Fusco,propretor de la Citerior,derrota al lugarteniente de Sartorio M.Livio Salinator.Sertorio abandona la Península.
81 Dictadura de Sila
80 Sertorio desembarca en Baelo y, aliado con los lusitanos, vence al propretor de la Ulterior L.Fufidio.M Domicio Calvino, propretor de
la Citerior.
79 Q.Cecilio Metelo Pío, enviado como procónsul a la Ulterior, inicia la lucha contra Sertorio en la Lusitania.Fundación de Metellinum
(Medellín).El lugarteniente de Sertorio, Hirtuleyo, vence al gobernador de la Citerior, M.Domicio Calvino.
78 Golpe de estado de Emilio Lépido.
77 Sertorio se hace dueño de la Citerior. Se le unen las tropas de M.Perpenna. Medidas políticas de Sertorio en la Citerior.
76 Cn.Pompeyo ,enviado como procónsul a la Citerior. Lucha en la costa levantina. Sertorio toma Lauro. En Lusitania, Metelo vence a
Hirtuleyo.
A su muerte Sila había dejado al frente del Estado a una oligarquía que se mostrará incapaz de hacer frente a los
múltiples problemas que se planteaban a la república romana. La restauración silana no acabó con las rivalidades
aristocráticas ni con las divisiones en facciones en el seno del grupo oligárquico, que además habrá de hacer frente a
ataques de fuerzas sociales exteriores al sistema.
En esta lucha de facciones o grupos de poder emergerán lideres individuales: Craso, Catilina, César…, pero es sin duda
Pompeyo, tras la muerte de Sila, la más imponente personalidad individual, la que define la época y quien más
contribuirá, paradójicamente, a la descomposición del sistema ideado por Sila.
Uno de los objetivos de las reformas de Sila había sido borrar del horizonte el peligro de una dictadura militar,
mediante la reafirmación del poder del Senado y haciendo imposible, mediante múltiples cortapisas, la acumulación de
poder en manos de militares ambiciosos, pero dificultando al mismo tiempo la reacción ante peligros exteriores. Pero
la restauración silana, además, no había sido capaz de resolver el más grave problema interno que había estado en la
base de la crisis; la cuestión agraria. El reparto de tierras sólo beneficio a los partidarios de Sila y continuó la
proletarización de la masa campesina y la búsqueda por la misma de un modo de vida en la milicia.
Los graves problemas exteriores obligarán al débil senado a recurrir a los servicios de Pompeyo otorgándole para ello
distintos mandatos extraordinarios:
La situación en Hispania
Las fuentes documentales apenas si proporcionan datos sobre Hispania, sólo referencias indirectas permiten sospechas
que antes como ahora las provincias seguían siendo fuente de enriquecimiento, irregular pero provechosa, para los
responsables de su gobierno y administración. Una de esas escasas noticias hace referencia al intervalo de la pretura de
Cesar en la Ulterior (61 a.C.). Las operaciones militares permiten suponer un interés bélico centrado en las regiones
periféricas lindantes al oeste con el territorio provincial:
Sin embargo estas zonas conflictivas no serán consideradas suficientemente importantes para atraer la atención de los
historiadores romanos.
En este periodo también se producirá un creciente interés por parte de los políticos romanos, dentro del intrincado telón
de fondo de la lucha política romana en las décadas centrales del siglo I a.C. por atraer a su bando a los ciudadanos
provinciales e indígenas, como ya había hecho Pompeyo en su día aprovechando su estancia en Hispania. Esto es así
porque la lucha política romana tenía en las provincias importantes repercusiones; la inagotable reserva de recursos
materiales que podía ofrecer y el creciente peso e influencia de los hispanienses constituían un apetecible objetivo de
atracción para cualquiera de las opciones políticas que intentara fortalecer su poder.
Para ello César elegirá a Pompeyo con cuyo apoyo conseguirá ser elegido pretor en el año 62
y ser enviado al año siguiente a la Hispania Ulterior como procónsul, provincia que ya conocía
tras su paso por la misma como cuestor en el año 69, ocasión que le permitió trabar relaciones
personales con los provinciales, dispensando beneficios y ganando voluntades como ocurriría con
el gaditano L.Cornelio Balbo que se convertirá, con el tiempo, en uno de su mas estrechos
colaboradores.
César utilizará las magníficas posibilidades que ofrecía la provincia para un hombre de Estado. A fin de ganar
prestigio y autoridad suficientes para que se le abrieran las puertas del consulado emprendió una campaña contra los
lusitanos, a los que pretendía obligar a trasladarse de las montañas al llano y evitar de esta manera que pudieran
esconderse tras sus frecuentes razias a las ricas tierras del sur.
Será esta campaña una campaña perfectamente planificada que contará con la ayuda del gaditano Balbo que utilizará
su dinero e influencia para proveerle de los medios necesarios. Cesar someterá a los lusitanos y a las tribus vecinas
(quizá vetones) y los persiguió más allá del Duero, entrando así en territorio galaico. Tras su regreso, los vencidos, tras
un intento fallido de sorprender a César se refugiarán en una isla situada en las cercanías de Lisboa. César enviará
correos a Gades en los que ordenaba a sus habitantes que le enviaran una flota para trasladar sus tropas a la isla. Con
su ayuda la resistencia indígena acabó de inmediato, pero aprovechando el éxito logrado y el tener a su disposición
estos recursos navales. Cesar marchará por mar hacia el norte del Duero, llegando hasta Brigantium (Betanzos, La
Coruña), obligando a su paso a las tribus galaicas a reconocer la soberanía romana.
El ejército victorioso le proclamo imperator y pudo así afirmar sus sólidos lazos de clientela militar. El enorme botín le
permitió hacer generosos repartos a sus soldados, restaurar sus comprometidas finanzas y enviar al erario público de
Roma fuertes sumas que justificaran la guerra emprendida.
El resto de su gestión como gobernador lo aprovechó César para cimentar su prestigio y ampliar relaciones con los
provinciales con vistas a su futuro político: solvento conflictos internos de las ciudades, ratificó leyes, suavizó
costumbres bárbaras, estableció medidas fiscales favorables a los indígenas… Entre estas medidas destaca el
fomento, bajo su directo patronazgo del envío de legaciones de ciudades indígenas para lograr el levantamiento de
las cargas extraordinarias que pesaban sobre ellas desde la guerra sertoriana.
Pero especialmente, procuró atraerse a los elementos influyentes de las ciudades mediante medidas fiscales favorables
sin olvidar de cultivar su populismo con reajustes de la administración de justicia a favor de los humildes. Será la
ciudad de Gades el objetivo predilecto de su evergetismo como reconocimiento por la valiosa ayuda prestada en la
reciente campaña por sus habitantes en general y por alguno de ellos como Balbo en particular.
El “primer triunvirato”
Tras el éxito de Hispania, César se dispuso a lograr su siguiente meta: su elección para el consulado del año 59; para
conseguir su objetivo, consciente de sus escasas posibilidades y aprovechando que Pompeyo también estaba en abierto
conflicto con el senado, Cesar sabrá acercarse a él y llegar a un acuerdo privado que cumpliera los intereses de
ambos, presentando un frente común contra el gobierno senatorial con la fuerza de las clientelas, de los veteranos de
Pompeyo y de sus propios seguidores populares, a este acuerdo también se unirá Craso.
El principal beneficiario de este acuerdo será César, que no sólo conseguirá el consulado sino un futuro mando
extraordinario por un periodo de cinco años sobre las provincias de la Galia e Ilírico, que César aprovechará para
realizar su magnífica conquista de las Galias.
Durante estos años apenas si existen noticias de Hispania salvo la presencia de auxiliares hispanos en los ejércitos de
César en la Galia y una sublevación de las tribus vacceas de la Citerior en el año 56 que se extendió a las poblaciones
arévacas vecinas y que fue precariamente sofocada por el gobernador de la provincia Metelo Nepote.
CRONOLOGÍA
Esta decisión de invadir Italia en pleno invierno y con tan exiguas fuerzas
buscaba el factor sorpresa, en tanto que la estrategia de Pompeyo se basaba en
un proyecto a largo plazo que comenzaba con el abandono de Italia y su traslado
a Oriente para reunir allí ingentes tropas con las que llevar a cabo la reconquista
de Italia, sin embargo esta retirada no se realizó con la rapidez necesaria y
Pompeyo perdió un tiempo precioso que César utilizó en su favor con una
estrategia resuelta y fulminante.
En el año 49 Pompeyo contaba con siete legiones en la Península, a las que se añadía un nutrido grupo de auxiliares
indígenas. Estos efectivos estaban a cargo de tres legados de, Afranio, Petreyo y Varrón. Con la llegada de L.Vibulio
Rufo, lugarteniente de Pompeyo los dos primeros concentraron sus fuerzas en Ilerda (Lérida), sobre la orilla derecha del
Segre, afluente del Ebro. en tanto que Varrón permanecía en la Ulterior con dos legiones de reserva.
Por su parte las tropas de César, llegadas de la Narbonense al mando de C. Fabio tomaron posiciones junto al rió en la
orilla opuesta hasta la llegada de César. A su llegada César inició una serie de operaciones de acercamiento a los
indígenas que comenzaron a desertar del ejército pompeyano, estos trataron de retroceder hacia el sur del Ebro pero
César les cortó la retirada y los cercó en Ilerda, privándoles de toda posibilidad de avituallamiento. Las tropas
desmoralizadas y hambrientas tuvieron que capitular.
Ante esta derrota Varrón pensó que el único remedio era retroceder y hacerse fuerte en Gades, pero César actuó con
rapidez proclamando un edicto para que representaciones de todas las ciudades de la provincia se reunieran con él en
Corduba, apenas conocido este edicto las ciudades se apresuraron a declarar su lealtad, Corduba, Carmona e Itálica
cerraron sus puertas a Varrón y Gades expulsó a la guarnición pompeyana. Todo ello obligó al legado a hacer saber
a César que estaba dispuesto a entregar sus efectivos y así sin perder un solo hombre Cesar completó el
desmantelamiento del ejercito pompeyano en Hispania.
En la anunciada asamblea de Córdoba César devolvió a los hispanos las entregas exigidas por Varrón, condonó los
impuestos extraordinarios y prometió restituir los bienes confiscados a aquellos que habían mostrado una actitud
procesariana. A continuación César embarcó hacia Tarraco donde se ganó a las comunidades de la provincia. Poco
después abandonaba al frente de sus tropas la Península camino de Oriente donde estaba Pompeyo, dejando como
gobernador de la Ulterior a Q. Casio Longino con cuatro legiones, las dos que antes habían servido bajo Varrón y otras
dos reclutadas recientemente en Italia y en la Citerior a M. Emilio Lépido.
Las dos antiguas legiones de Varrón con parte de los nuevos reclutados por Casio eligieron por jefe al cuestor Marco
Marcelo y le obligaron a marchar contra Casio y las legiones que le habían permanecido fieles quienes no tuvieron más
remedio que guarecerse tras las murallas de Ulia (Montemayor), Casio solicitó refuerzos al gobernador de la Citerior y
al rey de Mauritania, aliado de César. La llegada de estos refuerzos resolvieron momentáneamente la situación, Trebonio
sustituyó en el gobierno de la provincia a Casio quien, al intentar huir con el producto de sus rapiñas para escapar de
las iras de sus administrados, naufragó en la desembocadura del Ebro falleciendo.
Mientras tanto en Oriente César había derrotado a Pompeyo en Farsalia, este huyó a Egipto donde fue asesinado por
orden del faraón Ptolomeo XIII. Tras una corta campaña en Asia Menor y una estancia relámpago en Roma César se
dirigió a África, donde se habían reagrupado las fuerzas senatoriales y pompeyanas bajo el mando de Escipión, Catón
y de los hijos de Pompeyo.
LA CAMPAÑA DE MUNDA
Los episodios finales de la guerra civil que tendrán como escenario la Península Ibérica serán testigos de episodios de
gran crueldad y encono. César no actuará ahora como en ocasiones anteriores, evitando en lo posible los derramamientos
de sangre, sino que será una guerra de exterminio. A ello se añadirá la situación interna de las ciudades donde la
existencia de un partido procesariano enconará aún más las posiciones y exasperará el odio. De esta manera se
desarrollará en la Ulterior otra guerra civil interna provincial, en la cual las adhesiones políticas escondían conflictos
sociales de la población autóctona, por largo tiempo incubados. Ello explica este desarrollo brutal de matanzas,
incendios, represalias…de romanos contra provinciales y de romanos y provinciales entre sí.
César al tener conocimiento de la sublevación enviará en primer lugar a dos de sus legados, que impotentes para hacer
frente a las tropas pompeyanas se harán fuertes en Obulco (Porcuna), mientras solicitaban nuevos refuerzos. César
envió nuevas tropas y tras las elecciones del 46 se presentó, tras una marcha fulminante de veintisiete días a lo largo
de la costa oriental, en Obulco, comenzando inmediatamente las operaciones militares.
César contaba con un ejército disciplinado formado por nueve legiones, reforzadas por la caballería auxiliar gala con
8.000 jinetes. Por su parte los pompeyanos habían dividido su ejército en dos frentes: uno al mando de Cneo sitiaba Ulia
y el otro bajo su hermano menor Sexto defendía la capital de la provincia, Corduba.
César, consciente de su superioridad trato de provocar un combate decisivo en campo abierto en tanto que los
pompeyanos trataban de prolongar la guerra indefinidamente, buscando que los efectivos enemigos, privados de
avituallamiento, se vieran obligados a renunciar. César levantará el cerco de Ulia y ante la dificultad de un asedio
sobre Corduba buscará otras plazas más practicables como Ategua en el valle del Guadajoz que será conquistada.
A partir de aquí la guerra se convertirá en una monótona sucesión de sitios de ciudades en la región al sur de
Córdoba para incitar a los pompeyanos a la lucha abierta. Ventipo, Aspavia, Spalis, Caruca... y otras muchas ciudades
se desgarraran en luchas intestinas entre partidarios de uno y otro bando.
Finalmente el 17 de marzo, César logro encontrarse en la llanura de Munda (cerca de Montilla) con el grueso del ejército
pompeyano que será totalmente derrotado. Mientras Q. Fabio Máximo ocupaba Munda y Urso, César se dirigía a
Corduba, incendiada por los pompeyanos, una vez comprobada la inutilidad de la resistencia. La frustrada esperanza
de un rico botín desataron la furia de las tropas de César que provocarán una gran masacre entre la población
acabando con la vida de veinte mil personas. Desde Córdoba César se dirigirá al sur sometiendo Hispalis, Hasta, Carteia
y Gades. Muerto Cneo y la mayor parte de los dirigentes pompeyanos la resistencia pompeyana cesó, si bien Sexto
lograría escapar a la Celtiberia para intentar reanudar la lucha apoyado en los indígenas.
Último enfrentamiento bélico de las guerras civiles romanas librada por los seguidores de Julio César (clases populares y ricos)
y de Pompeyo Magno (viejas oligarquias y el Senado romano). Tuvo lugar el 17 de marzo del 45 a.C en la región Bética
(Hispania), cerca de Munda (posiblemente Montilla, aunque algunos historiadores piensan que la batalla ocurrió cerca de
Osuna o Écija), librada por Julio César contra los hijos de Pompeyo (Cneo y Sexto) que mantuvieron su causa tras la muerte de
su padre, junto a Tito Labieno.
Julio César contó con ocho regiones entre ellas: Legio III Gallica, la Legio V Alaudae, la Legio X Gemina y la Legio XIII
Gemina, y 8.000 soldados de caballería. Los pompeyanos con 70.000 hombres.
La batalla comenzó de un modo igualitario para ambos bandos, cambiando la situación a favor del ejercito de Julio César con
el movimiento de tropas de un ala a otra, generando la retirada de muchos soldados pompeyanos por la fuerza del ataque que
se dirigía esa zona, rompiendo el frente y entrando las tropas populares con facilidad. Cientos de soldados pompeyanos
murieron en la retirada, muriendo otros en la ciudad de Munda.
Después de esta victoria y la muerte de Tito Labieno y Cneo Pompeyo Fastulos, Julio César regresó a Roma y fue nombrado
dictador.
Colonización
César castigó a ciudades y provinciales que habían militado en el bando pompeyano con una ingente confiscación de
tierras y la imposición de cargas fiscales. Por el contrario las ciudades leales recibieron el privilegio de su elevación a
la categoría de colonia latina o incluso, de municipio romano. Los núcleos que habían sido el alma de la rebelión
pompeyana hubieron de ceder parte de su territorio a los colonos cesariano. De ahí la alta concentración de colonias
romanas en el valle del Guadalquivir (Urso, Hispalis, Hasta, Ucubi…)
Pero también en la Lusitania meridional César levantó una serie de centros romanos de colonización, como murallas de
contención y avanzadillas estratégicas: Norba (Cáceres) o Metellinum (Medellín) entre ellas. En cambio la Citerior, apenas
incluida en la guerra, no contó con una obra de tan vasto alcance aunque entre otras medidas Tarraco y Cartago Nova
fueron transformadas en colonias romanas.
Municipalización
Esta política colonizadora se completó con otra de extensión de derechos ciudadanos a núcleos urbanos indígenas, que
vieron elevado su rango jurídico y sus privilegios respecto del resto de comunidades urbanas de su provincia; ello se
hizo a través de su conversión en municipii civium Romanorum, equiparados a las colonias y municipios romanos o en la
forma inferior de municipios de derecho latino. No es posible discernir con certeza que ciudades deben a César o a
Augusto la concesión de la carta municipal. Posiblemente en la Bética sean cesarianos la mayor parte de los municipios que
encontramos bajo Augusto, con seguridad lo son Gades y Osset (Triana) y en la Lusitania Olisippo (Lisboa) también lo
sea. En cambio en la Citerior la mayor parte de los trece municipios romanos y las dieciocho ciudades con derecho
latino son obra de Augusto. Ello es debido a que César estaba en deuda con las ciudades que le habían sido leales y
la mayor parte de las acciones bélicas se habían desarrollado en la Ulterior y por eso fue allí donde se manifestó con
más intensidad esta municipalización cesariana, que Augusto incrementaría, extendiéndola al resto de la península.
La muerte de César apenas diez meses después de Munda abocaría de nuevo a Roma a una guerra civil de trece años.
CRONOLOGIA
49-45 a.C. Guerra Civil.
49 a.C. Comienzo de la Guerra Civil. Paso del Rubicón por César. Fabio es enviado a Hispania y establece su
campamento al norte de Ilerda. Llegada de César y campaña de Ilerda. Varrón hace entrega de la Ulterior, que César
encomienda a Q. Casio Longino. M. Emilio Lépido es encargado de la Citerior.
48 a.C. Atentado contra Casio en Córdoba. Motín de las legiones de la Ulterior. Batalla de Farsalia, asesinato de
Pompeyo. Trebonio sucede a Casio en el gobierno de la provincia. Cneo, hijo de Pompeyo conquista Baleares y el ejercito
de la Ulterior se pronuncia por él.
INFLUJO SOBRE LOS INDÍGENAS DE LAS GRANDES PERSONALIDADES ROMANAS. ESCIPIONES, T. SEMPRONIO
Pareti considera que la política de estos gobernantes de hacer numerosos y continuos beneficios a los indígenas contribuyó
no poco a atraerlos y vincularlos al partido romano y a romanizarlos lentamente. Ya se dijo de Escipión el Africano que
fue proclamado rey; el general romano dedicó el invierno del año 210 al 209 a atraerse a los indígenas, liberó a los
rehenes de Cartago Nova para atraerse a los iberos, como a la prometida de Allucius (Liv. XXVI 50) y a la familia de
Edecón (Pol. X 34), y los trató perinde ac si sociorum liberi essent (Liv. XXVI 47, 4), como años antes, el 217, hicieron
también los Escipiones, después de la traición de Abelux (Pol. III 97), al igual que a los prisioneros hispanos de Bécula,
mientras vendió a los africanos (política seguida igualmente por Aníbal en Italia), y cuando venció a Asdrúbal en Hispania
inmediatamente libertó sine pretio a todos los españoles. Livio percibió claramente la influencia de la conducta y aspecto
de las grandes personalidades sobre los hispanos y su importancia para establecer vínculos de clientela al escribir: cum
maiestas esset tum fides. El mismo autor (XXVII 20) indica que "Asdrúbal y Magón estaban de acuerdo en pensar que los
favores, de Escipión habían ganado el corazón de todos, pueblos y particulares". Asdrúbal debería pasar a Italia con las
tropas hispanas ut hispanos omnes procul ab nomine Scipionis ex Hispania abduceret. El aspecto físico de Escipión era para
impresionar a los iberos, como a Massinisa. A esto se añadían los rumores que circulaban sobre el trato de Escipión con los
dioses (App. Ib. 26) 249. El resultado de su conducta y de su aspecto y los de sus padre y tío se dejaron bien pronto sentir
en Hispania: año 217, 120 pueblos se sometieron a los romanos y amistad y alianza de los pueblos situados al N. del Ebro
(Pol. III 97, 2); año 215, casi todos los pueblos se pasaron a los romanos (Liv. XXIII 32, 6); año 209, Allucius, con 1.500
jinetes, sirve en el ejército romano, lo mismo que Edecón; año 206, Culchas, proporciona a Escipión 3.500 hombres, y
Attenes se pasa con una gran tropa de súbditos; recorrió Escipión toda Hispania y la sometió.
La obra de T. Sempronio Graco no contribuyó menos a civilizar y romanizar a las poblaciones indígenas, dándoles
leyes y repartimientos de tierras a los necesitados; todavía al principio de la guerra numantina los habitantes de esta
ciudad, en el año 137, recordaban, a T. Sempronio Graco y querían tratar con los romanos a través del hijo, que era
cuestor en el ejército (Plut. T. Grac. 5,).
Pompeyo el Magno hizo muchísimos beneficios a los indígenas, según indicación del propio César, en el texto más arriba
aducido, y en este otro: quae in amicitia mansuerunt magnis adfectae beneficiis eum diligebant (BC I 61). De la política
seguida por César escribe el anónimo autor del Bellum Hispaniense 42: initio quaesturae suae eam prouinciam ex omnibus
prouinciis peculiarem sibi constituisse et quae potuisset
tempore beneficia largitum esse.
Sin embargo, la política emprendida por Sertorio, the last and greatest Name in the Story of Spain in the Roman Republic en
frase de Last, como han visto De Sanctis, Caro Baroja y Pareti fue la que más poderosamente contribuyó a romanizar a
los indígenas. Caro Baroja considera a Sertorio "una de las figuras capitales en la Historia de la romanización del país...
Su poder de captación fue enorme y acaso él hizo para la organización civil, cultural e industrial del país más que todos
los gobernadores de la República juntos". Su importancia reside no sólo en que él disciplinó las tropas indígenas,
obligándolas a luchar a la romana (Plut. Sert. 14), y organizó algunas industrias necesarias para la guerra, como la del
hierro, ropas y construcción de puentes y de caminos (Liv. frag. 101), sino porque educó a la romana a los hijos de los
iberos notables: "lo que principalmente les ganó la voluntad fue lo que hizo con los jóvenes, reuniendo en Huesca, ciudad
populosa, a los hijos de los personajes más principales, y poniéndoles maestros de todas las ciencias y profesiones griegas
y romanas; en realidad les tomaba como rehenes aparentemente les instruía para que en llegando a la edad varonil
participasen del gobierno y de la magistratura. Los padres estaban muy contentos viendo a sus hijos ir a las escuelas, muy
engalanados y vestidos de púrpura, y que Sertorio pagaba por ellos los honorarios, les examinaba por sí muchas veces y
les regalaba los collares que los romanos llaman bulas" (Plut. Sert. 14).
Sertorio educaba a los rehenes a la romana, al igual que años más tarde Agrícola en Germania a los hijos de los jefes
bárbaros (Tac. Agr. 21). Con Sertorio los indígenas vieron funcionar las magistraturas e instituciones romanas, como el
senado, todo lo cual confirma [-506→507-] la verdad de la frase que escribió T. Mommsen 256: "era la primera vez que
se emprendía semejante obra (romanizar insensiblemente las provincias) no destruyendo las razas indígenas y
sustituyéndolas con la colonización latina, sino convirtiendo a los provinciales en latinos". Las fuentes insisten en que Sertorio
hacía continuos beneficios a los indígenas. No contribuyó poco a que los indígenas le siguieran como a un dios y
obedecieran en todo, la creencia de que era particularmente querido de los dioses (que le habían enviado la cierva, que
inspirada por Diana hablaba con él, le aconsejaba y le decía lo que convenía hacer (Gel. XV 22).
Las manipulaciones de Lépido consiguieron acercar a Marco Antonio y Octaviano para formar,
junto con él, el llamado “segundo triunvirato”, a caballo entre la dictadura y el pacto privado.
Este acuerdo consistía en el reparto de las provincias y sus correspondientes legiones y su
duración era de 5 años. Una vez eliminados los adversarios (Cicerón, Bruto y Casio, entre otros),
Antonio y Octaviano decidieron un nuevo reparto a espaldas de Lépido: Oriente sería para
Antonio y Octaviano se quedaría en Italia. La relación entre Antonio y Cleopatra (sentimental y
política), provocó el enfrentamiento con Octaviano que venció en Accio (año 33 AC). Tras el
suicidio de ambos, Octaviano monopolizó el poder.
Lépido en Hispania
Al contrario que durante el conflicto entre César y Pompeyo, Hispania permaneció prácticamente al margen del conflicto
entre Marco Antonio y Octaviano. Tras la marcha de Sexto, Polión y Lépido quedan al mando de Hispania. Lépido
actuó como mediador entre Antonio y Octaviano en Bolonia, donde se pactó el reparto de las provincias y sus
respectivos ejércitos (base del poder):
Roma no había mostrado gran interés en Cantabria y Asturias (conocidas como Cantabria hasta los Pirineos), tierras
habitadas por pueblos primitivos y guerreros. Hasta la mitad del primer milenio, las noticias de los cántabros se limita a
su presencia como guerreros al lado de otros pueblos indígenas o como mercenarios romanos. El avance romano en la
Citerior había llegado al valle alto y medio del Duero y, aunque se intentó una penetración más profunda, los disturbios
en Roma, la escasa planificación y el ser una zona fronteriza poco poblada y no muy rica, hicieron que se olvidara
tras el fin del conflicto sertoriano.
Dos años después del triunfo de Octavio, empieza la guerra en la zona noroccidental de la Península con la exitosa
campaña de Estatilio Tauro. Calvisio Sabino y Sexto Apuleyo también consiguen sendas victorias. Várdulos y caristios
fueron, probablemente, sometidos para favorecer la comunicación romana con Aquitania. El vasto territorio y la
belicosidad indígena alargaron el conflicto causando incluso importantes desastres en el bando romano.
• La campaña de Augusto
En el año 26 AC Augusto interviene en las guerras cántabras. Existen varias hipótesis sobre los motivos: política,
justificación defensiva, motivos económicos (minas), concepción del Imperio como unidad orgánica… El desarrollo del
conflicto obligó a Octavio a intervenir movilizando grandes efectivos. Las fuentes son Floro, Orosio y Dión, pero las
interpretaciones, rectificaciones y ausencia de datos arqueológicos, dificultan el conocimiento real del desarrollo de la
campaña.
Augusto sabía que esta campaña serviría como medio de propaganda y por ello se desplazó a Tarraco a fines del año
27 para prepararla a conciencia para la primavera siguiente. El objetivo era dominar el acceso entre el litoral cántabro
y la Meseta del Duero (cuenca del Besaya). Los ejércitos de la Ulterior y la Citerior (entre 30.000 y 50.000 efectivos)
debían actuar coordinados y tenía gran importancia el tema del abastecimiento (desde Aquitania y por mar). El ejército
de la Citerior empezó la ofensiva en Segisama (Sasamón) con Augusto al frente y con el apoyo de la flota de
Aquitania (en Suances y en la bahía de Santander).
La guerra fue más larga y dura de lo previsto a causa de las numerosas guerrillas indígenas y las dificultades del
terreno. Augusto incluso estuvo a punto de morir (a causa de un rayo), más tarde enfermó y tuvo que regresar a Tarraco.
Su legado C. Anstitio terminó la campaña y Octavio proclamó la pacificación del Imperio en Roma en el año 25 AC.
• La continuación de la guerra
A pesar de ello la guerra continuó varios años, entre los años 24 y 19 AC. Fue una guerra colonial, cuya pacificación se
basó en el exterminio brutal. Paralelamente se fue conquistando el sector montañoso al occidente de Astorga (el
Bierzo) para favorecer la instalación de las fuerzas de apoyo romanas.
La corrupción y crueldad del legado Casirio provocaron en el 22 AC el levantamiento de los astures. La conquista,
control y presión sobre la población, fueron las causas. La gravedad de los hechos provocó que Casirio solicitara la
intervención del legado C. Furnio. La victoria romana supuso represalias y esclavitud para los astures.
Los cántabros mantuvieron la resistencia llegando incluso a incendiar sus castros y al suicidio antes que entregarse. En
el año 19 AC, prisiones esclavizados iniciaron una nueva rebelión. Sólo la intervención de Agripa, que emprendió una
agotadora y sangrienta guerra de exterminio, pudo acabar con ellos.
“Sólo sobre un humeante cementerio en ruinas pudo imponerse por fin una nueva organización territorial bajo dominio
romano”.
Tras la guerra civil Roma estaba sumida en el más absoluto caos, la normalización de la
vida pública y los problemas derivados del enfrentamiento apuntaban hacia una única
solución: la creación de un nuevo régimen. Un nuevo régimen que debía ser fruto del
múltiple compromiso entre el poder absoluto y las formas republicanas; basado en el
consenso entre las diferentes tendencias y estratos sociales, en definitiva, entre vencedores
y vencidos. Es en este contexto donde encontramos la respuesta a la política desarrollada
por Octaviano que el mismo calificó con el nombre de Principado (término que deriva del
Princeps "primer ciudadano"), procurando presentarse como un continuador de la tradición
republicana.
De esta forma inició la reforma del estado. En el año 31 a. C., las bases legales de Octaviano eran insuficientes para el
ejercicio de poder a largo plazo así como sus honores. Entre
estos destaca el título de imperator, justificado por sus victorias
militares. De este modo se mantuvo como jefe único del Imperio
hasta inicios del 27 a.C., cuando el Senado aprobó la forma
constitucional de su poder real.
En el año 23 a. C., el Senado le concede las competencias de los tribunos de la plebe, tribunicia potestas, a título vitalicio, y
un imperium proconsular maius sobre todas las provincias del imperio. Estos son precisamente los dos pilares del Principado,
basados en la centralización de los poderes del pueblo y el ejército respectivamente, siendo, al mismo tiempo, los nuevos
instrumentos del gobierno donde las magistraturas pierden la limitación de colegialidad y anualidad, pero respetando la
legalidad republicana en el plano formal.
La obra administrativa
Augusto creó las bases de una nueva administración para Roma, Italia y las provincias que, con retoques, se mantuvo
durante todo el Alto Imperio. En líneas generales se fundó en el debilitamiento de las magistraturas republicanas y en la
simultánea creación de una administración paralela confiada al orden ecuestre. Este debilitamiento fue acompañado por
el desarrollo de un sistema de administración inexistente en la época anterior: la centralización de poder.
La administración provincial quedaba dividida, según el tipo de control, en Augusteas y senatoriales (aunque el término es
inapropiado) diferenciadas según su grado de romanización. El Princeps asumía el control de las regiones precisadas de
defensa militar, mientras que el Senado, en nombre del pueblo, administraba las que no necesitaban de guarnición militar,
entre ellas la Bética.
AUGUSTO Y EL IMPERIO
Tras trece años de guerra civil, en el año 17 a. C., Augusto decretó la "Pax Augusta" en todo el mundo civilizado, como
elemento de propaganda una paz, cuyos beneficios disfrutarán tanto los ciudadanos de Roma como los de los territorios
dependientes o sometidos. Estos territorios se integran con Augusto en una unidad geográfica, política y de fronteras, con
instituciones de carácter estable y homogéneas que formarán el Imperium Romanun.
A partir de ahora el concepto de Imperio es parte integrante de la ideología oficial (los beneficios del dominio imperial
debían extenderse a nuevos territorios) que implica el dominio universal y exige una política expansiva e imperialista
ilimitada. Pero esta filosofía estaba apoyada en consideraciones prácticas, debemos recordar que Octavio era el jefe de
las fuerzas armadas por la concesión senatorial de un Imperium proconsular, por lo que debía justificar su responsabilidad
con éxitos militares. La creación de un espacio uniforme, con fronteras ininterrumpidas de fácil defensa, convertía al
ejercito en elemento estable y permanente de ocupación. Los cuerpos militares repartidos por las provincias ya no estarían
supeditados a la ambición de un gobernador, sus mandos sólo actuarían por delegación del emperador.
La Pax Augusta garantizaba también la estabilidad y la seguridad de todo el Mediterráneo para el tráfico comercial.
Durante esta época, las provincias de ultramar disfrutaron de un crecimiento económico sin precedentes. En definitiva la
Pax Augusta modela en lo esencial el imperio de los siglos siguientes forjando un Imperio próspero por medio de un espacio
uniforme en un territorio coherente y estable.
En el desarrollo de esta política Augusto continúa la iniciada por Cesar tanto en la fundación de colonias, como en la
concesión de derechos de ciudadanía a centros urbanos y la urbanización de comunidades indígenas. Al final de su
reinado había repartido parcelas de tierra a más de 300.000 ciudadanos.
En todo caso la política de Augusto marcará de modo definitivo la implantación del modelo de ciudad para la
administración local. Este modelo sirvió también como instrumento para acceder a la ciudadanía romana a los
componentes de las oligarquías locales. Más restrictivo en la concesión de ciudadanía que su padre adoptivo, promovió
la fundación de nuevos centros sin estatuto privilegiado, peregrini, que favorecieron el cambio hacia la romanización. El
sistema de Augusto nos permite diferenciar la división provincial en:
La extensión y fomento de las ciudades trajo consigo una gran preocupación por tender una red de comunicaciones
continua, que facilitara el acceso a los territorios bajo control romano. Las calzadas fomentaron la unidad del Imperio,
siendo soporte para el traslado de tropas y de la administración, de intercambio de hombres y mercancías.
LA ORGANIZACIÓN DE HISPANIA
Como consecuencia de la política de fronteras, una de cuyas líneas era eliminar las bolsas de resistencia o de pueblos
independientes que quedaban en el interior, se explican las guerras que terminaron con astures, cántabros y galaicos
en Hispania (29–19 a. C.). La larga guerra estaba desmoralizando al ejército y lesionaba el prestigio de Roma.
La reorganización provincial
La incorporación del espacio peninsular al Imperio, como consecuencia de la finalización de las guerras cantabro–astures,
exigía una reorganización administrativa en profundidad que se mantendría en los siguientes siglos.
La antigua división peninsular en dos circunscripciones era a finales de la República inadecuada, en especial la Ulterior
que quedará dividida en dos provincias con el río Guadina como límite. En el 27 a.C. Augusto divide la Península en tres
provincias:
• La senatorial de la Hispania Ulterior Baetica, con capital en Corduba, administrada por el Senado que
delegaba sus funciones en un gobernador (praetor), un cuestor y un legado.
• La imperial de la Hispania Ulterior Lusitania, con capital en Emerita Augusta, el Emperador delegaba sus
funciones en un gobernador pretoriano asistido por un legati legionis. A esta provincia se habían incorporado
Gallaecia y Asturias.
• En la Imperial Hispania Citerior Tarraconense, capital en Tarraco, el gobierno lo ejercía un consular que disponía
de tres legati legionis. A esta provincia se había integrado Cantabria como campo a conquistar.
Entre los años 13 y 2 a.C. Augusto procede a un nuevo reparto: Galicia y Portugal hasta el Duero, Asturias y Cantabria,
todas ellas de la Lusitania; y la franja entre Cartagena y Almería, de la Bética, pasa a la Tarraconense.
En el marco del poblamiento por la destrucción de los asentamientos, el traslado e imposición de nuevos
agrupamientos, abandonando los castros para situarse en el llano, en el entorno económico romano. Sin embardo la
perduración de algunos de estos castros indica que la transformación no fue rápida, algunos incluso crecieron por su
oportuna vinculación al mundo romano como indica el Bronce de Bembibre.
En Cantabria conocemos las fundaciones de Segisama Iulia y Iuliobriga; en Asturia y Callaecia los centros de Asturica,
Bracara y Lucus, las tres con el sobrenombre de Augusta, que se convertirían en capitales de los tres conventus del
noroeste. Asturica (Astorga) se habilitaría para civiles y militares licenciados.
En Hispania destacan las colonias de Astigi (Écija), Tucci (Martos) y Tingentera (Algeciras) en la Bética. En la provincia de
Lusitania les concedió la fundación de una nueva ciudad: la propia capital Emerita Augusta (Mérida) para los veteranos de
las legiones V Alaudae y X Gemina. En la Tarraconense Caesaragusta (Zaragoza) con veteranos de las legiones IV
Macedónica, VI Victrix y X Gemina. Acci (Guadix) con soldados de las I y II Augusta. Ilici (Elche), Traducta (Tarifa), Barcino
(Barcelona).
Los centros indígenas de Bilbilis (Catalayud), Saguntum (Sagunto), Ilerda (Lérida), la fundación de Itálica adquirieron el
estatuto de municipios. Todas las colonias recibieron deducciones de veteranos que debían de estar siempre dispuestos
a empuñar las armas en defensa de los intereses de Roma (unos 80.000 que recibieron tierras del ager publicus).
En la Bética había 200 ciudades, en la Tarraconense 314 y en Lusitania 46. Pero el concepto de ciudad es relativo ya
que en el N. hay que hablar de aldeas.
La red viaria
Una de las obras de Augusto de mayor repercusión en el futuro económico y administrativo fue el sistema viario, que
obedece a una visión integrada de los territorios al vertebrarlos entre sí mediante una red bien articulada. Bajo su
reinado se constituyó el esqueleto que sería completado por Emperadores posteriores. En el Norte una vía conducía del
valle del Ebro al Duero uniendo Tarraco con los nuevos centros del noroeste, Tuy, Bracara. Asturica sería uno de los puntos
de confluencia de las vías de la Meseta Septentrional a través de la vía de la Plata que la unía con Emerita Augusta y
Gades.
La arteria principal era la antigua Heraklea que unía desde Gades la Península con el exterior por toda la costa
levantina, que ahora se llamaría la vía Augustea. Además se promocionaron también los puertos del Cantábrico como
Portus Samanun (Castro Urdiales).
La monumentalización urbana
Con propósitos propagandísticos las nuevas y viejas ciudades de Hispania experimentan los beneficios de un programa
que afectó al urbanismo, a la arquitectura y a la decoración de los espacios urbanos como traducción del interés de Roma
por demostrar los beneficios de la paz y estabilidad imperial. El mecenazgo de las elites provinciales permitió a las
ciudades hispanas experimentar un proceso que se prolongará al siglo segundo de nuestra era. Son claros ejemplos los de
Ampurias, Tarraco, Sagunto o Mérida.
La historiografía imperial y las fuentes de documentación surgen o son dependientes de los círculos senatoriales, por
lo que la imagen de cada emperador está en relación directa con el correspondiente trato entre ambos. A través de los
estudios epigráficos y arqueológicos estamos en condiciones de matizar y analizar objetivamente las tesis tradicionales.
Por lo que respecta a la Península, los sucesores de Augusto mantuvieron las iniciativas políticas emprendidas por el
fundador del Imperio, siendo su desarrollo histórico similar al contexto general del resto de provincias. Esto es debido a
que, una vez finalizada la conquista, Hispania se integró en las estructuras generales del estado romano.
TIBERIO (14–37)
Los últimos años de su reinado evolucionaron hacia la represión, utilizando la lex de Maiestate, del periodo republicano,
contra todos aquellos de los que podía sospecharse que atentaban con acciones o palabras contra la seguridad del
Estado o sus representantes.
La Tabula Siarensis, hallada en La Cañada (Sevilla), permite comprobar que no hay factores objetivos que justifican esas
acusaciones. En ella se recogen las honras fúnebres a Germánico que debían difundirse en las colonias y municipios
provinciales. La Tabula Illicitana recoge una rogatio de Tiberio sobre los honores decretados a Germánico.
Llamada así por su lugar de aparición, la antigua Searo (cerca de Utrera, Sevilla), esta pieza forma parte de una de las dos
tablas donde se recogen las disposiciones relativas a las honras fúnebres que debían tributarse a Germánico -hijo adoptivo de
Tiberio-, con motivo de su muerte en Antioquía el 10 de octubre del 19 d.C. Se trata de un decreto senatorial que, en sus fines
políticos, es complementario al de Cneo Pisón, también conservado en este Museo -ver el comentario en esta misma sección de
piezas singulares-. Éste pretendía acallar los rumores sobre la posible implicación del emperador Tiberio en el asesinato de quien
estaba llamado a sucederle, su sobrino e hijo adoptivo Germánico. La Tábula Siarensis, tiene por objeto congraciarse con el
pueblo, disponiendo toda una serie de honores que deberían rendirse “a quien nunca debió morir”. Es decir, a quien sus triunfos
en las guerras de Germania -y de ahí su sobrenombre- le habían convertido en el más popular miembro de la familia imperial y
al que muchos consideraban el legítimo sucesor de Augusto. Al igual que el de Pisón, este decreto senatorial fue grabado en
numerosas copias de bronce y expuesto públicamente por todo el Imperio.
Por último Tiberio intensificó la política de construcción de calzadas, como lo testimonian los miliarios con su nombre. En
cambio, se aprecia un evidente desinterés en el establecimiento de deducciones coloniales como en la promoción de
nuevas ciudades.
CALÍGULA (37–41)
Cayo César Augusto Germánico, Calígula, hijo de Germánico, accedió al poder después del
juramento de las tropas pretorianas y del posterior reconocimiento del Senado. Se hizo conceder de
una sola vez todos los títulos imperiales de Augusto.
Herrera de Pisuerga, hacia el frente germano. Así la apaciguada Hispania veía reducida a una sola legión, la VI Victrix, y
a varias unidades auxiliares la defensa del orden interno.
Su reinado está documentado en Hispania por el documento epigráfico en bronce que recoge la fórmula de juramento de
fidelidad al emperador de la ciudad lusitana de Aritium Vetus (Alvega de Abrantes) ante el gobernador con motivo del
acceso al trono
Bajo su reinado se contabilizan ocho cecas, todas ellas pertenecientes a la Tarraconense. Siguiendo acuñando monedas en
algunas ciudades, que lo hicieron bajo Augusto y Tiberio (Bilbilis, Caesaraugusta, Carthago Nova y Osca), vemos así que
se tiende a una disminución de las emisiones locales. Esta reducción se debió a la iniciación de un proceso que
finalizaría con la imposición de un tipo de moneda única romana, que se consolidaría bajo el reinado de Claudio.
Bajo el mando de Calígula también es importante destacar la continuación del desarrollo de la red viaria, sobre todo en
el NO y en la Lusitania.
CLAUDIO (41–54)
Hermano de Germánico, tenía 52 años cuando la guardia pretoriana, tras asesinar a Calígula, le
aclama emperador. Sus defectos físicos le apartaron de los asuntos públicos y orientaron parte
de su actividad al estudio. A pesar de su inexperiencia en la administración, asumió los asuntos
de Estado con honradez y sentido de la responsabilidad.
Si Augusto y Tiberio enmascararon la esencia monárquica del poder bajo formas republicanas,
Claudio, en cambio, acentuaría la imagen del príncipe como protector del Imperio introduciendo
innovaciones en la administración pública.
Como Augusto impulsó el surgimiento de una nueva nobleza, los procuradores extraídos del orden ecuestre, al margen
de la nobleza senatorial que llevaba el peso de la administración imperial.
Otorgamientos de ciudadanía
La política de cohesión del imperio que desarrolla Claudio se manifestó en la generosa y original actitud del emperador
en materia de derecho de ciudadanía a los provinciales. Los veteranos de las unidades auxiliares fueron provistos, a
partir de su reinado de plena ciudadanía.
A la vez que aceleró la romanización mediante la concesión del estatuto municipal a centros provinciales con tradición
urbana, el ius Latii. Paralelamente, desarrolló numerosas fundaciones coloniales para veteranos.
Fomento de la urbanización
Compensó las profundas diferencias entre las diversas partes del Imperio con el mismo elemento de integración: la
urbanización. Surgiendo, aunque sin privilegios, numerosas ciudades. La abundante documentación epigráfica y la
arqueología atestiguan el recuerdo de algunas de sus obras. Se aproximan a la docena las inscripciones dedicadas a
Claudio: Nebrissa (Nebrija), Castulo, Cabeza de Griego (Sodales Claudiani). A su vez se conservan seis retratos de
Claudio y Agripina. Todos estos hallazgos se detectan en ciudades que gozaron de estatuto de privilegio. Según Mac
Elderry son deudoras de algún tipo de favor a Claudio las ciudades de Clunia, Lucus Augustus, Pompaelo, Segobriga,
etc.
Según Séneca, Claudio había prometido otorgar la ciudadanía romana a todos los griegos, galos, hispanos y bretones.
Pero a juzgar por los datos de la arqueología y de las fuentes escritas, sólo dos ciudades se beneficiaron de su favor:
Baelo Claudia (Bolonia, Cádiz), promovida al estatuto de ciudadanía, y Claudionerium (Merejo, Ría de Camariñas), de la
que se ignora si fue una fundación nueva o si obtuvo el derecho de ciudadanía. A su vez, Iulia Traducta (Tarifa) adquirió
el rango de colonia, pero no el título, al recibir veteranos de la guerra mauritana de Tingis (Tánger).
organización definitiva sólo pudo realizarse una vez que la zona norte dejó de ser un espacio ocupado militarmente y se
integró en una administración regular. Los distritos militares, diócesis, estaban vigentes en la época de Tiberio, liquidando
el frente cantábrico con Calígula.
Por ello, parece lógico pensar que la organización en conventus fuera realizada por un emperador preocupado en la
cohesión territorial. Claudio ordenó a los gobernadores provinciales que atendiesen las quejas de los nativos, formuladas
en las asambleas provinciales, función de los Conventos Jurídicos. Tenia buenas razones además para vigilar la
administración porque las provincias de Hispania debían aprovisionar a las legiones que actuaban en Mauritania para
intentar sofocar las revueltas de indígenas.
La Hispania atlántica
La política hispana de Claudio ha merecido opiniones totalmente contrapuestas. Así, mientras Charlesworth dice que
no dejó huellas importantes, los estudios de D. Nony prueban que mostró un gran interés, sobre todo por la Hispania
Atlántica, como parte de una ambicioso programa exterior que incluía la conquista de Britania y la reorganización del
norte de África.
• En el plano económico el interés dinástico de promover las regiones hispanas se centra, en particular, en la
provincia de Lusitania y la mitad occidental de la Tarraconense, encajando perfectamente en el marco de su
política pro-occidental. De ello se benefició Bracara y Conimbriga cuyo comercio fue muy importante ya que
irradiaría hacia el Mediterráneo y el Atlántico Norte.
• Su preocupación por el desarrollo de la red viaria queda manifiesta en la cuantía de miliarios que se
conservan de este emperador, hasta 21 en las vías de Bracara- Asturica, Bracara-Olisipo y en la vía de La Plata,
que quedó prácticamente completada. Estas vías estaban ligadas al tráfico de minerales de origen britano y del
noroeste peninsular.
• Respecto a las cecas hispanas conviene señalar su práctica desaparición, pues tan sólo contabilizamos la de
Ebusus, que también cesará bajo su reinado.
NERÓN (54–68)
A la muerte de Claudio fue aclamado imperator Nerón por los pretorianos y reconocido por el
Senado. Bajo la influencia de Séneca y Burro se inspiró, durante los primeros años de su reinado,
en la política de Augusto y de continuidad ideológica con la línea representada por Tiberio y el
propio Claudio; son los conocidos como quinqueniun aureum, cinco años caracterizados por las
buenas relaciones con los sectores senatoriales y ecuestres y por la moderación que darán paso a
los restantes de su reinado (59–68 d. C) que estarán marcados por la espiral de locura y
violencia de una etapa despótica hasta llegar al trágico final de su mandato.
El extremado gasto realizado por Nerón le llevó a graves dificultades financieras, acudiendo a
diversos métodos para sufragar sus gastos: aumento de peajes en las tres provincias hispanas, uso de la ley de majestad,
reforma monetaria en la que redujo el peso de las monedas e incluso despojó de sus bienes a algunos templos.
Esta nefasta situación le impidió comprar con donativos la voluntad de la plebe y, lo más grave, atender las necesidades
de las tropas. Ante esta situación, la respuesta senatorial no se hace esperar y se incrementan las conjuras contra el
régimen, una de ellas, la conjura de Pisón del 65, inició la caída del gobierno neroniano.
Las provincias de Hispania, mientras tanto, prosperan de acuerdo a lo establecido por Augusto que prosiguió la política
de fomento de la red viaria; se hicieron reparaciones en la vía Augusta, y que certifican el interés del Emperador por las
comunicaciones de la zona norte de la Península. Sabemos de una supuesta rebelión de los astures que debió tener lugar
hacia el año 58; la importancia del combate no debió ser grande y simplemente se limitaría a una acción de policía. Es
decir, no debió participar toda la legión, sino tan solo una primera cohorte de la VI Victrix. También se produjeron
durante su reinado algunas revueltas en las Islas Baleares que obligaron a la creación de una administración especial de
la que se encargó un prefecto dependiente del gobernador de la Citerior.
llevaron a la muerte a varios generales, como respuesta a las tramas. Esto le lleva a Annio Viciniano a organizar una
conjura que tuvo como consecuencia la represión y condena a muerte de importantes jefes militares y a los legados de
ambas Germanias; los soldados se solidarizan con sus comandantes dando origen a un movimiento que inaugura un
nuevo método de transmisión de poder.
La sublevación de Vindex
En la primavera del 68 d. C., uno de los legados imperiales de las Galias, C. Julio Vindex, se rebela contra Nerón
proponiendo como sucesor al gobernador de la Citerior, C. Sulpicio Galba. A pesar de que la rebelión fue aplacada por
el ejército mandado por el legado de la Germania superior, Verginio Rufo, recientemente nombrado y aún fiel a Nerón,
el dispositivo de la rebelión no se paró. El Senado también apoya a Galba y consigue que acepte la sucesión imperial.
La muerte de Nerón
En este contexto de descontento general el golpe decisivo contra Nerón tuvo lugar en la propia Roma. Verginio Rufo
decide ponerse finalmente a disposición del Senado que, a su vez, se hace con el último recurso del emperador con la
promesa de una fuerte recompensa: la guardia pretoriana. Nerón, aislado, es nombrado enemigo público por el Senado
y ordenó su muerte; antes de ser cogido se suicidó el 9 de junio del año 68. Galba entra en Roma sin necesidad de
combatir y sus tropas, al no ser necesarias, son enviadas al Danubio para sustituir a la X Gemina, regresando a Hispania
cinco años después junto con las tropas auxiliares y la VI Victrix.
Galba
Sergio Sulpicio Galba había alcanzado la edad de 73 años cuando fue reconocido como emperador, edad muy elevada
para las tareas que se le exigían al frente del Imperio. Entre las medidas adoptadas en su corto mandato encontramos el
intento de volver al principado de inspiración senatorial y la consolidación de las legiones a sentadas en las provincias,
sustituyendo al legado Vergino Rufo por Vitelio al frente de las legiones de Germania. Pero, el desastroso estado de
las arcas públicas le obligó a negar el prometido donativum a las tropas pretorianas y, aunque disponía del apoyo de
la mayoría del Senado, estas no estaban dispuestas a ceder el sacrificio, pronto se atrajo su oposición y la de la plebe,
habituada a apoyar a quien le ofreciera juegos y espectáculos. La sustitución de Verginio Rufo enfureció a los ejércitos
del Rin y, negándose a prestar juramento de obediencia a Galba, proclamaron emperador al nuevo legado Aulio
Vitelio. Galba, apoyado por el Senado, no pudo o no supo acertar en el momento de elegir sucesor, decisión impuesta
por su edad. Eligió a Pisón, el líder de la conjura del 65, marginando a Otón que despechado, inició un rápido
acercamiento a los Senadores partidarios de Nerón y a los pretorianos a los que convenció para que asesinaran a Galba
(15 de enero del 69). El Senado cedió a la decisión de la guardia nombrándole emperador. Ni Vitelio ni sus legiones de
Germania aceptaron la autoridad de Otón, lo que significaba el inicio de una guerra civil.
Otón
Considerado un usurpador ilegal por las tropas mandadas por Vitelio se presentó ante Roma como restaurador del
“neronismo”. Intentó llevar a cabo una política de conciliación que no satisfizo a nadie, recompensando a los pretorianos,
sustituyendo a los libertos por personajes del orden ecuestre al frente de las oficinas y proclamando ante el Senado sus
propósitos de restablecer el orden y el equilibrio. En Hispania extendió el derecho de ciudadanía, realizó nuevas
deducciones de colonos en Emerita e Hispalis e incorporó a la Bética algunas ciudades de Tingitana.
Pero si la mayoría de los ejércitos romanos aceptaron a Otón por obediencia militar, ni Vitelio ni sus legiones de
Germania accedieron a su autoridad. Vitelio envió a Italia dos cuerpos de su ejército que, en su avance, atrajo para sí a
un buen número de pueblos galos y a las restantes fuerzas militares estacionadas en Occidente. También el ejército de
Hispania era favorable a Vitelio e, incrementado con una tercera legión (I Adiutrix), se estacionó frente al estrecho en
previsión de un ataque procedente de África. Al conocer la aclamación de Vitelio por los soldados, ofreció asociarlo al
imperio y hacerle su yerno. Finalmente, la situación se resolvió a favor de Vitelio cuando sus tropas vencieron a las de
Otón en el valle del Po, en abril del 69. Otón, derrotado, se quitó la vida y las tropas vencedoras ávidas de botín
entraron en Roma a saco.
Vitelio
Su gobierno no fue muy diferente al de Otón. Se presentó ante el Senado como vengador de Galba, descargando su
rencor contra sobre los Senadores que habían apoyado a Otón e iniciando una política de acercamiento hacia los
partidarios de Nerón, lo que implicó una abierta oposición a un gran número de ellos. Para garantizar el apoyo
pretoriano, mandó eliminar a sus cuadros de mando y licenció al resto a los que sustituyó por sus soldados de Germania. El
terror y el pillaje de sus tropas en la Cisalpina eran su modo de subsistencia. En estas condiciones la solución vino de las
tropas provinciales, fundamentalmente de las estacionadas en Oriente y el Danubio que iniciaron la marcha hacia Roma,
mandadas ahora por Vespasiano.
CRONOLOGÍA
• 27 Augusto (+14 d. C.). Organización del Principado: sesión de Senado, en la que Augusto se reserva la
Lusitania, de reciente creación, y la Tarraconense, permaneciendo la Bética bajo control senatorial.
• 15 Augusto en Hispania . Rectificación de las fronteras provinciales. Reducción del ej´rrcito de guarnición.
• 14–37 Tiberio . 37–41 Calígula .
• 39 La Legión IV Macedónica abandona Hispania.
• 41–54 Claudio.
• 54–68 Nerón .
• 58 Sublevación de astures.
• 63 La Legión X Gemina abandona Hispania .
• 68 Sublevación de Vindex en la Galia . Sublevación del gobernador de la Tarraconense. Ser. Sulpicio Galba.
Creación de la legión VII con soldados hispanos.
• 68–69 Galba 69 Otón y Vitelio .
Reorganización imperial
El primer objetivo que se marcó Vespasiano fue el de restablecer el poder imperial. Para lograrlo se basó en reforzar la
autoridad imperial y establecer sus límites. Institucionalizó este poder mediante la lex de imperio Vespasiani mediante la
cual el emperador era investido formalmente y fijaba los límites anteriormente citados.
Para otorgar mayor estabilidad a la transmisión del poder y de paso crear una dinastía, proclamo herederos a sus hijos:
Tito, el mayor, tenía plenos poderes y fue asociado al trono; Domiciano, el menor, recibió los títulos de Caesor y Princeps
iuventus.
De ahora en adelante la casa imperial será la domus divina, otorgándoles a los difuntos de la familia imperial la calidad
de diuus.
Reorganización política
Basada en una depuración de los estamentos más privilegiados de la sociedad con el propósito de convertirlos en un
instrumento dócil y eficaz. Sufrieron esta depuración:
• Senado: expulsó a todos los miembros indignos y nombró a nuevos senadores, los cuales provienen de su mismo
origen social: burguesía de las ciudades itálicas y provinciales más romanizadas.
• Orden ecuestre: los nuevos caballeros también procedían de ciudades itálicas y provinciales. Tenían cargos
directivos en la administración central, ocupándose de la recaudación de impuestos en las provincias.
El cuarto de siglo de gobierno de los Flavios transforman a Hispania en un núcleo básico de la consistencia del Imperio en
el orden social, político y militar al lado de Roma e Italia. A partir del reinado de Vespasiano se incrementa la presencia
de hispanos en e altos cargos en Roma.
La minería, campo en el que sobresale Hispania (la minería hispana era rica en oro y plata), queda bajo control estatal.
Para que su política funcionase, Vespasiano crea los procuratores metallorum, responsables de controlar y gestionar los
yacimientos mineros en nombre del fisco imperial. En todas las zonas mineras se mejoran las comunicaciones, como es el
caso de las vías que enlazaban Bracera con Asturica Augusta. Con estas medidas se potencia el rendimiento de la minería;
sobre todo en Hispania. Los cotos mineros hispanos se encontraban en el S y Levante peninsular (distrito de Huelva, Sierra
Morena y Cartagena), en Asturias (donde existían riquísimos yacimientos de oro), distrito de Tres Minas en el N de
Portugal y las explotaciones de hierro en Somorrostro y el Moncayo.
Gracias al saneamiento de las finanzas se pudieron llevar a cabo importantes construcciones de interés público. En
Hispania se mejoró la red viaria, de hecho la mayoría de los puentes de nuestro territorio son de época Flavia, como es
el caso del Aquae Flaviae (Chaves). A ello añadir las construcciones de foros, templos, teatros, anfiteatros y otras obras de
interés público las cuales se encuentran en todo el Imperio.
Tras la guerra civil, los ejércitos sufren un proceso reorganizativo mediante el cual se les devolvería su prestigio, pero
también con el que podría convertirlos en un instrumento imprescindible para la defensa y seguridad del Imperio, así
como transmisores de la paz y la romanización.
Desde tiempos de Augusto el ejército asentado en Roma estaba formado por soldados italianos, mientras que los
cuadros de legiones estaban formados por soldados procedentes de las provincias más romanizadas, que estuviesen
en posesión de la ciudadanía. Vespasiano formó nuevos cuerpos auxiliares con peregrini, habitantes del Imperio sin
derechos jurídicos privilegiados, los cuales tras 25 años de servicio podían recibir la ciudadanía.
A excepción de dos unidades que se localizan acuarteladas en el interior de Hispania y Judea, el resto se distribuyó a
lo largo de las provincias fronterizas con una misión de vigilancia permanente. En los demás casos, el ejército se
ubicaba en zonas donde era necesaria una vigilancia como caminos o centros económicos (minas).
Vespasiano retiró las tropas que hasta entonces permanecían de guarnición en la Península y utilizó nuestro suelo como
base de reclutamiento, tanto para las unidades auxiliares como para las legiones, pues estas fueron abiertas a los
ciudadanos de provincias evolucionadas, entre ellas las de Hispania.
La zona norte de Hispania, en vías de romanización y con excedente demográfico era propicia para este reclutamiento.
Los militares de la legión VII, creada por Galba, desde Vespasiano son todos hispanos predominando los del NO.
Tampoco faltaron legionarios hispanos en las legiones que servían fuera de Hispania, pero en menor número. La epigrafía
demuestra que estas unidades salidas de Hispania hacia Centroeuropa contaban con muchos reclutas hispanos
procedentes de los centros más romanizados: Bética, Tarraconense oriental, Emérita. Pero a su vez entendió que la zona
NO estaba suficientemente pacificada y romanizada como para poder retirar todas las legiones: en el 70 no quedó
ninguna en nuestro suelo, y sólo quedaron de guarnición permanente dos alas y cinco cohortes. Cuando el agobio cesó
en el Imperio, en el 74, trajo a Hispania la legión VII Gemina, destinada a perpetuarse en nuestro suelo hasta el fin del
Imperio romano.
Reorganización provincial
En tiempos de los julio-claudios, las provincias no son más que lugares de explotación. Con la llegada de
Vespasiano esta concepción cambia, ya que el Imperio comienza a ser consciente de la aculturación y desarrollo
económico de estas provincias las cuales comenzarán a ser parte activa de su política.
En el caso de Hispania, el punto de partida para la romanización es el reordenamiento jurídico de las gentes establecido
por el Edicto de Latinidad (ius Latii) del que nos da cuenta Plinio: “Vespasiano Emperador Augusto, lanzado a las procelosas
luchas de la República, otorgó la latinidad a toda Hispania”. Desde el año 89 a. C. en que Roma otorgara el derecho de
romanidad a toda Italia no se había producido un hecho de tanta importancia social en el mundo romano y por supuesto
en Hispania.
Se ha debatido mucho sobre el alcance real del Edicto de Latinidad; discusiones que podemos sintetizar en tres
interrogantes:
• ¿Afectó a las personas o a estatuto de ciudades?
• Tuvo efectos inmediatos o debían aplicarse progresivamente y mediante leyes concretas para cada ciudad?
• ¿Comprende a toda Hispania o es una simple opción para los más romanizados?
Lo cierto es que este Edicto ha traído numerosos interrogantes, para algunos incluyó a todos los hispanos, salvo los
esclavos, y otorgó efectivamente los plenos derechos de latinidad. Otros afirman que es un derecho individual de las
personas, al margen del estatuto jurídico de las ciudades a las que pertenecen. También se han inclinado hacia que Plinio
exagera al hacer extensivo el privilegio de latinidad a toda Hispania y que no fue un hecho de aplicación general, sino
una simple opción y la creación de condiciones favorables al desarrollo de la vida municipal; afirma que el Edicto apenas
fue aplicado en el NO, poco civilizado, y solamente se hizo efectivo en la Bética y en la Tarraconense en sus partes
oriental y meridional.
La reorganización de Hispania por Vespasiano, es un eslabón del engranaje de su plan político a nivel del Imperio. El
Edicto de Latinidad sería el cauce legal para obtener dinero, hombres y crear unas condiciones previas a su papel de eje
o centro y protagonista del Imperio. La razón del Edicto sería una promesa a Hispania en los días difíciles de
Vespasiano. Las reforma económicas y sociales en Hispania, su promoción, serian una muestra de agradecimiento y
confianza.
Gracias al Edicto se desarrolló la vida municipal, las comunidades urbanas se podían organizar como municipios al igual
que las italianas. Con ello se obtienen una serie de privilegios para los habitantes urbanos como son los disfrutes de
derechos y privilegios latinos y la promoción social de las elites locales; quienes una vez cumplidas sus funciones
directivas obtenían la ciudadanía romana.
Es difícil precisar el número de nuevos municipios surgidos como consecuencia de la política de Vespasiano, pero se
estima en unas 350 ciudades hispanas las que tuvieron carta de municipalidad bajo los Flavios. Las leyes municipales de
los Flavios tenían como uno de sus fines primordiales permitir que en estas ciudades de privilegio los ciudadanos, ya
latinos por el Edicto de Vespasiano, alcanzaran la plena ciudadanía romana por el ejercicio de magistraturas
municipales. Las leyes municipales más completas son las de Malaca, Salpensa e Irni.
A destacar el impacto urbanizador efectuado tras el Edicto de Vespasiano acusado sobre todo en el NO. Indicios
epigráficos nos llevan a ver la transición de muchos pueblos de su antigua organización gentilicia hacia la urbanización
exigida por Roma como elemento fundamental, junto a la pax, en su ordenación jurídica del Imperio. A este respecto es
bien significativa la aparición de los topónimos Forum, Res publica,
Civitas; donde, en testimonios anteriores, había populi o gente. El forum era un mercado y capital comercial, creado o al
menos favorecido por la administración romana.
Por otra parte, la amplísima difusión del onomástico Flavius, que se constata en las inscripciones, es buena prueba de la
promoción a ciudadanos llevada a cabo por Vespasiano; además es más abundante esta onomástica precisamente en la
Tarraconense occidental, es decir en la Hispania menos romanizada y a la que en consecuencia afectó más este Edicto de
Latinidad.
La articulación provincial en conventus jurídicos se desarrolla plenamente bajo los Flavios, como unidades territoriales de
la administración en los campos jurídicos y fiscal bajo la dirección de magistrados específicos: los legati iuridici.
Las capitales de estos conventos (siete para la Tarraconense, cuatro para la Bética y tres en Lusitania) son centros de
culto imperial al que acuden los ciudadanos para que rindan culto a los emperadores. Para controlar este campo existían
los flamines, sacerdotes especializados.
TITO (78-91)
Asociado al trono por su padre Vespasiano, Tito siguió sus mismas directrices
políticas. Gran hombre de Estado se ganó la popularidad y devoción de las masas, a
pesar de lo corto de su reinado.
DOMICIANO (81-96)
Sucedió a su hermano Tito y según nos transmiten las fuentes, Domiciano fue un
hombre de violento y autoritario carácter, lo que le llevó en los últimos años de su
reinado a perseguir miembros del Senado. Pero fue un buen estadista y buen
administrador.
se les facilitó la organización municipal. Tres ordenanzas municipales, de las ciudades de Irni, Malaca y Salpensa han
llegado hasta nosotros. Domiciano practicó un severo control sobre las provincias. Según Suetonio, puso en ello tanto
celo que jamás en otros tiempos los gobernadores resultaron más honestos y más justos. Numerosos provincianos
recorrieron su cursus honorum y entraron en el Senado.
También se preocupó Domiciano del fomento de la red viaria, pues en Otañes, cerca de Castro Urdiales, aparece un
miliario del año 85 en el que se hace referencia a la reparación de las vías y puentes destrozados por el paso del
tiempo.
Otro aspecto por el que Domiciano muestra interés es en la agricultura. Preocupado por su desarrollo devolvió las tierras
expropiadas a particulares bajo el mandato de su padre. En el año 92 un decreto prohibía nuevas plantaciones de
viñedos en Italia, además de la destrucción de una parte de los ya existentes en las provincias. Con esta acción,
Domiciano intentaba proteger los viñedos italianos de la competencia de las provincias, para las cuales que da destinada
la producción de trigo. Domiciano, dando un paso más hacia un gobierno totalmente autoritario, se hizo nombrar dominus
et deus, “señor y dios”, provocando con ello la ira del sector aristocrático. No es de extrañar que se gestase un complot (en
el que tomaron parte la emperatriz y los dos prefectos del emperador), en contra de Domiciano, en el año 96.
Domiciano murió apuñalado en su propia cámara y con su muerte terminaba la dinastía flavia.
Así, el control del Imperio quedaba en manos de cualquier personaje que demostrase estar en posesión de las mejores
virtudes y de una gran capacidad política. Este sistema de adopción se mantuvo durante todo el s. II. Excepto en el caso
de Nerva todos los demás emperadores tenían vinculación con Hispania, bien por vía de nacimiento, matrimonio, sangre o
afiliación legal. Es por ello por lo que a esa dinastía también se la conoce como la de los “emperadores hispanos”.
Esta época es la del máximo esplendor, en todos los campos, del Imperio; no igualado antes ni después, salvo por el
gobierno de Augusto. Los “emperadores hispanos” serán el colofón a un proceso que se inició con la promoción de
hispanos por César, Augusto y sus sucesores. Balbo, los Séneca, Marcial o Quintiliano destacarán en diferentes campos
de la cultura, la política, la administración y el ejército.
El poder central conoció el momento de mayor estabilidad; por eso los contemporáneos le definieron como el "Siglo de
Oro". La explotación de las provincias adquirió un carácter más organizado y racional. Este desarrollo se plasma en
diferentes aspectos: fomento de la actividad urbanística, consolidación de una excelente red viaria y la implantación de
una moneda imperial única. Las ciudades tuvieron mayor autonomía y, a consecuencia de un mayor desarrollo local de la
economía, la cultura, la urbanización, etc.
Con los últimos Antoninos, Marco Aurelio y Cómodo, se aprecia cierto descenso de la capacidad económica del Estado.
Hay una fuerte devaluación de la moneda, acompañada de una subida de precios generalizada. Sin, duda, el
incremento de los gastos del ejército, sin una compensación económica por guerras de conquistas, redujo el volumen de
los metales preciosos en la hacienda pública. Si se le añade el déficit comercial con la India y China, ruta comercial
abierta desde Trajano, produjo una gran escasez de metales preciosos que llevaron a devaluaciones sucesivas de las
emisiones monetarias. Lo cual implica una subida de los impuestos para paliar el creciente déficit. Aunque la crisis
económica fue más de la corte que de los ciudadanos del Imperio, pues ningún síntoma de decadencia económica se
aprecia en la Hispania del siglo II d. C. Hispania alcanza su época de mayor desarrollo económico gracias a la
agricultura y a productos como el aceite, el vino y el garum; muy preciados en el Imperio.
NERVA (96-98)
Marco Coceyo Nerva, anciano noble republicano, accede al poder promovido por los mismos
que habían acabado con Domiciano y que buscan restituir el prestigio del Senado.
Si bien la elección de Nerva cuenta con el apoyo senatorial no ocurre lo mismo con el ejército.
Ante la amenaza de sublevación del ejército, Nerva sigue el consejo del influyente hispano Licinio
Sura y escoge como sucesor a un prestigioso general hispano, que mandaba las legiones de
Germania Superior desde su puesto de gobernador de la provincia: Marco Ulpio Trajano.Poco
después de adoptar a Trajano como sucesor, Nerva muere en enero del 98.
Con la acción de Nerva de nombrar heredero a un general, el Senado tuvo que olvidar su
propósito de gobernar sin el ejército o en el peor de los casos contra él. Tuvieron que ver como el control del Imperio
recaía sobre un general de origen provinciano.
En su breve reinado, Nerva intentó aliviar la presión fiscal la cual había aumentado bajo el mandato de Domiciano. Creó
una ley agraria en la que los campesinos desposeídos de tierra tendrían terrenos destinados para el cultivo. Nerva
también se preocupó por las familias pobres, especialmente por los niños, por lo que creó una institución: los alimenta, la
cual se desarrollará bajo Trajano.
TRAJANO (98-117)
Con Trajano sube al poder el primer emperador nacido en una de las provincias imperiales.
Nacido en Itálica de una familia originaria de Italia que se establece en la Bética, Trajano era hijo
de un prestigioso general. Era un experto militar con gran popularidad en el ejército.
Perteneciente a esa aristocracia hispana que los Flavios habían promocionado, nombró nuevos
senadores procedentes de las provincias. Así, de los 231 en su tiempo contabilizados, 27 eran
hispanos. Exigió a los nuevos senadores invertir en Italia un tercio de su capital en tierras, para
reactivar la economía italiana y de paso que se identificaran con la propia Roma y las normas de
vida tradicional. Aunque mantuvo apariencias formales frente al Senado, el cual lo nombró
Optimus; lo cierto es que el mandato de Trajano fue absoluto. Todas las decisiones del gobierno eran tomadas a su
voluntad y contaba con un grupo de consejeros (amici principis) quienes habían sido elegidos libremente por el
emperador. Entre estos consejeros destaca Licinio Sura.
Buen gobernante, Trajano supo conciliar los intereses de un gobierno absoluto con la idea tradicional de libertas
republicana que defendía el Senado. Su buena gestión política ha hecho que su reinado sea recordado como la época
más feliz del Imperio.
Política exterior
Agresiva, con tintes imperialistas (será la última política de estas características que se practica en el Imperio), sus
objetivos eran el Bajo Danubio y la frontera imperial, frente al imperio parto. Como consecuencia de esta política Roma
amplió sus fronteras las cuales alcanzarán su máxima expansión, al agregar nuevas provincias bajo el gobierno de
Trajano: la Dacia, al N del Danubio, zona que posee ricas minas de oro; Arabia, zona vital para el comercio del Próximo
Oriente, Armenia y Mesopotamia, en el curso superior del Tigris y el Éufrates y Asiria, al oriente del Tigris.
Reclutó para las guerras contra los dacios (101-106) múltiples unidades auxiliares de hispanos. Esta política le causó
problemas, pues los hispanos protestaron y, si parece que no tuvo dificultades de reclutamiento entre las gentes del
norte, si las tuvo en algunos sectores más romanizados con derecho de cives romani.
Política interior
Para que la administración central pudiese intervenir en cualquier problema surgido en cualquier provincia, se mejoró el
sistema de correos, el cursus publicus. Ejerció un control severo sobre las provincias, multiplicando el número de
“comisarios” encargados de realizar misiones especiales (curatores rei publicae o civitatis). Cuidó particularmente de la
buena administración y no dudó en castigar a los gobernadores de provincias avaros que abusaban del poder que les
confería su cargo.
Las campañas de Dacia contra los partos le permitirían disponer de gran cantidad de oro, que le posibilitaría desarrollar
una política benefactora e impulsar las obras públicas. El botín de guerra distribuido entre los soldados, comerciantes e
inversión en obras públicas, fue un detonante de la reactivación económica, en la que la Península (con su aporte de
hombres) se vio beneficiada.
De todas formas la riqueza del comercio bético sería suficiente. Itálica tuvo un magnífico puerto exportador de aceite,
cereales y materias primas cuyos ingresos elevarían el nivel de vida de las ciudades béticas. Así nos podemos explicar el
que se produjera durante este período una renovación total de la estructura urbana de muchas ciudades, entre otras
Corduba, Mugnia, Astigi.
Trajano redujo los gastos inútiles y equilibro el presupuesto sin necesidad de aumentar los impuestos. Los superávit
obtenidos le permitieron hacer frente a los elevados gastos de guerra y obras públicas. Bajo el mandato de Trajano, en
Hispania se reparó el trazado de la Vía de la Plata (calzada que unía Astorga y Mérida a través de Salamanca), se
construyó el acueducto de Segovia, el puente de Alcántara, arcos de Martorell, Bará y Cáparra, la torre de los
Escipiones (Tarragona) y el faro de A Coruña.
Los hispanos le correspondieron con múltiples dedicatorias en estatuas e inscripciones que reflejaban la devoción que
sentían por Trajano. Trajano dio ámbito universal al culto de Hércules y Minerva gaditanos. En esta época se divinizan
los emperadores e hijos en vida. El culto pierde así su carácter privado para hacerse más oficial y público.
ADRIANO (117-138)
Publio Elio Adriano, natural de Itálica, pertenecía a la familia bética de los Aelii; siendo pariente de Trajano Su
preparación en griego, latín y arte nos ponen de manifiesto el alto nivel alcanzado por las escuelas hispanas de Gades,
Hispalis y Corduba entre otras. Su madre y su esposa eran gaditanas. Sus servicios en las duras campañas de Dacia y
Oriente le dieron una gran popularidad entre los militares; por eso fue proclamado Emperador por las tropas de
Antioquía.
Política interior
Administración central: Sustituye a los amici principis por los consilium principis, órgano estable de gobierno que tenía la
misión de asistir al emperador en el aspecto jurídico. Aumenta el número de procuratores, los cuales son reclutados dentro
del mundo ecuestre. Continua con la promoción de hispanos para las altas magistraturas y el orden ecuestre, la
mayoría de estos hispanos eran originarios de la Bética y la Tarraconense.
• Provincias: Adriano era partícipe de que, para que hubiera un buen gobierno,
el Emperador tenía que estar presente en todas las provincias, por eso de los
21 años de su reinado pasó 13 fuera de Roma.
Adriano fue un gran promotor de obras públicas. De esta época son parte de las murallas de Lucus, Barcino, Asturica,
Legio y Caesaraugusta. Su preocupación por la red viaria es evidente, especialmente en las vías mineras como Bracara-
Asturica, Bracara-Olisipo, Vía Augusta y Emerita-Caesaraugusta. Adriano siguió apoyando las instituciones de carácter
benéfico para la atención de los niños pobres, alimenta.
Introdujo el ius Latii maius en los municipios de derecho latino para promover el acceso a la ciudadanía romana de las
elites provinciales. Con ello otorgaba derechos civiles no sólo a los magistrados sino también a todos los miembros del
consejo municipal (ordo decurionum). Con ello Adriano pretendía fomentar la generosidad de las clases pudientes para
sus respectivas ciudades. Multiplicó el número de curatores para supervisar la gestión financiera de muchas ciudades con
dificultades económicas.
En las provincias se celebraban los concilia, reuniones anuales en las que cada ciudad enviaba un representante (el cual
había sido elegido por su prestigio y riqueza personal). Poco a poco estas reuniones adquieren un carácter político ya que
cada representante exponía sus opiniones acerca de la administración de su provincia y del funcionamiento del
gobierno en general, las cuales llegaban a oídos del emperador. De esta forma, el emperador estaba al corriente de
todo aquello que ocurría en sus dominios.
• Economía: Para paliar la crisis económica, Adriano se interesó especialmente por la -administración de la
explotación del aceite y de las minas, elementos básicos para la economía y abastecimiento de Roma. El
momento culminante de las explotaciones se corresponde con los años 140-160 d. C.
Adriano redactó la Lex Metalli Vispascensis para aumentar la producción minera. Según esta ley el procurador metallorum
de cada distrito organiza la explotación de las minas y a la población que allí trabaja y vive. Además, el Estado
otorgaba facilidades a particulares para que participen en la explotación de los pozos mineros, que eran propiedad
imperial, bajo arriendo. En Lusitania aparece los advocati fisci, nuevo cargo al servicio de los procuradores de distritos
mineros.
La Lex Hadriana de rudibus agris trató de arreglar los problemas del campo regulando la ocupación de campos
improductivos, dando tierras a las gentes más necesitadas y ordenando su situación bajo las normas de los procuratores
Augusti. A aquellos que se dedicasen a cultivar las tierras incultas o abandonadas, el Estado les concederían importantes
exenciones fiscales. Existía un gran interés por el cultivo del olivo, importante en la economía hispana, sobre todo en la
región Bética.
• Culto imperial: Profundamente religioso, Adriano prestó mucha atención a las tradiciones romanas, en Roma
mandó levantar un templo dedicado a Venus y Roma. Promovió el culto imperial, al igual que hicieron sus
predecesores, adquiriendo con ello la monarquía un carácter sobrenatural. El culto de Isis comenzó a tener una
cierta aceptación durante este reinado en toda la Península. Poseemos algunas representaciones de esta
deidad en Regina, Valladolid y Clunia. Al igual que Trajano, Adriano dio ámbito universal al culto de
Hércules y Minerva gaditanos. Por otra parte si dio fenómenos de sincretismo religioso entre cultos indígenas y
romanos. Es posible que Adriano mandase reparar el santuario de Melqart gaditano, como indican las monedas.
Política exterior
Menos agresiva que la practicada por Trajano, Adriano intenta mantener el orden y la paz. Volvió hacia una política de
defensa armada, a la práctica de acuartelamientos en las fronteras las cuales se convertirán en auténticas fortalezas.
Ante la negativa de determinadas zonas de proveer sus hombres para la formación de tropas auxiliares y legiones, hizo
que éstas se tuviesen que formar con hombres procedentes de la misma región de acuartelamiento de las tropas. La
epigrafía nos enseña que en el caso de Hispania la mayoría de los hombres reclutados para estas tropas eran originarios
del NO. El exercitus hispanicus tuvo gran prestigio dentro del reinado de Adriano, tal y como nos arroja la epigrafía.
Adriano no tuvo hijos. En un principio adoptó como sucesor a Lucio Elio César, pero la muerte de éste hace que
finalmente sea nombrado heredero, previa adopción, Tito Elio Adriano Antonino, hombre ya maduro.
Bajo su reinado predomina la paz. Roma estaba sólidamente protegida por las
fronteras, la economía garantizaba que en todo el Imperio se pudiese respirar
tranquilidad. Pero este equilibrio general entrañaba un grave peligro: el estancamiento
del Imperio será lo que a la larga, geste la crisis que lo azotará en los últimos decenios
del siglo.
El protagonismo hispano sufre un fuerte descenso. Hay hispanos importantes en la administración romana; pero ya son
los descendientes de aquellos hispanos llegados a Roma con toda la fuerza de su nueva savia y poder de iniciativa.
Siguen aquellas viejas familias dando senadores a Roma. Pero ya no asistimos a la llegada masiva a Roma de homines
novi hispanos.
Siguen las unidades auxiliares hispanas prestando sus servicios en Mauritania, en Oriente, o en el limes danubiano.
Pero tampoco parece que se recluten unidades de nueva formación procedentes de Hispania; y, quizá, estas unidades
de origen hispano cubran sus bajas con reclutas de las localidades en que prestan sus servicios. Se acusa un claro
descenso de interés en las prácticas del culto imperial. Al igual que la labor de reparación de vías.
Política interior
Las últimas conquistas de importancia, y con ellas la posibilidad de obtener
botines con los que sanear las arcas, ocurrieron bajo Trajano. El estancamiento
producido por los sucesores de Trajano hace que comience a aflorar una crisis que
afectará de forma importante la estructura imperial.
Para hacer frente a los gastos militares, continuos por la política defensiva de los
emperadores, y a la cada vez más extensa burocracia; el Estado se ve obligado a
subir los impuestos. Quienes cargan con estas subidas son las ciudades imperiales
y por ello muchos deciden trasladarse a vivir al mundo rural, huyendo esta carga.
Comienza un proceso de ruralización que se acentuará en los siglos siguientes.
Marco Aurelio se produce un descenso económico en la Península, que se ha calificado como crisis. Desde los años
160 y 200 d. C. la exportación de aceite bético ha descendido. La caída del precio del aceite pudo ser debida a una
superproducción y competencia por parte del aceite africano que ocupó el primer puesto en el mercado; a los
reclutamientos militares; o a la fuga de capitales y hombres. Desde Trajano se obligó a los senadores hispanos a invertir
1/3 de sus capitales en tierras de Italia para paliar la aguda crisis de la economía itálica. Con esta medida, además de
proteger al campesino itálico que vendía sus tierras a precios elevados, se evitaba el absentismo de los senadores
hispanos; y esto implica que los senadores hispanos trasladasen a Roma los beneficios de su capital hispano.
Ahora bien, más que crisis económica parece que sólo se constata el decaimiento de ciertas ciudades. La aparición de
documentación en las zonas rurales parece indicar que las ciudades habían entrado en un período crítico y que eran
abandonas por las gentes ricas. La decadencia de las ciudades arrastraría la del artesanado y el comercio. Por otra
parte en la zona norpeninsular la producción minera seguía siendo buena.
Política exterior
Marcada por numerosas guerras: contra los partos (161-166) y en la frontera del Danubio (166-180) para frenar el
avance de los germánicos y sármatas. También se registraron conflictos en los limes renano y britano, así como en la
provincia de Egipto.
En Hispania, la Bética y Lusitania sufrieron razzias de gentes mauritanas (mauris) entre los años 171 y 176 d. C.. En un
primer momento se optó por poner la provincia bajo el control del legado de la Citerior, C.Aufidio Victorino. En a
segunda ocasión, el procurador de la Lusitania, Valio Maximiano, logró rechazar el ataque.
En muestra de gratitud por la intervención militar, las ciudades de Itálica y Singilia Barba levantaron estatuas en honor
del emperador. Marco Aurelio designó heredero a su único hijo, Cómodo. Mala elección si analizamos el cruel gobierno
que gestionó.
CÓMODO (180-192)
Hombre al que las fuentes nos describen como cruel, tirano, demente o violento, lo cierto es que
Cómodo aceleró la crisis que se venía gestando desde tiempo atrás. Para hacer frente a la
situación la economía, devaluó la moneda de plata e intentó realizar un control sobre los
precios de los productos alimenticios. Lo único que consiguió con esta acción fue empobrecer
aún más a las clases humildes y generar con ello movimientos de protesta social.
La protesta más importante fue la llevada a cabo por Materno en el año 187 d. C. Al frente de
unas bandas de esclavos y soldados desertores saqueó la Galia y el norte de la Península
Ibérica, hasta el Ebro. La intervención del legado de Aquitania, Pescenio Níger, puso fin al
movimiento.
Es probable que en esta época aparezcan las primeras comunidades cristianas en Hispania. La legión VII Germania
estuvo acampada en la región de Túnez, muy cristianizada desde hacía tiempo y, no resulta extraño que con la llegada
de la legión, que acabó con la amenaza de Materno, vinieran de Túnez algunos cristianos, o bien que algunos
soldados se hubiesen convertido. Aparte del elemento militar, el cristianismo se difundió debido al grupo de mercaderes
cristianos africanos que arribaron a nuestra Península a través del frecuentísimo comercio que unía ambas costas.
CRONOLOGÍA
69-79 Vespasiano
69 La legión VI Victrix abandona Hispania.
70 Vespasiano concede a Hispania el ius Latii.Evacuación de las legiones de guarnición en Hispania.
74 Asentamiento de la legión VII Gemina.
79-81 Tito
81-96 Domiciano
96-98 Nerva
98-117 Trajano
117-138 Adriano
122 Adriano visita Hispania
138-161 Antonino Pío
161-180 Marco Aurelio
170 Incursiones de mauri en la Bética
1 Fundación de dos prouinciae, mandadas por praetores que actuaban como generales de
Tras los éxitos de Escipión en la guerra, siguen una serie de medidas por parte del senado que
principalmente nacen para acomodarse a la nueva situación surgida en Hispania. Escipión debió limitarse a
premiar a los aliados y castigar a los enemigos y, sobre todo, a procurar que las facciones prerromanas
controlaran en adelante los hilos de la política.
Escipión el Africano echó las bases fundamentales de la administración y defensa de Hispania, como ha escrito
Como ya se indicó, después de la batalla de Ilipa, Roma encargó a Escipión de arreglar los asuntos de Hispania y
envió a partir de este momento magistrados anuales para gobernar los pueblos de Hispania. El historiador griego
Appiano (Ib. 37) puntualiza que la costumbre de mandar estos gobernantes comenzó entonces. La Península se
convierte, pues, en una colonia de explotación, como lo prueba que el año 206 principia la conquista de
Andalucía, cuyo objetivo principal serían las ricas minas de plata de Cástulo (Liv. XXVIII 19) y los pozos mineros
abiertos por Aníbal, aún en explotación en tiempos de Plinio (NH XXXIII 96), y que conservaban los nombres de
sus descubridores 169. La creación de las dos provincias se verificó en el año 197 de modo definitivo; quedaban
bajo la autoridad de pretores proconsulares , hasta entonces se encontraban bajo particulares con poder
proconsular (Liv. XXXII 28, 11). Schulten 171 sospecha que la división de las provincias data del año 205, en que
ya aparecen los dos procónsules. En el año 197 se aumentaron los pretores de cuatro a seis. A estos pretores
acompañaban doce líctores, en vez de los seis que seguían a sus colegas de otras partes.
El éxito de Escipión no supuso el fin de las operaciones militares, habida cuenta de los planes del gobierno
de continuar la campaña contra Cartago en África, planes en los que la Península jugaba un papel
determinante como cabeza de puente. El mantenimiento de tropas en suelo hispano era una prioridad, por
encima de cualquier hipotético plan a largo plazo. De nuevo la asamblea de la plebe elige irregularmente a
los responsables de continuar la política en Hispania, otorgando imperium proconsular a Cornelio Léntulo y
Manlio Acidino, ninguno de los cuales había desempeñado magistraturas superiores. Esta situación se
prolonga hasta el 198 a.C. Una consecuencia de estas irregularidades fue la denegación del triunfo a todos
ellos, habiendo de contentarse con la menos solemne ovatio.
Lógicamente, en el avance y evolución progresiva de las instituciones romanas locales hacia nnuevas modalidades capaces de
adaptarse al nuevo sistema territorial, Roma –y aunque nos detendremos en detalle en la cuestión en posteriores lecciones– hizo
gravitar el control de la prouincia primero en un quaestor y, sobre todo, en un praetor, designados ambos, lógicamente, por el
Senado. Junto a sus prerrogativas, la administración descansaba sobre el sistema ciudadano, que establecía un complicado
sistema jerárquico de ciudades y, por tanto, de ciudadanías, de iura gentium.
Designado, como se ha dicho, por el Senado, contaba con las siguientes prerrogativas:
1 Como máxima autoridad militar, el praetor (o consul/proconsul) era el encargado de dirigir el reclutamiento de
tropas y vigilar las fronteras.
2 Dada la dimensión económica de la conquista, el gobernador solía ser el supervisor no sólo de la recaudación
económica necesaria para sostener la conquista sino también para garantizar una efectiva y apropiada explotación
de los recursos del territorio. Para estas tareas se apoyaba, como es sabido, en la figura del quaestor prouinciae, de
notable importancia.
3 El praetor, además, era el responsable –especialmente– de la administración de justicia lo que –unido a su poder
militar al frente del número de legiones que en cada caso estimase el Senado– le convertía en un magistrado cum
imperio.
4 Aunque estaba acompañado de un –a medida que avance la conquista y el tiempo más creciente– número de
praefecti y funcionarios auxiliares, muchas veces el praetor hacía descansar parte de su labor en la elite indígena
local dando lugar a la forja de clientelae político-económicas de gran importancia como arma de conquista.
En el 197 el número de pretores pasó de cuatro a seis y a dos de ellos les tocó, por sorteo, el gobierno de
las provincias hispanas, lo que supuso la regularización de la situación que se había iniciado con la guerra.
Esto ya había ocurrido en el pasado: cuando tras la Primera Guerra Púnica Roma comenzó a controlar Sicilia,
sólo se elegían dos pretores, el urbanus y el peregrinus. Entre las competencias o provinciae de éste último
estaba la supervisión de estos territorios.
Catorce años después se aumentó el número de pretores a cuatro para que dos de ellos pudieran hacerse
cargo de los territorios de Sicilia y Córcega-Cerdeña, donde la dominación romana era permanente. Fue así
como el término abstracto provincia pasó de tener el significado competencia a concretarse en el de “zona de
intervención militar”.
La figura del pretor había aparecido en el año 367 a.C. asumiendo una de las funciones de los cónsules, la de
administrar justicia. Al pretor urbanus, que se encargaba de administrar justicia entre los ciudadanos, se le
añadió con el tiempo el peregrinus, que se encargaba de los asuntos entre romanos y extranjeros. Los pretores
provinciales, sin embargo, no tenían como principal función la administración de justicia, sino el ejercicio del
imperium (mando militar y civil) en los territorios extraitálicos.
Roma había hecho suyos los territorios que otrora controlaran los cartagineses. El control indefinido de las
costas mediterráneas de la Península añadió un nuevo espacio de protección frente a un hipotético ataque
cartaginés al estado, ya protegido por el cinturón insular formado por Sicilia, Córcega y Cerdeña. Esa
exigencia de seguridad descartó la posibilidad de crear una única provincia, configurando los territorios
peninsulares como dos provincias distintas.
El término procónsul es el título oficial que indica la naturaleza del imperium que tenían los gobernadores
provinciales. El de pretor alude sin embargo a la magistratura para la que habían sido elegidos. El término
de propretor, por último, se utilizaba cuando al magistrado se le prorrogaba el imperium más allá del año de
su elección.
A pesar de que los gobernadores contaban con el máximo imperium dada la importancia de su actividad
militar, a veces el senado consideró necesario enviar a la Península a uno de los cónsules, en ocasiones
especiales de guerra. También fue frecuente prolongar el mandato de los pretores un año para darles
tiempo suficiente a emprender sus campañas militares.
Se desconoce si los pretores enviados en el 197 con imperium proconsular tenían el encargo de delimitar las
fronteras de las dos provincias. El dominio romano se extendía por la franja costera mediterránea, los cursos
medio y bajo del Ebro y el valle del Guadalquivir. Si las fronteras se trazaron, desde luego no fueron
respetadas, debido a las necesidades de la campaña. El límite interprovincial parece que fue el río
Almanzora, entre Carthago Nova y Baria, frontera que, si bien estaba bien delimitada en la costa, se
difuminaba hacia el interior. En general, y hasta la definitiva delimitación de fronteras de Augusto, el sur y
oeste se consideraba parte de la Ulterior y el Norte y Este de la Citerior.
Se desconoce si las provincias contaban desde el 197 con unas leges provinciae, aunque no parece probable,
dada la difusa delimitación de las fronteras.
Eran éstas las leyes en las que se registraban las comunidades de la provincia y se establecían sus deberes
y derechos. Inicialmente, el gobernador redactaba una disposición transitoria, la redactio in formam
provinciae, que probablemente si se produjo entonces, dando forma a los mecanismos que ligaban Roma a las
comunidades, ya trazados mediante los pactos de Escipión.
La obra de Catón se inserta en la afirmación de la política emprendida por el senado a partir del 197,
cuando decide mantener una ocupación permanente en la Península y enviar dos pretores y que, lejos de
intentar una pacificación y delimitación de fronteras, se deshace en arbitrarias campañas, como escenario de
las batallas donde la clase política intentaba conseguir botín y fama.
La obra de Graco
Lógicamente, durante el período de guerras ininterrumpidas que se extiende entre el 155 y la caída de
Numancia, la ocupación principal de los gobernadores siguió siendo la guerra y medidas de carácter
administrativo o judicial fueron la excepción. Tras la caída de Numancia sabemos por Apiano que Roma
envió una comisión para organizar los territorios. Es de suponer que el resultado del trabajo de sus miembros
se plasmara en documentos jurídicos que sirvieran para el gobierno posterior. Podemos suponer la separación
entre ambas provincias en esa época, que pasaría por la parte oriental de Sierra Morena, la sierra de
Almadén, luego hacia el norte cortando el Tajo hacia Toledo, oeste de Ávila y nuevamente al noroeste,
entre los ríos Tormes y Duero hasta la confluencia de los mismos. Seguramente no existía límite entre las
provincias más allá del Duero, ya que por entonces los romanos aún no se habían atrevido a explorar las
tierras de cántabros y astures.
DE PROVINCIA A PROVINCIAE
CIVITATES IN PROVINCIA
Ya vimos que en la conquista de Italia, Roma había ensayado algunos sistemas de integración ciudadana que después
extendería –más pronto o más tarde– a todo su Imperio territorial. En las prouinciae, al menos en esta fase inicial, Roma
empleó los siguientes procesos de política cívica y de ius gentium (“ciudadanía”).
1 Cuando una tribu o ciudad era conquistada cabían dos opciones. Si había opuesto demasiada resistencia a Roma
(caso de Cartago, p. ej.) su territorio era arrasado y sus tierras entregadas al ager publicus; si su resistencia no había
sido muy grande se veía obligada a pagar anualmente un tributo a Roma, configurándose las denominadas ciuitates
stipendiariae; si se había rendido se asistía al proceso denominado de deditio por medio del cuál se fundaba para los
indígenas una ciudad –generalmente también stipendiaria– propia (caso de Gracchurris en Hispania, p. ej.).
2 Roma también firmó en ocasiones pactos con comunidades indígenas que le prestaron auxilio –normalmente en forma
de tropas y de formas de abastecimiento para el ejército–. Ese pacto –amparado en el foedus romano– formaba lo
que llamamos ciuitates foederatae, que, por tanto, estaban “protegidas”, por así decirlo, por Roma.
Lógicamente, estas políticas de ciudadanía orientadas a integrar a los indígenas en la órbita organizativa y jurídica de Roma
convivían con la fundación (deductio) de coloniae pobladas con colonos itálicos ciudadanos de Roma (caso de Carteia,
Valentia o Bruttobriga en Hispania, p. ej.) y con la promoción –más tardía– de las comunidades indígenas a municipia de
derecho latino (caso de Cascantum, p. ej., en Hispania).
Si bien entre los años 133 y 82 a.C. la actividad principal de los pretores continuó siendo la guerra,
comienzan ya a detectarse noticias de que dedicaban cada vez más tiempo a las funciones administrativas,
a lo que contribuyeron principalmente dos factores:
En el período comprendido entre la dictadura de Sila y el fin de la República, el naciente carácter provincial
de Hispania se irá precisando aún más, ayudado por la legislación provincial silana. El dictador pretendía
poner límites a la magistratura provincial, para lo cual aumentó el número de pretores hasta ocho de modo
que los diez magistrados (los pretores y los dos cónsules) pudieran hacerse cargo de las nueve provincias, tras
cumplir con sus obligaciones en Roma, como propretores y procónsules que, en el caso de las hispanas, tenían
imperium proconsular. Además
de aumentar el número de magistrados para impedir situaciones irregulares (privatus como gobernadores), se
pusieron en marcha otras disposiciones para definir con precisión las competencias de aquellos, destinadas
sobre todo a impedir la creación de ejércitos personales.
Lo paradójico es que el encorsetamiento a que se vieron sometidos los magistrados provinciales por las
disposiciones de Sila terminó provocando la destrucción de la República, ya que obligó a otorgar imperia
extraordinarios para solventar los problemas graves de política exterior. Pompeyo, César y los triunviros
acumularon poder sobre grandes extensiones de territorio que obligó a inventar una figura nueva, los legati
cum imperium, lugartenientes con poderes extraordinarios en los que se delegaba el gobierno de las
provincias.
En Hispania, la primera alteración de los procedimientos silanos se produjo durante la guerra sertoriana, con
el envío de Pompeyo en el 77 como privatus con imperium proconsular. Más tarde, en el 67, de nuevo se le
otorgaron poderes extraordinarios para la erradicación de la piratería en el Mediterráneo, lo que supuso
que en Hispania dos legati se encargaron de la vigilancia de las costas peninsulares.
Entre el 65 y el 56, Pompeyo asegura las clientelas ganadas en Hispania mediante la colocación de personas
de confianza en el gobierno provincial. A partir del 55, la lex Trebonia dio a Pompeyo el gobierno indiviso de
las provincias de
Hispania hasta el comienzo de la guerra civil, en el 49, lo que de nuevo significó la presencia de legados en
los que descansó el poder. Este sistema fue usado asimismo por César, una vez vencidas las tropas enemigas
en la batalla de Ilerda, y por los triunviros, primero Lépido y luego Octaviano, en los que recayó la
responsabilidad provincial. Por lo tanto, cuando se produce la reorganización del Estado de Augusto, el nuevo
régimen provincial (administración mediante legados del emperador) no supone para Hispania novedad
alguna.
EL GOBIERNO PROVINCIAL
Inicialmente eran los cónsules quienes presentaban al senado el tema del reparto de las provincias, que se
realizaba por sorteo. Ese sorteo se podía manipular.
En el período de las guerras celtíbero-lusitanas, se suscitó una agria polémica entre los cónsules para obtener
el gobierno de la Citerior, que era la provincia con más perspectivas para obtener botín y gloria. Una ley del
123 vino a arreglar esto adelantando el reparto de las provincias a la elección de los cónsules.
Como todas las magistraturas en época republicana, la pretura duraba un año, pero existía la tendencia a
prorrogarla otro año más. Esto estaba justificado por los retrasos que las distancias y los imprevistos
ocasionaban a la llegada del gobernador a su provincia y la dificultad para llevar a cabo las campañas
militares durante el invierno.
El pretor recibía los recursos económicos necesarios para cumplir su cometido. Además del stipendium o paga
del ejército, las cantidades para su estancia y la de su séquito. También las comunidades contribuían a los
gastos. Y por si esto fuera poco, era costumbre que los indígenas expresaran su agradecimiento mediante
regalos, fácilmente convertibles en dinero.
Las posibilidades de enriquecimiento eran múltiples, sobre todo si tenían éxito en las campañas militares. Las
riquezas acumuladas servían tanto para incrementar la fortuna personal como para aumentar su gloria y
dignitas, mediante concesiones al erario público y la realización de juegos o construcción de monumentos.
Además, el reparto de donativo entre los soldados era un magnífico recurso de ampliación de clientela. Las
capitales de las dos provincias fueron Corduba y Tarraco, si bien los gobernadores también residieron en otras
ciudades, como Urso, Castulo y Gades.
El cuestor
Se sabe poco del equipo que acompañaba al gobernador, aunque no debía ser muy numeroso. El quaestor,
elegido por el pueblo, se encargaba principalmente de la administración de las finanzas en la península, si
bien a menudo tenía otras funciones por delegación del gobernador. Apenas se conoce una decena de
cuestores en un período de doscientos años, como son los casos de Tiberio Sempronio Graco en la Citerior o el
propio César en la Ulterior.
Otro personal
Los oficiales del ejército (legati, tribuni y praefecti) a veces recibían el gobierno de una guarnición en ciudades
que requerían de un control especial. Los prefectos también eran utilizados para tareas de recaudación de
impuestos y funciones judiciales. La cohors praetoria era un reducido grupo de funcionarios: escribas,
pregoneros, alguaciles y los lictores o guardia de corps. Asimismo, las fuentes mencionan una cohors amicorum,
consejo privado de civiles mantenidos por las arcas públicas.
En época republicana puede decirse que el gobernador gobierna pero no administra. Las competencias del
gobernador eran, en primer lugar, el ejercicio del imperium militar: impedir levantamientos contra Roma,
acabar con los disturbios, etc. En resumen, conseguir que se garantizara la explotación económica de la
provincia.
Esta obligación implicaba el mantenimiento de unas fuerzas militares financiado con los impuestos e
indemnizaciones a que se obligaban a las comunidades indígenas. En este sentido, los gobernadores gozaban
de amplios poderes en materia de finanzas, pudiendo crear o anular los impuestos que considerasen
necesarios. Junto a la actividad militar y fiscal, el gobernador debía organizar el territorio provincial,
distribuir y mantener las fuerzas militares, establecer vías de comunicación y extender la red de relaciones con
los indígenas.
La fiscalidad provincial
El impuesto ordinario pagado por las provincias era el stipendium, nombre que aludía a su destino: el pago de
las tropas. Inicialmente se obtenía del botín, aunque en algún momento entre Catón y Graco se introdujo como
impuesto de cuantía fija. El cuestor era el encargado tanto de la recaudación de estos impuestos como de
convertir en dinero tanto el botín como los prisioneros de guerra (esclavos), mediante su venta a los
negotiatores y redemptores, hombres de negocios privados que solían acompañar a los ejércitos.
Además del stipendium, parece que existió un impuesto del cinco por ciento sobre la cosecha del grano,
convertible en moneda. Los gobernadores podían abusar del mismo interviniendo en el precio del grano para
aumentar sus ganancias.
A partir del 123, se extendió la norma de encargar la recaudación de impuestos a los publicani, hombres de
negocio, generalmente caballeros, que alquilaban al gobierno por una suma global su recaudación. Al Estado
le convenía esta situación dada la anualidad de los magistrados y la precariedad del aparato administrativo.
Por supuesto, los gobernadores podían decidir contribuciones extraordinarias con la excusa de las campañas
militares, así como especular con los artículos susceptibles de tributación.
El objetivo era allanar el camino a los recaudadores de impuestos, pero sin llegar a abusar de los
provinciales. Roma permitió en parte el uso de los derechos nacionales, en especial en aquellas comunidades
en los que existían instituciones consolidadas. Con el ejercicio del poder romano, se fueron constituyendo unas
normas, emanadas del edictum del gobernador con los que establecía los criterios relativos al ejercicio de su
jurisdicción durante su mandato y distintas tanto del derecho romano como del peregrino.
Los provinciales tenían poca defensa frente al poder del gobernador, que no era representante sino
encarnación del gobierno, pero sin estar mediatizado como en Roma por un colega o un tribuno de la plebe
que pudiera poner freno mediante el veto a sus acciones contra los provinciales. Se crearon en el 149 unos
tribunales de concusión a los que podía ser llamado el gobernador al término de su mandato, pero dado que
la acusación del delito debía ser hecha por el patrono de la provincia, que era otro senador, estos tribunales
se convirtieron en simples palestras del juego político, muy alejados del objetivo perseguido con su creación.
Para el sector responsable de la clase dirigente romana, las provincias suponían la obligación moral de
resolver las tareas administrativas y atender al bienestar de los provinciales. A pesar de la parquedad de las
fuentes, conocemos algunas iniciativas dirigidas a obtener una pacificación real mediante la mejora de las
condiciones de vida de los indígenas. El problema principal era la necesidad de tierras y a menudo los
gobernadores usaron esa necesidad tanto en su objetivo de pacificación como para organizar trampas con
fines de represión. A veces las concesiones de tierras estaban coligadas a la fundación de centros urbanos. Las
intervenciones sobre la propiedad de la tierra eran a menudo un expediente utilizado para premiar o
castigar a las comunidades según su actitud.
Fuera de estas iniciativas hay dos que merecen atención: la prohibición de Craso a los habitantes de Bletisa
(Ledesma, Salamanca) de realizar sacrificios humanos y la abolición en Cádiz por parte de César de la
costumbre de quemar vivos a los criminales. Al ser dos casos aislados, se desconoce hasta qué punto podrían
generalizarse, pero podemos suponer que el gobernador se preocupaba de intervenir en las costumbres y el
derecho indígenas.
La función judicial
El gobernador tenía por costumbre realizar un recorrido por su provincia al menos una vez durante su
magistratura, dejándose ver con un buen número de soldados como medio de conservar la fidelidad de los
provinciales. Esas ocasiones eran muy adecuadas para la administración de justicia, de manera que
desarrollaron la costumbre de reunirse con los ciudadanos romanos y los indígenas en lugares determinados. A
esas reuniones se les llamó conventus (reunión de individuos) y se realizaron en las principales ciudades de las
provincias: Corduba, Hispalis y Gades en la Ulterior y Tarraco y Cartago Nova en la Citerior. A finales de la
República, el término adquiere el significado de distrito geográfico.
El patronazgo romano
La extensión del poder romano en las provincias no corresponde tanto al Estado en abstracto como a los
conquistadores-gobernadores de dichas provincias, que son quienes realmente hacen y deshacen casi a su
antojo. Los indígenas no tratan, por tanto, con el Estado, sino con los hombres concretos que tienen frente a
ellos, de ahí que las dotes personales de los mismos sean la base fundamental de la influencia que se llegue a
tener sobre la población autóctona. Y dicha influencia no sólo contribuye a atraerlos hacia Roma, sino que
principalmente era causa de la extensión de la propia influencia de la familia a la que pertenecía el caudillo,
creando ámbitos de influencia dinásticos con los que los indígenas ya estaban familiarizados (fides y devotio) .
Un patrono suponía muchos beneficios: reparto de tierras, pacificación entre las tribus, concesión de
ciudadanía… Como consecuencia la lealtad al nombre del patrono se daba durante generaciones, con las
consecuencias que ello conllevaba en situaciones como la guerra civil.
Conservadurismo e innovaciones
La reorganización que César tenía previsto llevar a cabo en el estado romano y su imperio la terminó
llevando a cabo Augusto tras la muerte de aquel. Su programa se basó en un gran respeto hacia la antigua
constitución republicana al mismo tiempo que introducía un elemento revolucionario: su propia posición como
suprema instancia política y la del ejército.
Por lo que respecta a la administración, el Principado iniciado con Augusto supuso un compromiso entre las
formas de gobierno republicanas y la esencia monárquica de ese nuevo régimen. El compromiso en el sistema
provincial estuvo fuertemente desequilibrado en beneficio del emperador, que necesitaba crear un sistema de
administración eficiente para soportar el imperio.
Política provincial
El imperio no era unitario, ni en su estructura económico-social ni en su nivel cultural, así que la primera tarea
consistió en modificar los ámbitos provinciales para lograr la homogeneización, eliminar las bolsas aún no
sometidas dentro de los límites y fijar el marco de competencia de los órganos administrativos. Dada la
magnitud del imperio y la dificultad de control de un gobierno central, se siguieron respetando las
constituciones tradicionales de las comunidades sometidas, pero al tiempo que se fomentaba el desarrollo del
ordenamiento ciudadano de las mismas según esquemas romanos. Por tanto, la organización provincial desde
Augusto descansa en dos pilares: la administración central, constituida por los magistrados y funcionarios, con
las mismas funciones que en época republicana y el desarrollo progresivo del ordenamiento ciudadano de
tipo romano.
El nuevo principio sobre el que se fundamenta la división provincial estaba en el hecho de que el princeps
asumía el control de las regiones aún no pacificadas (provincias imperiales) frente a aquellas en las que no
era preciso mantener tropas (provincias senatoriales). Esto no significa que el emperador gobernase unas y el
senado otras, sino que el emperador daba a los gobernadores de sus provincias una lista de instrucciones
(mandata), pero tanto el emperador como el senado emitían normas de aplicación en ambos tipos de
provincias.
Los gobernadores eran todos senadores, pero el princeps intervenía, más o menos explícitamente, en la
designación de la mayoría de ellos. Cierto es que los legados imperiales ejercían su función en las regiones
más salvajes y peligrosas, pero el emperador gobernaba realmente, mientras que los senadores de las otras
provincias estaban limitados por la duración de sus mandatos y la presencia de funcionarios nombrados por el
emperador.
El desarrollo de la organización provincial durante los dos siglos siguientes supuso la convergencia entre los
dos elementos desiguales que poblaban el imperio: ciudadanos y súbditos. Este proceso finaliza cuando en el
212 d.C. Caracalla otorga la ciudadanía a todos los habitantes del imperio.
A finales de la República, la división provincial de la península era claramente artificial, lo que se apreciaba
principalmente en la Ulterior, donde existían dos zonas claramente diferenciadas: la zona sur del
Guadalquivir, antiguo escenario de una amplia colonización y con una estructura social casi urbana y gran
extensión de la ciudadanía romana, y el territorio al oeste, que era justo lo contrario. Augusto decide,
probablemente en torno al 13 a.C., dividir la Ulterior en dos provincias, separadas por el Guadiana, la
Baetica y la Lusitania. La primera fue adscrita al senado, mientras que Augusto se reservó la Lusitania y la
Citerior. Los territorios recién conquistados en las guerras cántabro-astures fueron repartidos de manera que
los cántabros fueron adscritos a la citerior y los astures y galaicos a la Lusitania.
Pocos años después tiene lugar un nuevo cambio en las fronteras entre provincias, pasando a la Citerior tanto
las tierras de la Lusitania al norte del Duero como las de la Bética pertenecientes al alto Guadalquivir y el
Mediterráneo. Augusto debía estar buscando con esta operación un doble objetivo: agrupar tanto los distritos
mineros importantes como la totalidad de las fuerzas de Hispania, que estaban en Cantabria, Asturia y
Gallaecia, bajo un mismo mando. Con este nuevo reparto quedaban las fronteras provinciales delimitadas de
forma estable. Las capitales quedaron establecidas en Emerita Augusta, Corduba y Tarraco.
Las provincias, especialmente la Citerior, eran territorios demasiado extensos para una adecuada
administración, lo que ocasionó que poco a poco se fueran creando unidades administrativas más pequeñas.
La primera de las mismas fue la diócesis, que se aplicó sólo en la Citerior, dividiéndola en tres distritos,
Gallaecia- Asturias, Cantabria y el resto, y siendo encomendadas a legati dependientes del gobernador.
Probablemente las funciones de los mismos, particularmente las de los dos primeros, fueran de carácter militar,
lo que se justifica con el hecho de que con la desmilitarización del norte peninsular, la división en legaturas o
diócesis dejara de existir dejando paso a la división en conventos, que se mantuvo a lo largo del imperio.
Las nuevas divisiones que surgen al amparo de una administración más estable una vez pacificadas las
regiones del norte buscaban mejorar la eficacia en la relación entre el gobierno y los administrados,
especialmente en la administración de justicia. Tras la institucionalización de los conventus de la República
tardía (que pasaron a estar acompañados del término iuridicos para subrayar su carácter de lugares de
administración de justicia), terminaron por fijarse los límites correspondientes a cada distrito y considerar como
capitales conventuales de los mismos las ciudades donde habían venido celebrándose las reuniones. La tabula
Loegeiorum atestigua estas divisiones ya en época de Augusto, aunque sin precisar su alcance ni contenido.
EL GOBIERNO PROVINCIAL
Augusto no altera los cuadros republicanos sociales ni sus estamentos superiores, sino que delimita férreamente
su participación en la vida pública. Los cargos principales los siguieron ejerciendo los senadores, como en
época republicana, con la salvedad de que ahora tenían por encima la figura del emperador, cuya voluntad
era ley. También el orden ecuestre fue ampliamente utilizado por Augusto como fuente de funcionarios
directamente dependientes de él.
El gobierno de las provincias fue encomendado al orden senatorial. En las devueltas al senado se mantuvo en
la elección de gobernantes la aplicación de las viejas normas: senadores que hubieran cumplido la pretura,
elegidos al azar y por un período de un año. Recibían el título de procónsules y, aún disponiendo del imperium
y la potestas para ejercer el poder, en la práctica su actividad quedaba reducida a la administración civil y
la impartición de justicia. Los asistía un oficcium: legados y un cuestor con imperium propretorial. El princeps
podía interferir tanto en la jurisdicción, introduciendo reformas en el procedimiento judicial, como en la gestión
financiera, a través de sus agentes o procuradores ecuestres, cuya presencia debía resultar muy incómoda a
los gobernadores.
La presencia de ejércitos en las provincias del emperador hacía necesario que los gobernadores de las
mismas fueran leales, lo que descartaba la elección por sorteo. Augusto volvió a hacer alarde de su habilidad
para el compromiso, ya que si bien haber sido pretor o cónsul seguía siendo un requisito para ser
gobernador, el emperador evitó toda regulación en la elección de los mismos, y la influencia ejercida por
aquel en dicha elección permitía disponer de los hombres adecuados. Por añadidura, el elegido podía ejercer
el encargo del emperador todo el tiempo que éste considerase oportuno. En la práctica el período se
extendía de 3 a 5 años. La base del poder era el imperium, reflejado en el mando de las fuerzas armadas.
También los colaboradores eran distintos, ya que el legatus augusti pro praetore no podía tener otros legados
ni magistrados inferiores, como los cuestores, bajo su mando. En su lugar un conjunto de procuratores o
funcionarios imperiales ejercían las funciones financieras y para el mando de las legiones el legado contaba
con los legati legionis.
Al ser una de las provincias más importantes del Imperio, se prefería para el cargo a senadores de alto nivel,
excónsules, generalmente de procedencia itálica y de viejas familias patricias. Se encargaban de la
construcción y mantenimiento de vías públicas, supervisión de las ciudades, administración de los impuestos,
salvaguardia del orden y mantenimiento del censo, entre otras funciones administrativas. En cuanto a las
funciones judiciales, la extensión del territorio hacia conveniente la presencia de un legatus iuridicus para
ayudarle, cargo para el que se prefería a senadores jóvenes, tanto itálicos como provinciales. Estos eran
hombres de confianza del emperador, a quien podían incluso informar acerca de su superior.
También del gobernador dependían los legati legionis o comandantes de las fuerzas armadas de la provincia
y los prefecti, que cumplían funciones económicas y militares. El resto de funciones, sobre todo las financieras,
eran cumplidas por los procuradores, caballeros que respondían directamente el emperador. Además, el
gobernador contaba con un equipo de subalternos para cumplir las tareas de la administración.
El gobierno de la Lusitania
Dada la menor importancia de la provincia, se confió a senadores de rango pretorio. Por lo demás, las
funciones administrativas y jurídicas eran las mismas que las del gobernador de la Citerior. La provincia no
contaba con tropas de estacionamiento ni es segura la presencia de un iuridicus.
El gobierno de la Bética
Como provincia senatorial estaba gobernada por un procónsul elegido por sorteo entre senadores que
hubieran sido pretores y que ejercía su cargo por un año.
Contaba para sus funciones con un legatus proconsulis y un quaestor para ayudarle en las funciones judiciales y
financieras respectivamente.El emperador contaba con numerosos métodos de control en la provincia,
comenzando por la posibilidad de intervenir en el nombramiento y siguiendo con el control que efectuaba a
través de sus procuradores. Además, los provinciales podían expresar quejas y apelar ante el emperador
contra las sentencias pronunciadas por el gobernador. Dado lo apetecido que resultaba el gobierno de una
provincia rica y urbanizada como la Baetica, no fueron pocos los gobernadores acusados de corrupción.
Una innovación imperial fue la creación de concilia o asambleas provinciales anuales que, si bien nacen para
rendir culto al emperador y su familia, alcanzaron un gran papel político, mediante el uso que hicieron de su
capacidad de elevar ante el emperador quejas sobre la gestión del gobernador. Las ciudades de la
provincia estaban representadas en la asamblea por medio de diputados elegidos de entre las oligarquías
locales.
Las guerras de la Península eran de unas características tan peculiares que los casos de mando ejercido durante varios
años, y contra la costumbre de prolongarlo a los procónsules y propretores por un año o a lo sumo dos, no fueron sólo los
de Cn. Escipión y su sobrino: P. Cornelio Léntulo y L. Manlio Acidino retuvieron el gobierno, respectivamente, durante cinco
años (205-201) y seis (205-200). Esta prolongación del mando
se registra fuera de Hispania también, pues M. Claudio Marcelo gobernó Sicilia casi nueve años (216-208), y Flaminio,
Grecia, durante cinco años (198-194). La casi totalidad de los pretores, entre los años 199 y 179, tuvieron el mando
prolongado un año 172.
Se concedió el mando a simples particulares con poder proconsular: P. Cornelio Escipión, C. Léntulo, L. Manlio Acidino, C.
Cornelio Cetego, Cn. Cornelio Blasio, L. Estertinio. En circunstancias especialmente desfavorables Roma envió cónsules al
frente de las provincias, como en el año 195 a Catón; durante las guerras lusitanas y numantinas se mandaron cónsules, a
partir del año 153, a la Provincia Citerior y desde 145 a la Ulterior. El año 132, después de la caída de Numancia, el
Senado envió una comisión compuesta de diez hombres (ya años antes, en 140 a.C. había venido otra comisión del
Senado para hacer la paz con los celtíberos (App. Ib. 79)) para organizar la conquista (App. Ib. 98, 99), que todavía en
los años que gobernaba Tito Didio se encontraba acá (App. Ib. 100). Otras comisiones de diez miembros aparecen con
idéntico fin fuera de Hispania en el siglo I a.C. durante la guerra con Mitridates en el año 67, para ordenar Asia, y en el
64 una segunda para reglamentar la colonización.
El año 98 a.C. vuelve a haber un cónsul en Hispania, T. Didius, que atacó a los celtíberos, y en el año 93 a.C., C. Valerio
Flacco. En el año 76 a.C. los cónsules no se atrevieron a venir acá a luchar contra Sertorio y se aceptó la oferta de
Pompeyo, a pesar de que no había sido ni pretor, ni cónsul, y le mandaron como pro consule, o pro consulibus según la
expresión de Filipo (C. Nep. De vir. ill. 77, 4).
En el otoño del año 47 a.C. se nombró a Lépido en la reunión de los triunviros procónsul de Hispania entera y de la Galia
Narbonense para el año 42. Lépido permaneció en Roma y gobernó a través de sus legados. En el año 27 a.C. se
repartieron las provincias entre Augusto y el Senado. A Augusto se le asignó la Tarraconense y Lusitania; el Senado
recibió la Bética. La Lusitania, que hasta esta fecha formaba parte de la Ulterior, se dividió en dos partes. La zona al
norte del Duero se juntó a la Citerior, y la parte al sur del Duero constituyó una provincia propia (Str. III 4, 20). Según
escribe este autor, la Bética la gobernaba un pretor, asistido por un cuestor y un legado. En Lusitania, Augusto envió en su
representación dos legados, uno pretoriano y el otro consular. Un legado asistía al pretoriano, éste estaba encargado de
la administración de la justicia. El resto de la Península se encontraba bajo la autoridad de un legado consular, a cuya
orden se encontraban tres legiones y tres legados. Uno de ellos, con dos legiones, vigilaba a los galaicos. La cordillera
cántabra y los Pirineos estaban bajo la inspección del segundo legado y de la tercera legión. El tercero administraba la
Celtiberia y las orillas del Ebro.
El prefecto, como se dijo ya, administraba justicia en Carthago Nova o en Tarragona; durante el verano recorría la
provincia en viaje de inspección (Mela II 6; Plin. NH III 7).
En el año 68 a.C. (Suet. Caes. 7) se citan ya los conventus de la Bética, que son las divisiones de las provincias para la
administración de la justicia, que en tiempo de Augusto (Plin. NH III 7) eran cuatro: el gaditano, el cordubense, el astigitano y
el his- palense. La Tarraconense tenía siete conventus: cartaginense, tarraconense, cesaraugustano, cluniense, asturicense,
lucense y bracaraugustano (Plin. NH III 18). La Lusitania comprendía tres conventus: pacense, escalabitano y emeritense (Plin.
NH IV 17).
Roma, siguiendo las experiencias del mundo griego, que concebía al Estado – Polis – como forma de organización política
y social constituido por una comunidad limitada tanto en el espacio como en capacidad humana, creará una organización
política y territorial sui generis concebida como suma de ciudades-estado.
La municipalización de Italia
Un elemento principal en este proceso fue el concepto de “populus Romanus”, concebido desde un principio como político y
no étnico, y en consecuencia susceptible de extenderse más allá de cualquier límite nacional. Ello se consiguió mediante el
otorgamiento de la ciudadanía romana a las elites locales, que quedaban socialmente incorporadas al estado romano y
con amplias posibilidades de promoción en la organización imperial. Esta promoción social se combinó con un proceso de
urbanización de las respectivas comunidades bajo unos principios de organización jurídica unitaria: su transformación en
municipia. Ciudadanía, urbanización y municipalización serán un medio de dominio, raíz de la extraordinaria fortuna
del régimen imperial romano;
• por otra parte la incorporación de esta aristocracia al cuerpo político romano será la mas firme garantía de
la adaptación de las comunidades a las directrices del estado hegemónico.
Este proceso desarrollado en Italia durante el siglo I a.C. condujo a la total municipalización de la península itálica.
El sistema de dependencia se impondrá lentamente adaptándose a las circunstancias de cada momento y bajo el
principio fundamental de la autonomía de las comunidades sometidas, y con ella el mantenimiento de sus instituciones
político-sociales, en cuanto no representaran un peligro para la estabilidad de la soberanía romana.
No obstante para el funcionamiento de este rudimentario sistema era necesaria la existencia previa de comunidades
desarrolladas que pudieran cumplir efectivamente su autonomía de administración. La tradición urbanística de Sicilia
permitirá allí su aplicación desde un principio pero ello no será posible de igual manera en la Península Ibérica.
Durante los primeros años la política exterior romana se conformó con asegurar su autoridad sobre el ámbito incluido en
la esfera de sus intereses. Sin embargo la heterogénea realidad política de los territorios conquistados y la incapacidad
romana para construir una administración estabilizadora, llevarán a un estancamiento del gobierno provincial y de la
dirección de campañas bélicas sobre las fronteras occidentales de las dos provincias hispanas.
No será hasta que se produzca la cruenta conquista de la Meseta que se produzca un cambio, motivado más que nada
por el convencimiento por parte de las comunidades indígenas de su irreversible subordinación al estado romano. Ello
es debido a que una gran parte de las funciones de la administración provincial necesitaba contar con colaboradores
entre la población indígena, que aceptasen las tareas de la administración en nombre y al servicio de Roma. El camino
consistió en la confirmación a las aristocracias indígenas de sus privilegios económicos y sociales, canalizados ahora al
servicio de Roma.
Por otra parte en este periodo se fundaron un número limitado de ciudades (Gracchuris, Iliturgi, Metellinum…) que
muestra la preocupación del Senado por superar el simple objetivo de un sometimiento sin condiciones basado en la
fuerza.
La ubicación de estas ciudades señala las zonas de interés para la administración romana y su diferente modo de
organización la capacidad de adaptación de los responsables romanos en la aplicación de esta política urbanizadora.
Junto a la fundación de ciudades también se produjo la reorganización de ciudades indígenas (Turris Lascutana), como
puntos de apoyo leales en áreas de avanzadilla y forma de fomentar la vida sedentaria que sirvieran para crear las
bases de una administración estable.
Esta política de urbanización es uno de los escasos ejemplos de verdadera política de administración llevada a cabo por
el estado romano a través de los gobernadores provinciales. En todo caso será un esfuerzo insuficiente y no será hasta el
Imperio en que, a través de una política urbanizadora y de progresiva extensión de la ciudadanía romana, se vayan
desarrollando los soportes necesarios para el ejercicio de la soberanía en el ámbito extraitálico.
Mommsen considera que el único medio eficaz para pacificar y civilizar los pueblos primitivos de Hispania es la
colonización latina en gran escala; pero al principio de la conquista la colonización latina fuera de Italia, punto
fundamental del programa político de los Gracos no entraba dentro de la política romana 56. El establecimiento más
antiguo fundado por los romanos en la Península es Tarragona, según la conocida frase de Plinio (NH III 21): Tarraco
Scipionis opus sicut Carthago Nova punicorum.
Muchos años despuésen tiempo de César, será jurídicamente colonia romana, pero desde su fundación por Escipión, como
ha escrito Almagro, fue una ciudad esencialmente romana 58. La tesis de su fundación por los etruscos, sostenida por
Schulten, es hoy día insostenible. Las murallas responden a un prototipo 60 muy en boga en Italia durante la época
helenística y que alcanza incluso la época augustea, como probablemente en Perugia, según han demostrado las
modernas excavaciones norteamericanas en Cosa. . Tarraco, a pesar de ser un puerto malo (Str. III 4, 7), es la gran
cabeza de puente de la conquista romana, lugar de desembarco y de invernar el ejército romano y residencia de los
pretores, según datos que se aducen más adelante, todo lo cual exigía una ciudad junto al mar, bien fortificada 62.
A Escipión El Africano se debe la creación de Itálica, en el año 206 a.C., para asentar los heridos del ejército (App. Ib.
38) romano de la batalla de Ilipa, ciudad que puso en manos de Escipión toda la Baja Andalucía y le abrió el camino a
Cádiz. Fue declarada colonia después de Augusto. Esta creación de Escipión preconiza los numerosos asentamientos de
tropas que hizo el general romano a lo largo de su vida.
Una lápida recientemente descubierta, publicada por Lachica y bien estudiada en sus conclusiones históricas por Blanco
69, ha dado a conocer un nuevo asentamiento romano, del que no existía noticia alguna, debido a T. Sempronio Graco en
Iliturgi, cerca de Mengíbar, que luego, en tiempos de César, se llamó Forum Iulium (Plin. NH III 10). El mismo general
romano, en el año 179, creó otra fundación romana en Hispania en Gracchurris, la primera ciudad a la que un general
romano, a imitación de Alejandro y de los monarcas helenísticos, dio su nombre; la ciudad, localizada a dos kilómetros al
N.E. de la actual población, está magníficamente situada, pues se encuentra sobre la orilla derecha del río Ebro, entre la
Rioja, Tudela y Calahorra. No se sabe con certeza si Gracchurris recibió una colonia de soldados romanos o una
colonia de celtíberos romanizados, ya que entre los indígenas, para solucionar el problema social planteado, hizo
repartir tierras (App. Ib. 43) el general romano. Sus habitantes nunca recibieron el título de colonia; en tiempos de Augusto
(Plin. NH III 24) era un oppidum de derecho latino; en tiempo de Tiberio las monedas indican su condición de municipium,
quizá otorgada por Augusto. En Gracchurris, como en Córdoba y Carteia, hubo una doble población: la indígena,
peregrina, de Ilurcis y la romana de los colonos.
Carteia es la primera colonia fundada en Hispania y la primera que se creó fuera de Italia, en el año 171. En ella se
asentaron 4.000 individuos que fueron soldados romanos, probablemente ya licenciados, las esposas indígenas de estos
soldados y sus hijos (Liv. XLIII 3,1-4), que enviaron a Roma una comisión con el encargo de arreglar su situación y pedir se
les asignase una ciudad donde habitar, lo que hizo por encargo del senado el pretor de la Provincia Ulterior L. Canuleio,
inscribiendo sus nombres, y a los manumitidos asignándoles tierra, como a los habitantes de la ciudad que lo solicitasen.
Esta colonia gozaba del derecho latino y se llamaría de libertos. Estrabón (III 2,1) escribió que Córdoba es la más antigua
colonia romana, pero la época de su estatuto ha sido muy discutida por los investigadores actuales; así, C. Sánchez
Albornoz se inclina a datar su estatuto en la época de Sertorio, y A. García y Bellido, poco antes del año 45 a.C., quizá
con Cn. Pompeyo. Thouvenot la cree colonia cesariana; P. Bosch-Gimpera y A. Bleye, siguiendo a Schulten 76, sospechan
que esta colonia fue fundada por M. Claudio Marcelo en el año 168 a.C. o en el año 151. En realidad no se sabe cuándo
se fundó, pero debió ser en el siglo II a.C., pues de otro modo no se explica el texto de Estrabón. Augusto asentó
veteranos de sus legiones (II Alauda y X Gemina) que aparecen en las monedas. La ciudad desempeñó un papel
importante durante la guerra civil.
Entre los años 138 y 136 a.C. Bruto (Str. III 3,1) fortificó a Olisipo, en la desembocadura del Tajo, para asegurarse el
paso y llevar las provisiones para sus campañas en el N.O. En la costa levantina la primera colonia fundada por Junio
Bruto, en el año 138, con veteranos de las tropas que lucharon contra Viriato, fue Valentia. En la primera mitad del siglo I
a.C. era ya colonia ciuium romanorum. A. García y Bellido cree, apoyado en una inscripción, que en esta ciudad se
asentaron unos ueteres en tiempo de J. Bruto, y unos ueterani de las guerras sertorianas.
Unos años más tarde se creó un asentamiento que no obtuvo el título de colonia, Castra Seruilia, fundada probablemente
por Q. Servilio Cepión, que gobernó la Provincia Ulterior en el año 139 (App. Ib. 70). Se hallaba cerca de la Colonia
Norba Caesarina .
En el año 123-2 Metelo fundó las colonias de Palma y Pollentia (Str. III 5, 1), sin duda contra los piratas baleáricos que
infestaban los mares, como escribe el geógrafo griego, y contra los que luchó Metelo, retirando 3.000 colonos de
Hispania. Pollentia se excava en la actualidad 80 y ha dado buena escultura romana. A estas colonias quizá se unieran
después gentes suritálicas, ya que aquí aparecen muchas personas
adscritas a la tribu Sergia 82.
En el año 102, Marco Mario, hermano de Cayo Mario, fundó una ciudad cerca del Kolenda, para los celtíberos que
habían servido como auxiliares en el ejército en la guerra contra los lusitanos (App. Ib. 100) y que estarían seguramente
romanizados por ello; la ciudad fue destruida y sus habitantes vendidos por el cónsul T. Didio entre los años 98-94 a.C.
Un asentamiento que no obtuvo tampoco el título de colonia fue Castra Liciniana, citada por Tolomeo (II 5, 6. It. Ant. 438,
5), sobre la vía Mérida a Toledo, fundación debida a P. Craso Licinio, procónsul de la Provincia Ulterior en el año 96 a.C.
Aquí ha aparecido algún documento que indica una temprana llegada de devotos de los religiosos orientales 84.
En la actual Medellín, sobre la orilla izquierda del Guadiana, Q. Cecilio Metelo, cónsul en el año 80-79 a.C., que obtuvo
el triunfo por sus campañas hispanas en el 71, fundó la Colonia Metellinensis probablemente para defensa de esta rica
zona contra los lusitanos del norte del Tajo 85. Durante la guerra sertoriana se conocen otros dos asentamientos creados
por Metelo: Castra Caecilia, no lejos de Castra Seruilia, localizado a 2,5 kilómetros al norte de Cáceres, excavado por
Schulten 86, se edificó en el año 79 y fue destruido por un incendio [en el 78; el segundo asentamiento es Vicus Caecilius,
más al norte del anterior, junto a la Sierra de Gredos.
Por esta misma fecha, 77 a.C., citan las fuentes (Liv. frag. 91) otro asentamiento romano, Castra Aelia, utilizado por
Sertorio como campamento de invierno y que Schulten supone en la desembocadura del Jalón en el Ebro. Pompeyo fundó
por entonces Pompaelo, hermana mayor de la Pompeiopolis de Asia, fundada en el 67, en territorio de los vascones, en
la vía que iba a Aquitania por Roncesvalles, quizá con la finalidad de traer víveres de fuera, cosa frecuente durante la
guerra sertoriana, o de tener un punto seguro de apoyo hacia Aquitania 89 (Plut. Sert. 21. Sal. Hist. II 93). Pompaelo
contribuyó notablemente a la romanización de los vascones, que aparecen muy tempranamente romanizados.
La emigración romano-itálica
El gobierno republicano hubo, además, de atender al problema suscitado por la corriente de emigrantes en que grado
creciente eligió como lugar de residencia estable las tierras peninsulares, Esta emigración era variada, tanto en sus
intenciones como en su extracción social, y venían a Hispania atraídos por sus riquezas minerales y por la situación de
crisis de la pequeña y mediana propiedad que se produjo en el campo italiano desde mediados del siglo II a C. Estos
emigrantes pusieron en valor tierras fértiles de los valles del Ebro y Guadalquivir, siendo la colonización agraria la que
atraiga al núcleo fundamental de la emigración itálica durante la República por encima de las oportunidades que la
industria y el comercio ofrecían.
Estos colonos darán lugar a la creación de centros urbanos, con frecuencia abiertos a los indígenas y de condición
jurídica no muy clara, y frente a la política ordinaria del senado, hostil a una colonización ultramarina, en Hispania no
sólo no se opuso a estos asentamientos, sino que en ocasiones los autorizó e incluso tomó la iniciativa de su creación.
Rostovtzeff ha podido asegurar que Hispania y la Bética fueron las tierras de promisión de la colonización itálica
durante el siglo I a.C. La colonización fue obra de César y de su hijo adoptivo, más del primero que del segundo. Entre las
175 ciudades de la Bética, Plinio (NH III, 2) sólo habla de 9 colonias, 10 municipios romanos y 27 municipios latinos, que
suman un total de 46 ciudades con status jurídico romano. Las restantes serían indígenas, peregrinas, bien inmunes, bien
estipendiarías, bien federadas.
La resistencia opuesta por las ciudades hispanas al dominio romano ocasionó que muy pocas ciudades lograsen la
consideración de foederatae; tres en la Bética, donde Belo se contaban seis ciudades libres y 120 estipendiarías. Es decir,
que cinco séptimas partes de las ciudades béticas eran peregrinas.
El número de núcleos político-administrativos de la Provincia Citerior era de 293, según Plinio (NH III 18- 31). De las 43
ciudades con status jurídico romano, 12 eran colonias, 13 municipios romanos y 18 latinos, es decir que unas tres cuartas
partes eran centros de tipo indígena y 17 tenían un status alcanzado con posterioridad a Augusto.
El proceso de urbanización fue menor en Galia y en África que en Hispania, pues aquí existían más centros urbanos en
un ámbito territorial más reducido. La urbanización estuvo muy desarrollada en la Bética, donde Estrabón (III 2, 1) habla
de 200 ciudades 140, y databa de muy antiguo, como lo indica el mito de Habis (Iust. XLIV 4, 1-14).
El impacto del elemento racial aportado por Roma con la colonización fue de escasa importancia por su afinidad con
los habitantes de Hispania, y su influjo es trascendental en lo cultural. A partir de los primeros momentos de la
conquista, Hispania fue sometida a una colonización sistemática, según Menéndez Pidal de gentes suritálicas (Campania,
Apulia, Brutium, es decir, sammios, sabinos y óseos), venidos en el primer momento de la conquista romana, y una segunda
poco más o menos contemporánea de la concesión de la ciudadanía a los jinetes de la Turma Salluitana} producto de la
política seguida por Sila a partir del año 88; llegarían entonces de Italia gentes oscas y lucanas atraídas por los antiguos
colonos oscos-sabinos, que se mezclarían con los vascones de Jaca, ya bastante romanizados.
El siglo I a.C. fue el siglo de oro de la colonización en el Occidente, ya que el Oriente, como ha escrito Rostovtzeff, se
encontraba arruinado moral y materialmente como resultado:
Se conoce una de estas colonizaciones en gran escala venida de Italia, precisamente durante la guerra civil, y que
alcanzó a César mientras sitiaba a Lérida. Esta colonización ha sido estudiada bien por A. García y Bellido quien calcula
el grupo emigrante en unas 20.000 personas. El Dictador (BC I 51) informa que llegó a su campamento un convoy
custodiado por flecheros rutenos y jinetes galos en número crecido; a este convoy se unió una turba de emigrantes que el
texto calcula en unos 6.000 hombres de baja condición, acompañados de sus esclavos e hijos. Entre ellos venían jóvenes de
buena familia, hijos de ciudadanos romanos, de senadores y caballeros.Se ignora dónde se afincó esta masa de
emigrantes, que confirma la tesis de Rostovtzeff de ser Hispania la región que más atrajo a los colonos durante el siglo I
a.C.
En los años de la conquista debió haber un continuo gotear de emigrantes, aunque de ello no queda constancia en las
fuentes, y administradores, agentes y apoderados de colonos eran los que estaban al frente de las explotaciones mineras.
Hacia el año 200 poseían ya algunos romanos la explotación de las minas de Cartagena, según lo deduce Schulten de
una inscripción en lingotes de plomo (CIL II 6247) de Cartagena. En tiempos de Cicerón (Ph. II 19) el mercurio de Almadén
había pasado a manos de una sociedad romana, encargada de su explotación. Un colono debía ser aquel potentado,
Mario, cuyas minas de cobre fueron conquistadas en beneficio propio por Tiberio (Plin. NH VI 19. CIL II 1001), y los
dueños de la mina Samariense, que rentaba 200.000 libras anuales (Plin. NH XXIV 49), o de la Antoniana, que producía
al año (Plin. NH XXXIV 49) 400.000 libras.
En colonos se debieron convertir gran número de los refugiados políticos venidos a Hispania con motivo de las luchas
civiles durante el siglo I. Su trato con los indígenas contribuyó a romanizarles. Refugiado fue Craso, que en el año 87
a.C., huyendo de las matanzas de Mario y Cinna, se vino acá con tres amigos y diez sirvientes (Plut. Cras. 4) y permaneció
diez meses. Refugiados eran aquellos partidarios de Lépido, entre ellos Perperna, que de Etruria habían pasado a
Cerdeña y de esta isla a Hispania (Sal. Hist. I 83), entre los cuales se formaría el senado de 300 miembros y se
nombrarían los pretores y cuestores (Plut. Sert. 22). Refugiado era también Herennio (Plut. Pomp. 18).
En la guerra civil entre César y Pompeyo, Hispania se convirtió en el refugio de los pompeyanos. El propio Cicerón
pensó en venir acá (Ad Att. VII 18, 2). Después de la batalla de Thapsus llegaron (BH 1) Labieno, Sexto Pompeyo y P.
Attio Varo. Con rumbo a Hispania se embarcaron Escipión Metelo (BA XCVI), Damasipo, Torcuato y Pletorio Cestiano. El
temporal los lanzó a Hipo Regius, donde fueron batidos por la escuadra de Publio Sittio.
Después de la batalla de Actium, al decir de Dión Casio (LI 10), M. Antonio pensó en refugiarse en Hispania, como años
antes lo hicieron los hijos de Pompeyo; para impedirlo se nombró a C. Bebio praefectus orae maritimae Hispaniae Citerioris
(CIL XI 623).
Un ejemplo típico de los colonos de la Bética es Escápula (BH 33), que contaba con numerosa clientela y poseía en
Córdoba una suntuosa morada. Los colonos debieron ser numerosos, principalmente en la Bética (Str. III 2, 15).
La causa de la sistemática colonización a que fue sometida Hispania es su riqueza de todo género, principalmente la
minera, y la explotación a un ritmo muy acelerado a que estaba sometida, pues ninguna zona del Mediterráneo
occidental competía en este aspecto con la Península. Arruinada la región del Mediterráneo oriental en el siglo I a.C.,
Roma se volcó aquí, pues tenía intereses mercantiles de todo género vitales para su subsistencia. Esta invasión de romanos
romaniza Hispania. La venida de los refugiados políticos, que llegaron continuamente y en número elevado, está
motivada también por las enormes riquezas de toda clase que Hispania ofrecía. Aquí podían perfectamente vivir,
acaparar dinero y con él crear ejércitos, hacerse con clientelas numerosas y adictas.
Los soldados que servían en la Península, una vez licenciados, se asentaban en las ricas zonas agrícolas o mineras, pues
sabían perfectamente que en Hispania vivirían mejor que en la mayoría de las regiones del Norte de África o de Italia.
• y por otro las distintas condiciones del servicio militar en la Península; mientras en Oriente las campañas
eran de corta duración y el ejercito regresaba exigiendo repartos de tierra en la propia Italia en Hispania las
condiciones del servicio eran muy distintas ya que la permanencia de tropas se prolongaba durante largas
temporadas, lo que facilitaba los contactos normalizados con la población indígena; ello facilitaba las
oportunidades de iniciar una nueva vida civil y provocó una colonización irregular, de características aún no
bien conocidas.
Esto hizo al gobierno romano tomar medidas que de algún modo regularizasen esta situación, mediante la creación,
por los gobernadores-comandantes, de núcleos urbanos donde los colonos pudieran concentrarse. Ello está atestiguado por
el gran número de romano-itálicos que atestiguan las fuentes y por los propios núcleos urbanos que se conocen de la
época anterior a César.
En cuanto a la procedencia de estos colonos parece que la emigración habría estado alimentada más que por cives
romani, por elementos aliados (itálicos) de los ejércitos peninsulares.
Otro problema de difícil solución es el status jurídico de la población descendiente de los colonos, formada en su
mayor parte por descendientes de matrimonios mixtos entre colonos y mujeres indígenas. A titulo de ejemplo muchos de
estos “hybridae” fueron asentados en 171 a.C. en la colonia de Carteia, a la que se había concedido el derecho latino.
Otra circunstancia que mediatizó la política colonial fueron circunstancias de conveniencia: la existencia de tierras
fértiles, la facilidad de asentamiento en regiones pacificadas. El propio desarrollo de la conquista marca la pauta en
dos direcciones concretas: el valle del Guadalquivir y el valle medio del Ebro. Tarraco, Cartagho Nova, Carteia,
Hispalis… serán los núcleos urbanos preferidos por los gobernadores en estas circunstancias.
Esta limitada colonización tendrá tanto motivaciones estratégicas – establecimiento de núcleos de avanzadilla como
Metellinum- como proporcionar bases urbanas a la población emigrante, para que pudieran desarrollar un régimen de
vida similar al de su procedencia, Son ejemplo de esto Corduba, Valentía, Palma, Pollentia e Ilerda.
Hacia el año 45 a.C., quizá por algún servicio prestado a César, Tarragona, Colonia Urbs Triumphalis Tarraco, obtuvo el
status de colonia, y seguramente hubo en ella un praesidium militar y un núcleo de ciudadanos romanos, pues no tuvo
deductio de veteranos, como se desprende de que sus monedas 94 no son militares.
En el Sur quizá sea colonia cesariana Hasta Regia famosa por haber dado la inscripción más antigua de Hispania, e
Hispalis, Colonia Iulia Romula Hispal, que tuvo una primera fundación colonial y una colonia militar de Augusto, muy
emprendedora.
Tampoco tuvo deductio Ucubi, Colonia Claritas Iulia Ucubi; su caso es similar al de Tarragona, ya que debieron alcanzar
el status colonial por favores particulares a César. Urso, Colonia Genitiva Iulia Urbanorum Urso, de la que se conoce la ley
constitucional, bien estudiada por Mallon y por D'Ors, fue fundada por mandato de César en el 44 a.C. mediante una ley
de Antonio. Sus colonos proceden de la plebs de Roma. De Ampurias no es seguro que disfrutase el status colonial 101. A
mediados del siglo I a.C., a juzgar [-por la leyenda de las monedas, debía de ser un municipium.
Después de la victoria de Munda, César asentó en ella colonos. El Dictador concedió el estatuto de municipio romano a
Cádiz, entre otras ciudades, y el de municipio latino a 27 ciudades béticas que poseían el ius Latii bajo el gobierno de
Augusto. Henderson deduce del análisis de estos datos que la romanización del Sur de la Península con anterioridad a
Vespasiano fue obra de César, y fue seguida del estatuto colonial, pero no pervivió el uso del término colonia, hipótesis
esta última que no parece muy aceptable, aunque sí el hecho de que la romanización de Hispania se debe en gran parte
a César. En el caso de Cádiz recompensaba César su adhesión inquebrantable a Roma, de la que dio prueba desde el
primer momento (Liv. XXXII 28, 2; XXXIII 21, 6-7. Cic. Pro Balb. XLIV), como atestigua Estrabón (1311,8; 2, 1). Cádiz fue
precisamente la primera ciudad extranjera fuera de Italia que adoptó el derecho romano y la lengua de Roma; el
gobierno de la ciudad, a mediados del siglo I a.C., era ya de tipo romano.
Las iniciativas de César dieron un fuerte impulso al proceso de urbanización, con el concurso de dos elementos
fundamentales: la fundación de colonias y la promoción de centros indígenas al estatuto municipal.
• La escasez de tierras en Italia determino que Hispania, con abundantes tierras fértiles y fácil comunicación con
Italia, además de una vieja tradición colonizadora fuera uno de los escenarios de esta política colonizadora,
sobre todo la Hispania Ulterior; esta política colonizadora tendió a solucionar problemas políticos,
económicos y sociales, creando centros urbanos en lugares estratégicos para ubicar a ciudadanos romanos
que habían sido soldados; proporcionando de este modo al imperio puntos fuertes de defensa y control de
regiones aún inseguras, también se buscó solucionar los graves problemas económicos y sociales derivados de la
existencia de un amplio número de elementos civiles, proletarios, hacinados en Roma. César considerará no sólo
el asentamiento de veteranos, sino también una colonización civil que vino a sanear la situación lamentable de
la Urbe al reducir sustancialmente el número de ciudadanos beneficiarios de los repartos gratuitos de alimentos.
• Esta política colonizadora se complementó con otra de concesión de derechos ciudadanos a núcleos urbanos
indígenas, distinguidos por su lealtad a César durante la guerra civil y con el estimulo a la fundación de nuevas
ciudades, aun sin estatuto privilegiado, que cumplieran la función de centros administrativos en zonas
refractarias a la urbanización (Ávila, Caesarobriga o Consabura).
La obra de Augusto
Entre los años que corren entre la muerte de César y el principado de Augusto se fundaron dos colonias en Hispania,
Colonia Urbs Iulia Noua Carthago y Celsa, Colonia Victrix Iulia Celsa. La primera es quizá la ciudad que mejor se
conoce, en esta época, de todo el Occidente europeo, debido a los numerosos trabajos que A. Beltrán ha dedicado a
estudiar el numeroso material, de todo género, que la ciudad ha suministrado.
Su fundación se hizo por Cn. Statilio Libón a nombre de Lépido hacia el año 42 a.C. Se asentaron en ella veteranos de
Lépido, y a juzgar por los datos que se deducen de las representaciones monetales llegaron nuevos contingentes en los
años 32 y 27 a.C. La ciudad, antes de ser colonia militar, adoptó la constitución romana. Su importancia quedó
absorbida, dieciocho años después, por Caesaraugusta.
Augusto 108 fundó en Hispania quince colonias, Acci, Colonia Iulia Gemella Acci, que recibió veteranos de las legiones I y
II y disfrutó del status colonial antes del año 27 a.C. 109; Asido, Colonia Caesarina Augusta Asido Colonia Norbensis
Caesarina, posible fundación de Augusto hacia el año 24 a.C. 111; Astigi, Colonia Augusta Firma Astigi 112; Barcino,
Colonia Fauentia Iulia Augusta Paterna Barcino 113; Caesaraugusta, Colonia Caesar Augusta, fundada hacia el año 19
con veteranos de las legiones IIII Macedonica VI Victrix y X Gemina, según datos suministrados por las monedas 114, que
habían participado en las guerras cántabras, y asentada en una ciudad indígena llamada Salduba 115; Emerita, Colonia
Augusta Emerita, creada en el año 25 con veteranos de las legiones V Alauda y X Gemina, cuyas insignias aparecen en
las monedas, su finalidad era reforzar la línea del Guadiana; Colonia Iulia Ilici Augusta fundada con una deductio de
veteranos a juzgar por las insignias militares de sus monedas; Iulia Traducta, 119, su fundación, antes del año 27 a.C., se
hizo con elementos de Zelis, colonia de veteranos creada entre los años 33 y 25 a.C., y de Tingis, entonces un municipium,
más un número de ciudadanos romanos; Colonia Libisosa Forum Augustana, colonia de poca importancia a juzgar por la
falta de documentación; Pax Iulia, que debió ser primitivamente un praesidium militar de César y luego colonia de
Augusto, como sucedió en Scallabis, Norba y Asido, gozó del Ius Italicum; Scallabis Praesidium Iulium, cuyo origen militar
de César es claro a juzgar por el nombre, debió recibir algunos veteranos y el estatuto colonial antes del año 27 a.C.
122; Salaria, Colonia Salaria; Colonia Iptuci Virtus Iulia, de localización incierta; Colonia Augusta Gemella Tucci, su
nombre parece indicar que recibió veteranos de dos legiones, como Iulia Gemella Acci.
A. García y Bellido ha puesto recientemente de relieve el carácter militar activo de las colonias de Lusitania y
regiones limítrofes, donde incluso en la época de Augusto (Varr. RR 116, 2) había bandolerismo, como en la Bética. La
Colonia Metellinensis, asentada en plena Lusitania, sobre el Guadiana, impedía las endémicas razzias de los lusitanos
sobre la Bética, motivadas por razones económicas. Con posterioridad a Augusto, Roma no fundó colonias en la Lusitania.
Su política colonial se detuvo en el Tajo, que de este modo se convertía en una coraza de la Bética.
Las colonias anteriores a César se localizan en sitios bien estratégicos de la Península. La finalidad de Pollentia y
Palma era seguramente impedir que las Baleares se convirtieran en un nido de piratas, como habían sido, que cortasen el
comercio con Italia. Valentia se encontraba situada en una zona fértil, y las otras tres colonias se hallan en tres lugares
bien estratégicos. Carteia, estación naval de los indígenas, con recintos y arsenales defendía el paso del Estrecho y la
entrada del Atlántico.
Todas las colonias de César, salvo Tarraco, que era residencia de los pretores, gran metrópoli y con una población no
inferior a Cartago Nova (Str. III 4, 7), se hallan en la Bética, lo que parece indicar que las razones económicas fueron
las que fundamentalmente decidieron la elección de los lugares. No hay que descartar la posibilidad de que estas
colonias, como los asentamientos militares béticos, según sugiere A. García y Bellido, tuvieran la finalidad de proteger esta
ubérrima provincia de las incursiones de los habitantes del otro lado del Estrecho, como sucedió en época de Marco
Aurelio En el año 38 a.C., Bogud pasó a la Bética con la intención de saquear el rico templo de Hércules en Cádiz, si se
cree a Porfirio (De abst. I 25), templo que había sufrido varias expoliaciones, pues fue robado en el año 206 a.C. por
Magón (Liv. XXVIII 36) y saqueado por César, según Dión Casio (XLIII 39). La Colonia Urbs Iulia Nova Carthago era el
mejor puerto de todo el Levante, que efectuaba todo el intercambio de mercancías con el exterior (Str. III 4, 6), y era
vecina a las ricas minas de plata, que en tiempo en que Polibio las visitó trabajaban 40.000 obreros y rentaban al pueblo
romano 25.000 dracmas diarias (Str. III 2, 10).
Las colonias de Augusto, salvo las lusitanas, de las que ya se ha [-177→178-] hablado, se hallan casi todas situadas en
la Bética o en la costa levantina, probablemente debido a su riqueza. La colonia Caesaraugusta reemplaza a la colonia
Victrix Iulia Celsa. La Colonia Fauentia Iulia, Augusta Paterna Barcino no sabemos si tenía alguna finalidad especial.
Según Henderson a Augusto deben su condición de municipio doce ciudades de la Bética.
En realidad, a pesar de los esfuerzos realizados por los autores aquí mencionados, que han investigado el tema, no es
posible precisar las ciudades a las que Augusto otorgó el status jurídico de municipio romano o latino. Queda claro que su
número fue mucho menor que el de las que se lo deben a César; en este punto Octaviano siguió una política diferente a la
de su tío, bien patente ya en reducir el número de senadores.
El ambicioso programa de César fue continuado por Augusto; así no es fácil decidir qué ciudades deben su fundación o
su promoción jurídica a César y cuales a Augusto. Por regla general el indicativo de sus respectivas titulaciones honoríficas
sirve de referencia para conocerlo: Iulis/Iulia o Augustus/Augusta, pero todavía muchos casos son objeto de debate.
No obstante la política colonial de Augusto obedecerá más a una motivación militar que de orden social, como era la
acomodación de los miles de veteranos de las guerras civiles: Emerita Augusta, Caesaraugusta… También Augusto se
servirá de la promoción de determinados centros indígenas al estatuto de municipio de derecho romano o a la concesión
en otros del derecho latino. El número mayor de municipios augusteos se encontrará en la Tarraconense: Ilerda, Osca,
Turiaso…
Pero también el programa de Augusto buscará una ordenación y articulación general del territorio, una vez lograda la
completa anexión de la Península, estableciendo centros urbanos en puntos estratégicos, como cabeceras de comarca,
con funciones administrativas o en importantes ejes viarios: Lucus, Bracara, Asturica; destinados a convertirse en capitales
de conventos jurídicos en un territorio ajeno al fenómeno de
la urbanización.
Los programas de César y Augusto marcaron las directrices sobre las que se moverán las provincias de Hispania hasta la
dinastía flavia, más que una unificación jurídica buscaron aupar en puntos neurálgicos a un pequeño conjunto de
centros urbanos – colonias y municipios – viveros de ciudadanos, con una función dirigente de un territorio considerado
lo mismo que antes objeto de explotación económica y sometido a tributación.
La paulatina puesta en marcha de este edicto significó un nuevo impulso en el proceso de urbanización, en especial
en el noroeste, donde se mantenían viejas formas de organización suprafamiliares en habitats todavía de carácter
protourbano.
Este impulso permitió la conversión de sus organizaciones superiores – populi – en unidades de carácter municipal –
civitates – aunque sin correspondencia urbanística.
La concesión del derecho de ciudadanía a los indígenas fue frecuente desde el principio de la conquista. Schulten
sospecha que la frecuencia con la que aparece el nombre de Sempronio en las proximidades de Clunia indica que T.
Sempronio Graco otorgó a muchos celtíberos el derecho de ciudadanía, lo que coincide con la línea general de su política.
En el año 90 a.C. Pompeyo Strabo, padre de Pompeyo Magno, concedió la civitas romana a treinta caballeros iberos de
la Turma Salluitana, vascones, ilergetas, edetanos, lacetanos y ausetanos, después de la toma de Asculum, en el Piceno,
durante la guerra mársica. Sus nombres están inscritos en una placa de bronce hallada en Roma, que constituye el
documento más importante, de los encontrados hasta el presente, de la
onomástica ibérica y también el testimonio más antiguo de la clientela pompeyana en Hispania y explicaría, según Pais el
posterior vigor del partido pompeyano en la Península.
La concesión de Cn. Pompeyo Strabo responde a la tendencia de estos años de incorporar al conjunto ciudadano grandes
masas de aliados, punto fundamental del programa político del tribuno Druso. En el año 90 a.C. la Lex Iulia otorgaba la
ciudadanía a las comunidades itálicas que permanecieran fieles durante la guerra social, y la Lex Plautia Papiria pocos
meses más tarde, empadronaba como ciudadano romano a todo itálico que depusiera las armas y solicitará del
magistrado tal concesión.. Las ciudades confederadas y las situadas en las orillas del Po obtuvieron el derecho de
ciudadanía. El bronce de Roma demuestra que Ilerda, que en la época de Plinio era municipio romano (NH III 24), no lo
era aún a comienzos del siglo I a.C., habiendo pasado sus habitantes, poco antes de la fecha del bronce de Ascoli, de la
concesión de peregrini dediticii a la de latini. Los jinetes de la Turma Salluitana proceden precisamente de la zona donde
los filólogos señalan la emigración de gentes itálicas a la que se ha aludido.
Schulten indica que los tres principales caudillos, Metelo, Sertorio y Pompeyo, debieron conceder a muchos indígenas la
ciudadanía, a juzgar por el número de inscripciones en la que se leen sus nombres. El número de ciudadanos romanos o
latinos debía ser elevado en la Bética, ya desde los años anteriores a Augusto, por obra principalmente de César.
En el año 68 a.C. estallaron en la Bética algunas revueltas motivadas por el deseo de las colonias latinas de solicitar la
ciudadanía, lo que ocasionó que César, cuestor en la Provincia Ulterior, se dirigiera a ellas (Suet. Caer. VII). Estas revueltas
responden a un deseo justo de las colonias, principalmente desde que se conocía la política seguida por Roma con sus
aliados durante la guerra social. El dictador, después de la batalla de Munda, premió con la ciudadanía o la distinción de
colonos romanos a algunos que habían favorecido su causa en la guerra civil (Dio Cas. XXXIX). Así a L. Decidio Saxa, de
origen celtibérico, que sirvió al Dictador en Hispania en el año 46 a.C. y probablemente en el año 45 a.C. y que obtuvo
este mismo año la ciudadanía romana y el tribunado (Cíe. Phil. XI 5,12; XIII 13, 27). A otros hispanos les otorgó diversos
cargos, como a Cornelio Balbo a quien nombró cónsul, y al padre de los dos Ticios, tribuno de la legión V, a quien
introdujo en el Senado (BA XXVIII), fiel a su política de llevar provinciales a este organismo. En lo tocante a otorgar
la ciudadanía a los provinciales y a introducirlos en el Senado, la política de Augusto es más bien reaccionaria, como
ha señalado bien Rostovtzeff, y distinta de la seguida por Sertorio, Pompeyo, César y Antonio.
La importancia de las colonias de la Bética y el número elevado de habitantes que gozaban del status jurídico romano
se deduce de su participación activísima durante la guerra civil. El número elevado de ciues que habitaban la Bética se
desprende de las tropas formadas con ellas. Todo lo cual indica el número elevado de ciudadanos y de colonos que vivían
en el sur de la Península y la importancia de los asentamientos romanos, lo que coincide con los datos sobre los colonos.
En la segunda mitad del siglo I a.C. eran numerosos los caballeros romanos en la Bética. De ellos Q. Casio Longino
reclutó una cohors de equites. A los que correspondía cumplir el servicio en tierras de ultramar les incitaba a redimirse
mediante el pago de dinero (BA LVI). Mil quinientos de ellos murieron en la batalla de Munda .
Se conocen incluso algunos nombres de caballeros romanos de ciudades béticas, como Q. Pompeyo Niger (BH XXV 4), que
participaron activamente en la guerra civil. Muchos militaron en el partido pompeyano; algunos se pasaron a las tropas
del dictador, como los de la ciudad de Hasta, que lo hicieron llevando consigo gran cantidad de plata (BH XXVI). Estos
datos son de extraordinario valor, pues explican el hecho de que los habitantes de Turdetania quisieran vivir al final
del siglo I a.C. a la manera romana y bajo la legislación romana.
La fundación de colonias, la presencia de numerosos romanos y la concesión del status jurídico romano a las
poblaciones constituyen el principal y más poderoso medio de romanización durante el siglo I a.C. Los indígenas, desde el
primer momento de la conquista, conocieron las enormes ventajas que los romanos les reportaban, pues bajo Roma se
vivía mejor; esto les llevaría a una alta estima de todo lo romano, género devida, lengua, cultura, religión, status jurídico,
etc., y a adaptarse a lo romano, desprendiéndose paulatinamente de lo indígena. Las poblaciones indígenas,
culturalmente muy atrasadas en todas las manifestaciones de la vida con relación a Roma, sintieron la fascinación y
atracción que toda cultura superior ejerce sobre las personas de una inferior.
Urbanización y municipalización
La extensión ciudadana en Hispania siguió en lo jurídico una evolución basada en la concesión paulatina de privilegios
que fueron acercando progresivamente cada núcleo urbano a la organización modelo de Roma, con diferentes tipos de
ciudades por su condición jurídica
El concepto romano de populus nunca tuvo un carácter étnico, sino político lo que permitió que superara los límites
nacionales y que creciera y se desarrollaran en el ámbito exterior provincial colonias y municipios habitados por
ciudadanos romanos, integradas e inseparables del propio concepto de comunidad-estado romano.
Desigualdades jurídicas
Existirá una distinta ordenación jurídica de las ciudades del Imperio que se corresponde con las diferenciaciones
jurídicas personales de sus habitantes libres y así había ciudadanos romanos, latinos y extranjeros y paralelamente
había también comunidades de ciudadanos romanos, de latinos (denominadas municipii y coloniae en ambos casos) y
de peregrinos, estas a su vez con diferentes categorías.
Para ser ciudadano de pleno derecho en cada una de estas categorías era necesario poseer individualmente el mismo
derecho que la ciudad correspondiente o uno superior. También podían vivir en las ciudades otros cives romani, latinos o
peregrini sin formar parte de la comunidad, como comerciantes o mercaderes o incolae que eran ciudadanos con
derechos disminuidos en relación con los ciudadanos de pleno derecho por pertenecer a una comunidad distinta.
La mayor parte de ellas provienen del asentamiento de veteranos legionarios tras su licenciamiento, o formadas por
ciudadanos civiles. En cualquier caso estos ciudadanos recibían un lote de tierra, tierra que se obtenía subordinando el
territorio de la población autóctona a los nuevos colonos o desgajando parte de la antigua comunidad indígena en
beneficio de los nuevos asentamientos. En la mayor parte de los casos, en las ciudades conquistadas militarmente la
población autóctona permanecía en su antiguo territorio como incolae, con derechos reducidos frente a los colonos,
ciudadanos de pleno derecho.
• Colonias titulares: Sólo fueron frecuentes a partir de Trajano y Adriano y consistían en la concesión del pleno
derecho colonial a un núcleo urbano – ya fuera municipio romano, latino o ciudad peregrina. Ejemplo: Itálica.
Las colonias romanas eran la forma superior de organización municipal, estaban dotadas del ius italicum y
exentas de pagar el tributum soli o impuesto territorial.
• Municipios romanos: Eran antiguas ciudades peregrinas cuyos habitantes eran honrados colectivamente con
el derecho de ciudadanía romana. Ello suponía su fundación como municipium y el dotarse de instituciones
inherentes a su nueva categoría. Requisitos previos para acceder a este privilegio eran
• Municipios y colonias de derecho latino: Son una categoría intermedia entre municipios y colonias romanas
y ciudades peregrinas. Suponían una ficción jurídica al otorgar a una ciudad peregrina del status particular
de los aliados itálicos, escalón intermedio para alcanzar la ciudadanía romana plena. Eran, por tanto,
antiguas ciudades peregrinas cuyos habitantes disfrutaban de los derechos civiles reconocidos a los latii: ius
comercii (reconocimiento validez transacciones económicas), plena validez de los matrimonios y reconocimiento
de los hijos como legítimos. En cuanto a su administración era similar a las comunidades de ciudadanos
romanos, con la particularidad de que los individuos que hubieran cumplido durante un año una magistratura
municipal, tras dejar el cargo, eran elevados con sus parientes a la categoría de ciudadanos romanos. Este
privilegio – ius Latii minus, fue ampliado para algunas ciudades a partir de Adriano con el ius Latii maius, según
el cual eran elevados a la categoría de ciudadanos romanos, no solamente los magistrados, sino también todos
los miembros de la curia municipal.
Eran el núcleo más numeroso del Imperio, sus habitantes eran peregrinii, es decir extranjeros al derecho romano, sometidos
al stipendium o tributum (sobre bienes inmuebles) y al tributum capitis (por cabeza de cada habitante adulto). No podían
desposar con ciudadanos romanos ni dedicarse directamente al comercio, igualmente estaban limitados en materia de
justicia, herencia, manumisiones… Sus derechos eran regulados unilateralmente por Roma, pudiendo distinguirse tres
categorías:
1) Federadas. Eran ciudades que habían suscrito un tratado con Roma, mediante un documento que regulaba su relación
con el estado romano. Su posición era la más favorable entre las ciudades provinciales. No podían tener una política
exterior independiente pero estaban exentas de impuestos ordinarios y fuera de la jurisdicción de los gobernadores
provinciales. Gradualmente tendieron a convertirse en colonias y municipios.
2) Liberae et immunes. Su libertad no estaba basada en un tratado sino por la gracia voluntaria y unilateral del estado
romano. Podían usar sus propias leyes, usar sus propias aduanas y estaban exentas de alojar soldados en su territorio.
Estaban exentas de tasación pero sujetas a la disposición suprema del senado romano.
También tendieron a transformarse en municipios. También existían ciudades libres pero no inmunes, sujetas al pago de
un stipendium territorial y de tasas aduaneras o portoria.
3) Stipendiariae. Eran el grupo más numeroso, son comunidades sometidas a Roma que no contaban con ningún tipo de
privilegio jurídico, debían pagar el stipendium, se requería de ellas para proporcionar tropas auxiliares, servicios y víveres
a precios fijados por los gobernadores lo que daba lugar a abusos. Frecuentemente debían aceptar en su recinto la
presencia de una guarnición romana.
4) Dediticii: Estas eran ciudades que habían sido sometidas por la fuerza a la soberanía romana. La deditio, esto es la
rendición sin condiciones, implicaba la apropiación por parte romana de bienes y personas, que restituía con una serie de
condiciones, entre ellas la imposición del stipendium (Tabula Alcantarensis).
En ocasiones estas comunidades no contaban con una organización urbana y se las denominaba populus, con un significado
étnico-cultural de colectividad unida por lazos familiares, estos populus fueron atribuidos administrativamente a la civitas
más próxima, pero con el tiempo se integraron en el sistema municipal convertidos en civitates.
El testimonio de Plinio
En el tercer cuarto del siglo I Plinio nos ofrece un cuadro de distribución de las comunidades hispanas (civitates), con sus
correspondientes estatutos jurídicos, de él se desprende la abrumadora mayoría de ciudades estipendiarias frente a un
menor número de ciudades libres, municipios y colonias.
La autonomía ciudadana
El Imperio llevó a cabo una política urbanizadora de transformación de las viejas estructuras de las comunidades
indígenas acomodándolas al orden político-social romano y convirtiéndolas en el núcleo fundamental de una
administración que renunció a un aparato administrativo burocrático centralista, sin duda más costoso.
Estas comunidades tenían una gran autonomía que estaba limitada lógicamente por la propia seguridad del Imperio.
Esta seguridad y lealtad se consiguió mediante la atracción de las elites locales, a las que, a cambio de serle mantenido
su prestigio social y su poder económico, se le responsabiliza con exigencias y compromisos de velar por el
funcionamiento del ente autónomo ciudadano, como “clase política” de la que se reclutaban los magistrados y el consejo
municipal.
Las comunidades urbanas debían soportar un conjunto de funciones políticas y sociales, siendo en ellas la clase alta la
que echaba sobre sus hombros la garantía de su funcionamiento. Porque a semejanza del gobierno central las civitates
tenían un aparato burocrático mediante el cual la gestión pública de la ciudad estaba en manos de unos cuantos - 4 o 6 -
portadores de la magistratura, con carácter anual y gratuito y un consejo municipal vitalicio, también de carácter
honorífico, “ordo decurionum”.
En consecuencia sólo los ciudadanos acomodados incluidos por su cualificación económica en el censo podían aceptar
estos puestos dirigentes comunales.
En la práctica existirá una pugna interna entre las familias ricas que las empujaba a cumplir estos “servicios” para el
bienestar de la comunidad y ello no tanto por dudosas razones de patriotismo cuanto como medio de significarse ante la
opinión pública. Y de ahí la cantidad de inscripciones y estatuas con las que se honra a esta clase política, por su
evergetismo que no era, en parte, otra cosa que el cumplimiento obligado de funciones bien especificadas en los estatutos
municipales, a las que no podían sustraerse so pena de perder poder, prestigio e incluso fortuna. De este modo la fortuna
de las ciudades quedará ligada a la prosperidad de sus elites locales.
El municipio es un ente jurídico dotado de autonomía en su constitución interna, con leyes propias, patrimonio
específico, distinto del que poseía el pueblo romano y derecho de elegir magistrados, exigir tributos y administrar bienes
propios.
La circunscripción territorial incluya además de la ciudad propiamente dicha (oppidum, urbs) una zona circundante (ager)
rural cuyos habitantes reunidos en pequeñas comunidades (pagi, vici, villae) dependían de la ciudad. Ciudad y territorio
formaban, por tanto, una unidad en la que el centro urbano era el hábitat concentrado donde se ubicaban los edificios
públicos y religiosos en los que se desarrollaba la actividad pública, en tanto que el ager contenía los recursos del
entorno rural, las unidades de producción y las residencias temporales de los grandes propietarios.
Así el termino “civitas” se concebía como una unidad jurídica en la cual la urbs (pars urbana) y ager (pars agraria o
rustica) formaban un conjunto o territorium que marcaban el ámbito territorial de los magistrados locales. Desde el punto
de vista constitucional los elementos integrantes de la civitas eran el pueblo, los magistrados y el senado.
EL POPULUS
Cives e incolae
Sólo los ciudadanos de pleno derecho – cives - formaban parte del pueblo – populus - y al menos durante el Alto Imperio
las magistraturas honoríficas fueron patrimonio exclusivo de los mismos. Para ser considerado civis eran precisos los
requisitos de nacionalidad (origo) y de residencia (domicilium). El primero se otorgaba automáticamente a los hijos
legítimos nacidos de padres ciudadanos, pero también por adopción, adlectio inter cives y manumisión. En la adopción y
manumisión la ciudadanía se otorgaba de manera particular en tanto que en la adlectio inter cives era la comunidad en su
conjunto la que aceptaba como miembro a personas de otras ciudades, generalmente personas notables.
En contraposición los incolae eran individuos libres que habían elegido como domicilio o residencia permanente una
comunidad distinta a la de su nacimiento, sin perder por ello los derechos de ciudadanía de su patria de origen. Los
forasteros que residían de manera temporal en la ciudad no se consideraban como incolae sino como hospites o
advenae. Pero tanto cives como incolae estaban obligados a la aceptación de las cargas comunales, munera, aunque la
investidura de las magistraturas u honores sólo correspondiera a los ciudadanos.
Los munera
Las cargas comunales eran distintas según lugares y épocas, pero en general se pueden distinguir cargas personales,
cargas en las que intervenía la fortuna del individuo y cargas en las que intervenían ambos factores y que revertían
tanto en beneficio de la propia ciudad como en el poder central:
• Cargas personales: Se contaban las exigencias del poder central: obligación de proporcionar reclutas y
caballos, transporte de material y dinero, mantenimiento del correo (cursus) y las propias necesidades de la
administración municipal: aceptación de embajadas al senado, emperador, gobernador o patrono,
abastecimiento de trigo, cuidado de templos, canalizaciones, baños…
• Estos munera personales sólo podían aceptarlos quienes estaban en condiciones de cumplirlos por tener medios
económicos para ello. Así cuanto, la caja municipal se veía impotente para hacer frente a los gastos se recurría a
los munera patrimonii, soportados exclusivamente por los propietarios como la recepción y acomodación de
magistrados y funcionarios romanos de paso, alojamiento de ejércitos, servicio de postas, mantenimiento de los
caminos que pasaran por sus tierras y sobre todo recaudación de impuestos que la ciudad debía ingresar en el
tesoro imperial.
• Finalmente estaban los munera mixta que obligaban a prestaciones personales y patrimoniales diversas, de
acuerdo con las necesidades del municipio.
Pero desde fines del siglo II la elección popular de magistrados pasó progresivamente al senado municipal, como
consecuencia de las crecientes dificultades para encontrar candidatos dispuestos a soportar las cargas financieras que
conllevaban las magistraturas. Esta circunstancia obligó en el s. III a una nueva reestructuración que obligará a la
cooptación para las magistraturas entre los miembros de la curia municipal, lo que vació de contenido la participación
política del populus en la vida de la comunidad.
MAGISTRADOS
• como a la magistratura en si, aunque en época imperial para este segundo concepto también existe el sinónimo
de honor.
La magistratura es la portadora de la soberanía del conjunto de la comunidad ciudadana –populus- quien elige dentro
del círculo de ciudadanos honorables los magistrados, trasladándoles todos los derechos de soberanía para el tiempo
de duración de la magistratura.
Estas formas de organización administrativa se extienden desde fines del s. I a todas las ciudades del Imperio, con
una tendencia a la unificación absoluta preludio de la organización imperial unitaria del siglo III.
Estos magistrados eran elegidos en comicios en el s.I pero luego pasarán a ser cooptados por el ordo decurionum.
Para ser candidato había que estar en posesión del ius honorum. Las exigencias impuestas a los futuros magistrados eran
las mismas que las exigidas para integrarse en el senado municipal. Este ius honorum incluía como principales factores el
nacimiento libre; el derecho de ciudadanía (a partir del s.II también se amplió a los incolae); posesión de capacidad
jurídica y de todos los derechos ciudadanos, una cualificación económica determinada y una edad mínima variable según
la magistratura a desempeñar. El conjunto de estas magistraturas constituía el cursus honorum, autentica carrera que había
que escalar necesariamente de grado a grado, de menor a mayor: cuestor. Edilidad y duumvirato.
Procedimientos de elección
Con anterioridad al nombramiento del magistrado el duumviri iure difundo fijaba por edicto el día de la convocatoria. Los
ciudadanos que aspiraban a la magistratura. presentaban su candidatura ante el duumviri. Una vez aceptadas las
candidaturas el duumviri confeccionaba la lista oficial que se fijaba en lugar público.
Entre la publicación del edicto y la efectiva convocatoria estaba destinado a la propaganda electoral en la cual los
candidatos envueltos en una toga blanca (in toga cándida) acompañados de amigos y clientes intentaban atraerse el voto
de los electores, existiendo prescripciones específicas que intentaban velar por una campaña honesta e impedir la
corrupción (leges de ambitu).
Las votaciones
El día de la votación, el magistrado encargado de presidir la asamblea y después de comprobar que los augurios eran
favorables llamaba al pueblo a la votación por medio del pregonero. Los electores se repartían en sus respectivas
secciones o curias. En cada una de estas secciones se colocaba un cestillo en el que los votantes depositaban su tablilla con
el nombre del candidato preferido. Hecho el escrutinio se proclamaba solemnemente a los elegidos. El resultado final
venía determinado no por la suma de los votos resultantes en conjunto, sino teniendo en cuenta los resultados parciales de
cada sección, pudiendo suceder que la mayoría de los sufragios no correspondiera necesariamente a la mayoría de los
ciudadanos votantes.
Tras la solemne proclamación se celebraban fiestas multitudinarias en casa de los elegidos, festejos que se repetían el día
de la toma de posesión. De hecho era costumbre a la recepción de un cargos municipal o sacerdotal el aportar sumas
para fines comunales como juegos, construcciones y también para la caja de la ciudad (summa honoraria), variable según
el cargo y ciudad.
Principios de la magistratura
Dos eran los principios básicos: la anualidad y la colegialidad; los magistrados, colegas en un mismo cargo, formaban
jurídicamente una unidad que impedía el reparto de poderes, llamados potestas e imperium. El primero era el poder
concedido a un magistrado, esto es su competencia. Era un concepto abstracto, sin contenido específico, cuya delimitación
se establecía en relación con las demás magistraturas, pudiendo hablarse de potestas mayor o minor, según la jerarquía
de poderes establecida entre dichas magistraturas. También podía ser par, que permitía a un magistrado vetar la acción
de su colega (intercessio).
En cuanto al imperium, señala el conjunto de la autoridad concreta, los derechos y prerrogativas que corresponden al
magistrado que lo posee para cumplir sus fines de gobierno: poder militar, jurídico, civil, penal y coercitivo.
Los duumviri iure difundo eran los magistrados municipales de más alto rango y a ellos correspondía la administración
de todos los asuntos municipales, que podían dividirse en dos grandes apartados:
Vigilancia y cumplimiento de las obligaciones de la ciudad con los dioses, convocatoria y presidencia de las
asambleas legislativas y electorales y de la curia municipal. La jurisdicción municipal extendida a todos los individuos
residentes de forma temporal o permanente fueran ciudadanos o no (esta facultad fue limitada con el tiempo por la curia
municipal). La administración de las finanzas municipales: patrimonio de la ciudad, recaudación de tasas e impuestos
locales, imposición de multas y de las aportaciones a la caja de la ciudad de los magistrados electos. A este respecto hay
que señalar que las arcas municipales solían presentar un déficit crónico debido a la multiplicidad de los gastos del
municipio, gastos que conocemos por las leyes municipales y documentos epigráficos y entre los que se hallaban:
• Gastos de las legaciones con carácter urgente para la resolución de negocios municipales fuera de la
ciudad, así como las obligadas por el senado romano o el emperador.
• Gastos del cursus públicus (correo estatal): tanto de edificios como de vehículos y animales de tiro.
• Sumas dispuestas para honrar al emperador, patronos de la ciudad o ciudadanos ilustres en forma de estatuas,
inscripciones o sepulturas honoríficas a expensas de la comunidad.
Representación de la comunidad en el exterior: En el exterior los duumviri actuaban siempre en nombre del ordo
decurionum, de acuerdo con las decisiones de este organismo, las principales tareas en este ámbito eran la conducción de
la correspondencia administrativa y jurídica de la comunidad; la firma de tratados y acuerdos públicos con otras ciudades
y la recepción del emperador, miembros de la familia imperial y altos funcionarios desde la frontera del término
municipal.
Además, cada cinco años los duumviri contaban con un poder especial censorio para confeccionar las listas del censo,
en cuyo caso recibían el nombre de duumviri quinqueannales.
Los aediles
Los aediles o duumviri aedilicia potestate tenían atribuciones muy variadas, que pueden reducirse a tres tareas o curae:
1. Urbis: policía de la ciudad y seguridad pública; supervisión de edificios, cuidado del pavimento de las calles, horarios
de apertura y cierre, baños públicos, lupanares, hosterías y tabernas, fiscalización de los forasteros y protección contra
incendios.
2. Annonae: aprovisionamiento y vigilancia general del mercado: calidad del género, precios, pesas y medidas.
3. Cura ludorum: disposición y regulación de los juegos públicos, actuando como verdaderos empresarios de los
espectáculos ofrecidos: circos y teatros.
Cuestores
Eran magistrados encargados específicamente de la caja municipal, actuando como tesoreros; son particularmente raros
en Hispania.
También hay que señalar que en ausencia de uno de los duumviri por más de un día se debía proceder al nombramiento
de un praefectus, que lo sustituía durante su ausencia y era elegido entre los miembros de la curia municipal de más de
35 años de edad. Su poder era igual al del duumviri y sus funciones cesaban al regreso del magistrado ordinario. Si
faltaban ambos magistrados recibía la denominación de praefectus pro duoviris.
LA CURIA MUNICIPAL
• Elección: Todos los candidatos al ordo decurionum debían cumplir los mismos requisitos que los exigidos para
aspirar a una magistratura municipal, pues esta investidura era, normalmente, previa a su aceptación en el
ordo. La aceptación tenía lugar cada cinco años mediante la lectio ordinis, llevada a cabo por los duumviri
quinqueannales iure difundo. La nueva lista de consejeros, el álbum decurionum era trasladada por escrito a las
tabulae publicae.
en detrimento de los magistrados, llegando incluso a anular a las asambleas populares al nombrar
directamente a los magistrados de la ciudad.
Evolución de la institución
Como ya se ha apuntado a partir del siglo II comienza un gran cambio en la situación general de las curias, que a
través de una larga decadencia acabarán, a lo largo del s. IV con su ruina.
Durante los dos primeros siglos del Imperio las ciudades pudieron cumplir las cargas que el estado romano había
depositado en sus elites. Pero desde fines del siglo II aparecen los primeros síntomas de una grave crisis económica que
se extiende por todo el ámbito del Imperio. El Estado no verá otro recurso que presionar sobre las ciudades, las cuales,
afectadas también por la crisis vieron derrumbarse los presupuestos que habían hecho posible la construcción y desarrollo
del régimen municipal.
El ordo debía confeccionar una lista de estos munera o cargas y las de los ciudadanos que estaban en situación de
aceptarlas, en un esquema que comprendía posibilidad de eficiencia, inmunidad temporal y posibles privilegios. Ello
también supuso modificar los criterios de cualificación del ordo que de este modo terminó siendo el conjunto de ciudadanos
económicamente fuertes, lo que a su vez implico la tendencia de estos curiales a formar un estrato cerrado, al que se
accedía por herencia de padre a hijo, resultando de ello, además, un nuevo orden del procedimiento electivo de
magistrados que se traslado de la asamblea popular a la curia, arrancando así a la masa de la comunidad del único
derecho que aún disfrutaba. Este nuevo sistema de cooptación fue el primer síntoma de la creciente dificultad para
encontrar candidatos adecuados para cumplir los cargos municipales, que terminó por conducir a la simple nominación,
aún en contra de la voluntad del elegido.
La carga de los decuriones incluyó también la propia nominatio de sus miembros para determinadas obligaciones
económicas, que, como los munera, debían cumplirse en interés de la ciudad. Este sistema de munera se transformó como el
propio ordo decurionum, en un sistema de obligaciones, en el que para poder repartir las cargas financieras de la ciudad
se decidió sacar determinadas competencias del ámbito de la magistratura y hacerlas independientes, como cuasi
funciones extraordinarias administrativas.
De esta manera fueron descargados los magistrados de sus funciones y el propio sistema municipal, basado hasta
entonces en el libre funcionamiento de la liberalidad es sustituido por un sistema fijo y coercitivo que obligaba a cada
ciudadano a aceptar funciones durante un tiempo determinado, de acuerdo con su posición social y capacidad económica.
Todo ciudadano entre 25 y 70 años se vió así obligado a estos munera personalia.
No es extraño que con este régimen se produjera una creciente pauperización de las burguesías municipales, que
intentaron con desesperados esfuerzos sustraerse al nombramiento como curiales. Mientras, los grandes aristócratas
residentes en la ciudad consiguieron escapar del ámbito urbano retirándose a sus dominios en el campo, en grandes
villae, donde llegaron a crear unidades económicas autárquicas, que cesan de contribuir a los gastos de la ciudad.
Estas graves dificultades ciudadanas obligaron a la creación de nuevos funcionarios como los curatores reipublicae, con
la misión principal de velar por los intereses financieros de la ciudad. Pero la centralización creciente del poder
repercutió desfavorablemente en el libre desarrollo municipal. Diocleciano en el s IV dio más poderes a los
gobernadores para inmiscuirse en los asuntos de las ciudades lo que llevó a restar autoridad y eficacia a estos
curatores.
En su lugar fue creado a partir del s. IV el llamado defensor civitatis, cuyo cometido era el del proteger a las clases
urbanas y rurales contra los agentes de la administración y los grandes propietarios. Pero con demasiada frecuencia el
defensor no fue sino un nuevo expoliador de las ciudades. La burocracia brutal y la política opresora que coartaban la
autonomía municipal terminaron por causar la ruina y extinción de los municipios, en una catástrofe general del
Occidente romano.
PATRONAZGO MUNICIPAL
En el conjunto de las instituciones municipales el patronazgo asume una fundamental importancia. Institución extendida en
época republicana pervivió, con ciertas modificaciones, durante el Imperio. Además del patronazgo provincial, asumido
por el emperador, se desarrolló extraordinariamente la figura del patronus en las comunidades ciudadanas. No era una
magistratura oficial, sino un título honorífico que, en las ciudades de derecho privilegiado, estaba regulado por ley.
Se solía conceder a personajes que se habían distinguido por sus liberalidades para con la ciudad o que por sus
relaciones políticas y sociales podían apoyar y defender sus intereses en las altas instancias del gobierno y la
administración. La ciudad los honraba y recompensaba con ciertos honores (ciudadanía local, lugar preeminente en
espectáculos, ofrecimiento de una tabula patronatos, estatuas e inscripciones honoríficas…)
También las ciudades sin derecho privilegiado podían establecer relaciones mutuas o con personajes influyentes, que
perduraban a lo largo de generaciones, a través de los llamados pactos de hospitalidad, institución cultivada en época
prerromana que pervivirá a lo largo del Imperio. En Hispania tenemos abundantes ejemplos de estos convenios que se
atestiguan en las llamadas tabulae o tesserae hospitium y
patronatos (Palencia, Pollentia, Mérida, Herrera de Pisuerga…)
Se puede decir, en conjunto, que la concentración en núcleos urbanos se produjo a lo largo de la época republican en
la mitad oriental de la Península, costa mediterránea y valle del Ebro, extendiéndose progresivamente por la Meseta.
En cambio en el norte y noroeste, aparte de unos pocos centros aislados pervivía a inicios del Imperio una organización
político-social de carácter suprafamiliar. No obstante a lo largo del Imperio tendieron, por imposición romana o por
influencia de la municipalización a agruparse en núcleos urbanos, convirtiéndose en civitates. A mitad del s.II Ptolomeo, en
su descripción de Hispania, sólo conoce ya civitates. Las civitates podían ser capaces de actuaciones de valor jurídico,
tales como hacer pactos de hospitalidad, ofrendas, votos y designar magistrados. El material más interesante para el
estudio de las instituciones de estos núcleos urbanos son los ya citados pactos de hospitalidad entre comunidades
indígenas o con personalidades, en los que aparecen nombrados los correspondientes magistrados.
Ya desde los primeros años de la conquista aparecen generales romanos con clientelas indígenas, lo que contribuye a
romanizarlos. En el año 209 se concluyó entre Escipión y el régulo ilergeta Indíbil un pacto, descrito por Polibio en los
siguientes términos: "se ajustó entre ellos un tratado cuyas principales condiciones eran que seguirían a los jefes de los romanos
y obedecerían a sus órdenes. Con esto se retiraron
a sus respectivos campos, tomaron sus tropas, volvieron a Escipión y acampados junto con los romanos"... Ambos jefes habían
concluido, pues, un tratado de amistad y alianza con carácter permanente que convirtió a Indíbil en cliente de Escipión,
como se desprende de la actitud de aquél "que se arrodilló ante Escipión y le saludó rey". Semejantes pactos debieron ser
frecuentes, pues Polibio cuenta que lo mismo hizo Edecón y los iberos libertados por Escipión después de la batalla de
Baecula (Pol. X 40) 230. Escipión es el primer general romano 231 que es proclamado rey. Otro cliente de los romanos en
esta primera etapa de la conquista sería Turrius.
Grandes debían ser las clientelas de Sertorio, pues la fidelidad de los indígenas a este general, incluso en la adversa
fortuna y después de muerto, como la de las ciudades de Uxama y Calagurris no se concibe sin la existencia de un vínculo
de clientela. Las clientelas nacen de la necesidad social de protección de los débiles por los poderosos, con ventajas
mutuas para ambas partes
Una forma específica de la clientela militar hispana era la deuotio. En la concepción de la deuotio ibérica entran dos
elementos,
• uno de carácter religioso, según el cual ciertas divinidades, probablemente infernales, se contentarían con la
muerte del deuotus a cambio de la del jefe. La verdadera esencia de la deuotio es la consagración religiosa al
caudillo, en virtud de orientaciones religioso-colectivas y del influjo tan peculiar del sentido religioso en la
vida pública y militar de los hispanos;
• el segundo elemento, de carácter puramente social, la relaciona íntimamente con la clientela militar, la deuotio
ibérica tiene por objeto exclusivo la guerra. El deuotus, sobre los soldurios de Sertorio, una vez salvada la vida
del jefe, atendían a la propia Esta forma de clientela es un vínculo mucho más estrecho. Indíbil, al conocer la
falsedad de la muerte de Escipión, le envía a su hermano Mandonio a estrechar el lazo que le unía con él.
En la Península la deuotio debía estar muy extendida, como se deduce del número de deuoti o solduri que acompañaban
a Sertorio. Los miembros de las escoltas militares, iberos o celtíberos, a los que fueron tan inclinados los romanos,
seguramente estaban formados por soldurios.
• Sertorio dispone de guardas de celtíberos;
• de hispani en general era la de César (y la de Petreyo )
• de calagurritanos la de Augusto ;
• de berones la de Casio Longino ().
• La de Mario no es seguro que estuviera compuesta de várdulos
• Iuba contaba con una escolta personal de 2.000 jinetes galos e hispanos que envió a Susurra.
La deuotio en el siglo I a.C. debía encontrarse muy extendida, pues aparece vinculada a hombres mediocres; en siglos
anteriores serían objeto de ella sólo los grandes generales. Los deuoti se encontraban en una situación privilegiada con
respecto a los simples clientes. La fides hispánica serviría de modelo para robustecer el juramento de fidelidad a los jefes
de partidos romanos, los juramentos colectivos, que encierran un valor social y sociológico en este sentido pudieron
influir en los orígenes del culto al emperador.
En el sur de la Península las clientelas eran numerosas y databan de muy antiguo; grande era la clientela de Escápula,
el enemigo de César, que se suicidó en Córdoba después de la batalla de Munda, después de cenar y distribuir sus
riquezas entre sus allegados Grandes debían ser también las clientelas de los potentados de la Bética, a los que alude
Séneca el retórico (Praef. V Contr.). Según Caro Baroja 227, clientes debían ser (cuando no esclavos y libertos) muchos de
los encargados de la explotación de las tierras, los administradores de los latifundistas, como el que salvó a Craso en
el año 77 a.C. y bastantes de los autores de las obras artísticas a los que alude Cicerón en su cuarto discurso contra
Verres (IV 56), así como los comerciantes y mercaderes al pormenor, patronos de barcos, etc. Estas clientelas se
enraízan en viejas instituciones .
El culto imperial nacería entre las clientelas itálicas de Octavio o de César. Tanto las clientelas como la deuotio
contribuyeron a romanizar a grupos escogidos de indígenas, en contacto más directo con los romanos, que serían el
fermento de la romanización entre sus conciudadanos.
Otras instituciones como el hospitium y el patronatus, en las que intervinieron igualmente romanos, lo consiguieron también.
El hospitium era asimismo una institución indígena; ha sido bien estudiado por Ramos Loscertales 244, quien concluye que
el hospitium en Celtiberia no estaba "instituido por una convención, sino impuesto por las divinidades populares y por las
costumbres de las gentes, un hospitium, pues, de origen e índole religiosos y sociales a la vez". Hispania es particularmente
rica en tablas de hospitalidad gentilicia y patronato municipal; la tradición se remonta a una práctica indígena anterior
a la romanización, como se desprende de los documentos de pactos de hospitalidad en lenguas indígenas.
Ya en el año 206 la ciudad de Cádiz, al entregarse a los romanos, eligió patrono para que defendiese los intereses de
la ciudad en Roma a C. Cornelio Léntulo al igual que los iberos, años después, en el año 171, nombraron patronos a
Catón, Escipión, Paulo y Sulpicio Galo, el primero de los cuales todavía en el año 149 volvió a defender a los lusitanos
contra Galba. En inscripciones latinas los documentos que se conservan y que pertenecen a los límites de este trabajo, que
abarca sólo hasta la muerte de Augusto, son:
• la tabla de patronato de Pollensa, en la que los bocoritanos nombran patrono a M. Licinio Craso, cónsul del
año 14 a.C.;
• el pacto de hospitalidad del año 2 a.C. de Palencia, que aunque la forma sea romana, la tessera documenta
una relación de tipo indígena, y en ella Acces fue recibido, él y sus descendientes, como hospes de la ciudad de
Pallantia;
• el llamado "Bronce de Audita", procedente del Cortijo de Clavijo, en las proximidades de Ronda, fechado en
el año 5, es también un pacto de hospitalidad entre G. Mario Balbo y una ciudad; la ciudad entra en la fides y
clientela del hospes, que ocupa así una posición de patrono respecto a ella;
• inscripción hallada en Mérida el año 6; de la misma fecha, tabla de patronato de Mulva, en la que se
establece hospitium entre dos ciudades, Ugia y Emerita,
• Y una segunda procedente de Pollensa, de la misma fecha que la anterior, en la que se habla del patronato de
Marco Atilio con los bocoritanos.
Las legiones republicanas de la época de las Guerras Púnicas formaban en orden de batalla con treinta manípulos
dispuestos en tres líneas de diez manípulos cada una de ellas.
El cambio táctico que introdujo Cayo Mario en la organización de la legión fue agrupar cada tres manípulos para formar
una cohorte de 480 hombres. Una cohorte ya era una unidad lo suficientemente grande como para actuar individualmente.
Tal cambio revolucionó el arte de la guerra y confirió a las legiones romanas una superioridad táctica soberbia.
La Segunda Guerra Púnica (218–201 a. C.) trajo los primeros contingentes militares romanos a la Península, con el
objetivo de impedir el envío de tropas cartaginesas y de ayuda económica a Aníbal en su avance a Roma. Si en un
principio su presencia inicial no llevaba implícita pretensiones de conquista, hacia el 206 a. C., Escipión domina la zona
peninsular controlada por Cartago, incluida la propia Cartago Nova, convirtiéndose en objetivo estratégico debido a su
posición geográfica y a la abundancia agrícola y mineral de sus tierras. El aprovechamiento de estos recursos explica la
permanencia de los ejércitos romanos desde finales del siglo III a. C., ya que Roma nunca contó con ejércitos
permanentes de ocupación.
Efectivos
La legión constituía la base del ejército romano, en Hispania desde el 218 a.C. existieron un mínimo de dos legiones, al
mando cada una de ellas de un propraetor o gobernador de Provincia. En el siglo I a. C., una legión estaba formada por
4.000 o 5.000 hombres y dividida en diez cohortes de 480 soldados, que a su vez se dividía en seis centurias de 80
hombres. Cada dos centurias formaban un manipulo por lo que una cohorte la formaban tres manipulos. La primera
cohorte era siempre la mejor de una legión, la sexta la componían los mejores hombres jóvenes, la octava eran tropas
selectas, y la décima buenas tropas. Las cohortes más débiles eran la 2ª, 4ª, 7ª y 9ª, compuestas la 7ª y 9ª por tropas
con poca experiencia.
Esta infantería pesada estaba apoyada por 300 jinetes y un número similar de infantería ligera (socii) reclutados entre
los aliados y otros 1.000 jinetes proporcionados también por aliados. De este modo cada ejército provincial estaba
formado por unos 10.000 o 12.000 soldados, siendo el contingente militar romano en Hispania de unos 20.000 o 25.000
hombres. Por último a estas fuerzas se añadían los elementos indígenas (auxilia) alistados de acuerdo a los pactos suscritos
o por mercenarios.
A lo largo de la República fue necesario aumentar los efectivos bien por la resistencia indígena o al final del periodo
republicano por ser el escenario de la guerra civil. Así, durante las guerras ibéricas, los efectivos llegaron a alcanzar
unos 40.000 o 50.000 hombres.
EL EJÉRCITO IMPERIAL
Finalizada la conquista se confió al ejército no sólo las tareas de vigilancia del nuevo espacio conquistado, sino también la
implantación de la infraestructura básica para el posterior desarrollo de la administración y llevar a cabo la
explotación de los recursos mineros de la región. Así fueron creados los primeros establecimientos urbanos, de
carácter militar y nueva planta, aprovechando los campamentos de la conquista. Iuliobriga, Segisama Iulia y Asturica son
buenos ejemplos.
Algunos de estos nombres variarían a lo largo del tiempo, y otros incluso se les añadían nuevos nombres a los que ya
tenían. Algunas de las legiones nunca conseguirían un nombre antes de su desaparición, como por ejemplo las legiones
XVII, XVIII, XIX, y otras se desconoce el que tenía antes del segundo nombre (regio VII). De las siete legiones que
participaron en las guerras cantabro–astures, sólo tres permanecieron en la Península
• X Gemina. Formada a partir de dos legiones el año 59 a. C o un poco antes, reconstruida el año 44 a.C., y
unida al ejército de Octavio después de Accio. Permaneció leal al emperador Domiciano en la revuelta de
Saturnino el año 89 d.C.
• IIII Macedonica. Creada por César el 48 a.C. Ganó su nombre en Macedonia. Participó en la guerra civil del 69
d.C. Renombrada por Vespasiano con el nombre de
La localización exacta de estas legiones no es conocida, la X Gemina estaba asentada en el sector cantábrico y por
una serie de testimonios epigráficos: prata (hitos que señalizaban el territorio circundante al campamento) y tegulas
firmadas, debía estar cerca de Retortillo (Santander). Sobre las otras dos debían de hallarse muy próximas, hacia la
zona sur de Astorga, siendo su misión la de proteger las minas de oro de la región.
Dependientes de estas legiones eran los cuerpos auxiliares de número impreciso, entre ellos se encuentran: el ala
Tautorum Victrix civium Romanorum y la cohors IIII Thracum en Cantabria; las alas II Gallorum y Cigurrorum.
Tras el asesinato de Galba por partidarios de Otón, la X Gemina toma partido por Vitelio y defiende el paso del
estrecho contra los partidarios de Otón. Una vez que Vitelio consiguió el trono añadió a las legiones hispanas una
tercera, la I Adiutrix, pronunciándose todas por Vespasiano.
La reorganización de Vespasiano
Con Vespasiano el ejército peninsular trasladó sus efectivos a las fronteras septentrionales del Imperio. En el año 74
regresa la VII Gemina y, una vez regenerada de efectivos, recibió como acuertelamiento la región astur. La legio VII
Gemina constituyó el único cuerpo legionario del ejército peninsular hasta la caída del Imperio. De sus tropas auxiliares
no sabemos mucho, los nombres del ala II Flavio Hispanorum y de las cohortes
La permanencia del ejército en Hispania respondía a razones de Estado. Razones que podemos basar en tres
argumentos:
La relación del ejército con la explotación minera ha sido activa, testimoniándose en numerosos documentos epigráficos
de una manera dual;
• por un lado sabemos que el tipo de explotación del noroeste peninsular exigía la presencia de
ingenieros y especialistas para la aplicación de técnicas particulares, métodos que sólo el ejército
podía proporcionar;
• por otro lado no podemos olvidar el papel del ejército en la protección de los cotos.
Los cuerpos del ejército contribuían, en definitiva, a la supervisión y a la producción, a la defensa y protección de
suministros del coto minero.
Pero el papel del ejército no se agotó en esta multiforme prestación de servicios, los soldados de ésta legión VII,
acuartelados en León, fueron utilizados en todo el territorio peninsular de una manera continua bien para la represión
del bandolerismo, bien para el servicio en una situación crítica, mediante destacamentos (vexillationes), manteniendo por
tanto funciones militares con la participación en campañas de Bretaña y África o contra las incursiones de bandas
procedentes del norte de África en la época de Marco Aurelio.
Otras milicias que completaban la organización militar peninsular son las que han recibido la etiqueta de provinciales
o municipales, entre ellas citar las cohortes orae maritimae, que, al mando de un prefecto, tenían la función de proteger la
zona costera mediterránea. Otras estarían situadas en la Bética, con una ámbito de actuación provincial.
Esto, a la postre, conduciría a que el ejército arrebatara definitivamente el control de los mecanismos de poder a la
aristocracia senatorial, a los cincuenta años de anarquía militar y a proclamar más de 25 emperadores en ese tiempo y
sólo uno de ellos logró morir en cama.
Las propias necesidades de los campamentos militares atraían a artesanos y mercaderes que se instalaban en sus
cercanías con lo que surgía un brote de actividad económica y como consecuencia un proceso de integración entre
militares y civiles. Este modelo de actividad provocaba la construcción de barracas (canaba) más o menos sólidas que
adquirieron un carácter de permanentes y que pasaron a ser un complemento necesario y tolerado de la disciplina
cuartelaria.
Como consecuencia de las reformas iniciadas por los Severos, fundamentalmente la relativa al matrimonio, en estas
canabae se encontraban numerosos veteranos que, tras su licenciamiento, se instalaban en ellas como manera de
continuar su vida civil.
Estos veteranos se agrupaban en corporación (consistentes ad canabas) y de ellos surgían los magistrados que
administraban estas canabae, reuniendo con el tiempo los elementos propios de una ciudad: cementerio, talleres, templo y
albergues. En este crecimiento se produce un efecto de simbiosis entre campamento y la canabae que da lugar a un
modelo de estructura urbana que, en muchos casos, es origen del estatuto municipal o colonial.
En el caso de la legio VII Gemina, las canabae del campamento, durante el siglo III, transformaron su condición jurídica
para convertirse en una civitas, que a comienzos del siglo IV era sede episcopal. Su nombre original, Legio, prueba la
simbiosis aludida pero su importancia también de no sólo fue un lugar de intercambios sino también de un lugar de
producción de bienes, en especial agrícolas.
Dado el grave problema de carácter económico-social planteado a muchas poblaciones de Hispania, los indígenas se
enrolaron en número crecido desde el primer momento en los ejércitos de los grandes pueblos colonizadores, púnicos y
romanos ya que el alistamiento era una válvula de escape. Los indígenas que servían en el ejército romano estaban
sometidos al impacto de la cultura romana de un modo sistemático y continuo. Aprendían a hablar latín, a vivir a la
romana; muchos recibirían al final de su servicio militar, como recompensa de los servicios prestados, la ciudadanía,
formarían las clientelas de sus antiguos jefes militares o se sentían en muchos casos atados a ellos por el vínculo fuerte de
la deuotio.
En Hispania recibieron por vez primera los romanos, en sus ejércitos, mercenarios celtíberos en el año 212 (Liv. XXIV 49),
mercenarios que al abandonar a los Escipiones, en número de 20.000 poco después, fueron la causa de su derrota y
muerte; ya aún antes se reclutaron tropas indígenas, pues poco después de desembarcar en Ampurias
Cn. Escipión formó varias cohortes auxiliares entre los pueblos situados al N. del Ebro (Liv. XXI 60). La guarnición de
Sagunto, después de la toma por los Escipiones, sirvió a los generales romanos. A partir de este momento las cifras de
tropas hispanas alistadas en los ejércitos romanos, como auxiliares, son realmente muy elevadas y continuas.
Ya en las primeras campañas de Escipión el Africano, en el año 206, después de la toma de Carthago Nova, Livio (XXVI
50) cuenta que un princeps Celtiberorum, Allucius, en agradecimiento por la devolución de su prometida, condujo a Escipión
una tropa de 1.400 hombres, elegidos entre sus clientes 222. Este mismo año los iberos ajustaron un foedus con Escipión
por el que se comprometían al servicio militar; en recompensa recibían dinero que lo proporcionaba la misma Hispania,
según Catón
Es durante la Segunda Guerra Púnica cuando su participación es importante, tanto como mercenarios del bando
cartaginés como del romano. El ejército de Roma tenía graves problemas de efectivos y su inferioridad hizo que la
estrategia se basara en la aplicación de elementales sistemas persuasivos para atraerse a mercenarios indígenas;
Cartago, por el contrario, endureció los medios de reclutamiento y la exigencia de tropas auxiliares era creciente, lo
que hizo que muchas tribus se rebelaran. Ante esto los Escipiones ofrecieron mejor paga, diplomacia para fomentar la
amistad y confianza, trato igualitario en el reparto del botín, premios a los aliados… para atraer a los hispanos al lado
de Roma. Concurso que no finalizó con la expulsión cartaginesa sino que se mantuvo en los años de conquista.
Ya se indicó que los romanos se apoyaron en el elemento ibérico durante la conquista; así, las fuentes antiguas citan una
serie de reyes que favorecieron la causa romana en los primeros momentos de la conquista, como Culchas, que
proporcionó a Escipión 3.500 infantes y 500 jinetes (Liv. XXVIII 13, 3; Pol. XI 20) en el año 206; este mismo año se pasa a
los romanos "con una gran tropa de sus súbditos" Attenes, rey de los turdetanos (Liv. XXVIII 15); en el año 179, Thurro,
que en agradecimiento a T. Sempronio Graco por haberle devuelto tres hijos comprados por los romanos en Alce.Catón
tenía tropas auxiliares, meseteños, cuando atacó a los lacetanos y el mismo cónsul ofreció a los celtíberos crecidas sumas
de dinero si servían en el ejército romano. En el año 181 a. C, Q. Fulvio Flaco opuso a 35.000 celtíberos numerosos
auxiliares de los pueblos aliados de las orillas del río Ebro, aunque en número menor. Todas estas cifras prueban que la
conquista de Hispania se hizo, en gran parte, con tropas indígenas, al igual que la conquista por parte de los
cartagineses, que sólo contaban con tropas mercenarias; Polibio (XI 31) pone en boca de Escipión, cuando este general se
ve obligado a marchar contra Indíbil, que muchos creían que con la ayuda de los iberos se había vencido a los
cartagineses y celtíberos. Rumor que debía contener una gran verdad.
Si un factor importante en la romanización de Hispania fueron las tropas al servicio de Roma, que vivían en la vida
militar con el ejército romano, no contribuyeron menos a romanizarse y romanizar a sus compatriotas, los indígenas que
desde los primeros años de la conquista visitan Roma o Italia. En el año 212 se enviaron más de 300 españoles, hijos de
las mejores familias, para que intentasen atraerse a los compatriotas que servían como tropas auxiliares en los ejércitos de
Aníbal. En el año 160, iberos, probablemente clientes, llevaron el féretro de Emilio Paulo en Roma (Plut. Aem. Paul. 39, 8).
Efectivamente, Roma recurrió de manera continua a reclutar efectivos indígenas aprovechando la endémica enemistad de
los pueblos y tribus peninsulares. Estos eran alistados temporalmente para cada campaña en las regiones cercanas al
escenario de la guerra; la forma de reclutamiento difería de acuerdo a las relaciones de cada tribu con Roma, pudiendo
ser comprados, convencidos o exigidos.
Así, durante la primera etapa del dominio romano hasta la conquista de Numancia, la participación de mílites hispanos al
servicio de Roma, estaba regulada en virtud de los pactos o foedera con los diferentes grupos sometidos (deditio in fidem)
que venían obligados a prestar servicio en hombres y dinero. Durante el sitio de Numancia Escipión exigió de las tribus
amigas soldados para completar sus tropas, unos 60.000 hombres de los que la mitad eran hispanos. Esto no implicaba
una integración en los cuadros del ejército, era un mero trámite obligado a las necesidades de la propia guerra; en el
sitio de Numancia, los auxiliares hispanos ocuparon los puestos más peligrosos separados de las tropas de legionarios y
socii itálicos. Era, en definitiva, una explotación de los recursos provinciales en búsqueda de una eficacia bélica.
A Sertorio, que estuvo como tribuno militar a las órdenes de Didio, le llamaron los lusitanos en el año 80, ofreciéndole el
mando del ejército contra Roma (Plut. Sert. 10); la casi totalidad de su ejército, que llegó a ser muy numeroso, pues
Plutarco (Sert. 19) habla de que en alguna ocasión alcanzó 150.000 hombres, estaba formado por tropas indígenas. Las
fuentes antiguas no dejan lugar a duda: "Tenía en sus manos a España", escribe Plutarco (Pomp. 17), y en otro lugar indica
(Sert. 12,) que "los tenía dispuestos a todo", y que se ingenió para atraerse una juventud floreciente (Sert. 6), "utilizaba a
los lusitanos con preferencia", lo que provocó a lo largo un descontento general entre los romanos que seguían a
Veleyo considera la guerra sertoriana, no una lucha entre romanos, sino entre hispanos y romanos. Sertorio romanizaba
no sólo a los hijos de los hispanos, de lo que se hablará más adelante, sino incluso al mismo ejército, que a veces
luchaba a la romana, con armamento romano. Plutarco (Sert. 14) dice que logró acostumbrar a los iberos a la táctica
romana, "convirtiendo sus fuerzas de grandes cuadrillas de bandoleros en un ejército. Los adornaba los marriones de oro
y plata, les enseñaba el uso de mantos y túnicas", lo que es un aspecto muy exterior de la romanización, que principia por
signos exteriores como el vestir, según observó ya Estrabón al referirse a los celtíberos, dato confirmado por Frontino (II 5,
31), quien informa que en la batalla de Lauro empleó una legión de iberos con armamento romano; otras veces, al
contrario, en esta guerra (Front. II 5, 32), como durante la guerra civil (BC I 44), los romanos se adaptaron a la táctica de
los indígenas; mediante ella Pompeyo venció a Perperna en el año 82 223. En la guerra civil participaron activamente
las tropas indígenas en ambos bandos, en mucho mayor número en el pompeyano que en el cesariano. Ya en el año
49 César temía que el partido pompeyano reuniese mucha caballería (BC I 29). El Dictador conocía bien la calidad de
los jinetes hispanos, pues de ellos se había servido en la conquista de la Galia en el año 54 (BC V 26, 3). Desde el
principio de la lucha se incorporaron al ejército de Petreyo muchos soldados de la Provincia Ulterior y celtíberos,
lusitanos y cántabros, aunque estos últimos no pertenecían todavía al imperio (BC I 38, 4). Un párrafo más adelante
César ofrece nuevos datos sobre la participación de las tropas indígenas en el ejército pompeyano (BC I 39, 2), que
formaban 90 cohortes auxiliares es decir unos 15.000 hombres, calculando la cohors en un efectivo de 500 soldados; una
parte estaba formada por scutati de la Provincia Citerior, y la otra, por caetrati de la Ulterior; a este número se sumaban
5.000 jinetes de ambas provincias.
Estas tropas prestaron buenos servicios a Afranio, pues los lusitanos y los caetrati de la Provincia Citerior molestaban a
los convoyes de César en los Pirineos (BC I 48, 7). Los caetrati intentaron poco después ocupar una montaña, aunque sin
éxito, siendo muertos por las tropas de César (BC I 70, 5). El Dictador valoró perfectamente "la importancia del ejército
pompeyano de Hispania; así se vino directamente acá, pues la lucha decisiva se libraría en la Península”, según César
(Pompeyo, por el contrario, opinaba que sobre el mar (Cic. Ad Att. X 8, 4).
En la segunda etapa de la lucha, que termina con la derrota pompeyana en Munda, caballería hispana luchaba al lado
de César (como se deduce de la táctica de descabalgar y luchar a pie de los jinetes, costumbre típicamente ibera según .
Iberos, celtíberos y esclavos componían el ejército de Afranio (App. BC II 87).
Los celtíberos eran particularmente adictos al partido pompeyano, pues a la Celtiberia se había retirado varias veces
Pompeyo durante la guerra sertoriana, y durante la guerra civil Afranio (BC I 61, 2) era a donde pensaba, a ser posible,
trasladar el campo de operaciones, ya que hic magnos equitatus magnaque auxilia expectabant (BC I 62, 4), y adonde se
retiró Sexto Pompeyo después de Munda (Flor. II 13, 87). Las tropas indígenas que se unieron a Cneo procedían de las
mismas regiones que las que lucharon al lado de Afranio, pues el autor del Bellum Hispanense cita lusitanos de guarnición
en Ategua (BH 18) e Hispalis (BH 36). Lusitanos acompañan a Cneo después que éste intentó huir por mar (BH 38). Este
autor eleva a 6.000 las tropas auxiliares, de procedencia hispana seguramente, que lucharon al lado de Cneo Pompeyo
en Munda (BH 30). A partir de la terminación de las guerras cántabras los pueblos del norte suministran tropas a los
ejércitos auxiliares (Str. III 3, 8) 225.
Estas tropas hispanas que luchan al lado del partido pompeyano no son simples mercenarios, sino en su mayoría
clientes, según afirma el propio César: magna esse Pompei beneficia et magnas clientelas in citeriore prouincia sciebat (BC II
18), pues una de las provincias. (Citerior) maximis beneficiis Pompei deuincta (BC I 29); estas clientelas databan de la
época sertoriana (BC I 61). El mismo dato ofrece Appiano (BC V 139; II 87). Las clientelas pompeyanas eran muy
fuertes en Celtiberia concretamente y en la Bética.
La rapidez con la que los pompeyanos reúnen tropas indígenas prueba igualmente la abundancia de las clientelas de
Pompeyo. Appiano (BC IV 83), al referir la venida a Hispania de Sexto Pompeyo, escribe que "en seguida todos los
soldados de su padre y de su hermano, que andaban errantes, se unieron a él como a su señor natural". Clientes serían
probablemente los lusitanos reclutados por Philón, después del desastre de Munda, con los que Caecilius Niger entró de
noche en Hispalis y mató a la guarnición cesariana (BH 35-36), y los letanos que reciben a Sexto Pompeyo después de
Munda. En el siglo I a.C. las clientelas pompeyanas se convirtieron en partidos políticos y en grupos de presión económica,
lo que explicaría la fuerza del conservadurismo pompeyano en Hispania 226. Las clientelas tendrían su base en
instituciones hispánicas, como el hospitium y la deuotio, de los que se hablará más adelante.
El traslado de los enfrentamientos civiles de la época de Sila a Hispania, hará imprescindible el recurso de las tropas
provinciales por parte de ambos bandos: optimates y populares. Lo mismo ocurrirá durante la guerra civil entre César y
Pompeyo, al ser la Península el escenario más importante del conflicto.
Pero, ¿cómo diferenciar entre los hispanos pertenecientes a áreas en proceso irreversible de romanización, de las recién
sometidas o en vías de sumisión? Respecto a los primeros queda claro que existe una identificación con las luchas
políticas que se están dirimiendo, como ocurre en la zona meridional y oriental con la cuña del valle del Ebro; pero, en
el resto del territorio no existe esa identificación y sus intereses eran mucho más elementales o materiales cerrados por
medio de pactos con los generales romanos. Durante este conflicto se forma una legión completa, la legio Vernacula,
formada únicamente por indígenas.
Las consecuencias de la guerra civil afectarían a todo el territorio peninsular, acelerando el proceso de romanización en
las zonas que apoyaron a César y siendo consideradas como territorio conquistado y súbdito las periféricas.
Si César fue el mayor innovador en la utilización de tropas auxiliares, a lo largo del reinado de Augusto estas tropas
reciben su organización definitiva formando, por una lado, la imprescindible caballería y, de otro, la transformación de
la infantería ligera en pesada, igualando a las tropas legionarias.
La importancia de los auxilia reclutados en Hispania, dentro del esquema de las tropas, responde a dos factores que,
combinados responde a la pregunta del porqué del elevado número de auxilia hispanos sobre otras regiones:
Anteriormente, los auxilia a las tropas que participaron en las guerras cántabro– astures, estaban formadas
principalmente por tracios y galos a los que se sumaron los reclutados entre los propios pueblos vecinos peninsulares.
Al igual que ocurría con la denominación de las legiones, el nombre de las unidades auxiliares podía tener varios
orígenes: bien hacer referencia al nombre de las tribus contra la que se luchaba o a su procedencia. En ellas están
representadas ambas provincias imperiales, lusitanos y vetones de la Lusitania, mientras que el nombre de hispani engloba
a la procedencia de la Tarraconense.
Como consecuencia del avance en el proceso de romanización se produce una reducción de efectivos militares y por
tanto de las fuerzas de guarnición, los reclutamientos o levas son destinados a los ejércitos provinciales y llevan el
nombre de su procedencia: Arevaci, Astures, Varduli… El destino de estas tropas fue el frente del Rin y el del Danubio y
más tarde formó parte del ejército africano, nutriendo así a la provincia más cercana.
También como consecuencia de este proceso la necesidad de tropas auxiliares debió ser menor, hasta el punto de
únicamente crear nuevas unidades en momentos puntuales (como las cohortes de vascones reclutados por Galba en su
marcha hacia Roma)
A partir de la segunda mitad del siglo II, apenas encontramos tropas formadas por hispanos. Las unidades renuevan sus
filas y las necesidades urgentes se resuelven con elementos extranjeros, los numeri (cuerpos especiales), que se van
haciendo cada vez más frecuentes y en los que Hispania, alejada de los frentes de guerra, contribuye en grado muy
pequeño.
Durante el siglo I se exigió a los legionarios la doble cualificación de origen ciudadano y nacimiento libre sustituyendo,
de forma paulatina, los soldados indígenas a los itálicos y es sobre todo la Bética la que mayor número de ellos
proporciona en este proceso de “provincialización” del ejército. La inmensa mayoría de los legionarios, alrededor de
7.000 hombres, pertenecientes a la VII Gemina son ya de origen hispano y, más concretamente, de las zonas más
próximas a su asentamiento. Es la conscripción local de Adriano que se convierte en norma desde el siglo II. Y este será el
ejército que mantendrá su guarnición en Hispania hasta su disolución, a comienzos del siglo V, durante las
invasiones germánicas.
Hace ya muchos años que Mommsen escribió estas frases: "Son muchos los campos en que poseemos testimonios de que la
civilización romana penetró en España antes y con mayor fuerza que en ninguna otra provincia del Imperio... En España la
romanización se produjo, con seguridad, mucho antes y con mayor fuerza que en África... Si en algún sitio se había preparado
por la República el terreno para la obra histórico-universal del Imperio, para la romanización del Occidente, era precisamente
en España...; en ninguna provincia se fomentó la romanización de arriba a abajo tan enérgicamente como en España. Una
parte de España, por lo menos, asimiló rápidamente los usos y la civilización romana, y hasta se latinizó antes que las demás
provincias transmarítimas"; y L. Pareti , a su vez, considera que la romanización de la Península "se non rapida, fu profunda".
Este autor cree que las causas de esta temprana romanización de Hispania son: la presencia del ejército romano en la
Península;
A estas causas nosotros añadimos las siguientes, que son también de gran importancia:
• el comercio,
• la presencia de tropas hispanas en los ejércitos romanos
• y el influjo sobre los indígenas de las grandes personalidades que estuvieron en la Península.
Algunas de estas causas, como la construcción de vías y el uso del latín, son efectos de la romanización, y a su vez contribuyen
a extender la romanización.
La conquista romana modificó las estructuras sociales hispanas. Fue un proceso lento y paralelo a la ocupación, desde
el litoral hacia el interior. No sólo no fue un proceso uniforme sino que acentuó las diferencias entre las diversas áreas
(casi plena integración en sur y levante, y norte con perduración de modos indígenas). A este proceso se le llama
“romanización” (término tan equívoco como insatisfactorio).
LA ROMANIZACIÓN
Esta concepción colonialista de raíces europeizadoras del XIX, ha dado paso a unas interpretaciones más críticas y
sensibles con la visión de los colonizados. De esta manera, se define la romanización como “un proceso que afecta a las
estructuras de base, producido como consecuencia de la transformación total de las estructuras socioeconómicas, políticas e
ideológicas prerromanas y la subsiguiente implantación progresiva de las romanas”: organización político-jurídica, esclavismo,
familia patriarcal, vida urbana, religión y filosofía romanas. El tema se ha radicalizado olvidándose, en ocasiones, que el
término es moderno y susceptible de interpretaciones diferentes.
Factores de la romanización
La romanización se alcanza cuando un territorio se integra plenamente en el estado romano, como en el caso de los
municipia civium Romanorum hispanos. Pero esto no se consigue en toda la Península por igual, se distinguen varios
grados según el tiempo y si el territorio ofrece mayor resistencia o no. Además, la romanización, se produce sobre culturas
con características propias, por lo que es necesario compararla no sólo con el resto, sino también con relación al estado
primitivo anterior. El punto de vista indígena depende del modo en que han percibido la presencia romana: tras un pacto,
una entrega voluntaria o una confrontación bélica. También influyen los intereses socioeconómicos de ciertos individuos que
quieren mantener su estatus y proceden a imitar los modos de vida romanos. Finalmente, hay que tener en cuenta la
existencia de una política de romanización y las consecuencias, voluntarias o no, de la presencia romana como factor más
importante.
Política romanizadora
El modo en que cada comunidad se había entregado dio como resultado los diferentes sistemas jurídicos: subordinados,
libres o aliados. Roma no practicó conscientemente una política de desnacionalización, es más, su debilidad burocrática le
obligó a utilizar la administración local para poder transformar en civitas las comunidades existentes.
La civilización urbana servía como medio de pacificación y control, y Roma otorgó el derecho municipal para convertir
en romanos a los diferentes colectivos urbanos. Esta concesión era un honor y tenía unos requisitos: ordenación urbana,
modos de vida romanos, extensión territorial, densidad de población, burguesía acomodada y méritos para merecerla.
LA COLONIZACIÓN ROMANO-ITÁLICA
Al llegar a la Península, los romanos encuentran dos áreas bien diferenciadas:
• Ibérica: Catalunya, Levante, Valle del Ebro y Andalucía. Civilización urbana con influencia griega y púnica
(instalados en sus costas).
• Celta: Pueblos de la Meseta y Lusitania y borde Cantábrico. Régimen pre o protourbano.
La conquista aumentó estas diferencias ya que el dominio romano se estableció a partir del área ibérica, más atractiva
económicamente y antes pacificada.
• Publicanos
Eran los arrendatarios de bienes públicos y se encargaban del cobro de tributos y portoria, abastecimiento de ejércitos,
alquiler de las rentas del ager publicus y explotación de las minas.
Generalmente los accionistas de las sociedades permanecían en Roma y eran los agentes (casi siempre no ciudadanos y
probablemente no libres) los que actuaban directamente sobre las fuentes de ingresos. En la industria minera, el número
de publicanos y agentes era proporcional a las explotaciones que, aún siendo estatales, eran arrendadas por sociedades
de particulares. Las minas requerían gran número de técnicos y empleados, la mayoría itálicos (según los documentos).
Algunos de éstos, consiguieron magistraturas locales y se afincaron en Hispania.
• Hombres de negocio
El negocio de esclavos era muy lucrativo. No sólo se utilizaba para la exportación, también para las minas que precisaban
mucha mano de obra. Muchos itálicos se dedicaron a este negocio. Las esclavizaciones decrecieron tras la conquista y
cesaron después de las guerras cántabras. También entre los negotiatores encontramos banqueros, prestamistas,
manufactureros, transportistas y navieros.
Muchos de ellos dirigían sus negocios desde Roma mientras sus agentes residían en la Península. La arqueología demuestra
un intenso comercio con Italia a partir del s II AC (cerámicas, vasos campaneases, cerámica aretina, sigilatta …). Los
productos mayormente exportados: trigo, aceite y vino, aunque también productos pesqueros y derivados (salazón y
garum), lana, cera, tejidos, esparto…Se concentraban en los
principales centros: Tarraco, Carthago Nova, Hispalis, Gades…
Colonización agrícola
Fue la corriente más numerosa de emigración transformando el paisaje agrario en amplias zonas. El ejército jugó un papel
esencial en este tipo de colonización. Con César y Augusto se dieron la mayoría de fundaciones coloniales.
Roma no impuso nunca las formas de vida, lengua, derechos y religión, tampoco fue muy lejos en la administración (es más
se sirvió de las administraciones locales).
La civitas romana fue el elemento de unión entre colonizadores e indígenas. Se utilizó la concesión de ciudadanía como
premio (por servicio o lealtad), ya que significaba pertenecer al estrato dominador, quedar exento de muchas cargas y
tener ventajas jurídico-políticas. En muchos casos se utilizó con fines personales más que como recurso de estado.
Representaban el poder romano en las provincias, ya que eran ellos los que conquistaban el territorio e imponían las
condiciones de entrega y reparto de tierras. Por ello tenían mucha importancia sus dotes personales y persuasivas, que
servían más como medio de extensión de su poder personal que como elemento pacificador.
Según costumbre romana, la política se basaba en las relaciones interfamiliares y personales a través de los vínculos
clientelares. A cambio de los beneficios otorgados por el gobernador (promulgación de leyes, pacificación, reparto de
tierras, ciudadanía), los indígenas correspondían con la fides, es decir: lealtad y fidelidad. [Ej: Los Numantinos sólo querían
pactar con el hijo de Graco.]
El control romano era más una cuestión personal que política.
Las promociones individuales: los primeros ejemplos
· 211 AC a favor del ibero Moericus (2º Guerra Púnica).
· Más frecuentes a partir del s II AC (con Mario sobre todo).
· 89 AC por méritos de guerra a 30 jinetes (guerra en Ausculum)
Personajes importantes, generales en estos casos, aprovechaban su poder de
concesión de ciudadanía para extender sus relaciones. También las aprovecharon
por motivos militares.
Las clientelas militares
A partir de la Guerra Social y la consiguiente Guerra Civil, personajes privados aprovecharon sus relaciones sociales para
reclutar ejércitos. Sobre todo en las provincias adquirieron gran importancia por la posibilidad de ser utilizados contra el
propio Estado (ej de Sila, M. Craso o Sertorio). La concesión de ciudadanía era la mejor manera de afianzar estas
clientelas militares.
Los vencedores contra Sertorio, Metelo y Pompeyo (sobre todo), utilizaron este
método. Pompeyo ya tenía antecedentes en Hispania (su padre Pompeyo Estrabón) y
se encargó de ampliar esta influencia.
Las clientelas provinciales
Con la Lex Gelia Cornelia de civitate del 72 AC que autorizaba a Pompeyo a
conceder la ciudadanía individualmente, se ampliaba esta concesión a civiles. De
esta manera, los benefactores, podían contar con posibles apoyos también en las
ciudades (ej de la concesión de Pompeyo a la familia Balbi). Esta concesión fue tanto
para la Citerior como para la Ulterior. La importancia de la clientela de Pompeyo
queda patente en el apoyo que éste consiguió en la guerra contra César (que también
utilizó este recurso). La Guerra Civil dio ocasión a nuevas concesiones. Según las
leye, los legionarios debían ser ciudadanos romanos y por ello, ante la necesidad, se
incluyó a provinciales a los que se les concedío la ciudadanía. Augusto reguló estas
nuevas concesiones. Aunque se siguió dando la ciudadanía a civiles, lo más normal
era conseguirla a través del ejército imperial. (tras 25 años de servicio se otorgaba el
diploma que acreditaba la obtención de la ciudadanía.).
Las concesiones colectivas de ciudadanía: la municipalización
De mayor relevancia es la concesión a comunidades urbanas en bloque. Esta política
de municipalización se inicia con César y sigue con Augusto. Sólo fue otorgada a
algunas grandes comunidades o aquellas que tuvieran buen número de ciudadanos
con dicha concesión. Era una medida política pero con nuevos propósitos: asegurar
los reclutamientos legionarios y asegurar los elementos civiles para la administración
y explotación de los territorios del Imperio. El propósito era crear un número limitado.
Este medida conservadora quedó patente tanto por el otorgamiento en la mayoría de
casos del derecho latino, como en la escasez de estos centros. Con Augusto, de 513
La dependencia de Roma introdujo elementos que terminaron por destruir las formas indígenas: modo de vida sedentario,
territorialización de las unidades, etc. Los conventus fueron divididos en populi, que más tarde se convirtieron en civitates,
con lo que se desintegraron las relaciones suprafamiliares. Sólo las creencias religiosas resistieron hasta la llegada del
Cristianismo.
El estado de romanización de Hispania al final de la República se encontraba más avanzado que en África. El fondo de todo lo
referente a la romanización es el hecho de que Roma se vuelca en la Península para explotar sus gigantescas riquezas de
productos de todo género, principalmente mineros, que no ofrecía África, como se ha señalado varias veces a lo largo del
trabajo.
Hispania es una colonia de explotación, y toda colonia de explotación acepta insensiblemente, pero pronto, la cultura de la
metrópoli, con la rápida desaparición de la vida peculiar de los indígenas, que aquí Roma tendió a asimilar, es decir a
romanizar, no a destruir, pues Roma necesitaba de los nativos para la explotación de las riquezas del país, y los naturales
vieron que Roma ofrecía ventajas de todo género, que es lo que explica que las ciudades fenicias, esencialmente comerciantes,
se pusieran desde el primer momento de parte de Roma, al igual que las ricas familias de la Península, como los Balbos,
Astolpas, etc. La explotación de Hispania explica el hecho de que Roma envía continuamente tropas y de que contrate
mercenarios para mantener la paz y ampliar el territorio conquistado, pues los ingresos que la Península proporcionaba al
erario romano y a los particulares eran auténticamente fabulosos.
Las guerras numantinas y celtibéricas coinciden con el momento en el que en el senado imperaban las ideas de expansión sin
negar el hecho de que Roma se encontraba altamente interesada en que la población del centro no presionase ni saquease la
Bética y toda la costa levantina que ella explotaba despiadadamente; explica igualmente la creación constante de centros
itálicos y de colonias y el permanente gotear de colonos interesados en esta explotación. La administración implantada por
Roma, la construcción de vías, el uso del latín y el comercio no son, en definitiva, más que el resultado de esta explotación.
Además, debe tenerse en cuenta el dinamismo de una sociedad durante tantos siglos, y el diferente ritmo regional,
hasta una mayor o menor integración, según los casos, en el entramado económico global romano.
La pieza clave para la organización económica y la explotación del territorio adscrito a su jurisdicción es la ciudad, sobre
todo tras el proceso urbanizador desde la tardía República. Por una parte, era la residencia de los propietarios, que
aunque explotaban el campo preferían el medio urbano, convertido así en un centro de consumo que se había de
abastecer, al tiempo que núcleo productor de manufacturas tanto para el propio medio urbano como para el rural. Así,
las ciudades constituían un mercado que armonizaba una economía de base agraria con estructura urbana.
En cuanto a la población, es difícil evaluarla, de manera que se han propuesto cifras desde los 3’5 millones a los 13,
basados indirectamente en extensión de las necrópolis, áreas urbanas, densidad de villae, etc. De las únicas cifras
concretas que tenemos, gracias a Plinio, se deduce una densidad de 8 h/km² (siempre habitantes libres) para los tres
conventus del noroeste, sin duda mucho menos poblados que los valles del Ebro y Guadalquivir o la costa mediterránea. Si
bien se puede especular con una cifra de alrededor de 6 millones de habitantes en el cambio de Era, la población sufrió
fuertes cambios desde las guerras de conquista, con una drástica disminución, aumentando continuamente (por el
desarrollo económico y la inmigración itálica) hasta el siglo II d.c. y descendiendo después. La ciudad más populosa era
Gades (pudo llegar a 100.000 h.), seguida por Carthago Nova, Tarraco, Caesaraugusta, Corduba, Emerita y Clunia, que
oscilaban entre 30 y 20.000 h., pero la mayoría estaba entre 5 y 10 mil h.
Llama la atención la desproporción de la población urbana frente al mundo rural, acentuada por la emigración campo-
ciudad durante el Alto Imperio (y desde otras provincias imperiales), especialmente a las capitales provinciales, aunque
cesó la masiva afluencia de itálicos.
Economía recolectora
La caza y la pesca, no sometidas a ninguna reglamentación, continuaron siendo un fuerte pilar económico sobre todo en
áreas como las norteñas donde la economía era de subsistencia, gracias a la abundancia de monte y bosque. Destaca la
boyante industria de salazón de pescado, con larga tradición desde época púnica, en el sur peninsular, apoyada por la
abundancia de salinas, que abarataban costes. Gracias al registro arqueológico conocemos el proceso productivo y la
organización de las explotaciones (que sufrieron una importante remodelación a lo largo del Alto Imperio) a lo largo de la
costa levantina hasta el cabo de san Vicente, en Gades, Baelo, Sexi, etc. El pescado se preparaba para su envase y
exportación; se prefería el atún y el escombro, pero destaca la producción para todo el Imperio de garum salsa muy
apreciada en la cocina romana, elaborada a partir de las entrañas de ciertas variedades de pescado.
Sector agropecuario
Base de la economía, su desarrollo fue muy desigual según las áreas. Dejando aparte el hecho de que la extensión del
bosque era mucho mayor que la actual, hay que tener en cuenta que, por ejemplo, que en zonas como la norteña la base
de la alimentación era la ganadería y la recolección de bellotas, con las que hacían pan. Además, los extensos bosques
eran usados por la industria maderera para los astilleros, minas, construcción y calefacción, así como para la recolección
de fruta (ciruelo, almendro, manzano), algunos producto de exportación, como los higos de Sagunto.
Algunas plantas textiles eran producto de explotación industrial, como el lino (en las regiones de Játiva, Tarragona y,
después, el noroeste), el esparto (Ampurias o Cartagena) o las especies tintóreas, como el coccus, así como la cochinilla y
el quermes, que se criaban en las hojas del cascajo.
Tras la pacificación, la regularización administrativa contribuyó al desarrollo. La política de colonización impulsada por
Cesar y Augusto inició el tránsito de una economía campesina a la de grandes terratenientes de corte capitalista y
métodos científicos, ya que las fundaciones coloniales transformaron el paisaje agrario y territorial y el poblamiento. Toda
fundación llevaba aparejada la determinación de los límites (termini o limites), la centuriatio (repartos de tierra en
parcelas rectangulares de 100 lotes (cada lote era equivalente a un cuarto hectárea) unas 50 Has), la asignación de
parcelas (privadas, para los colonos, y públicas, bien para su aprovechamiento común o para arrendamiento. El territorio
centuriado recibía el nombre de pertica) y los derechos de paso, asignando un ager (territorio) a la urbs (centro urbano),
constituyendo una unidad jurídica y administrativa, que incluía núcleos menores (debido a la gran extensión del territorio
de la ciudad): los pagi, centros comarcales para la administración del espacio rural, los fundi, o propiedades agrarias
alrededor de las villae, y los vici, núcleos menores a veces de origen prerromano, que a veces fueron promocionados a
minicipia. Lo no cultivado constituía el saltus (montes y bosques o silvae). Aunque las parcelas de la centuriación sufrieron
variaciones desde su forma originaria, debido a la tendencia a la concentración parcelaria, en rigor no puede hablarse
de latifundismo en Hispania hasta el s. III.
Desde mitad del s. II a.c fue extendiéndose la villa, empresa agraria de corte racional y capitalista destinada a la
comercialización, lo que supone la especialización en productos rentables y una eficiente organización del trabajo, así
como el perfeccionamiento del utillaje y los sistemas de cultivo. La villa constituía una serie de edificaciones, distribuidas
funcionalmente, en el centro de un fundus, y desde un principio se enclavaron en territorios seleccionados según las
posibilidades del suelo.
Las primeras villae se establecieron en el Maresme y Tarragona y después en los valles del Ebro, Guadalquivir y
alrededor de Mérida y Medellín. En los dos primeros siglos del Imperio se extendería a la Meseta y al noroeste,
alcanzando toda la extensión peninsular en el III y el IV.
En todo caso, la tríada mediterránea (vid, olivo y cereales) eran la base de la agricultura.
1 Hispania fue siempre una de las mayores productoras de cereal, desde muy temprano producto de explotación,
especialmente en el sur, donde las innovaciones introducidas por tartésicos (regadío en el Guadalquivir) y
cartagineses (cereal) aumentaron el rendimiento agrario. Hispania fue territorio de buena producción cerealista,
en especial cebada y trigo. Todo el territorio vacceo, y en general la Citerior, era buena zona triguera desde
antiguo (en 203 a.c., según Livio, la exportación de cereal hispano hizo descender enormemente el precio del
trigo), aunque en la cuenca del Tajo, Bética y Levante, se tendió a sustituir el cereal por vid y olivo, de mayor
rendimiento.
2 La vid estaba extendida por todo el territorio, pero la producción se concentraba en la Bética y el oriente de la
Tarraconense, y era destinada tanto al consumo local como a la exportación. La producción provincial de vino
dio lugar a legislaciones restrictivas para proteger los viñedos itálicos, como en el 92, bajo Domiciano, que
exigía arrancar la mitad de los viñedos de las provincias.
3 El olivo se extendía hasta Gredos, y era una de las principales fuentes de riqueza de Hispania, dándose en la
Bética la mayor producción y calidad, fruto de su tradición desde su introducción por fenicios y griegos, y por la
calidad edáfica, constituyendo un preciado producto de exportación en continuo crecimiento hasta el s. II d.c., ya
que el aceite era usado no sólo como alimento sino en droguería y perfumería. Otras zonas productoras de
aceite eran la costa de la tarraconense, el valle del Ebro y la comarca de Mérida.
La ganadería era otro de los pilares de la economía ya desde época prerromana, sobre todo entre celtíberos y lusitanos.
La Meseta era rica en ovejas, bueyes y caballos. En el norte abundaban éstos en especial, además del ganado porcino,
de manera que estos pueblos sustituían el aceite por la manteca y fabricaban renombrados jamones. La ganadería siguió
siendo básica en el área de los verracos (N. De Portugal y Meseta occidental). También fue famosa la lana de la Bética,
obtenida de ovejas trashumantes (se desplazaban estacionalmente del valle del Guadalquivir a Sierra Morena).
Minería
Desde el inicio de la conquista Roma extrajo ingentes cantidades de plata de suelo hispano (constituyendo uno de sus
motores iniciales), procedente no de las minas (que pasaron a ser propiedad del Estado), sino de tributos y botín. Hasta las
campañas de César en el noroeste, incluso, la obtención de metales preciosos actuó como estímulo para la expansión.
Existía además gran abundancia de hierro, plomo, cobre y oro, lo que propició la intensa colonización itálica (técnicos,
empleados, etc.) de las zonas mineras según iban cayendo bajo influencia romana, ya que el Estado arrendaba la
explotación de las minas (excepto las de oro, de exclusividad estatal), por medio de los censores, a sociedades de
publicani. Las minas más importantes en época republicana fueron las de Carthago Nova, de plata, Castulo (Linares), de
plata y plomo, Sisapo (Almadén), de cinabrio, Mons Marianus (Sierra Morena), de cobre... El destino del mineral era
fundamentalmente Roma, pero no exclusivamente.
La mano de obra en esta época republicana era fundamentalmente esclava, y trabajaba en condiciones pésimas.
En época imperial, Hispania siguió siendo la región minera más rica, sobre todo tras la puesta en explotación de las minas
de oro del noroeste (Las Médulas, en León, Três Minas, en Portugal, El Bierzo, etc.), principal fuente del mineral hasta la
conquista de Dacia (19 a.c.), mientras la zona suroriental incrementó su producción metalífera hasta que los filones se
fueron agotando en el s. II, tomando el relevo la zona suroccidental (Tarsis, Lusitania, Riotinto...). Las minas de oro
dependían directamente del Emperador, controladas por un procurator metallorum o el de la provincia, frecuentemente
libertos imperiales. Además, para labores de supervisión y de carácter técnico, había unidades militares de la VII Gemina
en las proximidades de los cotos mineros. Las condiciones laborales mejoraron sensiblemente, pasando la mano de obra
esclava a segundo término, superándola en cantidad los mercenarii (libres), que se podían agrupar en asociaciones
(collegia). El sector capitalista de las explotaciones lo formaban los socii, coloni y occupatores. Se conocen muchos detalles
técnicos y de ingeniería de las explotaciones mineras: métodos de desagüe, de extracción, etc. La reglamentación fiscal y
administrativa de las regiones mineras estaba muy desarrollada, como se comprueba en las conservadas tablas de
Aljustrel, en el Alemtejo (Portugal).
El artesanado
Este sector siguió siendo secundario, destinado al consumo local (por la fuerte incidencia de la economía doméstica y el
bajo nivel de consumo) y con técnicas apenas distintas a las de época prerromana. La producción se realizaba en
pequeños talleres familiares, a lo sumo con un pequeño número de esclavos, libertos o asalariados libres, aunque existía
una notable especialización. Pocos productos se fabricaban en masa o se destinaban a la exportación (herramientas para
construcción, transporte ligado a la minería- capazos y espuertas de esparto, cáñamo, etc.-, cerámica de transporte- para
vino, aceite, salazones, etc.-, objetos suntuarios, etc.). Excepto en la metalurgia y las salazones, su desarrollo estuvo
mediatizado por la necesidad de suplir con fabricaciones locales más baratas la importación de productos suntuarios,
como la cerámica.
Los principales productos de exportación (alimentación o minería) apenas precisaban una elaboración primaria. Sólo la
industria textil y tintorera experimentaron gran auge. Otras, como la bella cerámica ibérica, sucumbieron a las nuevas
modas. Las industrias ligadas al transporte marítimo, como astilleros, cordelería, etc., también se desarrollaron.
Se conoce la existencia de fábricas de vidrio, con pequeña producción pero notable demanda, y talleres de fundición de
bronce (como en Bilbilis o Turiasso) de estatuas, lucernas, etc., o de labra de piedra. En general, sólo las manufacturas
ligadas a grandes obras públicas superaban el ámbito local.
Hispania fue, por todo ello, receptora neta de manufacturas, sobre todo de productos refinados destinados a los
colonizadores o a las oligarquías locales romanizadas, constituyendo éstos el único motor de transformación de las
estructuras artesanales, plasmada en campos como el urbanismo o la arquitectura, indicadores del grado de asimilación
del orbe romano. Las nuevas formas de vida estimularon las actividades constructivas (monumentos, edificios,
acueductos, canteras, etc.), de transporte, etc., debido a las necesidades del ámbito urbano.
El comercio
La acción del comercio como factor de civilización la señaló bien César (BC II 15; IV 2; VI 24) al referirse a los pueblos de
Galia y de Germania. Con los productos del comercio penetran las modas, las formas de vida y de costumbres y el cambio de
mentalidad. El autor del folleto titulado "La República de los atenienses", II, 7-8, insiste en el aspecto diferente que ofrece
Atenas de otras ciudades, debido precisamente a su comercio.
Las gentes dedicadas al comercio debieron ser muy numerosas desde el primer momento de la conquista, ya que Hispania era,
como escribe Piganiol "l'El Dorado de l'Occident". Menciones de mercaderes en la primera etapa sólo se conocen dos: una de
ellas refiere que los habitantes de Astapa capturaron a los sirvientes de armas y mercaderes desperdigados por el campo (Liv.
XXVIII 22). Ellos eran los que compraban el botín (App. Ib. 20), al que se conocen tantas alusiones en las fuentes, y los
esclavos por otra parte, las relaciones marítimas (Liv. XXII 11, 6 y 22) y terrestres con Italia eran continuas 216, lo que
también favorecía el comercio y la formación y desarrollo de compañías navieras, ya que el ejército romano se vio obligado
con cierta frecuencia a traer las provisiones de fuera 217, como de Ostia (Liv. XXII 11, 6 y 22) y Puteoli (Liv. XXXVII 7, 2),
en los primeros momentos de la conquista. Escipión, al ponerse al frente del ejército que sitiaba Numancia, la primera medida
que tomó fue arrojar del campamento a todos los mercaderes, prostitutas, adivinos y sacrificadores (App. Ib. 85; Val. Max. II
7).
En el siglo II el comercio con Italia era ya muy floreciente, como se deduce de la creación por Q. Servilio Cepión de la Turris
Caepionis (Mela III 4; Str. III 1, 9), a fin de que los buques evitasen el banco de Salmedina en la desembocadura del
Guadalquivir.
Durante la guerra sertoriana, los mercaderes viajaban continuamente a Sicilia, pues Verres les mandó matar alegando que
eran sertorianos fugitivos de Dianium (Cic. Verr. V 146).
Los años del principado de Augusto marcaron el momento cumbre del comercio hispano con Italia, ya que Augusto favoreció
extraordinariamente el comercio dentro de todo el Imperio, fiel a su programa de paz y prosperidad económica, incrementado
también a causa de la extirpación de la piratería y la navegación segura (Str. III 2, 5). A este tema le acabamos de dedicar un
estudio especial, y aquí sólo aduciremos unos cuantos testimonios sacados principalmente de Estrabón.
El geógrafo griego habla frecuentemente de los numerosos barcos de comercio que llegan a Turdetania (Str. III 2, 4), que
traficaban con Italia y Roma (III 2, 5), en particular con los puertos de Ostia y Puteoli (Str. III 2, 6): "La excelencia de las
exportaciones de Turdetania manifiéstase en el gran número y el gran tamaño de las naves, los mayores navíos de carga que
arriban a Dikaiarcheia y a Ostia, puerto de Roma, proceden de aquí (Turdetania) y su número es casi igual al que viene de
Libye". Se exportaba de la Bética trigo, mucho vino y aceite..., también cera, miel, pez, mucha cochinilla y minio..., salazones,
metales, tejidos..., etc., etc. (Str. III 2, 6). En tiempos de Estrabón (III 2, 13.) todo este importante comercio lo controlaban los
semitas
Una ciudad esencialmente comercial era Cádiz, cuyos habitantes son los que "navegan en más y mayores naves, tanto por el
Mediterráneo como por el Atlántico" (Str. III 5, 3); muchos habitaban en Roma, sin duda dedicados a empresas mercantiles; sus
naves frecuentaban los puertos del Mediterráneo oriental, como Alejandría, donde las proas de los barcos usados por los
gaditanos eran conocidas (Str. III 3, 4). Los barcos los construían los mismos habitantes (Str. III 2, 6; BG V 1; BC II 18) con
maderas del país. La navegabilidad de los ríos y la construcción de canales favorecían el intercambio.
Los puertos más importantes y centros comerciales, además de Carthago Nova, eran Córdoba e Hispalis (Str. III 2, 1 y 3),
Carteia (Str. III 1, 7) y Cádiz (Str. III 5, 3). Las islas Baleares tenían buenos puertos (Str. III 5,1).
El ser Hispania una colonia de explotación, sobre la que se volcó Roma desde los primeros siglos y particularmente en el siglo I
a.C. debido a su extraordinaria riqueza, hizo que el comercio fuese muy floreciente. El comercio siempre trae un fuerte
intercambio de influencia, muy beneficiario para los indígenas, que se romanizaron insensiblemente.
El carácter colonial de Hispania convertía a su estructura económica en un gigantesco engranaje de corte capitalista
destinado a la exportación a Roma de productos primarios y manufactureros, lo que hacía necesaria la existencia de una
importante red comercial y transporte. Debido a la dificultad del transporte terrestre (lentitud, dificultades orográficas,
escaso volumen de mercancías por persona y km., etc.) el marítimo y fluvial era fundamental. Los principales puertos
marítimos se encontraban en Gades, que conectaba las rutas mediterráneas con las atlánticas y el tráfico fluvial del
Guadalquivir y el Guadiana; Carthago Nova, centro de intercambio del comercio con África y puerto de salida de la
actividad minera suroriental y la Meseta sur; Tarraco, que concentraba el comercio del valle del Ebro y era importante
puerta de entrada de toda la Tarraconensis; los puertos mediterráneos, como Carteia, Baelo, Sexi, Abdera, Dianium,
Ebussus, Ampurias o Rhode. El Estado se encargó de construir o adecuar una gran cantidad de puertos fluviales y marítimos,
tanto por razones económicas como de índole militar o administrativo.
También se creó una extensa red terrestre que aprovechó el trazado de las vías prehistóricas. Si al principio se trató de
calzadas militares, pronto se usaron intensivamente para el transporte comercial. Las más importantes eran la Vía
Heraklea, que unía el Ródano con Gades pasando por Castulo e Hispalis. Augusto planificó la red viaria como un cinturón
que, rodeando la Meseta, comunicaras los puntos más importantes con la costa oriental. La vía Heraklea pasó a llamarse
Augusta, pavimentada y jalonada de áreas de descanso y miliarios. Por el norte, otra vía unía Burdingala (Burdeos) con
Asturica Augusta (Astorga) desde donde partía la que sería llamada más tarde Vía de la Plata, hasta Emerita Augusta
(Mérida), con prolongaciones por el sur, hasta Onuba, y hacia el norte. Otra vía paralela a ésta unía Bracara Augusta
(Braga) con Olisippo (Lisboa), llegando hasta la desembocadura del Guadiana. El cinturón se cerraba con una vía desde
Gades a Málaga. Otras vías secundarias unían los centros interiores con el cinturón exterior, como la que comunicaba, por
Toletum, Mérida con Hispalis y Caesaraugusta (Zaragoza) hasta Tarraco. Los principales nudos de esta red se encontraban
en Astorga (centro minero del noroeste), Castulo (de Sierra Morena), Mérida y Sevilla (centros comerciales del tráfico
fluvial del sur), Zaragoza (del Ebro) y Tarragona (punto de confluencia del interior meseteño con el Mediterráneo). Las
importaciones eran absorbidas por los colonos itálicos y las oligarquías asimiladas, consistiendo en objetos suntuarios
(cerámicas, vidrio, telas, perfumes, etc.) y vinos de calidad.
La principal fuente de ganancias era el comercio marítimo exterior e interprovincial, siendo las ciudades más ricas las que
contaban con un comercio intenso marítimo o fluvial. Se exportaba, además de productos mineros (fundamentalmente),
pesqueros (salazones y garum) y agropecuarios (cereal, vino, etc., y, sobre todo, aceite de oliva de la Bética), tejidos,
armas y bronces, siempre hacia Italia u otras provincias del Imperio. El caso del aceite era paradigmático, pues se
realizaba el negocio a gran escala, con una complicada cadena que incluía producción, envase transporte y relaciones
comerciales, controlada por los navicularii y diffusores olearii, constituyendo un sector estratégico sometido a un férreo
control fiscal, prácticamente controlado y absorbido, en época imperial, por la annona.
Otros productos de exportación fueron los caballos, los textiles y derivados (lana, cáñamo esparto, lino, etc.), colorantes
minerales (chrysocolla), vegetales (coccus) o de insectos (cochinilla, quermes). Y grandes cantidades de terra sigillata.
En época republicana hay que mencionar la figura del buhonero que seguía a los ejércitos, comprando el botín y
aprovisionándolo de pequeñas mercancías. En época posterior, siguieron ejerciendo el comercio en pequeña escala.
El comercio interior está poco documentado, y se basaba en artículos de primera necesidad. Era esencial en este caso el
papel de la ciudad como centro comercial de base. Si bien el comercio interior estaba bien desarrollado en la Bética y
Levante, áreas muy urbanizadas donde existían oligarquías poderosas, burguesías urbanas y grandes terratenientes, en el
norte y el oeste, con población dispersa, apenas variaron las formas comerciales desde época prerromana, si bien existían
centros de intercambio basados en el trueque (los fora).
En cuanto a la moneda, con la llegada de los romanos desaparecieron todas aquellas que surgieron bajo influencia
fenicia y griega (que constituyeron las primeras acuñaciones en la península), y Roma impuso, desde mediados del s. II
a.c., su metrología y favoreció la acuñación de monedas locales, sobre todo en el nordeste. Son famosas las series del
jinete ibérico con leyendas en alfabeto local. A partir del 45 a.c ya sólo se acuñaron en alfabeto latino, tras un periodo
bilingüe. En época imperial continuaron las acuñaciones locales y siguieron circulando las monedas de época republicana
aunque cada vez llegaban en más cantidad otras acuñadas en el exterior. Las de oro siempre fueron de cecas imperiales,
nunca locales, primero de las Galias y luego de la propia Roma. Bajo Claudio cesaron las acuñaciones locales, pese a
episodios esporádicos. El norte quedó al margen de la economía monetaria, coincidiendo las cecas locales con las áreas
de romanización más intensa.
La Hacienda Pública
Como todo territorio provincial, Hispania se convirtió en fuente de explotación para el Estado romano.
Independientemente de los botines de guerra, contribuciones de guerra, etc., en época de conquista, Hispania estuvo
sometida desde 206 al pago de un tributo (stipendium). Su recaudación fue enun principio muy arbitraria, normalizándose
a partir de los inicios del s. II, convirtiéndose en un vectigal certum (impuesto fijo, la vicesima o 5% de la cosecha en grano),
que podía cobrarse en dinero o en especie (capas, pieles, caballos..), sin contar las minas (de propiedad estatal) o las
contribuciones de auxilia para el ejército. La carencia durante la República de estructuras administrativas sólidas obligó al
arrendamiento de los impuestos provinciales a societates publicanorum, con los problemas que conllevaba esta
privatización.
Sólo dos grupos de magistrados (cuestores y censores) se ocupaban de los problemas financieros. Augusto emprendió la
reforma del fisco manteniendo instituciones republicanas con otras de nuevo cuño: mantuvo el aerarium Saturni (tesoro
público en el que se ingresaba los tributos de las provincias senatoriales), dependiente del Senado aunque controlado por
dos praetores aerarii. Las provincias imperiales engrosaron un tesoro paralelo, el fiscus, con imprecisa separación del
patrimonium principis, la fortuna familiar imperial, ya que éste se convertiría en público al ligarse a la dignidad imperial.
Claudio reorganizó la administración desarrollando aún más el fiscus, creando una estructura administrativa para el
patrimonium, confiada a libertos imperiales y, a partir de Vespasiano, a caballeros. El fiscus creció en detrimento del
aerarium, que no llegó a desaparecer por conveniencia política. El Estado precisaba gran cantidad de recursos para sus
políticas de pacificación y bienestar social, y aunque no se acabó con el arrendamiento de los impuestos, sí se controló de
forma efectiva la arbitrariedad de los publicani y la gestión financiera mediante procuradores ecuestres.
Augusto introdujo una política fiscal coherente: sólo los impuestos indirectos (vectigalia) siguieron en manos de los publicani;
los directos, llamados tributa o stipendia según las provincias (imperiales o senatoriales) se traspasaron a los gobernadores
provinciales. Al stipendium (5%) se sumaban otros impuestos
indirectos: la quinquagesima (2% de las exportaciones), para la que existían una serie de aduanas o portoria, la vigesima
hereditatium (5% de las herencias) y la vigesima libertatis (5% de la manumisión de esclavos).
El ejército acaparaba gran parte del gasto público, a veces (como en las guerras celtíbero-lusitanas) superando la
recaudación anual. A partir de Augusto, y la sistematización de las fuerzas de ocupación, se le dotó de recursos propios,
como la explotación de los prata militaria (tierras de cultivo y pastos) incluidas en el territorium legionis o talleres de
alfarería propios, dejando de ser una fuente de gasto importante.
La estructura de la hacienda pública se basó (en época imperial) en la autonomía ciudadana, contando las ciudades con
recursos propios, bien por la explotación de su territorio como por las tasas e impuestos locales para hacer frente tanto a
la administración local, como al pago de impuestos estatales y las obras públicas de la urbs y su territorio, lo que
derivaba en continuos problemas financieros, superados para hacer frente a los gastos, etc. usualmente por la liberalidad
de ciudadanos ricos, bien mediante aportaciones libres como por las obligadas por la ostentación de un cargo municipal
(munera), consideradas un honor. Por ello, la crisis económica de finales del s. II y el que afectó a las oligarquías
municipales acarreó a su vez la crisis de la ciudad, pues cada vez fue más difícil encontrar a ciudadanos dispuestos a
costear las obligaciones que conllevaba la ostentación de magistraturas o sacerdocios municipales.
Además, debe tenerse en cuenta el dinamismo de una sociedad durante tantos siglos, y el diferente ritmo regional,
hasta una mayor o menor integración, según los casos, en el entramado económico global romano.
La pieza clave para la organización económica y la explotación del territorio adscrito a su jurisdicción es la ciudad, sobre
todo tras el proceso urbanizador desde la tardía República. Por una parte, era la residencia de los propietarios, que
aunque explotaban el campo preferían el medio urbano, convertido así en un centro de consumo que se había de
abastecer, al tiempo que núcleo productor de manufacturas tanto para el propio medio urbano como para el rural. Así,
las ciudades constituían un mercado que armonizaba una economía de base agraria con estructura urbana.
En cuanto a la población, es difícil evaluarla, de manera que se han propuesto cifras desde los 3’5 millones a los 13,
basados indirectamente en extensión de las necrópolis, áreas urbanas, densidad de villae, etc. De las únicas cifras
concretas que tenemos, gracias a Plinio, se deduce una densidad de 8 h/km² (siempre habitantes libres) para los tres
conventus del noroeste, sin duda mucho menos poblados que los valles del Ebro y Guadalquivir o la costa mediterránea. Si
bien se puede especular con una cifra de alrededor de 6 millones de habitantes en el cambio de Era, la población sufrió
fuertes cambios desde las guerras de conquista, con una drástica disminución, aumentando continuamente (por el
desarrollo económico y la inmigración itálica) hasta el siglo II d.c. y descendiendo después. La ciudad más populosa era
Gades (pudo llegar a 100.000 h.), seguida por Carthago Nova, Tarraco, Caesaraugusta, Corduba, Emerita y Clunia, que
oscilaban entre 30 y 20.000 h., pero la mayoría estaba entre 5 y 10 mil h.
Llama la atención la desproporción de la población urbana frente al mundo rural, acentuada por la emigración campo-
ciudad durante el Alto Imperio (y desde otras provincias imperiales), especialmente a las capitales provinciales, aunque
cesó la masiva afluencia de itálicos.
Economía recolectora
La caza y la pesca, no sometidas a ninguna reglamentación, continuaron siendo un fuerte pilar económico sobre todo en
áreas como las norteñas donde la economía era de subsistencia, gracias a la abundancia de monte y bosque. Destaca la
boyante industria de salazón de pescado, con larga tradición desde época púnica, en el sur peninsular, apoyada por la
abundancia de salinas, que abarataban costes. Gracias al registro arqueológico conocemos el proceso productivo y la
organización de las explotaciones (que sufrieron una importante remodelación a lo largo del Alto Imperio) a lo largo de la
costa levantina hasta el cabo de san Vicente, en Gades, Baelo, Sexi, etc. El pescado se preparaba para su envase y
exportación; se prefería el atún y el escombro, pero destaca la producción para todo el Imperio de garum salsa muy
apreciada en la cocina romana, elaborada a partir de las entrañas de ciertas variedades de pescado.
Sector agropecuario
Base de la economía, su desarrollo fue muy desigual según las áreas. Dejando aparte el hecho de que la extensión del
bosque era mucho mayor que la actual, hay que tener en cuenta que, por ejemplo, que en zonas como la norteña la base
de la alimentación era la ganadería y la recolección de bellotas, con las que hacían pan. Además, los extensos bosques
eran usados por la industria maderera para los astilleros, minas, construcción y calefacción, así como para la recolección
de fruta (ciruelo, almendro, manzano), algunos producto de exportación, como los higos de Sagunto.
Algunas plantas textiles eran producto de explotación industrial, como el lino (en las regiones de Játiva, Tarragona y,
después, el noroeste), el esparto (Ampurias o Cartagena) o las especies tintóreas, como el coccus, así como la cochinilla y
el quermes, que se criaban en las hojas del cascajo.
Tras la pacificación, la regularización administrativa contribuyó al desarrollo. La política de colonización impulsada por
Cesar y Augusto inició el tránsito de una economía campesina a la de grandes terratenientes de corte capitalista y
métodos científicos, ya que las fundaciones coloniales transformaron el paisaje agrario y territorial y el poblamiento. Toda
fundación llevaba aparejada la determinación de los límites (termini o limites), la centuriatio (repartos de tierra en
parcelas rectangulares de 100 lotes (cada lote era equivalente a un cuarto hectárea) unas 50 Has), la asignación de
parcelas (privadas, para los colonos, y públicas, bien para su aprovechamiento común o para arrendamiento. El territorio
centuriado recibía el nombre de pertica) y los derechos de paso, asignando un ager (territorio) a la urbs (centro urbano),
constituyendo una unidad jurídica y administrativa, que incluía núcleos menores (debido a la gran extensión del territorio
de la ciudad): los pagi, centros comarcales para la administración del espacio rural, los fundi, o propiedades agrarias
alrededor de las villae, y los vici, núcleos menores a veces de origen prerromano, que a veces fueron promocionados a
minicipia. Lo no cultivado constituía el saltus (montes y bosques o silvae). Aunque las parcelas de la centuriación sufrieron
variaciones desde su forma originaria, debido a la tendencia a la concentración parcelaria, en rigor no puede hablarse
de latifundismo en Hispania hasta el s. III.
Desde mitad del s. II a.c fue extendiéndose la villa, empresa agraria de corte racional y capitalista destinada a la
comercialización, lo que supone la especialización en productos rentables y una eficiente organización del trabajo, así
como el perfeccionamiento del utillaje y los sistemas de cultivo. La villa constituía una serie de edificaciones, distribuidas
funcionalmente, en el centro de un fundus, y desde un principio se enclavaron en territorios seleccionados según las
posibilidades del suelo.
Las primeras villae se establecieron en el Maresme y Tarragona y después en los valles del Ebro, Guadalquivir y
alrededor de Mérida y Medellín. En los dos primeros siglos del Imperio se extendería a la Meseta y al noroeste,
alcanzando toda la extensión peninsular en el III y el IV.
En todo caso, la tríada mediterránea (vid, olivo y cereales) eran la base de la agricultura.
1 Hispania fue siempre una de las mayores productoras de cereal, desde muy temprano producto de explotación,
especialmente en el sur, donde las innovaciones introducidas por tartésicos (regadío en el Guadalquivir) y
cartagineses (cereal) aumentaron el rendimiento agrario. Hispania fue territorio de buena producción cerealista,
en especial cebada y trigo. Todo el territorio vacceo, y en general la Citerior, era buena zona triguera desde
antiguo (en 203 a.c., según Livio, la exportación de cereal hispano hizo descender enormemente el precio del
trigo), aunque en la cuenca del Tajo, Bética y Levante, se tendió a sustituir el cereal por vid y olivo, de mayor
rendimiento.
2 La vid estaba extendida por todo el territorio, pero la producción se concentraba en la Bética y el oriente de la
Tarraconense, y era destinada tanto al consumo local como a la exportación. La producción provincial de vino
dio lugar a legislaciones restrictivas para proteger los viñedos itálicos, como en el 92, bajo Domiciano, que
exigía arrancar la mitad de los viñedos de las provincias.
3 El olivo se extendía hasta Gredos, y era una de las principales fuentes de riqueza de Hispania, dándose en la
Bética la mayor producción y calidad, fruto de su tradición desde su introducción por fenicios y griegos, y por la
calidad edáfica, constituyendo un preciado producto de exportación en continuo crecimiento hasta el s. II d.c., ya
que el aceite era usado no sólo como alimento sino en droguería y perfumería. Otras zonas productoras de
aceite eran la costa de la tarraconense, el valle del Ebro y la comarca de Mérida.
La ganadería era otro de los pilares de la economía ya desde época prerromana, sobre todo entre celtíberos y lusitanos.
La Meseta era rica en ovejas, bueyes y caballos. En el norte abundaban éstos en especial, además del ganado porcino,
de manera que estos pueblos sustituían el aceite por la manteca y fabricaban renombrados jamones. La ganadería siguió
siendo básica en el área de los verracos (N. De Portugal y Meseta occidental). También fue famosa la lana de la Bética,
obtenida de ovejas trashumantes (se desplazaban estacionalmente del valle del Guadalquivir a Sierra Morena).
Minería
Desde el inicio de la conquista Roma extrajo ingentes cantidades de plata de suelo hispano (constituyendo uno de sus
motores iniciales), procedente no de las minas (que pasaron a ser propiedad del Estado), sino de tributos y botín. Hasta las
campañas de César en el noroeste, incluso, la obtención de metales preciosos actuó como estímulo para la expansión.
Existía además gran abundancia de hierro, plomo, cobre y oro, lo que propició la intensa colonización itálica (técnicos,
empleados, etc.) de las zonas mineras según iban cayendo bajo influencia romana, ya que el Estado arrendaba la
explotación de las minas (excepto las de oro, de exclusividad estatal), por medio de los censores, a sociedades de
publicani. Las minas más importantes en época republicana fueron las de Carthago Nova, de plata, Castulo (Linares), de
plata y plomo, Sisapo (Almadén), de cinabrio, Mons Marianus (Sierra Morena), de cobre... El destino del mineral era
fundamentalmente Roma, pero no exclusivamente.
La mano de obra en esta época republicana era fundamentalmente esclava, y trabajaba en condiciones pésimas.
En época imperial, Hispania siguió siendo la región minera más rica, sobre todo tras la puesta en explotación de las minas
de oro del noroeste (Las Médulas, en León, Três Minas, en Portugal, El Bierzo, etc.), principal fuente del mineral hasta la
conquista de Dacia (19 a.c.), mientras la zona suroriental incrementó su producción metalífera hasta que los filones se
fueron agotando en el s. II, tomando el relevo la zona suroccidental (Tarsis, Lusitania, Riotinto...). Las minas de oro
dependían directamente del Emperador, controladas por un procurator metallorum o el de la provincia, frecuentemente
libertos imperiales. Además, para labores de supervisión y de carácter técnico, había unidades militares de la VII Gemina
en las proximidades de los cotos mineros. Las condiciones laborales mejoraron sensiblemente, pasando la mano de obra
esclava a segundo término, superándola en cantidad los mercenarii (libres), que se podían agrupar en asociaciones
(collegia). El sector capitalista de las explotaciones lo formaban los socii, coloni y occupatores. Se conocen muchos detalles
técnicos y de ingeniería de las explotaciones mineras: métodos de desagüe, de extracción, etc. La reglamentación fiscal y
administrativa de las regiones mineras estaba muy desarrollada, como se comprueba en las conservadas tablas de
Aljustrel, en el Alemtejo (Portugal).
El artesanado
Este sector siguió siendo secundario, destinado al consumo local (por la fuerte incidencia de la economía doméstica y el
bajo nivel de consumo) y con técnicas apenas distintas a las de época prerromana. La producción se realizaba en
pequeños talleres familiares, a lo sumo con un pequeño número de esclavos, libertos o asalariados libres, aunque existía
una notable especialización. Pocos productos se fabricaban en masa o se destinaban a la exportación (herramientas para
construcción, transporte ligado a la minería- capazos y espuertas de esparto, cáñamo, etc.-, cerámica de transporte- para
vino, aceite, salazones, etc.-, objetos suntuarios, etc.). Excepto en la metalurgia y las salazones, su desarrollo estuvo
mediatizado por la necesidad de suplir con fabricaciones locales más baratas la importación de productos suntuarios,
como la cerámica.
Los principales productos de exportación (alimentación o minería) apenas precisaban una elaboración primaria. Sólo la
industria textil y tintorera experimentaron gran auge. Otras, como la bella cerámica ibérica, sucumbieron a las nuevas
modas. Las industrias ligadas al transporte marítimo, como astilleros, cordelería, etc., también se desarrollaron.
Se conoce la existencia de fábricas de vidrio, con pequeña producción pero notable demanda, y talleres de fundición de
bronce (como en Bilbilis o Turiasso) de estatuas, lucernas, etc., o de labra de piedra. En general, sólo las manufacturas
ligadas a grandes obras públicas superaban el ámbito local.
Hispania fue, por todo ello, receptora neta de manufacturas, sobre todo de productos refinados destinados a los
colonizadores o a las oligarquías locales romanizadas, constituyendo éstos el único motor de transformación de las
estructuras artesanales, plasmada en campos como el urbanismo o la arquitectura, indicadores del grado de asimilación
del orbe romano. Las nuevas formas de vida estimularon las actividades constructivas (monumentos, edificios,
acueductos, canteras, etc.), de transporte, etc., debido a las necesidades del ámbito urbano.
El comercio
La acción del comercio como factor de civilización la señaló bien César (BC II 15; IV 2; VI 24) al referirse a los pueblos de
Galia y de Germania. Con los productos del comercio penetran las modas, las formas de vida y de costumbres y el cambio de
mentalidad. El autor del folleto titulado "La República de los atenienses", II, 7-8, insiste en el aspecto diferente que ofrece
Atenas de otras ciudades, debido precisamente a su comercio.
Las gentes dedicadas al comercio debieron ser muy numerosas desde el primer momento de la conquista, ya que Hispania era,
como escribe Piganiol "l'El Dorado de l'Occident". Menciones de mercaderes en la primera etapa sólo se conocen dos: una de
ellas refiere que los habitantes de Astapa capturaron a los sirvientes de armas y mercaderes desperdigados por el campo (Liv.
XXVIII 22). Ellos eran los que compraban el botín (App. Ib. 20), al que se conocen tantas alusiones en las fuentes, y los
esclavos por otra parte, las relaciones marítimas (Liv. XXII 11, 6 y 22) y terrestres con Italia eran continuas 216, lo que
también favorecía el comercio y la formación y desarrollo de compañías navieras, ya que el ejército romano se vio obligado
con cierta frecuencia a traer las provisiones de fuera 217, como de Ostia (Liv. XXII 11, 6 y 22) y Puteoli (Liv. XXXVII 7, 2),
en los primeros momentos de la conquista. Escipión, al ponerse al frente del ejército que sitiaba Numancia, la primera medida
que tomó fue arrojar del campamento a todos los mercaderes, prostitutas, adivinos y sacrificadores (App. Ib. 85; Val. Max. II
7).
En el siglo II el comercio con Italia era ya muy floreciente, como se deduce de la creación por Q. Servilio Cepión de la Turris
Caepionis (Mela III 4; Str. III 1, 9), a fin de que los buques evitasen el banco de Salmedina en la desembocadura del
Guadalquivir.
Durante la guerra sertoriana, los mercaderes viajaban continuamente a Sicilia, pues Verres les mandó matar alegando que
eran sertorianos fugitivos de Dianium (Cic. Verr. V 146).
Los años del principado de Augusto marcaron el momento cumbre del comercio hispano con Italia, ya que Augusto favoreció
extraordinariamente el comercio dentro de todo el Imperio, fiel a su programa de paz y prosperidad económica, incrementado
también a causa de la extirpación de la piratería y la navegación segura (Str. III 2, 5). A este tema le acabamos de dedicar un
estudio especial, y aquí sólo aduciremos unos cuantos testimonios sacados principalmente de Estrabón.
El geógrafo griego habla frecuentemente de los numerosos barcos de comercio que llegan a Turdetania (Str. III 2, 4), que
traficaban con Italia y Roma (III 2, 5), en particular con los puertos de Ostia y Puteoli (Str. III 2, 6): "La excelencia de las
exportaciones de Turdetania manifiéstase en el gran número y el gran tamaño de las naves, los mayores navíos de carga que
arriban a Dikaiarcheia y a Ostia, puerto de Roma, proceden de aquí (Turdetania) y su número es casi igual al que viene de
Libye". Se exportaba de la Bética trigo, mucho vino y aceite..., también cera, miel, pez, mucha cochinilla y minio..., salazones,
metales, tejidos..., etc., etc. (Str. III 2, 6). En tiempos de Estrabón (III 2, 13.) todo este importante comercio lo controlaban los
semitas
Una ciudad esencialmente comercial era Cádiz, cuyos habitantes son los que "navegan en más y mayores naves, tanto por el
Mediterráneo como por el Atlántico" (Str. III 5, 3); muchos habitaban en Roma, sin duda dedicados a empresas mercantiles; sus
naves frecuentaban los puertos del Mediterráneo oriental, como Alejandría, donde las proas de los barcos usados por los
gaditanos eran conocidas (Str. III 3, 4). Los barcos los construían los mismos habitantes (Str. III 2, 6; BG V 1; BC II 18) con
maderas del país. La navegabilidad de los ríos y la construcción de canales favorecían el intercambio.
Los puertos más importantes y centros comerciales, además de Carthago Nova, eran Córdoba e Hispalis (Str. III 2, 1 y 3),
Carteia (Str. III 1, 7) y Cádiz (Str. III 5, 3). Las islas Baleares tenían buenos puertos (Str. III 5,1).
El ser Hispania una colonia de explotación, sobre la que se volcó Roma desde los primeros siglos y particularmente en el siglo I
a.C. debido a su extraordinaria riqueza, hizo que el comercio fuese muy floreciente. El comercio siempre trae un fuerte
intercambio de influencia, muy beneficiario para los indígenas, que se romanizaron insensiblemente.
El carácter colonial de Hispania convertía a su estructura económica en un gigantesco engranaje de corte capitalista
destinado a la exportación a Roma de productos primarios y manufactureros, lo que hacía necesaria la existencia de una
importante red comercial y transporte. Debido a la dificultad del transporte terrestre (lentitud, dificultades orográficas,
escaso volumen de mercancías por persona y km., etc.) el marítimo y fluvial era fundamental. Los principales puertos
marítimos se encontraban en Gades, que conectaba las rutas mediterráneas con las atlánticas y el tráfico fluvial del
Guadalquivir y el Guadiana; Carthago Nova, centro de intercambio del comercio con África y puerto de salida de la
actividad minera suroriental y la Meseta sur; Tarraco, que concentraba el comercio del valle del Ebro y era importante
puerta de entrada de toda la Tarraconensis; los puertos mediterráneos, como Carteia, Baelo, Sexi, Abdera, Dianium,
Ebussus, Ampurias o Rhode. El Estado se encargó de construir o adecuar una gran cantidad de puertos fluviales y marítimos,
tanto por razones económicas como de índole militar o administrativo.
También se creó una extensa red terrestre que aprovechó el trazado de las vías prehistóricas. Si al principio se trató de
calzadas militares, pronto se usaron intensivamente para el transporte comercial. Las más importantes eran la Vía
Heraklea, que unía el Ródano con Gades pasando por Castulo e Hispalis. Augusto planificó la red viaria como un cinturón
que, rodeando la Meseta, comunicaras los puntos más importantes con la costa oriental. La vía Heraklea pasó a llamarse
Augusta, pavimentada y jalonada de áreas de descanso y miliarios. Por el norte, otra vía unía Burdingala (Burdeos) con
Asturica Augusta (Astorga) desde donde partía la que sería llamada más tarde Vía de la Plata, hasta Emerita Augusta
(Mérida), con prolongaciones por el sur, hasta Onuba, y hacia el norte. Otra vía paralela a ésta unía Bracara Augusta
(Braga) con Olisippo (Lisboa), llegando hasta la desembocadura del Guadiana. El cinturón se cerraba con una vía desde
Gades a Málaga. Otras vías secundarias unían los centros interiores con el cinturón exterior, como la que comunicaba, por
Toletum, Mérida con Hispalis y Caesaraugusta (Zaragoza) hasta Tarraco. Los principales nudos de esta red se encontraban
en Astorga (centro minero del noroeste), Castulo (de Sierra Morena), Mérida y Sevilla (centros comerciales del tráfico
fluvial del sur), Zaragoza (del Ebro) y Tarragona (punto de confluencia del interior meseteño con el Mediterráneo). Las
importaciones eran absorbidas por los colonos itálicos y las oligarquías asimiladas, consistiendo en objetos suntuarios
(cerámicas, vidrio, telas, perfumes, etc.) y vinos de calidad.
La principal fuente de ganancias era el comercio marítimo exterior e interprovincial, siendo las ciudades más ricas las que
contaban con un comercio intenso marítimo o fluvial. Se exportaba, además de productos mineros (fundamentalmente),
pesqueros (salazones y garum) y agropecuarios (cereal, vino, etc., y, sobre todo, aceite de oliva de la Bética), tejidos,
armas y bronces, siempre hacia Italia u otras provincias del Imperio. El caso del aceite era paradigmático, pues se
realizaba el negocio a gran escala, con una complicada cadena que incluía producción, envase transporte y relaciones
comerciales, controlada por los navicularii y diffusores olearii, constituyendo un sector estratégico sometido a un férreo
control fiscal, prácticamente controlado y absorbido, en época imperial, por la annona.
Otros productos de exportación fueron los caballos, los textiles y derivados (lana, cáñamo esparto, lino, etc.), colorantes
minerales (chrysocolla), vegetales (coccus) o de insectos (cochinilla, quermes). Y grandes cantidades de terra sigillata.
En época republicana hay que mencionar la figura del buhonero que seguía a los ejércitos, comprando el botín y
aprovisionándolo de pequeñas mercancías. En época posterior, siguieron ejerciendo el comercio en pequeña escala.
El comercio interior está poco documentado, y se basaba en artículos de primera necesidad. Era esencial en este caso el
papel de la ciudad como centro comercial de base. Si bien el comercio interior estaba bien desarrollado en la Bética y
Levante, áreas muy urbanizadas donde existían oligarquías poderosas, burguesías urbanas y grandes terratenientes, en el
norte y el oeste, con población dispersa, apenas variaron las formas comerciales desde época prerromana, si bien existían
centros de intercambio basados en el trueque (los fora).
En cuanto a la moneda, con la llegada de los romanos desaparecieron todas aquellas que surgieron bajo influencia
fenicia y griega (que constituyeron las primeras acuñaciones en la península), y Roma impuso, desde mediados del s. II
a.c., su metrología y favoreció la acuñación de monedas locales, sobre todo en el nordeste. Son famosas las series del
jinete ibérico con leyendas en alfabeto local. A partir del 45 a.c ya sólo se acuñaron en alfabeto latino, tras un periodo
bilingüe. En época imperial continuaron las acuñaciones locales y siguieron circulando las monedas de época republicana
aunque cada vez llegaban en más cantidad otras acuñadas en el exterior. Las de oro siempre fueron de cecas imperiales,
nunca locales, primero de las Galias y luego de la propia Roma. Bajo Claudio cesaron las acuñaciones locales, pese a
episodios esporádicos. El norte quedó al margen de la economía monetaria, coincidiendo las cecas locales con las áreas
de romanización más intensa.
La Hacienda Pública
Como todo territorio provincial, Hispania se convirtió en fuente de explotación para el Estado romano.
Independientemente de los botines de guerra, contribuciones de guerra, etc., en época de conquista, Hispania estuvo
sometida desde 206 al pago de un tributo (stipendium). Su recaudación fue enun principio muy arbitraria, normalizándose
a partir de los inicios del s. II, convirtiéndose en un vectigal certum (impuesto fijo, la vicesima o 5% de la cosecha en grano),
que podía cobrarse en dinero o en especie (capas, pieles, caballos..), sin contar las minas (de propiedad estatal) o las
contribuciones de auxilia para el ejército. La carencia durante la República de estructuras administrativas sólidas obligó al
arrendamiento de los impuestos provinciales a societates publicanorum, con los problemas que conllevaba esta
privatización.
Sólo dos grupos de magistrados (cuestores y censores) se ocupaban de los problemas financieros. Augusto emprendió la
reforma del fisco manteniendo instituciones republicanas con otras de nuevo cuño: mantuvo el aerarium Saturni (tesoro
público en el que se ingresaba los tributos de las provincias senatoriales), dependiente del Senado aunque controlado por
dos praetores aerarii. Las provincias imperiales engrosaron un tesoro paralelo, el fiscus, con imprecisa separación del
patrimonium principis, la fortuna familiar imperial, ya que éste se convertiría en público al ligarse a la dignidad imperial.
Claudio reorganizó la administración desarrollando aún más el fiscus, creando una estructura administrativa para el
patrimonium, confiada a libertos imperiales y, a partir de Vespasiano, a caballeros. El fiscus creció en detrimento del
aerarium, que no llegó a desaparecer por conveniencia política. El Estado precisaba gran cantidad de recursos para sus
políticas de pacificación y bienestar social, y aunque no se acabó con el arrendamiento de los impuestos, sí se controló de
forma efectiva la arbitrariedad de los publicani y la gestión financiera mediante procuradores ecuestres.
Augusto introdujo una política fiscal coherente: sólo los impuestos indirectos (vectigalia) siguieron en manos de los publicani;
los directos, llamados tributa o stipendia según las provincias (imperiales o senatoriales) se traspasaron a los gobernadores
provinciales. Al stipendium (5%) se sumaban otros impuestos
indirectos: la quinquagesima (2% de las exportaciones), para la que existían una serie de aduanas o portoria, la vigesima
hereditatium (5% de las herencias) y la vigesima libertatis (5% de la manumisión de esclavos).
El ejército acaparaba gran parte del gasto público, a veces (como en las guerras celtíbero-lusitanas) superando la
recaudación anual. A partir de Augusto, y la sistematización de las fuerzas de ocupación, se le dotó de recursos propios,
como la explotación de los prata militaria (tierras de cultivo y pastos) incluidas en el territorium legionis o talleres de
alfarería propios, dejando de ser una fuente de gasto importante.
La estructura de la hacienda pública se basó (en época imperial) en la autonomía ciudadana, contando las ciudades con
recursos propios, bien por la explotación de su territorio como por las tasas e impuestos locales para hacer frente tanto a
la administración local, como al pago de impuestos estatales y las obras públicas de la urbs y su territorio, lo que
derivaba en continuos problemas financieros, superados para hacer frente a los gastos, etc. usualmente por la liberalidad
de ciudadanos ricos, bien mediante aportaciones libres como por las obligadas por la ostentación de un cargo municipal
(munera), consideradas un honor. Por ello, la crisis económica de finales del s. II y el que afectó a las oligarquías
municipales acarreó a su vez la crisis de la ciudad, pues cada vez fue más difícil encontrar a ciudadanos dispuestos a
costear las obligaciones que conllevaba la ostentación de magistraturas o sacerdocios municipales.
La religión romana
En líneas generales la religión romana resulta una amalgama de muy diversas influencias que inciden sobre un trasfondo
claramente indoeuropeo (común en muchos casos también a latinos y otros itálicos). Este carácter mestizo es consecuencia
del largo proceso de maduración y del influjo propio de la interacción progresiva con sus vecinos que le llevó tanto a la
aceptación de novedades en el ámbito de la religión como a la conservación de caracteres muy arcaicos, sufriendo, por
tanto, una paulatina modificación desde su pureza originaria. Esta asimilación de divinidades foráneas se realiza por
medio de dos instrumentos de primer orden:
• La evocatio o integración en el panteón romano de dioses extranjeros. Consistente en ganarse a los dioses de
los enemigos por medio de la promesa de darles culto en Roma. Este tipo de ceremonias previas a los
enfrentamientos bélicos potenciaron la interpretación a la romana, por ejemplo, de dioses semitas: Melkart (patrono
de Tiro en Fenicia o de Gades) fue nombrado como Hércules, o Baal-Hamón (patrono de Cartago) como Saturno.
En este proceso de asimilación, la crisis de la República y la institucionalización del Principado marcan un punto de no
retorno que tendrá su culminación durante el siglo III d. C., con la aparición de las religiones monoteístas. Este proceso
está caracterizado por:
Dentro de estos Caracteres generales de la religión romana debemos tener en cuenta que, desde sus inicios, se desarrolló
como una típica religión de campesinos. La palabra religio no designaba el culto a la divinidad ni el sentimiento de fe,
sino la dependencia general de los hombres con la esfera de lo sagrado y, especialmente, ante el temor a lo
desconocido, a lo sobrenatural. Esta actitud, típica de la mentalidad agrícola, se basaba en la creencia de fuerzas
sobrenaturales, los numina (espíritus) que actuaban sobre la tierra para ayudar a los
hombres o, más a menudo, para atormentarlos.
El panteón romano
La tríada venerada en el Capitolio estaba formada por Júpiter, señor del firmamento y divinidad principal; por Juno,
protectora del matrimonio; y por Minerva, la diosa de los artesanos. Otros dioses eran Marte, dios de la guerra y del
trabajo agrícola; Vesta, protectora del fuego del hogar; Vulcano del fuego; Neptuno, del mar; Venus, diosa del amor,…
Otras divinidades, de carácter benigno, estaban especializadas en los diferentes ámbitos: agrícolas y pastoriles y
familiares. Entre estos últimos tener en cuenta a
La religio
Para los romanos era necesario conocer la voluntad de los dioses y tratar de mantener su favor con sacrificios y plegarias,
por medio de una relación de ataduras recíprocas expresada en el principio del do ut des (te doy para que me des).
Esta relación no solo una cuestión privada, sino también política y estatal, conservando la estructura social tripartita de los
indoeuropeos, divididos en sacerdotes, guerreros y agricultores, cada uno de ellos con su correspondiente patrono divino.
Pero, en este singular proceso de asimilación, fueron los griegos los que más influyeron en la configuración de la religión
romana, contribuyendo a su maduración; las tempranas relaciones con la zona de Campania favorecieron la introducción
de Apolo y de los libros sibilinos por medio de la interpretatio; de los dioses griegos, se tomaron caracteres y rasgos
teológicos pero amalgamándolos con los que ya poseían las divinidades romanas interpretadas. Por ejemplo :
• Júpiter se asimila a Zeus,
• Juno a Hera,
• Minerva a Atenea,
se les interpreta con los ojos prestados de la teología griega pero se mantiene su carácter triádico plenamente romano y
completamente ajeno al pensamiento religioso griego.
De la Segunda Guerra Púnica favoreció la introducción al culto frigio de la diosa Cibeles (204 a. C.) y unos años más los
misterios dionisíacos. El contacto con Oriente favoreció el aumento de la influencia helenística a lo largo del siglo II d. C.
y, a pesar de las objeciones del racionalismo y escepticismo de la filosofía griega, el estado romano mantuvo la religión
tradicional hasta la restauración religiosa impulsada por Augusto.
Al inicio de la conquista de la Península el sincretismo entre los dioses griegos y romanos estaba prácticamente finalizado.
Su difusión en Hispania se produjo de manera paulatina debido al contacto del ejército y del comercio con el mundo
indígena, afectando de manera más directa allí donde ese contacto fue más intenso.
Los testimonios epigráficos, numismáticos y arqueológicos, así como la toponimia nos documentan y hacen referencia a una
serie de lugares sagrados.
• La flexibilidad romana en materia religiosa que favoreció la coexistencia de los ritos y creencias indígenas con
la propia religión
• La tendencia a identificar comunidad cívica y religiosa permitió al estado romano fomentar la aceptación de
sus dioses y cultos entre los indígenas que, paulatinamente, se fueron integrando a través de su acceso a la
ciudadanía al estado romano.
Estos fenómenos de sincretismo fueron más frecuentes hasta el programa de municipalización aplicado por César y
Augusto. Los ámbitos provinciales resultan muy diversos entre sí y también pueden llegar a presentar notables
diversidades zonales (como ocurre, por ejemplo, entre la Céltica y la zona ibero-turdetana). En el levante y sur ibéricos se
vio facilitado por la implantación precedente tanto de los dioses fenicio–púnicos como del panteón griego.
Los ejemplos son muy variados desde el aludido Melqart que se extendió hasta época imperial bajo la advocación de
Hércules Gaditano, pasando por la divinidad griega Artemis que, bajo el nombre de Diana, se veneró por la costa
levantina; Apolo era adorado en Italica y Ampurias con el nombre de Medicus, hasta llegar a las deidades del ámbito de
la religión privada relacionadas con las aguas medicinales, como Salus, la diosa Fortuna o las Ninfas.
Augusto fomentó la restauración de la religión tradicional, recuperando viejos ritos, instituciones y ceremonias basadas en
el cumplimiento de las obligaciones con los dioses, en la paz y el orden, al amparo del nuevo protector imperial. Augusto
no se limitó a ocupar el máximo cargo sacerdotal, el pontificado máximo (12 a. C.), sino que formó parte de otros colegios
sacerdotales, fue augur, miembro del colegio de los XV varones, del de los VIIviri, y flamen fecial.
Octavio extendió los cultos de la nueva monarquía, entre ellos, la veneración a César, el culto a Marte y a Apolo, su dios
personal al que erigió un templo en el Palatino. En tono a su persona se creó una mística sobrehumana como objeto de
veneración, con templos y cultos en los que su “espíritu” (genius y numen) fue asociado a Roma como divinidad (dea Roma et
Augustus) y motivó un fuerte vínculo de unión entre Roma, Italia y las provincias.
La intensidad de estos tres componentes en el mundo provincial estaba determinada por el ordenamiento administrativo y
el mayor o menor grado de urbanización de cada comunidad; un ejemplo de esto es el culto a la dea Roma que, mientras
en las zonas orientales alcanzó gran importancia, en las zonas hispanas lo fue en menor medida.
Sin embargo, el culto a la Tríada Capitolina si fue relevante como prueba la ley fundacional de la Colonia Iulia Genetiva
Urbanorum Urso, en la que se regulaba la obligatoriedad de que los ediles organizaran juegos en su honor durante tres
días, mientras que la protectora de la ciudad, Venus, sólo era honrada durante un día. Entre los templos capitolinos
destacan en Hispania los de Urso, Hispalis, Asturica, Baelo, Emerita, Clunia o Tarraco.
EL CULTO IMPERIAL
Caracteres generales
Similar importancia al culto oficial alcanzó el culto al emperador en Hispania que, aunque se inició en vida de Augusto no
alcanzará su implantación hasta el periodo flavio y su apogeo hasta el siglo II d. C.
Su culto estaba confiado a sacerdotes, flamines (elegido por los delegados de las ciudades de las provincias en una
reunión anual del concilium), que tomaban el epíteto de Augustales, Claudiales, Flaviales, etc., dependiendo del nombre del
emperador a cuya memoria estaban encargados. Para adquirir esta nueva naturaleza divina, era necesario que el
Senado decretase la consecratio, lo que venía dado en función de los méritos y de la obra del emperador o de los
miembros de la familia imperial.
Su arraigo en Hispania
Entre los pueblos prerromanos hispanos ya existía un culto al jefe, similar a la devotio, por el que un individuo se vinculaba
a su jefe incluso con su vida. Este precedente facilitó el culto al Emperador, aunque también debió influir factores como la
veneración a los lares y genius de Augusto y su asimilación a divinidades como Hércules o Mercurio.
Difusión y organización
Del año 25 a. C. es un altar dedicado a Augusto por la ciudad de Tarraco, lo que nos indica que el culto al emperador se
inició con él en vida, al que siguieron otros a iniciativa individual o colectiva.
En el año 15 d. C., Tiberio otorga un permiso a Tarraco para levantar un templo en honor de Augusto muerto; poco
después lo hace también Emerita. Ambos casos son decisivos para la difusión del culto imperial ya que se trataba de las
capitales de las dos provincias imperiales de Hispania y la petición debió surgir de las propias asambleas provinciales ya
organizadas. La Bética realizó una petición similar que fue denegada quizá por su carácter senatorial.
Augusto con el nombre de TRIUMPHALIS en recuerdo de su victoria cantábrica, de manera que, a partir de este momento, el
nombre oficial de Tarragona es el de COLONIA JULIA URBS TRIUMPHALIS TARRACO (abreviado en las monedas en la forma
C.V.T.T.). Así se da en una hermosa inscripción del Museo de la Necrópolis cristiana.
Los ciudadanos de Tarraco, agradecidos al emperador por tal distinción, le levantaron un ALTAR. En las monedas de Augusto
aparece éste como una gran construcción cuadrangular, adornada con los ornamentos acostumbrados de guirnaldas de laurel
entre bucranios (cráneos de buey) y encima una palma (2). De este altar de Augusto en Tarraco se cuenta una bonita anécdota.
Los tarraconenses comunicaron al emperador la alegre nueva de que en su altar había nacido una palmera, símbolo de su
victoria; pero el emperador tuvo la suficiente malicia para contestar: "¡Así se ve con cuánta frecuencia me ofrecéis sacrificios en
mi altar!" Al altar siguió, en el año 15 de nuestra Era, un año después de la muerte de Augusto, un TEMPLO DEDICADO AL
"DIVUS AUGUSTUS", colocado entre los dioses del Estado (C. del plano). También el templo está representado en las
monedas, como un edificio magnífico, con ocho columnas corintias en su frente y por detrás. El friso del templo estaba
adornado con guirnaldas de hojas de acanto, cuya fina ejecución puede admirarse en los restos conservados en el Museo.
También han quedado fragmentos de otras partes del
templo, por lo que parece posible algo de reconstrucción (3).
Las columnas tenían un diámetro de 1,55 metros y una
altura de unos 12 metros. En el interior estaba la imagen a la
que se daba culto, conocida igualmente por las
monedas: el emperador, en figura del Zeus olímpico, en un
trono, la mano izquierda descansando en un cetro y
teniendo sobre la derecha, extendida, la diosa de la
Victoria. El templo parece que se levantaba al sur de la
Catedral, en el lugar más elevado de la ciudad. Porque
aquellos restos arquitectónicos se encontraron, en 1847, en la
región de las calles de San Lorenzo y Santas Creus (4),
donde se ofrece una magnífica ocasión para excavar,
habiéndose derribado allí todo un barrio. Con sus altas columnas el templo debía ser visible desde muy lejos, sirviendo de guía
al marinero, como ahora la torre de la Catedral. El templo de Augusto fué restaurado por Adriano cuando este emperador
viajero visitó Tarraco.
El culto imperial se consolida y desarrolla con la dinastía flavia, tras el escaso interés de los sucesores de Tiberio.
Vespasiano extendió el culto a las circunscripciones conventuales y completó el provincial con su introducción en la
Bética. Con los Antoninos, vinculados a Hispania, el culto se popularizó con la construcción de templos, esculturas y
dedicaciones a la familia imperial.
El culto imperial, en definitiva, era un eficaz instrumento de utilización de la religión al servicio del estado, al
sentimiento de lealtad al emperador y a la cohesión del Imperio sirviendo, además, para la promoción de las elites
locales.
Eran las normas municipales las que regulaban la existencia de dos colegios en las ciudades, pontífices y augures,
compuestos por tres miembros elegidos de por vida por los ciudadanos. Entre sus privilegios estaba la exención de milicia,
la inmunidad, uso de la toga praetexta y el asiento entre los decuriones en los espectáculos, como ocurre en Urso.
La organización del culto imperial se articulaba en tres eslabones administrativos ciudades, conventus y provincias:
• El culto municipal, es la primera manifestación del culto imperial, está confiado a sacerdotes, flamines, que en la
Bética llevan el nombre de pontífices. Este cargo sacerdotal era elegido anualmente por los delegados de las
ciudades de las provincias en una reunión, concilium, a cuyo término se decidía si se les nombraba flaminen
perpetui. Con el establecimiento del culto a personajes femeninos de la familia imperial se designó a las
flaminicae.
• El culto conventual, sólo documentado en la Tarraconense, los conventuales se vinculan al culto de la Dea Roma
y de Augusto y llevan el título de flamines. Su importancia radica que sirve a intereses políticos en razón inversa
al grado de romanización, siendo elemento fundamental de la cohesión imperial y de lealtad dinástica.
• El culto provincial, también sirve a interese políticos por lo que tiene mayor relevancia en las zonas menos
romanizadas. La denominación de los sacerdotes es variada: flamen provinciae, flamen Augustorum, Romae et
Augustorum, Augustalis, etc., también encontramos documentadas flaminicae en algunos casos a perpetuae.
Colegios sacerdotales
La organización del culto provincial se desarrolló a través de las asambleas o concilia provinciales, donde participaban
delegados de diferentes ciudades de cada provincia, que votaban a los candidatos a flamines. Estas reuniones eran
aprovechadas para recordar los problemas de la provincia al gobernador o al emperador, llegando a jugar el papel de
órganos representativos.La multiplicación de flamines propició la creación de colegios sacerdotales como los magistri larum
augustalium, los sodales Claudiani o los Flaviles. El más importante era el de los Augustales, cuyos miembros eran
fundamentalmente libertos enriquecidos por la actividad comercial o artesanal, donde encontraban un medio de
promoción social.
Difusión en la Península
Junto a la religión romana se difundieron ex novo cultos orientales, donde se engloban los propios orientales y los de
carácter mistérico. Los primeros se conectan con la colonización fenicio–púnica y griega que sobrevivieron a la conquista
romana mediante la correspondiente interpretatio, como es el caso de los fenicio–púnicos Melqart y Tanit o los griegos
Asclepios (Escula pio) o Artemis Efesia, asimilada a Diana, o Némesis, diosa de la justicia, devocionada entre esclavos,
libertos y gladiadores.
De las de carácter mistérico, los diferentes emperadores adoptaron políticas contradictorias que oscilan entre la
protección y la prohibición.
• Mitra: divinidad irania que penetró en la Península a partir del siglo II d. C. estaba ligado a la milicia con el
apelativo de invictus, y a los comerciantes costeros. Destacan sus lugares de culto específicos, los mitreos, como el
de Mérida.
El primer dato lo encontramos en el año 254, en la carta 67 de Cipriano de Cartago, que documenta la existencia de
comunidades cristianas en León–Astorga, Mérida y Zaragoza. Es a partir de esta fecha, y coincidiendo con las
persecuciones de Valeriano y Diocleciano, cuando se acumulan los testimonios y el cristianismo avanza en los grandes
focos urbanos y sobre la gente humilde.
Como fenómeno histórico es, durante el Alto Imperio, una más de las religiones orientales que atiende a las necesidades y
aspiraciones. Penetra en los núcleos más romanizados con comunidades judías a través de militares, comerciantes,
viajeros…
Por tanto su introducción no se realizó mediante una única vía ni se importó, sino que se va gestando a través del
desarrollo de pequeñas comunidades y de la predicación de numerosos elementos que extienden su proselitismo en los
ambientes que frecuentan.
Es por tanto un mapa heterogéneo, de fuertes contrates, en armonía con el mapa cultural. Sus documentos, sobre todo
epigráficos, que llegan a la época imperial prueban la tenacidad de estos pueblos por mantener sus creencias hasta la
cristianización plena de la Península.
CULTURA
Progresivamente y de forma no uniforme, Hispania fue asimilando las formas culturales romanas, donde se incluyen
aspectos y matices nacidos tanto de la diversidad como de la integración de las regiones hispanas en el ámbito romano.
Durante la República, la latinización no fue completa, aunque el latín era la lengua oficial y en él se redactaban los
documentos oficiales, las lenguas indígenas pervivieron en el ámbito coloquial, incluso en las zonas más romanizadas. El
bilingüismo de las monedas prueba este hecho. A partir del Imperio, las inscripciones funerarias muestran una mayor
introducción del latín entre la población indígena; los nombres de personas y de lugares geográficos aparecen en este
idioma. También los nombres de las divinidades. El urbanismo, de manera paralela, es el modelo de espacio de
convivencia y de integración en el mundo romano.
El proceso de romanización, por tanto, se asienta en dos pilares fundamentales: la latinización y la urbanización.
LA LATINIZACIÓN
Entre las muchas diversidades culturales de la Península se encontraba la lingüística: variantes ibéricas, protoceltas,
celtas, el vasco primitivo, y las costero mediterráneas extendidas por griegos y púnicos. En un siglo se extendió el latín
en zonas como el valle del Guadalquivir y las costeras, usándose la escritura y lengua ibérica en buena parte de su
área hasta la tardía República. Este bilingüismo lo testimonian las leyendas monetales, escritas en ibérico y latín, los
pactos de hospitalidad o los bronces de Contrebia Belaisca (Botorrica) redactados uno en latín y otro en celtibérico.
Las numerosas tropas indígenas que sirvieron durante toda la conquista en los ejércitos aprenderían pronto latín para utilizarlo
en sus relaciones con los romanos; un ejemplo de ello es Yugurta, que aprendió a hablar latín en el campamento de Numancia
(Sal. BI CI 6). C. Sánchez Albornoz deduce del análisis de los textos que ya en el año 171 a.C. había hispanos que entendían y
hablaban latín, pues en ese año fueron introducidos nlegados de las dos provincias, que se quejaron al Senado de la conducta
de los magistrados romanos. El texto de Livio XLIII 2 no deja lugar a duda, ii de magistraturum Romanorum auaritia
superbiaque conquesti, mixi genibus ab senatu petierunt... uocatis in curiam legatis recitatum est senatus consultum... En el año
127 algunos numantinos hablaban latín, pues después de la derrota de Mancino sostuvieron una conversación con Graco (Plut.
T. Grac. 5). En este mismo año algunos habitantes de Numancia conocían la escritura latina, ya que Appiano (Ib. 83)
expresamente afirma que los numantinos tenían escrito el tratado firmado con Mancino.
El latín se habló pronto corrientemente en la Bética, como se desprende de que rasgos de latín arcaico, que denotan
antigüedad, se registran en las inscripciones del sur 204, como en la últimamente publicada por Gómez Moreno procedente de
Cástulo. Arcaísmos se documentan en las inscripciones de otras partes de Hispania, como entre los vascones 206; son muy
frecuentes en las inscripciones de Carthago Nova, según señala repetidas veces A. Beltrán, y en Medellín y Castra Caecilia; en
estos dos últimos lugares probablemente los trajeron gentes llegados de la Bética, donde ya en la época de Metelo existían
poetas indígenas romanizados que celebraron las hazañas del general romano, según se indicó.
En la época de las guerras civiles se hablaba habitualmente latín en varias ciudades, como se deduce del hecho de que en las
tres grandes asambleas reunidas por César en Córdoba y Tarragona, después de las victorias anteriores a Farsalia, y en
Sevilla, después de Munda (BC II 19 y 21; BH 42), los asistentes entendieron perfectamente los discursos sin necesidad de
intérpretes. A finales de la República los turdetanos hablaban ya sólo latín, según Estrabón (III 2, 15).
La política de Roma de implantación del latín como lengua oficial queda reflejada en el hecho de que a partir del año 45 a.C.
desaparece el bilingüismo de las monedas
Pronto los indígenas aprendieron a escribir en caracteres latinos, como lo prueban las inscripciones de Peñalba de Villastar
Cogul, Lamas de Moledo Cabeço das Fraguas cerca de Guarda; algunos tesoros, como los dos procedentes de Paredes de
Nava, y las téseras recogidas en las Merchanas, Sasamón y Arcobriga 2, de cronología muy segura.
Agentes de latinización
La difusión del latín se realizó a través del ejército, la administración, el comercio y, sobre todo, por la emigración
romano–itálica. A estos agentes se añadió el deseo de las oligarquías de integrarse en el ámbito romano, potenciado
por el otorgamiento de derechos municipales y del proceso de urbanización. El uso de las lenguas indígenas se redujo a
determinadas áreas rurales y a los estratos sociales más humildes.
Durante el siglo I es cuando se desarrolla el núcleo más importante de escritores latinos de origen hispano, aunque
educados en Roma, donde sus familias residían. Nombres como los de los poetas Lucano y Marcial, el geógrafo Mela, así
como el de Séneca y el ensayista sobre temas agrícolas Columela, entre otros.
La política imperial seguía un orden jerárquico que sancionaba los niveles de dependencia y privilegio respecto a
Roma, alimentando conscientemente los patriotismos para medir favores y promociones; esto reforzaba un lealismo
basado en la ambición individual y explica la competencia para alcanzar el elitismo en la “patria común”, la propia
Roma.
EL URBANISMO
En el urbanismo y en las obras públicas donde se reflejan los ideales de la cultura romana, donde quedan integrados sus
elementos materiales traducidos en escultura, relieve, pintura, musivaria y objetos de artes industriales.
Estructuras urbanísticas
Tanto las ciudades nuevas como las que adaptaron sus estructuras al modelo romano contaban con estructuras que les
permitía satisfacer las demandas colectivas, consecuencia de un programa monumental que estaba en relación directa
con el otorgamiento de privilegios.
• El centro urbano estaba constituido por el FORO o plaza central de planta cuadrada o rectangular porticada
donde se levantaban los edificios públicos fundamentales. El lugar central reservado al templo de la Tríada; los
laterales estaban ocupados por los edificios de uso político, jurídico o económico como la basílica (justicia), el
tabularium (archivo), y las tabernae (tiendas) y el macellum (mercado). Ejemplos de foro son los Tarraco, Clunia,
Sagunto, Itálica o Calatayud.
• Otra parte importante de la ciudad era la destinada a las construcciones de higiene y ocio, entre las primeras
destaca el abastecimiento de agua con presas y acueductos y la conducción de aguas residuales a través de
una red de cloacas; finalmente las termas ocupaban un lugar destacado entre los hábitos romanos. Entre las
construcciones públicas destinadas al ocio las más destacadas son: los teatros (Mérida, Itálica, Sagunto…);
anfiteatros (Itálica o Tarraco) y los circos como el de Mérida.
• Son los establecimientos militares la primera actividad romana desarrollada en suelo hispano. Ejemplos de
ello se conservan en las murallas ciclópeas de Tarragona o los campamentos en torno a Numancia.
• Con César se inicia la creación de centros urbanos como las colonias de Pax Iulia o Victrix Iulia. Augusto
continúa la transformación del paisaje urbano con el programa de fundación de colonias, el desarrollo jurídico
de ciudades y la construcción de nuevos núcleos de población.
• Este incremento de la actividad constructiva es sufragado por Augusto y por los dirigentes locales, incluyendo
tanto infraestructuras (calzadas, puentes, acueductos) como construcciones monumentales (templos, termas,
circos…). La mayoría de teatros (Corduba, Caesarugusta, Clunia) se construyen en época julioclaudia.
• La aplicación de la ius latii de época flavia trae como consecuencia la monumentalización de los nuevos
municipios y la revitalización urbanística: Cáparra, Conimbriga, etc.
En el siglo II se observa un descenso en la actividad edilicia, aunque continúa la política de construcciones con
predominio de las modificaciones y restauraciones. La crisis de finales del siglo II se hace notar en las provincias del
Imperio que, junto al agotamiento de las clases dirigentes locales, explican el descenso en la construcción de proyectos
monumentales. Con esta crisis la ciudad inicia su decadencia junto a un proceso de ruralización para concluir su ciclo y
el del Imperio.
• CONSTRUCCIÓN DE VÍAS.
En realidad, tanto a este punto como al comercio se les puede considerar, más bien que causas de romanización, efectos
de ella, según se indicó al principio de este trabajo, pero a su vez contribuyen a extender la romanización. No se le
escapó a Estrabón (III 3, 8) la importancia de las vías terrestres y marítimas en la civilización de los pueblos; así, al
referirse a los pueblos del norte de Hispania, escribió que "su rudeza y salvajismo no se debe sólo a sus costumbres
guerreras, sino también a su alejamiento, pues los caminos marítimos y terrestres que conducen a estas tierras son largos, y
esta dificultad de comunicación les ha hecho perder toda sociabilidad y toda humanidad". Los romanos se entregaron
pronto, como en Etruria y en el resto del Imperio, a la tarea de construir vías, algunas de ellas, como las del norte, con
fines militares en principio, pero que se convirtieron en auténticas arterias de romanización en seguida.
Costeaba gran parte del Mediterráneo, desde hacía tiempo, la famosa Vía Hercúlea, citada ya por Polibio con
anterioridad al año 124 a.C. (III 39, 2). Según este historiador, los romanos terminaban de medir un tramo y de colocar
miliarios en ella. En su tiempo iba ya desde las columnas de Hércules hasta el Ródano, pues Polibio da la distancia entre
las diferentes estaciones: desde las columnas de Hércules a Carthago Nova, 1.300 estadios; de Carthago Nova a
Emporion, 1.600; de Emporion a Narbona, 600, y de Narbona al Ródano, 1.600. Estrabón (III 4, 6) describe
minuciosamente esta vía y anota todas las rectificaciones sufridas en el antiguo trazadoSánchez Albornoz sospecha que
este es el camino seguido por Escipión en su marcha desde Tarragona a Ilipa cuando en el año 208 venció a Asdrúbal, al
que aludiría Livio (XXVIII 13). La Vía Hercúlea fue recorrida en veintisiete días por César, cuando vino
desde el Ródano a Obulco (Str. III 4, 6). Esta vía estaba en función del comercio, de la explotación de las minas de
Carthago Nova y de las andaluzas.
Hace años que Mommsen escribió que entre los Pirineos y Tarragona se han hallado miliarios procedentes de los últimos
tiempos de la República "como no se han encontrado en ninguna otra provincia de Occidente". Sin duda se refería el gran
historiador a los miliarios de Mario Sergio (CIL II 4.956), procónsul desconocido de la Provincia Citerior, pero que debió
gobernar antes del año 120 a.C., y de Q. Fabio Labeo, también de la Citerior (CIL II 4.924-4.925), que al parecer fue
procónsul entre los años 124 y 114; estos dos últimos miliarios han aparecido en Lérida 199. Estos miliarios seguramente
pertenecen a la vía que partiendo de Tarragona iba a Pamplona y Oyarzun, ciudad asentada sobre el Océano
Cántabro, en el límite de Aquitania e Iberia, y medía 2.400 estadios (Str. III 4, 10).
Schulten deduce de la existencia de Castra Seruilia que la vía militar desde el Guadiana a la Sierra de Gredos la
comenzó en el año 139 Q. Cecilio Metelo y fue terminada después por Metelo en el año 79-78 con las construcciones de
Castra Caecilia y Vicus Caecilius, que era la estación más avanzada hacia el norte en la Sierra de Gredos. Metelo avanzó
por lo que años más tarde sería la Vía de la Plata, que iba de Metellinum hasta Vicus Caecilius, y que Augusto
prolongaría hasta Salamanca y Caesaraugusta. En realidad seguía esta vía un antiguo camino tartésico, como ha visto A.
García y Bellido, y estaba probablemente construida con vistas a la obtención del estaño de Lusitania.
El Dictador prolongó, por motivos económicos, la Vía Hercúlea desde Saetabi hasta Cástulo, rico centro número en la
raya de la Bética, y desde allí, por Córdoba, Astigi e Hispalis, le condujo hasta Gades, importantes puertos. Este camino
se encontraba ya terminado antes del año 1. Al final de la guerra civil existía una vía que unía Córdoba y Carthago, por
la que huyó Pompeyo el Joven después del desastre de Munda, como se deduce de una frase del autor del Bellum
Hispaniense 32 201, que menciona el octavo miliario.
Augusto, fiel a su programa de prosperidad material, se vio obligado a construir muchas millas de vías dentro de todo el
Imperio. Augusto mandó construir en Hispania más de 2.000 kilómetros de vía romana, siendo en este aspecto su
labor muy superior a la de su tío, tanto en Hispania como en el resto del Imperio; ya se indicó que a Augusto se debe la
construcción de la vía que desde Emerita subía a Astorga, donde han aparecido buenas pinturas pompeyanas y que era
un importante centro minero; la prolongación de la vía de Emerita obedece a razones económicas; bajo Augusto se
construyeron los ramales que desde Segisama, por Pisoraca, Amaia, Vellica, Legio IV, Iuliobriga y Aracillum, bajaba
a Portus Blendius. Una tercera, desde Vallata por las Babias y el puerto de la Mesa, terminaba en la costa central de
Asturias. A iniciativa de la política de Augusto igualmente se trazaron la calzada más meridional que unía Astorga y
Braga y la que desde Asturias llevaba a Bracara, una a través de Chaves y Limia, la segunda por Lugo, Iria y Tuy.