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Más aún: se incluye a los perrhijos en los eventos sociales masivos —como
bodas, conciertos, bautizos—, sin pensar en que el animal puede sufrir
un estrés considerable por el ruido. En casa, se les lava los dientes, corta las
uñas a manera de manicure o se les da de comer en la boca, como si no
fueran capaces de hacerlo por su cuenta.
De acuerdo con Forbes , este modelo de familia “un animal [no humano] toma
el lugar central del núcleo familiar y se convierte en algo así como el sustituto
de un hijo”. Como tal, se han hecho esfuerzos científicos para determinar
cuáles son los tipos de dueño de gato que existen, o las afecciones
fisiológicas que estos animales padecen al ser tratados como seres humanos
—y no de acuerdo a las necesidades de su propia especie.
No sólo eso. De acuerdo con Volsche, esta tendencia humanizante hacia los
animales de compañía está relacionada con un mejor aprovechamiento de
recursos económicos:
“La crianza de los animales de compañía puede
ofrecer una forma de satisfacer la necesidad
evolucionada de crianza y al mismo tiempo reducir la
inversión de tiempo, dinero y energía emocional en
comparación con la crianza de los hijos”, explica la
experta.
A pesar de que esto es cierto, el fenómeno no puede describirse sólo desde
este punto de vista. No. Los gatos y los perros no son seres humanos. Son
especies diferentes, con necesidades distintas a las de los bebés que se gestan
en los vientres humanos. Tratarlos como tal es humanizarlos, y puede traerles
consecuencias negativas a largo plazo.