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CLASE TEÓRICA Nº 5

Año académico 2021

Unidad 1

El punto de vista en Lingüística: sistema y estructura

Recordamos que esta clase está acompañada por la Guía didáctica Nº 5 de


Trabajos prácticos, que se encuentra disponible en el Aula virtual.
En la Guía didáctica Nº 5 se ofrecen orientaciones de lectura y se presentan las
actividades y propuestas de trabajo sobre esta clase.
La próxima semana se publicarán las respuestas y resoluciones en el documento
para la Autoevaluación de las Actividades Clase Nº5.

Observaciones preliminares1

Como adelantamos en la clase anterior, la publicación y la difusión del Curso de


Lingüística General fue determinante para el desarrollo de la lingüística como disciplina
científica autónoma. La novedad de la doctrina saussureana fue recogida por escuelas

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En sus líneas fundamentales, esta clase sigue los desarrollos trazados en Cisneros, Lorelei: Modos de decir
en el punto de vista estructural. Serie: Estudios del lenguaje. Material de cátedra. Lingüística y Discursividad
social (2016).

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lingüísticas posteriores fundamentalmente en lo atinente a la respuesta que se otorga en el
CLG a la pregunta acerca del objeto de estudio: ¿qué permite decir que una entidad
lingüística existe o no?, ¿cuáles son las propiedades de esa entidad?

En esta clase empezaremos a ocuparnos del punto de vista estructural, un programa de


investigaciones desarrollado por hombres de ciencia desde fines de la década del ‘20 hasta
fines de los ‘60, una reflexión que se inicia del ámbito de la lingüística y que impacta más
tarde en otros campos de conocimiento.

El punto de vista estructural

Los estructuralistas recogen la gran enseñanza saussureana: la realidad lingüística no debe


buscarse fuera de lo diferencial y lo negativo, los datos de la lengua no existen por sí
mismos, no se trata de fenómenos objetivos o magnitudes absolutas. Lo que debe ser
considerado no es ya el dato lingüístico sino la relación. Entonces, la realidad lingüística
existe solo en el juego de oposiciones y relaciones que se establecen en el marco de una
organización mayor: el sistema. Ese todo no resulta más que de las relaciones o
composiciones cuyas leyes son las del sistema de la lengua constituido por elementos
formales, articulados en combinaciones igualmente limitadas.

El planteo saussureano se sostiene sobre el principio de la sistematicidad de lo real: es ante


todo el sistema el que hay que deslindar y describir. Y es esta, justamente, la gran
proposición del CLG que los estructuralistas se encargan de discernir y desarrollar: el
hecho de presuponer el sistema en el elemento. Concebida la lengua como un sistema, de
lo que se trata es de analizar las relaciones en el interior de ese sistema, el arreglo
interno de sus unidades, su trama de dependencias internas. Se asume que esas
unidades están en una disposición formal que obedece a determinados principios
constantes. Estamos, entonces, ante un concepto fundamental, el de estructura.

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“Considerar la lengua (o cada parte de una lengua, fonética, morfología, etc.)
como un sistema organizado por una estructura por revelar y describir, es adoptar el punto
de vista ‘estructuralista’”. Benveniste

Los estructuralistas buscarán, entonces, dar cuenta de la estructura de la lengua (una


noción última que presupone al sistema como principio epistemológico). Elementos y
combinaciones establecen, así, la base para el estudio estructural:

El análisis estructural de un campo fenoménico consiste en mostrar que existe un orden


(el sistema) cuyo principio explicativo se encuentra en la configuración subyacente
(la estructura) que lo define en su singularidad y en su variabilidad. (Peñalver Simó,
1972: 70). El destacado es nuestro.

Dos principios entonces: el de que la lengua es un sistema y el de que las unidades de la


lengua no pueden definirse sino por sus relaciones, marcan claramente los fundamentos del
Estructuralismo, que se ocupará de sacar a la luz la estructura de los sistemas lingüísticos.

En 1948, Hjelmslev, el principal exponente de la escuela estructuralista de Copenhague


denominada Glosemática, define así este punto de vista:

Entendemos por lingüística estructural un conjunto de investigaciones que descansan


sobre la hipótesis de que es científicamente legítimo describir el Lenguaje como si
fuera esencialmente una entidad autónoma de dependencias internas, o, en una
palabra, una estructura (Hjelmslev, 1972:27). El destacado es nuestro.

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Tomado en extensión, el programa podía aplicarse a toda especie de realidad, si se
admite (hipótesis estructuralista fuerte) que toda realidad puede ser considerada
desde el solo punto de vista de sus relaciones sistémicas. Llevado al extremo,
conducía a una ontología de nuevo tipo. Se comprende que haya terminado por
afectar a todos los sectores de la cultura, desde el psicoanálisis hasta la filosofía.

Con el Estructuralismo, la lingüística empieza a constituirse como una ciencia sistemática,


formal y rigurosa en los procedimientos, preocupada por formular el algoritmo del
lenguaje.

La lingüística es formalizable si y solo si se funda en este principio que, como vimos en


clases anteriores, ya estaba en Saussure: “Podemos representar el hecho lingüístico en su
conjunto, es decir, la lengua, como una serie de subdivisiones contiguas proyectadas a un
tiempo en el plano indefinido de las ideas confusas (A) y en el no menos indeterminado de
los sonidos (B)” (CLG, 2005: 212).

Estamos, entonces, ante otra idea fundamental que los estructuralistas radicalizan y
sistematizan: la lengua es forma y no sustancia.

En “Categorías de pensamiento y categorías de lengua”, Benveniste ([1964] 2001: 64)


vuelve sobre esa cuestión, la retoma, la profundiza. Establece: “El contenido recibe forma
cuando es enunciado y solo así”. Recuerda de este modo, que recibe forma de la lengua y
en la lengua, que es el “molde” de toda expresión posible. Benveniste señala también que la
lengua está configurada en tanto totalidad, y que está organizada con arreglo a signos que
pueden descomponerse en unidades menores o de agruparse en unidades mayores. Llama
la atención aquí entonces acerca de la gran estructura de la lengua, una estructura (que, a su

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vez, encierra estructuras menores y más pequeñas) que da su forma al contenido del
pensamiento: la forma lingüística es, pues, no solamente la condición de transmisibilidad
sino ante todo la condición de realización del pensamiento (2001:64).

“Es lo que se puede decir lo que delimita y organiza lo que se puede pensar” establece en
una síntesis muy lúcida del principio saussureano que venimos considerando.

En “Categorías de pensamiento y categorías de lengua”, Benveniste muestra


claramente la influencia que la estructura gramatical de la lengua griega pudo
dejar sentir sobre esta concepción aristotélica de las categorías. Señala que esa
clasificación tiene origen verbal. Para Benveniste las categorías de Aristóteles
son ante todo categorías de la lengua, no son atributos esenciales de las cosas sino
una clasificación que emana de la lengua misma. Las categorías de pensamiento
son, en realidad, categorías de lengua, nociones que tienen un fundamento
lingüístico y no entidades independientes: “lo que Aristóteles nos da por cuadro de
las condiciones generales y permanentes no es sino la proyección conceptual de un
estado lingüístico dado” ([1971] 2001:70).

Los niveles del análisis lingüístico

En “Los niveles del análisis lingüístico” (1964) Benveniste explicita las implicancias del
estudio científico del lenguaje que llevan a cabo los estructuralistas y destaca la novedad
que ese estudio conlleva:

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El gran cambio ocurrido en lingüística reside precisamente en esto: se ha reconocido
que el lenguaje debía ser descrito como una estructura formal, pero que esta
descripción exigía previamente el establecimiento de procedimientos y de criterios
adecuados, y que en suma la realidad del objeto no era separable del método propio
para definirlo (2001: 118).

Si reduce la lengua a los elementos significativos de que se constituye y define estos


elementos por su mutua relevancia, el investigador debe trazar un movimiento analítico y
especificativo que vaya de la clase al singular, del todo a la parte.

La tarea del lingüista será, pues, deslindar y describir estas configuraciones específicas,
esa arquitectura singular que conforman las partes en el todo. Se toma una expresión
lingüística nativa, se procede por vía analítica a una descomposición estricta de cada
enunciado en sus elementos, y luego por análisis sucesivos a una descomposición de cada
elemento en unidades cada vez más sencillas. Esta operación tendrá por fin deslindar las
unidades ‘distintivas’ de la lengua.

Este análisis está sostenido por dos presupuestos: la naturaleza articulada de la lengua y el
carácter discreto de sus elementos. Porque se asume, en efecto, que las unidades que
constituyen el objeto no son algo continuo ni idéntico sino, por lo contrario, discontinuo y
desemejante.

En efecto, los constituyentes del lenguaje son discretos porque son unidades completas y no
unidades continuas. Por ejemplo, una oración puede estar integrada por cinco, seis o siete
palabras (unidades discretas), pero no por cinco palabras y media o seis palabras con
sesenta. Además, el lenguaje presenta una naturaleza articulada porque se organiza
por medio de niveles que relacionados entre sí.

Y, dado precisamente ese carácter, el procedimiento discriminatorio que sobre la lengua se


debe llevar a cabo es el de la descomposición (que se distingue del procedimiento de la
división con el que tendría que proceder un investigador puesto ante unidades continuas).
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El estructuralismo sostiene dos operaciones específicas de las que dependen las demás: la
segmentación y la sustitución. Analizar una expresión lingüística supone, entonces,
segmentarla primero en partes cada vez más reducidas hasta llegar a los elementos no
descomponibles (que constituyen las unidades discretas últimas de la lengua, los elementos
más elementales) y paralelamente identificar tales elementos por las sustituciones que
permiten.

Estos elementos básicos no descomponibles se denominan rasgos distintivos o merismas,


son unidades mínimas que pueden concurrir en una unidad de complejidad mayor. Esta
unidad es el fonema, un concepto derivado desde el punto de vista de la estructura
lingüística, que remite a los elementos de articulación despojados de significación. El
ensamble selectivo y distintivo de fonemas produce elementos significantes signos (remite
a categorías como morfema, lexema y palabra), que aparecen así como las más pequeñas de
las unidades que comportan significado propio y cuya combinación da lugar a la frase,
última unidad de análisis del nivel superior.

Tomemos una expresión del español: Los estudiantes analizan los artículos.

De manera inicial, es posible advertir fácilmente que la expresión puede analizarse:

1) En el nivel de la frase, que podría a su vez descomponerse en frase sustantiva los


estudiantes y la frase verbal analizan los artículos. A su vez, la frase verbal contiene
la frase sustantiva los artículos.
2) Las frases están integradas por signos (con esta denominación, repetimos, se remite a
categorías como morfema, lexema y palabra). La proposición ofrecida cuenta con cinco
palabras. Estas palabras pueden ser segmentadas para reconocer unidades menores
que no son palabras pero sí tienen significado. Por ejemplo, el verbo analizan está
integrado por la raíz o base léxica analiz- (lexema), la vocal de conjugación -a- y la
desinencia que indica tercera persona del plural –n (morfema).

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3) Esas formas integrantes de las palabras también pueden ser segmentadas en unidades
menores: la raíz verbal analiz-está integrada por seis unidades que no tienen
significado pero que sin duda son constituyentes discretos: los fonemas distintivos /a/,
/n/, /l/, /i/ y /z/.
4) A su vez los fonemas pueden descomponerse en elementos mínimos o merismas: el
fonema /n/, por ejemplo, está compuesto por rasgos mínimos o características fónicas:
es nasal, dental, sonoro (quiere decir que representa un sonido que se produce cuando
una parte del aire pasa por el conducto nasal, usando así las fosas nasales como
resonador suplementario –por eso se clasifica como nasal-, que el punto de articulación
del sonido es con apoyo en los dientes –por eso es dental- y sonoro, que remite a la
acción de las cuerdas vocales, se habla de rasgo sonoro cuando las cuerdas vocales
vibran al momento del paso del aire)2.

Se asume, también, que los elementos lingüísticos se dejan recombinar. Al ser separados y
distinguidos unos de otros, pueden reagruparse para formar unidades nuevas que, a su vez,
son susceptibles de formar otras más complejas.
La sustitución constituye un proceso inverso y complementario ya que consiste en el
reemplazo de una unidad por otra equivalente. Por ejemplo, la raíz verbal analiz- puede
sustituirse por otra como revis- o la desinencia de tercera del plural por la de primera del
plural -mos.

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Es importante entender la noción de rasgo mínimo por oposición. Es decir, un fonema es sonoro
porque no es sordo (en los fonemas sordos las cuerdas vocales no vibran con el paso del aire, por
ejemplo, /p/, /t/, /f/), es dental porque no es labial o velar, (donde el órgano involucrado no son los
dientes sino los labios /b/, /m/ o el velo del paladar /gw/, /kw/, respectivamente), y es nasal porque no es
oral, (los fonemas se clasifican como orales cuando en la producción del sonido el aire sale sólo por la
boca).

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Los diferentes niveles no reciben el mismo tratamiento. En la tabla siguiente se resumen las
características que distinguen las unidades de los niveles del análisis lingüístico y su
posibilidad de análisis.

Nivel Unidad Segmentable Sustituible

Categorématico Frase + -

Sígnico Palabras, lexemas, + +


morfemas

Fonemático fonemas + +

Merismático Rasgos distintivos - +

Benveniste recurre a las consideraciones saussureanas sobre relaciones sintagmáticas y


asociativas. En efecto, la segmentación permite explicar la relación de un elemento con los
demás elementos presentes en la cadena (relaciones sintagmáticas). La sustitución el
vínculo entre un elemento y los demás elementos no presentes pero mutuamente
sustituibles (relaciones asociativas).

Así, la segmentación, que disocia unidades, aparece en concurso con otra operación, la
integración, que reúne estas unidades en unidades de orden superior. Constituyen lo que
Benveniste denomina forma y sentido, respectivamente:

La forma de una unidad lingüística se define como su capacidad de disociarse en


constituyentes de nivel inferior.

El sentido de una unidad lingüística se define como su capacidad de integrar una unidad de
nivel superior. (Benveniste, 2001: 125).

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Pueden reconocerse, así, dos tipos de relación entre entidades lingüísticas: entre elementos
de niveles distintos (relaciones integrativas) y entre elementos de un mismo nivel
(relaciones distribucionales).

Las relaciones integrativas dan cuenta del hecho de que, gracias a estas articulaciones, las
unidades no se sustituyen sino que se integran en una unidad más compleja.

En lo atinente a las relaciones integrativas, sostiene Benveniste:

Un signo es materialmente función de sus elementos constitutivos, pero el solo medio de


definir estos elementos como constitutivos es identificarlos en el interior de la unidad
determinada, donde desempeñan una función integrativa. Una unidad será reconocida como
distintiva a un nivel dado si puede identificársela como “parte integrante” de la unidad de
nivel superior, de la que se torna integrante. (2001: 124).

Las relaciones distribucionales, por otro lado, establecen que una unidad se define por el
conjunto de los alrededores en que aparece en un mismo nivel, ya sea en su relación con los
demás elementos simultáneamente presentes en la frase, ya sea en su relación con los
demás elementos con los que puede ser mutuamente sustituible.

En el marco del Estructuralismo, la combinación y selección representan las dos


operaciones básicas de la actividad verbal: en toda conducta lingüística es posible advertir
este carácter doble pues supone la selección de determinadas entidades lingüísticas en un
“repertorio de posibilidades” y su combinación en unidades de complejidad mayor, que
remiten a los planos del paradigma y del sintagma, respectivamente.
Sobre este tema nos detendremos en la próxima clase.

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Referencias bibliográficas
Benveniste, E. (2001). “Tendencias recientes en la lingüística general” [1954], “Ojeada al
desenvolvimiento de la lingüística” [1963], “Saussure después de medio siglo”
[1963], “Estructura en lingüística” [1962], “Los niveles del análisis lingüístico”
[1964], en Problemas de lingüística general I (21° ed.) [1966]. México: Siglo XXI.
(2004). “Estructuralismo y lingüística” [1968], “La forma y el sentido en el
lenguaje” [1967] en Problemas de lingüística general I (24° ed.) [1974]. México:
Siglo XXI.
Cisneros, Lorelei: Modos de decir en el punto de vista estructural. Serie: Estudios del
lenguaje. Material de cátedra. Lingüística y Discursividad social (2016).
Hjelmslev, L. (1972). Ensayos lingüísticos [1959]. Madrid: Gredos.

Recordamos que, para profundizar la comprensión de estos desarrollos, se


puede asistir a las clases de orientación (no obligatorias) de los días jueves. [Se trata de
encuentros por videollamada. Ver los enlaces correspondientes a cada comisión en el
documento Clases de orientación (jueves) publicado en el aula virtual].

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