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Colloque Corps
1.
Lo que me interesa comentar en este simposio tiene que ver con la relación
particular que se dio entre los debates sobre la temporalidad o las temporalidades de
las vanguardias y una figura que aloja ese problema en términos orgánicos y corporales:
mediados de siglo XX; más particularmente de los años 1944 a 1956, es decir los
poesía buenos aires, Ciclo, A partir de cero, Sur, Ventana de Buenos Aires, Cosmorama,
2.
(2017:7-12). Contrario a las teorías más aceptadas sobre las vanguardias históricas
(Bürger 2010, Adorno 2013) y las neovanguardias (Foster 2001), que enfatizan el
carácter negativo de las obras de arte vanguardistas, esta muestra se presentaba
surrealismo como un movimiento ingenuo, que prefiere callar cuando los mayores
hablan de cosas importantes. Lo que ostentaba este espíritu barrial y kitsch era una
accesibilidad infinita al hacer artístico: sea artista por un día, sea surrealista. Esa
que detrás de […] ese don ofrecido a todos y revelado en todos, sin apelar al talento ni
debe ser hecha por todos”, al que una revista como A partir cero (dirigida por los poetas
surrealistas argentinos Aldo Pellegrini y Enrique Molina) había suscrito con vehemencia,
incluso polemizando fuertemente con Raúl González Tuñón quien en 1952 transformó
transgresión –reservada solo para algunos pocos– según la cual “la aventura poética” en
tanto “auténtica aventura del conocimiento” se ponía a prueba, según los mismos
poetas que polemizaron con Tuñón, en “el precio que la sociedad exige pagar” a quienes
transgreden ciertas normas. Así, Enrique Molina citaba como ejemplos de esa
pende del cadáver de Nerval”, “la bala que sella la libertad de Maiakovsky”, “el gas que
ilumina la noche de Crevel”, “el hospicio de Rodez de Artaud”, “el desgarro de Van
Gogh”. Si en algún lugar se imprimía ese precio de la transgresión era en el pago del
propio cuerpo.
menos, un salto o una inestabilidad que no puede pasarse tan rápidamente, y que, ESTO
en igual forma el proceso de autocrítica feroz que llevó en la mayoría de los casos a la
evanescencia del proyecto como afirma Boris Groys, y encarnó –en cambio– la
riqueza abandonada” (Bayley) hubiera abierto las vías de un espacio al que siempre se
puede volver y cuyos ciclos están en parte marcados por las formas de una transgresión
3.
No es casual que el surrealismo hiciera su irrupción como grupo alrededor de la
figura del cadáver. Anatole France: Un cadavre sería la materia que reuniría diversas
firmas (Auteurs Philippe Soupault, Paul Éluard, Pierre Drieu La Rochelle, Joseph Delteil,
muerto » (“Avez-vous déjà giflé un mort?” preguntaba Aragon), mientras Anatole France
n’est pas mort : il ne moura jamais”, se leía en la primera línea del panfleto. 1
denominado ‘Un cadavre’, con la lista de firmantes”. La anécdota concluye en que así
fue como le llegó por primera vez el Manifiesto Surrealista y el primer número de La
1
Abofetear a un muerto era poner a dialogar el surrealismo con un tiempo no existente, el de la sobrevida
de un cuerpo “dont on a retiré le cerveau” pero cuya materia orgánica pervivía, como si también asumiera
en ello ser la vanguardia histórica que irrumpe cuando la virulencia del dadaísmo, los sueños técnicos del
futurismo, la depuración de las formas en el suprematismo, comenzaban a reconfigurarse hacia otros
horizontes. En esta clave es necesario leer el vínculo del surrealismo con el pasado y el modo de organizar
una genealogía porvenir, o “la determinación en el pasado de una genealogía de las intensidades del
presente” (Badiou, 2011:172).
révolution surréaliste, experiencia de lectura que culminaría en la conformación del
grupo Qué. Dicho grupo tiene una aparición muy excepción en los años 1928 y 1929,
que no aparece haber producido mayores estruendos, y desaparecería hasta fines de los
años 40.
En 1929 sería también un cadáver, esta vez el de André Breton, coronado con
una rama de espinas, el que estaría en la primera plana de un panfleto y avivaría las
Dictionnaire Critique – textualidad sobre la materia de los cuerpos si las hay – el panfleto
habría sido causado por disidencias políticas respecto de cómo posicionarse ante las
exigencias del Partido Comunista. Sin embargo, lo que no cesa de manifestarse ahí es
una teoría de la materia, del bajo materialismo como lo llamaría Bataille, que buscaba
cuestionar el enorme idealismo del cual el surrealismo era aún deudor. De modo que el
cadáver una vez más se anuda en la trama de una discusión sobre qué hacer en la lengua
En 1930 también, César Vallejos firmaría la “La autopsia del surrealismo”, donde
luego de historizar el vínculo de los surrealistas con el “afuera político” (la calle, el
4.
se cree posible contarlo entre ellas– la que desarrolló una extraña capacidad de ser
experimentada entre destiempos, reemergencias, rupturas, nuevas alianzas,
como ese otro tiempo que “en una cultura aparece como desecho, como una cosa fuera
de época o fuera de uso” (Didi-Huberman 2009:52), también como una obsesión, “algo,
alguien, que no se puede olvidar pero que, sin embargo, es imposible reconocer con
claridad” (26).3
5.
2
En La imagen superviviente. Historia del arte y tiempo de los fantasmas según Aby Warburg, Georges
Didi-Huberman desarrolla una breve genealogía del término “superviviencia” o “nachleben” que Warburg
habría tomado de la antropología anglosajona, especialmente del término “survival” empleado por el
etnólogo Edward B. Tylor. La noción de supervivencia también cobraría relevancia en el famoso ensayo
de Mau sobre el potlach en las sociedades primitivas. Cfr. Didi-Huberman, 2009: 45-62.
3
La referencia al cadáver y al funeral abre un espacio significativo en relación con las prácticas que
vinculan arte y vida o arte y política, pero sobre todo en relación con el tiempo propio de la supervivencia.
Gabriel Giorgi ha definido ese espacio como “tensión entre el cuerpo vivo y el resto, eso que ya es materia
inorgánica, fósil, que viene con otros tiempos y otras escalas, y que aquí no está dado —no tiene ritual,
ceremonia, exequias— sino que, por el contrario, hay que producir, hay que crear, hay que instituir”
(2017:250).
sino su pertinencia, preguntándose si acaso eran capaces de cumplir con las necesidades
humanismo moderno que privilegiara la libertad (Sur). En ese marco, “las escuelas
40).
las primeras víctimas de la segunda guerra mundial” que “las noticias necrológicas
olvidaron citar” (Roitman 1951: n4, 7), aquello que no termina de morir parece haber
con la vida”, “pese a los espiritistas de la crítica sentados alrededor de la mesa” que
Georges Bataille en 1948 sobre el surrealismo, ya que las críticas alrededor de la idea de
debates argentinos:
¿Qué era lo seguía siendo posible del surrealismo?, y ¿cuál era ese “más allá” al
Para leer la respuesta a esta tensión es necesario observar con detenimiento una
de las páginas de poesía buenos aires (1952) donde se habla al mismo tiempo del
epitafio del surrealismo y aquello que no puede dejar de subsistir vivo en él.
[imagen]
desonocimiento. En ese sentido, el deseo de vanguardia aparece sobre todo como deseo
de intervenir sobre lo no clausurado y desconocido del pasado para conectarlo con las
6.
irrumpir, configura una clave de interpretación del presente antes que la conformación
Qué en 1928 no hubo un surrealismo en Argentina) pero del cual hay que “poner aparte”
“lo que no puede dejar de subsistir vivo”. Como afirma Didi-Huberman, las
que portan, “el testimonio de un estadio más originario – y remoto – pero no dicen nada
de la evolución como tal” (2009:58). Con lo cual habría que preguntarse, en todo caso,
por qué la insistencia en las vanguardias fue una manifestación de la cultura a mediados