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Pessoa, la tristeza hecha patria

Clara Felis

Con motivo del 81 aniversario de la muerte del escritor, el Círculo de


Bellas Artes recorre a través de una exposición interactiva los rincones,
casas y versos que perviven en la actual Lisboa

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Lisboa fue su origen. También su fin. La cárcel de la que siempre


intentó huir y nunca pudo. Bien por miedo. Abatimiento. Cobardía. Pánico.
El mismo que le incitaba a saltar y a romperlo todo. A cambiar de destino.
De vida. De escenario y personajes. Pero, ¿sería el mismo sin ellos?
¿Tendría sentido su existencia, su escritura, sin aquellas calles y cafés de
Lisboa que tanto conocía y aborrecía al mismo tiempo? Fernando
Pessoa (1888-1935) sabía que no. Que sin ellas, su verso y su prosa,
perderían no sólo la fuerza, sino la complejidad extravagante que había
logrado su pluma. Insomne durante las noches. Molesta y quejicosa por las
mañanas.

Aquella nostalgia que le anclaba a las aguas del Tajo y le oprimía las
vías respiratorias, le daba a su vez el oxígeno necesario para seguir
viviendo. Para reivindicar desde la ventana y en silencio, que otra vida era
posible. Saudade revolucionaria.

Este espíritu inconformista, acomplejado de la vida ordinaria y el


orden preestablecido, sólo encuentra sosiego en el absurdo. En el caos.
En la tristeza. En la sombra. Elementos que conforman la constitución física
y poética del autor, cuyos cromosomas se podrán analizar en
Pessoa/Lisboa, la exposición monotemática que se encuentra en la Sala
Minerva del Círculo de Bellas Artes de Madrid, y que coincide con el 81
aniversario de su muerte.

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Hasta el 5 de marzo de 2017 se podrá conocer el ADN de cada uno de
los lugares que pisó el autor a través del documental Pessoa/Lisboa, dirigido
por Alberto Ruiz de Samaniego y José Manuel Mouriño (los dos comisarios
de la muestra) y el Atlas Pessoa, una herramienta multimedia con la que el
visitante navegará por los textos e influencias del escritor, asociados a su
vez a las imágenes alegóricas que caracterizaron su obra. Ficción
literaria que se combina con la ficción cinematográfica de Manoel de
Oliveira o João César Monteiro, dos de los directores que tendrán cabida en
el ciclo de cine relacionado con dicha exposición.

"Nuestra intención era hacer un juego entre la Lisboa


contemporánea, la del 2015, año en el que estuvimos grabando el
documental, y la de Pessoa, que es la de 1930. El afán de ir a los lugares, a
las casas donde habitó, es para ver si queda alguna huella de Pessoa, si
realmente la ciudad está al margen de él. Por eso hemos introducido esa
voz en off tan grave, porque queríamos evocar la sensación de un fantasma
del pasado", reflexiona el comisario Alberto Ruiz.

Lisboa en escala de grises

Tras investigar y analizar la obra de Pessoa y la evolución que ha


sufrido la ciudad a lo largo de los años, Ruiz y Mouriño se dieron cuenta que
ese carácter del escritor permanece en la ciudad de manera indirecta.
Reside en la personalidad de sus habitantes. En la luz de los cafés. En los
muros de salitre que moldean la fisonomía de la ciudad. En el tranvía 28

que anuncia su paso alzando el volumen oxidado de su timbre.


"Lisboa tiene un aire decadente. Es una ciudad que conserva ese aire
cansino, nostálgico, lento, tan propio de ese espíritu pessoano de reposo y
de tristeza. Esa cotidianidad sobre la que escribía Pessoa se puede aún ver
en los camareros que están poniendo las mesas o la señora que está
tomando un chocolate mientras se asoma por la ventana".

Un retablo a color de aquella Lisboa que aún mantiene vivas las


líneas grisáceas que el poeta dibujó en El Libro del Desasosiego bajo la voz
de Bernardo Soares (uno de sus más famosos heterónimos junto con Álvaro
de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro). "Existen en Lisboa un reducido

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número de restaurantes o casas de comidas, en las que, sobre un
establecimiento con pinta de taberna decente, se sitúa una casa de
almuerzos con el aspecto pesado y casero de un restaurante de ciudad sin
estación. En esos negocios, salvo los domingos, en que son poco
frecuentados, es habitual encontrarse con tipos curiosos, caras sin interés".

Nómada urbano

Cada capítulo del documental se ubica en un punto poético diferente,


como los fueron todas las viviendas que habitó (Rua de Sao Marçal, Rua de
São Bento o Rua Coelho da Rocha, entre otras).

Su composición literaria, en constante conflicto y agitación, no es


sino el espejo en el que se refleja la auténtica personalidad del escritor.
Siempre huyendo de sí mismo y de todo lo que le aportaba estabilidad.
Física y emocional. Escapadas que hacía dentro de su zona de confort:
Lisboa. Al fin y al cabo era un nómada urbano. "Era un hombre muy
contradictorio. Desea fugarse, pero ama profundamente Lisboa y se da
cuenta de que no puede existir fuera de ella. Por eso la solución que adopta
es cambiar de casa continuamente. Así parece que está de paso siempre,
que es lo que le permite pensar y lo que le hace romper las cadenas de la
mundanidad", matiza Ruiz.

Dicha angustia constante, crónica tal vez, le hace aislarse del mundo.
Y es este estado anímico el que le permite observar los comportamientos
cotidianos y repetitivos de la sociedad en la que vive. Un filántropo
decadente que hace del sufrimiento creación.

Como él mismo anota en sus Diarios (Ed. Gadir, 2014) "Mi intenso
sufrimiento patriótico, mi intenso deseo de mejorar la condición de Portugal,
hacen surgir en mí mil proyectos que, si pudieran ser realizados por un
hombre, exigirían de él una cualidad que está absolutamente ausente de mi
carácter: la fuerza de voluntad. Pero sufro- hasta el límite de la locura-, lo
juro".

Actitud que le hace compararse siempre con los clásicos, con sus
referentes literarios (Shakespeare, John Milton o Rousseau) y sus referentes
históricos (Sebastián I de Portugal). De ahí que se describa como un

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caballero errante, crítico e incomprendido por su generación. "Al
decir que me descalifican yo sólo comprendo que están hablando de mí,
pero el sentido de la frase se me escapa(...). Siempre me pareció hermosa
la contradicción, al igual que el del creador de anarquías me pareció
siempre un papel digno para el intelectual, puesto que la inteligencia
desintegra y el análisis atrofia. Siempre procuré ser un espectador de la
vida sin involucrarme en ella. De este modo, asisto a esto que está
sucediéndome, como un extraño, con la salvedad de que extraigo de los
vulgares hechos que me rodean una voluptuosidad amarga".

Pluma portuguesa de modales victorianos

A pesar de defender a Portugal como una gran nación ("mi patria es


la lengua portuguesa") y su continuo alegato del Quinto Imperio, liderado
por un supra-Camões que recuperaría el honor luso perdido, Pessoa pensó
y escribió en inglés hasta el final de sus días. Un idioma que aprendió
a la perfección después de su estancia en Durban (Sudáfrica), donde pasó
gran parte de su juventud.

De hecho, el último suspiro que exhaló ya en la cama del Hospital de


São Luis de los Franceses (Rua Luz Soriano) el 30 de noviembre de 1935
fue en lengua extranjera. "I know not what tomorrow will bring" (No sé lo
que traerá el mañana). Su gran epitafio final. "Él ve a Gran Bretaña como
un ejemplo a seguir. Para él es su modelo, ya que en parte es un caballero
victoriano por su manera de vestir, sus modales... Es multifacético. Lo que
pasa es que hay una apropiación de cierto nacionalismo portugués sobre la
figura de Pessoa al que no le interesa nada que se vean estos rasgos más
ingleses", remarca el comisario Ruiz.

Facetas desconocidas que acercan de nuevo al escritor a su país


vecino, cuyo reconocimiento según Ruiz, sigue sin estar a la altura de su
figura. "Es un escritor que está al nivel de Joyce o de T. S. Eliot, pero a
Portugal siempre se la ha mirado como algo que está demasiado cerca y
nunca ha interesado en exceso".

Una postura no similar, pero sí parecida, a la que expone Antonio


Sáez Delgado, profesor de literatura en la Universidad de Évora, en su

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libro Pessoa y España (Ed. Pre-Textos, 2015), donde se enfatiza que, en
España, Pessoa se conoce superficialmente debido al estudio tardío que
hace Portugal de su obra. "La recepción del poeta en el Estado español está
directamente condicionada por la recepción que la propia literatura
portuguesa realiza de su obra y su figura, con el papel fundamental que
adquiere en este camino la generación de presença y las relecturas
posteriores del escritor" y señala el trabajo de difusión que hicieron Joaquín
de Entrambasaguas, Ángel Crespo o Rafael Santos Torroella, "que abrió de
ese modo el camino para que otras publicaciones fueran construyendo la
imagen de Fernando Pessoa que conocemos hoy".

Como el mismo poeta pronosticó en vida, no sería sino la muerte, el


triunfo total de su carrera. "Seré comprendido sólo en efigie, cuando ya
el afecto no compense ni el desafecto tampoco a quien ha muerto con
desafección cuando aún estaba vivo. Un día tal vez se entienda que he
cumplido, como ningún otro, mi deber de nato intérprete de una parte de
nuestro siglo".

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