Está en la página 1de 7

La heterodoxia pessoana se nutre, sin embargo, de la misma fuente de "saudade"

Por: Rocío Morales

Palabras clave: saudade, heterónimo, Pessoa, Levinson.

La comprensión de la heterodoxia pessoana sigue siendo, para la crítica literaria, un campo de


exhaustiva y constante investigación. Más allá de la propia explicación de Fernando Pessoa en la carta
dirigida a Casais Monteiro sobre el origen de sus heterónimos, este aspecto sigue siendo controversial y
consolida a Pessoa como un sujeto único e inacabado.

La riqueza de sus heterónimos configura una amplio abanico donde el autor empírico se desvincula
de su propia voz lírica, creando a través de ella, nuevos autores ficticios o poéticos, que nacen y viven
desde su creación literaria. La producción poética de los heterónimos más conocidos de Fernando Pessoa,
cobra vida desde el punto de partida de su percepción semiótica, su estilo, su retórica, su cosmovisión de la
realidad, en síntesis: su idiosincrasia. Esos autores ficticios, adquieren un grado de realidad tan alto que
conviven, tiñen y determinan gran parte de la existencia material del autor real. “Los poetas no tienen
biografía. Su obra es su biografía (Paz 4)

Ricardo Reis, Álvaro de Campos, Alberto Caeiro y el ortónimo Fernando Pessoa, son a la vez tan
dispares como similares. El origen de sus respectivos nacimientos teje una red vincular tan estrecha que es
imposible eludir las relaciones que tienen entre sí. Son estas relaciones las que enriquecen a los
heterónimos y los dotan de cierto status. Podemos justificar esta afirmación, partiendo del concepto
pessoano de Drama em gente, el cual expone cierta analogía entre la coexistencia de los heterónimos con la
acción dramática. Si bien hablamos de un género lírico y de una ausencia de acción performativa en un
escenario, podríamos decir que que los personajes sostienen un vínculo dinámico entre ellos que los
resignifica y los vuelve a la vida, constantemente.

La vida monótona y rutinaria de Pessoa, su timidez, sus frustraciones amorosas, sus ideales
monárquicos, su desasosiego, su soledad, nos anima a cuestionarnos si todo ello no será el motor de la
creación de esta multiplicidad de existencias que denotan una pluralidad de realidades, abordando cada uno
de sus heterónimos, la compresión de la existencia humana se diversifica y se enriquece. No es menor que
Pessoa haya expresado la voluntad de ser un espectador de la vida sin involucrarse en ella. “Su historia
podría reducirse al tránsito entre la irrealidad de su vida cotidiana y la realidad de sus ficciones” (Paz 4).
Esta cita de Octavio Paz, reafirma mediante el oxímoron la relevancia de los heterónimos. Este “juego”
como lo describe Paz, alude a la necesidad intrínseca de la obra de ser creada, la fábula, la ficción, tienen
sus propias reglas; una de ellas, es la huella que inevitablemente nos hace volver siempre sobre el autor
real, F. Pessoa.
Las posibilidades de expresión con las que cuenta inicialmente el autor son las de representación de su propio
mundo, la representación del mundo de los personajes o la de ambos a la vez, estas virtualidades, vinculadas
a la representación de la identidad o la alteridad, se relación con el grado de aparición del propio autor en su
obra. (Jiménez 36)

Es imprescindible comprender los heterónimos, no sólo desde las diferencias que los distancias,
sino de los aspectos en los que convergen. En el caso de los tres mencionados anteriormente, todos se
conocen entre sí, coinciden en lo efímero de la existencia, en la complejidad del concepto de realidad, son
parte de una misma generación, se consideran discípulos de A. Caeiro, la naturaleza es la esencia que los
mueve, todos tienen un autonomía en su identidad, son seres completos.

La despersonalización a la que llega Pessoa, lo consagra como un ser totalmente heterogéneo, tan
capaz de proyectar en sus heterónimos sentimientos que, según sus palabras, jamás ha experimentado o
situaciones que aborrece. “Mientras más perfecto el artista, más completamente separados estarán dentro
de él el hombre que sufre y la mente que crea…” (Eliot 24). Es aquí donde sus heterónimos exploran su
autonomía estética e intelectual. En esta búsqueda, tal vez inconsciente, de transgresión del canon literario,
Pessoa, reivindica lo que expresa Eliot “Su vida será un contínuo renunciar a lo que él es en el momento,
en pro de algo mucho más valioso... [a lo que agrega] En esta despersonalización puede decirse que el arte
alcanza la condición de ciencia” (22-23).

Al hablar de Pessoa, no podemos pasar por alto la influencia del “Saudosismo” que marcará gran
parte de su identidad política. El “Saudosismo” como movimiento o corriente cultural impulsada por
Texeira de Pascoaes. Para el promotor, la saudade era un sentimiento específico y propio del pueblo
portugués. Se trataba de la expresión de esa decadencia a la que se habría llegado en el S.XX en Portugal,
específicamente en Lisboa. El nacionalismo de Pessoa, sus intensos deseos de ver ese posible Quinto
Imperio de la mano con la profecía del Sebastianismo, logran generar en el autor ese deseo, ese anhelo del
no retorno, de aquello que se ve lejos, de la frustración y la melancolía. Esa relación de amor-odio en la que
vacilaba, en ese espacio lento y cansino. “Aquella nostalgia que le anclaba a las aguas del Tajo y le oprimía
las vías respiratorias, le daba a su vez oxígeno necesario para seguir viviendo. Para reivindicar desde la
ventana y en silencio, en otra vida era posible” (Felis 1). La creación artística en este contexto, se
convertiría en el medio de exhortación a la toma de conciencia de la propia realidad para regenerar el
nacionalismo.

El Saudosismo, como mencioné anteriormente, fue uno de los pilares, pero también encontró en el
Movimiento, elementos con los cuales discrepar. En este recorrido, Pessoa, tomó de la mano a las
corrientes europeas, sobre todo al Simbolismo francés. Este detalle no es menor, ya que es la suma de estos
factores y su formación inglesa, la que dotan a su arte de un tinte modernista. Sin embargo, todos estos

1
elementos, giran siempre en torno al sentimiento de “saudade”. Ese es el leitmotiv de su poética y de sus
heterónimos.

En esta instancia, seleccioné dos poemas de los heterónimos Alberto Caeiro y Ricardo Reis
respectivamente. Para realizar un estudio comparativo y semiótico de los mismos, considero relevante
retomar y esclarecer algunos contenidos de la pregunta: ¿qué es la “saudade”?. En primer término, la
etimología de la palabra “saudade” se remonta al latín “solitate” que significa soledad; sin embargo, la
palabra ha evolucionado tanto que su raíz etimológica resulta insuficiente para abordarla en su totalidad.
Para Pessoa, hay una existencia mística o elevada, que trasciende al ser humano y su propia existencia
terrenal. Esta existencia de una esencia propia, que podría ser el alma, posiciona a los sentimientos
evocados en un lugar distinto al convencional de la literatura. Es decir, si se puede sentir “saudade”,
nostalgia, angustia, pero a la vez placer y añoranza, por alguna experiencia vivida en otra vida, el horizonte
de comprensión de esa sensibilidad poética, se vuelve mucho más complejo. Esta complejidad, se expresa,
discursivamente, a través de los eufemismos, las contradicciones, las elipsis, el paso del tiempo, la
subjetividad, esa noción de lo efímero del cuerpo, de lo banal de la existencia corpórea y de lo inexorable
de la muerte, nos permite acceder a un nuevo escenario de conflicto, donde constantemente hay una
búsqueda de uno mismo para elevarse hacia la verdad. La saudade refleja ese vacío que nunca se podrá
llenar, esa huella del recuerdo que vive latente y nos envuelve de melancolía.

Ahora bien, habiendo realizado un acercamiento al concepto de “saudade”, pretendo estudiar el


abordaje de este sentimiento en el Poema X de Alberto Cairo y en As rosas amo do jardins de Adónis de
Ricardo Reis.

La primera lectura de As rosas amo do jardins de Adónis de Reis, nos permite configurar
características claves de este heterónimo. Se trata de un poeta clásico, con una forma estructurada, un
lenguaje retórico muy rico y elevado, inspirado por Horacio. Un poeta con una concepción religiosa y
filosófica politeísta. Se trata de uno de los heterónimos más alejados del ortónimo Pessoa.

Las rosas amo de los jardines de Adonis,

Esas volubles amo, Lidia, rosas,

Que en el día en que nacen,

En ese día mueren.

La luz para ellas es eterna, porque

Nacen nacido ya el sol, y acaban

Antes que Apolo deje

Su curso visible.

Así hagamos nuestra vida un día,

inscientes, Lidia, voluntariamente

2
Que hay noche antes y después

De lo poco que duramos.

Respecto a la primera estrofa del poema, la voz poética o yo lírico, alude al símbolo de la rosa.
Siguiendo el simbolismo que representa para la mitología griega, según Chevalier, la rosa refiere a lo
regenerado, al nuevo comienzo como el tinte rojo que adquiere la rosa blanca tras la herida de Adonis,
también al ser consagrada a Afrodita, expresa justamente el amor y la belleza. Pero la alegoría no termina
allí, también la mención al “Jardín de Adonis” es pertinente. Ya que según la mitología, Afrodita crea ese
jardín como un honor fúnebre a Adonis, quien habría nacido de un árbol y pasó gran parte de su vida bajo
tierra, pudiendo salir en primavera. Todo el ambiente que se crea, es idílico pero no deja de estar rodeado
de un trasfondo de muerte y dolor. En síntesis, toda esta alegoría que se puede ver en tan sólo dos versos,
reflejan esa sapiencia, esa exhaustiva investigación del mito.

Siguiendo los conceptos de Levinson en Contemplar el arte, voy a continuar realizando este
análisis desde dos perspectivas. Lo que “significa en efecto” (SE) el texto o lo que “podría significar” (PS).
¿Por qué es importante contemplar este punto de partida? Porque el término SE tiene su definición tácita en
el texto, una explicación práctica y concreta; sin embargo, desde la literatura, aspiramos a realizar un
abordaje metalingüístico, animándonos a crear ideas o hipótesis del porqué de la selección de un
determinado símbolo o recurso y no otro; es decir, nos permitimos esa libertad, fundamentada, de aspirar a
lo que PS.

En la segunda estrofa del poema, debemos retomar el concepto que nos guiará, la “saudade”. Si nos
referimos al significado SE, el yo lírico, hablaría de una inmediatez de la muerte, una acción concreta y
acabada de un día, es decir una fragilidad temporal limitada de la vida de la rosa. Mas no así, si partimos de
lo que PS, allí, se hace una alusión metafórica al paso del tiempo, lo inevitable es morir; para ello sólo se
necesita vivir. Al nacer, las rosas son sentenciadas a muerte. Es allí donde vemos ese sentimiento de
desasosiego, de un porvenir al que ningún ser, parte del todo que es la naturaleza, es ajeno.

La luz, es el símbolo de la vida representada en la figura del dios Apolo. Siguiendo el esquema de
lo que PS, no se trata de que la rosa esté expuesta sin cesar al sol, o la constante primavera, sino que lo que
la diferencia de la voz poética, es la ignorancia de esa existencia finita. Ser humano y ser racional, nos
permite el poder de ese sabernos mortales. Allí radica el dolor y la desolación.

El tópico del “carpe diem” se refuerza en la quinta estrofa, donde se invita al “tú lírico” o
interlocutor, a vivir el momento, a disfrutar pese a que el mañana llegará. Ese mañana simbolizado a través
de la metáfora de la noche. Antes de nacer y luego de morir, sólo hay noche. Esta oda a la vida, esta
invitación de Reis de contemplar la realidad, si bien realza y venera este mundo de la antigüedad, termina,

3
por el contrario, transformándose en un tópico totalmente moderno, es una saudade con la que se convive y
se dialoga a diario. Es un aforismo del anhelo de lo no vivido.

Por otro lado, al realizar la lectura del Poema X de Caeiro, a simple vista y con una lectura inocente,
podríamos decir que no hay grandes semejanzas entre ambos, su estructura es totalmente diferente, la
terminología utilizada, los elementos espacio temporales, la retórica, pero la verdad es que ambos textos
reflejan nutrirse de esa misma fuente de “saudade” .

Hola, guardador de rebaños,

ahí a la vera de la estrada,

¿qué te dice el viento que pasa?

Que es viento, y que pasa,

y que ya pasó antes,

y que pasará después.

¿Y a ti qué te dice?

Mucha cosa más que eso,

me habla de muchas otras cosas.

De memorias y de saudades

y de cosas que nunca fueron.

Nunca oíste pasar el viento.

El viento sólo habla del viento.

Lo que le oíste fue mentira,

y la mentira está en ti.

Al igual que en Reis, también podemos identificar en A. Caeiro una serie de características que lo
definen. Podemos apreciar un poeta alejado del mundo urbano, refugiado en la naturaleza, con un lenguaje
más coloquial, pero no por ello menos rico semióticamente. Su poema tiene un tinte filosófico, por más de
que en ciertos textos de crítica literaria podemos ver que este heterónimo expresa cierto interés por lo
lógico y racional, la poesía como un insumo para el resguardo de su soledad y la tristeza como sentimiento
motivacional.

Lo más llamativo de este poema es el diálogo que se establece con el Guardador de rebaños. Este
diálogo es necesario para inferir en lo que la voz poética quiere destacar. La utilización del viento como
símbolo (volviendo al entendido de lo que PS) representa ese estado espiritual en confluencia con la
inestabilidad, una especie de atmósfera mística, indefinible, que se acentúa con la personificación o

4
prosopopeya del viento, dotándolo de voz, el viento puede traer muchos mensajes de todo aquello que ha
vivenciado, el viento como una síntesis de conciencias de vida.

La respuesta del interlocutor es objetiva y concisa, materializa al viento como un elemento


concreto, más allá de que no se cuestiona la viabilidad de la capacidad de hablar del viento; puede tratarse
de que el interlocutor (acorde a lo que SE) tomase la pregunta de forma metafórica, al igual que podríamos
preguntarnos si las nubes traerán lluvia o no. El transcurso lineal de la respuesta en relación al tiempo
esclarece esta posición; el viento fue, es y será lo mismo. Fuera de su existencia concreta, no hay nada más.

En síntesis, lo significativo es la respuesta de la voz lírica, y es allí donde el concepto de “saudade”


se vuelve a retomar siendo eje de la construcción poética. El viento posee una memoria, la memoria de
todos los tiempos que han vivido en él, y esa memoria alberga todo lo que se ha experimentado pero sobre
todo, aquello que no se ha hecho. Es indiscutible el acercamiento a la poesía de Reis que vemos en este
aspecto. Hay una interpretación de las palabras del viento; un análisis que explora una sensibilidad mucho
mayor de la escucha; las palabras del viento trascienden el campo de la lógica y de la acción. La distancia
entre el significante y el significado del término “viento” se intensifica cuando el significante supera la
esencia del significado. La voz como metonimia del viento, incluye en sí misma cuestiones tan intrínsecas
a la esencia del hombre que sólo puede oirla quien tenga esa apertura hacia el conocimiento que ignora. Por
ello es que la reacción del interlocutor es de rechazo, referir a la “mentira” sólo reafirma el miedo que nos
da esa conciencia interior. Es ese sentimiento de saudade que deja entrever la corta distancia temporal que
hay entre la vida y la muerte. Entre lo que amamos y hemos perdido; entre lo que deseamos y a la vez
rehusamos. Se trata de un sentimiento tan complejo y amplio que se torna difícil de definir pero es
imposible no sentirlo.

5
Bibliografía:

Eliot, T.S. "La tradición y el talento individual". Ensayos escogidos. México: Ed. Coordinación de
Humanidades 2000. Impreso

Hoski: Ningún lugar. Montevideo: Ed. Estuario, 2017. Impreso

Paz, Octavio. “Fernando Pessoa: el desconocido de sí mismo”. Universidad de México.

Jiménez, Alfonso. “Géneros literarios y representación de mundos: Los heterónimos de Fernando Pessoa”
Tesis. Universidad de la Coruña. 1993

Chevalier, Jean. Diccionario de Símbolos. Barcelona: Ed. Herder 2007. Impreso

También podría gustarte