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HISTORIA DE LA IGLESIA I:

SAN AGUSTIN, CONFESIONES

Repaso de Libro

Presentado a

Terrell Coy, PH.D.

Southwestern Baptist Theological Seminary

Requisito Parcial

Para la Clase Historia de la Iglesia I (CHAHT-3103)

Por

Julio Padilla

17 de Octubre, 2021
San Agustín, Confesiones. Editorial Gredos, 2016. 264 pp.

Introducción

El siglo IV fue bien conocido por ser la época de la era de los gigantes en la historia de la

iglesia. Las grandes persecuciones habían cesado y el inicio ministerial de los ciclopes

intelectuales de la fe estaba pronto a desarrollarse. Fue tan destacada su labor eclesiástica, que

las generaciones ulteriores les recordarían como aquellos hombres, cuyas vidas fueron el reflejo

de constantes luchas contra nuevos, enormes y sutiles peligros que amenazarían la fe de la iglesia

en la Edad Antigua. No obstante, entre los muchos gigantes que produjo el Siglo IV, ninguno de

los ilustres del catolicismo ha sido más prominente como Agustín de Hipona. De facto, no fue

solo el teólogo más citado durante toda la Edad Media, sino que a la postre también se convertiría

en el autor favorito de los grandes reformadores de la Edad Moderna.

Agustín Aurelio, mejor conocido como “Agustín de Hipona” o “San Agustín”, nació en el

norte de África en un pueblo llamado Tagaste hacia el año 354. Agustín, fue un prolífico escritor,

autor de numerosas obras. Su libro más conocido e influyente es “Confesiones”. Obra

desarrollada en forma de autobiografía escrita entre el año 396 y 400. Sus padres provenían de

contextos religiosos diferentes. Su madre era una cristiana muy devota, a quien el

constantemente elogiaba y admiraba mucho: “Mi madre era de corazón puro en tu fe” (17).

Mientras tanto, su padre, era un oficial romano de origen pagano. Pese a todo, fue un gran orador

de la retórica y la filosofía, y posteriormente, uno de los más grandes doctores de teología de la

iglesia católica. Gracias a la producción literaria de su obra más íntima conocemos que antes de

ser el más tenaz defensor de la fe cristiana de su época, fue un desmesurado partidario de la secta

de los maniqueos.

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Resumen

El contenido de su mensaje parece estar dirigido a una audiencia preponderantemente

maniquea, de la cual él había formado parte en los inicios de su nubilidad, pues en la extensión de

su argumento de vida, él constantemente arremete contra las prácticas y principios del

maniqueísmo. Sin embargo, por la forma en la que él redacta su tesis, bien podría haber una

audiencia secundaria: Dios como lector principal. A lo largo de su autobiografía, él interactúa de

manera directa y constante con su Creador. Articula diálogos interiores que demandan respuestas

exteriores. Pese a todo, Agustín sigue hablando al corazón de aquellos que le leen por más de

dieciséis siglos después.

Su documento - que fue escrito tras sus primeros cuarenta años - tiene como objetivo

mostrar el relato del proceso personal de un hombre de una antigua condición miserable en

contraste de un hombre con una nueva naturaleza virtuosa. En él, se encuentran contenidos diez

libros que mejor describen el antes y después de una persona convertida. Su atestado puede

fácilmente dividirse de la siguiente manera:

En su primer libro, del cual se despliegan veinte capítulos, Agustín confiesa los vicios y

pecados de los cuales fue rehén en su infancia y juventud, como agradecimiento a Dios por la

transformación que había realizado con él en una y otra edad.

En su libro dos, el cual está conformado por diez capítulos, el autor lamenta el año

decimosexto de su edad, en el que apartado de los estudios, persiguió los deseos lascivos de su

corazón y se entregó a una vida licenciosa.

En su tercer libro, del cual se organizan trece capítulos, Agustín relata como a sus

diecinueve años de edad, y mientras se encontraba en la ciudad Cártago, leyó la obra de

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“Hortensio”. Lectura en la que su autor Cicerón, exhorta a los jóvenes a buscar la sabiduría en las

letras. Esto marcaría el inicio de su fascinación por el amor a la filosofía y su adhesión a la secta

de los maniqueos. En última instancia, este tomo finaliza con el anhelo de su madre: La futura

conversión de su hijo.

En su libro cuatro, el cual está estructurado en dieciséis capítulos, el autor narra los hechos

de los nueve años siguientes a la lectura que puntuó el desarrollo de su vocación filosófica. En este

período de tiempo él fue maestro de retórica, se dedicó a la astrología, falleció uno de sus más

íntimos amigos y contrajo una concubina.

En su libro quinto, del cual se distribuyen catorce capítulos, Agustín cuenta los

acontecimientos ocurridos mientras tenía 29 años de edad: Conoció finalmente a Fausto, el obispo

más célebre y distinguido de los maniqueos. Satisfacción que no duró mucho, pues tras una

audiencia con el “maestro” de las gramáticas, comprendió claramente que se trataba de una

pantomima. Fausto resultó ser un fatuo. Desilusionado por la impresión, decide buscar la verdad

por otras sendas. Esto le llevaría a Milán: Lugar donde conoció a Ambrosio y región donde nacería

su interés por la doctrina católica.

En su libro seis, el cual está sistematizado en dieciséis capítulos, el autor describe los

eventos sucedidos en el año treinta de su edad, mientras se encontraba en Milán. Acá, entre tanto

que fluctuaba con sus dudas doctrinales, Ambrosio le auxilió en su búsqueda por la verdad en el

cauce del catolicismo.

En su séptimo libro, del cual se desprenden veintiún capítulos, Agustín realiza una

declaración sincera: Pese a que en el Platonismo encontró el conocimiento de la verdad incorpórea

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y del verbo divino, en ninguno de los supuestos convergió de manera plena la tan ansiada esperanza

de sus incertidumbres.

En su libro ocho, el cual está esbozado en doce capítulos, el autor asciende al clímax de su

argumento. Llego el día que tanto había temido: Después de escuchar a Ponticiano, luego de seguir

los consejos de Simpliciano, posterior a escuchar las vidas de Victorino y Antonio, seguido de la

oración de su madre y tras un debate emocional mientras escuchaba el cántico de un niño que le

decía “toma y lee”; el último sobreviviente de la era de los gigantes finalmente se convirtió a Dios.

El llanto de su madre estalló en alegría.

En su libro noveno, del cual se fraccionan trece capítulos, Agustín replantea su esquema

de vida de la siguiente manera: Renuncia a su profesión seglar, se convierte en ministro de la

iglesia, se vuelve escritor de la defensa cristiana, recibe el bautismo y despide con gran honor y

sollozo a la mujer que oró toda su vida por su conversión.

En su libro diez, el cual está segmentado en cuarenta y dos capítulos, el autor reseña la

travesía de sus múltiples pericias en la presentación de una analogía: Si bien la “verdad” es la

adquisición más codiciada de todo ser racional, no siempre es bien buscada por los medios

legítimos. Por ello, la verdadera teología, tal como la verdadera filosofía, sólo puede encontrarse

mediante el pleno conocimiento de la verdad de Dios. En Él está la verdadera bienaventuranza que

todo pensante busca.

Evaluación Crítica

Vista como un todo, su obra “Confesiones” puede ser vista como el volumen de las distintas

etapas en las que Agustín narra sus experiencias desde su juventud pecadora hasta su conversión

adulta. Este texto nos da un vistazo único en el corazón y la mente de Agustín. De acuerdo a una

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opinión unánime, este compendio de relatos comprimidos en una obra, se trata de una

autobiografía occidental única en la Edad Antigua, tanto que para la época, jamás se había escrito

o visto algo igual. Su trabajo, de facto, fue la plataforma que se convertiría en el modelo de la

redacción autobiográfica cristina de las siguientes generaciones. Sus pasajes repletos de poesía,

además de contener en sí mismos el testimonio de una evolución intelectual respecto de la fe, son

un acabado literario de la filosofía y la teología manifestado en el autoanálisis de una reflexión

sincera y un estudio personal. Indudablemente “Confesiones” es un tomo pionero en su especie.

Si bien la intención del redactor ha sido plasmar una autobiografía en forma de ensayo, su

texto se extiende más allá de los confines de ese campo. Su historia de vida no es la monografía

convencional de la que uno pueda esperar solamente un estudio detallado en concreto a desarrollar.

En cambio, su publicación, puede entenderse mejor como el opúsculo del cual se derivan varios

artículos a tratar. En su crónica, además de encontrar detalles biográficos, vemos asuntos

escolásticos, tales como: La vida y la muerte; el bien y el mal; el origen y el fin; la verdad y la

mentira; el amor y el odio; la lógica y la fe; la doctrina y la ciencia; la retórica y la dialéctica; la

geometría y la aritmética; la sabiduría y la ignorancia; la confusión y la certeza; la devoción y la

impiedad; la razón y la locura; y quizá el más significativo, el antes y el después. En suma, no

acredito el contenido de esta prodigiosa anécdota documental bajo el título particular de

“memorias”. Por el contrario, le considero una enciclopedia personal de carácter narrativa, que

colecciona los temas de afición más relevantes de la vida de un hombre.

En adición a la recopilación ontológica de su material filosófico, su producción personal

apela a la defensa de las doctrinas fundamentales de la fe reformada. Lo cual es curioso, puesto

que lo que ahora conocemos como “calvinismo”, fue formulado por Agustín diez siglos antes del

inicio de la Reforma Protestante, basado en la dicción la Escritura. Y esto es fantástico en muchos

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sentidos, ya que aunque la veracidad de la Biblia deba ser la única jurisdicción de fe a la cual

debemos recurrir y el único instrumento doctrinal mediante el cual debamos litigar, ejemplares

como este, pueden ser herramientas de gran valor apologético. O lo que es más, gracias a la

creación de esta pieza literaria podemos ver que las verdades centrales de la salvación no fueron

una invención de la Edad Moderna, ellas han estado presentes desde los inicios de la inspiración

divina.

Mediante el uso de varios pasajes de la Escritura - aunque en ocasiones demasiado

forzados, pues el texto que cita no tiene la intención de comunicar sus ideas - y en adición al uso

de las Doctrinas de la Gracia - aunque no es explícito en mencionarlas – Agustín presenta entre

sus líneas la historia de su conversión. Su proceso de transformación es la práctica teológica de

estos principios. Por ejemplo, respecto de su Total Depravación, encontramos: “Y lo hicimos solo

por gusto, por el disgusto causado. Deja que mi corazón te cuente lo que buscaba ahí: Ser malvado

porque sí, sin tentación para obrar el mal, solo por la fechoría en sí” (32). Mientras que respecto

de la Gracia Irresistible de Dios, leemos: “Porque de tal modo me convertiste a ti que ya no me

apetecía esposa ni abrigaba esperanza alguna de este mundo” (51).

Por mi parte, la reseña de su testimonio es la evidencia que la vida de un hombre es el

producto de un evento finamente planificado. Su autobiografía, sin la intención expresa de ser vista

como tal, forma parte de lo que yo considero, el ejercicio de la Doctrina de la Soteriología. Los

acontecimientos de Agustín mejor resumen la experiencia de la salvación como resultado de La

Gracia de Dios, la cual opera, indistintamente de la voluntad del hombre. La redención, además de

ser un proceso ejecutado por Dios, es un procedimiento llevado cabo mediante el programa de Las

Doctrinas de la Gracia.

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Conclusión

El concepto de que Dios realmente ha intervenido en la historia de la humanidad, y que a

consecuencia de su injerencia la conducción del hombre se traduzca en compromiso, se ve

claramente manifestado en la vida de Agustín de Hipona. De sus anales vemos que la salvación es

el proceso de las interacciones Dios en el pasado, el presente y el futuro; en las que las acciones

del pasado no sólo ofrecen reacciones para el presente, sino también obligaciones para el futuro.

Sin embargo, los antiguos excesos y abusos de este muy distinguido clérigo de la Iglesia Católica

hacen plantear la pregunta más obvia: ¿Está Dios involucrado en los disparates de la vida diaria

de una persona? ¿Puede alguien quedar fuera de la Gracia Salvadora de Dios?

En la omnipresencia divina todas las cosas están perfectamente cuadradas. Si Dios es capaz

de hacer que todas las partículas de carga positiva se mantengan juntas en el núcleo de un átomo,

mientras todas las partículas de carga negativa se mantengan circulando alrededor de él; ¿cómo no

va a ser capaz de cambiar la vida de un hombre? A medida que apreciemos la constate confluencia

de Dios por sus escogidos, aumentará nuestra impresión hacia a Él. Puede ser que nuestras vidas

estén llenas de giros inesperados, pero no somos el producto de una línea de montaje cósmica.

Dios no es un monarca celestial cruel e indiferente. Él siente nuestras aflicciones y comparte

nuestros dolores. Cuando parece que Dios está ausente, cuando su gente se encuentra en el

desacierto y aun cuando sus criaturas son infieles a su voluntad, ¿significa esto que Dios ha

terminado con su mundo? ¿Ha Dios abandonado sus promesas? La respuesta es no. La Biblia nos

invita a ver que Dios puede trabajar en el desorden y la ambigüedad moral de la historia humana.

Gracias a una intromisión celestial, Agustín pudo ver los resultados de una vida bien invertida para

Dios, posterior a una etapa de errores y desatinos. “Confesiones” es la narración de los hechos de

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Dios en favor de un hombre perdido. Consecuentemente mi análisis a través de su autobiografía

es que la adoración del Dios que nos salvó, debe ser nuestro más alto deseo.

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