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EL CRUCIFICADO ES EL RESUCITADO

1. INTRODUCCIÓN DE LA UNIDAD

Pablo les escribe a los Corintios diciéndoles que si Cristo no hubiera resucitado
vana sería nuestra predicación y vana también nuestra fe. A pesar de ello,
conozco a algunos “cristianos” que dudan de la resurrección y se deleitan
leyendo “reportajes” y viendo películas que elucubran sobre este tema.
Nosotros afirmamos con certeza que Jesús ha resucitado verdaderamente, que
ese ha sido el hecho más importante de la historia y que es el cimiento de
nuestra fe. ¡Cristo ha vencido a la muerte!

En esta Unidad abordaremos algunas preguntas sobre la resurrección y para


responderlas nos serviremos de estudios teológicos y psicológicos. También
presentaremos los relatos de la resurrección y de las apariciones del resucitado
testimoniados en los evangelios, así como las primeras profesiones de fe
reportadas en las cartas de San Pablo. Finalmente, reflexionaremos acerca de la
acción trinitaria en la resurrección de Cristo y en su significado pascual para la
comunidad cristiana.

Esperamos que esta Unidad sea un insumo para la reflexión y la profundización


de la fe, por medio de la información y el cuestionamiento acerca del
acontecimiento más importante para los cristianos: la pascua de resurrección.

Esta Unidad completa el recorrido de todo el curso. La resurrección, tal vez hubiera
tenido que ser el capítulo primero, no obstante, la elección por presentar la
cronología que siguen los evangelios nos ha llevado a desarrollar esta temática
como la última. A pesar de la lógica que usamos en la estructuración del curso,
queda abierto el desafío que Jesús nos hace de seguirlo y de construir el Reino ya
en esta vida.

Las Semanas santas en nuestro país hacen mucho énfasis en el viernes de la


pasión y crucifixión de Jesús. Se ve más gente en las procesiones del Vía crucis
que en las vigilias pascuales. Por otra parte, situaciones de orden comercial
distraen la atención de las familias y los niños, dirigiéndola hacia el consumo y
olvidando la alegría pascual que nos trajo la resurrección de Cristo.

Comprender el significado profundo de la resurrección para la fe cristiana y


responder a algunas dudas que creyentes escépticos pueden plantearse, parece
ser fundamental para, como nos lo pidió el apóstol Pedro, dar razones de
nuestra fe.

2. PREGUNTAS SOBRE LA RESURRECCIÓN


En la primera Unidad planteábamos una pregunta fundamental, ¿Jesús resucitó
verdaderamente o la resurrección es fruto de la sugestión de los discípulos que
necesitaban darle un sentido a la esperanza que había desaparecido con la
muerte de cruz? A lo largo de las siguientes reflexiones abordaremos esta
pregunta y el sentido profundo que tiene para los cristianos la resurrección de
Jesús.

2.1. ¿Jesús murió de verdad?

La muerte de Jesús fue real y ha tenido como testigos a Pilato, los guardias, sus
enemigos y también a sus amigos. Todas las fuentes la confirman. Hoy en día su
muerte no la niega nadie. “En Jn 19, 33ss los soldados comprueban
expresamente la muerte de Jesús: abren el costado de Jesús muerto con una
lanza y ven que sale sangre y agua. Además, se dice que a los crucificados con
él les quebraron las piernas, una medida para acelerar el proceso de la muerte;
esta medida ya no era necesaria en el caso de Jesús en el momento en cuestión,
porque él ya estaba muerto.” (Youcat 103)

2.2. ¿Jesús fue verdaderamente sepultado?

Los cuatro evangelistas lo mencionan, lo propio algunos documentos antiguos


como la primera carta de San Pablo a los Corintios y los Hechos de los
Apóstoles. Los datos geográficos, arqueológicos y todo lo que sabemos por las
instituciones romanas, concuerdan en este aspecto con los relatos evangélicos.

2.3. ¿La tumba de Jesús fue encontrada vacía?

Los cuatro evangelios subrayan el hecho del sepulcro vacío, aunque existen
diferencias secundarias. Su sepulcro, como sabemos, fue excavado en la roca y
cerrado con una enorme piedra circular difícil de mover: se necesitaba de varias
personas para hacerlo. Las mujeres son las que encuentran el sepulcro vacío el
primer día de la semana. Por otra parte, los enemigos de Jesús nunca han
negado el hecho del sepulcro vacío, solo se han preocupado por encontrar una
explicación de carácter natural. (Mt 28, 11-15).

2.4. ¿El cadáver fue robado?

No se han encontrado testimonios creíbles que sostengan esta tesis. Si lo


hubieran hecho los judíos enemigos de Jesús, habrían tenido un motivo
convincente para acusar a los cristianos de engaño. Por otra parte, un robo por
parte de los discípulos es psicológicamente inadmisible: la muerte de su
maestro los había dejado postrados en la desesperación.

También podríamos añadir, sin que sea un argumento a favor de la resurrección


de Jesús, que haber encontrado el sepulcro vacío fue algo que impresionó a la
comunidad primitiva la cual lo ha transmitido a los evangelistas. El haber
hallado el sepulcro vacío no explica nada, pero es un signo indirecto de la
resurrección que será confirmada con las apariciones.

2.5. ¿Qué podemos pensar de las apariciones?

Son testimonios de la presencia sensible de Jesús vivo. Sus afirmaciones son


unánimes: “Hemos visto al Señor” (Jn 20, 25), gritan los discípulos; “He visto al
Señor y me ha dicho…”, testimonia María Magdalena (Jn 20, 18).

Nadie ha visto a Jesús mientras resucitaba. Pero muchos afirman haberlo visto
resucitado. El momento de la resurrección no ha tenido ningún testigo, eso es
parte del misterio de Jesús: no representa un hecho histórico. Lo que sí es
histórico es el testimonio de aquellos que lo han encontrado: los discípulos.
Aquello que constituye para ellos el objeto de una constatación sensible, son las
manifestaciones de uno que se presenta sin que lo reconozcan en un primer
momento. Solo cuando pronuncia ciertas palabras o realiza determinados
gestos, lo reconocen: es Jesús su maestro que les habla como en aquellos días.

Era él: no era un vago espíritu desencarnado, no era un fantasma: le podían


tocar las manos, abrazarle los pies, podían incluso meter el dedo en la llaga de
su costado. Jesús insistía: Soy yo, tóquenme, denme de comer, no sean
incrédulos. Estaba presente físicamente.

Solamente por medio de los testimonios es que podemos alcanzar el evento de


la resurrección. ¿Qué valor tiene? ¿Acaso es posible que los discípulos hayan
sido víctimas de una alucinación colectiva? ¿Cómo explicar entonces el hecho
de que Jesús haya sido visto por otras personas, por pequeños grupos,
independientes los unos de los otros, que ignoraban su resurrección y en
lugares distintos?

2.6. ¿Los discípulos han sido víctimas de una autosugestión?

De los relatos evangélicos emerge una certeza: la resurrección no tuvo origen


en la fe de los discípulos. Ellos no se la han inventado para darle sentido a su
vida. Para empezar, no estaban predispuestos a ser víctimas de alucinaciones o
de visiones místicas: eran simples campesinos y pescadores galileos, realistas,
que creían solo en lo que veían o tocaban, no eran neuróticos.

Es más, los relatos lo testimonian unánimemente: el acontecimiento de la


resurrección se ha impuesto desde fuera y los ha convencido superando su
incredulidad. Ellos “han visto” -en el lenguaje de los autores bíblicos- quiere
decir que Dios se ha hecho ver. Y dado que los discípulos no esperaban volver a
ver a su maestro ¿cómo hubieran podido creer en un Mesías aparentemente
abandonado por Dios? ¿Cómo hubieran podido creer en un crucificado, cuando
las escrituras declaraban “maldito aquel que cuelga del madero”? (Dt 21, 23) ¡Si
Jesús hubiera sido el Mesías, Dios no hubiera permitido tal condena! Los
discípulos estaban completamente desanimados, ya no esperaban nada. La
resurrección los ha desconcertado, les ha provocado sorpresa, miedo, dudas y
también alegría.

2.7. ¿Estamos de frente a un engaño?

A menos que forcemos los textos, la resurrección no puede explicarse to-


mando en cuenta el estado de ánimo de los apóstoles. Ellos no han creado
involuntariamente unas visiones para dar cuerpo a sus esperanzas. Ellos no
entendieron las afirmaciones de Jesús sobre su futura exaltación (Lc 18, 34). La
expresión “al tercer día”, para un semita no solo tenía un valor cronológico, sino
que significaba, el día de Dios, el gran día, el día de la resurrección de los
muertos, el final de los tiempos.

¿Estaremos entonces de frente a un engaño? ¿Habrán inventado los discípulos


el cuento de las apariciones? No, es imposible, tomando en cuenta su carácter,
miedosos sí, pero también rectos y sinceros. Por otro lado, se necesitaría una
buena dosis de valentía para sostener un hecho tan extraordinario que solo les
podía traer problemas y persecuciones tanto por parte del poder político como
del religioso.

No olvidemos que los discípulos estaban escondidos con las puertas bien cerradas
por miedo a los judíos (Jn 20, 19).

Debemos creer en el testimonio de aquellos que se han dejado martirizar. Sobre


su ejemplo los primeros cristianos afrontaron la muerte en las arenas romanas
contra bestias feroces, con la certeza de encontrar a Jesús después de la muerte.

2.8. Los primeros documentos

Después del acontecimiento pascual que había cambiado sus vidas, los primeros
discípulos procuraron dejar por escrito sus testimonios utilizando un lenguaje
bíblico. Su gran pregunta fue: ¿cómo expresar lo inexpresable? De esta manera,
han tenido que adaptar sus pensamientos para traducir una experiencia
inefable.

Tenemos tres esquemas o temas. El tema resurrección: “Dios ha resucitado a


Jesús de los muertos”, escribe Pablo en sus cartas. Se trata del mismo Jesús al
que los discípulos han visto antes y después de su muerte.
El tema vida: “Él vive para siempre” (Heb 7, 25). Dios en la Biblia es el Dios
viviente, aquel que hace morir y vivir. Ahora Jesús es el primer resucitado de
entre los muertos (Col 1, 18).

Finalmente está el tema exaltación, glorificación, “Se humilló a sí mismo,


haciéndose obediente hasta la muerte, hasta la muerte en la cruz. Por eso Dios
le dio el más alto honor y el más excelente de todos los nombres” (Fil 2, 8-9). El
condenado fue glorificado y está a la derecha de Dios. Según los primeros
cristianos referirse a exaltación, glorificación, ascensión, puesto a la derecha de
Dios, equivalía a expresar el misterio mismo de la resurrección, la cual iluminaba
el destino de todos los hombres, que también fueron llamados a la misma
intimidad con Dios.

Estas proclamaciones de los apóstoles, de Pablo en particular, que escribió sus


cartas antes que los evangelios, son documentos históricos de elevado valor.
Las comunidades vivían de la fe en Jesús resucitado incluso antes de la
redacción de los textos evangélicos sobre la resurrección.

El texto más antiguo y tal vez el más completo que testimonia la resurrección y
que fue uno de los primeros credos cristianos, lo recogió Pablo alrededor del
año 40 y fue publicado en la Primera carta a los Corintios:

“Ahora, hermanos, quiero que se acuerden del evangelio que les he predicado.
Este es el evangelio que ustedes aceptaron, y en el cual están firmes. También
por medio de este evangelio se salvarán, si se mantienen firmes en él, tal como
yo se lo anuncié; de lo contrario, habrán creído en vano.

En primer lugar les he enseñado la misma tradición que yo recibí, a saber, que
Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que lo sepultaron y que
resucitó al tercer día, también según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y
luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la
mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos ya han muerto. Después se
apareció a Santiago, y luego a todos los apóstoles.

Por último, se me apareció también a mí, que soy como un niño nacido
anormalmente.” (1Cor 15, 1-8)

De este texto recogemos cinco afirmaciones fundamentales:

• Cristo murió.
• Por nuestros pecados, según las Escrituras.
• Fue sepultado.
• Ha resucitado.
• Se apareció.
De igual manera, las primeras comunidades cristianas compusieron algunos
cánticos o himnos que expresaban la celebración del misterio pascual:

“No hay duda de que la verdad revelada de nuestra religión es algo muy
grande:

Cristo se manifestó en su condición de hombre, triunfó en su condición de


espíritu y fue visto por los ángeles.

Fue anunciado a las naciones, creído en el mundo y recibido en la gloria.” (1Tim


3, 16)

El más conocido y solemne de todos es el que Pablo publica en su carta a la


comunidad de Filipos:

“Cristo, a pesar de su condición divina,

no hizo alarde de su categoría de Dios;

al contrario, se despojó de su rango

y tomó la condición de esclavo,

pasando por uno de tantos.

Y así, actuando como un hombre cualquiera,

se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,

y una muerte de cruz.

Por eso Dios lo levantó sobre todo

y le concedió el “Nombre-sobre-todo-nombre”;

de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble

en el cielo, en la tierra, en el abismo,

y toda lengua proclame:

Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.” (Fil 2, 6-11)

2.9. Los relatos evangélicos


No son como los actuales reportajes que se centran mucho en los detalles más
que en la esencia de los hechos. Los evangelios, en cambio, son documentos de
historia, de testimonios de fe, de celebración de un acontecimiento conocido en
las comunidades, que tenía una carga vital: la resurrección.

Los evangelios son como la obra de un pintor eximio, compuestos para un


público compuesto por griegos, hebreos, romanos; centrados en un hombre,
Jesús, “glorificado” por Dios. Como todos los pintores, los evangelistas han
usado un determinado material y una historia: palabras, hechos y acciones de
Jesús de Nazaret. Los estudiosos modernos, con más herramientas a su
disposición, tratan de reconstruir la figura de Jesús. El evangelista, en cambio,
no tenía la intención de componer un retrato frío e impersonal de Jesús.
Influenciado por su carácter y por su comunidad, personaliza y hace actual el
mensaje original de Jesús. Partiendo de una experiencia común cada evangelista
ha desarrollado una interpretación particular teológica y religiosa sobre Jesús.

En los relatos de la resurrección los evangelistas manifiestan una sobriedad


ejemplar. Presentan algunas diferencias de topografía y tiempo, pero
secundarias, que se explican a través de las tradiciones de las iglesias locales, de
la óptica religiosa y la intención pedagógica de cada autor. Empero todos
unánimemente concuerdan en el hecho fundamental: Jesús ha resucitado de
entre los muertos y ahora vive para siempre. Para ellos Jesús es Dios hecho
hombre.

Han logrado resumir en pocas escenas todo aquello que los testigos del
resucitado habían experimentado durante sus apariciones, poniendo en
evidencia que el hombre de Nazaret, con el que los discípulos han vivido, era el
mismo que se les aparecía después de su muerte: el crucificado es el resucitado.

Tres aspectos caracterizan los relatos de la resurrección: la iniciativa de Jesús, el


hecho de que los discípulos lo reconocen, y la misión.

Es Jesús quien toma la iniciativa: se hace ver, sale al encuentro de los discípulos.
Dios le ha permitido a Jesús hacerse ver después de su muerte.

En un primer momento los discípulos no lo reconocen y lo confunden con otro:


un jardinero, un caminante, etc. Después es reconocido por alguna palabra o
algún gesto familiar. Esto nos hace pensar que los discípulos, por un acto de fe,
logran relacionar al Jesús que conocieron con ese Jesús glorioso que se les
aparece. Él no se impone con la fuerza de la evidencia.

Si Jesús se deja reconocer es justamente para poner a sus amigos en marcha.


Les confía una misión de evangelización: “Vayan y enseñen…” Se trata de llevar
un mensaje en el que Él es el centro y el tema es la instauración del Reino de
Dios; esto requiere que aquel que ha predicado en la tierra esté vivo junto a
Dios.

En esto consiste la intención pedagógica de los evangelistas a partir del hecho


incontestable de la resurrección: el pasado es Jesús de Nazaret, el presente es
Jesús resucitado, el futuro es la construcción de la Iglesia de Jesús.

2.10. El significado de la resurrección para el creyente

La resurrección no es el puro y simple retorno a la vida anterior, como en el


caso de Lázaro, a quien Jesús devolvió a la vida.

Se trata más bien de una vida nueva, ¡totalmente nueva!, desconcertante,


inefable, que sus testigos no tienen palabras para describir: resurrección, vida,
gloria. Es un acontecimiento único.

El resucitado puede aparecer con su cuerpo, donde quiera y cuando quiera. De


hecho, él está presente en cada hombre, donde sea, y se deja reconocer por
todo aquel que demuestre fe. Pablo, habló de un cuerpo espiritual -no de un
cuerpo etéreo- totalmente sometido al espíritu y libre de las barreras que le
impiden expresarse: el tiempo, el espacio y la materia.

Jesús resucitado ha recibido una nueva dimensión: es el Señor de toda la tierra,


se le ha dado todo poder. Es la cabeza de la humanidad, el salvador de los
hombres, su juez. Toda la creación tiene su culmen en él.

2.11. ¿Resurrección o Pascua?

Los cristianos celebramos la Pascua el mismo día de la resurrección. No es una


casualidad, es más bien el sentido verdadero de la resurrección de Jesús. Por
mucho tiempo, se le ha dado importancia solamente a la resurrección de Jesús,
sin ver que ésta se ha debido a una acción trinitaria y que además constituye la
Pascua definitiva, la reconciliación absoluta y la redención de toda la
humanidad.

Hablar de la resurrección, supone hablar de la pascua cristiana. La promesa de


Dios a Abraham se cumple con la pascua de Jesús; la Alianza de Dios con el
pueblo de Israel se vuelve total y definitiva con el sacrificio de Cristo en la cruz y
su resurrección.

La pascua es un acontecimiento trinitario porque actúan en ella las tres personas de


la Santísima Trinidad y es la acción trinitaria por excelencia del Dios cristiano. Bueno
de la Fuente, lo expresa de la siguiente manera:
“El Padre resucita a Jesús no contra sus perseguidores, sino a favor de todos (…).
Desde más allá de los abismos del odio de los hombres, desde más allá de la
cólera de Dios que no puede tolerar el pecado y la injusticia, brota un manantial
de vida inagotable e imperecedera, que no excluye sino que acoge. El Padre fue
el primer escandalizado ante la crueldad del Calvario. (…) Pero Dios no puede
renunciar al mundo asumido por el Hijo, por eso tampoco puede renunciar al
camino de filiación que el Hijo ha ido mostrando en su fidelidad y en su
proexistencia. (…) El Hijo es reivindicado como el viviente capaz de dar y regalar
vida. (…) El Padre resucita al Hijo por el poder y la fuerza del Espíritu. (…) El
Espíritu había hecho posible la encarnación, había ungido a Jesús para su misión
pública, había sostenido la entrega de Jesús, y por ello también es protagonista
en el momento de la victoria pascual de Jesús.” (Bueno de la Fuente 2000: 222-
223)

La resurrección, pues, alcanza su verdadero significado como Pascua de


resurrección, que es el centro de la fe cristiana.

Después de la resurrección, Jesús les dio una promesa a sus discípulos: “Yo
estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”; y también les dio una
tarea “Vayan a todo el mundo y bauticen en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo”.

Jesús está presente en medio nuestro a través de signos, de señales que nos
permiten reconocerlo. Los pobres y oprimidos del mundo, son un signo de la
presencia de Cristo, en ellos y en todos los que sufren el dolor y la injusticia,
Jesús se hace presente. También aquellas personas solidarias que entregan su
vida por el servicio de los demás, son un signo de la presencia de Jesús. Pero el
signo más importante, es la Comunidad Cristiana, la Iglesia, dentro de la que
podemos hacer vida la palabra de Jesús y al mismo tiempo recibir el amor de
nuestros hermanos. Es nuestro espacio de salvación y el lugar favorito de la
actuación trinitaria. Jesús resucitado se hace presente en medio de la
comunidad.

Vivamos, pues, nuestra fe en la comunidad que el Señor nos ha dado, comenzando


por nuestra familia y culminando en la gran comunidad eclesial de nuestras
parroquias y diócesis, procurando hacer presente la alegría de la resurrección.

ORACIÓN

Haz, Señor, que tenga limpias las manos, limpia la lengua y limpio el corazón.

Ayúdame a luchar, buscando el bien, aunque me cueste,


evitando el mal, que es lo más fácil.

No dejes que me acostumbre a estar lejos de Ti.

Enséñame a trabajar con constancia

y a obrar rectamente, aunque nadie me vea. Tú siempre me ves.

Perdona mis fallos

y ayúdame a perdonar a aquellos que me ofenden.

Que sea capaz de ayudar a los otros, también cuando me fastidia hacerlo.

Padre, dame ocasión de hacer el bien cada día, para que así pueda estar más
cerca de Jesús.

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