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https://medium.com/los-inrockuptibles/juana-bignozzi-1937-2015-54993bb739b3
Juana Bignozzi es la mejor poeta de la generación del sesenta. Esto se debe probablemente a que
los rasgos distintivos de su obra coinciden y no coinciden con los de la poesía aparecida en esos
años. Bignozzi no es coloquial en el sentido de que represente la voz del pueblo, pero la claridad de
sus textos alude a una oralidad culta, correcta, no artificiosa, definida más por las sutilezas de la
selección léxica que por las torsiones de la estructura sintáctica. Bignozzi no exhibe una vena
sentimental derivada de la idealización de la clase obrera argentina, pero no por eso el movimiento
crítico-irónico de buena parte de sus poemas supone el fin de la ideología, la renuncia a los
escribe una “poesía política” en el sentido coyuntural o propagandístico del término, pero sí una
“poesía ideológica” que representa la sensibilidad cotidiana de una persona que fue educada para
hacer la revolución, tomar el poder y gobernar, no lo logró y sigue viviendo y pensando en el mundo
que debía cambiar. Bignozzi no es nostálgica de las condiciones irrepetibles que la formaron como
militante y como poeta, pero no por eso deja de identificar al enemigo en cada una de sus
poeta (reunidos hace diez años por Adriana Hidalgo bajo el título La ley tu ley) representan los
puntos más altos de una producción siempre buena que sucesivas generaciones de poetas han leído
más conocidos, tiene lectores jóvenes. Su lenguaje no se gastó; por lo tanto, tampoco la percepción
del mundo que incuba ni la potencia comunicativa que lo definió de entrada. Este mérito se duplica
línea, rasgos que en su último libro, Si alguien tiene que ser después (Adriana Hidalgo) se
añaden a los temas del matrimonio, los padres, los amigos y los enemigos, ahora tironeados por
una pregunta: si alguien va a “tomar la antorcha”, si habrá “después de una lucha otra lucha/
En tu nuevo libro, ya desde el título, se advierte una mirada posada en el futuro así
como una preocupación por quiénes van a sucederte. ¿En quién o quienes estás
pensando?
Juana Bignozzi: Yo no tengo esta visión de que la historia o de que la izquierda se han
terminado. Para nada. Como dice Toni Negri, mientras haya un “campo de la necesidad”, entonces,
vamos a cambiar los nombres, pero no la lucha. No sé cómo se va a llamar. No tengo esa visión de
la gente de mi edad que es de izquierda y dice “ay, los jóvenes de ahora…” Yo sé que hay, en algún
lugar que no conozco, en un vacío al que le hablo, gente que de distinta manera va a retomar mis
cosas. Gente que va a retomarme en su estilo, con los rasgos de su época. Gente que piense en la
sociedad, que piense en estar en el mundo, después de toda esa onda poética de los últimos veinte
años del retorno de lo peor de lo femenino de corte intimista. Yo me reconozco en chicas jóvenes,
textos que yo no escribiría porque es otra superficialidad, otro mundo, pero que no están en su casa
viendo cómo la olla larga vapor, algo que me parece un horror. Hablan del afuera, de su vida en el
Creo que sí. Laura Wittner tiene algo. Es muy diferente, otro universo, pero ella tiene conmigo una
afinidad. Y también Irene Gruss, por supuesto, que es mucho más joven que yo. Ella se reconoce
como discípula. Y va a haber más. Lo que yo creo es que hubo un interregno. Yo hago poesía
ideológica, y en las últimas décadas hubo una nada ideológica y esto se nota. También me gustó
Alguna vez hiciste una distinción entre la poesía política que no escribirías y la poesía
Yo no tengo voz para la poesía política, no es que no quiera escribirla. Es muy difícil. En el mundo
hubo poca gente que hizo buena poesía política. Nos guste o no, Neruda fue uno. Diría que la poesía
política tiene en principio un sesgo proselitista, partidario, sirve para difundir una consigna de
ideología aplicada. Eso lo logró Gelman a veces. Los brasileños han tenido una excelente poesía
política. Incluso participan en las campañas electorales. Tienen esa relación con la política. Los
italianos fascistas han hecho poesía ideológica, pero no política. Los rusos, sí, claro, después de la
“El estilo es producto de la autocensura. Y yo estoy siempre muy pendiente del juicio.
El primer libro que no tiene tanta censura es este último, en el que me permito incluir
poemas a mi madre, hablar de sentimientos, algunos textos sobre el matrimonio. Yo
antes creía que eso te hacía patinar en la cursilería total.”
décadas te desprecia y a la que vos despreciás, ¿sigue siendo la misma hoy en día?
¿Quiénes son?
En principio los que tienen el poder, las distintas formas del poder. Toda la vida me preocupé tanto
por el enemigo como por el amigo. Casi más por el enemigo, diría… Hay un conformismo en el que
nunca caí, será porque me fui, porque estuve treinta años aislada. En homenaje a lo que creo, hay
lugares a los que no voy por lo que para mí representan ideológicamente. Hay mesas en las que no
participo. No cae bien que no participe en casi nada. Es lo último que me queda ahora que no tengo
partido, que no tengo militancia. Esa cosa del “no somos todos buenos”, “no está todo bien”, eso
molesta profundamente. Perdí amistades incluso. O eso de que porque sos mujer y escribís poesía,
no podés estar en contra de otra mujer que escribe poesía. Es ridículo. Yo he sido una
feminista avant la lettre. Las mujeres de mi familia trabajaron desde siempre. Y eso que no se me
da por hablar de política… Todavía no me han dicho que es por la edad, pero ya me lo van a decir,
¿Qué fue lo que te llevó a irte del país en 1974 con tu marido?
En principio nosotros nos fuimos por dos años. Por eso digo que no fuimos exiliados, sino
desterrados. La idea era volver, pero nunca volvimos. Cuando muere Perón, estábamos seguros de
que iba a gobernar Montoneros. “Se va a pasar esta furia montonera y podremos volver”,
pensamos, pero después llegó la dictadura y ya fue imposible. Montoneros me parecía el horror.
Desgraciadamente para mí, quisiera hablar en pasado, ese nacionalismo con olor a sacristía no va.
Que después fue un movimiento que aglutinó a todos, que muchos lo consideraron la opción
política del momento, lo entiendo, pero la base, los Abal Medina, los Firmenich, ese nacionalismo
católico siempre lo detesté. Yo como comunista hija de anarquistas nunca los pude ni ver. Me
toman el pelo ahora: te fuiste por los Montoneros y volviste con un gobierno montonero (risas).
Taller de lectura, taller de historia de la poesía, sí; taller de creación, no. Una vez di un taller en la
cárcel de Ezeiza, un año, hasta que me di cuenta de que lo que tenían que hacer esas chicas era
terminar el primario, el secundario, aprender un idioma, no hacer taller de poesía. Si son poetas,
ya serán poetas, qué más. La poesía no es algo que podés castrar, frustrar y matar. Una persona a
solas en su casa escribe. Así de simple. Escribió Emily Dickinson con ese papá que tenía.
Escribieron las Brontë con ese papá y en ese páramo, todas locas encerradas. Claro, si hace veinte
años que das taller, después tenés trescientos alumnos que van a la presentación de tu libro, y que
encima escriben todos como clones. Los talleres transmiten manías, cierta falsa seguridad sobre lo
“Toda la vida me preocupé tanto por el enemigo como por el amigo. Casi más por el
enemigo, diría.”
No. No tengo sensibilidad para eso y ninguna relación con la divinidad. Cuando hablo de
trascendencia, es social, política, literaria. Y creo en esa eternidad, pero no tiene nada que ver con
un sentimiento místico o religioso. Eso es por ser hija de mi padre, no me rozó lo religioso, y nunca
me lo me cuestioné.
Cuando hablas de las ruinas de tu mundo, ¿tiene que ver con tu vuelta al país quince
no iba a vivir enla Revolución. Esofue en el 65, ahí empezó. Yo no iba a vivir enla Revolución, no
iba a ser como la primera tractorista dela Unión Soviética.Ahí me volví una paria del Partido en el
que había sido educada, preparada cuidadosamente, como militante de base. Ahí empezaron las
ruinas. Esas son mis ruinas, más que la vuelta, cuando me encontré con un país que no podía saber
si era mejor o peor de tan distinto que era. Todavía estoy medio tambaleando. Otro mundo, otra
generación.
la acción que persiste en todos tus libros. ¿Fue una cuestión de temperamento o de
circunstancias?
Se fue dando. Mis opciones políticas me fueron alejando de la acción. Yo había sido preparada para
ser una militante, no para ser una guerrillera. A lo mejor si mi ideología hubiera coincidido con esa
formación, hubiera terminado en eso. Pero no. Como mucha gente de mi generación –no todos–
quedé exiliada de la acción, sin saber adonde ir. Nunca volví a encontrar una red de acción. Yo creo
que hoy para militar, si no militás en algo filoperonista, no tenés dónde. Si a algo le tengo más
“Yo sé que hay, en algún lugar que no conozco, en un vacío al que le hablo, gente que
de distinta manera va a retomar mis cosas.”
Es una cosa que llevo mal. Le pasa a todo intelectual. El intelectual practica cierta forma de la
traición a su clase, su acción lo hace manejarse en otro mundo. Puede que no acepte los valores de
ese otro mundo, no digo que se venda, pero el estatus social es otro, no hay duda. Como decía un
jefe mío: “mientras no tenga que levantarme a las seis de la mañana para subirme a un andamio,
ya estoy agradecido”. Yo viví muy bien, viajé por toda Europa como traductora. Ninguna chica que
fue a la primaria conmigo hizo eso. Ninguna fue al secundario, salvo yo y otra compañera. Esa es
la base, porque después la facultad, todo eso, ya lo manejás de otra manera. Ese es un privilegio
construcción deliberada?
El estilo es producto de la autocensura. Y yo estoy siempre muy pendiente del juicio. El primer
libro que no tiene tanta censura es este último, en el que me permito incluir poemas a mi madre,
hablar de sentimientos, algunos textos sobre el matrimonio. Yo antes creía que eso te hacía patinar
en la cursilería total. Incluso diría que mis primeras versiones siempre fueron muy cursis, largos
poemas tipo cartas. Recién después logro escribirlos como los escribiría Juana Bignozzi (risas). Me
he pasado la vida pensando “¿qué va a pensar tal?”, “¿qué va a pensar fulano?”. Tengo un superyó
Los peores son los de cincuenta y sesenta años. Ahí está más concentrada esa idea de la poesía de
mujeres, de la sensibilidad, la olla haciendo “chus-chus”… Ahí tengo menos repercusión. Pero los
de menos de cincuenta años, ¿sabés cómo me leen? Me leen con asombro porque estoy viva, en
sentido poético. Les asombra que alguien del sesenta puro y duro como yo escriba algo que a ellos
les interesa. La prueba para un poeta es si te leen los jóvenes. Que te lean los de tu edad y que no
te lean los jóvenes, significa que tu primera eternidad está perdida. Cuando yo me muera, si no me
está leyendo alguien de cuarenta, hay algo ahí que salió mal, que escribí para la nada. En los últimos
“Yo hago poesía ideológica, y en las últimas décadas hubo una nada ideológica y esto
se nota.”
Yo leo todo lo que me dan. Después hago tres pilas: una para quemar, otra para regalar y otra para
quedarme…
¿Lees blogs?
Tengo cinco blogs que sigo, entre política y literatura. Sigo las peleas, que me encantan, son
salir?
¡Ese bodoque! Hay cada sinvergüenza ahí adentro. Depende del amor personal que le tuviera Jorge
Monteleone. Además de ser una antología totalmente desinformada, porque los últimos libros no
los ha leído. Monteleone dice “cómo no me acercaron los libros”. ¡Un antólogo sale a buscar los
libros! La fecha de corte está puesta en función de incluir alguna gente amiga. Si llegás al 59, por
qué no hasta el 60, y ahí ya tenés algunos poetas que tendrían que estar. Es arbitrario
absolutamente; toda selección es un gusto personal, pero en las buenas antologías eso está
suavizado. Esta es una antología absolutamente sentimental, con gustos personales discutibles a
muerte, sobre todo la última parte. Hay de todo: pasás del diamante a las cenizas. No hace bien esa
antología. Va a servir sólo para extraviar almas jóvenes. Un joven que se compre eso, se hace un
Hace más de veinte años, en Regreso a la patria, escribiste “sé que largué un
Yo nunca pensé que iba a tener este reconocimiento, estoy totalmente asombrada. Lo que me
fascina es cuando alguien me descubre. Pero ese bumerang nunca termina de volver, el mundo lo
va devolviendo más o menos rápido. A veces no vuelve con los grandes premios, los
reconocimientos, que no es lo que me interesa… Pero sobre todo ese bumerang que no volvió se lo
lancé a alguien que va a tener que contestar. Yo siempre espero respuestas de otra gente. He tirado