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Entrevista a Juana Bignozzi: "La ideología es una
forma de eternidad" Atrás
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EL ANARQUISMO FUE MI KARMA. Eso dice Juana Bignozzi, quien se crió en le mito de la
cultura y además, como dice aquí: "nunca fui de transar".
Juana Bignozzi es una poeta imponente. Esta mujer inteligente, que también supo
hacerse fama de temible, recibe a Ñ con calidez en su departamento de Once, donde
se ha instalado luego de vivir 30 años en Barcelona. Apenas comenzada la charla –a
propósito de Si alguien tiene que ser después, su último libro– se hace evidente que su
poesía no admite medias tintas y su conversación, mucho menos.
- ¿Y usted?
- Ser comunista desde la más tierna infancia o educarse con los jesuitas son cosas que
nos marcan a fuego, condicionando nuestra manera de concebir el mundo y la
política. Hay una moral distinta, hay una visión jerárquica que, al menos en mi caso,
me ha impedido acercarme al peronismo.
Más allá de que el primer peronismo le arrebató a la izquierda sus estandartes, debió
haberse puesto contenta de que hayan entrado en vigencia esas leyes.
Si me hubiese puesto contenta, mi padre se habría disgustado enormemente. El me
inculcó una visión jerárquica del obrero, que yo todavía mantengo. Sigo creyendo en
un obrero con conciencia de clase, que no aspira a ser pequeñoburgués, como en el
caso de los obreros peronistas, cuyos sueños –que me disculpen– al lado de los de mi
padre son pequeños.
- Sin embargo hay una cantidad grande de intelectuales y escritores que, habiendo
estado en el comunismo, dieron ese salto...
- La mayoría de las personas que pasaron del comunismo al peronismo venían de
hogares de clase media y se afiliaron a la Fede en su adolescencia, en buenos colegios
o en la facultad. Lo mío es diferente: crecí en una casa anarquista, una especie de
karma, como la lectura y el teatro. Me crié en el mito de la cultura. Y además, nunca
fui de transar.
- Sus gustos estéticos no parecen tan cercanos a esa izquierda de sus orígenes. ¿No
fue también ésa una fuente de cortocircuito respecto de sus pares?
- Tiene razón. Esa cultura a la que usted se refiere es el logro de la clase que ostenta
el poder y que impone su fasto. No voy a pedir perdón por encontrar que esa
circunstancia es admirable y por pensar que de ella tendríamos que haber aprendido,
preparándonos por si alguna vez hubiésemos alcanzado el gobierno. Se comprenderá
que es más lógico admirarse por la arquitectura que impulsaron los Luises antes que
por la arquitectura soviética, ¿no?
- ¿Estudió en la Universidad?
- Varias carreras, sin terminar ninguna. Empecé Letras dos o tres veces. También,
Derecho. Después quise ser asistente social. A los seis meses salí disparada. Así que
me conformé con hacer toda la Alianza Francesa y después toda la Dante Alighieri,
con lo que me quedé muy contenta. Preferí trabajar. Siempre me gustó tener calle y,
claro, un sueldo respetable.
- ¿Y Susana Thénon?
- Siempre me pareció agradable lo que hacía, pero nunca pensé que fuera más que
eso. Tiene humor, pero mucha gracia no me hace.
- ¿Y Luisa Futoransky?
- Una lástima. Con todo lo que ha hecho, los lugares donde ha estado, la gente que
conoció, a la edad que tenemos ya no debería estar escribiendo esa poesía tan llana,
fácil y pegada a cierta vanguardia antigua que ella escribe.
Cuando se habla de los años 60, suele destacarse la poesía más combativa, que aludía
a la realidad inmediata y no dudaba en mezclarse con la política.
Da la impresión de que todo lo malo se hubiera agrupado para configurar una única
cara de la poesía de esa época, razón por la que los jóvenes sienten tanto rechazo por
esa poesía populista, que se podría asimilar a las letras de los malos tangos. Y atenti:
Juan Gelman nunca estuvo allí. Héctor Negro, que se ha dedicado al tango, creo que
tampoco, y eso lo ha salvado. Ellos, a diferencia de varios de mis compañeros del
grupo El Pan Duro, nunca escribieron poemas oficinescos en los que se quejaran del
jefe. Tampoco esa mala poesía política del tipo "yanquis hijos de puta, no pasarán"...
No me haga acordar que me deprimo. Se es poeta para trabajar con la lengua de otra
manera, ¿no? En la poesía tiene que haber algún misterio, algo que el poeta ve y que
el público no. Tenemos la obligación de revelar los misterios pero de una manera
distinta de la que, por ejemplo, tiene el periodismo.
- ¿Cuál es la clave?
- La circunstancia interior tiene que coincidir con la circunstancia exterior. Yo no
puedo ponerme a escribir poemas a El Salvador o a Nicaragua, por ejemplo. Mi poesía
es ideológica, no política.
- ¿Y qué opina de la poesía de Leónidas Lamborghini?
Lo salvó la parodia. Con Eva Perón en la hoguera logró hacer una interesante poesía
política, algo único. Pero, por eso, no puede tener discípulos.
- Ideología y política son, en cierta forma, el leiv motiv de su último libro. Parece
reclamarles a los poetas más jóvenes su falta de ideología...
- Sin embargo, tengo la impresión de que ahora se está volviendo a una poesía más
ideológica. Pero en esos 20 años, que coinciden con el momento en que empecé a
venir al país, la idea de trascendencia estaba en decadencia: el adentro había ganado
sobre el afuera. Entiendo que la ola de conservadurismo que azotó al mundo desde
Reagan en adelante tuvo mucho que ver. Me refiero a eso de la vuelta a los valores
familiares, el parto en casa y todas esas pavadas. ¡El parto en casa! ¡Por favor! ¿Qué,
después de haber logrado que los chicos nazcan en hospitales, con la atención debida,
ahora hay que volver atrás y tenerlos en las casas? ¿Esta es la sociedad del progreso?
¿No se dan cuenta de que todo eso es dejarle el campo al enemigo? Cuando uno cree
que el mundo es el propio jardincito, las labores de la casa y la olla que hace puf puf,
ganó el otro.
Se olvida de la poesía de los años 80, que no fue eso. Hubo un cambio en los hábitos
de lectura, debido a esos poetas...
Si se refiere a lo que hizo la gente del Diario de Poesía, tiene razón. Pero esos poetas
fueron algo así como una isla en medio de esa nada que yo veía desde el exterior. Sólo
ahora los buenos poetas empiezan a cobrar visibilidad. Algunos pocos, como Irene
Gruss, Mirta Rosenberg o Estela Figueroa, salieron bien parados. Pero los que más
sufrieron el golpe son los que se desilusionaron de la política. Esos quedaron
desfasados, aplastados entre la mitología de los años 60, con la consiguiente
desilusión por la política, y la banalidad de los 90, con toda esa autopromoción que
llega hasta nuestros días. Se portan como si alguien los hubiera traicionado para
siempre, y no es así. Lo que ocurre es que la historia obliga a que, sin modificar el
propio punto de vista ideológico, una vuelva a posicionarse y a hacer los ajustes
necesarios.
- José Luis Mangieri y Adriana Hidalgo, su actual editora, están en las antípodas de lo
que consideran es la edición. ¿Cómo se maneja entre los extremos?
- José Luis era mi amigo de juventud, y nos amábamos y nos peleábamos como perros.
Adriana Hidalgo es mi editora, nos tuteamos, es una mujer muy correcta, pero la
nuestra es una relación afable y comercial.
- ¿Extraña a Mangieri?
No sabe cómo. Cada dos por tres lo cito. Me encuentro hablando de algún mal poeta y
diciendo, como solía decir él, "éste es la borra de la poesía".
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