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UNR

Facultad de Humanidades y Artes


Escuela de Letras
Curso 2021
Literatura Argentina II.

Clase teórica 11. Unidad 10. Ideología, política, ironía y nueva configuración del
yo poético. Juana Bignozzi. Mujer de cierto orden (1967).

Profesor Martín Prieto

UNO. Unos apuntes sobre “la revolución” en los años 60. Así como para la
clase de Las patas en las fuentes convino detenerse en algunas fechas históricas
(junio de 1943, octubre de 1945, septiembre de 1955) y para la clase de
Operación Masacre en otras (junio de 1956), para empezar a leer la obra poética
de Juana Bignozzi, como una suerte de “representante” desviada, incómoda, de la
generación de poetas que empieza a publicar en los años 60, será importante
retener algunas precisiones en cuanto al contexto político en el que se inscribe
dicha generación, y los poemas que vamos a leer hoy, uno de cuyos signos es la
revolución cubana de 1959.
1 de enero de 1959 es la fecha que la historia toma como la del triunfo de la
revolución cubana. Ese es el día en el que el dictador Fulgencio Batista abandona
el poder (y también abandona Cuba). Al día siguiente, entran en La Habana el
Che Guevara y Camilo Cienfuegos, al mando de las tropas revolucionarias. Una
semana después, el 8 de enero, llega a La Habana Fidel Castro y forma nuevo
gobierno. La revolución es bien recibida en la Argentina, hasta por las mismas
fuerzas liberales, representadas por los diarios La Nación y La Prensa. ¿Por qué?
Porque veían en el derrocado Batista a una figura que cargaba con las mismas
notas que esas fuerzas liberales adjudicaban a Perón: tiranía, populismo,
corrupción. Incluso, y por esas mismas razones, la revolución fue muy bien
recibida en los Estados Unidos. Para animar dicho apoyo, Fidel Castro dijo en su
primera visita a los Estados Unidos, en abril de 1959: “Sé que están preocupados
por si somos comunistas. Pero ya lo he dicho muy claramente: no somos
comunistas. Que quede bien claro". Dos años después, en 1961, en la plaza de la
Revolución dijo, en cambio: “¡Esa capacidad de crear, ese sacrificio, esa
generosidad de unos hacia otros, esa hermandad que hoy reina en nuestro
pueblo, eso es socialismo! Y esa esperanza, esa gran esperanza de mañana, ¡eso
es socialismo!, y por eso ¡somos socialistas!, y por eso, ¡seremos siempre
socialistas!, ¡por eso somos marxista-leninistas!, ¡y por eso seremos siempre
marxista-leninistas!". Cuatro años después fundó el Partido Comunista Cubano.
La historia posterior tal vez es más conocida (si es que esta no lo es), pero me
parece interesante poner el ojo en ese vaivén, en ese proceso: el apoyo inicial de
Estados Unidos, la idea de que el programa original de Castro era sobre todo
democrático liberal, la progresiva socialización de las medidas económicas, la ley
de reforma agraria que expropiaba fincas de más de 420 hectáreas, tocando de
este modo los intereses de muchos propietarios norteamericanos, la enorme
percepción de la Unión Soviética en cuanto a “intervenir” en esa grieta
materializada ya en 1960 con un crédito al nuevo gobierno de 100 millones de
dólares, la compra de azúcar y venta de petróleo, cosa que animó a Castro a
expropiar las refinerías de Shell, de Esso y de las Texas Oil Company. Este
proceso culmina el 3 de enero de 1961 (dos años después de la revolución)
cuando Estados Unidos rompe relaciones diplomáticas con Cuba y bloquea su
economía (hasta hoy).
Si nos detenemos en este proceso es porque la Argentina en términos politicos,
fue también sensible a ese proceso. Desde, digamos, 1961, cuando el entonces
presidente Arturo Frondizi se reune con el Che Guevara en Buenos Aires,
pasando por enero de 1962 cuando la Argentina se sumó a otros países del cono
sur en un voto de abstención ante la posibilidad de excluir a Cuba de la
Organización de Estados Americanos, hasta febrero de 1962 cuando ante la
presión de los militares, Frondizi, siguiendo los lineamientos de Estados Unidos,
rompe relaciones diplomáticas con Cuba. Para ser derrocado un mes después. No
fueron los únicos vaivenes del gobierno de Frondizi, de pactos y contrapactos.
Pero me interesa destacar este en particular, sus idas y vueltas en relación con la
revolución cubana, que es lo que finalmente provoca el final de sus cada vez más
tenues apoyos porque, a su vez, ese golpe contra Frondizi, el de 1962, que es un
golpe discreto (por decirlo así) es que el preanuncia el retorno del llamado
Partido militar que propiciará un nuevo golpe, 4 años después. El golpe de Juan
Carlos Onganía, en 1966, contra el gobierno del radical Arturo Illia.
Paradójicamente llamado Revolución Argentina. El desconcertante golpe de
Onganía que provocó el entusiasmo simultáneo de fuerzas politicas encontradas
y que podemos cristalizar (pedagógicamente) en la opinion de dos grandes
escritores de muy desarrollada opinión política. El peronista Arturo Jauretche,
por ejemplo, celebra el golpe del 66 porque ve “ecos” del golpe de junio de 1943
(y estima, por lo tanto, que detrás del 66 habrá un renovado 1945). Y el
antiperonista Borges que también celebra el golpe al grito de “¡Viva la patria!”,
según cuenta Adolfo Bioy Casares en su siempre recomendado Borges, porque
consideraba que Illia era “comunista”. Tal vez (esto es una especulación)
Jauretche pensara lo mismo. En aquellos años, en ciertos sectores, el
anticomunismo (Cuba mediante) era una suerte de ideologema transversal.

DOS. Cuba en la Argentina. Los poemas de Juana Bignozzi que vamos a leer en
esta clase se enmarcan en la ambivalencia de la palabra revolución, en esa
especie de “palabra valija” tan sensible al adjetivo que la modifica: francesa, del
17, libertadora, cubana, argentina. En una época además muy marcada por la
revolución cubana del 59 y por la “revolución” argentina de 1966. Con los ecos y
reverberancias que traen una y otra de la revolución rusa de 1917 y de la
“libertadora” de 1955. Una confusión que una y otra promovieron en la política
argentina, específicamente además, en dos formaciones políticas
extremadamene relevantes en esos años: el peronismo y el comunismo. El
desconcertado peronismo de mediados de los años 60, una de cuyas figuras
consulares, como vimos, apoya el golpe de Onganía porque lo ve “parecido” al de
1943 que dio inicio al gobierno de Perón de 1945. Y al que, a su vez, desconcierta
todo lo que desata la revolución del 59, de la que cierto peronismo destaca
naturalmente su costado anti-imperialista, “anti-yankee”, pero rechaza su
costado paulatinamente pro-soviético. Y, por otro lado, el desconcertado Partido
Comunista Argentino que ve que finalmente la revolución que viene a acompañar
la Unión Soviética no es la que ellos habían imaginado y hasta teorizado (una
revolución liderada por cuadros formados en la lectura de la biblioteca marxista-
leninista) sino una de guerra de guerrillas cuyos líderes, como vimos con Fidel
Castro, en un principio no se decían ni se consideraban ni comunistas ni
socialistas. Unos, digamos así, recién llegados que se quedaron con todo. Sin
embargo, ese desconcierto inicial de unos y de otros, propició en poco tiempo,
motorizada por esa misma revolución cubana, lo que la socióloga Silvia Sigal
llamó una “identidad imaginaria”: la revolución como puente entre izquierda
(históricamente antiperonista e internacionalista) y peronismo (históricamente
nacionalista y anticomunista). Cuba (o, tal vez quepa decir: “la idea de Cuba”)
transormó a la izquierda, la “nacionalizó”, al demostrar que al socialismo no lo
hacían los partidos comunistas, sino los movimientos sociales. Y también
transformó a buena parte del peronismo: lo izquierdizó. O lo hizo más poroso y
sensible a cierto ideario izquierdista.

TRES. Poesía y revolución. Los dos primeros libros de Bignozzi. Los cortes
“revolucionarios” (entrecomillo pues en cada caso la idea de revolución en
términos ideológicos y políticos difiere de los otros) de 1943, de 1945, de 1955,
de 1959, marcan muy estrechamente por lo menos a dos generaciones o
“promociones” de escritores argentinos. Aunque tengo muchas reservas en
cuanto a esta idea de periodización (por generaciones o promociones) tal vez la
podemos usar ahora, con fines más expositivos que interpretativos. Por un lado,
los escritores que empiezan a escribir y a publicar en los años 50, una época
signada por las revistas Contorno y Poesía Buenos Aires, dos publicaciones muy
interpeladas, sobre todo la primera, por el peronismo y la libertadora. Y por
otros quienes –esto es interesante, en relación a las periodizaciones- también
empiezan a publicar en los años 50, pero la historia de la literatura los acomoda
preferentemente como escritores de los años 60: Juan Gelman, el poeta por
antonmasia de la época. Y Juana Bignozzi. No me resulta para nada ajena a este
microdesfasaje temporal la militancia original de ambos en el Partido Comunista
y por lo tanto la enorme influcencia que va a tener en la configuración de la obra
de ambos la revolución del 59. En términos confirmatirios para Gelman, cuyo
primer libro, Violín y otras cuestiones es del 1956.
Acá Violín:
https://rinconlectores.files.wordpress.com/2017/04/juan-gelman-violin-y-
otras-cuestiones.pdf

Léanlo. Lean el epígrafe de Shelley, lean el prólogo de González Tuñón, lean los
poemas. Lean la fecha…

Y en términos propiciatorios para Bignozzi, cuyo primer libro, Los límites, es de


1960. Un poema titulado“Sin embargo”:

Conozco un gran poeta viejo/ que una vez me dijo:/ Si tuviera una profesión…//
Y había escrito diez libros de poemas./ Y había recorrido el mundo cinco veces”.

Escribir (y publicar). Viajar. Daría la impresión de que el primer libro de


Bignozzi, como el primero de Gelman, está amparado por la figura de Raúl
González Tuñón, el gran poeta viajero (y comunista) de la literatura argentina.

Otro poema llamado “El reflejo muerto”:

No podrán/ dijimos/ no podrán y lo han hecho./ No podrás vencerla es


demasiado pura/ y ahora lo han hecho./ (El cansancio está rondando nuestras
manos)./ Han matado un reflejo verde,/ lo han golpeado tanto y despacio/ tanto
y repetido/ que lo han apagado.// (Han matado la inocencia. Pocos lo
saben).//No podrán dijimos y lo han hecho./ Ahora solo nos queda un pasado
mañana.// Sólo eso es nuestro.

El segundo libro de poemas es Tierra de nadie, de 1962. Dos asuntos de este


libro. Uno, el título de una de sus partes: “Los que están en el asunto”. Y como
epigrafe de esa parte “Verdes círculos trajeron la muerte”. Lumumba, asesinado en
África, en 1961.

Es complejo leer los poemas de los poetas jóvenes (más en un caso como éste,
cuando se trata de libros descartados por la autora al armar sus poemas
completos). En general, son un manojo de influencias de enorme concentración,
en los que es muy difícil no sólo determinar el origen de cada una de esas
influencias sino, sobre todo, determinar dónde y cuándo emerge “la voz” de la
autora. Es posible (visto la decisión de NO reeditar estos poemas) que Bignozzi
considerara que aún no había aparecido acá su voz (además de que
legítimamente pudieran no gustarle estos poemas). Pero nosotros (que no somos
ella, y entonces la podemos leer mejor y peor a la vez) podemos entresacar
algunas puntas que nos guíen hacia su obra futura. Por un lado, González Tuñón.
Vimos, creo que vimos, en la clase sobre Tuñón, la entrevista que le hace
Bignozzi a Juanele. Cuando Juanita le preguntó: “¿Quién da para usted la imagen
del poeta?” Y Ortiz le contestó: “Raúl, ah sí, siempre me ha parecido. Raúl
González Tuñón”. Esa frase la “dice” Ortiz. Pero la transcribe y por lo tanto la
“escribe” Bignozzi: “Raúl, ah sí, siempre me ha parecido. Raúl González Tuñón”
Y también, muy discretamente, sin nombrarla, en ese primer libro, “la
revolución”. En esa extraordinaria antinomia inocencia-revolución. Como si la
revolución fuese una idea, una idea tal vez inocente (como esa “muchacha” del
poema de Tuñón que “todavía” creía en la revolución) y al volverse un hecho (no
podrán, dijimos, no podrán y lo han hecho, no podrán vencerla es demasiado
pura) rompen la inocencia. La política, en general, rompe la inocencia, ¿no? Y es
ya en la segunda parte de Tierra de nadie donde emerge más explícitamene la
idea de la política, citando a Lumumba (el héroe independentista de El Congo,
asesinado en enero de 1961) pero también –y esto es muy importante- una
“posición” de Bignozzi como poeta de grupo, como poeta comunista, como mujer:
“Los que están en el asunto” parece muy netamente una réplica al título del
segundo libro de Gelman (de 1958) El juego en el que andamos. Trocando juego
por asunto, Gelman dice “nosotros”. Bignozzi excluida (o sintiéndose excluida, lo
que es lo mismo), dice “ellos”.

CUATRO. EL pan duro. Gelman y Bignozzi desde 1955 hasta 1960 formaron
parte del grupo de poesía El pan duro. En 1963 se publica una antología del
grupo. La editorial se llama La rosa blindada (que, por supuesto, homenajea y
cita a González Tuñón) y el editor es José Luis Mangieri, cuyo nombre, desde
aquí, merece reverencia. Primero desde La rosa blindada, después desde Libros
de Tierra Firme, Mangieri publicó un arco completo de la gran poesía argentina
del siglo XX, desde Tuñón y Bignozzi hasta Punctum, de Martín Gambarotta.
En los adjuntos está el prólogo. Léanlo. Verán unas marcas en números romanos.
Que yo acá “titulo”: I- la poesía es un artículo de primera necesidad, como el pan
y el fusil; II - ni con el peronismo ni con la libertadora: al famoso ni yankis ni
marxistas, los comunistas oponen ni yankis ni peronistas; III- el “valor” 1955; IV-
Tuñón, La rosa blindada; V- Poesía es, por defecto, subversión y revolución; VIII-
Los espacios de la sociablidad de la poesía: sindicatos, bibliotecas, clubes, “patios
de conventillos” (Boedo); IX- Ideología como circunstancia personal (muy
buena); X- El poeta como vanguardia esclarecida y verdad del mundo + verdad
interior. XII – Poesía y politica (buenísimo)

CINCO. Mujer de cierto orden. En esta antología Bignozzi publica “La vida en
serio” poema que luego, ya sí, formará parte de su primer libro “auto-
reconocido” Mujer de cierto orden, de 1967. Está adjunto. Lean el libro. Tómense
su tiempo.

El nuevo libro abre con una cita de Paul Eluard (poeta fetiche generacional). Y
con el poema “Sprit o sentido del humor, como gusten” poema y, sobre todo,
primeros versos, absolutamente desafiantes en relación a las mismas
condiciones de lectura del libro (y de la autora) propiciadas por sus libros
anteriores y su grupo de pertenencia, pero tambien “anunciadas” en aquel “los
que está en el asunto”:

Hace unos días he decidido luchar/ y la sola idea de la lucha/ me ha producido


un cansancio tan infinito/ que hasta mis mejores amigos guardan una distancia
respetuosa

Quiero apuntar tres cosas sobre este poema con la esperanza de que sirvan como
modelo de lectura de los otros poemas del libro, y de otros poemas de otros
libros de Bignozzi, por lo menos los incluidos en La ley tu ley, de 2000. Porque los
tres libros siguientes reclamarían de otras precisiones.
1. La forma. El poema de Bignozzi responde a las líneas convencionales de la
poesía de los años 60, que afloja, podríamos decir, toda la línea de la poesía
modernista, posmodernista y aun la de las vanguardias de los años 50, de la que
nosotros hemos estudiado un autor excéntrico, como Lamborghini, pero que sin
embargo mantiene con sus contemporáneos cincuentistas el imaginismo críptico.
Una poesía, por decirlo así, que aun en el caso de Lamborghini (cuyos asuntos
son políticos, cotidianos) no se entiende del todo bien. Una especie de paradoja:
un populismo para minorías. Un populismo barroco. Los poetas del 60 en
cambio, van hacia una sintaxis preferenteme llana, de asuntos preferenemente
cotidianos y siempre contemporáneos, vocabulario preferentemente común y
también contemporáneo, rebaja de citas cultas a su mínima o a ninguna
expresión, versos libres, cortes de verso marcados por la respiración y elusión de
casi todos o de todos los signos de puntuación (que de todos modos el lector
debe reponerlos). Nora Catelli, en una conferencia que da en Madrid sobre
Bignozzi, dice: “los puntos se los pongo yo”. Pero en todos los casos (y esto hay
que mirarlo con atención) esos mismos poetas si ustedes quieren “simplistas”
siempre proponen una sobrecarga de sentido (ya sea en la elección léxica, en las
figuras retóricas, en el distanciamiento o despegue irónico o humorístico) para
que eso al fin sea digamos así, DE TODOS MODOS un poema. Miren éste de Cesar
Fernández Moreno: “La sirvienta por horas”*

estimada señora/ la ropa está limpia/ no la tendí porque yovía// y no sé se


vengo mañana/ me siento enferma

* transcripción literal de un mensaje dejado por María

El título, el asterisco, los cortes del verso, la nota al pie: todo tiende al poema y
enturbia y rompe la llaneza. La vuelve artificial.
En Bignozzi, como señala D.G.Helder en el excelente prólogo a La ley tu ley (va
adjunto) lo llano y lo legible (que serían las notas generacionales) se ven
enturbiados en su sentido literal por la ironía, por el revés del sentido. Y es un
conjunto, lo que Helder llama “el contexto de su obra” el que permite descular el
sentido que se oculta debajo del sentido literal. Ese contexto de su obra incluye
no solo una obra completa sino una serie de acompañamientos paratextuales (en
el caso de Bignozzi, las entrevistas, que parecen como las de Borges casi tan
importantes como su obra o en todo caso un complemento muy definido, van
varias adjuntas) y los textos críticos (también van varios adjuntos). Lo subraya
Catelli: es tan importante una obra como sus antecedentes y sus proyecciones, y
en cuanto a eso, son los críticos lectores quienes acompañan a esa obra en ese
acomodamiento. En el caso de Bignzzi, dice Catelli con razón, caben subrayar dos
lecturas fundamentales: la de Helder en este prólogo y las de Beatriz Sarlo (sobre
las que ya volveremos).

2. En cuanto a los antecedentes (aun, específicamente al de poema que acabamos


de leer) quiero incorporar esta especie de rareza, este poema de Alfonsina Storni
de su libro Languidez, de 1920, que de alguna manera “pone en texto” la
aseveración con la que Helder cierra el prólogo de La ley tu ley. La línea
(retroactiva) que va de Bigonzzi a Storni. Busquen el poema “Siglo XX” en
Languidez (subido en la entrada de Alfonsina). Hay una línea ahí. La revolución y
la pereza de la revolución. O, sobre todo, de una “forma” de revolución.

3. La construcción, de parte de Bignozzi, de una “figura de artista, de poeta”, que


se corre un poco del promedio de los poetas de esa generación. No sólo en
términos de procedencia (mitológica, imaginada): la aristocracia obrera. Sino
también en términos de los supuestos de la poesía política. Bignozzi se
autofigura como poeta ideológica, y no como poeta política.

En cuanto a lo primero:
“Mi madre fue obrera textil y luego hacía trabajos de costura en casa. Mi padre
fue un obrero panadero que militó en el anarquismo y, con la llegada de Perón, al
crearse el sindicato único que para él fue un golpe brutal, pasó al comunismo;
pero nunca dejó de pensar como un anarquista. Sus ideas lo alejaron del resto de
la familia y nosotros éramos sólo tres, para quienes era más importante el
exterior que el interior de la familia. En esa casa, descubrí que las ideas unen
pero también separan y que, si uno decide ser fiel a lo que piensa, no hay refugio
posible. Tal vez por eso nunca pude ampararme en los ghettos, ni siquiera en ese
gran ghetto que era el Partido Comunista Argentino; nunca pude poner el
sentido de pertenencia a un grupo por encima de lo que pienso. Y no porque sea
una individualista exacerbada (en realidad, soy totalmente gregaria). En la casa
de mis padres, los amigos constituían una familia, formada por gente que no era
de la familia. Esto me ha marcado mucho, al igual que la idea que mi padre tenía
de la mujer y que, sin duda, le venía del anarquismo: un respeto total unido a una
total exigencia de libertad; no concebía a una mujer que no trabajara y que no
fuera independiente. Estoy hablando de un hombre que hoy tendría cien años”.

En cuanto a lo segundo:
“Nunca hice poesía política, porque no tengo voz para eso, pero siempre hice una
poesía ideológica de izquierda. Y por eso mi poesía se fue decantando tanto hacia
lo ideológico porque la política me había dejado de lado. Era una excluida, no
podía participar y tenía prejuicios que no podía superar para integrarme en el
peronismo”.

SEIS. Beatriz Sarlo lee a Bignozzi. De las varias lecturas de Beatriz Sarlo sobre
Bignozzi (están en el blog) quiero determe en una que publicamos en el Diario de
Poesía. Busquen ese dossier, está el link. Le pedimos a Juana que escribiera una
presentación autobiográfica, que titulamos YO y una nota a Sarlo sobre Bignozzi,
que titulamos ELLA.
Como verán (una vez leído su artículo) la visión de conjunto de Sarlo sobre la
obra entera de Bignozzi, una visión personal de la autora, un extraordinario
anecdotario muy finamente seleccionado (es decir, Sarlo no solo “cuenta” como
un testigo neutro u objetivo sino que tambien escribe, en tanto selecciona,
matiza, da relieve, etc) reactiva y desactiva los inquietantes (en tanto políticos)
versos de “Sprit”

Hace unos días he decidido luchar/ y la sola idea de la lucha/ me ha producido


un cansancio tan infinito/ que hasta mis mejores amigos guardan una distancia
respetuosa
Los reactiva, digo yo, porque el conjunto le permite a Sarlo subrayar el
componente snob (si uno quiere, frívilo) de Bignozzi. Pero a su vez los desactiva.
¿Dónde? En el regalo que le trae Bignozzi a Sarlo de Montevideo: el libro de Mao.
En el cierre del artículo con ese poema extraordinario de Bignozzi (“no veré
morir a mi madre/ no conoceré el delirio por un hombre/ no viviré en la
revolución”) que demuestra que 20 años después (el poema es de Regreso a la
patria, de 1989) la revolución no realizada tiene el peso de una pérdida tan
importante como la del amor absoluto o la de la juventud clausurada. Y que (tal
vez, el valor es ambiguo) sea el “poder taquigráfico” diría Sarlo de la ironía el que
impregna parte de esos primeros versos de Sprits. O que se trate, en todo caso,
de versos que son literales e irónicos a la vez (como los del poema de Alfonsina
Storni). O que se mantienen en la línea de flotación de esa ambivalencia. Lo que a
su vez, con la lectura de Sarlo a mano, nos permite proponer una modulación a
una de las ideas que campean alrededor del concepto literatura política, que es la
de la sincronía entre acontecimiento-escritura-publicación-lectura. En este caso,
el acontecimiento (la revolución, el deseo de la revolución) parece desactivado
por el poema. O en todo caso, por la lectura contemporánea del poema (aquellos
que comían fideos y la veían a Bignozzi caerse con langostinos y vinos caros)
pero la lectura extemporánea de Sarlo reactiva la pila política del poema. Y de la
obra de Bignozzi. Por lo menos hasta el 2000.

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