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Catherine Brook
INDICE
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Epílogo
Nota de autora
Londres, 1820
***
Londres 1822
***
***
Dereck estaba de muy mal humor. Si no había menguado ya
bastante su paciencia el parloteo incesante de su madre sobre lo
que tanto él como Georgiana debían hacer para conseguir buenos
partidos, la gota que derramó el vaso fueron los constantes acosos
a los que fue sometido apenas puso un pie en tierra.
No era que no estuviera acostumbrado; desde el momento en
que tuvo edad suficiente para tomar esposa, la matronas desfilaban
frente a sí llevando detrás a una fila de hijas, a las cuales
presentaban enumerando sus cualidades como si estuvieran
intentando venderlas, cosa que no estaba lejos de la verdad. Su
propia madre hacía algo similar con Georgiana. A Dereck siempre le
habían hastiado esas actitudes, pero las soportaba estoicamente
como se esperaba de él. Tarde o temprano tendría que casarse
también, aunque alargaba el momento lo máximo posible por
razones muy personales.
Saludaba con amabilidad a todas las damas que se ponían
en su camino, y luego se escabullía de forma discreta. Hizo eso al
menos unas cinco veces antes de llegar a la fila de la entrada. Para
entonces, había perdido a su madre y a su hermana, que se habían
quedado conversando con una vieja marquesa. Contuvo un gruñido
de frustración, sabiendo que debía esperarlas, y se apartó de la fila
hacia un lugar alejado de la multitud con la vaga esperanza de pasar
desapercibido. Observó a su alrededor, y sus ojos, que ya
inconscientemente estaban entrenados para localizarla, ubicaron el
giro de un vestido rojo intenso a unos metros delante de él.
Se sorprendió de verla allí, pues lady Pembroke era muy
quisquillosa con sus invitaciones y la maldijo cuando cayó en cuenta
de que su suplicio no desaparecería durante esa semana. Si le
quedaba alguna duda, bastó con notar la forma en que sus ojos
eran incapaces de dejar de observarla, admirando su porte altanero,
los cabellos rubios perfectamente recogidos que debían de
enmarcar uno de los rostros más bonitos que él hubiera visto. Y
esos malditos vestidos rojos que se afanaba en usar solo parecían
incitar al pecado, atrayendo la atención hacia su persona y
marcando cada curva del bien desarrollado cuerpo femenino. Ella se
giró en ese momento y sus miradas chocaron de inmediato, como si
una hubiera llamado a la otra. Dereck observó como la mujer se
estremecía de forma casi imperceptible cuando lo observó, y eso le
llenó de profunda satisfacción.
Él no le era indiferente, lo sabía. Y no comprendía por qué se
empeñaba en alejarlo.
El contacto visual no duró mucho, pues como de costumbre
estaba acompañada del duque y este insistió en llevarla a la
entrada, provocando cierta antipatía en Dereck.
Raley nunca le había caído mal. Era una persona buena,
inteligente y honrada como pocas, pero verlo del brazo de lady
Scarlett siempre le causaba molestias. Desde la primera vez que vio
a la dama en el salón de Almack’s, algo en Dereck gritó que debía
hacerla suya. Fue como una conexión, un instinto de posesión el
que se apoderó de él. Desde entonces, la agonía lo embargaba
cada vez que la veía del brazo de otro y lo asustaba hasta el punto
de cuestionarse si no había perdido la cordura.
Cuando su madre y su hermana al fin se despidieron de sus
acompañantes, él las alcanzó en entrada. Su madre lo miró con
reproche por haberse escabullido de esa manera, pero él la ignoró.
Su hermana, por su parte, parecía estar buscando a alguien con la
mirada, y a él no le quedaba duda de quién era.
Esperaba que ese asunto pronto se resolviera.
Una vez en la habitación, se dejó caer en la cama con un
suspiro casado.
Esa sería una semana muy, muy larga.
Capítulo 4
***
Me alegra saber que al fin ha decidido tomar en serio mis advertencias, lady
Scarlett. Nos vemos en el jardín, debajo del balcón del salón de baile, justo a medianoche.
Espero que ya haya pensado en todo el asunto, lady Scarlett. ¿Le parece si me da
su respuesta a medianoche, en el estudio de lord Pembroke?
***
***
***
***
—¿Se puede saber qué pretendías, Celestine? —interrogó
Violet una vez llegaron a la habitación que compartían.
Celestine no respondió de inmediato. Se sentó en la cama y
luego se acostó. Sus pies se balanceaban en el borde y una sonrisa
bailaba en su rostro. Sabía que estaba poniendo a prueba la
paciencia de su hermana, pero eso le divertía.
—¿No te has fijado en cómo se miraban? —dijo al final, como
si fuera obvio—. Había algo entre ellos. Me vi en el deber de
alentarlo.
Violet resopló.
—Lees muchas tonterías. Scarlett está con el duque.
—Violet, no seas ingenua. Eso no es más que un teatro. ¿No
notaste cómo me desvió la pregunta esta mañana? No hay que ser
muy inteligente para darse cuenta de que no comparten la intimidad
que dicen.
Violet ahogó un jadeo ante ese despliegue de sinceridad sin
filtro.
—No habló de ello por apego al decoro —rebatió. No quería
que la duda se instalara en su corazón—. Sobre lo último, no
puedes estar segura.
—Claro que sí. No se miran como miró al conde, y como él la
miró a ella.
—Eso no quiere decir nada, solo tú viste esa mirada.
—Y me bastó para descubrirlo todo. No sé por qué Scarlett
está haciendo eso, tendrá sus motivos, pero apuesto mi mejor
vestido a que no hay nada entre ellos.
Violet guardó silencio, sopesando las palabras de su
hermana, pero negó con la cabeza, terca.
—No tiene sentido que arruine su reputación de esa manera
si no... si no lo quiere. Además, de ser cierto lo que especulas, nos
los habría dicho. —Intentó sonar confiada, pero ya empezaba a
dudar.
Celestine se incorporó lo suficiente para mirarla.
—¿Desde cuándo estás enamorada del duque?
La pregunta no tomó a Violet por sorpresa. Supuso que, si se
había percatado de las supuestas miradas entre Scarlett y el conde,
ella no tendría suerte escondiendo sus sentimientos.
Aun así, no respondió.
Celestine, que tuvo por primera vez la prudencia de no
insistir, siguió con su teoría.
—Pienso que solo son amigos y no quieren decir nada
porque a Scarlett le gusta la imagen que da a la sociedad. No estoy
segura de por qué le gusta ser una paria, pero no importa. Confío en
que tiene una buena razón. El caso es que creo que puede ser feliz
con el conde.
—No creo que el conde tenga intenciones honorables —dijo
con tiento—. Nuestra hermana no tiene buena reputación.
—¿Cómo podría tener intenciones deshonrosas, si es el
intachable conde de Londonderry? —preguntó Celestine con
incredulidad—. Imposible. Deben ser honorables.
Violet no se molestó en decir que incluso esos hombres
tenían intenciones poco honorables cuando se trataba de mujeres
que no entraban en el calificativo de «damas». Celestine tenía una
visión demasiado optimista del mundo.
—Si es cierto lo que dijo la gitana —continuó la joven, con
esa sonrisa perenne en la cara—, al final puede que sí te quedes
con el duque, yo me case con el amor de mi vida, Scarlett con el
conde, y todos felices por siempre.
Violet puso los ojos en blanco, un gesto muy característico
suyo, y se abstuvo de iniciar un debate con Celestine sobre lo poco
creíbles que eran sus predicciones. Tampoco se hizo muchas
ilusiones al respecto porque no tenía una visión muy emocionante
del futuro. No era que tuviese tendencia al pesimismo, pero sí
suficiente sentido común para saber cuándo las cosas no
sucederían como uno quería.
Era mejor aceptarlo, porque se podía sufrir mucho viviendo
de ilusiones.
Capítulo 12
***
***
***
Como Dereck supuso, el señor Allen sabía que él había sido
el que había instado todo ese teatro, por lo que se abstuvo de hacer
el papel del hermano ofendido y se limitó a hablar sobre los términos
del matrimonio. Tampoco dio explicaciones de por qué lo hizo, y el
involucrado no replicó. En realidad, Alexander Allen no parecía en lo
absoluto desdichado por haber sido obligado con deliberación a un
matrimonio, y solo pareció preocupado por la reacción que pudiera
tener Georgiana al respecto, pues no le agradaba la idea de que la
hubieran forzado sin su consentimiento. Dereck tuvo que hacer el
papel de hermano mayor y alegar que ella no debería haber llegado
a esa posición, e ignoró todas las protestas del señor Allen que le
echaban la culpa al apellido. Así pues, la boda había quedado
pautada para una semana, y él había salido de la reunión
convencido de que había hecho lo correcto.
El día y medio de viaje a Londres se volvió un infierno. La
tensión que emanaba su madre era intolerable, y aunque ninguno se
atrevía a decir palabra cada vez que la mujer soltaba un reproche,
fue bastante incómodo. Al final, su madre había terminado mirando
por una ventanilla, Georgiana por la otra, y él fingía leer el periódico
mientras sus pensamientos estaban centrados en Scarlett. Era
mucho más agradable pensar en ella que en las complicaciones de
su familia. Recordó la maravillosa noche que pasaron y se imaginó
repitiéndola, esta vez en su propia casa, en su cama. Parecía una
imagen maravillosa, pero prefería no ser él el causante de la muerte
de su madre con más escándalos.
Al menos, no por el momento.
Cuando por fin llegaron a Londres, la boda fue la
preocupación principal. Su madre se había negado en rotundo a
participar, y todo quedaba entonces en manos de la duquesa de
Richmond, familiar político de los Allen. Dereck se preguntó cuándo
volvería a ver a Scarlett y si sería una muestra de insensatez
invitarla a la boda; después de todo, no sería la ceremonia correcta
que todos esperaban, y los invitados tampoco eran el colmo de la
perfección, pues los Allen, ya escandalosos por sí solos, tenían
relaciones y familiares de no tan buena reputación.
Por supuesto, ninguno de esos familiares era un paria para la
sociedad.
Se dijo que lo consideraría después. A buen seguro su madre
no asistiría, y eso ya generaría muchas habladurías, y no creía que
a Georgiana le importara. Después de ese matrimonio, debería estar
curada de espanto.
Mientras pensaba en el asunto, Dereck se dio cuenta de que
lo más preocupante no era saber si la invitaba o no a la boda, sino
que la estuviera involucrando de esa manera en su vida.
No sabía, ni siquiera imaginaba, lo que le esperaba por haber
pasado una noche en sus brazos.
***
Cuando Scarlett llegó a Londres, era sábado por la tarde.
Normalmente esos viajes largos la ponían de mal humor, sobre todo
si no tenía a nadie para hablar y entretenerse. Edward se había
marchado despidiéndose con una discreta inclinación de cabeza, y
ella se fue poco después. Aun así, sus pensamientos fueron
suficientes para entretenerse todo el trayecto, y todavía quedaron
cosas sin resolver.
¿Qué pasaría ahora que habían cedido al deseo? ¿Se
aburriría el conde de perseguirla? No le dio esa impresión al
despedirse, pero era un temor que Scarlett no descartó. ¿Cómo
quedaría su relación? O, mejor dicho, ¿tenían una relación? Ella ya
había dejado claro que no sería una amante común. Entonces, no
tenía ningún prototipo en el que encajar. ¿Una simple relación carnal
entre dos adultos independientes? Podría ser, aunque no terminaba
de convencerla la descripción de «carnal». Durante la unión había
sentido algo más que eso, algo más allá de lo físico, pero posponía
constantemente el momento de preguntar qué.
Tenía miedo. Y dudas. Nunca había experimentado cosa
semejante.
El domingo recibió una carta con una invitación para tomar el
té la tarde siguiente en la casa de los marqueses de Crawley, un
recordatorio poco agradable de que tenía más cosas en las que
pensar. No se molestó en responder, por supuesto; era una orden
más que otra cosa, y por la escritura, la nota no la había escrito la
marquesa, como correspondía. En cambio, decidió mandar una nota
a Dereck informándole, aunque cierto recelo se instaló en ella ante
la idea de seguir involucrándolo.
¿Y si las cosas se ponían peligrosas? No le agradaba la
posibilidad de que saliera perjudicado por su culpa. Se había
adentrado en ese pequeño grupo al que le tenía aprecio y que
prefería mantener al margen. Pero él no era un hombre tonto, y eso
no se le olvidaría, así que tarde o temprano insistiría en el tema.
Envió la nota y empezó a prepararse mentalmente para la
reunión del día siguiente. Al parecer, al fin llegarían al punto decisivo
de ese juego, y Scarlett esperaba salir ganando.
Capítulo 17
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