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Emma Wildes

Los hermanos del club de la absenta -02-


El caso Bloodstone

Argumento

Una oscura presencia que no puede ser ignorada…

Bloodstone Manor es la casa encantada más famosa de toda Inglaterra, un lugar


donde antiguas leyendas y viejos misterios perduran entre viejas paredes. Gavin St. John
ha dedicado su vida a descubrir los secretos de los muertos que no descansan en paz.
Convocado a Yorkshire, la última cosa que espera es encontrar a la mujer de sus sueños.

Carlotta Stone está asustada por los inexplicables sucesos que ocurren en su casa, pero
es incapaz de detenerlos. Cuando llega a su casa el apuesto señor St. John, se ve
inmediatamente sumergida en un viejo drama, en el que dos amantes buscan reunirse
usando el cuerpo del famoso cazador de fantasmas y el suyo propio. La arrolladora pasión
que experimenta en sus brazos es exactamente lo que siempre le había faltado a su vida.

Pero el peligro acecha en la forma de un espíritu maligno que no ha olvidado una


traición que se extiende mas allá del tiempo y el sufrimiento humano…

Traducción y edición: Maite Página 2


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El caso Bloodstone

Prólogo

El fuego chisporroteaba confortablemente, iluminando las caras de los cinco hombres


de la habitación. El conde de Grayson se reclinó en su silla, haciendo girar suavemente el
líquido de su vaso y alzó sus cejas oscuras.
—En nuestro último encuentro, creo que fui el único que desnudó su alma…eh…si
podemos llamarlo así. Es el turno de alguien más esta noche.
Alcanzando la botella de la mesa, Jonas Maxim se rió.
—Y desde luego, fue una historia impresionante, repleta de exóticos harenes y
preciosas joyas otorgadas por…
—Sí —interrumpió Grayson secamente—, todos sabemos muy bien por qué fueron
otorgadas. El asunto es, que amablemente fui el primero y confié mi experiencia sexual
más inusual y desenfrenada a los honorables miembros del club de la absenta según tu
sugerencia, Jonás. ¿Quién será el siguiente?
Sonriendo abiertamente, Colin Maxim, el hermano menor de Jonás levantó la mano.
—Quiero ser el último, esperad a que oigáis la mía.
Ross Benson, Vizconde de Winterton, recostado cómodamente con un vaso de la
infame bebida en la mano, sonrió perezosamente.
—Oigamos la de St. John, la Navidad está cerca, la época de los espíritus. Con la nieve
cayendo en el exterior, amigos, buena bebida, y un hermoso fuego, digo que la situación es
perfecta para una historia espeluznante con una saludable dosis de excitante sexo.
Seguramente, considerando su profesión, cualquier cosa que nos cuente implicará
duendes, demonios y cosas que se arrastran en la noche.
El fuego danzaba, mostrando las serenas facciones del hombre en cuestión y
formando reflejos rojizos en su pelo rubio. Sonrió agradablemente.
—Bien. Realmente ahora que lo mencionas. Tengo una historia ciertamente interesante
que contar…

Traducción y edición: Maite Página 3


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El caso Bloodstone

Capítulo 1

Londres 1816

La lluvia tamborileaba contra la emplomada ventana, un tiempo apropiado para el


tema de la conversación.
El duque de Sudbury alcanzó su vaso de brandy y agitó el líquido suavemente.
—Los fantasmas no son plato de mi gusto —dijo, con la voz áspera y pesimista.
Observar el malestar del otro hombre ante la conversación le provocó a Gavin St. John
un destello de diversión.
—Creo que es un gusto adquirido, Excelencia, más o menos como la ópera italiana.
—Sí, sí, supongo que está en lo cierto. —El duque agitó la mano elocuentemente—. Ya
que no puedo ignorar este problema en particular, yo, por supuesto, pensé en usted, St.
John.
Puesto que el asunto le había pillado un poco por sorpresa, Gavin se reclinó en su silla
y levantó una ceja.
—Le planteé a su padre hace unos cuantos años el inquietante asunto de Bloodstone
Manor, me temo que no fue muy partidario de mis investigaciones.
El duque pareció ligeramente incómodo. Alto, de pelo oscuro y delgado, se parecía
mucho a su padre, excepto por la amistosa candidez de su expresión.
—No era exactamente un hombre de mente abierta —murmuró—, de todos modos, si
todavía estuviera vivo, creo que incluso él le pediría que viera qué se puede hacer con este
maldito asunto. Mi madrastra todavía vive en la casa, así como mi tía abuela. Están muy
encariñadas la una con la otra, lo cual es un buen arreglo para todos nosotros, dado que la
tía Lillian es demasiado mayor para vivir sola con unos sirvientes que simplemente cuiden
de ella. Hasta ahora, se las habían arreglado para convivir pacíficamente con los
variopintos espectros que deambulan por los pasillos y frecuentan los jardines. No
obstante, el asunto aparentemente se está yendo de las manos. —El duque tomó un rápido
y tonificante sorbo de su copa—. Hay que hacer algo.
—Yéndose de las manos ¿Cómo? —preguntó Gavin. Decir que estaba intrigado era
quedarse corto—. Por favor, explíquese si no le importa.
Con un suspiro, el duque se explicó.
—Como sabe, la casa…bien, es parte de un antiguo castillo, la verdad, siempre ha
tenido la reputación de estar…eh…habitada -supongo que es una buena manera de
llamarlo- por otras entidades aparte de los vivos. Desde que puedo recordar ha sido
catalogada como una de las casas más encantadas de toda Inglaterra. —Se encogió de
hombros—. Para ser franco, cuando uno crece en la familia Stone simplemente acepta que

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el roce ocasional con una presencia fantasmal sucederá tarde o temprano. Mantener allí a
la servidumbre puede ser un desafío interesante pero, sinceramente, en el pasado no había
sucedido nada realmente alarmante en Bloodstone, era más una singularidad que otra
cosa.
Por sus investigaciones, Gavin probablemente sabía más que el joven duque acerca de
la casa y su escabrosa historia, pero se mantuvo en silencio y escuchó.
Sudbury se sirvió más brandy con abundancia.
—Sin embargo, hace más o menos dos años, mi padre conoció y se casó con una joven
-inglesa, pero descendiente de castellanos- llamada Carlotta San Marcos. Mi madre había
fallecido hacía una década y decidió tomar una nueva duquesa.
—Volver a casarse no es inusual, incluso a su edad.
—No. —La sonrisa del duque fue un poco compungida—. Su nueva esposa, por
supuesto, era -es, de hecho- muy hermosa y décadas más joven que él.
Desafortunadamente él murió poco después de la boda, durante un viaje de caza a
Escocia. Al principio, cuando apareció el nuevo fantasma, Carlotta pensó que podría ser él.
—¿Un nuevo fantasma?—Esto se ponía más intrigante por momentos, Gavin tomo
lentamente un trago de su copa, mirando a su anfitrión.
—Si así es como puede uno llamarlo, esta aparición en particular es mucho más rara
que las otras, no me gusta pensar en mí mismo como en un cobarde, pero confesaré que es
espeluznante, lo he visto solo una vez y fue suficiente y, es más, parece relacionado con la
presencia de Carlotta en la casa, aunque no apareció hasta que se quedó viuda. Para
resolver el asunto, he intentado convencerlas, a ella y a Lillian, de que se trasladen a
Londres y vivan con nosotros, pero a ninguna de las dos les gusta la ciudad. Tía Lillian
también manifiesta, me temo, algo más que una testaruda determinación de no ser echada
de la casa donde ha vivido toda su vida. Mi esposa está muy inquieta por ella y yo me
encuentro extremadamente preocupado.
—Ya veo—Gavin miró los regueros de lluvia en las ventanas, asimilando esta inusual
información—¿Está la duquesa viuda bien predispuesta a mi llegada?
El duque soltó una risita triste.
—Bien, después de todo es mi casa, así que supongo que lo único que realmente
necesita es mi permiso para estar allí. De todos modos pienso que mi cuñada ha alcanzado
el punto en que está tan afectada que le dará la bienvenida y colaborará en cualquier cosa.
—¿Cuñada?—Gavin frunció el ceño.
—¿No he mencionado que además de ser mi madrastra, Carlotta también es hermana
de mi mujer?
No pudo evitarlo, Gavin se rió.
—No, no lo ha hecho, ¿es un poquitín complicado, no?
—Sí —Sudbury admitió secamente—. Un padre y un hijo que se casan con dos
hermanas, parece una morbosa novela gótica. Conocí a Isabelle a través de Carlotta y nos

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casamos poco después y, ya que Carlotta es más joven que yo, es difícil para mí pensar en
ella como mi madrastra, por eso cuñada parece una clase de relación más apropiada.
—Supongo que sí. —La familia del duque de Sudbury se volvía más interesante por
momentos. Con una pequeña sonrisa, sugirió—. Puedo partir a mediados de esta semana,
tengo algunas cosas que reorganizar en mi agenda.
Mostrándose intensamente aliviado el duque asintió.
—Eso sería más que adecuado y, aunque todavía no lo hemos discutido, dígame su
precio, St. John. Dicen que es el único hombre que puede ayudarme, nada de magos o
médiums de relumbrón, sino un científico que es muy respetado y bien considerado, un
experto en esta clase de cosas.
—No cobro por mis servicios, Excelencia.
—¿No?
Sus finanzas se basaban en sus propios negocios, y estaban en buena forma gracias a
un bonito legado de un tío y a algunas acertadas inversiones. No, las ganancias monetarias
no eran su motivación para buscar los macabros e insólitos avistamientos de los espíritus
de los muertos. Gavin no sabía como explicar exactamente su fascinación por la vida
después de la muerte, pero existía y, parecía tener una afinidad natural para la
comunicación con esas almas que habían perecido hace largo tiempo.
La mirada de Sudburry se oscureció y se frotó la mandíbula.
—Si no quiere dinero, piense en alguna otra cosa y es suya. Ese maldito lugar es como
una cuerda alrededor de mi cuello, cara de mantener e inhabitable para mí. No me molesta
que haya un fantasma o dos, pero esa cosa es maléfica.
—¿Maléfica? ¿Cómo exactamente?
—¿Cómo demonios voy a saberlo? Yo no soy el experto, lo único que puedo decir con
certeza en que si me lo encuentro cara a cara, estoy completamente seguro que saldría
corriendo y gritando despavorido como un niño. Así es de aterrador.
Poniéndose de pie, Gavin sonrió de pura anticipación.
—Estaremos en contacto.

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Capítulo 2

Yorkshire 1816
En la oscuridad se revolvía. Se levantaba, movía, existía. El aire era frío, húmedo y el
pútrido olor de la descomposición lo rondaba…siempre.
Contra las lúgubres y oscuras nubes que atravesaban el plomizo cielo, el castillo
parecía enorme, las torres sobresalían arrogantes, formidables muros recogían
protectoramente la vida en el interior.
Había cambiado muy poco con los años. El tiempo transcurría y todavía esos malditos
muros permanecían en pie.
Pero algo venía…lo sentía con el hambre de un animal por la sangre.
Al fin la venganza…

Los chorreantes jardines, estaban tristones y nada atrayentes -las flores se doblaban
por la lluvia, los arboles ornamentales goteaban sin parar, y los senderos de piedra estaban
llenos de lodo. Sentada pensativa en la ventana de su habitación, Carlotta Stone
contemplaba el húmedo paisaje y sentía una familiar sensación de desasosiego.
Estaba siendo vigilada.
No era exactamente el mismo escalofriante terror que sentía cuando iba a cualquier
lugar cerca de la esquina suroeste de la casa, pero era igual de perturbador.
Conscientemente, miró hacia abajo, al corpiño de su vestido, viendo con disgusto que el
botón de arriba estaba otra vez desabrochado, exponiendo el valle entre sus pechos y
mostrando una buena porción de blanca piel. Con una maldición en voz baja, se lo
abrochó rápidamente, echando un vistazo alrededor de la habitación. Estaba vacía, por
supuesto.
—No es divertido —murmuró desafiante, algunas veces las travesuras se volvían
tediosas.
Silencio.
—Oh, maldita sea. —Se levantó irritada y cruzó el espacio hasta la puerta. Tiró de ella
para abrirla y casi chocó con su doncella.
En ese momento la chica tenía la mano levantada para llamar y dio un ligero grito
ante la abrupta aparición de su señora.
—Milady, me asustó.
—En esta casa, creo que la mayoría de nosotros estamos algo más que asustados —
dijo Carlotta— ¿Qué pasa Annie?

Traducción y edición: Maite Página 7


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—Ha llegado el caballero de Londres. —Ligeramente sin aliento, la expresión de


Annie era una extraña mezcla de miedo y excitación—. El caballero de los fantasmas.
—Pensé que no llegaba hasta mañana.
Carlotta frunció el ceño, no estaba segura del todo de como se sentía sobre la
insistencia de su cuñado en enviar a un charlatán que supuestamente exorcizase los
encantados pasillos de Bloodstone. Todo el mundo consideraba al señor St. John como un
experto en lo oculto, cuya especialidad eran las venerables casas encantadas. Pero no
estaba completamente segura de lo que podría hacer con los problemas de esta casa en
particular. Después de todo la mayoría de los fantasmas habían estado, literalmente,
rondando cientos de años. Y aunque a veces podían ser ruidosos y molestos, realmente no
eran más que un incordio.
Un pequeño escalofrío le recorrió la columna mientras recordaba la sensación que
había sentido esta mañana cuando traspasó las puertas de la sala del desayuno.
Quizá estuviera bien que el caballero de los fantasmas hubiera venido, había un
espectro que realmente la asustaba, tenía que admitirlo.
Después de seguir tranquilamente a Annie y bajar la gran escalera con forma curva,
Carlotta halló a su visita en el elegante salón azul, examinando el esculpido mármol de la
repisa de la chimenea con manifiesto interés, su pelo rubio oscuro brillaba a causa de la
humedad de la deprimente lluvia del exterior. Su primer pensamiento fue que no se
parecía en lo más mínimo a alguien que dedicaba su vida a dar caza a lo sobrenatural.
Haciendo una pausa en el umbral, se aprovechó de su concentración y vio que era delgado
y bastante alto, con unos bonitos hombros. Su ropa, aunque ligeramente arrugada por el
viaje, era de buena confección y cara.
Aclarándose la garganta, dijo en una renuente bienvenida.
—Hola.
Gavin St. John de enderezó, su sonrisa era leve y no le llegaba a los ojos,
verdaderamente azules, en cambio su mirada era especulativa y cautelosa.
—Hola, usted debe ser la duquesa viuda de Sudbury. —Le hizo una reverencia muy
formal—. Gracias por recibirme, Excelencia.
El infausto hombre que era conocido por ser a la vez, audaz e intelectual, parecía más
un apuesto cortesano que un científico que tenía escarceos con las negras artes de la
brujería y la mística vida más allá de la muerte.
Sus facciones eran puras y bien cinceladas. Poseía una nariz recta, pómulos altos y una
bien dibujada y delicada boca. Cejas arqueadas, del mismo tono dorado oscuro que su
levemente ondulado pelo, sobre un par de ojos del color del mar en verano. De alguna
manera su presencia parecía llenar y dominar la habitación, haciéndola inquietantemente
consciente de su masculinidad y su asombrosa buena apariencia.
Por supuesto, Lucifer también tenía fama de haber sido hermoso, se recordó
secamente, antes de ser expulsado del cielo.

Traducción y edición: Maite Página 8


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—Mi cuñado me escribió y me dijo que vendría —murmuró Carlotta—, debo admitir
que no estoy segura de si servirá de algo, pero en este momento merece la pena intentar
cualquier cosa. ¿Le gustaría tomar un té?
—Eso sería muy amable de su parte. —Pareció vagamente divertido, como si su
evidente incertidumbre fuera algo que estuviera acostumbrado a sentir sobre él.
Sus modales eran impecables, decidió poco después de servir el té, pero debían ser
algo natural en él, porque realmente no prestaba atención a su cortés conversación. Emitía
los correctos y corteses sonidos, escuchaba atentamente y respondía a su charla
intrascendente, pero su atención estaba en otro lugar. La casa, decidió, mientras alargaba
el brazo para coger la tetera y rellenar su taza, acaparaba toda su atención. Finalmente no
pudo evitar preguntar.
—¿Qué? ¿Siente algo?
Él se rió, enseñando los dientes.
—Ah, la inevitable cuestión. Ha esperado más de lo que suele ser normal para
preguntarlo. Realmente, milady, no soy un médium en el sentido de poder comunicarme
con los espíritus inquietos, pero parece que tengo el talento de hacer que mi presencia
incremente su actividad. Un intercambio de energía, si quiere llamarlo así, yo los siento a
ellos y ellos me sienten a mí.
—No tengo que preguntar si hay energía de esa clase en esta casa —dijo Carlotta—,
eso es incuestionable. Si quiere fantasmas, señor St. John, ha venido al sitio correcto.
—Cuénteme algo sobre ellos. —Su atención se centró en ella de repente, mirándola
directamente—. Todo lo que pueda.
Frunciendo el ceño y dejando la taza a un lado, Carlotta lo complació.
—Hay muchos, le advierto, no estoy segura por dónde empezar…quizá lo mejor sea
geográficamente. Muchos de los espíritus parecen estar limitados a una habitación o a un
área en concreto, como "El Rapper". Lo hemos apodado así porque no hace más que
deambular por los pasillos de la parte superior, donde están localizadas las habitaciones
de la familia, dando golpes en las paredes. Es ruidoso, pero inofensivo. Y hay una joven
dama que aparece de vez en cuando en uno de los dormitorios. Se sienta en una silla y
trabaja diligentemente en su bordado —Carlotta añadió secamente—, y es mi modesta
opinión que se murió de puro aburrimiento.
Sus ojos se estrecharan ligeramente divertidos.
—Me tomo eso como que evita ejercer esa particular habilidad tan propia de las
damas, duquesa.
—Detesto bordar —confirmó ella con una pequeña sonrisa—. Hum…no debo olvidar
a Sir Neville, los registros familiares dicen que murió en un duelo hace unos cien años,
pero recientemente se descubrió una carta que apunta a una salida menos digna de este
mundo. Sugiere que se rompió el cuello cayéndose por las escaleras principales durante
un sopor etílico. Suscribo la historia de la carta porque su espectro canta muy alto en

Traducción y edición: Maite Página 9


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mitad de la noche y de repente se oyen una serie de tropezones y el ruido termina


repentinamente en algún lugar cerca del final de las escaleras.
—Un interesante lote —observó Gavin— ¿Y qué pasa con el nuevo espíritu, el
conflictivo? Su cuñado lo mencionó como la causa específica que provocó mi llamada.
Carlotta no pudo evitarlo, se estremeció como si una brisa helada hubiera rozado su
cuerpo.
—Ese está en el exterior —le dijo con brusquedad—, en la esquina suroeste de la casa.
Uno de los jardineros fue el primero que lo percibió hace unos cuantos años, es alto y
oscuro, más una sombra que una forma humana y dónde quiera que aparece, todo el área
a su alrededor se vuelve mortalmente fría, incluso en pleno verano. También hay un olor
indudablemente nauseabundo que permanece horas después.
—Ese es el que la asusta. —Era una aseveración, no una pregunta.
El hombre la atravesó con la mirada estudiándola minuciosamente, sus ojos eran a la
vez penetrantes e inteligentes.
—No estoy segura del por qué —admitió, deseando que la tarde fuera más cálida y
despejada, con el sol reflejándose en las ventanas, en lugar de lúgubre y gris. De algún
modo, incluso en Bloodstone discutir sobre lo sobrenatural era más fácil en un día
radiante—. No hace nada, permanece inmóvil, pero su presencia es de algún modo
maléfica, aunque sé que suena tópico. He tenido que cerrar la habitación del desayuno de
esa ala, porque aparece muy a menudo en el exterior de la ventana que se abre sobre el
jardín. — Obsequió a su huésped con una breve sonrisa carente de humor—. Me cansé de
comer mi tostada mientras miraba con temor por encima del hombro. Ninguna de las
doncellas quiere ir allí a limpiar, así que está cerrada y fuera de uso. El jardín de esa
esquina también sufre, ni siquiera los jardineros más jóvenes y robustos se atreven a
aventurarse en ese lugar. Lo atienden en la primavera y después lo evitan, aunque de
todos modos parece que allí no crece nada, no importa lo que se plante.
—¿Y esa aparición está confinada al jardín?
Parecía difícil poner voz a su peor miedo, pero lo hizo.
—Por ahora, pero aparece más a menudo que antes, casi como si estuviera inquieto y
fuera a suceder algo. Al principio lo veíamos muy raramente, pero gradualmente está
cambiando. Incluso tía Lillian, que ha vivido aquí toda su vida, admite que es inquietante.
—Ya veo. —Sentado en una delicada y curvada silla, con sus largas piernas
extendidas, St. John no parecía ni dudoso ni incrédulo—. Cuénteme algo de la joven dama,
la que está con nosotros ahora, ¿Cuál es su historia? ¿Tiene nombre?
Carlotta no pudo evitarlo y echó una mirada alrededor.
—¿Puede verla?
—No, pero puedo sentirla. Nada más, solo la sensación de una presencia.
Su comportamiento realista era tranquilizador. Carlotta tragó y contestó mansamente.

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—Creo que sé lo que quiere decir. Es como mi sombra. Por lo que puedo decir, está
cerca de mí casi todo el tiempo, tampoco puedo explicarlo, excepto que tengo la sensación
de no estar nunca sola. Desde el momento en que mi marido me trajo a esta casa, ha estado
conmigo.
—Su matrimonio, ¿fue feliz?
La naturaleza personal de la pregunta la sorprendió ligeramente y no contestó
enseguida. Sin disculparse, Gavin simplemente la miró, esperando su respuesta, y
después de unos momentos, se encogió de hombros y le contó la verdad.
—No fue ni feliz ni infeliz. Fue un matrimonio concertado y mi marido era mucho
mayor que yo. Por otra parte me trató bastante bien, creo que hubiésemos coexistido
pacíficamente de haber vivido. A causa de lo que pasó, me convertí en viuda a los tres
meses de casada.
—Entonces no piensa que la aparición del jardín pueda tener algo que ver con su
marido y su prematura muerte.
—No, al principio me lo pregunté, ya que apareció justo después de recibir noticias de
su accidente. Pero no, Henry era un poco enérgico y arrogante, pero no malvado. Esa cosa
que se aparece…me enferma.
—No crea que es la única que lo siente —le dijo St. John—. A su cuñado le pasa lo
mismo, la pregunta que necesita respuesta es por qué.

*****

Le proporcionaron una habitación que convenientemente miraba a los jardines


traseros. Una enorme cámara con una inmensa cama de la que colgaban cortinas de seda,
una espesa y rica alfombra bajo los pies y pesados muebles de caoba. Gavin descubrió que
su ropa había sido desempacada y colgada cuidadosamente en el vestidor y había una
licorera de burdeos y una copa en una mesita al lado de la chimenea. La espesa noche
seguía húmeda pero la lluvia había amainado. Se sirvió una copa de vino, paseó hasta la
ventana y no pudo evitar una sonrisa sombría.
La casa realmente rezumaba historia y zumbaba con la presencia de vidas perdidas
hace mucho tiempo. Solo eso era un maravilloso desafío, por no mencionar la oportunidad
de acudir en ayuda de la, sin lugar a dudas, encantadora duquesa viuda, Carlotta. El
elegante nombre era apropiado para ella, decidió, mientras miraba los jardines empapados
por la lluvia que se extendían acres y acres. Era exóticamente bella, con un brillante pelo
negro como el ala de un cuervo, blanca y perfecta piel, y unos enormes ojos oscuros
rodeados de largas pestañas, sus facciones eran un tributo a sus antepasados españoles,
aristocráticas y delicadas, su cuerpo era esbelto y a la vez femenino y exuberante. El regio
aire de reserva que exhibía explicaba de verdad por qué el anterior duque había elegido a
alguien tan joven para ser su esposa y eso que solo por su belleza lo merecía.

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Había que reconocer que sentía una profunda curiosidad por saber si su frío exterior
escondía una ardiente mujer de sangre caliente.
Un pequeño ruido hizo que mirara hacia la puerta, que se abrió un poquito y se
detuvo, haciéndolo fruncir el ceño. Tomando un pequeño sorbo y descubriendo que el
burdeos era excelente, esperó muy interesado en ver que ocurriría luego. Nada más que
un pequeño remolino inexplicable de viento. Se sintió desilusionado.
La llegada de dos lacayos con agua caliente, invalidó cualquier investigación de su
invisible visitante. Lo contemplaron con miradas curiosas y furtivas, como la mayoría de
los sirvientes con los que se había encontrado. Hace tiempo había aprendido que la
mayoría de la gente pensaba que su ocupación era una peculiar elección para cualquier
hombre. Gavin encontró su reacción bastante típica. Los ignoró, les dio las gracias y se
deshizo de su ropa de viaje tan pronto como abandonaron la habitación. Mientras se
bañaba fue consciente una vez más de la ligera ráfaga de aire que pasó sobre él y que no
tenía nada que ver con las habituales corrientes de aire de la inmensa habitación.
Aparentemente los sirvientes no eran los únicos interesados en su presencia en
Bloodstone Manor.
Seleccionando ropa formal de noche para cenar y habiendo recibido el permiso de su
anfitriona para explorar cualquier lugar que deseara en la mansión, Gavin se vistió
rápidamente y abandonó la habitación. Sus habitaciones estaban al lado del vestíbulo y las
de la anciana tía, unas cuantas puertas más abajo. Gavin caminó resueltamente por delante
de ellas y se encaminó hacia el largo corredor. Su meta era la puerta del final, que le
habían dicho que llevaba a la torre que adornaba la esquina suroeste de la casa. Y
ciertamente la puerta se abría a una pequeña escalera, los peldaños de piedra estaban
desgastados por el tiempo y obviamente eran parte de la estructura original, construida
hacía ochocientos años. Lo condujeron a una amplia habitación que posiblemente había
sido diseñada para ser usada por los arqueros, las altas y estrechas ventanas estaban
planeadas para la defensa. En alguna era más moderna, cuando ya no fueron necesarios
los arqueros, habían instalado vidrieras, las cuales en este momento estaban surcadas de
lluvia y polvo. La vista, decidió mientras estaba parado allí, sería sin duda magnífica en un
día claro y despejado.
Aquí, pensó Gavin, tomando aliento profundamente, mientras la sombra de una
antigua tragedia extendía su gélido dedo para tocarlo. Había sido guiado directamente a
esta habitación por una razón. Como era habitual sintió las emociones que habían
quedado flotando en el aire. De pie en la oscuridad, daban vueltas a su alrededor: deseo,
cálido e impaciente; miedo, frío y punzante; odio, ardiente, horrible, mortal…
Sus pies rasparon la fría piedra mientras volvía en sí, enderezando los hombros y
volviéndose para irse.
Sí, Bloodstone era una casa endemoniadamente interesante.

*****

Traducción y edición: Maite Página 12


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El comedor era un gran espacio con frescos en el techo, y brillante plata y cristal,
iluminado actualmente por docenas de velas y bañado por el cálido olor de abundante
comida. No era su habitación favorita, era tan grande que resultaba fría, pero esta noche
parecía apropiado que cenaran un poco más formalmente de lo que lo hacían cuando solo
estaban ella y su sobrina.
Cogiendo su vaso de oporto, Lillian Stone saludó con brío al joven que se sentaba al
otro lado de la inmensa mesa del comedor.
—La biblioteca está llena de viejos y mohosos papeles y libros de nuestra historia
familiar. Uno de nuestros ancestros fue la hija de Jaime I y Ana de Dinamarca ¿Lo sabía?
Yo no, no hasta que a mi sobrino se le metió en la cabeza hace cinco años empezar a
investigar nuestra genealogía. Perdió el interés rápidamente, pero se las arregló para
reunir toda la información. Si quiere, se la enseñaré por la mañana.
Gavin St. John inclinó su rubia cabeza.
—Eso sería de mucha ayuda.
La llegada del primer plato le impidió preguntarle sin rodeos qué quería decir
exactamente con eso de que sería de ayuda. Ella era escéptica -no de la existencia de la otra
vida- había vivido toda la vida en Bloodstone y no dudaba de la existencia de los
fantasmas, pero reconocía que se sentía escéptica de que este apuesto joven pudiera hacer
algo respecto a ellos.
Por otro lado, podría ser exactamente lo que necesitaba su joven y viuda sobrina.
Increíblemente encantadora, con un vestido de seda color crema que hacía resaltar su
intenso pelo negro, Carlotta delicadamente tomó un bocado de su lenguado. Con las
largas pestañas entornadas, su actitud era casi forzadamente indiferente. Uno no
necesitaba poseer poderes sobrenaturales para percibir que la joven con la que había
llegado a encariñarse estos dos últimos años estaba sumamente pendiente de su huésped.
¿Y por qué no?, se preguntó con sentido práctico. Carlotta era una mujer saludable y
normal y con veintidós años había vivido una vida extremadamente protegida. Trasladada
directamente de la casa de su padre a un matrimonio con un hombre lo bastante viejo para
ser su padre, nunca había tenido la oportunidad de ser cortejada y conquistada, o de bailar
y flirtear y hacer las cosa que hacían las jóvenes para atraer a los caballeros. St. John era un
hombre atractivo y al menos, a primera vista, encantador e inteligente. Desde que Richard
había escrito para decir que el hombre se negaba a aceptar dinero por sus investigaciones
en Bloodstone, era evidente que tampoco era un cazador de fortunas.
Lo cual lo hacía perfecto para una bonita y apasionada aventura. Lilian no había
estado demásiado encariñada con su sobrino Henry. Pensaba que la mayoría del tiempo
era un pomposo egoísta. Solo podía imaginar que la iniciación de su joven esposa a los
placeres de la carne probablemente no había sido del todo maravillosa, al menos para ella.
Henry no había poseído ni un mínimo se sensibilidad. Sin embargo el delicioso St. John
parecía como si supiera lo que hacía entre las sábanas. Desde luego que con su belleza
habría tenido sus oportunidades. Sí, lo que Carlotta necesitaba era un buen revolcón en la
cama con un hombre competente.

Traducción y edición: Maite Página 13


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Sonriendo para sus adentros Lillian tomó un obligatorio bocado de pescado y lo


acompañó con más vino.
—Dígame, St. John, ¿está casado?
A la parpadeante luz de los candelabros de la mesa, él pareció un poquito divertido
por su franqueza.
—No, me temo que no.
—¿Prometido? —Quería que Carlotta disfrutara de un revolcón, no que acabara con el
corazón roto—. Calculo que debe andar cerca de los treinta.
—Realmente me dejo ver en sociedad muy poco, señora Stone —Su respuesta fue
sincera—, y la mayoría de las jóvenes sienten un ligero rechazo por mi insólito hobby.
—Las simplonas señoritas de hoy en día no tienen agallas —manifestó Lillian,
echándolo una mirada de reojo a su sobrina política—. Excluyendo la presente compañía,
por supuesto.
Carlotta simplemente se rió.
—¿He mencionado que la tía Lilian suele ser completamente franca y directa, St. John?
Descubrirá hasta el último detalle de su vida en poco tiempo.
—Aprecio su franqueza —respondió sin malestar alguno, su mirada se detuvo en su
anfitriona un poco más de lo normal—. Puede preguntarme lo que quiera.
Lilian contuvo una risita de aprobación.
—No le veo la gracia a andar con rodeos —declaró, pinchando otro bocado de
comida—, y admito que siento curiosidad por un joven de su educación y experiencia que
dedica su tiempo a recorrer el país persiguiendo leyendas y rumores. Algunos, la mayoría
de las veces, demuestran ser una baldosa suelta que se agita con el viento o un suelo que
chirría ¿No es así?
La miró sin expresión, con las cejas alzadas.
—Bien, admito que en una o dos ocasiones, he llegado y no he encontrado nada más
que un casa o una iglesia vacía, sin ningún espíritu por ningún lado. La imaginación
puede jugarle malas pasadas a la mente humana —añadió—, aunque no creo que ese sea
el caso de Bloodstone.
No había confusión posible en la súbita palidez de la cara de su sobrina y a la misma
Lilian le disgustaba pensar en la repentina aparición que había decidido vagar por los
jardines de Bloodstone.
—Desafortunadamente nuestros fantasmas son demásiado reales —dijo ásperamente.
—Por lo que me ha contado la duquesa de lo que pasa de un tiempo para acá, ya me
he dado cuenta de que eso es verdad.
—La pregunta es por qué esta casa está tan especialmente maldita. —Lillian gesticuló
con su tenedor, entrecerrando los ojos. En el exterior, el viento susurraba en los aleros,
poniendo un fantasmagórico contrapunto a su ya incómoda conversación—. Los Stone son

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una familia antigua, es verdad, pero no más que la mayoría, si me lo pregunta. Desde
luego hemos tenido nuestra cuota de canallas y villanos, ¿pero qué familia que puede
seguir la línea de sus ancestros hasta unas cuantas generaciones atrás no encuentra su
historia manchada por unos cuantos hechos aciagos?
—Ninguna, estoy seguro. —Los ojos de St. John eran muy directos, y uno de sus
largos dedos jugaba con el pie de su copa de vino—. ¿Hay alguna historia específica que le
venga a la mente?
Era una pregunta interesante, y sinceramente, había estado pensando en el asunto.
—He intentado recordar algo, pero sin éxito. Por supuesto que ha habido un montón
de sangre derramada en estos muros, Señor St. John. Y sí, en los jardines también. Primero
vinieron los normandos y los sajones. Después esos taimados Lancaster y las revueltas
contra ellos…los infernales Cabezas redondas vinieron después, haciéndose cargo del
poder y masacrando a todo el mundo…pero, no señor, no puedo recordar una sola
historia que explique todos los espíritus que habitan esta casa, hay docenas, literalmente.
En mi dormitorio, por ejemplo, aparece una pequeña bola de luz en una esquina,
simplemente está allí y al final se va. Cuando estoy intentando leer antes de ir a la cama es
realmente práctica.
St. John se rió y después su expresión se volvió insulsa.
—La presencia del jardín parece acaparar la mayoría de la atención. ¿Cuál es su
opinión, lady Lillian?
Su opinión era que eso era un incordio aterrador y que quería que volviera al infierno
de donde había salido. Fue Carlotta la que dijo con suavidad.
—Cree que quiere algo.
—Algo de la casa —dijo Lillian—, eso…ronda. Espera…acecha, como quiera que
desee llamarlo. Francamente, parece que quiere saltar sobre algo, como un gato sobre un
desprevenido ratón. Le he dicho a Carlotta que no salga sola a los jardines por ninguna
razón.
St. John frunció el ceño.
—¿Cree que quiere a la duquesa?
—No lo sé, pero no es como los otros, que parecen abocados a repetir una especie de
tragedia pasada, como el viejo Neville, emborrachándose y rompiéndose su tonto cuello
una y otra vez al tropezarse con sus propios pies. No, éste aguarda, esperando el momento
oportuno.
Tomando un tembloroso sorbo de vino, Carlotta posó la copa a su lado con cuidado y
se rió forzadamente.
—Esta no es exactamente una conversación relajante justo antes de retirarnos a
dormir, tía Lillian.
—¿De qué otra cosa se supone que vas a hablar con un cazador de fantasmas, querida
niña?

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Tremendamente cortés, St. John dijo en seguida.


—Si eso altera a la duquesa, podemos cambiar de tema a algo más placentero. Por la
mañana, llegará mi asistente y empezaremos a ver si podemos descifrar los propósitos de
su antinatural visitante, mientras tanto, podemos hablar de cualquier otra cosa. La cena,
por ejemplo, es espléndida, Excelencia. Supongo que su chef es italiano. La salsa me
recuerda mucho a algo que probé cuando visité Florencia hace unos años.
Guapo y considerado…sí, Lillian pensó con jubilosa satisfacción mientras un lacayo
retiraba discretamente su plato vacío, las cosas podrían ponerse interesantes.

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Capítulo 3

Gavin lo sintió en el instante en que entró en su habitación. Más que simplemente un


fugaz destello de movimiento en el aire, era más como una ráfaga de fuerte viento,
arremolinándose a su alrededor. Curiosamente no era frío, sino cálido y vibrante.
—Sé que estás aquí —dijo cuando las velas parpadearon como locas.
La cama estaba cuidadosamente preparada y su bata dispuesta. La botella de burdeos
llena y la copa limpia. Los sirvientes eran eficientes y su anfitriona no solo increíblemente
encantadora, sino también cortés.
Hizo lo que pudo para ignorar el remolino a su alrededor y empezó a desatar su
pañuelo. Fuera lo que fuera que quisiera su visitante, tendría que esperar. Estaba
tremendamente cansado y deseaba irse a la cama. Los fantasmas no lo molestaban, ya no
más.
De repente empezó a ahogarse, o algo así. Una sofocante oscuridad se cernió sobre él,
los pulmones le dolían mientras intentaba luchar por respirar y mantenerse derecho. La
invasión era candente y no se parecía a nada que hubiera experimentado antes. Gavin se
resistió, aunque fue cogido completamente desprevenido.
En un momento todo terminó.
Sintió como se volvía y miraba la puerta, sentía sus dedos ligeramente torpes mientras
batallaban con el poco familiar nudo de su pañuelo y finalmente consiguió tirarlo a un
lado. Deshaciéndose de su ajustada chaqueta, se desabotonó la camisa y después caminó
deprisa hacia la puerta, su destino, el dormitorio de la duquesa viuda.
Terminaría de desvestirse allí.

*****

Su doncella le preparó la cama e hizo una reverencia.


—¿Puedo hacer algo más por usted, Excelencia?
—No, gracias, Annie.
—Entonces buenas noches.
La chica abandonó la habitación, cerrando la puerta tras ella.
Caminando tranquilamente hasta su tocador, Carlotta cogió su cepillo y empezó
pasárselo por su largo pelo negro, que le llegaba a la cintura, mirando abstraída al espejo.
Su doncella se había ido hacía solo un momento cuando la puerta se abrió a su espalda y
Carlotta se dio media vuelta, segura de que Annie se había olvidado algo.

Traducción y edición: Maite Página 17


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Pero no era la joven irlandesa son su pulcro uniforme, sino St. John que entró sin
anunciarse y después cerró la puerta tras él y echó la llave. Demásiado asustada para
indignarse, Carlotta se quedó congelada con el cepillo en la mano.
—Caballero, ¿qué…qué esta haciendo?
Llevando solo las botas, unos pantalones ajustados que se adherían a sus largas
piernas y un camisa blanca desabrochada que mostraba el brillo de su bien musculado
pecho, parecía muy diferente del suave y bien educado hombre que se había sentado a
cenar frente a ella hacía solo una hora. Su mirada azul brillaba con algo que no era
definitivamente cortés educación y no dijo ni una palabra, sino que se tomó su tiempo
para contemplar detenidamente lo que podía ver de su cuerpo a través de su fino camisón.
Carlotta se ruborizó bajo ese escrutinio intenso y completamente masculino,
temblando de repente.
—Señor St. John —dijo esforzándose por hablar en tono calmado y sensato—, váyase
por favor, esto es impropio y si tiene alguna pregunta, podemos discutirlo por la mañana.
—Nada de preguntas, muchacha, no he venido a hablar contigo.
Aunque antes no había estado asustada, el sonido del suave acento escocés, en la voz
de St. John, completamente diferente de su normal y educada dicción, la hizo quedarse
helada de repente.
—¿Gavin? —dijo con voz trémula, mirándolo.
Se oyó una risa baja.
—Me temo que el caballero en cuestión no puede contestarte, muchacha. —Pareció
mirar a través de ella y su sonrisa se atenuó, remplazada por algo más poderoso. Dijo
suavemente—. Ven Brenna, te estoy esperando.
Para su horror, sintió que algo se movía, un temblor a su espalda que la hizo girarse
alarmada. Durante un segundo vio algo en el espejo, el vago contorno de una silueta
femenina con el pelo rubio y suelto. Sintió como el calor le recorría todo el cuerpo, el efecto
no era exactamente desagradable, pero si infinitamente perturbador, Carlotta jadeó
sintiendo como si se estuviera cayendo de un muro y cuando se balanceó se encontró con
un par de fuertes brazos a su alrededor que la levantaron y la sujetaron contra un cálido y
duro cuerpo. Sin poder hacer nada, miró los azules ojos de Gavin St. John y se dio cuenta
que quienquiera que fuera, no era el hombre que había conocido hoy.
Ni ella era la mujer que le había dado la bienvenida.
Levantó la mano para acariciar su mejilla, explorando tiernamente su afeitada
mandíbula. Se oyó decir a sí misma con asombro.
—Malcolm.
—Mi amor. —Sus labios cubrieron los suyos y después capturó su boca ávidamente.
El beso resultante fue casi violento, lleno de nostalgia y deseo reprimido. Su lengua se
sumergió profundamente, enredándose con la suya explorando y poseyendo. Cuando se

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soltó, susurró jadeando—. Pensé que esto no volvería a ocurrir nunca, pero por Dios, como
te he añorado.
—Entonces tómame ahora —respondió ella, con los pechos tensos y un calor líquido
concentrado en su entrepierna—. Te necesito dentro de mí, Malcolm.
Su risa era baja y sombría mientras la llevaba hacia la cama.
—Después de dos siglos de espera, muchacha, prepárate para una dura y larga
cabalgada.
Una anticipación maravillosa se disparó por todo su cuerpo, haciéndolo estremecerse
mientras la acostaba en las frías sabanas. Se deshizo de su camisón esmeradamente
bordado a costa de los botones y el tejido, arrojando la desgarrada pieza al suelo, su ávida
mirada vagó por su desnudo cuerpo con lascivo deleite. Quitándose las botas, se sacó la
camisa y la arrojó al suelo, sus manos de dirigieron al cierre de sus pantalones.
¿Quién es? Se preguntó Carlotta, atrapada en una brumosa mezcla de confusión e
intenso deseo sexual, sabiendo que no tenía control sobre nada de lo que estaba
sucediendo. Su mente era consciente pero su díscolo cuerpo obedecía los órdenes de
alguien más. Y cuando el alto y rubio hombre que de alguna manera, ahora sabía que era
Malcolm y no St. John salió de sus pantalones, vio que estaba completamente excitado, su
erección se alzaba alta y rígida contra los prietos músculos de su estomago, la dilatada
cabeza brillaba con la evidencia de su disposición.
Lánguida y deseosa, sonrió e increíblemente abrió las piernas en una clara incitación
carnal.
—Brenna —dijo él mientras se movía sobre ella, besándola otra vez, descansando
entre sus separados muslos pero sin penetrarla, tenía un ligero sabor al brandy que St.
John había tomado después de cenar. Su boca era cálida, y firme, y deliciosa, los largos
dedos de sus manos acariciaron su piel, descendiendo por sus hombros hasta sostener uno
de sus pechos y rozarle el pezón con su pulgar.
—Qué bonita, bonita muchacha —murmuró en su oído, besando su cuello
suavemente—. Sus pechos no son tan grandes como los tuyos, pero son un buen par,
firmes y suaves, y eso es suficiente para cualquier hombre.
Recorriéndole con las manos su espeso pelo, disfrutando con su sedosa textura ella se
rió suavemente.
—¿También deberíamos comparar vuestras vergas?
Alzándose un poco comprobó la longitud del rígido eje posicionado entre sus piernas.
Sus dedos midieron su circunferencia y frotaron ligeramente la resbaladiza y henchida
cabeza.
—Parece completamente aceptable, milord. Larga y dura, y preparada para poseerme.
Su sonrisa era pícaramente guasona. La intensa necesidad oscurecía sus ojos mientras
la miraba por debajo del borde de sus espesas pestañas.
—Siempre fuiste una muchacha cachonda, ansiosa por un revolcón.

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Una punzada de tristeza vino y se fue, un destello.


—Contigo —susurró—. Solo tú y nadie más.
—Lo sé, amor, estaba bromeando. —Su boca acarició la suya y sus labios temblaron
juntos mientras empezaba a entrar en ella. Carlotta lo sintió tantear en su abertura y abrió
más las piernas para acomodar su tamaño, la sensación era increíblemente placentera.
—Tan estrecha —dijo él entre dientes—, condenadamente apretada, húmeda y más
caliente que el mismo infierno. Dios mío ayúdame, qué bueno es.
Levantando las caderas, ella sintió la progresión de cada pulgada mientras él
lentamente la empalaba con su dura lanza, finalmente descansó por completo dentro de su
vagina, empujando su matriz, cuando empezó a retirarse, un bajo y extasiado suspiro salió
de su garganta.
—Sí.
Su apasionada respuesta lo hizo sonreír, un suave gruñido salpicó la profunda
embestida en su anhelante cuerpo. Agarrándolo firmemente por las nalgas, le dio la
bienvenida al ritmo, descubriendo una salvaje necesidad cada vez más grande y que
tomaba el control.
Era incontestable y primitiva, y completamente placentera. Era éxtasis y ardiente
excitación. Sus pechos temblaban con cada invasión, sus manos se clavaban, protestando,
en la parte baja de su espalda cuando él se deslizaba hacia atrás. Una gozosa tensión
parecía sujetarla entre sus puños, creciendo cada vez más fuerte con cada movimiento de
su erótica posesión. El uso de su cuerpo le daba tanta satisfacción física que gimió
abiertamente de placer. Y él, mientras se movía enredaba las manos en su largo pelo y le
susurraba palabras de amor y deseo al oído, su cuerpo, largo y delgado balanceándose
sobre ella y en su interior. El sútil aroma de su piel era desconocido, pero masculino y
fascinante.
Su clímax irrumpió como un glorioso amanecer, Las convulsiones sacudieron su
cuerpo mientras gritaba de placer. Sus músculos internos sujetaron su pujante verga
mientras la onda expansiva la atravesaba, llevándola a una gloriosa oleada de placer tras
otra. Momentos después él se tensó y pudo sentir las sacudidas de su eyaculación
mientras gemía. Su orgasmo fue seguido por el silencio, salvo por la agitada y húmeda
brisa que susurraba en la ventana.
Después Carlotta yació tumbada sobre su ancho pecho, Húmeda, saciada y cómoda en
los brazos del hombre que no era más que un virtual desconocido.
—Oh, sí —oyó a su amante susurrar—. Así es como lo recordaba muchacha, y justo
acabamos de empezar.

*****

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La habitación era desconocida, el perfume de las tempranas rosas del verano se


mezclaba con el primitivo e inconfundible aroma de las relaciones sexuales. Gavin
parpadeó y se despertó lentamente, encontrándose enredado entre sábanas de seda y el
cuerpo, suave y desnudo de una mujer a su lado.
Jesús…¿Qué infiernos había pasado?

La cena, pensó febrilmente, recordaba la cena. La comida había sido exquisita, y la


morena duquesa más que deliciosamente hermosa…
A su lado en la difusa luz del cercano amanecer, ella se removió y suspiró, con su
brazo rodeándole la cintura, de lado, ella dormía plácidamente contra él, los suaves labios
rosas entreabiertos. Su desnudo cuerpo brillaba marfileño a la insuficiente luz que se
colaba por las pesadas cortinas. Su lustroso pelo negro se extendía desordenado sobre la
ropa de la cama. Sus turgentes pechos se elevaban un poco con cada acompasada
respiración, los pezones eran del delicado color del coral de un claro mar azul, perfectos y
tentadores.
Estaba desnudo en su cama, se dio cuenta con consternado asombro y algo más,
recordó un oscuro y prohibido placer y una gozosa realización sexual mientras se movía
entre sus piernas una y otra vez, saciándose en su esbelto y voluptuoso cuerpo.
Infiernos, si los recuerdo eran verdad, había follado con ella la mitad de la noche.
Bueno, él precisamente, no.
Dios del cielo, no le extrañaba que estuviera tan cansado o más bien exhausto. Por lo
que recordaba, ella también le había dado la bienvenida. Sus hombros llevaban las marcas
de sus uñas. Incluso a la poco clara luz de la mañana, pudo ver las brillantes manchas de
esperma seco en sus muslos. El espeso y oscuro triangulo de vello púbico entre sus piernas
era a la vez delicado e incitante. Se empalmó cuando recordó como se sintió saqueando ese
dulce y delicioso calor, su verga se endureció y creció excitada.
Y lo último que necesitaba, se dio cuenta mientras desviaba la mirada, era una
erección en este momento en particular. Lo que había ocurrido la pasada noche no había
sido culpa suya pero si ella se despertaba con su polla en todo su esplendor, podría dudar
de su palabra.
Cuidadosamente desplazó su brazo desenrollándolo de su cintura, salió de la cama y
buscó su ropa.
Carlotta Stone rodó un poco y murmuró algo incoherente. Su bella cara estaba serena,
hasta que sus pestañas se agitaron y él solo pudo subirse los pantalones de un tirón por las
caderas antes de que ella abriera los ojos. Vio un reflejo de su propia consternación
mientras ella tomaba conciencia de su desnudez y la presencia de él en su habitación.
—Oh —murmuró, y un visible rubor invadió sus mejillas mientras se sentaba y
agarraba las sábanas para cubrir sus pechos—. Ocurrió de verdad ¿no?
Gavin se sintió más que un poco desconcertado.

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—Eso me temo —dijo abrochándose los calzones y reprimiendo una mueca a causa de
su media erección.
—Por un momento pensé que era un sueño. —Tragó audiblemente, pareciendo más
que deliciosa con su brillante y alborotado pelo como un oscuro halo alrededor de su cara.
Sus esbeltos hombros temblaron un poquito.
—¿Un sueño? Me temo que no; lo que fue exactamente, no estoy seguro. Lo único que
puedo decir es que nunca me encontré antes en esta situación en particular. —Se pasó la
mano con arrepentimiento por su despeinado pelo—. Siento como si debiera disculparme,
duquesa, pero al mismo tiempo le aseguro que no fue mi intención….bien…esto…
—No era usted. —Su declaración fue suave pero firme, aunque sus mejillas se
volvieron más escarlatas que nunca.
Al menos ella se había dado cuenta.
—No, no lo era. Bien, hasta el punto que no pude resistirme a lo que estaba pasando lo
suficiente para cambiarlo. —Ahora que la impresión inicial se había pasado un poco, el
científico que había en él estaba profundamente intrigado y mirando a la mujer que yacía
en la arrugada cama, le preguntó tranquilamente—. Dígame, ¿cómo fue para usted?
Levantando la vista, le echó una mirada escandalizada con esos ojos negros y grandes
y los labios apretados.
—¿Perdón? Simplemente porque lo exonere de su responsabilidad, señor St. John, no
piense que le otorgo la generosidad de preguntarme tan escandalosas cuestiones.
Dándose cuenta de cómo había interpretado su pregunta, no pudo evitarlo, y se le
escapó una risa ahogada.
—No quise decir el acto sexual en sí —le explicó—, porque si su experiencia fue
similar a la mía, significa que estaba plenamente consciente, y simplemente no era capaz
de controlar su cuerpo. Eso es lo que deseo saber.
Quizás por el recuerdo de la manera en que ella había alcanzado desenfrenadamente
un orgasmo tras otro bajo él, Carlotta apartó la mirada, sin buscar sus ojos, su cuello se
tensó y tragó saliva.
—Sí, así es exactamente cómo fue.
—Fascinante. —Caminando por la habitación, sintió crecer una auténtica excitación—.
La posesión usualmente significa una situación de lo más sombría, demonios, espíritus
malignos, vampiros, hombres lobo…las leyendas siguen y siguen. Pero dos amantes que
se reencuentran a través de dos sujetos, femenino y masculino, apropiándose de sus
cuerpos, es algo que nunca antes me habían llamado a investigar.
—¿O a participar? —dijo ella con un tono seco en la pregunta.
—No —admitió y miró a la cama. Tan diplomáticamente como era posible, añadió—.
No puedo negar que la encuentro muy bella, duquesa, así que, después de todo, quizás
algo de lo que sucedió fue culpa mía. Mi presencia en esta casa puede haber sido el
catalizador de lo que acaeció aquí la noche pasada.

Traducción y edición: Maite Página 22


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Había algo muy vulnerable en la curva de sus labios mientras él estudiaba su perfil.
Después de un momento ella dijo.
—Puede que fuera culpa de los dos, si esto es lo que nuestros fantasmales homólogos
estaban buscando. De todos modos esta casi amaneciendo y yo normalmente me levanto
temprano, señor St. John. Mi doncella puede llegar en cualquier momento y si es así, voy a
tener dificultades para explicar mi camisón roto y el estado de las sábanas. Por favor, si
pudiera regresar discretamente a su habitación, le quedaría muy agradecida.
Difícilmente podía rehusar una petición hecha con tanta dignidad. Hizo una
reverencia, buscó su camisa, se la puso y abandonó la habitación de la duquesa con las
botas en la mano. Cuando entró en su dormitorio sintió la suave y cálida ráfaga de brisa
rozarle y después extinguirse pacíficamente.

Traducción y edición: Maite Página 23


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Capítulo 4

Estaba realmente un poco dolorida entre las piernas, la sensación era el constante
recordatorio de los escandalosos sucesos de la noche pasada. Arrugando los labios con
fuerza, Carlotta se inclinó sobre la pulida superficie del escritorio de su difunto marido,
frunció el ceño e intentó concentrarse en la correspondencia que tenía delante. Después de
unos cuantos minutos se rindió, recostándose en la gran silla con un suspiro de
resignación.
Simplemente no podía dejar de pensar en ello.
Calor. Apasionados y fuertes brazos, la insistente e incontenible emoción mientras se
movía a un ritmo ardiente y exquisito. Recordó como elevó sus caderas, con las piernas
rodeándole la delgada cintura, aceptando ansiosamente todo lo que él le daba -cada largo,
tentador, y duro centímetro de su verga. Y una de dos o St. Jonh estaba particularmente
bien dotado o Henry había tenido una pequeña carencia por debajo de la cintura, porque
desde luego no recordaba haberse sentido nunca tan gloriosamente colmada.
Sus manos volaron a sus caldeadas mejillas, como si pudiera sofocar el fuego de la
vergüenza con el frío de sus palmas. Desafortunadamente, en lo que había sucedido en su
dormitorio la pasada noche -no importaba como de surrealista y perturbador fuera-, de
buen grado o no, ella había participado. Y por supuesto, lo mismo pasaba con St. John, y
sin duda él recordaba los gritos ahogados por su intenso placer. Ella desde luego sabía
muy bien que él había encontrado satisfacción sexual -al menos su cuerpo-,
estremeciéndose durante el orgasmo profundamente en el interior de su cuerpo, liberando
su semilla una y otra vez.
St. Jonh o más apropiadamente el misterioso Malcolm, realmente cumplió su promesa
de una larga y dura cabalgada. Puede que fuera su, en general, ignorancia sexual, pero no
tenía ni idea de que un hombre pudiera ponerse duro tan pronto después del clímax o que
hombres y mujeres hicieran el acto sexual más de una vez por noche. Lo dolía ligeramente
la cabeza por falta de sueño.
Pero merecía la pena.
La verdad era que nunca se imaginó que fuera posible experimentar tanto placer
sexual y eso, más que la inquietante conquista de su ser por alguna otra entidad, la tenía
en un estado de completo desasosiego. Carlotta había estado contenta antes de que el
apuesto Señor St. Jonh llegara a su puerta. Sin embargo ahora no estaba segura de si
permanecería aquí después de que él se fuera, aunque de alguna forma se las arreglaba
para desterrar la horrible presencia del jardín. El sexo con su fallecido marido había sido
un deber, algo que él le demandaba, pero nada parecido a intercambiar amor o ni siquiera
deseo por su parte. Nunca había experimentado mucho placer en el acto.
Desafortunadamente ahora sabía lo que se había perdido.
—Maldición —refunfuñó con un juramento impropio de una dama.

Traducción y edición: Maite Página 24


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Algo, un leve suspiro que sonó como una risita, la hizo levantar la cabeza. Carlotta
echó un vistazo alrededor de la habitación, sabiendo que estaría vacía pero incapaz de
evitarlo y titubeante dijo.
—¿Brenna?
No hubo respuesta, pero de repente sintió que se acentuaba la presencia que parecía
estar siempre a su lado, un instante después un tremendo grito resonó en algún lugar
cercano, haciéndola saltar. Corrió hacia la puerta del estudio y la abrió de un tirón, viendo
alarmada que una de las doncellas estaba en el pasillo, encogida sobre la pared, con la cara
tan blanca como los huesos blanqueados por el sol.
—E-era inmenso —susurró la chica levantando una temblorosa mano—, me asustó,
Excelencia.
Sonaron pasos cuando parte del personal llegó corriendo, mirando hacia el largo
pasillo, Carlotta no vio nada, solo un espacio envuelto en un pacífico vacío.
—¿Qué era inmenso? —preguntó pacientemente, porque Gina era una de los
sirvientes que llevaba más tiempo en su puesto y desde luego no era una novata en lo que
se refería a la casa y su idiosincrasia.
Sus grandes ojos oscuros reflejaban miedo.
—Él, de dos metros de alto y pelirrojo.
Llegó Reeves, el mayordomo, jadeante y con la cara roja.
—¿Qué ha pasado? ¿Duquesa, está usted bien?
—Estoy bien —dijo Carlotta lentamente—. De todos modos parece que Gina se ha
llevado un susto. —Se volvió hacia la chica—. ¿Viste un hombre?
—De pie, por fuera de la puerta de su estudio, Excelencia. —la chica habló con
alarmante convicción, todavía temblando toda entera—. Estaba vestido de forma rara, con
una falda y tenía los brazos del tamaño de un carnero, y su barba era tan roja como su pelo
—añadió atragantándose—. Pensé que era real, quizás uno de los ayudantes del caballero
de los fantasmas y lo saludé con la cabeza al pasar. Desapareció en un soplo, justo así.
Con más compostura de la que sentía, Carlotta sonrió.
—Bien, supongo que este es nuevo, pero el señor St. Jonh dice que su presencia a
menudo despierta actividades insólitas, un gigante pelirrojo puede ser perturbador, así
que deberías ir a tu habitación y recostarte un poco. —Se volvió hacia Reeves—. Un vaso
de buen vino la ayudaría a relajarse, ¿no cree?
El mayordomo, corpulento y sin aliento después de la carrera, asintió aprobador.
—Sí, Excelencia, estoy seguro que eso sería lo mejor.
Antes de que se llevara a la impresionada chica, Carlotta preguntó casi a
regañadientes.
—¿Dónde está el señor St. Jonh? Supongo que debería contarle esto.

Traducción y edición: Maite Página 25


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—El ayudante que estaba esperando llegó hace un rato. Creo que están en la
biblioteca.
—Gracias.
Con tanta dignidad como era posible, se encaminó hacia el vestíbulo principal en el
otro extremo de la casa, un poco reacia a enfrentarse al hombre con el que se había
despertado en su cama esta mañana.
Lo cual era lógico ya que eran prácticamente desconocidos ¿Quién no estaría
disgustado de ser usado por alguna especie de entidades místicas para un descarado
reencuentro carnal?
El problema era que Gavin era realmente un hombre muy guapo, le vino a la cabeza el
díscolo recuerdo de cómo era sentirse entre sus brazos. Bien musculado, apuesto. Y desde
luego muy diferente de su fallecido marido. Su apariencia de adonis era deslumbrante y
fascinante y había admitido que también se sentía atraído por ella, así que quizás habían
sido elegidos como marionetas en una especie de extraño espectáculo del poder del
espíritu humano desde el más allá.
Amor.
Se estremeció mientras cruzaba el enorme y abovedado espacio que una vez había
sido el salón común del antiguo castillo. Más evocadora que la sensación física de hacer el
amor con tan salvaje abandono había sido la conexión emocional, tan vívida e
increíblemente conmovedora. En los brazos del hombre que la había sostenido la víspera,
se había sentido amada en el más profundo sentido de la palabra —no solo físicamente —y
había sido una increíble experiencia sexual. Sí, su cuerpo había sido complacido, pero
también había sentido algo más.
La puerta de la biblioteca estaba un poco entreabierta y pudo oír voces, una
reconocible como la modulada voz de St. Jonh y la otra más profunda, casi áspera.
Después de dudar un momento en el umbral, empujó la puerta y entró con una serena
sonrisa en la cara.
—Buenas tardes caballeros, siento molestarles, pero quizás no hayan oído el grito
histérico desde este lado de la casa.
Levantando la mirada de un montón de documentos y libros andrajosos, los cuales
estaban diseminados sobre cada espacio horizontal al alcance, St. Jonh la miró intrigado.
—¿Qué ha ocurrido?
Las cortinas estaban abiertas y el reflejo del último sol de la tarde llegaba a través de
las nubes iluminando la penumbra del lugar. Los dos hombres estaban sentados en el
suelo, haciendo caso omiso de su elegante ropa, se habían quitado las chaquetas y
buceaban entre los polvorientos volúmenes. Esa informalidad le recordó la noche anterior.
Cuando se había visto como una invitada sin quererlo- y no pudo evitarlo, sintió como el
calor invadía sus mejillas. Observó la impresionante anchura de sus hombros con la
camisa blanca e intentó ignorar un pequeño e indeseado aleteo de excitación en la boca del
estomago. Con lo que esperaba fuera un tono de naturalidad, levantó una ceja y dijo.

Traducción y edición: Maite Página 26


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—Parece que tenemos un nuevo visitante, este es pelirrojo y varón, aunque la doncella
que lo vio dijo que llevaba falda.
—Un kilt —dijo el ayudante de St. Jonh—. Eso casa perfectamente con lo que me han
dicho. —Se levantó con las rodillas algo polvorientas e hizo una reverencia—. Soy Samuel
Perkins. Gracias por recibirme, Excelencia. Bloodstone parece fascinante. Gavin ha estado
muriéndose de ganas durante años por ponerle las manos encima.
Era la total antítesis de su colega en todos los sentidos, el señor Perkins era mucho
mayor, bajo y fornido, con un hirsuto bigote negro y profundos ojos verdes. Carlotta
inclinó la cabeza.
—Es un placer tenerlo aquí. Especialmente si puede hacer algo por esta casa. Para ser
completamente sincera, me siento cada vez más superada, caballero.
Habiéndose levantado educadamente St. Jonh frunció el ceño ligeramente.
—¿Dónde tuvo lugar exactamente la aparición, duquesa?
—Por fuera de la puerta del estudio de mi difunto marido, me estaba ocupando de
algunas cartas.
—Ah.
Ella no pudo evitarlo y soltó una pequeña risa.
—Perdóneme, ¿pero qué significa eso?
Los dos hombres intercambiaron una mirada.
—Es un poco temprano para decirlo, pero creo que ya que ella -la joven que la ronda a
usted en particular- la sigue, y él, a su vez, la sigue a ella. Gavin dice que también habla
con acento escocés y eso tiene tanto sentido como estas cosas son capaces de tenerlo —
añadió Perkins
¿Le había contado a su amigo lo que había ocurrido la noche anterior? Enviándole a
Gavin una mirada encubierta de acusación, Carlotta combatió una ola de puro bochorno.
St. John buscó su mirada tranquilamente.
—Samuel es un historiador, muy versado en investigar leyendas y folklore. Le conté
que la entidad con la que me he tropezado esta ligada al espíritu que la sigue tan de cerca,
Excelencia. Es una certeza, ya que nosotros dos realmente hemos tenido una conversación
en la cual él habló a través de mí.
Agradecida de que fuera lo bastante caballeroso para mantener oculto el alcance real
de su experiencia, Carlotta tragó.
—Sí, fue de lo más perturbador. El señor St. John no sonaba en lo más mínimo como
él mismo. Fue enormemente alarmante.
Buen dios, eso era el eufemismo del año, el cómo se sintió cuando él irrumpió en su
dormitorio y se la llevó directamente a la cama.

Traducción y edición: Maite Página 27


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Los hermanos del club de la absenta -02-
El caso Bloodstone

—Fascinante —murmuró Perkins—. Y a decir verdad, Yorkshire está bastante cerca de


Escocia, por lo que es factible que exista una conexión y esté atado a este lugar. Bastante a
menudo salteadores escoceses cruzaban la frontera para asaltar los castillos ingleses y
robar en las granjas. Antaño era una especie de deporte para los jóvenes…creo que todavía
lo es en algunos lugares.
—El por qué permanece en la casa es el misterio que necesitamos resolver —comentó
St. John, volviendo la mirada a los montones de libros y papeles— ¿Y quién es Brenna?
Todavía no la he encontrado en la lista de los antepasados de los Stone.
—Nunca he oído hablar de ella —respondió Carlotta—, pero debería preguntarle a la
tía Lillian.
—Ya lo he hecho. No puede recordar ninguna referencia de ella en su memoria, pero
de todos modos, la dama murió hace muchos años.
Era verdad. Malcolm había dicho algo de haber esperado doscientos años para hacer
el amor con ella otra vez.
—¿Piensa que están ligados a la…cosa del jardín? —preguntó Carlotta con la voz
apagada.
El levantó una ceja.
—Bien, ella está ligada a usted, y la aparición del jardín apareció después de su
llegada. Me aventuraría a suponer que podría haber un nexo, pero hasta que sepamos lo
que le ocurrió a ella y quién es Malcolm, será difícil formular una hipótesis con cierta base.
Carlotta asintió.
—¿No está preocupado, señor St. John de que…bien, la experiencia de la otra noche
pueda repetirse?
Su corazón se agitó de improviso en su pecho cuando su mirada se fundió con la suya
durante un instante. Entonces su cara se volvió inexpresiva y murmuró.
—¿Preocupado de que nuestro misterioso Malcolm quiera comunicarse con usted a
través de mí, milady? No, después de todo fue algo poco común, pero no una experiencia
desagradable.

******

Levantando el grueso libro en las manos, Gavin hojeó las páginas.


—En éste —señaló Gavin recorriendo con la vista la lista de nuevo—, ni siquiera un
nombre se le acerca.
—Puede haberse casado con alguien de la familia —sugirió Samuel, tirándose de la
barba meditabundo, con la cara ensombrecida por la débil luz—, quizás debiéramos
inspeccionar la cripta.

Traducción y edición: Maite Página 28


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El caso Bloodstone

—En esta casa eso podría resultar interesante —dijo Gavin con sardónica convicción—
, después del tiempo que hace que existe esta construcción, imagino que la cripta será un
sitio encantador. Al menos parte de la casa procede de la época normanda y quizás sea
anterior a esta.
—Ha visto pasar mucha vida, y con ello, mucha muerte. Nunca he puesto el pie entre
unos muros con tantos sentimientos bullendo en su interior. Y emoción no es lo unico que
hay aquí en Bloodstone —dijo su amigo con una risita y un guiño—. La duquesa es una
mujer encantadora, lo cual creo que debes haber notado.
—Es posible.
Perkins se rió otra vez.
—Es posible ¡Ja!
—No le he contado lo de tus habilidades especiales.
—Sí, la omisión ha sido obvia. Su mente estaba completamente abierta. Cuando la
gente sabe que puedo sentir lo que están pensando, tienden a luchar para mantenerme
fuera.
Rompiendo su propia regla, miró al hombre que conocía de toda la vida y le hizo la
pregunta prohibida.
—¿Y Carlotta Stone? ¿Qué pasaba por su mente hace un momento?
Las espesas cejas de Samuel se alzaron un poco.
—Lo mismo que por la tuya, en alguien que llegó justo ayer. Por cierto, reaccionas con
intensidad ante ella y ella ante ti.
Frotándose nervioso las manos, Gavin meneó la cabeza.
—Reaccionamos, sí. ¿Pero es el uno al otro, o solo es parte de lo que está ocurriendo
aquí?
—Si no reaccionas ante una mujer como esa —observó Samuel—, me preguntaría si
eres tú el que está muerto. Nunca he visto una piel tan inmaculada o un pelo negro tan
esplendido. Y no enumeraré sus numerosos encantos porque soy un caballero, pero desde
luego los he notado.
Él no lo necesitaba, porque los recordaba muy bien. Pechos turgentes y cremosos que
llenaban sus manos con su delicioso peso. Suaves pezones como cerezas maduras en su
boca. Cálidos y tersos muslos que se apartaban dulcemente invitadores, largas piernas que
se cerraban alrededor de su cintura mientras se hundía en su estrecho y húmedo calor, y
una boca deseosa que se amoldaba a la suya con ardor y abandono mientras se besaban y
hacían el amor…
Samuel lo miró.
—Por dios, Gavin… ¿Ya sois amantes?
Alcanzando su chaqueta, Gavin murmuró.

Traducción y edición: Maite Página 29


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El caso Bloodstone

—Algunas veces es tremendamente incómodo tenerte cerca, Sam.


El hombre mayor se rió con los ojos brillantes.
—Esto ha sido rápido, me quito el sombrero ante ti, metafóricamente hablando, ya
que ahora mismo no llevo ninguno.
—Aun no somos amantes, no en el sentido normal de la palabra.
Gavin sabía que la duquesa estaba avergonzada de lo que había sucedido, más que
nada debido sin duda al disoluto placer del acto en que se habían visto envueltos más de
una vez. Y no es que esa hubiera sido su reacción real, sino la de la mujer que controlaba
su cuerpo. Era fácil saber cómo se sentía porque él estaba en la misma situación.
Naturalmente él había disfrutado el acto en sí, ya que había experimentado los orgasmos
de Malcolm. ¿Qué hombre no disfrutaría estando en la cama con una hermosa y
apasionada mujer que le daba la bienvenida? Pero no era satisfactorio del todo saber que
habían sido usados como meros vehículos físicos.
—Creo que quienquiera que sean Malcolm y Brenna, están esperando la oportunidad
de estar juntos otra vez y como el caballero que soy, no debería contártelo, pero, como
siempre, esconderte algo es imposible. La pasada noche, como ya habrás imaginado, los
amantes encontraron la oportunidad que habían estado esperando.
—Esto es tremendamente complicado. —Samuel dejó vagar la vista por la habitación.
Pared tras pared de libros que dominaban el espacio, legiones de palabras y páginas. Los
rojos rayos del sol poniente iluminaban las altas ventanas—. Y se hará de noche
enseguida.
—Sí —Gavin empezó a amontonar los libros para examinarlos al día siguiente.
—Esto es de verdad completamente fascinante. ¿Esperas que pase otra vez?
—¿Cómo puedo saberlo? En todos los años que he pasado estudiando el mundo
sobrenatural y en contacto con fantasmas, nunca he estado realmente poseído por uno.
Con una risa entre dientes Samuel masculló.
—Eso no me suena nada mal, de hecho suena delicioso.
Gavin le obsequió con una mirada de soslayo de renuente diversión.
—Venga ya —su viejo amigo le dijo con una sonrisa burlona—. Estabas pensando
justo lo mismo.

Traducción y edición: Maite Página 30


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Capítulo 5

Estaba furioso, vagando por el oculto sendero arriba y abajo, como un animal inquieto
y enjaulado. ¿Pensaban que cerrar puertas y ventanas era suficiente? No había vuelto del
infierno para fracasar. Tenían miedo y así debía ser, era algo bueno, pero no lo bastante.
La agonía no era un recuerdo si no un pozo interno de odio inagotable, negro y
pútrido.
Ahogándose en él, todo lo que tenía que hacer era esperar el momento oportuno.

Descorrió el pestillo, abriendo la cerradura que tan cuidadosamente había cerrado


antes de desvestirse y prepararse para irse a dormir. El chasquido sonó alto en la
envolvente oscuridad, con los pies desnudos cruzó el espacio, silenciosa como una voluta
de humo suspendida en el aire.
La habitación al otro lado del hall estaba vacía, pero no oscura, ya que alguien había
dejado una lámpara con una pequeña llama encendida. La luz mostraba los civilizados
confines de las alfombras y los muebles, la cama de cuatro postes con las colgaduras de
terciopelo azul y la alfombra estampada que tenía a los pies. Encaminándose hacia la
cama, se subió y se recostó sobre las almohadas, lánguida y expectante, con un sordo
latido de anticipación empezando a palpitar entre sus piernas.
Era tarde. Seguramente ya no tardaría mucho.

*****

Gavin abrió la puerta de su dormitorio y se detuvo, quedándose quieto en el umbral


cuando vio la esbelta silueta a la tenue luz. Su brillante cabello negro como el ébano se
derramaba sobre las almohadas de lino y sus largas y oscuras pestañas de alzaron un
poco. La mujer lo contempló con una sonrisa que casi podía ser descrita como
insinuantemente sensual.
No se parecía nada a la normalmente fría y reservada sonrisa de la duquesa.
En un abrir y cerrar de ojos comprendió que Carlotta podría estar en su cama,
mirándolo con una abierta invitación en los ojos, pero que lo más seguro era que no había
sido idea suya.
—¿Brenna?
—Sí. —la respuesta sonó entrecortada, con una voz desconocida.

Traducción y edición: Maite Página 31


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Infiernos, pensó Gavin mientras cerraba rápidamente la puerta, esta es una preciosa
oportunidad, si solo pudiera tener un segundo antes de que Malcolm interfiera.
—¿Quién eres? —preguntó con urgencia—. Por favor deseo ayudarte. Dime tu
nombre completo y de dónde eres.
Su risa fue ligera y musical, pero con el mismo tono de desesperación subyacente que
había sentido la noche anterior.
—Lady Brenna Adsit —susurró—, y nadie puede ayudarme. Solo lord Malcolm.
Ante su fascinada mirada, ella se desato el lazo de su fino camisón de seda y dejó que
se abriera por completo. El maravilloso cuerpo que recordaba de la noche pasada quedó
expuesto, todo suavidad, curvas plenas e intrigantes depresiones. En ese mismo momento
sintió como la marea de la posesión de su amante se apoderaba de él, Gavin,
conscientemente no luchó contra ella — o quizá simplemente no quería luchar. Cualquiera
que fuera el caso, no fue ni de lejos tan angustiante como la otra vez y en un minuto se
quito la ropa al lado de la cama, regalándole a la mujer acostada en la cama una sonrisa
amplia y traviesa. Se oyó decir a sí mismo con el característico acento de Malcolm.
—He acudido a ti, mi amor.
Ella se movió levantando los brazos y mientras él se deslizaba a su lado le envolvió el
cuello con ellos. Su erección creció, rígida sobre su estomago, ella le ofreció su boca y se
fundió ansiosamente entre sus brazos, apretando sus desnudos pechos sobre su torso, su
muslo se alzó frotando el suyo con una urgencia casi felina, grácil pero persuasiva.
—Cabálgame con tranquilidad —murmuró roncamente en su oído, pasándole
levemente la lengua por la mandíbula mientras la abrazaba—. Por ahí estoy algo dolorida
de la ultima noche, milord.
Le acarició el cuello con la nariz.
—Puedo arreglarlo, muchacha, no temas.
Dejando vagar su boca hacia abajo, besó los mullidos montículos de sus pechos,
sopesándolos con las manos, acariciando la tersa y flexible carne. Ella reaccionó
arqueándose bajo él, impulsándolos hacia arriba y él, encantado, le succionó los pezones,
provocándole un pequeño gemido de placer.
Y esto no es más que el principio, pensó con una oscura y sensual sonrisa.
Siguiendo más abajo, trazó una línea con la lengua hasta su ombligo, rodeándolo
suavemente. Plantando pequeños besos mientras se movía hacia abajo y siendo
recompensado con un grito ahogado cuando llegó a los rizos que guardaban su sexo, su
boca hurgó más hondo, encontrado satinada y húmeda carne entre los pliegues de sus
labios. Su lengua los separó, los penetró y los saboreó.
La mujer que saboreaba tan lujuriosamente se estremeció, sus muslos se separaron
dándole pleno acceso a su sexo. Asentándose entre sus piernas empezó a complacerla,
lamiendo y degustando, saboreando la dulzura de su excitación. Temblando ella le enredó

Traducción y edición: Maite Página 32


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los dedos en el pelo y él sonrió cuando oyó los sensuales ruiditos que surgían de lo más
profundo de su garganta.
Tenía el cuerpo duro, tenso. Muriéndose por poseerla. Concentrándose en cada
suspiro, cada estremecimiento, saboreó su cada vez más cercano orgasmo, sus fluidos
manaron buscando su boca, su cuerpo vibró con cada largo barrido de su lengua.
Succionando el pequeño botón de su clítoris, suavemente lo lamió y jugó con él
sintiéndolo engrosarse mientras se precipitaba hacia el orgasmo. Agarrándola con fuerza
de las caderas la mantuvo bien sujeta mientras ella llegaba a la cúspide, retorciéndose y
jadeando su nombre. El eco de su grito resonó en los oscuros recovecos de la cámara
cuando ella alcanzó el clímax desenfrenadamente, su espalda se arqueó, y sus separados
muslos temblaron.
Cuando se quedó en calma y relajada, se alzó y se deslizó hacia arriba otra vez, tan
ansioso de estar en su interior que sintió que se quedaba sin aliento. Cuando se posicionó
en su pequeña y delicada abertura y empezó a penetrarla, se tranquilizó al oír un quedo
gemido, sus pequeñas manos se clavaron en sus hombros.
—¿Te hago daño? —le preguntó entre dientes, con la abrasante necesidad
quemándole cada nervio del cuerpo.
—No. Milord, lo único que siento es placer.
La suave admisión le dio permiso a su cuerpo para moverse y lo hizo, empujándose
profundamente, sintiendo el agarre de sus músculos internos mientras se tensaba
alrededor de su palpitante polla.
—Brenna —dijo con la voz ahogada—, mi amor, mi amor…
Bombeando dentro y fuera con largos y seguros golpes, la tomó tan gentilmente como
pudo, con el fuego rugiendo en su sangre como una galopante llama bajo un fuerte viento.
Una y otra vez se sumergió en la suave y tentadora abertura de su entrepierna, sintiendo
como sus testículos se apretaban preparándose para su liberación. Felizmente la sintió
llegar primero, su sobrexcitado cuerpo de no pudo evitar sujetarlo firmemente mientras se
agarraba a sus hombros y se estremecía.
Un momento después eyaculó con fuerza y profundamente contra su matriz, el éxtasis
fue tan profundo, tan real y maravilloso que sintió agarrotarse sus músculos y su verga
agitarse mientras la llenaba con un torrente de caliente esperma. Manteniéndose allí,
esperó hasta que empezó a ablandarse y después, con cuidado, salió de su cuerpo, la
envolvió en sus brazos, la besó con ternura y yacieron juntos, boca arriba, acurrucados
íntimamente.
Como solían hacer…hacía tantos años.
Este tiempo era precioso, tal y como lo había sido el otro y muy fácil de serles
arrebatado. Le acaricio los pechos, la grácil curva de la columna, la sedosa oscuridad de su
melena negra como la noche, buscó la cálida suavidad de su entrepierna con sus
inquisitivos dedos. Resbaladiza con su semen, estaba suave como el terciopelo y
preparada, y cuando introdujo un dedo en su interior, ella suspiró contra su cuello.

Traducción y edición: Maite Página 33


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—Esto te gusta, cariño. —No era una pregunta, porque no había confusión en el
repentino descenso de sus pestañas o la leve elevación de sus caderas contra la
penetración. La acarició, preparándola otra vez para poseerla, y cuando ella empezó a
respirar de manera irregular y empujó su pelvis hacia arriba, la volvió sobre el estomago y
la alzó sobre las manos y las rodillas, posicionándose detrás de ella. Su erección estaba
totalmente preparada de nuevo, como si no acabara de saciarse y guió la henchida y
palpitante punta a su vagina.
Se movió sobre ella desde atrás, la sensación era diferente de cuando ella yacía bajo él,
de espaldas y con las piernas abiertas. A ella también le gustó, porque al momento se
estremeció y presionó la cara sobre las almohadas para amortiguar sus gritos de placer.
Y después cuando la luz se apagó por completo, la tomó una vez más, esta vez
dulcemente, a diferencia del uso que antes había hecho de su cuerpo. Más tarde, cuando
yacían en la oscuridad pudo sentir las lagrimas que se deslizaban por sus mejillas, las
suyas se mezclaron con las de ella, y sus besos fueron suaves y dulces, salados con la
evidencia humana de su eterna desesperación.

*****

Los pájaros cantaban, un gorjeo ligero y distante. Abriendo los ojos. Carlotta parpadeó
un par de veces y empezó a ver con claridad la desconocida habitación. Ella y St. John
juntos en la cama otra vez, notó con consternación, aunque esta vez ella se había
despertado primero.
La noche pasada había sido incluso un poco más alucinante que la anterior, y se
ruborizó, aunque su amante por poderes no pudiera verlo.
Todavía estaba dormido, grande y desnudo, a su lado. Con las mantas apartadas y su
delgado cuerpo relajado, respiraba regularmente. Casi en contra de su deseo su mirada se
perdió en la línea clásica de sus nítidas facciones, la sensible curva de su boca, la amplitud
de su musculoso pecho y su estomago plano, y bajó hasta esa parte de él que había sentido
tantas veces durante la noche. Relajada en el nido de rizos entre sus muslos, todavía
parecía muy grande y recordaba muy bien su largo e impresionante tamaño cuando estaba
erecta. Sus testículos eran como bolas redondas metidas en sacos flexibles, y tuvo que
resistir el escandaloso impulso de extender la mano y acunarlos en sus manos, solo para
comprobar como se sentirían. Para ser una mujer casada era una ignorante en lo que se
refería al cuerpo másculino y se permitió estudiar libremente al hombre desnudo que
estaba a su lado, asimilando las diferencias físicas entre ellos con casi pensativa
contemplación.
Henry había acudido a ella en la oscuridad, sobre todo ante su insistencia y ella
siempre había llevado puesto su camisón, y él, sin variación, sencillamente le había
levantado el bajo le había separado las piernas y se había complacido a sí mismo. Y puesto
que no había sido el más romántico de los hombres, en realidad no había esperado suaves
besos y palabras tiernas, pero no obstante, había sido decepcionante. Siempre había sido

Traducción y edición: Maite Página 34


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muy rápido y no había sido precisamente una experiencia conmovedora -y ahora se daba
cuenta- su viejo marido no había sido para nada un amante generoso y el placer de ella no
había sido su objetivo.
Traicioneramente una parte de su ser no pudo evitar preguntarse como sería hacer el
amor con el guapo St. John cuando solo fueran ellos dos. Ese era un extraño deseo, se
recordó a sí misma con una chispa ligeramente histérica de diversión en su fuero interno,
teniendo en cuenta las intimidades de la noche anterior. La situación desde luego elevaba
el concepto de embarazoso a un nuevo nivel y se pregunto cómo demonios podía retirarse
con dignidad sin despertarlo.
Cuando levantó su díscola mirada, comprendió que el asunto estaba resuelto, porque
él tenía los ojos abiertos y la contemplaba fijamente.
Carlotta como era de esperar, se ruborizó otra vez, ya que la había pillado mirándole
descaradamente la verga y se sintió ridícula cuando todo lo que pudo decir fue.
—Buenos días.
Había un indicio de algo indescifrable en lo más profundo de sus ojos azules.
—Buenos días, duquesa.
—Ocurrió otra vez —puntualizó ella innecesariamente, mirando hacia abajo para
asegurarse de que tenía la sabana apropiadamente envuelta alrededor del cuerpo. Aunque
la modestia no era algo precisamente apropiado cuando un hombre había tenido
recientemente la boca entre sus piernas, pensó con cinismo y eso sin mencionar las manos
sobre sus pechos y su duro pene en su interior…
—Sí, desde luego que sí.
Para su consternación, St. John no se molestó en cubrirse, simplemente alzó el cuerpo
hasta apoyarlo en las almohadas y quedar medio sentado. Se frotó el ligero rastro de barba
y después se paso los dedos por el alborotado pelo rubio. La luz de la mañana embellecía
las nítidas líneas de su cara y parecía más atractivo que nunca a medio despertar y con los
ojos somnolientos.
—Asumo que Brenna le hizo una visita cuando se preparaba para acostarse.
—Ya estaba en la cama —le contó Carlotta, deseando que se mostrara un poco más
cohibido ante su propia desnudez—. Y había cerrado la puerta para asegurarme de que
usted -Malcolm en realidad, supongo- no pudiera entrar sin más. Y en vez de eso me
encontré levantándome, descorriendo el cerrojo y acudiendo aquí.
—Me quedé en la biblioteca hojeando más documentos. —La comisura de su boca se
alzó en la sombra de una sonrisa—. Aparentemente la dama se impacientó.
Carlotta se retiró un mechón de pelo que le cosquilleaba en la mejilla.
—¿Qué vamos a hacer, señor St. John? Usted es el experto en estos asuntos. Yo estoy
completamente perpleja ante esta…situación.
—Lo primero de todo, tal vez podría empezar por llamarme Gavin.

Traducción y edición: Maite Página 35


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Ella arqueó las cejas.


—Eso no se parece mucho a una solución, sin embargo no veo problema en que ambos
usemos nuestros nombres de pila si lo desea, especialmente ya que estamos… —de
repente no supo cómo seguir, preguntándose como terminar la frase.
—Juntos y desnudos en la cama —dijo él, sin mostrar un asomo de vergüenza—.
Desnudos en la cama después de lo que yo llamaría una noche de excesos sexuales. Sin
duda esos dos habían echado sinceramente de menos los placeres terrenales.
—Y el uno al otro. —Carlotta sintió un pequeño escalofrió al recordar las lágrimas de
Brenna y la incontenible emoción que había tras ellas— ¿Qué ocurriría para mantenerlos
anclados aquí? Todos los amantes tarde o temprano se pierden el uno al otro. Es
inevitable. Todos morimos. ¿Por qué ellos permanecen aquí, esperando la oportunidad de
estar juntos?
—Su separación fue injusta. Fueron arrancados el uno del otro. Puedo sentir la
frustración de Malcolm y la rabia por lo que pasó. La perdió, sí, pero no fue de forma
natural. Dígame, ¿cómo se siente Brenna? ¿Cuáles son sus emociones?
Carlotta contempló al hombre sentado a su lado pensativamente, olvidando por un
momento su escandalosa situación.
—Ella esta más asustada que enfadada. Su llanto estaba teñido de terror y dolor casi
tanto como por la pérdida misma. Fue un poco alarmante, mientras que el resto no lo ha
sido.
—No —agregó Gavin en tono neutro—. El resto no ha sido alarmante de ninguna
manera, más bien lo contrario, diría yo.
La referencia al prolongado y pecaminoso placer de unir sus cuerpos, de buena gana o
no, hizo que Carlotta apartada la mirada, y entonces sin poder evitarlo y teniendo la
sensación de que él sabía muy bien la respuesta, volvió a mirarlo. La pregunta fue directa.
—¿Son así siempre las relaciones sexuales, quiero decir normalmente?
La rubia ceja se alzó un poquito y aunque su mirada fue un poco especulativa, él,
gracias a dios, no hizo referencia a su matrimonio…
—El mecanismo es prácticamente el mismo, por supuesto, pero los resultados
difieren. Un hombre tiene que esforzarse en darle placer a su pareja, ya que el cuerpo
femenino se excita con menos facilidad que el del hombre. Las sensaciones tienen que
elevarse a un mayor nivel de placer cuando dos personas son amantes, no simplemente
parejas sexuales. —Entornó las pestañas y se aclaró la garganta—. No carezco de
experiencia en la cama, pero nunca he estado enamorado. Tenga la seguridad, por lo tanto,
de que lo que sucede entre Malcolm y Brenna a través de nosotros es, de alguna manera,
una revelación para mí también.
Eso la hizo sentir un poco menos ingenua, pero la pregunta seguía en pie ¿Cómo iba a
solucionar el problema? Y dijo en tono apagado.
—Simpatizo con ellos, pero no podemos dejar que esto continúe.

Traducción y edición: Maite Página 36


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—Al menos ahora tenemos su nombre completo —puntualizó Gavin—. Y eso será sin
duda de ayuda mientras intentamos unir las piezas de su tragedia. Se lo encargaré a
Samuel esta misma mañana, es un experto sin igual en búsquedas históricas, también
tenemos planeado visitar la cripta, para ver si podemos encontrar su tumba.
—¿La cripta? —Carlotta se estremeció delicadamente—. Nunca he estado allí, pero
está bajo la casa, en las antiguas bodegas. No puedo imaginar que eso sea una experiencia
placentera. — A todas luces a ella no le gustaba la idea de pensar en Brenna encerrada en
ese recóndito y mohoso lugar, aunque solo fueran sus restos mortales.
—Ni yo tampoco —Gavin sonrió con pesar—. Para ser franco, lo sobrenatural no me
molesta, pero por otra parte, los sitios oscuros y húmedos plagados de arañas y una
variedad de otras criaturas provocan en mí una decidida perdida de entusiasmo.
—¿Usted? ¿Asustado? —lo miró, comtempló la impresionante anchura de sus
hombros y su tranquilo porte. Era demásiado atractivo, caviló con traidora excitación,
demasiado cercano. A pesar del hecho de que habían hecho el amor durante horas y horas
hasta un poco antes, luchó con el inexplicable impulso de volver a sus brazos y fundirse en
el abrazo de su cuerpo.
Temía que ese deseo no tuviera nada que ver con lujuriosos espíritus, sino que fuera
por completo cosa suya.
—Carlotta —dijo suavemente, su nombre sonó como música en sus labios y su
mirada era directa y penetrante—. Todos estamos asustados en alguna medida. Eso es la
esencia de la vida.
—¿Y cual es la esencia de la muerte? —preguntó mientras salía de la cama, llevándose
la sábana con ella. Buscó su ropa y reprimió otro escalofrío.
—He pasado la mayor parte de mi existencia en esta tierra —replicó él—, intentando
descubrirlo.

*****

Samuel levantó la linterna. Respiró el persistente olor de moho viejo, piedras húmedas
y polvo ancestral. Su sensitiva mente agradeció no registrar nada más que el vacío del
vasto espacio y la esencia de los huesos, abandonados desde hacía mucho tiempo.
—Aquí no hay nada —dijo resueltamente, intentando ignorar el reguero de sudor que
bajaba por su cuello.
—Hay ratas —murmuró St. John con evidente disgusto, haciendo oscilar su lámpara,
con la cara iluminada por la velada luz—. Puedo oír a esas malditas cosas corretear por ahí
¿Recuerdas aquella catacumba en Venecia? Una de esas viles criaturas tenía un pedacito
de la chaqueta de un hombre pegada en los dientes y tú sabes que había estado
escarbando en una tumba. Quise chillar como una mujer y salir corriendo.

Traducción y edición: Maite Página 37


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El caso Bloodstone

Ya que conocía muy bien la aversión de su amigo a los roedores, Samuel no pudo
evitar sonreír en el oscuro túnel. Tanteaba el camino a lo largo de los muros que
rezumaban humedad con la mano extendida.
—Pero no lo hiciste, lo cual admiro. No requiere valor permanecer ante lo que no nos
asusta, amigo mío, recuérdalo. Y demuestra una férrea determinación desafiar lo que nos
llena de miedo hasta los huesos. La mayoría de los hombres se encogerían de miedo ante
las apariciones que tú persigues, pero no parpadearían dos veces ante el escabullirse de
una rata en una alcantarilla. Que no te avergüence tu fobia, siéntete orgulloso de vencerla.
A la irreal y temblorosa luz de los faroles, la expresión de Gavin era difícil de
descifrar.
—Sí, la duquesa y yo tuvimos una conversación parecida esta mañana.
—¿Antes o después de que te acostaras con ella otra vez?
Hubo una corta pausa, solo se oía el roce de sus pies contra el suelo de piedra y sus
respiraciones y después Gavin dijo.
—¿Qué te hace preguntar tal cosa?
Samuel arqueó las cejas.
—Encontré una referencia muy interesante en uno de los libros que estuvimos
ordenando, un diario que insinúa una horripilante leyenda local. Ya era tarde, pero fui a tu
habitación anoche, esperando encontrarte todavía despierto y, por lo que oí a través de la
puerta, los dos estábais muy ocupados y la dama parecía estar pasándoselo muy bien. Y
huelga decirlo, decidí no llamar.
—Malcolm se acostó con ella otra vez. Yo no tuve nada que ver.
Samuel había sido muy buen amigo del padre de Gavin y lo conocía desde que tenía
dos años. Lo quería como a un hijo y si la maravillosamente bella duquesa era la que lo
hacía feliz, haría lo que pudiera para ayudar. Dijo con tacto.
—¿Nada? No olvides que he visto como la miras y he sentido tu reacción, nuestro
etéreo amigo Malcolm puede haberlo instigado, pero no tienes nada en contra de disfrutar
con la encantadora Carlotta. Ten cuidado, Gavin, por si acaso tu corazón empieza a verse
involucradoo en este asunto.
Su compañero parecía adusto.
—¿Podemos discutir eso cuando no estemos caminando entre tumbas de hombres y
mujeres que llevan muertos un montón de años?
—Lo que tú quieras. —Samuel entrecerró los ojos ante el relieve de un nombre
grabado en una losa de piedra a sus pies, tomando nota de la fecha—. Nos estamos
acercando a la época correcta, si Brenna esta aquí deberíamos encontrarla pronto.
—Eso sería estupendo —dijo Gavin con la voz apagada—, ver la cripta de la mujer
que he tenido entre mis brazos.

Traducción y edición: Maite Página 38


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Los hermanos del club de la absenta -02-
El caso Bloodstone

Nunca en todo el tiempo que habían sido compañeros de profesión, por no mencionar
su conexión personal, Samuel había visto a su joven amigo tan nervioso.
—Normalmente no eres tan ilógico, Gavin, huesos blanqueados y carne descompuesta
no representan a una persona —le recordó—, así que no dejes que lo macabro te supere, de
cualquier manera lo que abrazaste no fue un cadáver, sino una mujer real, de carne y
hueso, y como tú tan vehementemente has señalado, no eras realmente tú el que hacía el
amor con ella. Vamos, estamos en el sitio correcto, ¿Ves el nombre de Malcolm por algún
lado?
—No puede estar enterrado aquí, no en la cripta familiar. Es escocés, no lo olvides, y
no es un Stone.
—Pero sigue en esta casa y, si murió aquí, tiene que estar enterrado en alguna parte.
—Es verdad. —Gavin parecía una figura espectral a la fluctuante luz de las lámparas,
su pelo dorado relucía y su cara parecía vacía—. Me tiene intrigado porque él…. —se calló
con obvia consternación, se detuvo de repente, levantó la luz y suavemente dijo —Bien,
que me zurzan, aquí esta ella, Samuel.
—¿Lady Brenna? —Tocando los húmedos muros renuente, Samuel buscó el camino a
través del irregular suelo. La oscuridad los envolvía y en algún lugar se oía el lento gotear
del agua a lo largo de los muros de piedra, el solemne ruido resonaba amortiguado y
repetitivo.
En efecto, aunque los caracteres estaban desdibujados, ahí estaba, la losa tallada en
piedra en una cripta individual con su nombre grabado, aunque el último nombre no
coincidía. Samuel murmuró.
—¿Adsit? Ella tampoco era una Stone, Gavin ¿Por qué está aquí?
Su joven colega parecía un poco pálido y una gotita de sudor le recorría la mandíbula.
—Anoche me dijo que su nombre era lady Brenna Adsit. Intenté hablar con ella antes
de que Malcolm se hiciera cargo de mí, pero eso es todo lo que conseguí. Malcolm estaba
un poco impaciente.
—Lo cual es comprensible.
Gavin no pareció divertido.
—Sí.
Samuel se dobló por la cintura y miró la fecha grabada, pasándole el dedo por encima
lentamente.
—Demásiado joven para morir, es trágico. Apenas tenía diecinueve años.
—Sí —la respuesta fue apenas inteligible—. Mira el tamaño de la losa. Samuel.
—¿Qué?
—Es más grande que las demás ¿Por qué una mujer joven necesitaría una cripta tan
grande?

Traducción y edición: Maite Página 39


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El caso Bloodstone

Era verdad, la losa tenía casi el doble de anchura que las que la rodeaban, excepto
unas pocas dónde marido y mujer estaban enterrados juntos. Samuel supuso con la soltura
que da la experiencia.
—Debe haber alguien con ella. Tiene todo el aspecto de una tumba doble.
—Pero no hay ninguna otra inscripción. — La luz del farol parpadeó sobre la cara de
Gavin cuando se inclinó para mirar más de cerca.
—Es extraño, lo admito.
Gavin miraba las marcas de la piedra y la tallada superficie como si estuviera
hipnotizado.
—Supongo que solo hay una manera de descubrir si él está aquí también. Podemos
abrirla, no me entusiasma la idea, pero esto se ha convertido en un asunto personal para
mí.
—¿Quieres decir que piensas que Malcolm también está sepultado aquí? —Samuel le
dirigió a su amigo una aguda mirada—. No tiene sentido mirar dentro, muchacho. Te he
dicho que ellos no están aquí, sino en la casa, entre los vivos. Incluso si sus restos mortales
están dentro de esta urna de piedra, lo que nos interesa son sus almas, no sus cuerpos.
Con un claro esfuerzo, el joven levantó la mirada con expresión angustiada.
—Quiero conocer su historia. Comprendo su pasión por ella, la he sentido.
Normalmente cuando investigo cosas como esta, eso no es tan inmediato. Esto se está
descontrolando, especialmente tras la última noche. Quiero ayudarlos, pero también es
fundamental proteger a Carlotta.
En las sombrías profundidades, Samuel sintió otra chispa de conciencia. Gavin
raramente manifestaba emociones profundas. Su calmada aproximación a situaciones que
aterrorizarían a otros hombres era una de las cosas que hacía posible para él lidiar con
efectividad con los espíritus inquietos que estaban atrapados tan despiadadamente en la
telaraña del tiempo por los sentimientos o por hechos sombríos. Si se estaba enamorando
de la bella duquesa tan rápido, podía perder toda su efectividad para liberar a lady Brenna
y a su amante escocés de sus cadenas. Y lo que es más, el aterrador ser que permanecía en
el exterior de la casa parecía estar vigilando y esperando, el odio que bullía en ese frío y
oscuro rincón del jardín era palpable.
—Ahora vámonos, ya hablaremos de abrir la cripta en otra ocasión. —Samuel dio
media vuelta y señaló el camino por donde habían venido—. Aún tengo que contarte lo
que encontré anoche entre esos viejos libros. —No pudo evitarlo, lo recorrió un pequeño
escalofrió—. La historia de La bestia de Bloodstone no es adecuada para repetirla en este
sombrío depósito de difuntos.

Traducción y edición: Maite Página 40


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El caso Bloodstone

Capítulo 6

La iglesia se asentaba en una pequeña loma a las afueras del pueblo, estaba construída
con la piedra gris local, con airosos muros salpicados de líquenes y musgo. El camposanto
la rodeaba con solemne dignidad. El vicario estaba allí, de rodillas con las manos metidas
hasta la muñeca en la tierra, atendiendo las primeras flores del verano. Abriéndose camino
con respeto a través de los desgastados y viejos indicadores de las vidas de tiempos
remotos, Gavin lo saludó levantando la mano.
Delgado hasta el punto de resultar casi escuálido, el vicario correspondió al saludo y
se levantó, frotándose inútilmente las manos en los arrugados pantalones. Era viejo, pero
todavía vigoroso, y caminó hacia adelante a encontrarse con los visitantes con una mirada
amable e inteligente.
—Hola, usted debe ser el señor St John de infausta fama. Me preguntaba cuánto
tiempo pasaría antes de que viniera a husmear en mi iglesia, joven.
Ya que el propósito de su visita no tenía nada que ver con la construcción en cuestión,
Gavin simplemente dijo.
—¿No me diga que está embrujada? Tomaré nota.
Inclinando su canosa cabeza el vicario dijo.
—Por supuesto, como la mayoría de los edificios de su edad por esta zona. Hace
cientos de años los sajones pasaron por aquí, saqueando, violando, robando y quemando.
Los vecinos buscaron refugio con su Dios, tras estos muros. En las frías noches de otoño,
algunas veces se puede oír a las mujeres llorando en la sacristía y el estruendo de una gran
batalla en el exterior, pero cuando vas hasta la puerta y la abres, no hay nada más que
piedras iluminadas por la luna y árboles vetustos.
—Fascinante —dijo Gavin sinceramente—. Entonces tendré que volver en el otoño.
Pero ahora no estoy aquí por eso. Y puesto que parece que me conoce, debe haber oído de
la empresa que me ocupa actualmente en Bloodstone.
El anciano asintió, con un agudo interés en la mirada.
—De que esa casa esta maldita no hay duda, pero nunca tanto como últimamente. La
duquesa viuda es un ama gentil, pero mucha de la gente del pueblo no tiene el valor
suficiente para trabajar en la mansión, aunque realmente no pueden permitirse perder el
generoso salario que la duquesa les paga. He intentado aconsejarlos, pero es difícil hacerlo.
—Encogió ligeramente sus delgados hombros—. ¿Cómo puedo pedirle a la gente que
confíe en lo que digo cuando están aterrorizados por algo que no puedo explicar?
Estaban de pie, bajo las ramas de un viejo roble, sus grandes ramas estaban repletas de
hojas verdes que susurraban suavemente con la cálida y fragante brisa veraniega. Parecía
fuera de lugar discutir algo tan siniestro, pero Gavin necesitaba unas cuantas respuestas.
—Estoy intentando resolver ese problema. O al menos hacer lo que buenamente
pueda. ¿Sería posible echar un vistazo a los registros parroquiales, vicario? Quiero

Traducción y edición: Maite Página 41


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El caso Bloodstone

comprobar si hay registro del nacimiento y la muerte de Clarence Stone, el tercer Duque
de Stone.
—Ah sí, ese al que llaman La bestia de Bloodstone.
—¿Conoce la historia? —se interesó Gavin rápidamente—. Cualquier cosa que pueda
contarme me servirá de ayuda.
Ondeando la mano el vicario indicó que deberían ponerse en camino hacia la iglesia.
—Le contaré lo que sé, señor St. John, aunque es un relato morboso envuelto en el
misterio y la leyenda. Y en lo que refiere a los registros, es bienvenido y puede mirar lo
que quiera. Por lo que sé, Clarence murió soltero, por lo que el título pasó a un sobrino, el
directo antecesor de nuestro duque actual.
Acomodándose a su paso Gavin dijo.
—Según el viejo diario que hemos encontrado, el tercer duque era un hombre
diabólico, depravado y cruel. El autor -que no se identifica- indica que tenía una
inclinación sexual hacia las jovencitas y que no dudaba en usar su poder para satisfacer
sus rapaces apetitos. Me he encontrado con el afligido espíritu de una joven en Bloodstone
cuyo cuerpo está enterrado en la cripta familiar. Ya que la época coincide, me pregunto si
su muerte pudo tener algo que ver con Clarence Stone. Los papeles familiares están
ordenados sin orden ni concierto y parte se han perdido, casi como si los registros de su
existencia hubieran sido deliberadamente depurados.
—Los aristócratas son un género aparte, señor St. John y el orgullo es el particular
defecto de los Stone. Mire a nuestro último duque, el padre de Richard. Se casó con una
hermosa joven y la trajo a esta casa fría y maldita, esperando que fuera feliz casada con un
hombre que le triplicaba la edad. Ahora la han dejado aquí, viviendo entre los espíritus
inquietos que rondan esos muros. —Agitando la cabeza con sorna, el vicario sacó una
ornada llave del bolsillo y subió las escaleras frontales de la iglesia—. Creo recordar que
los registros de los infaustos hechos de Clarence fueron quemados, o destruídos por otros
medios, para que la mancha en el nombre familiar y la ruina del ilustre título de Sudbury
fuera olvidada.
—Pensamos del mismo modo, he empezado a preguntarme lo mismo. El problema es
que Clarence -si el espectro que ahora merodea por el jardín es en efecto él- se niega a ser
olvidado. Y como usted ha señalado, la duquesa está allí, es joven y encantadora y me
temo que ha vuelto para acosarla.
—Eso suena aterrador pero lógico.
Gavin sonrió gravemente.
—No tema. No dejaré que nada le haga daño a la duquesa, se lo aseguro.
El vicario juntó las canosas cejas mientras abría la puerta de la iglesia.
—Tengo curiosidad, St. John ¿Cómo va a desterrarlo al sitio al que Dios pensaba
enviarlo después de su muerte?

Traducción y edición: Maite Página 42


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El caso Bloodstone

—No puedo estar seguro hasta que sepa qué ocurrió y dónde radica la fuente de su
poder. Hay una tragedia secreta que perdura, como un olor nauseabundo en el aire. Una
vez que comprendo cómo los espíritus se quedan atrapados y por qué medios siguen
todavía encadenados a este plano de la existencia, puedo intentar liberarlos. Algunas veces
se requiere tan poco como descubrir la verdad y hacerles saber que son añorados y no los
olvidan. Otras veces es más difícil darse cuenta de lo que quieren o lo que necesitan, como
un entierro apropiado o recuperar algo valioso que perdieron. —Gavin enarcó las cejas
mientras accedían a la frialdad del vestíbulo—. Algunas veces se requiere la bendición de
un hombre de Dios.
El vicario pareció pensativo, un pequeño ceño fruncía su ya arrugada frente.
—Si puedo ayudarlo de alguna manera, St. John, lo haré.
—Entonces tenga la seguridad —dijo Gavin—, de que lo llamaré si lo necesito.

****

Carlotta bebió lentamente de su copa de jerez e intentó contener el visible temblor de


su mano.
—¿Me está diciendo que uno de los antepasados de mi marido era una especie de
monstruo que raptaba doncellas inocentes y abusaba de ellas?
Samuel Perkins le ofreció una sonrisa comprensiva, su mano acariciaba suavemente
su barba de manera ausente.
—Cuanto más leo del diario, Excelencia, más me convenzo de que era un auténtico
malvado. Por la escritura creo que el autor fue una mujer y afirma que, aunque se
presentaron cargos una o dos veces contra él, sin embargo fueron desestimados y las
víctimas casadas discretamente para garantizar que no se presentaran demandas de
paternidad. Su aversión por él queda completamente clara.
—¿Una víctima? — Carlotta combatió un escalofrío por esas pobres chicas si las
acusaciones eran ciertas.
—Quizás, aunque de ser así, ella no es capaz de hablar del ataque.
—¿Menciona a lady Brenna?
—Estaban prometidos en matrimonio.
Casi dejando caer el vaso ante el sonido de la profunda voz de Gavin, Carlotta se
volvió y lo vio entrar en el salón, dónde ella y Samuel Perkins estaban sentados. Su
apuesta cara se veía severa e inflexible y su boca un poco tensa. Llevando sus habituales
ropas de buena calidad y bruñidas botas, parecía un elegante caballero de campo, a menos
que notaras la centelleante emoción en sus intensos ojos azules. Él agregó.

Traducción y edición: Maite Página 43


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El caso Bloodstone

—El asiento de las amonestaciones de boda del tercer duque y lady Brenna Adsit está
debidamente registrado en los libros de la parroquia de esa época. Acabo de regresar de la
iglesia y la evidencia de su relación es completamente clara e irrefutable.
La repugnancia le obstruyó la garganta, haciéndola atragantarse, Carlotta dijo
claramente.
—Ella amaba a Malcolm con todo su corazón. Nunca se habría casado con otro,
mucho menos con alguien tan…horrible.
—Quizás no tuvo elección, y el matrimonio fue concertado sin su consentimiento —su
voz descendió un tono, lleno de significado—. He oído que tales cosas ocurren, puede que
sea una maldición y no una bendición ser tan hermosa y deseable.
Casi olvidando que Samuel aun estaba en la habitación, Carlotta miró a Gavin, un
poco desconcertada. Ya que era obvio que él estaba haciendo referencia a su propia unión
con un hombre mucho mayor que ella y no de su elección, estaba cruzando la línea del
buen gusto. Sin embargo era imposible no notar el ardiente resentimiento de lo que solo
podían ser celos en sus palabras, a pesar de haber sido pronunciadas con una calma letal.
Fue un reflejo defensivo responder con la misma moneda.
—Tiene razón, si le dan opción, cualquier mujer preferiría un tierno, apuesto y joven
amante.
Su mirada brilló por un momento, algo en contraposición con su habitual reserva, y
entonces sonrió, un poco forzado, e inclinó la cabeza.
—Parece que no hay duda que nuestra Brenna lo hizo. Era de Northumbria, justo al
lado de la frontera escocesa. Seguramente fue traída aquí antes de la boda y creo que lord
Malcolm estaba lejos cuando se concertó el acuerdo, puede que incluso luchando contra
los ingleses, porque en esa época había grandes desacuerdos entre los dos países. Cuando
oyó lo que había pasado, la siguió hasta aquí. Clarence, por supuesto, no la dejó marchar,
no a una joven y hermosa novia a la que podía deshonrar como quisiera y, especialmente,
no renunciaría a ella en favor de un odioso escocés.
Posando su vaso de vino, Samuel dijo enérgico.
—Todo eso son conjeturas, Gavin. Sabes que no podemos figurarnos la historia sin
más, necesitamos hechos. Es bueno que descubrieras lo del matrimonio, ya que eso
conecta el espíritu de Brenna con La bestia de Bloodstone, pero todavía no tenemos ni
idea de por qué permanece aquí o por qué Malcolm se quedó con ella. Si Clarence asesinó
a su amante, supongo que eso explicaría una parte, pero ¿por qué murió tan joven? ¿Se
suicidó?
Carlotta sintió una inquietante oscuridad, en contraste con los cálidos rayos del sol de
la tarde que caían sobre la suntuosa alfombra a sus pies y el dulce aroma del jerez que
tenía en la mano.
—Pienso que murieron juntos, ella y Malcolm y que el miedo la mantiene en el
castillo, donde cree que está a salvo. Porque él…eso, esa cosa de ahí fuera todavía esta
esperando por ella, y en tanto que esa cosa sigua sintiendo esa lujuriosa y triunfante

Traducción y edición: Maite Página 44


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El caso Bloodstone

posesión, ella no puede abandonar estos muros protectores. No me pregunten como lo sé,
simplemente lo hago.
St. John cruzó la habitación velozmente en busca del decantador de brandy que estaba
en un aparador tallado en madera, sus movimientos eran bruscos mientras se servía una
copa.
—Supongo que Malcolm después de haber fracasado en protegerla una vez, no
encontrará la paz sin ella.
—Eso si los dos tenéis razón —señaló Perkins.
Carlotta miró a Gavin y sus miradas quedaron trabadas por un momento, ambos
sintieron la profundidad, no solo de la unión física sino de la emocional entre Brenna y
Malcolm cuando hacían el amor.
—Estamos en lo cierto —dijo Gavin.
Los profundos ojos grises de Samuel mostraron preocupación, pero pareció aceptar su
afirmación.
—Entonces nuestra tarea es enviar a Clarence de vuelta al infierno, que es dónde
debería estar. Una vez que desaparezca, ¿crees que ella quedará libre?
Gavin le brindó a su colega un seco asentimiento y tomó un sorbo de su copa.
—Eso creo. Ha estado aletargado, pero vigilando la casa todos estos años,
manteniendo a lady Brenna atrapada de una extraña manera. Desafortunadamente, la
llegada de Carlotta a la casa despertó en él los mismos retorcidos deseos que lo poseyeron
durante su vida y empezó a aparecerse, especialmente cuando se quedó viuda y no tenía
un hombre que la protegiera.
Era un pensamiento aterrador, pero era lo mismo que creía la tía Lillian, los dedos de
Carlotta se apretaron alrededor del pie de su copa, amenazando con romper el frágil
cristal.
—Esta fue su casa. Si realmente cree que esa horrible aparición es el tercer duque, ¿por
qué esta confinado a los jardines y más concretamente al rincón suroeste? ¿Por qué no
entra? Y no es que tenga nada en contra de la limitación que acaba de mencionar, porque
si hubiera aparecido en la casa eso me habría hecho decidirme a acceder a las demandas
de Richard y mudarme a Londres. Puedo tolerar el jolgorio de Sir Neville y la constante
presencia de Brenna, incluso lo que sospecho que son travesuras ocasionales de Malcolm,
pero eso, no.
Gavin caminó hasta la ventana y miró al exterior con su cuerpo alto y delgado, tenso.
Lo vió fruncir el ceño.
—Hasta el momento he evitado ir al jardín, porque sin saber a lo que me enfrento, no
creo que fuera efectivo, sin embargo creo que llegó la hora de enfrentarse a lo que espera
ahí fuera.

Traducción y edición: Maite Página 45


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El caso Bloodstone

—¡No! —Carlotta negó con la cabeza, la reacción a esa declaración hizo que se le
encogiera el estomago—. Mató a Malcolm, si lo que imaginamos es verdad, tú eres
Malcolm igual que yo soy Brenna. Puede ser peligroso, Gavin y lo prohíbo.
Sus rubias cejas se dispararon hacia arriba y con un toque de diversión en la voz se dio
media vuelta y repitió.
—¿Lo prohíbes?
Sonaba ridículo -era un hombre adulto, claro que sí y lo que proponía era el siguiente
paso lógico. Carlotta se ruborizó ligeramente, pero sentía la garganta oprimida.
—Aquí soy la señora y eres mi huésped, no quiero arriesgar tu bienestar.
—Técnicamente soy el invitado de tu cuñado y solo estoy aquí porque él esta
preocupado por tu bienestar y yo también.
Cuando la miraba así, tan intenso, con un deseo tan crudo, era como si sus cuerpos se
tocaran, el calor era palpable.
Sus pechos se apretaron y los pezones se le endurecieron contra la seda del vestido,
también sintió el calor entre los muslos, una muestra de la profunda atracción que sentía
por el hombre que era -y no era- su amante.
Vagamente fue consciente de que Samuel se aclaraba la garganta.
—Me temo que estoy al lado de la duquesa en este asunto, Gavin. Esperemos un día o
mejor dos, investiguemos más profundamente las legendarias hazañas del horrendo
Clarence, y veamos si podemos discernir por qué exactamente esta desterrado en el
exterior y tiene vedada la entrada al interior de los muros de lo que debió ser su casa. —
Primero miró a Gavin y después su grave mirada se deslizó hasta ella—. De hecho, creo
que tengo una idea que puede que nos permita resolver algo del misterio, eso sí, si la
duquesa está de acuerdo.
—¿Qué idea?
Aliviada ante la idea de que Gavin olvidara lo de enfrentarse a la monstruosa
presencia del exterior, Carlotta sonrió valerosa. Con la mano temblorosa levantó el jerez
hasta la boca y tomó un sorbito.
—Soy bastante buen hipnotizador, Excelencia. Si se me permite decirlo y con toda
modestia. Gavin y yo hemos usado mi habilidad con anterioridad para comunicarnos con
el más allá a través de un sujeto humano. Tiene que ser alguien con quién el espíritu que
buscamos sienta afinidad y no puedo pensar en un ejemplo mejor que usted y lady
Brenna.
La idea era un poco sorprendente, pero Carlotta accedió en el acto.
—Suena inquietante, pero si nos permite hablar con Brenna, supongo que deberíamos
intentarlo. Dígame lo que necesitamos hacer.

*****

Traducción y edición: Maite Página 46


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El caso Bloodstone

Sentado al lado del candelabro, Gavin sintió una punzada de aprensión mientras se
giraba hacia el grupo que se había reunido allí. Lillian, frágil pero tremendamente
interesada, se sentaba al lado de Samuel. Carlotta al otro lado del círculo de sillas, parecía
pálida pero resuelta. Su brillante pelo estaba recogido en la nuca y sus tentadoras curvas
enfatizadas en un moderno vestido azul zafiro que dejaba ver la seductora parte superior
de los pechos perfectos que tan bien recordaban sus manos y su boca. Con las manos
entrelazadas y descansando en su regazo, lo miraba por debajo de sus pestañas
ligeramente entornadas mientras se sentaba a su lado. Anochecía y el exterior estaba
oscuro, el magnífico día se extinguía y daba paso a un crepúsculo rojo como la sangre.
Habían acordado cenar más temprano. Y habían elegido el estudio del duque como
lugar del experimento. Olía ligeramente a tabaco a causa de las miles de pipas que se
habían fumafo en él a lo largo de los siglos y estaba lleno con estanterías repletas de
volúmenes de caza e hípica y un abarrotado escritorio. La austera masculinidad del
entorno solo realzaba la delicada belleza de Carlotta y de nuevo sintió una aguda punzada
de celos por su difunto marido. Algo que parecía que no podía quitarse de encima por
completo. No era lógico estar resentido con un hombre al que ella obviamente no había
amado nunca, o, en primer lugar, con el que nunca había querido casarse. De todos
modos, el duque la había conocido carnalmente y a Gavin no le gustaba la idea, aunque el
hombre estuviera muerto y ya no fuese un rival.
Solo hace tres días que la conoces, se recordó a sí mismo con severidad, tirando de su
chaleco para aflojarlo un poco. Parte de su atracción por ella tenía que ser una
consecuencia del poderoso amor entre Malcolm y la mujer que lo encadenaba a los fríos
muros de Bloodstone.
¿O no?
No era tan ingenuo como para creer en el amor a primera vista, ni siquiera cuando era
muy joven había sido un romántico de corazón.
La estancia en Bloodstone simplemente podría hacerle cambiar de opinión.
—Por favor, sencillamente relájese y míreme, duquesa. —Samuel estaba sentado con
su habitual serenidad, mirando a su sujeto a los ojos—. Lady Brenna está con nosotros
ahora, puedo sentir su presencia, déjela que entre en su mente y pídale que hable con
nosotros.
—¿Es así de sencillo? —Carlotta pareció sorprendida.
—Puede serlo —le aseguro Samuel—, veremos si quiere contarnos por qué permanece
aquí.
Recostándose ligeramente en la silla, Carlotta se sentó tranquilamente, con la mirada
fija en su voluminoso amigo. Sus suaves labios se separaron un poco y frunció el ceño. A
su lado, con el aspecto de una arrugada pero benigna bruja, los torcidos dedos de Lillian
sujetaron su bastón, con la mirada brillante observando a su sobrina.
Samuel habló lentamente.

Traducción y edición: Maite Página 47


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El caso Bloodstone

—Lady Brenna, acuda a nosotros, siéntase entre amigos y déjenos oír la verdad. —
Sacando un pequeño objeto del bolsillo, se inclinó hacia adelante y lo puso frente a
Carlotta en una mesita redonda traída para la ocasión. La pequeña caja plateada atrajo la
atención de todos. Aunque la había visto antes, Gavin no pudo evitar quedar fascinado
por la forma en que cambiaba de color, la iridiscente transformación iba del plateado al
esmeralda, carmesí…ébano. Samuel murmuró—. La caja nunca miente y veo que la
historia es antigua. Hemos adivinado mucho. Celos, asesinato, y muerte. Necesitamos
más, Brenna, para poder liberarla.
—¿Qué demonios es eso? —Lillian miró con recelo el cubo.
—Samuel y yo nos hicimos con esto en un viaje a oriente, procede de la excavación de
una antigua mezquita, o eso es lo que proclamaba el sacerdote que nos lo dio. —Gavin le
brindó a la anciana lo que esperaba fuera una sonrisa tranquilizadora—. Pudimos
ayudarlo a exorcizar a un espíritu demoníaco que estaba acosando un pueblecito. En
agradecimiento, nos regaló el cubo. Se supone que concentra las energías de los espíritus
con los que pretendemos comunicarnos.
—¿Y la maldita cosa funciona?
—Sí, ya lo creo.
—¿Brenna? ¿Hablarás con nosotros? —Samuel habló en el mismo tono bajo y neutro.
—Ellos no me dejaban hablar con él.
Normalmente llevaba un poco de tiempo tranquilizar al espíritu, para que confiara y
se mostrara, sin embargo Gavin se sobresaltó un poco ante la suave y casi infantil cadencia
de la voz que había escuchado la noche anterior. Y en efecto, la expresión de Carlotta no
era la misma de siempre, sino soñadora y tristemente nostálgica con los hermosos ojos de
repente distantes y desenfocados.
Samuel se inclinó hacia adelante.
—¿No la dejaban ver a Malcolm, milady?
—Lord Malcolm Dowell —un asentimiento aniñado acompañó la admisión—. Nos
conocimos en una feria en Dumfries. Yo visitaba a una amiga y mis padres nunca supieron
que nos habíamos conocido.
—Pero en realidad ¿Era su amante?
—Sí, estaba embarazada de su hijo.
Esa afirmación provoco una pequeña reacción en Gavin, con la mirada absorta en la
extraña expresión de la cara de Carlotta. Ella hizo una leve mueca y añadió amargamente.
—Para castigarme por haberme acostado con el enemigo y haberme arruinado, mi
padre decidió que debía casarme con el duque de Bloodstone. Él sabía como era, pero no
le importó. Había desgraciado su casa, me dijo.
Lillian refunfuñó.

Traducción y edición: Maite Página 48


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El caso Bloodstone

—Darle a su hija y a su nieto a un monstruo. Dios del cielo, ese hombre debería haber
sido quemado en una hogera.
Concentrado y paciente, Samuel ignoró su comentario.
—¿Así que fue traída aquí?
—Sí, Malcolm no supo el plan hasta que fue demasiado tarde…demasiado tarde. —
Las dos últimas palabras fueron repetidas tristemente.
—¿Qué ocurrió?
Lentamente y con torpeza, Carlotta agitó la cabeza, sin perder nunca esa mirada
perdida y distante.
—No puedo recordar. Sangre…horribles gritos…lluvia…llovía.
Alarmado Gavin vio como Carlotta empezaba a temblar, estremeciéndose
violentamente y se agarraba la falda con los nudillos blancos.
—Ya basta, Samuel —dijo.
—No, no. No pierdas la perspectiva por causa de tus sentimientos. Si nos detenemos
ahora, ella podría no querer volver a hacerlo —insistió su amigo, empujando el cubo negro
un poco más cerca de la temblorosa mujer que tenía delante con la punta de los dedos—
¿Qué ocurrió con Malcolm, milady? Sabemos que está aquí ¿Vino a por usted?
Doblándose ligeramente hacia adelante, Carlotta empezó a sollozar, abrazándose el
estómago con los brazos como si le doliera.
—Recuerdo muy poco…oscuridad, el tacto de sus manos, su voz…después
gritos…Oh dios, ayúdame, sangre. Había sangre por todos lados. Recuerdo la sangre…
Casi incapaz de soportar su agónico llanto, Gavin sintió como la bilis le subía hasta la
garganta. Con la voz estrangulada dijo.
—Samuel.
—¿Mató el duque a Malcolm?
Los delgados hombros de Carlotta se sacudieron convulsivamente.
—La torre.
—¿Qué pasa con la torre?
—¡Huye! —Revolviéndose furiosamente, Carlotta empezó a levantarse, con la mirada
vacía se tambaleó cuando intentó saltar de la silla. Gavin la sujetó entre sus brazos,
sintiendo hasta la última brizca de su pánico, su apremiante y arrollador miedo. Luchó
contra él por un momento con los ojos ausentes, alarmados y perturbados a la vez y un
segundo después se desplomó contra él como un peso muerto, desmayada.
Todavía sentado en la silla, Samuel extendió la mano y cogió el cubo, deslizándolo de
nuevo en su bolsillo y devolviendo la mirada acusadora de Gavin dijo con calma.

Traducción y edición: Maite Página 49


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El caso Bloodstone

—Se recuperará, como sabes muy bien. Esta clase de sesiones a menudo terminan de
esta forma. Así que no me eches la culpa, amigo mio. Llévala arriba y cuando se despierte
por la mañana, no recordará nada de esto. Entretanto creo que examinaré la torre. Ya me
contaste que te habías sentido atraído por ella, por lo tanto debe haber algo importante allí
para que ella la haya mencionado.
—He estado ahí, esta vacía de lo que se ve, pero no en espíritu. —Levantando a la
inconsciente Carlotta con cuidado hasta acunarla contra su pecho, se volvió hacia Lillian y
vio la preocupación en los ojos de la anciana—. Samuel tiene razón, esta reacción no es
nada rara y el sujeto a menudo no recuerda nada. La llevaré a su habitación, milady. Su
doncella se ocupará de ella.
Lady Lillian le echó una mirada astuta y calculadora.
—Confió en usted, St. John, aunque no estoy segura de que sus intenciones sean
estrictamente honorables. De todos modos, en lo que se refiere a mi sobrina, al menos
estoy segura de que su preocupación es genuina.
Sintió que se ruborizaba ligeramente ante esas palabras demasiado certeras.
—La protegería con mi vida —dijo, la melodramática aseveración quedó atemperada
por su sinceridad. Gavin era demásiado consciente de la vulnerabilidad de su carga, el
perfume de flores emanaba de su brillante cabello y la calidez de su respiración le rozaba
el cuello.
—Estoy completamente segura de que ella lo preferiría sano y vivo, joven, así que no
dejemos que el asunto llegue a eso, ¿no le parece? Ha conocido poca alegría en su vida,
pero si la manera en que se miran el uno al otro es una indicación del futuro, eso está a
punto de cambiar. —Con un leve golpe del bastón en el suelo para dar más énfasis,
añadió—. Deshágase de La bestia de Bloodstone de una vez por todas y solucione este
asunto para que podamos vivir en paz.
Inclinando la cabeza, el murmuró.
—Lo haré lo mejor que pueda.
Los dejó allí, con Samuel mascullando algo acerca de la torre y Lillian respondiéndole.
La casa estaba sorprendentemente tranquila, sin duda porque Carlotta había decidido
despedir a los sirvientes temprano con la esperanza de que su sesión de espiritismo pasara
desapercibida. Eso fue probablemente lo mejor, ya que tuvo que llevarla inconsciente a
través del vestíbulo. Reajustó la forma de sujetarla cuando subió las escaleras, su falda se
le enredaba en las piernas y ella se revolvió y dejó escapar un leve suspiro.
El pasillo de arriba estaba desierto, sin nadie a la vista. Gavin caminó resueltamente
hacia el fondo y casi dio un traspié cuando la mujer que llevaba entre los brazos dijo
suavemente.
—Llévame a tu habitación.
Vio que ella tenía los ojos completamente abiertos, mirándolo tranquilamente y con
una sonrisa que hacía asomar los hoyuelos de sus mejillas. Sintiéndose aliviado, Gavin
dijo.

Traducción y edición: Maite Página 50


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El caso Bloodstone

—Te desmayaste, Carlotta.


—No soy Carlotta, y por favor, llévame allí, Malcolm me espera.
Infiernos, esto no se lo esperaba, aunque no tenía claro por qué estaba sorprendido. Se
detuvo, todavía abrazándola, sin saber qué hacer, porque la verdad era que si hacía lo que
ella quería, sabía muy bien lo que vendría después. Una cosa era ser tomado por sorpresa
y otra cosa era darse conscientemente por entero -que lo hicieran los dos- a los deseos de
Malcolm y Brenna, y dijo.
—Está siendo injusta con nosotros. Milady.
—Si nos libera como nos prometió, nunca estaremos juntos en carne y hueso otra vez.
Esas palabras dichas con suavidad contenían una resignación difícil de rechazar.
Gavin se encontró a sí mismo yendo hacia adelante, caminando hasta su habitación y
entrando en ella. La tendió con cuidado en la cama y antes incluso de empezar a
desvestirla, sintió como lo inundaba la triunfante posesión de Malcolm.
El amor se mezclaba con ardiente deseo y fue empujado y arrastrado sin remedio por
la marejada.

Traducción y edición: Maite Página 51


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El caso Bloodstone

Capítulo 7

El castillo estaba silencioso, como una monstruosa criatura agazapada. Era muy tarde
y sin duda todos sus ocupantes estaban acostados.
¡Puta!
Rugiendo y caminando miró malévolamente a la alta y distante ventana. Ella estaba
allí, de espaldas y con las piernas abiertas, dispuesta para su amante, dejándolo disfrutar.
Gritando su propio goce como la zorra infiel que él ya sabía que era. El odio burbujeó en lo
más profundo de su alma, como un caldero sobre el fuego.
Quería rodearle el cuello con las manos y mirarla a los ojos cuando se abrieran
aterrorizados, oír su angustiosa respiración mientras le arrebataba la vida a su delicioso
cuerpo y ella se volvía azul y dejaba de luchar.
Oh sí, eso es lo que quería hacer.
Otra vez.

La brillante luz de la luna se colaba por las ventanas abiertas. Carlotta sintió mil cosas
a la vez: el vals de la brisa de verano sobre su húmeda piel, el mullido colchón bajo su
cuerpo, el olor de sexo y del sudor en sus fosas nasales y el peso del cuerpo masculino
sobre ella, tenía las piernas separadas del todo y él descansaba entre ellas, con sus esbeltas
caderas contra sus muslos y su verga todavía profundamente enterrada en su vagina. A la
cruda luz, vio las facciones de Gavin claramente. Los ojos cerrados después del clímax, con
las largas pestañas sobre los angulosos planos de sus mejillas y su pecho desnudo todavía
respirando con agitación, empezando a calmarse. Carlotta tenía las manos sobre sus
hombros y sus duros músculos estaban resbaladizos por el sudor.
El momento en que él se dio cuenta de lo que había pasado fue evidente, porque abrió
los ojos y la miró.
—Se han ido.
—Sí. —Carlotta no sabía exactamente cómo se sentía ante la partida de Malcolm y
Brenna, pero desde luego el momento que habían elegido era incómodo. Ella y Gavin
todavía estaban en la clásica postura de las relaciones sexuales, aunque desde luego ella
ahora ya sabía que no era la única posible.
—¿Estás enfadada?
Esa pregunta, hecha tan quedamente, fue un poco sorprendente.
—¿Porque les diste lo que querían tantísimo? ¿Una noche más para estar juntos?—
Carlotta agitó la cabeza—. No. Yo habría hecho la misma elección, si me hubieran dado la
oportunidad.

Traducción y edición: Maite Página 52


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—Pero no te la dieron. No me di cuenta de que ella no se había ido después de la


sesión de hipnotismo. Eso nunca había ocurrido antes, que yo sepa.
Una cosa era mantener una conversación desnudos en la cama, algo a lo que
empezaba a acostumbrase después de los últimos días y otra completamente distinta era
hacerlo cuando sus cuerpos todavía estaban tan íntimamente unidos. Carlotta sintió una
sensación extraña en la boca del estómago, preguntándose por qué él no se retiraba de
entre sus piernas…y a la vez no del todo segura de lo que quería. La verdad, aunque no
estaba completamente erecto después de su reciente orgasmo, el apuesto señor St. John
todavía se sentía grande y la estiraba deliciosamente. Su cuerpo también estaba saciado y
satisfecho y descubrió con sorpresa que sentía una plácida satisfacción en su escandalosa
posición. Carlotta lo miró a través de las pestañas.
—A decir verdad, me estoy acostumbrando a Brenna.
—Pero ahora estamos solos. —El alborotado pelo de Gavin relucía a la luz de la luna,
la línea de su boca y sus cinceladas facciones se veían delineadas por las sombras—. Y
parece una oportunidad demasiado buena para malgastarla.
La manera en que la miraba, hizo que el aliento se le quedara atascado en la garganta
y cuando bajó la cabeza para besarla, el calor y la firme presión de sus labios en los suyos
le causó un estremecimiento de excitación que le contrajo todo el cuerpo. Abriéndose
invitadora a su lengua, lo abrazó más fuerte y le devolvió el beso con total abandono.
Nada en la forma en que su boca se amoldaba a la suya se parecía a los besos que sus
fantasmales dobles habían compartido, lo cual era increíble y fascinante a la vez. Cuando
se despegó, deslizó los labios a lo largo de su mandíbula hasta el sensible hueco bajo su
oreja, mientas musitaba su nombre en un susurro sensual y bajito. Sus manos de largos
dedos se movieron tiernamente por su piel y una encontró la solidez de su pecho y con el
pulgar le acaricio el duro pico de su pezón con caricias suaves y lentas que la hicieron
estremecerse con cada seductor círculo.
También su manera de tocarla era totalmente diferente, casi reverente. Aunque no
había ni un lugar en su cuerpo donde sus manos no hubieran estado, la sensación era
completamente diferente.
—Gavin —dijo con la voz ronca, enredándole los dedos en el pelo, comprobando su
sedosa textura a lo largo de la nuca. Tirando de su cara hasta la suya, Carlotta lo besó
tímidamente, pero con todo el fervor de su recién descubierta sexualidad, disfrutando el
leve sonido de satisfacción cuando él gimió por lo bajo en su boca.
Mientras acariciaba y jugaba con sus pechos, sus besos se volvieron más apremiantes
y lo sintió hincharse, su erección se alargó y dilató las paredes de su vagina, haciéndola
suspirar de necesidad. El sordo palpitar de su entrepierna parecía ocupar toda su mente,
se le escapó un gemido cuando él se deslizó hacia atrás un poco y después hacia adelante
suavemente, atravesándola por completo con su dura polla. Cuando él habló su voz estaba
pastosa por el deseo.
—Dios, Carlotta, me siento como si estuviera en el cielo.

Traducción y edición: Maite Página 53


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El caso Bloodstone

Si estaban en el cielo, pensó ella mientras un éxtasis embriagador atronaba sus


sentidos, entonces era el más carnal y primitivo de los lugares. Sus uñas resbalaron por el
musculoso contorno de su espalda, animándole a ir más profundo mientras levantaba las
caderas ante el siguiente envite. Penetrándola más profundamente, su entrecortada
respiración le agitaba el pelo mientras se clavaba en ella, y entornaba las pestañas.
El ritmo que impuso era menos salvaje que la desenfrenada manera de hacer el amor
de Malcolm. Más suave y controlado, pero el efecto era igual de devastador…si no más. Su
cuerpo respondió a cada envite y retirada y su excitación creció y creció. Los tobillos se
cerraron sobre su espalda y su cuello se arqueo hacia atrás, los húmedos sonidos de su
acto fueron eclipsados por sus desvalidos gritos de placer, acercándola momento a
momento a una gloriosa culminación.
Y la arrolló cuando pensó que no podría aguantar ni un segundo más la agonizante
expectativa. Su cuerpo se contrajo y tembló, un agudo éxtasis físico la mantuvo cautiva y
dio un grito entrecortado, apretando sus músculos internos mientras el orgasmo la
sacudía. Gavin no esperó más sino que se sumergió en la ola con ella, su cuerpo se puso
rígido y dio un grito ahogado, su clímax lo hizo estremecerse con cada pulsación de su
polla mientras su ardiente semilla inundaba y cubría su útero.
Rodando hacia un lado, Gavin la llevó con él y le acarició el pelo con los brazos
todavía temblorosos. Carlotta yacía ahíta contra su duro y desnudo cuerpo, los dos
sudorosos e indudablemente contentos.
—Dudo que me creas —dijo él en la silenciosa quietud de la habitación iluminada por
la luna, con la voz no del todo normal, pero inequívocamente suya— si digo que te quiero,
porque no nos conocemos hace mucho y hablando con lógica es así.
Alisando con su palma el brillante sudor de su pecho, Carlotta sonrió soñadoramente
en la oscuridad.
—Pienso que no hay nada lógico, al menos en el amor, pero nadie sabe cómo
reaccionaré si no lo intentas.
Casi pudo sentir su sonrisa, porque sus brazos se apretaron un poco.
—Sabes que te deseo, eso es muy obvio.
—Supongo que sí.
—Y tú tampoco pareces indiferente hacia mí.
Recordando sus desvergonzados gritos de satisfacción, Carlotta dijo.
—Estoy bastante segura de que eso puede atestiguarse como un hecho científico.
Su cara estaba en las sombras, los hombros relajados contra las ropas de la cama
mientras la abrazaba.
—También es un hecho irrefutable que te encuentro inteligente, amable e
increíblemente valiente. Y como mujer…
Ella levantó ligeramente la cabeza y enarcó una ceja.

Traducción y edición: Maite Página 54


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—¿Si?
—Increíblemente bella, seductora y apasionada. —Sus ojos eran muy azules y su
mirada muy directa—. Desde el primer momento en que te conocí, te deseé. Por favor no
lo niegues, te diste cuenta.
—Yo también pensé que eras demasiado apuesto para la paz de mi alma —confesó
con una ligera risa—, pero, sí, me di cuenta.
—Y también Brenna y Malcolm, como es evidente. Fuimos usados fácilmente. Debe
haber habido otros amantes en esta casa a lo largo de dos siglos ¿Por qué no ellos? Me
pregunto si nosotros dos juntos significamos algo más que la simple satisfacción de su
deseo sexual, si los espíritus están atrapados en una dimensión donde el tiempo no existe
¿Pueden ver el futuro? A menudo me lo pregunto.
—¿Así que estamos analizando como hemos llegado hasta aquí…así? —Carlotta dejó
que una nota burlona se deslizara en su voz, aunque la verdad era que se sentía un poco
como él. Uno no se acuesta con un casi extraño por capricho, al menos ella no, y dudaba
que Gavin fornicara indiscriminadamente.
—Soy un científico.
—Yo no. Pero de todos modos te seguiré el juego si te complace. Es verdad, como
hombre te encuentro físicamente muy atractivo pero hay montones de hombres apuestos
en este mundo. Sí, encuentro tu ocupación inusual, pero es evidente que tienes una mente
inquisitiva y una profunda compasión por el sufrimiento de los demás. Me gusta cómo tú
y Samuel os relacionáis, y él muestra respeto por tu trabajo y por tu aguda inteligencia. En
resumen, antes de que vinieras aquí dudaba de la empresa, pero casi al momento de
conocerte te consideré de manera completamente diferente.
—En el momento en que te conocí, quedé embelesado, no solo por tu belleza, sino por
tu gentileza e inteligencia —Sonrió abiertamente, una juvenil curva de esa habilidosa boca
que le había dado tanto placer—. Parece que nos gustamos el uno al otro.
—De eso no hay duda —agregó Carlotta, acurrucándose contra su cuerpo.
—Seguramente eso es lo que es el amor ¿no? Deseo y admiración mutua por la otra
persona ¿verdad?
Ella no pudo evitar reírse ante su burlona expresión.
—Gavin no creo que puedas definirlo por completo y colocarle una etiqueta.
Sonrió compungido y le acarició suavemente el hombro, con la mirada en la suya.
—Creo que estoy intentando entender lo que me está pasando a mí, a nosotros, nunca
me he sentido así antes.
—Cuando lo descubras, prométeme que me lo dirás. —Carlotta lo estrecho más fuerte,
con el cuerpo presionado cómodamente a su costado, sintiéndose segura de verdad, en sus
brazos, quizás por primera vez en su vida. Más que exhausta, estaba deliciosamente cálida
y aletargada.

Traducción y edición: Maite Página 55


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El caso Bloodstone

—Soy considerablemente inferior a ti socialmente —murmuró Gavin—. Eso es algo a


considerar.
—No para mí. —Se le cayeron las pestañas y cerró los ojos—. Me casé una vez por
titulo y riqueza y pienso que fue más que suficiente.
—¿Significa eso que algún día considerarías la idea de ser mi esposa?
Tan adormilada que apenas pudo enterarse de sus palabras dijo.
— Eso parece la cosa más lógica que podemos hacer.

****

Rascándose la barba, Samuel frunció el ceño.


—No estoy convencido de estar a favor de eso. He estado en esa habitación y he
sentido las fuerzas que hay allí.
Sentado frente a él en el gran comedor, Gavin untó con tranquilidad una tostada con
mantequilla.
—Merece la pena intentarlo. Ya que Brenna recuerda poco de lo que ocurrió, quizá
Malcolm lo haga. Todo lo que quiero saber es qué ocurrió ese fatídico día, tal vez entonces
pueda descubrir como librar Bloodstone de la presencia de Clarence de una vez por todas.
Un lacayo entró con una fuente de salchichas y jamón y Samuel esperó hasta que
desapareció por la puerta antes de decir con urgencia.
—Creo que estás arriesgándote mucho al sugerir que hagamos la sesión de
hipnotismo en la torre.
Gavin agitó la cabeza y cogió su té.
—Hay mucho en juego, Samuel y por lo tanto, el riesgo vale la pena si me permite
concluir con éxito y rapidez mi tarea.
A la débil luz que entrada por las ventanas de la amplia habitación, era muy fácil para
Samuel ver las ojeras bajo los ojos de su amigo y las líneas de cansancio en su boca, de
todos modos había una satisfacción subyacente en su normalmente carácter reservado.
Una satisfacción interna que era evidente para Samuel, que lo conocía muy bien. Sus
pensamientos también se desviaron hacia la mujer que todavía dormía en el piso de arriba.
Su fatiga y la de Gavin se explicaban por sí solas.
—Eso solo puede significar que tu relación con la adorable duquesa progresa
adecuadamente.
Tomando un sorbo de su taza, Gavin sonrió burlón.
—Progresa en una palabra acertada, supongo. Pero adecuadamente es un eufemismo.
Inténtalo con maravillosamente. Creo que podría estar —o que ya—estoy enamorado.

Traducción y edición: Maite Página 56


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El caso Bloodstone

—Felicidades —levantando una ceja, Samuel añadió secamente—. Aunque debieras


considerar el dormir ahora y después, cuanto te vayas a la cama. Tienes el aspecto de
alguien que ha estado levantado toda la noche.
—Levantado es una buena manera de decirlo y toda la noche también es exacto.
Samuel se rió.
—Ah, ser joven otra vez.
La sonrisa de Gavin se desvaneció.
—De verdad Samuel, cada vez estoy más y más preocupado por esta situación, y por
Carlotta de manera especial, cuando pienso en lo que debo hacer. Mi llegada a Bloodstone
ha empeorado la situación, no la ha mejorado. Si Malcolm y Brenna han aprovechado la
oportunidad para renovar su pasión, seguramente el corazón enfermo de odio de Clarence
también busca una salida. Está ahí fuera, lo siento más que nunca a cada día que pasa.
—Yo también lo siento, amigo mío —admitió Samuel, feliz de que la pasión de Gavin
por la bella duquesa no hubiera nublado su habilidad para percibir el peligro—. No me
gusta que no podamos encontrar el registro de su entierro. No está sepultado en la cripta
¿Qué ocurrió con él, y donde está?
—Esa es precisamente la pregunta que quiero que le hagas a Malcolm.
Su té se había enfriado y Samuel toqueteó el asa de su taza y otra vez un sentimiento
de desazón le recorrió la espalda.
—Parece peligroso y no sé exactamente por qué, hipnotizar a la duquesa no fue muy
arriesgado ya que sé que lady Brenna no le desea a Su Excelencia ningún mal. Malcolm es
un asunto diferente, Gavin. Aunque te use para satisfacer su deseo físico por su amor
perdido, es un guerrero, capaz de usar la violencia. Y también está lleno de furia por lo
que ocurrió, eso me has dicho, y como hombre, lo creo. Si la mujer que amara -que llevaba
a mi hijo en sus entrañas- fuera dada a un repugnante monstruo como esposa. Estaría
desesperado por salvarla.
La expresión de Gavin mostraba preocupación.
—Pero eso no sucedió. Lo que no está claro es qué ocurrió exactamente.
—Supongo que usar el hipnotismo puede ser efectivo —Fue una admisión renuente,
que Samuel aceptara enfrentarse a alguien tan intrínsecamente maligno como La bestia de
Bloodstone, requería estar tan armado como fuera posible, y la única arma efectiva contra
lo sobrenatural era el uso de sus propias emociones contra él. Por lo tanto, saber qué lo
mantenía atrapado en la esfera terrenal era primordial—. Sin embargo nunca lo he
intentado contigo y como sujeto puedes resultar difícil, estás familiarizado con la técnica.
—También tengo la mente abierta —arguyó Gavin, dejando a un lado su tenedor, con
el desayuno a medio comer, olvidado mientras se inclinaba hacia adelante con
intensidad—. Piénsalo, Samuel, serás capaz de pedirle a Malcolm que lo describa todo, él
no es una mujer asustada y vulnerable, sino un hombre que lo único que desea es liberarse

Traducción y edición: Maite Página 57


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El caso Bloodstone

de esta prisión mortal. Permanece aquí por Brenna, pero no es lo que quiere para toda la
eternidad. Si puede ayudarnos lo hará. Estoy seguro.
Samuel dijo con gravedad.
—Espero que estés en lo cierto, amigo mío.

***

Era una extraña asamblea, pero como siempre, toda la situación era lo bastante rara
como para hacer que una persona se cuestionara su cordura. Carlotta se ajustó la falda
ligeramente cuando se sentó, sintiéndose incómoda entre los confines de la amurallada
habitación de la torre.
El vicario se sentaba frente a ella con un brillo de entusiasmo en los ojos.
—Esto es fascinante, Excelencia.
Ni Samuel ni Gavin parecían fascinados, más bien lo contrario. Ambos estaban tensos
y serios e incluso Lillian estaba un poco nerviosa de encontrarse en la oscura y vacía torre.
La luz de la última hora de la tarde entraba por los sucios cristales de las ventanas,
proyectando mil colores en la habitación. El inevitable círculo de sillas se situaba alrededor
de la mesita, traída del estudio, la misma que usaron en el experimento de la noche
anterior.
La cual, y después de todo, pensó Carlotta mientras miraba a Gavin a los ojos y
sonreía con recato, no había terminado nada mal.
Calor, fuertes brazos, ardiente carne deslizándose sobre carne ardiente, el sonido de
su respiración en su oído mientras se aproximaba a ese glorioso orgasmo que crecía en su
anhelante cuerpo…
Él arqueó una ceja ante lo que leía en su expresión, los mismos recuerdos se reflejaron
por un momento en sus profundos ojos azules. Entonces se acomodó y le preguntó a
Lillian.
—¿Está cómoda, milady?
Su tía parecía enojada, pero Carlotta sabía que era un reflejo de su inquietud.
—No estoy del todo segura de que estas payasadas sean necesarias, St. John, no nos
sirvió de mucho la noche pasada y encontré inquietante ver a mi sobrina hablar con la voz
de otra persona, sin mencionar que todo el asunto la afligió mucho, ya que se desmayó
enseguida.
—Estoy perfectamente bien, tía Lili —dijo Carlotta, aunque la verdad era que le tenía
verdadera aversión a la habitación de la torre, sentía que algo estaba mal, como si los
mismos muros estuvieran inquietos por lo que hubiera pasado entre ellos. Solo había
estado en ella una vez, cuando Harry insistió en enseñarle el castillo entero, justo después
de casarse y fue más que suficiente.

Traducción y edición: Maite Página 58


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El caso Bloodstone

El vicario extendió la mano y tomó una de las arrugadas manos de Lillian y se la


apretó ligeramente para tranquilizarla.
—St. John sabe lo que hace en lo que se refiere a estas cosas, querida. Es un hombre de
oro, no estoy seguro de que la iglesia apruebe mi presencia aquí, pero admito que cuando
uno tiene una casa como Bloodstone en su parroquia, no creer en lo sobrenatural no es una
opción y por lo que todos dicen, el hipnotismo de señor Perkins es una herramienta muy
efectiva en la comunicación con los muertos y yo, por lo pronto, estoy ansioso por ver
cómo funciona.
La tía Lillian no parecía muy aplacada e hizo un sonido desdeñoso. Samuel Perkins se
aclaró la garganta y se sentó en su silla, su profunda mirada gris los repasó uno a uno y se
detuvo en Gavin que se sentaba justo frente a él.
—El propósito de este encuentro es invocar a lord Malcolm Dowell. Dejad que venga
y hable con nosotros.
Mirándolo fijamente, la cara de Gavin estaba inexpresiva mientras su colega sacaba el
extraño cubo de su bolsillo. Samuel puso la cajita oriental frente a él, igual que lo había
hecho la noche anterior con Carlotta.
Solo que esta vez en lugar de colores iridiscentes, el objeto se tornó en un profundo y
casi ardiente rojo.
Que los dos hombres se asustaron fue quedarse corto. Carlotta vio a Gavin retroceder
levemente con una mano levantada como si estuviera defendiéndose de un golpe. En su
silla, al lado de ella, Samuel soltó un pequeño ruido de angustia, casi un gemido y también
se sacudió hacia atrás. Como alimentado por un viento ártico, toda la cámara empezó a
quedarse helada de inmediato.
—¿Qué demonios? —murmuró Gavin poniéndose en pie con la cara pálida—. Rápido,
Samuel, esconde eso, hombre.
El hombre a su lado no respondió y Carlotta se dio la vuelta, sobresaltada al ver que
sus ojos brillaban anormalmente, tenía los labios retraídos sobre los dientes y una mueca
de dolor o….otra cosa.
Triunfo.
Durante un segundo Carlotta no comprendió lo que había pasado, pero cuando esa
mirada inhumana se movió lentamente para clavarse en su cara, sintió un estremecimiento
de horror y asco. El hombre que conocía como Samuel Parker se rió, una carcajada
socarrona de regocijo demoníaco que hizo proferir a la tía Lillian un grito de consternación
y al vicario saltar a trompicones de la silla, la luz del exterior se desvaneció hasta no ser
nada más que sombras rojizas y doradas manchas doradas y el súbito palpitar de su
corazón rugió en sus oídos.
—Estás muerta — dijo la abyecta criatura sentada a su lado, extendiendo la mano
para agarrarla del brazo con unos dedos fríos y despiadados—. Te maté con mis propias
manos, mentirosa, meretriz desvergonzada.

Traducción y edición: Maite Página 59


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Su tacto era asqueroso, y repugnante y Carlotta finalmente reaccionó, saliendo de su


horrorizado shock lo suficiente para intentar soltarse.
—¡No la toques! —Saltando por encima de la mesa, Gavin se colocó delante de ella,
asiendo el brazo de Samuel e intentando soltar la mano que la agarraba.
La fría mirada del otro hombre se desvió hacia él y Carlotta sintió la reacción de Gavin
cuando sus miradas chocaron. El maníaco odio de su oponente era casi como una
bofetada.
—Tú —Samuel gruñó—. No fuiste muy difícil de matar. No parecías un gran amante,
eh, cuando recibiste toda la longitud de mi acero en tu espalda.
—Sospecho que el error de Dowell fue darte la espalda. —Gavin seguía forcejeando
para liberarla y Carlotta sintió su desesperación, porque se veía obstaculizado por el deseo
de no hacer daño físicamente a su amigo. Quienquiera que pudiera ser ahora -la verdadera
bestia de Bloodstone posiblemente- sería el cuerpo de Samuel el que sufriría los daños de
cualquier clase de pelea.
—Estrangulé a la desvergonzada zorra, y fue un placer hacerlo. Pero no murió…la
putilla escapó…y huyó aquí…la seguí. —desvariando, las palabras salían en frases
incoherentes—. Ramera embustera…debiera haberte poseído aquí…aquí en el suelo.
—¡Sal de aquí! —Gavin le suplicó entre dientes, liberando su brazo de un tirón, a
expensas de su carne, haciéndola gritar—. Carlotta, mi amor, corre como si tu vida
dependiera de ello. Vete.
Fue vagamente consciente de ver al vicario y Lillian encogidos contra la pared más
lejana como espectadores horrorizados.
—No voy a dejarte aquí —consiguió decir en un sollozo apenas audible, se tambaleó
hacia atrás, sosteniéndose el brazo herido, cuando golpeó la mesa la pequeña caja salió
volando y el paralizante frío de la habitación pareció adormecer todo su cuerpo.
—¡Maldito seas!—Samuel atacó entonces, rabioso y salvaje, cargando contra Gavin
con expresión frenética. Su grueso y pesado cuerpo casi derribó al joven, sin embargo
Gavin tenía la ventaja de la juventud y una constitución atlética, por no mencionar su
altura. Se tambaleó pero consiguió eludirlo, girándose cautelosamente cuando su
oponente perdió el equilibrio y se estrello contra el suelo. Samuel se levantó de un salto
como un animal acorralado, rugiendo furioso. Ante el siguiente ataque, Gavin se defendió
de los puños y patadas, pero no intentó atacar; golpearon la pared, peligrosamente cerca
de una de las largas ventanas. Maldiciendo salvajemente, Samuel consiguió agarrar a
Gavin por el cuello y sus dedos apretaron.
Aterrorizada, Carlotta, busco como una loca algo que sirviera como arma y encontró
el bastón de la tía Lillian en el suelo, allí donde había caído cuando esta abandonó su silla.
Agarrándolo, se giró sabiendo que si tenía que elegir entre la vida de Gavin o golpear a
Samuel, la elección estaba hecha. Los dos hombres forcejeaban, los ásperos jadeos de la
refriega resonaban entre ráfagas de blasfemias y juramentos.

Traducción y edición: Maite Página 60


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El caso Bloodstone

Zafándose y atragantándose, Gavin se tambaleó hacia atrás. Con la cara lívida de


malicioso triunfo Samuel no vació, sino que atacó una vez más y esta vez tuvo éxito y el
joven perdió el equilibrio. Como si su peor pesadilla se hubiera vuelto realidad, Carlotta
vio como su amante se estrellaba contra el suelo, con su asaltante encima de él y esos
mortíferos dedos se clavaban en su cuello…
Golpeó al hombre más mayor en la espalda, balanceando el bastón como un garrote,
sonó duro y contundente. Samuel bramó, se sacudió y soltó a Gavin, dándose la vuelta
parecía más bestia que hombre cuando se levantó y se encaró con ella, con la baba
salpicándole la barba y los ojos brillando furiosos. Ella lo golpeó otra vez, con toda su
fuerza cuando vino hacia ella y lo alcanzó a un lado del cuello, trastabilló, tropezando y
chocando contra una de las ventanas. El tremendo ruido de cristales rotos acompañó su
grito de dolor y el de advertencia de Gavin.
Carlotta miraba, con el bastón medio levantado en la mano…
Y entonces él gritaría y caería, descendiendo en picado y aterrizando como una
muñeca rota en los jardines. La lluvia salpicaría su ropa, empaparía su basto pelo y
correría hasta su boca, abierta en un grito silencioso. Tendido allí en el barro, como un
animal herido, miraría hacia arriba, mientras ella se inclinaba sobre el alfeizar con las
manos temblando todavía.
Siguiendo sus órdenes ninguno de los aterrorizados sirvientes levantaría un dedo
para ayudarlo. Eso es lo que juró. Ellos lo odiaban casi tanto como ella. En los jardines, su
cuerpo roto pero vivo, sufriría, rugiría y se pudriría…hasta que finalmente su retorcido
corazón dejara de latir.
Y solo entonces ella cogería el cuchillo…el mismo que había arrancado de la espalda
de Malcolm y lo clavaría en su propio corazón para que así pudieran estar juntos por toda
la eternidad…

Traducción y edición: Maite Página 61


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Capítulo 8

La impenetrable oscuridad del exterior de la ventana era tranquilizadora y las nubes


ocultaban al pasar la desdibujada presencia de una velada luna. Gavin estaba de pie, allí
parado mirando al exterior y maravillándose ante la compleja naturaleza del alma
humana.
Tan tenaz.
Tan infinitamente complicada.
Tan perversa en unos casos y tan divina en otros.
Un suave suspiro que salió de la cama que tenía a sus espaldas interrumpió sus
cavilaciones. Se dio la vuelta, viendo con alivió que las pestañas de Carlotta se removían.
Sentándose a su lado, acarició su suave y perfecta mejilla con el dorso de sus dedos y fue
recompensado cuando ella abrió los ojos.
—¿Gavin?
—Estoy aquí, mi amor.
Tenía los ojos dilatados y con ojeras.
—Creo que tuve una pesadilla.
Estaba en su propia habitación, el suave cubrecama azul y las colgaduras de seda eran
sin duda femeninos, así como el delicado aroma de su perfume en el aire. Él sonrió
tocando otra vez tiernamente su cara.
—Todos la tuvimos. Pero se acabó.
Reconoció el repentino horror en su mirada así que añadió rápidamente.
—Samuel está bien. Un poco dolorido, pero se recuperará.
Ella intentó sentarse, con su reluciente melena negra sobre los hombros y su adorable
cara cenicienta.
—Cayó, lo golpeé y cayó a los jardines. ¡Vi como me miraba! Está muerto…oh dios, lo
maté.
—No cayó. —Gavin le puso las manos en los hombros, recostándola sobre las
almohadas—. Llegué a tiempo y lo agarré. Lo que viste eran los recuerdos de Brenna de
los verdaderos sucesos, al menos eso creo y todos los hechos apuntan en esa dirección. El
duque debió asesinar a Malcolm a sangre fría cuando llegó e intentó reclamar a la mujer
que amaba. Clarence lo mató e intentó estrangular a Brenna, posiblemente porque ella le
contó que esperaba un hijo. De alguna manera no murió y cuando él vio que había
fracasado fue tras ella, dándole caza en la habitación de la torre. Forcejearon y parece que
ella consiguió empujarlo por la ventana. Uno de las vidrieras en mucho más nueva que las
otras, lo noté la primera vez que subí allí.
Bajo sus manos ella se estremeció.

Traducción y edición: Maite Página 62


Emma Wildes
Los hermanos del club de la absenta -02-
El caso Bloodstone

—Oh dios, es verdad. Lo vi allí, de espaldas en el jardín, tan lleno de odio, fue
espantoso.
Con un punto sardónico en su voz Gavin dijo.
—Bien, es posible, pero ella tuvo su venganza. Nadie lo ayudó. Lo dejó sufrir, con el
cuerpo tan mutilado que no pudo moverse hasta que expiró en ese maldito agujero. Nadie
lo enterró apropiadamente porque los sirvientes y la gente del pueblo lo despreciaban
tanto como lo aborrecía la que iba a ser su esposa. Es solo una suposición, porque no
podemos excavar hasta la mañana, pero me aventuraría a decir que sus huesos todavía
están allí. El vicario ha prometido ocuparse del asunto.
—Pobre vicario —dijo Carlotta—. Dudo que aún encuentre el hipnotismo fascinante.
—Esa escena tan fea fue culpa mía —admitió Gavin, todavía furioso consigo mismo—.
Samuel tuvo un mal presentimiento, pero yo ignoré sus palabras de advertencia. Nunca se
me ocurrió que si Brenna te usaba a ti y Malcolm a mi, La bestia de Bloodstone también
podría buscar un anfitrión adecuado.
—¿Me juras que Samuel está bien?
—Te lo juro —sonrió Gavin.
Relajándose un poco, Carlotta suspiró.
—Así que ya sabemos lo que pasó. Toda la misteriosa serie de sucesos nos ha sido
revelada, aunque no me gustaría pasar por eso otra vez. Fue demásiado horrible
¿Entonces, todo ha terminado?
¿Terminado? No para él. Acababa de empezar.
Inclinándose hacia adelante, Gavin posó sus labios en los de ella suavemente,
saboreando el calor de su boca y el modo en que sus manos se alzaron para tocarle los
hombros y acercarlo. Murmuró.
—La tragedia que ocurrió hace tantos años, sí. Creo que Malcolm y Brenna han
encontrado la paz que se merecen ahora que su historia ha salido a la luz.
—¿Y Clarence?
—Una vez que encontremos sus huesos y los enterremos, perderá toda la capacidad
de aparecerse.
—¿Estas seguro? —Sus ojos, tan oscuros y adorables todavía estaban ensombrecidos.
—Así es como funciona normalmente. Estoy tan seguro como puedo estarlo. —Gavin
la besó otra vez, más prolongadamente—. Sin embargo nuestro amor acaba de empezar,
aunque el hechizo de Clarence sobre Bloodstone se haya acabado hay unos cuantos
fantasmas con los que aún no me he tropezado. Por ejemplo, Sir Neville no ha bajado
dando tumbos por las escaleras en mi presencia, así que creo que debo quedarme una
larga temporada, si tú estás de acuerdo.
El segundo beso había puesto algo de color en las mejillas de Carlotta y dijo.
—Eso suena maravillosamente…lógico.

Traducción y edición: Maite Página 63


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Los hermanos del club de la absenta -02-
El caso Bloodstone

Gavin sonrió.
—Esperaba que estuvieras de acuerdo.

Traducción y edición: Maite Página 64


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Los hermanos del club de la absenta -02-
El caso Bloodstone

Epílogo

—…y así caballeros, es como conocí a mi esposa.


El fuego ardía suavemente, reflejándose en las caras atentas de su audiencia. Jonas
Maxim fue el primero en moverse con una ligera mueca en la boca, dio una palmada en la
mesa.
—¿En serio?
—Por supuesto —sonrió Gavin burlón.
Maxim levantó su copa.
—Excelente historia, St. John. Bien hecho.
El conde de Grayson, con los hombros cómodamente recostados y los tobillos
cruzados indicando un relajado placer, también sonrió socarrón.
—Creo que has intentado superarme, St. John. Hemos elegido la misma conclusión.
Seguramente eso no es juego limpio.
—No del todo, no hay chicas de harén ni exóticos palacios extranjeros —dijo Gavin
modestamente aunque su boca se torció un poco—. Solo unos cuantos fantasmas comunes
y corrientes, aunque La bestia de Bloodstone era algo más horripilante que la mayoría de
los que me he encontrado. Creo que se suponía que tenía que confesar mi experiencia
sexual más excitante. Digo yo que esta historia da la talla, ¿no?
—Desde luego que sí. ¿Estaban sus malditos huesos en el jardín? —preguntó Ross
Benson, reflejando en sus ojos azules enfado y aversión—. Yo los hubiera desenterrado y
los habría arrojado a un estercolero. Ese libidinoso bastardo tuvo lo que se merecía.
Gavin asintió.
—Allí estaban. Nos aseguramos de que se deshicieran de ellos adecuadamente.
—¿Y Brenna y Malcolm? —preguntó Christian Foster interesado e intenso. El joven
hermano del duque de Bellingham era un confeso romántico de corazón.
—Creo que están juntos en algún sitio, en un lugar al que a todos nos gustaría ir
cuando nos llegue la hora.
El reloj empezó a dar largas y sonoras campanadas.
Jonas levantó su copa y la apuró. Después se dirigió al grupo allí reunido.
—Este encuentro de los hermanos del club de la absenta queda oficialmente
clausurado. Los veré en la próxima ocasión, caballeros.

Traducción y edición: Maite Página 65


Emma Wildes
Los hermanos del club de la absenta -02-
El caso Bloodstone

Traducción y edición: Maite Página 66

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