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Tolerancia a la frustración.

Se define por la aptitud de un individuo para soportar una frustración sin pérdida de su
adaptación psicobiológica, es decir, sin recurrir a tipos de respuestas inadecuadas. Esta
concepción se acerca a la noción de la energía adaptativa de Selye.

El concepto de tolerancia a la frustración debe compararse también con dos principios


psicoanalíticos:

1. El principio del placer y de la realidad. En el niño el principio del placer implica la


satisfacción inmediata de todo deseo. Poco a poco el individuo toma contacto con la
realidad y su conducta tiene en cuenta también las consecuencias más lejanas posibles,
además de la satisfacción inmediata. Esta noción esencial de la capacidad para retardar la
satisfacción se halla implícita en el concepto de tolerancia la frustración.

2. El principio de la debilidad del yo. Desde el punto de vista psicoanalítico el principio


del placer está en juego cuando el juego adopta reacciones inadecuadas de la defensa del
yo, pues estas son los medios para proteger la personalidad del displacer asociado con la
frustración. Puesto que solo un yo débil necesita defenderse por métodos tan inadecuados,
el concepto analítico de debilidad del yo se presenta, evidentemente, relacionado con la
noción de tolerancia a la frustración.

El concepto de tolerancia a la frustración tiene dos ventajas sobre los conceptos


psicoanalíticos precedentes: en primer lugar, puede expresarte en forma cuantitativa. Por otra
parte, implica la existencia de diferencias individuales en lo que se refiere a ciertos umbrales
de tolerancia a la frustración. Estos pueden contemplarse, por un lado, según la gravedad de
la presión. (Existe para cada sujeto una zona comprendida entre dos intensidades de la
presión dentro de la cual la respuesta del sujeto a la frustración es adecuada). Por otro lado,
puede admitirse que existen diferencias en el grado de tolerancia a la frustración según los
diversos aspectos de la misma personalidad. Estas zonas de baja tolerancia a la frustración
corresponderían a los ‘complejos’ de la doctrina psicoanalítica.

Los individuos neuróticos y psicóticos serian, desde ese punto de vista, los que tendrían
muchas zonas de poca tolerancia, mientras que el sujeto normal estaría caracterizado por un
alto grado general de tolerancia a la frustración.
Esta aptitud de tolerancia a la frustración implica evidentemente la existencia de un proceso
inhibitorio puesto que, como ya lo indicamos, la frustración se acompaña de un aumento de la
tensión y la satisfacción de una descarga de tensión. La inhibitorio que es la base de la
tolerancia a la frustración dependería de la capacidad para mantener esta tensión y para evitar
una descarga de esta.
Debe hacerse notar que el concepto de tolerancia a la frustración tiene implicaciones en la
esfera intelectual. Así como en la esfera afectiva la tolerancia a la frustración implica la
capacidad para rechazar una satisfacción inmediata, del mismo modo en la esfera intelectual,
según Hunt, el pensamiento simbólico o abstracto envuelve la capacidad del organismo para
retener ciertas impresiones después de que el estimulo se ha suprimido y para responder de
modo selectivo después de cierto lapso. Por este medio el pensamiento puede elevarse desde
el plano concreto inmediato al plano abstracto, simbólico o conceptual, en los dos casos hay
ciertas capacidad para la respuesta no inmediata. Y esta capacidad en ambos casos por otra
parte, se desarrolla con la maduración. Dentro de esta perspectiva la obra de Goldstein podría
integrarse con facilidad. La regresión en el enfermo a un nivel concreto de respuesta, la
aparición de una reacción catastrófica, son hechos fácilmente comprensibles desde este
ángulo.

Los determinantes de la tolerancia a la frustración aun no se conocen bien. Rosenzweig


sugiere la participación de dos clases de factores:

 Factores somáticos, que se refieren a las diferencias, etc. Es probable que estos
factores somáticos sean en gran parte constitucionales y hereditarios. Resulta necesario,
además agregarles los elementos somáticos, adquiridos que pueden, evidentemente,
desempeñar un papel (fatiga, enfermedades, físicas, etc.)

 Factores psicológicos genéticos. Se hallan mal precisados, pero su papel es indiscutible.


Es cierto que la ausencia de toda frustración en la primera infancia hace al sujeto incapaz
mas tarde de responder a una frustración de manera adecuada. Por otro lado, una
frustración excesiva puede crear zonas de poca tolerancia pues el niño, a causa de su
inmadurez, se va obligado a reaccionar en forma inadecuada por reacciones de defensa
del yo que podrían inhibir su desarrollo ulterior. Por fin, la concepción de la tolerancia a
la frustración puede consecuencias terapéuticas. Una psicoterapia basada en esta teoría
tendría por fin la reducción de esta tolerancia a la frustración.

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